Creo
Creo
Creo
Con franqueza reconozcan sus inquietudes, pero primeramente aviven las llamas de
la fe, porque todas las cosas son posibles para los que creen.
En una ocasión, Jesús se encontró a un grupo que discutía acaloradamente con Sus
discípulos. Cuando el Salvador preguntó la causa de esa contención, el padre de un
niño enfermo dio un paso al frente y dijo que él había pedido a los discípulos de
Jesús una bendición para su hijo, pero que no se la habían podido dar. Con el
muchacho que aún crujía los dientes, echaba espuma por la boca y se revolcaba en
el suelo frente a ellos, el padre le suplicó a Jesús con lo que debió ser total
desesperación en la voz:
Las mismas palabras que usó ese padre: “si tú puedes hacer algo”, las usa el Maestro
para responderle: “Si puedes creer” 4.
Teniendo como base este tierno relato de las Escrituras, quiero dirigirme
directamente a la gente joven de la Iglesia, a aquellos que son jóvenes de edad, a los
que tienen pocos años de ser miembros, o a los que son jóvenes en lo que respecta a
la fe. De una u otra manera, eso nos incluye a casi todos.
De modo que sean tolerantes con las aquezas humanas, tanto con las propias así
como con las de aquellos que sirven con ustedes en una Iglesia dirigida por
voluntarios, hombres y mujeres mortales. Excepto en el caso de Su Hijo Unigénito
perfecto, Dios se ha tenido que valer de gente imperfecta, lo cual ha de ser
terriblemente frustrante para Él, pero se conforma con ello; y nosotros debemos
hacerlo también. Y cuando vean alguna imperfección, recuerden que la limitación
no radica en la divinidad de la obra. Como lo ha sugerido un talentoso escritor,
cuando se vierte la plenitud in nita, no es culpa del aceite si se derrama un poco,
ya que los recipientes limitados no pueden contenerlo todo 10. Entre esos
recipientes limitados estamos ustedes y yo, de modo que seamos pacientes, amables
y prestos a perdonar.
Dije que me iba a dirigir a los jóvenes, y todavía lo estoy haciendo. Hace poco, un
jovencito de 14 años me dijo un tanto vacilante: “Hermano Holland, todavía no
puedo decir que sé que la Iglesia es verdadera, pero creo que lo es”. Le di un
abrazo tan fuerte a ese muchacho que casi se le saltaron los ojos; le dije con todo el
fervor de mi alma que la palabra creencia es de gran valor, y un acto aun más
valioso, y que nunca tenía que disculparse por “creer solamente”. Le dije que Cristo
mismo dijo: “No temas, cree solamente” 12, una frase que, por cierto, llevó al joven
Gordon B. Hinckley al campo misional 13. Le dije que la creencia era siempre el
primer paso hacia la convicción y que cada uno de los artículos que de nen nuestra
fe colectiva reiteran fuertemente la palabra: “Creemos” 14; también le dije cuán
orgulloso me sentía de él por la sinceridad de su búsqueda.
Ahora bien, con la ventaja que me dan casi 60 años desde que era un joven de 14
años que apenas creía, declaro algunas cosas que ahora sé. Sé que en todo
momento, en toda forma y en toda circunstancia Dios es nuestro amoroso y
misericordioso Padre Celestial. Sé que Jesús es Su único Hijo perfecto, cuya vida
fue dada amorosamente por la voluntad tanto del Padre como la del Hijo para la
redención del resto de nosotros que no somos perfectos. Sé que Él se levantó de los
muertos para volver a vivir y, porque lo hizo, ustedes y yo también lo haremos. Sé
que José Smith, que reconoció que no era perfecto 15, fue, no obstante, el
instrumento elegido en la mano de Dios para restaurar el Evangelio sempiterno en
la tierra. También sé que, al hacerlo, particularmente al traducir el Libro de
Mormón, me ha enseñado más sobre el amor de Dios, sobre la divinidad de Cristo
y sobre el poder del sacerdocio que cualquier otro profeta de quien jamás haya
leído, conocido u oído en toda una vida de búsqueda. Sé que el presidente
omas S. Monson, que avanza de manera el y alegre hacia el aniversario número
50 de su ordenación como Apóstol, es el legítimo sucesor a ese manto profético hoy
en día. Hemos visto ese manto sobre él de nuevo en esta conferencia. Sé que los
otros 14 hombres a quienes ustedes sostienen como profetas, videntes y reveladores
lo apoyan con la mano, el corazón y sus propias llaves apostólicas.
Estas cosas las declaro a ustedes con la convicción a la que Pedro llamó “la palabra
profética más segura” 16. Lo que en una ocasión fue para mí una pequeña semilla de
convicción ha crecido hasta convertirse en el árbol de la vida; de modo que si la fe
de ustedes pasa por pequeñas pruebas en ésta o en cualquier otra época, los invito
a que se apoyen en la mía. Sé que esta obra es la obra verdadera de Dios, y que
únicamente nos pondremos en peligro si permitimos que la duda o los demonios
nos desvíen del sendero. Conserven la esperanza; sigan adelante. Con franqueza
reconozcan sus inquietudes, pero primeramente y para siempre aviven las llamas de
la fe, porque todas las cosas son posibles para los que creen. En el nombre de
Jesucristo. Amén.