Lerner & Castellino - 2002
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ARTÍCULO SUPLEMENTARIO
Método: Se revisan los aspectos claves de las teorías de sistemas del desarrollo y se
enfatiza su uso como referente teórico en las investigaciones acerca del desarrollo
adolescente y sus aplicaciones para el mejoramiento de este.
Conclusiones: Una ciencia del desarrollo adolescente adecuada y suficiente, una ciencia
que pueda ayudar al desarrollo de programas y políticas exitosas para la juventud tiene
que estudiar conjuntamente las relaciones entre los individuos y los contextos en forma
integrada, sistemática y temporal. © Sociedad para Medicina Adolescente, 2002
Por ejemplo, los datos arrojados por la Oficina de Censos de Estados Unidos en 1999
indican que hay aproximadamente 39.5 millones de jóvenes entre 10 y 19 años en
Norteamérica [18]. Dryfoos [2] ha estimado que cerca del 50% de los jóvenes en este
rango de edades, el cual corresponde a la década de la vida asociada a la adolescencia
[19], son más proclives a verse involucrados en 2 o más de las categorías de riesgo
mencionadas anteriormente. Más aún, en cada una de las diferentes categorías que
representan un mayor riesgo y que amenazan a la juventud norteamericana, hay indicios
de que estos problemas se están intensificando o que a pesar de los pequeños cambios
positivos (la sostenibilidad de los mismos sigue siendo incierta) permanecen en unos
niveles inaceptables [7,8].
¿Cómo alcanzó Estados Unidos este nivel tan precario de calidad en la salud de su
juventud? Hay numerosas respuestas a esta pregunta, o, en términos menos
eufemísticos, hay muchas personas e instituciones a quienes se les puede endilgar la
“culpa”. Por ejemplo, podemos “apuntar el dedo” acusador a los políticos que
cínicamente apelan a cualquier interés que asegure en mayor medida su elección y
quienes renuncian a sus responsabilidad de mejorar el capital humano de las personas a
quienes ellos sirven; o podemos culpar a los negocios e industrias que van detrás de
ganancias y crecimiento financiero en detrimento de la inversión en la calidad de vida
de sus empleados y clientes actuales y potenciales.; o podemos ver a los medios como
los culpables como consecuencia de su énfasis en centrarse en material que incrementa
los ratings o la circulación en vez de tomar acciones que les permitan servir como
instrumentos de promoción de la sociedad civil.
Otras teorías enfatizan más la interacción entre las fuentes de desarrollo organísmicas y
ambientales [33,34]. No obstante, continúa existiendo la presunción de que había dos
distintas fuentes de desarrollo, es decir, que existía una división entre el organismo y el
ambiente. Como tal, el rol de la teoría era explicar las contribuciones de estos dos
campos separados de la realidad del desarrollo humano [21].
En resumen, entonces, los investigadores del desarrollo han usado por mucho tiempo un
modelo teórico de desarrollo humano que no podía ser empleado de manera útil para
entender la naturaleza relacional del desarrollo [21] y de la síntesis entre las
preocupaciones básicas y las aplicadas, legitimadas por los modelos de desarrollo
relacionales [7,20,35-38]. Sin embargo, estas “divisiones” no relacionales de las teorías
del desarrollo humano ya no son hoy en día las que predominan en las disciplinas
involucradas en el estudio de la adolescencia [39-41]. Hoy por hoy, los estudios teóricos
y empíricos más significativos acerca del desarrollo humano usan modelos de sistemas
dinámicos para entender y mejorar la trayectoria de los cambios a través del periodo de
vida [20,41].
El énfasis en las teorías de desarrollo contemporáneas llega como una “cura” para la
división entre la naturaleza y la crianza [22] y para justificar cómo funciona el sistema
de desarrollo integrado, es decir, un entendimiento de la epigénesis probabilística.
Gottlieb [22] definió este proceso como proceso “caracterizado por un incremento de
complejidad y organización –es decir, el surgimiento de nuevas propiedades y
competencias estructurales y funcionales– en todos los niveles de análisis (molecular,
subcelular, celular, organísmico) como consecuencia de las coacciones horizontales y
verticales entre sus partes, incluyendo las coacciones entre el organismo y el ambiente”.
Las teorías contemporáneas enfatizan que las bases para el cambio, y tanto para la
plasticidad como para las limitaciones en el desarrollo, están en las relaciones que
existen entre los múltiples niveles de organización que constituyen la sustancia de la
vida humana [42,54,55]. Estos niveles abarcan desde el nivel biológico interno, pasando
por el nivel individual o sicológico y el nivel relacional social próximo (e.g. diadas
incluyentes, grupos de pares, y núcleos familiares), hasta el nivel sociocultural
(incluyendo macroinstituciones claves como sistemas educativos de políticas públicas,
gubernamentales y económicas) y las ecologías naturales y diseñadas del desarrollo
humano [56,57]. Estos niveles están integrados estructural y funcionalmente, por ende,
requieren una visión de sistemas de los niveles involucrados en el desarrollo humano
[20,42,44,58].
Simplemente, ni las teorías sobre la naturaleza ni las teorías sobre la crianza proveen
conceptualizaciones del desarrollo humano adecuadas (cf. Hirsch, [67]). Por ejemplo,
las teorías que destacan los periodos críticos de desarrollo [23,24,68], es decir, periodo
de ontogenia limitados por la biología (e.g., por la genética o por la maduración) son
vistas desde la perspectiva de las teorías que destacan el relacionismo y la integración
como conceptualmente erróneos (y empíricamente contrarios a los hechos).
Las diferencias individuales en y a través de todos los niveles de organización son vistas
como si tuviesen una importancia sustantiva o esencial en el entendimiento del
desarrollo humano [7,49,59]. La diversidad la muestra de la presencia de la plasticidad
relativa en el desarrollo humano [50]. La diversidad es también la mejor evidencia de
que existe el potencial para cambiar en estados y condiciones en la vida humana [79].
Asimismo, los cambios recíprocos entre los niveles de organización son tanto productos
como productores de cambios recíprocos al interior de los niveles. Por ejemplo, con el
paso del tiempo, los estilos de comportamiento o de crianza de los padres influyen la
personalidad, el funcionamiento cognitivo y el desarrollo de los adolescentes [96]. En
consecuencia, las interacciones entre la personalidad y la cognición constituyen una
característica “emergente” de la individualidad humana que afecta los comportamientos
y estilos de paternidad y la calidad de vida de la familia (e.g., [86-88,99,100]).
Por ejemplo, ilustrada en la figura 1 está la idea de que tanto el padre como el
adolescente están incorporados en una red social más amplia y que cada persona tiene
reacciones reciprocas con esta red. Este conjunto de relaciones ocurre porque tanto el
adolescente como el padre son mucho más que personas desempeñando un solo rol en la
vida. El adolescente puede también ser hermano, un compañero y un estudiante; el
padre puede también ser cónyuge, trabajador e hijo adulto. Todas estas redes de
relaciones se incorporan dentro de una comunidad, sociedad y cultura particular.
Así pues, la Figura 1 muestra que dentro y entre cada una de la redes que están
representadas, se puede pensar en relaciones bidireccionales existentes entre las
personas que conforman la red. Una acción de un adolescente en un aspecto particular
de su contexto puede funcionar, en un sentido, como una pequeña piedra arrojada en un
lago de aguas tranquilas: puede dar pie a una gran onda. Por consiguiente, por supuesto,
puede suceder el caso contrario. Los eventos en escenarios que ocurren más allá de las
relaciones entre el adolescente y el padre pueden influenciarlo. Por ejemplo, una
influencia en la calidad de la relación entre el adolescente y el padre puede estar
relacionada con los recursos en una comunidad de cuidado después de la jornada
escolar, especialmente en las horas de alto riesgo, de entrada la tarde o temprano en la
noche, después del colegio y antes de que los padres hayan regresado del trabajo [1];
con las leyes (e.g., respecto de exención de impuestos) o programas sociales disponibles
en la comunidad, región, o nación respecto de programas para la juventud durante las
horas fuera del colegio; y con los valores culturales respecto de las familias cuyos
padres no están en casa cuando el joven no está en el colegio.
Las relaciones bidireccionales a lo largo del ciclo de vida en todos los niveles mostrados
en la Figura 1 representan un formidable estado de complejidad menos uno que la teoría
del comportamiento y de la ciencia social e investigativa debe abordar. Si las
investigaciones no pueden hacer frente a esta complejidad, entonces –dada la
diversidad de las relaciones entre el padre y el adolescente que es tanto un producto
como una causa de las relaciones de múltiples niveles de la persona y el contexto– ni la
investigación ni la aplicación serán adecuadas. La investigación que no esté atenta a la
complejidad de las relaciones del contexto adolescente será deficiente, ya que deja de
apreciar la naturaleza sustantiva de la variación individual, familiar o de relaciones, o
analiza erróneamente la variación alrededor de algunos promedios (potencial y
especialmente inaplicables), en el mejor de los casos, como error de variabilidad
[36,60]. Por consiguiente, las aplicaciones –políticas, o programas (que sean al menos
idealmente) derivados de la investigación– no encajarán lo suficiente con las
necesidades de las personas específicas que se pretende ayudar a través de estas
intervenciones, si estas actividades no están lo suficientemente nutridas por el
conocimiento acerca de las características específicas de la individualidad de estos
grupos.
Hemos argumentado que los modelos de sistemas de desarrollo subrayan que los
cambios recíprocos entre los niveles de organización son tanto productos como
productores de los cambios recíprocos dentro de los niveles. No solo creemos que este
enfoque en los procesos, particularmente en los procesos involucrados en las relaciones
cambiantes entre los individuos y sus contextos, está a la vanguardia de la teoría de
desarrollo contemporánea y, como tal, es el marco conceptual predominante para la
investigación en el estudio del desarrollo humano [20,41], sino que también creemos
que estas orientaciones teóricas y empíricas representan el referente clave para mucha
de la investigación en el estudio del desarrollo adolescente [31,67].
El tipo de investigación antes mencionada en el uso del modelo OSC durante el periodo
adolescente aún está por realizarse (i.e., la mayoría de la investigación y aplicación
pertinente a este modelo se ha enfocado en el desarrollo durante la adultez y algunas
etapas de envejecimiento durante el ciclo de vida [85,105,106]). No obstante, el modelo
puede ser útil para entender tanto la regulación de las relaciones entre la persona y el
contexto que caracteriza el desarrollo de la adolescencia y, también, para las iniciativas
de las aplicaciones a políticas y programas que puedan derivarse de y evaluar estas
perspectivas de regulación en la adolescencia [108]. Esta utilidad para la aplicación se
da porque dentro de un perspectiva de sistemas de desarrollo que se enfoque en la
naturaleza de la regulación durante la adolescencia, el énfasis se pone en alterar (en
forma positiva) las relaciones entre la juventud y sus escenarios, en lugar de cambiar ya
sea a los adolescentes o al contexto en sí [52,94,109,110].
Por ejemplo, para llegar a entender cómo las variaciones en la relaciones entre al
adolescente y el contexto pueden influir trayectorias de desarrollo reales o que estén por
materializarse, los investigadores pueden actuar para cambiar ya sea la ecología natural
próxima o lejana [94,109]. La evaluación de resultados de dichos cambios contextuales
–los cuales, en efecto, constituyen intervenciones en el curso del desarrollo humano– es
un medio que aporta información importante acerca de las cuestiones teóricas
relacionadas con cambiar la relaciones entre la persona y el contexto y, más
específicamente, acerca de la plasticidad en el desarrollo humano que puede existir o
puede ser capitalizado a través de las intervenciones, para mejorar la vida humana
[7,35,37].
La vida misma es, por supuesto, una intervención. La acumulación de roles y eventos
específicos que una persona experimenta a lo largo de su vida, que involucren eventos
normativos clasificados según la edad, eventos normativos clasificados según la historia
y eventos no normativos [85,114], altera la trayectoria del desarrollo de cada persona,
de tal forma que no hubiese ocurrido si hubiese vivido otro conjunto de roles y eventos.
Las diferencias interindividuales en el cambio intraindividual que existe como
consecuencia de estas intervenciones que ocurren naturalmente explican la magnitud de
los cambios sistemáticos en la estructura y la función –la plasticidad– que caracterizan
la vida humana.
Por lo tanto, la perspectiva de sistemas del desarrollo promueve una nueva agenda de
investigación aplicada al estudio de la adolescencia [37]. Esta agenda se enfoca en la
diversidad y el contexto mientras que al mismo tiempo tiene en cuenta las
características comunes del desarrollo individual del adolescente, los cambios familiares
(y ecológicos más amplios), y las influencias mutuas entre los dos.
Para que sea exitoso, este enfoque de diferencias individuales y contextuales del
desarrollo de las investigaciones, políticas y programas para el desarrollo adolescente
requiere más que solo colaboración interdisciplinar: la colaboración de múltiples
profesionales es esencial. Los colegas en las comunidades científicas, de planeación e
intervención deben diseñar e implementar sus actividades de manera sintetizada para
desarrollar y ampliar su visión de forma exitosa. Todos los componentes de esta
colaboración deben ser considerados igualmente valiosos –de hecho, igualmente
esenciales. Las actividades colaborativas de colegas universitarios en extensión,
diseño y ejecución de servicios, el desarrollo y análisis de políticas, e investigación
académica son vitales para el éxito es esta nueva agenda para la ciencia y el servicio a la
juventud y sus varios contextos (familias, colegios y comunidades). Más aún, estas
actividades colaborativas deben involucrar a las comunidades en las que se realiza dicho
trabajo. [103,122,124,125].
Por otra parte, los cuatro conjuntos claves de temas conceptuales involucrados en las
teorías contemporáneas en nuestro campo nos llevan a adoptar un enfoque en (a) la
investigación centrada en la ecología; (b) evaluar nuestras nociones de sistemas
relacionales entre el adolescente y el contexto; y (c) plasticidad relativa, para
determinar si los cambios teóricamente predecibles en la naturaleza y en el curso de las
relaciones que tiene la juventud con los aspectos próximos y lejanos del contexto
pueden alterar de forma beneficiosa las trayectorias de su desarrollo. En otra palabras,
los conceptos de desarrollo adoptados en nuestro campo nos llevan a poner a prueba
nuestra teorías a través de investigación experimental y la investigación acción.
Creemos que dentro del campo de la investigación acerca del desarrollo adolescente, la
investigación básica y la investigación aplicada deberían ser consideradas esfuerzos
sintéticos e indivisibles.
Conclusiones
Una perspectiva de los sistemas del desarrollo nos lleva a reconocer que si queremos
tener una ciencia más adecuada y suficiente del desarrollo adolescente, debemos
estudiar integrativamente los niveles de organización individual y contextual de manera
relacional y temporal [20,37,49,120,121]. Cualquier cosa menos que esto no es una
ciencia adecuada. Más aún, si queremos ayudar a los jóvenes y las familias de
Norteamérica a través de nuestra ciencia y si queremos ayudar a desarrollar políticas y
programas exitosos a través de nuestros esfuerzos investigativos, entonces debemos
aceptar el modelo temporal y relacional del adolescente, representado en la perspectiva
de sistemas del desarrollo presente en las teorías contemporáneas del desarrollo
humano.
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La preparación de este manuscrito fue apoyada en parte por una subvención de la Fundación William T.
Grant a R.M.L.