Resumen Oschman
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NECESIDAD DE FÁRMACOS
James Oschman
El investigador norteamericano James L. Oschman -experto en Biología Celular,
Biofísica y Fisiología- sostiene que la ciencia puede explicar cómo la electricidad y los
campos magnéticos de nuestros órganos fluyen desde nuestro cuerpo y pueden
interactuar con el de los demás, tanto a nivel local como a distancia.
Invitado al Congreso Internacional de Quantum-Salud recientemente celebrado en
Barcelona cautivaría a los asistentes por su convencimiento de las posibilidades
terapéuticas que tiene el mero contacto íntimo del hombre con el planeta.
Oschman lleva años investigando y enseñando en los ámbitos de la Biología Celular, la
Biofísica y la Fisiología en importantes centros y laboratorios de la Universidad de
Cambridge (Inglaterra), la Universidad Case-Western Reserve de Cleveland (Ohio,
EEUU), la Universidad de Copenhague (Dinamarca), la Universidad Northwestern de
Evanston (Illinois, EEUU) y el Laboratorio Biológico Marino de Woods Hole
(Massachusetts, EEUU).
Durante dos décadas su especialidad fue el estudio de la microscopía de electrones, la
estructura microscópica y la función de los diversos tipos de células y tejidos, hasta que
un doloroso problema de espalda cambió su vida.
Para curarse usó la técnica conocida como Rolfing siendo el médico que lo atendió
quien encendió su curiosidad por la “energía curativa”.
Oschman se preguntó entonces por qué los diversos e importantes descubrimientos que
le contaban sobre las terapias energéticas nunca eran objeto de cursos o seminarios en
los círculos académicos, por qué nadie en esos ámbitos quería hablar de la energía
manejada por sanadores como herramienta terapéutica.
Su búsqueda de respuestas acabó llevándolo a explicar en lenguaje académico las bases
de lo que muchos denominan aún Medicina Energética ignorando que toda terapia tiene
sus raíces en los comportamientos bioeléctricos que a nivel celular se producen a cada
milisegundo.
Decidió centrarse inicialmente en el estudio de los campos magnéticos y biomagnéticos
por ser éstos indiscutibles y relativamente fáciles de medir. Un trabajo que sin embargo
le llevó años y dio lugar a multitud de artículos y conferencias que finalmente plasmaría
en los libros “Medicina Energética: su base científica” y “Energy Medicine in
Therapeutics and Human Performance” en los que brinda la base teórica para explorar
la Fisiología y la Biofísica de las denominadas medicinas energéticas. Para Oschman la
base científica que sustenta la medicina clínica moderna es la misma que explica la
existencia del aura o cuerpo energético.
Antonio Muro: -Doctor, tenemos entendido que según sus investigaciones el flujo de
electrones procedente de la tierra que causa una clara sensación de bienestar al andar
descalzos sobre la hierba o la arena de la playa ayuda terapéuticamente hasta en los
procesos inflamatorios. ¿Cómo es eso posible?
James Oschman: -Son cada vez más los investigadores que consideran que la mayor
parte de las enfermedades tienen su origen en procesos inflamatorios provocados por
radicales libres y eso conecta las enfermedades crónicas con una situación que es
describible en términos electrónicos o energéticos. Un radical libre es una molécula a la
que le falta un electrón. Y sus efectos destructivos se explican en términos de rápidas y
violentas reacciones que tienen lugar cuando las cargas eléctricas se redistribuyen entre
las moléculas. Violentas reacciones que rompen los enlaces químicos responsables de la
integridad de las paredes celulares de las bacterias, las membranas celulares, afectan al
ADN, dañan el tejido conectivo y otras estructuras... Un ejemplo apreciable a simple
vista de esa reacción violenta la vemos al encender un fósforo pues la llama es el
proceso a través del cual el oxígeno rompe los electrones de los enlaces que mantienen
unidos las moléculas liberando calor y luz. Todos estamos asimismo familiarizados con
otro proceso similar aunque un poco más lento: la “quemazón” que tiene lugar cuando
experimentamos el calor, enrojecimiento, hinchazón, dolor y pérdida de movimiento
que suelen acompañar toda respuesta inflamatoria.
Bueno, pues diversas investigaciones -que cito en mis artículos y libros- demuestran que
hay rápidos y profundos efectos antiinflamatorios en el hecho de restablecer y mantener
un contacto eléctrico natural entre la tierra y el cuerpo humano. Dado que la
inflamación es consecuencia de un déficit de cargas negativas cualquier mecanismo que
aporte electrones en el lugar donde se desarrolla una lesión disminuye la probabilidad
de que se inicie un ciclo de inflamación persistente. De hecho los medicamentos
antiinflamatorios y los antioxidantes son moléculas cargadas eléctricamente que
permiten transportar gran cantidad de electrones capaces de reducir el nivel de radicales
libres en los lugares donde se desarrolla la inflamación. El problema es que esas
moléculas antiinflamatorias pueden a su vez convertirse en radicales libres una vez
donan sus electrones para neutralizar los radicales libres. Además los procesos
metabólicos necesitan retirar el antioxidante que ha renunciado a su electrón y eso
plantea nuevas exigencias al sistema energético del organismo. Nuestra hipótesis es que
los electrones libres, sin embargo, pueden actuar directamente sobre los radicales libres
sin las desventajas de las sustancias químicas antioxidantes. Y eso ocurre cuando
nuestro cuerpo entra en contacto con la tierra que es una gigantesca fuente natural de
electrones libres. En suma, los electrones libres actúan como antiinflamatorios y sin
efectos secundarios.
A M: -¿Cómo pueden los electrones libres procedentes del campo terrestre fluir hasta
los lugares dónde se están desarrollando procesos inflamatorios?
J O: -Hoy no puede haber dudas de la existencia del campo energético humano. En muy
pocas décadas los científicos han pasado de la convicción de que no existen campos de
energía alrededor del cuerpo humano a la certeza de que sí existen y son médicamente
importantes. Por eso cada vez más médicos toman ya sus decisiones de tratamiento
atendiendo a las mediciones de los biocampos. El primer campo de energía humano que
se documentó fue el del corazón y su investigación dio lugar hace ya casi un siglo al
electrocardiograma gracias a Einthoven, Premio Nobel en 1924 por sus logros.
Alrededor de un cuarto de siglo más tarde Berger midió el campo eléctrico del cerebro
lo que dio lugar a la electroencefalografía. Posteriormente la investigación de los
propios Einthoven, Berger y otros establecería que el corazón y el cerebro producen
campos bioeléctricos que viajan a través de los tejidos del cuerpo y se pueden registrar
con electrodos en la superficie del cuerpo. Hay una ley fundamental en Física, la Ley de
Ampère, que dice que cuando las corrientes fluyen a través de conductores -sean cables
o tejidos vivos- se producen campos magnéticos en su entorno espacial. Y dado que los
tejidos vivos son conductores de electricidad las leyes de la Física requieren que las
corrientes creadas por el corazón y otros músculos así como el cerebro y los nervios
periféricos produzcan campos en el espacio alrededor del cuerpo. Son los llamados
campos biomagnéticos. Pues bien, el campo biomagnético del corazón fue medido en
Siracusa (Nueva York) en 1963 con dos bobinas, cada una con dos millones de vueltas
de cable. Mientras, casi al mismo tiempo, tenía lugar en Cambridge (Inglaterra) un
descubrimiento que revolucionaría las mediciones de los campos biomagnéticos y
permitiría ganar el Premio Nobel a Brian Josephson una década más tarde gracias al
desarrollo de un magnetómetro muy sensible llamado Squid (Superconducting Quantum
Interference Device). Hablamos de unos magnetómetros que desde entonces se utilizan
en laboratorios de investigación médica de todo el mundo para estudiar campos de
energía humanos; son los casos de la magnetoencefalografía y la magnetogastrografía.
El campo biomagnético, por tanto, deriva de la corriente eléctrica pulsante creada por
los tejidos. Por lo que el campo de energía global, visto desde la distancia, sería un
compuesto de todos los campos; el más grande el del corazón. Y como la sangre es muy
buena conductora de electricidad, el conjunto del sistema circulatorio pulsa con
electricidad cada vez que el corazón late. La segunda fuente más potente de electricidad
es la retina que actúa como una gran batería que cambia la polaridad cuando la luz cae
sobre ella. Y el tercer campo más fuerte es el que producen los diversos músculos. Con
los más grandes produciendo campos grandes y con los diminutos -como los que
mueven los ojos- produciendo campos pequeños. El campo del cerebro tiene la
milésima parte de fuerza que el del corazón. E insisto: el campo energético del cuerpo
es el resultante de la combinación de todos esos campos.
A M: -¿Los electrones que absorbemos desde la tierra pueden modificar nuestro campo
energético?
J O: -El Instituto HeartMath realizó un estudio pionero sobre la relación entre los
campos energéticos del corazón y los estados emocionales viendo, en esencia, que los
sentimientos de amor, compasión y aprecio producen armónicos particulares en el
espectro de frecuencia del electrocardiograma que afectan beneficiosamente a cada
célula del cuerpo. Por su parte, el miedo, la ira y la ansiedad afectan negativamente el
campo y eso también se comunica a través de vías energéticas a cada una de las células
del cuerpo. En suma, los sentimientos modifican –positiva o negativamente- el campo
eléctrico del corazón.
También constató que las frecuencias de los sentimientos positivos se pueden trasmitir
hacia las manos a través de los nervios -pero sobre todo a través del sistema vascular
conductivo- pudiéndose luego transmitir desde ellas biocampos sanadores en el
paciente. Agregaré que los nuevos conocimientos en Epigenética enseñan que al parecer
tanto lo que pensamos sobre nosotros mismos como las palabras emitidas por la gente
que nos rodea pueden provocar cambios en el ADN de las moléculas. Se dice por eso
que el ADN de cada célula del cuerpo “escucha” cada palabra que se pronuncia. Por lo
que la matriz vital vibratoria, el sistema vital que lo une todo en el organismo y que
permite la trasmisión de oscilaciones biológicas desde las membranas celulares al ADN,
probablemente desempeña un papel clave en la entrega de las vibraciones de nuestras
palabras y pensamientos a cada molécula de ADN del cuerpo. Ahora bien, esto sí es una
hipótesis que necesita ser probada.
J O: -Hay consenso entre los terapeutas de que la intención sí influye. Una vez leí una
historia sobre un cirujano que antes de operar reza y visualiza que la operación será un
éxito. Y al parecer obtiene grandes éxitos en operaciones muy complicadas. Hay
asimismo aspectos del Reiki que son como una oración. Sería un punto de vista
espiritual con un componente científico. En Estados Unidos hay ya mucha gente que
antes de ser operada pide someterse a sesiones de Reiki. Ciertamente es bonito tener a
una persona contigo que te calme, que te tranquilice, pero es que todo indica que ese
simple contacto humano mejora el sistema inmunitario del enfermo. Numerosos
cirujanos han comprobado que funciona y los pacientes necesitan menos tiempo y
medicación para recuperarse.
A M: -Lo que afirma parece implicar que la oración puede tener efectos terapéuticos
incluso a distancia…
A M: -¿Se ha sentido alguna vez un “bicho raro” defendiendo entre sus colegas
academicistas la base científica de prácticas milenarias como la sanación energética,
el poder de la oración o la existencia del aura?
J O: -No. Sobre ciencia se puede discutir y discrepar todo. Por ejemplo, yo puedo
explicar a través de la Medicina Cuántica por qué la oración funciona a distancia y
habrá gente, físicos cuánticos incluidos, que no estarán de acuerdo conmigo pero otros
dirán que ven cada día en sus laboratorios la interacción entre elementos que están
separados en la distancia. No habrá acuerdo completo pero es así como la ciencia
progresa: a partir del examen de nuevas hipótesis aunque sea para descartarlas. He
llegado a entender lo que impide a la comunidad científica asumir todo o parte de lo que
hemos estado hablando: para discutir inteligentemente sobre electrones uno tiene que
saber al menos algo de Física Cuántica. Y muy pocos biólogos comprenden lo suficiente
de ella como para poder conversar sobre aspectos electrónicos de la Biología.
Lamentablemente esto sigue siendo así hoy. Y no porque la Física Cuántica sea difícil o
poco importante. La penosa verdad es que rechazar toda nueva idea, la entiendan o no,
es un comportamiento típico de muchos científicos. La mayoría son de hecho escépticos
profesionales. En su ya clásico libro “La estructura de las revoluciones científicas”
Thomas Kuhn describió cómo los paradigmas científicos dominantes rigen el
pensamiento de generaciones enteras de científicos y les enseñan qué investigaciones
son dignas de estudio y cuáles no. Pero a nivel íntimo me siento bien porque estoy
haciendo Ciencia.