Cristo La Roca

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C r is t o l a R o c a

Por Jesús Briseño Sanchez

La Parábola de los Dos Cimientos


INTRODUCCIÓN

Dice así la Palabra de Dios:

Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es
semejante. Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y
puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio
con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba
fundada sobre la roca. Mas el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que
edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con
ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa. (Lucas 6.47-49)

Esta porción de la Biblia es llamada la parábola de los dos cimientos; es tan


claro y sencillo su lenguaje que no requerimos considerar diversas versiones
bíblicas, ni analizar el significado de alguna palabra griega, ni tener la sabiduría
de Salomón para entender su enseñanza.
Nuestro Señor Jesucristo nos habla principalmente en esta parábola, acerca de
dos hombres que han construido su casa, de dos tipos de cimientos diferentes, y
de dos resultados totalmente diferentes.

En el versículo 48 vemos el primer caso: “Semejante es al hombre que al edificar


una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino
una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo
mover, porque estaba fundada sobre la roca”.
Este hombre esforzado y diligente, cavó y ahondó hasta encontrarse con la roca
firme, sobre la cual puso los cimientos para construir su casa. Cuando vino la
tempestad y la inundación, y las corrientes de agua chocaron violentamente
contra la casa, no la pudieron mover, porque estaba fundada sobre la roca.

Algo interesante de este caso, es saber a quién representa este hombre. Este
hombre que construyó su casa sobre la roca, representa a alguien que según el
versículo 47, hizo tres cosas: “Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y
las hace…”. Este hombre representa a las personas que: 1.- vienen a Cristo, 2.-
escuchan su mensaje, y 3.- obedecen ese mensaje.
Dice la Biblia que todo aquel que viene a Cristo, él no lo echa fuera, él no lo
rechaza (Juan 6.37), porque él mismo lo invita: “Venid a mí todos los que estáis
trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11.28).
El hecho de venir a Cristo, de buscarlo, de querer estar delante de él y conocerlo,
es como el trabajo de cavar y de ahondar hasta encontrar la roca firme. Lo más
interesante de todo esto, es que Cristo Jesús representa en esta parábola, la roca
firme sobre la cual el hombre prudente edificará su casa.

Si usted quiere, desea con todo el corazón edificar una casa espiritual, si usted
quiere servir correctamente a Dios, si quiere recibir el perdón de sus pecados y la
vida eterna, debe de buscar y acudir a Jesucristo y a nadie más. La Biblia no
invita a ir ante alguna organización religiosa, ante algún gobernante o doctor en
teología, o ante cualquier otra persona o institución, sino ante la persona divina
de Jesucristo, porque a éste señaló Dios el Padre (Juan 6.27).

Dice el apóstol Pablo: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que
está puesto, el cual es Jesucristo” (1Corintios 3.11).

Jesús es el fundamento de las cosas celestiales, señalado y puesto por Dios


mismo para ello, por cuanto es su Hijo unigénito y el autor de nuestra vida, de
nuestra fe y de nuestra salvación. “Y en ningún otro hay salvación; porque no
hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.

Además de reconocer en Cristo a la roca de la salvación, al buen fundamento


para nuestro edificio espiritual, debemos de escucharlo, de oírlo atentamente.
Dice la Biblia que la fe es por oír la Palabra de Dios (Romanos 10.17). Las buenas
personas llegan a tener fe en Cristo Jesús por escuchar sus palabras, y esa fe las
faculta y capacita para obedecerlo, teniendo como premio o galardón la vida
eterna.

La tercera cosa que el hombre prudente hace, es obedecer el mensaje que ha


escuchado de Jesús. Ha buscado afanosa y sinceramente a Cristo, se ha
presentado ante él, escucha sus palabras y enseñanzas atentamente, y además
las pone por obra. No ignora al Señor, no se contenta con solo oírlo, no minimiza
ninguno de sus mandamientos, pone manos a la obra, es fiel y obediente, porque
sabe que el mensaje de Jesús, es y viene de Dios.
El hombre prudente que diligentemente cavó hasta encontrar la roca y sobre ella
edificó su casa, representa entonces a quienes buscan la verdad de Jesús, se
presentan humildes ante él, lo escuchan con interés y obedecen con fidelidad y
prontitud todas y cada una de sus enseñanzas.
Cuando vienen las pruebas y la tentación, halla salida, cuando se presenta la
contienda y la división, sabe qué hacer, cuando sufre enfermedad o soledad,
siente la presencia de Dios, cuando los problemas y las adversidades colisionan
violentamente contra su fe, ésta se mantiene inconmovible, porque está fundada
sobre la roca firme que es nuestro gran Dios y salvador Cristo Jesús.

Vea la seguridad que esto representa:

Aunque un ejército acampe contra mí, No temerá mi corazón; Aunque contra


mí se levante guerra, Yo estaré confiado. Una cosa he demandado a Jehová,
ésta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para
contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo. Porque él
me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; Me ocultará en lo reservado
de su morada; Sobre una roca me pondrá en alto. (Salmos 27.3-5)

La casa que el hombre prudente edifica sobre la roca, no es solo la estabilidad y


santidad en su hogar, como limitan algunos estudios sobre el tema, sino que
representa “todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, las cuales
nos han sido dadas por su divino poder” (2Pedro 1.3). Representa nuestra
relación e íntima comunión con Dios, representa nuestro andar de su mano,
nuestra fe, actitud y obediencia a todos sus mandamientos, nuestra vida
completa delante de Dios. Esto es lo que no puede ser destruido, cuando se ha
fundamentado en Jesús la roca, es decir, en sujeción a su voluntad y autoridad.

Veamos ahora el segundo caso: “Mas el que oyó y no hizo, semejante es al


hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río
dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa”.

Este hombre no quiso cavar ni ahondar, no quiso profundizar en la tierra


buscando a la roca firme, sino que sencillamente se limitó a edificar su casa
sobre la arena misma. No puso fundamento, no echó cimientos. Cuando el río
vino contra la casa, cayó y fue grande su ruina.

¿A quién representa este otro caso? ¿Quién es el hombre insensato del que nos
habla el versículo 49? Dice el mismo versículo: “el que oyó y no hizo…”. Este
caso representa a la gran mayoría de las personas, que no reconocen o no
quieren obedecer el mensaje de Dios traído por su Hijo Jesús.
Para empezar, algunos ni siquiera acuden ante él, se conforman con lo que
escuchan decir acerca de Jesús y las religiones, creen a cualquier mensaje sin
verificar que sea de parte de Dios, pasan de una doctrina a otra como cambiar de
vestimenta, porque no saben o porque no les interesa qué cosas están creyendo,
siguiendo y practicando. Cristo no es el fundamento y origen de sus doctrinas.

El hombre insensato, no va a Jesús. El hombre insensato, no oye a Jesús.

Cristo no es un slogan o una imagen para colocarse en algún lugar. La persona


de Jesús está unida a su mensaje. Ir a Jesús es ir a su mensaje. El que desea ser
de Dios, las Palabras de Dios oye, por eso no las oían muchos judíos, aun siendo
parte del pueblo elegido de Dios, porque no eran de Dios (Juan 8.47).

Muchas personas simpatizan con la imagen de Jesús, incluso quieren ser o se


dicen ser amigos de Jesús, pero no quieren oír su mensaje, no están de acuerdo
con él, rechazan su autoridad. La triste realidad para muchos cristianos, es que
aceptan solo una parte del mensaje de Dios, muchas cosas no les gusta, muchas
cosas les molesta incluso. Quieren elegir qué partes de la Biblia escuchar y
obedecer, y hacen a un lado aquello que no les parece. Y el efecto es el mismo: no
son de Dios. Jesús dice: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os
mando” (Juan 15.14).

Estas personas se aferran, hacen todo lo posible por tener a Jesús no como la
roca firme, sino como la piedra enemiga:

Jesús les dijo: ¿Nunca leísteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los
edificadores, Ha venido a ser cabeza del ángulo. El Señor ha hecho esto, Y es
cosa maravillosa a nuestros ojos? Por tanto os digo, que el reino de Dios será
quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él. Y el que
cayere sobre esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le
desmenuzará. Y oyendo sus parábolas los principales sacerdotes y los fariseos,
entendieron que hablaba de ellos. (Mateo 21.42-45)

Dice el apóstol Pablo: “porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios,
sino los hacedores de la ley serán justificados” (Romanos 2.13). Dice Santiago:
“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a
vosotros mismos” (Santiago 1.22).
Si usted escucha al predicador decir: “bautícese para que sean perdonados sus
pecados”, y no lo hace, usted está edificando su casa sobre la arena. Si usted
escucha decir: “hermano, llegue temprano al culto”, y no lo hace, edifica sobre la
arena. Si oye decir: “no digamos malas palabras”, y las sigue diciendo, usted
está edificando su casa sobre la arena, ignorando al fundamento firme y
engañándose a usted mismo:

No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre


sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la
carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu
segará vida eterna. (Gálatas 6.7-8)

Las notas de la Biblia del Diario Vivir dicen: “Ciertamente sería sorprendente si
usted plantara maíz y brotaran calabazas. Es una ley de la vida, tanto
espiritual como física, que uno cosecha lo que siembra. Si uno chismea de sus
amigos, los pierde. Cada acción tiene resultados. Si usted planta para sus
propios deseos, cosechará lamentos y maldad. Si planta para agradar a Dios,
cosechará gozo y vida eterna ¿Qué tipo de semillas está sembrando?”

Luego, el hombre insensato que edificó su casa sobre la arena, es aquel que no va
a Jesús, no oye sinceramente sus palabras y no obedece a Jesús como Señor. Se
engaña creyendo que Dios aceptará su ignorancia, su negligencia o su pereza. Se
engaña creyendo que Dios perdonará sus pecados por su debilidad, o porque no
le gustaba la forma de hablar del predicador.

Cuando vengan las pruebas y la tentación, no tendrá salida, cuando se presente


la contienda y la división, no sabrá qué hacer, cuando sufra enfermedad o
soledad, no sentirá la presencia de Dios, cuando los problemas y las
adversidades choquen violentamente contra su fe, ésta se derrumbará, porque
está fundada sobre la arena, muy lejos del cimiento de Dios. “Si Jehová no
edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican…” (Salmos 127.1).

Así dice el Señor:

Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas
para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed
edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios
espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. Por lo cual también
contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo,
escogida, preciosa; Y el que creyere en él, no será avergonzado. Para vosotros,
pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, La piedra que
los edificadores desecharon, Ha venido a ser la cabeza del ángulo; y: Piedra de
tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo
desobedientes; a lo cual fueron también destinados. (1Pedro 2.4-8)

Jesucristo es la piedra viva, escogida y preciosa; es la roca de la salvación, y esto


prueba su deidad pues solo Dios es llamado roca de salvación. Para quienes
creemos y lo obedecemos, él es precioso, y es el exclusivo conducto por medio
del que podemos ofrecer a Dios nuestros sacrificios, pero para quienes no creen,
Dios les manda este mensaje: Cristo es el fundamento establecido por Dios, solo
él tiene palabras de vida eterna, si lo desobedecen, es como si cayeran
tropezando con sus palabras. A eso, y al castigo eterno, fueron destinados por el
Señor.

Hermanos, las consecuencias de rechazar a Cristo como la roca para nuestra


vida espiritual, no se limitan al fracaso en la vida aquí en la tierra, sino que la
gran ruina a la que se refiere Jesús, es la condenación eterna. O ¿Acaso cree que
por escuchar cada semana la Palabra de Dios se va usted a salvar? ¿Cree usted
que puede llevar una vida espiritual desastrosa y aun así salvarse? Hay quienes
no solo edifican sobre la tierra, sino que además utilizan para construir material
de pésima calidad, hojarasca (1Corintios 3.12). ¿Nos vamos a seguir engañando?

¿Cree que será salvo porque ha probado la bebida espiritual de Cristo? Hablando
de los israelitas, el pueblo elegido de Dios, dice el apóstol Pablo: “…todos
bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que
los seguía, y la roca era Cristo. Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por
lo cual quedaron postrados en el desierto. Mas estas cosas sucedieron como
ejemplos para nosotros…” (1Corintios 10.4-6).

No se fije en cómo habla el predicador o su apariencia, pues el mensaje no es de


él; no se fije ni piense en los defectos de la hermandad, pues no le ayudan ni lo
justifican a usted. Mejor piense en usted encontrándose sólo ante el tribunal de
Cristo en el juicio final, expuesto al fuego del castigo eterno y sin posibilidad
alguna de engañar a Dios con excusas y justificaciones simples.
¿No le da terror esto? ¿Puede escuchar esta advertencia sin sentir nada?
Arrepiéntase en este día, si Cristo Jesús no ha sido la roca firme de su vida.

Si usted no es cristiano, edificar la casa sobre la roca significa oír la Palabra de


Dios (Romanos 10.17), creer que Jesucristo es el Hijo de Dios (Juan 3.16),
arrepentirse de los pecados (Hechos 3.19), confesar su fe en Cristo (Romanos
10.9), bautizarse en agua para el perdón de sus pecados (Hechos 2.38), y
perseverar hasta el fin (Mateo 24.13).

Si usted ya es cristiano, edificar la casa sobre la roca es hacer todo en el nombre


del Señor Jesús, creer y confiar en él, obedecer todas sus instrucciones, adorarlo
conforme a su palabra y voluntad, vivir de tal forma que engrandezca y dé gloria
a su nombre, fructificar y llevar mucho fruto, crecer en el conocimiento de su
Salvador, y serle fiel hasta la muerte.

Buena nueva excepcional es ésta: en la persona de Jesucristo, y gracias al plan y


diseño de Dios, podemos encontrar la redención o la condenación eternas, él es
la roca que nos mantiene en seguridad, o es la piedra con la cuál tropezamos,
pero solo nosotros decidimos qué elegir.

Dice Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté
muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.
¿Crees esto?” (Juan 11.25-26)

¿Se acuerda cuando su papá le ordenaba que cruzara la calle? Usted lo obedecía
inmediatamente, sin temor y sin mirar hacia los lados, ¿por qué? Porque a usted
le bastaba su sola presencia para sentirse seguro, pues confiaba plenamente en
su experiencia, en su capacidad y en sus propósitos.

Dios le ofrece confiar en Cristo como la roca firme en quien edificar toda su casa,
¿tiene razones para creer en Cristo? ¿Se siente seguro y puede confiar en él y en
sus propósitos y promesas? Entonces obedézcalo inmediatamente, sin detenerse
a mirar tanto hacia los lados.

Dios le bendiga y muchas gracias por su atención a este sencillo estudio.

Tonalá, Jal. Octubre de 2016

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