Agua
Agua
Agua
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en
español:
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2
Índice
INTRODUCCIÓN
4
3
Introducción
Los
Estados
Unidos
crecieron
en
torno
al
agua
y
continúa
siendo
una
nación
marítima
hasta
el
día
de
hoy.
A
lo
largo
de
más
de
500
años,
olas
de
nuevos
americanos
llegaron
surcando
el
mar.
Por
aquel
entonces,
las
costas
marítimas,
los
ríos,
los
lagos
y
los
canales
se
transformaron
en
avenidas
para
la
exploración,
la
comunicación
y
el
comercio.
La
vida
y
el
trabajo
en
torno
al
agua
—para
marineros,
pescadores,
pasajeros
y
tantos
otros—
se
desenvolvió
a
través
de
inmensos
desafíos
y
logros,
amén
de
ocasionales
desastres.
Actualmente,
barcos
y
navegantes
conectan
a
los
estadounidenses
a
una
red
compleja
de
intercambio
internacional.
La
actividad
marítima
continúa
hoy
en
día
desempeñando
una
importante
función
en
nuestras
vidas.
En
la
era
del
vuelo,
vale
la
pena
recordar
que
la
nación
aún
prospera
a
orillas
del
agua.
4
La
vida
en
el
mundo
del
Atlántico,
1450-‐1800
A
lo
largo
de
casi
cuatro
siglos,
el
comercio
centrado
en
el
Atlántico
determinó
la
historia
y
la
vida
del
mundo
moderno
en
los
Estados
Unidos.
El
comercio
marítimo
vinculó
a
los
pueblos
y
naciones
contiguas
al
Atlántico
a
través
de
una
red
de
intercambio,
conquista,
colonización
y
esclavitud.
Los
europeos
establecieron
nuevas
y
vastas
colonias
en
el
continente
americano.
Los
recursos
provenientes
del
Nuevo
Mundo,
desde
el
oro
hasta
el
azúcar,
transformaron
a
las
sociedades
europeas.
El
tráfico
transatlántico
de
esclavos
arrastró
a
millones
de
africanos
a
occidente,
hacia
una
vida
de
trabajo
y
sufrimiento.
Barcos
y
marineros
contribuyeron
a
crear
un
mundo
nuevo
y
complejo,
desarrollado
en
torno
al
comercio
marítimo.
Barcos,
botes
y
marineros
unían
al
mundo
del
Atlántico.
Pueblos
nativos
y
colonos
dependían
de
las
embarcaciones
para
la
pesca,
la
comunicación
y
el
comercio
con
el
resto
del
mundo.
Buques
de
guerra,
barcos
mercantes
y
los
miles
de
marinos
que
los
navegaban
permitieron
a
las
naciones
europeas
administrar
sus
imperios
y
beneficiarse
de
las
remotas
tierras
que
controlaban.
Estas
maquetas
representan
algunos
de
los
diversos
tipos
de
embarcaciones
que
se
usaban
en
el
comercio
alrededor
del
mundo
del
Atlántico.
1. El Susan Constant
5
2. El
Chaleur
4. Balandra
5. El Swift
El
Swift
fue
diseñado
como
barco
ligero
y
tenía
poco
espacio
de
carga.
Esta
embarcación
quizás
haya
sido
utilizada
como
paquebote
para
el
transporte
de
correspondencia
y
despachos
gubernamentales.
Bergantín,
nombre
original
incierto
Construido
en
Norteamérica,
1778
Incorporado
a
la
Marina
Real
Británica
en
1770
y
bautizado
con
el
nombre
de
Swift
Construido
en
Nueva
York,
1770
ó
1771
6
6. Canoa
sudamericana
Los
pueblos
nativos
costeros
de
América
del
Sur
y
del
Caribe
construían
sus
canoas
con
troncos,
corteza
y
cañas.
Este
modelo
representa
el
tipo
de
canoa
que
usaban
los
indios
Akawayo
para
navegar
por
las
aguas
del
Río
Demerara,
el
cual
desemboca
en
el
Atlántico,
a
la
altura
de
Guyana.
Préstamo
del
Mariner’s
Museum
7. Queche
8. El London
Los
colonos
exportaban
grandes
cantidades
de
madera
que
talaban
de
los
bosques
de
América,
al
igual
que
provisiones
náuticas,
tales
como
aguarrás
y
alquitrán.
La
abundancia
de
madera
condujo
a
la
prosperidad
de
los
astilleros
y,
en
consecuencia,
los
barcos
americanos
comenzaron
a
venderse
muy
bien
en
el
exterior.
El
London,
un
barco
ligero
de
carga
general,
fue
encargado
por
armadores
ingleses
directamente
a
un
astillero
en
Nueva
York.
Barco
London
9. El Berbice
Conectados
a
través
del
mar,
los
granjeros
y
pescadores
de
las
colonias
continentales
alimentaban
a
los
residentes
de
las
islas
del
Caribe
a
cambio
de
melaza,
azúcar
y
ron.
Los
británicos
capturaron
este
barco
mercante
en
las
Antillas
durante
la
revolución
americana.
Goleta,
nombre
original
desconocido
Construido
en
Norteamérica,
previamente
a
1780
Capturado
por
los
británicos
en
1780
y
rebautizado
con
el
nombre
de
HMS
Berbice
7
10. El
Mediator
11. El Diligente
Cristóbal
Colón
cruzó
el
Atlántico
en
1492
con
la
esperanza
de
hallar
una
ruta
más
corta
hacia
las
riquezas
de
Asia.
En
cambio,
se
topó
con
las
islas
del
Mar
Caribe,
las
cuales,
a
pesar
de
que
ya
estaban
habitadas,
reclamó
para
España.
Lo
siguieron
olas
de
conquistadores
y
colonos
–tanto
libres
como
esclavos.
Aquello
que
constituyó
un
triunfo
para
España,
implicó
una
catástrofe
para
los
pueblos
indígenas.
Ganado,
plantas,
enfermedades
y
creencias
foráneas
desequilibraron
comunidades
y
ecosistemas
centenarios,
transformando
y
destruyendo
la
vida
de
millones
de
nativos.
Nao
(barco
redondeado)
Santa
María
Construida
en
Galicia,
España,
con
anterioridad
a
1492
Tripulación:
40
Obsequio
de
Lawrence
H.
M.
Vineburgh
A
medida
que
el
comercio
marítimo
se
expandió
con
posterioridad
al
1500,
cientos
de
miles
de
hombres
se
emplearon
como
marineros.
Estos
nuevos
navegantes
procedían
de
toda
Europa,
África
y
América,
y
llevaban
a
bordo
de
las
embarcaciones
una
variedad
de
idiomas,
costumbres
y
creencias.
8
Las
condiciones
de
navegación
eran
a
menudo
atroces,
signadas
por
arduas
labores,
rigurosa
disciplina,
escasez
de
provisiones,
bajos
salarios,
violencia
y
enfermedades.
La
deserción
era
muy
común,
y
así,
marineros
que
habían
venido
de
lugares
remotos,
abandonaban
su
barco
en
ciudades
y
pueblos
portuarios
de
cualquier
parte
del
Atlántico.
Alrededor
del
1500,
los
comerciantes
españoles
llevaron
por
primera
vez
el
tabaco
a
Europa
desde
las
colonias
americanas.
Más
tarde,
en
el
transcurso
del
siglo
XVII,
se
sumaron
al
comercio
los
ingleses.
Millones
de
consumidores
se
entregaron
con
indulgencia
al
placer
del
tabaco.
El
tabaco
gozaba
de
una
popularidad
tal,
que
impulsaba
la
mayor
parte
de
la
economía
en
el
mundo
del
Atlántico
Norte.
Las
colonias
de
Virginia
y
Maryland,
que
no
producían
prácticamente
ninguna
otra
cosa,
se
mantenían
vivas
gracias
a
las
ganancias
provenientes
del
tabaco.
Millones
de
personas
desarrollaban
sus
actividades
en
torno
al
tabaco
–desde
comerciantes
escoceses
e
ingleses,
hacendados
de
Chesapeake,
sirvientes
escriturados
—obligados
a
trabajar
en
las
plantaciones
hasta
pagar
sus
deudas—,
hasta
hombres,
mujeres
y
niños
esclavos
que
se
ocupaban
de
la
siembra
y
la
cosecha
de
los
cultivos.
Una
enorme
red
internacional
de
marineros
vinculaba
a
todos
ellos.
En
estas
etiquetas
y
anuncios
se
observa
la
evidente
relación
entre
la
plantación
de
tabaco,
el
consumo,
los
barcos
y
la
mano
de
obra
africana.
Las
imágenes
de
nativos
sugieren,
asimismo,
el
origen
americano
de
estos
productos.
9
Etiqueta
de
tabaco,
Ford’s
Virginia
(En
la
pared)
Etiqueta
de
tabaco,
Ketcherell’s,
Virginia
Las
etiquetas
como
ésta,
utilizadas
en
paquetes
de
tabaco
o
rapé,
reflejaban
los
vínculos
comerciales
entre
Virginia
e
Inglaterra.
Cortesía
de
la
colección
de
Jamestown-‐Yorktown
Foundation
Tonel (reproducción)
Las
hojas
secas
de
tabaco
se
enviaban
dentro
de
grandes
toneles
de
madera.
En
1775,
Virginia
y
Maryland
exportaron
más
de
100
millones
de
libras
de
esta
planta.
Ascendiendo
a
una
suma
cercana
a
los
$4.000.000,
el
tabaco
representaba
más
del
75
por
ciento
del
valor
total
de
todas
las
exportaciones
de
estas
colonias.
10
Carga
de
un
tonel
Las
hojas
de
tabaco
sin
procesar
son
venenosas.
Las
hojas
secas,
se
fumaban
en
pipas
de
arcilla,
se
mascaban
o
se
inhalaban
en
forma
de
polvo.
La
inhalación
de
tabaco
en
polvo,
o
rapé,
por
la
nariz,
se
puso
de
moda
en
España,
Francia
y
las
Islas
Británicas
a
mediados
del
siglo
XVII.
Los
consumidores
molían
su
propio
tabaco
con
un
pequeño
rallador,
o
escofina,
que
llevaban
junto
con
una
pastilla
de
tabaco
dentro
de
una
pequeña
caja.
Para
mediados
del
siglo
XVIII,
ya
circulaban
tabaqueras
específicamente
diseñadas
para
rapé,
y
asiduos
inhaladores
de
tabaco
pizcaban
varias
veces
por
hora.
Tabaqueras
de
rapé
como
éstas,
las
cuales
datan
de
1750
a
1850,
se
fabricaban
en
gran
variedad
de
tamaños
y
materiales.
11
4. Tabaquera
de
rapé
de
madera
en
forma
de
zapato
(Al fondo) Tarjeta publicitaria de tabaco, Newman’s Best Virginia, siglo XVIII
Cortesía
del
Museo
Británico,
Department
of
Prints
and
Drawings,
Heal
Collection.
Las
pipas
de
cerámica
eran
habituales
en
el
mundo
colmado
de
tabaco
del
siglo
XVIII.
Sus
largas
cánulas
eran
susceptibles
al
quiebre
cuando
se
compartían
entre
varios
fumadores.
Obsequios
de
la
Sra.
Dorothy
Lee
Baxter
y
Kenneth
D.
Haynes
12
Barco
Brilliant
Construido
en
Virginia
para
armadores
británicos,
1775
Obsequio
del
Tobacco
Institute,
Inc.
Los
esclavos
no
eran
el
único
tipo
de
mano
de
obra
cautiva
en
las
colonias
de
América.
Un
barco
británico
de
nombre
Brilliant
hizo
su
arribo
al
Río
York
de
Virginia
con
un
cargamento
de
personas
que
estaban
a
la
venta
a
cambio
de
“dinero
o
tabaco”.
Eran
sirvientes
ingleses
y
africanos
escriturados
–hombres
y
mujeres
obligados
a
trabajar
por
un
período
de
tiempo
determinado,
usualmente
varios
años,
antes
de
poder
recobrar
su
libertad.
Gaceta
de
Virginia,
19
de
mayo,
1774
Cortesía
de
The
Colonial
Williamsburg
Foundation
Primer y único viaje que se conoce, del barco tabaquero Brilliant desde Virginia
Los
europeos
introdujeron
la
caña
de
azúcar
en
el
Nuevo
Mundo
durante
la
década
de
1490.
Las
plantaciones
de
caña
se
expandieron
rápidamente
a
través
del
Caribe
y
Sudamérica,
generando
inmensas
ganancias
para
los
hacendados
y
comerciantes.
Hacia
1750,
las
plantaciones
británicas
y
francesas
producían
la
mayoría
del
azúcar
y
sus
derivados,
como
la
melaza
y
el
ron,
del
mundo.
El
sistema
de
plantaciones
se
centraba
alrededor
del
trabajo
forzado
de
millones
de
esclavos,
trasplantados
a
través
del
Atlántico,
tal
como
el
azúcar
que
producían.
13
(En
el
pared)
El
envío
del
azúcar
El
envío
del
azúcar
se
hacía
a
través
de
bloques
empacados
dentro
de
toneles.
Los
trabajadores
llevaban
los
toneles
rodando
hasta
la
costa
y
allí
los
subían
a
pequeñas
embarcaciones,
que
luego
los
transportaban
hasta
grandes
buques
transatlánticos.
De
W.
Clark,
Ten
Views
in
Antigua,
1823
Cortesía
de
Burke
Library,
Hamilton
College
El
azúcar
hizo
su
arribo
a
Europa
y
Norteamérica
en
forma
de
panes
semi-‐refinados,
azúcar
molida,
melaza
y
ron.
Pronto
motivó
cambios
en
la
dieta
y
se
transformó
en
una
fuente
de
calorías
dulce
y
económica.
La
gente
comenzó
a
agregar
azúcar
a
las
bebidas
calientes
y
amargas
como
el
té,
el
café
y
el
chocolate.
También
se
empleó
en
la
elaboración
de
medicinas
y
nuevas
clases
de
pasteles,
golosinas
y
confituras.
Los
placeres
del
azúcar
escondían
otros
riesgos
–
muchas
veces
reemplazaba
a
alimentos
más
saludables
en
una
época
en
la
cual
la
desnutrición
era
habitual.
En
el
tórrido
clima
caribeño,
la
maduración
de
la
caña
de
azúcar
ocurría
en
el
lapso
de
un
año.
Con
una
altura
de
nueve
a
diez
pies,
las
cañas
se
elevaban
por
encima
de
los
trabajadores,
quienes
se
servían
de
filosos
machetes
de
doble
hoja
para
cortarlas.
Una
vez
cosechadas,
las
cañas
se
transportaban
hasta
un
ingenio,
para
extraerles
el
jugo.
Las
islas
del
Caribe
se
transformaron
en
máquinas
productoras
de
azúcar,
impulsadas
por
la
labor
de
los
esclavos.
En
pos
de
la
fortuna
del
azúcar,
se
forzaba
a
millones
de
individuos
a
trabajar
hasta
la
muerte,
en
cuyo
caso
se
los
reemplazaba
por
nuevos
africanos
esclavizados
que
llegaban
en
más
barcos
negreros.
De
W.
Clark,
Ten
Views
in
Antigua,
1823
Cortesía
de
la
Biblioteca
de
Burke,
Hamilton
College
Ron
A
principios
del
siglo
XVII,
los
ingenios
azucareros
del
Caribe
comenzaron
a
transformar
los
productos
de
desecho
de
la
producción
de
azúcar
en
ron.
El
ron
se
elaboró
primeramente
para
satisfacer
la
demanda
local
de
bebidas
alcohólicas,
así
como
para
suplementar
la
dieta
de
los
esclavos
en
las
plantaciones.
No
pasó
mucho
tiempo
antes
de
que
se
convirtiera
en
un
importante
producto
de
exportación.
Al
igual
que
el
tabaco,
muchos
comerciantes
utilizaban
el
ron
como
moneda
de
intercambio.
Al
igual
que
el
azúcar,
el
ron
se
podía
despachar
fácilmente
empacado
en
barriles.
Pero,
a
diferencia
del
azúcar,
era
posible
almacenarlo
por
largos
períodos,
y
su
valor
aumentaba
con
el
añejamiento.
14
Exterior
de
una
destilería
Una
vez
extraído
el
jugo
de
la
caña
de
azúcar
en
el
molino,
se
lo
hacía
hervir
en
grandes
calderas.
Se
retiraban
las
impurezas
que
ascendían
a
la
superficie,
luego
se
transfería
el
jugo
a
calderos
más
pequeños
y,
finalmente,
a
barriles
de
madera
o
vasijas
de
barro.
Las
impurezas
remanentes
se
convertían
en
melaza,
la
cual
se
procesaba
y
destilaba
para
elaborar
el
ron.
Toda
la
operación
–la
elaboración
de
azúcar,
melaza
y
ron—dependía
de
la
labor
de
los
esclavos.
De
W.
Clark,
Ten
Views
in
Antigua,
1823
Cortesía
de
Burke
Library,
Hamilton
College
Un dulce aditivo
A
lo
largo
de
los
años
1700
y
1800,
el
azúcar
pasó
de
ser
un
lujo
a
convertirse
en
un
placer
cotidiano,
a
ambas
orillas
del
Atlántico.
A
principios
del
siglo
XVIII,
esta
elegante
Familia
de
Tres
cuenta
con
un
plato
de
azúcar
y
tenacillas
para
tomar
el
té.
En
el
siglo
XIX,
la
melaza
y
el
azúcar
estaban
presentes
en
la
cerveza
de
jengibre,
el
ponche
de
ron
y
otras
bebidas,
como
las
que
consumían
estos
americanos
comunes
en
la
Village
Tavern.
Un
tarro
de
azúcar
se
asoma
detrás
de
la
barra.
A
principios
del
S.XVII,
los
ingleses
consumían
más
café
que
té,
pero
rápidamente
el
consumo
de
té
adquirió
mayor
popularidad.
El
gusto
por
el
té
–otro
de
los
productos
importados—
creció
a
la
par
de
la
afición
por
el
azúcar.
15
Tenacillas
de
plata
para
azúcar,
1750–75
Estos
utensilios
de
plata
que
se
empleaban
para
echar
el
azúcar
dentro
de
la
taza
de
té,
también
se
conocían
como
tenacillas
de
té.
Obsequio
de
la
Sra.
Alice
James
Pope
Este
juego
de
té
de
porcelana
hecho
en
Inglaterra
entre
1751
y
1783,
representa
el
tipo
de
vajilla
que
usaban
las
personas
adineradas.
Obsequio
de
Alfred
Duane
Pell
Este
molde
fue
elaborado
en
Inglaterra
entre
1760
y
1800.
La
gelatina
preparada
en
este
molde,
seguramente
se
endulzaba
con
abundante
azúcar.
Obsequio
del
Dr.
Lloyd
E.
Hawes
Cruces
Forzados
El
comercio
de
esclavos
a
través
del
Atlántico
constituyó
el
mayor
desplazamiento
marítimo
forzado
de
personas
de
toda
la
historia.
El
trabajo
forzado
permitió
que
las
plantaciones
de
tabaco,
arroz
y
azúcar
fueran
muy
rentables.
La
compra
y
esclavización
de
la
mano
de
obra
se
convirtió
en
un
elemento
trágicamente
lucrativo
del
comercio
desplegado
a
través
de
la
red
de
conexiones
marítimas
del
Atlántico.
Durante
aproximadamente
400
años
de
operaciones
centradas
en
el
Atlántico,
arribaron
a
América
entre
11
y
15
millones
de
africanos,
en
calidad
de
esclavos.
Si
bien
no
se
conocen
las
cifras
reales,
los
estudiosos
especulan
que
alrededor
de
1
millón
de
ellos
fueron
traídos
a
Norteamérica.
16
El
Pasaje
Medio
El
cruce
del
Atlántico
en
la
bodega
de
un
barco
esclavista
era
una
experiencia
horrorosa.
Se
estima
que
un
tercio
de
los
cautivos
perecían
durante
la
jornada,
conocida
como
el
Pasaje
Medio
–la
escala
central
dentro
de
un
comercio
tripartito
de
esclavos
y
bienes
entre
Europa,
África
y
América.
Los
marineros
amontonaban
a
la
gente
debajo
de
la
cubierta.
Era
imposible
ponerse
de
pie,
y
hasta
darse
vuelta,
a
menudo,
resultaba
difícil.
La
falta
de
ventilación,
la
humedad,
el
calor,
el
frío,
los
mareos,
las
ratas,
la
mala
alimentación
y
la
falta
de
higiene
generaban
condiciones
miserables,
sofocantes
y
mortales.
Los
brotes
de
enfermedades
se
propagaban
rápidamente
entre
los
cautivos
y
la
tripulación.
Resistencia y revuelta
Los
hombres
esclavizados
del
Pasaje
Medio
no
eran
unos
simples
cautivos
pasivos.
Algunos
se
rehusaban
a
comer
y
debían
ser
alimentados
contra
su
voluntad.
Otros
se
arrojaban
al
mar
antes
de
tener
que
someterse
a
la
esclavitud.
Esta
imagen
muestra
una
revuelta
inaudita
a
bordo
de
un
barco
esclavista.
Se
observa
a
los
oficiales
del
barco
amontonados
detrás
de
una
barricada,
mientras
los
cautivos
se
apoderan
de
la
cubierta,
algunos
arrojándose
al
mar.
Ilustración
perteneciente
a
la
obra
de
Carl
Bernhard
Wadstrom,
An
Essay
on
Colonization:
Particularly
Applied
to
the
Western
Coast
of
Africa,
1794–1795
Cortesía
de
Library
Company
of
Philadelphia
Fábricas de esclavos en el Golfo de Guinea (Nigeria actual)
Este
mapa
incluye
las
denominaciones
europeas
de
partes
de
la
costa
de
África
Occidental
donde
se
capturaba
a
las
personas
y
se
las
retenía
para
el
comercio
de
esclavos.
Mapa
de
Willem
Janszoon
Blaeu.
Cortesía
de
la
División
de
Mapas
Históricos,
Departamento
de
Libros
Raros
y
Colecciones
Especiales,
Biblioteca
de
las
Universidad
de
Princeton
Grilletes
Estos
grilletes
de
tobillo
son
como
los
que
les
ponían
a
los
esclavos
que
viajaban
a
bordo
de
los
barcos
del
Pasaje
Medio.
17
Préstamo
del
Museo
Nacional
de
Historia
y
Cultura
Afroamericana.
Este
modelo
muestra
un
barco
típico
de
principios
de
1700
en
el
Pasaje
Medio.
A
fin
de
preservar
sus
ganancias,
los
capitanes
y
marineros
trataban
de
limitar
el
número
de
muertes,
suicidios
y
revueltas
de
esclavos.
Mediante
un
truculento
cálculo
aritmético
del
comercio
de
esclavos,
los
capitanes
debían
elegir
entre
dos
opciones:
cargar
tantos
esclavos
como
fuera
posible
y
esperar
que
la
mayoría
sobreviviera,
o
llevar
menos
gente
abordo,
mejorando
las
condiciones
a
fin
de
reducir
el
número
perdido
a
enfermedades.
Este
famoso
plano
ha
aparecido
en
casi
todos
los
estudios
del
Pasaje
Medio
publicados
desde
1788.
Trabajando
en
base
a
las
medidas
de
un
barco
de
esclavos
de
Liverpool,
un
comité
parlamentario
británico
llenó
las
cubiertas
del
barco
con
figurines
que
representan
hombres,
mujeres
y
niños.
El
dibujo
muestra
unas
450
personas;
el
Brooks
transportaba
609
personas
en
un
viaje
realizado
en
1786.
Cortesía
de
la
Biblioteca
del
Congreso
Olaudah
Equiano
escribió
un
recuento
del
Pasaje
Medio
en
su
autobiografía
de
1789.
Puede
escucharse
un
fragmento
de
esta
historia
en
la
estación
de
audio
de
“Red
de
Conexiones”,
al
otro
lado
de
la
galería.
Estudios
recientes
han
puesto
en
duda
el
lugar
de
nacimiento
de
Equiano
y
el
hecho
de
si
su
narrativa
es
un
recuento
de
primera
mano.
Ya
sea
que
naciera
en
África
o
en
Carolina,
muchos
estudiosos
opinan
que
el
contenido
básico
de
la
narrativa
de
Equiano
es
un
documento
importante
que
suena
convincente.
Cortesía
de
la
Galería
Nacional
de
Retratos,
Institución
Smithsonian
18
(En
la
pared)
Cubierta
del
barco
de
esclavos
Albanez,
1845
Gran
Bretaña
abolió
el
comercio
de
esclavos
en
1807
y
se
sirvió
de
su
poderío
naval
para
disuadir
a
otras
naciones
de
dicha
práctica.
En
1845,
un
marinero
británico
pintó
esta
imagen
de
africanos
esclavizados
debajo
de
la
cubierta
del
barco
de
esclavos
brasilero
Albanez
(o
Albaroz).
La
balandra
Albatross
capturó
a
este
barco
negrero
con
más
de
300
africanos
abordo,
en
marzo
de
ese
año.
Reproducción
de
una
acuarela
de
Lt.
Francis
Meynell
Cortesía
del
Museo
Marítimo
Nacional,
Greenwich
Estos
objetos
del
siglo
XIV
provienen
de
áreas
del
África
que
fueron
hogar
de
millones
de
individuos
vendidos
como
esclavos.
Expresan
el
sentido
de
belleza,
de
utilidad
y
de
religiosidad
de
sus
artesanos.
Los
objetos
permanecieron
en
África,
pero
las
ideas
subyacentes
a
estas
figuras,
herramientas
e
instrumentos
–su
significado
y
las
culturas
que
representan—
cruzaron
el
Atlántico
junto
a
sus
creadores.
19
4. Azadón
de
arroz,
tribu
Diola,
Senegal
Durante
casi
cuatro
siglos,
la
demanda
de
mano
de
obra
en
las
plantaciones
del
Nuevo
Mundo
alimentó
un
enorme
mercado
transatlántico
basado
en
la
esclavización
de
los
habitantes
de
África.
Esta
circular
anunciaba
la
venta
de
personas
provenientes
de
Gambia,
en
Charleston,
Carolina
del
Sur.
Cortesía
de
la
Sociedad
Americana
de
Anticuarios
A
principios
de
1800,
la
oposición
a
la
esclavitud
creció
a
ambos
lados
del
Atlántico.
Unas
pocas
naciones
se
unieron
para
declarar
ilegal
el
comercio
transatlántico
de
esclavos,
llevándole
años
sin
embargo,
a
la
mayoría
de
los
países,
abolir
la
esclavitud
dentro
de
sus
fronteras.
Los
Estados
Unidos
prohibieron
la
importación
de
esclavos
africanos
en
1808,
pero
la
esclavitud
continuó
siendo
legal
hasta
la
aprobación
de
la
Decimotercera
Enmienda
a
la
Constitución
en
1865.
Cortesía
de
la
Biblioteca
del
Congreso
20
Medallas
conmemorativas,
1807
y
1834
Gran
Bretaña
abolió
el
comercio
de
esclavos
en
1807
y,
gradualmente,
puso
fin
a
la
esclavitud
a
lo
largo
de
su
imperio
en
la
década
de
1830.
Utilizó
su
poderío
naval
durante
el
siglo
XVIII
para
desalentar
a
otras
naciones
el
comercio
de
esclavos.
Estas
son
medallas
conmemorativas
de
tales
eventos.
21
Edward
Teach:
el
pirata
Barbanegra
En
noviembre
de
1717,
Barbanegra
capturó
un
barco
de
esclavos
francés
llamado
Concorde
que
navegaba
por
el
Caribe.
Lo
rebautizó
con
el
nombre
de
Queen
Anne’s
Revenge,
y
lo
usó
como
su
buque
insignia
durante
los
siguientes
siete
meses.
En
junio
de
1718,
Barbanegra
hizo
encallar
el
barco
adrede
en
la
Ensenada
de
Beaufort,
Carolina
del
Norte.
Abandonó
allí
a
la
mayor
parte
de
su
tripulación
y
huyó
con
un
pequeño
grupo,
probablemente
para
poder
acaparar
una
mayor
parte
del
botín.
En
1996,
un
grupo
de
buzos
descubrió
los
restos
del
naufragio.
Desde
entonces,
se
han
recobrado
miles
de
artefactos
que
datan
de
principios
del
siglo
XVIII,
y
que
nos
ofrecen
una
valiosa
perspectiva
de
la
vida
a
bordo
de
un
barco
pirata.
Todos
los
objetos
del
Queen
Anne’s
Revenge
se
hallan
en
calidad
de
préstamo,
por
cortesía
del
Mariner’s
Museum,
Carolina
del
Norte
La
arqueología
es
una
ciencia
destructiva,
ya
que
los
artefactos
no
pueden
volver
a
colocarse
jamás
como
se
hallaban
antes
de
ser
perturbados.
Los
arqueólogos
deben
documentar
y
fotografiar
el
lugar
donde
fue
hallado
cada
artefacto
antes
de
recobrarlo.
La
línea
de
base
púrpura
y
la
grilla
negra
y
blanca
ayudan
a
conducir
la
medición,
mientras
dos
bolsas
de
arena
sujetan
a
un
gran
cañón
para
que
no
se
mueva
hasta
ser
recuperado.
Fotografía
de
Rick
Allen,
cortesía
de
Nautilus
Productions
22
Barco
mercante
francés,
1730
Los
piratas
sabían
que
si
los
capturaban
en
acción,
serían
colgados
rápidamente
y
sin
merced.
También
sabían
que
los
políticos
solían
indultar
a
los
piratas
para
incentivarlos
a
detener
a
sus
asaltos
y
mantener
abiertas
las
rutas
marinas.
Ni
la
amenaza
de
pronta
justicia
ni
la
posibilidad
de
un
indulto
tenían
un
gran
impacto.
Los
piratas
acostumbraban
a
vivir
intensamente
y
en
el
presente.
Este
bajo
plato
o
plato
grande,
se
colocaba
debajo
del
plato
de
mesa
en
las
cenas
formales.
Era
demasiado
elegante
para
las
comidas
de
los
piratas
a
bordo
del
barco,
lo
cual
indica
que
se
trataría
de
un
objeto
saqueado
a
una
presa.
Se
hallaron
varios
platos
como
este
en
el
lugar
del
naufragio,
junto
a
otras
valiosas
piezas
de
vajilla
de
peltre.
Los
piratas
necesitaban
provisiones,
al
igual
que
la
tripulación
de
cualquier
barco.
Se
han
hallado
docenas
de
huesos
de
animales
–en
su
mayoría
piernas
y
costillas
de
lechones
jóvenes.
Probablemente
se
tratara
de
animales
vivos,
que
llevaban
a
bordo
para
abastecerse.
También
se
recobraron
unos
pocos
huesos
de
vaca
carneada
–hasta
la
dieta
de
un
pirata
se
preciaba
de
cierta
variedad.
Antes
de
fumar
cigarros,
mucha
gente
fumaba
tabaco
en
pipas
de
cerámica
de
pequeñas
cazoletas.
Los
pocos
ejemplos
hallados
a
bordo
del
Queen
Anne’s
Revenge
eran
de
origen
inglés.
4. Carbón
Este
carbón
proviene
probablemente
del
fogón
de
la
cocina
del
Revenge.
A
bordo
de
los
barcos,
los
fogones
debían
quedar
contenidos
muy
cuidadosamente
dentro
de
hornos
de
ladrillo,
a
fin
de
prevenir
la
propagación
de
incendios.
Debajo
o
alrededor
del
horno
de
un
barco
se
solían
colocar
azulejos
o
ladrillos
a
fin
de
prevenir
la
propagación
del
fuego
hacia
las
maderas
cercanas.
Este
azulejo
grueso
y
pesado
servía
probablemente
este
propósito,
ya
que
fue
hallado
en
las
proximidades
de
la
cocina
del
Revenge.
23
6. Oro
en
polvo
De
los
restos
del
naufragio
del
Queen
Anne’s
Revenge,
solo
se
recobró
una
pequeña
cantidad
de
oro
en
polvo.
¿Por
qué
no
se
ha
hallaron
más
tesoros
del
botín
pirata?
Barbanegra
hundió
el
barco
deliberadamente.
Lo
abandonó
y
se
alejó
con
unos
pocos
integrantes
de
su
tripulación,
probablemente
para
que
entre
menos
hombres
pudieran
repartirse
una
mayor
porción
del
botín.
Esta
estrategia
le
dio
a
Barbanegra
tiempo
para
llevarse
con
él
los
objetos
más
valiosos
antes
de
abandonar
el
barco.
Los
barcos
piratas
necesitaban
el
mismo
tipo
de
materiales
y
provisiones
que
los
barcos
mercantes
para
equipar
a
su
tripulación.
7. Clavos
Los
clavos
cumplían
la
función
de
tornillería
múltiple
en
los
barcos.
Además,
disparándolos
en
puñados
desde
la
boca
de
un
cañón,
servían
como
una
efectiva
arma
antipersonal
o
para
triturar
las
velas
del
enemigo
durante
las
batallas.
En
los
barcos
de
vela,
los
barriles
eran
los
contenedores
más
comunes
usados
para
almacenar
comida,
carga
y
otros
elementos.
Estos
fragmentos
representan
un
lecho
de
aros
de
barril.
En
muchos
barcos
se
almacenaban
los
aros
y
las
duelas
apiladas
debajo
de
la
cubierta;
los
barriles
se
iban
armando
a
medida
que
se
necesitaban.
En
los
barcos
de
madera
suelen
hallarse
parches
de
plomo
de
varias
medidas
y
espesores.
Se
utilizaban
para
emparchar
huecos
en
la
cubierta
y
en
el
casco.
Barbanegra
eludía
a
los
británicos
aprovechando
su
conocimiento
de
las
aguas
locales,
lo
cual
le
permitía
navegar
en
zonas
poco
profundas,
donde
los
buques
de
guerra
de
mayor
envergadura
no
podían
seguirlo.
Utilizaba
el
escandallo,
arrojándolo
por
la
borda,
para
saber
cuál
era
la
profundidad
debajo
de
su
embarcación.
La
concavidad
en
la
base
del
plomo
se
llenaba
con
sebo
o
cera
a
fin
de
extraer
una
muestra
del
fondo
–información
necesaria
para
determinar
dónde
anclar
la
embarcación.
El arsenal pirata
Los
piratas
preferían
que
sus
presas
se
rindieran
sin
un
solo
disparo,
para
evitar
daños
a
personas
y
objetos
valiosos.
Pero
la
mayoría
estaban
dispuestos
a
pelear
hasta
la
muerte,
antes
de
ser
capturados
y
colgados.
Cañones,
espadas
y
otros
armamentos
eran
sus
herramientas
de
trabajo.
24
11. Bolas
de
tres
tamaños
Para
que
los
cañones
capturados
fueran
efectivos,
era
necesario
que
contaran
con
municiones
de
diferentes
tamaños.
Estos
proyectiles
de
tres
tamaños
pudieron
haberse
usado
para
distintas
funciones,
desde
despejar
la
cubierta
de
los
barcos
enemigos,
hasta
cazar
aves
en
las
aguas
cercanas
a
la
costa
de
Carolina
del
Norte
y
del
Sur.
Se
usaban
municiones
de
cualquier
trozo
de
hierro
viejo,
como
clavos,
tornillos
o
tacos,
que
calzaran
dentro
del
cañón.
Éstos
se
disparaban
a
las
velas
y
jarcias
de
los
barcos
enemigos
para
inutilizarlos.
También
podían
dispararse
a
la
cubierta,
a
fin
de
eliminar
a
la
tripulación.
Los
barcos
piratas
se
hallaban
sólidamente
armados
a
fin
de
intimidar
a
otros
barcos
a
la
rendición
o
someterlos.
Los
cañones
eran
un
botín
muy
preciado,
ya
que
representaban
el
poder
letal
de
los
piratas
sobre
sus
presas.
Se
cree
que
el
Queen
Anne’s
Revenge
portaba
44
cañones
a
bordo.
Esta
bola
de
6
libras
pertenece
a
un
cañón
pequeño.
Los
piratas
usaban
cañones
de
este
tamaño
tanto
para
despejar
la
cubierta
de
un
barco
enemigo
como
para
lanzar
una
descarga
de
fuego
a
través
de
la
proa
–un
mensaje
que
anunciaba
“prepárense
para
el
abordaje”.
En
1724,
el
Capitán
Charles
Johnson
publicó
History
of
the
Robberies
and
Murders
of
the
Most
Notorious
Pyrates
(Historia
General
de
los
Robos
y
Asesinatos
de
los
Piratas
más
Notorios).
Basándose
en
periódicos,
archivos
judiciales
y
recuentos
de
testigos,
el
libro
de
Johnson
se
sumó
a
la
lista
de
libros
más
vendidos.
Pronto
se
tradujo
al
francés,
al
alemán
y
al
holandés,
lo
cual
impulsó
la
publicación
de
muchos
otros
libros
sobre
piratería.
25
(En
la
pared)
La
bandera
“Jolly
Roger”
de
Barbanegra
Los
piratas
enarbolaban
la
bandera
con
la
calavera
y
los
huesos
para
mostrar
a
sus
víctimas
cuál
sería
su
destino
si
se
resistían
a
la
captura.
Las
banderas
también
podían
ser
negras
lisas,
sin
ningún
dibujo
–todos
sabían
cuál
era
su
significado.
Cortesía
del
Mariner’s
Museum,
Carolina
del
Norte
Mujeres piratas
¿De
dónde
provienen
las
ideas
que
nos
formamos
acerca
de
los
piratas?
¡Responde
a
las
preguntas
y
verás!
A
mucha
gente,
hoy
en
día,
le
fascinan
los
piratas.
Películas,
libros
y
eventos
temáticos
–en
los
que
el
entretenimiento
consiste
en
hablar
y
vestirse
como
un
pirata—son
más
populares
que
nunca.
A
pesar
de
lo
que
se
conoce
acerca
de
la
violencia
y
la
criminalidad
de
los
piratas
reales,
continuamos
idealizándolos.
De
Robert
Louis
Stevenson,
Treasure
Island
(Nueva
York,
1911)
Cortesía
de
la
Biblioteca
de
la
Universidad
del
Distrito
de
Columbia
FALSO
El
actor
Robert
Newton
popularizó
esta
expresión
estilo
pirata
en
la
película
de
1950,
adaptación
del
libro
La
Isla
del
Tesoro,
de
Robert
Louis
Stevenso.
Todas
las
expresiones
e
inflexiones
familiares
del
habla
de
los
piratas
provienen
de
novelas
y
películas.
FALSO
26
Peter
Pan
—tanto
la
obra
de
J.M.
Barrie
de
1904,
como
la
adaptación
animada
de
Walt
Disney
de
1953—
popularizó
esta
práctica
pirata.
Pero
en
realidad,
los
prisioneros
enfrentaban
formas
mucho
más
brutales
y
tortuosas
de
desfiguración
o
asesinato.
De
Howard
Pyle,
“Buccaneers
and
Marooners
of
the
Spanish
Main,”
Harper’s
Monthly
(Sept.
1887)
Cortesía
de
la
Universidad
de
California,
Riverside,
Rivera
Library
VERDADERO
El
ron
se
mantenía
más
fresco
que
el
agua
y
su
presencia
era
común
a
bordo
de
los
barcos
en
el
mar.
Los
piratas
tal
vez
desfrutaban
más
de
esta
bebida
que
otros
marinos.
Una
persona
que
había
estado
prisionera
a
bordo
de
un
barco
pirata
en
1722,
rememoraba
ese
“beber
prodigioso.
.
.
como
un
constante
gozo”.
Kidd
en
la
cubierta
de
la
galera
Adventure,
1902
Dibujo
de
Howard
Pyle,
cortesía
del
Delaware
Art
Museum
VERDADERO,
PERO
.
.
.
Los
piratas,
como
otros
hombres
de
mar
en
viaje
a
África
o
las
Antillas,
atrapaban
loros
para
llevar
de
recuerdo
o
para
venderlos
en
el
mercado
europeo.
Pero,
a
diferencia
de
los
piratas
de
las
novelas
y
las
películas,
no
llevaban
a
estas
aves
de
afilados
picos
sobre
sus
hombros.
De
Francois-‐Nicolas
Martinet,
Orintologie
.
.
.
(1773-‐1792)
Cortesía
de
la
red
de
Bibliotecas
de
la
Institución
Smithsonian
27
Una
nación
marítima,
1800–1850
Astilleros,
marinos
y
mercaderes
marítimos
contribuyeron
a
la
defensa
y
al
crecimiento
de
la
flamante
nación.
Durante
la
Guerra
de
la
Independencia
los
estadounidenses
lucharon
por
obtener
su
autonomía
de
Gran
Bretaña
y,
más
tarde,
debieron
pelear
en
defensa
de
su
nuevo
país
embarcándose
en
la
Guerra
de
1812.
En
ambos
conflictos,
se
convocó
a
barcos
privados
en
defensa
del
comercio
de
la
nación
y
para
la
captura
de
barcos
enemigos.
Durante
el
período
de
paz
subsiguiente,
los
barcos
americanos
se
ocuparon
del
transporte
de
inmigrantes
a
su
nuevo
hogar,
de
la
importación
de
mercaderías
exóticas
desde
Asia,
y
hasta
del
traslado
de
buscadores
de
oro
al
territorio
californiano.
Los
puertos
de
Estados
Unidos
florecieron,
y
la
nación
gozó
de
los
beneficios
aportados
por
un
tráfico
marítimo
cada
vez
más
rápido,
confiable
y
seguro.
Reclutamiento forzoso
Conforme
a
la
ley
británica,
los
capitanes
de
marina
tenían
el
derecho
de
detener
a
cualquier
barco
en
el
agua,
en
busca
de
desertores
y
otros
ciudadanos
británicos,
a
fin
de
obligarlos
a
unirse
a
la
tripulación
de
los
buques
de
guerra
–una
práctica
de
reclutamiento
forzoso.
Algunos
capitanes
británicos
capturaban
prácticamente
a
toda
persona
disponible
y
de
habla
inglesa
que
se
hallaran
en
su
camino.
Hubo
aproximadamente
6.000
marineros
estadounidenses
reclutados
en
estos
términos
a
lo
largo
de
este
período,
lo
cual
causó
gran
irritación,
contribuyendo
al
estallido
de
la
Guerra
de
1812.
Este
documento
del
Ministerio
de
Marina
Británico
autorizaba
al
Capt.
John
Thomas
Duckworth
de
HMS
Orion
a
capturar,
o
reclutar
a
tantos
hombres
como
necesitara
para
poder
tripular
su
barco
o
“cualquier
otro
navío
de
Su
Majestad”.
Cada
hombre
alistado
de
esta
forma
recibía
un
chelín
en
calidad
de
“adelanto”.
28
Instrucciones
para
el
reclutamiento,
1794
Este
panfleto
del
Ministerio
de
Marina
Británico
establece
las
condiciones
para
el
reclutamiento
forzado
de
hombres
en
la
Marina
Real.
Los
buques
de
guerra
británicos
que
necesitaban
tripulación
violaban
constantemente
estas
reglas.
Los
bienes
de
los
barcos
capturados
–llamados
“presas”—se
remataban
en
la
oficina
local
del
alguacil.
Por
lo
general,
una
hoja
suelta
era
suficiente
para
enumerar
la
lista
de
objetos
de
un
barco.
La
existencia
de
un
catálogo
de
subasta
impreso,
como
éste,
era
algo
inusual.
Cortesía
de
American
Antiquarian
Society
29
Patente
de
corso,
1813
Este
documento,
firmado
por
el
Presidente
James
Madison
en
1813,
autorizaba
a
la
Goleta
Dart,
de
Nueva
Hampshire,
a
“someter,
capturar
y
apropiarse
de
cualquier
embarcación
británica
armada
o
sin
armas”.
La
Constitución
de
los
Estados
Unidos
concedía
al
Congreso
la
facultad
de
otorgar
estas
patentes
de
corso
a
barcos
privados
armados,
como
el
Dart.
A
los
corsarios
que
circulaban
sin
la
patente
debida
se
los
trataba
a
menudo
como
piratas
y
se
los
enviaba
a
la
horca.
Cortesía
de
The
National
Archives
of
the
UK,
ref.
HCA
32/1292
Cerca
de
1814,
el
artista
de
Filadelfia
Thomas
Birch
pintó
este
enfrentamiento
entre
el
bergantín
corsario
estadounidense,
Warrior
–a
la
derecha—
y
la
goleta
armada
británica,
Hope.
El
Hope
llevaba
un
cargamento
de
mercancías
manufacturadas
en
Glasgow,
Escocia,
hacia
Buenos
Aires,
Argentina.
Obsequio
de
CIGNA
Museum
&
Art
Collection
Lo
último
que
un
corsario
deseaba
hacer,
era
pelear.
En
las
batallas
se
corría
el
riesgo
de
lesionar
a
los
marineros,
dañar
el
barco
y
perder
las
ganancias.
Pero,
los
corsarios
habían
demostrado
estar
dispuestos
a
atacar
y
si
fuera
necesario,
abordar
un
barco
enemigo.
Generalmente,
los
oficiales
portaban
sus
propias
espadas
y
armas
de
fuego.
La
tripulación
recibía
las
armas
necesarias.
La
mayoría
de
los
hombres
de
mar
preferían
pistolas
de
cañón
corto,
mosquetes
y
escopetas,
más
fáciles
de
manejar
durante
batallas
a
bordo
de
embarcaciones.
5. Escopeta de doble cañón con bayoneta, fines del siglo XVIII
30
6. Mosquete,
siglo
XVIII
Cuando
la
nación
era
aún
joven,
los
corsarios
mantenían
a
las
ciudades
ocupadas
en
una
febril
actividad.
Los
astilleros
construían
navíos.
Los
bancos
y
agencias
de
seguros,
los
financiaban
y
aseguraban.
Los
fabricantes
de
velas
confeccionaban
y
conservaban
cientos
de
velas.
Los
armeros
los
aprovisionaban
de
cañones,
armas
de
fuego,
pólvora
y
municiones.
Los
herreros
y
cereros
fabricaban
implementos
náuticos
de
toda
suerte.
Los
granjeros
y
almaceneros
suplían
a
las
naves
de
provisiones,
y
los
toneleros
fabricaban
los
toneles
de
almacenado
y
barriles.
A
principios
del
siglo
XIX,
modelos
como
éste,
de
medio
casco,
constituían
el
primer
paso
dentro
del
proceso
de
construcción
de
un
barco.
El
fabricante
armaba
un
solo
lado
del
casco,
teniendo
en
cuenta
que
los
barcos
eran
simétricos.
Para
construir
el
barco,
se
medía
el
contorno
del
modelo
y
se
dibujaba
en
tamaño
natural
sobre
un
31
piso
de
madera.
Luego
se
cortaban
las
cuadernas,
de
modo
que
coincidieran
con
las
líneas
en
el
piso.
Las
cuadernas
terminadas
se
levantaban
y
se
colocaban
a
lo
largo
de
la
quilla
en
el
astillero.
El
navío
corsario
Snap
Dragon
se
construyó
a
partir
de
este
modelo.
En
la
Guerra
de
1812,
este
barco
logró
la
captura
de
19
presas.
Barco
de
Práctico/Corsario
Snap
Dragon
Construido
en
Maryland,
principios
del
siglo
XIX
Eslora:
85-‐1/2
pies
Préstamo
de
la
Marina
de
los
EE.UU.
Durante
las
guerras
de
la
Independencia
y
de
1812,
barcos
armados
en
forma
privada
llamados
“corsarios”
fueron
autorizados
a
atacar
barcos
británicos
y
tomar
sus
cargamentos.
Este
manuscrito
establecía
los
términos
de
un
contrato
de
navegación
entre
los
propietarios
y
la
tripulación
del
Prince
de
Neufchatel.
Los
propietarios
pagaban
por
todos
los
armamentos
y
provisiones
iniciales.
Se
esperaba
que
el
corsario
se
reabasteciera
de
sus
necesidades
mediante
la
captura
de
otros
barcos.
Los
armadores
recibían
la
mitad
de
las
ganancias
de
todo
navío
apresado.
La
tripulación
dividía
entre
sí
la
mitad
restante
según
su
rango.
Los
primeros
dos
hombres
en
abordar
un
barco
enemigo
aumentaban
su
ganancia
con
seis
participaciones
adicionales,
mientras
que
la
pérdida
de
un
brazo
o
pierna
les
duplicaba
la
suma.
Obsequio
del
Sr.
y
la
Sra.
E.
A.
Kohl
32
Juego
de
destino
de
un
corsario
¡Únete
a
la
tripulación
como
un
marinero
más
y
prueba
tu
fortuna!
El
dinero
que
ganarás
—y
tu
destino
final—
dependerá
de
la
participación
que
te
haya
sido
asignada
en
el
Contrato
de
Embarque,
del
valor
del
barco
que
captures
(la
presa)
y
de
lo
que
te
suceda
entretanto.
¡Hazlo
girar
y
descubre
tu
destino!
Percibirás
el
equivalente
a
una
parte
de
la
presa.
Pero
primero
deberás
abordar
el
barco
enemigo
–¡Ganarás
seis
partes
adicionales
por
tu
valentía!
Haz
capturado
un
barco
repleto
de
barriles
de
cerveza.
Desafortunadamente,
decides
probar
un
poco
y
acabas
un
tanto
alegre.
Pierdes
la
mitad
de
la
participación
que
habías
acumulado.
Te
resbalaste
ajustando
la
gavia
y
caíste
a
cubierta,
quedando
permanentemente
discapacitado.
Haz
apresado
un
barco
cargado
de
azúcar,
ron,
melaza,
algodón,
café,
jengibre
y
caoba.
Percibirás
el
equivalente
a
una
parte
de
este
enorme
botín
-‐-‐¡no
está
nada
mal!
Tu
barco
es
abordado
por
marineros
británicos
que
atacaron
ocultos
en
la
oscuridad
de
la
noche.
Te
han
dado
muerte
defendiendo
a
tu
barco
en
un
combate
mano
a
mano.
Eres
el
octavo
hombre
en
abordar
un
barco
enemigo,
por
lo
cual
¡ganas
una
participación
adicional
de
¼
del
botín!
Sin
embargo,
el
barco
no
lleva
carga.
Lo
incendias
y
te
alejas
sin
ninguna
presa.
Luego
de
una
prolongada
batalla,
capturas
un
barco
británico.
Pierdes
un
brazo
en
la
pelea,
pero
¡tu
participación
en
el
reparto
se
duplica
como
recompensa
al
sacrificio!
Tu
barco
es
apresado
por
un
navío
británico
y
eres
reclutado
a
la
fuerza
para
prestar
servicios
a
la
Marina
Real.
33
Emprendimientos
marítimos
Después
de
la
Guerra
de
1812,
el
tráfico
marítimo
se
expandió
–y
la
nación
creció
conforme
a
dicha
expansión.
Durante
la
primera
mitad
del
siglo
XIX
en
los
Estados
Unidos,
la
actividad
marítima
representaba
un
elemento
vital
para
la
nación
en
crecimiento.
Barcos
y
marineros
surcaban
océanos,
bordeaban
costas
y
navegaban
ríos,
haciendo
de
vínculo
entre
fabricantes
y
clientes,
productores
y
consumidores,
inmigrantes
y
sus
nuevos
hogares.
Las
embarcaciones
comenzaron
a
navegar
a
horarios
regulares,
sirviéndose
de
las
ventajas
que
ofrecía
la
navegación
a
vapor.
“La
ruta
de
Liverpool
a
Nueva
York,
como
bien
lo
saben
aquellos
que
la
han
recorrido,
es
muy
extensa,
tortuosa,
agitada
y
notablemente
desagradable.”
—Ralph
Waldo
Emerson,
a
bordo
del
paquebote
New
York,
1833
A
principios
de
los
años
1800,
la
simple
novedad
de
contar
con
horarios
programados
para
la
navegación,
representó
un
gran
empuje
sobre
la
inmigración
y
la
economía
estadounidenses.
Tradicionalmente,
los
barcos
zarpaban
una
vez
completado
el
cargamento
suficiente
para
justificar
un
viaje.
Los
pasajeros
podían
sufrir
demoras
de
días
o
hasta
de
semanas
mientras
esperaban
que
se
llenaran
las
bodegas
del
barco.
Después
de
la
Guerra
de
1812,
los
propietarios
de
las
embarcaciones
comenzaron
a
experimentar
con
la
implementación
de
horarios,
y
entre
las
décadas
de
1820
y
1830
se
observó
un
florecimiento
de
las
líneas
de
transporte
marítimo
con
horarios,
tanto
para
la
navegación
transatlántica
como
costera.
(Al
fondo)
Inmigrantes
irlandeses
desembarcando
en
el
Battery
Park,
Ciudad
de
Nueva
York
Cientos
de
miles
de
inmigrantes
partieron
de
Europa
hacia
los
Estados
Unidos
a
lo
largo
del
siglo
XIX.
Iban
en
busca
de
oportunidades
económicas,
religiosas
y
políticas,
así
como
por
el
deseo
de
reunirse
con
miembros
de
la
familia
que
habían
partido
anteriormente.
Detalle
de
Bay
and
Harbor
of
New
York,
de
Samuel
Waugh,
cortesía
del
Museo
de
la
Ciudad
de
Nueva
York
Anuncio
del
servicio
de
Train
&
Co.
Boston
Packets,
1855
Cortesía
de
Bostonian
Society/Old
State
House
A
principios
de
los
años
1820,
el
transporte
de
inmigrantes
se
transformó
en
un
negocio
rentable
y
a
gran
escala.
El
Shenandoah
estuvo
destinado
al
transporte
de
pasajeros
y
carga
desde
1840
hasta
1854,
uniendo
en
su
recorrido
habitual,
las
ciudades
de
Filadelfia
y
34
Liverpool.
Durante
un
cruce
típico
en
agosto
de
1845,
se
observa
el
arribo
del
barco
a
Nueva
York
con
231
pasajeros
—casi
todos
ellos
granjeros,
oficinistas,
mecánicos
y
obreros
provenientes
de
Inglaterra
e
Irlanda.
Paquebote
Shenandoah
Construido
en
Filadelfia,
1840
Capacidad:
alrededor
de
290
pasajeros
Muchos
inmigrantes
viajaban
a
los
Estados
Unidos,
o
de
regreso
a
sus
países,
a
bordo
de
paquebotes,
embarcaciones
que
transportaban
correspondencia,
carga
y
pasajeros.
La
mayoría
hacía
el
cruce
viajando
en
el
entrepuente,
debajo
de
las
cubiertas.
Las
condiciones
variaban
de
un
barco
a
otro,
pero
el
entrepuente
normalmente
se
hallaba
abarrotado
de
gente,
oscuro
y
húmedo.
La
falta
de
higiene
y
el
mar
tempestuoso
se
combinaban
a
menudo
para
contribuir
a
un
entorno
sucio
y
nauseabundo.
Las
ratas,
los
insectos
y
las
enfermedades
eran
problemas
habituales.
Un
paquebote
estándar,
entre
1820
y
1830,
podía
alojar
a
110
pasajeros
de
tercera,
además
de
otros
20,
más
pudientes,
en
cabina.
Ricos
o
pobres,
la
mayoría
de
los
viajeros
alternaban
entre
la
ansiedad
y
el
aburrimiento
durante
estos
largos
períodos
de
cruces
oceánicos,
dependiendo
del
clima.
A
mediados
del
siglo
XIX,
la
mayoría
de
los
inmigrantes
británicos
que
se
dirigían
a
los
Estados
Unidos,
zarpaban
de
Liverpool,
Inglaterra.
Muchos
escandinavos
también
cruzaban
hasta
América
desde
este
puerto
británico.
Otros
emigrantes
europeos
viajaban
desde
Le
Havre,
Francia;
Bremen
y
Hamburgo,
Alemania;
y
Amberes,
en
Bélgica.
De
Illustrated
London
News,
6
de
julio
de
1850
35
Cortesía
del
Mariners’
Museum
Las
quejas
por
el
hacinamiento,
la
mediocridad
de
la
comida,
el
abuso
y
las
enfermedades
en
los
barcos
de
inmigrantes,
condujeron
a
los
Estados
Unidos
y
otros
países
europeos
a
promulgar
nuevas
leyes
entre
las
décadas
de
1840
y
1850.
De
Die
Reform,
Nr.
46,
1848,
S.
184
(Hamburgo),
cortesía
de
ww.historic-‐
maps.de
Anuncio del servicio de navegación de Train & Co., agosto de 1850
Imagínate
que
eres
un
inmigrante
que
viajará
de
Gran
Bretaña
a
los
Estados
Unidos
en
1850.
¿En
qué
te
ayudaría
este
anuncio
para
la
preparación
de
tu
viaje?
¿Qué
se
incluía
en
el
pasaje
de
tercera
clase?
¿Qué
tipo
de
comida
se
servía
abordo?
¿Qué
no
estaba
incluido
con
la
compra
del
pasaje?
¿Cómo
hacían
los
viajeros
irlandeses
que
venían
de
Belfast,
para
llegar
a
Liverpool,
Inglaterra,
y
abordar
el
transatlántico?
Este
documento
está
expresado
en
pesos
y
medidas
inglesas
tradicionales:
1
stone
=
14
libras
(6,3
kilogramos);
1
centena
=
112
libras
(50,8
kilogramos)
Este
pasaje
de
tercera
clase,
comprado
en
octubre
de
1856,
servía
para
viajar
en
cualquier
barco
de
la
línea
Cope
que
navegara
desde
Liverpool
hasta
Filadelfia,
antes
de
mediados
de
mayo
de
1857.
36
Este
corte
revela
cómo
navegaban,
todos
juntos,
pasajeros,
inmigrantes
y
carga.
Los
pasajeros
que
disponían
de
suficiente
dinero,
compraban
“pasajes
de
cabina”
y
dormían
en
habitaciones
privadas
o
semiprivadas.
Pero
a
la
gran
mayoría
de
los
pasajeros,
por
lo
general
inmigrantes,
se
les
asignaban
literas
en
el
entrepuente,
llamado
así
por
su
ubicación
entre
las
cabinas
y
la
bodega.
De
Die
Gartenlaube
Leipzig
Fruft
Neil,
cortesía
del
Mariners’
Museum
En tercera clase
Los
pasajeros
de
tercera
clase
dormían,
comían
y
se
relacionaban
en
los
mismos
espacios.
Llevaban
su
propia
ropa
de
cama.
Si
bien
se
les
suministraba
la
comida,
los
pasajeros
debían
cocinar
ellos
mismos.
Durante
los
cruces
tempestuosos,
los
pasajeros
de
tercera
solían
pasar
muy
poco
tiempo
tomando
aire
fresco
en
la
cubierta
superior.
Cuando
los
pasajeros
de
tercera
clase
no
alcanzaban
a
completar
el
entrepuente,
el
espacio
se
destinaba
a
carga.
Illustrated
London
News,
10
de
mayo,
1851
Cortesía
del
Mariners’
Museum
Los
viajeros
adinerados
sacaban
provecho
de
la
confiabilidad
de
los
paquebotes
para
estudiar,
hacer
turismo
o
realizar
operaciones
comerciales
mientras
se
hallaban
a
bordo.
Los
camarotes,
aunque
pequeños,
por
lo
general
estaban
equipados
con
colchones
y
ropa
blanca,
tenían
lavabo
y
algunos
cajones.
Las
puertas
con
ventilación
daban
directamente
a
la
cabina
o
cámara,
un
área
común
que
oficiaba
de
comedor
y
lugar
de
encuentro.
En
muchos
barcos,
el
capitán
cenaba
con
los
pasajeros
en
la
cabina.
De
Some
famous
sailing
ships
and
their
builder,
Donald
McKay
.
.
.
by
Richard
C.
McKay,
copyright
1928
Cortesía
de
la
red
de
Bibliotecas
de
la
Institución
Smithsonian
Anuncios de navegaciones en el New York Times, 31 de mayo, 1855
37
El
velero
Isaac
Web
(En la pared, parte superior, a la izquierda) El Isaac Webb wall
La
línea
naviera
Black
Ball
fue
precursora
del
servicio
de
paquebotes
regulares
en
el
Océano
Atlántico
desde
1818.
El
20
de
mayo
de
1851,
un
nuevo
barco
de
la
compañía,
el
Isaac
Webb,
arribó
a
Nueva
York
con
760
pasajeros
en
tercera
clase
y
algunos
en
la
cabina.
El
barco
navegaba
exclusivamente
a
vela,
pese
a
hallarse
bien
adentrada
la
era
del
vapor,
y
transportó
pasajeros
hasta
1879.
Óleo
sobre
lienzo,
de
Samuel
Walters,
1851
(En la pared, parte superior, a la derecha) El arribo del Collins Line Steamer, Atlantic
El
Atlantic
fue
construido
en
Nueva
York
en
1849.
Fue
el
primer
transatlántico
a
vapor
de
la
compañía
Collins
Line,
y
prestó
servicios
desde
1850
hasta
1858.
A
través
de
los
cinco
barcos
que
construyó
a
medida,
Edward
Knight
Collins
fue
pionero
de
las
comodidades
de
lujo
en
los
buques
oceánicos
a
vapor.
Óleo
sobre
lienzo,
de
Louis
Honore
Frederick
Gamain
38
Viajes
a
vapor
La
propulsión
a
vapor
prometía
liberar
a
los
barcos
oceánicos
de
los
caprichos
del
viento
y
del
clima.
Aun
así,
los
barcos
a
vapor
se
enfrentaban
a
varios
problemas:
transportar
suficiente
cantidad
de
combustible,
hallar
motores
confiables
y
solventar
los
enormes
gastos
operativos.
Los
primeros
barcos
a
vapor
eran
híbridos,
ya
que
navegaban
tanto
a
vapor
como
a
vela.
El
Savannah
completó
su
primer
cruce
del
Atlántico
en
1819,
asistido
por
la
propulsión
a
vapor.
Los
primeros
cruces
regulares
en
buques
a
vapor
se
realizaron,
sin
embargo,
en
la
década
de
1840.
Ya
para
1850,
muchos
pasajeros
adinerados
preferían
los
viajes
en
barcos
a
vapor,
mientras
que
los
inmigrantes
seguían
cruzando
el
océano
en
barcos
a
vela.
El Savannah, 1819
El
Savannah
fue
el
primer
buque
a
vapor
en
cruzar
el
Atlántico,
pese
a
que
navegó
mayormente
a
vela.
El
motor
del
barco
era
auxiliar,
pensado
principalmente
para
maniobrar
en
aguas
calmas
o
dentro
del
puerto.
En
1820,
los
nuevos
propietarios
le
sacaron
el
motor,
utilizando
al
Savannah
para
navegar
entre
Nueva
York
y
Savannah,
Georgia,
como
paquebote
de
navegación
costera,
para
el
transporte
de
algodón
y
otros
productos.
Paquebote
a
vapor
Savannah
Construido
en
Nueva
York,
1819
Capacidad:
Carga
y
34
pasajeros
“Toda
la
costa
de
Maine
era
un
gran
vecindario
en
donde
cada
goleta
era
tan
conocida
como
la
casa
de
al
lado.
.
.
.
“
—Goleta
Captain
John
F.
Leavitt
Conexiones costeras
La
navegación
por
las
costas
de
América
era
vital
para
la
economía
de
la
nación.
Madera,
ladrillos,
algodón
y
otras
cargas
a
granel,
procedentes
de
diferentes
áreas
del
país,
pasaban
largos
períodos
en
el
mar.
Muchas
ciudades
de
los
Estados
Unidos
se
construían
con
materiales
que
se
transportaban
a
través
de
las
costas.
La
cal
extraída
de
Maine
se
convertía
en
argamasa
y
se
enviaba
a
Nueva
York
y
a
Boston,
donde
se
usaba
para
la
construcción.
Asimismo,
las
canteras
de
Maine
proveyeron
el
granito
con
el
que
se
completó
la
edificación
del
Departamento
del
Tesoro
en
Washington
D.C.,
entre
1855
y
1869.
Más
tarde,
piedras
similares
se
enviaron
a
Nueva
York
y
Filadelfia
para
edificar
las
nuevas
oficinas
principales
del
correo
central.
(En la pared) Envío de cal desde Maine, alrededor de 1880
Una
goleta
en
Rockland
Harbor,
recibiendo
un
cargamento
de
toneles
de
cal,
los
cuales
se
utilizaban
para
preparar
cemento.
La
madera
apilada
en
el
muelle
era
para
alimentar
los
hornos
donde
se
quemaba
la
piedra
caliza
que
generaba
la
cal.
39
Cortesía
de
la
Colección
de
Douglas
K.
y
Linda
J.
Lee
Obreros
de
la
cantera
John
L.
Goss
en
Stonington,
Maine,
se
servían
de
mástiles
de
carga
y
carros
de
piedra
tirados
por
caballos,
llamados
galamandros,
a
fin
de
transportar
bloques
de
granito
desde
la
cantera
hasta
el
barco.
Cortesía
del
Museo
Marítimo
de
Maine
Esta
pieza
de
granito
fijaba
parte
de
la
cerca
de
hierro
del
Departamento
del
Tesoro.
Obreros
de
la
construcción
la
extrajeron
durante
renovaciones
llevadas
a
cabo
en
1986.
Préstamo
de
la
Oficina
del
Curador,
Departamento
del
Tesoro
El
Departamento
del
Tesoro
en
su
totalidad,
visto
desde
el
sudoeste,
con
posterioridad
a
1870.
Parte
de
una
tarjeta
estereoscópica,
publicada
por
C.
S.
Cudlip
&
Co.
Cortesía
de
la
Oficina
del
Curador,
Departamento
del
Tesoro
El
descubrimiento
de
pepitas
de
oro
en
el
American
River,
próximo
a
Sacramento,
California,
atrajo
oleadas
de
gente
a
la
región.
Al
no
contar
con
una
casa
oficial
de
la
moneda,
pronto
surgieron
compañías
privadas
que
comenzaron
a
acuñar
sus
propias
monedas.
El
Ensayador
de
Oro
de
los
EE.UU.,
un
contratista
del
gobierno,
era
quien
se
encargaba
de
recolectar
y
examinar
el
oro,
hasta
que
en
1854
se
estableció
una
casa
de
la
moneda
en
San
Francisco.
40
1. Reloj
de
cadena
con
escamas
de
oro
El
24
de
enero
de
1848,
James
Marshall
halló
esta
pequeña
pieza
de
oro
puro
en
el
desaguadero
del
aserradero
de
John
Sutter,
en
Coloma,
California.
Esta
es
la
pepita
real
que
provocó
la
fiebre
del
oro
en
California.
Transferencia
del
gobierno
3. Moneda de oro de $5, Norris, Gregg & Norris, 1849
Norris,
Gregg
&
Norris
eran
empresarios
de
Nueva
York
que
se
trasladaron
al
oeste
para
establecer
una
casa
de
moneda
en
las
cercanías
de
San
Francisco.
Solamente
acuñaban
monedas
de
$5
y
fueron
los
primeros
en
California
en
hacerlo
en
cantidades
considerables.
Transferencia
del
gobierno
4. Moneda dorada de $20, Minas de oro de California, 1850
Esta
pieza,
que
se
refiere
a
un
negocio
imaginario,
se
usaba
probablemente
como
ficha
de
juego.
Obsequio
de
Stack’s
5. Moneda de oro de $50 (prueba), Oficina del Ensayador de los EE.UU., 1851
6. Moneda de oro de $20, Oficina del Ensayador de los EE.UU, 1853
41
La
carrera
hasta
California
Durante
la
fiebre
del
oro
en
California,
la
mayoría
de
los
cazafortunas
eran
hombres
jóvenes.
Estos
“forty-‐niners”
(“hombres
de
cuarenta
y
nueve”),
dejaban
atrás
a
sus
familias
y
ocupaciones
con
la
esperanza
de
un
enriquecimiento
instantáneo.
Algunos
pocos
lo
lograron,
pero
las
minas
de
oro
destruyeron
a
muchos
y
desilusionaron
a
otros
tantos.
Numerosos
inmigrantes
emprendedores
establecieron
comercios
para
proveer,
alimentar
y
entretener
a
la
creciente
población
de
la
región.
Los
mercaderes
tenían
más
perspectivas
de
progreso
que
los
buscadores
de
oro.
Los
mineros
fracasados
se
convirtieron
en
colonos,
llevando
así
a
San
Francisco
al
florecimiento.
En
1850,
la
población
de
California
creció
de
18.000
habitantes
a
92.600.
Los
ríos
unían
a
San
Francisco
con
las
regiones
donde
se
hallaban
las
minas
de
oro,
y
eran,
en
consecuencia,
vitales
para
las
operaciones
mineras.
A
lo
largo
de
1849
y
1850
se
despacharon
barcos
de
vapor
que
dieron
la
vuelta
por
el
Cabo
de
Hornos
para
ir
a
prestar
servicios
en
las
vías
fluviales
del
interior.
El
Senador,
que
aquí
se
observa
en
la
floreciente
ciudad
de
Sacramento,
había
llegado
desde
Boston,
produciendo
en
su
primer
año
en
California,
la
increíble
suma
de
$600.000
mediante
el
traslado
de
provisiones
y
pasajeros.
Litografía
de
Charles
Parsons,
George
Cooper
Indígena de la tribu Nisenan con flechas, alrededor de 1850-‐60
Hasta
1848
California
fue
una
provincia
Mexicana,
donde
la
mayoría
de
los
residentes
eran
pobladores
de
habla
hispana
y
nativo-‐americanos.
Ambos
grupos
padecieron
la
invasión
de
sus
tierras
durante
la
fiebre
del
oro.
La
ola
de
inmigrantes
destruyó
las
poblaciones
indígenas,
desvió
los
cauces
fluviales
y
agotó
los
suministros
de
alimentos.
Entre
1840
y
1900,
enfermedades
y
muertes
causadas
por
los
advenedizos
redujeron
la
población
indígena,
de
aproximadamente
150.000
a
16.000.
Los
Nisenan
se
hallan
entre
las
culturas
nativas
prácticamente
destruidas
por
la
fiebre
del
oro.
De
un
daguerrotipo
de
autor
desconocido
Cortesía
de
Braun
Research
Library,
Autry
National
Center;
1346.G.1
Cortesía
de
The
Bancroft
Library,
Universidad
de
California,
Berkeley
Una
vez
pasada
la
fiebre
del
oro,
muchos
barcos
quedaron
abandonados
en
la
Ensenada
de
Yerba
Buena,
utilizándoselos
luego
como
lugares
de
depósito
y
para
otras
funciones
diversas.
A
otras
embarcaciones
se
las
hundió
y,
con
el
tiempo,
la
ciudad
de
San
Francisco
terminó
construyéndose
por
encima
de
ellas.
Proyectos
de
construcción
posteriores,
revelaron
los
restos
de
varios
barcos
sepultados
bajo
la
ciudad.
En
2001,
el
General
Harrison,
un
navío
del
1840,
construido
en
Newburyport,
Massachusetts,
fue
descubierto
bajo
tierra
cerca
del
centro
de
San
Francisco.
42
Historiadores
marítimos
estudiaron
al
barco,
antes
de
cubrirlo
nuevamente,
esta
vez
con
un
edificio
de
11
pisos.
Cortesía
del
Servicio
de
Parques
Nacionales
El Challenge
En
el
apogeo
de
la
fiebre
del
oro,
una
importante
empresa
mercantil
desafió
al
constructor
de
Nueva
York
William
Webb,
a
que
construyera
el
barco
más
grande
y
veloz
del
mundo.
Éste
respondió
con
la
construcción
del
Challenge,
lanzado
en
1851,
el
cual
muy
pronto
se
convirtió
en
el
barco
más
grande
a
flote.
Para
el
viaje
inaugural,
los
dueños
le
ofrecieron
al
Capitán
Robert
Waterman
un
bono
de
$10.000
si
lograba
navegar
hasta
San
Francisco
en
menos
del
tiempo
récord
de
90
días.
Frustrado
por
un
clima
tempestuoso,
el
viaje
del
Challenge
llevó
108
días.
Clíper
extremo
Challenge
Construido
en
la
Ciudad
de
Nueva
York
por
William
H.
Webb,
1851
(Al fondo) Barcos abandonados en la Bahía de Yerba Buena, San Francisco, 1853
En
abril
de
1850,
un
práctico
de
puerto
calculó
que
durante
los
últimos
12
meses
habían
arribado,
por
barco,
a
San
Francisco
62.000
personas
provenientes
de
todas
partes
del
mundo.
Cientos
de
barcos,
cuyos
pasajeros
y
tripulaciones
habían
partido
en
busca
de
oro,
yacían
abandonados.
De
un
daguerrotipo
de
William
Shew
43
(En
la
base
del
estante)
Barajas
de
Clíper,
entre
1850
y
1860
Para
atraer
clientes
a
sus
barcos,
los
mercaderes
hacían
uso
de
imaginería
mítica,
romántica
y
patriótica.
Los
rumores
que
provenían
del
norte
de
California
proclamaban
que
allí
el
oro
recubría
el
lecho
de
los
ríos.
Todo
lo
que
un
hombre
necesitaba
era
un
pico,
una
pala
y
una
batea
para
aflojar
el
suelo
y
los
sedimentos,
lavarlos
y
colar
el
oro.
Algunos
buscadores
de
oro
llevaban
consigo
sus
herramientas.
Otros,
eran
víctimas
de
inversores
y
mercachifles
que
les
ofrecían
novedosos
“perfeccionamientos”
del
equipo
de
minería
estándar.
Esta
balanza
compacta,
con
su
juego
de
pesas,
se
fabricó
especialmente
para
los
mineros
de
California.
44
Detector
de
oro
de
California
Detectores
de
oro,
lavadores
de
oro
y
otros
aparatos
espurios
eran
objeto
de
incesantes
anuncios
que
tenían
por
fin
atraer
a
los
crédulos
buscadores
de
oro.
Publicidad
New
York
Daily
Tribune,
18
de
enero,
1849
Cortesía
de
Sacramento
Archives
and
Museum
Collection
Center
Este
diario
fue
escrito
e
ilustrado
por
Alexander
Van
Valen,
un
hombre
de
Nueva
York
que
se
echó
a
la
mar
en
enero
de
1849
para
unirse
a
la
fiebre
del
oro
en
California.
Junto
a
cuatro
socios,
formó
una
compañía
para
dedicarse
a
la
excavación
de
oro,
financiada
por
otros
dos
neoyorkinos.
Dejando
atrás
a
su
esposa
y
sus
dos
hijas,
Van
Valen
planeaba
estar
ausente
por
dos
años.
El
grupo
compró
pasajes
en
el
barco
Hersilia,
el
cual
arribó
a
San
Francisco
el
9
de
agosto
de
1849,
200
días
después
de
su
partida
de
Nueva
York.
La
experiencia
de
Van
Valen
fue
la
típica
de
muchos
aventureros
de
la
costa
este,
sin
embargo,
el
recuento
que
hace
del
viaje
y
sus
observaciones
acerca
de
San
Francisco
y
de
las
operaciones
mineras
son
notables
por
la
cantidad
de
detalles
ofrecidos.
Alexander
Van
Valen
Para
los
que
partían
desde
la
costa
este,
la
navegación
hasta
las
tierras
del
oro
representaba
un
viaje
peligroso
y
tumultuoso,
de
entre
cinco
y
siete
meses
de
duración.
Los
barcos
debían
recorrer
unas
14.000
millas
en
total,
navegando
alrededor
del
Cabo
de
Hornos,
en
el
extremo
más
austral
de
Sudamérica.
Los
viajeros
más
pudientes
podían
ahorrarse
meses
de
viaje
abordando
barcos
de
vapor
que
los
llevaban
hasta
Panamá,
en
donde
atravesaban
la
selva
tropical
hasta
llegar
a
la
costa
del
Pacífico,
y
allí
embarcarse
rumbo
al
norte,
hacia
San
Francisco.
“Fue
una
jornada
muy
fatigosa…confinados
durante
casi
7
meses
a
bordo
de
un
barco
muy
pequeño,
con
pocas
oportunidades
de
hacer
ejercicio
y
ninguna
labor
manual
para
templarnos…“
45
-‐-‐Alexander
Van
Valen,
18
de
enero,
1850
Estos
extractos
pertenecen
a
las
cartas
y
al
diario
que
escribió
Alexander
Van
Valen,
que
se
exhiben
en
la
vitrina
de
la
derecha.
Acompañemos
la
navegación
que
emprendió,
junto
a
sus
socios,
alrededor
del
Cabo
de
Hornos
hasta
California,
en
1849.
Día 20
Día 85
Día 121
Día 130
Día 164
46
.
.
.
por
la
noche
el
Sr.
H
I.
Gardiner
elevó
una
oración
en
honor
a
nuestra
independencia,
la
cual
fue
muy
calificada
y
confirió
buena
reputación
al
autor.
El
Sr.
Reynolds
leyó
la
declaración
de
la
independencia,
luego
de
lo
cual
los
pasajeros
gozaron
hasta
muy
tarde
de
música,
canto
y
baile,
música
marcial
de
pífano
y
tambor,
sustituyendo
el
tambor
por
la
caja
de
un
banjo.
En
aquel
entonces,
la
lectura
de
la
Declaración
de
la
Independencia
en
voz
alta
formaba
una
parte
popular
de
las
celebraciones
del
4
de
Julio.
Día 199
Naufragios
Los
viajes
en
el
siglo.
XIX
eran
más
seguros,
pero
las
tormentas,
los
incendios
y
las
costas
rocosas
aún
representaban
una
amenaza
para
los
navegantes.
A
lo
largo
de
los
siglos
XVIII
y
XIX,
un
número
cada
vez
mayor
de
personas
viajaba
por
mar
y
trabajaba
en
actividades
marítimas.
El
diseño
de
las
embarcaciones
y
los
métodos
de
navegación
y
salvamento,
mejoraron
considerablemente.
Sin
embargo,
el
cruce
de
los
océanos
era
una
travesía
mucho
más
peligrosa
de
lo
que
es
hoy
en
día.
Puede
que
las
tormentas
en
alta
mar
fueran
el
más
aterrador
de
los
peligros,
sin
embargo,
miles
de
hombres
y
mujeres
perdieron
la
vida
a
poca
distancia
de
la
costa.
(En la pared, parte superior) Queen of the Ocean al rescate del Ocean Monarch
El
24
de
agosto
de
1848,
el
Ocean
Monarch
prendió
fuego
mientras
navegaba
desde
Liverpool,
Inglaterra,
hasta
los
Estados
Unidos.
El
yate
Queen
of
the
Ocean
acudió
al
rescate
de
los
náufragos.
Otras
embarcaciones
recogieron
a
unos
188
sobrevivientes.
El
barco
se
hundió
con
un
total
de
178
pasajeros.
Óleo
sobre
lienzo
de
Samuel
Walters,
1848
Obsequio
de
CIGNA
Museum
and
Art
Collection
Entre
1790
y
1873,
la
Oficina
de
Patentes
de
los
EE.UU.
otorgó
163
patentes
a
una
variedad
asombrosa
de
inventos
con
fines
de
salvamento,
como
botes,
balsas,
indumentaria
y
otros
equipos.
Muchos
de
estos
elementos
se
inventaron
pensando
en
incrementar
el
número
de
viajeros:
marcos
de
cama,
literas,
cubos,
balsas
de
cubos,
boyas,
capas,
sillas,
taburetes,
vestidos,
puertas,
prendas,
hamacas,
colchones
y
hasta
un
sombrero
salvavidas.
Sólo
unas
pocas
de
estas
invenciones
tuvieron
éxito
en
la
práctica.
47
La
cápsula
salvavidas
“Francis
Life-‐Car”
Esta
cápsula
salvavidas
rescató
a
los
pasajeros
y
a
la
tripulación
del
barco
Ayrshire.
Se
trató
del
primer
vehículo
de
este
tipo
jamás
usado
durante
una
emergencia.
Desarrollado
por
el
inventor
Joseph
Francis
y
fabricado
por
Novelty
Iron
Works
en
Brooklyn,
se
instaló
en
el
nuevo
puesto
de
socorro
de
Squan
Beach,
Nueva
Jersey,
en
1849.
Esta
cápsula
de
metal
en
forma
de
bote,
capaz
de
flotar,
se
desplazaba
a
través
de
resistentes
sogas
entre
la
embarcación
varada
y
la
costa.
Obsequio
de
Joseph
Francis
En
cada
trayecto
desde
el
barco
hasta
la
costa
viajaban,
selladas
dentro
del
vehículo,
entre
dos
y
cuatro
personas.
Harper’s
New
Monthly
Magazine,
julio
1851
Esta
prensa
hidráulica
se
usaba
para
moldear
las
partes
de
los
botes
metálicos
en
la
planta
de
Novelty
Iron
Works.
Harper’s
New
Monthly
Magazine,
julio
1851
Joseph
Francis
adquirió
reputación,
entre
las
décadas
de
1840
y
1850,
gracias
a
la
fabricación
de
botes
salvavidas
livianos
y
de
hierro
sólido,
además
de
otros
equipamientos
náuticos.
Estos
modelos
de
monedas
y
las
muestras
de
láminas
de
cobre
son
ejemplos
de
cómo
sus
botes
se
fabricaban
usando
planchas
de
metal
acanaladas.
Francis
realizó
múltiples
viajes
para
promocionar
sus
inventos
y
fue
agasajado
en
varios
países.
El
emperador
francés
Napoleón
III
le
obsequió
esta
caja
de
rapé
en
1856.
El
presidente
Benjamin
Harrison
le
entregó
esta
medalla
del
congreso
en
1890.
48
Transferencia
de
la
Oficina
de
Patentes
de
los
EE.UU.
1. Modelo de moneda y muestra de plancha para la fabricación de botes de metal corrugado
Joseph
Francis,
de
Nueva
York,
experimentó
con
distintas
formas
de
construir
botes
a
lo
largo
de
su
carrera.
49
6. Modelo
patentado
de
un
método
de
construcción
de
botes.
Este
modelo
acompañaba
la
solicitud
de
patente
de
Joseph
Francis
para
un
método
de
ensamblado
de
los
tablones
de
un
bote.
Patente
No.
2,293,
11
de
octubre,
1841
Transferencia
de
la
Oficina
de
Patentes
de
los
EE.UU.
Francis
D.
Lee,
de
Charleston,
Carolina
del
Sur,
se
imaginó
un
tanque
de
agua
para
embarcaciones
que
–si
se
drenaba
a
tiempo—
podía
flotar
independientemente
de
la
embarcación,
en
caso
de
hundimiento.
Los
pasajeros
se
sujetarían
al
exterior,
mientras
una
“caja
fuerte
para
tesoros”,
suspendida
de
la
parte
inferior,
protegería
“metales
preciosos,
correspondencia
y
otros
objetos
de
valor”.
Si
la
boya
misma
se
hundía,
una
boya
de
corcho
más
pequeña,
flotaría
desde
la
torrecilla
a
la
superficie,
para
indicar
la
ubicación
del
tesoro
perdido.
Patente
No.
20,072,
27
de
abril,
1858
Transferencia
de
la
Oficina
de
Patentes
de
los
EE.UU.
50
9. Modelo
patentado
de
bote
salvavidas
Esta
balsa
utiliza
hileras
de
cilindros
llenos
de
aire,
como
flotadores.
Un
complejo
marco
de
madera
protege
a
los
flotadores
para
que
no
sufran
daños,
formando,
a
su
vez,
una
plataforma.
El
inventor,
George
Clark,
de
Ecorse,
Michigan,
se
imaginaba
a
sus
balsas
transportadas
en
las
cubiertas
superiores
de
los
buques
de
vapor,
“…desde
donde
podían
ser
arrojadas
rápidamente
al
agua
por
una
o
dos
personas
de
fortaleza
comun
y
corriente,
evitando
de
este
modo
la
demora
y
la
incertidumbre
de…lanzar
los
botes”.
Patente
No.
146,316,
13
de
enero,
1874
Transferencia
de
la
Oficina
de
Patentes
de
los
EE.UU.
La
balandra
británica
Ayrshire
encalló
en
Squan
Beach,
Nueva
Jersey,
en
enero
de
1850.
Pese
a
la
situación,
los
pasajeros
y
la
tripulación
tenían
motivo
de
esperanza:
dos
años
atrás
el
congreso
había
iniciado
la
financiación
de
nuevos
puestos
de
socorro
a
lo
largo
de
las
costas
de
Nueva
York
y
Nueva
Jersey.
Como
el
mar
estaba
demasiado
agitado
como
para
enviar
un
bote
de
rompiente,
el
encargado
del
puesto
decidió
utilizar
la
cápsula
salvavidas.
Desplazándose
mediante
sogas
extendidas
entre
la
costa
y
el
naufragio,
en
el
transcurso
de
dos
días,
el
bote
encapsulado
realizó
60
viajes
hasta
la
embarcación
encallada,
rescatando
a
todos
menos
a
uno
de
los
166
pasajeros
y
36
tripulantes
del
Ayrshire.
Muchos
de
los
pasajeros
a
bordo
del
último
viaje
del
Ayrshire
eran
seguramente
trabajadores,
granjeros
y
familias
irlandesas
que
estaban
huyendo
de
la
hambruna
que
aquejaba
a
Irlanda.
Casi
un
millón
de
personas
entre
1846
y
1851
murieron
a
causa
de
la
pérdidas
de
los
cultivos
de
patatas
y
la
mala
distribución
de
lo
que
pudo
salvarse.
Otros
cientos
de
miles
emprendieron
la
navegación
a
los
Estados
Unidos,
Canadá,
Gran
Bretaña
y
Australia.
51
un
par
de
mellizos
bebés.
La
familia
pudo
llegar
a
la
costa
gracias
al
Francis
Life-‐Car
(cápsula
salvavidas).
Algunos
de
ellos
se
asentaron
en
Nueva
York,
mientras
que
John,
Lydia
y
sus
hijos
continuaron
viaje
hasta
Canadá,
donde
establecieron
una
granja
al
norte
de
Toronto.
Cortesía
de
Doris
A.
Martin
El
3
de
septiembre
de
1857,
el
buque
de
vapor
Central
America
zarpó
de
Panamá
hacia
la
ciudad
de
Nueva
York
con
casi
600
pasajeros
y
tripulantes
a
bordo.
Nueve
días
más
tarde,
el
barco
se
hundió
en
medio
de
un
huracán
frente
a
Cape
Hatteras,
Carolina
del
Norte,
transformándose
en
el
naufragio
con
mayor
número
de
fatalidades,
ocurrido
en
tiempos
de
paz,
en
la
historia
de
los
Estados
Unidos.
Cuatrocientas
veinticinco
personas
perdieron
la
vida
en
el
hundimiento.
Y
toneladas
de
oro
provenientes
de
California
se
precipitaron
al
fondo
del
mar.
El
naufragio
horrorizó
y,
al
mismo
tiempo,
fascinó
al
público
estadounidense,
además
de
contribuir
a
disparar
la
crisis
financiera
que
se
conoció
como
el
Pánico
de
1857.
Habiendo
perdido
el
oro
que
viajaba
a
bordo,
varios
bancos
de
Nueva
York
no
pudieron
cumplir
con
los
pagos
a
sus
acreedores.
El
naufragio
fue
hallado
en
1987
y
más
adelante
se
llevó
a
cabo
su
rescate.
“El
barco
se
inclinó
repentinamente
hacia
un
costado
y,
cuando
miré
hacia
nuestra
escotilla,
noté
que
estaba
íntegramente
bajo
el
agua.”
—Addie
Easton,
sobreviviente
del
naufragio
del
Central
America
“Soplaba
un
perfecto
huracán
y
el
mar
se
elevaba
a
la
altura
de
las
montañas.”
—Capitán
de
un
buque
mercante,
Thomas
Badger,
pasajero
del
Central
America
52
El
Central
America
El
Central
America
era
un
buque
de
vapor
con
ruedas
a
los
costados
y
tres
mástiles,
cuyo
nombre
original
era
George
Law.
A
lo
largo
de
sus
43
viajes
entre
Panamá
y
Nueva
York,
entre
1852
y
1857,
el
barco
acarreó
una
cantidad
de
oro
equivalente
a
la
tercera
parte
de
todo
el
oro
hallado
durante
la
fiebre
del
oro
en
California.
En
su
viaje
final,
el
cargamento
de
oro
que
transportaba
el
barco
incluía
miles
de
monedas
de
oro
nuevas,
de
$20,
conocidas
como
Doble
Águila,
acuñadas
en
la
Casa
de
la
Moneda
de
San
Francisco.
Vapor
de
ruedas
Central
America
Construido
por
William
Webb
en
Nueva
York,
en
1853
53
La
pesca
como
medio
de
vida,
1840-‐1920
La
generosidad
de
las
aguas
ha
sustentado
a
los
pueblos
de
Norteamérica
durante
siglos.
Océanos,
costas
y
ríos
han
representado
durante
mucho
tiempo
una
fuente
de
alimentos
y
de
dividendos.
La
sobrevivencia
de
las
comunidades,
tanto
en
pequeñas
villas
como
en
ajetreados
puertos,
ha
dependido
de
la
pesca,
de
la
caza
de
ballenas
y
de
la
explotación
de
otros
recursos
marinos.
Aún
en
tiempos
difíciles,
para
muchos
la
pesca
representa
un
modo
de
vida
atractivo.
Cada
vez
que
este
modo
de
vida
se
ha
visto
amenazado,
la
gente
ha
luchado
para
preservarlo,
a
menudo
debiendo
enfrentar
crecientes
desafíos.
“El
Klamath
[Río]
es
todo
para
mí.
Es
mi
hogar,
mi
iglesia,
mi
jardín,
mi
ruta,
mi
consejero,
mi
amigo,
mi
hermano
y
mi
proveedor.”
—Barry
Wayne
McCovey
Jr.,
Yurok
Tribal
Fisheries
Department,
2002
Little
Ike
(Yurok)
pesca
salmones
con
una
red
de
mano
en
pame-‐kya'-‐
ra-‐m,
Klamath
River,
California,
antes
de
1898.
Cortesía
del
Archivo
Nacional
Antropológico
de
la
Institución
Smithsonian
(Al costado) Canoa Yurok en el Río Trinity, alrededor de 1923
Fotografía
de
Edward
S.
Curtis,
cortesía
de
la
red
de
Bibliotecas
de
la
Institución
Smithsonian
54
Dique
de
pesca
sobre
el
Río
Trinity—Hupa
Los
Yurok
y
los
Hupa
tenían
por
costumbre
construir
presas
de
pesca
sobre
los
ríos,
consistentes
en
estacas
de
madera
y
tiras
que
dejaban
pasar
el
agua,
pero
demoraban
a
los
pequeños
peces.
Los
pescadores
nativos
solían
atrapar
a
sus
peces
con
arpones
y
redes.
Los
miembros
de
las
tribus
eran
responsables
del
mantenimiento
de
las
presas,
asegurando
el
flujo
de
los
peces
y
preservando
el
balance
espiritual
entre
los
peces
y
las
comunidades.
Foto
de
Edward
S.
Curtis,
cortesía
de
la
red
de
Bibliotecas
de
la
Institución
Smithsonian
Las
aguas
del
Pacífico
albergan
gran
abundancia
de
peces,
mariscos
y
mamíferos
marinos.
Las
cinco
especies
de
salmón
que
allí
viven
fueron
esenciales
para
la
sobrevivencia
de
los
indígenas
que
habitaban
las
costas
de
la
California
actual,
hasta
Alaska.
Para
tomar
parte
de
estas
riquezas,
los
nativos
inventaron
una
variedad
de
herramientas
y
técnicas
efectivas.
Todos
los
objetos
expuestos
se
fabricaron
a
lo
largo
del
siglo
XIX.
Estos
objetos
son
un
préstamo
del
Museo
Nacional
de
Historia
Natural
55
4. Anzuelo
de
pesca
con
sedal
de
cuero
(Quileute)
56
9. Aguja
de
red
para
anguila
(Hupa)
12. Plato
para
salmón
(Hupa)
“El
salmón
es
el
indicador
de
bienestar
en
el
Pacífico
noroeste.”
—Billy
Frank
Jr.,
Presidente,
Northwest
Indian
Fisheries
Commission
57
Hupa
y
Yurok
Las
tribus
Hupa
y
Yurok
han
habitado
la
rivera
del
Klamath
River
durante
miles
de
años,
subsistiendo
gracias
a
las
riquezas
del
mar
y
al
comercio
desarrollado
entre
sus
propias
tribus
y
con
tribus
vecinas.
A
lo
largo
de
la
costa
rocosa,
los
Yurol
cazaban
focas
y
lobos
marinos,
ocasionalmente
atrapando
también
ballenas.
Además,
pescaban
esperlanos
con
red
y
recolectaban
mariscos
durante
las
marismas.
Desde
los
años
1850,
los
Yurok
y
los
Hupa
han
tenido
que
luchar
para
proteger
sus
modos
tradicionales
de
vida
ante
una
serie
de
amenazas:
los
buscadores
de
oro,
los
colonos
y,
luego,
los
diques
en
los
ríos
Klamath
y
Trinity
que
bloqueaban
el
paso
de
los
salmones
migrantes.
Hoy
en
día,
las
tribus
aún
se
esfuerzan
por
mantener
la
relación
centenaria
entre
su
gente,
su
tierra
y
sus
aguas.
Pueblos costeros
En
la
costa
del
estado
de
Washington
habitan
las
tribus
Salish,
establecidas
sobre
las
desembocaduras
de
los
numerosos
ríos
que
desaguan
en
el
Océano
Pacífico.
Se
trata
de
pueblos
de
marineros,
desde
siempre
dedicados
a
la
cacería
de
lobos
marinos
y
ballenas.
También
dependen,
asimismo,
de
los
salmones
que
remontan
los
ríos,
desde
el
océano,
para
desovar.
A
fines
del
siglo
XIX,
estos
pueblos
cedieron
la
mayor
parte
de
sus
ancestrales
tierras
al
gobierno
federal
y
se
retiraron
a
las
reservas
donde
actualmente
viven.
Pero
después
de
un
siglo
de
acuerdos
no
respetados,
en
1974,
un
fallo
de
la
Corte
Suprema
de
Justicia
de
los
EE.UU.,
declaró
a
las
tribus
como
co-‐administradoras
de
sus
antiguos
recursos
acuíferos,
con
derechos
al
50
por
ciento
del
salmón
disponible.
De
este
modo
han
regresado
a
una
vida
en
la
que
la
pesca
es
el
sustento,
el
ingreso
y
la
restauración
espiritual.
Delia
Albert,
una
mujer
Tolowa,
luce
un
delantal
y
una
falda
de
danza
sobre
un
canesú
–el
cual
no
es
indígena.
El
delantal
está
confeccionado
con
piel
de
ante
y
tiene
decoraciones
de
conchas,
con
flecos
colgantes
de
obsidiana.
La
falda
está
adornada
con
borlas
de
conchas
de
abulón.
Fotografía
de
A.
W.
Ericson,
alrededor
de
1890
Cortesía
de
Ericson
Photograph
Collection,
Humboldt
State
University
Library
Los
objetos
cotidianos
pertenecientes
a
las
tribus
del
Pacífico
noroeste
han
reflejado
constantemente
sus
vínculos
con
el
mar
y
las
criaturas
marinas.
Las
conchas
de
abulones
y
de
almejas,
el
marfil
de
ballena,
los
huesos
y
las
conchas
dentalia
forman
parte
del
atuendo,
de
las
herramientas,
de
los
utensilios,
de
los
adornos
y
de
la
vida
espiritual.
Todos
los
objetos
son
préstamo
del
Museo
Nacional
de
Historia
Natural
58
1. Collar
de
dentalia
(Hupa)
Las
conchas
de
dentalia
eran
una
forma
de
moneda,
a
la
vez
que
un
símbolo
de
poder
y
un
elemento
de
decoración.
A
través
del
dentalium,
que
se
intercambiaba
a
lo
largo
de
toda
la
costa
del
Pacífico,
estos
pueblos
manifestaban
su
riqueza,
tanto
material
como
espiritual.
5. Cesto (Quileute)
“El
Trinity
[Río]
es
el
corazón
de
la
Nación
Hupa.
El
pueblo
depende
de
él
para
hallar
agua,
alimentos
y
solaz
spiritual.”
—Jimmy
Jackson,
líder
de
ceremonias
Hupa
La
pesca
comercial
A
lo
largo
del
siglo
XIX
los
pescadores
estadounidenses
extraían
cada
vez
mayores
riquezas
del
mar
para
alimentar
a
una
nación
en
constante
crecimiento.
Hacia
1880,
existían
43
compañías
pesqueras
constituidas
en
todo
el
país,
las
cuales
empleaban
a
más
de
130.000
personas,
tanto
en
la
pesca
como
en
industrias
relacionadas
a
esta
actividad,
en
tierra.
Durante
este
período
tuvo
lugar
el
florecimiento
de
las
industrias
pesqueras
en
torno
al
bacalao
del
Atlántico,
las
ostras
de
Chesapeake
y
el
salmón
del
Río
Columbia.
Comunidades
enteras
crecieron
alrededor
de
estas
industrias,
a
menudo
integradas
por
inmigrantes
que
contribuían
con
sus
conocimientos
de
pesca
a
la
formación
de
empresas
exitosas
y
parajes
característicos.
Pese
a
que,
durante
décadas,
estas
industrias
pesqueras
gozaron
de
una
continua
prosperidad,
hacia
fines
del
siglo
XX
todas
cayeron
en
crisis.
La
caza
de
ballenas
en
los
Estados
Unidos
tuvo
su
apogeo
entre
fines
del
siglo
XVIII
y
mediados
del
siglo
XIX.
Cientos
de
embarcaciones
partían
de
los
puertos
estadounidenses
a
la
caza
de
las
criaturas
existentes
más
grandes
del
mundo.
La
caza
comercial
de
ballenas
comenzó
en
el
Atlántico,
pero
a
medida
que
su
población
fue
declinando,
la
cacería
se
extendió
hacia
los
59
océanos
Pacífico
y
Ártico.
Si
bien
los
huesos
de
ballena
y
su
marfil
eran
valiosos,
la
principal
fuente
de
ganancias
para
un
ballenero
residía
en
el
aceite
extraído
de
la
grasa
de
la
ballena.
Para
1851
el
exceso
de
la
pesca
había
decimado
la
población
de
ballenas
en
el
Océano
Atlántico.
La
mayoría
de
los
balleneros
se
trasladaron,
entonces,
a
los
océanos
Pacífico
e
Índico.
Los
barcos
navegaban
de
norte
a
sur
siguiendo
las
estaciones
y
acompañando
a
las
grandes
poblaciones
de
ballenas
en
sus
migraciones
anuales.
Este
mapa
fue
dibujado
por
el
oceanógrafo
Tte.
Matthew
Fontaine
Maury
para
la
Marina
de
los
Estados
Unidos.
Señalaba
las
poblaciones
de
ballenas
en
los
mares
y
océanos
más
importantes
del
mundo,
sirviendo
de
ayuda
a
cientos
de
balleneros
durante
la
búsqueda
de
sus
presas.
Cortesía
de
Peabody
Essex
Museum
Los
productos
derivados
de
la
ballena
ocupaban
un
lugar
preponderante
dentro
de
la
cultura
estadounidense
del
siglo
XIX.
Comerciantes
de
toda
la
costa
este
del
país
utilizaba
imágenes
de
ballenas
en
sus
anuncios
publicitarios
y
membretes,
aún
cuando
ni
siquiera
se
encontraran
cerca
del
mar.
El
trabajo
abordo
de
un
barco
ballenero
era
extenuante
y,
por
lo
general,
desagradable.
Luego
de
amarrar
la
carcasa
de
la
ballena
al
costado
del
barco,
la
tripulación
iba
cortando
la
capa
de
grasa
exterior,
en
secciones
longitudinales.
Cargaban
las
lonjas
abordo,
las
trozaban
en
piezas
más
pequeñas,
y
las
arrojaban
a
cubierta,
dentro
de
calderas
de
agua
hirviendo
donde
la
grasa
se
convertía
en
aceite.
El
aceite
de
ballena
se
almacenaba
dentro
de
barriles,
en
la
bodega
de
carga.
Casi
no
quedaban
desperdicios
de
la
ballena:
los
huesos
se
dejaban
libres
de
carne,
se
ataban
y
se
estibaban
para
la
fabricación
de
productos
que
luego
se
vendían
en
tierra.
Dependiendo
de
la
especie,
también
se
conservaban
otras
partes.
El
olor
despedido
durante
el
procesamiento
de
las
ballenas
era
tan
fuerte,
que
era
posible
oler
al
barco
ballenero
antes
de
avistarlo
en
el
horizonte.
Barco ballenero de New Bedford, Alice Knowles, alrededor de 1878
60
Manifiesto
del
Bartholomew
Gosnold,
1880
El
Bartholomew
Gosnold
regresó
a
su
hogar
en
New
Bedford
en
junio
de
1880,
apenas
pasados
unos
cuatro
años
de
su
partida.
En
su
declaración
de
carga
se
incluían
1.260
barriles
de
aceite
de
ballena
y
cachalote;
95
toneles
de
espermaceti,
aceite
de
cachalote
y
de
ballena
jorobada,
sumando
un
total
de
26.742
galones;
y
27
atados
de
barba
de
hueso,
lo
cual
daba
cuentas
de
un
viaje
redituable.
Cuando
la
ballena
moría,
usualmente
flotaba
en
el
agua,
pero
a
veces
las
carcasas
se
hundían.
Para
evitar
esta
suerte
de
pérdida,
Thomas
Roys
de
Southampton,
Long
Island,
patentó
este
aparato
para
“Elevar
del
fondo
del
mar
las
ballenas
muertas”.
Unos
pocos
balleneros
americanos
lo
probaron.
Transferencia
de
la
Oficina
de
Patentes
de
los
EE.UU.
Imagen
cortesía
de
la
Oficina
de
Patentes
y
Marcas
Registradas
de
los
EE.UU.
“Monkeybelt”, especie de cinturón sujeto a una cuerda para evitar caídas, alrededor de 1883
La
tripulación
usaba
este
cinturón
de
lienzo
para
colgarse
del
costado
del
barco
mientras
le
extraían
la
grasa
a
la
ballena.
Era
un
trabajo
peligroso,
dado
que
si
un
marinero
se
resbalaba
al
agua,
corría
el
riesgo
de
ahogarse
o
de
ser
atacado
por
tiburones
que
merodeaban
en
busca
de
alimento
fácil.
Obsequio
de
U.S.
Fish
Commission
(A la izquierda) Barco ballenero de Nueva Inglaterra, alrededor de 1850
Este
modelo
presenta
el
típico
equipamiento
de
un
barco
ballenero
de
caza
en
aguas
profundas,
de
mediados
del
siglo
XIX,
cuando
esta
industria
se
encontraba
en
pleno
apogeo.
61
(Al
fondo)
Barriles
de
aceite,
New
Bedford,
Massachusetts,
fines
del
siglo
XIX
Orca,
el
ballenero
de
tres
mástiles,
a
vapor,
fue
construido
para
la
explotación
de
la
zona
ballenera
del
oeste.
El
barco
a
vapor
gozaba
de
las
últimas
innovaciones,
si
bien
contaba
además
con
un
equipo
completo
de
velas,
de
respaldo.
El
Orca
se
diseñó
de
sólida
construcción
para
operar
en
las
proximidades
de
las
masas
de
hielo
nórdicas,
pese
a
quedar
atrapado
por
el
hielo
y
abandonado,
junto
a
otros
barcos
de
una
flota
ballenera,
en
Point
Barrow,
Alaska,
en
1897.
Ballenero
a
vapor
Orca
Construido
en
San
Francisco,
1882
Obsequio
de
U.S.
Fish
Commission
Este
perfil
de
cachalote,
probablemente
se
usó
como
cartel
en
una
tienda
o
como
decoración.
En
la
parte
trasera
se
observa
la
inscripción
“BAKER
NEW
BEDFORD.”
En
la
guía
de
1878
de
New
Bedford,
Massachusetts,
el
único
Baker
era
Ansol
Baker,
un
maquinista.
Obsequio
de
J.
H.
Thomson
Una
vez
ubicada
la
ballena
al
costado
del
barco,
se
le
insertaba
un
gancho
muy
resistente
en
el
pellejo,
con
una
línea
que
se
subía
a
bordo.
Se
utilizaba,
entonces,
una
pala
de
corte
con
un
mango
de
madera
largo,
con
la
cual
se
rebanaban
rodajas
largas,
gruesas
y
anchas
de
pellejo
y
grasa
de
la
carcasa.
Luego,
la
carne
de
la
ballena
se
subía
a
bordo
para
continuar
el
procesamiento.
Este
ejemplar
lleva
la
marca
de
“J.D.
Cast
Steel.”
Obsequio
de
U.S.
Bureau
of
Fisheries
Esta
pala
de
hoja
resistente
y
afilada
solía
tener
un
mango
corto
y
fuerte.
Se
usaba
para
atravesar
el
hueso
sólido
de
la
cabeza
con
el
fin
de
decapitar
a
la
ballena,
teniendo
en
cuenta
que
el
peso
de
la
herramienta
facilitaba
la
escisión
de
la
dura
vértebra
del
cuello.
62
3. Trinchante
para
grasa,
mediados
del
siglo
XVIII
Al
igual
que
el
cuchillo
para
picar,
el
hacha
se
usaba
para
cortar
pedazos
de
grasa
de
ballena
en
trozos
más
pequeños
a
fin
de
acelerar
su
derretimiento
en
el
aceite.
La
tarea
de
extraer
la
grasa
de
la
carcasa
de
la
ballena
y
trasladar
las
tiras
abordo
se
denominaba
“embarque”.
El
cuchillo
de
embarque
era
extraordinariamente
filoso,
de
hoja
doble,
con
mango
de
madera
corto.
Servía
para
una
variedad
de
propósitos,
desde
abrir
un
hueco
en
la
carne
de
la
ballena
para
colocar
el
gancho
de
grasa,
o
para
cortar
tiras
largas
de
carne
en
secciones
más
pequeñas
para
continuar
el
procesamiento.
Obsequio
de
A.
R.
Crittenden
Los
raspadores
de
huesos
de
ballena
se
utilizaban
para
raspar
la
carne
de
los
huesos,
los
que
luego
se
secaban
sobre
cubierta
y
se
estibaban
debajo,
para
su
posterior
procesado
y
futura
venta.
Obsequio
de
F.
S.
Allen,
a
través
de
J.
T.
Brown
63
8. Espumadora,
fines
del
siglo
XIX
Luego
de
haberse
derretido
la
grasa
de
la
ballena
en
los
calderos,
quedaban
remanentes
de
algunos
elementos
sólidos,
como
la
piel.
Éstos
se
extraían
con
una
espumadora.
El
extenso
mango
evitaba
que
la
tripulación
se
quemara
o
se
salpicara
con
aceite
caliente.
Los
restos,
o
desperdicios,
se
botaban
debajo
de
las
ollas
y
se
reciclaban
como
combustible
para
mantener
el
fuego
encendido.
Los
balleneros
usaban
cucharones
para
sacar
el
aceite
de
los
enormes
calderos
y
pasarlo
a
tanques
de
enfriado.
El
mango
del
cucharón
presenta
figuras
de
ballenas
talladas
sobre
la
superficie,
que
indican
el
número
de
ballenas
procesadas
y
su
especie.
El
“B.H.”
se
refiere
a
la
ballena
de
Groenlandia
(bowhead);
“S”
al
cachalote
(sperm
whale),
“H.B.”
a
la
ballena
jorobada
(humpback)
y
“W”
a
la
ballena
franca
(“right”).
Obsequio
de
Jonathan
Bourne
La
pesca
comercial
de
ballenas
en
el
siglo
XIX
era
mucho
menos
segregacionista
que
la
mayoría
de
los
comercios
en
tierra,
y
el
prejuicio
racial
era
más
débil
en
los
barcos
balleneros
que
en
la
sociedad
en
su
conjunto.
Los
balleneros,
blancos
y
negros,
debían
trabajar
codo
a
codo
para
llevar
a
cabo
el
trabajo
–y
para
sobrevivir.
Muchos
dueños
de
barcos
balleneros
eran
cuáqueros,
un
grupo
religioso
opuesto
a
la
esclavitud.
Algunos
pueblos
de
Nueva
Inglaterra
representaban,
además,
células
importantes
del
Underground
Railroad
(Ferrocarril
Subterráneo),
una
red
clandestina
que
ofrecía
protección
a
quienes
intentaban
escapar
de
la
esclavitud.
Estos
pueblos
necesitaban
marineros,
incluyendo
negros
libres
y
aquellos
que
hubieran
huido
de
la
esclavitud.
El
comerciante
y
armador
Paul
Cuffe
era
hijo
de
madre
nativoamericana
y
padre
esclavo.
Frederick
Douglass
fue
uno
de
los
oradores
y
abolicionistas
de
mayor
influencia
hasta
la
fecha.
Ambos
eran
afroamericanos
y,
en
algún
momento,
trabajaron
en
la
industria
ballenera
de
Nueva
Inglaterra.
Imagen
de
Cuffe,
cortesía
de
National
Portrait
Gallery
Imagen
de
Douglass,
cortesía
de
Albert
Cook
Myers
Collection,
Chester
County
Historical
Society
Estos
capitanes
de
barcos
balleneros,
fotografiados
en
New
Bedford
alrededor
de
1882,
pueden
haber
procedido
de
las
Azores
o
de
las
Islas
de
Cabo
Verde.
En
el
siglo
XIX,
los
barcos
balleneros
atracaban
a
menudo
en
ambos
grupos
de
islas
para
abastecerse
de
provisiones
y
tripulación.
64
Constructor
de
buques
John
Mashow
(1805–1893)
John
Mashow
nació
esclavo
en
Carolina
del
Sur.
Por
medios
desconocidos
se
abrió
camino
hasta
Dartmouth,
Massachusetts,
en
donde
se
desempeñó
como
aprendiz
de
un
armador
local,
estableciendo
luego
su
propio
astillero.
En
el
astillero
de
Mashow,
en
Padanarum,
se
diseñaron
más
de
100
barcos
y
se
construyeron
unos
60,
incluyendo
14
barcos
balleneros.
Cuando
cerró
su
astillero,
recibió
el
reconocimiento
público
como
“experto
y
práctico
constructor
de
buques
y
ciudadano
sumamente
valioso
y
respetado”.
Cortesía
de
New
Bedford
Whaling
Museum
(En el estante) Maqueta de medio casco, barco ballenero Jireh Swift
El
Jireh
Swift
dirigió
su
primer
viaje
hacia
la
zona
del
Pacífico
Norte,
donde
permaneció
durante
casi
cuatro
años.
La
tripulación
obtuvo
2.719
barriles
de
aceite
de
ballena
y
14.900
libras
de
hueso.
Durante
su
tercer
viaje,
el
22
de
junio
de
1865,
la
embarcación
fue
capturada
e
incendiada
por
el
asaltante
confederado
Shenandoah,
ocasionando
una
pérdida
de
más
de
$40.000.
Buque
ballenero
Jireh
Swift
Construido
por
John
Mashow,
1853
Eslora:
122
pies
Obsequio
de
White
&
Allen,
New
Bedford
Lewis
Temple
nació
cerca
del
año
1800,
esclavo,
en
Richmond,
Virginia.
Ya
en
1829,
se
había
trasladado
a
New
Bedford.
Se
desconoce
si
pudo
comprar
su
libertad
o
si
se
escapó
de
la
esclavitud.
Abrió
una
herrería
y,
en
1848,
contribuyó
a
mejorar
el
diseño
de
los
arpones.
El
arpón
de
Temple
presentaba
un
mecanismo
de
palanca
en
el
extremo
del
arpón
que
ayudaba
a
enganchar
a
la
ballena
de
forma
más
segura.
Los
balleneros
de
todo
el
mundo
rápidamente
adoptaron
la
idea
de
Temple,
la
cual
él
nunca
patentó.
Murió
en
mayo
de
1854,
sin
ningún
reconocimiento
y
endeudado.
(En el estante) Puntas con palanca inventadas por Temple, aproximadamente 1850
La
primera
púa
en
el
extremo
del
dardo
estaba
diseñada
para
penetrar
la
carne
de
la
ballena,
y
la
segunda,
también
se
hincaba
directamente.
Un
pequeño
taco
de
madera
que
sostenía
la
segunda
púa
en
su
lugar,
luego
se
rompía,
permitiendo
que
la
cabeza
girara
separándose
del
mango.
La
púa
quedaba
así
en
forma
de
T,
evitando
que
el
dardo
se
zafara
de
la
herida.
El
arponero
era
responsable
de
mantener
sus
herramientas
afiladas
y
bien
lubricadas,
para
asegurar
que
el
mecanismo
de
palanca
se
deslizara
sin
obstáculos.
A
veces
se
amañaban
de
fundas
para
mantener
las
puntas
de
los
arpones
limpias
y
secas
hasta
que
fuera
necesario.
Obsequios
de
Jonathan
Bourne
y
Wilfred
A.
y
Daniel
J.
Mack
Jr.
65
“Tenemos
que
trabajar
como
caballos
y
vivir
como
cerdos.”
—Robert
Weir,
a
bordo
del
Clara
Bell,
1855
La
caza
de
ballenas
comprendía
largos
períodos
de
aburrimiento,
interrumpidos
por
momentos
de
intensa
y
peligrosa
actividad.
Ni
bien
un
vigía
a
bordo
del
barco
avistaba
a
una
ballena,
la
tripulación
se
arrojaba
al
mar
en
pequeños
botes
con
los
que
se
acercaban
remando
en
su
dirección.
Cuando
se
acercaban,
los
arponeros
lanzaban
sobre
la
ballena
un
arpón
dentado
y,
rápidamente,
la
tripulación
le
clavaba
filosas
lanzas
en
el
cuerpo
que
precipitaban
su
muerte.
La
carcasa
era
luego
remolcada
hasta
el
barco
por
los
botes
balleneros.
Una
ballena
enfurecida
era
capaz
de
remolcar
al
bote
ballenero
durante
millas
antes
de
cansarse.
Estos
“paseos
en
trineo
de
Nantucket”,
como
se
los
denominaba
en
alusión
al
lugar
donde
naciera
la
industria
ballenera
de
Nueva
Inglaterra,
eran
emocionantes
pero
peligrosos.
A
veces,
durante
la
persecución,
la
ballena
rompía
el
bote
o
lo
tumbaba,
y
muy
pocos
hombres
en
la
tripulación
sabían
nadar.
A
la
ballena
en
esta
imagen
no
le
queda
ya
mucho
tiempo
de
vida.
La
sangre
en
el
respiradero
indica
una
herida
mortal
en
sus
pulmones.
El bote ballenero
Liviano
y
rápido,
un
bote
ballenero
llevaba
a
bordo,
por
lo
general,
seis
hombres.
Uno
de
ellos
timoneaba
desde
la
popa
(atrás)
de
la
embarcación
mientras
se
acercaban
a
la
ballena.
Una
vez
que
el
remero
en
la
proa
(adelante)
arponeaba
la
ballena,
éste
se
hacía
cargo
del
timón.
Varios
miembros
de
la
tripulación
se
ocupaban
de
matar
a
la
ballena,
de
ajustar
las
sogas
y
de
remar
de
regreso
al
barco.
Los
botes
balleneros
estaban
atiborrados
de
equipamiento.
Había
tinas
con
cantidad
de
soga,
que
le
permitiera
a
la
ballena
nadar
a
una
distancia
prudente
del
bote
hasta
cansarse.
También
se
llevaban
a
bordo
lanzas,
palas
y
arpones
adicionales,
junto
con
baldes
para
achicar
agua.
También
llevaban
velas,
una
brújula,
una
sirena
y
una
caja
de
agua
potable
en
caso
de
quedar
alejados
del
buque
nodriza
por
una
tormenta
o
por
la
niebla.
Préstamo
de
Seaport
Museum
Los
balleneros
trabajaban
de
pie,
sobre
pequeños
botes
zamarreados
por
impetuosas
olas,
desde
donde
trataban
de
dar
muerte
a
una
criatura
poderosa
y
violenta.
Se
trataba
de
una
faena
espeluznante
y
peligrosa.
El
primer
dardo
que
arrojaban
al
lomo
de
la
ballena
era
un
arpón
largo,
afilado,
con
la
punta
dentada,
seguido
de
inmediato
por
un
segundo
arpón,
y
ambos
sujetos
a
sogas
que
iban
enrolladas
en
tinas
dentro
del
bote
ballenero.
Los
arpones
se
fabricaban
con
hierro
maleable,
de
modo
de
doblarse
y
no
quebrarse
con
las
violentas
sacudidas
de
una
ballena.
66
A
continuación
del
arpón,
arrojaban
la
lanza
o
hierro
asesino.
Su
punta
ovalada
–o
en
forma
de
hoja-‐
le
permitía
al
ballenero
hacer
su
trabajo
rápidamente.
Otros
miembros
de
la
tripulación
clavaban
espadas
filosas
en
la
cola
de
la
ballena
a
fin
de
inmovilizar
al
animal,
la
tarea
más
peligrosa
en
la
caza
de
la
ballena.
El
primer
paso
en
la
caza
de
una
ballena
era
clavarle
arpones
en
el
lomo.
Del
extremo
del
mango
de
madera
del
arpón
salía
una
soga
que
lo
sujetaba
al
barco.
Una
vez
dentro
del
cuerpo
de
la
ballena,
la
afilada
punta
con
palanca
giraba
hacia
los
costados,
dificultando
la
posibilidad
de
zafarse.
Las
ballenas,
por
lo
general,
luego
del
primer
enganche
se
sumergían
hacia
el
fondo.
Este
arpón
quedó
torcido
a
causa
de
la
zambullida
de
una
ballena.
Obsequio
de
Jonathan
Bourne
Cat.
Conocidos
también
como
hierros
asesinos,
las
lanzas
estaban
diseñadas
para
matar
ballenas.
Se
clavaban
reiteradamente
en
las
gruesas
arterias
del
cuello;
la
filosa
punta
en
forma
de
hoja
facilitaba
su
extracción
para
dar
lugar
a
nuevos
lances.
El
corte
de
estas
arterias
evitaba
que
la
ballena
pudiera
sumergirse
y
apresuraba
la
muerte
por
desangrado.
Obsequio
de
U.S.
Fish
Commission
a
través
de
Luther
Cole
La
filosa
lanza
de
cola
estaba
diseñada
para
detener
el
desplazamiento
de
la
ballena
al
cortarle
los
tendones
de
la
cola.
Este
raro
ejemplo
grabado
se
hallaba
del
lado
de
estribor,
a
bordo
del
bote
ballenero
Sea
Fox.
Obsequio
de
James
D.
Driggs
Hacia
fines
del
siglo
XIX
los
rifles
reemplazaron
a
la
mayoría
de
los
arpones
de
mano
y
las
lanzas.
El
rifle
arponero
era
uno
de
los
tipos
más
populares
–cargado
con
distintos
tipos
de
dardos,
podía
usarse
tanto
para
arponear
como
para
matar
a
las
ballenas.
Este
ejemplo
fue
obsequiado
al
Smithsonian
por
su
inventor,
el
Cap.
Eben
Pierce,
de
New
Bedford,
Massachusetts,
luego
de
su
exhibición
en
la
Exposición
Internacional
de
la
Industria
Pesquera
en
Londres,
Inglaterra.
Obsequio
del
Cap.
Eben
Pierce,
mediante
F.
Gilbert
Hinsdale
Diseñado
para
ser
lanzado
desde
un
rifle
de
hombro,
este
estilo
de
arpón
no
explosivo
fue
inventado
por
Oliver
Allen,
de
Norwich,
Connecticut,
para
sujetar
a
las
ballenas
antes
de
matarlas.
Obsequio
de
U.S.
Fish
Commission,
a
través
de
J.
T.
Brown
67
6. Lanza
explosiva,
posterior
a
1879
Las
lanzas
explosivas
se
diseñaron
para
matar
a
la
ballena
al
explotar
dentro
de
su
cuerpo.
A
fines
del
siglo
XIX
se
inventaron
varios
modelos
de
este
tipo.
Cuando
funcionaban
bien,
eran
extremadamente
eficientes.
La
tripulación
de
los
barcos
balleneros
estadounidenses
provenía
de
todas
partes
del
mundo.
Su
trabajo
era
duro,
sucio,
hediondo,
peligroso,
solitario
y
mal
pagado,
pero
aún
así,
muchos
lo
preferían
a
sus
perspectivas
de
vida
en
tierra.
La
caza
de
ballenas
reunía
a
hombres
de
las
más
diversas
procedencias.
Al
emprender
la
navegación,
muchos
no
tenían
conocimientos
náuticos
y
debían
aprenderlos
sobre
la
marcha.
Hasta
en
los
barcos
bien
equipados,
los
camarotes
eran
sitios
a
menudo
fríos
y
húmedos,
infectados
de
bichos.
La
tripulación
a
veces
permanecía
a
bordo
dos
o
tres
largos
y
peligrosos
años,
a
veces
para
descubrir
al
final
del
viaje,
que
se
hallaba
endeudada
con
el
armador
por
consumo
de
medicinas,
tabaco
u
otras
provisiones.
Algunos
balleneros
amaban
el
mar,
pero
el
romance
de
la
caza
de
ballenas
pertenecía
básicamente
a
las
novelas.
A
principios
de
1841,
a
la
edad
de
21
años,
Herman
Melville
zarpó
en
un
viaje
al
océano
Pacífico
a
bordo
del
ballenero
Acushnet.
A
los
18
meses
desertó
estando
en
las
Islas
Marquesas
y
luego
trabajó
brevemente
en
otros
barcos.
El
tiempo
que
pasó
en
el
mar
le
proporcionó
los
elementos
para
su
novela
Moby-‐Dick,
o
la
Ballena,
publicado
en
1851.
La
primera
edición
en
los
Estados
Unidos
de
Moby-‐Dick
tuvo
escasas
ventas
y
sólo
le
redituó
a
Melville
$556,37.
Sin
embargo,
en
1930,
el
libro
empezó
a
gozar
de
una
mayor
reputación.
Esta
edición
de
Moby-‐Dick
del
año
1930,
con
ilustraciones
del
artista
estadounidense
Rockwell
Kent,
introdujo
la
actividad
ballenera
a
miles
de
estadounidenses.
Obsequio
de
Elizabeth
y
Helen
Jennings
Entretenimiento a bordo
Durante
las
horas
de
ocio,
los
balleneros
pasaban
el
tiempo
haciendo
tallas
para
la
familia,
novias
y
amigos.
Tallaban
objetos
decorativos
o
utilitarios,
hechos
con
hueso,
dientes
de
marfil
y
barbas,
y
también
grababan
diseños
sobre
estos
materiales.
Algunos
balleneros
bocetaban
sus
diseños
a
mano,
pero
con
mayor
frecuencia
los
copiaban
o
los
calcaban
de
publicaciones
famosas.
Los
temas
incluían,
a
menudo,
barcos
balleneros
y
detalles
de
la
caza
de
ballenas,
imágenes
atrevidas
de
mujeres,
motivos
patrióticos
e
imágenes
idealizas
del
hogar
y
de
la
familia.
“Una
persona
que
no
haya
estado
a
bordo
de
un
ballenero
de
Nantucket
no
es
capaz
de
imaginarse
lo
promiscua
y
miserablemente
que
viven.”
—Thomas
Roe,
a
bordo
del
Sarah,
1831
68
Industria
ballenera
en
los
mares
del
sur,
aproximadamente
1835
En
la
primera
plana
de
este
detallado
grabado,
un
bote
ballenero
se
acerca
a
una
ballena
franca
herida.
El
arponero
está
de
pie
en
la
proa,
listo
para
asestar
la
lanza
matadora
detrás
de
la
aleta.
Detrás,
se
observa
el
barco
nodriza,
cuya
tripulación
está
cortando
o
rebanando
largas
tiras
de
grasa
de
una
ballena
flotante.
Cortesía
de
La
Biblioteca
del
Congreso
Las
mujeres
y
los
barcos
eran
los
temas
más
populares
en
que
trabajaban
los
marineros
en
las
tallas
sobre
dientes
de
ballena
que
hacían
durante
los
viajes
de
caza.
En
este
ejemplo,
una
joven,
posiblemente
vestida
de
luto,
contempla
nostálgicamente
un
medallón
con
el
retrato
de
un
joven.
Obsequio
de
Frederic
A.
Delano
Aún
los
balleneros
con
escaso
o
ningún
talento
artístico
podían
tallar
escenas
sumamente
detalladas
con
esta
técnica
de
pinchado
con
alfileres.
Se
pegaba
–o
se
adhería
humedeciéndola-‐
una
foto
de
revista
sobre
la
superficie
pulida
de
un
diente
de
cachalote.
El
ballenero
presionaba
un
filoso
alfiler
a
lo
largo
de
los
contornos
de
la
imagen,
luego
retiraba
el
papel,
dejando
los
puntos
sobre
la
superficie.
Después
tallaba
el
dibujo
conectando
los
puntos
y
frotando
hollín
o
pigmentos
de
color
sobre
las
líneas.
Obsequio
de
Frederic
A.
Delano
Este
diente
de
cachalote
enorme
registra
la
visita
de
la
balandra
de
guerra
USS
Alaska
a
Talcahuano,
Chile,
en
septiembre
de
1878.
Cincuenta
y
cuatro
miembros
de
la
tripulación
del
Alaska
se
ausentaron
sin
licencia,
y
tres
más
estaban
confinados
con
grillos
y
esposas
por
su
conducta
en
tierra.
Obsequio
de
Frederic
A.
Delano
4. Pie para reloj tallado en diente de cachalote, siglo XIX
Este
diente
sin
terminar
está
ahuecado
en
la
parte
posterior
para
sostener
un
reloj
de
bolsillo
–
de
caballero.
Obsequio
de
J.
H.
Clark
5. Libro de bitácora del barco ballenero Virginia de New Bedford, 1840
Este
libro
de
bitácora
contiene
la
crónica
de
viaje
del
Virginia
a
través
del
territorio
ballenero
del
Pacífico.
Las
anotaciones
del
16
de
diciembre
relatan
la
historia
de
la
caza
de
dos
ballenas
y
el
proceso
posterior
a
la
caza.
Las
cifras
escritas
en
los
sellos
con
forma
de
ballena
indican
los
barriles
de
aceite
que
se
extrajeron
de
cada
ballena.
La
última
palabra,
“Amanda”,
revela
la
69
nostalgia
del
escritor
por
su
hogar.
Este
nombre
aparece
a
menudo,
así
como
las
palabras
“hogar
dulce
hogar”.
Obsequio
de
Thomas
M.
Peakes
Tallados
sobre
dientes
de
cachalotes,
estos
sellos
se
usaban
para
registrar
los
tipos
de
ballenas
y
la
cantidad
de
barriles
de
aceite
que
ellas
generaban.
Los
sellos
se
estampaban
en
la
bitácora
de
los
barcos
balleneros,
con
un
espacio
donde
escribir
los
números.
Este
sello
se
ha
tallado
en
forma
de
cachalote.
Obsequio
de
Wilbur
James
Gould
Todos
los
viajes
comenzaban
con
el
reclutamiento
de
la
tripulación.
En
mayo
de
1876,
el
pequeño
barco
de
106
pies
Bartholomew
Gosnold
reunió
a
una
tripulación
de
31
hombres
para
su
siguiente
viaje
desde
New
Bedford.
Menos
de
la
mitad
eran
estadounidenses;
el
resto
provenían
de
Portugal,
Inglaterra,
Irlanda,
Alemania,
Francia
y
Escocia;
dos
en
la
lista
figuraban
como
negros.
El
mayor
de
la
tripulación
rondaba
los
cuarenta
años;
el
menor
tenía
dieciséis.
Obsequio
de
J.
T.
Brown
Los
alisadores
de
costuras
formaban
parte
del
equipo
de
los
fabricantes
de
velas.
Se
usaban
para
alisar
las
costuras
de
las
telas
de
lona
gruesa
con
que
se
confeccionaban
las
velas.
Este
ejemplo
probablemente
haya
sido
tallado
del
hueso
que
formaba
parte
de
la
mandíbula.
9. Escena del puerto tallada sobre hueso de ballena, siglo XIX
Este
dibujo
a
mano
alzada
de
un
puerto
imaginario,
incluye
un
buque
de
guerra,
un
faro,
un
campamento
militar
y
hasta
un
castillo
medieval
con
torrecillas.
Obsequio
de
Frederic
A.
Delano
Este
hueso,
parte
de
la
mandíbula
de
un
cachalote,
sirvió
de
lienzo
para
un
marinero.
Allí
él
dibujó
una
agitada
cacería
de
ballena
–siete
botes
balleneros
persiguiendo
a
un
grupo
de
ballenas.
El
fondo
representa
a
la
costa
de
Ternate,
una
de
las
“Islas
Especias”
o
Islas
Molucas
en
Indonesia.
Obsequio
de
Joseph
B.
Bloss
Este
guardacabo,
ceñido
por
una
soga
y
tallado
en
hueso
de
ballena,
tiene
un
ojo
por
el
que
habría
pasado
un
cabo
liviano
de
aparejo,
quizás
el
de
un
bote
ballenero.
Una
vez
de
regreso
en
el
hogar,
estas
miniaturas
también
servían
de
juguetes
para
los
niños
o
curiosidades,
que
le
recordaban
a
la
familia
su
vínculo
con
el
mar.
70
Obsequio
de
E.
H.
Cook
Confeccionadas
con
madera
dura,
hueso
o
marfil,
con
acabado
en
punta,
las
cuñas
eran
herramientas
que
se
usaban
para
el
trabajo
con
sogas,
tal
como
abrir
los
cabos
o
deshacer
nudos
endurecidos
por
la
excesiva
tensión
o
por
los
efectos
del
agua.
En
situación
de
apuro,
podían
servir
como
cabillas
para
asegurar
una
cuerda
o
hasta
como
armas.
Obsequio
de
A.
R.
Crittenden
Esta
cuchilla
para
trozar
o
picar
alimentos,
fue
tallada
en
dos
piezas
con
el
maxilar
inferior
de
un
cachalote.
La
hoja
curva
desafilada,
se
usaba
para
cortar
alimentos
blandos,
tales
como
masa
de
pan,
frutas,
embutidos
y
grasas
animales.
Obsequio
de
Spencer
F.
Baird
Cortadores
de
pasteles,
o
ruedas
cortadoras,
eran
los
elementos
que
comúnmente
fabricaban
los
balleneros
americanos.
La
rueda
acanalada
se
usaba
para
cortar
masa
o
para
sellar
los
bordes
de
una
masa
de
pastel.
Obsequio
del
Dr.
y
la
Sra.
Arthur
M.
Greenwood
Parte
del
equipo
de
un
navegante,
las
reglas
paralelas
se
usaban
para
transportar
los
puntos
cardinales,
los
derroteros
y
otra
información
direccional,
sobre
las
cartas
náuticas.
Este
conjunto,
en
madera,
presenta
incrustaciones
de
marfil
de
ballena
en
la
superficie,
con
un
taco
de
bronce
a
modo
de
ojo
de
ballena.
Obsequio
de
Wilbur
James
Gould
Aristas
o
reglas
servían,
a
bordo
de
los
barcos
balleneros,
como
guías
para
la
escritura
en
diarios
y
bitácoras
cuyas
páginas
no
tenían
renglones.
El
reverso
de
esta
vara
aparecen
marcados
los
segmentos
correspondientes
a
2-‐1/4,
4-‐1/2
y
9-‐pulgadas.
El
tonelero
del
barco
tal
vez
haya
utilizado
esta
regla
para
medir
el
nivel
de
líquido
en
los
toneles
de
madera.
El
juego
estaba
prohibido
a
bordo
de
algunos
barcos
balleneros
porque
causaba
muchos
conflictos
entre
la
tripulación.
Pero
los
“huesos”,
o
dados,
se
disimulaban
fácilmente,
y
los
tripulantes
hallaban
lugares
escondidos
donde
pasar
el
tiempo
libre
apostando
sus
ganancias,
tabaco
o
bienes.
71
Botiquín
de
un
barco,
siglo
XIX
A
partir
de
1790,
los
barcos
mercantes
estadounidenses
de
más
de
150
toneladas
y
con
más
de
10
miembros
en
la
tripulación
estaban
obligados
a
llevar
botiquines.
Los
botiquines
traían
instrucciones,
y
el
capitán
o
el
primer
oficial
eran
los
encargados
de
administrar
las
medicinas.
Este
ejemplo
muy
viajado
ostenta
etiquetas
de
Baltimore,
Maryland;
Mamaroneck,
Nueva
York;
y
Halifax,
Nueva
Escocia.
Obsequio
de
la
Facultad
de
Medicina
y
Cirugía
del
Estado
de
Maryland
(Por
medio
de
los
Dres.
Arthur
T.
Keefe
Jr.
y
Paul
A.
Mullan)
La
tarea
más
peligrosa
de
una
labor
de
por
sí
riesgosa,
era
el
trabajo
en
el
bote
ballenero.
Una
ballena
gravemente
herida,
era
aún
lo
suficientemente
fuerte
como
para
partir
el
bote
en
dos
y
arrojar
a
los
tripulantes
al
agua.
Esta
pintura
es
una
copia
de
lo
que
quizás
fuera
el
primer
grabado
estadounidense
sobre
la
caza
de
una
ballena,
impreso
en
1835.
Se
deriva
de
un
boceto
del
ballenero
Cornelius
Hulsart,
quien
perdió
un
brazo
en
el
barco
ballenero
Superior.
Obsequio
de
Eleanor
y
Mable
(Marsh)
Van
Alstyne
La
caza
de
ballenas
era
un
modo
peligroso
de
ganarse
la
vida.
Las
tripulaciones
pasaban
años
en
el
océano,
lejos
del
continente
y
de
toda
atención
médica.
Ahogarse
era
un
riesgo
siempre
latente,
y
sólo
unos
pocos
marineros
en
esa
época
del
siglo
XIX
sabían
nadar.
Una
caída
desde
las
jarcias,
un
resbalón
en
la
cubierta
aceitosa,
una
herramienta
o
un
arma
en
manos
de
un
compañero
encolerizado,
un
tropezón,
un
pie
atrapado
en
una
soga
–todo
podría
ser
motivo
de
lesiones
o
muerte.
Otras
amenazas
a
la
salud
de
los
tripulantes
eran
menos
obvias.
El
escorbuto,
enfermedades
venéreas,
raquitismo,
tétano
y
dietas
pobres
afligían
en
igual
medida
a
la
tripulación
de
balleneros
y
barcos
mercantes.
72
Amputación
en
el
mar
Iluminación y moda
Durante
siglos,
los
cuerpos
de
las
ballenas
proporcionaban
docenas
de
valiosos
productos
–
desde
aceite
de
ballena
hasta
aros
para
faldas.
Como
resultado,
las
ballenas
continuaron
capturándose
casi
hasta
el
borde
de
su
extinción,
a
fines
del
siglo
XIX.
Una historia verdadera del corsé de Madam Warren, fines del siglo XIX
Esta
ilustración
combina
escenas
de
la
captura
y
procesamiento
de
la
ballena
con
ejemplos
de
productos
derivados
de
ella
–desde
alimentos
para
esquimales
hasta
piraguas
hechos
con
sus
costillas
y
también
velas
y
aceite
para
la
iluminación
de
faroles.
Cortesía
de
Mariners’
Museum
Las
barbas
de
la
ballena
son
una
forma
de
queratina,
como
el
cabello
y
las
uñas
humanas.
Cuelgan
en
láminas
largas
y
paralelas
dentro
de
la
boca
de
algunas
especies
de
ballenas
y
sirven
para
filtrar
el
alimento
del
agua
de
mar.
Al
secarse,
adquirían
una
resistencia
y
una
flexibilidad
que
las
convertía
en
material
ideal
para
las
fustas
de
calesas,
las
ballenas
de
los
corsés
y
las
varillas
de
los
paraguas
antes
del
advenimiento
del
plástico.
Este
gran
paraguas
posee
un
eje
de
madera
y
varillas
de
barbas
de
ballena
firmemente
abisagradas
en
segmentos
cortos,
con
mango
de
marfil.
Lleva
la
inscripción
“G.
Hobbs,
Barre”,
por
haber
pertenecido
al
abuelo
del
donante,
quien
vivió
en
Barre,
Massachusetts,
hasta
aproximadamente
fines
de
la
Guerra
Civil.
Obsequio
de
A.
M.
Harrington
Los
carretes
representaban
un
par
de
manos
adicionales
para
una
tejedora.
Sostenían
las
madejas
de
hilo
o
hebras
mientras
se
devanaban
en
carretes
o
mientras
se
desovillaban
en
73
segmentos
a
medida.
Este
gran
carrete
estaba
sujeto
con
una
abrazadera
por
debajo
del
borde
de
una
mesa.
Obsequio
de
la
Sra.
Caroline
E.
Bates
El
aceite
de
ballena
iluminó
los
hogares
y
comercios
de
los
Estados
Unidos,
desde
los
años
1700
hasta
fines
de
los
1800,
mediante
variados
artefactos,
desde
faroles
de
graneros
hasta
elegantes
lámparas
de
mesa
de
vidrio
soplado.
Hacia
fines
de
siglo,
los
productos
como
el
querosén
y
otros
derivados
del
petróleo
reemplazaron
en
gran
parte
al
aceite
de
ballena
para
propósitos
de
iluminación.
Obsequio
de
la
Sra.
Virginia
W.
Hillyer
(farol)
y
de
K.
Scofield
(lámpara
a
gas)
La
cabeza
de
un
cachalote
posee
dos
grandes
cámaras,
denominadas
órganos
espermaceti.
La
cavidad
inferior
está
ocupada
por
un
tejido
conectivo,
aceitoso
y
denso.
La
sección
superior
contiene
un
aceite
más
liviano
y
valioso.
Una
ballena
de
gran
tamaño
puede
aportar
varios
cientos
de
galones.
Este
aceite
se
enfría
para
extraer
un
sólido
blanquecino,
cristalino
y
ceroso
conocido
como
espermaceti.
Las
velas
hechas
con
espermaceti
se
queman
prácticamente
sin
olor
ni
humo.
6. Aceite de cachalote para máquina de coser, fines del siglo XIX
El
aceite
de
cachalote
es
liviano
y
tiene
un
punto
de
congelación
muy
bajo.
Se
usaba
para
lubricar
máquinas
delicadas,
como
relojes
–de
pared
y
pulsera-‐
y
máquinas
de
coser,
hasta
bien
entrado
el
siglo
XIX.
Cada
libra
de
ámbar
gris
constituía
el
tesoro
más
valioso
que
se
extraía
de
la
ballena.
Esta
sustancia
acerada
proveniente
de
los
intestinos
del
cachalote,
se
hallaba
ocasionalmente
en
el
estómago
de
la
ballena,
pero
usualmente
se
la
encontraba
flotando
en
la
superficie
marina
o
depositada
en
las
costas.
Algunas
piezas
pesaban
varios
cientos
de
libras.
A
lo
largo
de
varias
décadas,
los
fabricantes
de
perfume
la
usaron
como
fijador
para
prolongar
las
fragancias.
La
explicación
del
ámbar
gris
en
las
ballenas
continúa
siendo
una
incógnita.
Puede
que
sea
generado
para
recubrir
fragmentos
indigeribles,
como
picos
de
calamares,
y
proteger
los
intestinos
de
la
ballena.
O,
tal
vez,
para
la
ballena
sea
el
equivalente
de
los
cálculos
biliares
en
los
seres
humanos.
Durante
gran
parte
del
siglo
XIX,
la
moda
femenina
dictaba
cinturas
muy
delgadas.
La
mayoría
de
las
mujeres
lograban
esta
forma
vistiendo
corsés
muy
ceñidos,
armados
con
piezas
de
barbas,
denominadas
ballenas.
Una
de
las
tallas
en
hueso
de
cachalote
que
un
ballenero
podía
producir
era
una
ballena
para
el
corsé
de
la
amada.
74
Cada
una
de
estas
ballenas
tiene
una
escena
ciudadana
grabada
sobre
una
de
las
caras.
Sobre
la
otra
cara
se
observan
ocho
pinturas,
presididas
por
el
retrato
de
una
bella
joven.
La
otra
lleva
inscripto
un
lastimero
poema
de
amor
en
el
reverso.
Obsequios
de
Frederic
A.
Delano,
Dr.
y
Sra.
Arthur
M.
Greenwood,
y
familia
Belcho
(En la pared) Corralón de secado de barbas de ballena, siglo XIX
Las
barbas
de
ballena
son
un
material
rígido
presente
en
la
mandíbula
superior
de
algunas
ballenas,
el
cual
les
permite
filtrar
pequeñas
partículas
de
alimento
del
océano.
Hacia
fines
de
1870,
las
barbas
se
vendían
en
más
de
$3,00
la
libra
como
materia
prima
para
la
fabricación
de
armazones
de
paraguas,
aros
de
faldas,
calzadores
de
zapatos
y
otros
productos.
Las
barbas
de
una
sola
ballena
de
Groenlandia
podían
llegar
a
valer
más
de
$50.000.
Cortesía
de
New
Bedford
Whaling
Museum
Dos
siglos
previos
al
arribo
de
los
primeros
colonizadores
a
Nueva
Inglaterra,
los
exploradores
ya
informaban
acerca
de
la
abundancia
de
enormes
bacalaos
en
aguas
de
ese
territorio
y
de
la
costa
atlántica
de
Canadá.
El
explorador
inglés
Bartholomew
Gosnold
quedó
tan
impresionado,
que
en
1602
le
cambió
el
nombre
a
Cape
Saint
James
por
el
de
Cape
Cod
(Cabo
del
Bacalao).
El
bacalao
seco
constituyó
un
producto
esencial
en
los
inicios
del
comercio
en
el
Atlántico,
pero
no
fue
sino
hasta
mediados
del
siglo
XIX
que
la
pesca
de
bacalao
comenzó
a
explotarse
a
escala
industrial.
Respondiendo
a
las
oleadas
de
inmigrantes
que
llegaban
a
América,
se
fue
generando
la
expansión
de
ciudades,
industrias
y
habitantes
de
la
nación.
Paralelamente,
crecieron
las
industrias
pesqueras
comerciales.
Los bancos
Vastas
áreas
de
bancos
sumergidos
se
prolongaban
al
filo
de
la
plataforma
continental,
desde
el
sur
de
Nueva
Inglaterra
hasta
Newfoundland,
Canadá.
En
ellos,
las
condiciones
favorables
de
temperatura,
las
corrientes
y
la
riqueza
de
alimentos
propia
de
las
aguas
poco
profundas
y
de
las
salientes,
propiciaban
la
proliferación
de
bacalao
del
Atlántico
y
otras
especies.
Había
dos
áreas
especialmente
productivas
para
los
pescadores
comerciales:
George’s
Bank,
localizado
a
unas
100
millas
al
este
de
Cape
Cod,
y
Grand
Banks,
a
1.000
millas
de
allí.
75
Gloucester:
la
pesca
en
los
bancos
La
industria
pesquera
de
bacalao
en
Nueva
Inglaterra
creció
explosivamente
a
mediados
del
siglo
XIX.
Hombres
de
ascendencia
italiana,
canadiense,
antillana
y
especialmente
portuguesa,
se
conglomeraron
en
Gloucester,
Massachusetts,
para
buscar
empleo
en
las
industrias
pesqueras
y
escapar
de
la
discriminación
que
enfrentaban
en
otras
comunidades
de
Nueva
Inglaterra.
En
1888
vivían
en
Gloucester
aproximadamente
200
familias
portuguesas,
que
se
convirtieron
en
la
comunidad
portuguesa
más
grande
de
la
costa
este.
Para
fines
de
la
década
de
1880,
había
aproximadamente
400
barcos
que
salían
a
pescar
desde
las
costas
de
Gloucester.
Durante
el
apogeo
de
la
pesca
de
bacalao
en
Gloucester,
los
muelles
estaban
colmados
de
tendederos
para
secar
pescado
como
este
de
D.C.
&
H.
Babson,
en
1882.
Goletas
de
Gloucester
Las
goletas
comenzaron
a
construirse
en
los
alrededores
de
Gloucester,
Massachusetts,
a
comienzos
de
1713.
Estas
embarcaciones
presentaban
grandes
bodegas
para
almacenar
el
pescado
y
las
provisiones,
pero
también
estaban
diseñadas
para
navegar
velozmente
a
fin
de
alcanzar
las
áreas
de
pesca
con
rapidez.
Al
ser
la
pesca
tan
remunerativa,
los
dueños
demandaban
barcos
cada
vez
más
grandes
y
veloces.
Obtuvieron
lo
que
pedían
–cascos
más
largos
y
más
anchos,
capaces
de
acarrear
más
pescados,
y
enormes
superficies
de
velas
para
aprovechar
mejor
el
viento.
Pero
a
cambio
de
mayor
velocidad,
se
sacrificó
la
seguridad.
Muchas
goletas
eran
peligrosamente
inestables
y
propensas
a
volcar
durante
las
tormentas.
También
eran
riesgosas
para
los
hombres
que
debían
encaramarse
en
el
bauprés
para
ajustar
las
velas.
Pronto
los
baupreses
empezaron
a
conocerse
como
los
“hacedores
de
viudas”.
Los
pescadores
que
usaban
sedales
de
mano
se
ubicaban
de
pie
en
la
baranda
de
la
goleta,
cada
uno
con
un
sedal
de
pesca,
que
tenía
un
espaciador
y
dos
anzuelos.
Aquí
se
observa
un
pescador
sacando
a
un
pescado
con
un
arpón,
otro
le
está
cortando
la
lengua
a
un
bacalao
–
método
que
se
utilizaba
para
contar
los
peces
capturados
por
cada
pescador—
y
un
tercero,
está
tendiendo
su
sedal.
Los
pescadores
de
George’s
Bank
usaban
unos
900
pies
de
sedal.
Subir
al
barco
un
par
de
bacalaos,
a
mano,
llevaba
alrededor
de
treinta
minutos.
Dibujo
de
H.
W.
Elliott
y
del
Capt.
J.
W.
Collins,
alrededor
de
1882
76
Una
terrible
mortandad
La
dependencia
de
Gloucester
con
el
Atlántico
norte
suponía
un
estrecho
contacto
de
la
ciudad
con
la
tragedia
y
la
muerte.
“La
historia
de
las
industrias
pesqueras
de
Gloucester
se
ha
escrito
con
lágrimas”,
escribió
un
reportero
anónimo
en
1876.
Entre
1866
y
1890,
más
de
380
goletas
y
2.450
hombres
de
Gloucester
jamás
regresaron
del
mar.
Nada
más
que
en
una
sola
tormenta,
el
24
de
agosto
de
1873,
se
perdieron
nueve
embarcaciones
que
habían
partido
de
Gloucester,
con
128
pescadores
abordo.
En
1865,
miembros
de
la
comunidad
formaron
el
Fondo
de
Ayuda
Social
a
las
Viudas
y
Huérfanos
de
Pescadores
y
Hombres
de
Mar
de
Gloucester
a
fin
de
asistir
a
las
familias
de
los
pescadores.
En
1882,
el
Capitán
Joseph
Collins
lanzó
esta
pregunta
a
través
del
diario
de
Gloucester,
el
Cape
Ann
Weekly
Advertiser.
Demasiados
pescadores
perecían
en
el
mar,
y
Collins
abogaba
junto
a
otros
compañeros,
por
la
creación
de
nuevos
diseños
de
goletas,
que
se
construyeran
con
cascos
más
profundos
y
de
mayor
estabilidad,
así
como
con
esquemas
de
velas
que
no
requirieran
de
un
bauprés
–palo
que
se
proyecta
hacia
adelante
desde
la
proa—
de
tal
prolongación.
Esta
casa
se
construyó
alrededor
de
1870
para
albergar
a
viudas
de
pescadores
de
Gloucester.
Contaba
con
diez
apartamentos
de
tres
habitaciones
cada
uno.
La
renta
de
cada
unidad
costaba
$3
por
mes.
Nuestra Señora del Buen Viaje (Our Lady of Good Voyage)
Las
familias
portuguesas
de
Gloucester
han
sido
devotas
de
la
iglesia
de
Nuestra
Señora
del
Buen
Viaje
desde
1893.
La
estatua
en
el
segundo
nivel
muestra
a
la
santa
de
la
iglesia
sosteniendo
a
un
barco
en
la
mano
izquierda,
como
símbolo
de
un
viaje
seguro.
Cortesía
de
Cape
Ann
Historical
Association
1. La goleta Fredonia
77
tripulación,
perecieron.
El
resto
fue
rescatado
por
un
barco
de
vapor
que
transitaba
en
las
cercanías.
Goleta
Fredonia
Diseñada
por
Edward
Burgess
Construida
por
Moses
Adams,
Essex,
Massachusetts,
1889
Obsequio
de
U.S.
Bureau
of
Fisheries
2. McManus “Knockabouts”
3. Sirena, 1880s
Perderse
en
la
niebla
era
la
pesadilla
de
todo
marinero
que
tripulara
un
bote
doris.
Los
doris
estaban
equipados
con
sirenas
que
los
marineros
usaban
para
señalar
su
posición.
Durante
los
días
de
mucha
neblina,
los
hombres
a
bordo
de
la
goleta
hacían
sonar
una
sirena
más
poderosa
que
se
accionaba
con
una
bomba
o
un
fuelle
para
que
los
hombres
a
bordo
del
doris
pudieran
localizar
a
la
embarcación.
Obsequio
de
Wilcox,
Crittenden
&
Co.
78
4. Bueno
para
la
salud
El
aceite
de
hígado
de
bacalao
era
un
derivado
de
la
industria
del
bacalao.
Este
aceite
contenía
vitaminas
esenciales
y
ayudaba
a
prevenir
el
raquitismo,
una
enfermedad
común
entre
los
niños
mal
nutridos
a
fines
de
los
1800.
Los
niños
le
tenían
pavura
al
sabor
de
la
dosis
diaria,
y
esta
muestra
de
principios
de
los
1900
recomienda
tres
dosis
al
día.
Obsequio
de
Mario
Casinelli
6. Anzuelo
Imagínense
tener
que
cebar
1.600
de
estos
anzuelos
en
un
solo
sedal
de
pesca.
Esta
era
una
de
las
tareas
del
pescador
de
doris,
día
tras
día,
durante
meses.
Obsequio
de
Peter
Nelson,
de
la
goleta
Grace
L.
Fears
Este
tipo
particular
de
cuchillo
se
usaba
para
abrir
la
carne
del
pescado
a
lo
largo
de
la
espina
dorsal
a
fin
de
darle
una
apariencia
más
gruesa,
adiposa,
que
resultaba
más
atractiva
para
los
clientes.
Se
utilizaba
en
el
comercio
de
pescado
congelado.
Obsequio
de
U.S.
Fish
Commission
Los
pescadores
de
Gloucester
cebaban
sus
sedales
de
arrastre,
por
lo
general,
con
pequeños
peces
como
la
lacha
tirana
(menhaden)
o
el
capelán.
Usaban
cuchillos
como
éste
para
preparar
tajadas
de
cebo.
Obsequio
de
G.
P.
Foster
9. Mitones
Los
mitones
de
pescador
se
hacían
de
lana
tejida
con
interior
de
paño.
Gracias
a
estos
mitones
de
lana,
los
pescadores
podían
asir
y
sostener
mejor
los
sedales
de
pesca
con
las
manos.
79
Obsequio
de
U.S.
Fish
Commission
10. El Dauntless
Los
pescadores
se
entretenían
durante
los
viajes
largos
jugando
a
El
Zorro
y
las
Ocas
(Fox
&
Geese),
así
como
a
otros
juegos
de
mesa
simples.
En
este
juego
participaban
dos
jugadores
y
el
zorro
(una
ficha),
quien
tenía
que
eliminar
a
las
ocas
(varias
fichas)
antes
de
que
ellas
lo
cercaran.
Obsequio
del
Cap.
George
Merchant
Jr.
El
cocinero
George
W.
Scott
escribió
un
diario
de
sus
actividades
en
la
goleta
pesquera
Ocean
King,
durante
un
viaje
desde
Gloucester
a
Grand
Banks
en
1879.
Entre
las
provisiones
que
se
llevaban
para
un
viaje
de
cuatro
meses
había:
• 210
toneles
grandes
de
sal
(para
salar
el
bacalao)
• 5
barriles
de
carne
• 1
barril
de
cerdo
• 1
barril
de
jamón
• 10
barriles
de
harina
• 330
libras
de
azúcar
• 50
galones
de
melaza
80
• 15
cestos
de
patatas
• 200
libras
de
mantequilla
• Más
todas
las
otras
cosas
que
por
lo
general
se
hallan
en
una
tienda
de
comestibles
En
el
verano,
los
cocineros
abordo
de
las
goletas
pesqueras
de
Gloucester
vestían
pantalones
de
algodón
y
camisas
a
cuadros
como
éstos.
En
la
época
de
pesca
con
doris,
el
cocinero
era
uno
de
los
hombres
más
importantes
a
bordo.
Preparaba
cuatro
o
cinco
comidas
al
día,
pescaba
si
era
necesario,
y
asistía
al
capitán
cuando
los
hombres
se
iban
a
pescar
en
los
doris.
Obsequio
de
U.S.
Fish
Commission
Esta
campana
se
usaba
abordo
de
una
goleta
de
Gloucester
para
llamar
a
comer
a
los
pescadores.
Las
comidas
diarias
comenzaban
con
el
desayuno
antes
del
amanecer,
la
cena
como
comida
principal
y
un
vigoroso
refuerzo
más
tarde.
Solían
hacerse
frecuentes
descansos
para
tomar
café
o
té
con
algún
resto
de
comida.
En
goletas
más
grandes,
el
cocinero
servía
las
comidas
en
dos
turnos.
Obsequio
de
U.S.
Fish
Commission
Los
pescadores
de
Grand
Banks
trabajaban
bajo
las
más
adversas
condiciones
climáticas.
Para
protegerse
de
los
vientos
helados
y
de
las
salpicaduras
del
mar,
vestían
botas
de
goma
forradas
con
fieltro,
chaquetas
y
sombreros
fabricados
con
lona
aceitada.
Este
sombrero
impermeabilizado,
con
interior
de
franela,
era
nuevo
cuando
fue
expuesto
en
una
exposición
de
ropa
para
pesca
en
Londres,
en
1883.
Obsequio
de
A.
J.
Tower
Luego
del
auge
de
la
pesca
de
bacalao
en
la
década
de
1880,
los
pescadores
de
Gloucester
siguieron
practicando
la
pesca
de
costa
y
de
profundidad.
A
lo
largo
del
siglo
XX
era
común
el
uso
de
barcas
a
diesel
o
gasolina,
llamadas
trawlers,
con
las
que
arrastraban
grandes
redes
destinadas
a
la
pesca
de
bacalao,
abadejo,
lenguado
y
otros
peces.
Alrededor
de
1950,
comenzaron
a
aparecer
buques
de
arrastre
extranjeros.
Y
una
década
más
tarde,
irrumpieron
en
el
mar
enormes
buques
factoría
provenientes
de
todo
el
mundo,
arrastrando
redes
con
las
que
capturaban
toneladas
de
peces.
En
1977,
los
Estados
Unidos
y
Canadá
prohibieron
el
ingreso
de
buques
de
arrastre
extranjeros
en
las
zonas
de
pesca.
Una
vez
eliminada
la
competencia
extranjera,
las
flotas
estadounidenses
y
canadienses
se
expandieron
rápidamente
y
la
presencia
de
bacalao
declinó
aún
más.
En
los
años
1990,
ambas
naciones
81
convinieron
en
prohibir
en
la
mayor
parte
de
George’s
Bank
la
pesca
de
especies
que
se
alimentan
en
el
fondo,
como
el
bacalao.
Hoy
en
día,
la
mayoría
del
bacalao
que
se
vende
en
el
supermercado
no
proviene
del
Atlántico
Norte.
Ataúd
de
bacalao
En
1992,
Canadá
declaró
una
moratoria
para
la
pesca
del
bacalao
en
las
aguas
costeras
del
Atlántico.
El
pescador
Dan
Murphy,
de
Dunville,
Newfoundland,
hizo
este
bacalao-‐en-‐un-‐féretro,
para
expresar
su
perspectiva
acerca
de
esta
decisión
y
del
impacto
que
tuvo
en
su
modo
de
ganarse
la
vida.
Vendía
estos
ataúdes
en
el
mercado
de
pulgas
local.
La
abundancia
de
pescados
y
mariscos
de
la
Bahía
de
Chesapeake
maravillaron
y
deleitó
a
aquellos
que
primero
se
aventuraron
en
la
región.
Las
ostras
descollaban
entre
las
maravillas
de
la
bahía,
descritas
como
“de
gran
tamaño
y
delicado
sabor”
y
proliferando
en
bancos
y
fondos
marinos”.
Una
vez
que
se
separan
de
la
concha,
las
ostras
se
pudren
rápidamente.
Hasta
principios
del
1800,
la
mayoría
de
las
ostras
de
Chesapeake
se
cosechaban
para
el
consumo
local.
Transcurrida
la
mitad
del
siglo
XIX,
las
ostras
peladas
podían
embalarse
en
hielo
o
enlatarse
para
su
envío
hasta
mercados
distantes.
El
crecimiento
de
las
ciudades
en
Estados
Unidos
vino
acompañado
por
un
aumento
en
la
demanda
de
ostras,
tal
es
así,
que
las
ostras
de
Chesapeake
fueron
ingresando
en
los
ávidos
mercados
de
Pittsburgh,
Detroit,
Minneapolis
y
otros
sitios
del
oeste.
La Bahía
Desde
su
cabecera
en
el
estado
de
Nueva
York
hasta
la
desembocadura
cerca
de
Norfolk,
Virginia,
la
cuenca
de
Chesapeake
cubre
unas
64.000
millas
cuadradas.
El
agua
dulce
que
confluye
de
las
corrientes
de
numerosos
ríos,
incluyendo
el
Susquehanna,
el
Potomac
y
el
James,
se
mezcla
con
las
aguas
saladas
del
Atlántico,
a
la
altura
de
Norfolk,
generando
allí
el
estuario
más
grande
y
más
productivo
del
país.
“Baltimore
descansaba
muy
cerca
de
la
inmensa
fábrica
de
proteínas
de
la
Bahía
de
Chesapeake,
de
la
cual
se
alimentaba
divinamente.”
—H.
L.
Mencken,
Happy
Days,
1940
El
enlatado
—la
preservación
de
alimentos
mediante
su
calentamiento
en
latas
o
frascos—
se
inició
en
Francia
a
principios
de
1800.
Para
la
década
de
1840,
el
enlatado
de
ostras
ya
era
una
industria
establecida
en
Baltimore.
La
proximidad
de
los
lechos
de
ostras,
más
el
aumento
de
la
población
de
trabajadores
y
de
las
conexiones
ferroviarias,
hicieron
de
Baltimore
el
centro
de
la
fabricación
de
conservas
del
país.
Para
1870,
la
ciudad
ya
contaba
con
más
de
100
envasadoras.
82
Venta
de
ostras
Las
ostras
se
vendían
hasta
en
el
mercado
de
carnes
de
J.
M.
Karmany,
en
el
pequeño
pueblo
de
Mankato,
Minnesota,
en
1881.
Cortesía
de
Minnesota
Historical
Society
Ostras “Cove”
Miles
de
personas
trabajaban
en
las
fábricas
de
conservas
de
Baltimore,
envasando
ostras
en
invierno
y
frutas
y
vegetales
en
verano.
Muchos
inmigrantes,
especialmente
mujeres
del
este
de
Europa,
trabajaban
abriendo
ostras.
En
esta
imagen
de
1914,
están
abriendo,
o
pelando,
ostras
al
vapor,
un
proceso
que
aflojaba
el
músculo
de
la
ostra
para
poder
separar
las
conchas
y
facilitar
la
tarea.
Cortesía
de
The
Maryland
Historical
Society
Después
de
la
Guerra
Civil,
muchos
afroamericanos
hallaron
empleo
en
las
industrias
de
mariscos
de
Chesapeake.
Las
fábricas
de
conservas
en
pequeñas
comunidades
como
Crisfield,
sobre
la
margen
oriental
de
Maryland,
proveían
trabajo
principalmente
a
las
mujeres
afroamericanas,
pelando
ostras.
En
esta
imagen
de
1891,
los
trabajadores
aparecen
encima
de
los
residuos
de
su
labor
–una
pila
de
conchas
de
ostras.
Cortesía
de
la
Administración
Nacional
de
Archivos
y
Registros
Una procesadora de ostras rodeada de conchas en Crisfield, Maryland, 1891
83
Cama
favorita
para
pequeños
botes:
recolección
y
preparación
de ostras
en
circunstancias
difíciles
Era
sabido
que,
en
la
oscuridad
de
la
noche,
los
dragadores
se
escabullían
a
cosechar
ostras
en
el
territorio
de
los
tenaceros.
Para
los
dragadores
resultaba
muy
fácil
capturar
las
ostras
en
las
áreas
poco
profundas
asignadas
a
los
tenaceros.
De
“The
Oyster
War
in
Chesapeake
Bay,”
Harper’s
Weekly,
1
de
marzo,
1884
Cortesía
de
Library
of
Congress
A
mediados
del
siglo
XIX,
pescadores
de
Chesapeake
cosechaban
millones
de
cestos
de
ostras
a
fin
de
satisfacer
la
demanda
del
país.
La
temporada
1884-‐85
marcó
el
apogeo
de
la
cosecha,
con
unos
15
millones
de
cestos
extraídos
de
la
bahía.
La
competencia
entre
los
pescadores
de
ostras
era
feroz.
Los
botes
planos,
o
tongers,
usaban
unas
tenazas
de
mango
largo
para
sacar
las
ostras
del
fondo
de
unas
pocas
a
la
vez.
Con
ellos
competían
barcos
mucho
más
grandes,
que
usaban
el
equipo
más
eficiente
disponible
–las
dragas.
Tenaceros
y
dragadores
tenían
asignadas
zonas
de
ostras
separadas.
Aún
así,
para
1868,
la
situación
se
había
tornado
tan
peligrosa
que
Maryland
organizó
una
Policía
de
Ostras
a
fin
de
mantener
la
paz
en
el
territorio
de
las
ostras.
Las
ostras
contribuyeron
a
la
formación
de
las
comunidades
que
rodean
a
la
Bahía
de
Chesapeake.
Por
generaciones,
los
pescadores
y
sus
familias
se
ganaron
la
vida
explotando
los
recursos
ocultos
en
el
agua.
Si
uno
se
pusiera
a
raspar
la
superficie,
en
lugares
como
Crisfield,
Cambridge,
Oxford,
St.
Michaels,
Galesville,
Solomons
o
Smith
Island,
Maryland,
podría
hallar
un
legado
de
ostras.
Ninguna
comida
comunitaria
de
la
iglesia,
festival
o
Día
de
Gracias
estaría
completa
sin
la
presencia
de
ostras
–guisadas,
fritas,
al
vapor,
crudas
u
horneadas
dentro
de
un
pastel.
El
Campeonato
Nacional
Estadounidense
de
Desvainado
de
Ostras
se
celebra
en
el
condado
de
St.
Mary,
Maryland,
todos
los
octubres.
Ruth
Smith
ganó
la
competencia
en
1981.
Fotografía
de
John
Gibbs,
cortesía
de
Calvert
Marine
Museum
84
Un
símbolo
de
Chesapeake
Una
ley
que
se
aprobó
en
1865,
aún
contribuye
a
la
sobrevivencia
de
los
skipjacks
–veleros
de
un
solo
mástil
que
se
dedican
a
buscar
ostras.
Esta
ley
prohíbe
el
uso
de
dragas
–el
método
más
eficiente
de
cosechar
ostras—
a
bordo
de
barcos
a
motor.
Como
los
skipjacks
solamente
navegan
a
vela,
pueden
usar
dragas.
Sin
embargo,
dada
la
severa
disminución
de
la
población
de
ostras
en
la
bahía,
desde
los
años
1990
a
esta
parte
se
observaron
muy
pocas
operaciones
de
skipjackers.
Fotografía
de
Marion
Warren
Este
cuchillo
para
pelar
ostras
fue
fabricado
por
un
herrero
y
utilizado
en
el
área
de
Crisfield,
Maryland,
probablemente
alrededor
de
1900.
Estallidos
de
fiebre
tifoidea
y
otras
enfermedades
persuadieron
al
Congreso
de
los
EE.UU.
a
aprobar
las
Leyes
de
Alimentos
Puros,
en
1906.
Varias
de
las
nuevas
reglamentaciones
apuntaban
a
la
industria
de
las
ostras.
Las
leyes
regulaban
desde
las
camas
de
ostras
hasta
las
empaquetadoras,
y
desde
las
fuentes
de
los
moluscos
hasta
los
métodos
de
envío
y
el
etiquetado.
Para
recobrar
la
confianza
del
público,
la
industria
de
las
ostras
publicaba
las
condiciones
sanitarias
bajo
las
cuales
se
manipulaban
las
ostras
y
los
altos
estándares
usados
para
el
empaquetamiento
de
ostras
frescas
peladas.
Las
latas
de
ostras
se
estampaban
con
los
números
de
certificación
de
las
envasadoras
y
las
ostras
que
venían
dentro
se
anunciaban
como
frescas,
puras,
sanas
y,
por
supuesto,
deliciosas.
85
4. Excelentes
ostras
frescas
todos
los
días
Las
ostras
hacían
furor
a
fines
de
los
1800.
Aquellos
a
quienes
les
gustaba
su
carne
fresca,
suave,
con
sabor
a
mar,
devoraban
toneladas
de
estos
moluscos
en
salones,
bares
y
restaurantes
de
ostras.
Los
empacadores
de
Baltimore
utilizaban
tarjetas
de
colección
para
hacer
la
publicidad
de
sus
ostras,
y
se
servían
de
imágenes
populares
del
momento,
colmadas
de
temas
banales,
exageraciones
y
estereotipos.
La
moda
de
comer
ostras
crudas
disminuyó
a
principios
de
los
1900,
principalmente
debido
a
problemas
de
salud
asociados
al
consumo
de
ostras.
Pero
los
verdaderos
entusiastas
continuaron
alimentando
su
pasión
por
las
suculentas
ostras
de
la
bahía.
Este
tenedor
para
ostras,
hecho
en
Baltimore
en
los
años
1920,
pertenecía
al
periodista
y
crítico
H.
L.
Mencken,
conocido
como
“El
Sabio
de
Baltimore”.
Obsequio
de
August
Mencken
86
mano,
y
lanza
la
cesta
a
bordo.
Imaginarse
esta
tarea
dentro
de
un
bote
en
movimiento
en
el
medio
del
invierno,
nos
permite
entender
por
qué
la
cosecha
de
ostras
con
tenazas
era
un
oficio
peligroso.
Obsequio
de
T.
B.
Ferguson
Construidos
por
primera
vez
a
fines
del
siglo
XIX,
los
skipjacks—
barcos
de
un
mástil
y
fondo
en
“V”—gradualmente
reemplazaron
a
los
bugeyes
en
la
flota
de
dragadores
de
ostras.
Su
diseño
simple
de
aparejo
y
casco
demostró
ser
más
fácil
de
construir,
operar
y
mantener.
Al
igual
que
otras
embarcaciones,
algunos
skipjacks
se
construyeron
en
astilleros
establecidos,
pero
mucho
más
fueron
hechos
por
carpinteros
y
pescadores
de
pequeñas
comunidades
en
los
alrededores
de
la
bahía.
Este
barco
dragador
se
bautizó
con
el
nombre
de
una
pequeña
niña
que
vivía
en
la
comunidad
de
Inverness.
Skipjack
Gertrude
Wands
Construido
por
John
Branford
Costa
Este
de
Maryland,
1899
Barcos
de
trabajo
abarrotaban
el
puerto
de
Baltimore
alrededor
de
1900.
La
cosecha
de
las
ostras
de
Chesapeake
fue
declinando
a
lo
largo
del
siglo
XX.
A
pesar
de
los
límites
a
la
recolección
y
de
los
programas
para
sembrar
camas
de
ostras,
este
recurso
natural
nunca
se
recuperó.
Dos
virus
–MSX
y
Dermo—continúan
decimando
las
pequeñas
poblaciones
de
ostras
remanentes.
La
mayoría
de
los
expertos
están
de
acuerdo
en
que
fueron
varios
los
87
factores
que
se
sumaron
–la
cosecha
excesiva,
la
sedimentación,
la
contaminación
y
las
enfermedades—
para
contribuir
a
la
casi
desaparición
de
las
ostras
de
la
Bahía
de
Chesapeake.
A
causa
de
la
falta
de
ostras,
también
sufrieron
muchas
comunidades
pesqueras
cercanas
a
la
bahía.
Cuando
las
ostras
no
son
suficientes
para
mantener
ocupado
a
un
ostrero,
su
mente
comienza
a
incursionar
por
caminos
creativos.
La
madera
con
la
que
se
talló
este
pato
pertenece
al
mástil
de
la
venerable
balandra
de
ostras
Rebecca
T.
Ruark,
construida
en
1886.
Esta
pieza
data
de
junio
de
2000,
y
forma
parte
de
un
conjunto
de
otros
82
patos
que
talló
Charles
Jobes,
de
Havre
de
Grace,
Maryland,
con
la
madera
del
mástil
del
Rebecca.
Préstamo
del
Chesapeake
Bay
Maritime
Museum
El
Río
Columbia
es
el
más
extenso
del
oeste
de
los
Estados
Unidos,
y
sus
aguas
recibían
tiempo
atrás,
migraciones
de
salmón
Chinook
que
eran
verdaderos
milagros
de
la
naturaleza.
Estos
preciados
peces,
algunos
con
un
peso
de
más
de
70
libras,
luchaban
remontando
las
aguas
corriente
arriba
para
reproducirse.
Durante
siglos,
el
salmón
formó
parte
fundamental
de
la
dieta,
la
economía
y
la
cultura
de
los
pueblos
nativos
de
esta
rivera.
En
la
década
de
1860,
empresarios
estadounidenses
establecieron
fábricas
de
conservas
sobre
las
márgenes
del
río,
e
impusieron
el
gusto
por
el
salmón
en
pueblos
desde
Inglaterra
hasta
Australia.
Sin
embargo,
décadas
de
pesca
comercial
y
fábricas
de
conservas
produjeron
cambios
dramáticos
en
el
paisaje
de
la
región,
en
el
entorno
y
en
la
cultura.
A
fines
de
1800,
aproximadamente
la
mitad
de
la
producción
de
las
empaquetadoras
del
Rio
Columbia
se
exportaba
a
Gran
Bretaña
y
Australia.
Las
etiquetas
con
nombres
de
marcas
como
“Globe”
“Empire”
y
“Royal”,
así
como
imágenes
de
la
realeza
inglesa
y
banderas
de
diversas
naciones,
reflejaban
el
alcance
global
de
las
especies
más
preciadas:
chinook,
salmón
plateado
y
salmón
rojo.
Cortesía
de
Columbia
River
Maritime
Museum
El río
El
Río
Columbia
corre
a
lo
largo
de
1.200
millas
en
dirección
sudeste
desde
British
Columbia
hasta
el
Pacífico.
Conforma
el
límite
entre
Oregón
y
Washington.
88
Fábricas
de
conservas
sobre
el
río
Columbia
Fresco,
en
salazón,
seco
y
ahumado,
eran
las
opciones
para
preservar
y
consumir
el
salmón
antes
de
la
expansión
de
la
tecnología
de
enlatado
a
mediados
del
siglo
XIX.
William
Hume,
su
hermano
George
y
su
amigo
Andrew
Hapgood
establecieron
la
primera
fábrica
de
conservas
en
el
Río
Columbia
en
el
año
1866.
Se
sumaron
otras
compañías,
así
como
también
pescadores,
trabajadores
y
comerciantes.
Para
1883
había
55
fábricas
de
conservas
a
lo
largo
del
Columbia,
y
la
industria
en
torno
al
salmón
del
Pacífico
se
encontraba
entre
las
industrias
pesqueras
más
valiosas
del
mundo.
Ese
año,
el
más
productivo
de
la
historia,
las
fábricas
de
conservas
acumularon
630.000
cajones
de
salmón
–30,2
millones
de
latas
de
una
libra.
Pequeña Escandinavia
Entre
1850
y
1900,
la
población
indígena
de
la
cuenca
del
Columbia
declinó
en
un
95
por
ciento
a
causa
de
enfermedades,
decesos
y
desplazamientos.
La
población
no
nativa
aumentó,
en
cambio,
en
un
1.000
por
ciento.
Los
pueblos
indígenas
permanecieron
en
algunos
de
sus
sitios
tradicionales
de
pesca,
incluyendo
las
cascadas
Celilo.
Allí
capturaban
los
peces
mediante
el
uso
de
redes
profundas,
quedándose
con
algunos
para
el
alimento
propio
y
vendiendo
el
resto
a
las
fábricas
de
conservas.
Cortesía
de
Administración
Nacional
del
Nacional
Oceánica
y
Atmosférica
89
Trabajadores
chinos
Las
fábricas
de
conservas
mecanizaban
todo
lo
posible
el
proceso
de
enlatado
a
fin
de
incrementar
la
producción,
utilizando
la
menor
cantidad
de
mano
de
obra
factible.
Pero
el
corte
y
limpieza
del
pescado
seguían
siendo
un
trabajo
manual,
lo
cual
provocaba
una
congestión
en
la
producción
durante
los
picos
de
la
temporada
de
pesca.
En
1903,
Edmund
Smith,
de
Seattle,
introdujo
su
“máquina
de
limpiar
pescado”,
cuyo
éxito
señaló
el
principio
del
fin
de
los
limpiadores
de
pescado
chinos.
Cortesía
de
la
Oficina
de
Patentes
y
Marcas
Registradas
de
los
EE.UU.
El
nombre
común
que
se
le
daba
a
la
máquina
de
Smith
era
“chino
de
hierro”,
un
término
que
reconocía
las
habilidades
superiores
de
los
limpiadores
chinos,
a
la
vez
que
los
insultaba
con
un
epíteto
racista.
Las
máquinas
se
instalaron
en
las
fábricas
de
conservas
a
lo
largo
de
casi
toda
la
costa.
Cortesía
del
Museo
de
la
Historia
y
la
Industria,
Seattle
Los
trabajadores
de
las
fábricas
de
conservas
fabricaban
las
latas
donde
se
envasaba
el
salmón.
Esas
latas
se
almacenaban
y
se
transportaban
en
cestos
como
este.
Préstamo
de
Columbia
River
Maritime
Museum
90
Salmón
del
Pacífico
El
norte
del
Pacífico
alberga
cinco
especies
de
salmón
y
la
trucha
arco-‐iris,
una
especie
migrante.
Cada
clase
de
salmón
se
conoce
con
distintos
nombres:
chinook,
rojo,
plateado,
chum
y
rosado.
Todos
tienen
valor
comercial,
pero
el
chinook
solía
ser
el
más
preciado
dentro
del
sistema
del
Río
Columbia.
De
John
N.
Cobb,
“Pacific
Salmon
Fisheries.”
(Washington,
DC:
Government
Printing
Office),
1921,
cortesía
de
La
red
de
Bibliotecas
de
la
Institución
Smithsonian
Unas
2.500.000
latas
de
salmón
colmaban
prácticamente
un
depósito
de
esta
fábrica
de
conservas
en
Astoria,
Oregón,
a
fines
de
los
años
1800.
Cortesía
de
Columbia
River
Maritime
Museum
A
fines
de
los
años
1800,
los
dueños
de
las
fábricas
de
conservas
descubrieron
las
abundantes
reservas
de
salmón
que
poseía
Alaska.
En
1893
se
formó
la
Asociación
de
Empacadores
de
Alaska,
y
sus
miembros
edificaron,
o
fondearon,
fábricas
de
conservas
flotantes
en
Cook
Inlet,
Kodiak
Island,
Bristol
Bay
y
muchas
otras
áreas.
De
Pacific
Fisherman,
Annual
Review,
1909
Cortesía
de
Freshwater
and
Marine
Image
Bank,
Fisheries-‐Oceanography
Library
of
the
University
of
Washington
1. El Royal
Agalleros
La
mayoría
de
los
pescadores
del
curso
bajo
del
río
Columbia
usaban
redes
agalleras.
Estas
paredes
de
redes,
que
los
hombres
arrojaban
desde
pequeños
botes,
enganchaban
a
los
peces
de
las
agallas
mientras
remontaban
la
corriente.
También
se
usaban
otros
tipos
de
equipo
–redes
cerqueras,
trampas
estacionarias
y
molinos
de
pesca—
pero
los
escandinavos
preferían
la
red
agallera.
Cortesía
de
la
Biblioteca
del
Congreso
91
2. Agujas
y
cordel
Las
típicas
redes
agalleras
del
Río
Columbia,
en
1880,
estaban
hecha
de
hilo.
Tenían
900
pies
de
largo
y
unos
300
corchos
de
cedro,
además
de
150
pesas
de
plomo
que
mantenían
a
la
red
colgando
adecuadamente
dentro
del
agua.
Tejer
las
redes,
remendar
las
roturas
y
colocar
las
boyas
y
las
líneas
con
plomadas
eran
tareas
enteramente
manuales.
Los
agalleros
usaban
tablas
como
ésta
para
asegurarse
de
que
los
agujeros
tuvieran
la
medida
correcta.
Esta
tabla
fue
tallada
en
1881
por
Erick
Martin,
un
agallero
del
Río
Columbia
nacido
en
Stavanger,
Noruega,
en
1851.
Los
diferentes
tipos
de
madera
y
las
incrustaciones
de
hueso
reflejan
la
habilidad
manual
de
Martín
y
el
orgullo
por
su
oficio.
Préstamo
de
Iris
Hamm
Los
primeros
barcos
comerciales
de
salmón
que
se
usaban
en
Columbia
eran
sólidas
embarcaciones
a
vela,
y
la
mayoría
pertenecía
a
las
fábricas
de
conservas.
Al
igual
que
este
modelo,
constaban
de
un
simple
aparejo
de
vela
de
abanico
y
casco
redondeado.
Estos
botes
abiertos,
de
25
pies
de
eslora,
demostraron
ser
ideales
para
arrojar
las
redes
agalleras
en
las
aguas
torrentosas
cercanas
a
la
desembocadura
del
río.
Obsequio
de
Livingston
Stone
Cuando
tenían
que
pasar
la
noche
en
el
río,
los
dos
hombres
que
formaban
la
tripulación
del
barco,
instalaban
la
red
por
encima
de
la
cubierta
para
protegerse
de
los
elementos.
A
mediados
del
siglo
XIX,
las
reservas
de
salmón
del
Río
Columbia
comenzaron
a
disminuir
rápidamente.
Si
bien
hubo
científicos
abocados
a
programas
de
cría
a
lo
largo
de
la
década
de
92
1870,
las
cada
vez
más
escasas
correderas
de
salmón
no
se
debían
solamente
al
exceso
de
pescadores
y
a
la
escasez
de
peces.
Con
el
crecimiento
de
la
región,
las
áreas
de
desove,
corriente
arriba,
se
vieron
afectadas
por
la
minería,
la
agricultura,
la
tala
de
árboles,
la
urbanización
y
la
industria.
Diques
hidroeléctricos
construidos
sobre
el
río
alimentaban
de
energía
a
grandes
áreas
del
oeste
de
Estados
Unidos,
a
costa
de
trastornar
las
migraciones
anuales
de
peces.
La
mayoría
del
salmón
del
Pacífico
que
se
consume
hoy
en
día
en
los
Estados
Unidos
procede
de
Alaska.
A
comienzos
del
siglo
XXI,
los
pescadores,
sus
familias
y
las
comunidades
conmemoraron
la
pesca
en
el
Río
Columbia.
El
nativo
de
Astoria,
Frankye
Thompson,
fabricó
este
objeto
para
dirigir
la
atención
de
su
comunidad
hacia
el
pasado.
La
foto
muestra
a
una
flota
de
pescadores
agalleros
alrededor
del
siglo
XX.
Denominados
por
los
Astorianos
como
“Flota
Mariposa”,
estos
barcos
simbolizan
la
herencia
pesquera
del
pueblo.
La
foto
está
montada
sobre
la
mitad
de
una
boya
de
cedro
para
red.
La
Sra.
Thompson
se
dedica
a
fabricar
souvenirs
con
restos
de
flotantes
para
satisfacer
la
demanda
de
la
industria
turística
en
expansión.
Obsequio
de
Frankye
Thompson
En
1997
un
grupo
de
poetas,
escritores,
maestros
y
artistas
organizaron
el
Primer
Encuentro
de
Poetas.
Siguiendo
el
modelo
del
Festival
Anual
de
Poesía
de
Cowboys
en
Elko,
Nevada,
el
evento
de
los
Pescadores
Poetas
se
celebra
todos
los
meses
de
febrero
en
Astoria,
Oregón,
y
presenta
actividades
de
lectura,
música,
arte
y
camaradería
dedicados
a
la
pesca
y
a
la
vida
en
torno
a
la
pesca.
Este
folleto,
el
distintivo
y
los
cuadernillos
pertenecen
al
encuentro
de
2005
en
el
Wet
Dog
Café
en
el
centro
de
Astoria.
Obsequio
de
Columbia
River
Maritime
Museum
93
Aguas
continentales,
1820–1940
El
vasto
sistema
de
ríos
y
lagos
del
país
facilitó
la
colonización
de
las
tierras
y
la
formación
de
comunidades.
A
lo
largo
del
siglo
XIX,
exploradores,
comerciantes,
mercaderes
y
granjeros
remontaron
las
aguas
continentales
en
busca
de
tierras
nuevas
y
de
una
vida
diferente.
Surgió
entonces,
una
industria
en
torno
a
la
navegación
fluvial
dedicada
al
transporte
hacia
mercados
distantes
de
granos,
minerales,
algodón
y
otros
productos,
el
cual
se
halla
aún
vigente
en
la
actualidad.
Allí
donde
la
geografía
no
proporcionaba
rutas
navegables,
los
hombres
las
crearon
en
forma
de
canales.
Desde
Nueva
Orleáns
hasta
Minneapolis,
tanto
las
grandes
ciudades
como
los
pequeños
pueblos
han
crecido
respaldados
en
las
aguas
continentales
de
la
nación.
Mineros,
leñadores
y
granjeros
enviaban
sus
riquezas
a
los
mercados
de
la
región
central
a
través
de
los
Grandes
Lagos.
A
mediados
del
siglo
XIX,
las
corrientes
de
pobladores
que
se
volcaban
hacia
la
región
central
–
así
como
los
granos,
la
madera
y
el
hierro
que
se
vertían
hacia
afuera—
crearon
una
industria
marítima
basada
en
los
Grandes
Lagos.
Flotas
de
embarcaciones
se
ocupaban
de
servir
a
las
industrias
que
operaban
alrededor
de
los
lagos
y
ayudaron
al
establecimiento
de
prósperas
ciudades
portuarias,
como
Cleveland,
Milwaukee
y
Chicago.
Más
allá
de
todo
su
valor
y
su
belleza,
estas
aguas
también
eran
peligrosas.
Hay
miles
de
barcos
que
yacen
en
el
fondo
de
los
Grandes
Lagos.
El
silbato
del
barco,
accionado
por
un
conducto
de
vapor
desde
la
caldera,
se
utilizaba
para
enviar
señales
a
otros
barcos
o
a
la
costa.
Era
de
suma
importancia
durante
períodos
de
niebla
u
oscuridad.
El
cabestrante
se
utilizaba
para
enrollar
cables
con
distintos
propósitos:
levar
o
bajar
anclas,
izar
velas
y
cargas
o
cualquier
otro
trabajo
de
fuerza.
Los
marineros
insertaban
94
maderos
en
sus
cavidades
y
caminaban,
empujando
cada
uno
una
barra,
alrededor
del
cabestrante.
El
Indiana
fue
declarado
apto
para
formar
parte
del
Registro
Nacional
de
Lugares
Históricos
en
1978
debido
al
motor,
caldera
y
hélices
de
vanguardia
con
los
que
contaba.
Este
diseño
de
hélices
fue
muy
utilizado
en
los
barcos
de
los
Grandes
Lagos.
Los
planos
de
ingeniería
muestran
el
diseño
del
sistema
de
propulsión
del
barco.
Sus
constructores
no
se
conocen
hasta
la
fecha.
Desde
1991
hasta
1993,
personal
del
museo
realizó
211
inmersiones
en
120
pies
de
profundidad
a
34
grados
de
temperatura,
con
el
fin
de
recuperar
artefactos
y
estudiar
al
Indiana.
Fotografía
de
Paul
F.
Johnston,
Institución
Smithsonian
El
Indiana
se
hundió
aún
cuando
la
fotografía
era
incipiente.
Existen
unas
pocas
fotos
contemporáneas
de
los
barcos
de
los
Grandes
Lagos,
y
ninguna
ilustración
que
se
conozca
del
Indiana.
Aquí
se
puede
observar
95
el
barco
de
vapor
Globe,
de
1846,
el
cual
era
muy
parecido
en
tamaño,
forma
y
configuración
general,
al
Indiana.
Cortesía
del
Mariners’
Museum
Watson
A.
Fox,
de
Buffalo,
Nueva
York,
era
el
dueño
principal
del
Indiana
en
1854.
Este
anuncio
perteneciente
a
una
guía
comercial
de
Buffalo
de
ese
mismo
año,
ofrece
una
perspectiva
exagerada
de
sus
intereses
navieros
–
el
servicio
de
clípers
sólo
existió
un
año.
Alva
Bradley
fue
el
primer
capitán
del
Indiana
y
uno
de
los
primeros
dueños
del
barco.
En
1848,
Bradley
y
un
amigo
formaron
una
sociedad
y
contrataron
al
constructor
itinerante
de
barcos
Joseph
Keating
para
la
construcción
del
Indiana
en
Vermilion,
Ohio.
De
E.
M.
Avery,
A
History
of
Cleveland
and
Its
Environs:
The
Heart
of
New
Connecticut
(1918)
Nacido
en
el
norte
de
Nueva
York,
Frank
Perew
se
sumó
a
la
industria
naviera
de
los
Grandes
Lagos
a
la
edad
de
17
años.
Compró
media
acción
del
Indiana
en
1854
y
se
desempeñó
como
capitán
hasta
fines
de
1856.
Perew
y
su
sobrino
se
encontraban
a
bordo
de
este
buque
cuando
naufragó
en
1858.
Más
tarde,
se
ocupó
de
la
administración
de
una
importante
compañía
de
transportes
marítimos
y
se
ganó
tal
respeto
que
tres
embarcaciones
de
los
Grandes
Lagos
llevaron
su
nombre.
De
L.
B.
Lane,
A
Memorial
and
Family
History
of
Erie
County,
New
York
(1906-‐08)
La “rueda Filadelfia”
La
hélice
del
Indiana
fue
fabricada
por
Spang
&
Co.
de
Pittsburgh,
Pennsylvania,
pero
su
diseño
es
más
bien
un
misterio.
La
posibilidad
más
cercana
es
una
hélice
diseñada
por
Richard
Loper
de
Filadelfia.
De
amplia
difusión,
esta
rueda
se
anunciaba
muchas
veces
como
la
“Rueda
Filadelfia”.
Una
de
las
paletas
intactas
se
ve
cascada
y
mellada,
lo
cual
sugiere
una
colisión.
Otra
paleta
falta
a
partir
de
la
línea
amarilla,
que
marca
el
lugar
donde
se
quebró
la
pieza,
probablemente
a
raíz
de
haber
golpeado
un
objeto
bajo
el
agua.
Esta
pieza
golpeó
el
codaste
del
Indiana,
literalmente
“haciendo
temblar
sus
cuadernas”,
y
provocó
la
entrada
de
agua
que
hundió
al
barco.
La
paleta
96
se
rompió
completamente
cuando
el
barco
tocó
el
fondo
del
lago
y
se
halló
luego
en
el
sitio
del
naufragio.
Aquí
se
la
puede
observar
reproducida
en
fibra
de
vidrio.
En
su
último
viaje,
el
Indiana
transportaba
280
toneladas
de
mineral
de
hierro
desde
las
minas
de
la
Compañía
Minera
de
Hierro
Cleveland,
en
Iron
Mountain,
cerca
de
Marquette,
Michigan.
97
Madera
y
granos,
carbón
y
minerales
A
principios
de
la
década
de
1840,
los
Grandes
Lagos
se
convirtieron
en
activas
rutas
para
el
traslado
de
trigo,
maíz,
madera,
carbón
y
mineral
ferroso.
Los
cultivos
provenientes
de
las
granjas
del
centro
cruzaban
los
lagos
en
dirección
a
los
mercados
del
este.
La
madera
de
los
extensos
bosques
de
pinos
de
la
región
convirtió
a
Chicago
en
el
puerto
maderero
de
mayor
tráfico
del
mundo
en
la
década
de
1870.
El
mineral
ferroso
de
la
región
viajaba
hacia
el
este
en
buques
que
luego
regresaban
cargados
con
carbón
de
Pensilvania.
Hasta
el
día
de
la
fecha,
el
hierro
constituye
casi
la
mitad
de
la
carga
que
transita
a
través
de
los
lagos.
(Al fondo) Plataforma de trillado, Condado de Goodhue, Minnesota, década de 1880
Las
granjas
de
las
llanuras
estadounidenses
producían
los
granos
que
se
enviaban
a
la
región
del
este
a
través
de
los
Grandes
Lagos,
o
por
el
Río
Misisipi
hacia
el
sur.
En
la
temporada
de
la
trilla
–cuando
el
grano
se
separa
de
la
espiga—
se
necesitaba
numerosa
mano
de
obra
que
se
ocupara
de
preparar
los
granos
para
su
envío.
Cortesía
de
Minnesota
Historical
Society
Mineros de la Mina Jackson, Michigan, alrededor de los años 1870
Las
minas
de
Marquette
Range,
en
Michigan,
al
igual
que
la
de
Jackson
Mine,
suplían
la
totalidad
del
mineral
ferroso
que
se
despachaba
a
través
de
los
Grandes
Lagos
hasta
1877.
Los
trabajadores
extrajeron
el
hierro
a
mano
hasta
1884,
momento
en
el
cual
se
adoptaron
las
palas
de
vapor.
Fotografía
de
Bernard
Freemont
Childs,
cortesía
de
Minnesota
Historical
Society
(Al fondo) Empleados Wisconsin Land & Lumber Co. Camp #15, alrededor de 1910
Desde
1895,
el
mineral
ferroso
proveniente
de
Mahoning
Mine
se
ha
despachado
a
través
de
los
Grandes
Lagos.
En
la
actualidad
continúa
siendo
la
mina
de
hierro
a
cielo
abierto
más
grande
del
mundo.
Cortesía
de
Minnesota
Historical
Society
98
Vista
aérea
de
las
dársenas
de
carga
minera,
Superior,
Wisconsin,
década
de
1970
El
primer
muelle
para
carga
de
minerales
se
construyó
en
Marquette,
Michigan,
en
1859.
El
diseño
se
sirvió
de
las
ventajas
de
la
gravedad
para
facilitar
la
descarga
de
los
vagones
de
tren
y
para
cargar
las
bodegas
de
los
barcos
en
espera.
Cortesía
de
Historical
Collections
of
the
Great
Lakes,
Bowling
Green
State
University
Descargadores
de
minerales
Hulett
en
la
bodega
del
Leon
Fraser,
Gary,
Indiana,
alrededor
de
1950
Cada
uno
de
estos
brazos
accionados
a
vapor
puede
mover
15
toneladas
de
metal
cada
2
minutos,
reduciendo
drásticamente
el
tiempo
y
la
necesidad
de
mano
de
obra
para
vaciar
un
vagón
cargado
de
metal.
Cortesía
de
United
States
Steel
C. H. McCullough, Jr. cargando minerales, Superior, Wisconsin, alrededor de 1940
Entre
1831
y
1888,
el
trigo
era
la
principal
carga
a
granel
que
se
transportaba
a
través
de
los
Grandes
Lagos.
Para
los
años
1930,
aún
era
el
grano
líder
entre
aquellos
que
circulaban
por
los
lagos.
Cortesía
de
Minnesota
Historical
Society
Thunder
Bay
fue
alguna
vez
el
puerto
de
granos
más
grande
del
mundo.
El
complejo
de
elevadores
allí
existente
aún
recibe
y
almacena
los
granos
que
se
despacha
a
través
de
los
Grandes
Lagos.
Cortesía
de
Thunder
Bay
Historical
Museum
Society
99
(En
el
estante)
Cargueros
en
Soo
Locks,
Sault
Ste.
Marie,
Michigan,
alrededor
de
1900
Dos “lomos de ballena” descargando minerales en Cleveland, Ohio, alrededor de 1900
En
1899,
los
barcos
de
los
Grandes
Lagos
transportaron
12,5
millones
de
toneladas
de
minerales
y
12,1
millones
de
toneladas
de
carbón.
Si
bien
en
los
muelles
se
comenzaron
a
utilizar
elevadores
de
descarga
como
éstos,
los
trabajadores
aún
descargaban
a
mano
–con
palas—
la
mayor
parte
del
mineral,
el
carbón
y
los
granos
de
las
bodegas
de
los
barcos.
A
fin
de
mejorar
la
estabilidad
de
las
embarcaciones,
el
capitán
de
barcos
de
vapor
Alexander
McDougall
patentó
un
casco
redondeado
que,
estando
cargado
al
máximo,
navegaba
prácticamente
sumergido.
Denominó
a
sus
barcos
“lomo
de
ballena”,
si
bien
algunos
los
denominaban
“cerdos”.
Muchos
terminaron
sus
días
trabajando
como
barcazas.
El
Frank
Rockefeller
transportó
minerales
ferrosos,
arena,
granos,
petróleo
y
hasta
automóviles
a
lo
largo
de
73
años.
Carguero
“lomo
de
ballena”
Frank
Rockefeller
Construido
en
West
Superior,
Wisconsin,
1896
Eslora:
366
pies
Ahora,
barco
museo
Meteor,
Superior,
Wisconsin
El James Barker
En
1893,
trabajaban
tres
mil
barcos
en
los
Grandes
Lagos.
Para
el
2000,
el
número
era
menor
a
200,
Sin
embargo,
los
enormes
buques
de
hoy
en
día,
transportan
una
carga
mayor.
El
James
R.
Barker
es
uno
de
los
barcos
más
grandes
que
opera
actualmente
en
los
Lagos.
En
un
sólo
viaje,
el
Barker
puede
transportar
60.000
toneladas
de
minerales,
suficiente
para
producir
el
acero
necesario
para
16.000
automóviles.
Buque
con
descarga
automática
de
minerales
James
R.
Barker
Botado
en
Lorain,
Ohio,
1976
Eslora:
1.005
pies
Obsequio
de
Lake
Carriers
Association
100
Buque
de
carga
a
granel
Goletas
como
esta
dominaron
el
tráfico
de
granos
y
madera
en
los
Lagos
desde
los
años
1820
hasta
los
1890.
El
Ed
McWilliams
estaba
diseñado
con
un
casco
poco
profundo
que
le
permitiera
ingresar
en
los
puertos
pequeños.
La
tripulación
dormía
bajo
el
castillo
de
proa
en
el
frente
del
barco,
pero
comían
en
el
camarote
de
popa,
rodeados
por
las
cabinas
del
capitán,
el
primer
oficial
y
el
cocinero.
La
extensa
zona
central
de
la
goleta
portaba
la
carga.
Goleta
Ed
McWilliams
Construida
en
West
Bay
City,
Michigan,
1893
Eslora:
200
pies
Tripulación:
6
Viento y vapor
(En el estante, a la derecha) La goleta Milton cargando madera
Durante
las
décadas
de
1880
y
1890,
los
leñadores
fueron
devastando
gradualmente
los
bosques
alrededor
de
los
Grandes
Lagos.
Numerosos
pequeños
pueblos
madereros
sucumbieron,
incluyendo
esta
comunidad
no
identificada.
Los
barcos
a
vela
que
ellos
mantenían
también
desaparecieron.
101
La
goleta
Milton
La
goleta
Milton
trabajó
20
años
cargando
madera
en
el
Lago
Michigan,
junto
a
otros
cientos
de
pequeños
botes
llamados
la
“flota
mosquito”.
Diseñados
con
el
fin
de
transportar
la
mayor
cantidad
de
carga
posible,
muchos
de
estos
botes
no
se
destacaban
por
sus
cualidades
para
la
navegación.
El
Milton
chocó
una
vez
contra
otro
barco
y
dos
veces
encalló.
En
1885,
murieron
cinco
hombres
—tres
de
ellos,
hermanos—
cuando
el
Milton
naufragó
durante
una
tormenta
otoñal.
Goleta
gabarra
Milton
Construido
en
Milwaukee,
Wisconsin,
1867
Eslora:
102
pies
Los
Grandes
Lagos
se
cuentan
entre
las
aguas
más
peligrosas
del
mundo.
Vendavales
muy
fuertes
golpean
su
superficie,
especialmente
en
otoño,
y
en
invierno
se
congelan.
Los
capitanes
experimentados
entienden
y
respetan
los
límites
de
la
temporada
de
transporte.
Sin
embargo,
los
bruscos
cambios
climáticos
han
sumido
a
barcos
y
tripulaciones
en
profundos
duelos.
A
medida
que
el
comercio
se
expandía
a
mediados
del
siglo
XIX,
un
número
creciente
de
marineros
se
atrevía
a
enfrentar
los
peligros
de
los
lagos.
Un
vendaval
de
cuatro
días
en
1869
hundió
97
barcos,
y
en
1871
se
produjeron
591
naufragios,
colisiones,
encallamientos
y
explosiones
–uno
de
cada
cuatro
barcos
en
los
Lagos.
Entre
1878
y
1897,
los
Lagos
se
cobraron
6.000
embarcaciones.
Proa de un carguero cubierta de hielo en los Lagos, década de 1930
Durante
los
gélidos
inviernos
de
los
Grandes
Lagos,
vientos
fuertes
levantaban
una
llovizna
que
recubría
los
barcos
en
hielo.
El
hielo
podía
aportar
una
excesiva
carga
sobre
los
barcos
y
contribuía
a
menudo
a
su
hundimiento,
bajo
condiciones
climáticas
extremas.
Fotografía
de
A.
E.
Young,
cortesía
de
Dana
Thomas
Bowen
Collection,
Great
Lakes
Historical
Society
(En
la
pared)
El
barco
a
vapor
Irving
S.
Olds
durante
una
navegación
invernal,
lago
superior
Huron,
2
de
enero
de
1976
102
Buque
minero
William
H.
Truesdale
enfrentado
a
una
violenta
tormenta
en
el
Lago
Erie,
década
de
1930
Cortesía
de
Historical
Collections
of
the
Great
Lakes,
Bowling
Green
State
University
El
9
de
noviembre
de
1975,
el
Edmund
Fitzgerald
empujaba
su
carga
de
minerales
ferrosos
a
través
de
las
aguas
del
Lago
Superior.
Por
la
tarde,
se
desató
una
tormenta
que
golpeó
al
barco
toda
la
noche
con
vientos
de
hasta
75
millas
por
hora,
una
nieve
cegadora
y
olas
que
se
alzaban
hasta
25
pies
de
altura.
Esa
noche
el
barco
envió
un
mensaje
por
radio
a
otra
embarcación,
el
Avafors,
con
esta
advertencia:
Fitzgerald:
(gritando)
“NO
PERMITAN
QUE
NADIE
SUBA
A
CUBIERTA!”
Avafors:
“¿Qué
dice,
Fitzgerald?
No
está
claro.
Fuera.”
Fitzgerald:
“Estoy
escorando
gravemente,
perdí
ambos
radares.
Mar
gruesa
sobre
cubierta.
Una
de
las
peores
tormentas
que
he
experimentado”.
A
las
19:00
hs.,
el
Fitzgerald
envió
otra
señal
de
radio
a
un
barco
cercano,
“Aguantamos
como
podemos”.
Antes
de
transcurridas
dos
horas,
el
Edmund
Fitzgerald
había
desaparecido
del
radar.
Nunca
se
recibieron
llamadas
de
auxilio.
Los
rescatistas
hallaron
unos
pocos
botes
salvavidas
vacíos,
boyas
y
otros
restos
en
el
lago.
Varios
días
más
tarde,
se
hallaron
los
restos
del
barco,
partido
en
dos
secciones,
en
el
fondo
del
Lago
Superior,
solo
a
17
millas
de
la
protección
de
la
bahía
Whitefish
Bay.
Los
29
tripulantes
perecieron.
Cada
10
de
noviembre,
las
campanas
de
la
Iglesia
de
los
Marineros
en
Detroit,
Michigan,
suenan
29
veces
en
su
memoria.
103
Las
vías
de
navegación
no
pueden
simplemente
explorarse
y
cartografiarse.
Deben
ser
señalizadas,
inspeccionadas
y
mantenidas
continuamente,
a
fin
de
garantizar
la
seguridad
a
las
embarcaciones.
Los
lechos
de
los
ríos,
las
costas
y
los
puertos
naturales
cambian
continuamente,
a
veces
de
un
día
para
otro,
introduciendo
nuevos
peligros
donde
antes
no
existían.
Actualmente,
los
trayectos
costeros
y
fluviales
son
seguros,
en
gran
parte
gracias
a
décadas
de
vigilancia
y
trabajo.
El
Cuerpo
de
Ingenieros
del
Ejército,
la
Guardia
Costera
de
los
EE.UU.,
y
su
precursor,
el
Servicio
de
Faros
de
EE.UU.,
se
han
encargado
de
que
así
sea.
Los
puertos
activos
cuentan
con
cientos
de
boyas
y
otras
ayudas
para
la
navegación,
a
fin
de
mantener
un
tránsito
seguro.
Sin
embargo,
al
igual
que
las
rutas
y
los
aeropuertos,
las
vías
de
navegación
necesitan
mantenimiento.
Los
cauces
se
obstruyen
y
se
alteran,
las
boyas
se
deslizan
de
su
estación
y
los
faros
necesitan
combustible
y
reparación.
Pequeñas
flotas
de
embarcaciones
llevaban
a
cabo
estas
tareas
indispensables
a
lo
largo
de
puertos
y
ríos.
Además
de
mantener
las
boyas
–desde
una
vez
al
año
hasta
varias
veces
por
semana—estos
buques
transportaban
carbón,
agua
y
provisiones
a
los
faros
y
a
los
buques
faro.
Cuando
una
embarcación
se
encontraba
en
apuros,
muchas
veces
sucedía
que
el
primero
en
acudir
era
un
buque
auxiliar
que
se
hallaba
desempeñando
su
ronda
cotidiana.
Oficiales y tripulación
Los
oficiales
y
la
tripulación
del
Oak,
alrededor
de
1930.
En
ese
momento,
la
asignación
diaria
para
los
oficiales
era
de
un
dólar,
y
de
$65
centavos
por
persona
para
los
miembros
de
la
tripulación.
El negro Oak
Como
todos
los
buques
auxiliares,
el
casco
de
acero
de
160
pies
de
largo
del
Oak
estaba
pintado
de
negro,
a
fin
de
esconder
los
raspones
y
abolladuras
que
era
imposible
evitar
cuando
maniobraban
alrededor
de
las
boyas
y
marcas
de
los
canales.
Los
buques
auxiliares
se
conocen,
por
tal
motivo,
como
la
“flota
negra”
dentro
del
ámbito
de
los
Guarda
Costas
de
los
EE.UU.
La
sala
de
máquinas,
abajo,
y
su
motor
de
vapor
de
750
caballos
de
fuerza,
pertenecen
al
buque
auxiliar
del
Servicio
de
Faros
de
los
EE.U.U.,
Oak.
Contaba
con
cuatro
oficiales
y
una
tripulación
de
23
hombres,
que
tenían
la
responsabilidad
de
instalar,
inspeccionar,
reparar
y
reemplazar
los
cientos
de
boyas
–como
la
que
puede
observar
a
su
derecha—
destinadas
a
señalar
los
canales
y
los
bajos
en
el
Puerto
de
Nueva
York
y
alrededores.
104
Durante
más
de
40
años,
en
todo
tipo
de
condiciones
climáticas,
el
Oak
llevó
a
cabo
sus
tareas
para
uno
de
los
puertos
más
importantes
del
mundo.
En
1964,
el
barco
fue
sacado
de
servicio
y
trasladado
a
un
establecimiento
del
guardacostas
cerca
de
Baltimore,
donde
se
le
extrajeron
el
motor
y
los
equipos
relacionados
para
entregárselos
al
Smithsonian.
Motor
del
buque
auxiliar
Oak,
perteneciente
al
Servicio
de
Faros
de
los
EE.UU.
Construido
en
1921
Transferido
del
Servicio
de
Guarda
Costas
de
los
EE.UU.
Boyas a bordo
La
espaciosa
cubierta
saliente
del
Oak
estaba
diseñada
para
trasladar
boyas,
plomos
de
concreto,
cadenas
de
amarre
y
otros
materiales
pesados.
Los
miembros
de
la
tripulación
del
Oak
debían
apalear
cantidades
de
carbón.
Tenían
que
alimentar
la
caldera
de
combustión
a
carbón
del
motor,
además
de
repartir
carbón
a
los
faros
y
a
los
buques
auxiliares.
La
tripulación
se
liberó
de
la
mayor
parte
de
las
tareas
vinculadas
al
carbón
cuando,
en
1934,
el
motor
se
convirtió
al
sistema
de
combustión
por
aceite.
Puedes hallar . . .
• Los
controles
del
motor:
cuatro
palancas
de
bronce
accionadas
por
el
maquinista
para
operar
el
motor.
• Telégrafo
de
orden
de
marcha
y
campana:
Comandos
tales
como
“a
toda
máquina”
eran
recibidos
en
la
sala
de
máquinas
y
enviados
desde
otro
telégrafo
ubicado
en
el
puente
de
comando.
El
maquinista
indicaba
que
la
orden
se
había
interpretado,
enviando
una
señal
con
el
telégrafo
que
está
ubicado
cerca
de
los
controles.
La
campana,
más
arriba,
formaba
parte
del
sistema,
haciendo
sonar
las
órdenes
en
código.
• Tubos
acústicos:
La
tripulación
se
comunicaba
a
través
de
tubos
de
bronce
largos
que
conectaban
la
sala
de
máquinas
con
la
cubierta.
105
• Cafetera:
¡hasta
la
cafetera
en
la
sala
de
máquinas
funcionaba
a
vapor!
Puedes
observarla
a
tu
derecha,
sobre
el
escritorio
inferior.
(Favor
de
notar:
Esta
parte
de
la
exhibición,
con
el
gran
motor
del
barco
Oak,
está
compartida
con
la
exhibición
America
On
The
Move.
La
entrada
de
esa
exhibición
está
a
la
derecha,
pero
esta
guía
traducida
no
incluye
información
sobre
la
misma.)
Este
video
de
seis
minutos
describe
cómo
ha
cambiado
el
servicio
de
mantenimiento
de
ayudas
para
la
navegación
–y
en
cierto
modo,
han
permanecido
igual—a
través
de
los
últimos
setenta
años.
Únete
a
las
tripulaciones
de
cubierta
para
el
mantenimiento
de
señales,
en
1936,
1955
y
2002
para
saber
cómo
se
mantenían
y
posicionaban
las
boyas
en
las
aguas
costeras
e
interiores.
Las
boyas
de
campana
encendidas
se
usaban
para
señalar
los
bajos,
tanto
en
aguas
costeras
como
interiores.
Esta
boya
de
campana,
fabricada
alrededor
de
1930,
se
utilizó
por
última
vez
en
Turkey
Point,
en
el
curso
superior
de
la
Bahía
de
Chesapeake,
durante
la
década
de
1970.
La
campana
sonaba
naturalmente
con
el
movimiento
de
las
olas.
El
interior
de
la
boya
estaba
cargado
con
acetileno,
con
el
cual
se
alimentaba
la
luz
de
la
lámpara.
Los
buques
faro
inspeccionaban
las
boyas
y
las
recargaban
de
combustible
periódicamente.
A
esta
boya
se
le
han
retirado
las
piezas
que
normalmente
se
hallan
sumergidas
–el
contrapeso
y
los
herrajes
para
sujetar
la
cadena
de
amarre-‐-‐,
las
cuales
se
extendían
aproximadamente
unos
diez
pies
por
debajo
de
la
boya.
Obsequio
del
Servicio
de
Guarda
Costas
de
los
EE.UU.
Tránsito seguro
En
condiciones
de
niebla
o
noche
cerrada,
el
haz
luminoso
de
los
faros
advierte
a
los
barcos
que
se
mantengan
a
distancia
de
la
costa,
ofreciéndoles
una
senda
segura.
Como
la
ubicación
exacta
de
los
faros
está
señalada
en
las
cartas
geográficas,
las
luces
pueden
ayudar
a
los
marinos
a
fijar
su
propia
posición.
Los
buques
faro
anclados
en
los
puertos
o
canales
cumplen
la
misma
función,
indicando
sitios
de
aguas
poco
profundas
u
otros
peligros
sumergidos.
Los
barcos
de
limpieza
y
las
dragas
mantienen
las
vías
despejadas
para
la
navegación.
Dado
que
siempre
aparecen
nuevas
obstrucciones,
como
árboles
caídos
en
el
agua
o
nuevos
flujos
de
sedimento
taponando
los
puertos,
es
extraño
ver
a
estos
barcos
de
trabajo
desocupados.
106
Detalle
de
un
mapa
de
Galveston
Bay,
Texas,
donde
se
indica
la
estación
del
faro
de
Bolivar
Point
Light
Station,
1901
Ilustración
de
la
tapa
de
una
partitura,
donde
se
observan
las
características
de
Galveston
Bay,
Texas,
1898
En
septiembre
de
1900,
Galveston,
Texas,
sufrió
uno
de
los
peores
desastres
naturales
de
la
historia
de
los
Estados
Unidos.
Más
de
seis
mil
personas
perdieron
la
vida
durante
una
tormenta
de
dos
días
que
destruyó
prácticamente
toda
la
ciudad.
La
torre
del
faro,
en
Bolivar
Point,
sirvió
de
refugio
para
124
residentes.
En
1915,
los
residentes
de
Galveston
sobrevivieron
nuevamente
los
embates
de
otra
tormenta,
refugiándose
en
la
estación
del
faro.
En
pleno
vendaval,
el
mecanismo
que
rotaba
las
lentes
del
faro
se
rompió.
Para
poder
alertar
a
las
embarcaciones
que
se
hallaban
en
el
mar,
el
guarda
faros
giró
a
mano
las
lentes
durante
casi
una
hora.
Cortesía
del
Servicio
Oceánico
Nacional,
Administración
Nacional
Oceánica
y
Atmosférica
Esta
lente
fue
instalada
en
el
faro
de
Bolivar
Point
cerca
de
Galveston,
Texas,
entre
1907
y
1933.
Se
trata
de
una
lente
Fresnel,
denominada
así
en
honor
al
científico
francés
Augustin
Fresnel,
quien
inventó
un
diseño
compuesto
por
un
abanico
de
lentes
y
prismas,
dispuestos
en
forma
anular,
lo
cual
mejoró
enormemente
la
efectividad
de
los
faros
en
el
siglo
XIX.
Construidas
en
siete
medidas,
o
siete
órdenes,
las
lentes
de
Fresnel
proyectan
la
luz
en
un
haz
que
es
posible
divisar
desde
muchas
millas
de
distancia.
Esta
es
una
lente
de
tercer
orden.
Obsequio
del
Servicio
de
Parques
Nacionales
107
El
Greenbrier
(En
el
estante)
Un
fogonero
rastrillando
carbones
en
la
sala
de
calderas
del
Greenbrier,
alrededor
de
1943
Construida
en
1926,
el
Willets
Point
fue
en
su
momento
“la
última
novedad
en
barcazas
de
dragado”,
según
la
Oficina
de
Ingenieros
de
los
Estados
Unidos”.
El
barco
podía
dragar
sedimentos
en
profundidades
de
12
a
35
pies
y
bombearlos
hasta
una
gran
tolva
en
la
bodega,
donde
permanecían
hasta
poder
ser
desechados.
En
1927,
se
comisionó
a
este
barco
para
que
profundizara
y
ensanchara
el
Río
Potomac
desde
el
Distrito
de
Columbia
hasta
la
Bahía
de
Chesapeake,
posibilitando
el
ingreso
de
grandes
barcos
comerciales
a
los
puertos
de
Alexandria,
Virginia,
y
Washington.
Entre
enero
y
abril
de
1927,
el
Willets
Point
extrajo
581.507
yardas
cúbicas
de
sedimentos
del
fondo
del
río.
Draga
de
tolva
Willets
Point
Construida
en
Kearny,
Nueva
Jersey,
1926
Modelo
de
Severn-‐Lamb,
Ltd.
108
Una
red
de
ríos
y
ciudades
Siguiendo
los
cursos
de
agua,
desde
los
canales
hasta
los
grandes
ríos,
la
gente
fue
estableciendo
comercios,
comunidades
y
nuevas
formas
de
vida.
El
Misisipi,
el
Ohio,
el
Misuri
y
el
Illinois,
junto
a
otros
ríos,
fueron
conformando
el
tejido
de
la
nación,
a
lo
largo
de
un
siglo.
En
una
época
anterior
a
la
expansión
de
las
autopistas
y
las
vías
ferroviarias,
las
granjas
y
las
industrias
de
la
región
del
medio
oeste
trasladaban
sus
productos
río
abajo
para
acercarlos
al
resto
del
mundo.
Las
ciudades
con
mayor
crecimiento
del
siglo
–
Nueva
Orleáns,
San
Luis,
Cincinnati
y
algunas
otras—
se
desarrollaron
y
florecieron
a
la
par
del
comercio
transportado
por
agua.
Los
cursos
de
agua
interiores
eran
tan
valiosos
que
la
nación
comenzó
a
construirlos.
El
Canal
Erie
fue
uno
de
ellos.
A
mediados
del
siglo
XIX,
los
Estados
Unidos
producía
más
algodón
que
ninguna
otra
nación
en
el
mundo.
La
mayor
cantidad
partía
desde
Nueva
Orleáns
–con
destino
a
ser
hilado,
tejido
y
cocido
para
la
confección
de
ropa
y
otro
sinnúmero
de
productos.
La
industria
del
algodón
relacionaba
las
vidas
de
millones
de
personas.
Esta
amplia
red
abarcaba
a
trabajadores
esclavos
de
las
plantaciones
de
algodón,
comerciantes
de
Nueva
Orleáns,
marineros
y
armadores,
trabajadores
textiles
en
Nueva
Inglaterra
y
Gran
Bretaña,
y
clientes
de
todas
partes
del
mundo.
El
algodón
que
se
despachaba
a
través
de
Nueva
Orleáns
provenía
de
miles
de
plantaciones
de
todo
el
sur.
Hasta
bien
entrada
la
década
de
1930,
el
algodón
era
sembrado,
cultivado
y
cosechado
a
mano,
laboriosamente,
a
menudo
por
aparceros
y
agricultores
arrendatarios.
De
una
imagen
estereoscópica
publicada
por
J.
F.
Jarvis,
Washington,
D.C.
Esta
reproducción
de
parte
del
manifiesto
de
un
barco
enumera
y
describe
a
83
afroamericanos
esclavizados
llevados
a
bordo
de
la
goleta
LaFayette,
en
Alexandria,
Virginia,
in
1833.
Estas
personas,
que
iban
con
destino
a
Misisipi,
vía
Nueva
Orleáns,
habían
sido
vendidas
río
abajo
en
el
mercado
de
esclavos
domésticos,
el
cual
llevó
al
sur
cerca
de
1,5
millones
de
trabajadores
para
los
campos
del
Cinturón
de
Algodón.
Franklin
&
Armfield,
la
responsable
de
esta
transición,
era
una
firma
famosa
y
acaudalada
dedicada
al
comercio
de
esclavos
en
Alexandria.
109
Patente
No.
491,
25
de
noviembre,
1837
Transferencia
de
la
Oficina
de
Patentes
de
EE.UU.
Un río artificial
A
principios
del
siglo
XIX,
la
mayoría
de
los
estadounidenses
se
trasladaban,
junto
con
sus
bienes,
por
agua,
más
que
a
través
de
las
rutas
limitadas
y
precarias
del
país.
A
fin
de
extender
el
alcance
de
las
vías
fluviales
al
interior
de
la
nación,
comenzó
una
década
dedicada
a
la
construcción
de
canales.
El
Canal
Erie
representa
el
ejemplo
más
relevante
del
país.
Se
construyó
entre
1817
y
1825
a
fin
de
conectar
al
Lago
Erie
con
el
Río
Hudson
y
la
ciudad
de
Nueva
York,
permitiendo
que
el
intercambio
de
mercaderías
y
habitantes
entre
todo
el
estado
de
Nueva
York
y
más
allá
de
los
Grandes
Lagos.
Las
granjas
y
las
industrias
de
la
región
se
beneficiaron
del
tráfico
facilitado
por
el
canal.
Así,
la
ciudad
de
Nueva
York
se
desarrolló
rápidamente
a
lo
largo
del
siglo
XIX,
en
parte
porque
era
líder
en
el
comercio
que
se
sucedía
alrededor
del
canal.
El
Canal
Erie
constituía
un
medio
de
transporte
sencillo
para
las
granjas
del
norte
de
Nueva
York
que
deseaban
llevar
sus
productos
al
mercado.
Por
el
canal
se
trasladaban,
asimismo,
los
productos
procedentes
del
oeste
del
país
y
de
Canadá,
desde
los
Grandes
Lagos
hasta
el
puerto
de
Nueva
York.
Cuando
regresaban
de
la
ciudad,
los
barcos
del
canal
iban
cargados
con
bienes
de
consumo
para
las
comunidades
en
crecimiento.
Reproducción
de
una
acuarela
de
John
William
Hill
Cortesía
de
la
Biblioteca
Pública
de
Nueva
York,
I.
N.
Phelps
Stokes
Collection
Vista del pueblo norteño de Lockport, Condado de Niágara, Nueva York
A
lo
largo
del
Canal
Erie,
pueblos
pequeños
como
Utica,
Syracuse
y
Rochester,
se
transformaron
en
ciudades.
Cabe
mencionar
que,
entre
1823
y
1825,
la
construcción
del
canal
convirtió
a
Lockport,
un
asentamiento
de
tres
familias,
en
una
ciudad
de
3.000
residentes,
sin
contar
los
casi
2.000
obreros
del
canal.
Litografía
de
J.
H.
Bufford
basada
en
W.
Wilson,
1836
Cortesía
de
Biblioteca
del
Congreso
110
La
construcción
del
canal
La
fuerza
de
trabajo
empleada
en
el
proyecto
del
Canal
Erie
sumó
unos
3.000
hombres
en
1818
y
cerca
de
9.000,
en
1821.
Estos
hombres
excavaron
un
canal
de
4
pies
de
profundidad
por
40
pies
de
ancho,
en
su
mayor
parte
a
mano,
con
la
ayuda
de
animales
de
tiro,
explosivos
y
máquinas
de
arrancar
tocones
de
árboles.
Sus
salarios
eran
de
50
centavos
por
día,
o
unos
$12
por
mes,
que
a
veces,
incluían
cama
y
comida.
Tanto
lugareños
como
nuevos
inmigrantes,
todos
obtuvieron
un
empleo
en
el
proyecto.
Cortesía
de
la
red
de
Bibliotecas
de
la
Institución
Smithsonian
Un
gran
número
de
inmigrantes
circulaba
por
el
canal.
En
1839,
Johann
Pritzlaff,
de
Alemania,
describía:
“partimos
desde
Nueva
York
en
vapor
hacia
Albany
,
y
desde
allí,
una
parte
en
tren,
otra
parte
en
botes
de
canal
tirados
por
caballos,
hasta
llegar
finalmente
a
Buffalo
.
.
.
y
desde
allí
,
,
,
otra
vez
en
vapor
(cruzando
el
Lago
Erie,
el
Lago
Huron
y
el
Lago
Michigan)
hasta
Milwaukee”.
El
Capitán
William
Rogers
Jr.,
compiló
esta
lista
de
sus
pasajeros,
que
abarcaba
diez
días
de
octubre,
en
1828.
El Canal Erie en el centro de Rochester, N.Y., alrededor de 1900
El
canal
conectaba
las
ciudades
del
norte
de
Nueva
York
con
los
mercados
de
todo
el
Atlántico,
lo
cual
justificaba
una
mayor
inversión
en
la
expansión
de
las
manufacturas.
Rochester
era
líder
de
la
región
en
la
molienda
de
harinas
hasta
mediados
de
siglo,
transformándose
luego
en
el
centro
más
importante
del
país
en
confecciones
de
indumentaria
masculina.
Cortesía
de
Department
of
Rare
Books
and
Special
Collections,
University
of
Rochester
Libraries
El
canal,
con
sus
363
millas
de
largo,
constituyó
una
hazaña
tecnológica.
También
resultó
un
éxito
comercial,
teniendo
en
cuenta
que,
entre
1825
y
1882,
generó
$121
millones
de
ingresos
a
través
del
111
peaje,
cuatro
veces
más
que
su
gasto
operativo.
El
tránsito
era
tan
cuantioso,
que
el
canal
debió
agrandarse
apenas
diez
años
después
de
su
inauguración,
y
otras
dos
veces
más
antes
de
1918.
Cortesía
de
la
Biblioteca
de
Nueva
York,
Manuscritos
y
Colecciones
Especiales
Los
barcos
de
transporte
del
canal
necesitaban
tarros,
vasijas
y
ollas
para
la
comida,
la
bebida
y
otros
elementos
perecederos
que
necesitaban
a
bordo.
Casi
de
un
día
para
otro,
hubo
una
irrupción
de
fábricas
de
cerámica
en
los
pueblos
lindantes
al
canal,
que
comenzaron
a
producir
esta
suerte
de
vajilla
práctica.
Cada
pieza
era
de
fabricación
única,
según
el
vidriado,
la
decoración
y
la
forma,
y
llevaban
estampados
con
orgullo
el
nombre
y
la
ciudad
del
alfarero,
muchos
de
los
cuales
eran
inmigrantes.
Estos
ejemplos
datan
de
los
primeros
años
del
Canal
Erie.
Invitación, 1825
112
Medallas
del
Canal
Erie,
1825
Durante
el
festejo
inaugural
del
canal,
en
octubre
de
1825,
el
gobernador
de
Nueva
York,
DeWitt
Clinton,
vertió
un
barril
con
agua
dulce
del
lago
Erie
dentro
de
las
aguas
saladas
del
puerto
de
Nueva
York.
Esta
“Boda
de
las
Aguas”
simbolizaba
su
confianza
en
esa
“gran
zanja”
que
enriquecería
a
América.
La
invitación
y
la
medalla,
aquí
expuestas,
celebran
las
promesas
del
canal.
(En el estante, a la derecha) Celebración en el Canal Erie, Nueva York, 1825
El
término
oficial
del
Canal
Erie
se
festejó
con
una
celebración
en
la
Ciudad
de
Nueva
York.
Se
reunieron
cerca
de
20.000
personas
a
contemplar
el
saludo
de
bienvenida
ofrecido
por
una
flota
de
barcos
al
Seneca
Chief,
el
primer
bote
en
atravesar
la
distancia
total
del
nuevo
canal.
De
una
pintura
de
Anthony
Imbert
(1794-‐1834)
Cortesía
del
Museo
de
la
Ciudad
de
Nueva
York
Nueva
Orleáns
era
un
puerto
marítimo
y
fluvial,
una
conexión
vital
entre
el
la
región
central
de
los
Estados
Unidos
y
el
resto
del
mundo.
Durante
los
años
1820,
algodón,
granos,
cerdo
y
otros
productos
agrícolas
bajaban
por
el
Río
Misisipi
hasta
los
muelles
de
la
ciudad.
El
advenimiento
de
los
buques
de
vapor
llevó
el
comercio
río
arriba,
abriendo
la
región
del
medio
oeste
a
colonos
y
mercaderías.
Hacia
1850,
Nueva
Orleáns
ya
se
había
transformado
en
el
segundo
puerto
más
activo
de
los
Estados
Unidos
y
en
el
cuarto
más
grande
del
mundo.
En
distintos
momentos
de
la
historia,
tanto
Francia
como
España
y
los
Estados
Unidos
reclamaron
la
posesión
de
la
ciudad.
Residentes
y
visitantes
crearon
una
mezcla
muy
rica
de
lenguas,
religiones,
comidas
y
tradiciones.
Un
buque
de
vapor
cargado
con
6.000
fardos
de
algodón
y
4.000
sacos
de
semillas
de
algodón
podía
descargar
y
volver
a
cargar
sus
bodegas
en
tan
sólo
once
horas.
Cuadrillas
de
estibadores
portuarios
afroamericanos
se
ocupaban
de
hacer
casi
todo
este
trabajo
antes
y
aún
después
del
fin
de
la
esclavitud.
Alfred
R.
Waud,
de
Harper’s
Weekly,
18
de
agosto,
1866
Cortesía
de
la
red
de
Bibliotecas
de
la
Institución
Smithsonian
113
“Respecto
a
la
confusión
de
lenguas
en
el
mercado,
era
simplemente
deliciosa.
El
francés,
el
italiano,
el
español,
el
portugués,
el
holandés
y
el
“gumbo”,
luchaban
entre
sí
por
la
supremacía,
aunque
predominaba
el
francés…”
—Turista
inglés
George
Augustus
Sala,
de
sus
comentarios
sobre
Nueva
Orleáns
en
America
Revisited,
1882
Paquebote Ohio
El
tráfico
costero
entre
Nueva
Orleáns
y
las
ciudades
a
lo
largo
de
la
costa
este,
reflejaba
la
creciente
relación
económica
entre
el
pueblo
estadounidense
y
las
industrias
a
principios
del
siglo
XIX.
El
Ohio
transportaba
pasajeros
y
carga
entre
Filadelfia
y
Nueva
Orleáns.
El
algodón
era
la
carga
más
comúnmente
despachada
desde
Nueva
Orleáns,
en
paquebotes
costeros
como
el
Ohio
Paquebote
Ohio
Construido
en
Filadelfia,
1825
“Nueva
Orleáns
es
tanto
el
mercado
de
exportación
como
de
importación
del
valle
del
Misisipi.”
—Historical
Sketch
Book
and
Guide
to
New
Orleans
and
Environs,
1885
Este
barco
de
vapor
con
ruedas
laterales,
el
J.
M.
White,
se
diseñó
para
ofrecer
transporte
de
pasajeros
entre
Nueva
Orleáns,
Luisiana,
y
Greenville,
Misisipi.
Se
trató
de
una
obra
maestra
del
conocido
estilo
denominado
Vapor
Gótico,
llamativo
y
glamoroso,
y
fue
uno
de
los
más
grandes,
más
costosos
y
más
poderosos
vapores
fluviales
jamás
construidos.
Las
calderas
tenían
una
potencia
de
2.800
caballos
de
fuerza,
podía
transportar
hasta
250
pasajeros
de
primera
clase
y
10.000
fardos
de
algodón.
Aún
así,
su
calado
a
plena
carga
era
solamente
de
6
pies
y
6
pulgadas.
El
J.
M.
White
se
incendió
durante
un
arribo
a
Luisiana
en
diciembre
de
1886.
Buque
de
vapor
J.
M.
White
Construido
en
Jeffersonville,
Indiana,
1878
Obsequio
de
John
H.
Leslie
Los
pasajeros
de
primera
clase
a
bordo
del
J.
M.
White
viajaban
rodeados
de
lujos.
Al
igual
que
la
mayoría
de
las
grandes
embarcaciones
fluviales,
ésta
se
hallaba
recubierta
con
ornamentos
de
madera
pintada,
particularmente
en
el
interior.
En
esa
época,
esta
decoración
elaborada
estaba
de
moda
y,
además,
era
relativamente
económica.
Se
utilizaba
tanto
para
la
decoración
de
hogares
de
clase
media,
como
para
la
ornamentación
de
barcos.
114
Algodón
a
bordo,
1878
(Al fondo) Nueva Orleáns desde la planta de Lower Cotton Press, 1852
(A la izquierda) Relevamiento hidrográfico, Río Misisipi, del Cairo al Golfo, 1879–1880
Por
lo
general
los
pasajeros
que
viajaban
en
cubierta
eran
tres
o
cuatro
veces
más
numerosos
que
los
pasajeros
que
viajaban
en
las
cabinas.
Los
pasajes
eran
económicos,
pero
las
comodidades
escasas:
sin
camas
ni
techo,
debían
hallar
refugio
entre
los
cajones
de
carga.
A
raíz
del
hacinamiento,
contraían
enfermedades
que
luego
propagaban
a
las
desprevenidas
comunidades
costeras,
a
lo
largo
de
la
ruta
de
navegación.
Los
pasajeros
de
cubierta
que
se
observan
en
esta
imagen
padecen
de
cólera,
una
epidemia
que
estalló
a
lo
largo
del
Misisipi
en
1873.
De
John
M.
Woodworth,
The
Cholera
Epidemic
of
1873
in
the
United
States,
1875
Cortesía
de
la
red
de
Bibliotecas
de
la
Institución
Smithsonian
El
Río
Ohio
trasladaba
prosperidad
y
pasajeros
a
Cincinnati
—y
de
allí
se
llevaba
carne
de
cerdo.
Para
la
década
de
1850,
Cincinnati
era
la
ciudad
comercial
y
fabril
más
importante
del
medio
oeste,
casi
cuatro
veces
el
tamaño
de
Chicago.
Durante
los
comienzos
del
siglo
XIX,
la
ciudad
suplía
a
las
plantaciones
y
ciudades
sureñas
de
harina,
whiskey,
manufacturas
y,
especialmente,
115
carne
de
cerdo.
Su
ubicación
le
permitía
beneficiarse
de
las
mercancías
enviadas
río
arriba,
con
destino
al
norte
de
Ohio,
a
través
del
canal.
El
rápido
crecimiento
de
Cincinnati
atrajo
la
afluencia
de
muchos
negros
libres
e
inmigrantes.
En
1850,
casi
un
30
por
ciento
de
la
población
de
la
ciudad
era
oriundo
de
Alemania.
Vista
de
Cincinnati
en
daguerrotipo.
Tomada
desde
Newport,
Ky.,
de
Charles
Fontayne
y
William
Porter
Cortesía
de
Public
Library
of
Cincinnati
and
Hamilton
County
“
[Los
cerdos]
llegados
del
campo
en
grandes
hordas,
se
trasladan
a
grandes
instalaciones
en
las
afueras
de
la
ciudad,
donde
se
carnean
y
se
limpian
aproximadamente
1.000
por
día,
y
luego
se
llevan
a
la
ciudad,
donde
se
cortan
y
se
salan,
y
después
se
los
coloca
en
barriles,
así
es
como
se
envían
desde
aquí
para
otros
países.”
—Inmigrante
prusiano
Ernst
Stille,
Cincinnati,
julio
de
1848
El
Underground
Railroad
(Ferrocarril
Subterráneo)
era
una
red
clandestina
de
abolicionistas
que
proporcionaban
comida,
techo,
ropa
y
seguridad
a
un
sinnúmero
de
personas
que
se
escapaban
de
la
esclavitud,
en
busca
de
la
libertad.
Muchos
esclavos
fugitivos
viajaban
de
polizones
en
vapores,
navegando
hacia
su
libertad,
a
menudo
con
la
ayuda
de
otros
afroamericanos
a
bordo.
Otros,
huían
bordeando
las
orillas
de
las
aguas
que
conducían
hacia
el
norte.
Esclavos huyendo en bote a la luz de la luna llena, 1864
Esta
imagen
de
personas
que
huyen
de
la
esclavitud
es
una
perspectiva
idealizada
de
lo
que,
en
realidad,
constituía
una
jornada
aterrorizante
y
peligrosa.
De
Harper’s
Weekly,
9
de
abril,
1864
Cortesía
de
Mariners’
Museum
John
P.
Parker
of
Ripley,
Ohio,
alguna
vez
fue
esclavo.
Más
tarde,
ayudó
a
otros
a
escaparse
hacia
el
norte,
a
través
del
Río
Ohio.
Una
noche,
él
y
otros
compañeros
oyeron
hablar
de
un
grupo
de
cinco
personas
que
se
escondían
en
las
barrancas
del
río,
en
Kentucky.
116
“Por
la
noche
temprano,
siete
de
nosotros,
armados
con
mosquetes,
nos
reunimos
en
una
pequeña
flotilla
de
tres
botes
y
remamos
sigilosamente
por
el
río
hasta
el
sitio
donde
había
sido
vista
la
gente
que
íbamos
a
rescatar.
Los
encontramos
bien,
atemorizados
y
hambrientos.
Tan
silenciosamente
como
llegamos,
nos
escabullimos…Desde
allí
no
nos
detuvimos
hasta
depositarlos
en
la
‘estación’”
–Red
Oak
del
Underground
Railroad.
En
1825,
la
legislatura
de
Ohio
aprobó
la
construcción
de
dos
canales,
incluyendo
uno
destinado
a
unir
al
Río
Ohio
en
Cincinnati
con
las
tierras
agrícolas
del
norte.
Con
el
tiempo,
los
canales
Miami
y
Erie
se
extendieron
hasta
Toledo,
sobre
los
Grandes
Lagos.
En
su
apogeo,
en
1851,
operaban
cuatrocientos
botes
en
el
canal.
Adaptación
del
“Map
of
Rail
Road
Line
between
Loveland
and
Cincinnati
.
.
.
,”
1860
Cortesía
de
la
División
de
Geografía
y
Mapas
de
la
Biblioteca
del
Congreso
“La
costa
entera
del
río
estaba
colmada
por
botes
planos
que
levantaban
carga
para
Nueva
Orleáns
y
todas
las
paradas
intermedias…Sólo
se
empacaba
carne
de
cerdo,
ya
que
en
el
sur
no
alimentaban
a
sus
esclavos
con
carne
vacuna.
“
—John
P.
Parker,
descripción
de
Cincinnati
en
la
década
de
1840
El Buckeye State
A
lo
largo
de
la
década
de
1850,
la
mayor
parte
del
comercio
en
el
Río
Ohio,
viajaba
a
bordo
de
barcos
de
vapor.
Había
botes
más
rápidos,
como
el
Buckeye
State,
que
cobraban
mayores
tarifas
de
carga
y
pasajeros.
En
mayo
de
1850,
con
200
pasajeros
a
bordo
y
sin
carga,
el
Buckeye
State
recorrió
480
millas
río
arriba,
desde
Cincinnati
hasta
Pittsburgh,
en
43
horas,
el
menor
tiempo
jamás
logrado.
Vapor
de
rueda
lateral
Buckeye
State
Construido
en
Johnstown,
Ohio,
1849
Barcos
de
quilla
como
éste,
formaban
parte
del
tráfico
de
los
ríos
Misisipi
y
Ohio
a
principios
del
siglo
XIX.
Podían
navegar
río
arriba
o
río
abajo
–a
vela,
a
remo,
con
pértigas
o
arrastrados
con
dos
cuerdas.
Los
barcos
de
quilla
prestaron
servicios
hasta
la
década
de
1850.
Paquebote
de
quilla
típico,
alrededor
de
1810
117
Hacia
el
oeste,
1860–1880
El
Río
Misuri
condujo
a
exploradores,
tramperos
e
inmigrantes
hacia
el
oeste
de
los
Estados
Unidos.
A
partir
de
los
años
1820
en
adelante,
el
río
se
convirtió
en
el
punto
de
partida
para
miles
de
personas
en
busca
de
una
vida
nueva
a
través
de
los
caminos
de
California,
Mormon,
Oregón
y
Santa
Fe.
Muchos
de
aquellos
que
viajaban
por
Misuri
se
toparon
con
las
tribus
Hidatsa
y
Mandans,
que
vivían
en
villas
esparcidas
a
la
vera
del
río.
Se
dedicaban
al
cultivo
de
maíz,
frijoles
y
tabaco,
sirviéndose
del
río
para
el
comercio
y
el
transporte.
A
fines
de
la
década
de
1840,
la
villa
de
Mua-‐iduskupe-‐hises,
una
denominación
que
en
su
lengua
significa
“como
un
anzuelo”,
contaba
con
una
población
más
numerosa
que
cualquier
otro
asentamiento
blanco.
El
artista
suizo
Karl
Bodmer
formaba
parte
de
una
expedición
que
se
internó
por
el
Río
Misuri
entre
1832
y
1834.
Sus
bocetos
y
pinturas
registraban
las
vistas
de
la
gente,
las
embarcaciones
y
los
paisajes
en
torno
al
río.
Reproducción
de
un
grabado
de
Karl
Bodmer
Cortesía
de
la
red
de
Bibliotecas
de
la
Institución
Smithsonian
El Far West
Un
vapor
se
aproxima
a
una
villa
de
la
tribu
Mandan
sobre
el
Río
Misuri.
Los
Mandan
llamaban
a
los
buques
de
vapor
“canoas
de
fuego”.
Reproducción
de
la
pintura
de
William
de
la
Montagne
Cary,
1874
Cortesía
de
Gilcrease
Museum
118
“Buffalo
Bird
Women”
recolectando
leña
en
un
bote
La
recolección
de
leña
para
combustible
era
una
tarea
importante
que
realizaban
las
mujeres
de
las
tribus
Mandan
e
Hidatsa.
El
hecho
de
pasar
horas
maniobrando
sus
botes
por
las
orillas
del
río
las
convertía
en
remeras
expertas.
Cuando
aparecieron
los
barcos
de
vapor
en
el
Misuri,
las
mujeres
comenzaron
a
venderles
madera.
“Buffalo
Bird
Woman”
observó
que
“en
los
alrededores
de
la
villa
‘Casi
como
un
Anzuelo’,
la
madera
era
escasa,
porque
la
habíamos
vendido
demasiado
a
los
vapores”.
Reproducción
del
dibujo
de
Edward
Goodbird,
1913
Cortesía
de
Minnesota
Historical
Society
Los
pueblos
nativos
de
la
orilla
norte
del
Misuri
construían
pequeños
botes
como
éste
para
viajar
por
la
costa,
acarreando
madera
y
otras
provisiones.
Los
confeccionaban
con
piel
de
animal
estirada
sobre
un
marco
de
madera
flexible,
y
por
lo
general,
eran
obra
de
las
mujeres.
Los
comerciantes
de
pieles
franceses,
británicos
y
americanos
también
usaban
este
tipo
de
botes
para
trasladar
sus
pieles
por
el
Misuri.
Préstamo
del
Museo
Nacional
de
Historia
Natural
Los
indios
Mandan
maniobraban
bullboats
en
tierra
y
en
agua.
Su
pueblo
se
erige
en
un
peñasco
por
encima
del
río.
Reproducción
del
grabado
en
base
a
Karl
Bodmer,
1834
Cortesía
de
la
red
de
Bibliotecas
de
la
Institución
Smithsonian
La
vida
sobre
el
Río
Misisipi
sirvió
de
inspiración
para
uno
de
los
grandes
musicales
estadounidenses,
Show
Boat.
La
trama
relata
la
vida
de
una
familia
de
artistas
que
navega
a
bordo
del
Teatro
Flotante
Cotton
Blossom,
de
uno
a
otro
extremo
del
río.
Sin
embrago,
la
mayor
parte
del
drama
se
centra
en
las
vidas
cotidianas
y
en
las
complejas
relaciones
raciales
de
la
119
gente
de
la
rivera.
“Ol’
Man
River”
y
otros
temas
del
Show
Boat
se
transformaron
en
clásicos
americanos
y
en
conmovedoras
alusiones
al
modo
en
que
el
río
serpentea
a
través
de
la
vida
de
la
gente
y
de
la
geografía
estadounidenses.
El
Palacio
Flotante
era
al
mismo
tiempo
un
museo
de
rarezas,
un
menagerie,
un
acuario
y
un
bote
show.
El
eslogan
de
“Gran
Show
Moral”
que
exhibía
al
costado
del
barco
reflejaba
el
perfil
de
los
botes
show
como
destinos
familiares.
Los
anuncios
enfatizaban
espectáculos
“decorosos”
y
una
atmósfera
refinada.
Cortesía
de
Manuscripts
Department,
Tulane
University
Libraries
El
musical
Show
Boat
se
estrenó
en
1927,
en
el
Teatro
Nacional
de
Washington,
D.C.
Esta
es
la
partitura
de
la
canción
sobre
uno
de
los
principales
personajes
de
la
obra
–el
río
mismo.
El
Nuevo
Bote
Show
de
Bryant
se
inauguró
en
1918,
con
una
capacidad
para
casi
700
espectadores.
Por
su
escenario
desfilaron
docenas
de
obras
como
Hamlet,
Little
Nell
of
the
Ozarks,
y
hasta
las
cabriolas
de
una
mula
llamada
Enero.
Un
paquebote
convertido
en
remolcador,
el
Valley
Belle,
empujaba
a
los
Bryant
y
su
bote
de
uno
a
otro
extremo,
por
los
ríos
Kanawha,
Ohio,
Monongahela,
Illinois,
y
Misisipi.
Este
barco
llevó
entretenimiento
a
los
pueblos
mineros
y
a
las
comunidades
agrícolas
hasta
el
final
de
la
época
del
bote
show.
El
nuevo
Bote
Show
de
Bryant
Construido
en
Point
Pleasant,
Illinois,
1918
Vapor
de
remolque
con
rueda
de
popa,
Valley
Belle
Construido
en
Harmar,
Ohio,
1883
120
éxito
de
un
viaje,
la
fortuna
de
los
propietarios
de
los
barcos
y
la
vida
de
los
pasajeros
dependían
de
la
habilidad
de
los
pilotos
para
interpretar
los
ríos.
“Un
piloto,
en
esos
días,
era
el
único
ser
humano
no
importunado
y
enteramente
independiente
que
habitara
la
faz
de
la
tierra.”
—Mark
Twain,
Life
on
the
Mississippi,
1883
Los
pilotos
de
los
barcos
de
vapor
aprendían
de
la
experiencia,
y
ciertamente,
los
ríos
occidentales
de
la
nación
eran
maestros
estrictos
y
caprichosos.
No
bastaba
con
conocer
los
cauces.
El
aprendizaje
abarcaba
estudiar
la
posición
de
cada
obstáculo,
roca,
banco
de
arena
y
punto
de
referencia,
conocer
la
profundidad
del
agua
y
la
fuerza
de
la
corriente.
Ni
bien
aprendían
estos
factores
vitales,
algunos
de
ellos
cambiaban.
Según
como
percibieran
al
barco,
el
color
del
agua,
las
ondulaciones
y
remolinos
en
el
agua,
los
pilotos
debían
deducir
qué
nueva
información
se
avecinaba.
Tenían
que
utilizar
sus
conocimientos
día
y
noche,
en
toda
clase
de
condiciones
climáticas
y
en
todas
las
estaciones.
El
piloto
Edgar
Brookhart
en
el
puente
de
mando
del
Queen
City,
cerca
de
1910
Los
pilotos
fluviales
enviaban
señales
a
otros
botes
y
a
la
costa
haciendo
sonar
estrepitosos
silbatos
de
vapor.
“Crecí
casi
sorda
a
causa
de
pasar
todos
los
veranos,
durante
muchos
años,
justo
debajo
del
silbato”,
escribió
Dorothy
Heckmann,
hija,
nieta
y
sobrina
de
capitanes
de
barcos
de
vapor.
Este
silbato
se
utilizó
en
el
barco
de
vapor
John
Heckmann
a
principios
de
los
1900.
Obsequio
de
Dorothy
Heckmann
Shrader
Este
timón
pertenece
al
Kiwanis,
el
cual
operaba
como
transbordador
en
el
río
Misisipi,
Cairo,
Illinois.
De
pie,
bien
alto
por
encima
de
la
cubierta,
el
piloto
gobernaba
la
embarcación,
moviéndose
de
uno
a
otro
lado
del
timón.
Regalo
de
Frederick
C.
Danforth
en
memoria
de
John
Stuart
Hacker
a
través
del
Museo
Nacional
del
Transporte
Los
tiradores,
los
tubos
acústicos
y
el
enorme
timón
eran
elementos
esenciales,
tanto
para
la
navegación,
como
para
las
comunicaciones
dentro
del
puente
de
mando.
De
Scribner’s
Monthly,
octubre
1874
121
(En
la
pared,
parte
superior)
Antorcha
de
canasta
Los
buques
de
vapor
que
operaban
de
noche
suspendían
a
los
costados
del
barco
unas
canastas
de
hierro
cargadas
de
desechos
embebidos
en
aceite,
con
las
cuales
iluminaban
la
costa.
Estas
antorchas
ayudaban
a
los
pilotos
en
la
navegación,
pero
también
suponían
un
peligro
de
incendio,
en
caso
de
arrojar
chispas
que
pudieran
caer
sobre
alguna
carga
inflamable.
Obsequio
de
Ida
C.
yd
Ray
Allen
Engleking
Una
canasta
con
antorcha
ilumina
la
cubierta
del
vapor
para
que
los
obreros
puedan
abastecer
leña
para
combustible.
Cortesía
del
Center
for
Louisiana
Studies,
University
of
Louisiana
at
Lafayette
Marañas
de
árboles
sumergidos
y
otros
escombros
entorpecían
la
navegación
en
muchos
ríos
del
oeste.
El
constructor
de
buques
de
vapor
Henry
M.
Shreve
fue
nombrado
superintendente
de
los
ríos
del
oeste
en
1828,
y
en
1829
finalizó
el
primer
barco
de
limpieza,
especialmente
construido
para
quitar
escombros
del
río.
Los
dos
bastidores
pirámide
al
frente
del
Charles
H.
West
soportan
el
cable
de
un
cabrestante.
Una
vez
que
el
buque
engancha
un
obstáculo,
el
cabrestante
lo
iza
hasta
la
rampa,
donde
se
procede
a
cortarlo.
Barco
de
limpieza
Charles
H.
West
Construido
en
Nashville,
Tennessee,
1934
El
“Great
Raft”
era
una
maraña
de
tocones
y
árboles
caídos
que
se
extendía
a
lo
largo
de
92
millas,
bloqueando
la
navegación
del
río
Rojo,
Texas.
Los
trabajos
de
limpieza
de
este
gran
obstáculo
comenzaron
en
1832
y
se
desarrollaron
en
distintas
etapas
en
el
transcurso
del
siglo.
Este
barco
de
limpieza,
el
U.S.
Aid,
está
trabajando
para
mantener
el
río
en
condiciones
navegables
en
el
año
1873.
Cortesía
de
la
Biblioteca
del
Congreso
122
Barco
de
limpieza
A.
H.
Sevier,
década
de
1840
Barcos
de
limpieza
como
el
A.H.
Sevier
se
construían
con
una
cuña
de
hierro
entre
dos
cascos
para
poder
romper
las
marañas
de
obstáculos.
De
Sketch
Book
of
Saint
Louis,
1858
Los
botes
de
limpieza
que
funcionaban
bajo
la
dirección
del
Cuerpo
de
Ingenieros
del
Ejército
de
los
EE.UU.
solían
denominarse
los
“Sacamuelas
del
Tío
Sam”,
en
referencia
a
su
trabajo
de
extracción
de
árboles
enteros
y
troncos
que
dificultaban
la
navegación.
El
U.S.
Snag
Boat
No.
2
se
observa
aquí
arrancando
tocones
del
fondo
del
río.
De
Harper’s
Weekly,
Nov.
2,
1889
Cortesía
de
Mariners’
Museum
“El
Río
Misisipi
siempre
hará
su
voluntad;
ninguna
técnica
de
ingeniería
podrá
persuadirlo
de
lo
contrario.”
—Mark
Twain,
1866
Los
grandes
ríos
del
oeste
y
del
medio
oeste
se
recreaban
a
sí
mismos
constantemente.
Sus
corrientes
formaban
bancos
de
arena,
limpiaban
barrancas,
apilaban
árboles
muertos
y
escombros
generando
obstáculos
sumergidos,
formaban
témpanos
de
hielo
y
hasta
cambiaban
el
curso.
Astilleros
y
pilotos
tenían
que
adaptarse
a
estos
cambios.
Los
barcos
fluviales
estaban
diseñados
para
navegar
elevados
sobre
la
superficie
del
agua,
de
modo
de
poder
deslizarse
por
encima
de
los
bajos.
En
cada
viaje,
los
pilotos
aprendían
una
y
otra
vez
los
secretos
del
río.
Aún
así,
cientos
de
barcos
de
vapor
naufragaron
en
los
ríos
durante
el
siglo
XIX,
y
cientos
de
pasajeros
y
tripulantes
perdieron
sus
vidas.
En
marzo
de
1910,
el
Virginia
navegó
sobre
un
campo
de
maíz
inundado
en
Willow
Grove,
West
Virginia,
y
quedó
encallado.
Cuando
una
semana
más
tarde,
el
Río
Ohio
se
retiró,
el
bote
quedó
varado
a
media
milla
de
la
costa.
Fue
arrastrado
nuevamente
hasta
el
río
y
se
lo
reflotó,
luego
de
lo
cual
prestó
servicios
durante
otros
18
años.
123
El
City
of
Cincinnati
se
estrelló
contra
el
hielo
en
Cincinnati,
enero
de
1918
Los
bajos
eran
un
problema
crónico
en
los
ríos
del
oeste.
Al
abogado
Abraham
Lincoln,
de
Springfield,
Illinois,
se
le
ocurrió
que
unas
cámaras
inflables,
de
tela
revestida
en
caucho,
podían
ayudar
al
barco
a
flotar
sobre
las
zonas
bajas.
Patentó
su
idea
en
1849,
enviando
este
modelo
junto
con
la
solicitud.
Si
bien
sus
“cámaras
flotantes
ajustables”
demostraron
no
ser
prácticas,
Lincoln
pasó
a
la
historia
como
el
único
presidente
con
la
titularidad
de
una
patente
en
los
Estados
Unidos.
Patente
No.
6.469,
22
de
mayo,
1849
124
La
historia
de
un
piloto
Los
pilotos
de
río
son
ahora
más
importantes
que
nunca.
La
mayoría
de
las
cargas
a
granel
que
circulan
por
la
nación,
incluyendo
granos
y
carbón,
se
transportan
por
río,
en
una
y
otra
dirección.
Los
pilotos
actuales
de
remolcadores
reciben
capacitación,
dan
exámenes
y
obtienen
licencias,
pero
así
y
todo,
la
mejor
escuela
continúa
siendo
la
experiencia
en
el
río.
En
la
década
de
1970,
el
capitán
Jack
Libbey
utilizó
este
libro
de
cartas
de
navegación
correspondiente
a
la
zona
norte
del
Río
Misisipi.
Prácticamente
en
cada
página
se
observan
marcas
y
anotaciones
de
Libbey.
Los
nombres
de
las
principales
ayudas
de
navegación
a
ambos
lados
del
río
se
hallan
meticulosamente
escritos,
así
como
las
advertencias
sobre
cómo
gobernar
el
timón
a
través
de
situaciones
difíciles.
Obsequio
de
Jack
Libbey
El
piloto
Jack
Libbey
en
el
puente
de
mando
del
remolcador
del
Río
Misisipi
James
Faris,
en
Dubuque,
Iowa.
Los
remolcadores
modernos
se
gobiernan
con
palancas
de
mando,
en
vez
de
con
un
timón.
Los
timones
de
flanqueo
se
controlan
con
las
palancas
superiores,
el
timón
de
mando
con
las
palancas
inferiores.
Cortesía
de
Jack
Libbey
“TP
[Timoneo
del
puente]
Mantener
la
popa
a
la
luz
y
la
proa
al
tanque.
Cuando
la
timonera
pase
la
boya
negra
hacer
caer
el
asta
de
la
bandera
hasta
el
3er.
muelle
por
fuera
del
arco
del
canal.
Mantener
hasta
que
la
boya
roja
debajo
del
puente
se
abra
hasta
la
mitad.
Mantener
el
asta
de
la
bandera
en
la
boya
roja
y
la
popa
a
100
yardas
de
las
primeras
chimeneas
de
Miss.
Avante
poca.”
—
Cap.
Jack
Libbey,
entrada
en
la
carta
de
navegación
sobre
el
timoneo
bajo
puentes,
en
aguas
bajas,
10
de
diciembre,
1975
125
Cruces
oceánicos,
1870–1969
Los
transatlánticos
eran,
en
un
principio,
buques
dedicados
al
transporte
de
inmigrantes
y,
luego,
se
convirtieron
en
máquinas
de
entretenimiento,
estatus
y
prestigio
nacional.
A
fines
del
siglo
XIX,
los
transatlánticos
funcionaban
principalmente
como
medios
de
transporte,
dedicados
al
cruce
de
inmigrantes
a
través
de
los
océanos
Atlántico
y
Pacífico
hasta
las
costas
de
América.
Recién
unos
años
más
tarde,
comenzaron
a
captar
a
turistas
y
viajantes
–tanto
familias
comunes,
como
ciudadanos
más
adinerados.
Los
viajes
oceánicos
se
transformaron
en
un
gran
negocio
–seguros
y
rutinarios,
salvo
por
algunas
lamentables
excepciones,
como
el
Titanic.
En
1870,
más
del
90
por
ciento
de
los
inmigrantes
que
llegaban
a
América,
lo
hacía
a
bordo
de
buques
de
vapor.
A
medida
que
los
barcos
fueron
siendo
cada
vez
más
seguros,
más
grandes,
más
estables
y
más
rápidos,
los
cruces
oceánicos
se
hicieron
menos
penosos.
Durante
el
mismo
período,
la
economía
de
los
Estados
Unidos
prosperó,
y
surgió
una
clase
de
americanos
acaudalados,
deseosos
por
emprender
viajes
de
lujo.
Las
compañías
navieras
diseñaron
barcos
con
excelentes
comodidades,
teniendo
en
mente
a
estos
pasajeros.
El
estilo
refinado
y
la
alta
sociedad
otorgaron
fama
a
estos
transatlánticos,
pero
sin
embargo,
hasta
la
década
de
1920,
los
buques
generaban
su
principal
fuente
de
ingresos
con
el
transporte
de
inmigrantes.
Los
ricos
y
los
pobres
cruzaban
el
océano
tan
solo
a
unos
pocas
cubiertas
de
distancia.
Te
invitamos
a
que
encuentres
a
algunos
de
los
546
pasajeros
y
125
tripulantes
que
están
viajando
de
Hamburgo,
Alemania,
a
la
ciudad
de
Nueva
York
en
1876.
El
trayecto
durará
9
días.
Anna
Thompson
viaja
en
una
sección
especial
del
entrepuente
reservada
a
las
mujeres
solteras.
Al
igual
que
otros
pasajeros
de
cuarta
clase,
lleva
su
propia
ropa
de
cama,
vajilla
y
muebles.
J.
C.
Bancroft
Davis,
el
embajador
de
Estados
Unidos
en
Alemania,
y
su
esposa,
Mary,
viajan
en
cuatro
camarotes
selectos
próximos
al
confort
del
salón
principal.
Se
dirigen
a
Nueva
York
para
visitar
a
amigos
y
familiares.
Jacob
y
Maria
Berschauer,
junto
con
sus
dos
hijos
—además
de
casi
setenta
vecinos
y
familiares—
viajan
en
un
compartimiento
oscuro
y
estrecho
del
entrepuente.
Se
dirigen
a
Kansas
para
comenzar
una
vida
nueva.
126
De
Kratzke
a
Kansas
Albert
Hammacher,
un
ferretero
que
luego
fundará
la
compañía
Hammacher
Schlemmer,
viaja
en
un
camarote
de
la
cubierta
superior,
cerca
de
los
salones
de
conversación
para
caballeros
y
fumadores.
Ocho
maquinistas
y
32
tripulantes
—fogoneros
y
maquinistas—trabajan
en
las
entrañas
del
barco,
manteniendo
los
motores
en
funcionamiento.
De
los
125
tripulantes
a
bordo
del
Frisia,
la
mayoría
duerme
en
espacios
reducidos,
cercanos
a
la
proa
del
barco.
En
el
año
1871,
tan
sólo
los
vapores
de
la
compañía
Hamburg-‐
America
trasladaron
a
4.200
pasajeros
en
clase
de
camarote
y
a
24.500
en
tercera
clase
hasta
Nueva
York.
Al
año
siguiente,
esta
compañía
botó
al
agua
su
nuevo
barco
Frisia,
el
cual
entre
1872
y
1885
trasladó
a
los
Estados
Unidos
casi
47.000
inmigrantes.
Transatlántico
de
pasajeros
alemán
Frisia
Construido
en
Greenock,
Escocia,
1872
Capacidad
de
pasajeros:
90
de
primera
clase,
130
de
segunda,
600
de
tercera
y
cuarta
Tripulantes:
125
127
(En
la
pared)
Inmigrantes
sobre
la
baranda
de
un
vapor,
principios
del
siglo
XX
En
febrero
de
1885,
el
City
of
Tokio
se
convirtió
en
un
ikkaisen,
o
“primer
bote”,
por
haber
traído
a
los
primeros
inmigrantes
japoneses
a
Hawái.
Este
vapor
de
la
compañía
Pacific
Mail
arribó
a
Honolulu
luego
de
un
viaje
de
dos
semanas
desde
Yokohama.
Lo
abordaban
944
personas,
en
su
mayoría
mano
de
obra
que
había
firmado
contratos
con
el
gobierno
para
trabajar
en
las
plantaciones
de
azúcar
de
Hawái.
Pintura
al
óleo
de
Alexander
Charles
Stuart,
1874
De Japón a Hawái
Cuarentena
Ng
Shee
Lee
trajo
consigo
este
baúl
laqueado
desde
China,
luego
de
visitar
su
país
en
1906.
Su
esposo,
Lee
B.
Lok,
emigró
de
la
provincia
de
Guangdong,
China,
en
1881.
Debió
pagar
una
suma
de
$1.000
para
modificar
el
estatus
descripto
en
sus
documentos
de
identidad,
de
“mano
de
obra”
a
“comerciante”,
antes
de
poder
regresar
a
China
en
1896
y
desposar
a
Ng
Shee
Lee.
Juntos,
vinieron
a
los
Estados
Unidos
y
tuvieron
siete
hijos,
a
quienes
criaron
mientras
manejaban
un
próspero
comercio
en
el
barrio
chino
de
Nueva
York.
Obsequio
de
Virginia
Lee
Mead
128
Baúles
de
los
viajeros
Estos
baúles
y
otros
de
alrededor,
son
viajeros
transoceánicos.
Navegaron
a
los
Estados
Unidos
de
ida
y
vuelta
a
bordo
de
transatlánticos,
protegiendo
las
pertenencias
de
distintas
personas,
de
diferentes
épocas
y
procedencias.
A
partir
de
1867,
la
compañía
Pacific
Mail
Steamship
estableció
una
línea
de
navegación
entre
Hong
Kong
y
San
Francisco.
Se
dedicaba
al
traslado
de
comerciantes
estadounidenses,
misioneros
y
funcionarios
de
gobierno
hasta
Asia,
pero
la
mayor
parte
de
sus
ganancias
provenía
del
transporte
de
trabajadores
chinos
a
los
Estados
Unidos
y
de
regreso.
Cuando
la
economía
de
los
Estados
Unidos
sufrió
una
caída
durante
la
década
de
1870,
se
incrementó
la
competencia
por
los
puestos
de
trabajo.
Los
trabajadores
chinos
fueron
objeto
de
crecientes
prejuicios
y
discriminación.
En
1882,
el
Congreso
aprobó
la
Ley
de
Exclusión,
mediante
la
cual
se
restringía
el
ingreso
de
mano
de
obra
china
al
país
y
se
prohibía
a
todo
residente
chino
la
adquisición
de
la
ciudadanía.
Fue
la
primera
ley
federal
que
restringió
la
inmigración
con
fundamentos
raciales
o
étnicos.
129
Documentos
de
residencia
y
de
viaje
de
Wong
Hand
Una
ley
federal
que
se
aprobó
en
1892,
exigía
que
cada
residente
chino
portara
un
certificado
de
residencia.
La
gente
que
no
poseía
dicho
documento
podía
ser
deportada
o
encarcelada,
y
aquellos
que
viajaban
lo
necesitaban
para
regresar
de
nuevo
al
país.
Este
es
el
certificado
de
residencia
de
Wong
Hand,
el
cual
lo
identifica
como
trabajador
chino
y
cocinero,
así
como
residente
de
Redlands,
California.
En
algún
momento,
Wong
Hand
viajó
a
China
y
volvió
a
San
Francisco
en
1914,
a
bordo
del
vapor
Siberia,
de
la
compañía
Pacific
Mail.
Como
extranjero,
debió
abonar
un
impuesto
de
$4,
suma
que
se
le
hubiera
devuelto
en
caso
de
que
volviera
a
salir
del
país
en
un
plazo
de
30
días.
Los
inmigrantes
y
los
pasajeros
de
tercera
clase
de
los
barcos
de
vapor
de
la
compañía
Pacific
Mail
estaban
sujetos
a
inspecciones
sanitarias
diarias
a
cargo
del
inspector
de
sanidad
del
barco,
quien
registraba
cada
inspección
mediante
una
perforación
en
la
tarjeta
sanitaria
del
pasajero.
La
tarjeta
de
Wong
Hand
indica
que
se
le
realizaron
31
inspecciones
en
su
viaje
de
1914
a
San
Francisco.
A
fin
de
evitar
detenciones
en
las
estaciones
de
cuarentena
de
los
EE.UU.
o
en
los
ferrocarriles,
Wong
Hand
hubiera
tenido
que
presentar
su
tarjeta.
Con
este
riguroso
proceso
de
inspección
se
pretendía
evitar
la
propagación
de
enfermedades
y
mantener
alejados
a
los
inmigrantes
ilegales,
si
bien
también
suponía
situaciones
difíciles
y
frustrantes
para
los
residentes
legales
chinos
que
reingresaban
al
país.
Cortesía
de
Biblioteca
de
Estudios
Étnicos,
Universidad
de
California,
Berkeley
El
gobierno
de
los
Estados
Unidos
resguardando
de
los
chinos
el
Templo
de
la
Libertad.
Caricatura
de
Thomas
Nast,
en
el
Harper’s
Weekly,
1
de
abril,
1882
Cortesía
de
Mariners’
Museum
130
La
emigración
china
a
América
—bosquejo
de
una
escena
a
bordo
del
vapor
Alaska
de
la
compañía
Pacific
Mail
Steamship
Los
pasajeros
blancos
que
viajaban
en
tercera
clase
pagaban
sus
pasajes
más
caros
que
los
pasajeros
chinos,
en
parte
debido
al
mayor
costo
de
la
comida
americana.
Los
chinos
que
disponían
de
dinero
podían
viajar
en
primera
clase,
pero
la
mayoría
prefería
viajar
en
tercera,
donde
podían
consumir
alimentos
que
les
eran
familiares
durante
el
largo
trayecto.
Grabado
del
Harper’s
Weekly,
May
20,
1876
Cortesía
de
la
red
de
Bibliotecas
de
la
Institución
Smithsonian
Los
barcos
de
vapor
que
cruzaban
el
Pacífico
transportaban
un
gran
número
de
inmigrantes
y
apenas
una
reducida
cantidad
de
pasajeros
de
primera
clase.
Observando
el
plano
de
cubierta
del
barco,
es
posible
concluir
lo
siguiente:
• Cientos
de
pasajeros
de
tercera
clase
dormían
en
camastros
próximos
al
motor
del
barco
• Los
pasajeros
de
primera
clase,
o
de
salón,
dormían
en
camarotes
lejos
del
motor
• Los
pasajeros
de
tercera
clase
no
contaban
con
un
comedor,
ni
con
espacios
de
recreación
• Los
pasajeros
de
primera
clase
contaban
con
un
espacio
para
la
cena
con
claraboyas,
además
de
dos
salones
sociales
en
la
cubierta
superior
El
Japan
contaba,
oficialmente,
con
comodidades
para
alojar
a
190
pasajeros
en
camarotes
de
primera
clase
y
908
pasajeros
en
hileras
contiguas
de
camastros
abiertos,
apiladas
de
a
tres,
en
el
entrepuente.
Los
pasajeros
que
viajaban
con
mayor
frecuencia
en
primera
clase
eran
comerciantes,
misioneros,
y
también
funcionarios
y
militares
del
gobierno.
El
entrepuente
estaba
repleto
en
su
totalidad
de
comerciantes
y
trabajadores
chinos.
Durante
el
cruce
del
Pacífico,
que
duraba
un
año,
los
pasajeros
de
tercera
clase
se
las
arreglaban
sin
comedores
ni
espacios
de
estar.
El
negocio
de
los
inmigrantes
era
tan
redituable
que
el
Japan,
a
menudo,
llevaba
cientos
de
pasajeros
por
encima
del
límite
legal.
En
1873
se
intimó
al
capitán
del
Japan
por
llevar
a
bordo
451
pasajeros
en
exceso
de
lo
permitido.
Cortesía
de
Mariners’
Museum
131
instalaciones
en
el
puerto.
Solamente
los
oficiales
de
los
barcos
eran
estadounidenses
o
europeos.
“El
ahorro
en
salarios,
comida
y
demás
será
enorme”,
escribió
el
presidente
de
la
compañía.
Pero
en
1915,
presiones
de
los
sindicatos
de
marineros
y
normas
gubernamentales
en
contra
de
la
discriminación,
ya
habían
comenzado
a
forzar
el
despido
de
cientos
de
marineros
chinos.
En
esta
imagen
se
observa
a
miembros
chinos
de
la
tripulación
ocupándose
de
las
amarras
cercanas
a
la
popa,
en
el
vapor
Siberia
de
la
compañía
Pacific
Mail.
Aproximadamente
227
tripulantes
chinos
trabajaron
a
bordo
del
Siberia
en
cada
uno
de
sus
11
viajes
de
ida
y
vuelta
entre
Hong
Kong
y
San
Francisco.
Fotografía
de
Jack
London,
cortesía
de
The
Huntington
Library
Después
de
1910,
los
inmigrantes
que
llegaban
a
la
costa
oeste,
pasaban
por
la
estación
de
inspección
de
inmigraciones
de
Angel
Island,
Bahía
de
San
Francisco.
Muchos
quedaban
detenidos
allí
durante
semanas
o
meses.
Enojo,
soledad
y
gozo
se
reflejan
en
estas
rimas
escritas
por
aquellos
que
inmigraron
a
los
Estados
Unidos
o
a
la
“Montaña
de
Oro”.
Estos
versos
provienen
del
barrio
chino
de
San
Francisco,
compuestos
alrededor
de
1910.
Soy
un
hombre
de
actos
heroicos;
Soy
un
hombre
de
orgullo
y
dignidad.
Mi
alma
abarca
las
alturas
del
cielo
Y
el
resplandor
de
la
tierra;
En
todas
partes
me
reconocen
como
hombre
verdaderamente
noble.
En
busca
de
fortuna—
la
ambición
me
condujo
por
la
ruta
de
la
Montaña
de
Oro.
Negada
mi
entrada
ni
bien
llegué
a
la
orilla,
estoy
colmado
de
rabia.
Sin
recursos
para
cruzar
la
frontera,
¿qué
puede
un
hombre
hacer?
Por
atrapar
una
riqueza
exigua,
soporté
la
separación
de
mi
madre.
Derivando
por
el
mar
miles
de
millas,
llegué
a
la
Nación
de
la
Florida
Bandera
para
tentar
mi
suerte.
Me
apena
estar
tan
lejos
de
mi
hogar.
Debo
cargar
a
mi
madre
con
la
molestia
de
enviar
prendas
para
mi
estancia
Incapaz
de
alistar
un
rápido
retorno
a
casa,
varado
en
tierra
extraña,
Oh,
¿cuándo
podré
devolverle
la
bondad
de
haberme
criado?
Estando
en
San
Francisco,
La
suerte
y
la
fortuna
me
agracian
con
la
llegada
de
la
primavera.
Con
los
baúles
llenos
de
doradas
águilas,
es
tiempo
ya
de
volver
al
hogar;*
132
Pronto
mi
pasaje
y
mi
visa
están
dispuestos
y
listos.
Oh,
qué
maravilloso
—
Me
despido
de
todos
mis
buenos
amigos.
Regreso
al
hogar
con
los
monederos
y
las
bolsas
bien
colmados
En
breve,
veré
los
rostros
de
mis
padres
radiantes
de
gozo
*”Águilas
doradas”
es
un
término
usado
por
los
chinos
en
América
para
referirse
a
las
monedas
de
oro
estadounidenses.
Marlon
K.
Hom,
Songs
of
Gold
Mountain:
Cantonese
Rhymes
from
San
Francisco
Chinatown
©1987
Copyright/
University
of
California
Press.
Esta
imagen
artificial
del
barrio
chino
representa
calles
repletas
de
hombres
y
pobladas
de
comercios.
Los
inmigrantes
fluyen
en
masa
desde
los
edificios
de
la
Pacific
Mail
Steamship
Company
y
de
la
Canadian
Pacific
Steamship
Company.
Las
políticas
de
exclusión
limitaron
el
número
de
chinos
que
podía
viajar
a
los
Estados
Unidos
de
13.000,
en
1880,
a
menos
de
2.000
por
año,
en
1900.
Aquellos
que
lograban
viajar,
debían
demostrar
que
no
eran
mano
de
obra.
De
los
ciudadanos
chinos
que
llegaron
a
los
Estados
Unidos
entre
1850
y
1900,
más
de
la
mitad
regresaron
a
China.
Cortesía
de
The
Bancroft
Library,
Universidad
de
California,
Berkeley
Velocidad y lujo
Para
los
americanos
adinerados,
viajar
a
Europa
era
un
símbolo
de
estatus.
A
principios
del
siglo
XX,
los
barcos
de
pasajeros
atendían
a
estos
clientes
ofreciéndoles
un
lugar
extravagante
en
el
mar,
a
la
misma
altura
que
lo
ofrecido
por
hoteles
y
restaurantes
finos.
Gran
Bretaña,
Alemania
y
Francia
competían
para
crear
“barcos
de
estado”
que
fueran
piezas
únicas,
y
cada
tanto
aparecían
vapores
nuevos
que
alegaban
ser
más
espaciosos,
lujosos,
rápidos
y
seguros
que
ningún
otro
que
hubiera
navegado
jamás.
133
Diversión
en
el
mar
Los
pasajeros
que
viajaban
en
la
segunda
clase
del
Mauretania
disfrutan
de
juegos
en
pleno
altamar,
1911.
Cortesía
de
la
Biblioteca
del
Congreso
Arribo a Inglaterra
El Mauretania
El
arquitecto
y
paisajista
Harold
A.
Peto
fue
quien
diseñó
los
interiores
del
Mauretania.
Como
era
típico
del
estilo
de
los
transatlánticos
de
la
época,
otorgó
a
los
interiores
más
elaborados
del
barco
una
combinación
de
estilos
históricos
a
semejanza
de
los
hoteles,
clubes
y
residencias
de
moda.
Los
astilleros
contrataron
a
300
carpinteros
de
Palestina
por
un
período
de
dos
años,
a
fin
de
tallar
la
decoración
de
la
embarcación.
Esta
sala
de
fumadores
evocaba
el
estilo
de
los
palacios
del
renacimiento
italiano.
Los
hombres
que
viajaban
en
primera
clase
se
retiraban
a
este
salón
después
de
cenar,
a
beber,
conversar
y
jugar.
134
Salones
comedores
Menú de un almuerzo en el Lusitania, el barco hermano del Mauretania, 1908
La pandilla negra
Los
buques
de
vapor
a
carbón
como
el
Mauretania
se
mantenían
en
horario
únicamente
gracias
a
la
afanosa
labor
de
la
tripulación
de
caldera.
La
“pandilla
negra”
incluía
a
los
pañoleros,
que
removían
el
carbón
dentro
de
las
carboneras;
a
los
repartidores,
quienes
lo
llevaban
en
carretillas
hasta
cada
caldera;
y
los
fogoneros,
que
se
ocupaban
del
fuego.
Alimentar
y
cuidar
las
calderas
demandaba
una
considerable
pericia.
Además,
era
un
trabajo
implacable,
peligroso,
infernalmente
caluroso
e
increíblemente
sucio.
El
cuarto
de
calderas
de
un
vapor
De
J.
D.
Jerrold
Kelley,
The
Ship's
Company
and
Other
Sea
People,
1896
Cortesía
de
la
Biblioteca
del
Congreso
Los
fogoneros
paleaban
entre
850
y
1.000
toneladas
de
carbón
al
día
para
mantener
la
velocidad
del
Mauretania
entre
20
y
25
nudos
(23–28.8
mph).
135
(Replica
en
el
techo)
Claraboya
y
paneles
de
yeso
del
R.M.S.
Majestic
Salón comedor de primera clase del R.M.S. Majestic, alrededor de 1890
Fotografía
de
Underwood
and
Underwood,
cortesía
de
los
archivos
de
Paul
Louden-‐
Brown
–
White
Star
Line
Turistas oceánicos
Durante
la
década
de
1920
se
aprobaron
nuevas
leyes
inmigratorias
que
detuvieron
el
flujo
de
inmigrantes
a
los
Estados
Unidos.
Enfrentados
a
una
pérdida
devastadora
de
sus
ingresos,
las
compañías
de
vapores
convirtieron
los
espacios
del
entrepuente
en
camarotes
económicos
para
atraer
a
la
clase
media
y
a
los
viajantes
de
negocios.
Las
empresas
navieras
también
empezaron
a
experimentar
con
los
cruceros
—el
envío
de
sus
barcos
en
viajes
específicamente
recreativos
a
lugares
vistosos
de
todas
partes
del
mundo.
El
Mauretania
realizó
54
cruces
de
placer
entre
1923
y
1934.
Folleto
de
la
compañía
White
Star
Line
donde
se
destacan
los
atractivos
de
las
nuevas
comodidades
del
“camarote
de
tercera
para
turistas”,
década
de
1920.
136
“Y
navega
en
el
océano
azul”
Sala
de
estar
de
primera
clase
del
Mauretania
Titanic
Los
transatlánticos
gigantes
eran
la
maravilla
tecnológica
e
industrial
de
principios
del
1900
–
mucho
más
grandes
que
ninguna
otra
máquina
en
la
tierra.
Cada
año
que
pasaba,
se
construían
más
largas,
más
pesadas,
más
veloces
y
más
lujosas.
Los
transatlánticos
eran
obras
de
arte
para
los
diseñadores
de
barcos
y
una
fuente
de
orgullo
nacional.
La
White
Star
Line
se
refirió
a
su
buque
insignia,
el
Titanic,
como
“prácticamente
imposible
de
hundir”.
El
Titanic
zarpa
de
Southampton,
Inglaterra,
cerca
del
mediodía,
el
10
de
abril
de
1912.
137
(Muestra,
parte
superior)
Chaleco
salvavidas
del
Titanic
Este
lienzo
y
chaleco
salvavidas
de
corcho,
pertenecieron
a
un
sobreviviente
desconocido
del
desastre
del
Titanic.
Frank
H.
Blackmarr,
un
doctor
de
Chicago,
se
dirigía
a
Europa
en
el
Carpathia
y
pudo
atender
a
los
sobrevivientes
a
bordo
del
barco
de
rescate.
Es
posible
que
el
chaleco
haya
sido
un
obsequio
o
un
recuerdo
que
le
entregara
alguno
de
los
sobrevivientes.
Transferencia
de
la
Sociedad
Histórica
de
Chicago
Este
mapa
de
la
compañía
Cunard
Line
del
año
1912
señala
la
ruta
propuesta
para
el
viaje
del
Titanic.
Las
acotaciones
a
mano
pertenecen
a
Bernice
Palmer
Ellis,
poco
después
del
hundimiento.
Cámara
Bernice
Palmer
Ellis
se
hallaba
a
bordo
del
Carpathia
cuando
acudió
al
rescate
de
los
pasajeros
del
Titanic.
Usó
esta
cámara,
recibida
de
regalo
en
el
invierno
de
1912,
para
fotografiar
a
los
sobrevivientes
y
a
los
témpanos
de
hielo.
Obsequio
de
Cara
E.
Bute
Bernice
Palmer
con
su
cámara
Kodak
Brownie,
1912
Cortesía
de
Cara
E.
Bute
El
4
de
abril
de
1912,
durante
el
primer
viaje
del
Titanic,
el
barco
se
estrelló
contra
un
témpano
de
hielo
y
se
hundió
en
menos
de
tres
horas.
Aproximadamente
1.500,
de
sus
2.200
pasajeros
y
tripulación
a
bordo,
perdieron
la
vida.
Algunos
de
los
pasajeros
del
Titanic
se
contaban
entre
las
personas
más
ricas
y
famosas
del
momento,
como
John
Jacob
Astor
IV
y
Benjamin
Guggenheim.
Pero
la
mayoría
eran
inmigrantes
con
destino
a
los
Estados
Unidos.
Se
recobraron
unos
150
cuerpos
del
Atlántico
Norte,
y
casi
la
mitad
no
pudo
ser
jamás
identificada.
El
barco
más
famoso
de
la
historia
fue
fuente
de
inspiración
de
canciones,
libros,
películas.
Una
expedición
submarina
halló
el
buque
partido,
en
el
fondo
del
mar,
en
1985.
Sobrevivientes
138
Fotografía
sacada
con
la
cámara
(arriba)
de
Bernice
Palmer
Ellis,
cortesía
de
Cara
E.
Bute
El
Titanic
fue
más
que
un
barco
y
más
que
una
tragedia.
Con
el
transcurso
de
los
años,
la
gente
empezó
a
reconocerlo
como
una
lección
moral
y
una
advertencia.
La
lujosa
embarcación
fue
construida
en
una
época
de
avances
tecnológicos,
progreso
económico
y
privilegios
sociales.
Hasta
el
nombre
del
barco
tenía
dejos
de
soberbia.
La
noticia
del
naufragio
se
recibió
primero
con
descreimiento,
y
luego
con
profundo
dolor
e
incertidumbre.
Si
el
Titanic
pudo
hundirse,
¿habría
algo
en
el
mundo
moderno
que
fuera
seguro
e
incuestionable?
La
pérdida
del
Titanic
carcomió
la
fe
de
la
gente
en
la
tecnología
y
el
progreso.
Témpanos
en
el
Atlántico,
vistos
desde
la
cubierta
del
Carpathia
la
mañana
posterior
al
desastre.
Fotografía
sacada
con
la
cámara
(arriba)
de
Bernice
Palmer
Ellis
Cantantes
y
compositores
hallaron
diferentes
significados
en
la
pérdida
del
Titanic.
Al
principio,
muchas
canciones
lamentaban
la
pérdida
de
los
pasajeros
y
aplaudían
la
valentía
de
la
tripulación.
Pero,
con
el
paso
del
tiempo,
las
canciones
empezaron
a
centrarse
en
la
imprudencia
del
capitán,
la
arrogancia
de
la
empresa
naviera
y
la
cobardía
de
pasajeros
y
tripulantes.
El
naufragio
se
transformó
en
una
lección
moral,
según
algunos,
del
orgullo
que
termina
en
desastre
y
de
los
pobres
siempre
padeciendo
a
manos
de
los
ricos.
Estos
temas
expresan
algo
del
dolor,
el
orgullo
y
la
indignación
que
inspiró
el
desastre.
Tapa de la partitura del tema “My Sweetheart Went Down with the Ship”
139
Tapa
de
la
partitura
del
tema
“Titanic
Heroes”
Baúl
guardarropa
Max
Isenbergh,
un
abogado
de
Washington,
usó
este
baúl
para
viajar
alrededor
de
Estados
Unidos
y
Europa,
entre
aproximadamente
1930
y
1960.
Se
trasladó
a
París
junto
a
su
familia
en
1956,
en
ocasión
de
aceptar
un
nombramiento
en
la
embajada
de
Estados
Unidos.
Los
Isenbergh
usaron
este
baúl
en
su
camarote
de
primera
clase
a
bordo
del
S.S.
United
States.
Obsequio
de
Michael
R.
Harrison
Lujo moderno
Los
camarotes
a
bordo
del
United
States
lucían
modernos
y
metálicos,
acentuados
con
vidrio,
aluminio,
plástico
y
telas
sintéticas.
El
diseño
interior
del
barco
no
presentaba
resabios
de
opulencia
alguna,
ni
elementos
victorianos.
Todos
los
artefactos
que
se
observan
aquí
se
utilizaron
en
el
United
States.
El
panel
de
aluminio,
pintado
por
Constance
Smith,
pertenece
a
la
suite
“Ducke,”
uno
de
los
camarotes
de
pasajeros
de
lujo
del
barco.
Al
término
de
un
viaje
de
placer,
se
hallaron
en
el
barco
unos
zapatos
femeninos
de
noche,
en
una
de
las
lámparas
del
cielorraso.
“A
toda
nuestra
familia
siempre
le
encantaba
el
S.S.
United
States,
y
nunca
nos
olvidamos
de
este
viaje.”
–
Darrell
Kaikkonen,
1953
Recreación
El
vapor
United
States
fue
el
transatlántico
más
veloz
jamás
construido.
En
1952,
llegó
a
cruzar
el
Atlántico
en
dirección
este,
en
un
tiempo
récord
de
3
días,
10
horas,
40
minutos.
Sin
embargo,
durante
los
años
1960,
los
vuelos
comerciales
desplazaron
a
los
viajes
oceánicos
como
el
medio
más
popular
para
cruzar
el
océano.
Ningún
barco
podía
esperar
competir
con
la
velocidad
de
un
140
avión.
Los
anuncios
de
los
viajes
oceánicos
se
enfocaban
en
la
diversión
y
en
la
distensión
de
todos
los
pasajeros
a
bordo,
desde
la
primera
hasta
la
cuarta
clase.
Como
lo
manifestó
la
compañía
Cunard
Line
en
una
campaña
publicitaria
de
la
década
de
1950,
“El
viaje
forma
parte
de
la
diversión”
(Getting
There
is
Half
the
Fun).
El United States
Todos
los
oficiales
y
maquinistas,
además
de
casi
toda
la
tripulación
del
United
States
eran
estadounidenses.
Joe
Rota,
a
la
izquierda,
firmó
en
1956,
como
botones.
Ocasionalmente,
la
agenda
del
barco
le
permitía
gozar
a
la
tripulación
de
un
día
libre
en
Londres
o
Paris.
Celebridades a bordo
Un crucero familiar
En
1955,
Joan
Browning,
una
niña
de
ocho
años,
y
su
familia
fueron
a
Europa,
de
ida
y
vuelta,
a
bordo
del
SS
United
States.
Durante
el
trayecto,
jugaron
al
bingo,
contemplaron
las
vistas
desde
cubierta
y
disfrutaron
de
la
comida
y
de
la
atención
ofrecidas
en
el
barco.
Años
más
tarde,
la
Sra.
Browning
se
refirió
al
barco
como
“lo
mejor
que
América
tenía
para
ofrecer”.
141
Cortesía
de
Joan
Browning
y
del
SS
United
States
Conservancy
“Si
hay
algo
que
no
debe
hacerse
en
un
barco
es
usar
un
color
amarillo
verdoso
–es
decir,
nada
que
le
recuerde
al
viajero
el
estado
de
su
estómago.”
—Dorothy
Marckwald,
diseñadora
de
interiores
del
S.S.
United
States
Afiches,
folletos
y
anuncios
como
estos,
les
recordaban
a
los
viajeros
que
los
viajes
oceánicos,
aún
cuando
fueran
por
motivo
de
negocios,
representaban
la
oportunidad
de
disfrutar
de
unas
vacaciones.
En
avión
se
llega
más
rápido,
pero
en
transatlántico
se
llega
más
feliz.
(En la pared, parte superior) Más nuevo, más grande y más rápido
Folletos y planos de cubierta de clases turista, cabina y primera, década de 1960
Anuncios
impresos
del
United
States
presentaban
a
los
viajes
en
barco
como
relajados
y
divertidos
cuando
se
navegaba
a
bordo
de
un
“patio
de
juegos”
de
5
cuadras
de
largo.
Menú para la cena del 18 de abril de 1955
142
En
respuesta
al
deber,
1917–1945
Tanto
marinos
como
buques
mercantes
desempeñaron
una
función
vital
en
el
triunfo
de
las
dos
guerras
del
siglo
XX.
Un
mundo
en
guerra
impuso
enormes
demandas
sobre
los
astilleros
y
los
marinos
estadounidenses.
La
industria
marítima
respondió
a
la
Segunda
Guerra
Mundial
con
la
construcción
de
miles
de
buques
mercantes.
Esta
flota
de
embarcaciones,
a
pesar
de
no
formar
parte
de
la
Marina
de
los
Estados
Unidos,
se
ocupó
del
transporte
de
las
tropas,
provisiones
y
equipos,
con
los
cuales
se
ganaría
la
guerra.
Miles
de
marinos
mercantes
dejaron
sus
vidas
en
estos
barcos,
en
operaciones
bélicas
tan
peligrosas
como
las
implicadas
en
el
servicio
a
las
fuerzas
armadas.
Trabajo y patriotismo
Afiches
como
éste
relacionaban
la
productividad
del
astillero
con
el
patriotismo.
Los
producía
la
Emergency
Fleet
Corporation
con
la
intención
de
recordarles
a
los
trabajadores
del
astillero
el
valor
de
su
esfuerzo
y
la
importancia
de
hacer
un
buen
trabajo.
143
El
trabajo
en
equipo
gana,
alrededor
de
1918
“Barcos,
barcos
y
más
barcos
es
la
orden
del
día
.
.
.
Debemos
contar
con
más
barcos
para
ganar
la
guerra.”
—Secretario
de
la
Marina,
Josephus
Daniels,
16
de
febrero,
1918
Estados
Unidos
ingresó
en
la
Primera
Guerra
Mundial
en
abril
de
1917.
En
cuestión
de
pocos
días,
el
gobierno
federal
creó
la
Emergency
Fleet
Corporation
(EFC)
con
la
misión
de
construir
una
flota
de
buques
mercantes.
La
EFC
contrató
a
la
American
International
Shipbuilding
Corporation
para
que
construyera
y
operara
el
astillero
más
grande
del
mundo,
cerca
de
Filadelfia.
En
pleno
apogeo,
Hog
Island
empleaba
a
unos
30.000
trabajadores
y
botaba
un
barco
cada
cinco
días
y
medio.
Sus
empleados
construyeron
122
barcos
en
cuatro
años,
y,
si
bien
ninguno
de
ellos
prestó
servicio
antes
de
concluida
la
guerra,
muchos
transportaron
provisiones
durante
la
Segunda
Guerra
Mundial.
En
Hog
Island,
Estados
Unidos
aprendió
cómo
construir
barcos
de
gran
tamaño
rápidamente,
a
gran
escala,
con
partes
prefabricadas.
144
(En
la
pared,
parte
superior)
Trabajadores
a
la
hora
del
almuerzo
caminan
junto
a
docenas
de
barcos
en
construcción,
Hog
Island,
enero
1919
Hog Island
Las
50
gradas
del
astillero
de
Hog
Island
se
extendían
a
lo
largo
de
una
milla
y
un
cuarto
a
orillas
del
río
Delaware,
cerca
de
Filadelfia,
en
una
continuidad
de
250
edificios
y
28
plataformas
de
equipamiento
que
abarcaban
846
acres.
(En
la
pared,
parte
superior)
Vista
aérea
del
astillero
de
Hog
Island,
Filadelfia,
1919
(En la pared, a la izquierda) Trabajadores colocando una plancha de sentina en posición, 1918
Dibujo
del
New
York
Tribune
reimpreso
en
el
Emergency
Fleet
News,
28
de
febrero,
1918
Cortesía
de
la
Biblioteca
del
Congreso
Muchos,
entre
las
decenas
de
miles
de
trabajadores
de
Hog
Island,
no
contaban
con
experiencia
laboral
en
fábrica
–se
los
adiestraba
allí
mismo.
La
mayoría
eran
hombres,
pero
también
trabajaban
unas
650
mujeres
en
el
astillero.
Hacia
finales
de
la
Primera
Guerra
Mundial,
miles
de
mujeres
desempeñaban
funciones
dentro
de
la
industria
bélica,
desde
soldadoras
hasta
oficinistas.
145
“Un
bestial
desenfreno
de
extravagancia,
una
deslumbrante
fantasmagoría
de
pretensión
patriótica,
y
el
dolor
y
la
vergüenza
de
todo
esto
es
que,
aquellos
quienes…están
malgastando
el
dinero
de
los
contribuyentes,
son
algunos
de
los
grandes
capitanes
de
la
industria
de
la
nación.”
—Senador
de
California,
Hiram
Johnson,
comentario
sobre
Hog
Island
El
enorme
costo
que
involucró
la
creación
de
Hog
Island
generó
controversias
e
investigaciones
del
congreso.
Los
periódicos
acusaron
a
la
American
International
Shipbuilding
Corp.
de
soborno
y
corrupción.
W.
A.
Rogers,
artista;
publicado
en
el
New
York
Herald,
10
de
febrero,
1918
Cortesía
de
la
Biblioteca
del
Congreso
En
un
esfuerzo
por
reclutar
unos
250.000
trabajadores
adicionales
para
el
astillero,
la
Emergency
Fleet
Corporation
fundó
la
organización
de
voluntarios
“U.S.
Shipyard
Volunteers”,
a
principios
de
1918.
Los
hombres
que
se
inscribían
como
voluntarios
para
trabajar
en
el
astillero
quedaban
exentos
del
servicio
militar.
Cartel
al
frente
de
una
tienda,
ofreciendo
empleo
inmediato
en
tiempos
de
guerra,
ciudad
de
Nueva
York,
1918
Transferencia
del
Consejo
Naviero
de
los
EE.UU.,
Emergency
Fleet
Corporation
146
Una
botadura
especial
En
1919,
el
astillero
de
Hog
Island
botó
cinco
cargueros
en
48
minutos
en
conmemoración
del
Día
de
los
Caídos
por
la
Patria.
Laura
Andrew,
esposa
del
gerente
de
construcción
del
astillero,
bautizó
al
último
barco
de
la
serie
con
el
nombre
de
Luxpalile,
rompiendo
esta
botella
contra
su
proa.
Como
recuerdo,
recibió
este
cofre
que
contenía
los
vidrios
rotos.
Obsequio
de
James
D.
Andrew
Jr.
Las
inversiones
masivas
del
gobierno
en
la
construcción
naval
fueron
de
enorme
ayuda
para
la
industria
estadounidense.
En
agradecimiento,
la
Asociación
de
Constructores
Navales
del
Noroeste
obsequió
este
modelo
de
plata
al
director
de
la
Emergency
Fleet
Corporation,
Director
General
Charles
Piez,
en
abril
de
1919.
Obsequio
del
Cap.
Raymond
A.
y
Catherine
M.
Kotrla
Cinco barcos botados en 48 minutos, Día de los Caídos por la Patria, 1919.
Un barco estandarizado
Hog
Island
produjo
110
buques
de
carga
y
12
buques
de
transporte
de
pasajeros
idénticos
entre
sí.
Este
modelo
representa
a
uno
de
los
buques
de
transporte.
Los
barcos
de
Hog
Island
se
completaron
demasiado
tarde
como
para
que
ninguno
de
ellos
pudiera
participar
en
la
guerra.
Sin
embargo,
tanto
los
buques
clase
Liberty
de
la
Segunda
Guerra
Mundial,
como
la
construcción
modular
de
barcos
de
hoy
en
día,
deben
su
éxito
a
las
técnicas
de
producción
masiva
llevadas
a
cabo
y
puestas
a
prueba
en
Hog
Island.
147
Carguero
American
Merchant
Construido
en
Filadelfia,
1920
Alrededor
de
1944,
la
Comisión
Marítima
de
los
EE.UU.
reclutaba
trabajadores
para
los
astilleros
mediante
afiches
como
éste.
Norman
Kenyon,
artista
Cortesía
de
la
Comisión
Marítima
de
los
EE.
UU.
Moneda de plata por la botadura de un carguero, 1942
Las
cuadrillas
de
botadura
eran
responsables
de
que
los
buques
descendieran
al
agua
sin
inconvenientes.
El
carpintero
de
barcos
Archie
Green
recibió
esta
moneda
de
manos
del
líder
de
su
cuadrilla,
en
recompensa
por
el
éxito
de
la
botadura
de
un
buque
de
carga
C3,
en
San
Francisco.
Obsequio
de
Archie
Green
Las
ceremonias
de
botadura
eran
eventos
públicos,
destinados
a
elevar
la
moral
de
los
trabajadores
y
del
resto
de
la
ciudadanía.
La
mayoría
de
quienes
patrocinaban
estos
eventos
eran
mujeres,
elegidas
por
estar
de
algún
modo
vinculadas
con
el
barco
o
la
comunidad.
El
buque
clase
Liberty,
Peter
Donahue,
nombrado
así
en
honor
al
fundador
de
la
Unión
de
Trabajadores
del
Hierro
en
San
Francisco,
se
botó
el
12
de
febrero
de
1943,
en
Sausalito,
California,
con
la
presencia
de
numerosos
Boy
Scouts.
La
patrocinadora,
Sra.
Thomas
C.
Nelson,
era
madre
de
dos
Eagle
Scouts,
uno
de
los
cuales,
en
ese
momento,
se
hallaba
desaparecido
en
combate
sirviendo
a
la
Marina
de
los
EE.UU..
Cortesía
de
la
Comisión
Marítima
de
los
EE.UU.
Buque petrolero
148
La
Segunda
Guerra
Mundial
Durante
la
Primera
Guerra
Mundial,
los
astilleros
y
el
gobierno
de
los
Estados
Unidos
aprendieron
lecciones
invalorables
sobre
la
construcción
de
navíos.
Estados
Unidos
comenzó
a
aumentar
el
tamaño
de
su
flota
mercante
en
1936,
mucho
antes
de
haber
entrado
en
la
Segunda
Guerra
Mundial.
En
breve,
el
objetivo
se
transformó
en
la
construcción
de
barcos
macizos
y
confiables,
lo
más
rápido
posible
—más
rápidamente
que
el
tiempo
que
tardaban
en
ser
hundidos
por
los
submarinos
alemanes.
Para
1943,
los
astilleros
estadounidenses
producían
tres
barcos
por
día
–casi
3.300
durante
el
transcurso
de
la
guerra.
Para
construir
la
flota
mercante,
la
Comisión
Marítima
de
los
EE.UU.
expandió
los
astilleros
en
existencia
y
construyó
otros
adicionales
sobre
las
costas
del
Atlántico,
del
Pacífico
y
del
Golfo.
A
fin
de
simplificar
y
acelerar
la
construcción,
los
barcos
que
producían
eran
prácticamente
idénticos.
Las
clases
de
barcos
que
se
diseñaron
para
esta
construcción
de
emergencia
se
denominaron
“Liberty”
y
“Victory”.
Durante
la
Segunda
Guerra
Mundial,
las
mujeres
se
sumaron
a
la
fuerza
laboral
en
cifras
históricas.
En
el
apogeo
de
la
producción
bélica,
en
1943,
las
mujeres
representaban
más
del
10
por
ciento
de
la
fuerza
laboral
en
la
mayoría
de
los
astilleros.
Si
bien
tenían
como
símbolo
a
“Rosie,
la
remachadora”,
en
realidad
había
pocas
mujeres
remachando.
“Wendy,
la
soldadora”
estaba
más
cerca
de
la
verdad,
dado
que
muchas
mujeres
ayudaron
en
el
ensamblado
de
la
primera
generación
de
barcos
soldados.
Se
observa
a
estas
mujeres
quitando
el
exceso
de
metal
de
una
junta
soldada,
en
los
astilleros
de
Baltimore,
Bethlehem-‐Fairfield.
Cortesía
de
la
Biblioteca
del
Congreso
Viviendas temporarias
La
afluencia
de
trabajadores
a
los
astilleros
llevó
al
límite
los
sistemas
habitacionales
y
escolares
de
las
comunidades
costeras
de
todo
el
país.
Muchos
astilleros
construyeron
barrios
completos
de
viviendas
prefabricadas
para
sus
empleados,
o
trajeron
tráileres
como
estos
que
se
observan
en
el
astillero
de
North
Carolina
Shipbuilding
Co.
en
Wilmington,
1942.
Cortesía
de
la
Administración
Nacional
de
Registros
y
Archivos
A
fin
de
motivar
la
producción
de
los
astilleros
y
sus
empleados,
se
utilizaban
afiches
que
incentivaban
al
trabajo.
Los
afiches
remarcaban
la
importancia
de
la
construcción
naval
para
la
nación.
Perder
un
día
de
trabajo
era
antipatriótico.
Cortesía
de
la
Comisión
Marítima
de
los
EE.UU.
149
(En
la
pared)
Empleo
de
tiempo
completo
En
astilleros
como
éste
de
Baltimore,
durante
los
tiempos
de
guerra,
los
empleados
trabajaban
las
veinticuatro
horas
del
día.
Dos
meses
antes
de
Pearl
Harbor,
se
botó
a
la
Bahía
de
Chesapeake
el
primer
buque
clase
Liberty,
denominado
así
en
honor
al
héroe
de
la
Guerra
de
la
Revolución,
Patrick
Henry.
Cortesía
de
la
Biblioteca
del
Congreso
Marinos mercantes
Los
marinos
mercantes
procedían
de
todos
los
rincones
de
la
sociedad
estadounidense.
Los
estándares
de
reclutamiento
diferían
de
los
utilizados
por
las
fuerzas
armadas,
de
modo
que
miles
de
hombres
que
quedaban
excluidos
por
las
fuerzas
militares,
servían
a
su
país
a
bordo
de
buques
mercantes.
El
abanico
de
edades
se
extendía
entre
los
16
y
los
78
años.
Algunos
hombres
padecían
de
problemas
cardíacos,
otros
de
problemas
de
visión
o
padecían
alguna
incapacidad,
pero
su
servicio
era
esencial
para
el
esfuerzo
de
la
guerra.
La
Marina
Mercante
estaba
racialmente
más
integrada
que
cualquier
otra
rama
del
servicio.
Los
jóvenes
se
adiestraban
como
oficiales
de
barco
en
el
Cuerpo
de
Cadetes
de
la
Marina
Mercante
de
los
EE.UU.,
establecido
en
1938
dentro
de
la
Academia
de
la
Marina
Mercante
de
King’s
Point,
Nueva
York.
Para
cuando
la
guerra
terminó,
unos
6.000
oficiales
nuevos
habían
recibido
entrenamiento
Marinos
mercantes
cargando
vehículos
de
guerra
en
un
carguero
en
el
Puerto
de
Nueva
York,
Septiembre
1944.
Cortesía
de
la
Administración
Nacional
de
Archivos
y
Registros
“Solamente
nos
importaba
que
cumplieran
con
su
trabajo.”
—Bill
Bailey,
Departamento
de
Máquinas,
USMS
150
Marinos
mercantes
Los
marinos
mercantes
mantenían
abierto
el
flujo
de
provisiones
para
las
fuerzas
que
peleaban
en
el
extranjero.
Durante
la
Segunda
Guerra
Mundial,
los
astilleros
estadounidenses
producían
embarcaciones
de
carga
con
tal
rapidez,
que
los
barcos
no
daban
abasto
a
reclutar
su
tripulación.
Los
encargados
de
reclutar
urgían
a
los
hombres
a
unirse
a
la
Marina
Mercante,
presentándose
voluntarios
de
todas
partes
del
país.
Algunos
de
ellos
jamás
habían
visto
el
océano,
y
otros
regresaban
a
la
actividad
ya
después
de
haberse
retirado.
Los
marinos
mercantes
operaban
las
embarcaciones
encargadas
de
llevar
provisiones
y
tropas
a
través
de
las
peligrosas
aguas
del
Atlántico
Norte
y
del
Pacífico.
Miles
de
ellos
pagaron
con
sus
vidas.
Hacia
el
fin
de
la
guerra,
el
número
de
hombres
que
había
prestado
servicios
en
la
Marina
Mercante
ascendía
a
290.000.
El trabajo en equipo gana: tú los construyes, nosotros los navegamos, 1943
Personas
y
barcos
para
ganar
la
guerra,
era
el
tema
de
los
afiches
que
producía
la
Comisión
Marítima
de
los
Estados
Unidos,
la
agencia
gubernamental
responsable
del
esfuerzo
civil
de
la
guerra.
Cortesía
de
la
Administración
Nacional
de
Archivos
y
Registros
“No
había
desfiles
para
los
Marinos
Mercantes
de
los
Estados
Unidos.”
–Contralmirante
Thomas
Patterson,
Servicio
Mercante
de
los
Estados
Unidos
(Retirado)
Construcción
de
buques
clase
Victory
en
el
astillero
California
Shipbuilding
Corp.,
Los
Ángeles,
1944.
Cortesía
de
la
Administración
Nacional
de
Registros
y
Archivos
Los
cargueros
más
veloces
tenían
más
chances
de
sobrevivir
un
cruce
transoceánico
en
aguas
hostiles.
A
medida
que,
avanzada
la
guerra,
hubo
cada
vez
más
motores
con
turbinas
a
vapor,
unos
pocos
astilleros
comenzaron
a
construir
cargueros
más
poderosos
–llamados
buques
Victory.
Hacia
el
final
de
la
guerra,
en
1945,
los
astilleros
estadounidenses
habían
construido
unos
550
de
estos
barcos.
Con
posterioridad
a
la
guerra,
se
convirtieron
en
los
cargueros
comerciales
más
codiciados,
gracias
a
su
mayor
velocidad.
Buque
de
carga
clase
Victory
(tipo
VC2-‐S-‐AP)
Obsequio
de
la
Comisión
Marítima
de
los
EE.UU.
151
“Si
no
fuera
por
las
vidas
que
se
perdieron
a
bordo
de
estos
barcos…no
seríamos
hoy
dueños
de
nuestra
libertad.
“
—Cap.
Frank
Medeiros,
USMS
(Retirado)
Durante
la
Segunda
Guerra
Mundial,
la
Marina
Mercante
de
los
EE.UU.
fue
víctima
del
porcentaje
más
elevado
de
bajas
de
todos
las
fuerzas,
excepto
por
los
infantes
de
marina.
Murieron
en
el
mar
unos
9.500
marinos,
ya
sea
a
causa
de
heridas
o
como
prisioneros
de
guerra.
Cuando
la
guerra
finalizó,
los
marinos
de
la
Marina
Mercante
no
recibieron
pensiones
del
gobierno
ni
beneficios,
ni
pudieron
sacar
ventaja
de
la
Ley
de
Reajuste
de
1944.
Las
celebraciones
para
los
héroes
que
volvían
de
la
guerra,
por
lo
general
los
pasaban
por
alto.
Recién
en
1988,
se
les
otorgó
a
los
marinos
mercantes
los
mismos
beneficios
que
a
otros
veteranos.
Para
entonces,
menos
de
la
mitad
de
los
hombres
que
habían
prestado
servicios
en
los
buques
clase
Liberty
se
hallaban
aún
vivos.
Petrolero
aliado
hundiéndose
en
el
Océano
Atlántico
después
de
haber
sido
torpedeado
por
un
submarino
alemán,
1942
Cuando
el
barco
estalló
en
llamas,
Samenov,
de
veintiocho
años
de
edad,
no
entró
en
pánico.
Antes
de
subir
al
bote
salvavidas,
descendió,
cogió
su
cámara
y
se
cambió,
poniéndose
un
traje
que
había
adquirido
recientemente
en
Nueva
York.
Uno
de
sus
compañeros
tomó
esta
fotografía
de
Semenov
con
su
traje.
152
Waldemar
Semenov
y
SS
Alcoa
Guide
El
16
de
abril
de
1942,
un
submarino
alemán
emergió
a
la
superficie
en
las
proximidades
de
S.S.
Alcoa
Guide,
en
la
costa
de
Cabo
Hatteras,
North
Carolina,
y
abrió
fuego
con
su
cañón
de
cubierta.
Desarmado
y
sin
escolta,
el
barco
se
hundió
en
dos
horas.
Pero
el
Ingeniero
Subalterno
Waldemar
Semenov
sobrevivió
junto
con
26
de
sus
compañeros.
Flotaron
en
dos
botes
salvavidas,
durante
tres
días,
hasta
que
fueron
divisados
por
un
avión
de
rastreo.
Al
día
siguiente,
los
recogió
el
USS
Broome,
un
destructor
de
la
marina.
La
odisea
de
Semenov
no
lo
alejó
del
mar.
Continuó
trabajando
como
marino
mercante
hasta
su
retiro
en
1987.
Mientras
esperaban
en
el
mar,
Semenov
tomó
fotos
de
los
sobrevivientes
que
se
hallaban
con
él
en
el
bote
salvavidas.
Las
señales
de
espejos
formaban
parte
del
equipo
estándar
de
los
marinos
en
los
barcos
clase
Liberty,
en
caso
de
quedar
varados
en
el
mar.
Una
parte
de
las
instrucciones
decía:
“aunque
no
divise
aviones
ni
embarcaciones,
continúe
barriendo
el
horizonte.
Los
reflejos
del
espejo
pueden
verse
a
muchas
millas
de
distancia,
aún
en
la
bruma”.
Obsequio
de
Waldemar
Semenov
Brújula
Conozca
a
varios
de
los
marinos
mercantes
que
navegaron
en
los
buques
de
carga,
incluyendo
los
barcos
clase
Liberty,
durante
la
Segunda
Guerra
Mundial.
Cada
uno
de
ellos
sobrevivió
a
los
peligros
del
servicio
en
tiempos
de
guerra.
Escuche
sus
historias,
contadas
con
sus
propias
palabras.
Barco
de
carga
estadounidense
explotando,
tras
haber
sido
atacado
por
una
aeronave
alemana
durante
la
invasión
de
Sicilia,
1943
153
Tiempo
libre
en
un
Liberty
Al
igual
que
otros
marinos
embarcados,
en
sus
momentos
libres,
la
tripulación
del
Liberty
jugaba
a
los
naipes,
leía
y
trataba
de
distraerse
de
la
intensidad
del
servicio
en
tiempos
de
guerra.
Los
tripulantes
incluían
a
miembros
de
la
Guardia
Armada
de
la
Marina
de
los
EE.UU.
–a
los
cuales
se
observa
en
uniforme
de
la
marina—
encargados
de
accionar
los
cañones
a
bordo
del
barco.
Cortesía
de
la
Comisión
Marítima
de
los
Estados
Unidos
“Construyeron
18
astilleros
flamantes
nada
más
que
para
la
clase
Liberty.
Y
abocaron
650.000
estadounidenses
—mujeres,
hombres,
jóvenes,
gente
mayor—
a
la
construcción
de
estos
barcos.
Llegó
a
ser
la
flota
naval
más
grande
en
la
historia
del
mundo,
jamás
construida
en
tan
corto
tiempo.”
—Contralmirante Thomas Patterson, Servicio Mercante de los Estados Unidos, Retirado
Los
buques
clase
Liberty
eran
tan
esenciales
para
la
campaña
bélica
de
los
aliados
durante
la
Segunda
Guerra
Mundial
como
cualquier
tanque
o
avión
de
combate.
Casi
todo
lo
que
los
aliados
necesitaban
para
pelear
en
Europa
y
en
el
Pacífico
llegaba
en
barcos
–tanques,
locomotoras,
tractores,
neumáticos,
cojinetes,
municiones,
combustible,
alimentos
y
cigarrillos,
sólo
para
mencionar
algunos.
Las
embarcaciones
de
guerra
eran
quienes
primero
recibían
los
motores
con
turbinas
a
vapor,
de
modo
que
los
buques
clase
Liberty
se
construían
con
motores
de
vapor
alternativos
de
probada
calidad
–confiables
pero
lentos.
Cuando
la
guerra
terminó,
2.600
barcos
habían
ingresado
al
servicio.
Buque
de
carga
clase
Liberty
(tipo
EC2-‐S-‐C1)
Obsequio
de
la
Comisión
Marítima
de
los
EE.UU.
Prefabricados y pre-‐ensamblados
Para
poder
construir
los
barcos
lo
más
rápido
posible,
los
trabajadores
los
armaban
en
líneas
de
ensamblaje,
a
partir
de
secciones
prefabricadas
hechas
en
el
astillero.
La
construcción
de
un
barco
llevaba
unas
120
unidades
de
gran
tamaño,
fabricadas
con
unas
250.000
piezas.
Los astilleros
Los
astilleros
para
la
construcción
de
barcos
clase
Liberty
estaban
situados
sobre
las
costas
este,
oeste,
y
del
Golfo.
Durante
el
auge
de
la
producción
de
buques
Liberty,
en
1943,
había
unos
18
astilleros
especializados
en
el
ensamblado
de
esta
clase
de
embarcaciones.
Otros
buques
de
la
marina
se
hallaban
en
construcción,
asimismo,
en
diferentes
lugares.
154
Hermanas
en
el
astillero
Maria
Isabel
Solis
Thomas
trabajó
durante
la
guerra,
como
soldadora,
en
un
astillero
de
Richmond,
California.
Pequeñas
y
delgadas,
ella
y
su
hermana
Elvia
podían
trabajar
hasta
en
las
áreas
más
estrechas
del
barco.
Así
lo
recordaba
ella:
“Estaba
tan
orgullosa,
tú
sabes,
que
hacía
exactamente
lo
que
ellos
querían.
Y
cuando
terminaba,
me
decían,
‘Hola,
chiquita.
Lo
has
hecho
muy
bien.’”
–Maria
Solis
Thomas
(derecha)
y
su
hermana
Elvia,
con
amigos,
en
San
Francisco,
1944
Maria Solis Thomas y su hermana Elvia con amigos en San Francisco, 1944
Cortesía
del
U.S.
Latino
&
Latina
WWII
Oral
History
Project,
Nettie
Lee
Benson
Latin
American
Collection,
Universidad
de
Texas
en
Austin
155
La
América
marítima
en
tiempos
modernos
La
actividad
marítima
continúa
siendo
más
importante
que
nunca
y
afectando
la
vida
de
los
pueblos
en
todas
partes
del
mundo.
Internet
no
es
el
hogar
exclusivo
de
una
red
global.
También
el
comercio
marítimo
conecta
a
personas
y
mercados
de
todo
el
mundo.
Los
barcos
nos
traen
muchas
cosas
que
necesitamos,
como
vehículos,
combustible,
ropa,
juguetes,
electrónicos
y
alimentos,
y
además,
nos
llevan
de
vacaciones.
Difícilmente
le
dedicamos
nuestro
pensamiento
a
la
actividad
marítima,
sin
embargo,
todos
dependemos
de
los
barcos,
de
los
puertos
y
de
los
trabajadores
que
mantienen
las
conexiones
marítimas
globales
en
funcionamiento.
Conexiones
globales
Al
formar
parte
de
una
economía
acelerada
y
global,
los
barcos
sufrieron
transformaciones
a
la
par
de
las
industrias
marítimas
y
la
vida
vinculada
al
mar.
A
través
de
los
siglos,
los
barcos
se
han
ocupado
de
conectar
a
los
mercados
del
mundo,
y
en
el
siglo
XXI,
el
comercio
transatlántico
se
lanzó
a
atravesar
el
globo
en
todas
direcciones
con
embarcaciones
más
grandes
que
nunca.
Barcos
nuevos,
algunos
tan
gigantescos
que
sólo
pueden
ingresar
en
los
puertos
más
importantes
del
mundo,
presentan
diseños
innovadores
y
tecnologías
de
punta,
orientadas
a
fines
especiales.
Ante
el
asomo
de
preocupaciones
derivadas
de
los
efectos
sobre
el
medioambiente
del
transporte
naviero
a
gran
escala,
las
industrias
marítimas
modernas
están
invirtiendo
en
el
desarrollo
de
nuevas
tecnologías
dirigidas
a
minimizar
la
contaminación
y
los
residuos.
Pese
a
todo,
la
tarea
de
conectar
a
las
naciones
y
los
mercados
del
mundo
a
través
del
agua,
sigue
subsistiendo.
Desde
hace
décadas,
los
barcos
de
pasajeros
introdujeron
los
interiores
afelpados,
las
actividades
a
abordo
y
la
abundancia
de
comida
como
paliativos
para
la
ansiedad
y
las
incomodidades
que
acompañan,
a
menudo,
a
los
viajes
oceánicos.
Hoy
en
día,
estas
distracciones
son
elementos
esenciales
de
cualquier
vacación
a
bordo.
De
la
misma
manera
que
los
exóticos
puertos
de
escala,
el
crucero
en
sí
mismo
se
ha
convertido
en
el
destino
principal
de
unas
vacaciones
en
el
mar.
Los
viajes
en
crucero
constituyen
en
la
actualidad,
el
mercado
de
mayor
crecimiento
dentro
de
la
industria
del
transporte
marítimo
de
todo
el
mundo.
El
Zuiderdam
entró
en
servicio
en
2002
y
es
el
primer
barco
de
la
serie
clase-‐
Vista
de
la
compañía
Holland
America.
Esta
embarcación
transporta
1848
pasajeros,
con
una
tripulación
de
800
miembros.
Su
central
generadora
de
energía
diesel-‐
eléctrica
ahorra
energía,
y
su
sistema
de
propulsión
azimutal
permite
una
mejor
maniobrabilidad
en
puertos
estrechos,
que
las
hélices
y
el
timón
tradicionales.
Descendiente
de
una
venerable
empresa
naviera
holandesa,
cuyas
embarcaciones
trasladaron
a
miles
de
inmigrantes
a
Estados
Unidos,
actualmente
la
Holland
America
es
una
compañía
exclusivamente
estadounidense,
con
base
en
Seattle.
Crucero
ms
Zuiderdam
Eslora:
950
ft
156
Manga:
105.8
ft
Constructor:
Fincantieri
Shipyard,
Marghera,
Italia
Tripulación:
800
Obsequio
de
Holland
America
Line
Los
petroleros
han
estado
transportado
crudo
alrededor
del
mundo
desde
la
década
de
1870.
A
medida
que
aumentó
la
demanda
de
petróleo,
también
aumentó
el
número
de
barcos.
El
barco
petrolero
en
existencia
más
grande
del
mundo
es
el
clase
ULCC,
o
Ultra
Large
Crude
Carrier,
capaz
de
transportar
hasta
2,5
millones
de
barriles
de
crudo.
Los
VLCCs
(Very
Large
Crude
Carriers)
transportan
aproximadamente
2
millones
de
barriles
de
crudo
en
un
solo
viaje.
Los
petroleros
más
pequeños
transitan
llevando
crudo
a
lo
largo
de
las
costas
y
aguas
continentales.
Como
resultado
del
derrame
de
Exxon
Valdez
en
1989,
los
barcos
petroleros
modernos
se
empezaron
a
construir
con
casco
doble.
Si
se
quiebra
el
casco
exterior,
el
casco
interior
protege
la
carga
y
previene
el
derrame.
El
petrolero
Meridian
Lion
fue
construido
en
1997,
y
diez
años
más
tarde,
aún
presta
servicios.
Puede
transportar
2.127.173
barriles
de
crudo
por
viaje,
con
lo
cual
pertenece
a
la
clase
VLCC.
El
Meridian
Lion
navega
el
largo
recorrido
entre
Medio
Oriente
y
Norteamérica.
La
construcción
doble
del
casco
ayudó
cuando,
el
20
de
diciembre
de
2007,
encalló
deliberadamente
contra
el
Canal
de
Suez
para
evitar
la
colisión
contra
otro
petrolero
que
había
perdido
control
de
su
dirección.
En
el
accidente
no
hubo
pérdidas
de
crudo
ni
lesionados.
Petrolero
VLCC
Meridian
Lion
Eslora:
1.085
ft
Manga:
190
ft
Puntal:
68
ft
Constructor:
Hyundai
Heavy
Industries,
Ulsan,
Corea
del
Sur
Préstamo
del
Museo
de
la
Marina
Mercante
de
los
Estados
Unidos,
Academia
de
la
Marina
Mercante,
Kings
Point,
Nueva
York
El
gas
natural,
utilizado
para
la
calefacción
y
la
cocina
de
los
hogares,
además
de
para
otros
usos
industriales,
se
transporta
a
una
temperatura
de
-‐260
˚F–
condensado
en
líquido.
Dado
que
el
gas
natural
licuado
(GNL)
es
altamente
inflamable,
las
precauciones
de
seguridad
son
esenciales.
Los
barcos
descargan
el
gas
en
terminales
especiales,
eliminando
durante
este
proceso
la
presencia
de
aviones
y
otras
embarcaciones
en
el
área,
para
prevenir
accidentes.
Los
buques
tanque
para
GNL
han
completado
más
de
40.000
viajes
sin
serios
incidentes
y
poseen
el
historial
más
seguro
de
todos
los
tipos,
en
la
industria
naviera
comercial.
157
Buque
tanque
para
GNL
Methane
Shirley
Elisabeth
Los
barcos
que
transportan
GNL
se
cuentan
entre
los
más
costosos
y
difíciles
de
construir
en
el
mundo.
El
Methane
Shirley
Elisabeth
pertenece
a
la
categoría
de
los
más
nuevos.
Sus
cascos
dobles,
separados
por
seis
pies
de
mar,
protegen
cuatro
tanques
de
gas.
Los
tanques,
llamados
membranas,
consisten
en
capas
de
acero
inoxidable
y
otros
materiales,
alternados
con
una
gruesa
capa
de
espuma
térmica.
El
interior
de
los
tanques
está
recubierto
de
acero
inoxidable
corrugado,
en
dos
dimensiones,
para
evitar
que
el
gas
congelado
se
agite.
Buque
tanque
para
GNL
Methane
Shirley
Elisabeth
Eslora:
928,6
ft
Manga:
142,4
ft
Puntal:
85,3
ft
Constructor:
Samsung
Heavy
Industries,
Geoje,
Corea
(Casco
1586)
Tripulación:
28
Obsequio
del
BG
Group
Los
barcos
Ro-‐Ro
presentan
un
diseño
de
rampas
incorporadas,
para
la
carga
y
descarga
de
vehículos.
En
la
década
de
1960,
estos
barcos
adquirieron
una
mayor
importancia,
en
la
medida
en
que
las
fábricas
automotrices
comenzaron
a
enviar
sus
automóviles
y
camiones
a
otros
países.
La
nueva
generación,
llamados
PCTC,
“Pure
Car
Truck
Carriers”
está
diseñada
para
transportar
tanto
vehículos
de
pasajeros
como
rodados
más
pesados
y
de
carga
general.
El
Jean
Anne,
botado
en
2005,
fue
el
primer
PCTC
construido
en
un
astillero
estadounidense.
Cuenta
con
diez
cubiertas
con
capacidad
para
acomodar
4.300
automóviles.
Tres
de
las
cubiertas
se
pueden
subir
o
bajar
para
acomodar
camiones
u
otros
vehículos
de
gran
tamaño.
El
Jean
Anne
transporta
vehículos
desde
San
Diego
hasta
el
Archipiélago
de
Hawái,
un
viaje
de
aproximadamente
una
semana
se
duración.
PCTC
Jean
Anne
Eslora:
579
ft
Manga:
102
ft
Puntal:
28,71
ft
Constructor:
VT
Halter
Marine,
Pascagoula,
Misuri.
Tripulación:
18
Préstamo
de
Pasha
Hawaii
Transport
Lines
Los
contenedores
son
cajas
de
acero
de
20
y
40
pies
de
largo
que
pueden
transportarse
en
barcos,
trenes
y
camiones.
Los
contenedores
estandarizados
se
introdujeron
en
la
década
de
1950,
y
desde
entonces,
los
despachantes
reconocieron
su
valor
para
el
traslado
de
manufacturas
y
cargas
a
granel.
El
contenedor
que
parte
de
una
fábrica
en
Asia,
cargado
con
bienes
de
consumo,
es
el
mismo
que
reparte
esos
bienes
en
distintos
centros
de
distribución
de
158
todo
Estados
Unidos.
El
sistema
de
contenedores,
al
permitir
la
eliminación
de
múltiples
costos
relacionados
con
el
traspaso
de
la
carga,
es
uno
de
los
factores
que
llevaron
a
la
expansión
global
de
los
centros
de
manufactura
hacia
sitios
donde
la
mano
de
obra
es
más
económica.
Cuando
el
Emma
Maersk
se
botó
en
2006,
era
uno
de
los
barcos
de
contenedores
más
grandes
del
mundo.
Es
capaz
de
transportar
11.000
contenedores
de
20
pies,
o
el
equivalente
a
un
tren
con
vagones
de
dos
pisos,
de
22
millas
de
largo.
A
fin
de
ayudar
a
proteger
el
medioambiente,
los
tanques
de
combustible
del
barco
se
asientan
en
el
centro
de
un
casco
doble,
y
además,
un
sistema
de
aprovechamiento
del
calor
residual,
reduce
el
consumo
de
combustible
y
las
emisiones.
Al
contar
con
sistemas
de
monitoreo
automático,
basta
una
tripulación
de
13
miembros
para
operar
la
embarcación.
Barco
de
contenedores
Emma
Maersk
Eslora:
1.302
ft
Manga:
183
ft
Constructor:
Odense
Steel
Shipyard,
Odense,
Dinamarca
Tripulación:
13
Los
barcos
factoría
son
grandes
barcos
pesqueros
que
arrastran
enormes
redes
y
procesan
a
bordo
la
pesca
extraída
del
mar.
Producen
filetes
de
pescado
congelado,
pescado
picado
para
la
elaboración
de
bastones
de
pescado
y
una
diversidad
de
productos
alimenticios
de
consumo
mundial.
Luego
de
décadas
de
operar
casi
sin
regulaciones,
las
flotas
pesqueras
prácticamente
vaciaron
de
abadejos
el
Atlántico
Norte,
hasta
que
en
los
años
1980,
empezaron
a
implementarse
restricciones.
En
el
Pacífico
Norte
la
historia
es
diferente.
Dentro
de
la
zona
de
pesca
exclusiva
para
barcos
estadounidenses,
un
consorcio
de
compañías
dividió
la
cuota
de
pescado
disponible
para
la
flota.
Esta
política
puso
fin
a
la
competencia
por
los
peces,
la
cual
a
menudo
resultaba
en
tripulaciones
lesionadas
y
prácticas
de
pesca
antieconómicas.
El
Alaska
Ocean
es
uno
de
los
pesqueros
factoría
más
grandes
de
la
flota
estadounidense.
Opera
ocho
meses
al
año
en
el
Pacífico
Norte
y
en
el
Mar
de
Bering,
dedicado
a
la
pesca
de
dos
especies
abundantes,
el
abadejo
y
la
merluza.
La
tripulación
recoge
aproximadamente
300
toneladas
métricas
de
peces
por
día.
Observadores
independientes
viven
a
bordo
y
se
ocupan
de
controlar
la
cosecha
fin
de
documentar
la
pesca
accidental
–la
captura
de
cualquier
otra
especie
que
no
sea
la
intentada.
En
este
modelo,
construido
por
Erik
A.
R.
Ronnberg
Jr.,
se
destaca
la
cubierta
de
factoría.
Si
bien
la
limpieza
de
los
pescados
está
mecanizada,
se
necesitan
docenas
de
trabajadores
para
operar
la
maquinaria
y
para
mantener
las
condiciones
sanitarias
del
producto
durante
el
empaque
y
el
congelado.
Buque
factoría
Alaska
Ocean
159
Eslora:
376
ft
Manga:
60
ft
Constructor:
reconstrucción
de
un
casco
de
fabricación
estadounidense
en
Aalesund,
Noruega;
diseño
de
Guido
Perla
&
Associates,
Seattle
Tripulación:
hasta
150
Obsequio
de
At-‐Sea
Processors
Inc.
Marinos modernos
Barcos
más
grandes
no
significa
tripulaciones
más
numerosas.
Gracias
a
la
tecnología
moderna,
las
tripulaciones
necesitan
de
menos
miembros
para
operar
las
embarcaciones
y,
entre
ellos,
un
número
cada
vez
más
reducido
es
de
origen
estadounidense.
Los
barcos
matriculados
fuera
de
los
Estados
Unidos
no
están
obligados
a
pagar
a
los
navegantes
sueldos
y
beneficios
comparables
a
los
vigentes
en
este
país.
Muchos
barcos
que
trabajan
para
corporaciones
estadounidenses
y
multinacionales
flamean
banderas
de
naciones
cuyos
requisitos
de
matriculación
son
menos
rigurosos,
y
sus
tripulaciones
provienen
de
todas
partes
del
mundo.
Las
embarcaciones
construidas
y
matriculadas
en
los
Estados
Unidos
y
aquellas
que
sólo
navegan
en
aguas
de
esta
nación,
están
obligadas
a
ofrecer
empleo
exclusivamente
a
marineros
estadounidenses.
El
jefe
de
máquinas
Irly
Picau
es
un
marino
moderno,
a
quien
puede
observase
trabajando
en
la
cubierta
de
un
remolcador
oceánico,
en
un
yacimiento
petrolero
de
aguas
profundas
del
Golfo
de
México.
Fotografía
de
Brian
Gauvin,
cortesía
de
Gauvin
Photography
Conexiones
personales
¿Cómo
se
relacionan
las
embarcaciones
del
comercio
marítimo
moderno
con
nosotros?
La
mayoría
de
nosotros
damos
por
sentada
la
vitalidad
reinante
en
los
puertos
de
la
nación,
en
las
aguas
continentales
y
costeras,
así
como
en
alta
mar.
Exploremos
de
qué
manera
nuestras
vidas
se
hallan
vinculadas
con
los
bienes,
recursos
y
materiales
que
transitan
por
el
mar.
Consideremos
cómo
nuestro
modo
de
vida
puede
afectar
las
aguas
de
nuestro
país
y
de
todo
el
mundo.
¿A
dónde
va
la
mayor
parte
del
petróleo
importado
a
los
Estados
Unidos?
Si
has
pensado
que
a
los
tanques
de
gasolina,
tienes
razón.
El
barril
de
petróleo
en
Estados
Unidos
contiene
42
galones.
En
promedio,
• 19
de
estos
galones
se
refinan
para
la
gasolina
de
automóviles
y
pequeños
camiones.
• 9
se
convierten
en
combustible
diesel
para
camiones
grandes,
autobuses
y
trenes,
y
para
la
calefacción
de
edificios.
• 4
más
se
convierten
en
combustible
para
aviones.
• 10
galones
restantes,
se
usan
para
otros
productos
(tales
como
lubricantes,
querosén,
plásticos
y
asfalto
para
pavimentar
caminos,
etc.)
Bomba
de
gasolina,
cortesía
de
J.
Graff
&
Associates
160
Video
Buques
petroleros.
El
History
Channel
produjo
un
video
donde
se
muestra
la
vida
entre
bastidores
a
bordo
de
los
petroleros;
realizado
en
2002.
En
2007,
Estados
Unidos
importó
aproximadamente
dos
tercios
de
su
energía,
principalmente
en
forma
de
unos
13
millones
de
barriles
de
petróleo
crudo
por
día.
El
setenta
por
ciento
de
dicho
petróleo
se
importó
a
bordo
de
enormes
buques,
provenientes
de
yacimientos
petrolíferos
ubicados
en
Arabia
Saudita,
Venezuela,
Nigeria
y
otras
naciones.
El
resto,
fue
importado
a
través
de
oleoductos
provenientes
principalmente
de
Canadá
y
México.
Asimismo,
en
2007,
Estados
Unidos
importó
cerca
de
3,5
trillones
de
pies
cúbicos
de
gas
natural.
La
suma
de
estas
importaciones,
petróleo
y
gas,
representa
entre
un
20
y
un
25
por
ciento
del
total
de
la
energía
diaria
que
se
consume
hoy
en
día
en
el
resto
del
mundo.
Gas natural
Dondequiera
que
haya
petróleo,
también
hay
gas
natural.
Para
poder
transportarse
en
forma
líquida,
a
bordo
de
buques
cisterna
especiales,
el
gas
debe
primero
comprimirse
y
enfriarse.
Los
estadounidenses
consumen
gas
para
el
uso
doméstico,
en
la
cocina,
calefacción
y
refrigeración
de
sus
hogares.
También
se
utiliza
gas
para
la
fabricación
de
papel,
plásticos
y
vidrio,
además
de
como
combustible
de
autobuses
urbanos
y
otros
vehículos.
La
mayoría
de
las
centrales
eléctricas
construidas
en
los
Estados
Unidos
en
años
recientes
se
alimentan
con
gas
natural.
La
demanda
de
combustible
aumenta
de
un
2
a
3
por
ciento
por
año.
Fotografía
de
la
cocina
de
Carl
Fleischhauer
ra
Fotografía
del
buque
cisterna
de
GNL
de
Petty
Officer
3
Clase
Donnie
Brzuska,
cortesía
del
Guarda
Costas
de
los
EE.UU.
Prácticamente
todos
los
materiales
sintéticos
y
plásticos
que
vestimos
y
utilizamos
a
diario
se
derivan
del
petróleo.
Todos
los
productos
para
el
cuidado
personal
también
utilizan
petroquímicos.
161
De
las
cosas
que
vistes
y
llevas
hoy,
¿cuántas
están
hechas
con
combustibles
fósiles?
Si
te
gustan
los
frutos
del
mar,
no
estás
solo.
El
consumo
de
pescados
y
mariscos
en
los
Estados
Unidos
ha
ido
en
aumento,
paulatinamente,
desde
la
década
de
1990.
Al
mismo
tiempo,
se
observó
un
declive
en
la
industria
pesquera
regional,
debido
a
la
pesca
excesiva,
a
la
contaminación,
a
la
destrucción
del
hábitat,
así
como
a
enfermedades
y
otros
factores.
Las
especies
que
históricamente
contribuyeron
a
alimentar
a
la
nación
—el
bacalao
del
Atlántico,
las
ostras
de
Chesapeake
y
el
salmón
del
río
Columbia—
prácticamente
han
desaparecido.
Aún
así,
existen
restaurantes
con
bufet
de
frutos
del
mar
en
la
mayoría
de
las
ciudades
de
los
Estados
Unidos
y
se
puede
comprar
mariscos
y
pescados
frescos
en
los
supermercados
y
pescaderías
de
todo
el
país.
Pero,
si
la
industria
pesquera
estadounidense
se
halla
en
crisis,
¿qué
estamos
comiendo?
El
Mar
de
Bering,
ubicado
entre
Alaska
y
Rusia,
es
tremendamente
productivo.
A
los
pescadores
estadounidenses
se
les
permite
operar
dentro
de
las
aguas
comprendidas
hasta
200
millas
desde
la
costa
e
islas
de
Alaska,
en
donde
se
sustenta
la
pesca
comercial
más
importante
de
los
Estados
Unidos.
En
la
década
de
1970
se
produjo
un
aumento
en
la
temperatura
del
aire,
que
condujo
a
un
crecimiento
del
400
por
ciento
en
la
población
de
abadejos
del
Mar
de
Bering.
La
pesca
comercial
se
halla
estrictamente
regulada,
a
fin
de
asegurar
la
sobrevivencia
de
las
especies
y
pesquerías
viables.
(En la pared) Barcos factoría en el Dutch Harbor, Alaska, 2005
Durante
la
temporada
de
pesca,
e
l
Dutch
Harbor,
en
la
cadena
de
islas
Aleutianas
del
suroeste
de
Alaska,
se
transforma
en
la
base
de
muchos
buques
pesqueros
de
arrastre.
Procesadores
factoría
como
el
Alaska
Ocean
descargan
sus
productos
congelados
en
Dutch
Harbor.
También
se
reabastecen
de
combustible,
recogen
la
correspondencia
y
cargan
el
barco
de
provisiones
antes
de
regresar
al
mar.
Cortesía
de
Dan
Lamont
Los
estadounidenses
consumen
unas
16
libras
de
frutos
del
mar
por
año.
El
ochenta
por
ciento
de
esta
cantidad
es
importado.
Observa
la
pesca
del
día
para
saber
de
dónde
provienen
los
pescados
y
mariscos
preferidos
de
los
estadounidenses.
162
LANGOSTINOS
• El
marisco
más
popular
de
los
Estados
Unidos
(2001-‐2006)
• Consumo
anual
per
cápita,
4,40
libras
(2006)
• Ochenta
y
siete
por
ciento
del
langostino
que
se
consume
en
los
Estados
Unidos
es
importado
(2003).
• La
mayoría
proviene
de
Tailandia,
China,
Ecuador
e
Indonesia,
y
se
cría
en
granjas.
ATÚN
• Enlatado,
es
el
2do.
pescado
más
popular
de
los
Estados
Unidos
(2006).
• El
consumo
anual
por
cápita
es
de
2,90
libras
(2006)
• Alrededor
del
84
por
ciento
del
atún
fresco
y
enlatado
consumido
en
los
Estados
Unidos
fue
de
importación
(2003).
• La
mayoría
del
atún
fresco
importado
proviene
de
Trinidad
&
Tobago,
Vietnam
y
México.
SALMÓN
• El
3er.
pescado
más
popular
de
los
EE.UU.
(2006)
• Consumo
anual
por
cápita,
2,026
libras
(2006)
• Alrededor
del
80
por
ciento
del
salmón
que
se
consume
en
los
Estados
Unidos
es
salmón
del
Atlántico,
por
lo
general
importado
y
de
cría.
Procede
de
Canadá,
Noruega,
Chile
y
el
Reino
Unido
(Escocia).
• Salmón
del
Pacífico
—principalmente
de
Alaska—
se
captura
en
el
mar,
en
condiciones
de
pesca
regulada.
• La
cría
de
peces
en
áreas
circunscriptas
proporciona
una
fuente
confiable
de
proteínas,
pero
en
sí
mismos,
los
encierros
pueden
causar
contaminación
y
enfermedades
en
los
peces.
ABADEJO
• Es
el
4to.
pescado
más
popular
de
los
Estados
Unidos
(2006)
• Consumo
anual
por
cápita,
1,639
libras
(2006)
• Se
consume
en
forma
de
bastones
de
pescado
y
emparedados
de
pescado
comerciales
• Capturado
en
su
hábitat
natural
del
Pacífico
Norte
y
del
Mar
de
Bering
Pescadores modernos
Los
hombres
y
mujeres
que
se
dedican
a
la
pesca
en
el
Mar
de
Bering
provienen
de
los
más
variados
estratos
y
condiciones
sociales.
A
diferencia
de
los
pueblos
pesqueros
del
siglo
XIX,
estrechamente
vinculados
en
tierra,
las
comunidades
modernas
están
integradas
por
gente
que
se
reúne
transitoriamente
en
el
mar
y
que,
una
vez
concluida
la
temporada
de
pesca,
regresa
a
la
lejanía
de
sus
hogares.
Aún
así,
el
trabajo
y
la
vida
a
bordo
de
un
buque
pesquero
propician
vínculos
muy
sólidos,
y
a
menudo
sucede
que
la
gente
regresa,
año
tras
año,
a
trabajar
en
los
mismos
barcos.
163
Marineros
de
cubierta
A
bordo
del
buque
factoría
Alaska
Ocean,
los
marineros
de
cubierta
son,
en
su
mayoría,
jóvenes
provenientes
de
lugares
como
Montana,
Iowa
y
Wisconsin.
Ansiosos
de
aventura
y
de
una
buena
paga,
se
comprometen
a
ocho
meses
de
arduas
labores
en
las
aguas
heladas
del
Pacífico
Norte
y
del
Mar
de
Bering.
Ellos
se
ocupan
de
operar
las
maquinarias
que
lanzan
y
arrastran
las
redes,
de
vaciar
las
redes,
de
palear
el
pescado
a
los
contenedores,
de
limpiar
las
cubiertas
y
de
reparar
las
redes,
entre
otras
tareas.
Éste
es
un
equipo
que
se
usó
en
la
cubierta
de
pesca
del
Alaska
Ocean
durante
el
verano
de
2007.
En
esa
temporada,
había
un
total
de
seis
marineros
de
cubierta,
un
oficial
de
cubierta
y
un
pescador
líder.
Botas
impermeables
con
suela
antideslizante
de
seguridad,
para
caminar
por
las
resbalosas
cubiertas
de
pesca
Casco
de
seguridad
que
llevaba
el
marinero
de
cubierta
Matt
Prebezac.
Los
asistentes
de
cubierta
suelen
personalizar
sus
equipos
como
vehículo
de
autoexpresión.
Las
marcas
también
sirven
para
identificar
con
rapidez
el
equipo
propio
en
caso
de
apuro.
Prebezac
marcó
su
casco
con
las
palabras
“Rock
Star”
(estrella
de
rock).
Cuchillo
para
remendar
redes
y
cortar
líneas
en
casos
de
emergencia
Riñonera
que
contiene
una
radio
para
comunicarse
con
otros
miembros
de
la
tripulación
Chaleco
salvavidas
con
micrófono
y
luz
estroboscópica
para
señalizar
la
ubicación
en
caso
de
emergencia
Chaqueta
y
pantalones
para
mal
tiempo
que
se
calzan
sobre
la
ropa
de
trabajo
Guantes
de
trabajo
Obsequio
de
Alaska
Ocean
Seafood
a
través
de
Jeff
Hendricks
Tanto
hombres
como
mujeres
trabajan
a
bordo
de
la
factoría
del
buque
pesquero
Alaska
Ocean.
Algunos
se
desempeñan
como
“conductores”,
colocando
el
pescado
en
cintas
transportadoras
que
conducen
a
la
máquina
de
filetear.
Otros
examinan
que
no
haya
espinas
en
los
filetes,
y
otros
llenan
fuentes
con
pescado
picado,
o
hacen
surimi
(usado
para
imitación
de
carne
de
cangrejo).
Algunos
trabajan
en
el
congelador
o
en
el
laboratorio
de
control
de
calidad,
o
también,
en
la
planta
de
harina
de
pescado.
Al
igual
que
toda
la
tripulación
de
a
bordo,
los
procesadores
de
la
factoría
trabajan
turnos
de
12
horas.
Entre
las
personas
a
bordo
del
barco
en
2007,
muchos
eran
hombres
y
mujeres
de
origen
filipino
que
vivían
al
norte
de
Seattle.
Este
equipo
perteneció
a
un
miembro
del
buque
factoría
Alaska
Ocean
en
el
verano
de
2007.
En
total
había
ochenta
y
seis
personas
trabajando
en
el
buque
factoría
durante
esa
temporada.
Las
mujeres
trabajadoras
a
bordo
del
Alaska
Ocean
en
la
temporada
de
2007
vestían
este
equipo.
Botas
impermeables
con
suelas
antideslizantes
para
caminar
por
el
buque
en
forma
segura
164
Casco
de
trabajo
y
red
para
el
cabello
usados
por
Thelma
McFarland
Guantes
de
trabajo
Delantal
personalizado
por
Thelma
McFarland,
para
identificarlo
y
ajustarlo
a
la
medida
de
su
delgada
silueta.
Overol
para
vestir
sobre
la
ropa
de
trabajo
Mangas
plásticas
Recipiente
usado
para
congelar
los
filetes,
el
pescado
picado
y
otros
productos
de
pescado
procesado.
Obsequio
de
Alaska
Ocean
Seafood
a
través
de
Jeff
Hendricks
Video
El
History
Channel
ha
producido
un
nuevo
video
donde
se
muestran
las
operaciones
entre
bastidores
a
bordo
del
Alaska
Ocean.
La
tira
se
filmó
en
agosto
de
2007.
Los
cruceros
ofrecen
todo
aquello
que
muchas
personas
demandan
de
unas
buenas
vacaciones:
confort
y
predictibilidad,
atención
las
24
horas
del
día,
amenidades
y
abundancia
de
comida,
actividades
que
no
requieran
de
un
esfuerzo
personal
de
planificación
y
destinos
exóticos.
Teniendo
en
cuenta
que
sólo
un
5
por
ciento
de
los
estadounidenses
han
viajado
alguna
vez
en
crucero,
y
que
la
mayoría
lo
ha
hecho
en
pareja,
la
industria
tiene
en
la
mira
a
familias
y
clientes
nuevos.
Los
cruceros
de
afinidad,
se
dirigen
a
grupos
de
personas
que
comparten
un
interés
en
común,
desde
motociclistas
hasta
músicos
y
amantes
del
chocolate.
(En la pared) Terminal de cruceros, Puerto de Miami, 2004
Cruceros
alineados
en
el
muelle
de
una
de
las
terminales
del
Puerto
de
Miami.
Decenas
de
miles
de
viajeros
parten
en
cruceros
desde
Miami,
Puerto
Cañaveral
y
Fort
Lauderdale,
Florida,
todos
los
años.
Fotografía
de
Daniel
L.
Cowan,
cortesía
del
Puerto
de
Miami
Video
El
History
Channel
ha
producido
un
video
donde
se
muestran
las
operaciones
entre
bastidores
a
bordo
de
los
cruceros,
no
sólo
de
HAL.
En
el
contexto
de
la
economía
global,
el
mundo
parece
mucho
más
pequeño.
No
hace
mucho
tiempo
atrás,
los
productos
de
otros
países
nos
parecían
exóticos
e
inusuales.
En
los
comienzos
del
siglo
XXI,
Estados
Unidos
está
a
la
cabeza
del
consumo
de
productos
fabricados
en
todas
partes
del
mundo.
Observemos
las
etiquetas
en
nuestra
vestimenta,
tejidos,
utensilios
de
cocina
y
electrónicos.
¿Con
qué
frecuencia
leemos
“Hecho
en
EE.UU”?
165
Los
barcos
portacontenedores
desempeñan
un
papel
importante
dentro
del
empequeñecimiento
del
mundo.
A
bordo
de
ellos
se
trasladan
enormes
cantidades
de
productos
y
materiales
que
llegan
hasta
las
tiendas
cercanas
a
nuestro
hogar.
Solamente
en
2006,
18
millones
de
contenedores
cargados
con
toda
suerte
de
mercancía,
se
despacharon
a
través
de
más
de
200
millones
de
viajes,
por
mar,
por
tren
y
por
ruta,
hacia
todas
partes
del
mundo.
(En la pared) Puerto de contenedores, Long Beach, California, 2007
Fotografía
de
Ernesto
Rodríguez,
cortesía
del
Puerto
de
Long
Beach
Fotografía
de
Kathleen
Tomandl,
cortesía
del
Puerto
de
Tacoma
Un
viaje
típico
de
Hong
Kong
a
Los
Ángeles/
Long
Beach,
dura
dos
semanas.
Foto
de
David
McNew,
cortesía
de
Getty
Images
Cada
contenedor
se
extrae
del
barco
mediante
una
enorme
grúa,
operada
por
un
estibador.
En
pocas
horas,
los
contenedores
se
hallan
en
marcha,
arriba
de
camiones
o
trenes,
con
destino
a
centros
de
distribución
o
tiendas
minoristas.
Estibadores
En
la
costa
oeste,
los
estibadores
de
la
empresa
International
Longshore
and
Warehouse
Union
(ILWU)
operan
grúas
para
contenedores,
y
también
vehículos
más
pequeños
que
mueven
los
contenedores
de
a
uno,
alrededor
del
corralón.
Este
estibador
está
trabajando
en
la
Terminal
del
Condado
de
Pierce,
en
el
Puerto
de
Tacoma.
Para
informarse
más
acerca
del
trabajo
y
la
historia
de
los
estibadores,
ver
“America
on
the
Move”
en
la
siguiente
galería
Fotografía
de
Kathleen
Tomandl,
cortesía
del
Puerto
de
Tacoma
166
¿Qué
envía
Estados
Unidos
hacia
el
exterior?
Como
Estados
Unidos
importa
más
de
lo
que
exporta,
dos
tercios
de
los
contenedores
que
regresan
a
Asia,
viajan
vacíos.
Las
diez
exportaciones
más
importantes
de
Estados
Unidos
a
Asia
en
2008
fueron:
• Papel
sobrante
• Plástico
y
caucho
• Semillas,
frijoles,
cereales,
harina
• Madera
• Carne
• Chatarra
• Químicos
• Frutos
secos
• Paja
y
otros
materiales
trenzables
• Vehículos
Los
despachantes
envían
a
los
oficiales
de
Aduana
de
EE.UU.
declaraciones
con
un
listado
de
los
contenidos
de
cada
contenedor,
indicando
quién
los
empacó
y
transportó
hasta
el
muelle,
antes
de
que
la
carga
parta
hacia
un
puerto
extranjero.
Esta
información
se
envía
a
una
oficina
central
en
los
Estados
Unidos,
donde
se
le
asigna
un
nivel
de
riesgo.
Ante
los
millones
de
contenedores
que
ingresan
al
país,
sólo
aquellos
identificados
como
de
alto
riesgo
se
someten
a
rayos-‐X
o
se
inspeccionan
físicamente
cuando
arriban
a
puerto.
Desde
el
momento
en
que
los
pasajeros
abordan
el
barco,
una
armada
de
personal
de
apoyo
atiende
cada
una
de
sus
necesidades.
Como
la
mayoría
de
los
cruceros
no
llevan
bandera
de
los
Estados
Unidos,
un
gran
número
de
miembros
de
la
tripulación
no
son
ciudadanos
estadounidenses.
Igual
que
los
marineros
de
un
barco
hace
300
años
atrás,
la
tripulación
a
bordo
de
un
crucero
moderno
es
una
mezcla
internacional
de
gente
de
todas
las
procedencias.
Como
lo
hacían
los
pasajeros
de
los
transatlánticos
del
pasado,
los
turistas
que
hoy
en
día
viajan
en
crucero,
a
menudo
se
llevan
objetos
para
recordar
su
experiencia.
Desde
el
menú
de
una
cena
especial,
hasta
un
muñeco
de
peluche,
estos
recuerdos
de
unos
días
en
el
mar,
evocan
momentos
de
complacencia,
diversión
y
distensión.
Obsequios
de
Doris
Craig,
Marlys
Johnson,
Matthew
MacArthur,
Maverick
Parker,
y
Michael
Smith
167
La
hospitalidad
de
un
crucero
El
departamento
de
hotelería
es
uno
de
los
más
extensos
a
bordo
de
un
crucero
moderno.
El
personal
de
hotelería
se
ocupa
de
una
gran
variedad
de
tareas,
desde
dar
la
bienvenida
a
los
pasajeros
y
abrir
puertas,
hasta
servir
pasteles
de
desayuno
y
limpiar
camarotes.
Las
compañías
de
cruceros
diseñan
uniformes
para
sus
empleados
que
proyecten
una
imagen
especial.
La
compañía
Holland
America
enfatiza
su
herencia
holandesa,
incluyendo
sus
antiguas
posesiones
en
las
Indias
Holandesas
Orientales,
actual
Indonesia.
Los
marineros
que
trabajan
en
el
departamento
náutico
de
un
crucero
moderno
desempeñan
una
variedad
de
funciones
–conducir
el
bote
auxiliar,
el
pequeño
bote
que
lleva
a
los
pasajeros
a
la
costa
para
hacer
excursiones;
ocuparse
de
las
amarras;
limpiar,
pintar
y
mantener
los
botes,
las
balsas
salvavidas
y
otros
equipos
de
cubierta.
168