Prehistoria Francia
Prehistoria Francia
Prehistoria Francia
Protohistoria[editar]
Los primeros celtas[editar]
Carro funerario galo, utilizado entre los siglos VIII a.C. y VI a.C.
Aunque existen pocas pruebas tangibles, existe una teoría según la cual la colonización de
la futura Galia por los celtas originarios de Europa Central comenzó hacia el año 1300
a.C., a finales de la Edad del Bronce, con la cultura de los campos de urnas y terminó
hacia el año 700 a.C. Otra teoría sugiere que los primeros pueblos celtas corresponden a
la cultura arqueológica de Hallstatt (800-400 a.C) que se desarrolló en Europa Central,
incluido el este de Francia y se corresponde con los inicios de la Edad del Hierro. Hacia
finales del siglo VIII a.C. se extiende la metalurgia del hierro y se constituye una
aristocracia guerrera gracias a la aparición de espadas de hierro y al combate a caballo.
Los príncipes y princesas celtas eran enterrados con armas y carros de gala, como en
la tumba de Vix (550 a.C.-450 a.C.), en el departamento de Côte-d'Or.
Según Tito Livio, las abundantes poblaciones de guerreros de las tribus
de biturigios, arvernos, heduos, ambarros, carnutos y aulercos bajo el mando del
legendario biturigio Beloveso invadieron la llanura del Po y se unieron a los ínsubres para
fundar la ciudad de Mediolanum (Milán) hacia 600 a.C.
Civilización gala
Granja gala
moneda sécuana
La Galia, tal como fue definida por Julio César, era el territorio donde habitaban los galos,
e incluía los territorios actuales de Francia, Bélgica, Luxemburgo, norte de Italia, así como
partes de Suiza, Alemania y Países Bajos. Los pueblos galos se corresponden con
la cultura arqueológica de La Tène, que es considerada como el apogeo de la cultura celta.
Los galos fueron un conglomerado de tribus celtas que hablaban dialectos de un idioma
común, pero no formaron una unidad política, sino rivalizaron entre sí. Además de los
galos, los romanos identificaban dos pueblos más: los aquitanos en el suroeste de la
Francia actual y los belgas en el noreste.
Los celtas provenientes de regiones del Rin, el Danubio o el Bosque Hercínico extendieron
su autoridad sobre el resto de la Galia a finales del siglo VI a.C. y principios del siglo V
a.C., en la época conocida como segunda edad del hierro o período de la cultura de La
Tène. Este nuevo período de expansión corresponde a transformaciones económicas y
sociales. Los guerreros aristócratas, poco numerosos, fueron remplazados por campesinos
soldados reagrupados en torno a un jefe de clan. El arado con reja de hierro remplazó al
arado de madera y permitió labrar los suelos pesados del centro y norte de la Francia
actual. Lo anterior explica en gran medida la colonización de tierras nuevas, el crecimiento
demográfico y las nuevas invasiones resultantes.
A inicios de 390 a.C., el jefe Breno llevó guerreros galos (senones, cenómanos, lingones,
entre otros) a Italia del norte, donde se unieron a otros pueblos celtas
(ínsubres, boyos y carnios). Roma fue tomada en 390 a.C. Los romanos contuvieron a
estos invasores a partir de finales de 349 a.C.
Los celtas comenzaron a comerciar con las colonias griegas del sur de la Galia desde
el siglo VII a.C., como Massalia (Marsella). Este comercio fue interrumpido durante las
invasiones del siglo V a.C., pero fueron retomadas vigorosamente a finales del siglo IV
a.C. Durante este período se encuentran monedas griegas en todo el valle del Ródano,
los Alpes e incluso en Lorena.
La civilización gala experimentó un período especialmente floreciente entre 290 a.C. y 52
a.C. Características de esta civilización son el surgimiento de verdaderas ciudades
fortificadas (oppida) de dimensiones mucho mayores que las fortalezas de períodos
anteriores y el uso de la moneda.
En el siglo II a.C. se establece una relativa hegemonía arverna caracterizada por un fuerte
poderío militar y una gran riqueza de sus jefes. Al mismo tiempo aumenta la influencia
romana en el sur de la Galia, que se manifiesta inicialmente en el ámbito comercial. Las
investigaciones arqueológicas muestran que en el transcurso del siglo II a.C.
las ánforas italianas remplazaron poco a poco las procedentes de Grecia en el comercio
marsellés. En varias ocasiones, Marsella acudió a Roma para que la defendiera de las
amenazas de las tribus celto-ligures y las presiones de los arvernos.
Vercingetórix depone las armas ante Julio César tras la batalla de Alesia.