¿Qué Es La Historia Del Libro
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¿Qué Es La Historia Del Libro
Cita recomendada:
Darnton, R. (2008). ¿Qué es la historia del libro? Prismas, 12(12), 135-155. Disponible en RIDAA-UNQ
Repositorio Institucional Digital de Acceso Abierto de la Universidad Nacional de Quilmes
http://ridaa.unq.edu.ar/handle/20.500.11807/1950
Prismas
Revista de historia intelectual
Nº 12 / 2008
¿Qué es la historia del libro?*
Robert Darnton
Princeton University
* Este artículo, “What is the history of books?”, se publicó por primera vez en Daedalus, 111(3), verano de 1982,
pp. 65-83. Desde entonces, he intentado ampliar el desarrollo de sus temas en un artículo sobre la historia de la lec-
tura y en “Histoire du livre-Geschichte des Buchwesens: an agenda for comparative history”, Publishing History,
22, 1987, pp. 33-41. [La presente traducción se basa en el artículo de Darnton tal como aparece en David
Finkelstein y Alistair McCleery (comps.), The Book History Reader, Londres y Nueva York, Routledge, 2002, pp.
8-26. (N. del T.)] Traducción: Horacio Pons.
1 Entre los ejemplos de este trabajo, además de los demás libros mencionados en el presente artículo, véanse Henri-
Jean Martin, Livre, pouvoirs et société à Paris au XVIIe siècle (1598-1701), dos volúmenes, Ginebra, Droz, 1969; Jean
Quéniart, L’Imprimerie et la librairie à Rouen au XVIIIe siècle, París, Klincksieck, 1969; René Moulinas,
L’Imprimerie, la librairie et la presse à Avignon au XVIIIe siècle, Grenoble, Presses universitaires de Grenoble,
1974, y Frédéric Barbier, Trois cents ans de librairie et d’imprimerie: Berger-Levrault, 1676-1830, Ginebra, Droz,
1979, en la colección “Histoire et civilisation du livre”, que incluye varias monografías escritas con un enfoque
similar. Gran parte de los trabajos franceses han aparecido como artículos en la Revue française d’histoire du livre.
Se encontrará un examen del campo hecho por dos de sus integrantes más importantes en Roger Chartier y Daniel
Roche, “Le livre, un changement de perspective”, en Jacques Le Goff y Pierre Nora (comps.), Faire de l’histoire,
vol. 3, Nouveaux objets, París, Gallimard, 1974, pp. 115-136 [trad. esp.: “El libro: un cambio de perspectiva”, en
Hacer la historia, vol. 3, Nuevos objetos, Barcelona, Laia, 1985, pp. 119-140], y, de los mismos autores, “L’histoire
quantitative du livre”, Revue française d’histoire du livre, 16, 1977, pp. 3-27. Véanse asimismo Robert Darnton,
“Reading, writing, and publishing in eighteenth-century France: a case study in the sociology of literature”,
Daedalus, 100, invierno de 1971, pp. 214-256, y Raymond Birn, “Livre et société after ten years: formation of a
discipline”, Studies on Voltaire and the Eighteenth Century, 151, 1976, pp. 287-312, evaluaciones favorablemente
dispuestas de dos compañeros de ruta norteamericanos.
2 Como ejemplos de estos enfoques, véanse Theodore Besterman, Voltaire, Nueva York, Harcourt, Brace & World,
1969, pp. 433-434; Daniel Mornet, “Les enseignements des bibliothèques privées (1750-1780)”, Revue d’histoire
littéraire de la France, 17, 1910, pp. 449-492, y los estudios bibliográficos hoy en preparación bajo la dirección de
la Voltaire Foundation, que reemplazarán la bibliografía desactualizada de Georges Bengesco.
3 La siguiente exposición se basa en las diecinueve cartas incluidas en el legajo correspondiente a Rigaud de los
documentos de la Société typographique de Neuchâtel, Bibliothèque de la ville de Neuchâtel, Suiza (en lo sucesivo
citada como STN), complementadas por otros materiales pertinentes de los enormes archivos de esa sociedad.
Proveedores:
Impresores:
Papel
Tipógrafos
Lectores: Tinta
Influencias Coyuntura Sanciones Imprenteros
Compradores Tipos
Encuader- intelectuales económica políticas Almacenistas
Prestatarios Mano de obra
nadores y publicidad y social y legales
Clubes
Bibliotecas
Viajeros:
Agentes
Vendedores: Contrabandistas
Mayorista Carreteros
Minorista Etcétera
Buhoneros
Encuader-
nadores
Etcétera
5 El criterio que presidía los pedidos de Rigaud surge con evidencia de sus cartas a la STN y de los “Livres de com-
mission” donde la sociedad los asentaba. El librero adjuntaba catálogos de sus principales posesiones en las cartas
del 29 de junio de 1774 y 23 de mayo de 1777.
6 Madeleine Ventre, L’Imprimerie et la librairie en Languedoc au dernier siècle de l’Ancien Régime, París y La
Sin embargo, de acuerdo con un informe de un viajante de la STN, sólo había siete.9 Rigaud y
Pons se habían fusionado y dominaban por completo el comercio local; Cézary y Faure se
ganaban la vida a duras penas en posiciones intermedias, y el resto vacilaba al borde de la
quiebra en tiendas precarias. Encuadernadores ocasionales y buhoneros encubiertos también
abastecían de algunos libros, en su mayor parte ilegales, a los lectores más arriesgados de la
ciudad. Por ejemplo, la señorita Bringand, conocida como “la madre de los estudiantes”,
almacenaba algunos frutos prohibidos “debajo de la cama en la habitación de la derecha del
segundo piso”, según el informe de un allanamiento maquinado por los libreros estableci-
dos.10 En la mayoría de las ciudades provincianas, el comercio reproducía el mismo patrón,
que puede imaginarse como una serie de círculos concéntricos: en el centro, una o dos firmas
trataban de monopolizar el mercado; alrededor del margen, algunos pequeños distribuidores
sobrevivían especializándose en literatura de cordel y viejos volúmenes, creando clubes de
lectura (cabinets littéraires) y talleres de encuadernación o vendiendo sus mercancías de
puerta en puerta en el interior, y, más allá de los bordes de la legalidad, aventureros entraban
y salían del mercado, vendiendo literatura prohibida.
Cuando pedía su remesa de las Questions, Rigaud consolidaba su posición en el centro
del comercio local. Su fusión con Pons en 1770 le proporcionó capital y activos suficientes
para soportar los contratiempos –demoras en los envíos, deudores incumplidores, crisis de
liquidez– que a menudo perturbaban a comerciantes más pequeños. Además, era duro en el
trato. Cuando Cézary, uno de los distribuidores de medio pelo, no logró cancelar algunas de
sus deudas en 1781, Rigaud formó una camarilla con sus acreedores y lo llevó a la ruina. Los
acreedores se negaron a reprogramar sus pagos, lo hicieron encarcelar por deudas y lo obli-
garon a vender sus existencias en un remate, en el cual mantuvieron bajos los precios y se
apoderaron de los libros. Gracias a una política de padrinazgo, Rigaud controlaba la mayor
parte de los talleres de encuadernación de Montpellier y, con la presión que ejercía sobre los
encuadernadores, generaba demoras y tropiezos en los negocios de los otros libreros. En 1789
quedaba sólo uno de ellos, Abraham Fontanel, cuya solvencia se debía exclusivamente al fun-
8 Manuel de l’auteur et du libraire, París, chez la Veuve Duchesne, Le Jay, Ruault, 1777, p. 67.
9 Jean-François Favarger a la STN, 29 de agosto de 1778.
10 El procès-verbal de los allanamientos está en la Bibliothèque Nationale, Ms. francés 22075, fo. 355.
16 Robert Darnton, The Business of Enlightenment: A Publishing History of the Encyclopédie 1775-1800,
Cambridge (Massachusetts), Belknap Press of Harvard University Press, 1979, pp. 273-299 [trad. esp.: El negocio
de la Ilustración: historia editorial de la Encyclopédie, 1775-1800, México, Fondo de Cultura Económica, 2006].
17 Anónimo, “État et description de la ville de Montpellier, fait en 1768”, en Joseph Berthelé (comp.), Montpellier
en 1768 et en 1836 d’après deux manuscrits inédits, Montpellier, Impr. de Serre et Roumégous, 1909, p. 55. Esta
rica descripción contemporánea de Montpellier es la fuente principal del relato anterior.
18 Camille-Ernest Labrousse, La Crise de l’économie française à la fin de l’Ancien Régime et au début de la
1. Autores
19 M. Ventre, L’Imprimerie et la librairie en Languedoc…, op. cit.; François Furet, “La ‘librairie’ du royaume de
France au XVIIIe siècle”, en François Furet (comp.), Livre et société dans la France du XVIIIe siècle, París y La Haya,
Mouton, 1968, vol. 1, pp. 3-32, y Robert Estivals, La Statistique bibliographique de la France sous la monarchie
au XVIIIe siècle, París y La Haya, Mouton, 1965. El trabajo bibliográfico se publicará bajo los auspicios de la
Voltaire Foundation.
20 John Lough, Writer and Public in France from the Middle Ages to the Present Day, Oxford, Clarendon Press,
1978, p. 303.
2. Editores
El papel clave de los editores comienza hoy a ser más claro, gracias a artículos aparecidos en
el Journal of Publishing History y monografías como las de Martin Lowry, The World of
Aldus Manutius, Robert Patten, Charles Dickens and His Publishers, y Gary Stark,
Entrepreneurs of Ideology: Neoconservative Publishers in Germany, 1890-1933. Pero aún es
necesario hacer un estudio sistemático de la evolución del editor como figura distinta, en con-
traste con el maestro librero y el impresor. Los historiadores apenas han comenzado a explo-
tar los papeles de los editores, aunque son la fuente más abundante para la historia del libro.
Los archivos de la Cotta Verlag en Marbach, por ejemplo, contienen al menos ciento cin-
cuenta mil documentos, pese a lo cual sólo se los ha revisado por encima en busca de refe-
rencias a Goethe, Schiller y otros escritores célebres. Una investigación más profunda redun-
daría, casi con certeza, en una gran cantidad de información sobre el libro como fuerza en la
Alemania decimonónica. ¿De qué manera los editores redactaban los contratos con los auto-
res, forjaban alianzas con los libreros, negociaban con las autoridades políticas y manejaban
las finanzas, los suministros, los envíos y la publicidad? Las respuestas a estos interrogantes
harían que la historia del libro se adentrara profundamente en el territorio de la historia social,
económica y política, para beneficio mutuo.
El Project for Historical Biobibliography de Newcastle upon Tyne y el Institut de
Littérature et de Techniques Artistiques de Masse de Burdeos ilustran el rumbo que ese trabajo
interdisciplinario ya ha tomado. El grupo de Burdeos ha tratado de explorar la situación de los
libros en diferentes sistemas de distribución, con el objeto de poner de relieve la experiencia
literaria de diferentes grupos en la Francia contemporánea.24 Los investigadores de Newcastle
21 Se encontrarán estudios y selecciones de la investigación alemana reciente en Helmuth Kiesel y Paul Münch,
Gesellschaft und Literatur im 18. Jahrhundert: Voraussetzung und Entstehung des literarischen Markts in
Deutschland, Munich, Beck, 1977; Franklin Kopitzsch (comp.), Aufklärung, Absolutismus und Bürgertum
in Deutschland, Munich, Nymphenburger Verlagshandlung, 1976, y Herbert G. Göpfert, Vom Autor zum Leser,
Munich, C. Hauser, 1978.
22 Marino Berengo, Intellettuali e librai nella Milano della Restaurazione, Turín, Einaudi, 1980. En líneas gene-
rales, sin embargo, la versión francesa de la histoire du livre disfrutó de una recepción menos entusiasta en Italia
que en Alemania: véase Furio Diaz, “Metodo quantitativo e storia delle idee”, Rivista storica italiana, 78, 1966,
pp. 932-947.
23 Arthur Simons Collins, Authorship in the Days of Johnson, Londres, R. Holden & Co., 1927, y The Profession
of Letters (1780-1832), Londres, G. Routledge, 1928. Un trabajo más reciente es el de John Feather, “John Nourse
and his authors”, Studies in Bibliography, 34, 1981, pp. 205-226.
24 Robert Escarpit (comp.), Le Littéraire et le social: éléments pour une sociologie de la littérature, París,
Flammarion, 1970 [trad. esp.: Hacia una sociología del hecho literario, Madrid, Endicusa, 1974].
3. Impresores
Las imprentas son mucho mejor conocidas que las otras fases de la producción y difusión de
libros, porque han sido un tema favorito de estudio en el campo de la bibliografía analítica,
cuyo objetivo, tal como lo definen R. B. McKerrow y Philip Gaskell, es “dilucidar la trans-
misión de textos por medio de la explicación de los procesos de producción de libros”.28 Los
bibliógrafos han hecho importantes aportes a la crítica textual, sobre todo en la erudición sha-
kespeariana, mediante inferencias retrospectivas de la estructura de un libro al proceso de su
impresión y de allí a un texto original, como los manuscritos faltantes de Shakespeare.
Recientemente, D. F. McKenzie ha socavado esa línea de razonamiento.29 Pero aun cuando
25 Peter John Wallis, The Social Index: A New Technique for Measuring Social Trends, Newcastle upon Tyne,
Project for Historical Biobibliography at the University of Newcastle upon Tyne School of Education, 1978.
26 William Gilmore está terminando un vasto proyecto de investigación sobre la difusión de los libros en la Nueva
Inglaterra colonial. Sobre los aspectos políticos y económicos de la prensa colonial, véanse Stephen Botein, “‘Meer
mechanics’ and an open press: the business and political strategies of colonial American printers”, Perspectives in
American History, 9, 1975, pp. 127-225, y Bernard Bailyn y John B. Hench (comps.), The Press and the American
Revolution, Worcester (Massachusetts), American Antiquarian Society, 1980, que contiene extensas referencias a
trabajos sobre los comienzos de la historia del libro en América del Norte. [El proyecto de investigación de William
Gilmore al que alude el autor se publicó con el título de Reading Becomes a Necessity of Life: Material and
Cultural Life in Rural New England, 1780-1835, Knoxville, University of Tennessee Press, 1989. (N. del T.)]
27 Para un examen general de las obras sobre la historia ulterior del libro en este país, véase Hellmut Lehmann-
Haupt, The Book in America, edición revisada, Nueva York, Bowker, 1952.
28 Philip Gaskell, A New Introduction to Bibliography, Nueva York y Oxford, Oxford University Press, 1972, pre-
facio [trad. esp.: Nueva introducción a la bibliografía material, Gijón, Trea, 1999]. La obra de Gaskell es una exce-
lente investigación general del tema.
29 Donald F. McKenzie, “Printers of the mind: some notes on bibliographical theories and printing-house practi-
4. Expedidores
Poco se sabe del modo como los libros llegaban a las librerías desde los talleres de imprenta.
La carreta, la barcaza, el barco mercante, el correo y el ferrocarril tal vez hayan influido en la
historia de la literatura más de lo que uno sospecharía. Aunque los servicios de transporte
tenían probablemente escasa influencia sobre el comercio en grandes centros de edición como
Londres y París, a veces determinaban el flujo y reflujo de la actividad en las zonas remotas.
Con anterioridad al siglo XIX, los libros solían enviarse en pliegos, de modo que el cliente
podía hacerlos encuadernar a su gusto y según su capacidad de pago. Para transportarlos, se los
embalaba en grandes fardos envueltos en papel grueso; los bultos solían sufrir daños a causa
de la lluvia y el rozamiento de las sogas. En comparación con mercancías como los textiles, su
valor intrínseco era escaso, no obstante lo cual sus gastos de envío eran altos, debido al tamaño
y el peso de los pliegos. De modo que el transporte representaba con frecuencia un gran por-
centaje del costo total de un libro y ocupaba un lugar importante en la estrategia de comercia-
lización de las editoriales. En muchas partes de Europa, los impresores no podían hacer envíos
a los libreros en agosto y septiembre, porque los carreteros abandonaban sus rutas para traba-
30 Donald F. McKenzie, The Cambridge University Press 1696-1712, dos volúmenes, Cambridge, Cambridge
University Press, 1966; Léon Voet, The Golden Compasses, dos volúmenes, Ámsterdam, Van Gendt, 1969-1972;
Raymond de Roover, “The business organization of the Plantin press in the setting of sixteenth-century Antwerp”,
De gulden passer, 24, 1956, pp. 104-120, y Jacques Rychner, “À l’ombre des Lumières: coup d’œil sur la main-
d’œuvre de quelques imprimeries du XVIIIe siècle”, Studies on Voltaire and the Eighteenth Century, 155, 1976, pp.
1925-1955, y “Running a printing house in eighteenth-century Switzerland: the workshop of the Société typo-
graphique de Neuchâtel”, The Library, sexta serie, 1, 1979, pp. 1-24.
5. Libreros
Gracias a algunos estudios clásicos –H. W. Bennett sobre los comienzos de la Inglaterra
moderna, L. C. Wroth sobre la Norteamérica colonial, H.-J. Martin sobre la Francia del siglo
XVII y Johann Goldfriedrich sobre Alemania–, es posible reconstruir una imagen general de la
evolución del comercio del libro.32 Pero es menester consagrar más trabajos al librero como
agente cultural, el intermediario que se situaba entre la oferta y la demanda en su punto clave
de contacto. Aún no sabemos lo suficiente acerca del mundo social e intelectual de hombres
como Rigaud, acerca de sus valores y gustos y la manera de insertarse en sus comunidades.
Esos hombres también actuaban dentro de redes comerciales, que se expandían y derrumba-
ban como las alianzas en el mundo diplomático. ¿Qué leyes gobernaban el ascenso y la caída
de los imperios comerciales en el ámbito editorial? Una comparación de las historias nacio-
nales podría revelar algunas tendencias generales, por ejemplo la fuerza centrípeta de grandes
centros como Londres, París, Francfort y Leipzig, que atraía a su órbita a establecimientos de
provincia, y, en contraste, la tendencia al alineamiento entre distribuidores y proveedores pro-
vincianos en enclaves independientes como Lieja, Bouillon, Neuchâtel, Ginebra y Aviñón. Sin
embargo, las comparaciones son difíciles porque el comercio funcionaba a través de diferen-
tes instituciones en diferentes países, que generaban diferentes tipos de archivos. Los regis-
tros de la London Stationers’ Company, la Communauté des Libraires et Imprimeurs de París
y las ferias del libro de Leipzig y Francfort tuvieron mucho que ver con los diferentes rum-
bos que la historia del libro ha tomado en Inglaterra, Francia y Alemania.33
No obstante, los libros se vendían como mercancías en todas partes. Un estudio más fran-
camente económico que se les dedicara podría brindar una nueva perspectiva a la historia de
31 Véanse, por ejemplo, Jean-Paul Belin, Le Commerce des livres prohibés à Paris de 1750 à 1789, París, Belin frè-
res, 1913; Jean-Jacques Darmon, Le Colportage de librairie en France sous le second empire, París, Plon, 1972, y
Reinhart Siegert, Aufklärung und Volkslektüre: exemplarisch dargestellt an Rudolph Zacharias Becker und seinem
“Noth- und Hülfsbüchlein” mit einer Bibliographie zum Gesamtthema, Francfort, Buchhandler-Vereinigung, 1978.
32 Henry Stanley Bennett, English Books and Readers, 1475 to 1557, Cambridge, University Press, 1952, y English
Books and Readers, 1558-1603, Cambridge, University Press, 1965; Lawrence C. Wroth, The Colonial Printer,
Portland, The Southworth-Anthoensen Press, 1938; H.-J. Martin, Livre, pouvoirs et société…, op. cit., y Johann
Goldfriedrich y Friedrich Kapp, Geschichte des Deutschen Buchhandels, cuatro volúmenes, Leipzig, Börsenverein
der Deutschen Buchhändler, 1886-1913.
33 Cotéjense Cyprian Blagden, The Stationers’ Company: A History, 1403-1959, Cambridge (Massachusetts),
Harvard University Press, 1960; H.-J. Martin, Livre, pouvoirs et société…, op. cit., y Rudolf Jentzsch, Der deutsch-
lateinische Büchermarkt nach den Leipziger Ostermesskatalogen von 1740, 1770 und 1800 in seiner Gliederung
und Wandlung, Leipzig, R. Voigtländer, 1912.
6. Lectores
34 James Barnes, Free Trade in Books: A Study of the London Book Trade Since 1800, Oxford, Clarendon Press,
1964; John Tebbel, A History of Book Publishing in the United States, tres volúmenes, Nueva York, R. R. Bowker,
1972-1978, y F. Barbier, Trois cents ans de librairie et d’imprimerie…, op. cit.
35 Véanse, por ejemplo, Wolfgang Iser, The Implied Reader: Patterns of Communication in Prose Fiction from
Bunyan to Beckett, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1974; Stanley Fish, Self-Consuming Artifacts: The
Experience of Seventeenth-Century Literature, Berkeley y Los Angeles, University of California Press, 1972, e Is
There a Text in This Class?: The Authority of Interpretive Communities, Cambridge (Massachusetts), Harvard
University Press, 1980, y Walter Ong, “The writer’s audience is always a fiction”, PMLA (Publication of the Modern
Language Association of America), 90, 1975, pp. 9-21; en Susan R. Suleiman e Inge Crosman, The Reader in the
Text: Essays on Audience and Interpretation, Princeton, Princeton University Press, 1980, se encontrará una mues-
tra de otras variaciones sobre estos temas.
36 Carlo Ginzburg, The Cheese and the Worms: The Cosmos of a Sixteenth-Century Miller, Baltimore, Johns
Hopkins University Press, 1980 [trad. esp.: El queso y los gusanos: el cosmos según un molinero del siglo XVI,
Barcelona, Península, 2001], y Margaret Spufford, “First steps in literacy: the reading and writing experiences of
the humblest seventeenth-century spiritual autobiographers”, Social History, 4, 1979, pp. 407-435.
42 Rolf Engelsing, Analphabetentum und Lektüre: zur Sozialgeschichte des Lesens in Deutschland zwischen feuda-
ler und industrieller Gesellschaft, Stuttgart, J. B. Metzler, 1973, y Der Bürger als Leser: Lesergeschichte in
Deutschland, 1500-1800, Stuttgart, J. B. Metzler, 1974; R. Siegert, Aufklärung und Volkslektüre…, op. cit., y Martin
Welke, “Gemeinsame Lektüre und frühe Formen von Gruppenbildungen im 17. und 18. Jahrhundert: Zeitungslesen
in Deutschland”, en O. Dan (comp.), Lesegesellschaften und bürgerliche Emanzipation…, op. cit., pp. 29-53.
43 Como ejemplo de este alineamiento, véase Rudolf Schenda, Volk ohne Buch, Francfort, Klostermann, 1970; entre
los ejemplos de trabajos más recientes pueden mencionarse Rainer Gruenter (comp.), Leser und Lesen im
Achtzehnten, Heidelberg, Winter, 1977, y Herbert G. Göpfert (comp.), Lesen und Leben, Francfort, Buchhändler-
Vereinigung, 1975.
44 Véanse François Furet y Jacques Ozouf, Lire et écrire: l’alphabétisation des français de Calvin à Jules Ferry,
París, Éditions de Minuit, 1978; Lawrence Stone, “Literacy and education in England, 1640-1900”, Past and
Present, 42, 1969, pp. 69-139; David Cressy, Literacy and the Social Order: Reading and Writing in Tudor and
Stuart England, Cambridge, Cambridge University Press, 1980; Kenneth A. Lockridge, Literacy in Colonial New
England, Nueva York, Norton, 1974, y Carlo Cipolla, Literacy and Development in the West, Harmondsworth,
Penguin, 1969 [trad. esp.: Educación y desarrollo en Occidente, Barcelona, Ariel, 1970].
45 En Peter Burke, Popular Culture in Early Modern Europe, Nueva York, New York University Press, 1978 [trad.
esp.: La cultura popular en la Europa moderna, Madrid, Alianza, 1996], se encontrarán un examen y una síntesis
de esas investigaciones.
46 Como ejemplo de la concepción anterior, en la cual la bibliothèque bleue sirve como clave para entender la cul-
tura popular, véase Robert Mandrou, De la culture populaire aux XVIIe et XVIIIe siècles: la Bibliothèque bleue de
Troyes, París, Stock, 1964. Se encontrará una concepción más actualizada en Roger Chartier, Figures de la gueuserie,
París, Montalba, 1982.
Es fácil perder de vista las dimensiones más vastas de la empresa, porque los historiadores
del libro a menudo se extravían en desvíos esotéricos y especializaciones no relacionadas. Su
trabajo puede fragmentarse tanto, aun en los límites de la literatura de un solo país, que quizá
parezca imposible concebir la historia del libro como un tema único, que deba estudiarse
desde un punto de vista comparativo a lo largo de toda la gama de disciplinas históricas. Pero
47 Douglas Waples, Bernard Berelson y Franklyn Bradshaw, What Reading Does to People, Chicago, University of
Chicago Press, 1940; Bernard Berelson, The Library’s Public, Nueva York, Columbia University Press, 1949; Elihu
Katz, “Communication research and the image of society: the convergence of two traditions”, American Journal of
Sociology, 65, 1960, pp. 435-440, y John Y. Cole y Carol S. Gold (comps.), Reading in America 1978, Washington,
DC, Library of Congress, 1979. Para el informe Gallup, véase el volumen publicado por la American Library
Association, Book Reading and Library Usage: A Study of Habits and Perceptions, Chicago, Gallup Organization,
1978. Gran parte de este tipo anterior de sociología parece aún válida, y puede estudiarse en conjunción con la obra
actual de Pierre Bourdieu; véase en especial su La Distinction: critique sociale du jugement, París, Éditions de
Minuit, 1979 [trad. esp.: La distinción: criterios y bases sociales del gusto, Madrid, Taurus, 1991].
48 Richard D. Altick, The English Common Reader: A Social History of the Mass Reading Public 1800-1900,
Chicago, University of Chicago Press, 1957; Robert K. Webb, The British Working Class Reader, Londres, Allen
& Unwin, 1955, y Richard Hoggart, The Uses of Literacy (1957), Harmondsworth, Penguin, 1960.
49 Elizabeth L. Eisenstein, The Printing Press as an Agent of Change, dos volúmenes, Cambridge, Cambridge
University Press, 1979. Se hallarán análisis de la tesis de Eisenstein en Anthony T. Grafton, “The importance of
being printed”, Journal of Interdisciplinary History, 11, 1980, pp. 265-286; Michael Hunter, “The impact of print”,
The Book Collector, 28, 1979, pp. 335-352, y Roger Chartier, “L’Ancien Régime typographique: réflexions sur
quelques travaux récents”, Annales: économies, sociétés, civilisations, 36(2), 1981, pp. 191-209.
50 Algunos de estos temas generales se abordan en Eric Havelock, Origins of Western Literacy, Toronto, Ontario
Institute for Studies in Education, 1976; Jack Goody (comp.), Literacy in Traditional Societies, Cambridge,
Cambridge University Press, 1968 [trad. esp.: Cultura escrita en sociedades tradicionales, Barcelona, Gedisa,
1996]; Jack Goody, The Domestication of the Savage Mind, Cambridge, Cambridge University Press, 1977 [trad.
esp.: La domesticación del pensamiento salvaje, Madrid, Akal, 1985]; Walter Ong, The Presence of the Word, New
Haven, Yale University Press, 1967, y Natalie Z. Davis, Society and Culture in Early Modern France, Stanford,
Stanford University Press, 1975 [trad. esp.: Sociedad y cultura en la Francia moderna, Barcelona, Crítica, 1993].