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COMITÉ EDITORIAL:
Víctor Rodríguez Núñez (Kenyon College); Antonio Lastra (Universidad de Alcalá); Lucas Margarit (Universidad de Buenos
Aires); Alí Calderón (Universidad Autónoma de Puebla); Adalber Salas Her nández (UCAB / NYU); Neil Leadbeater (Universi-
ty of London); Víctor Manuel Pinto (Universidad de Carabobo)
COLABORAN: A d a l b e r S a l a s H e r n á n d e z ; Ví c t o r Ro d r í g u e z N ú ñ e z ; Ví c t o r M a nu e l P i n t o ; A n t o n i o N a z z a ro ; E l e o n o r a
F i n k e l s t e i n ; Fe r n a n d o C o r re a - N ava r ro ; Fe d e r i c o D í a z - G r a n a d o s ; M a r i a n o Ro l a n d o A n d r a d e ; C a rl o s L l a z a ; A n d r é s P i ñ a ;
M a r i o B o j ó rq u e z ; C a rl o s P r a n g e r ; Fe r n a n d o Vi d a g a ñ M u rg u i ; Pa bl o I n g b e rg ; A n t o n i o C a s a d o D a Ro ch a .
p. 06— El Poeta
por R. W. EMERSON
p. 22— Walden
por H. D. THOREAU
p. 68— Cavando
por Seamus HEANEY
DICCIONARIO
E T I M O LÓ G I C O
LO S
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Los es el tiempo, hijo de Urizen, el creador de este mundo. La concepción de Los como
tiempo persiste ininterrumpidamente a través de los Libros Proféticos. De Los, el Tiempo,
llega a separarse Enitharmon, Espacio. El hijo de Los y de Enitharmon, Orc, es, en la visión
mítica inicial de Blake, el símbolo de su evangelio anárquico, el espíritu de rebeldía. En
Europa y en el Canto de Los, sin embargo, Los y Enitharmon son presentados como los artífi-
ces de la servidumbre moral e intelectual del hombre, función exactamente opuesta a aqué-
lla que después le es atribuida.
En Milton, en realidad, Los es presentado como el Eterno Profeta. Subsiste así, en Blake,
una doble concepción del símbolo. Los representa al Tiempo y al Espíritu Profético.
En los últimos Libros Proféticos, Los, que es el cuarto de los Zoa, es, además, una personifica-
ción dramática de la doctrina blakiana de una dirección providencial de la vida hacia un
buen fin: él es impulso espiritual o imaginativo, la energía vital, y por lo mismo denominado
“el Trabajador de las Edades”, “el Señor de las Fraguas” que, trabajando como en su
yunque, infligiendo “amargo castigo” al mal o Satán, subyuga al Espectro. Como obra
complementaria puede hasta ofrecer al Espectro visiones de belleza y de verdad, destruyen-
do los sistemas de la moral represiva que atrofian los sentidos y los sentimientos, constru-
yendo para él la ciudad espiritual de Golgonooza.
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EL
P O E TA
POR RALPH WALDO EMERSON
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No hay doctrina de las formas en nuestra filosofía. Fuimos puestos en nuestros cuerpos,
como se pone el fuego en una sartén, para ser transportados; pero no hay un ajuste preciso
entre el espíritu y el órgano, y mucho menos es el último la germinación del primero. De
modo que, en relación a otras formas, los intelectuales no creen en ninguna dependencia
esencial del mundo material respecto al pensamiento y la volición. Los teólogos consideran
un bonito castillo en el aire hablar del significado espiritual de un barco o una nube, de una
ciudad o un contrato, pero prefieren volver al terreno sólido de la evidencia histórica; e
incluso los poetas se contentan con un modo de vida civil y adaptado y con escribir sus
poemas desde la fantasía, a una distancia segura de su propia experiencia. Pero las mentes
superiores del mundo nunca han dejado de explorar el doble sentido, o debería decir el
cuádruple o el céntuplo o mucho más diverso, de todo hecho sensual: Orfeo, Empédocles,
Heráclito, Platón, Plutarco, Dante, Swedenborg y los maestros de la escultura, la pintura y
la poesía. Porque no somos sartenes o carretillas, ni siquiera portadores del fuego y la antor-
cha, sino hijos del fuego, hechos de él, y solamente la misma divinidad transmutada, a dos
o tres pasos, cuando menos sabemos de ello. Y esta verdad oculta, que las fuentes de las que
fluye todo este río de Tiempo y sus criaturas son intrínsecamente ideales y bellas, nos lleva
a considerar la naturaleza y las funciones del Poeta, o el hombre de la belleza, los medios y
materiales que usa, y al aspecto general del arte en el presente.
A pesar de esta necesidad de hacerse pública, la expresión adecuada es rara. No sé por qué
necesitamos un intérprete, pero la gran mayoría de los hombres parecen menores, que aún
no están en posesión de sí mismos, o mudos que no pueden contar la conversación que han
tenido con la naturaleza. No hay ningún hombre que no anticipe una utilidad suprasensual
en el sol y las estrellas, la tierra y el agua. Mantienen su posición y esperan para prestarle
un servicio peculiar. Pero hay cierta obstrucción, o un exceso de flema en nuestra constitu-
ción, que no les permite producir el debido efecto. Las impresiones de la naturaleza caen
demasiado débiles sobre nosotros para hacernos artistas. Cada toque debería emocionar.
Cada hombre debería ser tan artista como para informarnos al conversar de lo que le ha
ocurrido. Sin embargo, en nuestra experiencia, los rayos o pulsiones tienen fuerza para
llegar a los sentidos, pero no la suficiente como para tocar hueso y forzar su reproducción
en la expresión. El poeta es la persona en la que estos poderes están en equilibrio, el hombre
sin impedimento, que ve y toca lo que otros sueñan, atraviesa la escala de la experiencia y
es representante del hombre en virtud de ser el mayor poder para recibir e impartir.
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El universo tiene tres hijos que nacieron a la vez, que reaparecen con diferentes nombres en
todo sistema de pensamiento, ya se les llame causa, operación y efecto o, más poéticamente,
Jove, Plutón y Neptuno; o, teológicamente, el Padre, el Espíritu y el Hijo; pero que aquí
llamamos el conocedor, el hacedor y el orador. Representan respectivamente el amor a la
verdad, el amor al bien y el amor a la belleza. Los tres son iguales. Cada uno es el que es
esencialmente, de modo que no puede ser superado o analizado, y cada uno de los tres tiene
en él el poder de los otros latente, y el suyo patente.
La poesía se escribió antes que el tiempo y, cuando estamos tan bien organizados que pode-
mos penetrar en esa región en que el aire es música, oímos aquellos gorjeos primitivos y
tratamos de anotarlos, pero perdemos de vez en cuando una palabra o un verso, y lo susti-
tuimos por algo propio y así malescribimos el poema. Los hombres de oído más delicado
anotan más fielmente estas cadencias, y estas transcripciones, aunque imperfectas, se
convierten en las canciones de las naciones. Porque la naturaleza es tan verdaderamente
hermosa como buena o razonable, y debe mostrarse tanto como hacerse y conocerse. Pala-
bras y hechos son modos del todo indiferentes de energía divina. Las palabras son también
acciones y las acciones son una especie de palabras.
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El símbolo y credenciales del poeta son que anuncia lo que ningún hombre ha predicho. Él
es el verdadero y único doctor; conoce y narra. Es el único narrador de noticias porque
estaba presente y al loro en la aparición que describe. Es espectador de ideas y pronuncia
lo necesario y casual. No estamos hablando de hombres con talento poético o con industria
y destreza en el metro, sino del verdadero poeta. Tomé parte el otro día en una conversa-
ción sobre un reciente escritor de lírica, un hombre de mente sutil, cuya cabeza parecía una
caja de música de delicadas melodías y ritmos, y cuya destreza y dominio del lenguaje no
podríamos alabar lo suficiente. Pero cuando salió la cuestión de si no era solo un lírico sino
un poeta, nos vimos obligados a confesar que es claramente un contemporáneo, no un
hombre eterno. No sobresale de nuestras bajas limitaciones, como un Chimborazo que
atraviesa desde la tórrida base todos los climas del globo, con los cinturones de herbaje de
cada latitud en sus laderas elevadas y moteadas; este genio es el paisaje ajardinado de una
casa moderna, adornada con fuentes y estatuas, con hombres y mujeres bien criados de pie
y sentados en los paseos y terrazas. Oímos a través de la música variada el tono terrenal de
la vida convencional. Nuestros poetas son hombres de talento que cantan, no los hijos de la
música. El argumento es secundario, el acabado de los versos es primario.
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Estas víctimas de la vanidad aparte, dejadnos, con nueva esperanza, observar cómo la natu-
raleza, por impulsos más valiosos, ha asegurado la fidelidad del poeta a su oficio de anun-
ciamiento y afirmación, a saber, por la belleza de las cosas, que se convierte en una belleza
nueva y superior una vez expresada. La naturaleza le ofrece todas sus criaturas como un
lenguaje de imágenes. Un segundo valor maravilloso aparece en el objeto al ser usado como
un tipo, mucho mejor que el antiguo, como la tensa cuerda del carpintero, si acercáis lo
suficiente el oído, es musical a la brisa. “Cosas más excelentes que ninguna imagen se expre-
san mediante imágenes” dice Jámblico. Las cosas admiten ser usadas como símbolos,
porque la naturaleza es un símbolo, en total y en cada parte. Cada línea que podemos dibu-
jar en la arena tiene expresión, y no hay nadie sin su espíritu o genio. Toda forma es un
efecto del carácter; toda condición, de la cualidad de la vida; toda harmonía, de la salud (y
por esta razón la percepción de la belleza debería ser simpática o apropiada solo para lo
bueno). Lo bello descansa en los fundamentos de lo necesario. El alma hace al cuerpo,
como enseña el sabio Spenser:
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Aquí nos encontramos, de repente, no en una especulación crítica, sino en un lugar sagra-
do, y deberíamos marchar con mucha cautela y reverencia. Estamos ante el secreto del
mundo, allí donde el ser pasa a la apariencia y la unidad a la variedad.
El universo es la exteriorización del alma. Donde hay vida, estalla en apariencia a su alrede-
dor. Nuestra ciencia es sensual y, por ello, superficial. Tratamos sensualmente la tierra y los
cuerpos celestes, la física, la química, como si fueran existentes por sí mismos, pero son la
retina de ese Ser que tenemos. “El poderoso cielo,” dice Proclo, “exhibe en sus transfigura-
ciones imágenes claras del esplendor de las percepciones intelectuales, moviéndose conjun-
tamente con los periodos no aparentes de las naturalezas intelectuales”. Por lo tanto, la
ciencia va de la mano de la justa elevación del hombre, al paso de la religión y la metafísica;
o dicho de otro modo, el estado de la ciencia es un índice del conocimiento de nosotros
mismos. Como todo en la naturaleza responde a un poder moral, si algún fenómeno
permanece bruto y oscuro es porque la facultad correspondiente en el observador aún no
está activa.
No hay que asombrarse entonces de que, siendo estas aguas tan profundas, nos cernamos
sobre ellas con una mirada religiosa. La belleza de la fábula prueba la importancia del senti-
do; para el poeta y para todos los demás; o, si lo preferís: todo hombre es tan poeta como
para ser sensible a estos encantos de la naturaleza, porque todos los hombres tienen los
pensamientos cuya celebración es el universo. Me encuentro con que la fascinación reside
en el símbolo. ¿Quién ama la naturaleza? ¿Quién no? ¿Solo los poetas y los hombres de ocio
y cultura que viven con ella? No. También los cazadores, granjeros, mozos de cuadra y
carniceros, aunque expresan su afecto en la vida que han elegido y no en las palabras que
eligen. El escritor se pregunta lo que el cochero o el cazador valoran al cabalgar, en caballos
y perros. No son cualidades superficiales. Cuando habláis con él, les da tan poca importan-
cia como vosotros. Su culto es simpático; no tiene definiciones, sino que está a las órdenes
de la naturaleza, del poder vivo que siente allí presente. Ninguna imitación o juego con
estas cosas le contentará; ama lo serio del viento del norte, la lluvia, la piedra, la madera y
el hierro. Una belleza inexplicable es más querida que una belleza cuyo fin podemos ver. Es
la naturaleza símbolo, la naturaleza que certifica lo sobrenatural, el cuerpo inundado de
vida, lo que adora con ritos rudos pero sinceros.
La interioridad y el misterio de este apego lleva a los hombres de toda clase a usar emble-
mas. Las escuelas de poetas y filósofos no están más ebrias con sus símbolos que el popula-
cho con los suyos. Considerad el poder de las insignias y emblemas en nuestros partidos
políticos. ¡Mirad la gran bola que hacen rodar de Baltimore a Bunker Hill! En las procesio-
nes políticas Lowell va en un telar, Lynn en un zapato y Salem en un barco. Contemplad el
barril de sidra, la cabaña de troncos, la vara de nogal, el palmito y todas las distinciones de
partido. Contemplad el poder de los emblemas nacionales. Algunas estrellas, lirios, leopar-
dos, una luna creciente, un león, un águila u otra figura a la que se dio crédito Dios sabe
cómo, sobre una vieja bandera de trapo que hondea al viento, en un fuerte, en el confín de
la tierra, harán a la sangre estremecerse bajo la apariencia más ruda o convencional. ¡La
gente cree que odia la poesía y son todos poetas y místicos!
Más allá de esta universalidad del lenguaje simbólico, se nos informa de lo divino de este
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uso superior de las cosas por el que el mundo es un templo cuyas paredes están cubiertas de
emblemas, cuadros y mandamientos de la deidad, esto es, de que no hay hecho alguno en
la naturaleza que no lleve consigo el sentido completo de la naturaleza; y las distinciones
que hacemos en los acontecimientos y en asuntos, de lo bajo y lo alto, lo honesto y lo ruin,
desaparecen cuando se usa la naturaleza como un símbolo. El pensamiento lo vuelve todo
adecuado para el uso. El vocabulario de un hombre omnisciente comprendería palabras e
imágenes excluidas de la conversación cortés. Lo que sería ruin, e incluso obsceno para el
obsceno, resultaría ilustre mencionado en una nueva conexión de pensamiento. La piedad
de los profetas hebreos purga su grosería. La circuncisión es un ejemplo del poder de la
poesía para elevar lo bajo y ofensivo. Cosas pequeñas y mezquinas sirven tan bien como
grandes símbolos. Cuanto más mezquino sea el tipo con que se expresa una ley, más
mordaz es y más duradero en el recuerdo de los hombres: igual que elegimos la caja o
estuche más pequeño en que puede llevarse cualquier utensilio necesario. La mente imagi-
nativa considera sugerentes simples listas de palabras, como se cuenta de lord Chatham que
solía leer el diccionario de Bailey cuando se preparaba para hablar en el Parlamento. La
más pobre experiencia es lo suficientemente rica para todos los propósitos de expresar el
pensamiento. ¿Por qué codiciar un conocimiento de nuevos hechos? El día y la noche, la
casa y el jardín, unos pocos libros, unas pocas acciones nos sirven tan bien como lo harían
todos los negocios y espectáculos. Estamos lejos de haber agotado el significado de los pocos
símbolos que usamos. Aún podemos llegar a usarlos con una terrible sencillez. No es nece-
sario que un poema sea largo. Toda palabra fue una vez un poema. Toda nueva relación es
una nueva palabra. Además, usamos los defectos y deformidades con un propósito sagrado,
expresando así que los males de este mundo lo son solo para la mirada mala.
©R. W. EMERSON, El poeta y otros ensayos. Traducción de Fernando Vidagañ Murgui, Buenos Aires, Buenos
Aires Poetry, 2016 (Colección Ortodoxia).
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LA CONTRA-
C U LT U R A
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S EG U N DA PA R T E
Fue de este trasfondo que el gran interés superficial y real del Budismo Zen compartido por
Kerouac y Ginsberg vino, no, como se imagina, del contacto con los militares que volvieron
de China, Japón y Corea. La influencia de la religión Oriental en San Francisco es en parte
indígena. Hay muchas y florecientes iglesias Budistas en el Bay Area, en la mayoría congre-
gaciones Japonesas, pero también de gente blanca, y con muchos contactos con la comuni-
dad en general. Conozco de un solo militar que regresa con interés en el Budismo. No tenía
ningún contacto con la comunidad intelectual de San Francisco excepto por mí y se convir-
tió en un Budólogo académico. Por otro lado, Alan Watts, Gerald Heard, Christopher
Isherwood, Aldous Huxley y yo mismo en California y los pintores Mark Tobey y Morris
Graves en Seattle, fueron centros de interés de la religión Oriental, pero especialmente más
en revivir la vida contemplativa, después de todos los años de guerra. La mayoría de noso-
tros dirigimos seminarios, grupos de discusión y retiros, enseñándole a los más jóvenes los
elementos y las técnicas de no violencia y meditación. Estas actividades por supuesto que
todavía continúan de alguna forma y a escala mucho más grande. Gary Snider es un monje
Zen ordenado e instruido, y aprendió de poesía y literatura religiosa en India, China y
Japón. Siempre recordaré la noche que Kerouac apareció en mi casa sin ser invitado, se
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sentó con una jarra de oporto barato junto a él en el suelo, anunciando que era un Budista
Zen, y descubrió que todos en la habitación leyeron al menos un lenguaje Oriental.
Otra influencia en la escena de San Francisco fue Henry Miller, quien había vivido en Big
Sur desde 1941 y fuera conocido por la mayoría de los escritores de San Francisco. Dudo
si tanto Ginsberg o Kerouac leyeron alguna vez lo que Miller había escrito. Una vez hicie-
ron dedo ciento treinta millas por la costa para visitarlo y no fueron admitidos. Poco tiene
que ver el nihilismo beatnik, con las poderosas y religiosas convicciones y el amor a la vida
del pensamiento de Miller.
Debería mencionar por cierto que la palabra “Beatnik” fue inventada por el columnista de
San Francisco, Herb Caen. El término “Beat” fue un modismo común entre los músicos
bops y usualmente, como “funky”, y otras palabras del modismo bop, fue usada en un senti-
do contrario, aunque usualmente indica emocionalmente exhaustos. El término “Beat
Generation” fue usado simultáneamente por primera vez por Clellan Holmes, en un artícu-
lo del New York Times Magazine, y por mí en New World Writing. Este artículo y otros parecidos,
que escribí por aquella época sobre las entonces jóvenes generaciones de poetas –la nueva
era de experimentación y revuelta-, incluyeron a Ginsberg y Corso, Charles Olson, Robert
Creeley, Denise Levertov, Lawrence Ferlinghetti, Robert Duncan, Brother Antonius y
muchos otros. Este fue un desafortunado vínculo que ha durado hasta nuestros días. Ningu-
na de estas personas tenía algo que ver con ningún imaginado movimiento Beat. Sus escri-
turas son de amplia variedad y sólo comparten el rechazo a las moralidades de una civiliza-
ción mercantil y el retorno a un idioma internacional del verso moderno, que había sido
reprimido en Norteamérica por la Generación Reaccionaria de los cuarenta y Proletaria de
los treinta.
Williams Carlos Williams y Ezra Pound, pero Williams especialmente, fueron grandes
influencias en todo este grupo, como fueron los modernistas deconstructivistas que sobrevi-
vieron a los años de entreguerras –Louis Zukofsky, Walter Lowenfels, Sam Beckett, Kenneth
Patchen y yo. Otro factor muy importante en la cultura de San Francisco es su cercanísima
conexión con Londres y París más que con Nueva York. Los intelectuales de San Francisco
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primero hicieron contacto con los anarquistas londinenses durante la Guerra Española, y
durante toda la Segunda Guerra Mundial la correspondencia continuó con personas tales
como Sir Herbert Read, Alex Comfort, George Woodcock, Charles Wrey Gardner, Tambi-
muttu y otros. Yo por ejemplo leí por primera vez los poemas de Denise Levertov cuando
era una Land Girl1 en Essex y la introduje por correo a Charles Wrey Gardner, quien había
publicado Poetry Quarterly en Billericay. George Baker vivía en Big Sur por los cuarenta.
Dylan Thomas pasó dos largos períodos en San Francisco.
Ediciones francesas de la résistance como Éditions de minuit y Poésie de Pierre Seghers llegaron
por correo militar en cantidades considerables tan pronto como los norteamericanos llega-
ron a África, y en menor medida han trascendido desde esa época. Escritores como Simone
Weil, Sartre, Camus, y poetas de la résistance como Char, Frénaud, Rousselot, Seghers,
Follain, Guillevic, fueron leídos en San Francisco antes que cualquiera del círculo literario
de Nueva York haya escuchado de ellos. Gente en San Francisco tuvo correspondencia con
Simone Weil desde los días de la Guerra Española.
Todo esto forma la imagen del surgimiento de la cultura intelectual posmoderna mundial
en la cual la Generación Beat fue sólo un episodio menor, una especie de malentendido por
parte de unos pocos intelectuales amateurs, seguido de los periodistas literarios de la prensa
sensacionalista. La actual revuelta juvenil, el nuevo radicalismo, la democratización de la
vanguardia, son todos aspectos de una revolución mundial en los cimientos mismos de la
cultura, cambios básicos en las formas de vivir, la emergencia de una civilización funda-
mentalmente nueva. Allen Ginsberg sobrevivió dentro de esta nueva civilización y es hoy en
día una de las principales figuras en Tel Aviv, Calcuta, Moscú, pero la carga de la Genera-
ción Beat que colgaba de su cuello hace mucho había desaparecido. Solamente los burócra-
tas comunistas más estructurados y viejos de los pequeños países Balcánicos usaban el
término “beatnik” después de 1960.
¿Cuál fue la importancia del así llamado Movimiento Beat? ¿Cuál fue su efecto sobre la
evolución literaria y cultural de Norteamérica? Fue la forma que la joven masa de postgue-
rra se desafilió de una sociedad comercial, rapaz y criminal, lo que por primera vez llegó a
la atención misma de esta sociedad. On the Road de Kerouac fue un bestseller. Respondía al
propósito de una historia detectivesca y romance vaqueril y chicas de revista para la
incipiente nueva clase de cuello blanco; el hombre suburbano escapó al onírico mundo de
los autos veloces, las mujeres fáciles, las fiestas llenas de alcohol. Este mundo de Jack
Kerouac tuvo esencialmente los mismos principios que tuvieron el mundo de los discursos
cada vez más pasatistas. Toda una literatura de la droga, de prostitución homosexual, de
peleas callejeras, de sado masoquismo, los gang bang han seguido en su tren –las telenovelas
y los western de la poderosa elite de los pueblos, el pequeño Jet o Squirt Set en las décadas
de su publicación. Sus vidas han gradualmente llegado a parecerse a su literatura de escape.
El efecto de Kerouac sobre la gente joven, sobre la revuelta de juventud, sobre la genuina
desafiliación, fue mínima. Cierto, todo los tipo de delincuentes juveniles abandonaron sus
turbulentas conductas en las fuentes de soda cerca de las secundarias de Cle Elum, Fort
Dodge y Tucumcari, haciendo dedo a San Francisco, y comenzaron a hacer como los
personajes de Kerouac en North Beach. Pero esta invasión se desvaneció como los Galos de
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Roma. Fue imposible mantener el territorio. Mientras duró tuvo ciertas características que
lo distinguieron de la antigua bohemia o de la presente cultura mundial de secesión. Fue la
negación de la vida. Odiaban el sexo. Tomaban alcohol solamente para olvidar. Uno de los
síntomas del síndrome Beat, bastante obvio en los libros de Kerouac y Burroughs, fue el
desprecio por las mujeres. La avanzada Beat fue tratar una chica, exactamente como uno
pudiera tratar un casual encuentro homosexual en una reunión pública. Una cosa intere-
sante sobre el invierno de 1957 en North Beach fue la marea de chicas suicidas, una de ellas
la amante del héroe de On The Road. Otro hombre había matado a su esposa en Méjico años
antes, jugando William Tell2 en una fiesta. Este tipo de nihilismo insensible fue dejado de
lado por la creciente ola de verdadera revuelta con una nueva ética
y una nueva especie de responsabilidad social y una nueva y marcada sexualidad de
hombre y de mujer –incluso aunque los cuadrados sigan preocupados porque todos usan
pelo largo.
De los cuatro escritores Beat, Ginsberg es el más importante. Howl había vendido cientos de
miles de copias y traducido a los lenguajes más civilizados y a muchos semi civilizados. Es
una verdadera voz profética, el discurso de Nabi, un entusiasta profeta Hebreo, y el paralelo
más cercano en literatura son Oseas y Jeremías. Durante muchos años fue fantásticamente
popular con los estudiantes de Norteamérica y jugó un importante rol al fortalecer y conso-
lidar su descontento frente a la conspiración de la Mentira Social –el Estilo de Vida nortea-
mericano. Ginsberg no tenía nada del odio a la vida, del nihilismo, del rezar para olvidar,
de la repulsión sexual, o de la capacidad social destructiva de Kerouac o Burroughs. Nunca
había perdido cierta ingenuidad juvenil que lo llevaba a mostrarse en televisión y a provo-
car argumentos sobre droga y homosexualidad frente a los burócratas Bolcheviques. De
alguna manera recordaba, especialmente por su insaciable juventud, a Colin Wilson. La
mayor diferencia entre los Angries y los Beats es que los norteamericanos rechazaron toda
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estructura social. No quisieron ser admitidos por el antiguo Sistema o encontrar uno nuevo.
Querían derribar todo tipo de Sistema. Mucho más importante que esto –todo ellos, inclu-
so Kerouac y Burroughs, estaban interesados en lo que la vanguardia de entre guerras
llamó la Revolución del Mundo. Estaban interesados en atacar, desorganizar, y en el caso
de Ginsberg y Corso, reorganizar la estructura de la sensibilidad humana tanto como revo-
lucionar el uso del lenguaje, derrumbar los viejos patrones de lógica y sintaxis. Esta última
frase es casi exacta a lo que el teórico surrealista André Breton y los suyos creían apasiona-
damente por poetas Beats. Por otro lado, he encontrado en entrevistas hechas a los Angries3
que cuando les preguntas sobre este tema, son incapaces de entender de qué les estás
hablando –es una cosa francesa, como comer ranas y caracoles. Un entrevistador nortea-
mericano de televisión, después de un largo inconveniente tratando de articular los enun-
ciados de los Angries para entender a qué se estaban refiriendo, se dio por vencido con el
comentario, transmitido a lo largo del mundo, “supongo que también estaría enojado si me
encontrara con todos estos problemas y acabaría escribiendo como el vagabundo de
Galsworthy”. Cualquiera sean los errores de los Beats, fueron el primer desafío a lo que
llamamos los valores básicos de la civilización en alcanzar una audiencia popular, pero debe
ser recordada como lo que fue esencialmente, un pequeño punto focal dentro de un apabu-
llante movimiento social, una avasalladora marea dentro de una Nueva Oleada Mundial.
N O T A S
—
Haciendo/Construyendo la contracultura – (Making of the counterculture) de Kenneth
REXROTH – Traducción al español de ©Fernando CORREA-NAVA-
RRO, 2015.
A
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E N S AYO : W H I T M A N
A BAC K WA R D
GLANCE O’ER
T R AV E L’ D
R OA D S
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E N S AYO : W H I T M A N
Los poetas norteamericanos deben abarcar lo viejo y lo nuevo, porque Estados Unidos es la
raza de las razas. Aquí, el bardo debe guardar relación con el pueblo. Para el bardo, los
otros continentes llegan como contribuciones (…).
El universo conocido tiene un amante perfecto, y ese es el más grande poeta. Lo consume
una pasión eterna, y es indiferente al azar que suceda y a las posibles contingencias de la
buena o mala fortuna, y persuade día a día y hora a hora a su deliciosa recompensa. Lo que
frustra o quebranta a otros, es alimento para su ardiente avance hacia el contacto y el júbilo
amoroso. Él está en comunicación con todo lo que se espera del cielo, o de lo más alto a la
vista del amanecer, o de una escena en los bosques invernales, o en presencia de los años
que juegan (…).
Entre los treinta y un y treinta y siete años me sentí poseído por un deseo y una convicción
especiales… Era el sentimiento o la ambición de formular y expresar fielmente, en norma
literaria o poética, mi propia Personalidad física, emocional, moral, intelectual y estética, en
medio de, y en concordancia con, el espíritu y los hechos arrolladores de sus tiempos inme-
diatos y del Estados Unidos contemporáneo… Y de explotar esa Personalidad, identificada
con el lugar y el tiempo, en forma más exhaustiva y franca que la lograda en cualquier
poema o libro anterior.
E N S AYO : T H O R E A U
WA L D E N , D E
H E N RY DAV I D
T H O R E AU
P O R A N T O N I O C A S A D O D A R O C H A
La primera edición francesa de Walden es de 1922, y en cuanto a las ediciones en alemán, las
publicadas en 1897 y 1905 no incluyen ningún dato que haga pensar que Machado las manejó.
Es casi seguro que el poeta leyó una edición inglesa (Thoreau 1886), probablemente en el ejem-
plar que se encuentra en la Biblioteca Nacional, lugar que solía frecuentar casi diariamente en
aquellas fechas. La mayor parte de las citas que Machado incluye en su reseña proceden directa-
mente de la introducción a esta edición1. Tras aquella primera y parcial versión, en estos noventa
y ocho años Walden ha seguido contando con lectores españoles y se han sucedido las ediciones,
pero, como se lee en esta última, “una generación abandona las empresas de otra como naves
varadas” (68). Lo mismo podría decirse acerca de las sucesivas generaciones de editores de Walden,
que se han acercado al libro desde presupuestos muy diversos y a menudo divergentes. Pero antes
de entrar en esa historia quizá debiéramos decir unas palabras sobre el autor del original.
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E N S AYO : T H O R E A U
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E N S AYO : T H O R E A U
Como es sabido, Henry David Thoreau (1817–1862) vivió y escribió durante algo más de
dos años en una casa que se había construido en las orillas del lago Walden,2 en las cercanías
de Concord, Massachusetts. Su lugar de trabajo favorito era “una agradable ladera, cubier-
ta de pinares, a través de las cuales veía la laguna, y un pequeño claro en los bosques de
donde surgían pinos y nogales” (93). Además de escribir y visitar con frecuencia a familia y
amigos, Thoreau cultivaba un pequeño huerto y trabajaba por horas para ganarse algún
dinero. Tenía “tantos oficios como dedos,” y al acabar su jornada era “libre de dedicarse a
su búsqueda elegida, independiente de su trabajo;” a diferencia de “su contratante, que
especula de mes en mes, [y] no conoce tregua de un extremo al otro del año” (110, 120).
Thoreau mantuvo hasta el final de su vida una relación ambivalente respecto a sus contem-
poráneos, a quienes se sentía inevitablemente unido pero reprochaba “la vida mezquina” y
la falta de valor para “vivir deliberadamente” (138, 143). Esta última expresión se refiere al
esfuerzo por elegir de manera consciente y adueñarnos de nuestra existencia, cada uno
buscando su propio camino en pos de lo que R. W. Emerson, amigo y mentor de Thoreau,
denominó en su libro Nature “una relación original con el universo.” Esta búsqueda de la
autenticidad no está reñida con la sociabilidad (Casado 2004); Thoreau se instaló en
Walden para vivir deliberadamente, pero se fue de allí para continuar ese experimento
cuando comprobó que “tenía otras vidas por vivir” (347).
Thoreau, que en su diario reconocía tener una lista de fracasos como para animar a
cualquiera (1992: 340), sabía que los visones de Walden eran capaces de morir tras haberse
amputado ellos mismos varias patas, una salvaje mutilación producto de sucesivas caídas en
diferentes cepos. Por eso escribió que la mayoría llevamos una vida de silenciosa desespera-
ción: de la desesperada ciudad vamos al desesperado campo, donde para consolarnos, se
nos dice en Walden, sólo tenemos “la valentía de los visones y las ratas almizcleras” (65).
Para superar la desesperación, Thoreau buscó en Walden su voz propia; armado con ella,
relató su estancia en la laguna utilizando el ciclo de las estaciones como guía y sacando dos
y hasta tres sentidos a las palabras con el fin de provocar a sus vecinos. No deseaba hacer
una “oda al abatimiento” al estilo de la Dejection de Coleridge, sino alardear como gallo
mañanero para provocar una reacción entre esas personas cuya vida era una constante
penitencia (133, 62). Este símbolo de Thoreau, tan madrugador como el que más entre los
gallos de Concord, define su misión como escritor: despertar a sus vecinos de todo sueño
25
E N S AYO : T H O R E A U
Traducir el original Walden de 1854 a otro idioma es una empresa difícil, si no desesperada,
porque el inglés de Thoreau es especialmente denso en alusiones, a la vez que conciso y
pegado al terruño. El intento de importar la flora y fauna de Nueva Inglaterra a otras orillas
trae consigo enigmas aparentemente irresolubles: si los pouts de Walden han de traducirse
como “fanecas,” como mantienen los traductores anteriores, o como “abadejos,” según los
actuales, o en qué clase de fruta silvestre haya de convertirse la americana huckleberry, la
baya favorita de Thoreau.
En el caso que nos ocupa, era de esperar que una nueva edición de Walden corrigiese
algunos errores y omisiones de las anteriores, y ésta así lo hace, además de ofrecer un buen
esbozo biográfico y una bibliografía más que pasable. Los dos ensayos que componen la
introducción parten de la vida de Thoreau pero evitan buscar en ella las claves de su obra:
“Proponerse hablar de la vida de Thoreau no es tan fácil si advertimos que, en cierto modo,
fue el cometido del propio Thoreau durante toda su vida” (24). Los editores advierten que
el propósito de Walden es más moral y político que estrictamente autobiográfico, y elaboran
algunos de sus motivos centrales: la honradez del trabajo, la apelación a la independencia,
la fidelidad al momento presente y la exigencia de una vida con principios. Estos ensayos
introductorios concluyen con una defensa del carácter central de Walden en el conjunto de
la obra de Thoreau (40), y por ende también en su vida y en el fondo del ser americano (48).
E N S AYO : T H O R E A U
Siguiendo el consejo de Emerson de mantener una relación original con el universo, tal vez
los editores hayan decidido mantener una relación original con Walden, optando por un
acercamiento en línea recta, traduciendo directamente del texto original sin dejarse influir
por versiones anteriores. Es posible que Thoreau no tuviera nada que objetar a una aproxi-
mación de ese tipo a su obra: como puede comprobarse en numerosos pasajes de su diario, la
línea recta era su excursión favorita. Esta clase de paseo, conocido en inglés como bee-line,
consiste en tomar la brújula, elegir un destino, establecer la dirección y seguirla entonces
siempre en línea recta, superando sin rodeos cualquier obstáculo que pueda encontrarse en el
camino, ya sea río, monte o precipicio. Según cuenta el anecdotario apócrifo (Harding 1945),
un día Thoreau y Channing estaban haciendo una excursión de este tipo cuando se encontra-
ron con una granja en su camino. Afortunadamente, la puerta principal estaba abierta, así
que los dos caminantes atravesaron la casa por el pasillo y salieron por la puerta de atrás sin
decir una palabra, dejando al granjero y su familia atónitos ante la aparición de los dos hom-
bres cubiertos de lodo.
El resultado final de este acercamiento es un Walden muy poco castizo, urbano incluso. Para
conseguirlo se ha arriesgado en la traducción, vertiendo town, city y village indistintamente por
“ciudad” (62, 65, 87), y optando por “escolar” para traducir scholar (43, 71). Los traductores
argumentan a favor de esta última opción basándose en el uso que Emerson hizo del término
en su edición de La conducta de la vida (2004: 12n), pero tal vez lo que sea válido para Emerson
no lo sea para Thoreau. No olvidemos que, si bien garden puede traducirse por “jardín” (132),
lo que éste cultivaba en casa de sus padres se parecía más a un huerto con patatas y melones.
No deberíamos hacer a Thoreau más semejante a nosotros de lo que realmente era: su
mundo anticipaba el nuestro, pero era radicalmente distinto en aspectos tan centrales como
la muerte, la religión o el sexo; era un mundo que hoy nos parecería extraño y hasta hostil, en
el que la esclavitud era legal y no existía vacuna para el tétanos.
A la hora de interpretar ese mundo, y aunque sea razonable esperar diferencias y hasta
desacuerdos entre los sucesivos editores, la ventaja de cada nueva edición de Walden es que
puede partir de las anteriores y, dando crédito a la fuente cuando proceda, transmitir y
aumentar el caudal de notas que hacen comprensible el texto a lectores que no comparten
su contexto histórico y cultural. Sorprende entonces que unos editores tan adictos a Emer-
son no anoten que fue éste uno de los conocidos que ayudaron a Thoreau a levantar el
armazón de su casa (98). Por otra parte, basta con leer La democracia en América de Tocqueville
para advertir que los “hombres selectos” (155) tendrían que haber sido en realidad “emplea-
dos municipales” o algo equivalente, pues ese es el significado aproximado de selectmen.
En definitiva, en esta edición se echan de menos notas a pie de página a la hora de afrontar
las citas eruditas y los numerosos juegos de palabras de Thoreau (202, 270, 151, 139, 336).
Para ello, y sin necesidad de acudir a la última y muy polémica edición norteamericana
(Thoreau 2004), la que comentamos se hubiera beneficiado del magnífico trabajo de Walter
Harding para Houghton Mifflin (1995), la misma editorial que en 1906 publicó la primera
edición de las obras completas de Thoreau. Quien desee profundizar en Walden ha de impli-
carse, pues, en un ejercicio más costoso, pero “un noble ejercicio” (147), pues no cabe duda
de que Thoreau incluía a su propia obra entre esos “verdaderos libros,” tan exigentes como
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E N S AYO : T H O R E A U
fructíferos, que requieren el estudio deliberado en su propia lengua, amén de “un espíritu
verdadero” y comprometido en la aventura de leer y escribir. El narrador de Walden recono-
ce que con su escritura su “propia vida se convertía en una diversión y no dejaba de ser una
novela” (158), una confesión que en el original inglés admite más de un sentido: Thoreau,
que no leía novelas, se toma ciertas libertades con su relato pero no lo vuelve novelesco (es
decir, predecible), de modo que el resultado resulta novedoso hasta para él mismo. Pues,
como había dicho en su primer libro, la verdadera obra de ficción sólo busca describir con
más exactitud cómo son las cosas (Casado 2005: 80).
Thoreau supo extraer de esa mina al menos dos lecciones valiosas. La primera, que no debe-
ríamos desdeñar la importancia recreativa del trabajo físico. El “trabajo de las manos” era
para él una “forma de ociosidad,” y no de las peores (199). La ociosidad que Thoreau rechaza
es aquella que nos incapacita para habitar el mundo de la corporeidad y la sociabilidad
humanas. La segunda lección de Thoreau, y que luego interpretó a su manera el psicólogo
social B. F. Skinner en su Walden dos (1948), tiene que ver también con este regreso a la socia-
bilidad. Thoreau nos recuerda en Walden “Uno” que cooperar significa ganarnos la vida juntos y
pone el ejemplo de dos jóvenes que se proponían viajar juntos por el mundo, uno sin dinero,
ganando sus recursos sobre la marcha, otro con una letra de cambio (hoy una tarjeta de crédi-
to) en el bolsillo. “Era fácil ver,” concluye Thoreau, “que no podrían ser por mucho tiempo
compañeros o cooperar, ya que uno no operaba en absoluto” (121).
Una última paradoja: Thoreau nos relata el procedimiento por el que llevó a cabo la primera
medición científica de la profundidad del lago y poco después reconoce que “al mismo
tiempo que nos tomamos en serio explorar y aprender todas las cosas, necesitamos que todas
las cosas sean misteriosas y no hayan sido exploradas, que la tierra y el mar sean infinitamen-
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E N S AYO : T H O R E A U
te salvajes, que no sean investigadas ni sondeadas por nosotros, porque son insondables. No
podemos tener bastante de la naturaleza” (341).
Nosotros tampoco podríamos tener bastante de Walden. Gracias a ese “vigor matutino” tan
suyo, éste seguirá siendo un libro “inefablemente saludable, rico y sabio” (144, 172) al margen
del texto en que sea leído: seguirá siendo un clásico, porque su lectura nos procura una peren-
ne alegría de vivir. Esa alegría es el gran éxito de Walden, también en esta nueva edición, pues
“si el día y la noche son tales que los saludáis con alegría y la vida desprende una fragancia
como las flores y las hierbas aromáticas, y es más dúctil, más estrellada, más inmortal, [ése] es
vuestro éxito” (252).
N O T A S
1 Agradezco las informaciones facilitadas a este respecto por Jordi Doménech y Jeff Cramer, así como los comen-
tarios a esta reseña efectuados por el editor y un evaluador anónimo de Atlantis.
2 Aunque Walden es conocido como pond, “laguna,” geológicamente se trata de un lago de origen glacial.
O B R A S C I T A D A S
Casado da Rocha, Antonio 2004: “‘Live Thus Deliberately’: Authenticity and Narrative Ethics in Walden.”
The Concord Saunterer, n.s., 12: 305–21.
Javier ALCORIZA y Antonio LASTRA, ed. 2005: Walden, de Henry David Thoreau.
Madrid: Cátedra. 357 pp. Antonio CASADO DA ROCHA – Universidad del País Vasco.
A
C O L E C C I Ó N A B R A C A D A B R A
2 0 1 7
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E N T R E V I S TA : C H A R L E S W R I G H T
Entrevista:
C H A R L ES
WRIGHT
P O R A D A L B E R S A L A S H E R N Á N D E Z
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E N T R E V I S TA : C H A R L E S W R I G H T
E N T R E V I S TA : C H A R L E S W R I G H T
Has traducido tanto a Eugenio Montale como a Dino Campana, dos poetas
notables. Siendo tú mismo poeta, ¿qué has aprendido del oficio de traductor?
¿Cómo ha cambiado tu propia escritura?
Resulta que Montale terminó por volverse una gran influencia en mi propia escritura. Los
espacios en blanco que dejaba, los saltos que hacía, el modo en que estiraba las imágenes,
todo ello. No tanto el tema, el asunto. Pero debo decir que la única manera de entender a
un poeta perteneciente a otra lengua es traducirlo. Aún tiene la magia que te llevó a él, pero
luego de traducirlo entiendes mejor de dónde proviene esa magia y cómo llegó ahí.
La lengua de los muertos, para así poder hablar con ellos y entender lo que dicen.
No creo que sea posible, pero si lo fuera, nominaría a James Merrill y Charles Bernstein,
quienes dirían que estoy loco.
Me gusta que la poesía esté anclada geográfica y literalmente, sin importar cuánto pueda
elevarse. Sin mencionar el hecho de que todos esos lugares que nombras son hermosos y
están repletos de historia.
El hecho de ser poeta, ¿ha cambiado tu vida? Estar dedicado a la poesía, ¿pesa
en tu modo de pensar y de vivir?
E N T R E V I S TA : C H A R L E S W R I G H T
Te han sido entregados algunos de los premios más importantes del ámbito
angloparlante. Y recientemente has sido nombrado Poeta Laureado de Esta-
dos Unidos. No obstante, siempre te has alejado de la mirada pública. ¿Cómo
te han afectado esos reconocimientos?
No me han afectado, en mi vida privada, excepto para hacerme sentir bien por algunos
días. Y en mi así llamada “vida profesional”, no me han cambiado en lo más mínimo.
¿Cuál es el rol del poeta como figura pública? ¿Y en relación a sus poemas?
En lo que a mí concierne, el rol del poeta como figura pública debería ser borroso. Y el rol
del poeta, en relación a sus poemas, simplemente no debería existir.
Uno siempre intenta reconciliar las diferencias. Uno no siempre tiene éxito en esa tarea.
Tu libro Caribou: poems acaba de ser publicado. ¿En qué estás trabajando
ahora?
E N S AYO : C H A R L E S W R I G H T
D ES E D U C AC I Ó N D E L P O E TA
L A ES C U E L A
D E C R I STO
P O R C H A R L E S W R I G H T
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E N S AYO : C H A R L E S W R I G H T
Dirty Dancing es una historia sobre cómo una joven pierde la inocencia, una película “rito
de paso” que trata sobre unas pocas semanas del verano de 1963 en un resort en las mon-
tañas de Catskill. La joven, interpretada por Jennifer Grey, acaba de graduarse de la
secundaria y va a ingresar a la Universidad Mount Holyoke cuando termine el verano. Se
enamora, por supuesto, del instructor de baile del resort. Todo el mundo decepciona a
todo el mundo de pequeñas maneras, pero al final –como esperamos de una película de
este tipo– todo es enmendado. De una forma periférica pero importante, la película
también trata sobre el baile. Justo antes del número de cierre, Jack Weston, quien interpre-
ta al propietario del resort, mira al director de su banda y le dice: “Se acabó. Ya no volve-
rán a pasar cosas como estas…” ¿Pero qué, en el verano de 1963, se había “acabado”?
¿Qué no iba a volver a pasar?
Es sobre esto que quiero hablarles. Precisamente, lo que no iba a volver a pasar es eso en
lo que entré, diez años antes, en mayo de 1953, al dejar la capilla de la Escuela de Cristo,
en Arden, Carolina del Norte. Terminada la graduación y con el sol derramándose,
vistiendo mi traje gris y mi Cleveland completo (corbata blanca, cinturón blanco, zapatos
blancos), bajé las escaleras de la capilla y llegué a No Sweat1, un enorme país que existió
en el paréntesis temporal de diez años entre el final de la Guerra de Corea y la muerte de
John F. Kennedy. Jennifer Grey hablaba de los Cuerpos de Paz; nosotros hablábamos de
Playa Myrtle. Ella vivía y bailaba las fantasías que nosotros teníamos que conformarnos
con albergar. No Sweat era un país donde las cosas se encargaban de sí mismas, a través
de la selección natural y el progreso natural. Mi progreso, según recuerdo, estuvo marcado
por la gravedad, ruta que escogieron muchos de los pertenecientes a mi generación –a la
cual pronto se le llamaría “La Generación Silenciosa”. Gravedad quiso decir para mí un
verano trabajando en el periódico de mi pueblo natal, Kingsport, Tennessee, cuatro años
en la Universidad Davidson (un período que en otra parte he descrito como una “época
de amnesia”), otros cuatro años en el ejército y luego dos años más en un posgrado. En el
momento exacto en que Jack Weston continuó sus dos frases con una tercera –“Las fami-
lias ya no vendrán a lugares como este; todos los chicos quieren ir a Europa”– yo estaba,
de hecho, empezando una temporada de dos años en Italia, como un estudiante Fulbright.
Jack Weston tuvo razón en sus tres frases. Ciertamente, el período entre 1953 y 1963 fue
otro país.
Antes de continuar, necesito retroceder mi película un par de años, al otoño de 1951. ¿Pero
quién puede recordar cómo era tener dieciséis años cuando ya tiene cincuenta y cinco?
Incidentes, sí; detalles, a veces; gente, ocasionalmente (o, al menos, la gente que creías que
eran). Pero cómo era, la forma en que se vivía es algo que armamos, algo que reconstruimos y
reinventamos para que sirva a nuestros propósitos. Lo cual, me parece, está bien. Cierta-
mente le va mejor al ego, un órgano que aguanta una buena golpiza en los tiempos entre
los dieciséis y diecisiete años.
En 1951, la Escuela de Cristo fue una especie de liberación para mí. Había pasado el año
anterior, mi quinceavo, en un lugar llamado Escuela Sky Valley, con un cuerpo estudiantil
de ocho almas, siete chicos y una chica. Dos mil acres alrededor del Monte Pinnacle, a las
afueras de Hendersonville, Carolina del Norte. Ocho niños bajo el pulgar evangélico de la
36
E N S AYO : C H A R L E S W R I G H T
hija del Obispo Episcopal de Carolina del Sur. La edad de quince años está en el perímetro
exterior del aprecio por lugares como esos, así que cuando vi una escuela con más de un
edificio y otros 143 estudiantes, sentí que había sido puesto en libertad.
Se ha dicho que cada uno de nosotros conserva de su pasado, de sus recuerdos, de frases a
través de las cuales vive, solamente unas pocas palabras rescatadas de una vida en pleno
desvanecerse. Si esto es cierto, entonces las tres palabras que recordaré son campus, tarea y
migajas, C, D y M, tres letras notorias que aumentaban las tres R de mis días en la Escuela
de Cristo. Concentraban el castigo máximo que había en aquellos tiempos, salvo la expul-
sión: restricción al campus, trabajar en una tarea hasta que esté terminada y servir mesas
(limpiar migajas) durante el período de castigo.
Incidentes, detalles, gente. Seguramente el mayor incidente –y, ahora creo, fortuito– fue el
descubrimiento de un paquete de salvavidas en la gaveta de mi cómoda por parte de un
prefecto metiche luego de mi primera tarde de lunes en el pueblo (teníamos los lunes libres
e íbamos a clase los sábados, sin duda para evitar tantas “confrontaciones en el pueblo”
como fuera posible, como podría suceder un sábado en la tarde). De inmediato se me
ordenó talar un roble (la tarea), una mesa que servir y la completa prohibición de visitar el
pueblo hasta que dicho árbol estuviera en el suelo. Aprendí con prisa sobre la escuela y
resulta que también la escuela aprendió sobre mí con prisa. Era la vieja teoría de “lánzalos
a ver si pueden nadar”. Para el momento en que cayó el árbol, con voluntarios de las caba-
ñas cuatro, cinco y seis (instalaciones donde vivían los chicos mayores, ocho por cabaña)
halando de sogas atadas a lo alto del árbol y empujando el tronco, ya me había vuelto
miembro de la escuela de una manera que poco más hubiera hecho posible, salvo tener un
pase como el de John Elway. La prueba de la agonía es más espesa que el agua. Mi única
transgresión adicional, durante esta iniciación de varias semanas, fue el haber tomado el
hacha de Mr. Dave una mañana, luego del desayuno, mientras iba hacia mi tarea para
darle algunos golpes antes de clase. Estaba apoyada contra el marco de la puerta del come-
dor. Mr. Dave (acerca del cual hablaré luego) era David Page Harris, Director, Maestro y
Deidad Suprema de la Escuela de Cristo por muchos años: un hombre realmente singular,
cuyas dedicación y cuyas prácticas influyeron sobre los cientos de chicos que pasaron bajo
sus manos. En todo caso, cuando mi compañero de cuarto (que había estado en la escuela
por mucho más tiempo que yo) preguntó dónde había conseguido una herramienta de
cortar tan buena y escuchó mi respuesta, palideció visiblemente y dijo: “Esa es el hacha del
Hombre”. No necesité más explicaciones, la puse donde la encontré antes de que Su Seño-
ría hubiera terminado el café del desayuno.
¿Acaso no es maravilloso cuán llena está la memoria de amor propio? Dos témpanos más
se desprenden de la zona congelada de aquel primer año; uno de ellos, otro incidente, el
otro un detalle.
Una de las cosas realmente buenas de un lugar como la Escuela de Cristo era que podías
jugar pelota incluso si no eras bueno, como era mi caso: como dice el dicho, no podía
ver bien, pero era lento. Estuve en los equipos de béisbol y básquetbol de la escuela los
dos años que pasé allí. Durante mi primer año en béisbol, acerté un solo batazo en toda
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E N S AYO : C H A R L E S W R I G H T
El detalle –algo más luminoso que el incidente, algo que es parte de la verdadera textura
de las cosas– tiene que ver con el viejo gimnasio, la vieja estructura de madera, vacilante y
desgastada, que ha sido reemplazada dos veces desde que estudié allí. Tras ella, a la vista
desde el campo de fútbol, estaba el lugar donde se nos permitía fumar, si teníamos dieciséis
y permiso. Solamente pipas. Ya estaba bien entrado el otoño o era invierno cuando obtuve
mi permiso. Recuerdo ir ahí luego de la cena, en la oscuridad, el cuello de la chaqueta
levantado contra el viendo frío, para unirme a algo que, de algún modo, sabía que era más
grande de lo que yo jamás podría llegar a ser, a pesar de que finalmente era parte de ello.
Supongo que me unía a Crecer, aunque en el momento me parecía apoteósico. Las tres
letras me habían puesto en el camino, pero el permiso para fumar y la pipa después de la
cena (aunque me mareaba un poco) eran el evento que finalmente me hacía parte genuina
de la escuela. No puedo expresar cuán importante era para mí, incluso hoy en día. La
aceptación, como sabemos, lo es todo a los dieciséis años. No sé cómo se efectuó esa magia
en los momentos ventosos, robados tras el viejo gimnasio, pero sé que sucedió. Recuerden,
era 1951, una época “macho” en Estados Unidos y en la Escuela de Cristo: peinados con
pollina, pantalones de bota estrecha, con costuras visibles y pliegues dobles. Nudos doble
Windsor, cuellos Mr. B. Pulmones llenos de humo. Sólo intentábamos descubrir quiénes
éramos –algo que nadie puede decirte, ni siquiera tu memoria. Especialmente tu memoria,
esa ficción interesada de alguien que ya no reconoces y que ni siquiera deberías escuchar.
Cuando pienso en la gente de la Escuela de Cristo, primero pienso, siempre, en Mr. Dave,
quien hizo tan intensos nuestros salones de clase. Recuerdo un gran error que cometí:
tomé un curso de historia perteneciente a tercer grado cuando me encontraba en sexto.
Por supuesto, fue facilísimo –hasta que lo dictó Mr. Dave por un par de semanas, cuando
el instructor regular, Mr. Hall, estuvo enfermo. Me tocó interrogatorio cada día. Por fortu-
na, tenía tiempo de visitar la sala de estudio antes de la clase, así que podía memorizar las
lecciones con antelación. Todos los días me aprendía las lecturas, pues tendría que recitar-
38
E N S AYO : C H A R L E S W R I G H T
las palabra por palabra. Sería un eufemismo decir que Mr. Dave captó nuestra atención.
También era mi instructor de trigonometría, un curso que debía pasar para graduarme.
También sería un eufemismo decir que entendía la materia. Necesitaba una nota de 66 y
dos tercios en mi examen final para pasar. Sucede que esa fue mi calificación precisa y
solamente años después me percaté del regalo que me había dado Mr. Dave.
Mr. Dave, un nombre para evocar e invocar. Nunca sabías dónde aparecería. Yo estaba
convencido de que poseía una especie de visión nocturna, como un gato. Aparecía de
entre la oscuridad, el carbón encendido de su cigarrillo como un breve ojo rojo en busca
de la iniquidad. Y luego desaparecía. Durante el día, siempre estaba bizqueando, especial-
mente con su ojo derecho, intentando evadir el humo del cigarrillo permanente adosado
a la esquina derecha de su boca (quizás no “permanentemente”, quizás creo esto por nues-
tra fascinación por el acto de fumar, especialmente cigarrillos, los cuales eran totalmente
tabú). Con una barba de dos días sobre el rostro y el ceño fruncido por la concentración
mientras intentaba encontrar a Sid, el de mantenimiento, o descargar el carbón que
acababa de llegar, o llegar a clase, o conseguir que se arreglara lo que se había dañado, o
enderezar lo que se había torcido –el suicidio de un profesor, el embarazo de la novia de
un estudiante, una borrachera y un escándalo en la cabaña cuatro– Mr. Dave invariable-
mente parecía hallarse en movimiento. Todo se inclinaba un poco cuando él pasaba.
El Hombre estaba por todas partes, imperturbable si tenía que serlo, de otro modo si tenía
que serlo. La escuela parecía emanar y operar a partir de su cuerpo. Nada sucedía sin él
–cada comida, cada reunión, cada servicio religioso y, si no tenías cuidado, cada cosa
ilícita que estabas a punto de hacer o apenas estabas empezando a hacer. Ahí estaba el
Hombre. Desde entonces, nunca he sentido una presencia así, tan abarcante y poderosa,
excepto quizás en la Capilla Sixtina, en la Roma de 1959. Mr. Dave, como solían decir, era
algo aparte, y atesoro su recuerdo. No importa qué sucediera, siempre buscaba un término
medio. En mi caso, por supuesto, llegó hasta un término de dos tercios. Lo cual me lleva a
donde empecé.
¿Qué llevaba conmigo mientras bajaba esos escalones empapados de sol, aquella
mañana de 1953, aparte de una impresionante insensibilidad con respecto al estilo o la
moda, un diploma y una adicción al tabaco? La respuesta usual es una Palabra Grande,
39
E N S AYO : C H A R L E S W R I G H T
N O T A S
1 Una expresión que puede traducirse como “sin esfuerzo”. Literalmente quiere decir “sin sudor”.
(N. del T.)
2 En la jerga deportiva, goose egg, “huevo de ganso” es el cero. (N. del T.)
—
Charles WRIGHT: “Deseducación del poeta”, charla perteneciente al libro Notas de a cuarto. Inclui-
do en el volumen Lengua perdida. Poemas selectos, Caracas, bid&co. editor, 2016. Traducción de
Adalber Salas Hernández.
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E N S AYO : G R AV E YA R D P O E TS
P O E TA S D E L
CEMENTERIO
( G R AV E YA R D P O E TS )
P O R J U A N A R A B I A
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E N S AYO : G R AV E YA R D P O E TS
Creadores de gran revuelo en la opinión pública y la crítica literaria (entre ellos el más
descalificativo fue Amy Louise Reed, mismo que bautizó a la escuela como “Poetry a disea-
se”2), estos poetas, sin embargo, fueron considerados como los precursores del movimiento
literario romántico: especialmente en los posteriores poemas reflexivos y emocionales de
Samuel Taylor Coleridge (“Dejection: And Ode”) y de John Keats (“Ode on Melan-
choly”).
Entre otros nombres destacados de este movimiento, incluye a poetas como: Thomas
Parnell, Joseph Warton, James Macpherson, Thomas Warton, Thomas Percy, Oliver
Goldsmith, William Cowper, Christopher Smart, William Collins, Joseph Warton, Mark
Akenside y Henry Kirke White.
N O T A S
2 Russell NOYES (Ed.) (1956), English Romantic Poetry And Prose, New York: Oxford University Press.
3 Eric PARISOT, Graveyard Poetry: Religion, Aesthetics And The Mid-eighteenth-century Poetic, Ashgate.
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P O E S Í A : G R AV E YA R D P O E TS
THOMAS
C H AT T E R TO N
( G R AV E YA R D P O E TS )
P O E S Í A : G R AV E YA R D P O E TS
ADIÓS
––
Extraído de Upton SINCLAIR, The Cry for Justice: An Anthology of the Literature of Social Protest, Philadelphia: The
John C. Winston Co., 1915; Bartleby.com, 2010. www.bartleby.com/71/. [Date of Printout].
Traducción de ©Juan Arabia, 2016.
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P O E S Í A : G R AV E YA R D P O E TS
WILLIAM
COWPER
( G R AV E YA R D P O E TS )
P O E S Í A : G R AV E YA R D P O E TS
E L N ÁU F R AG O
P O E S Í A : G R AV E YA R D P O E TS
P O E S Í A : G R AV E YA R D P O E TS
––
The Castaway
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P O E S Í A : G R AV E YA R D P O E TS
P O E S Í A : G R AV E YA R D P O E TS
WILLIAM
COLLINS
( G R AV E YA R D P O E TS )
P O E S Í A : G R AV E YA R D P O E TS
FIDELE
P O E S Í A : G R AV E YA R D P O E TS
––
Fidele
P O E S Í A : G R AV E YA R D P O E TS
Extraído de Arthur QUILLER-COUCH, ed. 1919, The Oxford Book of English Verse: 1250–1900. Traducción y
nota de ©Juan Arabia, 2016.
Para un estudio más extenso de la obra de William COLLINS, es recomendable la lectura de A poetry of invocation:
a study of the poems of William Collins and their tradition de Philip D. Marion, University of Florida.
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E N S AYO : T H O M A S C H AT T E R T O N
THOMAS
C H AT T E R TO N
P O R I A N H AY W O O D
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E N S AYO : T H O M A S C H AT T E R T O N
E L M I TO D E L P O E TA
CONDENADO
Como cualquier chico que crece en Bristol, Thomas Chatterton (1752-1770) pasó gran
parte de su tiempo con su tío, el sacristán de la iglesia St. Mary Redcliffe. Pequeño artista
sensitivo, Chatterton comenzó a imaginar la vida de los monjes durante el siglo XV. Incluso
en su mente inventó el personaje de un sacerdote del siglo XV llamado Thomas Rowley.
La mayoría de los chicos se las arreglan para mantener una línea imaginaria entre su vida
y la realidad, pero el mundo de fantasía medieval de Chatterton se materializó de forma
sólida y tangible cuando afirmó haber encontrado un escrito poético del cura imaginario
escondido en una habitación trasera de la iglesia. De hecho se lo mostró a un abogado de
Bristol, mismo que creyó que era un auténtico material del siglo XV, y se lo compró.
Alentado por este éxito, Chatterton comenzó a “encontrar” más trabajos de la poesía de
Rowley. También produjo poemas utilizando su propio nombre, aunque estos fueron
completamente ignorados, mientras que el trabajo de Rowley comenzaba a circular por
todo Inglaterra.
Ian HAYWOOD, A Study of the Literary Forgeries of James Macpherson and Thomas Chatterton in Relation to
Eighteenth-Century Ideas of History and Fiction, Rutherford, NJ: Fairleigh Dickinson University Press, 1986. Traducción
de ©Juan Arabia, 2016.
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POESÍA FRANCESA
L E S P O È T E S M AU D I T S
VILLIERS DE
L’ I S L E - A DA M
P O R M A R I A N O R O L A N D O A N D R A D E
Si de esos seis poetas, tres (Rimbaud, Mallarmé y el propio Verlaine) integran el canon de
la literatura, el rastro de Villiers de L’Isle-Adam (1838-1889), que prefirió la prosa y
raramente incursionó en el verso, se ha escondido con el correr de los años, borroneado
quizás por la ausencia de una cúspide a la altura de Une saison en Enfer de Rimbaud o Chanson
d’automne de Verlaine.
Su obra más conocida, les Contes cruels, de 1883, un volumen de relatos, incluye una “rareza”
en verso, Conte d’amour, siete poemas de diferentes periodos presentados como una historia
de amor, desamor y liberación. “No hablaremos de los Cuentos Crueles porque este libro ha
hecho su camino. Hallamos allí, entre relatos milagrosos, versos de la demasiado escasa
producción del poeta en su madurez, pequeños poemas agridulces dirigidos a, o escritos
sobre, alguna mujer probablemente adorada antaño y seguramente despreciada hoy”,
escribió Verlaine en su libro, en el que incluye algunas estrofas. L’Aveu es el segundo poema
de Conte d’Amour, Adieu el sexto y Rencontre el último.
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POESÍA FRANCESA
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POESÍA FRANCESA
L A D EC L A R AC I Ó N
––
L’AVEU
POESÍA FRANCESA
ADIÓS
––
ADIEU
POESÍA FRANCESA
ENCUENTRO
¿Crees en la retractación?
¿Que los sentidos solos embriagan?
Pero me dormía entre tus musas:
no resucitarás nunca.
––
RENCONTRE
POESÍA FRANCESA
Comte de VILLIERS DE L’ISLE-ADAM, Contes cruels, Calmann Lévy Éditeur, 1883, París.
Paul VERLAINE, Les poétes maudits, Léon Vanier Éditeur, 1888, París. Traducción ©Mariano Rolando Andrade.
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POESÍA FRANCESA
¡ H I C I ST E
B I E N E N I R T E,
ARTHUR
R I M BAU D !
DE RENÉ CHAR
T R A D U C C I Ó N D E M A R I O B O J Ó R Q U E Z
63
POESÍA FRANCESA
¡Hiciste bien en irte, Arthur Rimbaud! Tus dieciocho años refractarios a la amistad, a la
malevolencia, a la estupidez de los poetas de París, así como al ronroneo de abeja estéril de
tu familia ardenesa un poco loca; hiciste bien en lanzarlos lejos de ti, meterlos bajo la cuchi-
lla de tu guillotina precoz. Tuviste razón de cambiar el boulevard de los holgazanes, el
cafetín de los mea-liras, por el infierno de las bestias, el comercio de los astutos y los buenos
días de los simples.
Este impulso absurdo del cuerpo y del alma, esta bala de cañón que da en su blanco hacién-
dolo estallar ¡Sí, la vida de un hombre, está bien por allá! No se puede, al dejar la infancia,
indefinidamente estrangular al prójimo. Si los volcanes cambian poco de lugar, su lava reco-
rre el gran vacío del mundo y le otorga las virtudes que cantan en sus heridas.
¡Hiciste bien en irte, Arthur Rimbaud! Nosotros somos algunos que creemos, sin pruebas,
que la felicidad es posible contigo.
––
Tu as bien fait de partir, Arthur Rimbaud! Tes dix-huit ans réfractaires à l’amitié, à la malveillance, à la
sottise des poètes de Paris ainsi qu’au ronronnement d’abeille stérile de ta famille ardennaise un peu folle, tu
as bien fait de les éparpiller aux vents du large, de les jeter sous le couteau de leur précoce guillotine. Tu as eu
raison d’abandonner le boulevard des paresseux, les estaminets des pisse-lyres, pour l’enfer des bêtes, pour le
commerce des rusés et le bonjour des simples.
Cet élan absurde du corps et de l’âme, ce boulet de canon qui atteint sa cible en la faisant éclater, oui, c’est
bien là la vie d’un homme! On ne peut pas, au sortir de l’enfance, indéfiniment étrangler son prochain. Si les
volcans changent peu de place, leur lave parcourt le grand vide du monde et lui apporte des vertus qui chantent
dans ses plaies.
Tu as bien fait de partir, Arthur Rimbaud! Nous sommes quelques-uns à croire sans preuve le bonheur
possible avec toi.
P O E S Í A B R I TÁ N I C A
PA R O D I ES
O F LU ST R A
GERALD BRENAN
T R A D U C C I Ó N D E C A R L O S P R A N G E R
Estas parodias se las mostré a Wyndham Lewis y las aceptó para Blast, pero nunca se publicaron porque la
revista desapareció cuando lo llamaron a las filas.
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P O E S Í A B R I TÁ N I C A
66
P O E S Í A B R I TÁ N I C A
PA R O D I A S D E LU ST R A
Ungüento
Morceau Choisi
Las gaviotas…
periódicos arrugados en campos negros.
1916 ó 1917
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P O E S Í A B R I TÁ N I C A
PA R O D I ES O F LU ST R A
Unguent
Morceau Choisi
Ce gulls –
Crumpled newspapers on black Belds.
1916 or 1917
Poesía {1912-1977} El instante magnético, Poemas selectos del AEGB, Parodias de Ezra Pound por Gerald Brenan
edición bilingüe de ©Carlos Pranger.
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POESÍA INGLESA
C AVA N D O
SEAMUS HEANEY
( T R A D . A N D R É S P I Ñ A )
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POESÍA IRLANDESA
C AVA N D O
POESÍA IRLANDESA
––
DIGGING
POESÍA IRLANDESA
Seamus HEANEY, Death of a Naturalist, 1966, Farrar, Straus & Giroux, LLC. Traducción de ©Andrés Piña.
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POESÍA NORTEAMERICANA
ALL OF US
T H E C O L L ECT E D P O E M S
R AY M O N D C A RV E R
T R A D U C C I Ó N D E C A R L O S L L A Z A
73
POESÍA NORTEAMERICANA
EL NIÑO
M I C U E RVO
POESÍA NORTEAMERICANA
U N A TA R D E
LO M E J O R D E L D Í A
Casi de madrugada,
claro. Y ese intervalo
justo antes del almuerzo.
Y la tarde, y
el nacimiento de la noche.
Pero me encantan
75
POESÍA NORTEAMERICANA
Extraído de Raymond CARVER, (2003) All of us The Collected Poems, London: Harvill. Traducción Carlos Llaza.
76
P O E S Í A I TA L I A N A
BUENOS
AIRES
D I N O C A M PA N A
T R A D U C C I Ó N D E A N T O N I O N A Z Z A R O
77
P O E S Í A I TA L I A N A
A través del relato que el poeta hizo al doctor Pariani del manicomio de Castel Pulci, así
cuenta su temporada de inmigrante aventurero en América del Sur: Quería estudiar química
pero luego ya no estudié nada porque no me daba la gana y me puse a estudiar piano. Cuando tenía dinero
gastaba todo lo que tenía. Un rato escribía, un rato tocaba el piano. Así terminé de desequilibrarme completa-
mente. (…) Me fui a Argentina porque allá era más fácil encontrar de qué vivir tocando el piano.
En su vagabundear por Argentina por casi siete años, Campana hace una experiencia de
vida que marca para siempre la diferencia entre él, Rimbaud y Baudelaire. A diferencia de
los paisajes soñados por Baudelaire y Rimbaud, los “lugares” buscados y vistos por Campa-
na abarcan a las praderas, los desiertos, los horizontes marinos, los puertos, la ciudades, el
trabajo, el gran moverse desordenado de hombres, mujeres y cosas, es decir, abarcan la vida
de la ciudad moderna odiada–amada por Baudelaire.
Así enumera sus trabajos el poeta: Templaba las herramientas, (…) tocaba el triángulo en la Marina
Argentina, portero de un círculo, trabajador del ferrocarril, carbonero y fogonero, bombero, vendía serpentinas
en las ferias.
Si la vida de Campana fue aventurera y trágica también la historia de sus textos fue bastan-
te complicada. En 1913 Campana entrega su único manuscrito titulado “El día más largo” a
Papini y So ci (dos escritores de la revista de Florencia “Lacerba”). Sin embargo, su libro
no es tomado en cuenta y termina extraviado. Después de varios meses Dino Campana
intenta apoderarse de su texto, pero Papini dice de no saber nada y lo manda con So ci,
mismo que niega haberlo recibido. Campana está desesperado y su precario equilibrio
mental vacila. Sólo a la muerte de So ci en 1971, el manuscrito es hallado probablemente
en el mismo lugar donde fue dejado.
P O E S Í A I TA L I A N A
Entre los que subestiman su importancia hay que señalar a Franco Fortini -poeta y crítico
literario- que en un ensayo subraya algunas fuertes caracterizaciones sociológicas: se trata de
un tipo humano donde la presencia histórica del anarquismo y de algunas de sus variantes nacionalistas le
daba relevancia cultural, armándolo de la palabra poética. Ese tipo humano era la respuesta que en Europa
las clases del individualismo artesanal y democrático y libertario-rebelde daban al imperialismo industrial y
colonialista que venía destrozándolos.
Antonio Nazzaro
B U E N O S A I R ES
P O E S Í A I TA L I A N A
B U E N O S A I R ES
POESÍA CUBANA
HEPTONSTALL
& OT R O S P O E M AS
V Í CTO R R O D R Í G U E Z N Ú Ñ E Z
I N É D I T O
ESTA M B U L
POESÍA CUBANA
C A E L LO B RY T H
crecida de la savia
que no angustia a los árboles
pero anega el costado
…………………………..pero amusga el aliento
DUBLÍN
un celta de provincia
………………………….renuente a estabular
en los nervios guisaso de caballo
pero que da contra el mismo adoquín
POESÍA CUBANA
como en un florilegio
se reparte la sed la incontinencia
poeta trasquilado
H E P TO N STA L L
la canónica laja
…………………..el cuartón triangular
donde rumia la oveja el crepúsculo
entre otras malas hierbas
al menos el jardín
su firme enredadera desvaría
y el perro del pastor de pronto ladra
Poesía inédita de Víctor RODRÍGUEZ NÚÑEZ – Selección del autor para Buenos Aires Poetry.
84
POESÍA COLOMBIANA
LAS PRISAS
DEL INSTANTE
& OT R O S P O E M AS
F E D E R I C O D Í A Z- G R A N A D O S
85
POESÍA COLOMBIANA
POESÍA COLOMBIANA
L A S P R I SA S D E I N STA N T E
POESÍA COLOMBIANA
PA R A M I R A R E L M U N D O
POESÍA COLOMBIANA
PA R EC I D O S I N D E L E B L ES
D I C C I O N A R I O E T I M O L Ó G I C O
G O O D BY E L E N I N
POESÍA COLOMBIANA
EN MI CALLE
En esta calle
estará toda la nostalgia humana
en esos rostros
en esas limosnas
en ese alfabeto extraviado.
Es esta mi calle, la misma que veo alejarse por el retrovisor del auto
cada vez que me despido
y que se empaña
cuando tus ojos cambian de música.
POESÍA COLOMBIANA
ENCUENTROS
POESÍA COLOMBIANA
R E TO R N O S
No creo en retornos
pero este amargo corazón de casas viejas y calles rotas
late en cada regreso
sin gestos ni ademanes
y sabe que el mundo es un mal lugar para llegar.
No creo en retornos
pero mi vocación de viajero hace,
cuando parto hacia la intemperie en el mundo
que deje, como en mis días de boy scout,
piedritas y migas de pan
para no perder el camino de regreso a tu cuerpo.
93
POESÍA COLOMBIANA
TA L I S M A N P E R M A N E N T E
Poesía inédita de Federico Díaz–Granados – Selección del autor para Buenos Aires Poetry.
94
POESÍA ARGENTINA
MARIANNE
MOORE
O E L L A B O R ATO R I O
E L EO N O R A F I N K E LST E I N
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POESÍA ARGENTINA
POESÍA ARGENTINA
MARIANNE MOORE
O E L L A B O R ATO R I O
Lady Em.
¿De qué podría hablarle
yo a usted?
Pequeña porcelana que tiene
la facultad de envejecer.
Y yo tan torpe
romperé algo apenas me mueva
apenas respire, aun apenas piense.
Si río, adiós a los espejos.
POESÍA ARGENTINA
I L M I G L I O R FA B B R O
POESÍA VENEZOLANA
ELPÉNOR
M A N I P U L AC I Ó N
D E L A C A L AV E R A
V Í CTO R M A N U E L P I N TO
POESÍA VENEZOLANA
POESÍA VENEZOLANA
ELPÉNOR
M A N I P U L AC I Ó N D E L A C A L AV E R A
POESÍA VENEZOLANA
P O S D A T A
T R A D . D E J U A N A R A B I A
CARTA DE
P O S D ATA
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JOHN FANTE
A CHARLES
BUKOWSKI
105
P O S D ATA
Estimado Hank,
Por lo general cobro una tasa estándar de 100 dólares por página para responder
a cuestionarios como el suyo. Pero viendo su responsabilidad e intención de escri-
bir un buen prólogo, voy a cancelar la cuota habitual, y responder a todas sus
preguntas sin cargo:
El director francés que está por encima suyo -siguiendo el guión minuto a minuto,
página por página- suena como un chiflado para mí.
Me parece que esto puede determinar su tiempo y estilo. Tal vez usted quiera
romper ciertas reglas…
Es necesario imponer límites y distancias. No puedes estar sujeto a las reglas del direc-
tor francés. Tú eres el escritor. Así que escribe algo único, fuera de lo convencional.
Saludos,
John.
John FANTE, Ask to Dust, First Harper Perennial Modern Classics edition published, NY, 2006.
Traducción de ©Juan Arabia, 2016.
T R A D . D E J U A N A R A B I A
ANADYOMÈNE:
P O S D ATA
106
RIMBAUD
POR EZRA
POUND
107
P O S D ATA
El soneto original de Rimbaud, Vénus Anadyomène (sin fecha, aunque probablemente escrito
en 1870), presenta las formas de versificar de la tradición poética francesa.
Pero el mismo Rimbaud, un poco antes de pasar al verso libre —o prosa poética— en Une
Saison en Enfer, en los poemas de 1872 comenzó a romper con la tiranía de los versos regula-
res y las rimas perfectas [cf. Larme, Chanson de la plus haute tour, L’éternité, L’âge d’or, Honte].
Ezra Pound, consciente de la absoluta modernidad que reclamó para la posteridad el poeta
francés, desde sus primeros trabajos configuró un sistema de inclusiones y exclusiones:
aunque sus aportes “técnicos” fueron atemporales, una ofrenda para el poeta que logra
dejar en reposo a sus pies en la eternidad. Ya en ABC of Reading1 Pound recomienda la lectu-
ra de Gautier y Rimbaud para “entender lo que fue inventado después de 1830”. Reciente-
mente en Poetry (2015) el crítico Jared Spears recuperó una carta en la que Pound expuso:
“Lo que Rimbaud alcanzó por intuición (genio) en algunos poemas, creado a través de (¿tal
vez?) una estética consciente — Por todo lo que sé, estoy armando una estética más o
menos sistemática — Y podría tomar ciertos poemas de Rimbaud como ejemplo.
Juan Arabia.
P O S D ATA
ANADIÓMENA
P O S D ATA
A N A DYO M È N E
(Ezra Pound)4
110
P O S D ATA
V É N U S A N A DYO M È N E
(Rimbaud)
N O T A S
2 Extraído de ©Poetry Foundation, «Newly Translated Letter From Ezra Pound Clarifies Imagist Movement». Posted
in Poetry News on Wednesday, July 1st, 2015 by Harriet Staff. Selección y traducción de ©Juan Arabia, 2015.
4 Ezra POUND, New Selected Poems and Translations (Edited by Richard Sieburth, New Directions, NY, 2010. p. 275.
112
HOMENAJE
A EZRA
POUND
WRIGHT
CHARLES
DE
Y él ha sobrevivido
O se ha negado a seguir, y ahora
Camina bajo la luz intermitente del sol,
O se sienta en sus habitaciones sordas,
Preguntándose cuándo salió todo mal,
Y se inclina ante la señal, el crujido
Leve de unas alas, el chapoteo de un remo.
©Charles WRIGHT – Selección de textos extraída de Lengua perdida. Poemas selectos, Caracas, bid&co, 2016.
Traducción de ©Adalber Salas Hernández.
Diciembre 2016
Impreso en Buenos Aires,
E d i t o r i a l B u e n o s A i r e s Po e t r y
w w w. b u e n o s a i r e s p o e t r y. c o m