El Llamado A La Santidad. Método Deductivo. Corregido

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 6

EL LLAMADO A LA SANTIDAD

Método deductivo
Rodrigo Badillo Lárraga
Metodología del trabajo pastoral (Catequesis)
Misioneras Catequistas de los Pobres
Curso Introductorio 2020-2021

FELICIDADES: BUENA PRESENTACION, ESTA HECHA CON ORDEN Y


LIMPIEZA AL ESCRIBIR. EL DESARROLLO ESTA FUNDAMENTADO Y
LLEVAS LOS PASOS DEL METODO DEDUCTIVO.
EL LLAMADO A LA SANTIDAD

Objetivo: Dar a conocer el don de la santidad de parte de Dios al joven, para


lograr que sea consciente de su llamado y que pueda responder de una mejor
manera en cada aspecto de su vida diaria
Dirigido a jóvenes de entre 18 y 29 años.
Material a ocupar: Copias de la oración inicial. Hojas de papel para cada quien,
bolígrafos,. (se ocuparán para el momento de las preguntas para meditación
personal). Copias de las oraciones finales y el canto final (para el momento de la
celebración).
Ambientación: Un altar central con un crucifijo en la parte central. (El altar se
pondrá desde un principio)
ORACIÓN INICIAL
Reunidos en el aula a tomar clase, se dirá la oración inicial. Se le dará una copia a
cada uno
Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves y que me
oyes. Te amo con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados y la gracia
para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía Inmaculada, San José, mi
Padre y Señor, Ángel de la Guarda, intercedan por mí. Amén
ANUNCIO
Reunidos en el aula a tomar clase, se hace lectura pausada acerca de los textos
siguientes (Catecismo de la Iglesia Católica y Gaudete et Exsultate). De
preferencia permanecer sentados alrededor de un crucifijo colocado con
anterioridad
Catecismo de la Iglesia Católica 2013: “Todos los fieles, de cualquier estado o
régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de
la caridad” Todos son llamados a la santidad: “Sed perfectos como vuestro Padre
celestial es perfecto” (Mt 5, 48):
«Para alcanzar esta perfección, los creyentes han de emplear sus fuerzas, según
la medida del don de Cristo [...] para entregarse totalmente a la gloria de Dios y al
servicio del prójimo. Lo harán siguiendo las huellas de Cristo, haciéndose
conformes a su imagen y siendo obedientes en todo a la voluntad del Padre. De
esta manera, la santidad del Pueblo de Dios producirá frutos abundantes, como lo
muestra claramente en la historia de la Iglesia la vida de los santos» (LG 40).
Gaudete et Exsultate: Alégrense y Regocíjense, Exhortación Apostólica de su
Santidad Papa Francisco sobre la santidad en el mundo actual
No pensemos solo en los ya beatificados o canonizados. El Espíritu Santo
derrama santidad por todas partes, en el santo pueblo fiel de Dios, porque «fue
voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin
conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le
confesara en verdad y le sirviera santamente». No existe identidad plena sin
pertenencia a un pueblo. Por eso nadie se salva solo, como individuo aislado, sino
que Dios nos atrae.
La santidad es el rostro más bello de la Iglesia. Sin embargo, lo que quisiera
recordar es sobre todo el llamado a la santidad que el Señor hace a cada uno de
nosotros, ese llamado que te dirige también a ti: «Sed santos, porque yo soy
santo» (Lv 11,45; cf. 1 P 1,16). «Cada uno por su camino», dice el Concilio.
Entonces, no se trata de desalentarse cuando uno contempla modelos de santidad
que le parecen inalcanzables. Lo que interesa es que cada creyente discierna su
propio camino y saque a la luz lo mejor de sí, aquello tan personal que Dios ha
puesto en él (cf. 1 Co 12, 7), y no que se desgaste intentando imitar algo que no
ha sido pensado para él.
Para ser santos no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosas o religiosos.
Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio
testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra.
¿Eres consagrada o consagrado? Sé santo viviendo con alegría tu entrega.
¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa,
como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con
honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre,
abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús.
¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus
intereses personales.
Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad. Deja que
todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez. No te
desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la
santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida (cf. Ga 5,22-23).
Cuando sientas la tentación de enredarte en tu debilidad, levanta los ojos al
Crucificado y dile: «Señor, yo soy un pobrecillo, pero tú puedes realizar el milagro
de hacerme un poco mejor». En la Iglesia, santa y compuesta de pecadores,
encontrarás todo lo que necesitas para crecer hacia la santidad. El Señor la ha
llenado de dones con la Palabra, los sacramentos, los santuarios, la vida de las
comunidades, el testimonio de sus santos, y una múltiple belleza que procede del
amor del Señor, «como novia que se adorna con sus joyas» (Is 61,10).
APLICACIÓN A LA VIDA
Como pudimos notar de diferentes maneras, se nos invita a la santidad, como algo
muy importante en la vida de todo creyente. Tal vez te preguntes: ¿Qué es la
santidad que se nos habla en estos textos?
Es una invitación de unirse con el que es Todo Santo: Dios. Este deseo nace del
interior de cada hombre. Es un deseo que ardientemente surge de cada corazón.
Por eso se nos habla de una invitación universal a la que todos estamos llamados,
incluyéndote a ti.
Nuestro Señor Jesucristo nos invitó a ser santos como Él lo era. Imagina una
invitación que se te envía a tu casa, de un amigo muy cercano al cual le tienes
confianza. Si te pide algo que te traiga felicidad, por mucho esfuerzo que signifique
¿lo aceptarías? Ahora es lo que el Señor mismo te pide en este mundo: ser santos
como Él es santo. No es una tarea fácil y menos con las circunstancias actuales,
pero, aún con todo esto se puede, sobre todo si pides los auxilios del Espíritu
Santo. Es el gran desconocido según muchos teólogos, aunque esté muy cerca de
cada uno de nosotros. No le tengas miedo: pídele sus dones para que seas
consciente de este gran llamado que eres invitado a responder.
Ahora, si piensas que es difícil, se te dice que no. Todo esto lo puedes intentar
desde tu vida diaria. El Papa Francisco lo resalta siguiendo los pasos de Cristo,
que, desde las realidades que le tocó vivir, actuaba, y cada santo, a su manera,
realizaba su propia santificación y la de los demás. No es necesario que vayas al
desierto o que dejes todo. Desde tu realidad, puedes ser santo; lo único que se te
pide y recomienda es que todo lo hagas bien y lo ofrezcas por ello. De nada sirve
hacer tus tareas cotidianas si no estás convencido de lo que haces o solo lo haces
por pura manda. Hazlo pensando que todo esto tendrá una gran recompensa que
será la santidad.
Y se nos invita a no hacerlo solos sino en comunidad. Con tu vida puedes salvarte
tú y salvar a todos los tuyos. Cada cosa que hagas puede llevar a alguien a
perfeccionarse. Todo esto se puede lograr con la oración por otras personas, por
la solidaridad al otro de corazón y, sobre todo, recordar que la Iglesia es una
comunidad donde todos participan. Intenta unirte más a esta gran familia que
busca llevarte con Dios. No le tengas miedo, que Dios está con ella.
Una vez expuesto el tema, se dictarán las siguientes preguntas a reflexionar.
Serán de manera individual y las escribirán en la hoja que se les haya dado:
 ¿Era consciente de mi llamado a la santidad?
 ¿He trabajado por mi santidad durante mi vida diaria o tengo miedo de
hacerlo?
 En mi vida ¿trato de imitar a Cristo?
 ¿Estarías dispuesto a mostrar tu camino a la santidad a los demás?
Una vez dadas, se puede dar la indicación de dispersarse por el área, para que
puedan responderlas de mejor manera.
Una vez hechas estas preguntas de forma personal (aproximadamente 10
minutos), se congregarán en donde se hizo la clase y, una vez reunidos, se hará
un plenario donde se compartirán las preguntas a todos. Sentados en círculo, uno
hará la lectura de la pregunta y, uno por uno va contestándola según sea y según
quien haya hecho la pregunta.
COMPROMISO
Después del plenario, se invita a contestar la siguiente pregunta en silencio, de
forma personal. Las respuestas se escribirán en una hoja de papel distribuida en
este momento.
 Una vez que has compartido tu punto de vista sobre la santidad, ¿Qué
compromisos estoy dispuesto a asumir para crecer en santidad?
CELEBRACIÓN
Todos se voltean en dirección al altar, previamente preparado con unas velas, un
mantel y el crucifijo en el centro.
Los participantes se pondrán de rodillas. Se repartirán unas hojas donde se
encuentra la oración siguiente. Después dirán la oración todos juntos:
Señor Dios. Te doy gracias por este llamado que me haces. Ante ti vengo a
mostrar mi disposición para crecer en santidad. Te dejo a tus plantas mi
compromiso que estoy dispuesto a asumir. Ayúdame a cumplirlo y así poder estar
contigo por siempre en tu reino. Amen
Después de decir esta oración, cada quien pasará a dejar su papel en la parte
inferior del crucifijo, luego dirá cada quien lo siguiente:
Señor, ayúdame a crecer en santidad.
Después, le dará una reverencia para demostrar que cumplirá su palabra y se
retira a su lugar.
Una vez que todos terminaron, se les entregan copias del siguiente canto y
después, con la guitarra, se entona el siguiente canto
PARA SER SANTO
Para ser santo hay que ser feliz
No hay santidad sin felicidad
Para ser santo hay que ser feliz primero

Para ser santo hay que ser sencillo


no hay santidad sin sencillez
Para ser santo hay que ser sencillo primero

Para ser santo hay que estar un poco loco, un poco loco
Un poco loco para ser feliz
Un poco loco para ser sencillo
Un poco loco para estar enamorado y loco por Dios

ORACIÓN FINAL
Se le da una copia a cada uno al finalizar el canto. Todos juntos.

Gracias Señor por darnos a conocer tu llamado a la santidad. Ayúdanos a


permanecer fieles en ella y que podamos servirte cada día mejor. No permitas que
estos compromisos sean en vano, sino que podamos llevarlos a la práctica.
Envíanos a tu Espíritu Santo para que podamos crecer cada día más en ello. Te lo
pedimos Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amen.

EVALUACIÓN FINAL (para el catequista)

¿Se logró el objetivo del tema en los participantes?


¿En qué se puede mejorar para que se logre el objetivo anterior?

Bibliografía consultada:
Papa Francisco: Gaudete et Exsultate, números 6, 9-11, 14-15
Catecismo de la Iglesia Católica

También podría gustarte