Buscando El Verdadero Sendero

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BUSCANDO EL VERDADERO SENDERO

La vida del común de la humanidad está compuesta de pequeños hechos o


incidentes que forman la base de su existencia, son pocos y raros los hechos o
circunstancias especiales y, sin embargo, nos cuesta mucho mantener el interés y el
entusiasmo y estar atentos a los hechos y a las circunstancias para poder extraer el
mayor provecho de todo ello. La rutina y la monotonía hacen que desperdiciemos la
mayor parte de nuestras vidas al no prestar la suficiente atención y meditar cada
momento u oportunidad de progreso. Así es que, podríamos decir que el mayor mérito
del hombre consiste en mantener el interés, el entusiasmo y una integridad espiritual
en medio de la rutina y en mantener la armonía y un perfecto equilibrio respecto a los
pensamientos y las emociones que tanto nos afectan derivadas de las circunstancias y
de los problemas que surgen en nuestro destino. Por tanto, sabiendo que las pruebas
para el desarrollo espiritual proceden de las actividades diarias y no de determinados
hechos extraordinarios, no nos queda más remedio que admitir que sólo la fortaleza
interna del verdadero Yo nos puede ayudar a encontrar dicha armonía y dicho
equilibrio. Son muchos los aspirantes espirituales que han fracasado en su búsqueda
de la Verdad por falta de interés y de entusiasmo, de hecho, nada extraordinario se
consigue sin entusiasmo.

El éxito en cualquier materia se puede deber a la persistencia, a determinados


hábitos y a la voluntad, y de todo ello surge la eficacia y el cumplimiento de los
deberes, pero esto, al fin y al cabo, es casi automático. Son necesarios el interés y el
entusiasmo si se quiere tener una vida creativa desde el punto de vista de la
individualidad (Yo superior) y no de la personalidad, porque una mente llena de
entusiasmo y de profundo interés no tiene miedo ni duda ante los obstáculos ni ante
las pruebas del destino. El error de vivir la vida superficialmente, con prisas y
anteponiendo el egoísmo por encima del discernimiento y de la meditación de los
hechos hace que vivamos en la excitación, en las sensaciones y en las distracciones
físicas y mentales concluyendo, por tanto, con que una mente que sólo actúa
superficialmente nunca podrá experimentar en lo profundo. La mente que piensa en
las formas físicas y desde un punto de vista personal no podrá alcanzar a comprender
la vida interna porque un campo de actividad externo no trae los resultados y las
experiencias de un trabajo interno que es la base del desarrollo espiritual.

La gran mayoría de las personas creen o piensan que las leyes divinas son
injustas por adjudicarles un destino poco cómodo o benefactor, se sienten frustradas y
luchan contra viento y marea con tal de obtener seguridad y toda una serie de
objetivos fáciles, pero sólo las mentes superficiales actúan así y sólo para esas
mentes cualquier problema se hace mucho más grande. Cuando no hay actividad
interna cualquier dificultad parece imposible de superar y eso es por falta de interés
profundo que es el que trae el entusiasmo necesario para la actividad interna. Lo cierto
es que el verdadero aspirante espiritual no lucha por forzar su destino y menos por
alterar las circunstancias objetivas porque sabe que son el campo experimental y de
expresión de cada uno de nosotros. Cuando hay entusiasmo y profundo interés, los
cambios objetivos (si los hubiere) se producirían o advertirían de una forma lenta y
armónica, lo que facilita el trabajo al aspirante espiritual, el cual, se adaptará a
cualquier circunstancia puesto que en su interior hay paz y armonía. Pero, cuidado, no
estamos hablando de interés sobre algo personal en particular puesto que eso es
superficial y crea apego emocional y mental, es el estado de puro y profundo interés al
que nos estamos refiriendo puesto que éste es la base del entusiasmo.

Evidentemente, el aspirante que desarrolla el interés profundo que da pie al


entusiasmo, está desarrollando a su vez un espacio o profundidad mental que le
servirá para adentrarse en la realidad de la vida y para experimentar profunda y

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conscientemente , aun en la rutina. Es necesaria una transformación para que no haya


ningún grado de resistencia en la mente (consciente o inconscientemente) Si hay
resistencia (actividad mental sin control) falta flexibilidad y sensibilidad y, por tanto, en
la mente solo hay ruido, bullicio y desgobierno, sin embargo, de lo que se trata es de
encontrar la calma y ese silencio profundo mental. Tampoco estamos hablando de una
mente plácida, indiferente, abandonada, distraída, etc., porque ese tipo de mente
nunca experimentará en la realidad ni en lo profundo de la vida. Sí, hay que flexibilizar
y sensibilizar la mente y hay que renovarla para que esté en el presente y elimine todo
el pasado, pero también es necesario que haya perturbación o tormentas para que
surja el interés y el entusiasmo. Ante las perturbaciones o inquietudes uno debe
quedarse quieto porque si nos dejamos llevar por la actividad mental y por la confusión
nos perderemos entre ellas mismas pues, después de todo, tras la tormenta viene la
calma.

No queremos admitir que el destino nos trae muchas y nuevas oportunidades


de desarrollo interno así como desafíos que ni siquiera advertimos porque la mente
busca ser la protagonista e intermediaria para así mantener su poder. La mente crea
algo así como un velo que nos impide ver la realidad de todo cuanto nos rodea, evita
que tengamos un contacto directo con la vida y, por consiguiente, que tengamos ese
interés profundo y ese entusiasmo. Si no fuera por las distracciones y el entusiasmo
de la mente que desde la memoria realiza tendríamos una mente fresca y viva que nos
permitiría observa r y afrontar los desafíos y las oportunidades del destino. Las
tormentas son creadas por la personalidad, las que pueden complicar más aún los
desafíos y pruebas del destino, pero cuando en medio de la agitación hay control y
mantenemos quieta la mente (no reaccionar ni enjuiciar) entonces permanecemos
tranquilos y pasará todo sin afectarnos consiguiendo así una limpieza mental. Una
tormenta o desafío sin respuesta es permanecer en el silencio y en la soledad que nos
fortalecerá internamente ante las siguientes. Es en este silencio donde se encuentran
las mayores oportunidades espirituales de desarrollo porque entre otras cosas, traen
una renovación subjetiva que hace que lo objetivo desaparezca.

Está claro que el aspirante espiritual debe hollar el sendero de santidad en la


rutina diaria, en sus problemas y en cualquier circunstancia, pero para encontrar este
sendero debe identificarse y escuchar a su Alma por encima de todo el bullicio que le
rodea. El sendero se hace y se desarrolla a cada momento y nadie puede hacerlo por
nosotros, solo es necesario escuchar al corazón y a la voz que se hace sonora cuando
controlamos el cuerpo de deseos y la mente. El aspirante se debe hacer un luchador
incansable y un buen capitán de su barco para vigilar constantemente que el rumbo
que lleva sea el correcto, si no se auto-observa para ver que va por el camino correcto
es fácil que se pierda entre tanto egoísmo, placer y materialismo. Es muy posible que
alguien se pregunte que “qué” es y “cómo” se anda el sendero, y la verdad es que no
es fácil de responder porque el “cómo” se anda es algo que cada individuo irá
descubriendo paso a paso pero el “qué” es un despertar o toma de conciencia de que
tenemos la posibilidad de acelerar nuestra evolución y nuestro desarrollo espiritual. El
sendero no es físico ni objetivo, ni tampoco está fuera de nosotros, es más, no hay
normas ni planos para recorrerle, aunque está claro que todo lo que nos ayude a ser
mejores y todo el bien que podamos hacer es de gran ayuda para hollarle.

Naturalmente que, si queremos avanzar por el sendero de espiritualidad,


debemos comenzar por poner nuestros sentidos y nuestra mente en lo subjetivo y
espiritual y no en lo objetivo y material pero, además, debemos procurar ser auto-
conscientes constantemente para no permitir que la mente, los deseos y las
emociones participen en los asuntos terrenales por su propia cuenta y en más de lo
que sean sus deberes y responsabilidades. Esto se consigue observando nuestras
reacciones ante los impactos externos e internos que modifican y distraen a la mente,

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una vez observadas no es necesario crear una guerra para cambiar dichas reacciones
porque esa guerra solo las alteraría. Solo es necesario observarlas sin enjuiciarlas y
sin intervenir de ninguna forma, entonces ellas se marcharán y nosotros
conseguiremos la paz y el silencio de la mente que nos irá acercando progresivamente
al Ego o Yo superior.

De lo que se trata, pues, es de eliminar el centro u origen de las reacciones


para que así no pueda haber respuestas automáticas, instintivas ni de ninguna clase
sin que haya voluntad y conciencia por parte nuestra. De ahí la necesidad de la auto-
observación para ver de “dónde” y “por qué” surgen dichas reacciones, modificaciones
y distracciones de la mente. A la vez, también debe haber un auto-análisis como
personalidad (nuestro egoísmo, materialismo y todas las actitudes negativas que
interfieren en el trabajo de hollar el Sendero de Santidad o de iniciación. Esta actitud
es la que nos lleva a descubrir la Verdad, la Realidad, y es descubriendo la Realidad
como podemos rechazar lo falso. No se trata de guiarnos por libros o por lo que digan
otros, sino de limpiar la personalidad de apegos y deseos y de poner la consciencia y
la voluntad a merced del Ego para que la mente no reacciones ni se distraiga con
todos esos “obstáculos” que interfieren la acción de lo superior sobre lo inferior ¿Por
qué sufrir por el hecho de que la mente esté siempre preocupándose por cosas
innecesarias y personales? Sólo cuando seamos capaces de descubrir (por medio de
la auto-observación y de la auto-consciencia) la falsedad de nuestros deseos,
emociones y formas psíquicas o mentales estaremos listos para ver la realidad y hollar
el sendero con seguridad.

Descubrir en determinada vida que hay una vida superior o sendero de


espiritualidad implica el comienzo de un desarrollo que nos lleva a trabajar sobre la
ética y la moral o, lo que es lo mismo, a cambiar nuestra conducta y nuestros hábitos.
Esto se consigue mediante el esfuerzo consciente, sin embargo, el sendero de
espiritualidad implica (también como trabajo consciente) una transformación desde lo
interno, algo así como la creación de un nuevo centro desde donde se dirigirá y
controlará la actitud y expresión de los diferentes vehículos del Ego. Como hemos
visto, el profundo interés y el entusiasmo nos lleva a desarrollar el sendero que nos
obligará a hacer cambios personales e internos, y como el cuerpo de deseos y la
mente son, mayormente, la causa de nuestro sufrimiento por dejarnos dominar por su
influencia, es necesario trabajar sobre ambos para hacer de ellos unas más perfectas
herramientas. Uno de los primeros cambios que se deben hacer es cambiar los
deseos, es decir, cambiar los conocidos por otros superiores que hasta ahora casi ni
hemos imaginado.

Pensar, aun conscientemente, en cambiar nuestros deseos personales no va


más allá de una modificación más en la mente que traerá un nuevo comportamiento,
mientras que de lo que estamos hablando es de hacer los esfuerzos conscientes
necesarios para ver las posibilidades de “alcanzar” lo que, normalmente, es
inalcanzable. Así es que, en este caso, estamos hablando de desear lo que no puede
alcanzarse por medio del esfuerzo común y para ello debemos desarrollar la
sensibilidad hacia ese estado superior; a partir de ahí podremos comprender cuáles
son las limitaciones que encontraremos. El hombre tiene ambición por ser importante,
por tener éxito, etc., pero detrás de cada meta alcanzada viene otra superior con
nuevas limitaciones y pruebas, por tanto, el éxito total siempre se le niega para que se
dé cuenta de las limitaciones; cuando se hace consciente de éstas es cuando supera
la ambición personal. El hombre también desea una vida experimental continua pero al
final siempre encuentra que la muerte es una discontinuidad, aún así, no renuncia a
tener seguridad física, emocional y mental pero, como en todo lo demás y como
personalidad, se termina en la frustración. Solo la individualidad puede despejar las
limitaciones para hacernos ver la “realidad”.

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Existen muchas personas que si pudieran se aislarían del mundo para, una vez
separados de la corriente humana, poder vivir en paz y hacer lo que quieran, pero este
sentimiento de separatividad solo produce estancamiento y fracaso. Hay otros que les
gustaría tener siempre sensaciones o impactos a modo de vivir más la vida y no se
dan cuenta que esa continuidad de sensaciones es precisamente la causa de las
reacciones de la mente y que lo se necesita precisamente es “momentos de silencio”
entre reacciones. Las ambiciones, el deseo de éxito e incluso de crecimiento son sólo
útiles desde el punto de vista personal pero no desde el de la espiritualidad y la
expansión de conciencia puesto que éstas pertenecen a otra dimensión. El cuerpo de
deseos y la mente no pueden alcanzar algo que está en una dimensión superior a la
suya, sin embargo, ellos sí pueden ser utilizados por algo superior para buscar y hollar
el Sendero de Santidad. Por eso, todos los deseos personales de crecimiento no son
nada más que deseo de continuidad de sensaciones y experiencias personales que
garanticen su supervivencia, y eso no trae la transformación espiritual necesaria para
expandir la conciencia hasta una dimensión superior.

El sendero de santidad o iniciación es tan estrecho que sólo se puede hacer de


uno en uno, y es que para hollar el sendero hay que convertirse en el sendero mismo.
El aspirante espiritual no debe esperar que nada ni nadie pueda hacer el trabajo por él,
y si algo ha de pedir sólo debería ser fuerzas y aspiración espiritual porque cualquier
otra cosa estaría relacionada con los sentidos, el cuerpo de deseos y la mente. El
“pedir” debe surgir desde lo más profundo del corazón donde la soledad impone el
silencio de la mente, si la mente está distraída, descontrolada y pensando en mil cosas
a la vez, no tendrá cabida la ayuda que el aspirante pide. Para reconocer la presencia
de lo divino, el aspirante debe estar sólo y con la mente en silencio, por eso y porque
la mente siempre suele estar entretenida con algo o alguien es imposible que el
hombre común tenga ni siquiera un vislumbre de lo que es la vida superior. He
mencionado las palabras “sólo” y “silencio” como necesidad para poder percibir lo
superior, pero “solo” no es estar aislado de los demás ni tampoco estar con nuestros
deseos, emociones y pensamientos. Cuando digo “solo” y estar con la mente en
“silencio” me refiero incluso a detener toda actividad mental que es la única manera de
estar ”sólo”, sin la compañía de sensaciones ni pensamientos. Porque, mientras la
mente tenga una idea, concepto o imagen presente no está sola, es decir, cuando la
mente no existe como manifestación es cuando estamos solos. Cuando la mente está
en silencio cualquier cosa que proceda de lo superior alcanzará al Ser interno, pero si
la mente está distraída se quedará en nada porque será distorsionada y obstaculizada.

Estar distorsiones y distracciones de la mente que impiden ver la realidad son


las que hacen que nuestra vida sea superficial y que seamos pobres en espiritualidad.
Cuando hay soledad y silencio hay enriquecimiento espiritual para que el Ego florezca
y se manifieste por encima de lo personal es, en definitiva, una nueva y superior
calidad de vida dirigida desde un nuevo centro de conciencia. Mientras la mente esté
influenciada por los sentidos y desee dar expresión a lo que percibe no estará en el
silencio que se requiere para percibir lo superior, es más, mientras la mente se
distraiga y piense según lo guardado en la memoria sin un discernimiento consciente
superior tampoco estará en ese silencio del Espíritu. Podríamos llegar más lejos aún y
decir que la palabra es un medio de comunicación que no tiene significado o poder tal
y como lo practicamos, es lo que se comunica o transmite por medio de la palabra lo
que da significado a la palabra, por eso, la palabra puede ayudar o agrandar y crear
heridas dependiendo de la fuente (mente) que proceda según el recuerdo de
experiencias pasadas. La diferenciación verbal es una cosa y la psicología es otra,
estando ambas basadas en los recuerdos y en las asociaciones mentales. Las
palabras que nacen de una mente depurada no pueden herir porque no están
contaminadas con los recuerdos de las experiencias del pasado ni con posibles

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programas del futuro. De aquí que para hollar el sendero también sea necesario
eliminar el lenguaje hiriente por medio del control de la mente que llevará al silencio
consciente y voluntario.

La personalidad es la acumulación de lo conocido, experimentado, pensado,


expresado e incluso de los planes de futuro, y mientras tengamos todo esto como real
y sintamos apego a ello no podremos dar el paso necesario para encontrarnos con
nuestro Yo superior. Solo el presente, el aquí y ahora, forman ese estado de
consciencia o silencio que abrirá la puerta a lo divino. Mientras la mente siga distraída
con lo que le llegan de los sentidos y de los recuerdos del pasado o proyectos de
futuro estará en tinieblas y no podrá ver la luz que le guiará en el sendero, pues ella
misma crea su propia oscuridad. Somos nosotros con nuestra voluntad y
discernimiento quienes debemos hacerla transparente y que se deshaga de todo lo
que contiene y que sea un obstáculo para encontrar el silencio que lleva a contactar
con lo superior.

Cuando el aspirante, al cabo de cierto tiempo, se hace sensitivo hasta


determinado grado, su mente se encuentra ante una encrucijada o, mejor dicho, ante
tal soledad que no sabe qué hacer porque ni el pasado ni el futuro están para actuar
por sí misma. La mente se encuentra ante algo desconocido ayudado (en todo caso)
por la buena voluntad y el desarrollo espiritual acumulado de otras vidas que, como
voz de la conciencia o intuición, pueden guiar hasta cierto punto sus pasos. Esto
significa que el trabajo del aspirante ha alcanzado tal grado que su mente se ha
agudizado y se encuentra en un estado de gran intensidad por estar muy despierta y
alerta (y no distraída con el pasado y el futuro) Por tanto, el aspirante debe ser
responsable y no volver a dejarse dominar por las emociones ni por los deseos
personales. Por otro lado, debe quedar claro que el hecho de controlar la mente hasta
el punto que estamos mencionando no significa que no se pueda usar con
discernimiento y buena voluntad para hacer el bien, tomar decisiones correctas,
cumplir con los deberes y responsabilidades, etc., puesto que, precisamente ahora
tenemos la ayuda de lo superior de una forma más directa que antes. Pero, de lo que
nunca se debe olvidar el aspirante, es de su propia observación y auto-consciencia
para estar siempre alerta ante cualquier posible despertar de algo que distraiga o
condicione a la mente.

Cuando el aspirante silencia su mente hasta el grado mencionado es cuando


puede hacer objetiva la búsqueda del verdadero Sendero de Santidad. Es decir,
cuando está listo para ver la realidad de lo externo de la vida y cuando la mente es
controlada y silenciada y su objetivo es el Sendero de Santidad, es cuando ya no se
teme a nada porque la mente es libre y no se identifica con lo que perciben sus
sentidos ni con las sensaciones e impactos que antes la distraían y la condicionaban.
Pero el sendero implica llevar a cabo el cumplimiento de las leyes divinas y, por tanto,
no solo debe el aspirante estar alerta para no hacer el mal (debilidades y defecto
personales) sino que a partir de ahí deberá intentar hacer el bien en cada momento,
en cada aquí y ahora, o sea, con su mente, con sus deseos y sentimientos, con
palabras y con sus buenas acciones. Esto, evidentemente, conlleva una actividad de
humanidad y de sumisión a Dios para no creerse más que nadie y, por el contrario, ser
un instrumento al servicio de los demás. El descubrimiento del verdadero sendero trae
consigo el contacto con el Alma la que, a partir de ahí, hablará al aspirante con una
voz cada vez más fuerte.

En el mundo del esoterismo se suele hablar del camino hacia la iniciación que
es como decir del sendero de santidad. Al hecho de cambiar ciertos hábitos o
aspectos de la personalidad le suelen llamar “comenzar el sendero” pero, en realidad
no es tan simple, sobre todo porque se basan en simples informaciones, libros, etc.,

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que llegan al conocimiento del aspirante. En la mayoría de los casos, el hecho de


comenzar el sendero de esa manera y sin haberle descubierto antes, lleva al fracaso
por monotonía o cansancio. Cuando se comienza el sendero imitando lo de otros y sin
la guía y la creatividad interna no se puede hablar de un recto comienzo que traiga la
alegría interna que debe traer. Los senderos a que me estoy refiriendo son senderos
de disciplina, mientras que el sendero que lleva a la Verdad es un camino individual
que se descubre cuando se hacen los trabajos previos con interés profundo y
entusiasmo. Así es que, el sendero de santidad o de iniciación varía de un individuo a
otro incluso perteneciendo a una misma escuela iniciática porque el desarrollo interno,
las experiencias y el carácter no son lo mismo en todos los aspirantes.

Si para comenzar a hacer el sendero tenemos que descubrirle está claro que
debemos ser observadores, y si el sendero es individual y no es un objeto físico,
tendremos que practicar la auto-observación y la auto-conciencia en cada momento o
aquí y ahora. Por tanto, para comenzar o descubrir el sendero hay que desarrollar una
nueva condición mental o conciencia ya que, en realidad, podemos estar descubriendo
aspectos internos a cada instante que serían la base para descubrir el sendero.
Tampoco hay que confundir ese “descubrir aspectos internos” que muchos aspirantes
hacemos con el comienzo del sendero, sólo cuando se está comenzando el sendero
se vive la vida (momento a momento) con alegría porque descubrir el sendero es
comenzar a percibir y vivir la espiritualidad que hemos acumulado como ser interno.
Así es que, cuando se comienza el sendero (vivir la espiritualidad interna) una vez
descubierto, ya no cabe la maldad en ningún sentido porque la experiencia es
individual y debe estar complementada con la observación y el recuerdo de sí mismo.
El sendero se ha de descubrir constantemente por medio de la sumisión ante lo
desconocido y ante lo no alcanzado hasta ahora, es decir, en el silencio que sigue a lo
que hasta ahora era la actitud de la personalidad; es una nueva fuerza que llena y
satisface al corazón del aspirante.

Comenzar a “Hollar el Sendero” es, por tanto, camina r en compañía del Yo


superior, de la Verdad o de Dios y esto debe ser así ante cualquier circunstancia de la
vida. Esta es la gran diferencia con lo que otros llaman hollar el sendero (hacer
cambios en la personalidad) Aquí no cabe la duda porque este “descubrimiento” llena
de gozo y de felicidad interna al aspirante y esto es así porque es la Verdad o Yo
superior, quien guía al aspirante y le hace un luchador o canal de Él Mismo. Cuando
dejamos de hacer oposición a lo que representa la personalidad y en el silencio
actuamos como buscadores de la realidad, es difícil que fracasemos y que volvamos a
vivir en la confusión y el caos personal. Aunque esto parezca una actitud pasiva no lo
es porque donde hay esfuerzo y lucha personal no cabe la intervención del Espíritu.
Sólo cuando la mente deja de luchar por conseguir el éxito, la seguridad o la
continuidad de la vida es cuando puede manifestarse el Yo superior. Sólo cuando la
mente deja de actuar por su cuenta es cuando se acaban las limitaciones que velan la
“realidad”; el trabajo se debe realizar con el aspecto superior de la mente
(discernimiento, intuición, inspiración) pero la “realidad” está por encima de la mente.

Nosotros, como individuos en el sendero, debemos ser el instrumento afinado


para que suene la Verdad y se exprese, el Yo superior. Entonces el vacío o silencio se
convertirá en la voz del Maestro que nos ayudará a hacer el Sendero en nuestra vida
cotidiana. El Sendero de Santidad (también llamado de perfección) es un sendero de
equilibrio entre el hombre común que se rige por la religión y el idealista que, guiado
excesivamente por su confianza propia, no se da cuenta que todo esfuerzo consciente
tiene un límite; el primero se pasa de pasividad (negatividad) esperando que Dios le
perfeccione y el segundo también cierto sentido porque confía demasiado en sus
propios poderes y confunde positividad con confianza propia. El camino que el
aspirante debe seguir es aquel que deja a un lado las discordias, las preocupaciones,

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las ambiciones… y la lucha que, contra todo eso, sólo trae amargura y sufrimiento.
Solo así se podrá escuchar la melodía que procede de los mundos superiores y solo
así, entre las acciones, se podrá vislumbrar el silencio que lleva a la realidad. Cuando
una persona, alerta y en su silencio mental percibe la belleza de una flor sin emitir
pensamiento o palabra alguna, está observando la realidad y expresando
internamente lo que percibe. Así mismo, nosotros podemos observar la calidad de los
demás cuando percibimos el silencio que hay en el intervalo entre dos expresiones de
sus expresiones; cuando se guarda esto en la memoria en vez del significado de sus
expresiones es cuando nuestro Yo superior manifiesta el equilibrio en nosotros.

La realidad está representada por el silencio entre dos sonidos o pensamientos


y para vivirla hay que auto-observarse y ser auto-consciente en cada instante, pero
eso no evita que la mente y el cuerpo de deseos intenten responde a lo que nos llega
por los sentidos (impactos externos) o de la actividad y hábitos de ellos mismos. Esto
representa otra lucha difícil de alcanzar al menos en algunos aspectos, sobre todo
porque tenemos grabado que lo que está en su lugar correcto representa el bien y lo
contrario el mal, y porque nuestro estado mental suele estar cambiando
constantemente sin un código de valores fijo y perfecto. Por consiguiente, para estar
en lo superior y poder elegir lo correcto deberíamos buscar ese silencio entre
expresiones en todo lo que nos rodea y eso sólo es posible con la atención plena y el
control emocional. De aquí que hayamos hablado de observación intensa y de interés
profundo en todas las expresiones de la vida. No estamos hablando del interés que
identifica al hombre con el objeto o el que hace que el individuo juzgue o critique, ni
tampoco el que surge de un hábito, sino el que busca el silencio espiritual que es
donde se encuentra la realidad y la luz. Esto significa que hay que observar la vida, no
desde la mente fría sino desde el discernimiento y el corazón que engloba todo (aun
en partes) como la obra de Dios en cada momento presente. Hay que tener en cuenta
que la mente (que casi debería considerarse un sentido más) actúa del pasado al
futuro y sus trabajos se basan en la identificación, la comparación, los recuerdos, etc.
mientras que la inteligencia o intelecto trabajan en el presente o aquí y ahora, que es
lo que debemos utilizar para intentar observar directamente en el corazón del prójimo y
en el silencio de donde surgen las expresiones de la vida.

También es imprescindible que el aspirante observe con suma atención a su


corazón, lo que no significa que nos tengamos que volver sentimentales o
emocionales. Esto es así porque el corazón debe ser liberado de la influencia personal
de las proyecciones y distracciones de la mente. Todo en la creación es puro, es la
mente la que lo hace impuro, pero cuando nos situamos en la pureza del corazón
purificamos la mente y la hacemos transparente. Por tanto, meditando en el corazón y
buscando la realidad en el silencio es como encontramos el verdadero significado de
la vida y disfrutamos de ella intensamente.

Algunos aspirantes piensan que el equilibrio que lleva a descubrir el sendero lo


encuentran poniendo su atención en los mundos invisibles y no se dan cuenta que ni
los poderes (por ejemplo la clarividencia) invisibles facilitan el equilibrio porque para
eso deben encontrarle en lo interno y por medio de la intuición espiritual. Es lo invisible
a la mente concreta y a los sentidos lo que hay que buscar internamente y viviendo en
el eterno Ahora. El pasado y el futuro es “tiempo” pero el tiempo se para en el ahora
presente psicológico. Para estar equilibrado y vivir la realidad hay que vivir en el
presente que es una dimensión diferente al pasado y al futuro, y sólo viviendo de
instante en instante es como se encuentra el sendero de la Verdad. En este estado la
mente no puede agarrarse a nada concreto ni existencia, ningún aspecto psicológico
del pasado o del futuro la dominan y se hace una mente libre lista para expresar el
verdadero significado de la vida.
Francisco Nieto

Buscando el verdadero sendero

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