MirceaEliade - Lo Sagrado y Lo Profano - Cap3

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La sacralidad de la naturaleza y la religión cósmica

Para el hombre religioso, la naturaleza nunca es ella sin más porque siempre presenta una
connotación sagrada que fue producto de la más grande obra divina, la puesta en orden del
caos original. Una consecuencia de ésto es la estructuración del mundo y fenómenos
cósmicos por los dioses que revelan así mismo lo sagrado. Un gran ejemplo de ésto y que es
sinónimo de grandeza jerárquica es el cielo infinito, poderoso y eterno, que al estar a tal
altura es una estructura privilegiada del cosmos: inaccesible para los muchos y reservado
para lo sobrehumano. Ahí mismo habita el dios celeste creador, que es la personificación de
los fenómenos meteorológicos en particular la tormenta y el trueno.
Las deidades celestes y creadoras tienden a alejarse de los hombres y por lo tanto del culto
para retraerse en su morada urania, un hecho que en consecuencia les reduce su lugar en el
culto más que para ocasiones de especial necesidad que tiende a ser en desastres
procedentes del cielo, como son la sequía, tormentas o epidemias, en la mayoría de las
religiones primitivas, a excepción de los pueblos pastores. De modo que las deidades que se
convierten en favorecidas dentro de tiempos normales son aquellas especializadas en todo
ámbito de la fertilidad, que no tienen mayor poder espiritual que permita salvar al mundo
como si conservan los dioses celestes, algo que ninguna religión olvida.
Por lo cual, los dioses uranios conservan una adoración prolongada dentro de los símbolos
religiosos, mismos que tienen el poder de transmitir su mensaje total más allá de la
consciencia y la inteligencia por lo que son muy recurridos en la vida religiosa ya que éste
mensaje está presente de igual manera en la estructura misma del cosmos.

El agua es un elemento versátil, de fácil comprensión simbólica según Eliade, que implica
tanto la muerte como el renacer y a cuya cosmogonía pertenecen entre otras cualidades: la
regeneración y la purificación. Ésto debido a que las aguas al preceder toda forma y por lo
tanto la aparición de la tierra, soportan toda creación de la misma manera que soportan toda
destrucción. Un ejemplo de aplicación ritual es el bautizo, que es utilizado como muerte y
posterior resurrección simbólicas e iniciación ritual por asociación al descenso a las
profundidades marinas y la invocación de Dios sobre ellas. Se puede argumentar que el
cristianismo tomó prestados los elementos básicos y les dio un nuevo significado, aunque
también menciona Eliade que dichos elementos estaban presentes si bien de una manera
sugerida en el judaísmo. A lo cual se comenta que sólo se puede hacer un añadido en
función del significado original del símbolo, que es de origen primordial, por lo que en ningún
momento éste va a cambiar su estructura más que en la medida en que se enriquezca con
un nuevo valor.
La siguiente estructura divina se presenta en la madre Tierra, de la que surge toda la vida y
a la cual todo regresa, por la cual toda cultura siente una veneración instintiva. Hecho que se
refleja en los mitos del origen humano dentro de la tierra, presente también en algunos
lenguajes que llaman al humano hijo de la tierra, nacido de la tierra, etc. De aquí se deriva el
alumbramiento en el suelo a modo de vínculo místico de la mujer con la Tierra o bien, el ritual
de deposito del recién nacido en el suelo para purificarse y renacer a la sociedad, también
aplicado a enfermos y pecadores, por lo que dicho rito implica una identidad entre la raza y el
suelo.
El mencionado vinculo entre la Tierra y la mujer también implica que la sacralidad de la
segunda depende de la primera y así mismo, el matriarcado surgió del descubrimiento del
cultivo del alimento por la mujer. El ritual conyugal y la orgía ritual en beneficio de la
cosechas también tiene su modelo en el mito cosmogónico, el primero con la unión del Cielo
y la Tierra y el segundo como representación de la regresión cósmica para incitar a un nuevo
cosmos que asegure la fertilidad de la Tierra. Ejemplos importantes son, el árbol sagrado que
como representación de la renovación rítmica del cosmos expresa todo lo real y sagrado por
excelencia: juventud eterna, omnipotencia e invencibilidad presente en los dioses por
naturaleza propia y adquirido después de una prueba iniciática a fuerza de violencia por los
héroes, semidioses y demás privilegiados. El culto a la vegetación que despierta con la
primavera tiene su valor como experiencia de la renovación cíclica que en ocasiones
adquiere su valor por mérito del o los anunciadores que ceremoniosamente hacen muestra
de algún indicio que indique que la primavera está en camino.
Sin embargo, actualmente hay un fenómeno presente de manera limitada a sociedades
letradas o de ciencia donde la naturaleza pierde su valor sagrado para pasar a ser un bien en
sí mismo desde una perspectiva más profana, como es el caso de las reproducciones de
jardines dentro de recipientes que tuvieron su auge en la china del siglo XVII como un
artefacto de valor estético, y casi religioso por la emoción estética que despierta aún, entre
intelectuales. Mismo que al igual que las botellas perfumadas y con tapadera de montaña
habían tenido previamente un valor entre taoístas de microcosmos cargado de fuerza mística
que estimulaba la meditación y que aludía al lugar en que cada primavera se celebraban
reuniones entre hombre y mujeres jóvenes para ser partícipes de los misterios de la vida y la
fecundidad cósmica.

Finalmente, las hierofanías cósmicas de la luna, el sol, la piedra también encuentran una
exposición breve aunque sustanciosa como alguna otras estructuras particulares de la
naturaleza sagrada. La piedra al permanecer sin cambio alguno a través del tiempo, es
análoga al ser absoluto e irreductible. La luna en cambio presenta una evolución cíclica, cuyo
simbolismo permitió al ser humano inferir y sintetizar la mayor parte de fenómenos
esenciales y aparentemente aislados como son las ideas de ciclo, polaridad, dualismo,
oposición, conflicto y reconciliación de los contrarios como sucede con el ciclo lunar de
crecimiento y decrecimiento referente a la vida y a la muerte, reconciliando así al hombre con
ésta última. Por último, el sol representa en su movimiento y forma inmutable una estructura
heroica que pasará a asimilar la inteligencia al punto en que las teologías solares, que en
ocasiones rescatan la estructura y prestigio de los dioses creadores, se convierten en
filosofías racionalistas cediendo el paso a las ideas. De cualquier manera, ésta progresión se
limita a las sociedades carentes de sentimiento religioso y a pesar de ello, lo sagrado dentro
de la vida cósmica se hace sentir en cada una de sus etapas y fenómenos, especialmente a
la hora de la muerte.

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