Zeus y Prometeo
Zeus y Prometeo
Zeus y Prometeo
Prometeo, hijo del titán Jápeto (cf. p. 90), se rebeló contra la autoridad de su
primo Zeus, no con la esperanza de conseguir el poder para sí mismo, a la
manera de Tifón y los Gigantes, sino para conceder beneficios y justicia a la
raza humana. Al utilizar la estrategia en vez de la fuerza, tuvo un éxito
considerable en su empresa, aunque después pagó un alto precio por ello.
El mito de Prometeo se alteró y desarrolló significativamente con el paso del
tiempo. En los poemas de Hesíodo, antepuso los intereses de los mortales en
dos puntos específicos y sufrió por ello para siempre, mientras que en la
tradición posterior, a partir de Esquilo, fue un benefactor general (y a veces el
creador y salvador) de la raza humana. Finalmente fue liberado de su castigo
y se reconcilió con Zeus.
Comenzaremos con el relato de esta historia tal como aparece en la Teogonia
de Hesíodo. Cuando los dioses y los mortales dejaron de tener un contacto
directo y de comer juntos, se estableció una nueva relación en la que los
mortales sacrificaban animales a los dioses y compartían a la víctima con ellos
sin encontrarse cara a cara. Según la costumbre griega, la carne y los despojos
de las víctimas servían de comida después del sacrificio, mientras que los
huesos se envolvían en grasa y se quemaban en el altar para los dioses. Para
explicar este acuerdo, que parece ir en desventaja para los dioses, Hesíodo
presenta la siguiente historia.
Cuando los dioses y los mortales discutieron en Mecone (posteriormente
Sición) sobre este asunto en los tiempos más remotos, Prometeo, por alguna
inexplicable razón, hizo que los mortales ganaran la disputa por medio de un
engaño preparado para Zeus.
Mató un buey, lo despiezó y separó la carne y las entrañas de los huesos.
Después cubrió la carne y las entrañas con el estómago del buey para hacer
que esa porción fuera poco apetitosa, y luego ocultó los huesos bajo una capa
de grasa brillante. Aunque el poeta intenta salvaguardar la sabiduría de Zeus y
señala que no lo engañó por completo, se nos dice que Zeus, en todo caso,
eligió la parte más vistosa, condenando a los dioses a recibir la peor parte en
los sacrificios de animales a partir de entonces.
Zeus estaba tan enfadado por el engaño que retiró el don del fuego a la raza
de los mortales, pero Prometeo volvió de nuevo en su ayuda al robar fuego del
cielo que llevó en el seco y correoso tallo de un hinojo (nartex, esto es,ferula
com m unis, de la familia del perejil cuyos tallos contienen una savia blanca de
combustión lenta). Zeus respondió a esta segunda provocación imponiendo un
segundo castigo a los hombres mortales (puesto que no había mujeres como
tales) y condenando a Prometeo a un tormento eterno.
Como castigo a los hombres por el fuego robado, Zeus dispuso la creación de
un «hermoso mal» (kalon kakon)·. la primera mujer. Hefesto la formó de tierra
húmeda por mandato de Zeus y Atenea la cubrió con vestimentas plateadas y
un velo bordado. La adornó con guirnaldas y una corona dorada del taller de
Hefesto. Fue entonces llevada a un lugar en el que se encontraban reunidos
hombres y dioses que, maravillados ante ella, se dieron cuenta de que sería
una trampa irresistible para los hombres.
En esta versión de la Teogonia, en la que se deja a la primera mujer sin nombre,
Hesíodo no dice nada sobre su vida posterior, sólo se extiende con cierto celo
sobre las desgracias que las mujeres y el matrimonio han traído al hombre
desde entonces. Evitar el matrimonio tampoco trae ningún beneficio, puesto
que Zeus también se aseguró de que en ese caso los humanos se enfrentaran
a una desgraciada vejez.
En cuanto a Prometeo, lo ató a un pilar con cadenas imposibles de romper y
envió un águila para que cada día picoteara su hígado, que volvía a regenerarse
por la noche. Aunque finalmente quedó libre de este particular tormento
cuando Heracles disparó al águila (cf. p. 357), una hazaña autorizada por Zeus
para la gloria de su hijo, no se sugiere que Prometeo fuera liberado de sus
cadenas como en la mayoría de las versiones posteriores.
Hesíodo ofrece un relato más detallado del mito de la primera mujer en
Trabajos y días. El foco de interés en esta versión es bastante diferente, puesto
que el poeta se centra en la explicación acerca de la razón por la que los
hombres llevan una vida de duro trabajo tras una existencia de asueto, que se
supone que habían disfrutado en los tiempos más remotos (cf. p. 113), cuando
un día de trabajo bastaba para disponer de recursos suficientes durante todo
el año. Prometeo y sus acciones benefactoras fueron las culpables, como en la
Teogonia, puesto que enfureció a Zeus al engañarlo (supuestamente por los
sacrificios, aunque esto no se afirma), y el dios hizo esconder el fuego. Cuando
más tarde Prometeo robó el fuego para beneficiar a los mortales, Zeus envió a
la primera mujer para que generara problemas a los hombres.
Por mandato de Zeus, Hefesto mezcló tierra con agua para modelar a una
mujer joven tan hermosa como las diosas inmortales. Atenea la vistió y la
adornó y le enseñó a coser y a tejer. Afrodita le concedió gracia y seducción.
Las Gracias y Peito (la personificación de la persuasión amorosa) la
engalanaron con joyas. Las Horas (Estaciones) la coronaron con flores de
primavera y por último Hermes le enseñó todas las formas de astucia y engaño
y le concedió el don de la palabra. La llamó Pandora {pan, todo, dora, dones)
porque todos los dioses del Olimpo la presentaron a los hombres como regalo
y sufrimiento.
Zeus ordenó entonces a Hermes llevarla a Epimeteo (Ocurrencia a destiempo),
el hermano tonto de Prometeo que la aceptó como esposa a pesar de que
Prometeo le había avisado de que no debía aceptar ningún regalo de Zeus,
puesto que daría lugar a sufrimiento para los hombres. Sólo después, cuando
ya era demasiado tarde, entendió qué había hecho.
De forma muy extraña, dado que Epimeteo tiene estatus divino, este
matrimonio era el medio por el que Pandora se introdujo en la raza humana.
La Teogonia afirma de forma similar que Epimeteo trajo el sufrimiento a los
hombres al aceptar a la mujer concedida por Zeus.
Se afirma en la tradición posterior que Pandora le dio una hija, Pirra, la primera
mujer que nació en un proceso natural y que se casó con su primo Deucalión
(cf. p. 524). Tras su llegada al mundo mortal, Pandora abrió la tapa de una gran
jarra que traía con ella, dando lugar a una gran cantidad de males y
enfermedades que se extendieron por primera vez entre los mortales, ya que
hasta ese momento los hombres habían vivido en la tierra libres del duro
trabajo, enfermedades y otros males. Hesíodo no dice nada sobre el origen de
la vasija, supuestamente se la habían dado los dioses. Por voluntad de Zeus,
puso en su sitio la tapa de la vasija antes de que Elpis (Esperanza) pudiera salir.
Aunque el relato no sea totalmente lógico en este momento (puesto que
particularmente la Esperanza debería haber salido junto con todos los males si
iba a acabar viviendo entre los mortales), sin duda significa que la Esperanza
tiene que reservarse a los mortales como paliativo.
El motivo de la jarra de los males fue seguramente un préstamo tomado de
fábulas o el folclore. Se puede encontrar una idea parecida en la llíada, en
donde se afirma que Zeus posee dos urnas de las que puede dispensar males
o bendiciones a los mortales.
Para desarrollos significativos en la mitología de Prometeo, tenemos que
esperar hasta el Prometeo encadenado, tragedia del siglo V a.C. atribuida a
Esquilo (aunque puede ser de diferente autoría, parcial o total). El drama
comienza cuando Crato y Bía (Poder y Fuerza) dos brutales agentes de Zeus,
llevan a Prometeo a una roca en un lugar no determinado en el lejano norte
(aparentemente no el Cáucaso) y lo encadenan allí. Hefesto los ha
acompañado para proporcionar sus servicios como herrero, aunque no se
muestra nada entusiasta sobre la tarea o el modo de gobernar de Zeus.
La causa inmediata del castigo de Prometeo es su robo del fuego, como en la
versión de Hesíodo, pero nos enteramos a lo largo de la obra (que apenas tiene
acción) que también ha concedido muchos otros beneficios a los mortales, y
que en una ocasión incluso los había salvado de la destrucción por un Zeus
tirano que veía con malos ojos su misma existencia. Dado que, aunque
Prometeo (aquí descrito como hijo de Gea) había ayudado a Zeus a llegar al
poder al avisarlo sobre cómo vencer a los Titanes, más tarde discutió con él
cuando Zeus no sólo ignoró los intereses de los seres humanos tras su subida
al poder, sino que quiso eliminarlos y reemplazarlos por una nueva raza.
Al atreverse a oponerse a su intento y defender los intereses de los mortales,
Prometeo se ganó la hostilidad constante de Zeus y posteriormente agravó la
ofensa al conceder todo tipo de beneficios a los humanos. Les enseñó a hacer
casas de ladrillos y madera, a someter a los animales a la yunta y a la brida, a
cruzar los mares en barcos y a leer los cielos, de modo que pudieran ser
capaces de recolectar y sembrar en las estaciones adecuadas. Inventó el arte
de la numeración para ellos, además de la escritura y la medicina, la
interpretación de los sueños y los presagios, así como las técnicas de minería
para extraer los tesoros de la tierra. En definitiva, introdujo o inventó todas las
artes que hacen que el hombre se eleve por encima del estado natural.
La historia del engaño en los sacrificios que cuenta Hesíodo está notablemente
ausente en esta versión del mito. Aunque Zeus podía imponer por la fuerza
una cruel venganza, Prometeo tuvo ventaja sobre Zeus en un aspecto crucial,
puesto que su madre le había revelado que si Zeus tenía un hijo con cierta
madre (Tetis cf. p. 93), éste sería más poderoso que su padre.
Como sabía que Prometeo estaba en posesión de tal secreto, Zeus le envió a
Hermes una vez encadenado para obligarle a revelarlo; pero Prometeo
permaneció desafiante frente a todas las amenazas, y el Prometeo
encadenado termina cuando es arrojado a las profundidades del Tártaro.
Esta tragedia fue, posiblemente, la primera de una trilogía en la que la segunda
y la tercera parte se titulaban Prometeo liberado y Prometeo el dador del
fuego (aunque pudiera ser que la última fuera la primera de la serie). La acción
del Prometeo liberado tiene lugar en las montañas del Cáucaso donde
Prometeo aparecía entonces encadenado y sufría las dolorosas visitas de la ya
mencionada águila. Puesto que el coro estaba formado por sus compañeros
titanes (a los que se menciona en el Prometeo encadenado como habitantes
del Tártaro) podría parecer que habían sido liberados del Tártaro junto con el
mismo Prometeo. Heracles llega en algún momento y dispara al águila, como
en el relato antiguo de Hesíodo, y entonces procede a liberar a Prometeo de
sus cadenas, como se indica en el título de la obra.
Prometeo debía apaciguar a Zeus en algún momento de la obra al revelarle
que Tetis era la diosa de la que se había profetizado que tendría un hijo que
superaría a su padre, pero dado que se había mostrado tan obstinado al
rechazar revelar tal secreto en la obra anterior, su cambio de actitud
posiblemente estaba motivado por algo más que un interés personal. Bien
pudo haber sido que Zeus, un tirano brutal en el Prometeo encadenado,
hubiera estado de acuerdo en cambiar sus maneras.
Por lo general la tradición posterior acepta que Prometeo fue liberado por
Heracles y también que el Cáucaso fue el lugar donde tuvo lugar su castigo.
A menudo se afirmaba que Prometeo no era simplemente el benefactor de la
raza humana, sino el ancestro de parte o de toda ella, incluso su creador. Según
una genealogía que aparece por primera vez en el Catálogo atribuido a
Hesíodo, él y su hermano Epimeteo engendraron a Deucalión y a Pirra
respectivamente, la primera pareja en la tradición de la Grecia central (cf. p.
524).
Dado que las dos fuentes relevantes están mal conservadas, no podemos decir
quién fue nombrada como la madre de Deucalión en el Catálogo. El Prometeo
en cadenado y el logógrafo Acusilao de Argos coinciden en el hecho de que
Prometeo se casó con una oceánide llamada Hesíone (aunque Heródoto
identifica a su mujer como Asia, su madre en la Teogonia·, otros nombres se
sugieren en fuentes posteriores).
La idea de que Prometeo creó a los primeros seres humanos moldeándolos
con barro aparece por primera vez en época helenística.
Esto podría explicar al menos la razón por la que pudo haber deseado actuar
como su adalid. Según una tradición local de Panopeo en Fócide, dos rocas de
barro coloreadas que había en el lugar estaban formadas con el barro que le
había sobrado a Prometeo después de crear la raza humana, de ahí su olor
particular, parecido al de la carne humana.
Se ha sugerido la idea de que Prometeo surgió como una figura tramposa con
un carácter un tanto inmoral al que le gustaba oponer sus saberes a los de
Zeus, y puesto que en algunos momentos se le representó engañando a Zeus
para conseguir ventajas para los seres humanos, llegó a adquirir un nuevo y
distintivo rol moral como su benefactor y defensor. Prometeo recibió culto en
Atenas, como patrón de las artes del fuego, tan importantes para esa ciudad.
Presidía la elaboración de la cerámica, mientras que Hefesto (otro dios
especialmente venerado en Atenas, cf. p. 226) presidía la forja. Se celebraron
carreras de antorchas en su honor dentro de su festividad ateniense de las
Prometeas, y había un altar dedicado a él como dador de fuego (Piróforo) en
la Academia.