El Derecho de Arbitraje Peruano PDF

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EL DERECHO DE ARBITRAJE PERUANO

Prof. Carlos Alberto Matheus López(*)


Abogado peruano

“Porque uno no encuentra lo que busca


sino lo que la realidad le entrega”
JAVIER CERCAS, Soldados de Salamina

—————––
(*) Catedrático Ordinario de Derecho de Arbitraje y Derecho Procesal Civil
de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Catedrático de Derecho
Procesal Civil de la Universidad de Lima, Universidad Particular San Pedro
y Academia Nacional de la Magistratura. Catedrático del Diploma de
Especialización en Arbitraje de Consumo de la Universidad del País Vasco.
Miembro del Consejo Asesor de la Revista Vasca de Derecho Procesal y
Arbitraje. Arbitro de la Cámara de Comercio de Lima, del Centro de
Conciliación y Arbitraje de la Superintendencia de Entidades Prestadoras
de Salud, del Consejo Superior de Contrataciones y Adquisiciones del
Estado y del Centro de Conciliación y Arbitraje de la Pontificia
Universidad Católica del Perú.

Matheu@pucp.edu.pe
SUMARIO:

1. Panorama actual del arbitraje


2. Concepto
3. Ventajas del instituto
4. Naturaleza jurídica
5. Clasificación
– Arbitraje de derecho y arbitraje de equidad
– Arbitraje ad hoc y arbitraje institucional
– Arbitraje ritual y no ritual
– Clasificaciones adicionales
6. El convenio arbitral
A. Concepto
B. Sujetos
C. Ámbito de aplicación
7. El procedimiento arbitral
A. Principios
B. Actos del procedimiento
C. Supuestos de pluralidad y variación de los límites del
procedimiento
8. El laudo arbitral
A. Concepto
B. Requisitos
C. Contenido
E. Efectos
9. Anulación del laudo arbitral
10. Medidas cautelares
11. Ejecución forzada del laudo
12. El arbitraje internacional
13. El derecho de arbitraje peruano
1. PANORAMA ACTUAL DEL ARBITRAJE

Hoy nos encontramos ante la realidad del descontento e


insatisfacción por parte de los justiciables respecto a la necesidad de
recurrir a la tradicional vía judicial, situación a la cual los americanos
llaman “court crisis”, la cual a su vez lleva –cuando menos en principio–
a una favorable recepción de las vías extrajudiciales, y entre ellas en
particular al arbitraje.

Sin embargo, si bien existe aún una falta de arraigo de la institución


en las diversas realidades nacionales, lo cual se debe principalmente a la
más o menos defectuosa regulación del instituto y al desconocimiento y/o
desconfianza respecto a este mecanismo, se está produciendo una
tranquila consolidación de la institución a nivel internacional.(1)

Es así que el arbitraje en esta era de la globalización –la cual nos


presenta fundamentales problemas de política y derecho que exigen ser
afrontados a través de los medios otorgados por el ordenamiento–, ha
experimentado ciertamente un notable progreso dada su vinculación
con el carácter sobretodo mercantil que la realidad de la globalización
importa.(2)

2. CONCEPTO

El arbitraje es una institución jurídica heterocompositiva, en virtud


de la cual una tercera persona, objetiva e imparcial, nombrada por las
partes mediante convenio, resuelve en base a una potestad específica el
conflicto intersubjetivo de intereses jurídicos, en caso de ser la materia
susceptible de libre disposición por las personas afectadas por la
discrepancia.(3)

—————––
(1) Con este parecer Gaspar Lera, Silvia. “El ámbito de aplicación del
arbitraje”. Aranzadi editorial, Pamplona, 1998, págs. 59-61.

(2) Fazzalari, Elio. “L’arbitrato nell’era della «mondializzazione»” en “Rivista


dell’arbitrato”, N° 2, Giuffré editore, Varese, 2000, pág. 227 y sgtes.

(3) Montero Aroca, J.; Ortells Ramos, M.; Gómez Colomer, J. L. “Derecho
jurisdiccional”, Vol. II, Bosch, Barcelona, 1995, pág. 843.

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En este mismo sentido Ramos, entiende que el arbitraje es la
resolución de una cuestión o disceptación entre partes por medio de un
tercero. Donde este tercero asume el papel de juez y resuelve con su juicio
el problema que previamente le han sometido las partes de mutuo
acuerdo.(4)

Finalmente, podemos señalar que el arbitraje es la institución por la


que las partes de una determinada relación jurídica someten volunta-
riamente a la decisión vinculante de uno o varios árbitros las cuestiones
litigiosas que, con ocasión de dicha relación, se suscitan sobre derechos
arbitrables. Sin embargo, en este concepto se recoge sólo los caracteres
esenciales de la institución arbitral, razón por la que no deja de ser sólo
una aproximación a la misma, dado que no cabe someter a arbitraje
cualquier conflicto ni cualquier derecho, que los árbitros pueden ser
nombrados por las partes o venir designados por una institución, y que el
carácter vinculante del laudo no impide sin embargo su impugnación.(5)

Así, ante la dificultad que supone incorporar en una mera defi-


nición todos los aspectos del arbitraje, hay que afirmar que aquel no es
una institución a cuyo estudio se pueda ingresar utilizando como base
firme el apoyo de una definición.(5)

Podemos observar que esta misma idea la cual subyace en el


concepto antes examinado, se encuentra presente en el artículo primero
de nuestra Ley General de Arbitraje (Ley N° 26572 del 5 de enero de 1996),
el cual nos señala que “Pueden someterse a arbitraje las controversias de-
terminadas o determinables sobre las cuales las partes tienen facultad de
libre disposición, así como aquellas relativas a materia ambiental…”.(6)
—————––
(4) Ramos Méndez, Francisco. “Enjuiciamiento Civil”. Vol. II, José María
Bosch editor, Barcelona, 1997, pág. 1118.

(5) Gaspar, ob. cit., págs. 53-54.

(6) Al parecer este artículo, como también el noveno que observaremos más
adelante, ha tomado como base para su texto a la “Ley Modelo de la
Comisión de las Naciones Unidas para el Desarrollo Mercantil Interna-
cional sobre Arbitraje Internacional Comercial” (UNCITRAL, aprobada el
21 de Junio de 1985) la cual en su artículo 1 señala que “el acuerdo de
arbitraje es un acuerdo por el que las partes deciden someter a arbitraje
todas las controversias o ciertas controversias que hayan surgido o
puedan surgir entre ellas respecto de una determinada relación jurídica,
contractual o no contractual…”.

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3. VENTAJAS DEL INSTITUTO

Desde tiempo atrás, se observaba ya dentro de los diversos enfoques


(que los ordenamientos particulares han utilizado) para superar las
dificultades reales de acceso a la justicia –problemas particularmente graves
en países como el Perú(7)– por parte de los litigantes, el recurso al arbitraje
como un medio idóneo para lograr enfrentar dichas barreras de acceso.(8)

Debemos observar así, que el arbitraje como sistema de solución


de conflictos, ofrece ventajas genéricas tanto para la solución de

También resulta tributaria de la norma modelo UNCITRAL la actual


Ley Española de Arbitraje de Derecho Privado (Ley 36/1988, del 5 de
diciembre de 1988) la cual en su artículo 1 nos señala que “Mediante el
arbitraje las personas naturales o jurídicas pueden someter, previo
convenio, a la decisión de uno o varios árbitros las cuestiones litigiosas,
surgidas o que puedan surgir, en materias de su libre disposición
conforme a derecho”.
Por otro lado, podemos observar que este artículo reconoce
expresamente la arbitrabilidad de pretensiones colectivas –que poseen
como base un interés jurídico de grupo– relativas al medio ambiente, con
lo cual zanja directamente el problema de la posible discusión sobre el
sometimiento de este tipo de pretensiones al arbitraje. De igual forma, la
undécima disposición complementaria y transitoria de esta misma Ley
prescribe que “El Consejo Nacional del Ambiente es la institución
organizadora del arbitraje ambiental, debiendo cumplir con los artículos
y disposiciones contenidos en la presente Ley, en los términos previstos”,
con lo cual se estaría estableciendo un arbitraje de tipo institucional –tema
que se entenderá mas adelante– para el caso de materia ambiental. Por
otra parte, no podemos dejar de señalar que el tratamiento de los intereses
difusos o colectivos en sede arbitral, resulta –a nuestro parecer– aún
mucho más complejo que el llevado a cabo para el proceso jurisdiccional,
razón por la cual nos remitimos, dentro del segundo campo, a lo ya
señalado por un sector de la doctrina (Ver Silguero Estagnan, Joaquín “La
tutela jurisdiccional de los intereses colectivos a través de la legitimación
de los grupos”, Dykinson, Madrid, 1995).

(7) Para una mejor observación del devenir de las variadas tendencias para el
logro del acceso efectivo a la justicia en el caso peruano, ver Matheus
López, Carlos Alberto “Entre el mito y la realidad. Hacia un efectivo
acceso a la justicia” en “Legal Express”, Gaceta Jurídica, Lima, 2001.

(8) Capelletti, Mauro y Garth, Bryant. “El acceso a la justicia. La tendencia en


el movimiento mundial para hacer efectivos los derechos”. Fondo de
cultura económica, México, 1996, pág. 54 y sgtes.

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diferendos nacionales como internacionales: privacidad, inmediación, y
algunas veces celeridad y economía. Aunque algunas de estas ventajas
puedan ser discutidas, lo importante es que bien regulado y administrado,
el arbitraje ofrece una alternativa a la vía judicial que los justiciables
pueden encontrar más expedita. Y si enfocamos el tema desde el punto
de vista de la administración de justicia, la principal ventaja del arbitraje
radica en ofrecer una alternativa para descongestionar la carga de tareas
que pesa sobre los tribunales de justicia.(9) Con igual parecer Gaspar
entiende que las ventajas más significativas de la institución arbitral
pueden sintetizarse en: el antiformalismo y rapidez en la adopción de
decisiones, la confidencialidad, la especialización de los árbitros, y la
razonabilidad e incluso gratuidad de los costos.(10)

En ese sentido, la extraordinaria fortuna del arbitraje en países


europeos y los EEUU, surge como consecuencia de varias y complejas
motivaciones, que se pueden encontrar en el aburrimiento frente al
sistema judicial, su estructura y sus ritos, así como la constatación de la
creciente e imparable demanda de justicia estatal y de la carga de trabajo
de sus órganos, y junto a ella, no sin contradicción, de la ineficiencia casi
invencible de este aparato.(11)

Mas pese a todo lo señalado, la alternativa arbitral será tanto más


creíble cuanto mejor calibradas, mejor reguladas y sobretodo mejor
respetadas se encuentren las garantías jurisdiccionales en su interior.(12)

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(9) Garro, Alejandro. “El arbitraje en la ley modelo propuesta por la comisión
de las naciones unidas para el derecho mercantil internacional y en la
nueva legislación española de arbitraje privado: un modelo para la
reforma del arbitraje comercial en América latina” en “Arbitraje
Comercial y Laboral en Central América”, Transnational Iuris Publications
Inc., New York, 1990, pág. 25.

(10) Gaspar, ob. cit., pág. 60.

(11) Vigoriti, Vincenzo “L‘arbitrato internazionale in italia” en “Rivista di Diritto


Civile” N° 5, Cedam, Padova, 1989, pág. 567.

(12) Con similar parecer Criscuolo, Fabrizio “Modello arbitrale e strumenti


alternativi di giustizia” en “Rivista dell´arbitrato”, N° 1, Giuffrè editore,
Varese, 2000, pág. 45.

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4. NATURALEZA JURÍDICA

Frente a las diferentes teorías que tratan de explicar la esencia del


arbitraje, esto es, aquellas jurisdiccionalistas, contractualistas(13) e
intermedias,(14) consideramos que la figura se explica mejor a partir de las
primeras, dado que el arbitraje es la institución que mejor conserva el
genuino sentido de la jurisdicción: iudicium inter partes, pues es un
tercero el que ius dicit, desligándose en este caso la jurisdicción del sujeto
histórico que la detenta, el estado.(15)

Sin embargo, no siendo desacertado mantener una postura


jurisdiccionalista, si lo será considerar al arbitraje como jurisdicción o
poder judicial,(16) dado que no es posible encontrar en él muchos de los

—————––
(13) Con esta opción Guasp, Jaime. “El arbitraje en el Derecho Español”, Bosch,
Barcelona, 1956, pág. 17 y sgtes. Considera al arbitraje como un contrato,
como consecuencia lógica de otorgarle fundamental importancia al conve-
nio arbitral a efectos de determinar la naturaleza jurídica del instituto.

(14) Con esta posición Gaspar, ob. cit., pág. 56. Considera ello dado que “la
institución arbitral en su origen es un negocio de derecho privado creado
por la voluntad de los particulares; pero en cuanto a su desarrollo ulterior
–un vez surgida la controversia–, es evidente que requiere una actividad
jurisdiccional conducente a la obtención del laudo correspondiente”.

(15) Ramos, ob. cit., pág. 1122.

(16) Dado que el texto de la Constitución Peruana de 1993 –actualmente


vigente– nos señala en su artículo 139 inciso 1 correspondiente al Capítulo
VIII “Poder Judicial” que “No existe ni puede establecerse jurisdicción
alguna independiente, con excepción de la militar y la arbitral”, con lo
cual estaría al parecer reconociendo naturaleza de jurisdicción al arbitraje.
Y, por su parte, el artículo 28 inciso 2 de la misma carta magna –ubicado
en el Capítulo II “De los derechos sociales y económicos”– nos señala que
el Estado “Fomenta la negociación colectiva y promueve formas de
solución pacífica de los conflictos laborales”. Y sumado a ello que el
artículo 62 –correspondiente al Título III “Del régimen económico”– nos
señala que “Los conflictos derivados de la relación contractual sólo se
solucionan en la vía arbitral o en la judicial. Según los mecanismos de
protección previstos en el contrato o contemplados en la ley”. Y por su
parte, el hecho que el artículo 63 de la misma norma disponga que “El
Estado y las personas de derecho público pueden someter las controversias
derivadas de la relación contractual a (…) arbitraje nacional o
internacional, en la forma que lo disponga la ley”, podría llevarnos a

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elementos propios de esta última, no pudiendo hablarse de un poder de
acceso al órgano arbitral (acción), ni de proceso arbitral, ni el órgano
arbitral tiene por que pre-existir, ni tiene por qué tener, preconstituido
legalmente, el instrumento con que los árbitros ejerzan su función
(proceso).(17) Obsérvese además que si bien el arbitraje cuenta con uno de
los elementos propios de la jurisdicción como es la cosa juzgada, no
posee sin embargo, la facultad de ejecutar sus fallos por sí mismo,
debiendo acudir necesariamente en estos casos al poder judicial. Del
mismo modo, tampoco tiene la posibilidad de ejecutar medidas cautela-
res, razón por la cual debe solicitarlo –necesariamente– al poder judicial.

5. CLASIFICACIÓN

Podemos observar según la óptica con que se contemple el


arbitraje, las siguientes clases de aquel:

– Arbitraje de derecho y arbitraje de equidad

Esta distinción se basa en que en el primer caso, la decisión arbitral


debe apoyarse en normas legales aplicables al caso. En tanto en el

pensar que el arbitraje en el Perú posee carácter de jurisdicción por


expreso reconocimiento constitucional –posibilidad que sería la más fácil
de optar– no cabiendo hablar más del tema. Sin embargo, desde nuestra
perspectiva las normas constitucionales antes observadas no son más que
el producto de una regulación no sistemática que –al parecer– lo único
que ha querido es promover los medios alternativos de resolución de
conflictos en general, y al arbitraje en particular, estableciéndose así un
favor arbitralis del más alto rango normativo.
Por todo ello, frente al texto de nuestro artículo 139 inciso 1, resulta
más técnico aquel del artículo 117 inciso 5 de la Constitución Española del
27 de Diciembre de 1978 (del cual al parecer el nuestro trae su origen) que
a la letra nos señala que “El principio de unidad jurisdiccional es la base
de la organización y funcionamiento de los tribunales. La ley regulará el
ejercicio de la jurisdicción militar en el ámbito estrictamente castrense en
los supuestos de estado de sitio, de acuerdo con los principios de la
Constitución”, el cual no reconoce de modo alguno al arbitraje como
jurisdicción, quedando tan sólo esta posibilidad otorgada a la jurisdicción
militar, la cual si cumple con los elementos fundamentales para hablar pro-
piamente de jurisdicción (principalmente, cosa juzgada y ejecutoriedad).

(17) Montero, ob. cit., pág. 844.

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segundo, el árbitro resuelve según su leal saber y entender y no necesita
motivar su decisión.(18)

Si el árbitro aplica la legislación vigente para resolver la cuestión,


estamos ante el arbitraje de derecho. Por contra, si el árbitro ha de utilizar
su leal saber y entender a la hora de dictar su decisión, el arbitraje es de
equidad.(19)

Por otro lado, debemos entender que la distinción observada, dado


el desarrollo procesal de la ley de arbitraje, no sólo carece de justificación,
sino que además es contraria al orden lógico de preferencia que supone
la opción por el arbitraje. En efecto, si se hubiera querido hacer primar
algún tipo de arbitraje, este sería el arbitraje conforme a derecho, pues de
no de otra forma puede concebirse la institución.(20) Y así, atendiendo a la
naturaleza del instituto, el arbitraje de equidad no debería ser el
subsidiario,(21) pues, la gran ventaja del “derecho” sobre la “equidad”
radica en la posibilidad de conocer dentro de determinados límites las
cuestiones que previsiblemente se someten al arbitraje, circunstancia esta
de “previsibilidad” que se esfuma en el arbitraje de equidad. En este
sentido, el margen de riesgo en el arbitraje de derecho es menor, dado que
se conoce anticipadamente al menos el texto de las normas entre las
cuales el árbitro podrá escoger para efectos de su decisión, los
precedentes jurisprudenciales, y la doctrina correspondiente.(22)

Nuestra Ley General de Arbitraje reconoce los dos tipos de arbitraje


vistos, tanto el de derecho como el de equidad, optando a su vez –a
nuestro parecer incorrectamente– por la subsidiariedad del arbitraje de
equidad. Así, nos indica en su artículo tercero que “El arbitraje puede ser
de derecho o de conciencia. Es de derecho cuando lo árbitros resuelven
con arreglo al derecho aplicable. Es de conciencia cuando resuelven
conforme a sus conocimientos y leal saber y entender. Salvo que las partes

—————––
(18) Ramos, ob. cit., pág. 1119.

(19) Montero, ob. cit., pág. 845.

(20) Ramos, ob. cit., pág. 1119.

(21) Montero, ob. cit., pág. 845.

(22) Lorca Navarrete, Antonio María; Silguero Estagnan, Joaquín. “Derecho de


Arbitraje Español”. Madrid, Dykinson, 1994, pág. 59.

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hayan pactado expresamente que el arbitraje será de derecho, el arbitraje
se entenderá de conciencia…”.(23)

– Arbitraje ad hoc y arbitraje institucional

El arbitraje bien puede nacer para solucionar una controversia


concreta o puede tener un carácter institucionalizado. En el primer caso,
las partes organizan el arbitraje a la medida de sus necesidades y se cuidan
de todos los detalles para la eficacia del laudo. En el segundo, la organi-
zación del arbitraje se encomienda a instituciones especializadas y perma-
nentes que no deciden la controversia por sí mismas, sino que se ocupan
de todo lo necesario para la puesta en marcha de un arbitraje cuando
surge la necesidad. La opción por esta fórmula se efectúa en el convenio
arbitral mediante remisión al reglamento arbitral de la institución.(24)

Con igual parecer nuestra Ley General de Arbitraje reconoce los


dos tipos de arbitraje ante señalados, al prescribir su artículo sexto que
“La organización y desarrollo del arbitraje pueden ser encomendadas a
una Institución Arbitral, la cual necesariamente deberá constituirse
como Persona Jurídica. En tal caso, la institución arbitral estará
facultada para nombrar a los árbitros, así como para establecer el
procedimiento y las demás reglas a las que se someterá el arbitraje, de
conformidad con su reglamento arbitral”.(25)

—————––
(23) Parece que este artículo ha tomado como base para su texto a la Ley
Española de Arbitraje de Derecho Privado, la cual en su artículo 4 nos
señala que “1. Los árbitros decidirán la cuestión litigiosa con sujeción a
derecho o en equidad, según su leal saber y entender, a elección de las
partes. 2. En el caso de que las partes no hayan optado expresamente por
el arbitraje de derecho, los árbitros resolverán en equidad…”

(24) Ramos, ob. cit., pág. 1120.

(25) Al parecer este artículo ha tomado como base para su texto a la Ley
Española de Arbitraje de Derecho Privado, la cual en su artículo 10 nos
señala que “Las partes podrán también encomendar la administración
del arbitraje y la designación de los árbitros, de acuerdo con su
reglamento, a:

a) Corporaciones de Derecho Público que puedan desempeñar


funciones arbitrales, según sus normas reguladoras.
b) Asociaciones y entidades sin ánimo de lucro en cuyos estatutos se
prevean funciones arbitrales…”.

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– Arbitraje ritual y no ritual(26)

Se suele hablar también de arbitraje ritual (formal) y no ritual


(informal), en tanto el primero se sujeta a las prescripciones de la ley,
mientras que el segundo se lleva a cabo sin ajustarse a esta última,
pudiendo observarse que en realidad esta no es una clasificación del
arbitraje,(27) y su existencia no viene dada de modo alguno en nuestro
ordenamiento, como en otros tradicionalmente si sucede.(28)

Podemos señalar como supuestos de arbitraje institucional: aquel


llevado a cabo por entidades privadas como la Cámara de Comercio de
Lima o el Centro de Conciliación y Arbitraje de la Universidad Católica. Y
de otro lado, el desarrollado por entidades públicas, como debería ser el
caso de la Comisión de Protección al Consumidor del INDECOPI, dado
que el artículo 38 de la Ley de Protección al Consumidor (Decreto
Legislativo 716) establece que “La Comisión de protección al Consumidor
junto con el Directorio del INDECOPI, establecerá directamente o
mediante convenios con instituciones públicas o privadas, mecanismos de
resolución de disputas del tipo de arbitraje…” (Norma la cual lamen-
tablemente no ha tenido un desarrollo reglamentario posterior a efectos de
la instauración de este tipo de arbitraje institucional en nuestro país). así
como también resulta ser el caso de OSIPTEL, puesto que el artículo 38º de
la Ley de Desarrollo de las Funciones y Facultades del Organismo
Supervisor de Inversión Privada en Telecomunicaciones-OSIPTEL (Ley N°
27336) nos señala que “es competente para resolver controversias en la vía
arbitral, cuando las partes hayan acordado someter la discrepancia al
arbitraje administrativo por OSIPTEL, el Tribunal Arbitral a que se hace
referencia en el Reglamento de Arbitraje de OSIPTEL”. En ese sentido, el
Reglamento General del Organismo Supervisor de la Inversión Privada en
Telecomunicaciones (D.S. 008-2001-PCM) nos señala que “Sin perjuicio de
lo establecido en el artículo anterior, OSIPTEL podrá actuar como
institución organizadora de arbitrajes para resolver las controversias
indicadas y las de carácter patrimonial y disponible que puedan surgir
entre el Estado y las Empresas operadoras…”.
(26) Debemos en principio señalar que si bien normalmente la doctrina deno-
mina a este segundo tipo de arbitraje como “irritual”, ello es consecuencia
–al parecer– de la mala adaptación al castellano que se hizo de la equiva-
lente denominación italiana “arbitrato irrituale”, razón por la cual, dado que
no existe tal palabra en nuestro idioma –y a fin de eliminar la confusión
semántica– preferimos utilizar, en buen romance, el término “no ritual”.
(27) Montero, ob. cit., págs. 845-846.
(28) En ese sentido la vigente Ley de Arbitraje Española (Ley 36/1988 del 5 de
Diciembre) señala en su artículo 3 que:

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Por otro lado, debemos señalar que en nuestra Ley General de
Arbitraje no existe norma alguna que prevea esta distinción, razón por la
cual no cabe hablar de aquella en nuestro ordenamiento.(29)

– Clasificaciones adicionales

A) Arbitraje general y arbitraje especial

Importa arbitraje general o común aquel regulado por la LGA, en


tanto importarán arbitrajes especiales o específicos aquellos regulados
–para otras materias distintas– en otras normas particulares (CON-
SUCODE,(30) INDECOPI, CONAM, SEPS,(31) OSITRAN(32) entre otros).(33)

—————––
“1. El arbitraje para ser válido deberá ajustarse a las prescripciones
de esta Ley.
2. Cuando en forma distinta de la prescrita en esta Ley dos o más
personas, pacten la intervención dirimente de uno o más terceros y
acepten expresa o tácitamente su decisión, después de emitida, el acuerdo
será válido y obligatorio para las partes si en él concurren los requisitos
necesarios para la validez de un contrato”.
Por su parte, en Italia si bien el “Codice di Procedura Civile” sólo
regula en su texto (artículos 806 a 840) al arbitraje ritual (“arbitrato
rituale”), existe sin embargo, el arbitraje no ritual (“arbitrato irrituale”)
como fruto de la práctica comercial.
(29) Sin embargo, resulta interesante observar lo prescrito por el Artículo 143
de la Ley de Reestructuración Patrimonial (Ley 27146) al señalarnos que
“Cuando en un procedimiento a cargo de la Comisión surjan contro-
versias entre las partes involucradas, y siempre que éstas lo soliciten y la
Comisión lo acepte en este sentido, la resolución que emita la Comisión
sobre el tema materia de controversia, tendrá el carácter de laudo
arbitral definitivo e inapelable, siempre que en la tramitación se haya
cumplido con las disposiciones contenidas en el reglamento que se
menciona en el párrafo siguiente. Las partes se someterán al reglamento
arbitral que haya elaborado la Comisión y que haya sido aprobado por el
Directorio del Indecopi. La existencia de esta vía no enerva el derecho de
las partes a optar por someterse a arbitraje distinto”.
(30) Consejo Superior de Contrataciones y Adquisiciones del Estado.
(31) Superintendencia de Entidades Prestadoras de Salud.
(32) Organismo Supervisor de la Inversión en Infraestructura de Transporte de
Uso Público.
(33) Para una mejor comprensión de todos los supuestos, ver Lorca Navarrete,
Antonio María y Matheus López, Carlos Alberto “Tratado de Derecho de
Arbitraje”, San Sebastián, Instituto Vasco de Derecho Procesal, 2003.

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B) Arbitraje voluntario y arbitraje forzoso

El supuesto general es obviamente el arbitraje –acorde al principio


de oportunidad e iniciativa de parte– voluntario o facultativo, mas sin
embargo, existen supuestos en los cuales el arbitraje no surge por
voluntad de las partes, sino que viene impuesto, denominándose por ello
forzoso o necesario.(34)

—————––
(34) Dentro de los supuestos de este último podemos señalar los siguientes:

1. Arbitraje estatutario
Artículo 12 LGA: “Constituyen convenio arbitral válido las
estipulaciones contenidas en los estatutos o normas equivalentes de
sociedades civiles o mercantiles, asociaciones civiles y demás personas
jurídicas, que establecen arbitraje obligatorio para las controversias que
pudieran tener con sus miembros, socios o asociados; las que surjan
entre éstos respecto de sus derechos; las relativas a cumplimiento de los
estatutos o validez de acuerdos, y para las demás que versen sobre
materia relacionada con las correspondientes actividades, fin u objeto
social”.

2. Arbitraje testamentario
Artículo 13 LGA: “Surte efecto como convenio arbitral la
estipulación testamentaria que dispone arbitraje para solucionar las
diferencias que puedan surgir entre herederos no forzosos o legatarios, o
para la porción de la herencia no sujeta a legítima, o para las
controversias que surjan relativas a la valoración, administración o
partición de la herencia, o para las controversias que se presenten en
todos estos casos con los albaceas”.

3. Contratación pública
Artículo 41 inciso b) de la Ley de Contrataciones y Adquisiciones del
Estado (Ley 26850): “Cláusula de solución de controversias: Cuando en
la ejecución o interpretación del contrato surja entre las partes una
discrepancia esta será definida mediante el procedimiento de conci-
liación extrajudicial o arbitraje, según lo acuerden las partes”.
Artículo 186 primer párrafo del Reglamento de la Ley de Con-
trataciones y Adquisiciones del Estado (D.S. N° 013-2001-PCM): “El arbi-
traje será de aplicación obligatoria en la solución de controversias
surgidas después de la suscripción o cumplimiento de la formalidad de
perfeccionamiento de los contratos derivados de los procesos de selección
hasta el consentimiento de su liquidación”.

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6. EL CONVENIO ARBITRAL

A continuación pasaremos a analizar el convenio arbitral, primero


a partir de una definición de aquel, y en segundo lugar, desde sus límites
tanto relativos a los sujetos como al objeto.

A. Concepto

En esencia, el convenio arbitral no es más que un pacto o una


cláusula contractual de la que se desprende la opción de las partes por el
arbitraje.(35)

Con tal parecer Montero, lo entiende como la estipulación


contractual de las partes por medio de la cual convienen acudir a la
decisión arbitral si con ocasión de su contrato o relación jurídica, surge un
conflicto. El convenio puede ser per se un contrato específico, o con-
tenerse bien en una cláusula de un contrato, bien en una estipulación de
una relación jurídica no contractual.(36)

De todo ello, podemos afirmar que el convenio arbitral es el


acuerdo creador del arbitraje, esto es, el contrato de derecho privado que
constituye la base de la institución.(37) Siendo así el presupuesto básico
para que pueda invocarse el arbitraje. Por esto cabe afirmar –sensu
contrario– que en los casos en que no exista el citado convenio, no será
posible reconocer virtualidad a la institución que nos ocupa.(38)

Finalmente, con este mismo parecer nuestra Ley General de


Arbitraje nos señala en su artículo noveno que “El convenio arbitral es el
acuerdo por el que las partes deciden someter a arbitraje las controversias
que hallan surgido o puedan surgir entre ellas respecto de una
determinada relación jurídica contractual o no contractual, sean o no
materia de una proceso judicial…”.(39)
—————––
(35) Ramos, ob. cit., pág. 1122.

(36) Montero, ob. cit., pág. 846.

(37) Gaspar, ob. cit., pág. 54.

(38) Gaspar, ob. cit., pág. 61.

(39) Este artículo al parecer ha tomado como base para su texto a la “Ley
Modelo” (UNCITRAL) la cual en su artículo 1 señala que “el acuerdo de

156
B. Sujetos

Al igual que en el campo del proceso, el arbitraje también importa


una relación jurídica trilateral, compuesta por el órgano arbitral y las
partes del arbitraje. Donde el primero puede ser singular (un solo árbitro)
o colegiado (un tribunal arbitral), en tanto las segundas, acorde al
principio de dualidad de partes o bilateralidad, siempre son dos, una
activa y otra pasiva, pudiendo sin embargo, presentarse –en una o ambas
posiciones– la existencia de plurisubjetividad.(40)

Así, respecto al órgano arbitral es necesario que aquel posea tanto


capacidad de goce como de ejercicio, y en el caso de ser un arbitraje de
derecho, este debe ser abogado en ejercicio.(41)

Con este mismo criterio nuestra Ley General de Arbitraje, dispone


en su artículo vigésimo quinto que “Pueden ser designados árbitros las
personas naturales, mayores de edad, que no tienen incompatibilidad
para actuar como árbitros y que se encuentran en pleno ejercicio de sus
derechos civiles. El nombramiento de árbitros de derecho debe recaer en
abogados…”.(42)

Por otro lado, los árbitros deben poseer –sobre todo– el requisito
de la imparcialidad, razón por la cual existe el régimen extendido a ellos
–propio de los órganos jurisdiccionales– de la abstención y la recusación,
teniendo por ello los árbitros la obligación de comunicar la existencia de
tales causales.(43)

arbitraje es un acuerdo por el que las partes deciden someter a arbitraje


todas las controversias o ciertas controversias que hayan surgido o
puedan surgir entre ellas respecto de una determinada relación jurídica,
contractual o no contractual…”.
(40) Con este parecer Chocrón Giráldez, Ana María “Los principios procesales
en el arbitraje”, José María Bosch editor, Barcelona, 2000, págs. 63-74.
(41) Montero, ob. cit., pág. 847.
(42) Al parecer este artículo ha tomado como base para su texto a la Ley
Española de Arbitraje de Derecho Privado, la cual en su artículo 12 inciso
1 nos señala que “Pueden ser árbitros las personas naturales que se hallen,
desde su aceptación, en el pleno ejercicio de su derechos civiles”. Tomando
también el texto del inciso 2 de este mismo artículo el cual prescribe que
“Cuando la cuestión litigiosa haya de decidirse con arreglo a Derecho, los
árbitros habrán de ser abogados en ejercicio”.
(43) Ramos, ob. cit., págs. 1129-1130.

157
En igual sentido, nuestra Ley General de Arbitraje, dispone en su
artículo décimo octavo que “Los árbitros no representan los intereses de
ninguna de las partes y ejercen el cargo con estricta imparcialidad y
absoluta discreción…”. Y por su parte los artículos vigésimo sexto,
vigésimo octavo y vigésimo noveno reconocen las figuras de abstención
y recusación de los árbitros,(44) al señalar en su texto respectivamente que:

(Art. 26) “Tienen incompatibilidad para actuar como árbitros,


bajo sanción de nulidad del nombramiento y el laudo: 1. Los Magis-
trados, con excepción de los Jueces de Paz, los Fiscales, los Procuradores
Públicos y los ejecutores coactivos. 2. El Presidente de la República y los
Vicepresidentes; los Parlamentarios y los miembros del Tribunal
Constitucional. 3. Los oficiales generales y superiores de las Fuerzas
Armadas y Policía Nacional, salvo los profesionales asimilados. 4. Los ex
magistrados en las causas que han conocido. 5. El Contralor General de
la República en los procesos arbitrales en los que participen las entidades
que se encuentran bajo el control de la Contraloría General de la
República”.

(Art. 28) “Los árbitros podrán ser recusados sólo por las causas
siguientes: 1. Cuando no reúnan las condiciones previstas en el artículo
25 o en el convenio arbitral o estén incursos en algún supuesto de
incompatibilidad conforme al artículo 26. 2. Cuando estén incursos en
laguna causal de recusación prevista en el reglamento arbitral al que se
hayan sometido las partes. 3. Cuando existan circunstancias que den lu-
gar a dudas justificadas respecto de su imparcialidad o independencia”.

(Art. 29) “La persona a quien se comunique su posible nombra-


miento como árbitro deberá revelar todas las circunstancias que puedan
dan lugar a una posible recusación, y el árbitro, desde el momento de su
nombramiento y durante todas las actuaciones arbitrales, revelará sin
demora tales circunstancias a las partes, a menos que ya les haya
informado de ellas, bajo pena de responder por los daños y perjuicios que
ocasione su omisión…”.

—————––
(44) Estos artículos, al parecer, han tomado como base a la Ley Española de
Arbitraje de Derecho Privado, la cual en su artículo 17 inciso 1 y 3 nos
señala que “1. Los árbitros podrán ser recusados por las mismas causas
que los Jueces, con las especialidades de los párrafos siguientes (…) 3. Las
personas designadas árbitros están obligadas a poner de manifiesto las
circunstancias que puedan determinar su recusación tan pronto como
las conozcan”.

158
C. Ámbito de aplicación

Para determinar el ámbito de aplicación del arbitraje, debemos


recurrir al concepto de arbitrabilidad de la pretensión, que no es otra cosa
que la libre disponibilidad de ésta por las partes.(45) En ese sentido, se
aplicará la Ley General de Arbitraje sólo para las pretensiones susceptibles
de ello,(46) resultando por otro lado esta norma de aplicación supletoria a
otros casos especiales cuya normatividad así lo prevea.(47)

En este sentido, podemos afirmar que a efectos de la determinación


del ámbito de aplicación –tanto objetivo como subjetivo– del arbitraje,

—————––
(45) Con igual parecer Lorca, ob. cit., pág. 36. Nos señala que “Como regla
general el arbitraje ha de recaer sobre cuestiones litigiosas (…) que se
hayan dentro de la esfera de libre disposición de los sujetos interesados en
el mismo”.

(46) De tal modo, aunque de forma excluyente, el artículo 1 de la Ley General


de Arbitraje –ya antes señalado– posee una serie de supuestos de
inarbitrabilidad fijados para el caso de las pretensiones siguientes:

“1. Las que versan sobre el estado o la capacidad civil de las


personas, ni las relativas a bienes o derechos de incapaces sin la previa
autorización judicial.
2. Aquellas sobre las que ya recaído resolución judicial firme, salvo
las consecuencias patrimoniales que surjan de su ejecución, en cuanto
conciernan exclusivamente a las partes del proceso.
3. Las que interesan al orden público o que versan sobre delitos o
faltas. Sin embargo, sí podrá arbitrarse sobre la cuantía de la
responsabilidad civil, en cuanto ella no hubiera sido fijada por resolución
judicial firme.
4. Las directamente concernientes a las atribuciones o funciones de
imperio del Estado, o de personas o entidades de Derecho Público”.
Pudiendo observarse que todos los supuestos se fundan en la
indisponibilidad de la pretensión por las partes, o porque aquella ha
adquirido autoridad de cosa juzgada.

(47) Montero, ob. cit., págs. 847-848. Como por ejemplo para el caso peruano,
respecto al arbitraje institucional del Consejo Superior de Contrataciones y
Adquisiciones del Estado, el artículo 186 del Reglamento de la Ley de
Contrataciones y Adquisiciones del Estado (D.S. N° 013-2001-PCM) nos
señala que “Serán de aplicación las disposiciones contempladas en la Ley
y el presente Subcapítulo y, supletoriamente, las de la Ley General de
Arbitraje”.

159
debemos observar por un lado, como presupuesto básico al convenio
arbitral, dado que cuando este no exista no se reconocerá virtualidad
alguna al arbitraje. De otro lado, sobre las bases del convenio arbitral se
deberá determinar si se aplicará el procedimiento arbitral común (ley
general de arbitraje) u otros procedimientos arbitrales específicos
regulados para casos especiales.(48)

7. EL PROCEDIMIENTO ARBITRAL

Habiendo ya determinado que el arbitraje no es jurisdicción –no


siendo por ende los árbitros órganos jurisdiccionales–, debemos concluir
necesariamente que el arbitraje no es proceso, pues este último requiere
necesariamente la concurrencia de jurisdicción –específicamente de un
órgano jurisdiccional– para su existencia. Por ello, diremos que sólo
existe aquí un procedimiento, esto es, un conjunto de actos jurídicamente
vinculados entre sí de manera necesaria.(49) El cual posee obviamente una
estructura trilateral, conformada por una parte activa, un órgano arbitral
(personal o colegiado), y una parte pasiva.

A. Principios

El procedimiento arbitral se sujeta a los siguientes principios:(50)

1.- Principio dispositivo y de autonomía de la voluntad: el


procedimiento arbitral se regirá –en primer lugar– por la voluntad de las
partes, las cuales disponen no sólo de su inicio, sino también de su
desarrollo y término, vinculando con sus pretensiones al órgano que ha
de fallar sobre lo pedido.

—————––
(48) Gaspar, ob. cit., págs. 61-62. Como aquel de la Cámara de Comercio de
Lima, o del Arbitraje Institucional del Consejo Superior de Contrataciones
y Adquisiciones del Estado –ya antes visto–, cuyas características
particulares importan el ser un Arbitraje sólo de Derecho (artículo 186), la
obligatoriedad del arbitraje (artículo 186), la inapelabilidad del laudo
(artículo 199) sea ante instancia arbitral o judicial (opción sobre la cual nos
es imposible manifestarnos adecuadamente en este trabajo, razón por la
cual tan sólo la señalamos), entre otras más.

(49) Para una mayor observación del tema ver, Matheus López, Carlos Alberto.
“Parte, Tercero, Acumulación e Intervención Procesal”, Palestra editores,
Lima, 2001, pág. 53 y sgtes.

(50) Montero, ob.cit., pág. 854.

160
Con tal parecer, nuestra Ley General de Arbitraje nos señala en su
artículo trigésimo tercero primer y segundo párrafo que “Las partes
pueden pactar el lugar y las reglas a las que se sujeta el proceso
correspondiente. Pueden también disponer la aplicación del reglamento
que tenga establecido la institución arbitral a quien encomiendan su
organización. A falta de acuerdo, dentro de los diez (10) días siguientes
a la aceptación del árbitro único o del último de los árbitros, éstos
deciden el lugar y las reglas del proceso del modo que consideren más
apropiado, atendiendo la conveniencia de las partes… ”.(51)

2.- Principio de audiencia, contradicción y de igualdad: el procedi-


miento arbitral debe respetar siempre estos tres principios los cuales se
encuentran estrechamente entrelazados, pudiendo así decirse que con la
audiencia se procura a las partes un conocimiento sobre los hechos a fin
de que en un plano de igualdad puedan hacerse oír y también
contradecir.

En este sentido, nuestra Ley General de Arbitraje nos señala en su


artículo trigésimo tercero último párrafo que “Durante el proceso arbitral
deberá tratarse a las partes con igualdad y darle a cada una de ellas
plena oportunidad de hacer valer sus derechos”.(52)

3.- Derecho de defensa: las partes en el procedimiento arbitral


pueden actuar por sí mismas o a través de sus abogados.

Con este parecer, nuestra Ley General de Arbitraje nos señala


en su artículo trigésimo quinto que “Todos los escritos deben estar
firmados por las parte que los presentan. No se requerirá firma de

—————––
(51) Al parecer este artículo tiene como base a la Ley Española de Arbitraje de
Derecho Privado, la cual en su artículo 21 inciso 2 nos señala que “El
desarrollo del procedimiento arbitral se regirá por la voluntad de las
partes o por las normas establecidas por la Corporación o Asociación a la
que se le haya encomendado la administración del arbitraje y, en su
defecto, por acuerdo de los árbitros”.

(52) Este artículo al parecer ha tomado como base a la Ley Española de


Arbitraje de Derecho Privado, la cual en su artículo 21 inciso 1 nos señala
que “El procedimiento arbitral se ajustará en todo caso a o dispuesto en
esta Ley, con sujeción a los principios esenciales de audiencia,
contradicción e igualdad entre las partes”.

161
abogado. Si hubiera abogado designado, éste podrá presentar directa-
mente los escritos de mero trámite”.(53)

Además de los principios analizados existen otros más que


también se aplican al arbitraje –que requieren un estudio mucho más
detenido-, tales como el principio de temporalidad, de favor arbitralis,
de dualidad de posiciones, de buena fe, entre otros.(54) Prescribiendo –en
este mismo sentido– nuestra Ley General de Arbitraje en su artículo
trigésimo cuarto inciso siete que “Como directores del proceso los árbitros
deben velar para que el mismo se desarrolle bajo los principios de
celeridad, inmediación, privacidad, concentración y economía
procesal, posibilitando la adecuada defensa de las partes”.

B. Actos del procedimiento

Determinados de manera esquemática se pueden resaltar princi-


palmente los siguientes actos a llevarse a cabo en el iter del
procedimiento arbitral:

1.- Inicio: El procedimiento arbitral comienza cuando los árbitros


hayan notificado por escrito a las partes la aceptación del arbitraje.(55)
Debiendo distinguirse los supuestos de órgano arbitral singular y cole-
giado, pues en el primero se producirá la litispendencia arbitral cuando
aquel notifique a las partes su aceptación. En tanto en el segundo, se
produce aquella con la notificación de la instalación del tribunal arbitral.

En este sentido, y refiriéndose principalmente a la litispendencia


arbitral en el caso de órgano colegiado, nuestra Ley General de Arbitraje
al prescribir en su artículo trigésimo cuarto inciso uno que “La parte que
formula su pretensión ante los árbitros deberá hacerlo dentro de los

—————––
(53) Este artículo, aparentemente, se basa –en lo fundamental– en la Ley
Española de Arbitraje de Derecho Privado, la cual en su artículo 21 inciso
3 prescribe que “Las partes podrán actuar por sí mismas o valerse de
abogado en ejercicio”.

(54) Con tal parecer Chocrón, ob. cit., pág. 19 y sgtes.

(55) Ramos, ob. cit., pág. 1136.

162
ocho (8) días de notificada de la instalación del tribunal arbitral…”,(56)
esta tomando esta opción, pues, nos señala que es desde la instalación
del tribunal arbitral que se inicia el plazo para que las partes formulen sus
pretensiones sean estas singulares o acumuladas.

2.- Lugar: El procedimiento arbitral tendrá lugar, salvo acuerdo o


disposición reglamentaria en contra, donde decidan los árbitros.(57)

En este sentido, nuestra Ley General de Arbitraje al prescribir en su


artículo trigésimo tercero segundo párrafo que “a falta de acuerdo,
dentro de los diez (10) días siguientes a la aceptación del árbitro único
o del último de los árbitros, estos deciden el lugar (…) que consideren
más apropiado, atendiendo la conveniencia de las partes…”.(58)

3.- Idioma: Salvo acuerdo de las partes los árbitros determinarán el


idioma o idiomas en que halla de desarrollarse el procedimiento arbitral
y lo notificarán a las partes. No podrán elegir un idioma que ninguna de
las partes conozcan o que no sea oficial en el lugar en que se desarrollará
el procedimiento arbitral.(59)

Nuestra Ley General de Arbitraje reconoce implícitamente este


criterio en su artículo trigésimo tercero segundo párrafo antes visto, a
diferencia de otros ordenamientos que lo hacen de manera expresa.(60)

—————––
(56) Este artículo tiene como base a la Ley Española de Arbitraje de Derecho
Privado, la cual en su artículo 22 nos señala de manera mucho más clara
que “El procedimiento arbitral comienza cuando los árbitros hayan
notificado a las partes por escrito la aceptación del arbitraje”.

(57) Montero, ob. cit., pág. 854.

(58) Al parecer este artículo tiene como base a la Ley Española de Arbitraje de
Derecho Privado, la cual en su artículo 24 inciso 1 nos señala que “Salvo
lo acordado en el convenio arbitral o lo que dispongan los reglamentos
arbitrales, los árbitros decidirán el lugar donde se desarrollará la
actuación arbitral, así como el lugar en el que deba realizar cualquier
actuación concreta y lo notificarán a las partes”.

(59) Ramos, ob. cit., pág. 1135.

(60) Como la Ley Española de Arbitraje de Derecho Privado que en su artículo


24 inciso 2 nos señala expresamente que “Salvo acuerdo de las partes, los
árbitros determinarán el idioma o idiomas en que haya de desarrollarse

163
4. Plazos: Los árbitros no están sujetos a plazos determinados,
salvo que ellos hayan sido acordados por las partes.(61)

La Ley General de Arbitraje nuestra reconoce implícitamente este


criterio en su artículo trigésimo tercero segundo párrafo ya observado, de
modo distinto a otras regulaciones normativas que sí resultan expresas.(62)

5. Inactividad de las partes: La inactividad de las partes no impide


que se pueda dictar el laudo y que este tenga eficacia.(63)

En este sentido, nuestra Ley General de Arbitraje prescribe en su


artículo cuadragésimo sétimo que “…La inactividad de las partes no
impiden la prosecución del proceso ni que se dicte el laudo en base a lo
ya actuado…”.(64)

6. Desistimiento: En cualquier momento antes de dictarse el laudo


las partes pueden acordar desistirse del arbitraje.(65)

Con tal parecer nuestra Ley General de Arbitraje nos señala en su


artículo cuadragésimo tercero que “En cualquier momento antes de la
notificación del laudo, de común acuerdo y comunicándolo a los
árbitros, las partes pueden desistirse del arbitraje”.(66)

el procedimiento arbitral y lo notificarán a las partes. No podrán elegir


un idioma que ninguna de las partes conozca o que no sea oficial en el
lugar en que se desarrollará la actuación arbitral”.
(61) Montero, ob. cit., pág. 854.
(62) Como la Ley Española de Arbitraje de Derecho Privado que en su artículo
25 inciso 1 nos señala directamente que “Los árbitros no están sujetos en
el desarrollo del arbitraje a plazos determinados, salvo acuerdo de las
partes y sin perjuicio de los establecido en la Ley respecto del plazo para
dictar el laudo”.
(63) Ramos, ob. cit., pág. 1136.
(64) Este artículo tiene como base a la Ley Española de Arbitraje de Derecho
Privado, la cual en su artículo 22 inciso 2 nos señala que "La inactividad
de las partes no impedirá que se dicte el laudo ni le privará de eficacia”.
(65) Montero, ob. cit., pág. 854.
(66) Al parecer este artículo tiene como base a la Ley Española de Arbitraje de
Derecho Privado, la cual en su artículo 31 nos señala que “En cualquier
momento antes de dictarse el laudo las partes, de común acuerdo,
pueden desistir del arbitraje…”.

164
7. Prueba: Los árbitros practicarán la prueba que estimen perti-
nente, sea por iniciativa propia o a instancia de parte. Siendo posible
también la cooperación jurisdiccional en los casos en los cuales los
árbitros no puedan ejecutar por sí mismos las pruebas.(67)

Nuestra Ley General de Arbitraje reconoce este criterio en su


artículo trigésimo cuarto, trigésimo sétimo, y cuadragésimo, al señalar
respectivamente que:

(Artículo 34 inciso 1) “La parte que formula su pretensión ante los


árbitros deberá hacerlo dentro de los ocho (8) días de notificada (…),
debiendo ofrecer al mismo tiempo las pruebas que la sustenten”.(68)

(Artículo 37) “Los árbitros tienen la facultad para determinar, de


manera exclusiva, la admisibilidad, pertinencia y valor de las pruebas
(…). Pueden también ordenar de oficio la actuación de los medios
probatorios que estimen necesarios…”.(69)

(Artículo 40) “El tribunal arbitral, o cualquiera de las partes con


la aprobación del tribunal arbitral, podrá pedir auxilio judicial para la
actuación de pruebas”.(70)

C. Supuestos de pluralidad y variación de los límites del


procedimiento

Debemos inicialmente recordar que el procedimiento arbitral está


regido por el principio de dualidad de partes o bilateralidad, el cual nos

—————––
(67) Ramos, ob. cit., págs. 1136-1137.
(68) Al parecer este artículo tiene como base a la Ley Española de Arbitraje de
Derecho Privado, la cual en su artículo 26 nos señala que “Los árbitros
practicarán a instancia de parte, o a iniciativa propia, las pruebas que
estimen pertinentes y admisibles en derecho. A toda práctica de prueba
serán citadas y podrán intervenir las partes o sus representantes”.
(69) Del mismo modo, esta norma es tributaria del artículo 26 de la Ley
Española de Arbitraje de Derecho Privado ya antes citado.
(70) Este artículo tiene como base a la Ley Española de Arbitraje de Derecho
Privado, la cual en su artículo 27 nos señala que “Los árbitros podrán
solicitar el auxilio del Juez de Primera Instancia del lugar donde se
desarrolle el arbitraje, en la forma prevenida en el artículo 43, para
practicar las pruebas que no puedan efectuar por sí mismos”.

165
informa –en principio– que existen dos posiciones de parte, una activa
(demandante) y otra pasiva (demandado) y que en cada una debe haber
un sujeto diferente, pues no cabe demandarse uno mismo. Más esto no
quiere decir que sólo debe haber un sujeto en cada posición, pudiendo
presentarse casos de plurisubjetividad o lo que es lo mismo pluralidad de
sujetos como parte, ya sea en una posición activa, pasiva, o mixta. En este
sentido, se habla sin más del litisconsorcio arbitral,(71) obviando referirse a
sus diversas tipologías, y a otras figuras vinculadas a este como es la
intervención de terceros.

Visto el panorama, podemos señalar que, en tanto es el convenio


arbitral el que fija a los sujetos que quedarán sometidos al procedimiento
de arbitraje, no existe un problema grave de indeterminación de los
sujetos presentes y ausentes a partir de este criterio. Sin embargo, tan sólo
a efectos de determinar las dificultades que subyacen en este tema, pode-
mos observar que necesariamente existirá en sede arbitral la acumulación
objetiva-subjetiva(72) (mal llamada litisconsorcio voluntario), así como el
litisconsorcio necesario.(73) Por otra parte, cabría utilizar también los

—————––
(71) Con tal criterio Chocrón, ob. cit., págs. 73-74.

(72) Se va a producir esta figura cuando, por ejemplo, como producto del
negocio jurídico –sometido al convenio arbitral– existan diversas
pretensiones pertenecientes a varios sujetos. Así, si por razón del mismo
contrato, A se comprometió a la ejecución del 60% de la obra y B a la
ejecución del 40% restante, ambos frente a C. Entonces, el procedimiento
arbitral que surja como producto de la controversia sobre el 100% de la
ejecución importará dos pretensiones arbitrables (de condena) distintas y
acumuladas, una de C contra B cuyo objeto es la ejecución del 40% de la
obra, y otra de C contra A, cuyo objeto es la ejecución del 60% de la obra.
Pudiendo observarse así que al interior del procedimiento arbitral se
generará una acumulación tanto de objetos como de sujetos, llamada por
ello acumulación objetiva-subjetiva.

(73) Se dará esta figura cuando, por ejemplo, como producto del negocio
jurídico –sometido al convenio arbitral– exista una única pretensión que
corresponde conjuntamente a varios sujetos. De tal modo, si A vendió un
inmueble a B y C. Entonces, el procedimiento arbitral que surja como
producto de la controversia sobre la resolución del contrato, importará
una única pretensión arbitrable (constitutiva), dirigida por A contra B y C.
Pudiendo observarse así que la interior del procedimiento arbitral se
generará un litisconsorcio necesario pasivo.
Para una mejor comprensión de estos temas ver, Matheus López,
Carlos Alberto “El Litisconsorcio Necesario”, Ara editores, Lima, 1999.

166
supuestos de intervención, tanto voluntaria como forzosa,(74) a efectos de
que ingrese al procedimiento arbitral un tercero en determinados casos.
De igual forma, cabría preguntarse si es posible que se produzca en el
procedimiento una sucesión, sustitución o cambio de partes.(75)

Por otro lado, y pese a todo lo antes indicado, debemos ser


conscientes que este no es el lugar adecuado para abordar el tratamiento
específico de estas figuras ciertamente complejas.

—————––
(74) Pongámonos a pensar si una determinada pretensión que es sustraída de
la jurisdicción ordinaria, y llevada al arbitraje, es por ello luego imposible
que en esta sede se produzca el ingreso de un tercero ajeno al
procedimiento arbitral, el cual si hubiese podido intervenir sin problema
si se tratase de un proceso jurisdiccional. Entonces, si es que existen
–como puede ser el caso– todos los requisitos para que se lleve a cabo
una intervención procesal a solicitud del tercero (voluntaria), o porque
este es llamado a intervenir por una de las partes del procedimiento
(forzosa a instancia de parte), y aún el supuesto límite de que pueda ser
el órgano arbitral el que llame al tercero (forzosa por orden del juez),
parece necesario concluir en la necesaria admisión de las intervenciones
procesales en sede arbitral, resultando menos discutibles algunos supues-
tos de intervención voluntaria (adhesiva simple, adhesiva litisconsorcial y
principal). En ese sentido, podemos señalar como ejemplo el caso de A
(uno de los deudores solidarios) que interviene en el procedimiento
arbitral instaurado por B (el acreedor) contra sólo C (el otro deudor
solidario) para solicitarle la suma de S/. 10,000 prevista como contra-
prestación en el contrato celebrado por todos y sometido a convenio
arbitral. Podemos observar así la conexión objetiva total que existe entre
las pretensiones arbitrables X (de B contra C) e Y (de B contra A), pues
ambas poseen como objeto la suma de S/. 10,000 y el mismo título, dado
que ambos son deudores solidarios, y en tal forma resulta posible aquí
por la eficacia directa de la sentencia que se podrá producir frente a A, la
intervención de este último de manera adhesiva litisconsorcial.

(75) A efectos de dar una respuesta afirmativa, basta preguntarse si en el caso


de instaurarse un procedimiento arbitral entre A y B, acorde al convenio
celebrado, y durante el transcurso de este sucediera el deceso de B, signi-
ficaría acaso que sus causahabientes C y D no pasarían a ocupar su posi-
ción en el procedimiento, habiéndose producido así una sucesión arbitral.
Por otra parte, si C acreedor de A, quiere dirigirse contra B, que es a
su vez, deudor de A, para exigir la entrega de una cantidad de dinero
producto del contrato de compraventa celebrado entre A y B, el cual está
sometido a convenio arbitral. Entonces, ¿podrá iniciar C por sustitución el
procedimiento arbitral contra B, invocando la legitimidad de A?, o es que
deberá necesariamente iniciar un proceso jurisdiccional, con lo cual, dado

167
8. EL LAUDO ARBITRAL

Estudiaremos ahora el laudo arbitral, resolución con la cual


normalmente concluye el procedimiento de arbitraje,(76) para lo cual esta-
bleceremos inicialmente su concepto, determinando luego sus requisitos,
contenido específico y efectos.

A. Concepto

La actividad de los árbitros, así como el procedimiento arbitral,


culmina normalmente al dictarse la correspondiente resolución, deno-
minada –por contraposición a la sentencia, reservada a los órganos
jurisdiccionales– laudo arbitral.

Existiendo este paralelismo con la sentencia, es pues, evidente que


podemos hablar de laudos declarativos, constitutivos y de condena,
según la respectiva pretensión sobre la que se decida (acorde al principio
de congruencia).

Sin embargo, el órgano arbitral sólo se limitará a conocer de la


pretensión y fallar sobre esta, estimándola o desestimándola, por lo que

que esta pretensión –sujeta a la denominada acción subrogatoria– se


encuentra sometida a convenio arbitral, B siempre podrá oponer
eficazmente la excepción de convenio arbitral prevista en el artículo 446
inciso 13 del Código Procesal Civil Peruano, cerrando así el camino del
proceso, con lo que se estaría vulnerando el Derecho a la Tutela
jurisdiccional Efectiva de C.
Para una mayor información sobre las estas figuras procesales ver
Matheus, Parte, Tercero…, ob. cit., pág. 86 y sgtes.

(76) Al igual que la sentencia en el campo procesal, el laudo importa el modo


normal de conclusión del procedimiento arbitral, existiendo respectiva-
mente también modos anormales de conclusión de este último, tales
como la conciliación, transacción, y desistimiento del procedimiento. Con
tal parecer nuestra Ley General de Arbitraje señala en su artículo 41 que
“Los árbitros son competentes para promover conciliación en todo
momento. Si antes de la expedición del laudo las partes concilian o
transigen sus pretensiones, los árbitros dictarán una orden de
conclusión del procedimiento, adquiriendo lo acordado la autoridad de
cosa juzgada…”. Por otro lado, la misma norma en su artículo 43 nos dice
que “En cualquier momento antes de la notificación del laudo, de
común acuerdo y comunicándolo a los árbitros, las partes pueden
desistirse del arbitraje…”.

168
para la adopción de una medida cautelar, tendría que acudir siempre al
órgano jurisdiccional correspondiente, así como también para llevar a
cabo la ejecución del laudo.(77)

B. Requisitos

Respecto a los requisitos hay que distinguir los relativos al tiempo


y a la forma:(78)

1° En cuanto al tiempo, los árbitros deben dictar el laudo en el


plazo –general– de veinte días de vencida la etapa de pruebas, salvo que
las partes hubieran dispuesto otra cosa (artículo 48 de nuestra LGA).

El transcurso del plazo sin haber dictado el laudo tiene como


principal consecuencia la posibilidad judicial de anular el laudo (artículo
73 inciso 5 LGA).

2° En cuanto a los requisitos de forma, están claramente fijados en


nuestra Ley General de Arbitraje (artículo 49 LGA). El laudo se recoge
formalmente en un escrito, firmando los árbitros, y si alguno no lo hiciera
se entenderá que se adhiere a la decisión de la mayoría. Por otra parte, el
laudo podrá ser protocolizado notarialmente (artículo 57 LGA).

C. Contenido

El laudo arbitral debe expresar al menos los siguientes puntos: el


lugar en que se dicta, nombre de los árbitros y de las partes, la cuestión
sometida a arbitraje y una sucinta relación de las alegaciones y con-
clusiones de las partes, la valoración probática en que se funda la
decisión, los fundamentos fácticos y jurídicos de las pretensiones y
resistencias, y, finalmente, la decisión arbitral (artículo 50 LGA); así como
el pronunciamiento sobre costos (artículo 52 LGA).

El fallo del laudo tendrá consiguientemente los siguientes posibles


contenidos:(79)
—————––
(77) Con similar parecer Montero, ob. cit., pág. 855-856.

(78) En este sentido Montero, ob. cit., pág. 856.

(79) Con igual criterio Montero, ob. cit., págs. 856-857.

169
1° Desde el punto de vista exclusivamente procesal, puede acoger
la declaración de incompetencia efectuada por el órgano arbitral (artículo
39 LGA).

2° Si el laudo entra en el fondo de la cuestión litigiosa, y es de


derecho, decidirá jurídicamente el arbitraje, esto es, basándose en
normas jurídicas aplicables a los hechos controvertidos, respetándose en
esta materia el principio de congruencia.

3° Si el laudo es de conciencia, se expresará en el fallo el leal saber


y el entender del órgano arbitral.

Existen también las posibilidades de corrección, integración y


aclaración del laudo. En tal sentido, las partes pueden pedir a los árbitros
o estos realizar de oficio, dentro del plazo de cinco días tras la
notificación del laudo, la corrección de cualquier error de cálculo, de
copia tipográfica o de naturaleza similar. Del mismo modo, pueden
dentro del mismo plazo antes señalado integrar el laudo, si se hubiese
omitido resolver algunos de los puntos materia de controversia (artículo
54 LGA). Pueden también a solicitud de parte, dentro del mismo plazo,
aclarar algún punto ambiguo o incierto del laudo (artículo 55 LGA).

E. Efectos

Podemos observar que el principal efecto del laudo es la


producción de cosa juzgada, así como la condena en costas.(80)

1° Cosa juzgada.- Dispone el artículo 59 de nuestra LGA que “El


laudo tiene valor de cosa juzgada…”. Y por su parte, el artículo 83 LGA
nos señala que “El laudo arbitral consentido o ejecutoriado tiene valor
equivalente al de una sentencia y es eficaz y de obligatorio
cumplimiento desde su notificación a las partes”, fórmula que parece
buscar no el igualar el laudo con la sentencia, pero si reconocer su
semejanza.

Por ello, si una de la partes pretendiese la misma cosa frente a la


otra, por la misma causa y en la misma calidad, se produciría la
—————––
(80) Con este parecer Montero, ob. cit., págs. 857-858.

170
excepción de cosa juzgada en sede arbitral,(81) la cual debería ser resuelta
como una cuestión previa acorde al artículo 39 LGA.

Finalmente, en caso que una parte accediera posteriormente a la


jurisdicción, el demandado tendría a mano la excepción de cosa juzgada,
única forma –al estar pensada la excepción de arbitraje para otro supuesto
distinto– de impedir que el cumplimiento del laudo quede burlado.(82)

2° Costas.- Los árbitros se pronunciarán en el laudo sobre las costas


del arbitraje, de acuerdo con lo preceptuado por el artículo 52 LGA.

9. ANULACIÓN DEL LAUDO ARBITRAL

La ley no ha querido renunciar en absoluto a un control judicial del


laudo, estableciendo consecuentemente un mecanismo de anulación de
laudos arbitrales.(83) En este sentido, nuestra LGA recoge las causales de
anulación del laudo arbitral en su artículo 73, referidas a la nulidad del
convenio arbitral, defectos de notificación y defensa, defectos de
composición del órgano arbitral, error en las mayorías requeridas para
decidir, superación del plazo para laudar, e inarbitrabilidad de la pre-
tensión sometida.

10. MEDIDAS CAUTELARES

Dada la característica de jurisdiccionalidad de las medidas


cautelares, esto es, que sólo los órganos investidos de potestad
—————––
(81) A fin de determinar la existencia de cosa juzgada sobre una pretensión
arbitrable, y con ello la posterior estimación de una excepción de este
tipo, tienen que analizarse todos los límites de la pretensión sometida,
tanto objetivos como subjetivos, los cuales corresponden a los
denominados límites de la cosa juzgada: objetivos (objeto y componente
jurídico del título), subjetivos (parte activa y parte pasiva), y temporales
(componente fáctico del título).
(82) Con similar criterio Montero, ob. cit., pág. 858. En tal sentido, se utilizará
en la sede del proceso jurisdiccional la excepción de cosa juzgada,
prevista en el artículo 446 inciso 8 del Código Procesal Civil Peruano, el
cual a la letra señala que “El demandado sólo puede proponer las
siguientes excepciones: (…) 8. Cosa Juzgada”.
(83) Con opinión semejante Ramos, ob. cit., pág. 1138.

171
jurisdiccional pueden dictarlas y llevarlas a cabo,(84) es que se requerirá
necesariamente –para el caso del arbitraje– que la parte solicite el dictado
de tales medidas a la jurisdicción, como bien lo señalan los artículos 79 a
82 de nuestra LGA.

Respecto a esta relación que se observa entre el arbitraje y la


jurisdicción, cabría observar diversos supuestos de coincidencia sobre la
pretensión sometida a uno u otro mecanismo. En tal sentido, esta iden-
tidad respecto a la pretensión podrá darse de manera sucesiva, cuando
un procedimiento arbitral decida sobre aquella y luego un proceso
jurisdiccional decida sobre lo mismo o viceversa, y también de manera
contemporánea, cuando se encuentren pendientes, sobre la misma
pretensión, ambos mecanismos conjuntamente.(85) Sin embargo, este no
es el lugar para abordar las posibles soluciones a estos supuestos, los
cuales sólo queríamos dejar indicados.

11. EJECUCIÓN FORZADA DEL LAUDO

El laudo arbitral es eficaz y de obligatorio cumplimiento desde su


notificación a las partes, y en caso de no cumplirse lo ordenado por este
–si es un laudo de condena principalmente– la parte cuya pretensión fue
estimada podrá solicitar su ejecución forzosa ante el Juzgado Espe-
cializado Civil del lugar de la sede del arbitraje, ejecutándose así el laudo
como si fuera una sentencia, y anexándose a la solicitud de ejecución
necesariamente copia de este último o de la sentencia judicial en el caso
de haberse producido una anulación o impugnación, como lo prescriben
correctamente los artículos 83 y 84 de nuestra LGA.

12. EL ARBITRAJE INTERNACIONAL

En el caso peruano es la misma norma general de arbitraje la que


regula en su sección segunda al arbitraje internacional, determinando que

—————––
(84) Con igual parecer Vecina Sifuentes, Javier. “Las medidas cautelares en los
procesos ante el tribunal constitucional”. Editorial Colex, Madrid, 1993,
págs. 50-51.

(85) Con tal parecer Bove, Mauro. “Rapporti tra arbitro e giudice statale” en
“Rivista dell´arbitrato”, N° 3, Giuffré editore, Varese, 1999, pág. 409 y
sgtes.

172
estas disposiciones se aplicarán sin perjuicio de cualquier tratado bilateral
o multilateral vigente (artículo 88 LGA).

Por otra parte, el artículo 91 de la LGA determina la calidad de


internacional de un arbitraje sobre la base de dos criterios:

1° Si las partes del convenio arbitral tienen al momento de la


celebración de este, sus domicilios en estados diferentes.

2° Si uno de los lugares siguientes se encuentra fuera del estado


donde las partes tienen sus domicilios: el lugar del arbitraje –si ha sido
determinado en el convenio arbitral o con arreglo a él– o el lugar del
cumplimiento de una parte sustancial de las obligaciones de la relación
jurídica o el lugar con el cual el objeto de la pretensión arbitrable tiene
más estrecha relación.

Algún sector de la doctrina considera ociosa una regulación de este


tipo dado que –a su criterio– basta con los convenios internacionales en
los cuales se encuentra regulada suficientemente esta materia.(86) Criterio
el cual no compartimos, pues consideramos que nuestra norma
–recogiendo una moderna tendencia normativa– establece también
disposiciones a efectos de regular el arbitraje de tipo internacional,
quedando claro que estas se aplican sólo en defecto de tratado inter-
nacional al respecto.(87)

13. EL DERECHO DE ARBITRAJE PERUANO

Frente a todo lo expuesto podemos abordar ya la exigencia que


toda esta actividad llevada a cabo por el árbitro dirigida a satisfacer la
pretensión arbitrable, determina en el plano jurídico la necesidad de su
estudio por medio de la ubicación de un lugar concreto y específico del
ordenamiento jurídico como es aquel que denominaremos Derecho de
Arbitraje, el cual posee como objeto de estudio las diferentes
implicaciones jurídicas y procesales que nos plantea esta institución.(88)
—————––
(86) En este sentido Ramos, ob. cit., págs. 1142-1143.
(87) Con igual parecer Montero, ob. cit., pág. 862. Cabe señalar –a estos
efectos– que el Perú ha ratificado la Convención Interamericana de
Arbitraje Comercial Internacional (Panamá, 1975) de la cual forma parte.
(88) Con igual parecer Lorca, ob. cit., pág. 29.

173
De tal modo, podemos hablar de un Derecho de Arbitraje Peruano,
el cual se encuentra normativamente conformado por la Ley General de
Arbitraje, así como por diversas normas que regulan supuestos especiales
de aquel, tales como la Ley y el Reglamento del Consejo Superior de
Contrataciones y Adquisiciones del Estado, entre otros casos.(89)

—————––
(89) Como aquel previsto por el artículo 38 de la Ley de Protección al
Consumidor (/Decreto Legislativo N° 716) que a la letra nos señala que
“La Comisión de Protección al Consumidor, en coordinación con el
Directorio del INDECOPI, establecerá directamente o mediante convenios
con instituciones públicas o privadas, mecanismos alternativos de
resolución de disputas del tipo de arbitraje…”, el cual lamentablemente
no ha tenido un desarrollo reglamentario posterior, a efectos de la
instauración efectiva de este tipo de arbitraje institucional en nuestro país.
Del mismo modo, la undécima disposición complementaria y transitoria
de la Ley General de Arbitraje (Ley N° 26572) prescribe que “El Consejo
Nacional del Ambiente es la institución organizadora del arbitraje
ambiental, debiendo cumplir con los artículos y disposiciones contenidos
en la presente Ley, en los términos previstos” y por su parte el Reglamento
de Organización y Funciones del Consejo Nacional del Medio Ambiente
(Decreto Supremo N° 022-2001-PCM del 8 de Marzo del 2001) nos señala
en su primera disposición complementaria que “Mediante Decreto del
Consejo Directivo se establecerán las disposiciones necesarias para
organizar el arbitraje ambiental a que se refiere la Undécima
Disposición Transitoria de la Ley N° 26572”, con lo cual se estaría
estableciendo un arbitraje de tipo institucional para el caso ambiental, el
cual aún lastimosamente no se encuentra completamente normado.

174
González Solano, Gustavo. Semiótica jurídica, según las interpre-
taciones y las argumentaciones jurídicas (San José: Investiga-
ciones Jurídicas S.A., IJSA, 2002, 209 páginas).

Esta relevante obra está compuesta por estos capítulos:

I. Las conceptualizaciones de la palabra “Derecho”


II. La semiótica jurídica
III. Las interpretaciones de la norma jurídica
IV. El descubrimiento del significado jurídico
V. La argumentación jurídica en general
VI. La argumentación jurídica en particular

En la Introducción su autor nos indica que el presente libro trata


sobre la semiótica jurídica. Este reciente campo de estudio es el eje
central de las actividades jurídicas tanto en nuestro país, como en
cualquier otro: los procesos jurídicos, entendiéndose por éstos la
creación de leyes, interpretación de normas, aplicación de sentencias,
argumentación de alegatos, establecimiento de fundamentaciones. Con
esta obra se pretende llevar a cabo ciencia jurídica, no doctrina jurídica
ni teoría normativa del derecho. La semiótica jurídica es una ciencia y a
la vez un instrumento de la ciencia.

–o–

Villalobos Brenes, Francisco. Los impuestos y la vida (San José:


Ediciones Perro Azul, 2002, 124 páginas).

En la Presentación, el abogado Juan Carlos Gómez Sánchez, nos


dice que este libro es una recopilación de columnas periodísticas que se
han escrito a lo largo de los últimos años. El enfoque que Villalobos le da
al tema de los impuestos es pocas veces igualado, en el cual combina
tecnicismo, picardía, ingenio y habilidad.

–o–

Jurado Fernández, Julio. Jueces y constitución en Costa Rica (San


José: Juricentro, 2003, 256 páginas).

Los capítulos que componen este importante libro son:

I. Los modelos de control de constitucionalidad y juez ordinario


II. Las competencias del juez ordinario costarricense en materia de
control de constitucionalidad de normas

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