Casos para Análisis Sobre EDFT
Casos para Análisis Sobre EDFT
Casos para Análisis Sobre EDFT
Estrella trabaja desde hace 4 años en una casa de familia como interna, donde no
solo no recibe buen trato, sino un pago de apenas $170 mil mensuales, es decir,
menos de la cuarta parte del salario mínimo es lo que acordaron verbalmente. No
recibe ningún otro tipo de pago o compensación por realizar este trabajo. Solo recibe
ese valor al mes y de ahí debe atender su situación de salud. Con el agravante de
que, tras tantos años en el oficio doméstico, su estado de salud se ha deteriorado.
Siente dolor en la espalda, padece de calambres, hinchazón y dolor en sus
articulaciones, enfermedades que han empeorado en los últimos años. Estrella
acordó un contrato verbal en esta casa de familia y quedo sometida a trabajar una
jornada de 12 horas de lunes a sábado. Debe llevar su almuerzo y otras cositas que
quiera comer.
“Ojalá Dios me abriera una puertecita para estar con otra persona, no estar tan
humillada. Porque de verdad a veces me acuesto y no quisiera ya volver a abrir los
ojos al otro día. Pero no puedo decir nadita por lo mal que me tratan, y por lo poquito
que me pagan, porque me mandan al carajo, y entonces de que vivo y con que
como.” Estrella Suárez, trabajadora doméstica.
Elaboró: Nidia Gabriela Caro Zamudio, Instructora Centro de Industria y de la Construcción, SENA Tolima.
Caso 2
Violaciones de derechos humanos y laborales por parte de una
embotelladora de gaseosas en Colombia
Cabe agregar los 68 trabajadores afiliados al Sindicato que laboran para las
embotelladoras gaseosas desde 1984 y que están siendo amenazados de muerte,
los exiliados, los desplazados con sus familias la empresa se niega a reubicar en
otras ciudades.
1. ¿Cuáles son los derechos laborales colectivos que están siendo vulnerados
a los empleados de la embotelladora de gasesoas?
2. ¿Cuáles son los derechos laborales constitucionales que se incumplen en
este caso? Explíquelos.
3. ¿Cuáles son los convenios de la OIT que la Embotelladora de Gaseosas
desconoce para los trabajadores en este caso?
4. ¿Cuál es el fin de un sindicato?
5. ¿Cuáles son las características de los paros laborales en la Embotelladora
de Gaseosas del caso?
Elaboró: Nidia Gabriela Caro Zamudio, Instructora Centro de Industria y de la Construcción, SENA Tolima.
Caso 3
Lilia Hurtado, la mecanógrafa, secretaria y administradora.
Pese a que el ISS dijo que la empleada estuvo vinculada para prestar un servicio y
que no le tenía que reconocer ningún derecho, la Corte asegura que su contrato fue
a término indefinido pues cada vez que se terminaba el vínculo temporal, el contrato
era renovado inmediatamente. Cumplía una jornada laboral estipulada por el ISS,
que en la mayoría de las veces se excedía, pues la cantidad de actividades que le
eran asignadas no lograba cumplirlas en el horario estipulado por la empresa.
Además, contaba con un lugar reconocido como oficina, con escrito, silla, teléfono
y debía cumplir las órdenes que el jefe del área le encomendaba.
1. ¿Qué tipo de contrato fue celebrado entre Lilia Fanny Hurtado Pardo y el
Instituto de Seguros Sociales?
2. ¿Cuáles son los derechos laborales individuales dejados de percibir por Lilia
durante los 21 años que laboro para el ISS? Explique.
3. ¿Lilia Hurtado tiene un trabajo digno? ¿por qué?
4. ¿Qué mecanismo de protección laboral uso Lilia Hurtado para hacer valer
sus derechos laborales?
5. ¿Cuáles son las causales para realizar un despido con justa causa?
Elaboró: Nidia Gabriela Caro Zamudio, Instructora Centro de Industria y de la Construcción, SENA Tolima.
Caso 4
María Inés Arango, 49 años, Medellín.
María Inés nació en Andes, municipio del suroeste de Antioquia, desde donde muy
joven se vino a trabajar a Medellín en el servicio doméstico.
Los últimos patrones que tuvo fueron Rosa e Iván, una pareja de la tercera edad
residente en el barrio Conquistadores, para quienes laboró 8 años ininterrumpidos.
El comienzo de su jornada en casa de esta pareja (7 de la mañana) siempre implicó
un conflicto para María Inés, pues vive en Belén Las Violetas, un barrio no sólo
apartado, sino que padece el flagelo de la violencia entre pandillas, lo que agrava el
flujo de transporte público en la zona además de pedir autorización y pagar la cuota
para cruzar las fronteras invisibles.
Así que el pasado 19 de junio llegó a trabajar a las 8:30 de la mañana, esto porque
tenía un permiso acordado con Iván, el señor de la casa. Hacia las 11 de la mañana
Rosa se levantó y, con su temperamento habitualmente conflictivo, le preguntó a su
marido: “¿Y esa hijueputa a qué horas llegó?”, frase que María Inés escuchó.
El señor Iván intentó calmar la situación diciéndole a María Inés que no prestara
atención a las palabras de su esposa, pero ya no admitió más razones. “No. Ya me
cansé de tanto maltrato, me quiero ir de aquí”, fue su respuesta. Sólo recibió $5 mil
que incluía el sueldo de la última semana trabajada y su liquidación. María Inés se
sorprendió porque esperaba una suma mayor, que incluyera vacaciones y las
demás prestaciones sociales que la ley establece, con excepción de las primas de
servicio, que para ese entonces la ley no reconocía para el trabajo doméstico.
En vista de que su empleador no atendió sus reclamos, le pidió a ésta que le diera
una constancia escrita del pago, como había ocurrido en sus anteriores empleos.
Pero su empleador le respondió que no entregaba constancias.
Elaboró: Nidia Gabriela Caro Zamudio, Instructora Centro de Industria y de la Construcción, SENA Tolima.
conculcados, pues siempre se le dijo que las pensiones eran sólo para los
profesionales, no para las muchachas del servicio.
María Inés se indignó al enterarse que nunca, ni siquiera cuando trabajó como
interna, le habían pagado el salario mínimo, ni le cotizaron a salud, ni mucho menos
a pensión. Así que se tuvo que entender con el abogado de su patrona, quien le
ofreció un millón de pesos como liquidación por ocho años de trabajo, oferta que
por supuesto ella rechazó. Según sus cálculos, lo que le adeudan asciende a 10
millones de pesos.
Elaboró: Nidia Gabriela Caro Zamudio, Instructora Centro de Industria y de la Construcción, SENA Tolima.
Caso 5
Lila Mendoza, 69 años. Cartagena
Lila Mendoza nació en San Onofre, Sucre, de donde su papá la separó de los brazos
de su mamá para llevarla a vivir al Chocó con su abuela. Vivian de pelea y no se
entendían, se pegaban y se decían groserías siempre. Cuenta que no estudió
porque su padre, ya casado con otra mujer, nunca la mandó a la escuela del pueblo
donde vivían, con la disculpa de que por ser mujer y de origen campesino iba a ser
objeto de burlas, y eso él no lo iba a permitir. Eso del estudio era para hombres o
las mujeres que nacieron en la ciudad.
Lila recuerda que cuando tenía 8 años, en vez de darle estudio, su papá la llevaba
para el campo junto con su hermano de 10 años para que le ayudaran en las labores
agrícolas y cuidaran los productos recolectados del asecho de los animales que
mataban a las vacas y se las comían o se comían el maíz y todo lo que sembraban.
Ahora Lila dice que el daño más grande que le causó su padre fue separarla de su
madre. Porque si ésta hubiese estado a su lado, tal vez ella le habría permitido
estudiar y su vida hubiera tomado otros rumbos.
Lila se casó en Ungía, Chocó, donde tuvo sus primeros tres hijos. Pero su relación
conyugal fue un infierno, y tuvo un desenlace trágico, pues por poco le cuesta la
vida. Ocurrió un día que una de sus hijas de 9 años necesitaba un cuaderno para la
escuela, entonces la envió donde su padre para que le pidiera dinero con qué
comprarlo. Su hija regresó llorando porque su padre le respondió que ella misma
tenía que rebuscarse el cuaderno. Que ya estaba en edad de trabajar. Indignada
con esa respuesta, Lila le reclamó al hombre, pues no era ese el tipo de respuesta
para una niña de 9 años. El reclamo desencadenó una discusión que terminó con
Lila tendida en el piso, medio muerta, a causa de los golpes que el hombre le propinó
con un bate de béisbol.
Luego de la agresión, Lila decidió separarse de ese sujeto e irse con sus hijos para
Cartagena, en parte también desplazada por el acoso de los grupos armados que
merodeaban la finca de su padre. En Cartagena empezó a trabajar vendiendo
dulces y lavando parabrisas en los semáforos, pues el único trabajo que había
ejercido era en casas de familia, vendiendo arepas o en servicios varios de
empresas. También tuvo un nuevo compañero sentimental, con quien concibió dos
hijos. Pero el hombre la abandonó y la dejó sola, a cargo de sus cinco hijos, por lo
que tuvo que entrar a trabajar unos meses antes de dar a luz a su último hijo,
consiguió trabajo en una empresa haciendo los tintos y el aseo.
Todos los años que laboró como doméstica y aseadora más el trabajo al rayo de sol
y de pie todo el día en los semáforos, más las condiciones en las que tuvo que
hacerlo, afectaron su salud. Viene padeciendo dolores en sus piernas y brazos,
afección aún no diagnosticada por parte de los médicos.
Elaboró: Nidia Gabriela Caro Zamudio, Instructora Centro de Industria y de la Construcción, SENA Tolima.
En los lugares donde trabajó le daban su uniforme, pero nunca los elementos de
protección para realizar sus labores. Recuerda que en su último trabajo le pagaban
a $25 mil el día laborado, más el transporte, y su horario era de 6:00 am a 4:00 pm.
“Cuando uno lava y plancha, llega el invierno y uno se moja con los aguaceros y
eso hace daño. Además, las calles para llegar a mi casa eran de puro barro”; “Yo
estaba trabajando y de pronto se me vino una hemorragia. Me fui corriendo donde
el médico, que me hizo el reconocimiento y me sacó unos coágulos de sangre. Me
preguntó qué me había hecho, y yo le contesté que nada, que lo único era que
trabajaba mucho. Él me dijo que en mi estado tenía que dejar el trabajo, o trabajar
apenas dos días a la semana, máximo tres, porque si no el bebé, una niña, se me
iba a morir. Me dijo que mi hija estaba desnutrida en mi vientre debido el ritmo de
trabajo. Al nacer solo pesó medio kilo”. Lila Mendoza, trabajadora doméstica.
De haber podido educarse, cree Lila, le hubiera gustado emplearse en otros oficios,
como modistería o enfermería, aunque dice, a modo de chiste, que le tiene pánico
a la sangre. Y de haber podido cotizar a un sistema de pensiones para tener una
vejez digna, no estaría en las que está. A sus 69 años, ya no tiene fuerzas ni salud
para trabajar, vive de lo que le dan sus hijos.
Elaboró: Nidia Gabriela Caro Zamudio, Instructora Centro de Industria y de la Construcción, SENA Tolima.