Tarea 3 de Infotecnologia
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ASIGNATURA
FACILITADOR
PARTICIPANTE
MATRICULA
2020-06164
TEMA
PROCESADORA DE TEXTO
FECHA
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Mi Primer Documento
LOS DUENDECILLOS
En una pequeña aldea perdida entre las montañas, había una casita muy coqueta en la
que vivía una mujer que se dedicaba en cuerpo y alma a cuidar a su querido bebé.
El chiquitín era una auténtica monada. Tenía el pelo rubio, las mejillas regordetas y
sonrosadas, y cuando sonreía, enseñaba dos dientecillos blancos como dos copitos de
nieve. Era tan bonito y tan dulce que a su mamá se le caía la baba y se pasaba horas
mirándole.
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Mi Primer Documento
¡Se sentía tan feliz a su lado!… Cada día le alimentaba con mucho mimo para que
creciera sano y fuerte. Después de comer, le ponía el pijama para que estuviera calentito
y le acunaba al son de las nanas más dulces. En cuanto el pequeñín se dormía, cerraba
las contraventanas para que no le molestara la luz y aprovechaba ese ratito de
tranquilidad para hacer las tareas del hogar, como recoger agua de la fuente, pelar
patatas o blanquear la ropa al sol.
Pero un día de abril, algo tremendo sucedió: unos duendecillos bromistas se colaron en
el cuarto del bebé, saltaron dentro de la cunita y se lo llevaron. En su lugar, colocaron
sobre el colchón un monstruo feísimo de cabeza enorme y ojos saltones como los de un
sapo gigante.
Cuando al cabo de un rato la buena mujer acudió a despertar a su hijito, se llevó las
manos a la cara y un grito aterrador salió de su boca.
– ¡Oh, qué horror! ¿Qué es este ser horrible? ¿Dónde está mi niño?
Desesperada, comenzó a buscar por toda la habitación, pero no había nadie ¡Parecía que
se lo había tragado la tierra! Sólo se oían los gruñidos del espantoso monstruo que
pataleaba entre las sábanas con la mirada fija en el techo.
– ¿Pero qué dices? En este pueblo sólo vive gente buena y respetable ¡Nadie haría una
cosa así!
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Mi Primer Documento
– ¡Te digo que mi hijo ya no está! Dormía en su cuna y cuando fui a por él, había
desaparecido ¡Alguien le raptó y dejó en su lugar un monstruo, un ser espantoso y
repugnante!
– Creo que ya lo entiendo todo… Esto es cosa de los duendes del bosque ¡Siempre están
gastando bromas pesadas y de mal gusto! Te diré lo que vas a hacer para recuperar a tu
hijo.
– ¡No lo es! Eso hará le hará reír y llamará la atención de los duendes. En menos que
canta un gallo, aparecerán en tu casa, ya lo verás.
– Pero María…
La madre regresó a la casa pensando que el remedio de su vecina era la tontería más
grande que había escuchado en toda su vida, pero no tenía más opción que intentarlo.
Subió de dos en dos los escalones que llevaban a la habitación de su hijo y agarró al
monstruo tratando de no mirarlo de lo feo que era. Después, lo sentó en una silla
pequeña y lo sujetó con una correa para evitar que se cayera. Encendió la chimenea,
cogió dos huevos, tiró las claras y las yemas, y puso las cáscaras vacías a hervir en una
pequeña vasija de metal. En silencio, la mujer se escondió debajo de una mesa a esperar.
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Mi Primer Documento
– ¡Ja ja ja! ¡Ja ja ja! ¡Ay, qué gracioso es esto! ¡Me parto de risa!
Sus carcajadas eran tan exageradas que atravesaron la puerta de la casa y retumbaron en
el bosque. Por supuesto, el eco llegó a oídos de los duendes y reconocieron la voz del
monstruo. Como la vecina había previsto, no tardaron en salir de sus refugios muertos
de curiosidad ¡Estaban como locos por ver qué cosa tan divertida le producía esas
risotadas!
Cruzaron el jardín, treparon por las ventanas, y a través del cristal vieron al monstruito,
sentado en una silla partiéndose de risa. Los duendes se contagiaron y también
empezaron a reír sin parar.
¡No había dudas! Ese monstruo era muchísimo más divertido que el niño, que no hacía
más que comer, dormir y llorar de vez en cuando. Ni cortos ni perezosos, se colaron por
la rendija de debajo de la puerta, y dieron el cambiazo: se llevaron al monstruo y
dejaron al aburrido bebé humano en la cuna.
Y así fue cómo, gracias a un extraño truco, la mujer de esta historia recuperó a su
amado hijo. Los duendecillos del bosque, por su parte, no volvieron a aparecer por la
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Mi Primer Documento
aldea y se quedaron para siempre con el feo pero simpático monstruito que tanto les
hacía reír.
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Mi Primer Documento