Clase 1

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Lic. Iris Galdeano - Fonoaudióloga –M.P.

1645
Diplomada en Neurolingüística – Diplomada en Neurociencias y Neuropsicología
Rivadavia 1167. Aguilares. Tuc. Tel. 03865-390542 Email lic.irisgaldeano@gmail.com

Diplomatura Crecimiento Desarrollo y Estimulación – Fundación Funcaval


LENGUAJE Y COMUNICACION: Desarrollo evolutivo.
El lenguaje como regulador o modelador de la conducta.
Clase 1

Conceptos previos entre comunicación y lenguaje


Comunicación
Es un proceso de transmitir ideas o bien símbolos, que tienen el mismo significado
para dos o más sujetos los cuales intervienen en una interacción. Es la utilización
de un código específico para la transmisión de un mensaje o bien de una
determinada experiencia en unidades semánticas con el objeto de permitir a los
hombres relaciones entre sí.
Lenguaje
Sistema estructurado, complejo, flexible y convencionalizado de elementos que
sirven para representar aspectos de la realidad y para llevar a cabo actos de
comunicación.
Habla: Por habla entendemos el acto comunicativo a través del cual
una persona materializa sus pensamientos en una serie de sonidos ordenados y
articulados (palabras).
El habla es, en este sentido, y de acuerdo a la lingüística tradicional, la
representación y transmisión del pensamiento mediante los sonidos, sentidos
y principios normativos contenidos en un idioma (lengua) determinado.
El estudioso y fundador de la lingüística estructural Ferdinand de Saussure propuso
en su Curso de Lingüística General (1916) que la lengua y el habla son distintas
pero complementarias.
La primera es social, inmaterial y duradera, esto es, un código social de
organización de significados asociados a la huella mental de sonidos determinados,
mientras que el habla es individual, material, efímera y mutable.
Se sabe que el lenguaje es una función compleja construida sobre bases
neurobiológicas, dependiente del estímulo ambiental y del desarrollo de funciones
neuropsicológicas relacionadas con la construcción del mismo. Por otra parte,
desde lo lingüístico, presenta una serie de planos y procesos internos
interrelacionados que se despliegan con distinta intensidad a lo largo de la vida.
En principio, los primeros 6 años de vida son críticos en este aspecto porque es
en este lapso de tiempo en que, al concluir la etapa, el niño debe haber accedido
al inicio del proceso de interiorización del lenguaje, pero más allá de este plazo,
el proceso de enriquecimiento lingüístico traspasa las fronteras de esa edad,
especialmente en lo relativo al desarrollo semántico pragmático que no tiene
El acceso del niño al lenguaje se da de manera incidental, es decir que no hay

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una enseñanza puntual, explícita. Es real que el medioambiente es quien provee


la información y la modula de acuerdo al contexto y a la edad del niño, pero
esos estímulos se proveen en situaciones contextualizadas y naturales, y en
general los niños de desarrollo típico pueden acceder a esta habilidad sin ningún
esfuerzo. Simplemente aprender por estar, por compartir con otros.

La importancia de la comunicación y el lenguaje:


Es importante destacar que las habilidades comunicacionales preceden a la
aparición del lenguaje oral, hasta ese entonces los seres humanos se comunican a
través de otros lenguajes, por ejemplo: el corporal.
Ambas habilidades (comunicacional y lenguaje) se desarrollan en un ambiente de
interacción social, de relación con otro.
El lenguaje oral es parte del fenómeno de la comunicación. Es un instrumento útil
para llevar a cabo actos de comunicación y de representación
Por lo tanto, si el proceso de comunicación está alterado entonces el Lenguaje Oral
no se podría desarrollar adecuadamente en todo su potencial.
Si lo alterado es el Lenguaje Oral, la competencia de comunicación podrá buscar
otros vehículos idóneos para manifestarse.
Es así que el centro de atención e intervención pasó de estar centrado en la oralidad
para poner énfasis en la comunicación, con lo que se propició la enseñanza de
lenguajes diferentes al oral, como vehículos para la realización de actos
comunicativos.

Principales teorías relacionadas con el desarrollo del lenguaje:

A lo largo del siglo XX se han desarrollado múltiples teorías relacionadas con la


construcción del lenguaje. En la década del 50´, Skinner desde el conductismo
consideró al niño como un sujeto capaz de adquirir lenguaje tomando como base
sólo la estimulación del ambiente, sin tomar como elementales aspectos atinentes
a las condiciones biológicas individuales requeridas para todo aprendizaje. Quienes
se oponen a esta postura, ponen como ejemplo de la evidencia del sustrato
biológico a la existencia de áreas cerebrales específicas destinadas al
procesamiento del lenguaje, y a los desórdenes comunicativos que se ocasionan
cuando por una lesión se altera el funcionamiento de dichas áreas. Como
contrapartida a la teoría skinneriana, Chomsky desarrolló la idea que todo sujeto
viene predeterminado para aprender el lenguaje más allá de la existencia o no de
un medioambiente estimulante; sin embargo quienes se han opuesto a este enfoque
esgrimen como argumento aquellas experiencias en donde se menciona la
evolución comunicativa de personas deprivadas del estímulo social ( ej: situaciones

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de aislamiento forzado en que un niño permanece encerrado sin contacto social


hasta la niñez avanzada, 10-12 años), en que estos sujetos no desarrollan lenguaje
espontáneamente. Un dato curioso, es que ese mismo niño estimulado a posteriori
logra desarrollar lenguaje, pero de un modo restringido con serias restricciones en
la construcción de la gramática y la fonología.
Una tercera teoría, la interaccionista, toma y combina aspectos relevantes de las
anteriores y menciona que un sujeto para poder desarrollar lenguaje requiere tanto
de un adecuado funcionamiento biológico como de la estimulación del
medioambiente.
Desde este encuadre, es posible afirmar que la biología incide sobre el ambiente y
a la inversa. Es decir que la relación es recíproca y que en casos de patología de la
comunicación y del lenguaje en donde suele existir una afectación primaria de la
biología, el ambiente a través de la adaptación de recursos y modelos de
intervención es capaz de originar cambios tendientes a solucionan o al menos
minorar los efectos negativos de la dificultad.

Aspectos generales relacionados con el desarrollo del lenguaje

El lenguaje es una función que comienza a construirse mucho antes de empezar a


hablar Probablemente en el mismo instante en el que el niño llega al mundo,
comienza el desarrollo de las conductas comunicativas preverbales. Ese proceso
en el que se combinan el afecto, las emociones, la información multisensorial
proveniente del contacto físico, de los estímulos visuales y auditivos y de la
alimentación son aquellos que sirve de base para favorecer el intercambio
comunicativo.
Desde los tres meses de vida, es posible observar la presencia de la sonrisa social
como conducta pro social, es decir, como signo de conexión frente a la presencia
de otra persona. Para que esto ocurra debió haber existido con antelación la
conexión visual., este fenómeno por el cual el niño busca la mirada del adulto y a
partir de ella está habilitado para empezar a aprender los principales mecanismos
de intercambio preverbal. Ciertamente, ese es el vehículo más rápido y directo, pero
no es el único; como fue mencionado líneas arriba, el contacto, los estímulos
propioceptivos brindados a través de caricias, el canturreo, todo este grupo de
conductas provistas por la mamá o el cuidador, que se dan de manera natural, son
las que de manera conjunta organizan y orientan la habilidad comunicativa y socio
adaptativa de un bebé. No se trata exclusivamente de buscar la mirada, la mirada
es buscada dentro de un contexto situacional placentero y estable.

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El logro de estas habilidades hace posible el acceso a la atención conjunta, la cual


se describe como la capacidad de compartir con otro el interés por un determinado
objeto o situación.
Esta es considerada como un hito fundamental consistente en la capacidad de
triangulación entre el adulto y el niño compartiendo el interés por una tercera
persona u objeto, es decir que la mirada de ambos confluye en el mismo foco de
interés.
Es real que ese proceso en la mayoría de los casos ocurre sin inconvenientes y de
manera espontánea, pero en ocasiones en las que el niño muestra afectación de
los mecanismos preverbales, conseguir compartir la atención no es tarea fácil y ese
en ese caso en que el adulto debe seguir la iniciativa del niño y acompañarlo en su
interés para que la triangulación sea posible (Greenspan. Wieder, 2006).
Más adelante, alrededor de los 7- 8 meses aparecen otros hitos preverbales
indicativos de comunicación como la existencia de la protoconversación, descripta
como la habilidad que tiene el niño de escuchar a la mamá cuando ésta le habla, y
balbucear cuando ella lo está escuchando. Este intercambio primario, será el que
más adelante permita respetar los lineamientos básicos de la conversación y
aprender a seguir la toma de turnos. Como es posible apreciar, el recorrido de las
habilidades se da de manera ascendente y para poder alcanzar cada hito es preciso
haber logrado el anterior. Otro de los aspectos comunicativos esenciales es el
relacionado con el uso de gestos; alrededor de los 8 meses un niño es capaz de
pedirle a la mamá aquello que desea señalándolo con su dedo índice, esto puede
realizarlo más allá de comprender y expresar el lenguaje oral, este tipo de gesto es
llamado gesto protoimperativo (gesto para pedir), de modo tal que para acceder
a esta habilidad no sólo debe haber logrado contactar visualmente con la mamá
sino también que tiene que haber logrado la atención conjunta aunque sea de
modo rudimentario, para mostrar aquello que desea. Este tipo de gesto apunta
esencialmente a la autosatisfacción de necesidades a diferencia del gesto
protodeclarativo, en el cual el objetivo se centra en compartir la atención con otros,
en este caso el niño lo que busca es mostrarle algo al adulto por el sólo hecho de
compartir la situación, no como un pedido.
En definitiva, lo que comienza a construirse es la transmisión y la comprensión de
las intenciones.
Cuando un bebé pequeño abre la boca al ver que su mamá le acerca la cuchara
con comida, o cuando el adulto extiende los brazos y el chiquito se acerca para ser
alzado, está aprendiendo a comprender las intenciones del otro, ese hilo invisible
que atraviesa internamente a todo sujeto a lo largo de la vida, y que permanece
como una guía continua en la construcción de las emociones y de la cognición
general.

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En niños de desarrollo típico, la totalidad de estas habilidades se desarrollan a lo


largo del primer año de vida. Es decir que el niño está comunicado con el mundo
antes De comenzar a hablar y esos mecanismos básicos de comunicación son el
soporte necesario para la posterior adquisición del código y de las habilidades
sociales para así lograr el desarrollo del lenguaje oral de manera apropiada. En
aquellos casos en el que los hitos madurativos no siguen los cánones habituales
estos mecanismos preverbales suelen estar afectados, esta situación es
especialmente observable en los niños con Trastorno Generalizado de Desarrollo.
Naturalmente, durante desarrollo preverbal, el niño recibe también información
auditiva que a posteriori resultará de vital importancia para la construcción del
código lingüístico. Esto es que además de poder comunicarse de manera no verbal,
el medioambiente acompaña esa comunicación con palabras, palabras que se
repiten una y otra vez con una cadencia y prosodia diferente a la utilizada en la
conversación cotidiana, permitiendo de ese modo el acceso progresivo del léxico
contextualizado. Un niño al nacer, tiene la posibilidad potencial de aprender
cualquier idioma, pero conforme avanza el primer año de vida, su sistema de
procesamiento lingüístico comienza a especializarse en el idioma al cual está
expuesto y poco a poco disminuye esa habilidad potencial con la que contaba en el
nacimiento.

Los Planos del Lenguaje:

Al hablar de planos del Lenguaje es, preciso analizar la existencia de diferentes


planos que lo conforman.
El Lenguaje requiere de la actuación mancomunada de sus cuatro planos.
La división en planos responde a razones didactas, pero el funcionamiento es
conjunto y simultaneo. Cada uno de ellos son: semántica, morfosintaxis, fonología
y pragmática.
Resulta esencial reconocer su existencia y distinguir las características esenciales
y los síntomas patológicos que subyacen al mal funcionamiento de cada uno de
ellos.
A continuación, se describen brevemente los planos del lenguaje:

 Nivel semántico: Según Kibrik (2013) la semántica puede definirse como la


dimensión del lenguaje que se refiere al contenido, es la rama de la lingüística que
se ocupa del significado de los signos lingüísticos, es decir el aspecto significativo
del lenguaje. Implica el estudio del significado de las palabras, en las frases, en los
enunciados y en el discurso. Dentro de la semántica es posible distinguir dos ramas
esenciales: la semántica estructural que se ocupa de la organización interna de las

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reglas que permiten la organización e interpretación de los significados, es decir el


significado literal. .La semántica funcionalista que tiene como eje el cambio de
significado que se produce en función de variables tales como el contexto en que
se produce la emisión, el reconocimiento de los interlocutores, el tipo de discurso.
Esta rama abarca a todos los elementos y cuestiones que hacen al significado
funcional que se relacionan con los aspectos connotativos. Al hablar del nivel
semántico es preciso considerar la adquisición del vocabulario, en este sentido,
autores como Jaswal y Markman (2001-2003) señalan que un niño de 18 meses
aprende entre 9 y 10 palabras nuevas por día. La enseñanza de dichas palabras no
se realiza de modo explícito, sino que se aprenden de manera incidental. El tipo de
palabras adquiridas es variable y depende en principio de los estados emocionales
internos del niño y en segundo lugar las informaciones contextuales ligadas a la
presencia de rutinas repetidas cotidianamente, por ejemplo: “mas”, “arriba”,
“afuera”.
 Nivel morfosintáctico: es el conjunto de elementos y reglas que permiten
construir oraciones con sentido y carentes de ambigüedad mediante el
marcaje de relaciones gramaticales, concordancias, indexaciones y
estructura jerárquica de constituyentes sintácticos.Según Vázquez
Fernández (2013), mientras que las palabras aisladas sólo transmiten rasgos
semánticos, las oraciones permiten entrever aspectos relativos a los roles
temáticos como quién realiza una acción, sobre quién es realizada, cuándo,
cómo, dónde. Asimismo, cada item léxico pertenece a una categoría
semántica. Ej: casa, es un sustantivo común, femenino singular, mientras
que casar es un verbo que nada tiene que ver con el significado de casa pero
que conserva características fonológicas similares. Entre los demarcadores
formales de la oración se encuentran, el orden de las palabras (en castellano
es: sujeto- verboobjeto), morfología flexiva de las declinaciones, la
concordancia en género y número entre sujeto y verbo, que percibimos a
través de los sufijos en plural o singular en el núcleo y modificadores del
sujeto y del predicado.
 Nivel fonológico: La fonología está aceptada como una rama de la
lingüística cuyos exponentes poseen como objeto de estudio a los elementos
fónicos, teniendo en cuenta su valor distintivo y funcional. Así como la
fonética contempla el análisis del perfil acústico y fisiológico de los sonidos,
la fonología se encarga de interpretar la manera en la cual los sonidos surgen
a nivel abstracto o mental.
Los especialistas identifican como pares mínimos a aquellos vocablos que hacen
referencia a cosas diferentes y que sólo se diferencian unos de otros a partir de un
sonido. Dos pares mínimos difieren en su representación fonémica subyacente en,

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por lo menos, un fonema. Ejemplos de esta clase de términos serían “masa” y


“casa”, o “boca” y “roca”.
 Nivel pragmático: este plano se relaciona con el uso social del lenguaje. El
interés por su análisis surgió hace alrededor de 20 años. Los componentes
esenciales del mismo surgen en la etapa preverbal y su desarrollo se da a lo
largo de toda la vida.
El plano pragmático se relaciona con distintos aspectos como la información
paralingüística (gestos y prosodia), información cultural compartida, el desarrollo
del código lingüístico y el de las habilidades mentalistas. Para poder comprender la
información general del mundo no sólo alcanza con identificar las palabras, las
reglas gramaticales ni la fonología, es necesario conocer y asociar en el momento
oportuno los gestos, las expresiones faciales, la prosodia y los estados mentales de
los demás para reconocer cabalmente la información recibida. Esto sugiere que el
procesamiento verbal no es puramente auditivo sino auditivo- visual y que no
responde sólo a la información lineal recibida en una frase, sino que es fundamental
asociar lo que se escucha con el contexto y el momento en que esa expresión
ocurre.
Según Bermeasolo (2001), a los planos del lenguaje se los categoriza en dos
bloques con distintas modalidades de procesamiento y diferentes tiempos de
evolución. Por un lado, dentro de las habilidades conceptuales, se ubica al plano
pragmático y al semántico, ambos dependientes del nivel cognitivo del sujeto y sin
período crítico para su adquisición, se da como ejemplo, el hecho que él léxico
puede ser enriquecido hasta el último día de nuestra vida, y que las fórmulas de uso
social del lenguaje pueden variar y mejorar también en la edad adulta; se describe
también, que estas tareas dependen del esfuerzo consiente del sujeto. Sin embargo,
en el otro grupo de habilidades, las computacionales, existe la limitante temporal
para su correcta adquisición y se sugiere que éstas son menos dependientes del
nivel intelectual del sujeto, es decir que el desarrollo de la fonología y la
morfosintaxis no tienen por qué está necesariamente ligados a un adecuado
desempeño cognitivo. Karmiloff-Smith (2011), analiza las disociaciones lingüísticas
detectadas en niños con Síndrome de Williams (SW), en los cuales es posible
observar justamente esta situación. El SW, por definición es un cuadro genético que
altera de manera notable la capacidad cognitiva del sujeto, pero la particularidad de
este caso radica en que la estructura superficial del lenguaje se halla conservada al
igual que las habilidades comunicativas del sujeto. Suelen ser niños que hablan
mucho, con correcto uso de la forma del lenguaje, es decir sin problemas aparentes
en la fonología y ni en la sintaxis, pero con notables alteraciones en la construcción
y transmisión de significados. El lenguaje que utilizan es tangencial, vacío, carente

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de significación. El otro ítem relevante en relación con las habilidades


computacionales es aquel relacionado con la limitación temporal para su adquisición
o período crítico. Un ejemplo claro de esta situación está dado en aquella persona
interesada en aprender un segundo idioma en edad adulta. En general los aspectos
más simples en ser adquiridos son aquellos relativos a la incorporación del léxico,
mientras que la adquisición de las estructuras y de la fonología suelen ser más
costosas, a punto tal que, aun habiendo logrado la adquisición total, cualquier
persona del país de origen de ese idioma nota con mucha facilidad que ése sujeto
no está utilizando su lengua materna. Es decir que, a pesar de los esfuerzos, del
estudio sistemático, e incluso con un muy buen aprendizaje del segundo idioma
(ocurrido en la adultez) las posibilidades de lucir como un nativo son escasas en
razón de haber atravesado el período crítico para la adquisición de los aspectos
computacionales (fonología y morfosintaxis) hecho que ocurre antes de los 7 años
de vida.

Los aportes de la percepción visual para la decodificación del lenguaje:

La percepción fonética es la percepción de atributos lingüísticamente


relevantes relacionados con las propiedades físicas del habla, y se circunscribe
específicamente a la percepción auditiva. A fines del siglo XX, surgió el interés por
tomar en consideración la participación de otras vías en este proceso. A partir del
descubrimiento del efecto Mc Gurk, (Mc Gurk y Mac Donald) el cual describe lo
siguiente: “Cuando la información visual del habla entra en conflicto con la
información auditiva se ve afectada la percepción auditiva. El efecto Mc. Gurk
reporta que, en condiciones de ruido, la comprensión del mensaje ocurre cuando el
individuo puede ver al hablante.
Existen tres grandes desafíos para comprender la percepción multimodal del
lenguaje:
(1) La organización, (2) La percepción de eventos y (3) La experiencia. Según
Sumby y Pollack, los perceptores del lenguaje combinan datos visuales y auditivos,
esta integración intersensorial resulta nodal a la hora de percibir el lenguaje. Es
entonces esencial tomar en consideración que se trata de un proceso integrado, no
puramente auditivo. Esa integración conlleva no sólo los datos auditivos y visuales,
sino también impresiones somato sensoriales y experiencias hápticas. Esta
combinación de factores es sumamente útil para la autorregulación de la percepción
(Lachs, 2001).
La cara suele aportar menos información auditiva que la misma voz. La mayoría de
los órganos articulatorios (cavidad oral, senos, velo del paladar, laringe, glotis, no
son visibles), no aportan información visual pero sí información auditiva mientras

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que los labios y los movimientos internos de la lengua dentro de la boca sí aportan
información visual como para favorecer la percepción del habla.
Según Lander y Bruce (2012), otro factor a tener en cuenta en la percepción del
habla es la información visual dinámica que brindan las caras. Ese procesamiento
representa un hecho complejo en sí mismo, por la velocidad en la que ocurre y
porque de él derivan además informaciones relacionadas con estados emocionales.

El desarrollo de la comprensión:

La comprensión de lenguaje es sin dudas una construcción lenta y compleja que


depende de la conjunción de diversos factores. La información verbal se interpreta
contextualmente, es decir que todo aquello que escuchamos está ligado, al menos
en un principio, a situaciones personas u objetos. Todo cuando escuchamos
requiere de una asociación precisa con referentes; el carecer de dichos referentes
conlleva a la incomprensión y al uso frecuente de un recurso como es la ecolalia
(repetición servil de lo escuchado, sin llegar a asociar lo oído con ninguna imagen).
El camino de la comprensión es complejo y supone distintos niveles:
a-Nivel Lexical
b-Nivel Morfosintáctico u oracional
c-Nivel Discursivo
d-Nivel Inferencial
a- Nivel lexical: ciertamente no es lo mismo lograr comprender palabras aisladas
que entender una metáfora o el doble sentido de un mensaje. Las habilidades
implicadas en uno y otro caso son diferentes. El nivel lexical, es quizás uno de los
más sencillos porque supone simplemente asociar palabras aisladas con su
referente. A pesar de la aparente sencillez el camino requerido para llegar a esto es
laborioso y complejo.
Al escuchar una palabra, el sistema de procesamiento realiza un primer monitoreo
correspondiente al análisis auditivo en donde se analizan primero las propiedades
acústicas de los sonidos componentes de las palabras, luego dentro del mismo
nivel, se clasifican dichos sonidos tratando de asimilarlos a los fonemas
componentes del idioma, es decir que el sistema coteja si esos sonidos forman parte
de los sonidos habituales del alfabeto, en el caso del español, si esos sonidos se
corresponden con algunas de las 28 letras que lo componen. A posteriori, existe
otro nivel denominado léxico auditivo en el que el sistema identifica si las palabras
que está recibiendo corresponden o no a palabras del idioma, esto va más allá de
comprender o no el significado de las mismas, es simplemente una tarea de
reconocimiento superficial de palabras, así por ejemplo es posible decir que la

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palabra mesa corresponde al español, pero no así la palabra tolibe que no tiene
significación alguna en este idioma.
Conforme avanza el recorrido, se accede al sistema semántico, el cual actúa como
concentrador de significados y es un sistema de acceso multimodal, es decir que se
puede acceder a él no solo a partir de lo que el sujeto escucha, sino que también
es posible entrar al mismo por la vista, el tacto, el olfato y el gusto. Al pensar en la
palabra auto, es posible acceder a su significación a partir del rótulo verbal, de la
imagen, del ruido que provoca al andar, de sus características al tacto y del olor que
genera el encenderse o al andar. Las informaciones suelen darse conjugadas pero
las vías de acceso son múltiples y no exclusivamente verbales. El proceso descripto
hasta aquí corresponde al ingreso de la información lexical, el recorrido es de afuera
hacia adentro, desde el exterior hacia el sistema semántico. La expresión del
lenguaje corresponde a un proceso inverso, de adentro hacia fuera, en donde el
inicio se da en el sistema semántico, para decir algo primero es necesario
pensarlo, activar el significado, para luego pasar al nivel léxico fonológico, en el
que se busca dentro del léxico mental la etiqueta verbal que representa la imagen
activada en el sistema semántico, una vez hallada dicha etiqueta, en el almacén de
fonemas es preciso detectar los sonidos que forman parte de esa etiqueta verbal;
una vez encontrados, son retenidos por el bucle fonológico (memoria verbal
inmediata), por escasos milisegundos mientras los órganos fonoaurticulatorios
ejecutan los movimientos apropiados para la emitir esa palabra..
Esta vía se denomina vía semántica, ya que el derrotero que sigue supone la
necesariamente la activación del significado, pero existe además una segunda vía
denominada asemántica en donde no es preciso acceder al significado, en este
caso la conexión se da entre el módulo de análisis auditivo y el almacén de fonemas;
mediante la activación de esta vía es posible la repetición de palabras de significado
desconocido y de pseudopalabras o logotomas. En este caso no existe activación
del sistema semántico. Esta explicación resulta didáctica para comprender el
proceso de ingreso y egreso lexical pero el lenguaje es una función mucho más
compleja en donde juega un papel esencial la gramática.
b- Nivel morfosintáctico u oracional
Dentro de la frase hay tanto palabras de fuerte contenido o imaginabilidad como los
sustantivos y verbos, como palabras funcionales, es decir aquellas que no tienen
ninguna representación mental y que para cobrar valor requieren estar incluidas en
un contexto oracional. La combinación y ubicación de ambos tipos de palabras es
lo que genera el sentido de la frase.
El armado de la frase supone diferentes estadios:
1) Planificación del mensaje: es decir que en un principio se requiere de la
activación del sistema semántico

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2) Construcción de la estructura: a posteriori se elige la estructura y el orden de las


palabras dentro de la frase
3) Finalmente, es preciso completar la estructura con las palabras de contenido para
lo cual es necesaria la activación del léxico fonológico.
De modo tal que para el desarrollo del nivel oracional es preciso activar el nivel
léxico, conocer las reglas gramaticales correspondientes al idioma y una fuerte
activación de la memoria operativa. Los rasgos prosódicos y paralingüísticos
(expresión gestual de las emociones y del contenido semántico de los mensajes),
ayudan al oyente a segmentar sintácticamente los enunciados.
c--Nivel discursivo
Según Kintsch y Van Dijk., una vez superada las primeras etapas en la comprensión
de una elocución/ discurso, el oyente ha elaborado una serie de proposiciones
(significado de las oraciones), las mismas no están se encuentran aisladas sino que
forman un texto coherente, lo cual se denomina coherencia local y termina
constituyendo la microestructura La microestructura, se organiza en niveles
jerárquicos, y esto se da de manera intuitiva
La coherencia de un relato se establece a partir de la repetición de los argumentos.
La macroestructura constituye una parte muy importante en la comprensión y tiene
que ver con la construcción de inferencias
d- Nivel inferencial
Inferir es poder comprender más allá de lo que dice la microestructura.
Existen estudios que demuestran que más del 50% de los que decimos está
expresado en sentido figurado
La inferencia funciona con un doble mecanismo: hacia atrás: cuando es preciso
relacionar lo escuchado con algo oído con anterioridad y hacia delante: cuando a
partir de lo escuchado es posible predecir qué ocurrirá.

ETAPAS DEL DESARROLLO DEL LENGUAJE:

De acuerdo con las referencias anteriores y tomando en cuenta los aportes de


diferentes investigadores como Lenneberg, 1967; Brown y Frazer, 1964; Bateson,
1975; Stampe e Ingram, 1976; Einsenson, 1979; Bruner, 1976 y muchos otros, aquí
dividimos el desarrollo del lenguaje en dos etapas principales:

• Etapa Prelingüística

• Etapa Lingüística

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Cada una de estas etapas va marcando el surgimiento de nuevas propiedades y


cualidades fonéticas, sintácticas y semánticas a medida que el niño crece, tal como
describiremos a continuación.

1. Etapa pre-lingüística

Denominada también como la etapa preverbal, comprende los primeros 10 a 12


meses de edad. Se caracteriza por la expresión buco-fonatoria que de por sí apenas
tiene un valor comunicativo. Otros la consideran como la etapa del nivel fónico puro,
debido a que el infante emite sólo sonidos onomatopéyicos.

Durante esta etapa, que abarca el primer año de vida, la comunicación que
establece el niño con su medio (familia), especial y particularmente con su madre,
es de tipo afectivo y gestual. De allí que para estimularlo lingüísticamente la madre
deba utilizar, junto con el lenguaje afectivo y gestual, el lenguaje verbal. La palabra
debe acompañar siempre al gesto y a las actividades de la madre con su hijo.

Esta etapa preverbal hasta hace poco despertaba escaso interés de los
especialistas, pero gracias a las investigaciones actuales, hoy sabemos que tiene
un valor relevante y trascendental en la configuración de las bases del desarrollo
lingüístico, puesto que tanto las expresiones vocales (sonidos o grupo de sonidos
de simple significación) como las expresiones verbales (sonidos, grupo de sonidos,
palabras aisladas, etc.) influyen de modo determinante en el desarrollo posterior de
la comunicación lingüística del niño.

Esta etapa comprende, a su vez, subetapas o estadios con características


particulares que van de acuerdo con la secuencia cronológica del desarrollo integral
del niño, las que pasamos describir:

a) Del nacimiento al mes y dos meses de edad

Desde que nace hasta más o menos, el final, del primer mes, la única expresión que
se oye del bebé es el llanto, que es la primera manifestación sonora puramente
mecánica o refleja y, como tal, indiferenciada en cuanto al tono, sea cual fuere la
razón de su estado.

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Con el llanto, el bebé pone en funcionamiento el aparato fonador, permitiéndole


también la necesaria oxigenación de la sangre y el establecimiento de la respiración
normal.

Pasando este período, por lo general al inicio del segundo mes, el llanto ya no es
un fenómeno o manifestación mecánica e indiferenciada, sino que el tono del sonido
cambia con el contenido afectivo del dolor, el hambre u otra molestia; es decir, la
variación de la tonalidad está relacionada con el estado de bienestar o malestar del
bebé. Con, el llanto el bebé logra comunicar sus necesidades al mundo que le rodea
y, como se da cuenta de que gracias al llanto sus necesidades son satisfechas, lo
usará voluntariamente, ya no siendo entonces un mero reflejo o sonido
indiferenciado.

De esa manera el bebé va comunicándose con su entorno próximo, especialmente


con su madre, comprendiendo cada vez mejor lo que ésta le comunica, aunque sea
incapaz de expresarlo.

b) De tres a cuatro meses de edad

Al inicio del tercer mes el bebé produce vagidos, sonidos guturales y vocálicos que
duran de 15 a 20 segundos. Responde a sonidos humanos mediante la sonrisa y, a
veces, con arrullo o murmullo. Aquí la forma característica del grito del bebé puede
ser una llamada expresiva relacionada con alguna necesidad, tal como el grito de
incomodidad.

A esta edad ya distingue entre los sonidos: /pa/, /ma/, /ba/, /ga/. Sus vocalizaciones
ya pueden mostrar alegría; sus manifestaciones de placer las expresa mediante
consonantes guturales "ga.ga", "gu.gu", "ja.ja", mientras que su displacer mediante
consonantes nasalizadas como "nga", "nga".

El bebé sabe distinguir, también, las entonaciones afectivas, reaccionando con


alegría, sorpresa o temor ante el tono de voz, especialmente de sus padres.

A los tres meses aparece el balbuceo o lalación, que consiste en la emisión de


sonidos mediante redoblamiento de sílabas como "ma...ma", "ta...ta" y otras.

El interés del niño por las personas, así como su comunicación, que estaba limitada
únicamente a lo afectivo durante el 2do. y 3er. mes de vida, comienza a ampliarse
hacia los objetos entre el 3er. y 4to. mes.

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Piaget considera que, al iniciar el 4to. mes, el niño supera la etapa denominada de
las reacciones circulares primarias, que son características de los tres primeros
meses de vida, en las que el objeto de sus actividades estaba centrado y dirigido
hacia su propio cuerpo, pasando a la siguiente etapa de las reacciones circulares
secundarias, en las que el objeto de sus actividades ya no es su propio cuerpo sino
algo externo a él (sonajero o cualquier otro juguete). Paralelamente con esto el niño
va tomando conciencia de que sus fonaciones, gorgogeos, manoteos y ruidos
guturales diversos producen efectos en su rededor y aprende a comunicar algo a
alguien.

De esa forma el niño va progresando y aumentando sus vocalizaciones, las mismas


que ya son cercanas a la palabra y, como tal, van cargadas de intención
comunicativa con la madre. Estos variados sonidos vocales y fonaciones próximas
a la palabra que el niño dirige a la madre, deben ser atendidos, entendidos,
interpretados y contestados por ella de manera reiterativa, estimulando y
propiciando así su desarrollo lingüístico.

Esto implica que la madre tiene en sus manos la posibilidad de incrementar a su


"gusto" el nivel de comunicación verbal y afectiva con su niño, favoreciendo el
desarrollo de su inteligencia, de su lenguaje, de sus posibilidades de interacción
social y la capacidad de expresión de sus deseos y sentimientos propios. En esto el
"toma y daca" en la comunicación gestual, afectiva y verbal de la madre con su niño
reviste una importancia absolutamente decisiva en el desarrollo de todas sus
potencialidades.

c) De cinco a seis meses de edad

El balbuceo o primer intento de comunicación que apareció alrededor de los tres


meses de edad, se extiende hasta el octavo o noveno mes, progresando en el quinto
y sexto mes hacia aquello que se denomina "imitación de sonidos". Esto comienza
en forma de auto imitaciones de los sonidos que el mismo niño produce (reacción
circular). Más tarde empieza a repetir sonidos que el adulto u otro niño produce.

En esta edad se dan estructuras de entonación claramente discernibles en ciertas


vocalizaciones en las que pone énfasis y emoción. Las primeras emisiones
vocálicas son realizaciones fonéticas que aparecen en el siguiente orden:

• /a/ y variantes próximas al fonema /e/, aunque antes suelen emitir sonidos
similares a /oe/

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• Posteriormente aparece la /o/ y

• Finalmente la /i/, /u/.

Los sonidos de las consonantes aparecen posteriormente en el orden siguiente:

• Labiales : p (pa-pa)

m (ma-ma)

b (ba-ba)

• Dentales : d (da-da)

t (ta-ta)

• Velopalatales : g (ga-ga)

j (ja-ja)

Al respecto Jakobson (1974) sostiene que las adquisiciones de los fonemas van
desde los más contrastados, que son los que se encuentran en todas las lenguas
(universales fonológicos –oposición consonante-vocal–), a fonemas menos
contrastados, propios de cada lengua en particular. Así, la /a/ es la primera vocal
que se adquiere y la /i/, /u/ son las últimas. Las primeras consonantes que aparecen
son la /p/, la /m/ y la /b/, y las últimas que se adquieren suelen ser las laterales /l/ y
las vibrantes /r/.

De esta manera el niño al sexto mes suele emitir los primeros elementos vocálicos
y consonánticos, siendo un progreso importante con respecto a los gritos y distintos
sonidos laríngeos de los primeros meses de vida. Posteriormente, a medida que el
niño progresa, poco a poco irá sustituyendo la comunicación gestual por el lenguaje
verbal.

Aquí conviene enfatizar la máxima importancia que tiene el lenguaje materno


dirigido al niño durante la mitad del primer año de vida, en el que no solamente
conviene aumentar las vocalizaciones, gestos, sonrisas y demás expresiones en el
seno del hogar, sino que además la comunicación verbal debe ser algo habitual
entre los adultos y el niño.

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d) De los siete a los ocho meses de edad

Hasta los 6 ó 7 meses el niño se encuentra como "polarizado", vigilante y pendiente


del adulto. Pero, el mismo niño que inició el contacto con el adulto mediante señales
de llamada (gestos), cambia notablemente a partir de los 7 u 8 meses debido al
desarrollo de sus habilidades motoras y posturales, "abandonando" un poco al
adulto, iniciando su autoafirmación, basado en los logros que obtiene con su nueva
capacidad exploratoria, tanto en su propio cuerpo como en los elementos próximos
a su entorno.

En estos meses, según Bateson (1975), los intercambios vocales que se dan entre
la madre y el niño tienen un carácter de "protoconversación". Esto es de gran
importancia, dado que permite afirmar y mantener el contacto social entre dichos
interlocutores y que, aunque no son intercambios con contenidos significativos, la
estructura del tiempo de los intercambios vocales y su función, basada en los
principios de sucesión y reciprocidad, parecen ser ya los de una "verdadera
conversación".

Bruner (1979) señala que entre los 7 y 10 meses el niño va pasando


progresivamente de la "modalidad de demanda" a la modalidad de intercambio y
reciprocidad en las interacciones madre-niño. El dar y el recibir objetos
pronunciando el nombre de cada uno, mientras se miran a la cara madre e hijo y
miran conjuntamente el objeto, logra multiplicar y enriquecer la aptitud lingüística y
comunicativa del niño, constituyendo esta "conversación" un buen ejercicio de
entrenamiento para el habla, así como para su socialización naciente.

En esta edad el niño realiza múltiples vocalizaciones espontáneas, tanto vocálicas


como consonánticas y hasta sílabas y diptongos. Estas vocalizaciones próximas a
la palabra, son las que conducirán pronto al niño a emitir sus primeras palabras.
Aquí las vocalizaciones alternantes entre la madre y niño, permitirán el acceso
temprano al lenguaje.

e) De los nueve a los diez meses de edad

En esta subetapa puede que el niño empiece realmente a decir palabras cortas,
pero normalmente esto no es más que la repetición de lo que dicen los demás, pues
es todavía imitación. Aquí las respuestas del niño son ajustes diferenciales entre la
muestra y la expresión de los interlocutores que entran en relación con él,

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mostrando de una manera patente la comprensión de algunas palabras y/o


expresiones aisladas.

En esta edad el niño manifiesta comportamientos claramente intencionados y, por


tanto, inteligentes. La incorporación de los músculos accesorios del habla y de la
masticación aumenta la destreza de la lengua y de los labios, favoreciendo la
vocalización articulada.

El niño muestra especial interés por imitar gestos y sonidos y por comunicarse, lo
cual le induce a aprender rápidamente el lenguaje. Esto hace que se entregue a
repeticiones espontáneas que suelen ser reforzadas por los padres, quienes
también imitan y repiten varias veces con él.

Estos hechos hacen que sus vocalizaciones sean mucho más variadas, contando
en su repertorio con tres a cinco palabras articuladas. Pero, dado que el pequeño
no dispone todavía de la aptitud necesaria para la expresión oral, se ve obligado a
simplificar el lenguaje adulto. Así por ejemplo, la expresión "pa...a" del niño,
señalando con su mano la panera, corresponde a la frase: "Dame pan, mamá", la
misma que irá superando progresivamente.

Por otro lado, cabe señalar que la simbiosis afectiva madre-niño que se daba en
forma dominante durante los primeros ocho meses de vida, va disminuyendo
gradualmente a partir de los nueve meses, permitiendo al niño "ser" y conocerse
como "uno entre otros". En esta edad es cuando comienza entonces la conquista
de sí mismo, de su "Yo", viéndose el niño en la necesidad de aprender más
rápidamente el lenguaje.

f) De los once a doce meses de edad

El niño de 11 meses cuenta en su repertorio lingüístico con más de cinco palabras.


En esta edad el niño emplea idénticas palabras que el adulto, pero no les atribuye
el mismo significado. Sin embargo, a medida que va progresando en este proceso,
los significados que va atribuyendo a las palabras se van aproximando a los
significados atribuidos por el adulto.

Estas simplificaciones del lenguaje adulto que se observan en esta edad, según
Stampe e Ingram (1976), se deben atribuir al intento de reproducir las palabras del
adulto y no a la imperfección de las percepciones auditivas del niño. Tales
simplificaciones pueden consistir en:

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• Síntesis de un segmento o trozo del habla adulta: "caca" para decir: "mamá, dame
bacín".

• Sustitución: dice "topa" en vez de decir "sopa".

Sustituye la fricativa /s/ por la oclusiva /t/, que es más fácil de articular.

• Supresión: dice ".opa" en vez de "sopa".

De esta forma el niño se ve obligado a simplificar el lenguaje adulto, sin que esto
signifique que no comprenda, sino que su capacidad expresiva es todavía bien
limitada. Empero, según algunos especialistas, a los 11 ó 12 meses el niño suele
articular ya sus primeras "palabras" de dos sílabas directas: "mamá", "papá", "caca",
"tata", dando inicio a la siguiente etapa denominada lingüística o verbal,
sustituyendo progresivamente el lenguaje gestual y "superando" la simplificación del
lenguaje adulto a medida que va incrementando su léxico.

Con respecto a la aparición de la "primera palabra", cabe aclarar que esto depende
del momento en que los padres lo identifiquen como tal y de lo que entienden por
"palabra", ya que las unidades de significación que el niño emplea se corresponden
con segmentos del habla adulta.

El niño de esta edad (un año) suele ocupar el centro de la atención de la familia,
cuyas acciones, gracias y ocurrencias suelen ser festejadas y aplaudidas,
reforzando la conducta, que tenderá a repetir una y otra vez. Esto es bueno porque
ayuda al niño a sentir y vivir su propia identidad. Además, el intercambio gestual
mímico y verbal de sus comunicaciones con el adulto, acompañado de la conducta
de "dar y tomar", permite el desarrollo mayor del lenguaje.

Etapa lingüística:

Este período se inicia con la expresión de la primera palabra, a la que se le otorga


una legítima importancia como el primer anuncio del lenguaje cargado de un
propósito de comunicación.

Sin embargo, no se puede decir con precisión cuándo comienza, cuándo este
anuncio del lenguaje se precisa y confirma, cuándo se puede hablar de la "primera
palabra". Por eso la fecha de su aparición está diversamente fijada, ya que los
estudios al respecto se basan mayormente en las informaciones que dan las
madres.

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Hay que señalar, además, que las niñas son las que empiezan a hablar un poco
antes que los niños. Por otro lado, aparte del sexo, tomando como referencia las
peculiaridades individuales, un niño puede demorarse más que otros en una etapa
y pasar rápidamente por otra, condicionando la aparición de la primera palabra en
los niños en cronologías distintas.

No obstante, los diferentes especialistas estiman que la mayoría de los niños que
van a hablar, tal vez el 90 por ciento de ellos, dicen sus primeras palabras para
cuando tienen 15 a 18 meses, aunque esta afirmación no es exacta o concluyente
por las razones antes expuestas.

De allí que la etapa lingüística se considera en forma un tanto amplia, desde


aproximadamente el 12do. mes (un año de edad), pasando el niño de las
variadísimas emisiones fónicas del período prelingüístico a la adquisición de
fonemas propiamente dichos en el plano fonológico (articulaciones fonemáticas),
perfeccionándose también el aspecto semántico y sintáctico de las palabras a
medida que el niño crece.

Dentro del período lingüístico se consideran las siguientes subetapas:

a) De los doce a los catorce meses de edad

Durante el primer año de vida el niño ha ido estableciendo toda una red de
comunicación gestual, vocal y verbal con la familia. Las primeras expresiones
vocales eran simples sonidos con una significación únicamente expresiva. Las
expresiones verbales, sin embargo, son sonidos o grupos de sonidos que ya hacen
referencia a algunas entidades del medio (objetos, personas, situaciones,
acontecimientos, etc.). Empero, estas secuencias de sonidos no forman todavía
parte de la lengua; pues, tanto las expresiones vocales como las verbales son
formas de expresión prelingüística.

A partir de los 12 meses (un año), incluso desde los 11 meses, el niño comienza a
producir secuencias de sonidos bastante próximos a los elementos lexicales de la
lengua adulta, o sea las palabras. Estas formas verbales próximas a la palabra, van
precedidas de producciones fónicas estables que contienen elementos de
significación, constituyendo estas emisiones un anticipo de la capacidad del niño
para utilizar un significante que comunique un significado.

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De esta forma el niño comienza con el desarrollo lexical, contando en su repertorio


lingüístico 3 a 5 palabras (mamá, papá, tata, caca, etc.). Empieza también a utilizar
las formas fonéticamente convencionales de la comunidad lingüística; sin embargo,
aunque el niño de un año emplea idénticas palabras que el adulto, todavía no le
atribuye el mismo significado a las cosas, debido precisamente a su escaso
repertorio lexical.

Entre los 13 y 14 meses, el niño inicia la conocida etapa "holofrástica" (palabra-


frase), en la que emite frases de una sola palabra o elementos con varios
significados. Por ejemplo, la palabra "abe" (abrir) lo utiliza para expresar diferentes
acciones:

Abre : Abre la puerta

Abre : Pela la naranja

Abre : Pon a un lado las cosas para ...

Por esta época, los primeros pasos de comunicación verbal del niño se caracterizan
por un incremento en la "denominación", pues, ya sabe utilizar el nombre de las
personas de la familia y otros próximos a él, y cuando comienza su "conversación"
emplea palabras que sirven de reclamo o llamada: "¡mía, mía!" (mira, mira), etc.

A esta edad, la indicación o señalización que apareció a los 10 meses ya va


acompañada de la palabra que se refiere al objeto. El niño dice palabras que
designan bien el objeto de la acción, la acción misma o la persona que ha de
realizarla, aunque todo esto lo hace apoyándose todavía en los gestos.

El niño comienza a comprender también los calificativos que emplea el adulto


(bueno, malo, agradable o desagradable). Igualmente comprende la negación y la
oposición del adulto, e incluso la interrogación como actitud.

De este modo el niño desde los 12 meses de edad inicia un largo y complejo proceso
de desarrollo y, poco a poco, los significados que atribuye a las palabras se van
aproximando a los significados atribuidos por el adulto. Pero, para que esto ocurra
de una manera óptima, es importante que los padres estimulen léxicamente al niño,
tratando de asociar siempre en las "conversaciones" el significado fónico (palabra
hablada) con el significado (objeto al que hace referencia la palabra), para que el
niño asocie y fije la relación en su cerebro.

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En este proceso, es conveniente que los adultos utilicen sustantivos, adjetivos y


acciones que forman parte de la vida diaria del niño. Esto, sin duda, contribuye de
manera directa y eficaz al desarrollo del lenguaje, de la inteligencia y demás áreas
con las que este aprendizaje se relaciona.

b) De los quince a los dieciocho meses de edad

A los 15 o 16 meses el niño se encuentra en plena etapa holofrástica (palabra-frase).


Dentro de su repertorio léxico cuenta con 5 a 15 ó 20 palabras, y cada vez
demostrará mayor incremento en su vocabulario por medio de las inflexiones de su
voz al querer identificar algo.

Einsenson sostiene que en esta etapa surge el habla verdadera y señala que el niño
utiliza palabras para producir acontecimientos o llamar la atención de los demás.

En algunos niños bastante adelantados, suele observarse el empleo de algunas


frases con dos palabras, principalmente de objetos o acciones, sin descartarse en
ciertos casos, también, el uso de adjetivos (calificadores). Sin embargo, antes de
ser capaz de hacer combinaciones de dos palabras, frecuentemente seguirá
empleando una sola palabra para referirse a muchos objetos.

Esta extensión semántica en las vocalizaciones infantiles le seguirá acompañando


por largo tiempo. Pero a medida que vaya incrementando su léxico y evolucionando
su habla, irá reduciendo progresivamente tal extensión semántica.

Desde los 16 ó 17 meses hasta los dos años de edad, hará cada vez más
frecuentemente el uso de combinaciones espontáneas de varias palabras y frases,
incrementando el caudal de palabras en su expresión.

A los 17 meses el niño extiende cada vez más su repertorio lingüístico y comienza
a hacer combinaciones de dos palabras. En esta edad, la identificación y
denominación de objetos, figuras y diferentes partes del propio cuerpo, son
ejercicios muy recomendables para el desarrollo del lenguaje verbal del niño.

c) De los dieciocho a veinticuatro meses de edad

Entre los 18 y 24 meses, la mayoría de los niños cuentan con un vocabulario mayor
a 50 palabras, pasando a combinar 2 a 3 palabras en una frase, dándose inicio al

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habla "sintáctica"; es decir, el niño comienza a articular palabras en frases y


oraciones simples.

En sus expresiones verbales utilizan sustantivos (nombres), verbos (acciones) y


calificadores (adjetivos y adverbios).

Entre estas clases gramaticales suelen establecer las siguientes relaciones:

• Entre dos nombres (o sustantivos):

"Zapato papá" (poseedor y objeto poseído)

"Sopa silla" (relación fortuita)

• Entre nombre y verbo:

"Abre puerta" (verbo y objeto)

"Papá come" (sujeto y verbo)

• Entre calificadores y adjetivos:

"Bonita pelota" (calificador más nombre)

"Más juego" (calificador más verbo)

"Más bonita" (calificador más calificador)

Hacia los dos años el niño posee un vocabulario aproximado de 300 palabras. En
sus expresiones suele observarse, también, el inicio de la utilización de los
pronombres personales "Yo" y "Tú" y el posesivo "Mi" y "Mío". Sus frases expresan
intención y acción: "hace lo que dice y dice lo que hace".

En esta edad surge la función simbólica en el niño y termina el predominio de la


inteligencia sensoriomotriz dando lugar a la inteligencia representacional. Con la
función simbólica el niño tiene la capacidad de representar mentalmente las cosas
y evocarlas sin necesidad de que éstas estén presentes.

Con la capacidad simbólica, los gestos y las expresiones verbales del niño
comienzan a referirse cada vez con mayor frecuencia a realidades más abstractas,
haciéndose más dominante en el lenguaje.

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Los símbolos (significantes) vienen a desempeñar un papel singular en el desarrollo


posterior del niño, ya que éstos son los que van a permitir construir los códigos
sobre los cuales se configuran las bases de las funciones superiores. Mediante
estos códigos es que accedemos a las emociones, a las realidades abstractas, al
lenguaje y a convertir lo implícito en explícito.

Esta capacidad simbólica permite al niño explorar e incrementar su lenguaje verbal,


manifestando interés por escuchar cuentos sobre sí mismo o sobre su familia, en
los cuales va captando el sentido de las palabras y oraciones de las narraciones
que los padres le brindan.

d) De los dos a los tres años de edad

A los tres años se produce un incremento rápido del vocabulario, incremento que
es mucho mayor que lo que ocurrirá posteriormente, llegando a tener un promedio
de 896 palabras y a los tres años y medio 1222 palabras (Smith, 1980). El niño en
sus expresiones verbales ya emplea verbos auxiliares "haber" y "ser" y da cierta
prevalencia al artículo determinado. En el curso de esta edad comienza a utilizar las
proposiciones y el niño ya tiene un lenguaje comprensible, incluso para personas
ajenas a la familia, manifestando un dominio de la mayor parte de la gramática de
su lengua materna (sintaxis), por lo que los especialistas suelen denominarlo como
el período de la "competencia sintáctica".

e) De cuatro a los cinco años de edad

A los cuatro años de edad el niño domina virtualmente la gramática, pero comienza
a expresarse de acuerdo a un estilo "retórico propio", tal como Einsenson señala.

El niño empieza a utilizar los pronombres en el siguiente orden: Yo, Tú, Él, Ella,
Nosotros-as, Ustedes; contando con un vocabulario de 1,500 palabras y a los cinco
años, 2,300 palabras aproximadamente.

Entre los 4 ó 5 años, el niño suele estar ya capacitado para responder a preguntas
de comprensión referentes al comportamiento social aprendido, dado que su
lenguaje ya se extiende más allá de lo inmediato. Esto se debe a la capacidad
simbólica del niño y, como tal, puede evocar y representarse mentalmente las
cosas, acciones y situaciones, trascendiendo la realidad y el presente.

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Esa capacidad y la necesidad de comunicarse, hacen posible un mayor y rápido


desarrollo del lenguaje infantil, facilitando también el desarrollo de la inteligencia.

Lic. Iris Galdeano

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