La Existencia Del Purgatorio

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LA EXISTENCIA DEL PURGATORIO

El Catecismo de la Iglesia Católica nos define el purgatorio:


CIC #1030: “Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero
imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna
salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la
santidad necesaria para entrar en la alegría del Cielo”
Seguro nos preguntaremos: pero, ¿qué es estar imperfectamente purificados?
Para entender esto tenemos que saber que el pecado tiene dos consecuencias:
la culpa y la pena. La culpa se nos quita con la confesión, pero queda la pena,
esta pena hay que repararla con mortificaciones. Un ejemplo para explicar esto
es el del clavo: digamos que el clavo es el pecado, entonces cuando clavas un
clavo, es cuando pecas, cuando sacas el clavo, o sea, cuando te confiesas, se
te quita la culpa, pero queda un hueco, ese hueco es la pena.
Entonces, al purgatorio van a aquellos que todavía no son santos (es decir, que
no están completamente limpios), pero que no están en pecado mortal. El que
está allí no se puede ir al infierno, sin embargo, no podemos aspirar a llegar a
este lugar.
El alma es sometida a un fuego purificador, que implica dolor, a fin de reparar
sus pecados y obtener la pureza y la santidad necesaria para entrar al Cielo.
Pero, no se puede comparar con el castigo de los condenados: “La Iglesia
llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es
completamente distinta del castigo de los condenados” CIC #1031.
Aunque la palabra “purgatorio” no sale en la Biblia, está clara la idea del mismo
(que una palabra no aparezca en la Biblia no quiere decir que el concepto no
salga). Por ejemplo, en la Biblia tampoco aparecen palabras como: “Trinidad”,
“Encarnación”, etc. Y sabemos que el concepto de estas palabras sale a lo
largo de la Biblia. Las palabras anteriores el protestantismo las acepta sin
ningún problema.
Un argumento para hablar del purgatorio es que el Apóstol Juan nos dice en su
carta que:
1 Juan 5, 16: “Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de
muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que
no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida.”
Juan nos dice que hay un pecado que no es de muerte y otro que es de
muerte. Entonces, un hombre comete un pecado que no es de muerte y se
muere, entonces esa persona no se va al infierno porque no pecó de muerte y
al Cielo tampoco porque “No entrará nada manchado” (Ap 21, 27), entonces ¿a
dónde se va? Al purgatorio.
Lo mismo pasa si una persona, en el momento de su muerte, se arrepiente, la
persona no se puede ir al Cielo, ya que, como lo vimos anteriormente, nadie
entrará manchado en el Cielo, pero no se puede ir al infierno, porque se
arrepintió y al infierno sólo van las personas que no se arrepienten, entonces,
¿a dónde se va? Al purgatorio.
Además, personas como Platón, Virgilio y Séneca recogen esta misma
creencia.
Esto nos lo explica bien Jesús en el Evangelios. Miremos:
Mateo 12, 32: “A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del
Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le
será perdonado, ni en esta vida ni en la otra”
Jesús nos dice que el pecado contra el Espíritu Santo no será perdonado ni en
esta vida ni en la otra. Por lo tanto, Jesús nos habla que hay otra vida en
donde se nos perdonará los pecados, el purgatorio.
Mateo 18, 23-35: “Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey
que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas,
le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. A éste, como no pudo
pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para
que se le pagase la deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba,
diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de
aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. Pero
saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien
denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes.
Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten
paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso, sino fue y le echó
en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba,
se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había
pasado. Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella
deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener
misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su
señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le
debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis
de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.”
Acá Jesús nos dice que el reino de Dios se parece a… y nos cuenta la
parábola del hombre injusto. Este hombre injusto lo encarcelaron hasta que
pagará toda la deuda. Esto significa que a él le dieron un castigo temporal y no
eterno. Y a lo última dice el Señor: Así también hará mi Padre con ustedes, es
decir, si no perdonamos a nuestro hermano tendríamos que pasar por un
castigo temporal. Este castigo temporal es el purgatorio.
Lucas 12, 58-59: “Cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura en el
camino arreglarte con él, no sea que te arrastre al juez, y el juez te entregue al
alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí, hasta
que hayas pagado aun la última blanca.”
Otra vez nos habla el Señor de una cárcel en la no se sale hasta que se pague
el último centavo. Esta cárcel no puede ser el infierno, ya que de ahí no se sale
nunca.
1 Corintios 3, 11-15: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que
está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare
oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se
hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y
la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de
alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se
quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque, así como por
fuego.”
San Pablo nos habla, claramente, de un fuego que probará la edificación que
cada uno, valga la redundancia, edificó en Cristo. Nos dice que algunos
edificaron en oro, plata, piedras preciosas, pero otros en madera, heno,
hojarasca. También nos dice que la edificación que soportara esta prueba, será
premiada, en otras palabras, entrará al Cielo, pero también nos aclara que la
edificación que no soportara la prueba NO se condenará, Pablo nos dijo que:
“él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque, así como por fuego”
Ese fuego es a lo que llamamos purgatorio.
Tenemos, por obligación, que rezar a las almas que caen en este estado de
purificación. “Por eso mandó (Judas Macabeo) hacer este sacrificio expiatorio
a favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado” 2 Mac 12, 46.
Pero se preguntarán, ¿entonces, como puedo limpiar la pena del pecado?
Fácil. La primera opción es hacer mortificaciones y ofrecerlas en reparamiento
por los pecados. Y la segunda opción nos la ofrece la Iglesia, las indulgencias.
Sobre las indulgencias nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica que:
"La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados,
ya perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo
determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como
administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de
las satisfacciones de Cristo y de los santos" (Pablo VI, Const. ap.
Indulgentiarum doctrina, normas 1).” (CIC #1471)
Hay 2 tipos de indulgencias:
Indulgencia Plenaria: como su nombre lo indica, la indulgencia plenaria borra
plenamente la pena del pecado, es decir, limpia toda el alma. Por ejemplo, el
clavo que se sacó y que quedó la pared hueca, bien, entonces con la
indulgencia plenaria, esa pared queda totalmente limpia. Para obtener esta
indulgencia se necesita:
1. Confesión
2. Comunión
3. Oración por el Papa
4. Obra que merezca indulgencia plenaria: esta obra la determina la
Iglesia. Veamos ejemplos de algunas obras:
Tres días de retiro.
Rezar el Rosario meditado en comunidad.
Asistir a una primera comunión.
Hacer el santo viacrucis.
Bendición urbi et orbi (esta bendición la da el Papa, todas las pascuas
(domingo de resurrección) y todas las navidades (25 de diciembre)).
5. Renuncia a todo afecto al pecado, incluso venial.
Indulgencia Parcial: como lo dice su nombre, la indulgencia parcial borra
parcialmente la pena del pecado, es decir, no queda totalmente limpia. Por
ejemplo, el clavo que se saca y queda la pared hueca, bien, entonces la
indulgencia parcial borra sólo una parte de esa pared. Esta indulgencia se
puede obtener de muchas formas, si en las condiciones para que sea
indulgencia plenaria, no cumplimos una, estaríamos recibiendo una
indulgencia parcial.
La Iglesia Católica nos ha enseñado siempre que en el purgatorio no se
perdonan pecados mortales, sino veniales.
También nos enseña la Iglesia Católica que el purgatorio tiene dos penas
estas son:
Pena de daño: esta pena de daño se trata de no ver a Dios, del
aplazamiento del Cielo. Por esta pena, el purgatorio no puede existir
después del juicio final.
Pena de sentido: esta pena se trata del fuego real y corpóreo.
Como pudieron notar, son las mismas penas del infierno, pero con un
abismo de gran diferencia.

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