La Nouvelle Muséologie y Su Impacto

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La nouvelle muséologie y su impacto

Ideas principales • En los años ochenta del siglo xx se acuña en Francia el término nouvelle
muséologie por parte de algunos inconformistas que reivindican innovadoras experiencias
como los ecomuseos y una renovación en la comunicación con la sociedad. • La corriente
también se extiende internacionalmente a través del MINOM, sobre todo a otros países
europeos del área cultural de influencia francesa, al Canadá francófono y a Latinoamérica. •
Surgen controversias sobre el uso y concepto de nueva museología, cuyo impacto general
todavía está por calibrar.

Resumen Aunque los primeros ecomuseos habían nacido en los años setenta, sus adalides
formulan la reivindicación de una nueva museología en los años ochenta. Inicialmente el
ICOFOM se les muestra relucante y el icom les deniega la creación de un comité internacional
de museos comunitarios; pero pronto llegan a constituir una corriente museológica que se
convierte en mainstream. No llegan a publicar elaborados tratados teóricos, y aún no existe
una compilación verdaderamente representativa de sus textos; pero ningún otro episodio en la
historia de la museología ha dado tanto que hablar, suscitando innumerables artículos y libros
en torno al tema.

Ecomuseos y nueva museología, eslóganes reivindicativos del MNES y el minom Museología es


un nombre que, desde que empezó a ser empleado, ha ido acompañado de todo tipo de
adjetivos, incluido el calificativo de nueva, y de hecho se han rastreado lejanos precedentes en
varios idiomas de la locución nueva museología, que sigue siendo utilizada por muchos
hablantes sin un significado concreto. Pero en sentido estricto es una expresión que designa
desde 1980 a una corriente denominada por el museólogo francés André Desvallées nouvelle
muséologie en la voz correspondiente de la Enciclopedia Universalis publicada aquel año,
refiriéndose a las novedades que se habían producido en la comunicación museística con el
público y a la reciente multiplicación de ecomuseos. Este tipología museística ha sido siempre
el caballo de batalla favorito de los seguidores de Georges-Henri Rivière y Hugues de Varine-
Bohan, impulsores en Francia y en otros países de una innovadora forma de museo en la cual
ya no hay un edificio, sino un territorio-museo, ya no se centra la atención en una colección
sino en todo un ecosistema humano—incluyendo elementos de cultura material pero también
inmaterial, como cantos, bailes y tradiciones locales—y en lugar de unos facultativos de
museos trabajando ocultos al público, es la propia comunidad la que autogestiona el
funcionamiento del museo, involucrando activamente a los visitantes y locales. Se trata de un
fenómeno histórico fascinante, respecto al cual existe muchísima bibliografía, pero que a
primera vista no parecería justificar un nuevo paradigma teórico. Ciertamente la idea del
ecomuseo tenía detrás una filosofía vital, un cambio en la concepción de la museología, que
dejaría de estar centrada en el estudio del museo para focalizar su atención en la comunidad,
siendo el museo un campo de interacción con ella. Pero esto bien podía haberse vinculado con
las aspiraciones de Stránský por ampliar la disciplina museológica más allá del museo —para lo
cual había propuesto el concepto de musealidad— y sus reivindicaciones para la sociedad, que
entonces tenían tanto predicamento por influencia del pensamiento marxista. Ahora bien, por
más que ideológicamente Georges-Henri Rivière y sus seguidores fueran progresistas, se veían
sobre todo como activistas crecientemente distanciados de los teóricos de Europa del Este.
Tras sembrar la agitación en el seno de ICOFOM durante las convulsas reuniones de México y
París en 1980 y 1982, parecía llegado su momento triunfal en la de Londres del año siguiente,
dedicado a ecomuseos y nueva museología. En el ínterin, incluso se creó en agosto de 1982
una asociación significativamente denominada Muséologie Nouvelle et Experimentación
Sociale (mnes), a iniciativa de una facción de miembros contestatarios de la Association
Générale des Conservateurs des Collections Publiques de France, liderados por Évelyne
Lehalle, entonces conservadora del Musée d’Histoire de Marsella. Pero cuando el
ecomuseólogo canadiense Pierre Mayrand propuso en la capital británica que el ICOFOM
formase un grupo de trabajo permanente sobre museología comunitaria, el nuevo equipo
directivo presidido por Vinos Sofka, queriendo aunar fuerzas entre los teóricos, en un
momento en que la museología estaba asentándose como ciencia, le propuso a Mayrand que
mejor organizase un taller sobre el tema al año siguiente. Lo cierto es que en 1984 no llegó a
celebrarse ese taller del icofom en Canadá, sino que tuvo lugar en Leiden y sobre cuestiones de
coleccionismo; pero Mayrand no se echó atrás, y con excusa de un homenaje a GeorgesHenri
Rivière organizó una gran reunión de sus seguidores del 8 al 13 de octubre en el Ecomussée de
la Haute Beauce (Quebec), el I Atelier International Ecomusées/Nouvelle Muséologie. El tema
se debatió en profundidad, en grupos de trabajo y sesiones plenarias, en las que se relacionó a
los ecomuseos con los museos al aire libre escandinavos y con los británicos de arqueología
industrial del tipo Beamish, pero sobre todo con los museos de barrio y museos comunitarios
americanos, así que no fue casual que el recuerdo de la Mesa Redonda de Santiago de Chile de
1972, en la que se había propugnado la idea del museo territorial, encabezase la llamada
Declaración de Quebec, aprobada en la clausura. Esta declaración no fue aprobada en la
primera lectura que se hizo en sesión plenaria, por las disensiones de quienes aspiraban a
extender la nueva museología a otras formas museísticas (Araujo y Bruno, 1995: 4, 27). Pero
más que una nueva museología aplicable en general, la mayoría propugnaba nuevas prácticas
museísticas territoriales denominadas en francés musée de site, por lo que surgió la curiosa
petición de plantear a la vez al ICOMOS (International Council of Monuments and Sites) y al
icom la creación de un comité internacional para esta especialidad. Quizá por esta falta de
concreción, el icom cometió la torpeza de no aceptar esta justa petición, que habría otorgado
a los adeptos de este tipo de museos un foro equivalente a los de otras especialidades.
Desairados, no les quedó otra opción que seguir la otra vía propuesta en la Declaración de
Quebec, que era organizarse como una federación que uniese a sus partidarios de ambos lados
del Atlántico. Así pues, durante el II Atelier International-Musées Locaux/Nouvelle Muséologie
celebrado en Lisboa en noviembre de 1985 se creó el Mouvement International pour une
Nouvelle Muséologie (minom), presidido por Pierre Mayrand, a partir de tres organizaciones
preexistentes: la citada agrupación francesa Museología Nueva y Experimentación Social, la
Asociación de Ecomuseos de Québec y la belga Asociación del Ecomuseo Experimental de
Walonia-Bruselas. Afortunadamente, el minom sería reconocido como organización afiliada
por el icom (cuyas siglas, o las de sus comités, están todas en inglés; pero en este caso se
mantuvo una designación en francés, lengua dominante entre los neo museólogos). Y aunque
Pierre Mayrand abandonó icofom, permanecieron en él muchos miembros del minom,
incluyendo primeras figuras como André Desvallées y Mathilde Bellaigue. De hecho, en la
reunión anual del icofom organizada en Zagreb en 1985 algo se trató sobre ecomuseos, que ya
fueron el tema estrella en la siguiente, celebrada en 1986 en Buenos Aires, sobre museología e
identidad. Por su parte el minom siguió focalizando sus propias reuniones en los ecomuseos, a
pesar de las advertencias del inventor de ese término, Hugues de Varine, que avisó del riesgo
de identificarse tanto con una palabra de moda, en su discurso inagural del III Atelier
International - Traditions et Perspectives Nordiques: De Musée de Plein-Air à l’Écomusée, Les
Minorités de Régions Artiques, celebrado en septiembre de 1986 en Toten (Noruega). Poco a
poco, fueron abriéndola a otras experiencias museísticas territoriales ensayadas por otros
entusiastas de diferentes áreas culturales; pero la estrecha sintonía entre los militantes
seguiría basándose en su auto identificación como camaradas renovadores del establishment,
y experimentaban sentimientos encontrados conforme iban alcanzando cotas de poder.
Pronto encontraron compañeros de filas incluso entre los responsables de grandes museos
institucionales, como Pierre Gaudibert, director del Musée d’Art Moderne de la Ville de Paris,
quien habló en plural de «nuevas museologías e ideologías» en el IV Atelier International - Les
Enjeux Idéologiques de la Nouvelle Muséologie: Des Théories aux Pratiques celebrado en
octubre 1987 en Molinos (Teruel) y Sos del Rey Católico (Zaragoza). La onda expansiva de la
nueva ola museológica La referencia a la nueva museología como una pluralidad de corrientes
ya había estado presente en el francés MNES, al editar en 1985 el libro colectivo Nouvelles
muséologies, compilado por Alain Nicolas. Ese mismo año apareció el análisis filosófico y
psicológico del museo tradicional realizado por Bernard Deloche, profesor de la Universidad
Jean-Moulin de Lyon, en su libro Museologica. Contradictions et logique du musée, que gozó
de las simpatías del MNES, pues asumieron su reedición cuatro años más tarde. En cambio, no
ha habido una equivalente labor editorial en el minom, una asociación que ha puesto en
contacto gran diversidad de iniciativas prácticas surgidas en diferentes contextos culturales;
pero hasta hace poco apenas ha producido bibliografía museológica. Sus reuniones suelen
terminar con una « declaración» manifiesto difundido a la sociedad, sin que las ponencias y
deliberaciones hayan dado lugar a publicaciones conjuntas.1 Estas aportaciones más bien han
llegado desde otras instancias académicas. Ya en 1985 se instituía un curso de segundo ciclo
sobre nueva museología en la Université du Québec à Montréal (UQAM); aunque
curiosamente no fue allí, ni en ninguna universidad francesa donde surgió la primera tesis
doctoral sobre el tema, sino en la de Hamburgo, presentada en 1988 por Andrea Hauenschild y
publicada al año siguiente por el Ubersee-Museum Bremen con el títuloNeue Museologie:
Anspruch undWirklichkeit anhand vergleichender Fallstudien in Kanada, usa und
Mexico( Nueva museología: ambiciones y realidad sobre la base de estudios comparativos de
caso en Canadá, Estados Unidos y México).2 Esta alemana establecida en Montreal siempre es
citada con estima por los adeptos del minom, que luego han apadrinado muchos otros
trabajos académicos. Y cuando en 1989 los discípulos de Georges-Henri Rivière publicaron
póstumamente su manual de museología, demostraron gran respeto por otras escuelas
museológicas, cuyas publicaciones eran generosamente citadas en el epílogo y bibliografía
final. En cambio, no supieron ver los muchos puntos en común que con ellos tenían los autores
del libro colectivo the New Museology, compilado por el profesor Peter Vergo en 1989. Allí
figuraba una buena representación de los historiadores universitarios británicos progresistas,
como el propio Peter Vergo, Stephen Bann y Ludmilla Jordanova, junto con profesionales de
museos como Philip Wright o Nick Merriman, cuyos artículos eran una apelación a centrar la
atención en los visitantes-usuarios. Pero no hablaban de ecomuseos. Y, aún peor, solo citaban
bibliografía en inglés —defecto por desgracia harto habitual en el Reino Unido—, sin
mencionar siquiera fuera de pasada a los adalides de lanouvelle muséologie. La justa
indignación de quienes sintieron que de forma oportunista les habían arrebatado un
estandarte para convertirlo en eslogan atractivo de un libro superventas tuvo al menos el
efecto positivo de provocar a André Desvallées, que había sido asistente de Georges-Henri
Rivière en el Musée National des Arts et Traditions Populaires, la confección de la verdadera
«biblia» neomuseológica, poéticamente titulada —quizá en homenaje a la nouvelle vague de la
cinematografía francesa—Vagues: Une anthologie de la nouvelle muséologie, cuyo primer
volumen, publicado en 1992, era una suerte de «Antiguo Testamento» compuesto por textos
de los años setenta y sesenta o incluso anteriores, escritos por autores venerados como
predecesores y pioneros; mientras que el segundo, publicado en 1994, recogía textos de los
apóstoles más recientes—franceses sobre todo, aunque no exclusivamente—, entre los cuales
obviamente no figuraba ninguno de los autores del evangelio «apócrifo» de la nueva
museología editado por Peter Vergo. Por desgracia, los promotores incurrían a su vez en un
parecido chovinismo cultural, pues no había en Vagues textos de museólogos
hispanohablantes o lusófonos, a pesar de constituir una parte muy importante en la militancia
del minom, especialmente en Latinoamérica (Cândido, 2003; Decarollis, 2006). Curiosamente,
sería en esos lares donde más apasionadamente se habría de mantener viva la llama de la
nueva museología, gracias a la influencia que sigue teniendo en focos tan prolíficos como la
Universidad del Estado de Rio de Janeiro, la UMSA de Buenos Aires y sobre todo la
Universidade Lusófona de Humanidades e Tecnologías en Lisboa, donde en 1993 el profesor
Mário Canova Moutinho creó el Centro de Estudios de Socio-Museología. También en las
universidades españolas fueron fans de la nueva museología muchos profesores pioneros en
los primeros posgrados de museología, como Iñaki Díaz Balerdi, que editó en 1994 el volumen
Miscelánea museológica, o Francisca Hernández, que culminó en los ecomuseos su excelente
libro de 1998El museo como espacio de comunicación, o Luis Alonso, autor del conocido librito
de 1999 Introducción a la nueva museología. Paradójicamente en las universidades francesas
no hubo tantos conversos, aunque ciertamente el ideal de comunidad participativa impulsó los
estudios de público del profesor Jean Davallon, fundador del Centre d’Étude et de Recherche
sur les Expositions et les Musées (cerem) en la Universidad JeanMonnet de Saint-Étienne, y
luego catedrático de sociología en la Universidad de Aviñón. En general, en todo el mundo, se
vivía entonces un apogeo sin precedentes de la museología por la proferación de bibliografía y
de docencia universitaria, que directa o indirectamente se hacía eco muy a menudo de los
planteamientos sociales reivindicados por los neomuseólogos. Pero ninguno de ellos llegó a
gozar de la autoridad mundial otrora ejercida por Rivière, y a su muerte los cursos de
museología apoyados por la Unesco fueron, desde 1986 a 1998, los de la International Summer
School of Museology en la Universidad Purkinje/Masaryk de Brno. Su responsable, el profesor
Zbyněk Zbyslav Stránský, consiguió además en 1994 un convenio firmado por Federico Mayor
Zaragoza para la cátedra Unesco de Museología, que ocho años después pasaría al profesor
Jan Dolák. Este último, en sus estudios sobre eco museología, o sobre museos y minorías, se ha
mostrado muy receptivo al discurso neo museológico, y todavía más el croata Tomislav Šola,
catedrático de museología en la Universidad de Zagreb, quien fue alumno de los cursos de
Rivière en París antes de presentar en 1986 su tesis doctoral sobre el «museo total», que es
una crítica del museo tradicional (Šola, 1997). Por su parte, también el belga François
Mairesse, que desarrolla en universidades francesas su carrera docente, se ha acercado con
simpatía a la nouvelle muséologie; pero abriendo también sus perspectivas a otras corrientes
en libros como el significativamente titulado Pour une réflexion globale sur le musée, de 1998,
o el estupendo Le musée, temple spectaculaire, del 2002. Y otro puente entre tradiciones
museológicas distintas también sería la trayectoria de Peter Davis, profesor de la Universidad
de Newcastle, autor del libro Ecomuseums: A Sense of Place, cuya primera edición data de
1999. Así pues, muchas primeras figuras del icofom u otros teóricos han coincidido también en
el deseo de ampliar el concepto de museo para aplicarlo al patrimonio de puertas afuera
expresado por los activistas del minom. Al fin y al cabo, la nueva museología no fue tanto una
reacción contra esos museólogos, sino contra los mandarines de los grandes museos y su
inmovilismo, de ahí su insistencia en la vocación social del museo y los nuevos tipos de
museos, especialmente los ecomuseos. Con todo, no puede decirse que los neo museólogos
hayan sido demasiado permeables a la influencia de otros teóricos, sino que han continuado
centrando preeminentemente su atención en los ecomuseos y museos comunitarios, con lo
cual se han autorrelegado a un papel bastante marginal en el estudio global de los museos.
Con más amplitud de miras, habrían podido inspirar en mayor medida las corrientes de nueva
savia intelectual que han dado nuevo auge a esta disciplina en vísperas del cambio de milenio.
En todo caso, su impulso a museos cuya escala y prácticas estén más adaptados al territorio y
poblaciones locales, así como su reivindicación de una museología orientada hacia la
comunidad, que después han llamado también museología comunitaria o socio museología,
siguen vigentes e influyendo de manera muy considerable en la teoría y práctica en la
actualidad.

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