Estres y Procesos Cognitivos Lazarus y Folkman
Estres y Procesos Cognitivos Lazarus y Folkman
Estres y Procesos Cognitivos Lazarus y Folkman
Hoy en día es inevitable que todo lector asiduo de temas relacionados con la biología o la
sociología se encuentre con el término estrés. El concepto se discute todavía de forma mas amplia
en aquellos campos dedicados al cuidado de la salud, y lo encontramos también en economía,
política, negocios y educación. A nivel popular nos vemos inundados con mensajes sobre como
podemos prevenir, dominar e incluso eliminar el estrés.
Nadie puede decir con certeza la razón por la que el estrés ha suscitado un interés tan amplio en la
opinión pública. Hasta cierto punto es lógico atribuirlo a la rapidez con que cambia la sociedad
(P.C.; Toffler,1970),a la creciente anomía de una sociedad industrial en la que hemos perdido algo
de nuestro sentido de identidad, de nuestras raíces y significaciones tradicionales (Tuchman,1978)
o a la cada vez mayor opulencia que permite a muchas personas liberarse de la preocupación por la
supervivencia y dirigir la atención hacia la búsqueda de una mayor calidad de vida.
Las cuestiones en torno al concepto de estrés, no son en absoluto nuevas; Cofer y Appley(1964)
señalaron sabiamente, hace algunos años que el término estrés... se había casi apropiado de un
campo previamente compartido por varios conceptos... (p.441) incluidos la ansiedad, los
conflictos, la frustración,los trastornos emocionales, los traumas, la alineación y la anomía. Cofer y
Appley añadieron: Es como si cuando la palabra estrés se puso en boga, cada investigador que
estaba trabajando con un concepto que consideraba estrechamente relacionado, sustituyera la
palabra estrés... y continuará en su misma línea de investigación (p.449)
UN POCO DE HISTORIA.
Como muchas otras palabras, el término estrés es anterior a su uso sistemático o científico. Fué
utilizado ya en el siglo XIV para expresar dureza, tensión, adversidad, o aflicción(cf.Lums-
den,1981). A finales del siglo XVIII Hocke(citado en Hinkle, 1973,1977) utilizó la palabra en el
contexto de la física, aunque este uso no se sistematizó hasta principio del siglo XIX. Se definió la
palabra load como una fuerza extraña; estrés hace referencia de la acción de una fuerza
extraña(load) que tiende a distorsionarlo; y strain era la deformación o distorsión sufrida por el
objeto (Hinkle,1977).
Los conceptos de estrés y strain persistieron en la medicina del siglo XIX, y fueron concebidos
como antecedentes de la pérdida de salud.Como ejemplo de ello ,Hinkle(1977) cita los comentarios
de Sr.Willian Osler sobre el prototipo de hombre de negocios judío:
Esta es, en efecto, una antigua versión del concepto actual del patrón A de conducta -dicho sea de
paso, difícilmente limitable a ningún grupo étnico con especial vulnerabilidad a padecer enferme-
dades cardiovasculares, algunos años después, Walter Cannon(1932) quien imprimió vitalidad a
las investigaciones del momento sobre psicología de la emoción, consideró el estrés como una
perturbación de la homeostasis ante situaciones de frío, falta de oxígeno, descenso de la glicemia,
etc. Aunque utilizó el término un poco por casualidad, habló de que sus sujetos se hallaban " bajo
estrés" y dio a entender que el grado de estrés podía medirse.
En 1936 Hans Selye utilizó el término estrés en un sentido técnico muy especial, definiendo con él
un conjunto coordinado de reacciones ante cualquier forma de estímulo nocivo (incluidas las
amenazas psicológicas); una reacción que él llamó Síndrome de Adaptación General. En efecto, el
estrés no era una demanda ambiental (a la cual Selye llamó estresor), sino un grupo universal de
reacciones orgánicas y de procesos originados como respuesta a tal demanda. A principios de los
años cincuenta Selye publicó un manual Repport of Stress (1950,1951,1956) sobre lo que habían
sido sus investigaciones. En 1956, este trabajo fue incluido en un importante libro titulado The
Stress of Life. En esos momentos la literatura sobre la psicología del estrés había llegado ya a las
casi 6,000 publicaciones al año (Appley y Trumbull, 1967). Una solicitud hecha por Selye a la
American Psychological Association en 1955, ayudó también a extender el interés por el concepto
de la fisiología a la psicología y demás ciencias de la conducta. Aunque el enorme volumen de
trabajos sobre secreciones hormonales ante el estrés que se derivaron del trabajo de Selye tuvieron
implicaciones obvias en los niveles sociológicos y psicológicos de análisis, en realidad no clarifi-
caron los procesos posteriores. No obstante el trabajo de Selye ha jugado un papel importante en la
reciente extensión del interés por el estrés.
He utilizado al palabra (estrés) en biología, para indicar aquel estado que se produce en un
ser viviente, como resultado de la interacción del organismo con estímulos o circunstancias
nocivas, es un estado dinámico del organismo, no un estímulo, ataque, carga, símbolo, peso,
ni aspecto alguno del entorno interno,externo, social, ni de ninguna otra clase.
Este énfasis dado por Wolff al estado dinámico supone la adaptación a las demandas y por Selye al
modelo de respuestas fisiológico coordinada, es importante por varias razones. Primero, el término
estrés,tal como se utiliza en la física,hace referncia a un cuerpo inactivo o pasivo,que es deformado
(strained) por fuerzas ambientales. Sin embargo, al usarlo en el campo de la biología, el estrés
indica un proceso activo de resistencia, concepto derivado del fisiólogo francés Claude Bernard
(1815-1877) y basado en sus descubrimientos sobre las funciones de almacenamiento de glucosa
del hígado y que indica que el cuerpo vivo se encarga de realizar esfuerzos adaptativos iniciales
para el mantenimiento o devolucion del equilibrio. Segundo, el estrés como proceso biológico de
defensa ofrece una interesante analogía con el proceso psicológico que mas tarde llamaremos "
afrontamiento" en el que el individuo se esfuerza por hacer frente al estrés psicológico. Tercero, el
concepto de estado dinámico señala hacia importantes aspectos de los procesos de estrés que
pueden de otro modo perderse, tales como los recursos necesarios para el afrontamiento, su costo,
incluyendo enfermedad y agotamiento y sus beneficios, incluyendo aumento de la competencia y
el gozo por el triunfo frente a la adversidad. Finalmente, cuando uno mira al estrés como un estado
dinámico, dirige la atención hacia la actual relación entre el organismo y el entorno, la interacción
y el feedback. Con una formulación dinámica, corremos menor riesgo de realizar definiciones
incompletas inadecuadas, basadas sólamente, en lo que ocurre dentro del individuo.
Debemos analizar también lo que ocurría en este mismo período de tiempo en el campo de la
sociología y la psicología. Los sociólogos Marx, Weber y Durkhein escribieron extensamente
sobre "alienación". Durkhein (1893), como una condición de anomía que aparece cuando el
individuo experimenta la falta o la pérdida de normas adecuadas que guíen sus esfuerzos por
alcanzar las metas socialmente predeterminadas. Hablar de impotencia, falta de sentido,
aislamiento y alejamiento de uno mismo, con lo que Seeman (1959, 1971) se refiere a las cinco
variantes del concepto de alienación es situar claramente la alienación es situar claramente la
alienación bajo la rúbrica general del estres.
Los sociólogos mas contemporáneos han tendido a preferir el término strain en lugar de estres,
utilizándolo para describir formas de distorsión o desorganización del mismo modo que Wolff
consideró el estrés en un individuo como un estado perturbado del cuerpo. Consideran que
tumultos, pánicos y otros trastornos sociales como incidencia elevada del suicidio, crimen y
enfermedad mental son consecuencias del estrés a nivel social: se refiere mas bien a fenómenos de
grupo que a fenómenos a nivel psicológico individual.
Sin embargo, a menudo se da una sobreposición de los conceptos en ambos campos, el sociológico
y el psicológico. Tal sobreposición se halla reflejado en el análisis sociológico de Smelser (1963)
sobre conducta colectiva (pánicos,tumultos,etc) y en la literatura existente sobre imvestigaciones
en desastres naturales (Baker y Chapman, 1962;Grosser, Wechsler y Greenbladt, 1964). Otros
ejemplos incluyen el estudio de Lucas (1969) sobre un accidente ocurrido en una mina de carbón,
los estudios de Mechanic (1978) sobre el afrontamiento por parte de los estudiantes del estrés que
comportan los exámenes, el estudio de Radloff y Helmreich (1968) sobre el conjunto de efectos del
estrés que se desarrolla al trabajar y vivir cajo el agua y los estudios sobre estrés organizacional
(Kahn, Wolfe, Quinn, Snoel y Rosenthal, 1964) El límite entre el pensamiento sociológico y el
psicológico se hace muy difícil de determinar en estos ejemplos. Además, la terminología utilizada
es caótica , siendo el estrés unas veces el estimulo y otras las respuesta. Cualquiera que sea el
lenguaje empleado, tal investigación cae, seguramente, dentro del campo del estrés y es parte de su
historia reciente.
La Segunda guera mundial tuvo un efecto movilizador en las teorias e investigaciones sobre el
estrés. Una de las primeras aplicaciones psicológicas del término etrés se encuentra en un libro
sobre la guera escrito por Grinker y Spiegel(1945) titulado "Men under Stréss". A los militares les
interesaba conocer el efecto del estrés sobre el rendimiento en el combate; éste podia aumentar la
vulnerabilidad de los soldados a las lesiones o la muerte y debilitar el potencial de acción efectivo
de combate de un grupo. Por ejemplo, observaron que los soldados quedan inmovilizados o
paralizados en momentos críticos en los que eran sometidos al fuego del enemigo o enviados a
misiones de bombardeo, de manera que los soldados sometidos a esas condiciones se veían
abocados muchas veces a depresiones de tipo neurótico o psicotiforme.
Con la llegada de la guerra de Corea, se hicieron nuevos y diversos estudios dirigidos a averiguar
el efecto del estrés sobre la secreción de hormonas adrenocorticales y sobre el rendimiento del
individuo.Algunos de los últimos estudios se realizaron con vista a desarollar los principios
necesarios para seleccionar el personal menos vulnerable en combate y otros para realizar las
investigaciones necesarias para consegir un mayor rendimiento bajo condiciones de estrés. La
guerra de Vietnan también constribuyó a la investigación sobre el estrés en el combate y sus
consecuencias psicológicas y fisiológicas (c.f. Bourne, 1969), bajo la influencia de la obra de
Selye. Igualmente relacionados con el estrés son los libros que se escribieron sobre el impacto de
las bombas sobre el ánimo y el funcionamiento de la civilización (Freud y Burlingham,1943; Janis,
1951) la supervivencia en tiempos de guerra (Von Greyerz, 1962) y sobre los campos de
concentración.
A partir de la década de los sesenta se ha ido aceptando progresivamente la idea de que si bien, el
estrés es un aspecto inevitable de la condición humana, su afrontamiento establece grandes diferen-
cias en cuanto a la adaptación como resultado final. En "Psychological Stréss and Coping Process"
(Lazarus,1966), el interes por el estrés en si mismo, se desplaza en cierta medida hacia el afronta-
miento. Sin embargo, aparte de los conceptos populares, aunque cada vez hay mas estudios sobre
el afrontamiento, existen pocos trabajos , todavia, dedicados al tema en profundidad, Son ejemplos
Coelho, Hamburg y Adams (1974), Haan (1977), Honovtz (1976),Meninger (1963), Vaillant
(1977), Levinson, Darrow, Klein, Levison y Mckee(1978), Lazarus y Launier(1978), Murphy y
Moriarty(1976), Pearlin y Schooler(1978), Folknan y Lazarus(1978), Lazarus y Folkman (1984) y
algunas antologías sobre afrontamiento de diversas formas del estrés vital (cf.Monat y Lazarus
(1977), Moos (1977).
Modernos Acontecimientos.
Cinco hechos relativamente reciente han estimulado también el interés por el estrés y su
afrontamiento: la preocupación por las diferencias individuales, el resurgimiento del interés en
materia psicomática, el desarrollo de una terapia conductual dirigida al tratamiento y prevención de
la enfermedad y de estilos de vida con elevado riesgo para la salud, el crecimiento de una
perspectiva experimental del curso de la vida y una preocupación cada vez mayor por el papel del
entorno en los problemas del hombre. Examinaremos cada uno de ellos brevemente.
El interés por las diferencias individuales derivo de las investigaciones realizadas sobre los efectos
del estrés en el rendimiento como consecuencia de la segunda guerra mundial y de la guerra de
Corea. Este problema que, obviamente, era importante tanto para el personal militar como para el
civil, dirigió durante los años cincuenta, cientos de laboratorios y experimentos en el campo (véase
Lazarus, 1966, para reseñas). El punto de vista dominante había sido del todo simplista: el estrés o
la ansiedad dan como un resultado un deterioro en el rendimiento, bien por excesivo aumento de la
tensión o como consecuencia de crear interferencia o distracción. Los psicológos encargados de las
investigaciones del momento citaban con frecuencia una ley universal planteada por Yerkes y
Dodson (1908) - La llamada curva de la U invertida- segun la cual, incrementos de arousal o de
tensión mejoraban el rendimiento hasta llegar a cierto nivel, a partir del cual aumenta la
desorganización dando como resultado una disminución del rendimiento.
Sin embargo, se hizo cada vez mas evidente que existían importantes diferencias individuales a la
hora de responder ante el estrés: el rendimiento no aumentaba ni disminuía de forma uniforme.
Lazarus y Erikson(1952), estudiando la efectividad en la realización de tareas, teniéndose en
cuenta esta ley, encontraron una diferenciación muy alta: algunos sujetos rendian mucho mejor y
otros mucho peor en situaciones de estrés. Este y otros estudios pusieron de manifiesto que no se
podía predecir el rendimiento por simple diferencia a los estímulos estresantes y que para
pronosticar el resultado era necesario tomar en cuenta los procesos psicológicos responsables de
las diferencias individuales en la reacción.
Así, por ejemplo, los sujetos podian diferir en su nivel óptimo de arousal o en la forma de evaluar
el estímulo estresante o de afrontar sus demandas.
El renacimiento del interés hasta el nivel actual ha sido promovido por varios cambios habidos en
la forma de considerar el estrés y la enfermedad. Ha sido contribución importante el trabajo de
Selye, el cual apoyó de forma importante la convicción general de que los factores sociales y
psicológicos son realmente importantes en la salud y la enfermedad. Por otro lado, la
psicofisiología y la medicina han variado su punto de vista de que la enfermedad es, estrictamente,
el resultado de la acción de un agente externo-bacteria, virus o accidente- traumatico sobre el
organismo: se acepta la idea de que la vulnerabilidad hacia la enfermedad o
"resistencia al huesped" es también un factor importante. Los avances en las investigaciones sobre
estrés y los efectos de las hormonas sobre los tejidos (Mason, 1971, 1974,1975, b,c; Mason et.
al.1976 ), han hecho que el concepto de vulnerabilidad sea aceptado por muchos de aquellos
recelosos de las formulaciones psicodinámicas tradicionales. Por tanto el pensamiento psicosomá-
tico actual se encuentra fuertemente embebido en la teoría de investigación sobre estrés y parece
haber recibido un mayor impulso y vitalidad debidos, en parte, a este acercamiento mas amplio e
interdisciplinario. Hay un buen número de libros que tratan sobre medicina psicosomática o
conductual, entre los que se hallan los de Weiner (1977), Weiss, Herder Fox (1979) y Norton
(1982), que testimonian este resurgimiento de interés, el libro de Ader (1981) sobre el
relativamente nuevo campo de la psicoinmunología y el volumen de Stone Cohen y Adler (1979)
sobre psicología de la salud.
Como observación hecha de paso, podríamos mencionar el hecho de que el interés en la respuesta
inmunitaria como factor que interviene en toda clase de enfermedad, no es en absoluto nuevo, si
bien ha adquirido un importante ímpetu en los últimos años. Ampliar el concepto de psicosomático
desde un grupo específico de dolencias, tales como úlcera e hipertensión, hasta el concepto general
de que toda enfermedad podría tener una etiología psicosocial dentro de un sistema multicausal (cf.
Weiss, 1977) ha estimulado la consideración de la respuesta inmune como posible factor incluso en
la aparición de procesos neoplásicos, trastornos sumamente alejados del significado original de
psicosomático. Es de esperar que en los próximos años haya un aumento en la investigación de
carácter multidisciplinario, sobre los procesos inmunes y los factores psicológicos y sociales que
intervienen.
Todavía mayor evidencia de la creciente importancia que se está otorgando a los factores
psicológicos en el proceso de enfermar, se desprende de la decisión de la American Psychological
Association de formar la Division of Health Psychology (División 38) y de la publicación de
revistas como Health Psychology, The Journal of Behavioral Medicine, Psychophisiology, The
Journal of Human Stress, The British Journal of Medical Psychology, Psychological Medicine,
The Journal of Psychosomatic Research y el Journal of Health and Social Behavior, además de la
antigua Psychosomatic Medicine. Así mismo, diversas revistas especializadas en otros temas (p.e.
relacionadas con biofeedback o tratamiento), contienen trabajos de investigación al respecto y otras
revistas relacionadas más directamente con el tema (p.e. The Journal of Personality and Social
Psychology, The British journal of Clinical Psychology) han empezado a publicar también
diversos estudios que se centran en temas psicosomáticos o relacionados con la salud.
La Terapia Conductual ha emergido también en los últimos años como una alternativa a la
terapia psicodinámica tradicional. Al principio, su punto de mira fue rebuscadamente científico,
positivista y limitado, centrado alrededor del condicionamiento clásico y operante y radicalmente
disociado del pensamiento psicianalítico. Más tarde, comenzó a desarrollar una mayor flexibilidad
y a concebir en su interior el movimiento de terapia cognitiva (p.e. Ellis, 1962; Ellis y Grieger,
1977), el cual considera como factores principales en la psicipatología y en el éxito en el
afrontamiento, la forma en que el individuo interpreta sus experiencias y se centra en las
intervenciones necesarias para modificar los pensamientos, y con ello, los sentimientos y los actos.
Cada vez un mayor número de terapeutas conductistas dedicados a la terapia cognitiva ven su
trabajo como la base para el acercamiento entre la corriente conductista y la psicodinámica (p.e.,
Goldfried, 1979; A. Lazarus, 1979; Lazarus, 1980; Mahoney, 1980; Wachter, 1980). Esto los ha
llevado hasta el terreno del estrés tal como es visto por Meichenbaum (1977) en sus intervenciones
en afrontamiento cognitivo, por Meichenbaum y Novaco (1978) en su uso del concepto de
"inoculación contra el stress" -según el cual, el individuo es entrenado para afrontar las situaciones
estresantes- y por Beck (1976) en su tratamiento de la depresión.
Un cuarto factor que ha contribuído en el aumento del interés por el estrés, afrontamiento y
adaptación, ha sido la mayor atención prestada de forma coincidente a la psicología evolutiva. La
psicología del desarrollo se ha centrado tradicionalmente en la infancia y en la adolescencia. En los
años 60, estimulado en parte por el marcado incremento de personas que llegaban a la vejez,
apareció un nuevo interés hacia los adultos y sus problemas. Los escritos de Erikson (1963)
ayudaron a que la psicología pasara de un interés freudiano por los primeros años de la vida y por
la resolución del complejo de Edipo en la adolescencia, al convencimiento de que las
transformaciones psicológicas mayores tienen lugar en la edad adulta, e incluso más tarde. La
psicología evolutiva se convirtió en un campo dedicado a cambiar el curso de la vida.
A nivel popular, el libro "Passages", de Gail Sheely (1976) hizo que aumentara el interés por los
cambios que experimenta el adulto. Este autor tomó prestado el trabajo de Levinson y sus
colaboradores (p.e. Levinson et. al, 1878) más erudito y sistemático, sobre las transiciones y crisis
de la edad media de la vida. Los escritos de Neugarten (1968a,b), Lowenthal (1977); Lowenthal,
Thurnher y Chiriboga (1975) y Vaillant(1977) también reflejaron y contribuyeron al aumento del
interés por el desarrollo de adulto. Al mismo tiempo, las repercusiones políticas y sociales de una
población vieja se materializaron en la formación del National Institute of Aging y en un cambio
en la dirección de los trabajos de investigación, ahora dirigidos a los problemas de la vejez.
Uno de los temas centrales expresados en esta nueva literatura es el del estrés de las transiciones y
de los cambios sociales y el de cómo se afrontan. Existe, por ejemplo, un gran interés por el
síndrome del nido vacío, las crisis de mitad de la vida, por el estado de viudedad y por la situación
de jubilación. Al mismo tiempo, no ha habido mayor interés que el que existe actualmente por el
desarrollo emocional del niño y por los medios por los que llega a entender el significado personal
de las reacciones sociales y de las interacciones. Tanto si lo que interesa son los aspectos
evolutivos del adulto o bien los del niño, los planteamientos giran normalmente alrededor del
estrés, el afrontamiento y la adaptación.
Un último factor que contribuye a este acrecentado interés por los temas de estrés y afrontamiento
sería la atención prestada a los aspectos ambientales y socioecológico en el terreno de la investi-
gación y del estudio de la conducta. La psicología clinica y la psiquiatria han empezado a prestar
atención a los aspectos ambientales y apartarse del énfasis estrictamente instrapsíquico otorgado a
los procesos explicativos de la psicopatología, según el cual estos procesos residian de forma
primaria dentro del individuo. En general, el pensamiento psicológico ha girado en la misma
dirección es decir, presta una mayor atención a los entornos en que vive el individuo. La psicología
ambiental (o ecología social) se ha visto favorecida por el auge de la etología como ciencia
naturalista. Como vinieron a demostrar los modernos estudios etológicos, las Ciencias Sociales
adolecían de un entendimiento suficiente de los hábitos naturales del ser humano. El estrés
depende, en parte, de las demandas sociales y físicas del entorno (Altman, Wohlwill, 1977;
Proshansky, Ittelson y Rivlin, 1970; Stokols, 1977). Las limitaciones ambientales y los recursos
(Klausner, 1971) de los que dependen las posibilidades de afrontamiento, son también factores
importantes. Por consiguiente, la llegada de una ciencia, que se ocupa del entorno, aporta a la
teoría e investigación del estrés una amplia perspectiva así como nuevos adeptos.
EL CONCEPTO DE ESTRES.
No todos los interesados en temas relacionados con el estrés se muestran optimistas con respecto al
valor del término. Por ejemplo, el cuadro médico de un Instituto de Medicina (Elliot y Eisdorfer,
1982) declara: "después de 35 años, nadie ha sido capaz de formular una definición de estrés que
satisfaga a la mayoría de los investigadores del tema..."(p. 11). En un discurso presidencial en la
American Psychosomatic Society, Ader(1980) es todavía mas duro en su crítica al respecto:
Para nuestros propósitos (...) hay pocos valores heurísticos en el concepto de estrés. La
palabra ha acabado por utilizarse (implícitamente por lo menos) como una explicación dada
a estados psicofisiológicos alterados. Dado que hechos fundamentales distintos tienen
aspectos conductuales y fisiológicos, que dependen de la estimulación a la que el individuo
se ha expuesto y de la respuesta que el experimentador quiera medir, la etiqueta exclusiva
"estrés" contribuye poco al análisis de los mecanismos que pueden subyacer a, o determinar
la respuesta del organismo. De hecho tal etiqueteado descriptivo mas que explicativo, puede
impedir actualmente los avances conceptuales y empíricos por su asunción implícita de una
equivalencia de estímulos, favoreciendo la búsqueda reduccionista de explicaciones sencillas
de causa única (p. 312).
En 1966 Lazarus sugirió que el estrés fuera tratado como un concepto organizador utilizado para
entender un amplio grupo de fenómenos de gran importancia en la adaptación humana y animal.
Por tanto, no se considera al estrés como una variable, sino como una rúbrica de distintas variables
y procesos.
Creemos que ésta es, todavía, la aproximación mas útil a tener en cuenta. Sin embargo, incumbe a
aquellos que utilizan este planteamiento adoptar una estructura teórica sistemática para examinar el
concepto a los múltiples niveles de análisis y para especificar los antecedentes, procesos y
resultados relevantes para los fenómenos de estrés y para el confuso y proteico concepto de estrés.
Este es en efecto, el propósito de este libro.
Algunos investigadores y escritores sobre el tema han mostrado su preocupación por la tendencia a
extender el concepto de estrés a todas aquellas actividades consideradas normalmente bajo la
perspectiva de adaptación. Sin embargo, mucha gente, para adaptarse, pasa por procesos
cognitivos, acciones específicas y estilos de vida de forma rutinaria y automática, no significando
para ellos, necesariamente, estrés. Si vamos a considerar el estrés como un concepto genérico,
debemos delimitar su esfera de significado, de otro modo representará todo aquello que se pueda
incluir en el concepto de adaptación. Mas adelante, propondremos cual ha de ser esa esfera de
significado, después de haber considerado tres orientaciones definitorias clásicas: la definición de
estímulos, de respuesta y de relaciones.
Al entrar en contacto con las tradiciones psicológicas, pertenecientes al pasado mas reciente, que
retratan a los hombres y los animales como reactivos a estimulación (Psicología del paradigma S-
R), la definición del estrés mas común, adoptada por los psicólogos, ha sido la de que se trata de
un estímulo. Los estímulos generadores de estrés se consideran generalmente como
acontecimientos con los que tropieza el sujeto. Las definiciones de estímulo incluyen también
determinadas condiciones originadas en el interior de un individuo, como por ejemplo la actividad
o la apetencia sexual las cuales se basan en estados hormonales y estímulos originados a partir de
características neurológicas determinadas, como dice White (1959).
¿Qué clase de acontecimientos se citan de forma típica como estímulos inductores de estrés, o
según el concepto de Selye "estresores"? Lazarus y Cohen (1977) hablan de tres tipos de
acontecimientos: cambios mayores (a menudo se refieren a cataclismos y afectan a un gran
número de personas), cambios mayores que afectan sólo a una persona o a unas pocas y, en
tercer lugar, los ajetreos diarios. En lo que respecta a los primeros, ciertos fenómenos del tipo de
los cataclismos son considerados como estresantes de forma universal y situados fuera de cualquier
tipo de control. Se incluyen en este grupo los desastres naturales, las catástrofes producidas por el
hombre, tales como la guerra, el encarcelamiento, el desarraigo y la readaptación consiguiente. Se
trata de hechos que pueden ser prolongados (p.e. encarcelamiento) o que pueden ocurrir de forma
sumamente rápida (temblores de tierra, huracanes), aunque el efecto físico y psicológico producido
por el mas breve desastre puede extenderse en el tiempo de forma prolongada.
Los cataclismos y demás desastres pueden afectar también a una sola persona o a un número
relativamente bajo de ellas, pero el número de afectados no altera de forma significativa la
capacidad perturbadora de tales acontecimientos.
Los acontecimientos estresantes pueden hallarse fuera del control del individuo, como es el caso de
la muerte de un ser querido (Bowlby, 1961; Lindemann, 1944; Parkes, 1972), una amenaza a la
propia vida, una enfermedad incapacitante (Hackett y Weissman, 1964) o perder el puesto de
trabajo (Kasl y Cobb, 1970). También puede ocurrir que los acontecimientos estén fuertemente
influidos por el individuo, como es el caso de los divorcios (Gove, 1973), de dar a luz, (Austin,
1975) o de someterse a un examen (Mechanic, 1962). La lista anterior contiene un buen número de
experiencias negativas que resultan nocivas o amenazadoras. Algunos autores (Holmes y Masuda,
1974) mantienen la teoría de que cualquier cambio, sea positivo o negativo puede tener un efecto
estresante. Examinaremos esta cuestión con mayor detalle en el capítulo 10.
Equiparar los estímulos ambientales generadores de estrés con las catástrofes o cambios mayores
es, en nuestra opinión, aceptar una definición muy limitada de estrés. Nuestras vidas están llenas de
experiencias estresantes mucho menos dramáticas que surgen como consecuencia de los
respectivos lugares que ocupamos en la vida. En nuestras investigaciones nos hemos referido a
ellas como "ajetreos diarios" y por ello definimos aquellas pequeñas cosas que pueden irritarnos o
perturbarnos en un momento dado, como por ejemplo que el perro se orine en la alfombra de la
sala de estar, convivir con un fumador desconsiderado, tener que soportar excesivas
responsabilidades, sentirse solo, reñir con la esposa, etc. Aunque las molestias que sufrimos a
diario sean mucho menos dramáticas que los cambios mayores, como el divorcio o el fallecimiento
de un familiar, pueden ser incluso mas importantes que éstos en el proceso de adaptación y
conservación de la salud (cf. DeLongis, Dakof, Folkman y Lazarus, 1982; Kanner, Cohen,
Schaefer y Lazarus, 1981).
Existe todavía otra propuesta de taxonomía formal de estímulos estresantes, la realizada por el
cuadro clínico del Psychosocial Assets and Modifiers of Stress in the Institute of Medicine,
publicada en Stress and Human Health (Elliot y Eisdorfer, 1982). En ella se proponen cuatro
amplios tipos de estresantes que difieren primariamente en su duración y que coinciden con
algunas de las diferencias señaladas anteriormente. Los cuatro tipos señalados son los siguientes
(Elliot y Eisdorfer, 1982):
Al principio hemos observado que en Biología y Medicina se define con mas frecuencia al estrés
en términos de respuesta, tal como hacen Selye y Harold Wolff en su trabajo: Cuando la
respuesta del individuo o del animal aumenta su intensidad, hablamos de situación de estrés,
de organismo que reacciona ante el estrés, de que se halla bajo estrés, de que está trastornado,
angustiado, etc. Si tratamos de definir el estrés a través de la respuesta que origina, entonces no
disponemos de un modo sistemático de identificar prospectivamente aquello que resulta estresante
de lo que no: tenemos que esperar la respuesta. Por tanto, muchas respuestas pueden tomarse como
indicadoras del estrés psicológico, no siéndolo en realidad. Así, por ejemplo, la frecuencia cardíaca
aumenta mucho al hacer "jogging" mientras que el individuo parece sentirse psicológicamente
relajado y capaz. Realmente, la respuesta no puede juzgarse como reacción psicológica al estrés sin
hacer referencia al estímulo que la ha originado.
En conclusión, todos los planteamientos sobre estímulo-respuesta son circulares e incurren en las
mismas cuestiones cruciales de principio: ¿qué hay en el estímulo que produce una respuesta
particular ante el estrés, y qué hay en la respuesta que indique un estrés particular?. Esta es la
relación observada estímulo-respuesta, no estímulo o respuesta, que define el estrés.
Consideramos, por ejemplo, la definición de Selye de estrés como aquella respuesta no específica
del organismo ante cualquier demanda". Aparte del hecho de que se limita al nivel psicológico de
análisis (véase Selye, 1980), esta definición es, esencialmente, parecida a aquellas primeras que
trataban al estrés como un trastorno de la homeostasis producido por un cambio ambiental. Existen
muchos símiles psicológicos, por ejemplo Miller (1953) define el estrés como "cualquier
estimulación vigorosa, extrema o inusual que representando una amenaza, cause algún cambio
significativo en la conducta..." y Basowitz, Presky, Korchin y Grinker (1955) lo definen como "los
estímulos con mayor probabilidad de producir trastornos". Un estímulo es estresante cuando
produce una conducta o respuesta fisiológica estresada y una respuesta se condidera estresada
cuando está producida por una demanda, un daño, una amenaza o una carga.
La necesidad de estas reglas se hace obvia al considerar las palabras de Selye "demanda" o
"estresor". Para Selye la característica que convierte un estímulo en estresante es su capacidad de
ser nocivo a los tejidos. Mirsky (1964) ha hecho la misma observación:
Si uno examina la literatura referente al "estrés", se hace evidente que casi toda
transformación de energía puede interpretarse como un fenómeno estresante. Los fenómenos
que utilicé para referirme a lo mas placentero... son, aparentemente, estresantes hoy en día.
Sugerimos que dejáramos de utilizar el término "estrés" con un sentido tan relajado y en su
lugar explicáramos a lo que nos estamos refiriendo con términos mas específicos.
Normalmente, de lo que estamos hablando realmente es de estímulos nocivos. Utilicemos
alguna descripción del significado de cualquier acontecimiento al que nos refiramos, nocivo
o de cualquier otra característica, ya sea el sujeto una rata (¡sólo una rata puede decirme lo
que siente una rata!) o un hombre (pp. 534).
Los comentarios de Mirsky podían haberse citado muy bien en nuestra anterior discusión sobre la
coincidencia de significados entre estrés y adaptación y sobre la disconformidad de Ader y otros
autores con el significado difuso del término estrés. Sin embargo, la solución que da Mirsky es
igualmente inútil, y como todas las definiciones de estímulo, incide especialmente en este
parámetro sin clarificar las reglas necesarias para diferenciar un estímulo estresante de otro que no
lo és. Cuando que dice que un agente nocivo para los tejidos que es un estresante, el problema se
traslada al hecho de tener que demostrar lo que queremos decir con "nocivo". Por ejemplo, y
aunque parezca obvio, una bala sólo es perjudicial o dañina si se dispara con un rifle de gran poten-
cia y alcance sobre un blanco vulnerable. Incluso, una bala capaz de herir o de matar a una
persona, no bastará para terminar con la vida de la mayoría de los animales de caza; seguramente
no dañará de forma importante a un elefante o a un rinoceronte, a no ser que dé sobre un punto
especialmente sensible. Igualmente, las bacterias por si solas no son capaces de determinar
enfermedad en especies o individuos con alta resistencia a la infección, e incluso las presiones
importantes de la vida, normalmente, no desencadenarán una enfermedad cardiológica si el sistema
cardiovascular del sujeto funciona correctamente. En contraste con estos ejemplos, sabemos que el
alcohol tiene unas consecuecias mas graves en un individuo con lesión previa en el tejido hepático
que en otro con un hígado sano; para un diabético, el azúcar de la dieta puede significar un peligro,
mientras que para una persona sana es metabolizado fácilmente mediante la liberación adecuada de
insulina a la sangre y, del mismo modo, para una persona con poca resistencia inmunitaria frente al
bácilo tuberculoso o frente al virus del sarampión, el contacto con tales gérmenes será altamente
peligroso, mientras que para alguien con una buena respuesta ínmune el contacto acarreará escasas
consecuencias.
Si el problema se hace difícil a nivel tisular, imaginemos a nivel psicológico donde las
características del individuo que determinan su vulnerabilidad son tan difíciles de evaluar. La
definición de Miller (1953), citada anteriormente, pone de manifiesto cual es la cuestión a tratar.
Así, al hablar de estrés como "estimulación inusual que representa una amenaza, y causa algún
cambio signifitivo en la conducta"..., Miller subraya la necesidad de principios psicológicos sobre
los que producir tal estimulación inusual y amenazadora, de modo que se produzca la reacción
observada ante el estrés. Si, como afirma Selye (1980), "...el arousal emocional es la causa mas
común del estrés...", es del todo esencial el entender la psicodinamia de la emoción. Es esta tarea,
de la que intentamos ocuparnos en capítulos ulteriores de este libro.
Definición de Relaciones.
Hemos asistido al desarrollo del pensamiento científico interdisciplinario y, con él, al aumento
gradual del énfasis otorgado a las relaciones entre sistemas y a la importancia del contexto en el
que un fenómeno determinado tiene lugar. Los cambios mas rotundos son los que en Medicina
hacen referencia al concepto de enfermedad: El descubrimiento en el Siglo XXI de que los
microroganismos y demás agentes ambientales externos eran causa de enfermedad, representó un
importante progreso médico. Pasteur, Bister, Koch y otros demostraron que la enfermedad podía
tratarse e incluso prevenirse, combatiendo tales agentes o bien manteniéndolos a raya mediante
vacunas, cuarentenas (método utilizado con anterioridad sin existir comprensión de como actuaba),
extinción de los mosquitos, asepsia quirúrigica, etc.
Como observamos al principio el concepto de causa externa de enfermedad ha dado lugar, en los
últimos años, a la aparición de un nuevo concepto según el cual, para que la enfermedad tenga
lugar un elemento patógeno debe unirse con un organismo susceptible. Las características o el
estado del sistema que es atacado son tan importantes como el agente externo. Una persona que no
se pone enferma como el resultado único de agentes nocivos en el medio ambiente (por ejemplo,
las bacterias y los virus están siempre presentes), sino como resultado de ser sensible a la acción de
estos agentes, es la relación organismo-ambiente la que determina la condición de enfermar.
Dubois (1959) describió de una forma muy elegente la razón por la que la búsqueda de un solo
agente causal, desarrollada en el Siglo XIX, tuvo que ser abandonada al afrontar los principales
problemas de salud actuales: enfermedad cardiovascular, cáncer y enfermedad mental, todas ellas
de etiología múltiple. Describe lo siguiente:
Koch y Pasteur quisieron demostrar que los microorganismos podían ser la causa de
determinadas manifestaciones de enfermedad. Su ingenio radicó en concebir situaciones
experimentales que les permitieran una ilustración inequívoca de sus situaciones-hipótesis en
las cuales era suficiente poner en contacto al huesped y al parásito para producir
experimentalmente la enfermedad. Mediante la técnica de ensayo-error, eligieron las
especies de animales, las dosis de agente infeccioso y la vía de eliminación que permitieran
que la infección evolucionara sin que se hiciera progresiva. Los cerdos de Guinea siempre
desarrollan tuberculosis si se les inyectan bacilos tuberculosos bajo condiciones adecuadas;
la introducción de virus de la rabia por debajo de la duramadre de un perro, siempre da lugar
a signos de parálisis en el animal. Por tanto, mediante la correcta selección de sistemas
experimentales, Pasteur, Koch y sus seguidores consiguieron el éxito en sus pruebas al
minimizar en ellas las influencias de factores que podrían haber oscurecido la actividad de
los agentes infecciosos cuya acción intentaban probar. Este planteamiento experimental ha
resultado extraordinariamente efectivo para el descubrimiento de agentes productores de
enfermedad y para el estudio de algunas de sus propiedades, pero ha conducido al descuido
de la identificación de muchos otros factores que juegan su papel en la producción de
enfermedades en las condiciones reinantes en el mundo natural -por ejemplo, el estado
psicológico del individuo afectado y el efecto del entorno en el que vive (pp. 106-107).
La historia de la "bomba de agua" tiene dos implicaciones importantes en el aspecto que ahora nos
ocupa: la primera es que el estrés y la enfermedad son perfectos ejemplos de sistema multicausal
del tipo de los que describe Dubois. Igual que en el caso de los microbios, el estrés por si solo no es
suficiemte para causar enfermedad, sino que, para que se dé una enfermedad relacionada con éste
han de darse también otras condiciones: tejidos vulnerables o procesos de afrontamiento
inadecuados. La primera labor de investigación a desarrollar en el estudio de la contribución de
estas variables y procesos como mediadores de la relación estrés-enfermedad. La segunda
implicación es que el mismo razonamiento hace que nuestra definición de estrés se refiera a una
clase de relación particular entre individuo y ambiente; en este aspecto es también labor de los
investigadores identificar las variables y procesos que se hallan en la base de tal relación. Dado que
los epidemiólogos y los profesionales relacionados con la medicina conductual o psicosomática y
la Psicología de la salud están de acuerdo con este principio de relación, debería aceptarse con
respecto a la definición de estrés, que para su aparición y consecuencias es necesaria la existencia
de diversos factores en el individuo y en el entorno, así como determinada combinacíon entre ellos.
Es cierto que las condiciones ambientales extremas representan estrés para casi todo el mundo,
exactamente igual que ciertas condiciones son tan nocivas para la mayoría de los tejidos o para la
psique, que con toda probabilidad causan agotamiento o daño tisular. Sin embargo, los trastornos
que de forma casi universal sufren las personas expuestas a tales condiciones extremas (combates,
desastres naturales, encarcelamiento, tortura, inminencia de muerte, enfermedad grave o pérdida de
seres queridos) no han dejado de hacernos caer en la creencia simplista de que el estrés es algo
producido por causas ambientales. Tales condiciones extremas no son habituales y su utilización
como modelo de estímulos estresantes produce una teoría y una aplicación erróneas. Así, nos
encontramos con las principales dificultades cuando revisamos las grandes variaciones de la
respuesta humana a los llamados estresantes universales.
Al pasar de estas condiciones de vida mas extremas a otras medias o mas ambiguas, es decir, a los
estresantes vitales mas ordinarios, la variabilidad de la respuesta se hace aún mayor; lo que es
estresante para uno en un momento dado, no lo es para otro. No podemos pretender por mas
tiempo la posibilidad de definir el estrés de forma objetiva, haciendo referencia únicamente a las
condiciones ambientales, sin tener en cuenta las características del individuo. Es aquí donde se
hace mas evidente la necesidad de adoptar una perspectiva relacional y donde es particularmente
urgente identificar la naturaleza de la relación para poder así entender el complejo modo de
reacción y sus consecuencias adaptativas, conocimiento que mas tarde se podrá aplicar a la clínica.
Nuestro interés mas inmediato ha de dirigirse hacia el estudio de las causas generadoras de estrés
psicológico en los distintos individuos (en los capítulos 8 y 9 se analiza el estrés a nivel fisiológico
y a nivel social). Consideramos esta cuestión a través del análisis de los dos procesos que tienen
lugar en la relación individuo-entorno: la evaluación cognitiva y el afrontamiento. La
evaluación cognitiva es un proceso que determina por qué y hasta qué punto una relación
determinada o una serie de relaciones entre el individuo y su entorno es estresante. El
afrontamiento es el proceso a través del cual el individuo maneja las demandas de la relación
individuo-ambiente que evalúa como estresantes y las emociones que ésto genera. En los capítulos
que siguen inmediatamente a éste, elaboraremos estos conceptos, examinaremos lo que se sabe y lo
que se cree al respecto, consideraremos aspectos importantes que han sido causa de confusión en
este campo y proporcionaremos un guión de trabajo teórico y metodológico, con el que poder
pensar sobre los procesos que median en el desarrollo del estrés psicológico y su relación con la
salud y el proceso de adaptación.
Hoy en día es raro encontrar discusiones sobre el estrés, afrontamiento y adaptación que no hagan
referencia al tema del control personal. No hay un único concepto de control, sino que éste tiene
distintos significados, utilizados de forma distinta por distintos autores, e incluso por el mismo
autor en diferentes momentos. En este libro no hay ningún capítulo dedicado exclusivamente al
tema control, sino que el concepto aparece y desaparece a lo largo del libro; por ejemplo, en el
capítulo 3, al discutir la formas de cómo las expectativas de control influyen en la evaluación, en el
capítulo 6 al hablar del contexto del afrontamiento y en el capítulo 7 al tratar sobre el
afrontamiento efectivo en aquellas situaciones que son evaluadas como incontrolables, como es el
caso de la desesperanza aprendida ("learned hopelessness"). En resumen, el concepto de
control aparece por lo menos en tres aspectos: como una situación antecedente o como una variable
mediadora del individuo, como proceso de afrontamiento, y como una consecuencia (tal es el caso
de la falta de control o de la desesperanza aprendida). Esperemos que los investigadores
interesados de forma especial en este importante tema, consideren clarificadores el sistema de
pensamiento y la estrategia de investigación presentados en este libro que, al mismo tiempo,
intenta un tratamiento sistemático y multifacético del concepto de control y de los muchos aspectos
implícitos en los procesos de estrés y de afrontamiento.
RESMEN:
El estrés se ha definido casi siempre como un estímulo o como una respuesta. Las definiciones en
las que se les considera como un estímulo se centran en los acontecimientos del entorno, tales
como desastres naturales, condiciones nocivas para el organismo, enfermedad o despido laboral,
etc. Esta consideración acepta que ciertas funciones son, de forma universal, estresantes, pero no
tiene en cuenta las diferencias individuales en la evaluación de tales situaciones. Las definiciones
que consideran al estrés como una respuesta, que son las que han prevalecido en Medicina y
Biología hacen referencia al estado del estrés; se habla del individuo como dispuesto a reaccionar
ante el estrés, como de alguien que está bajo estrés, etc. Ambas definiciones son igualmente
limitadas en cuanto a utilidad , dado que un estímulo se considera estresante sólo en términos de la
respuesta ante el estrés que genere. Todavía es necesario establecer unas normas adecuadas que
permitan determinar de forma específica las condiciones bajo las cuales determinados estímulos
resultan estresantes.
La definición de estrés que se defiende en este libro es la que hace referencia a la relación entre el
individuo y el entorno, en la cual se tienen en cuenta las características del sujeto por un lado y la
naturaleza del medio por otro. Esta consideración es parecida al concepto médico actual de la
enfermedad, según el cual la enfermedad ya no es vista como consecuencia única de la acción de
un agente externo, sino que exige también la participación del organismo en cuanto a
vulnerabilidad se refiere. De forma similar, tampoco es objetivo definir el estrés como una
relación sin hacer referencia a las características del individuo. Por tanto, el estrés psicológico es el
resultado de una relación entre el sujeto y el entorno, que es evaluado por éste como amenazante o
desbordante de sus recursos y que pone en peligro su bienestar. La opinión de que una determinada
relación individuo-ambiente será estresante o no, según la evaluación cognitiva del sujeto, es el
tema del que se ocuparán los tres capítulos siguientes.
Procesos de evaluación cognitiva
Cuando Lázarus hizo la primera exposición completa de su teoría sobre estrés Psicológico
(1966), la corriente psicológica principal del momento se hallaba todavía a cierta distancia de lo
que se llamaría más tarde «la revolución cognitiva» (Dember, 1974). El punto de vista do-
minante era el positivismo y como éste considera los procesos mediadores con cierta
suspicacia, se hizo necesario insistir en la razón por la que el concepto de evaluación era
esencial en una teoría sobre estrés psicológico y afrontamiento. Aunque hoy en día tal
necesidad sea menos apremiante, todavía es importante revisar la cuestión con cierto detalle.
Empezaremos a tratar el tema de la evaluación con una discusión sobre el mismo para pasar
más tarde a examinar algunos de los datos más relevantes al respecto. Por último,
consideraremos aquellos problemas que se asocian a un planteamiento fenomenológico y
concluiremog'con una discusión sobre el concepto de vulnerabilidad, concepto conectado de
forma importante con el de evaluación cognitiva.
Por ejemplo, ante situaciones similares encontramos respuestas de cólera, depresión, ansiedad
o culpabilidad, incluso algunos individuos ante la misma situación pueden sentirse
provocados en lugar de amenazados. Del mismo modo, ante un proceso terininal, el individuo
suele negarse a afrontar el hecho de una muerte inminente, sin embargo puede también
desarrollar ansiedad al considerar el problema una y otra vez o bien deprimirse por tal
situación. Ante un insulto, un individuo reacciona ignorándolo y otro encolerizándose y
planeando venganza. Incluso en las situaciones más adversas y abrumadoras, como pueden
ser los campos de concentración naz,, los sujetos diferían en cuanto a sentirse amenazados,
angustiados y distorsionados; sus modelos de afrontamiento diferían del mismo modo
(Benner, Roskies y Lazarus, 1980). Para poder entender las diferencias observadas en la
respuesta ante situaciones similares, debemos tener en cuenta los procesos cognitivos que
median entre el encuentro con el estímulo y la reacción, así como los factores que afectan a la
naturaleza de tal mediación, de lo contrario nunca podremos entender el porqué de tales
diferencias.
Como era de esperar, existe un contraargumento positivista al respecto, según el cual las
diferencias en los individuos son debidas a que el entorno humano es siempre diferente; por
tanto, las variaciones individuales en la respuesta no son debidas necesariamente a las
características personales del sujeto. Por ejemplo, Strack y Coyne (1 98 3) y Coyne y Gotlib (1
98 3) han observado que las depresiones efectivas no son del todo explicables por la tendencia
del individuo a realizar cognitivamente suposiciones falsas sobre sí mismo y a distorsionar la
realidad; en alguna medida lo que hace es responder de forma precisa a su entorno social. Por
ejemplo, los deprimidos generan en los demás sentimiento de angustia, por tanto se están
convirtiendo ellos mismos en aversivos, con lo cual su percepción de que son rechazados es
correcta. Más aún, un considerable número de depresivos lo que hacen es responder ante
pérdidas reales en su vida. Estamos de acuerdo en que parte de las diferencias individuales
observadas son resultado de las diferencias en el entorno, pero ésa es sólo una parte de la
cuestión. De acuerdo con los argumentos de Lewin (1936) y de otros, sostenemos que lo que
realmente importa es la «situación psicológica», resultado de la interacción entre el entorno y
los factores del individuo.
Una segunda razón necesaria para poder entender el proceso de evaluación es el hecho de que,
para poder sobrevivir, el hombre necesita distinguir entre situaciones favorables y situaciones
peligrosas. Tal distinción suele ser sutil, compleja y abstracta y depende de un sistema
cognitivo eficiente y de una gran versatilidad, posibles ambos por la evolución de un cerebro
que es capaz de realizar actividad simbólica y que se enriquece con todo lo aprendido sobre el
mundo y nosotros mismos a través de nuestras experiencias.
No nos sorprende que las plantas hayan desarrollado unos mecanismos complejos de
discriminación de proteínas esenciales o que los animales hayan ideado mecanismos para
distinguir los depredado'res peligrosos a sus respectivas especies (p. e., Tinbergen, 195 l).
Entonces ¿por qué había de sorprendernos que una especie tan evolucionada neuroló-
gicamente como el Homo sapiens haya desarrollado un conjunto de procesos cognitivos
altamente simbólicos para distinguir entre experiencias que le dañan, amenazan, retan o
nutren? Efectivamente, una adaptación correcta y el sentido humano de bienestar soportan la
capacidad de realizar tales percepciones evaluadoras.
En psicología existe también una larga tradición que subraya la importancia del significado
subjetivo de cada situación. Por ejemplo, Murray (1938) distinguió entre las propiedades de
los elementos del entorno determinadas por una observación objetiva y el significado de tales
objetos cuando son percibidos o interpretados por el individuo. También al respecto, Uwin
(1936) escribió:
Incluso cuando desde el punto de vista fisico el entomo es idéntico o casi idéntico para un niño
o para un adulto, la situación psicológica puede ser fundamentalmente diferente [... ] la
situación debe representarse en la forma en que es «real» para el individuo en cuestión, es
decir, en la forma en que le afecta (pp. 24-25).
... el individuo está en función de la situación, pero también y más importante es que la
situación está en función del individuo a través de a) la construcción cognitiva que éste haga
de ella y b) la selección activa y modificación que lleve a cabo (p. 103 S).
Muchos antiguos autores en el tema del estrés psicológico (p. e., Barbery Coules, 1959;
FirtsyMathewson, 1957; Janis, 195 l; Shannon e Isbell, 1963; Wallace, 1956; Withey, 1962)
utilizaron ya el concepto de evaluación, aunque la mayoría de manera informal y no
sistemática, o bien por implicación. Queda manifestado de forma directa en la obra de Grinker
y Spiegel (1 945), quien escribe: «la evaluación de la situación requiere una actividad mental en
la que se incluye el proceso de enjuiciamiento, descriminación y elección, basados en la
experiencia pasada» (p. 122, las itálicas no figuran en el texto original).
Arnold (1 960, 1970) fue la primera que intentó tratar el concepto de forma sistemática.
Considera la evaluación corno el determinante cognitivo de la emoción, describiéndola como
un proceso rápido e intuitivo que ocurre de forma automática y que se diferencia del
pensamiento reflexivo, más lento y más abstracto. Escribe lo siguiente:
La evaluación es inmediata e indeliberado. Si vemos que alguien nos apunta a un ojo con su
dedo, evitamos la amenaza instantáneamente, aun cuando sepamos que no intenta hacernos
daño o ni tan siquiera llegar a tocarnos. Antes de poder hacer una respuesta inmediata corno
la descrita, hemos tenido que valorar que el dedo que nos señalaba podía lesionarnos. Como
el movimiento es inmediato, indeliberado o incluso contrario a nuestro conocimiento, la
evaluación del posible daño ha de ser igualmente inmediata (1960, p. 172).
Por ejemplo, una señal de incendio es un estímulo auditivo intenso que acciona un arousal
automático e intenso (el del miedo). Sin embargo, al oír una señal de fuego en un edificio, a no
ser que estemos presos del pánico; probablemente consideraremos lo real de la percepción de
peligro; si disponemos de tiempo, localizaremos el peligro, nos asegurarernos de su intensidad
y, sobre todo, consideraremos cómo podemos vencerlo. Nueva información y pensamientos
elaborados modificarán retroactivamente la evaluación inicial de amenaza, aumentándola o
disminuyéndola, en función de la evaluación posterior de lo que está ocurriendo y de lo que
podemos hacer al respecto. En resumen, el instante primero de miedo experimentado al oír
una señal de alarma inicia toda una cadena de actividad cognitiva, parte de la cual se prolon-
gará en cuanto al tiempo y en la que se incluyen pensamientos complejos, acciones y
reacciones que harán posible respuestas adaptativas magníficamente armonizadas e incluso
sucesivas.
Una evaluación inmediata e intuitivo, tal como la describe Amold, no significa que al principio
no exista una actividad cognitiva alta. Por ejemplo, en el trabajo de Mechanic (1978 b) sobre un
grupo de estudiantes que preparaban exámenes de doctorado, se describen las reacciones de
un alumno ante las palabras de su profesor. La situación se desarrolla mientras los exámenes
están siendo corregidos:
«Supongo que me hallaba muy preocupado por mi nota de estadística mientras estaba
realizando un trabajo sobre el tema para el Doctor X, cuando me quedé atascado en una
cuestión. Éste dijo: «Trabaja en ello y mira lo que puedes hacer, y si encuentras una solución te
subiré dos puntos la nota de estadística». Inmediatamente empecé a pensar. ¿ Qué sabe sobre mi
nota? ¿Realmente necesito esos dos puntos? Más tarde, le expliqué lo que había pensado y me
dijo que había sido sólo una forma de hablar y que realmente no había oído nada sobre mis
notas» (p. 168; la cursiva no figura en el texto original).
A pesar de la evidencia clara del interés por la evaluación cognitiva, hasta hace muy poco las
investigaciones realizadas sobre estrés han seguido modelos teóricos no cognitivos como el de
reforzamiento del drive, del arousal o de la activación. Dado que estos modelos han dominado
en gran medida las investigaciones sobre el tema, pensamos que puede ser de utilidad
revisarlos brevemente para poner de manifiesto las diferencias que hay entre cada uno, así
como entre todos y el modelo cog-nitivo que nosotros defendemos.
Un animal con tensiones no resueltas era también un animal fisiológicamente activado (aroused).
Hace entre cuarenta y cincuenta años, el concepto de arousal fue utilizado como sinónimo de
emoción; es decir, la emoción se equiparó al concepto de arousal o activación y se redujo a una
estructura simple y unidimensional con manifestaciones conductuales y fisiológicas (cf Brown
y Farber, 1951; Duffy, 1962; Malmo, 1959). Según sabemos, la emoción se describió como un
concepto psicológico que no guarda relación con las condiciones anteriores y posteriores que la
definen. Este punto de vista es también análogo al concepto fisiológico de equilibrio y de
ruptura del equilibrio y concuerda con el Síndroine General de Adaptación de Selye (véase
capítulo 7); en todos ellos se ignoran las diferencias cualitativas de las emociones y los factores
sociales y psicológicos que las generan.
Antes de pasar a alguna discusión sobre afrontamiento, parece necesario revisar las teorías
sobre estrés que prevalecen en la literatura médica y psicológica actual, donde éste se define
todavía de acuerdo con las primeras teorías de Selye (1956). Creernos que gran parte de la
controversia que existe sobre el tema se eliminaria si clarificáramos la «trayectoria aferente», es
decir, si incidiéramos en la naturaleza del estimulo que provoca las respuestas fisiológicas en
lugar de hacerlo de forma primaria sobre las respuestas en si mismas. Esto requiere una
integración hasta ahora inusual entre la fisiología y la psicología, disciplinas que han tendido
de forma tradicional a estar separadas, así como a dirigir la atención hacia las variables
psicológicas. Sin embargo, y aun cuando aceptemos la hipótesis de que los factores
psicológicos son los estimuladores predominantes de la respuesta, creemos que, de hecho,
también hay mecanismos psicológicos complicados que juegan un papel determinando si un
individuo responde o no ante una situación específica. Parece ser que no es sólo el estimulo o
el entomo fisicoper se los que determinan la respuesta fisiológica, sino la evaluación que hace el
individuo de tales estímulos. Esto puede considerarse como un filtro o como un mecanismo
de discriminación. As¡, si el organismo evalúa la situación como amenazadora e incierta,
entrará en un estado en el que el nivel de activación será permanentemente alto. Sin embargo,
si por el contrario, la evalúa como segura y se siente capaz de dominarla, la respuesta
fisiológica disminuirá o desaparecerá por completo, aún cuando la situación haya sido en si
misma extremadamente peligrosa (p. 6).
Esta afirmación hecha por Levine y sus colaboradores (1 97 8) trata la cuestión del estrés
psicológico en términos de mediación cognitiva y permite a los investigadores cuestionarse los
conceptos unidimensionales de estrés, tales como el concepto de arousal o activación. Por otro
lado, si examinamos el trabajo de Levine sobre estrés, afrontamiento y control vemos que todo
lo dicho aquí es un servicio prestado de forma más bien hipócrita, no basado en una
convicción real; un reticente y cauteloso movimiento hacia el neoconductismo. Los modelos
de experimentación se basan todos en animales y en pruebas de laboratorio, por tanto no se
hace ningún esfuerzo directo dirigido a examinar los procesos cognitivos o a considerar las
complejas formas de afrontamiento y las variables sociales y simbólicas que son fundamentales
en la adaptación humana. Incluso lo anterior refleja la creciente consciencia sobre la
importancia de lo que hemos estado subrayando en nuestras teorías, aun cuando esto no
siempre se vea confirmado por la práctica experimental.
El concepto de evaluación cognitiva resulta fácil de entender si ésta es considerada como aquel
proceso que determina las consecuencias que un acontecimiento dado provocará en el
individuo. No es un tratamiento de inforrnaciónper se en el sentido utilizado por Madler (1
975), Erdelyi (1 974) y otros, aunque participe en tal proceso, sino que es más bien algo
evaluativo, que hace referencia a las repercusiones y consecuencias, y que tiene lugar de forma
continua durante todo estado de vigilia.
En todas las consideraciones anteriores de la teoría de la evaluar ción, hemos hecho una
distinción básica entre evaluación primaria y evaluación secundaria, diferenciando con ello los dos
aspectos valorativos básicos de la evaluación, a saber: «¿me perjudica o me beneficia, ahora o
en el futuro, y de qué forma?» y «¿Puede hacerse algo al respecto?». La elección de los
términos «primario» y «secundario» no es acertada por dos razones; primera, estos términos
sugieren de forma errónea que una evaluación es más importante que otra (primaria) o que
una precede a la otra y, sin embargo, no se pretende con esta denominación ninguna de las dos
irnplicaciones. Segundo, los términos no dan idea del contenido de cada una de las formas de
evaluación. Es difícil cambiar la terminología cuando ésta se utiliza ya de forma habitual en la
literatura, por lo que pensamos que es mejor no intentar sustituir los términos «primario» y
«secundario» por otros connotativamente más exactos.
Evaluación primaria
Las evaluaciones belii,,oiio-positivas tienen lugar si las consecuencias del encuentro se valoran
como positivas, es decir, si preservan o logran el bienestar o si parecen ayudar a conseguirlo.
Tales evaluaciones se caracterizan por generar emociones placenteras tales como alegría, amor,
felicidad, regocijo o tranquilidad. Sin embargo, las evaluaciones totalmente benigno-positivas,
sin cierto grado de aprensión, son raras. As¡, por ejemplo, aquellas personas en las que existe
siempre la certeza de que los estados ideales no duran o aquellas que piensan que sentirse bien
tiene siempre un precio, pueden sentirse culpables o ansiosos ante tales evaluaciones. Estos
ejemplos son un avance del hecho de que las valoraciones pueden ser complejas y mixtas
siempre en función de los factores individuales y del contexto en que se desarrolle la situación.
Entre las evaluaciones estresaiites se incluyen aquellas que signif-ican daño/pérdida, amenaza y
desafio. Se considera daño o pérdida cuando el individuo ha recibido ya algún perjuicio como
haber sufrido una lesión o enfermedad incapacitante, algún daño a la estima propia o social, o
bien haber perdido a algún ser querido. Los acontecimientos más perjudiciales son aquellos en
los que hay pérdida de compromisos importantes.
La aineiiaza se refiere a aquellos daños o pérdidas que todavía no han ocurrido pero que se
prevén. Aun cuando ya hayan tenido lugar, se consideran igualmente amenaza por la carga
de ¡aplicaciones negativas para el futuro que toda pérdida lleva consigo. Los pacientes con
quemaduras graves estudiados por Hamburg, Hamburg y De Goza (1 95 3) y las víctimas de la
polio estudiadas por Visotsky, Hamburg. Goss y Lebovits (1 96 l), no sólo se hallaban
gravemente incapacitados para el presente, sino que también tenían que hacer frente a muchas
amenazas relacionadas con su actividad futura. La importancia adaptativa primaria de la
amenaza se distingue del daño/pérdida en que permite el afrontamiento anticipativo. En la
medida en que el futuro es predecible, el ser humano puede planear y tratar por anticipado
algunas de las dificultades que espera encontrar.
La tercera clase de evaluación del estrés, el desafio, tiene mucho en común con la amenaza en el
sentido en que ambos implican la movilización de estrategias de afrontamiento. La diferencia
principal entre los dos es que en el desafío hay una valoración de las fuerzas necesarias para
vencer en la confrontación, lo cual se caracteriza por generar emociones placenteras tales como
impaciencia, excitación y regocijo, mientras que en la amenaza se valora principalmente el
potencia¡ lesivo, lo cual se acompaña de emociones negativas tales corno miedo, ansiedad y
mal humor.
La amenaza y el desafío no son excluyentes entre sí; por ejemplo, la promoción en el trabajo es
susceptible de ser evaluada corno una forma de aumentar el potencial de conocimientos,
habilidades, responsabilidad, reconocimiento social y remuneración económica. Igualmente,
entraña el riesgo de que el individuo se vea desbordado por las nuevas deman¿las y que el
aprendizaje no sea el esperado, por tanto, tal situación puede verse como un desafío y como
una amenaza. Aunque las evaluacíones de amenaza y de desafío difieren entre si por sus
componentes cognitivos (la valoración del daño o pérdida potencial versus el dominio o la
ganancia) y afectivo (las emociones negativas versus las positivas), pueden ocurrir de forma
simultánea. Por ejemplo, como parte de un estudio sobre estrés (Folkrnan y Lazarus, en
preparación), se pidió a un grupo de estudiantes que indicaran hasta qué punto
experimentaban un número determinado de emociones amenazantes como miedo, preocu-
pación y ansiedad y de emociones desafiantes como esperanza, dominio y confianza, dos días
antes de un examen parcial. El noventa y cuatro por ciento de los estudiantes manifestaron
tener ambos tipos de emociones.
Queremos insistir en que no considerarnos la amenaza y el desafio corno los dos sentidos
opuestos de una misma dirección, sino que, como hemos manifestado antes, ambas
evaluaciones pueden coexistir y deben considerarse por separado aunque estén relacionadas.
Más aún, la relación entre las evaluaciones de amenaza y de desafio pueden cambiar a lo largo
de una misma situación; ésta puede evaluarse en principio como más amenazante q ' ue
desafiante, para pasar luego a considerarse a la inversa, como resultado de los esfuerzos
cognitivos de afrontamiento, los cuales hacen que el individuo considere el acontecimiento
desde un punto de vista más positivo (véase el capítulo 6) o bien debido a cambios en el
entorno que alteren la relación individuo-medio en el sentido de mejorarla.
Aunque estas especulaciones sean plausibles y coincidan con las observaciones anecdóticas, la
evidencia empírica sobre el desafio (como opuesto a la amenaza) y el funcionamiento y
consecuencias somáticas es escasa, debido quizás a que es reciente el interés por el tema
mostrado por los investigadores de medicina conductual. Un estudio realizado por Schlegal,
Wellwood, Copps, Gruchow y Sharratt (1 980), proporciona algo de apoyo a la teoría básica.
En él fueron comparados los síntomas y la fatiga subjetiva referida por los supervivientes a
infarto de miocardio pertenecientes al patrón A y patrón B de conducta, durante un ejercicio
ergornétrico de bicicleta y por un período de dos semanas de llevar su vida cotidiana habitual.
Se dividieron los sujetos en dos grupos según las puntuaciones alcanzadas con respecto a la
sensación de amenaza percibida durante este período de tiempo. Los patmnes A y B no
difirieron entre sí en el ejercicio ergométrico, pero aquellos sujetos pertenecientes al primer
grupo, que puntuaron más alto en el registro de amenaza, refirieron menos síntomas (p. e.,
respiración superficial, dolor, náuseas) que aquellos que obtuvieron una puntuación más baja;
entre los sujetos del tipo B se halló una correlación positiva de síntomas. No es posible afirmar
que tales hallazgos signifiquen la supresión de la sintomatología por los sujetos del patrón A,
una mayor indiferencia hacia ella o, aún con menos probabilidad, diferencias funcionales (véase
capítulo 5 para más detalles sobre el tema del patrón A).
Frankenhacuser (1982, 1983) y sus colegas han proporcionado algunos hallazgos prometedores
sobre modelos psicofisiológicos a corto plazo desarrollados ante la amenaza y el desafío, y Fish
(1983) ha desarrollado un método que valora las evaluaciones de desafio versus las de amenaza
y ha demostrado también que el rendimiento en aquellas situaciones estresantes en las que hay
que hablar en público, es distinto al esperado. Las hipótesis sobre amenaza y desafio y sobre
las consecuencias adaptativas a corto y largo plazo parecen valorarse más por los
investigadores en los estudios controlados.
Evaluación secundaria
Cuando estamos en peligro, ya sea bajo amenaza o bajo desafío, es preciso actuar sobre la
situación; en este caso predomina una forma de evaluación dirigida a determinar qué puede
hacerse y qué llamamos evaluación secundaría. La actividad evaluativa secundaria es
característica de cada confrontación estresante, ya que los resultados dependen de lo que se
haga, de que pueda hacerse algo, y de lo que está en juego.
Las evaluaciones secundarias de las estrategias de afrontamiento y las primarias de lo que hay
en juego, interaccionan entre sí determinando el grado de estrés y la intensidad y calidad (o
contenido) de la respuesta emocional. Esta interacción puede ser muy compleja si bien nuestra
comprensión de ella es todavía muy rudimentaria. Por ejemplo, en igualdad de condiciones, si
el individuo se siente incapaz de enfrentarse con una demanda, el estrés que aparecerá será
relativamente grande ya que el daño/pérdida no puede vencerse ni prevenirse. Si las
consecuencias de una determinada confrontación son importantes para el individuo, la
impotencia puede llegar a desbordarlo. Aun cuando el sujeto piense que tiene un poder de
control considerable sobre los resultados de la confrontación, puede aparecer un estrés
considerable ante la mínima duda cuando es mucho lo que haya enjuego. Las evaluaciones de
desafío aparecen con mayor frecuencia cuando el individuo tiene la sensación de control en la
relación sujeto-entorno. Sin embargo, no aparecerán cuando el esfuerzo necesario para
controlar tal relación no sea importante, puesto que el placer del desafío se halla en la pugna
de uno mismo con algo superior.
Es necesario precisar el significado del concepto de control con respecto al de desafio. Hay
muchas situaciones en las que parece haber pocas oportunidades de aumentar un valor o
compromiso y/o en las que el individuo se siente suficiente, evaluándolas como situaciones de
desafío pues'@o que esto puede también definirse corno el control de uno mismo frente a la
adversidad e incluso trascenderla. Un ejemplo de ello lo constituyen las situaciones
amenazantes para la propia vida, las enfermedades incapacitantes o las pérdidas severas en las
que el individuo manifiesta sentirse desafiado por la tarea de mantener una buena imagen o
de tolerar el dolor y el malestar sin desfallecer. Por tanto, vemos que es necesario ampliar la
definición de control, tal como explicamos en el capitulo 3 donde se habla de control sobre uno
mismo, sobre las propias emociones y sobre las condiciones del entorno, para as¡ poder
entender por qué los individuos se sienten retados en situaciones totalmente estériles.
Lazarus y Launier (1 978) han discutido en un articulo el tema de las estrategias de
afrontamiento en la evaluación secundaria. A continuación presentamos una serie de citas que
describen escenarios imaginarios relacionados entre sí, en los que existe una amenaza de
rechazo tras una entrevista para conseguir un trabajo. Cada escena describe un modelo de
evaluación sutilmente distinto, dándose en todos las mismas estrategias de afrontamiento y los
mismos objetivos a alcanzar, factores ambos decisivos en el afrontamiento y en la respuesta
emocional.
En su artículo, los autores analizan brevemente los procesos de evaluación cognitiva que se
desarrollan en cada situación. Por ejemplo, en la situación número 1 la valoración afrontativa
hace que aumente la sensación de amenaza (hay intereses importantes en juego) y convierte la
situación en desesperante. Probablemente hay un estado depresivo de fondo que podría hacer
que el individuo no se preocupe de parecer el candidato idóneo para el puesto. En el ejemplo
número 2 el individuo pasa de la sensación de amenaza y de ansiedad (hay intereses
importantes) a buscar motivos para confiar en recursos afrontativos y la valoración transforma
la situación en desaf iante. E n la escena 3 la trayectoria de las emociones y la calidad de éstas
parecen idénticas que en el caso 2, con la única diferencia de que el individuo confía en un
amigo bien relacionado en lugar de en sus propios recursos. Esto complica algo las cosas ya
que recurrir a la ayuda de ótra persona amenaza determinados valores personales. En la
situación número 4 el individuo dispone de otras alternativas por lo que el interés por el
puesto de trabajo es mínimo, por tanto el estrés desarrollado será también escaso. Por último,
en el caso número 5 hay una exteriorización de culpa; la valoración realizada es anticipatoria
de daño/pérdida y la reacción emocional desarrollada es de enfado y no de depresión como
en la situación primera.
Reevaluación
Existe otra forma de reevaluación que hemos llamado reevaluación defensiva. Aquí sólo la
mencionaremos de paso porque pertenece con mayor propiedad al tema del afrontamiento
cognitivo. Una reevaluación defensiva consiste en cualquier esfuerzo que se haga para
reinterpretar una situación del pasado de forma más positiva o bien para afrontar los daños y
amenazas del presente mirándolos de una forma menos negativa.
En teoría, lo que distingue esta forma de reevaluación de otras es que la forma defensiva es
autoinducida, proviene de la necesidad interna del individuo más que de las presiones del
entorno. Empíricamente, se diferencia de las otras formas de evaluación basadas en la
información en lo mismo que define clínicamente a la conducta defensiva, principalmente
su compulsividad, sus contradicciones entre indicadores verbales, conductuales y somáticos
medidos en distintos momentos y por las diferencias obvias entre tales evaluaciones y la
realidad del medio.
En los años 60, Lazarus y sus colegas (véase Lazarus, 1966, 1968; Lazarus, Averill y Opton,
1970, para reseñas) emprendieron un notable proyecto para estudiar los mediadores cognitivos
utilizando para ello películas que, de una forma casi natural, eran capaces de generar estrés.
Este estudio reflejó la tendencia de los sujetos a reaccionar con estrés al contemplar situaciones
dificiles vividas por otros. En este extens,) programa de investigación fueron controlados los
trastornos subjetivos presentados por los sujetos así como sus respuestas autónomas (con-
ductancia de la piel y frecuencia cardiaca) ante la contemplación de películas en las que
aparecían personas mutiladas por primitivos ritos, accidentados del mismo tipo en una
serrería, etc. Se utilizaron cuatro métodos distintos para proceder al estudio de los procesos de
evaluación cognitiva:
l. Se manipularon las evaluaciones de los sujetos pidiéndoles que interpretaran los sucesos
que aparecían en la pelicula y los calificaran de pe@udiciales y dolorosos (mediante
procesos similares a la negación) o bien que los vieran de la forma más objetiva posible
(mediante una especie de distanciamiento o intelectualización del hecho). Se encontró
que, influenciando la evaluación mediante bandas sonoras e informes suministrados antes
de pasar la pelicula, era posible afectar tanto los niveles de respuesta fisiológica como de
respuesta subjetiva al estrés (p. e., Folkins, Lawson, Opton y Lazarus, 1968; Lazarus y
Alfert, 1964; Lazarus, Opton, Nomikos y Rankin, 1965; Speisman, Lazarus, Mordkoff y
Davison, 1964).
2. Se manipularon también las condiciones de las que dependen los procesos de evaluación,
incluida la cantidad de tiempo que el sujeto tenia que esperar para que apareciera un
estímulo anticipatorio de dolor o de daño y la incertidumbre de que tal estímulo apareciera
o no y en qué momento. En estos experimentos se observó que, aun cuando la intensidad
del estímulo no variara, la cantidad de tiempo que el sujeto tenia que esperar a que éste
apareciera tenía un efecto importante sobre la reacción provocada. Los períodos más largos
provocaban niveles de respuesta más altos dado que el sujeto tenía tiempo suficiente para
pensar y reevaluar la situación (tres o cinco minutos) y mitigar considerablemente los
efectos del estrés inducido (Folkins, 1970; Nomikos, Opton, Averili y Lazarus, 1968). La
diferencia, por tanto, se debe a In que podían pensar los sujetos mientras esperaban, o al
hecho de tener tiempo para pensar antes de recibir el daño. Las condiciones manipuladas
experimentalmente influyeron sobre los procesos de evaluación y de afrontamiento, así
como en los niveles de respuesta emitida.
3. También se estudió la evaluación cognitiva buscando retrospectivamente informes de lo que
los sujetos pensaron y sintieron durante la experiencia estresante. Mediante estos informes
fue posible identificar distintas estrategias cognitivas de afrontamiento, tales como negación
o alejamiento, as¡ como la intensidad y calidad de la distorsión sufrida. En otro estudio
(Koriat, Melkman, Averill y Lazarus, 1972) se asociaron manipulaciones y valoraciones de
la actividad cognitiva pidiendo a los sujetos que se esforzaran por alejarse emocionalmente
de las escenas de las peliculas, o bien pidiéndoles que incrementaran su participación en
ellas. Después se les preguntó por las estrategias empleadas tanto para identificarse con las
víctimas como para deshumanizarlas.
4. Más tarde, la evaluación coginitiva se estudió como una variable dependiente de diferencias
individuales en la forma de pensamiento y de afrontamiento; para ello se eligieron a los
sujetos en base a su personalidad o a sus estilos cognitivos. En tales estudios (p. e.,
Speisman et al., 1964), se intentó actuar sobre la evaluación a través de la negación o la
intelectualización. El éxito de estos experimentos por reducir los niveles de respuesta de
estrés varió en función de tener en cuenta o no las formas características de pensamiento del
sujeto. Se vio que la manipulación orientada hacia la negación tenía mejores resultados en
los sujetos que tenían ya inclinación a utilizar estos sistemas en sus tipos de evaluación,
igualmente, la intelectualización fue más efectiva en aquellos individuos más
intelectualizados.
Estos extensos estudios demostraron que los procesos de evaluación cognitiva afectaron
(mediaron) los niveles de respuesta al estrés y sirvieron asimismo para identificar algunas de
las características de personalidad y algunos factores situacionales de los que depende tal
afectación (mediación). Tomados en conjunto, dejan poco lugar para dudar del
importantísimo papel quejuegan los procesos de evaluación cognitiva en las respuestas
emitidas ante diversos estresantes.
A partir de estos estudios, se han realizado algunos otros en los que se abordan también las
reacciones de estrés desde los procesos evaluativos que intervienen. Sin embargo, la mayoría
de ellos ptbsta especial atención a los determinantes de la respuesta emocional o a otros
factores y pocos tratan de los determinantes de la evaluación en sí misma. En la discusión del
tema en este capítulo, sólo hemos incluido los estudios en los que se ha manipulado o variado
la evaluación de alguna forma y los que consideraron la evaluación como algo paralelo al
afrontamiento y a las respuestas emocionales del sujeto; dejamos para los capítulos 3 y 4 las
consideraciones sobre los determinantes de la evaluación. Nuestra intención aquí es englobar
todas las pruebas de que las diferencias en la evaluación influyen realmente en el
afrontamiento y en la emoción que se genera como consecuencia.
El tercer experimento de esta serie trata de desviar la atención más que de redefinir la
amenaza. En este estudio, Bloom y sus colaboradores (1 977) refirieron que si se animaba a los
sujetos amenazados de descarga eléctrica a pensar en otra cosa distinta, se conseguía reducir
de forma automática los niveles de estrés. Además, la redefinición de la situación resultaba
más efectiva si los sujetos no habían recibido de forma previa ninguna descarga que pudiera
informarles de la naturaleza del daño que iban a recibir. Estos hallazgos sugieren que cuando
no ha habido descarga previa -es decir, cuando la amenaza es arnbigua- es más fácil para los
sujetos aplicar la redefinición de la situación que cuando la naturaleza de la amenaza ha sido
ya establecida. Esto cuadra con numerosos ejemplos en literatura que sugieren que permitir a
los sujetos experimentar la descarga, la desmitifica y la convierte en mucho menos amenazante
que si no se ha experimentado todavía. En posteriores capítulos prestaremos más atención al
hecho de la ambigüedad de la amenaza, dado que la consideramos como uno de los
determinantes claves de la evaluación, en tanto que aumenta las diferencias individuales en
cuanto a la interpretación de las situaciones.
Los experimentos de Neufeld han ayudado a entender los procesos de evaluación y sus
consecuencias. En un estudio, Neufeld (1 975) utilizó un complicado y cuidadoso diseño en el
que se sirvió de sistemas de análisis basados en la detección de señales para determinar si la
evaluación cognitiva actuaba realmente cambiando la sensación de estrés o si lo que hacía era
cambiar su tendencia a manifestarse. Esta cuestión ha interesado de forma tradicional,a
aquellos que se preguntan si los mecanisrnos de defensa varían la experiencia del individuo o
si por el contrario, lo que modifican es el modo de referirla. Los estímulos estresantes fueron
fotografias en color sin retocar, tomadas en el depósito de cadáveres y fotografias de víctimas
de asesinatos y de pacientes con enfermedades dermatológicas graves en avanzado grado de
evolución. En esencia, lo que debían hacer los sujetos experimentales era puntuar las fotogra-
fias de más o menos aversivas bajo dos condiciones: una, después de haber escuchado una
cinta magnetofónica que intelectualizaba las imágenes y pretendía alejar al sujeto de las
situaciones reduciendo con ello la sensación de amenaza y la otra, después de haber escuchado
una cinta neutral de estudio de costumbres. Este intento de modificar la evaluación cognitiva
en el sentido de reducir la sensación de amenaza, resultó efectivo en el descenso de los niveles
de respuesta al estrés (conductancia de la piel) sin afectar a las puntuaciones posteriores según
la aversión provocada por una mezcla de fotos nuevas y otras ya presentadas. En efecto, los
niveles de amenaza experimentada variaron, pero no la tendencia a referir estrés. Por tanto,
Neufeld afirma que la evaluación real de la amenaza varió en lugar de hacerlo sólo la
tendencia a referir aversión. Esta afirmación concuerda con la formulación anterior de Lazarus
y Alfert ( 1 964) de que la evaluación cognitiva positiva realmente cortocircuito la amenaza.
Los sujetos que han hecho tal evaluación pueden enfrentarse al mismo estímulo amenazante y
emitir una respuesta mucho menos intensa (veáse también Neufeld, 1976).
Los intentos deliberados de estudiar por separado los procesos de evaluación primaria y
secundaria han sido hasta ahora raros, aunque en la actualidad están empezando a aparecer
algunos estudios (cf Folkman y Lazarus, en preparación). Dobson y Neufeld (1979) manifesta-
ron ciertas dudas sobre la utilidad de separar estas dos formas de evaluación a la hora de
valorar la interpretación que da el sujeto a la naturaleza de la situación. En nuestra opinión, la
evaluación primaria y la secundaria no pueden considerarse como procesos distintos ya que,
aunque derivan de fuentes distintas dentro del mismo afrontamiento, son interdependientes y
probablemente cada una influye en la otra.
Breznitz (1 976), refiriéndose a los efectos de las falsas alarmas, hizo un impresionante uso de
las interpretaciones referidas a la evaluación de los hallazgos de campo y de laboratorio.
Observa que los efectos de las falsas alarmas representan un raro ejemplo en el que la
experiencia es pedudicial para el individuo puesto que hace que éste no tome medidas
adecuadas cuando el peligro se presenta de una forma real. Breznitz nos ofrece varias
hipótesis de por qué ocurre esto. Sugiere que la reducción de un afrontamiento activo de¡
peligro es mayor cuando la amenaza es inminente que cuando es eliminada. Por tanto, el
aviso de un huracán que a última hora demuestra ser falso, producirá un efecto de falsa alarma
mayor que si el huracán se produce y termina enseguida. Segundo, una manipulación que
intensifica la reacción de miedo ante la amenaza inicial, aumenta el efecto de falsa alarma
siguiente a la supresión del peligro. De forma más general, el aumento de la sensación de
miedo puede considerarse como indicador de mayor compromiso por parte del individuo
junto con un incremento en su vulnerabilidad. Tercero, cualquier cosa que favorezca la
diferenciación entre una amenaza futura y otra que ha sido suprimida, reducirá el efecto de la
falsa alarma. En otras palabras, si el individuo sabe que la supresión del peligro no guarda
relación con la próxima situación de amenaza, esta próxima vez tiene menor probabilidad de
ser ignorada. Cuarto, los costos personales de las medidas de precaución que deben tomarse
son también importantes, ya que el efecto de la falsa alarma es mayor cuando la dificultad para
evadir el daño que se avecina es mayor.
Estas hipótesis, algunas de las cuales fueron confirmadas por los trabajos experimentales de
Breznitz, implican de forma directa a los procesos de evaluación cognitiva en cuanto a si se
toman o no medidas preventivas, as¡ como en el nivel del trastorno emocional experimentado.
Más aún, el efecto de la falsa alarma en sí mismo -es decir, el hecho de que el individuo
responda pero no tome ninguna medida preventiva- es resultado de que la falsa alarma
informa al individuo sobre la credibilidad de la amenaza, influyendo en su evaluación
cognitiva.
Hemos de mencionar también dos estudios de campo realizados por nosotros mismos. El
primero (Folkman y Lazarus, 1980) se refería a la relación entre evaluación y afrontamiento. Se
obtuvieron las descripciones de unos cien episodios específicos de afrontamiento, obtenidos de
cien hombres y mujeres de mediana edad, interrogados una vez al mes durante el período de
un año. Se indicó a los sujetos que señalaran en una lista aquello que pensaban y hacían para
afrontar las situaciones; se les pidió también que indicaran cuál de las muchas evaluaciones
posibles caracterizaba para ellos la situación. Las evaluaciones hacían referencia al hecho de
que la situación pudiera ser dominada por el sujeto o si, por el contrario, no tenia más remedio
que someterse a ella. La evaluación demostró ser un importante mecanismo de predicción de
la orientación del afrontamiento, bien hacia una regulación de la emoción sentida
(afrontamiento centrado en la emoción) o bien hacia la resolución del problema (afrontamiento
centrado en el problema). Los problemas juzgados como inevitables iban asociados con mayor
frecuencia al afrontamiento centrado en la emoción, mientras que cuando el individuo
pensaba que tenía cierta fuerza sobre el problema, su afrontamiento se centraba en él.
El primer punto afecta a un antiguo conflicto presente en la psicología y que hace referencia a
la percepción. La teoría clásica de la percepción (véase, por ejemplo, Allport, 1955; Vemon,
1962) tenía tres característica: ser verídica, normativa y «fría». La perspectiva verídica se refleja
en la pregunta básica «¿Cómo es que somos capaces de percibir el mundo tal como es
realmente para poder con ello comportarnos de forma adaptativa?» Con respecto a su calidad
normativa, sabemos que se interesa en cómo percibe el individuo en general (las diferencias
individuales se ignoran o son consideradas como errores). Por último, la teoría e investigación
clásicas prestan poca atención a la percepción, actividad que consideran condicionada
emocionalmente y dependiente de la personalidad del individuo (contextos «calientes»). La
mayoría de sus observaciones se realizaron sobre muestras de laboratorio (contextos «fríos»
para hacer una paráfrasis de William James).
En los años cuarenta y cincuenta apareció un movimiento disidente conocido con el nombre de
«New Look». Muchos de sus integrantes eran psicólogos clínicos y estudiosos de la
personalidad interesados de forma primaria en determinar los motivos por los que falla la
adaptación humana. En contraste con los percepcionistas clásicos, los psicólogos
pertenecientes al «New Look» se interesaron principalmente por las diferencias entre
individuos y en el papel de los factores personales, tales como necesidades y capacidad de
defensa en formar percepciones y cogniciones. Se planteó una pregunta distinta: «¿Como es
posible que individuos distintos, o el mismo individuo en momentos distintos, perciba series
de estímulos determinados de formas distintas?» Esta importancia otorgada a las diferencias
entre individuos requirió el rechazo previo de la normativa tradicional de estudiar al
«individuo en general». Dado el particular interés de los psicólogos del «New Look» por la
adaptación y sus errores, procedieron al estudio de situaciones en las que el individuo
estuviese implicado en lo que percibía; es decir, en contextos calientes.
El movimiento del «New Look» guarda una estrecha afinidad con la fenomenología, en el
sentido de que sus defensores defienden la teoría de que un gran número de individuos
perciben lo que desean o necesitan y no lo que el entorno les muestra realmente. Este punto de
vista, a pesar de que existen investigaciones que lo documentan, no se integró nunca en la
teoría clásica de la percepción. La tradición seguida por los teóricos de la percepción clásica se
hace evidente hoy en día en el campo del procesamiento de información, el cual, aunque
centrado en el proceso, es en general normativo, se preocupa de la veracidad de los datos y
trata con contextos fríos. En el fondo, cualquier teoría explicativa de la percepción y la
cognición debe encontrar la forma de integrar estos puntos de vista aparentemente
contradictorios.
Dado que la fenomenología hace referencia a las formas privadas de pensamiento que no
guardan necesariamente relación con la realidad objetiva del entorno, puede pensarse
rápidamente que este concepto es una versión extrema de la teoría del «New Look». No hay
duda de que los factores personales pueden modular y distorsionar la percepción,
especialmente bajo condiciones de ambigüedad o de enfermedad mental grave. Sin embargo,
cuando el entorno es ambiguo, la percepción y evaluación realizada por la mayoría de los
individuos se ajusta perfectamente a la realidad objetiva. En estos casos existe poca
posibilidad para el individuo de manifestar sus diferencias particulares, excepto en lo que se
refiere a los estilos de respuesta. Más aún, nadie se cuestiona el hecho de que los entomos
fisicos y sociales juegan un papel muy importante sobre nuestras reacciones (véase
Proshansky, lttelson y Rivlin, 1970 en su descripción del entorno fisico en aquellas crisis de la
vida, tales como trastorno fisico, desastre natural, envejecimiento, reubicación y divorcio). Sin
embargo, gran parte de nuestra existencia es ambigua, por lo que los factores de personalidad
tienen oportunidad de jugar un importante papel en la percepción y en la evaluación del
entorno.
Lo que se necesita en último término para romper la tautología es demostrar que ciertas
condiciones derivadas de la teoría, dentro del individuo y de su contexto situacional,
determinan de forma interactiva los procesos de evaluación mediadores, los cuales afectan a su
vez de forma predecible la respuesta emocional y el afrontamiento.
Sin embargo, todavía queda un problema por resolver: el que el concepto de evaluación sea
independiente de la medida de las variables precedentes y consecuentes. Este problema ha
sido descrito brillantemente por Kasl (1978) en una discusión sobre las contribuciones de la
epidemiología al estudio del estrés laboral. Afirma lo siguiente:
... los items del tipo«¿con qué frecuencia padece dolor de cabeza?» y los de ¡a forma «¿con
qué frecuencia se siente preocupado por los dolores de cabeza?», revelan casi tanto como
correlacionan. De forma similar, ¿qué significado tiene la asociación entre una sobrecarga
laboral y una baja autoestima en los profesores de universidad (Mueller, 1965), cuando la
percepción de los recursos y habilidades como insuficientes para hacer frente a las demandas
del trabajo y el sentirse insatisfecho con los recursos y habilidades de uno mismo derivan
ambos de una única autopercepción? (p. 14).
Kasl observó que, con frecuencia, las medidas de las condiciones objetivas (estresantes)
coinciden operativamente con las subjetivas -es decir, con la evaluación-, sugirió que la
medición de ambas por separado en la misma experimentación podría ser una buena fórmula.
Otra sería intentar controlar los efectos de las distintas características del individuo sobre la
asociación entre la variable dependiente y la independiente, estrategia que ya describimos con
anterioridad. Kasl procede correctamente al señalar que si no existe una diferencia operativo
entre las medidas subjetivas (centradas en la evaluación) y las objetivas de los acontecimientos
y sus efectos (por lo menos en ciertos casos o determinadas condiciones), el concepto de
evaluación pierde toda su fuerza y queda devaluado hasta su inutilidad. Algunas de las
investigaciones sobre evaluación descritas anteriormente coinciden en este punto mientras que
otras caen en la trampa descrita por Kasl.
En los capítulos 3 y 4 examinaremos los aspectos previos de la cuestión: los determinantes
individuales y del entorno de la evaluación. En el momento en que podamos identificar
antecedentes y consecuencias de la evaluación o bien desarrollar una serie de principios para
ello, habremos roto la tautología.
El concepto de vulnerabilidad
Sin embargo, entre los individuos con un nivel de funcionamiento adecuado, la insuficiencia
de recursos es condición necesaria, pero no suficiente, para la vulnerabilidad psicológica, tal
insuficiencia convertirá al individuo en vulnerable sólo cuando haga referencia a algo que
realmente le importa de forma particular. Por ejemplo, el grado en que las
vulnerabilidadesjisicas influyen en la vulnerabilidadpsicológica del sujeto, dependerá de las
consecuencias que tales desventajas le reporten. Para una bailarina, la más leve torcedura de
tobillo puede significar el fallo en escena mientras que para un oficinista torcersl el tobillo no
representará el menor inconveniente en su trabajo. En cuanto a la anticipación de los
problemas derivados de la relación interpersonal, estos crearán vulnerabilidad psicológica sólo
si la relación tiene algún significado para el individuo. En conclusión, la vulnerabilidad
psicológica no viene determinada solamente por un déficit de recursos, sino por la relación entre
la importancia que las consecuencias tengan para el Individuo y los recursos de que disponga para evitar
la amenaza de tales consecuencias.
Otro ejemplo nos lo aporta Schlenker y Leary (1 982), que sugieren que aquellas personas que
desean causar buena impresión ante una audiencia y que, al mismo tiempo, temen recibir la
desaprobación de ésta, resultan vulnerables a padecer ansiedad social. En este caso, la
vulnerabilidad aparece por la relación entre un resultado y una expectativa.
La cuestión de la profundidad
Nuestra postura permite integrar el concepto de evaluación con el de las teorías del tipo
psicoanalítico. Por ejemplo, la noción sugerida por Jung de funciones superiores e inferiores
donde una función predomina mientras que la otra queda sumergida, implica que una
tendencia suprimida puede emerger de tanto en tanto bajo la influencia del pensamiento (p. e.,
evaluación), la emoción y la conducta. Por supuesto, el pensamiento freudiano otorga a la
actividad mental inaccesible a la consciencia un papel en la modelación del pensamiento, las
sensaciones y los actos. Dentro de¡ contexto de la investigación del estrés, Weisman (1972) ha
utilizado el término conocimiento medio para referirse a la vaga sensación de conocer la realidad
que puede aparecer inesperadamente y alterar el ánimo del individuo, aun cuando éste se
halle empeñado en negar firmemente la situación (es el caso de los pacientes que niegan su
enfermedad terminal).
Por tanto, la teoría de la evaluación no necesita restringiese a una lista de datos personales y
procesos que puedan tratarse con facilidad; los datos personales y los procesos menos
accesibles sobre los que ha tratado más extensamente la teoría psicoanalítico también son
materiales accesibles a la evaluación. La teoría de la evaluación es, en cierto sentido, neutral
respecto a los datos personales específicos que se consideran como sus modeladores. Es
conveniente recordar esta característica del concepto de evaluación cognitiva para posteriores
capítulos de este libro, donde se discutirán los factores personales que influyen en la
evaluación (capítulo 3), los procesos de afrontamiento (capítulos 5 y 6) y las teorías cognitivas
de la emoción (capitulo 9).
Sumario
Existe en psicología una antigua tradición fenomenológica por la que se considera que el
significado de un acontecimiento para el individuo determina su respuesta emocional y conductual.
Nuestro concepto de evaluación cognitiva hace referencia a los procesos de evaluación que
median entre el afrontamiento y la reacción del sujeto. Mediante los procesos de evaluación
cognitiva el individuo evalúa el significado e importancia de la situación para su bienestar. De
forma tradicional, las investigaciones desarrolladas sobre el estrés se han apoyado, en gran
parte, en modelos no cognitivos, como los de reforzamiento del drive y los del arousal o
activación. Sin embargo, la utilidad de tales modelos ha empezado a ser cuestionada por una
razón: la evidencia demuestra contundentemente que los procesos relacionados con la
evaluación modelan la reacción del individuo ante la situación. Más aún, la respuesta
emocional es, en efecto, específica del significado evaluado y distinta en cuanto a calidad e
intensidad. Como resultado de ello, gran número de investigadores en el campo de la
psicofisiología han empezado a considerar en sus modelos la mediación cognitiva.
La evaluación secundaria es una valoración relativa a lo que debe y puede hacerse. Incluye la
valoración de la posible eficacia de las estrategias de afrontamiento, de la posibilidad de que
una estrategia determinada pueda aplicarse de forma efectiva y la evaluación de las conse-
cuencias de utilizar una estrategia determinada en el contexto de otras interpretaciones y
demandas internas y/o externas.
Los procesos de evaluación cognitiva no son necesariamente conscientes, como tampoco son
siempre accesibles los datos que la configuran. La evaluación cognitiva también puede estar
determinada por datos de los que el individuo no tiene conciencia.