Técnicas Narrativas

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5.

Técnicas narrativas

Si ​La Regenta​fuera tan solo una novela atrevida y escandalosa, su interés como obra
literaria hubiera durado lo mismo que su capacidad de llamar la atención. Pero ya hemos
visto que en su día no fue una obra de éxito entre el público ni tampoco alcanzó un gran
reconocimiento de la crítica. ​Si sobrevivió a un largo período de ostracismo y pudo ser
unánimemente reconocida como una de las mejores novelas de la literatura española,
fue porque tiene grandes aciertos que la convierten en una obra clásica, ​que supera
las circunstancias históricas en las que fue creada.
Ya hemos hablado de la ​amplísima visión que ​La Regenta ​nos ofrece de todos los
temas fundamentales del ser humano​. A continuación observaremos las técnicas
narrativas más utilizadas en ella que contribuyen a este interés:

● En contra del dogma naturalista, que prescribía la casi desaparición del autor
en aras de la objetividad​, Clarín hace intervenir al narrador omnisciente (“Frígilis,
personaje darwinista que encontraremos más adelante”), que a veces da la razón a
alguno de los personajes (“Tenía razón el delantero. De Pas no se pintaba. Más bien
parecía estucado”), o certifica alguna creencia de un personaje (“Porque además del
primer anticuario de la provincia, creía ser ​y esto era verdad​el hombre más fino y
cortés de España”). ​Este narrador alardea de saber mucho más que sus
personajes​: “Esta señora que llamaban en Vetusta la Regenta, porque su marido,
ahora jubilado, había sido regente de la Audiencia, nunca supo la ardiente pasión del
arqueólogo”. ​Y sabe también lo que ocurriría en un futuro hipotético: ​“Si los
pilletes hubieran osado mirar cara a cara a don Fermín, le habrían visto, al asomarse
en el campanario, serio, cejijunto”.

● Sin embargo, con el fin de no alejarse de la estética naturalista, trató de


compensar las intervenciones del narrador mediante el estilo indirecto:
○ Esto es, ​sustituir las reflexiones que el autor suele hacer por su cuenta
respecto de la situación de un personaje, con las reflexiones del
personaje mismo,​empleando su propio estilo, pero no a guisa de monólogo,
sino ​como si el autor estuviera dentro del personaje mismo y la novela
se fuera haciendo dentro del cerebro de este. ​Veamos un ejemplo: “Aquel
día había recibido antes de comer un billete perfumado de su amiguita
Obdulia Fandiño, viuda de Pomares. ¡Qué emoción! No quiso abrir el
misterioso pliego hasta después de tomar la sopa. ¿Por qué no soñar? ¿Qué
era aquello?”.
○ Otras veces ​accedemos a los pensamientos del personaje de manera
directa​, ​mediante monólogos interiores:​“¿Y Petra? ¡Maldita Petra...! ¡Es
ella quien me hace tan desgraciado...!”.
○ Y en algunas ocasiones, ​el narrador asume el papel de mero observador,
de narrador testigo o externo, que no sabe más que lo que ve o lo que oye:
“Lo primero es lo primero –dijo el de Palomares, aludiendo a la Divinidad y
haciendo una genuflexión (no se sabe si ante la Divinidad o ante el provisor)”.
● La sexualidad tiene un papel importante en ​La Regenta​,​pero el tema está
tratado con una gran delicadeza, ​utilizando simbolismos cargados de erotismo:
“​Don Fermín, risueño, mojaba un bizcocho en chocolate; Teresa acercaba el rostro
al amo, separando el cuerpo de la mesa; abría la boca de labios finos y muy rojos,
con gesto cómico sacaba más de lo preciso la lengua, húmeda y colorada; en ella
depositaba el bizcocho don Fermín, con dientes de perlas lo partía la criada, y el
señorito se comía la otra mitad”.

● Otro recurso utilizado con maestría a lo largo de toda la novela es la ​ironía​. El


mismo íncipit de la novela ya es una rotunda afirmación irónica: “La heroica ciudad
dormía la siesta”. Un poco más adelante se amplía: “Vetusta, la muy noble y leal
ciudad, corte en lejano siglo, hacía la digestión del cocido y de la olla podrida”. ​Este
comienzo nos indica uno de los temas centrales de la obra: la crítica de una
ciudad hipócrita, anclada en el pasado. ​El mismo recurso se utiliza al comienzo
del segundo capítulo: “Los venerables canónigos dejaban cumplido por aquel día su
deber de alabar al Señor entre bostezo y bostezo”.

● No abundan los diálogos, pero están perfectamente ajustados al nivel de


lenguaje de los personajes y a la situación​. Aquí vemos una perfecta imitación del
lenguaje coloquial usado por las tías de Ana, representativas de las mujeres de
clase media, en el capítulo V. Al hablar de un tema “delicado”, su hipocresía las lleva
a evitar decir las cosas claramente, por eso prefieren insinuar, sugerir, aludir,
sobreentender…:
- ​Estoy temblando, ¿a que no sabes por qué? ​decía doña Anuncia. ​¿Si será
por lo mismo que a mí me preocupa?
- ​¿Qué es?
- ​Si esa chica...
- ​Si aquella vergüenza.
- ​¡Eso!
- ​¿Te acuerdas de la carta del aya?
- ​Tenía la chiquilla doce o catorce años, ¿verdad? ​Algo menos, pero peor
todavía.
- ​Y tú crees... que...
- ​¡Bah! Pues claro.

Es esta una de las bien escasas ocasiones en que Clarín acepta el reto del
diálogo, incluso dramatizado y con acotaciones. ​Y no es que a Clarín no le
interese el diálogo. El naturalismo le ha dado unas características coloquiales y
callejeras y se lo ha devuelto, renovado, a la novela. El diálogo era necesario en la
novela desde la defensa naturalista de la impersonalidad del narrador. Y Zola es un
verdadero maestro y en España Galdós. Para Clarín, a pesar de su interés,
considera que para reproducir el mundo interior del personaje es mucho mejor el
estilo indirecto libre. La asunción desde el narrador de la voz del personaje.
Creemos, por tanto, que ​para medir la dificultad de reproducir con naturalidad la
palabra oral o la palabra mental Clarín apuesta por el estilo indirecto, en lugar
del monólogo interior o diálogo. Y ​La Regenta​es un buen ejemplo de esta
decisión.

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