Racionalsmo

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¿Qué es el racionalismo?

El racionalismo es un movimiento filosófico surgido en la Edad


Moderna de Occidente, específicamente en la Europa de los siglos XVII y
XVIII. Esta corriente sostenía que la razón era el principal mecanismo
humano de adquisición de conocimientos. En ello se distinguía
del empirismo, su corriente contraria, que establecía la importancia de los
sentidos y de la experiencia como vía hacia el aprendizaje.

El racionalismo defendía el postulado de que el conocimiento humano proviene


de su capacidad para razonar, algo que constituía en sí mismo un cambio
de pensamiento sustancial respecto a las épocas pasadas, donde ese rol lo
cumplía la fe religiosa.

En consecuencia, esta corriente filosófica sólo pudo surgir después de los


importantes cambios culturales que se dieron en Occidente durante
el Renacimiento y el fin de la Edad Media, aunque es posible rastrear sus
antecesores hasta tiempos tan remotos como los de Platón, en la Antigua
Grecia.

DESCARTES RENE LAS CUATRO REGLAS DEL MÉTODO


En el siglo XVII
La ciencia no es únicamente un conocimiento teórico de las causas, se presenta
como una oportunidad de crecimiento humano. Este conocimiento útil se erige con
la certeza racional y evidente que le da solidez a sus propios planteamientos. Es el
siglo de la física, las matemáticas, la geometría y las ciencias que no dependen de
lo subjetivo.

EL MÉTODO CARTESIANO

1. Regla (Evidencia)
«No admitir jamás como verdadero cosa alguna sin conocer con evidencia que lo era: es
decir, evitar con todo cuidado la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios
nada más que lo que se presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviese
ocasión alguna para ponerlo en duda»
Descartes es un precursor del método basado en la evidencia. Sólo acepta como verdadero lo
evidente. Pero ¿Qué es evidente? La evidencia se produce sólo en la intuición, es decir, en un
acto puramente racional por el que nuestra mente capta o “ve” de modo inmediato y simple
una idea. La intuición es la captación intelectual inmediata de una idea. Inmediato implica
que no hay una cadena deductiva de por medio y, por otra parte, que no hay mezcla con
nada sensible (no median los sentidos o la experiencia para captar esa idea). Si lo que es
evidente es lo que es intuido, ¿Qué es lo que la mente intuye? ideas claras y distintas.
Una idea es clara cuando podemos advertir todos sus elementos sin la menor duda (se opone
a oscura).
La idea será distinta cuando aparezca claramente diferenciada, separada y recortada de las
demás, de tal manera que no podamos confundirla con ninguna otra idea. (Se opone a idea
confusa).
La intuición intelectual se caracteriza por su indubitabilidad y exclusión total del error. Entre
lo absolutamente falso y lo absolutamente verdadero no hay término medio. Algo es
verdadero o falso. Descartes excluye los conocimientos que son únicamente probables. La
certeza, como propiedad fundamental del saber, exige la desestimación absoluta de lo
probable. Lo que no es claro y distinto (evidente) es confuso y oscuro debiendo ser rechazado
como posible fuente de conocimiento.
La evidencia, como criterio de verdad, exige también que el conocimiento se retraiga a sus
propios dominios y leyes, independientemente de lo que exista externamente a nuestra
mente y su proceder. No hay posibilidad de experimentar una intuición sensible. Ésto no
existe. Las ideas que provienen de la sensación son siempre oscuras y confusas.
Descartes llamó también “naturae simplices” o naturalezas simples a las ideas que poseen las
características de claridad y distinción. Estas naturalezas simples son conocidas
intuitivamente y constituyen los pilares sobre los que se asientan las verdades o ideas
complejas. Por supuesto, Descartes sólo admite un reducido número de ideas simples
(extensión, substancia, pensamiento, etc.). La mayoría de nuestras ideas son complejas, por
lo que hay que encontrar la manera de reducirlas a ideas simples, por lo tanto, evidentes.
Descartes va cerrando el círculo: las naturalezas simples son, además, ideas innatas, es
decir, ideas que están potencialmente en la mente y surgen con ocasión de determinadas
experiencias.

Las ideas innatas son poseidas por todos los hombres por el hecho de ser racionales. No son
ideas que se adquieran a través de la experiencia o el aprendizaje y tampoco dependen de la
cultura o las condiciones históricas. Son verdades evidentes que se hallan en nuestras
mentes, independientemente del tiempo, el lugar y la persona que las piense. Esto era
necesario para poder garantizar un conocimiento evidente o cierto. Las ideas innatas
garantizan la veracidad de nuestros conocimientos al convertirse en su verdadero y único
sostén. Ellas mismas no necesitan (ni pueden) ser demostradas ya que caen fuera de la
cadena de deducciones. El primer motor inmóvil que mueve sin ser movido queda
transformado el las unidades simples de conocimientos que son la base de toda demostración
sin ser ellas mismas demostradas por nada.
2. Análisis
«Dividir cada una de las dificultades que examinase en tantas partes como fuera posible y
como requiriese para resolverlas mejor»

Cualquier problema que tengamos que estudiar no es más que un conjunto


vertebrado de ideas complejas. Analizar consiste en descomponer lo complejo en
sus elementos simples, elementos éstos que podrán ser susceptibles de ser intuidos
como ideas claras y distintas, esto es: evidentes.
Reducimos lo complejo a lo simple y, en el mismo movimiento, accedemos desde lo
desconocido a lo conocido: las ideas innatas. Este procedimiento puede ser
3. Síntesis
«El tercero, en conducir por orden mis pensamientos, comenzando por los objetos
más simples y más fáciles de conocer para ascender poco a poco, como por grados,
hasta el conocimiento de los más compuestos, suponiendo incluso un orden entre
los que se preceden naturalmente unos a otros”.

Una vez que hemos llegado a los elementos simples de un problema hay que
reconstruirlo en toda su complejidad, deduciendo todas las ideas y consecuencias
que se derivan de aquellos principios primeros absolutamente ciertos. La síntesis es
un proceso ordenado de deducción, en el que unas ideas se encadenan a otras
necesariamente. En el proceso deductivo no sólo reconstruimos lo complejo a partir
de sus elementos simples y verdaderos, sino que ampliamos nuestros
conocimientos con nuevas verdades: de lo conocido (los elementos simples )
accedemos a los desconocido mediante un proceso ordenado y riguroso de
concatenación de ideas.
La síntesis complementa al análisis y nos permite avanzar en la búsqueda de
nuevas verdades.
4. Comprobación
«Y el último, en realizar en todo unos recuentos tan completos y unas revisiones
tan generales que pudiese estar seguro de no omitir nada»

Se trata de comprobar y revisar que no haya habido error alguno en todo el


proceso analítico-sintético. La comprobación intenta abarcar de un solo golpe y de
manera intuitiva la globalidad del proceso que se está estudiando. Se parte de la
intuición y a ella se vuelve.
Una vez comprobado todo el proceso, podremos estar seguros de su certeza.

LA PRIMERA VERDAD

“Cogito, ergo sum” (Pienso, luego existo)

“Inmediatamente después me di cuenta de que, mientras quería pensar de ese


modo que todo era falso, era necesario que yo, que a fin de cuentas era quien
lo pensaba, fuera alguna cosa; y dándome cuenta de que esta verdad (“yo
pienso, luego soy” (= existo)), era tan firme y tan segura que las más
extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacerla
tambalear, juzgué que podía admitirla, sin escrúpulos como el primer principio
de la filosofía que buscaba”

En resumen, todo lo que pienso puede ser falso (incluidas las verdades
matemáticas), pero de lo que no cabe duda es del hecho de que yo dudo,
esto es: de que pienso. Mi existencia como “sujeto pensante” está más allá de
cualquier posibilidad de duda. En consecuencia, esta afirmación
(absolutamente verdadera) es la primera verdad.

De momento sólo podemos tener certeza de una cosa: de nuestra existencia


como cosas (“res” = sustancias) pensantes. En el mundo de Descartes, de
momento, estamos solos (somos como “cerebros en una cubeta”).

Ahora bien, como seres pensantes tenemos ideas: ¿qué pasa con ellas?,
¿tienen alguna realidad?, ¿existen los objetos a los que ellas se refieren?
Descartes, se ve obligado en estos momentos a “reconstruir” lo que antes
había “de-construido” con la duda: se trata de recuperar el mundo, de lanzar
un puente entre el “yo-pensante” y las cosas.

¿Cómo? Recurriendo a dios. Dios va a ser el puente que garantice la realidad


u objetividad de mis ideas (=representaciones) sobre el mundo. Veámoslo.

LA SEGUNDA VERDAD:

DIOS-SUSTANCIA INFINITA

Para entender cómo Descartes llega a dios, es necesario entender una


distinción que hace nuestro autor. Según él, existen tres clases de ideas o
contenidos mentales (el criterio en base al cual establece dicha clasificación
será su “presunta” procedencia):
1. Ideas adventicias: son todas aquellas que tendemos a creer que
proceden de la experiencia. Representan objetos que están fuera de la mente
humana y que adquirimos por medio de la experiencia. Entre ellas están las
ideas de “ordenador”, “India”...
2. Ideas “facticias” (de “factum”): son aquellas que proceden del propio
sujeto. Son invenciones o construcciones nuestras. Entre ellas están las
ideas de “sirena”, “marciano”...
3. Ideas innatas: son aquellas que no proceden de la experiencia y que
tan poco son una invención del sujeto. Son innatas, dado que están siempre
en la mente humana desde nuestro nacimiento. Entre ellas está la del “cógito” y
otra que para Descartes es fundamental: la idea de “infinito” (“res infinita”),
idea a la que Descartes identifica con dios.

A partir de aquí (de la idea innata de “infinitud”), Descartes va a


intentar demostrar la existencia de dios. Si realmente es innata, esto es, si es
evidente (clara y distinta, y sin posibilidad alguna de duda), habrá logrado
romper la soledad del “cogito”. Será el primer momento para llegar al “mundo”,
un mundo perdido en el proceso de la duda.

LA DEMOSTRACIÓN DE LA EXISTENCIA DE DIOS

Según Descartes, la característica fundamental de dios es “infinitud” (dios es


“infinito”, mientras que el resto de las cosas son “finitas”). La cuestión es si la
idea de “infinito” es o no innata. Descartes cree que sí y da dos argumentos:

1.Prueba ontológica (argumento ontológico –similar al de san Anselmo-).

Es verdad aquello que percibimos clara y distintamente (1ª regla del método).
Por ejemplo: de un triángulo percibimos clara y distintamente que sus ángulos
suman dos rectos; por lo tanto, esto es verdad. Pero en la idea de triángulo no
percibimos “clara y distintamente” que tenga que existir en la realidad. Su
existencia no se puede intuir a partir de la noción de triángulo. En cambio, en la
noción de dios, sí va incluida su existencia ¿Por qué? Porque en la noción
de dios va incluida la idea de un ser necesario e infinito. Pues bien: dado
que la no existencia de dios es una limitación o finitud, Descartes deduce que
dios debe existir.

2. Prueba gnoseológica (tomada de Agustín de Hipona).

Tengo la idea de dios, es decir, la idea de un ser infinitamente perfecto. Tal


idea ha de tener una causa, pues todo cuanto existe tiene una causa. Pues
bien, la idea de dios no es una idea adventicia, pues nada hay en la
experiencia infinitamente perfecto. Y tampoco puede ser una idea facticia, ya
que yo (sustancia finita) no puedo ser la causa de algo infinito. En
consecuencia la idea de dios ha de ser una idea innata, “causada” por el
mismo dios en mí.

En conclusión, la idea de dios es innata y, por lo tanto, clara y distinta


(evidente), razón por la que dios tiene que existir. Una vez que Descartes
cree haber demostrado la existencia de dios, sólo le queda “llegar al mundo”.
¿Cómo lo consigue?

Echemos un poco la mirada hacia atrás. Para nuestro autor dios es un ser
infinito, absolutamente perfecto y bueno y por tanto “veraz” (no puede
engañarse ni engañarnos). Por lo tanto, no ha podido crear al hombre de tal
forma que se engañe o equivoque siempre que crea conocer algo.

Consecuentemente a las ideas de las cosas materiales (ideas adventicias),


les ha de corresponder unas realidades corpóreas. Dicho de otro modo: los
objetos a los que dichas ideas se refieren, han de existir. De este modo,
Descartes “recupera” la “realidad” del mundo que había “perdido” en el proceso
de la duda. En cuanto a la naturaleza de estos cuerpos, Descartes afirmará que
es la “extensión”: los cuerpos materiales son “res” o “sustancias” extensa.
Según Descartes, la única cualidad objetiva de las cosas es la “extensión”
(longitud, anchura y profundidad), el resto de cualidades “color”, “olor”... son
subjetivas. Por esta razón, la naturaleza de los cuerpos es la
extensión. Tercera verdad, existe la sustancia extensa.

Tres son los tipos de realidades o sustancias (res).

Descartes entiende por sustancia “aquello que existe de tal modo que no


necesita de ninguna otra cosa para existir”. En sentido estricto, sólo dios sería
“sustancia”; en sentido amplio, junto a la sustancia infinita (dios), Descartes
habla de otras dos:
1. Las “sustancias pensantes” (res cogitans).
2. Las “sustancias extensas” (res extensas).

ANTROPOLOGÍA

El hombre como unión de alma y cuerpo (pensamiento y


extensión).

La posición que defiende Descartes acerca de la “sustancia” (aquello que no


necesita de nada para existir) le lleva a sostener un dualismo antropológico. El
ser humano es el resultado de la unión de dos sustancias (dos realidades
independientes que no se necesitan para existir): res cogitans y res
extensa.

La res cogitans es inmortal y se caracteriza por obrar de forma libre (no está
sometida a las “leyes mecánicas” que gobiernan el universo). En relación a la
res extensa, Descartes sostiene una concepción mecanicista de ésta: el
cuerpo es una máquina, sometida a leyes puramente mecánicas (física), que
ha de ser gobernada por el alma.

La relación entre ambas sustancias, sería algo similar a la relación entre un


capitán que dirige y gobierna a su nave. El punto de interacción (unión) entre
ambas sustancias, se situaría en el cerebro, concretamente en la “glándula
pineal”.
LA ÉTICA CARTESIANA

Descartes distingue entre acciones y pasiones. Las primeras dependen de


la res cogitans. Las segundas (los sentimientos, las emociones y las
percepciones), de la res extensa. En no pocas ocasiones, las pasiones
“presionan” a la res cogitans, empujándola unas veces hacia el bien y otras
hacia el mal. La ética cartesiana se va a centrar en el control las pasiones
mediante la prudencia.

Será la prudencia la que logre que en el hombre, la res cogitans se


imponga a la extensa.

En su relación con el cuerpo, el alma racional debe controlar y someter las


pasiones que tienen su origen en el cuerpo. Así, el hombre liberado de las
pasiones debe dirigir libremente su acción voluntaria hacia los fines que la
razón le proponga. Con el desarrollo de la perfección del alma se consigue
la felicidad. Descartes identifica el desarrollo de la perfección del alma con
el desarrollo de la libertad. La libertad se consigue con el dominio y guía de
los deseos y pasiones que surgen del cuerpo pues entonces es cuando el
sujeto no se encuentra dominado por la sustancia extensa sino que
gobierna en él su cogito. La libertad es así concebida como la realización por
la voluntad de lo que propone el entendimiento como bueno y verdadero.

Para finalizar, Descartes dedica unas líneas a la “moral”: una moral, en
palabras de nuestro autor, provisional.

Dentro de ella, señala una serie de reglas:



1. Hay que obedecer las leyes y costumbres del país (aceptar las
normas morales vigentes en la sociedad, la religión y el orden
político existente).
2. Hay que seguir con decisión las resoluciones tomadas.
3. Hay que ocuparse de aquello que está en las manos de uno y
desentenderse de lo que nos sobrepasa.

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