23 Teol Del Canon
23 Teol Del Canon
23 Teol Del Canon
1 El interés por esta literatura apócrifa ha crecido enormemente en los últimos años, como muestran las recientes
ediciones de textos. A través de ella se obtiene sin duda un conocimiento mayor de la Iglesia de aquellos primeros
siglos, y de la diversidad de orientaciones teológicas y de grupos existentes. Fundamentalmente ya se conocían a través
de los Santos Padres y escritores eclesiásticos; pero ahora, sobre todo con el hallazgo de textos originales, puede hacerse
una comparación más objetiva entre las diversas tendencias, representadas en los diversos libros. Esto lleva también a
una reflexión más profunda sobre el hecho de la formación del canon del Nuevo Testamento.
Canon, Iglesia, Teología 5
2 M. Hengel, Acts and the History of Early Christianity, London 1979, 122.
3 Tal como aparecen en el Nuevo Testamento, “ninguna de las iglesias pretende ser ella sola toda la Iglesia de Dios,
pero ésta está realmente presente en cada una de ellas. Se establecen relaciones entre las Iglesias: entre Jerusalén y
Antioquía, entre Iglesias fundadas por Pablo y Jerusalén a donde envían el producto de una colecta, entre las iglesias a
las que se dirige la primera carta de Pedro, y entre aquellas a las que se dirige el Apocalipsis. Pablo escribe que él lleva
la preocupación de todas las iglesias (2 Cor 11,28) y la autoridad apostólica es reconocida en todas partes en la Iglesia”
(Unité et diversité dans l’Église, B.2).
Canon, Iglesia, Teología 6
4 Así E. Käsemann, “The Canon of the New Testament and the Unity of the Church” en Essays on the New Testament
Themes, London 1964, 95-107. En sentido contrario el documento citado en la nota anterior.
Canon, Iglesia, Teología 7
5 A. Ziegenaus, “Der Schriftkanon im ökumenischen Dialog” Forum Katholische Theologie 10 (1994) 197-210. 210.
6 Se suele situar el comienzo de este análisis canónico en un artículo (“Interpretation in Faith. The Theological
Responsibility of an Old Testament Commentary”, pp. 432-449 ) que B.S. Childs publicó en octubre de 1964 en la revista
Interpretation. El artículo mostraba la dificultad de los exegetas para pasar de la crítica literaria o histórica de los textos
bíblicos a las consecuencias teológicas. La mayor parte de los exegetas, dice Childs (IF, 437) parten de un suelo neutro y
tratan de las cuestiones textuales, históricas y filológicas de los textos bíblicos. Sin embargo, en la práctica este
planteamiento no es tan neutro: su punto de partida “descriptivo” determina el tipo de cosas que va a descubrir; la
posibilidad de una crítica teológica está descartada desde el principio. Y esta posibilidad sólo existe si desde el principio
se tiene presente un cuadro en el que esté presente una dimensión de fe. Por ello propone un acercamiento a los textos
del Antiguo Testamento que tenga presente una dialéctica al modo del círculo hermenéutico de Gadamer, en tres
estadios: 1) Interpretar un texto aislado a al luz de todo el AT y viceversa, comprender el AT a la luz del texto aislado
(IF, 438). Aquí es donde el aspecto descriptivo –la crítica histórica y literaria, en la que el método histórico crítico y la
historia de las formas, son esenciales– encuentra su lugar. Este análisis histórico y literario no es algo previo al estudio,
sino que está en el corazón del análisis. Pero, al mismo tiempo, el cuadro de fe se opone al historicismo como único
acceso a “aquello que realmente sucedió”. 2) Interpretar el AT a la luz del Nuevo Testamento y comprender el Nuevo
Testamento a la luz del AT. Este segundo movimiento, especialmente en la primera parte, no debe confundirse con la
tipología, aunque pueda hacer uso de ella. El problema de la tipología es que interpreta los acontecimientos del AT
desde un método deductivo, con el consiguiente cortocircuito para el análisis histórico. Ciertamente, hay una unidad de
designio de Dios, pero el tema es más complejo como para resolverlo en una afirmación, y es deber de los exegetas
estudiarlo en cada caso (IF, 440-442). 3) Finalmente, el exegeta debe interpretar el AT a la luz de la realidad teológica y
viceversa debe comprender la realidad teológica a la luz del testimonio del AT. Se va desde la sustancia al testimonio: el
exegeta no está en un punto neutro (IF, 443), tiene prejuicios. Ni cristianismo ni judaísmo han interpretado el texto
directamente: lo han hecho desde la tradición oral o desde el Nuevo Testamento. Además, eso permite ver la
continuidad y discontinuidad entre las dos tradiciones. Un diálogo supone que cada uno está en su lugar y desde él
puede entender al otro.
Canon, Iglesia, Teología 9
distinta: Childs toma como punto de partida la lectura del “canon recibido” en la
Iglesia; Sanders se fija sobre todo en el “proceso” en el que los libros llegan a ser
canónicos. Una breve exposición de los puntos principales de las prácticas de los dos
autores será capaz de presentar sus capacidades y sus límites para una exégesis
católica.
6.1. Canonical approach
Brevard S. Childs ha sido discutido muchas veces y en ocasiones ha sido tachado con
adjetivos que querían acercarlo a planteamientos fundamentalistas, sobre todo porque
afirmaba que no proponía un “análisis canónico” sino el canonical approach, una lectura
que privilegie el carácter canónico –en el doble sentido de canónico: normativo y
constitutivo de una colección– del texto bíblico. En realidad Childs ha publicado
comentarios históricos y canónicos de muchos textos de la Biblia mostrando que no
desdeña el conocimiento literario, pero le parece mucho menos importante que el
canónico7.
Su estudio se centra su interés en la forma canónica final del texto, ya sea un libro, ya
sea una colección, pues esa fue la forma aceptada como autoritativa por la comunidad
para expresar su fe y dirigir su vida. La tarea de la crítica para él consiste en establecer
la forma primitiva de ese texto recibido en la Iglesia como apostólico. No son esenciales
ni la historia anterior del texto, ni las circunstancias en las que llegó a formarse y a
tenerse como texto normativo. El hecho de que la comunidad que nos ha legado el
canon –la Iglesia de los siglos II-IV– apele a la del siglo I para aceptarlo como tal,
significa que reconocía la “autoridad canónica” de aquella comunidad apostólica.
Childs afirma que la comunidad apostólica tuvo “conciencia canónica” desde el
comienzo mismo de la Iglesia. Al establecerse el canon, los libros con tradiciones
normativas dirigidos a comunidades particulares, adquieren valor y sentido para la
Iglesia universal, porque cada uno de esos libros tiene intención kerigmática: proclama
a Jesucristo. Esto se ve con claridad por ejemplo en las cartas de san Pablo que aunque
fueron escritas de forma ocasional y dirigidas a comunidades particulares, al
propagarse entre las iglesias constituyen un punto de referencia autoritativo para toda
la Iglesia.
Asimismo era inherente a aquellos escritos la posibilidad intrínseca de una continua
reinterpretación en situaciones posteriores. A veces fue esa misma reinterpretación lo
que llevó a reconocerlos como autoritativos, signo de que su reconocimiento no se basa
únicamente en la letra sino en la interpretación que de ellos hacen las comunidades.
Así, por ejemplo, el evangelio de Juan fue incluido tarde porque antes fue interpretado
adecuadamente; esto sólo ocurrió se interpretó con la línea marcada por los sinópticos,
y el Apocalipsis cuando se interpretó alegóricamente. El mensaje de estos libros, por
tanto tiene un valor permanente para la toda la Iglesia de todos los tiempos. En
consecuencia el canon refleja la autoconciencia de la Iglesia: así se expresa ella en los
distintos contextos, y así quiere ella que mediante los escritos ocasionales en los que
tomó forma el evangelio, los futuros creyentes se encuentren con el acontecimiento
Cristo. En consecuencia, cada texto bíblico se ha de interpretar a la luz del Canon de las
Escrituras, es decir, de la Biblia en cuanto recibida como norma de fe por una
7 Cfr B.S. CHILDS, Isaiah, Westminster John Knox Press, Louisville 2001; B.S. CHILDS, The Struggle to Understand ISAIAH as
Christian Scripture, Eerdmans, Grand Rapids (Michigan) 2004.
Canon, Iglesia, Teología 10
comunidad de creyentes. Cada texto se ha de situar cada texto en el interior del único
designio divino, con la finalidad de llegar a una actualización de la Escritura para
nuestro tiempo.
Indudablemente, con este planteamiento se pone de relieve un aspecto capital de la
Biblia: su consideración como canon, ya que un libro es bíblico a la luz de todo el
Canon. Sin embargo, estos planteamientos han merecido asimismo críticas que no
pueden pasarse por alto. En primer lugar, queda poco espacio para el proceso histórico
de composición de los libros y de la misma formación del canon. No todos los
elementos de una obra tienen idéntica significación dentro de ella, ni todos conectan
del mismo modo con la tradición originaria. Pensemos por ejemplo en el estudio de las
tradiciones anteriores a los evangelios que ayudan a comprender la perspectiva
cristológica de cada uno de ellos y su conexión con la tradición originaria.
En segundo lugar, si bien es cierto que la iglesia de los siglos II-IV apeló como
“autoridad canónica” a la del s. I, por su apostolicidad, queda por resolver la cuestión
de cómo discernió tal “apostolicidad” de los libros, cuando de hecho en los siglos II-IV
circulaban otras obras que se presentaban como “apostólicas”, y en las que se reflejaba
tanto una “conciencia canónica” en sentido de “normativa”, como una “posibilidad de
reinterpretación” para lectores posteriores de todas las épocas. Así por ejemplo el
Evangelio de Tomás que comienza diciendo: “Estas son las palabras secretas que Jesús
el Viviente ha dicho, y ha escrito Dídimo Judas Tomás. Y ha dicho: El que encuentre la
interpretación de estos dichos no gustará la muerte”. Este escrito, que circulaba ya a
mediados del siglo segundo, se presenta con autoridad apostólica y refleja también
“conciencia canónica” en cuanto que ofrece los dichos de Jesús, y está pidiendo una
reinterpretación y actualización para no gustar la muerte. Sin embargo no pasó a
formar parte del canon.
En conclusión, en este planteamiento le faltan una mayor atención al proceso histórico
y una mejor fundamentación teológica del canon. Queda en pie una pregunta que se le
ha formulado con frecuencia: Si la comunidad primitiva hubiese tenido al elaborar el
canon los conocimientos de los que disponemos hoy para determinar la época, autoría
y situación de los textos, ¿no habría hecho otra elección en el canon? En realidad, la
apelación de la Iglesia de los siglos II-IV a la comunidad apostólica o comunidad con
conciencia canónica, ha de ir unida a la conciencia que esa misma Iglesia tiene de ser
también “apostólica” y “canónica” en esa etapa posterior. Y lo es porque el Espíritu
Santo actúa en ella mediante el ministerio.
variando según las épocas y situaciones. De ahí que desde esos planteamientos queda
muy imprecisa aportación que Biblia puede hacer a la teología.
Al estudiar el “proceso canónico”, Sanders descubre unos principios por los que la
comunidad ha llegado a reconocer los libros como autoritativos y canónicos para ella
misma. Estos principios no están explícitos en el texto, sino que subyacen a él y sólo
pueden ser descubiertos examinando cómo se utilizan las antiguas tradiciones en
contextos nuevos, y viendo cómo los diversos escritos llegan a constituir un corpus
estable del que la comunidad extrae su identidad. La reutilización y canonización de
las antiguas tradiciones muestra que el proceso de la formación del canon no se explica
sólo a partir de unas determinadas circunstancias históricas, ni desde la observación de
los desarrollos literarios, sino que ese proceso está regido y es consecuencia de la fe de
la comunidad.
Por ejemplo, Sanders analiza la formación del Antiguo Testamento y llega a la
conclusión de que tales principios han sido el monoteísmo, el yahwismo y el sentido de
Israel como pueblo. Los principios que rigen la canonización de un texto constituyen
una serie de leyes hermenéuticas no escritas (unrecorded hermeneutics) que, una vez
deducidas mediante el estudio del proceso canónico, “continúan actuando después de
la fijación del canon (...) y favorecen una constante interacción entre la comunidad y
sus Escrituras”. “El mismo lenguaje -dice Sanders- en dos contextos diferentes puede
significar cosas diferentes (...). Las palabras muy humanas que nuestros predecesores
en la fe nos han dejado, pueden llegar a ser la Palabra de Dios de nuevo, una y otra
vez, cuando cambian nuestras situaciones y contextos, y como quiere el Espíritu
Santo”8. En la Iglesia actual es la hermenéutica la que da vida al canon, una
hermenéutica extraída del texto mismo y de su relación con la comunidad que lo
consideró canónico. El intérprete por tanto debe ser consciente de su pertenencia a una
comunidad de fe, pues sólo en ella el Espíritu Santo guía la continuidad necesaria en la
actualización de las antiguas tradiciones a la comunidad de hoy.
Para Sanders la aplicación de esos principios, o lo que es lo mismo, el acercamiento a la
Biblia con una “hermenéutica canónica”, conduce a una interpretación que procura
hacer contemporánea la tradición y dar a la comunidad una explicación del mundo y
de sí misma. En este sentido el canon representa siempre un proceso inacabado, pues la
Palabra de Dios está en la interrelación entre el texto y la comunidad que vive un el
contexto histórico concreto. Una interrelación que se establece a la luz de la
interpretación canónica de la Escritura, es decir, de los principios hermenéuticos
deducidos del estudio de la formación del canon. Es así como el estudio de la Biblia
sería el alma de la teología.
El planteamiento tiene el mérito de atender con rigor a la historia de la redacción de los
libros de la Biblia y a la formación del canon bíblico. También pone de relieve
acertadamente la relación entre comunidad de fe (Iglesia) y Escritura sagrada como
canon. Pero tiene algunos puntos oscuros. El primero se refiere a la repetición y
actualización del texto según la novedad –religiosa, cultural, teológica– de la situación.
Parece que el antiguo texto o tradición puede llegar a adquirir un significado
totalmente distinto o incluso contrario al que ya tenía. En tal caso, queda la duda
acerca del momento en que comienza a tener ese texto valor normativo, y en qué
8 Sanders, Canon and Community , 77-78.
Canon, Iglesia, Teología 12
sentido habrá de serlo después, pues su significado varía según la situación. Por
ejemplo, es cierto que en la Torah, desgajada de Josué-Reyes, Israel vio su identidad
tras el destierro, pero también se ha de reconocer que la ley mosaica tenía un valor
normativo (canónico) con anterioridad, y que Israel ya poseía una identidad como
pueblo. A pesar de las novedades aportadas en la nueva situación hay una
continuidad, como seguirá habiéndola en las etapas posteriores, incluida la de la
Iglesia.
El segundo punto débil del planteamiento está en la falta de precisión al determinar las
relaciones entre el texto y la comunidad, tanto en lo que se refiere a aquella en la que el
texto llegó a considerarse canónico, como en lo que concierne a aquella que
actualmente lo acepta y en la que tiene fuerza de Palabra de Dios. Es cierto que el texto
llegó a ser canónico cuando la comunidad lo reconoció como expresión de su propia
identidad. Pero esto implica que la identidad de aquella comunidad existía
previamente a la formación del canon. La identidad estaba dada por una Tradición
viva guiada por el Espíritu Santo que poseía capacidad y elementos para un
discernimiento seguro de los libros. Una vez discernido el canon, la identidad de la
comunidad queda reflejada en él. Esto quiere decir que dos corpus canónicos diferentes
reflejan comunidades diferentes. La interpretación canónica de los libros que la Iglesia
ha recibido como Antiguo Testamento es necesariamente distinta de la que realizará el
judaísmo, pues “cada texto debe ser leído en el conjunto del corpus” (PCB).
Ciertamente, la indagación de los principios que rigieron el proceso canónico es una
aportación positiva por parte de los estudios bíblicos. Esos principios, presentes
implícitamente en los textos, pueden servir ciertamente para la interpretación y
actualización de la Escritura en nuestros días, e incluso será necesario tenerlos en
cuenta a la hora de hacer contemporánea la tradición. Pero, puesto que la situación ha
cambiado tras la confección del canon –la Iglesia tiene ya un texto en el que queda
reflejada su identidad– queda en pie la cuestión de si el proceso de interpretación que
ha conducido a la formación del canon, debe ser reconocido como regla de
interpretación hasta nuestros días.
En conclusión, esta aportación no puede desdeñarse para la teología. Explica algunos
aspectos del proceso histórico de formación de la Biblia y muestra la hermenéutica que
operó en la confección del canon. Pero desde el instante en que la atención se fija
exclusivamente en los principios deducidos del texto y no en texto mismo del canon
recibido, se cierra en realidad el camino para que la Biblia como tal, el canon, sea alma
de la teología. La “hermenéutica” con la que la Iglesia recibió y conservó el canon una
vez formado, a partir del siglo cuarto, debería entrar también en la “hermenéutica
canónica” que hoy lleva a la Iglesia a mantener el canon recibido y a leer la Escritura
como Palabra de Dios. El estudio de la Biblia ha de ser como el alma de la teología
tanto desde la consideración del proceso canónico, es decir desde la perspectiva
histórica de la composición de los libros y de la formación del canon, como desde la
consideración del significado del canon ya formado y recibido en la Iglesia como
Palabra de Dios.
Canon, Iglesia, Teología 13
7.3. Incidencia del proceso de formación del canon del Nuevo Testamento en la
exégesis y en la teología
Podemos señalar algunos rasgos de este largo proceso de la formación del Nuevo
Testamento que interesan especialmente a la exégesis y a la reflexión teológica.
El primero es la misma complejidad del proceso. Es complejo no sólo porque se
produce a lo largo de cuatro siglos sino por la serie de factores que concurren en él: uso
litúrgico de los libros, confrontación polémica, apelación apostólica, tendencias
culturales... Esa complejidad muestra cómo el discernimiento y aceptación del
Evangelio de Cristo se ha realizado a través de situaciones históricas vividas por la
Iglesia. Profundizar en el estudio de cómo operan los distintos factores en esas
situaciones llevará a comprender mejor el significado de cada uno de los bloques de
libros (evangelios, grupos de cartas, etc.) y del significado del Nuevo Testamento en su
conjunto. Digamos que el Espíritu Santo guió a la Iglesia al discernimiento de su propia
identidad cuando la Iglesia discernía la verdadera Palabra de Dios en el contexto de la
Liturgia, de la oración y la alabanza, y cuando distinguía la autenticidad o falsedad de
un mensaje evangélico que venía expresado en diversas culturas y en distintas
realizaciones literarias. Al establecer los límites del Nuevo Testamento la Iglesia fijó los
límites entre una inculturación legítima del mensaje originario y un sincretismo que lo
falseaba ya al comienzo mismo de su historia. Ver estos límites a la luz de los libros no
aceptados en el canon puede ayudar a precisar la verdadera naturaleza del mensaje
originario. Si desde el estudio del proceso de formación del canon se puede aportar a la
teología una visión de la complejidad en la realización histórica de la revelación,
pertenece a la teología aportar luz sobre las condiciones de posibilidad de llevarse a
cabo esa misma revelación hoy a través de la Palabra y las modalidades en que puede
realizarse y percibirse.
Canon, Iglesia, Teología 15
7.4. Implicaciones teológicas del conjunto del canon tal como ha sido recibido
en la Iglesia
El estudio del canon bíblico tal como ya existe, y de su significación para la Iglesia,
suscita cuestiones relevantes para la exégesis y la teología. Más arriba se han visto
algunas orientaciones recientes en ámbito protestante, especialmente alemán y
americano, al enfrentarse al hecho de la posesión de un canon bíblico por parte de la
Iglesia (o iglesias). Desde la perspectiva católica aparecen otros aspectos que no
pueden pasarse por alto.
El primero es acerca de la misma aceptación de un canon bíblico como tal con todas sus
consecuencias. Es conocido el intento de determinar un canon dentro del canon
cuestionando así de hecho el valor del canon en sí mismo. Por otra parte se alzan
afirmaciones en el sentido de puede haber llegado el momento de revisar el canon
bíblico o de que si se mantiene por motivos de conveniencia es posible llegar a la
verdadera imagen de Jesús por otros testimonios distintos. Desde el trabajo propio de
la exégesis “fundamentalmente de carácter histórico y descriptivo”, no parece posible
ni mostrar de manera universalmente convincente la necesidad de un canon bíblico con
Antiguo y Nuevo Testamento –de hecho la Iglesia vivió tiempo sin Nuevo
Testamento– ni los límites precisos que debe tener el canon. El canon tal como está
responde a una decisión magisterial de la Iglesia que, desde el punto de vista histórico,
se puede ver como una decisión coherente. De hecho el exegeta acepta el canon como
una precomprensión desde la que accede a la Escritura. A la sistematización teológica
corresponde elaborar científicamente esa precomprensión para mostrar que no se trata
de una actitud fundamentalista. En este sentido adquiere la máxima importancia
exponer cómo comprende hoy la Iglesia su propia identidad y como esta identidad está
verdaderamente en armonía con el canon bíblico en su conjunto. Asimismo precisar
Canon, Iglesia, Teología 16
cada vez mejor cómo comprende la Iglesia hoy su relación con la Tradición viva y
cómo en esa relación se ejercen, bajo la guía del Espíritu Santo, las diversas funciones
que tienen los miembros de la Iglesia, órganos vivos de la transmisión9.
Otro aspecto del canon bíblico es la unidad que da a cada uno de los libros su
pertenencia al canon, teniendo a la vez en cuenta la diversidad entre ellos. Este aspecto
incide especialmente en dos ámbitos de relevancia teológica. Uno la interpretación del
Antiguo Testamento desde el Nuevo y, en consecuencia, la relación de la Iglesia con el
judaísmo. Otro, la interpretación de los diferentes libros o tradiciones del Nuevo
Testamento en el conjunto del canon y el problema ecuménico.
Tomar en serio en canon cristiano significa contar siempre con el Antiguo Testamento
y actualizar el mensaje de éste a través del Nuevo, es decir, a través de Cristo. Los
hagiógrafos del Nuevo Testamento realizaron esta tarea aplicando los métodos de
interpretación de su época, y los Padres de la Iglesia generalmente mediante la
alegoría. Hoy se requiere una actualización que usando procedimientos crítico
literarios actuales, muestre la relación de aquellos antiguos textos o tradiciones con el
misterio de Cristo y de la Iglesia. También el Antiguo Testamento es alma de la
Teología. Respecto a la relación con el judaísmo es cierto que la interpretación de la
Iglesia no puede coincidir con la de éste, pero el hecho de tener en común esa amplia
colección de libros sagrados lleva a reconocer unas raíces históricas comunes y que les
es común una larga etapa de la historia de la salvación.
Lo que divide a las confesiones cristianas es la interpretación del Nuevo Testamento y
no tanto el diferente canon bíblico que aceptan. Esa diferente interpretación presupone
una diferencia a nivel eclesiológico. El estudio del proceso de la formación del canon
muestra que las disensiones en los primeros siglos no provenían de la aceptación de
unos libros u otros, sino que más bien se aceptaban unos y se rechazaban otros en
virtud de una manera previa de comprender a Jesucristo. La aceptación de un canon
bíblico diferente por parte de protestantes y católicos es efecto de la ruptura previa de
comunión, no al revés. Las diferencias que nos separan en cuanto al canon bíblico no
vienen desde la Biblia sino desde la precomprensión con la que unos u otros se acercan
a la Biblia. Querer apoyar la división en la Escritura es verdaderamente romper el
canon, pues el canon es reflejo de la unidad de la Iglesia. De ahí las justificaciones
buscando un canon dentro del canon. En este sentido podemos afirmar que la Iglesia es
católica también en cuanto que asume la totalidad del canon.
En la diferente interpretación de católicos y protestantes al leer un canon que tiene los
mismos libros del Nuevo Testamento, lo que realmente entra en juego es la valoración
que se hace del canon. Es evidente que cada texto o tradición refleja su valor –ante todo
su valor de ser Palabra de Dios– en cuanto que está en el canon, y adquiere su sentido
pleno y final en el conjunto del canon. Una interpretación que toma en serio el canon
no puede dejar en la penumbra o rechazar una parte del mismo, como no puede
prescindir del hecho mismo de su existencia. La interpretación en la Iglesia es católica
asimismo en la medida que interpreta cada texto en la totalidad del canon. Esto no
9 Por ejemplo podríamos resaltar el papel de los seglares, con su conciencia santificar el mundo desde las realidades
temporales en la transmisión de la Tradición respecto a la bondad del mundo creado y al reconocimiento del Dios
Creador, expresada de otra forma en la polémica antignóstica de la primitiva Iglesia y reflejada en el canon bíblico
actual.
Canon, Iglesia, Teología 17
quiere decir que no aprecie niveles de mayor o menor importancia entre los elementos
contenidos en el canon. Pero en el conjunto del canon se puede mostrar la relevancia
que cada texto o tradición tiene en el conjunto y cómo se enriquece dentro de él.
Finalmente es importante señalar que en el conjunto del canon cobran legitimidad las
diversas orientaciones que presentan cada libro o cada bloque de libros o cada una de
las tradiciones. El canon refleja la legítima diversidad en la Iglesia dentro de la
necesaria unidad. La cuestión era abordada en cuanto al desarrollo y unidad de las
diversas iglesias por la Pontificia Comisión Bíblica en 199110. Muchos estudios actuales
analizan precisamente la diversidad de “teologías” tanto dentro del Antiguo como del
Nuevo Testamento: el hecho de estar cada una de ellas presente en el mismo canon
bíblico significan su legitimidad, su armonía con el misterio de Cristo que el Espíritu
Santo va desvelando así en toda su riqueza, y la armonía entre ellas. La tarea de
presentar la singularidad de cada una y cómo se inserta en el único Evangelio de Cristo
es algo propio de la exégesis. Establecer la complementariedad entre ellas y la visión
que en conjunto presentan del misterio cristiano sería quizá lo propio de la teología
bíblica. Todo ello invita a la teología a valorar y fundamentar desde el Nuevo
Testamento las diversas realizaciones eclesiales que suscita el Espíritu Santo en el seno
de la Iglesia Una.
10 “Los datos aportados por el Nuevo Testamento permiten constatar algunos rasgos característicos y delinear una
descripción fenomenológica de la Iglesia tal como se revela en los primeros años. Por una parte hay comunidades
locales y grupos diversos; por otra se habla de la Iglesia de Dios y de Cristo como de una realidad universal. Se constata
la existencia de Iglesias en Jerusalén, en Antioquia, en Corinto, en Roma, en las regiones de Judea, de Galacia, de
Macedonia. Ninguna pretende ser ella sola toda la Iglesia de Dios, pero ésta está realmente presente en cada una de
ellas. Se establecen relaciones entre las Iglesias: entre Jerusalén y Antioquía, entre Iglesias fundadas por Pablo y
Jerusalén a donde envían el producto de una colecta, entre las iglesias a las que se dirige la primera carta de Pedro, y
entre aquellas a las que se dirige el Apocalipsis. Pablo escribe que él lleva la preocupación de todas las iglesias (2 Cor
11,28) y la autoridad apostólica es reconocida en todas partes en la Iglesia” (Unité et diversité dans l’Église, B.2)
Canon, Iglesia, Teología 18