Biografia Jose Antonio Galan

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BIOGRAFÍA

JOSÉ ANTONIO GALÁN

José Antonio Galán nació en 1749 en Charalá, actual departamento de Santander,


hijo de Antonio Galán, inmigrante español, y María de Argüello, de sangre mulata
o mestiza. Su familia poseía una parcela en la que cultivaban tabaco y a pesar de
la ascendencia española, al tener pocos recursos fueron considerados plebeyos.
José Antonio sabía firmar, leer y escribir, pero al parecer no recibió instrucción
escolar formal. En 1769 se casó con Toribia Verdugo y vivió un tiempo en Socorro,
donde fue bautizado al menos uno de sus hijos. Galán hizo parte del “regimiento
fijo” de Cartagena, pero desertó y volvió a su tierra natal en donde se sumó a la
Revolución Comunera que comenzó en 1781.
Para las generaciones posteriores, José Antonio Galán quedó inmortalizado como
el líder de la revolución comunera, a pesar de que era un subalterno de Juan
Francisco Berbeo, comandante general de las masas comuneras en su
movimiento del Socorro hacia Zipaquirá, lugar en el que se firmaron las
capitulaciones para dar fin a la revolución. Fue justamente Berbeo quien firmó
dichas capitulaciones y dio orden a Galán de que las acatara, cuando este último
se encontraba en Honda, haciendo la campaña por el Alto Magdalena que Berbeo
le había encomendado. Galán se retiró de Honda después de haber tenido éxito
inicial, pero no logró allí la unión de patricios y plebeyos que sí se había
consolidado en Santander; tampoco acogió las Capitulaciones de Zipaquirá, que
fueron luego desconocidas por el gobierno central.
Ya de nuevo en tierras del actual Santander, Galán intentó reunir seguidores
nobles para la causa de la revolución y para emprender un nuevo viaje hacia
Santafé. Sin embargo, tuvo que enfrentar el plan pacificador liderado por el
arzobispo Antonio Caballero y Góngora. Como señala John Phelan en su libro
sobre la revolución comunera, “El 25 de junio el arzobispo Caballero y Góngora
salió de Bogotá en visita pastoral al Socorro, para emprender lo que se complacía
en llamar ‘tarea de reconciliación’. (…) Cuatro misioneros capuchinos
acompañaban al arzobispo en su visita al Socorro y a los pueblos y aldeas
aledaños. Caballero y Góngora no salió de la región del Socorro hasta el 28 de
diciembre. El arzobispo y sus colegas adelantaron una verdadera misión para
salvar a la región de su ‘infidelidad’. Instrumento importante dentro de esta
campaña masiva (…) era una serie de sermones dirigidos tanto a los plebeyos
como a los nobles. (…) A las pocas semanas la campaña del arzobispo había
logrado sólidos progresos entre patricios y plebeyos. Si Galán, en septiembre,
podría contar todavía con algunos adherentes de influencia en ambas capas
sociales, la antigua militancia del Socorro estaba ya grandemente erosionada.”.

El 13 de octubre los hombres de Salvador Plata capturaron a Galán y once sus


seguidores, en Onzaga. El 16 de octubre, Galán y los suyos fueron encadenados y
conducidos a Santafé; por eso mismo, aunque el 20 de octubre la Audiencia
ordenó que el juicio y ejecución fueran en El Socorro, los acontecimientos tuvieron
lugar en la capital granadina. El juicio comenzó a principios de noviembre de 1781
y al parecer se observaron todas las normas de la defensa, pero el veredicto
seguramente estaba determinado desde que se ordenó su captura el 27 de agosto
de 1781. El 30 de enero de 1782 la Audiencia de Santafé condenó a José Antonio
Galán al “castigo habitual de horca y descuartizamiento para los traidores”. A tres
de los tenientes más leales de Galán se les decretó un castigo análogo: Lorenzo
Alcantuz, Manuel Ortiz e Isidro Molina. Otros diecisiete galanistas recibieron
castigo de 200 azotes en público, confiscación de bienes y envío a los presidios de
África. No obstante, de estos personajes se habla mucho menos que de José
Antonio Galán.
El 1 de febrero de 1782 se cumplió la sentencia, pero Galán no murió en la horca
como ordenaba la sentencia, sino con disparo de arcabuz. El resto de la sentencia
se cumplió de acuerdo a lo mandado: El tórax de Galán fue quemado delante del
patíbulo, su cabeza enviada a Guaduas, la mano derecha al Socorro, la izquierda
a San Gil, el pie derecho a Charalá y el pie izquierdo a Mogotes. Las cabezas de
sus tenientes también fueron exhibidas. La sentencia fue leída en villas y
ciudades, durante tres días, por mandato de la Audiencia.

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