CALIDAD EDUCATIVA Y CALIDAD DE LA GESTION (Ensayo)

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ACTIVIDAD 4.

PRESENTADO POR
MSc. Biol. FRED AVILA

ENTREGADO A
Dra.  MARILÍN URBAY RODRÍGUEZ

MÓDULO ADMINISTRACIÓN Y GESTIÓN EDUCATIVA-DCE15


DOCTORADO EN CIENCIAS DE LA EDUCACION
CENTRO UNIVERSITARIO ISIC
TEPIC, NAYARIT, MÉXICO
2020
ENSAYO
Este ensayo abordará los siguientes tópicos: un análisis de los nuevos desafíos de
la gestión educativa, democracia y calidad (Sander, 2012), en la administración y
gestión educativa en el contexto del nuevo orden político-económico internacional;
la calidad de la administración de la educación orientada a su especificidad y la
naturaleza de la calidad educativa; el rol escolar y docente en el concepto de
calidad educativa; la valoración de los siete pecados capitales de la educación
planteados por Daniel Rojas-Linares (2010) y su reducción gracias a la
administración y gestión educativa.

En el contexto latinoamericano y, particularmente, en Colombia, el orden


económico y político internacional ejerce actualmente una influencia directa y muy
poderosa sobre el diseño e implementación de políticas gubernamentales y
modelos neoliberales en todos los sectores del aparato estatal, incluyendo el
educativo. Ello, fruto de la adhesión, en 2018 (OCDE, 2018), del país como
miembro del Organismo para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE.

La participación colombiana dentro de este “club de buenas prácticas” de


países desarrollados no ha sido gratuita ni tampoco exenta de profundos cambios
en todos los órdenes. Desde el año 2013 (Revista Dinero, 2020), en que se inició
este proceso de solicitud/evaluación/incorporación, esta pretensión geopolítica
tuvo un impacto directo a nivel interno en la reforma, adopción y aplicación de
proyectos, modelos y metodologías educativas extranjeras (p.ej. método Singapur,
modelo de Finlandia, etc.). Esto, como consecuencia de querer emular los
exitosos resultados educativos de estas naciones; sin embargo, aun cuando en
sus países de origen, los modelos mencionados han rendido abundantes y
afamados frutos de éxito académico y técnico-administrativo, tal efectividad tiene
un subyacente componente socioeconómico, cultural y político que no se puede
extrapolar ni menos equiparar con las amplias brechas diferenciales que tienen las
condiciones de Colombia.
Sumado a ello, el gobierno nacional de entonces trazó desde el 2010 un plan
decenal que (luego sería ampliado), con la intención política de convertir a
Colombia en la nación más “educada” de América Latina en el 2025, basado en
políticas como la gratuidad educativa oficial, un ambicioso plan de infraestructura
educativa denominado “Aulas para la paz”, así como programas de
acompañamiento a la educación básica (p.ej. Programa Todos a Aprender para
lengua castellana y matemáticas como preparación para pruebas estandarizadas
nacionales y PISA de la OCDE) y de acceso subvencionado de estudiantes
sobresalientes a educación superior privada cualificada (Ser Pilo Paga). Diez años
después y luego de un cambio completo de gobierno, no todos los resultados son
lo que se esperaba. Algunos analistas (Pérez, 2017) han desentrañado algunas
diferencias entre lo proyectado y lo resultante de estas políticas, especialmente en
temas de cobertura (decreció en lugar de aumentar, pese a la gratuidad de la
matrícula oficial), calidad educativa (medida por el creado índice sintético de
calidad educativa), el Día de la Excelencia Educativa o día E (que ha generado un
enfrentamiento con los grandes sindicatos docentes del país por diferencias de
aproximación ideológica, política, pedagógica), en pruebas internacionales
(Colombia ha ocupado año tras año los últimos lugares en las pruebas PISA en
que participan setenta y tantos países, entre miembros de la OCDE y otros que se
someten a ellas, como la nación cafetera). Este panorama, dentro del escenario
del gobierno de turno, de extrema derecha y corte neoliberal, no muestra cambios
sustanciales y mucho menos ahora en el contexto de la inesperada y nefasta
pandemia del covid19, que tendrá consecuencias profundas para la educación
nacional y global en los años por venir.

Hablar de estos antecedentes tiene un claro objetivo de contraste que será


surtido a continuación. Cuando se llevan estos cambios y sus consecuencias al
plano del análisis a nivel local, en contextos socioeconómicos deprimidos y con
grandes necesidades básicas insatisfechas, las distancias entre el modelo original,
con sus resultados esperados, frente a lo obtenido en las instituciones educativas
de estos territorios, es donde se puede evidenciar ampliamente el fracaso de la
“importación” e implementación “a medias” de estos modelos de gestión educativa
y pedagógica.

Tales programas y metodologías desconocen las realidades de


municipalidades humildes, entornos rurales apartados o espacios sometidos aún
hoy por fuerzas paramilitares o disidencias guerrilleras. En estos escenarios, no
existen las condiciones para que las escuelas y centros educativos puedan
desarrollar planes de gestión educativa y pedagógica que puedan alinearse con
estos métodos importados ni mucho menos superar las brechas de calidad que
existen entre éstas con los colegios de centros urbanos o, aún más disímiles, con
las escuelas del sector privado.

Y es en este orden de ideas donde es muy pertinente lo sustentado por Benny


Sander (2012) en su análisis de las nuevas tendencias en materia de gestión
educativa centradas en la democracia y la calidad. El autor señala que la realidad
latinoamericana es muy distinta de otras latitudes (como los países nórdicos o las
naciones del sudeste asiático), por lo que requiere de paradigmas de gestión
educativa comprensivos y multidimensionales, donde la calidad educativa sea
resultado, entre otros elementos, de que la comunidad contribuya con su
participación efectiva en la vida administrativa y la gestión escolar en las
instituciones educativas, en aras de la equidad, el empoderamiento y la
reivindicación crítico-social.

Ello, respecto de las mencionadas decisiones estatales, centralistas e


impositivas, es una muestra del grado de desconocimiento de los agentes y
niveles superiores del sistema educativo de las realidades y la desigualdad de
buena parte de las escuelas: de sus intereses, así como del sinnúmero de
necesidades, carencias y problemáticas que tienen desde hace muchas décadas.

En este punto, es relevante considerar lo siguiente. El gobierno nacional,


representado por el Ministerio de Educación Nacional, exige a las entidades
territoriales, esto es, las secretarías de educación, que las escuelas incluidas en
su circunscripción cumplan con ciertos estándares y niveles de calidad educativa,
medidas por indicadores sintéticos, con un rasero “ideal” diseñado por asesores
tecnocráticos que no conocen la desigualdad ni las profundas grietas estructurales
entre las innumerables instituciones educativas del país. Aunado a ello, la
asignación de recursos para la administración educativa está sujeta a estos
resultados de calidad y a condiciones de cobertura, ofertas técnicas, articulación
con el sector público y la industria, entre otras, presionando aún más a las ya
frágiles y desfinanciadas instituciones educativas.

Por otra parte, Sander (2012) también aborda el tema de cómo el ámbito
educativo tiene unas particularidades y una especificidad que lo hacen muy
distinto del contexto comercial y corporativo en el que surgieron y del cual se
exportaron las políticas tecnocráticas de gestión educativa de los años ochenta del
siglo XX, que, infortunadamente, aún imperan en o permean la dirección de
algunos entornos educativos, donde se habla sin tapujos de “clientes” o “usuarios”
cuando se refiere a estudiantes y padres de familia. Ello contrasta con el
paradigma comprensivo actual, donde estos agentes del proceso educativo son
tratados como ciudadanos con derechos y deberes, cuya participación activa en la
dinámica de la administración y la gestión educativa suma positivamente para el
mejoramiento de la calidad de la educación institucional.

Lo anterior conduce al siguiente punto de vista. Se habla profusamente en


muchos escenarios de discusión, públicos y privados, de “calidad educativa”: el
gobierno la “demanda” de las instituciones de educación básica, técnica y
superior, está presente de forma discursiva en muchos decretos, leyes, artículos,
documentos y análisis sobre educación, pero sobre esto también surgen las
siguientes preguntas: cuál calidad, de qué tipo, qué incluye, qué excluye, con
respecto a qué, basada en cuáles criterios, sustentada en cuáles bases teóricas,
conceptuales, técnicas o metodológicas. A la luz de estos interrogantes, muchas
de las mencionadas manifestaciones de la “calidad educativa” se caen por su
propio peso, al desconocer la naturaleza de esa calidad de la educación y los
factores, componentes, condiciones y agentes que intervienen o impactan en su
estado.

Sobre ello, Sander (Op.cit.) sostiene la noción de una “calidad de la


educación para todos”, que propende por las libertades individuales, la equidad
social y la construcción y distribución de conocimiento socialmente válido y
culturalmente relevante. Este concepto de calidad está enmarcado en una
evaluación cualitativa permanente que se da en un ambiente también cualitativo
de trabajo, donde se promueve la formación humana sostenible, así como la
calidad de vida de los estudiantes, docentes y del personal administrativo. Aquí, la
calidad de la administración y gestión educativa cumple un rol muy importante
como motor de liderazgo estratégico y dinamizador de la calidad del equipo
humano docente-estudiantil y de la calidad de la actividad educativa (académica
como un todo). Por ende, si el proceso administrativo falla en racionalidad,
eficiencia, transparencia y efectividad, ello impacta sobre las fallas en el
cumplimiento de la misión, el alcance de los objetivos, la prestación del servicio
educativo y los resultados en materia pedagógica. En palabras más sencillas, de
la calidad de la administración y la gestión educativa dependerá la calidad de la
gestión del conocimiento.

Finalmente, respecto de los “siete pecados capitales de la educación”


expuestos por Daniel Rojas-Linares (2010) es menester abordar cada uno de ellos
en función de analizar cómo minimizarlos a partir de la administración y gestión
educativa. En lugar de caer en el pecado de la domesticación, la administración de
la escuela debe promover en sus estudiantes un espíritu crítico, reflexivo, con
identidad y criterio propio. Lo mismo ocurre con la repetición, que no es otra cosa
que la reproducción de costumbres, paradigmas, visiones y posturas políticas e
ideológicas atávicas, anacrónicas y depuestas por la pedagogía crítica y el
pensamiento complejo. También, frente al academicismo y la teorización, la
gestión escolar debe fomentar un proceso de enseñanza aprendizaje, mediado por
los docentes, pero centrado en los estudiantes, donde la construcción y
reconstrucción del conocimiento sea producto de una sinergia, de una labor
cooperativa que lleve a la aplicación de tales conocimientos para la transformación
de la realidad contextual, en lugar de circunscribirse al aula y al plano de la teoría.
Otros males como la burocratización se reemplazan por climas organizacionales
participativos, democráticos, donde cada miembro de la institución desempeña sus
funciones mientras trabaja en un entorno de relaciones saludables, respetuosas y
horizontales. La improvisación es depuesta por una administración basada en la
planificación efectiva de todos los procesos, actividades y acciones, que tienen
unos objetivos, metas, presupuestos, cronogramas y responsables. Por último, la
elitización no puede existir en un escenario como la comunidad educativa, donde
todos sus actores, desde sus contextos, formación académica, condición
socioeconómica, participan activamente sin ninguna distinción, al tiempo que
aportan, desde sus trasfondos y particularidades, al enriquecimiento de los
procesos, dinámicas y facetas de la vida administrativa institucional.

Como conclusión, se tiene que la calidad de la administración y la gestión


educativa impacta sustancialmente en la calidad de la educación tanto para los
beneficiarios de la misma como también para los estamentos de la institución
educativa que participan en su prestación, para la gestión del conocimiento.
Adicionalmente, la participación ciudadana en la vida administrativa y la gestión
escolar de la institución es un requisito indispensable para el logro de la misión,
los objetivos y el mejoramiento de la calidad del servicio educativo.

REFERENCIAS

OCDE (2018). Colombia y la OCDE: una relación de beneficio mutuo. En:


https://www.oecd.org/latin-america/countries/colombia/colombia-y-la-ocde.htm
(Consulta: 07 de julio de 2020).
Pérez, A. (2017). La educación bajo Santos: una prioridad a medias. En: Razón
Pública. https://razonpublica.com/la-educacion-bajo-santos-una-prioridad-a-
medias/ (Consulta: 07 de julio de 2020).

Revista Dinero (2020). Es oficial: Colombia ya forma parte de la OCDE. En:


https://www.dinero.com/economia/articulo/colombia-entra-a-la-
ocde/284669#:~:text=Es%20oficial%3A%20Colombia%20ya%20forma%20parte
%20de%20la%20Ocde,-La%20Organizaci%C3%B3n%20para&text=El
%20presidente%20Iv%C3%A1n%20Duque%20junto,a%C3%B1os%20del
%20proceso%20de%20adhesi%C3%B3n.

Rojas-Linares, D. (2010). La administración y la gestión educativa. Repositorio


Centro Universitario ISIC. En:
https://cuisic.mx/pluginfile.php/26879/mod_assign/intro/administracion-y-gestion-
educativa.pdf (Consulta: 07 de julio de 2020).

Sander, B. (2012). Nuevas tendencias en gestión educativa: democracia y calidad.


En:
https://pdfs.semanticscholar.org/8e5a/9d7f1fe8f2f67d0e77726c9d81a7bb2eb241.p
df?_ga=2.149439542.1061325968.1594766186-1306096446.1592422521
(Consulta: 07 de julio de 2020).

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