Cementerio Inca Jijon y Caamaño

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Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

J. JIJON YCAAMAÑO, YCARLOS M. LARRE~


Individuos tle Número de la So~cicdad E~:nato1iana
d!! Estudios Hi~tóricos Amnican•''"

Nota~ acerca. 1le lo~ I11ca~ en clltcnafl01 1

(De la Hcvista <le la Soci•<lad "Juddico-Litoraria")


(Tomo XX, p!Ígs. lW n 260)

QuiTo-EcUADOR
IMPRE;'NTA DK L.A UNIVERSIDAD CENTRAL

1918

Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"


ERRATAS.

Pág . ..¡. renglóu ;33 dice siete léase seis.


5 33 L. IX fig-. 6~ léase L. IX ¡ig. 9<''
10 3 L. V/ fig. S~ léase L. VI¡igs.
]'!-y 5'1-
1(, renglóu 1:> dice L. IX Ji¡;. .3'~-, .¡~ )' 5~ léase L.
I)(/lj;-,<. 4'!- )' 5~
, :!.'í rrng 16n :il <lice L. X/"} /ÍJ[. M léase L. XVJ
_li¿;.5'!
, ,~r> renglón ?6 dice L . ..,\:-'(f/f.l,~~r. .j<). léase f.. LY..t'Yr?
.fi.¡;.3'!
·•" 11uta. seg-unda l~ase pág-. 70.
T,;t léycnda <le la !(<mina IX "" h~t impreso ec¡uivo·
cadainutl<'. <·n la dé:cima, y en la décima la de la novena;
de lal modo que cuando en el texto se hahh, 1'or ejemplo
<le la tigura 1'-' <ll' la L. IX, hay que consultar la fig· !·'!
rk la C. X .
.Lámina XXXIX lé:ase L'Lmiua XXIX.

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Un cementeri~J i1Jcá~ic~ en ~11it~
Y NOTAS ACEROA DE LOS INCAS EN EL ECUADOR
f' o]{

J. Jijón y Caamaño y Carl oH i\1. Larrea

Al Dl'. P. Rivct, (1110 t.ant.o


1nl eont.rihuiclo, t•on sus el'5t.u-
dio::;, al progrC'so do la Pre.his-
toriR ecuatoriana, dedican fl::;-
te opúsr.ulo ~us uruigo~,
LOS AUTORES..

ADVERTENCIA
La civilización incásica es la última, de las prehis-
pánicas, q"ue se propag(• ~n el Ecuador. Importa, pues,
granclementc.. su conocimiento, para poder reconstruir,
comemando fOr este escalón, el edificio de la Prehisto-
ria ccuatori a na.
1\ pe,;ar ele su importancia, el estudio de la cultura
incaica no se ha hecho con el debido detenimiento; pues
la mayor parte de los peruanólc,:os ha dado preferencia

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2 LOS INCAS F.N EL ECUADOR

en su~ estudios a otras civilizaciones, más antiguas y


acaso más desarrolladas, desde ciertos puntos de vista,
como las ele Tiahuanaco, Na~ca, Chimú y ótras.
Estas razones nos impulsaron a realizar el presente
trabajo, en el cual, junto con el estudio detallado de la
alfarería cuzqucüa, <iuc hemos tratado de clasificar y des-
cribir cicntílicamente, hemos procurado resolver algunos
problemas ¡·t:Jativos al dominio de los Incas en el EcJJa-
<lor.
Estudios <le esta naturaleza, por su 111isma índole,
son áridos y carecen de am"nidad. N o se busque, pues,
en ésuo bs galas de la imaginación y ciel lenguaje, in·
dispens;1hks c11 otJ·¡,,; 1ralJajos.

!Juito, irfaJ•O de 1918.

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UN CEMENTEH!O !NCASICO EN QUITO
y notas acerca de lo~ haca8 en el Ecuador

PRIMERA PARTE

NOTAS ARQUEOLÓ(.;lCAS

Trabajando en los terraplenes del nuevo Hospital.


encontráronse, en el mes de Diciembre de 191 7, siete
tumba~ precolombinas ( 1 ). Sabedores de este hallazgo
y. deseosos de explorar metódicamente el lugar, solici-
tárnos del Sr. Gerente de la obra, Dr. Francisco Mi11o,
el permiso de hacer excavaciones, el cual señor, bonda-
do,;amcnte, nos lo concedió, llegando su amabilidad has-
ta proporcionarnos los peones necesarios para el trabajo.
El lugar en que se construye el nuevo Hospital. es-
tá situado en el declive NO. del ltschimbfa. El terreno
tiene una inclinación suave y regular, si bien, a poca
distancia del lugar en que se encontraron las tumbas, al
E., la pendiente es más rápida, a causa de un antiguo
relleno de tierra, hecho para formar una como terraza en
la pot_rte superior. Este relleno debe ser bastante anti-
guo y datar del período colonial.
Es de notarse que el cementerio precolombino, en-
contrado en los terrenos del nuevo Hospital, está a poca
distancia del sitio en que, en Noviembre de 1911, encon-
tró el Sr. José Rafael Delgado la tumba rica en objetos

[1[ "El Coznercio", N·• 3.978-\8 de Diciembre de 1917.

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4 !,OS INCAS Ji.N EL ECUADOR

de üro, que nosotros Jescribinws en el opús,culo. inLituL'


do El Y'e>oro dd ltsrliimbia (1 ).

1 Exc~\VACJONES

Nu~st.ras ex,~avZtcione:; comenzaron Íulnvdíat~l


mente al S. del lugu en qutc ,;e: hal>ía hecho el hailazg<>.
que Jcmostró existía allí un cen1enterio precnlomhino.
Por un espacio de vLinte nH:tr,Js, poco m~1-..; o nH::nos. rle
ancho y de unos diez de l;;rg-n. removimos toda la capa
de tierra vegetal hasta descubrir b toba vnkánica; así
logramos Pncontrar vtras siete tumbas.
Eran t'slas, fósos poco hondos y que en nada recor-
daban los profundos pozos de Chaupicruz ni los de. lmba
hura.
Tumtin f. A 87 centímetros d.e profundiclarl, en-
contróstc el esqueleto de un uJulto. cuya p<•sición no se
pudu Jetermin;u-. ya que los huesos estaban ""'Y des-
compuest:Js por la IHnnedad.
Junto al cadáver encontráro11se. una comp(1tera de
barro, dos arivales y dos platos Los ariv"l"s <·staban
juntos, r·l IÍno sobre el ótro; bajo los arivales se h<1lhb:on
los pl:otos.
La compotera pertenecía a la segund;o variedad ele
nuestra clasificación de las rompoteras imb~bure.ña,;,
que. está c<tracterizarl<~ por el pie cónico, r<·.lativamentc
alto, y el recipie11te no muy hondo. [ 2j Era de barru
cocido, de color amarillento, bastante ¡mlido, espe-
cialmente en el interior del plato, en donrle he1hía una
decoración, de color rojo, consistente en dos líneas para
lelas, poco distantes entre sí, trazadas junto al borde; y
ele tln círculo, muy imperfecto, e¡; yo diámetro correspon
día al del pie. El espacio así limitado, había sido divi
dido en partes iguales ¡..>Or siete grupos de tres líneas
parale],ls caJa uno. L~mina XLII.
Mide este vaso 65 centímetros de alto; el diámetro
Jel recipiente es de r 30 mili metros; "1 rliámc:tru máximo
del pie,., dtc Gs milímetros y Lt altura, 59·

[![ Jifón y Caama.¡lo, 19J;],


l~] Jüún y Cwr.waílo, HH4, pág. I:J:!, h XXV, fig. 1".

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LOS INCAS EN F.C ECUADOR S

~- Los dr••: pbtos snn


ni~1y semej;_-;ntcs. sl Lien
no cntcrí-l.llH"nte ig·uales:
~,it:tH.lo el unu un puro ca-
ra( tt'! Í"-.;tico, E::!3tO es, un
va:-.n. cuya curv~ltura es
la de una media circun
fen:nl'ia. Fig. 1 ~
Fig. 1·'

El ótro aseméjase ill[t·: a la ,;eg·nnda clase en qu~


hemos di,:;tril.~uido las ollas i:nb:1burci'las y ,. c1u~ est[\n
formafb·:. p<~r dos pa!·tes,
el fondo un casqur:te es-
férico y las paredes, un
cono trunc:tdo 111!1\' cerco.
ele la base ( 1); ,; cli:;-
tinguiér~dose tan sol.1
mente de los ejemplares
de: Imbalmra por no te
ner protube1·ancia algu-
na en la uni6n de los ele Fig. :.!~
mentas que lo forman. Fig. 2'!
Estos platos son de barro cocido, d~ c0lor amarillen-
to, sin barniz ui pintura. Mielen 50 y 55 milímetros
de altu1·a, 105 y 110 de diámetro, respectivamente.
Los dos ~rivales habían sido desped~zados por la
presión de la tierra; eran de barro rojizo y no u,nían
decoración alg·una.
Tum!m 1/. 1\ 1 ·4" metros de prufundidarl, había
un rcsqueletu en cuclill:ls y, junto a él 'y a 1,.)0 de profun-
didad, un arival invertido, esto es, con el cuello hacia
ahajo.· desc;¡nsand" sobre los bordes de la boca.
Este arival, como los de b tun,ba anterior, no
tenía decoración al¡;una. L. IX, fig. 6~
Un metro más al E .. "' encontraron dos compotcras,
fi11·madas por un ¡•ic cónico muy pequeño y por un

flj Jijón ll Ciwm"Fio, 1914, pág. 138, L. XXX, fig. 4' y pág.
l:JD, L. XXX, fig. :¡•_

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6 LOS INCAS EN EL ECUADOR

plato profundo, 'ompuesto de Llos casquetes esféricos


y de desigual curvatura, que. se Ull<!n en ángulo recto,
terminando el superior en un reborde salient<\ pintado
de lacre, a Jistinción de lo rlemás de la cornpoter;,, cuyas
paredes exteriores h;,n sido coloreadas de rojo claro
conservando las interiores el color natural del b~rro
que es amarillento. L. XLIII, figs, 4:' y 6~
Estas vasij1s ocupan un lugar internwdio enti·., la
séptima forma de las compotera' imbabLu-ei\as y la se
gunda clase ele las vasijas con pie ( r ).
Miden !lo milímetros de altura, 130 de diámetro en
la boca y rso .de diámetro máximo. La altura del pie
es de rs milímetros y su diámetro de s6
Tumba 1/f. A 40 centímetros de profundicbd. ha-
bfa un cadáver muy deseo m puesto y, ju11to a él, una olli-
ta pequeña y un arival.
Los caracteres de los a rivales ~on: vientre subglobo-
so; base cónica, de muy poca altura; cuello alargado, aun·
que proporcionado; labio plegado, rectamente, hacia el
"'xterior; asas anchas y de poco espesor, situadas, gene-
ralmente, en el tercio inferior del vientre; en muchos ca-
sos, hay dos pequeños círculos perforados, colocados si.
métricamente bajo el borde del ruello, y, por Ílitimo,
una pequeña protuberancia o escultura grosera en la
parte central del vientre. [ 2]
Bingham, al estudiar los objetos de alfarería, en con·
trados en Machu-Picchu, ha esbozado una clasificación de
ia cerámica incaica. Este ensayo nos servirá de base para
nuestro estudio de los arivales, así como ele otras formas
del drte cuzqueño, procurando, por nuestra parte, comple-
tar, a la medida de nuestros conocimientos, la clasifica-
ción del de•cubridor ele Machu-Picchu. [3 J
Mea1~s, en su interesantísimo estudio cronológico
del arte peruano, propone otra clasificación de la cerá ·
mica incaica, no fnndándose en la forma, como Bingham,
sino en la cle•:oración. Nosotros optamos por los dos
Jlj ,Tijón y Caawúlu, 1914, p.'l.g. 133, L. XXVI, fig. 2, pág.l35,
L. XXVII, fig. 3'
[2J Out'8, lOOí, pág. 24.
¡a¡ Bi11ghom, 1915.

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LOS INCAS EN EL ECUADOR

proceclimientc's conjuntanwnte, haciendo también algu-


nas <~diciones a la clasilicc:ci<Ín de l\Ieans [ 1 ] , y espera-
mu.-.; nbu~ner ~sf un C{lrpus del arte cuzqueño, semejante
en algo al empleado por l'etric <'ll suc; nnivers~lmente
alabados publicaciones dP egiptiulogía [ 2]. Las ventajas
que obt<:ndría la prehisLoria americana con la formación
de corpus de los cliferentcs artes Jel Nuevo Mundo,
"'rían inmensas ( 3 ). Así, no vacile" e m os en ensayar la
cPnstitución de un corpus incaico, ya que la uniformidad
y uonstanr:ia Je las formas y decoraciones del arte de
los Incas facilitan en mucho nuestro empeño.
Bingham distribuyó los arivales en cuatro · varieda-
des [ 4 J, a las que nos ha pareci<lo conveniente aiiadir
otras ocho, que se encuentran en diferentes partes del
territorio de Tihu>ntin,;uyo y 4ue no se hallan en Ma-
chu-Picchu.
Designaremos los arivales con el número 1 y cada
una de las variedades con una letra.
La variedad a es aquella en que las protub.,rancias,
colocadas bajo el cuello, están perforadas; en que la
cabeza de animal, que ornamenta la panza del vaso, es
incisa, y en que las agarraderas están colocadas vertical-
mente en el cuerpo del vaso, bajo las as itas. L. !, fig. 1 ~
Los de la variedad b son aquellos en que la cab<"za
no lleva incisiones y las asitas no son 1-'erforadas. L !,
lig. 2~
Los de la variedad t son aquellos en que los labios no
sun salientes, en que el cuello es casi cilínJrico y en
que las asas se encuentran casi en la base del recipiente.
L !, fig. 3~
Los de la variedad d tienen las asas en la parte
medid del vaso y la base muy alargada. L. I, fig. 4~
Los de la variedad e tienen la base casi plana y las
asas hacia el medio del vaso. L. 1, lig. 6~
En la varieJad f. el cuerpo es globuloso, la arista
que, en las variedades anteriores, hay en la unión de los

[1] lll<:rms, págs. 37i a 3!:i2.


12J rett·ic, 1896.
[a] Peil·ie, 1D01, págs. 123 y 126.
[41 Binpham, 1 DI~, págs. 260 y 261, Ag. 49

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oL' LOS INCAS EN EL ECUADOR

dus elt'rnento::; qne fonn.1n e1 V~-lSO, ha des;lprl.reci~lo, ::l<;Í


con1o, en tnudlos c:asos, los L1bios de la abertura. h~;
orejitas y la cabeza Jel ¡.JUtn~; si bi,:n no son
eotos hechos constantes, ya que hay ejemplares que
tienen todos estos elr~mentos o, por lo menn ..;;, ;;l.~·tJno·:->
Je ellos. L. !, fig. 8~
En la varierlaJ //" lilltan tanto los laL•ios conw las
orejitas y la c~bc'a tlel puma, siendo el cuerpo del vaso
periforme. L. l. íig 5~
La varied"cl lt se ctractet·iza por un cuello muy alto
y porque la h<Jse es baja y plana. L. !, fi¡;. 7~'
En los de la variedad -i, el cnerpo esl!i !c>rma.\o por
Jos casquetes esféricos. no siendo la base punliag-uJa.
En los arivales de esta clase, las asas e;tán snstituida,;
por manecitas pequeñas. L. l, fig-. 9~
El cuello sumamente corto, distingue a los de la va·
riedad f. L. !, tig. 1 o~
Tienen el cueqx• muy ancho los de la variedad Jo.
L. I, fig. 1 I'.'
Son los de la 1 de cuerpo periforme, base plana y
cuello bajo. 1,. l, fig. r 2~
l'or la ornamentación, los arivales pueden ser de
las siguientes clases:
A A rivales no decorados. L. 1!, fig. I~
B Arivales cuya mitaJ superior ha sido pintaJa
de color uniforme. L. 11. fig, 2~
C Arivale, en que la tnitad inferior ha sido pinta-
da de color uniforme. L. II, fig. 3~
D Arivales decorados con pintura a rayas. L. X!,
fig. 5~
E i\riva~es Jecorados con tres fajas verticales, que
limitan dos campos, en los que hay unos dibujos a mane-
ra de pnertas. L. X VII, fig. (¡~
F Faja central vertical, decorada con r-ombos y fa.
jas laterales con elLlibujo, llamado por Means, dientes de
sierra. L. ll, fig. 5:
G Faja central vertical de rombos y campos
horizontales cuadriculados, limitados hacia el centro por
fajas laterales, del color del fondo del vaso. L. II, fig. 4'.'
H En la faja vertical está pintada una línea en

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LOS INCAS EN EL ECUADOR

zigzag· y en los campos laterales d dihujn en clien


tes de sierra. L. Il, fig. 6'.'
1 Arivales en que la faja vertic:d :;;ecli8, está
pintada con una línea en zigzag-, fajc~s lat<erales hnrÍ!C>Il
tales con rombos, altnnanrlo con ótras sin dibujo. L. 11!,
fig. 1~
J Faja vertical central. con lín2a' <¡ue s~ r:<Jrtan.
lonn;mdo pequeños rn•nbos. El espacio re:;tanle <esl<Í
ocupado por el dibujo clicho clientes cie sierra L. Ill,
lig. 2~
K Fajas verticales nwdi:1s, con cruces y líneas,
y fajas laterales con el cliuujn <¡rw. Means llanL\ q1u;vus.
L. 111, lic: 4~' (1)
L Faja central merl.ia, con cuatro líne~<; alm~~n:1
das, opuestas entre sí, y bjas latc1·ales de quii)LI.s. L. l!I,
lig. ,~
L1 Faj;¡s verticales de quipus. L. IV.
M La decoración ocupa todo el campo ant>.:rio1·.
que está cubierto ele dientes de si"rra. L. 111, fig. 5~
N Decoración uniforme de cruces y lín~as. L 111.
lig, 6:~
N Campo toclo igual, con mcandms y líneas ver
ticales. L. V, iig. 2~
() Faja horizontal con meandros. L. V, lig. 1 ~
p Faja horizontal ele rombos. L. V, fig. 5'~
Q Fajas horizontales con líneas en zigzag. L. V.
fig. 3~
R Faja horizontal central de rombos, y las fajas
superior e inferior, de líneas en zigzag. L. V, tig. 4~
Rr Fajas horizontales, de dientes de sierra y ver-
ticales, Je dos colores. L. V, fig. 6~
S l'aja horiz·:>ntal con cuadrados de diversos culo-
res, en los que se ha traza lo un dihujo muy semejantP.
a crure.S maltesas.
T At·ivales con dibujes geométricos y womorfos,
pintados. L. VI, fig. 3~ .
U Dibujos geométricos y antropomorfos, pinta-
dos. L. VI, fig. 4~

ll] JYfea12s, 1917, pág. 378.

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10 LOS INCAS F,N F\L ECUADOR
-------- ----------
V Dibujos geométricos en relieve.
\.v· Dibujos g~on1étrlcu:"i, pintados y znomorfos_, en
relieve. L. VI, lig. R~
X Dibujos zoon·,orfos en relieve, solos o cnn clibu
jos gr:ométri<.:os, también en relieve.
Y !\riva-les decu,-ados cnn figura humana. L. VI.,
fig. 2~
Z Arivales con dibujos diagnitas calchaquícs.
L. VII.
Además de las decoraciones que acabámos de en u-·
merar, hay ótras, qne son propias del arte incaico; pero
que no se eno:uentran en los arivales. De éstas haula-
rernos oportnnamente, al tratar de las formas dt: vasos,
en las que son car:tc:t<"rísticas.
Vali<~ndonos ele las clasificaciones anteriores, desig-
naremos los drtefactos incaicos, empleanJo, en pririH.':r
"lugar, la letra que indica la clase de ornamentación;
pond1 cmns luégo d númt>ro que designa el género a que
pertenece el ohj~tn; 8ñ8diendo en s~guida ]z¡ letra (¡ue
expresa la variedad dentro del tipo. Así A-1-u será
aqud a rival que no tiene rkcoración alguna y en <el cual
las or!"jitas no son perforadas y la cabecita ele puma no
tiene incisiones.
B- 15-b será un timbal ele paredes cóncavas, l01 par-
te superior pintarla [ 1].
Si empleamos, pues, la cl8silicación que acabámos
de proponer. el arival encontrado en la tumua 3:' es
A-1-b, ya <¡nc las orejitas del cuello no S<)ll perforadas.
Nada podemos decir del botón, pues desgraciaclamen
te, falta.
Las dimcusiones de este vaso son: 325 milímetros
de altu.-a por 320 de diámetro máximo. L. XI, fig. 6~
La ollita C-22-b pertenece 1l la 2~ clase, en que
hemos distribuido la'; ollas imbabureñas; como la Je la

r,] Este- corpu~ 1\0 !;:Ó]o SE' rtplica a lo~ objeto¡.:. de e~ tilo neta·
mente cuzqur.fw, encontrado~ tJB la~ tnmbas de-Innovo Jlm;pital de
Qnito~ ~ino ta.mhién"' at¡uello~ Bn que la inflmmcia incaic.a es menos
nvitlente. Así, los a!'tP.f;wt,o~ ya dm-;m·ito~ Hn e~tas páginas, ~~nnven·
dría de.signado¡.:. I't:~specLil.':tlllonto D-ltl-b, .A.-12-h, A-2:!-h, B-18-g-,
f'iemlo la~ eompotc:raH 1!:l, lo~ 1;\atos l2 y la~ olla:; 22. -

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LOS INCAS EN El, ECUADOR 11

tumb~ 1 ", no tiene barniz ni pintura, excep· ión hech~


del borde, que se. ve fué pintado <.k rojo. lVl id e. 40 mili-
metros de alto po•· roo de abertura y I 20 de diámetro
máximo. L. XLIII, fig. r~
Tumba IV. Este sepulcro contenía "1 esqueleto
muy descompuesto de un niño. Estaba a Go ccntímc
tros de profundidad y, junto a él, una ollita [ \- 7-dj ele
base plana, unida al c11er¡•o de la olla por una ""cción
cónica ele ¡)aredes cóncavas. No tiene rcuorck '"' la
abertura y hay dos diminutas orejitas colocadas vertical-
mente y a poca distancia de la boca. Es uno ele los va
sos, llamados f->Or Bingham. pelike, y p•:rlencce a la 6'!
V<lrieclad de este tipo y está recubierta ele una pintura
rojo-cl<~ra. Mide este recipiente 55 milímetros ele oltu-
ra, 74 d-:' diámet.-o máximo, 35 de abertura. L. XLIII,
fig. 2~
A poca distancia y a la misma profundidad, había
un a rival [U· 1-a] ele b;;,·ro amarillento, cuya decora• ión
kli>ía sidu h~cha con descuido; así, los dos campos, en
qLw cstab:1. dividida, no ~r"-11 ig-uales, r¡utdand<J la cabeza
de puma en uno de los campos y no entre los dos, como
lo t~xigía \a simPtrírt. Estos clos campos están decorados
con d dibujo llamado quipus, hecho con pintura negra, y
se hallan limitados por féijas blancas, negras y rojas.
L. IV.
Las dimensiones drel vaso son: r8o milímetros d"
alto por r6o clr~ diámetro máximo.
Tumb,, V. /\. 6o centímet:·os de profundidad, ho;-
bía un <esqueleto, ele joven, en cuclillas; cuyo ajuar fúne-
bre consistía en lo siguiente: una olla [A-22-k]. rle for-
ma muy primitiva, globulosa, con ancho gollct<e, rle bor-
des salientes; miJP 140 milímetros rle alto por r;o ele
diámetro máximo; un plato [A-1 2-cl]. casquete es le rico
de barro amarillento, de _so milímetros de profundidad
por 120 de diámetro (l .. XLIII, fig. 7~), y una olla trí-
pode (A-23-h), de forma muy curiosa, ya que es un vaso
ca,;i igual a los trípodes imbabureños ele la r~ forma [1],
al que se ba añadid,, una orej<~, semejante a la que tienen

(ll ,füón y Caa.mrn1o, 1Ul4, pág. 129, L. XXXII, fig·. ~"

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12 LOS INCAS EN El. ECUADOR
-----
\a,; ollas cuzc1utñC1,; del tipo bea.ktr [ 1 J, clif~n:nciánr\ose
tan cólo en que, en lugar de ser una fajad" hat·ro, es un
corc.lún (L. XLIII, !ig. 3~)- Debe notars" qu" los trí
p(Jdes, tan Ct·cc\tent~:_·s ~~n el Ecuador, SIJl\ tnuy raros en
"' p,, ü, en el que sólo se encu~ntr<1:1 contados ejempla-
res en lcts P.poca'i má.., remotas. Es, pues, {'] vaso t.:n re
f<~rélH.:ia una obra prn~[a de la cerámica ecuJ.toriana, pe-
culiat· de ciertas civilizacior>es prehistóricas del Ecuadm:
de la de las tolas de ImlMbura y de la de los sepulcros
<-n rw.os ele Chaupicruz. lVIas, en el vaso que exami.
JJauHY'. hay inequívo1·as señales de la influt~ncia incaica
(2). y~1 y:tc ~:: ::1sa, ,le que c~;tá provisto, es t.lel más puro
estilo del C:uzco: es unC\ vasij'-' hecha durant•' la domina
clún \nc.a~c.a en Q1..tiln, e.n l(\ qlle se. han cutnhin"21do las
ve,¡tajas pn>pi<lS de las olbs dce cocinar eJe los c11zqu~c:ñ"s
y ele los quiteiius. En efecto, debía ser difícil retit·ar
d(-:1 fuego lns v . ._.tsos trípodes de nu~stros aborígenes~
mi,ntras que las nilas ueake>· de los Incas. r¡ue d·;scan-
s;¡,n en un o.,ulo ¡.1ic. 1111 :':ion tdll c~;t;.lbles ni tic1lCI1 igual
.superht·ie ele ( rtiefat:t·ión qn~ las irnLaburefla:..;.
!vleJia e~tP. trípoJc 140 mllímetru~; de t:iám<'tru
máxi:~10.
Tumb,z FI. A !,So ~1 E. del se¡.Jtlicro an-
t•"iot· y a ! mt'.tm >ie prol'cmJidad, h21bia Dtr" esqudeto
"n posición ~mbrionari". y, junto a ,~J. 1111 arival muy her
ni<·-su, d"sgraciadamcnte des¡Jechzado pot· la presión
[F-1-a]. La faja céntra\ tiene 4 rombos y la mitad de
otm, que está o upado, en pat·tc, por la cabez;1 del puma.
El fondo de l..t f1j..t central es negro. sobre él rc:.s:dt~n ad-
mir<!L>lementc bien léts líneas blancas ele: los rombos o,
mejor dicho, d~ los cuatro rombfls paralelos, que forman

Jl] Dinyha·;,l, HJI ~. iig. 44.


f2 \ En el t.e.rri.t.oro d0l Imperio Uo lo~ l11ea~ Ke conoce otl'n
V<l~o, 1lc formtt Igual ;:d c¡ul:' ac;1hanto~ de describir, y proviene ck la
i"la ,le 'T'iti<'U<J<\.[Bmuklier, Hllll, L. LXXIX, fig. 2" J. (.,)ueda, !"'""·
abieda la cnest.i1'1n (le si e.st1 loru:Hl fl~ m·igina.riamont~ en:r,¡¡nPüa o si
S(~ originú en el E~~-lut<lot'. La ~Ki~ten<~.i[l. do un vann de e-:.t~J ti~H) ~~.\\
Tit.iwwa m1.dn pru8ltrt. eontl'a el origon cetHltoriano, ya qno los Ineas
pusieron, ~u h!:-i m·illn.s 1lt>-l lago, mitirn:IC:s de va•·i:l:-i partes del
Imp~1'io 1 EH~tre ello~. quitos, pa~tos~ ectfi:tl'iH y ea.yamhe:~ l Rmno.o.;
nadlán, Hi~l, pHg. 60 !-

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LOS INCAS EN EL ECUADOR

cada una de estas figuras y que dejan en d centro un


rombo más peq ucño rojo.
Las fajas que limitan b cv11Lul. s·.•n tres rle cada
lado: dos b];¡ncas, con líneas cruzadas rnjas, y uJla
negra. Hay luégo un esp::1.cio angosto, sin Jecoraci(Hl,
del color· del fondo del ve~so, y Lodo lo restante de la
cara principal del arival e.stá re<·nbierto del dibujo en
dienieo' de sierra, hecho con pintura negra so!Jre el
fondn rojo, y limitado, junto a L:s asa<, por líneas blan
cas y negras.
El cuello está tamhi<'n rlecorarlo por el diuujo de
clientes de sien-a; y. en donde se une con el cuerf'O del
vaso, hay una ancha f<1ja bbnca, bonbda de dos
líneas negras.
En este arÍv::1.l, de tan ricrl. decoración. no se descui
dú la cara posterior del re, i¡Jiente, pues dicha cara "st;Í
<Jdornada. En electo, a 1" altura del seg-undo rom!Jo,
hay cinco líneas nc~gr,ls pcH·akl<lo; y perpendicuhres a
ésta~, tres grllptJ'j P.cruidistantes de ocho líneas nnJula-
das, de igual color; 4uedando así, el espacio dividido en
cuatro espacios trapezoidales, Jc igual tamaño y del
color del vaso.
A 8o centímdros al E. del cadáver '1t1tcrior y a
6o de profundidad, encontrós<c una compotera (/\-1~-a)
Je barro CfJcido, sin barniz ni pintura, de pie cónico y
pbto esférico profundo, cuyo borde se inclina hacia
adentro, formando un pronunciado rebordt>. Mide esta
cornpulcra IOJ milímetros de alto por r 40 dt! ;}bertura,
y 160 de diámetro máximo. La <~ltura del pie es de 40
milímelws y su mayor ancho 75· L. XLIII, fig. s'-'
Un metro al E. del objeto ant<crior y a 50 centímetros
de profundidad, encontróse una compotera ( B-1 8-g ), de
igual Í<>rma que las enccontradas en la tumba 2~ Miele
<)S milímetros de altma. qo de abertura y rSo de diá-
metro máximo.
Tumba VI!. A 90 milímetros dP la superficie, en
contróse un escpw.leto muy descompuesto: fué sin en1bar-
go, posible reconocer la tioia, c¡ue est:otba articulada con
el peroné y en dirección casi vertical. Por esk dato y
por lo '!"" pudo observarse en los otros huesos, parecía

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14 LOS INCAS EN EL ECUADOR

que el c;¡cJáve•· estiiba en cuclillas. Junto al esquc·leto y a


59 C<"ntímetros de pmfu'luidad. h<tbía un hermoso a rival.
( P- 1-a) En la r.ar;l principal, que est;¡ba encerrada
entre una ancha bja blanca, I.Jordada de clos líneas ne
gras, <¡ne dá la vtl<'lta al cuello en su base, y otras
clos fajas blanc<l.s, honiaclas de dos líneas negras,
que dPjan enue ellas nna línea del color del vaso.
anamnjaclo y hacia la mitad Jel vaso, h.:t)' un campo
horizontal blanco, limitado pm tres líne:1s, dos negras
y una anaranjada, en .,¡ cu.d se han trazado cinco
rombos.
Cada rumbo está formado por tres paralelos, dibuja-
dos el úno con ncg:·o y los ótros con blanco. El inte-
rior de los rombos OCllpa 1111 campo ~1e esc;lqucs rojos y
blancos.
El ··uello dd vaso está pintado de rojo y, bajo el
g·o\lete, hay una foj>~ i:>l"nca. bordada de dos linees
negras. Les ' njitas son blancas. El arival está he.cho
rle un barro anaranj8do, muy bien encielo, y mid~ 430
milímetros de alto por 280 de rliámetro máximo. L. XLI.

l! ÜTROS OHJETOS PROVENIENTES llEL <;EMENT[;IUO


I>EL NUEvo HosrJT,..., L

Al abrir los , imientos para el nuevo Hospital Civil


ue Quito y con ant<eriorichcl al hallazgo de los sepulcros
incaicos, que motivaron nuestr.as excavat..:1onesJ encon-
t<·óse algunos objetos prehistóricos. Nosotros posee-
mos tres, que vamos a t.lesc.ribir a continuación. Son
éstos una olla beaker (A-2-a). un arival (A-r-a) y una
cabecita ele puma
Ambrosetti describe muy claramente las ollas incai
cas en un pie del tipo br·aker. Dice: "Su forma ~s
globular y se contrae, gradualmente, hacia la boca, que
es circular y con el borde corto dirig-ido hacia afuera
I.'el centro de la base ele! cuerpo s8le un pie muy delga-
do, que se abre .-lespués, para formar la concavidad,
sobre la cual se asienta. A un lado se levanta el as",
formada por una tira delgac\a de arcilla, que ha sido

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J.OS INCAS EN EL ECUADOR 15
-----------------------
colocada verticalmente, sobresaliendo su v.rco superior
del borde ele la vasija [ 1]."
Estos vasos, que han servirlo corno oll~s de co· ina,
pues casi todos los ejemplares est;'tn cubintos de hollín,
ha distribuido Bingham en tres variedades:
a J Ollas con el pie alto, que se 11nen formando
ángulo con el recipiente.
1>] El recipiente y el pie forman 1111<~ curva
continua.
e] Pie sumamente bajo.
La decoración en estos va';OS l"S enteramente ex-
cep< ion al; por lo general, no tienen
otro adorno que dos puntos realza.
dos en el diámetro opuesto al del
asa. [ 2]

El <jemplar del Hospital pcrte


nece a la prinHera variedad y m id e
r 20 milímetros de alto, 90 de aber-
tura, 115 ele diámetro máximo. La
altura es de 40 milímetros, su diá-
metro máximo de 75 y el mínimo
de 25. I'ig. 3~'

El ariva l no tiene decoración


alguna.

La cabecita de puma debe


ser un pedazo del asa de un
plato, del tipo 4-E de Bin-
¡;ham: Fig. 4~

lll Amb,.osctti, !902, i'ág. r,6.


121 Bin¡¡llam, 1DlG, pág. !!16 y págs. 43 y 44.

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16 LOS INCAS EN EL ECUADOR

Ill AR l"RFACTOS ll\"CAlCOS ENCON?Rt\DOS E!'·

EL Et....:UADO!{

/} ri"Zmics.-Lo~., arlvales snn frecuentes en el te-


rritori,, ecuatori~n'' y en ac¡u~lk>s lugares en que les
Incas se est>~blecier.Jn de modo estable. Losde la t(•r-
rna primera son los más abundantes; y los qtw nosotros
t:onocemos q11(~ no tient'n decoración alguna ( . .~- r-a ),
son:
4 de lmbabma [\Vhym¡-•er, 1892, pág. 279];
r del Qninch~ (Jijón y Ca:unaño, 1914. pág. rs:3);
1 de Quito;
1 de Clun\,,y;í;
3 de QuisafJild:ha, L. IX. figs. 3'.', 4~ y 5~';
2 de Amhato, L IX, fi_[!s. 2~ y 6~';
r de Pasé!, L. IX, tig. 8~;
1 de Chordelcg ( Bamps, 1R79· L. XIV. tig r~)
r ele Qinjeo rnamps, r879. L. XV, fig-. 5~]
La distribución ele esta clase r],, arivales en otras
partes llel Imperio incaico se pucue juzg-ar por la lista
si~uíente, en que se enumeran los que cst~ín figurados
en alg·unas f!Ublicaciones de ;mtueologb:
1 rle Chiclayo [Uflü and Pulmtw, 191.], L. XV.
tig. 2~]
1 de Hu~chc• [U/de and Putmrw, 19'4· L. XV,
fig. 3~]
2 de Cajamarca ( Se!cr, r893, L. XXXVI!, figs.
1 ~ }' 7~)
1 de Ancón (Neis_,- tr.>td Stübel, 188o-87, Vol. III,
L. 93· fig. 2~)
1 de Tanna ( f-Viwer, 1 R8o, pág. 596);
1 de Quenco ( TFiena, Ii:\So, pág. 597);
8 de Conservidayoc Valle de Pampaconas ( Hi11
;:·flam, 1914, l'ág. ¡89, figs. 54 y ss);
2 de ]¡_¡~ares indeterminados del Perú (Gibb,11t,
I<>s4. Vol. 11, pág. 64, fig. 12; y Ulrfe and Putman,
1 914· L. XV, fig. 4'-');
1 del Rincón, pmvincia de Cataman:a ( Outn, 1907,
L. III, fig. 1 o~);

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LOS INCAS EN EL ECUADOR 17
1 de Tarija ( Rosm, 1905. L. IX, fig. 2~)
(B-1-a]. Un ariva! de !a provincia de Tunguragua
[L. IX, lig. 1~]. es el único que conocemos en el Ecua
do,·, cuya mitad superior ha sido pintada de color uni-
forme, amarillo claro. ya que el vaso es rojo. Esta
vasija Jebe ser comparada con el vaso de Catamarca,
desci'Íto por Ottte~ (Oute.l'. 1907, L. III. fig. 8~). sólo
con la diferencia de que en el ejemplar argentino !a pin·
tura es roja.
( C-1 a). De Quinjeo proviene el único arival
pintado en su mitad inferior, que ha llegado a nttestra
noticia (Btnnps, 1879, L. Il, fig. 1~)
(F 1-a). En las páginas anteriores, describimos
un arival decorado con una faja vertical de rombos y
campos, cubiertos del dibujo dicho dientes de sierra.
De otro vaso de: esta clase, encontrado en el Quinche,
hablamos anteriormente (1914, pág. 158); y uno de
Chordeleg ha sido figurado por Bamps (1879, L. III).
Vasos iguales se han hallado:
1 en lugar indeterminado del Perú ( Uh!e <lfld
Putma1t 1914• L. XV. ftg. 5~);
1 en Pachacámar. (Uhle, 1903, L. XVIII, fig. 1~);
1 en Quenco ( TViemr, 188o, pág. 597);
1 en Ancón ( Reiss and St1ibel, 188o-87, Vol. I Il,
L. 96, fig. 5~)
2 en el Cuzco ( Seler, 1893, L. ll; llamJ•, 1897,
L. XXXIV, N? 108);
r de Cagayete (Outes, 1907, L. lii, fig. 2~);
1 de la Paya (Boman, 1908 L. X, fig. 21).
K-l· a. En el Ecuador no se encuentra ningún
arival con las. decoraciones designadas por nosotros con
las letras G, H, !, J, que parecen peculiares del Sur del
Imperio. ( 1) Abundan, por el contrarío, aquellos Cllya

[lj La distribución de estos vasos es la siguiente:


[U-1-aj1 de San Sobastián del Cu7.co (Wiener, 1880, pág. 270);
1 do Caldera (Vyurzum, 1910, fig. 2', pág. 13);
1 sin lugar en Chile f Oyarzum, 1910, fig. 3~, pág. 14J;
H-1-a: l en Cal dora [ O¡¡"rzum, 1910; fig. 6' pág. 17j;
1-1-a: Suruga [Lehma» Niel~clw, 1902, fig. 45];
J-1-a: Molinos 1 Outes, 1907, L. III, lig. 4'].

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18 LOS INCAS EN EL ECUADOR

Uecoración consiste en fajas verticales mcLli~HlílS, con


cruces, líneas y fajas laterales, con el dibujo uicho •le
quipus.
Los tres ejemplares (L. X, tigs. 3~, 6~ y 9~') que
hay en nuestra colección, son de barro rojo. las fajas
centrales son Jos, pintadas de amaril1o, y limitadas pm·
anchas fajas rojas, bordadas de negro. Los dibujos
en ella trazados son negrc>s y rojos y consisten en seis
cruces de San Andrés, sep<>xada5 por grupos de cuatro
líneas paraJ.,J~s. Los llamados quipus, qu~ más pro-
bablemc:nte, representan hojas de palma, son dos líneas
\'erticales, de las que arrancan once nervura~ de cad;¡
lado, formadas por tres líneas paralelas, .que terminan
en unos círculos pe<¡ueños. Estos dibujos "stáu limit.a
dos, junto a las asas, por fajas semejantes a las centrales.
En dos ejemplares, el cuello ha sido pintado ele
amarillo (Quito), y ~n Í!no, de fajas blancas y rojas
(Arnbato). Los vasos en referencia son de pequeña>
dimensione~ [ 20 centímetros de altura].
Además de !os tres arivaks de nuestra colección,
conocemos los siguientes, que tienen (lecornción igual:
1 de ]barra (Se!er, 1893, L. 48, fig. 20);
1 de la ¡.rovincia de lmbabma ( Wlzymper, r S 92,
pág. 279 );
1 de la isla de la Plata (Manabí) (DorSt)'· 1901,
L. 42 );
1 ele Inca pirca en Cañar ( Gonzcilez Sucirez, 1892,
L. 40, fig. 1~).·
1 de Achupallas ( Ulzle, 1889, L.¡, fig. ¡~');
1 de un lugar indeterrnina lo del E~uador ( Ba.mps,
1 879· L. 4· lig, 2~)
La distribución de este tipo fuera del Ecuador es:
3 de lugarFs indeterminados del Perú ( llhtws,
1917 L. XIII, fig. !~,L. XV, fig. 1~; U!t.!e cmd Putmmz,
1914, L. XV, fig .. 1~);
l ele Moche (Uh!e, 19IJ. L. IV);
de Marcahuamacho ( TVierter, r88o, pág 157);
I del Cuzco ( Se!er 1893, L. III);
1 de un lugar de la sierra del Perú (Joyce, 1912,
L. XXII, lig. 5~)

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LOS INCAS EN EL ECUADOR 19
1 d~ Puno (Sder, 1893 1.. VII, fig 11);
1 de Kasapata· en Titicaca ( Banddier, 1910,
L. so)
1 de un lugar indetc.rminado de Bolivia (Castc!uau
1:'\_q, L. XII);
1tl82 fig. 211);
r de Chile (ivledina,
1 del Norte Je Chile (Oyarzum, 1910 fig. 4\
pág. 15 ).
0-r-a. Los arivalcs decoraclos con una faja horiwntal,
con meandros, son especialmente frecuentes en el Ecua.
dor, ya que, de cinco que conocemos, hay 1 de !barra,
1 de Quinjeo ( Bat~tp.r, 1879, L. IV, fig. 2~) y I de un
lugar indeterminado del Ecuador ( venteau, 1907, pág.
2 17, fig. 14 ), siendo los otros dos que se conocen, I del
Cuzco ( Se!tr, 1893• L. Ill) y del útro sólo se sabe que
es del Perú ( !tfeans, 1917, L. XIII, fig. 2~)
El Pjemplar ele !barra (L. X, fig. 8~) es pequeño
r1c1 centimctros ele altura], de harro rojo. A la altura
del principio de las asas. hay un cuadrilátero, limitado
por doble línea ne;::ra, en el que se han trazado los mean
dros con una línea negra, bonld<la de cada lado por
una blanca y una negra. .
P-1-a. La distribución de los arivales decorados
con una faja hodzonto<l de rombos es;
de Quito (U!de 1889, L. VII, fig. 3~);
1 de Latacunga ( Seler, 1893 L. 48, íig. 13 );
de Pelileo;
de Tisaleo;
de Cuenca (Bamps, r879, L. IV, fig. 6'.');
1 de Chacota ( Nadai!lac, 1883, fig. 176, pág. 429);
1 de lluarmey (Dh/e, r889, L. X, fig. 9~);
Tanto en el ejemplar de Quito como en los de
Pelileo y Tisaleo, hay unas fajas verticales junto a las
asas y la faja horizontal es color claro; los rombos están
hechos con varias líne:ts negTas, paralelas, que dejan al
interior un campo d<:! es~aques rojos y blancos ( 1).
[1[ Las otraB tlecoracione• L, M, N, Ñ, Q, U, ltr, T, U, V, W,
X, Y y Z, uo se oncuontran en eJ Ecuador. Su dit<tl'ibución tts:
L-1-a: 1 <le! Cuzco ( Ham;~¡, 1897, L. 38);
M-1-a: 1 do Colanga ( 8elor, 1893, L. 6, fig. 11);

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20 LOS INCAS EN EL ECUADOR
----
La segunrla [b J variedad de los arivales e., bastante
rar3; en el Ecuador está rept esen tada por '"'"' pocos
ejemplares, además del ya descrito anteriormente:, todos
sin dt:c,Jración alguna [A--1 -b]: 1 de Quisapin• ha y 2
de un lugar indeterminado LL. IX. fig. 3~ y L. X. ligs.
1~ y 2~'). De esta variedad no conocemos ni un svlo
ejemplar de las provincias centrales de Tihu~wtinsuyo;
los dos r¡ue hemos encontrado en la literatura america-
nista provienen de las provincias incaicas meridionales,
y son el uno [ A-t-b) de Freirina [ Oyarzum. 191 o, lig.
s?, pág. r6) y e\ ótro [K-r-b) Je Choya Catamarca
(Out es, 1907, L. 1Il, fig. 7~)
De la variedad 3~ no conocernos ningún ejemj1lar
ecuatoriano [1), mientras r¡ue todos los .de la 4~ son
del antiguo Reino de Quito, a saber:

N-1-o: 1 del C•nco ( &ler, 1893, L. ~);


Ñ-1-a: 1 de Belén ( Oule>', 1907, L. 3, lig. 5")¡
Q-1-a: 1 del Pertí [ Joyce, 1!Jl2, fig, 27, pág 211[;
R-1-a: 1 del Perú ( D' Orhi[Tni, 1847, L. 21, fig. 2");
Rr-1-a: 1 de la sierra del Perú Joyce, 1912 L. 22, fig. 6'.];
J

'l'-1-o: 1 t!el Cuzco [ I:Jeler, 1893 L. 3" [;


1 de lugfi.l' indetm·minado del Perú ( 1;<;chu.di .11 Rivc,.,
1851, L. aü, fig. P);
U-1-a: 1 del Cuzco ( 8dcr, 1893, L. 3~ );
V-1-a: 1 del Cuzco ( Sclcr, 1893, L. 3~);
W-1-a: 1 de Pueblo Nuevo en el Perú ( Uhle, 1889, L. 10, fig.
iO~);
1 de Cumaná en Bolivia ( Lejal, 1905, L. II);
1 do Pucará de Lct•ma ( Boman, 1908, L. 11!, fig. 43);
X-1-a: 1 de Pacbaeámae [ 1!/de, 190:1, L. 13, fig. PJ;
2 de Huaraz l Sclc-r, 1893, 6•. 9" y 11 h
Y-1-a: 1 de Lambaye.¡ue (Seler, 1893, L. 37, fig. 3');
1 rle Huaraz (Selcr, 1893, L. :17, fig. 4~);
1 de Trujillo ( Sel~r, 1893, L. 37, fig. 5" l;
1 de Ancón (Reiss and 81übel, 1880-87, Vol. III, L. 97,
fig. 9~);
1 deTorranafe (U/de amll'ut.man, 1914, L. XV, fig. 1");
2 del Cuzco, ( 8eler, 1893, L. 3" );
1 de Co¡Ja<JHbana [Hanly, 1897, L. 38\;
Z-1-a: 1 de la Paya l Bomun, 1908, L. 11, fig. 22J.

[11 Los :uivales de la tercera variedad qne conocemo~, ~on:


8 ejem1>lares de La Paya [ Ambroseai, 1907, figs. 1:22
hasta 130 inclusive].
K 1 e Freirina 1 Ouarzum, 1910; lig. 1", pág. 12j.

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LOS INCAS EN EL ECUADOR 21
B- r-J Uno [L. X, fig. 4~] de un lugar indeterminado
del Ecuador, pintado de blanco en su mitad superior, y
ótro [L. XI, fig. 5~] de la provincia de Tunguragua
[ D- 1 -d], pintado co!l fajas verticoles blancas, que re sal·
tan sobre el fondo rojo Jel vaso.
Las otras variedades de <.~.rivales, excepción hecha
de la décima no existen en el Ecuador. Algunas,
como la 5~ [e), la 9~ [i] y la 12~ (1], son tan raras, que,
de cada una, sólo conocemos un ejemplar [r). Deben,
pues, ser consideradas como formas esporádicas produc·
tos de la fantasía del artista que las hizo; siendo acle·
más de not,lrr.e que todas pertenecen a provincias aleja·
das del Cuzco, como el país Calchaquí, o a lugares en
donde la libre variedad del arte aborigen enriqueció e{1 1
formas al arte cuzqueño tan ritual e inmutable. '--·
La 6~ (f) y 11~ (k) variedades deben también con.
sidcrarse como formas locales, propias de la costa perua-
na o del país Dia¡;uita (2). ·
La 7~ (g) parece exclusiva de Pachacárnac (3] y la
[!] A--!·-e: Chimbote ( Wiener, 1880, pág 596). Y-·1--i: Pa-
chacámac ( Uhle, 1903, L. 13, fig. 3~ ). A .. J.-1: 2 ejemplares
de Calingasta ( ])ebencdelti, 1917, fig. 70 pág. 103).
[2J A--1--f: 2 de La Paya ( Amorosctri, 1~02, pág. GG, fig. 47, y
pág. 69, fig. 49 ).
A .. ].f: 1 de Ancón ( Rdss and Stübcl, 1880--87, Vol. III, L. 9R,
fig. 3~)
A··l·-f: 1 de Arica (Ewbank 1855, Vol. II, L. IX, fig. P).
E--1-.f: 1 de Santiago ( lffedina, 1882, fig. 210).
V-1-·f: 2 de t:achanámac ( Uhle, 1903, flg. 74, pág. 64. y flg.
8!, pag. 66).
W--1--f: 1 de Chavin (&la, 1893, L.~. fig. 5~)
Y--l .. f: 2 de Pachcámac (U!de, 190;'1., fig. 80, y L. 13, fig. 5':)
z..] .. f: 1 de Pilacio ( La.fonc Q~tevcdo, 1908, fig. 68 y 69, pág•.
392 :r 393 ).
Z-1-f: 2 do la Paya\' AmbnJ>ctti, 1.902, fig. 17, pág. I:J3, y Ho-
·luw¡ 190$, L. XI, figs. 22 y 231.
Z-1-f: 1 de Andagalá [ Ouks, 1907, L III, fig. P j
Z-1-f: Intiguasi 1 Oute8, 1907, L. TII., lig. 3'.J
Z-1-·f: fJanta María do Catamat·ca 1Oule.s, 1907, L. liT, fig. 6'.1
K--1--k: Paohacámac [Uklc, 190.3, L. XVIII,fig. 6".]
A--1--k: La Paya I.Mnb•·ost:tti, 1907, pág. 283, flg. 122.]
[3] Y-·1--g: 2 de Pachaeámac l Uhk, 1903, fig. 82, pág. GG, L.
Xlll, fig. 6".]

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22 LOS INCAS EN EL ECUADOR

8~ [h] del Cnzco[1]. Excepción hecha de nn vaso encon-


trado en el Gran Chimu ¿;,¡caso ésta '-" una forma más
antigua o destinC~da a un uso ritual, particular, exclnsi
''O, de la metr<Ípoli incaica? La "'·nlución de los ariva-
les, tal como nos parece d.,bió ser, excluye la ide;¡ de
c¡ue la forma sea más antigua; al conlra1·io, parece ser
una de las más recientes.
La variedad j, esto es, los arivales J,, cuello. corto>
no f.tltan en el Ecuador. H<>y úno sin rlecnr"ción ni
pintura, [A-1-j] de Machachi ( B,r,mps, 18¡c¡. L. VIII,
fig. 4~); ótrn (L. XI, fig. 1~'), pintado con romhos, dis-
puestos verticalmente, y campos con dientes de sierra
[F-1-j], cuya exacta procedencia se ignora, y ótro
[L. XII], de Ambato [T- 1 jJ, muy interesante por sus
pinturas, que están dispuestas en una ancha faja horizon-
tal, bordad.a por clos líneas negras y dividida en 10 cua-
drados, dispuestos en dos filas superpucst~.s; ro
menzando por el primero ele la rlcrecha del observador,
se han trazado dos signo~ escalonados, superior el úno
rojo, inferior y negro el ótro, 'lividiendo el cuadrado
diagonalmente; en el 2? se ha representado lo que pare
ce ser una serpiente enroscada; dibujo que se reproduce
en el 4~. mientras el signo escalonado está figmado en
el 3~ y s~; en e\6~. primero de los inferiores. hay un pu-
ma, visto de lado, así como en el 8? y ¡o? En el 7" y e¡?
se reproduce el signo escalonado. Junto a las asas,
hay dos fajas verticales de cuatro líneas en zigzag,
alternativamente, rojas y negras, de tal modo c¡ue
forman rombos.
De la forma j, además de los tres cjemplare.~
ocuatorianos, se conoce úno de Tacomata ( K-1-j) ( Seler,
1893, L. 6, fig. 14) y 6tro de Colanga (M-1-j) (Se/o·,
1893, L. 6,fig.12).
Al estudiar los pocos arivales encontrados en la
provincia de Imhabura, <J.firmimos que todos los que
son de estilo puro, provienen de la rnetr6poli incaica,

[1] Y--1--h:'3 del Cm.co \Helcr,1S93, L I1I, L. IV, flg. 3'.]


T--1-·h: 5 del Cuzco, [&lcr, 1893, L. lll].
Y--1--h: 1 ele! Gmn Chimn ¡&lcr, 1898, L. XX, fig. 7'1

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LOS INCAS EN EL ECUADOR 23
salvo raras excepciones, ya que todos son de una misma
calidad de barro. Esta O!Jinión, que entonces emitímus
por d estudio de los arivales bdivianos que se guardan
en el M use o de la Paz, y por los ecuatorianos que
nosotros conocíamos b tenemos hoy por muy fundada,
tratándose rk los ejemplares más hnmosus y mejor
decorad"'; que, en cuanto se refiere a los at"ivales más
sencillos, quizás es exagerado afirmar que provengan
del distrito del Cuzco, pues, para explicar su unilormi-
dad, basta tal vez, el supoller que fueron hechos por
albreros cuzqueños [1 J. Hay, sin embargo, cierta$
variedades de arivales, que, como ya hemos hecho
notar, son enteramente locales y que, indudablemente,
han sido fabricados en las provincias en que ahora
se encuentran y por nativos de ellas.
Las formas más caracterbticas del arte cuzqueño
son los arivales, y de ellos puede decirse que son el
fósil directivo por excelencia, por el cual se reconoce
la influencia ic;<ica en un lugar. Así, no será por demás
tratar de establecer su origen, ya que, dada su impor-
tancia, su genealogia puede presumirse que será la
de la civilización incaica.
En la lámina XII reproducimos cuatro vasos
tiahuanacotas. El primero, tosco y ord-in-ario, es una
alfarería doméstica de la primera época de Tiahuanaco
[2]; su forma es pesada· y carece de la esbeltez que
tienen vasos más modernos. El segundo, así mismo,
sin decoración alguna, pero de una ejecución mas esme ..
rada, se acerca algo más a la forma de los arivales. Ma-
yor es la semejanza en el tercero y cuarto, que, como se
vé evidentemente por los dibujos que los adornan, son
producto·.; de la más desarrollada civilización de Tia-
huanaco. Del prmer vaso al LÍitiino se vé adelgazarse
las fórrnas y hacerse la base más puntiaguda, el cuello
rnás esbelto, así como colocarse las asas en el lugar
que ocupan en los más perfectos arivales. Mas la dis-

(!) Jijú·n y Crwmnilo, 1914, pág. 162.


12] Hohre. In existencia de dos épo(~a1'5 de Tiahua11aco, véase
Jo[eans, 1Ul5, págs. 32+, 328, 355, 363.

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24 LOS INCAS EN EL ECUADOR

tancia de este último vaso a los arivales es aón bien


notable y aun podria dt1darse que fuesen é,tos tina
forma antecedente en la evolución de los arivales, si no
ttwiéramos otros vaso~ intermedios, tanto en la forma
como en tiempo. En cementerios cercanos a Arequipa
se encuentran juntamente con vasos que, por su forma
y ornamenteción, pertenecen al fin del período de Tia
hu anaco, vasijas semejantes a la del N? z rle la 1..
XIV, de técnica menos perfecta y ornamentación más
sencilla; pero que constituyen un eslabón más en la
cadena de la evolución. l\Us vecino de los arivales
está el N? 2 de la misma lámina, proveniente de Q'atan
valle del Vikanota, del c¡ue casi puede afirmarse que
es un arival. En fin, el vaso de las figuras 3~ y 4~ de la
lámina, aunque en algo diferente por su forma, está
decorado en un estilo muy semejante al cuzqueño. Este
vaso, extraíclo de una tumba entre rocas del valle del
Vilcanota, parece ser algo más moderno que los anterio-
res [ t]. De esta forma derivan quizás algunas de las
urnas cinerarias calchaquís [Lámina XIV, fig. 5~' y 6~]
qne representarán un término de evolución, iniciada en
Tiahuanaco, mientras l()s arivales representarán el ótro;
lo que explicarla la gran difusión de los arivales en el
NO. argentino y su adaptación al arte local. Conocida
es la gran influencia ejercida en los Diaguitas por Tia-
huanaco [2].
En los vasos tiahuanacotas que hemos figurado,
hay un detalle que no conviene pasar en silencio, por-
que es una comprobación ele nuestras afirmaciones, y
es que en los dos vasos decorados se ha representado
la figura del titi del jagunr o quizás puma. El ti ti, el
cóndor y el pescado son los tres elementos principales
del arte ele Tiahuanaco [J], que se repiten constante-
mente, evidenciando su gran importancia en el simbo-
lismo religioso de aquellos remotos tiempos. En los

Jl) U/tle, 1912, págs. 324 y 328.


(2) Ukla, 1912, págs. 504 y 507.
(3 ) Ukle, !892, explicación de la L. 9.

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LOS INCAS EN EL F,CIJADOR

arivales, unánimemente, todos los americ.anistas recono-


cen la representación muy esti:i,ada de un felino en la ca-
becita de animal, que casi todos tienen en la cara princi-
pal. Ahora bien, esta n·presentación incaica no es sino
,.¡ último extremo de la estilización de las representacio-
nes tiahuanacota<; del titi, como puede verse examinando
la lámina XV, en que hemos reproducido tres ca-
bezas de ti ti, tomadas de timbales, dedicados a este
animal; de las cuales, la pri-
mera, es probahJ., data de
la primer:>. época de la me-
trópoli andina; y todas co-
rrpsponclen a las tres etapas
de la evolllción <>n refceren
cía, con la que se relaciona
también la dibujada en la
tig. 5~ y que se ve en un
incensario de Tiahuanaco. [ 1]

0!/,zs beako·.- Y a hemos indicado anteriormen-


te las diversas clases en que Hingham divide estos va-
sos. Réstanos ahora sólamente enumerar los que noso-
tros conocemos, provenientes del territorio ecuatoriano,
y tratar de la distribución de estos vasos en Tihuantin-
suyo.
DP la iorma a se han encontrado ejemplares sin de-
coración alguna [A 2 a]:
1 en la isla de la Plata en Manabí ( Do1·uy, r 901,
fig. 41);
1 en Mocha fL. XVI. fig. 1 ~];
I en Pclilco [L. XVI, fig. 3~];
en Ambato [L. XVI, fig. 6~];
en un lugar indeterminado [L. XVI, fig. 4~J;
de Kuati ( Baddier, 1910, L. 79, ligo .• ~·y 3~·);
1 en la Paya ( Ambrosetti, 1902, fig. 15, pág. 132);
1 ele Cochinoca (A mbrJsetti, 1902, pág. 42, tig. 56).
De la forma b [A-2-b]:
r en Gualaceo (!Ja-mps, 1 f\79, L. 8, fig. 6~);

( 1 ) Tiahua.naoo, colección del aut.ot•.

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16 I.OS INCAS EN EL ECUADOR

1 en un lugar indetermith<du de ¡., sit:rra "cuat~>< i;:


na [L. XVI, fig. 2~]:
en Infantes ( TPiener. 1R8o, pág. 597):
en Pachacám.'ic ( Uhh·, 190J, L. 11', lig. 5~).
I en un Jugar inJ{~t(-TJllin3do Jel Perl1 ( lJ/¡-ans,
1917, L. XV, fig. 1~):
2 en la Paya ( Boman, 190R, L XIV, fig 28).
De Ll forma " [A-2-c]:
1 de Quito;
1 de Copacabana ( 11«111)'• 1897. L. 34):
1 ele Pach;,cámac (U Me 1903, L. dl. lig. 5~)-
De El A11gt'l provien" 1111 c·jemplar rnuy curio•co
[L. XVI. tig. 6~]: no ha sLlo, como los dem~b vasos d(:
este género, pu~sto al fuego del ho.!..!ar, sinn fllle e~ nuevo
y no nsadr>; tiene el pie m[,,; corto y la ba';" men•Js ancha
qu·" los de los demás; en d l.1bio y la arista form.Hb por
los dos elenH,ntos constit11tivos de[ r~cipienl<,, se ha
pintado nna ancha faja roja. A pesar de las difer"nciac,
de forma que se advierl•cn, lo clasilicaremos en la
variedad e [B-2-c]. Debe advertirse q11e r·•; d único
objeto incaico conocido del país de los Past<ls.
Muchos vasos de estos, como e[ de b isl:1 .!e la
Plata, tienen tapaderas, las que, según Bin.c:halll, pueclen
ser ele tres clases: [al planas, [b] 'Óncavas y [e] convexas.
Vasos con dos ams.-i\ntes de pasar adelante en
[a descripción de [os objetos incaicos, encontrados en el
Ecuador, es preciso tratar ele aquellas ornamPntaciones
qne, sin ser J-!Cculiarcs de los platos [1 1 y 12] ni de lus
tirnbalres [1 5]. se encuentran en la cerámica incaica.
Son éstas:
A' Esta ornamentación consiste en cios fajas hori-
zontales, bastante distarJtes entre sí, de color cbro, en
las que se han trazado rombos [L. XVII, t1g. 1'.'];
B' En las partF.s superior e inferior del vaso, hay
dos fajas angostas, con d clibtJjo llamado cruces y·I!Jze,rs;
y, en el centro, cuadrilongos, unidos por delgadas faji1;1s
[L. XVII, fig-. 2~].
C' En la mitacl ele las paredes del vaso, h~y una
línea angulosa, y, en los ángulos así formados y junto et

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LOS INCAS EN Er. BCUADOR 27

los labios del recipi•~cte, y a la base, hay el dibujo de


la pidmide escalonada [L XVII, fig. 3~];
D' Junto al borde del vaso, hay una ancha Ü~a,
di vid ida ~n p~queños cuatlrados, en los que, diagonal.
mente, se ha trazado el signo escalonado [L XVII.
íig. 4?];
E' Media faja horizontal de quipns [L. XV[,
iig. 5~];
l" Esta t!ecoración consiste en cuatro líneas hori·
zontales, almenadas, opuestas Jos a dos;
G' Vasos ornados con cruces y líneas, dispuestas
en faja horizontal.
Las ollas con dos asas son muy raras en el Ecuador,
en donde sólo conocemos un ejemplar de la región de
los Cañat·is. Parece que son bastante ''"casas en todo
el Perú antiguo, como puede juzgarse por la siguiente
lista:
(P-4-a) Perú ( Mea1ts, 1917, L. 14, fig. 2~);
(A-4-b) Ancón ( Wiener, r88o, pág. s);
(B'-4-b) Región de lo' Cañaris (Gonzd!ez Sudru,
dl92, L. X, fig. r~);
(U-4-b) Huaira en Bolivia (Caste!nau, r854. L.
lJ);
(P-+- e) La Paya ( Ambrosetti, 1907, fig. 29, pg. 53);
(T-4-c) lñak Uyu Koati (Bande!tá, IgiO, L. 76).
Al catalogar los objetos de esta forma, que nos son
conocidos, hemos seguido la clasificación que de ellos
hace Bingham, que es:
a] Recipiente profundo, muy poco más ancho que
alto; asas, fajas de barro horizontales, colocadas bajo el
labio del vaso.
b] DiC.:rénciase esta variedad tan sólo por
sn menor altura.
~] Recipiente muy bajo, con las asas junto al labio.
d] El asiento es convexo, en vez de plano, como
en las otras variedades.
e] Dos figuras d" animales, colocadas vertical
mente, sirven de asas [ t].

(1) Bingham, 191\ fig. 46, págs. 262 y 26:J.

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2S T,OS INCAS !W ICL ECUADOR

Ol!as Pdiles.-ne este g-énero de vasos hay,


segí1n Bingham, en Milchu Pie< hu, cuatro cla,es. a las
<¡ue nosotros añadir•"mos Ílna. :',,í, las variedades dt:
estos vasos serán:
a] Pt:likcs L:on risas co111u cintas qu<::: conexionan
los labios con las parctks del recipicnk (l.. XVIII.
fig. 1~)
b] l'elikcs con asas red.•ndas y co¡·tas (L. XVIIL
fig. 2~)
r. J Las asas son a nwtlo Je cintas, que arrancan de
deLajo de los labios <le! \'aso (L. X\' 111, fig. 4~)
d] El reci¡;iente mucho más ancho 'lue la boca (L.
X\'III, tig-. 5~)
"] Esta vari<:darl se clistin¡;-ucc por teuer una cabe-
cita de puma, igual a la de los ari vales, y por estar las
asas en la parte baja del cuerpo delrecipit:nt~ [L. XVIII,
lig. 3~]
Esta forma de vasc s está extraordinariamente Lio:n
representada en el Ecuador, ya que, de nueve ejempla
res que nos son conocidos, seis son ecuatorianos. Esto
se Jebe quizás a que, por no ser decorauos y care•:er d"
belleza los pelikes, no han sido fig urauo; por los perua-
nólogos en su; obras sobr" a¡·qLieología; o quizás tam-
Lién porque, proviniendo casi toJa la ico:wgrafía del
;;rte peruano de üLjetos encontrados en la costa del
PerÍI, falte esta clase d~ vasos en toda aquella rtcgión,
así como en el país Calchaquí ( 1 ). Parécenos más
probable esta segunda suposición, puesto que la prime
ra no podría explicar la falta de! estos vas"s en la región
Diaguita, ya que las publicacion<:s de Outes, Ambrosetti

(1) Se enc.outraron pelikeH:


IA-6-~1 1 "" Pnjilí (Bamps, 187D, L. V, fig. 6');
1 en Pelilo<>, (L. XIX, fig. 1' );
2 f:n Atnlw.to (L. XIX, ligs. 2~ y :3");
1 en un lugar inUetnrminado del .Perú ( 1llm11-s, 1~17.
L. H,fig.l');
(A~-ü--b) 1 en Amngmtúa;
1 en lnga Ureu, Ambato JL. XIX, fig. 4'1;
[A--(i .. ,\]1 en Amlmto [L. XIX, fig. f>"];
IA--Ü--PI 1 en c:onsOl'Vctdayoe, (Biuglwm, 1!114, fig. !J-1-, pág.lthl)¡
[U--Ii--e] 1 en Chucarip•.·-¡oata, Kuati ( Btwddier, 1n10, h ú7).

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LOS INCAS !lN EL ECUADOR 29
y Debenedetti reprodL!Ccn, no sólo aquellos objeto~ que
tienen inlerés artístico, sino todos cnanlos esto~ ar-
qlleúlogos encut:ntL·an en sus pacientes y metódicas
"xcavaciones. Mas, c͡-eunstaClcia muy digna de tomar-
se en cuenta, los Jos vasos q11c conocemos ele la forma
c. son del centm ele! lnmerio. Son tal vez una forma
primitiv:. de arival, si bi~n se opone a esta hipótesis el
ser las I'Llinas de Espíritu-pampa lllll}' modernas, según
la opinión de Bingham, que las descubrió y exploró.
Las caras humanas que adornan el ejemplar encontrado
"" Koati, recuerdan el estilo lineal de la civilización de
Tiahuanaco. El pelikc, así como el arival, deriva del
arte tiahuanacota.
Ollas l.Jiota.-No hemos encont1·arlo 11Í un
solo ejemplar de eslus vasos en el Ecuador. De ellos
halló una variedad Bingh~''' en Machu-l'icchu, con las
asas en f,Jrma eJe faias, con~xionando los labios con el
cuer¡Jo del vaso, y rle base muy puntiilguda [a]. (L.
XX,fig·. 1~)
En Pilchacámac, obtuvo Uhle otra variedad
(ll-7 b), con pequei\as asasho1·iwntales (L. XX, fig. 2~)
Ollas Pz'thos.-Tampoco conou~mos ningún ob.
jeto tk esta c]a<;e en el Ecuador.
Conocc.mos dos variedades de pithos; la primeL·a (a),
descrita ['ilr Ilingham, de agarraderas anchas, a rnoelo
rle cintas, y asiento plano; y la segunda, que la estable-
cemos, en vista de una vasija cuzqueña [D-S-1], figura·
da por Sder [1893, L. l]. que, como los arivales,
tiene la cabecita de puma en 1a cara orr.amentada y dos
di111inutas orejitas junto al reborde de la abert\¡ra
[L. XX, fig~. 3~ y 4'-'J.
Jlfa.rmi!as Le bes [ ¡ ].-Uc esta forma de va-
sos inc,aicos sólo conocemos un ejemplar, además de
I•>S figurados ¡ior Ilingham. y es uno ele Pachacámac
[A-lo-d. Ult!e, 1903, lig. Ss, pág. 66]. Hay dos
variedades Llc lebes, según las asas (,stén más o me-
nos altas.

PJ No comwemo~. 0n la l1toratura amPt•ieanista, ot•l'<.l ejem.


·~ plar de hydr·ix /DI qlw eJ de .1\fachn }•j,_:e)m fignratlo pm Bingbt1m

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30 LOS INCAS EN EL ECUADOR

Platitos colt ma¡¡,g·o, Lari!e.-En los platos <"On


mango, así como en los profundos y en los timb.1
les, la decoración difiere alg-o ele la de las otras ch.
ses de objetos. E•to es debido a la diferent~ forma ele
la superficie decorada, puesto qne los elementos de la
decoración son los mismos que los que adornan los ari·
vales, jarras, etc.
Vamos, pues, a describir los dibujos que son pro
píos de las dos clases de platos.
a, La decoración consiste en líneas de color. par·;c.
lelas [L. XXI, fig. G~J
li El plato ha sitlo decorado con círcul"'; concéntri
cos de diversos colnres (L. XXI, lig. s:')
y El campo decorado ha sido dividido en cuatro
partes iguales de colores diferer1tes [L. XXI, fig. 4~]
~ Fajas verticales ele cruces y líneas bordeadas de
dientes de sierra (L. XXI lig. 3~).
e Dos fajas de cruces y líneas que se cruzan en
ángulo recto ( L. XXI, fig. 2~)
1,; Esta decoración consiste en una faja central, ver·
tical, de escaques;con dos laterales de cruces y lfneas, y
campo llano, con bordadura de dientes de sierra [L.
XXI, fig. 1~]
'11 Tres íajas verticales, decoradas con lfneas que
se cortan, formando rombos y campos laterales de dien-
tes de sierra, dispuestos en círculos, paralelamente a los
bordes del plato (L. XXII, lig. 1~)
e Faja vertical de líneas paralelas y, en el bar.
de del plato, dientes de sierra, ocupando el espacio in.
termedio espirales dobles ( L XXIII, fig. 1~)
¡ Faja vertical, central, de líneas en zigzag, con
meandros (L. XXIII, fig. 3~)
" La ornamentación consiste en círculos concén.
tricos de espirales dobles (L. XXIII, fig. 2~)
í\, Esta decoración consiste en una estrella de cinco
puntas, en el centro dd plato; y en dos zonas circulares
paralelas: la úna decorada con cuadrados reticulaclos; la
ótra, con líneas en zigzag (L. XX!I, fig. 2~)
Hay nueve variedades de platos con mangos:

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LOS INCAS EN EL ECU1\DOR

a) t\sa ~" formad~. cal>eza de pato y. opuestas al


~~sa 1 unas dos peC}Ut:ñas f-lrutuberancias, representando la
• ul;, del ave con dos t""1llefias incisiones [L. XXIV,
fig. '1·\J
h] El m~ngo n la cabeza de un pájaro con cresta
[L. XXIV, tig. 2~']
e] El rnang·n es la ,·al.cza Je una llama [L. XXIV,
fi~. J?-]
d] El ma11go es u!la cabeza hun1ana [L. XXIV,
lig-. 4~]
e] El asa es una faj;o de barro, formando agarra-
Jera, colocada verticalmente [L. XXIV, fig.s~]
f] La agarradera está colc.caJa horizontalmente
[L. XXIV, lig. 6'.']
g] La agarradera es una cabeza de pato, Je eje-
cución muy realista [L. XXIV, f1g. t']
h] L1 agarradera termina eu un botón [L. XXIV,
1ig. s:•J
La distriLución de los platos con mango es:
[A-tt-a] Machu l'icchu (Arordmskiold, 19t5,
pág-. 173)-
[A-tt-a] Perú (Tsclwdi )' Rivero, I851, L.
XXIX);
[A 1 1-a] l'ucará de Lerma ( Bomail, 1908, L.
XVII, fig. 45);
[T-11 a] Perú (Tsc/wdi y Rivero, 185I, L.
XXXV, fig. 2~');
['W- 11-a] 6 ejemplares ele La Paya ( Amb>-osdli,
1 907, fig. 1 31, pág. 29 1: Boman, 1 goH, L. XV, fig. 29 );
[el-JI-a] Titicaca (/-Jaude!ia, L. XLVIII, fig. ¡'.');
[E-ll-a] l'erú ( Tsdtudiy Riz•ero, I851, L. XXXV,
fig. 3~');
[8-11-a] Chile (Hwbauk, IilSS· L. IX, pág. 11);
[A-i 1-b] Na>acara ( Seler, L. VIII, lig. 13);
[1-1-II-b] Nacas«ra (Sc!er, L. Vlll, lig. 15);
[T-I 1-b] Cuzco (Se!cr, L. VIII, fig. 18);
[c.<-II-b] La Plata ( Dorsey, pág-. 259);
f~-It-L] Cuzco (Seta, LVIII, lig. 17);
[8-I 1-b] Cuzco ( Sc!er, L. VIII, fig-. 1 7);
[~-11-d] l'erú (IIlemts, 1917, L. XIV, tig. 3~);

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J2 LOS INCAS J;;N EL ECUADOR

[..i-11-d] Perú (.Veans, 1917, L. XV, fig. 4~);


[A-1 1-e] Cochinoca ( Ambrosett1., 1902, fig. 42,
pág. SI);
[A-1 r-e] Puerta de Tastil ( Homan, 1908, fig. 62,
pág. 35 s);
[F-1 1-·e] Latacunga ( Ba.mps, L. VI, fig. 6~);
[A-r r-f] Pucará de Lerma ( Boma.n, 1908, L.
XVIII, fig. 45);
[A-r r-g] Cuzco ( Ewbank, 1855. L. IX, fig. 10);
rA-II-g] La Paya (Bomatt, 1908, L. XIV, fig. 28);
[T-11-g] Pachacámac (Uh!e, 1903, L. XVIII, fig.
6~ );
rT-11-g] Nasacara (Seler, 1893, L. VIII, fig. 14);
(T-1 1->~) Freirina (ilfcdina, 1882, íig. 165);
(Y-11-g) Kasapata, Titicaca(Bande!ier, 1910, L.
XLV);
(Z-11-g') 2 de la Paya (Ambrosdti, 1902, fig. 25,
pág. 1 39; Boman, 1910, L. XIV, lig. 29);
(¡9-r r-g) Kasapata, Titicaca ( Banddicr. 1910, L.
XL VIII, fig. 4~ J;
(íl.-1 1-g) Hacienda del JJedn, valle de Chillo, pro·
vincia de Pichincha.
(A-11-h) Titicaca (Bande!zú, 1910, L. XLVII!,
fig. ¿~);
(A-1 1-h) La Paya ( Ambrosetti, 1902, tig. 15, pág.
IJ2);
(<-11-h) Pe1·ú (Tschudi ;• Riz•enJ, 1851, L.
XXXVIII, fig. 2~)
Como se ve por el catálogo antecedente, los platos con
mango son raros en el antiguo Reino <le Quito, mientras
abundan en el centro del Imperio incaico y en el país
Calchaquí. Difícil será precisar el significado de este
hecho: suponer que los 'platos con mango hubie·
sen caído en desuso en lo> últimos tiempos de la monar·
quía cuzc¡neña, sería muy temerario, ya que su decora·
ción nada absolutamente tiene de arcaica.
Los Calchaquíes, aunque nunca fueron clomir1ados
por los Incas tan completamente como los aborígene3
del Ec•.'ador, recibieron en época más temprana la

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LOS INCAS EN EL ECUADOR 33

influencia de los hijos d~l sol [r]; lo qtJe explica el


empleo de la ornanwntación calchachí en objetos
incaicos.
Los platos <¡ue venimos estuJiando, qUt:, induda-
blemente, pertenecen al pcríu~io incaico, son derivados
del arte de Tiahuanaco, en donde se enct.:entran artefac-
tos semejantes [ 2]. Para que se pueda juzgar cuán
grande es este parecido, rcproJucimos cuatro asas de
platos encontrados en Tiahuanacu (L. XXV).
Las conclusiones que rled11jimos del e>tudio de los
arivales, se hallan, pues. completamente confirmadas
por el estudio de lns platos e o n mango.
Platos profu1Uios.-Cuatro son las variedades
que de este tipo se conocen, .•egún l11 forma de apéndices
que tengan, ya sean agarraderas [a], pequeñas pro mi.
nencias con incision·~s [b] o sin ellas [e]. o si carecen de
todo apéndice [el] [JJ. La distribución de esta forma
es igual a la de la anterior, como s"' advertirá por la
siguiente lista:
[e-I 2-a] Cuzco ( Selcr, 1893· L. 8, fig. 19 );
[F-12-b] Cuzco (Se ter, 1893, L. 8, fig. 24 );
[T-1 2-b) Titicaca ( Ba1tdelie1', 1910, L. 48, fig.
3~);
[d-12-b) Recuay ( 1-Viuur, 188o, pág. 595);
(r¡-12-b] Pachanlica, provincia de Tunguragua.
[K-12-c] Vallemar ( lifedi11a, 1882, tig. 162);
[V-12-c] Kasapata ( Ba:nde!ier, 1910, L. 45J;
[~-12-c] Kasapata (Bandtlin 1910, L. 45);
[8-r2-c] Pachacámac ( Uhle, 1903, L. 7, fig. 15);
(t-12-c] Copiap6 (ilfediua, 1882, tig. 173);
["-12-c] Cuzco ( Se!cr, 1893, L.~. fig. 20);
Jarros.-Bingham designó con el nombre de
jarros y el número 13 un conjunto de formas, bastan-
te diferentes entre sí; conjunto que habría sido quizás
preferible dividir en dos o más grupos; pero, como hacer
una nueva clasificaci6n de los tipos establecidos por el

llJ U/tle, 1909, págs. 6 y 29.


12 Dcbt11cdetli; 1917, pág. 105.
[3J Binglwm, l915. fig. 50.

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LOS INCAS EN EL ECUADOR

descubridor de Machu Picchu seria dar lugar a confu-


sión y oscuridad, nosotros se¡;uiremo~ su cla,ilic~ción.
añaclienJo tan sólo algunas variedades a las desui-
tas por él.
La primera variedad (a, L. XXVI, fig. se 1n
caract"riza por la gran a,a, colocada verticalmente, el
21siento plano y el cuello pequeñísimo.
Llos ejemplares ecuatorianos conocemo~. el lmo,
de la provincia ele Tunguragua (0-13-a), es rle co-
lor amarillo, con fajas rojas y negras, en las quro se han
trazado, del colnr del fondo del vaso, rombos y lineas
angulosas (L. XXVII); el ótro. de Quito (L. XXVIII).
tiene en el cu~llo una cara hut!ldtla, rC1sticam~nte hecha:
la nar·iz es corta y taita de todo detalle; l·•s ojos so•1
per¡ueñas protuberancias con una incisión long-itudinal;
la boca es exactamente igual, en forma, tamaiio y cjecu
ción, a los ojos. En la nariz y a la altura de los ojos,
hay una línl!a amarilla, que tenni1.a jLmto a I•JS lagri-
rnales, y de cuyos extremos arrancan, en ángulo recto,
otras dos líneas, que concluyen, con unos círculos dd
mi,mo coloL·, junto a la boca. Esta es una reminiscen-
cia quitás de las !d,s;n'mas, que caracterizan las re-
presentaciones humanas tiahuanacotas.
Las paredes del vaso han sido di,,ididas en ocho
partes, una de las cuales está ocupaJa por el asa, y no
tiene otra decoración. A excepción de esta faja, todo
el vaso está cubierto de linos dibt~os, distribuidos si-
métricamente por bandas. La central está formada
por una serie de cabezas hum<1nas, sumamente es ti-
Ji,adas, dispuestas de tal modo, que las ·tignras g-eo-
métricas que repr·es<entan la boca y las or·ejas, son las
mismas para las dos cabezas inmediatas, opuestas
dos a dos. Esta disposición se encuentra en el arte
de Proto Nazca [1], de la cual es buen ejemplo la
famosa estela de Chavin de Huantur [2j. El dibu-
jo es hecho con líneas amarilla,;. A cada lado u<:

fll H.-r.llton, 1911, fi¡.:". IS, 1Uy20, púgs. 64--li7.-l!/ilc ,,r{


Pntman, 1914, pitgs. 25--:19.
12] Pulo. 1900

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LOS INCAS EN EL ECUADOR

<"la banda, hay f~jitas grises, en las que se han tra-


zado líneas a11gulosas hlane<1S, y, en el interior de
los áng~;los, cuadrados del mismo color. Vienen luégo
los campos de color gris, en los cuales se vé el dibujo
dientes ele sierra, en rojo; repftense en seguida las ban-
das de caras, y, por fin, nuevamente el mismo campo de
dientes de sierra. Entre campo y campo, hay líneas rojas,
y toda la superficie decorada está bordada, por la park
superior, por una línea amarilla, encerrada entre dos gri-
ses, y por las laterales, por una linea negra, encerrada
entre dos amarillas y dos grises. El asa está dividida en
tres campos, en los que se rerite un mismo dibujo. Con-
siste éste en línea' paralelas, grises, y en unas cruces de
San Andréo, hechas con dos: líneas paralelas, de igual
color, que en las partes superior e inferior, tienen unos
triangulito• de puntos amaril[os.
Los ejemplares que de esta forma conocemos fu~ra
del Ecuador, son:
(A-L 3-a) Chillano en Bolivia (Caste!mw, 1854,
L. XX).
(I-13-a) La Paya ( Bomall, 1910, L. XIV, pág. 28};
(K-13-a) Barrealito ( Debwedetti, 1917. fig. 74,
pág. roS);
(P-r 3-a) Puno ( lVimer, 188o, pág. 596);
(Z-13-a) Perú ( Tscltttdi; Rive1·o, 1851, L. XXVII,
fig. I~)
La segunda forma b se distingue de la anterior,
por tener cuello largo [L. XXVI. fig. 2~]. y de la e
rL. XXVI, fig. 3~]. por tener el asa perforada.
En la forma d el menor desarrollo del cuello ha
hecho que el asa sea prominente.
Cuatro ejemplares ecuatorianos poseemos en nues-
tra colección arqueológica: dos sin decoración alguna
[A-r,j-b]. el úno ele Imbabura, el ótro de Mulaló; el
tercero de Guápulo, alturas de Pujilí con la mitad infe-
rior pintada de rojo [C-13-b]. En éste, en el a~a, se ha
dibi0ado con negro una serie de pequeños rombos, que
tienen en el centro un circulo de igual color. Esta pin-
tura debió hacerse con grasa antes de cocer el vaso: lo
demuestran lo intenso del color y la poca precisión del

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LOS INCAS EN EL ECUADOR

dibujo, que indica que, antes <le carbonizarse, se fundió


la grasa y corrió por In superfi~ie Jecoracla.
Mucho más hermoso es el ejemplar Je Tungui·
pampa [Pí\laro, S-1-a]. en el cual el cuello está dado
de color amarillo claro. En Jonde se une el cuello con
el vaso, se encuentran dos 1in e as negr<~s. En el cuerpo
Jel vaso, junto al asa, hay dos fajas verticales, formadas
por clos líneas rojas, en zigzag, encerraJas entre cuatro
lineas negras. En el medio del recipiente hay una an·
cha banda horizontal, que se extiende por caói todo el
vaso y termina en las f•jas vertÍL¡¡lcs. Dicha banda es
tá pintada de amarillo, limita·la por líneas nev.ras, para
lelas, y dividiJa en dos series de 24 cuadraJos iguales,
en los que se h;:. trazado dibujos, que recuerdan las ero·
ces de la Orden de Malta, siendo roja la Je un cuadrado
y negra la del que le está inmediatamente contiguo. El
asa ha sido dividida en aos campos i,;uaks, ornados con
líneas paralelas y aspas negras [L. XXIX].
Sólo dos vasos ecuatorianos del tipo d conoc~mos:
el úno de Imbabura ( fF)'1nj>er, 189~. fig. 279) y el ótro
Je ~lachachi ( Bamps, 1879. L. VJII. fig. 7~'). Los va·
sus de estas formas son muy raros: sólo podemos citar
dos: úno de la b, de Pachacárnac ( Uh!e, 1il93· L. XVIII,
fig. 2~). y ótro de la d, de un lugar Ílllleterminado del
Pen'1 ( Tschudiy Riz•ero, 1851, L. XXIII, fig. 3~)
La forma e [L. XXVI, flg. 4~] recuerJa muy de
cerca la a; sólarnente distinguese de ésta, porque el
asa une el borde del cuello con las paredes del vaso.
l.a distribución de esta forma es:
[A-13-c] Pachacámac ( Uhle, 1893, fig. 7J, pág.
64);
[P-IJ-e) Nasacara ( Seler, 1893 L. VI, fig. II).
[X-13-cJ Chincha ( Se/er, 1893, L. IX. fig. 1~)
[Z-IJ-c] La Paya ( Ambrosetti, 1902, figs. 18 y 19,
págs. 134 y 135).
La forma e [L. XXVI, fig. 5~) tiene el cuello ci-
líndrico, alto y sin rebordes, el cuerpo globuloso y el
asa, que une el cuello con el recipiente.
Los ejemplares de esta forma, qu<> no5 ha sido Jado
examinar, son de barro negro, bien Jiferente del em·

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LOS INCAS EN EL ECUADOR .37
-------
plteado por los alfareros cuzqueños y propio de 1~ cerá-
mica de la costa. A.<;;:Í. noStJtrvs ere( m os que, st estos
vasos fueron hechos para \o,; i11cas, nu fueron fabricados
pnr ellos cunqute los usasen.
Cinco vasos d~ é.,tns sabemos que han sitio hallados
en el Ecuador: uno en lmbabura [A-13-e] ( TFymper,
1892. pág. 279); dos en Quito [A-13-e y V-13-e L.
XXX. li¡;s. 1~ y 2~]; uno en Calpi, cerca de Riobamba,
(Uh/,·, 1889, L. VII, f1g. 15), y L1110en Chimbo (Bamps,
1879· L IX. fig. 6~)
Obj~tus fl'"U3IHJS Je igual tipo, conocemos:
¡del Cuzco [P-IJ-e, Seler, 1893, L. 111];
4 de Pachacámac (\"l-13-e Ult!e, 1893• figs. 72
y 76, pág-. 64; X-13-e, L. XIII. figs. 10 y 15].
De la forma/LL. XXVI, fig. 6~]. que se distingue
de la anterior, porqne el as;¡ no parte del cuello, siendo
vertical a las pare<les del vaso, sólo conocemos Jos ob-
jetus, provenientes Je la !'aya ( Ambtosetti, 190>, pág.
IJ/, y 1907, fig. 53· pág. 74)·
La forma g [L. XXXI, fig. 1~]. caracterizada por
el , uerpo periforme, que la diversifica Je la anterior, no
está representado en el Ecuador; se encuentra en:
Pachacámac (UMe, 1893, L. XIII, fig. 2'-');
en un lugar indeterminaclo del Perú (ivfeans, 1917,
L. XV, fig. 4\l)
Los de la forma h [L. XXXI, fig. 2'-'] son aquellos en
que el asa está colocada horizontalmente. De esta va-
riedad tenemos un ejemplar ecuatoriano [L. XXX, fig.
3\l, de Mulaló, F'-IJ-h]. Es de color amarillo claro,
menos el cuello y, quizás, el asa, que son rojos. El ba-
rro, Je que está hecho, es muy fino y casi blanco, muy
superior al que empleaban los alfareros incaicos. Así,
opinamos que ni este tipo ni el e son productos del arte
incaico, aunque los Incas difundiesen estas formas por
todo el Imperio. La botellita de Mulaló tiene una deco-
ración, que no se encuentra en ningún otro objeto (F'),
consistente en cuatro líneas horizontales, almenadas,
opuestas dos a dos, de color rojo. Este dibujo está jun-
to a la unión del cuello con el vaso.
Frascos o botellitas del tipo h se han encontrado:

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38 LOS INCAS HN HL ECUADOR
--------------- --------------

en el Cuzco 1 [T -1 3-h, Se!er, 1893, L. 111];


en Pacbacámac 3 [A-13-h, [;/t!e, 1903, fig. 68,
pág. 63; V-13-h Uh!e, 1903, fig-. 71, pág. 64;
W-13-h Uhle, 1903, L. XIII, fig. 17];
en La Paya 2 [/\-r3-h, Amb1'osetti, 1902, fig-. q,
pág. rJr; Bomat1, 1910, L. XIII, fig. 27];
en Cochinoca 1 (Z-13-h A mbrosetti, 1902, fig.
7 2, pág. s6).
La forma i (L. XXXI, fig. 3~) es di•tinta de la an.
terior, por tener el Cllello sumamente corto y con rebor·
de. Su distribución es:
(A-13-i) !Vlatalechuza ( JF"irner, 1880, pág-. 596);
(A-13-i) Pachacámac (Uh./e, 1903, fig. 75, pág·.
64);
(Ll-13-i) Pachacámac ( Uhle, 1903, L XVIII, fig.
7~);
(P-13-i) 2 de 1\-bipo (Oyanum, 1910, fig-s. 21
y 22);
(W-13-i) Chile ( Ewbank, r8ss. L. IX, fig. 12).
La variedad j (L. XXXI, fig. 4~) recuerda mucho la
e; pero, en vez de que el asa se extienda entre el cuello
y el recipiente, en éste se encuentran ambas extremi ·
dades del asa. Todos los vasos de esta clase que cono·
cernes, son de Pachacámac (V-13-j Pachacámac Uh!e,
1903, fig. 67, pág. 63; L. XIII, fig. 13; y X-1 3-j, fig.
69, pág. 73 ).
La variedad k (L. XXXI, fig. 5~) ti<~ne dos asas,
que van del cuello al cuerpo del recipiente. Sólo cono-
cemos un ejemplar de Pachacámac [X-13-e].
Por último, la variedad! [L. XXXI. fig. 6~}qne
establecem.")s por un vaso de La Paya [G'-13-l]. La
forma del vaso es más bien la de un plato, si bien se
estrecha algo en la abertura y tiene una gran asa, colo-
cada horizontalmente, y está decorado con una faja de
cruces y líneas.
Timba!es.-Son los timbales abundantísimos en
Tiahuanaco, y los hay con ricas ornamentaciones zoo-
morfas, que representan felinos, cóndores, etc., o decora-
dos con figuras humanas; pero los hay también con pin·
turas exclusivamente geométricas. Caracteriza a los

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LOS INCAS EN EL ECUADOR 39

timbales tiahuanacotas una media caiia, que da relieve


e interrumpe la regul~ridad de las paredes del vaso.
Mas no todos tienen este adorno y puede tal vez soste ·
nerse que Jo, más modernos son de paredes regulares
[L. XI, figs. 3~ y 4~]
Los timbales incaicos recuerdan muchísimo los de
Tiahuanaco, como podrá el lector convencerst' por el
examen que vamos a hacer a continuación de estos va·
SI)S cuzqueños.
La ciecmación de los timbales es, si bien del mis·
mo género que la de las dem<is alfarerías del Cuzco, pe·
culiar y propia de esta clase de vasos.
Siguiendo el mismo método que hemos empleado
ha~ta ahora en el estudio del arte de Jos Incas, comenza-
remos por la descripción <le la decoración de los timbales,
desi~nan !o dichas rlecoraciones por una letra del alfabe-
to castellano, principiando por la 111 y distinguiendo es·
ta serie de decoraciones de la de los arivales por el sig-
no prima, que pospondremos a la mayúscula.
M' Esta decoración consiste en líneas angulosas,
que se extienden de la base al borde del vaso. Los es-
pacio;; ~sí formados, entre línea y línea, están recu-
biertos del dibujo dicho, dientes oc sierra [L. XXXII,
lig. r:'].
N'] En vez de tener los ángulos o.:upado5 por el
dibujo di en tes de sierra, lo están por pequellos cuadra-
dos [Perú, Hritish Museum L. XXXIII].
O'] Decoración compuesta de dos órdenes de lí-
n"as angnlosas en campos de diferente color, y en los án-
gul"s, pequeños cuadrados [Ambato, L. XXXIV.]
P'] Ornamentación pintada, consistente en dos fajas
horizontales, en las que alternan dibujos en x y campos
cubiertos de zetas [L. XXXII, fig. 2~]
Q'] Faja horizontal, Jividida en seis campos, ador-
nados con cruces, dibujos en sierra y cuadriláteros [L.
XXXI!, fig. 3~]
R'] Faja horizontal junto a la boca, de un color,
realzada con CÍrC\Jlos de ótro [L. XXXII, fig. 4~]
Los timbales, por la forma y la materia de que es-
tán hechos, pueden ser de cuatro clases: de barro y pa-

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40 LOS INCAS !lN EL !lCUADOR

redes rectilíneas a; de barro y paredes cóncavas b; de


madera y cóncavas e; de madera y paredes rectas d.
La distribución de la forma es:
Ut-rs-a] Imbabura ( lVymper, r88o, pág. 279);
Mulaló (L. XXX, fig-. 4:');
Pujilí (L. XXX. fig. 3~);
[Q'-rs-a] Perú (Tschmíi y Riwro, r8sr. L.
XXVII, fig. 2~)
Siendo la de la forma b:
[Q-rs-b] Cuzco ( Se!cr, 1893, L. VIII, fig. 21);
[M'-rs- b] Cuzco ( Seler, 1893. L. VIII, fig. 22);
[N'-rs-b] Perít [L. XXXIII];
[0'-ts-b] Ambato [L. XXXIV];
[R'-rs-b] Cuzco (Se/M', 1893, L. VIII, fig. 23).
El timbal de Ambato (0'-r 5-b, L. XXXIV) es her
mosísimo y su decoración está dividida en tres zonas de
diferentes colores: roja la superior, negra la riel medio y
amarilla la inferior. Limitando la parte del vaso decora-
da, junto al asiento y al borde, hay dos regiones negras.
La zona superior está bordada por líneas blancas y en
ella hay una línea angulosa, negra, entre dos blancas y
dos negras. La superior está adornada con una serie
de dientes de sierra, encima de los cuales hay otra línea
negra; y la inferior, con cuadraditos de contornos ne-
gros, con un punto del mismo color en el centro.
En el espacio medio de los ángulos formados por
estas líneas, ha¡r unos cuadrados negros, dentro de los
cuales hay un punto blanco y al contorno otro cua-
drado, también blanco.
En la segunda zona y resaltando sobr~ el fondo
negro, se ven tres lineas angulosas, paralelas, blancas; y,
en cada uno de los triáng-ulos limitados por éstas, dos
cuadrados inscritos el úno dentro del ótro, de igual color.
La última zona lleva como decoración dos líneas ne-
gras, paralelas, y entre ellas un fino reticulado rojo. Mi-
de este vaso 1 2 2 milímetros de altura por 1 2 3 de diáme-
tro superior y ¡8 de interior.
La distribución de los timbales de madera tiene tan
sólo un valor relativo, ya que depende su conser-
vación del clima y, sobre todo, del mayor o menor grado

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LOS INCAS EN EL ECUADOR 41
de humerhc.l a qu<: han estado expuestos en los cuatro o
cinco siglos que nos separan de la dominación de los In-
cas. Esta es:
[A-Is-c] 2 deL~ Paya (Ambrosetti. 1907, fig.
140, p<\g-. zog; /J(IJnan, I910. L. IX, fig. 18).
[V-IS-e] Pachacámac (Uhle, 1903, L. Xlll, fig.
l ¡);
[V-rs-c] Casabindo (Rosen, 1905, L. IX, fig. J~­
Cltro vaso. pero sin pintura, encontró Uhle en el mismo
lug-ar);
[V-IS· e] Cochinoca (Ambrosetti, 1902, fig. 51,
pág. 6¡);
[V-IS e] Lal'aya(AmbnJsdti, 1907, LIX, fig.
I 8 );
[V-rs-d] Pacha ámac ( Uhle, 1903, L. XVIII);
[P'-rs -•] La !'aya ( flonuw, 1910, L. IX. fig. 1 7);
[T-rs· e] 3 ele Pisac (Hamy, 1898, L. XL);
fU-Js-c] Tiahuanaco ( Bomrm, 1910, pág. 234);
[U-1 s-e] Tisaleo.
Los seis últimos vasos merecen examen especial,
tanto por las figuras que los adornan, cuanto por el
moc.lo como eotá hecha la decoraciúfl. Comenzaremos
por el examen del de Tisalco, que está en nuestra
colección (Lms. XXXV y XXXVI) y que es hecho de
madera de guayacán guajaomz ojicin,dis. Mide el
vaso 159 milímetros de alto, 133 de diámetro de aber
tura, 81 de diámetro mínimo y 89 en la base. Las
paredes son de ! 1 milímetros de espe>or.
Toda la superficie exterior del vaso está rcc:ubierta
ele un barniz café oscuro, muy delgado, que, sin duda,
ha contribuido poderosamente a la buena conservación
del objeto. Para decorar el vaso, se han grabado,
previamente, los dibujos en la madera, con incisiones
de algo más de un milímetro de profunc.lidad, y luégo
se ha llenado éstas con lacas duras y de colores brillan-
tes. Seis son la~ clases de laca, segím el color; pues
h3y amarillo, verde claro, verde oscuro, café claro, rojo
y negro. Estas lacas son iguales a las que aún hoy se
usan, para ornamentar ohjetos de madera, en la ciudad

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42 LOS INCAS EN EJ. ECUADOR

de Pasto [1] y que emplean los indios mocoas en !.1


decoración de su cerámica [2].
Esta laca de Pasto es una sustancia gomosa, pro
dueto de la pla<1ta llamada por los indios mopa-mopa
(el;:clia utilis), qnc crece en los declives de la cordillera
orient"l
"Este barniz es una materia blanda sin ser liquida,
muy elástica, y, cuando no se ha dado todavía el color
con el achiote, se asemeja tanto al gluten, que no es
posible distingnirlo de <esta sustancia; como ella se
e;xtiende en una membrana muy delgada, que es la qtw
se aplica a la materia <¡ue se quien' barnizar (J)."
Andréc visitó los talleres donde los obreros de
Pasto trabaj;m esto laca. y su descripción es muy in-
teresante. Dice: "Dos hombres trabajab:>n sentados
en medio de una sala; cada cual tenía delante un fogón
o brasero encendido con una nllita, llena de agt1a. ¡\
sus pies se veían trozos de c<trbón y barniz, unos ali
cates de fL>nna especial y un abanico de junco, destina
nado a avivar el fuego. Tomó el llllO un trozo de
barniz y lo tuvo algunos minutos sumergido en el agua
hirviente; lo estiró luégo por todos los lados hast.:t
convertirlo en una membrana . transparente corno el
papel de estarcir; le aplicó en seguida a la superficie ya
pintada de una gran copa, lo cubrió con un trapo, y,
con objeto de aumenta.- la adherencia, tomó cnn los
alicates una ascua y la paseó por las partes <tbolladas
o hinchadas;: calentó luego todo el vaso y obtuvo una
snperficie lisa y brillante como la laca japonesa (4)".
La laca de !'asto es ordinariamen té transparente
y se usa para recubrir y abrillantar colores cl~ros; mas
es posible mezclarla con algunos colores, y éste fiJe el
procedimiento empleado por los Incas, que llenaban lo'
huecos he~hos previamente con la laca colorida ck tal
modo que sus ,·asos son un vet·r!adero dvison,'.

(ll U/de, 1889, Vol. II, L_ :,•


¡:l) Ultlc, 1AR9, VoL .TI, L. 1'
(~) Jlous~i11!}ault, 1840, pá¡.:. 117.
(4) A nd-•·<'a, 1884, pt\g ?Cú

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LOS INCAS f.N EL ECUADOR
-----
La laca ele Pasto resiste bien al agua, aun caliente,
y al alcohol, y adhiércse tan fuertemente a los objetos,
que, una vez seca, es imposible desprenderla [1].
La ornamentación dd vaso de Tisaleo está dispues-
ta en tres zonas. La inferior está adornarla con fucsias
(fucsia cordifolia?] artísticamente estilizadas: las hojas
verdes, los tallos rojos, los cálices vet·cles, las corolas ama·
rillas, lus cslambres rojos. Entre las fucsias vuclar1 in-
sectos [?] amarillos y rojos.
L" zona media, encen·ada entl·e dos líneas rojas,
está el iviJicLI en ocho cuadrados iguales, ornamentados
con dos motivos diferentes: es el úno una serie de seis
cuadrados inscritos, y el ótro, una cara de puma, muy
estilizacla. Esta es un espacio rectangular, limitado por
tr"s lados, por una línea amarilla: en la parte superior,
se encuentra un espacio rojo, en forma ele U, o, má<
exactamente, '-'tl la de los altares de cuernos sagrados Je
Micenas. El espacio comprendido entre este dibujo ro-
in está relleno de laca verde oscura.
" Cinco triángulos ocupan b. parte inferior de la cara,
que son verdes claros y cafés. En una tig-ura, los
dos superiores son verdes; en la ótrzt, Jo son los tres in-
feriores.
La zona superior está di vid ida en cuatro partes, En
la parte inferior y descansando sobre la línea roja, hay
dos cabezas de tigre, representadas de un modo muy
realista: son amarillas y se ha cuidado de figurar las
manchas de la piel con puntos negros. Estas cabezas
sin'e" ele soporte a dos arcos elípticos, formados por lf-
neas verde, amarilla y roja. Queda, pues, así dividido
el campo en cuatro partes. La ornamentación es igual
en los campos igualmente situados. En aquellos que
está[l bajo el arco, hay al centro, una figura de mujer,
que·se presenta de frente: viste una larga túnica roja
[Hnacu ], bordada de amarillo y verde; cíñele los lomos
una ancha faja verde y negra, y, sobre los hombros y
tapándole los brazos, \leva un manto [tupullina] amarillo,

[1] Bou.<si>~.qau7t, 1849, págs. 1\G y siguionte•.-AI2dt'ée, 1884,


piÍg•. 75ó y sigllientes.

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LOS INCAS EN EL ECUADOR

con franja ruja y verde; el tocado es verde, con pompo


nes amarillos y rojos. Junto a la figura, hay dos papél·
gayos, admirablemc!lhc figurados, y guirnaldas de fuc-
sias. Estas flores están unas veces representadas colga
das de las ramas, otras veces erguidas. Segtin la po,i-
ciún, han sido divt:r:-;amente estilizadas variando aun Jos
1

colores empleados.
En todo d cC~mpo hay puntitos blancos que, quizás,
figuran las estrellas.
Sobre las cabezas ele los tigres y fuera de los arcos,
se ve un cuadro muy pareciuu: la misma mujer ocupa el
centro y está rodcaJa. <l';Í mismo, de: fucsias; sólo los lo-
ritos faltan y, en su lugar, se ven livelulas o florecillas.
El vaso de Pisac, fig-urado por Harny en 1897, es
ele chonta [sic]. Las figuras han sido incisas en lama-
dera hasta un milímetro c.lc profundidad y luego relle-
nadas con laca. La decoración está dividida en dos
campos por líneas verticales.
"En el de la derecha, hay alineamientos oblicuos
c.J, g-randes pájaros ele patas y cuellos largos. Cada lí-
nea tiene sus colones particulares, pájaros rojos con ca-
bF.zas verdes, pájaros amarillos con cabezas casi neg•·as,
pájaros rosas con cabezas blancas.
"En la izquierda, la ornamentación está dividida en
dos campos: el superior está bordado, arriba y abajo, de
almenas, ele un anaranjado vivo, ele doble linea, entre
las cuales hay cuatro órdenes de figuras geométricas,
alternacbs, triángulos rectángulos algo atc~rgaclos, uni-
dos por la hipotenLisa, cuadriláteros cortados por una
diagon<~l, escalonada de cinco peldaños. El campo in-
ferior está decorado por cuatro grandes flores rojas, que
podrían ser flores de cactus''. Este vaso pertenece al
M useo dd Trocad cm y forma parte ele la cole"ción de
'vViener.
De igual clase, hay otro timbal en el Luuvre, en
donde fue depositado por Lcgrand. "Su decoración se
repite en las dos caras y se compone de tres campos su
perpuestos. El más importante ocupa algo má' de la
mitad superior. En él se ve un guerrero moverse en
un fondo negro, tachonado de puntitos blancos, que si-

Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"


LOS INCAS EN ET. ECUADOR

rnulan las estt·ellas: Es de noche. Tocado, un gorro


rojo con una cocarúa negra y h1rgas plumas blancas,
di,;puestas en círculo, avanza a pasos rápidos, teniendo
en la un" mano una lanza de asta roja y punta verde,
mientra:-; en la nHtno i1.quierda. lkva un e~cuclo con che-
broncs rojos, amarillos y verdes, y con una ancha orla
cale.
"El vestido del peruano es café claro, que se oscu·
rece de arriba " abajo; en lo alto tiene un adorno rojo,
así corno tlll galón del mismo ~.olor·.
"Una decoración abovedada, <¡ue, quizás, represen·
ta la bóveda del cielo, formada por tres bandas, amari·
lla, verde y roja, qne con su curva policroma sirve de
borde a la escena.
"Dos pumas, vistos d<é frente, sostienen <ésta bóve·
da, acurrucados en la sombra, las orejas erectas y los
ojos brillantes, repr~sentados por un punto rojo rodeado
Je blanco.
"El segundo campo, >cparado del primero por una
simple banda, está adornado con lig·uras geométricas:
en un triángulo isósceles, ancho y bajo, se inscribe una
escalera de peldaños regulares, bajo los .cuales hay otro
triángulo entre sus peld~iios que suben y bajan.
En la parte inferior, hay nuevamente ftol'cs rojas
de cactus",
En BP.rlin hay un vaso del mismo estilo y prove·
niente también de Pisac, en el cual hay una figura de
puma en relieve. "La cabeza del animal está atlornada
con óvalos y dientes y coronada de lineas y losanges
punteados de rojo y verde. En la cara posterior, en
medio del bo,que, se desarrolla una escena militar, en
la que figura el mismo personaje del va•o Legrand,
seguido de do.'i compañeros, igualmente armado': com·
bate ·con tres indios del interior de Moxos ... coronados
de plumas, vestidos de largas camisas de corteza de
varios colores y armados de arcos y fiechas.
El jefe d~ los guerreros peruanos tiene exactamen·
te el mismo tocado que el del vaso Legrand; sólo el
adorno del cuello no es escalonado sino redondo, un
cinturón ciñe la túnica a los lomos y unos como panta

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46 LOS INCAS EN EL ECUADOR

Iones largos bajan h<~sta 1a mitad de la pierna. El


escudo tiene ~domos algo diferentes: está rF.alzadn de
un l-'enacho de cJo, adorno_, t1·iangulanes, amarillos salpi
cados de disquitos roj,,s y te:rmina ¡>ur nn largo colgajo
del mismo color, bm·clado de comas y jaspeado de rojo.
Los tres peruanos manejan la honda con la mano dere-
cha, mientras a sus pies, entre los árboles, circulan
pájaros y m unos verdes con cabe1.as rojas [ r].
La concordancia en el é'stilo y en algunos de los
detalle• entre los tres vasos, cuya descripción, dehida a
la doctísima pluma de Hamy. acabámos de transcribí,-,
y el va<o de Ti•aleo es sorprendente y no c~be eluda
qw~ son el producto del arte de un mismo pueblo, arte
local sumamente desarrollado.
Los timhales incaicos de madera con decoraciones
en lacas policromas, son de los más hermosos y per
fectos produ :tos del arte de los aborfgenes de Amé
rica.
Vasos el)¡¡ IWH 1n í.. [~].-Estos vasos no son
propios de los Incas; muy por el cotrario, son vasos
peculiares de las civilizaciones de la costa y su forma
sólo debió muy tarde pasar a formar parte ele las
conocidas por los alfareros del Cuzco, esto es, cuando
los Incas conquistaron a los Yungas o Mochicas. Mas
siguiendo el ejemplo de Bingham, hacemos figurar esta
forma entre las incaicas, tanto por haberse encontrado
en Machu Picchu, cuanto por constarnos que el Pro fe-
sor Saville compró un vaso de éstos, encontrado en
Pomasqui, y que debe hallarse en el Heye Musenm
of American Indians, y haber úno, ecuatoriano, en la co-
lección del Dr. RivP.t [B-1 7-a, Verneau, 1907, pg. 207,
fig. q]. Numerosos son estos vasos en el Perú, pero
sólo pueden tenerse por incaicos a aquellos cuya deco-
ración es netamente cuzqueña o que han sido encontra-

( 1 ) Hamy, 1897, págs. 79 y 80.


(2) No e.onocemos ni un solo ejemplar~ excepción hocha de lo:i
figmados por Bingharu, en 1915, de las formas 14 y 16.

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_ -;.~~~AS EN~~- ECUADop_ _______ 47
dos con objetos dd Cuzco, como los figLirados por Uhle
~n su estudio sobre Pachacárnac [ 1].
Compotems (L. XLIII, figs . . ¡:' 5~ y 6~].-Con
el número 18 hemos designado las compoteras y dis·
tribuido sus variedades, como lo hicimos al estudiar la
cerámica de Imbabura. Estos vasos no son propios
del Cmco, sino del arte ecuatoriano; pero, como se
~.ncuentr;¡n en los sepulcros incaicos· de Quito, les
liemos dado un número en el corpus del arte cuzqueño.
Frípo1Íts.-La forma trípode es esporádica en la
cerámica incaica y pertenece a las más viPjas cultmas
del Perú y a las de los países situados al Norte del
Imperio.
Los tri podes los hacemos figurar en nuestra clasifi.
cación de b. cerámica de los Incas. tan sólo por un vaso
del Cuzco, en ..,] cual el recipiente t!S un casquete esfé.
rico, sin labios ni reborclt!s [ i\-r 9-a, r'Vieut~', 1 88o,
pág·. 595· L. XXXVIIq, y por aquel yaso de forma
singular [A-12-b], que describimos anteriormente [L.
XLIII, fig. 3~]. igual a ótro, encontrado en Titicaca
( Rrmde!in, 1910, L. XIX, fig. ~~)
Vams dob!es.-Los vasos dobles, que son dos
botellitas unidas tangencialmente por sus recipientes y
por un asa en la parte del cuello, no pertenecen al
verdadero arte incaico, sino que son producto de la
lantasía mochica, ávida Jc multiplicar las formas de sus
artefactos, hábil en combinar los más variados elrnentos,
para con ellos crear tipos originales y hermosos ele
cerámica.
Fueron, sin emb;¡rgo, los vasos dobles adoptados
por los Incas, ya que hay algunos con dccc,raciones
netamente cuzqueñas y ótros, cuyo lugar de origen
demuestra que fueron llevados allngar donde se hallan
durante el dominio de los Incas.
Tr~s variedades tiene el tipo: la primera aquella
c.:n que los dos recipíentee, tienen igual forma, la Je una
hntellita (L. XXXVII, fig. 2~) Vasos de esta natura.

(l) [W-17-a] fig. 78, pitg. 65.-[W-17-h] L. XIII, pág. 12.-


( V-17-a) L. XVIII, pág. 11; Uhle, 1903.

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48 LOS INCAS EN EL ECUADOR

leza abund:~n en el Perú, pero de éstos sólo tenemos por


seguramente de la época de los 1ncas los siguientes:
f A-2o-a J Quito (U Me, 1889, L. VI 1, fig. 4~);
[W-20-a] Cuenca ( llamps, 1879, L. XXV, fig.
¡~);
[W-2o-a] 2 de Pachacámac (Uhle, 1903, L. XVIII,
fig. !2);
[W-2o-a) 2 de Huaraz (Se!er, r893. L. XXVII.
figs. 1 ~ y S~);
[W-2o-a] Cuzco(Bamps, 1879. L. XVI, fig-. 1~)
De la segunda variedaLl, esto es, Je aqw-:llos va~;os
en que uno de los recipientes tiene forma :min1al, ,ólo
tenemos por seguramerote incaico un vaso de Cuenca
( Bamps, 1879· L. XIX, fig. 2~ L. XXXVII, fig. 3~)
Así corno de la tercera [L. XXXVII, fig. 4~) uno
de los recipientes es de figura humana; sólo citaremos u11
vaso ecuatoriano ( BM!Ijs, 1879• L. XVII, pág. 536).
1/forteros.-Con el nombre de morteros y con el
número 25 designamos todos aquellos recipientes de
piedra, que bien pueden haber sido vasos o tenido un
destino ritual; los c.lividiremos en once varieda-
des:
La primera'" es de aquellos morteros que son sim-
ples cilindros de piedra con u¡¡a perforación central
(L. XXXVII, fig. 1~). De esta forma tenemos noticia
por un ejemplar del Cuzco ( TVimer, 1~8o, pág, 370).
La segunda bes aquella en que el mortero es cóni-
co. Ejemplos de esta variedad sor¡ un mortero ele\ Cuz-
co ( FViener, r 88o, pág. 370), y uno ele procedencia des-
conocida ( Ewbank, r855. pág. r 36, L. XXXVII, tig.
2~)
En la tercera variedad t, el recipiente es un disco
bajo con asas horizontale~. Es la forma más abuni!ante
y su distribución es (L. XXXVIII, fig. 3~):
(A-25-c) "Perú ( Rivet y verneau, 1912, L. IX, fig.
¡ ~);
(A-25-c) Cuzco (Tscltudi J' Rive>o, 1Ssr, (L.
XXXI, fig. 2~);
(A-25-c) Cuzco ( TVie11er, 188o, pág. 370);

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J.OS INCAS EN F!L ECUADOR

(A-25-c) Caravajal ( Boman, 1910, L. XX, fig.


46);
(vV-2s-r:): Cuzco (J,~yre, 1912, L XXI, fig. 1~);
(X-25--c) Cuzco ( Trdntdi y Rirln·o, L. XXXI,
fig. 1':);
(\V-25-c) Ecuador (Rivety Verueau, 1912, L. IX,
fig. 2~)
(W-25-c) Chillo (Go113á!ez Sudre.;, 1908, L.
XXX).
La v11ri'cdad siguiente d tiene las asas verticales,
g·eneralmente, en f<>rma de a1>Ímal [L. XXXVI!I, fig.
4:] Conocemos dos ejemplares de esta clase, ambos
del Cuzco ( IVitNer, 1 i)~o. pág;. 3 (!; Sdtr, 1893, L. l V,
lig. 15).
La quinta variedad e es un canto r"dondeado con
una perforación central y dos protuh~erC~ncias, des'tinadas
a SPrvir de as~s [L. XXXVIII, fig. 5~] l\. esta clase
pertenecen un nwrlero de Chillo ( (;om:dle~ Sudrez,
1908, L. XXX] y ótro del Cuzco ( TViml'r, 188o, pág.
37 1 ).
Otra variedad / es un disco sin asas. Hay un
ejemplar del Cuzco con d~cornciones zoomorfas ( 1Fie-
IIC1', 1i'l8o. pág·. 37'· L. XXXVIll, fig. 6~)
La clase g es de aqudlos morteros que son dobles,
constituidos por dos cilindros unidos [Cuzco, TVimer,
181)o, pág. 371. L. XXXVIII, fig. 8~]
Los de la siguic:nte lt son tres morteros unidos
[Cuzco, lVimcr, r88o, pág. 371. L. XXXVIII, fig.
9~]
La novena variedad i es la de los morteros que son
Jos recipientes cuadrangulares, unidos por uno ele sus
ángulos [L. XXXVIII, fig. 7~ Cuzco, lViou:r, 188o,
pág. 3i r].
La décima j es aquella en que los morteros son
cuadrangulares [Cmco, 1-Vic!Zer, 188o, pág. 371; E:c•·
ballk, r::lss. L. IX, fig. 12. L. XXXVIII, fig. ro~'l
¡\ la nndécima !.: pertenecen los morteras cuadran-
gulares con prominencias a modo de asas [Cuzco, /Vic
'"'~'· rS8o, pág. 371. L. XXXVIII, lig. 11].

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50 LOS INCAS P,N EL I!:CUADOR

Los morteros incaicos recuerdan muy Je cerca a


los de que se servían los constructores de Tiahuanaco.
E11q'a.-Liámase Ellc¡'a a unas figuritas de llamas
o alpacas, hechas de piedra, que en el lomo tienen tm
agujero p~c¡ueño.
Estos objetos son muy fr,cucntes en b r~gión del
Cuzco, raros en las extremidades del Imperio, como
puede verse por la lista siguiente:
1 de Loja (RivdJ• Vcn1cau, 1912, L. XIII, fig.
q);
1 de Cotahuacho ( IVieurr, 188o, pág. 277);
1 de i\ndahuaylas ( lFimer, 188o, pág. 372);
z del Cuzco ( l.f/ie;u:r, r SS o, !.1á¡;. 3 72 );
18 de lllgares indettTminados de la sierra del Perú
(Rivel y Verucau, 1912, L. XIII, fig. 15; Joyo:, 1912,
pág. 276, fig. 21 1; EwóanJ., 1855· pág. 134).
El Profesor Uhle logró determinar el lin a que es·
tos objetos estaban destinados, pues encontró enq'as fa
bricadas actualmente por 1os indios de Vilcanota para
hacer sacrificios a Pachac<Ímac, para que el ganado ten-
ga pasto abundante. Con este fin las entierran, ponien-
do en el agujerito alcohol, vino o e o ea [ 1 J.
Ha citas de tMnhatc.~- Esta poderosa arma de l>ron ·
ce está formada por un rompecabezas de seis puntas,
una de las cuales ha sido transf(,rmada en un h3cha de
corte vertical.
La distribución ele este objeto muestra bien su uri
gen incaico:
Quito [L. XXXIX].
Puná ( Savit!e, 1910, Vol. 11, L. 103, fig ..>~);
Titicc.ca ( Jiandrlitr, 1910. L. XXX, fig. 6~);
l'erú (Joya, 1912, LXXII, fig. 7~)
Topos.-Los topos o alfileres de que se servían los
antiguos peruanos, son de varias forma~ y tienen, a ve-
ces, representaciones de animales n hombres. Falta
alu1 un criterio qw~ pern1 ita distinguir los topns dt': un

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LOS INCAS EN g¡_ ECUADOR .51

pueblo de los ele ótro, y más todavía para distinguirlos


por épocas [ 1].
Fir.;·u~i!las (emclfill,ls.-Figurillas humanas, ya
masculinas, ya femeninas, en <•ro, plata u otras sustan-
cias, se encuentran a menudo en el antiguo lmp-:rio
de los Incas. A las fi,t.;lll'as f~meniuas se les halla-
mado Mama pachas, mas CITemos que sin fundamen-
to alguno.
Las fi~·u ras de ambos sexos, de metales preciosos,
así como l;p; .le llanns, es rrobable hayan tenido un
mismo objeto. ¿Con <¡ué dios del panteón peruano
deberán irJ.,ntificarse las figurillas de varón? ¿Habrá
existido 11na divinidad llama?
Los antiguos cronistas nos enseñan que más de
un sacrificio vicario se celebraba en el Cuzco: ante una
h11aca se quemaba ropa; ante tal Ótra leiia labrada, en
figura de hombres y mujeres.
Los sacrificios humanos aún se realizaban en el
ritual peruano, cLtando el Imperio de Manco Cápac
sucumbió al empuje de las armas españolas, por incom-
patibles que parezcan estos ritos sanguinarios con la
civilización incaica. Mas no h<.y duda que, si todavía
·_;e manchaban con sangn~ humana los altares de 1nti y
Viracocha, tctn macabras ceremonias no eran ya fre-
cuentes como en tiempos más remotos. Los sacrificios
vicarios habían ya dulcificado la religión peruana; por-
que todos los pueblos en los que se han inmolado
víctimas humanas y llegan a cierto estado de cul-
tura, tratan Je sustituir a la víctima su imagen o si-
mulacm [ 2].
Que tal hací;¡n los peruanos, es indudable, por los
repetidos y concordantes testimonios de los autores
españoles; pero sus afirmaciones son más precisas aún
y nos permiten Jecir, con certeza, que las figurillas
humanas y las de llamas de oro son sacificios vicarios.
Oigamos el autorizadísimo testimonio de Cabo: "Ütrosi
r 1 1 En las siguientes obras pul;\de V{ll'f;e topo~ lnciÍ.~icos: Ban-
dr!licr, 1910, Ls. 57 y 76; lVi<'ne.-, 1880, p:'ig. 586, Brwsdcr, 1902 y
190~\ L. tf>:1, fig. 420.
[~J Fmr:er, H.ll-t, pHgs. 1111 y ¡;;irnicntes. lVo?.stcrmrn·ck, 1912.

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S2 LOS INCAS EN EL ECUADOR

ofrenrl<l.ban de ordinario plata y oro unas veces en peda-


cillos de diferentes formas y tamarios, y otras figuradas
de estos metal.es imágenes pequeñas y grandes, de hom-
bres y animales" [1].
Y, a este propósito, debe recordarse que, hace
algunos años, se encontró una figurilla de mujer, de
oro, ele fa- tura incaica. en los picachos del Rumiñahui,
y se la envió a Roma, obsequiada P·"· el •·.lno de la
Arquidiócesis al Papa Pío X.
Más numerosas son las figuras fem~ninas que las
de varón, [2] porque más frecuente ,,-a sacrificar
mujeres y no horhbr.,s. Las imágenes de !huna> son
raras, puesto que no rhb.-1 cuenta saCI'ificar la irnágen
preciosa ,Je una llama con preferenci<~ a un animaL
La distribución de las figurillas femeninas [L XL,
fig. 1~] es:
6 de la isl<~ de la Plata ( Dorsry, 1901, Lms. XL y
XLI);
1 de Lima (Bacss!o·, I901-I903, L 153. figs. 420
y 421 );
3 del Cuzco ( Sc!er, 1893, L LXI, frgs. 3~ y 4~; y
T<chudi y Rwero, 185'• L. XLIV);
1 de Puno (Casle!Hau, 1il89, L. XLIV, fig. 1~);
2 de Titicaca (Bandc!ier, 1910, L. LVII, ligs. 6~ y

2 de Bolivia (Castt!nau, r854, L. XXX):


3 del \'eró ( Ewb,wk, 1855· pág. 141; 1909, pág.
245)
3 de Freirina (J:frdina, 1882, págs. 1 IJ a r 1s);
Figuras lli<ISm!z'uas [L. XL, fig. 2't:J.-La distri-
bución de estas figurillets es:
2 del Cuzco (Se!o·, I 893, L LXI. figs. r '.' y 2'~);
1 de Puno ( Cas!elizau, 1854, L. XLIV, ti.~- 1'.');
2 ,¡e Tit.icaca ( Banddier, 1910, L XLVII, figs. ::;~
y 9~ L. LXXVIII, fig. 8'.'):

! 11 C'obo, IBD:3, Vol. l V, púg. Bt.


f ~1 ~Sto so advierte muy bion on las list.flR eh~ 1m; ü·soros
que 1u8 eOIH1Ui..;t.~tt1m·es 1:.\nviat·on a E:-::pafla, las cunln!":l !:le cou~erv~n
en el Archivo de lnrlia.s (lo Hcvilla y flllC: hm1 sitln pnhlir.:tdn~
por ftfe.dina..T. '/'.-l!J0-1-, V)l. T, púgs. (i:J y siguiente:;.

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LOS INCAS EN EL ECUADOR .53

1 de Freirina (11-lediua, 1882, pág. 142;;


1 del Perú ( Ewbattk, 1855. pág. J4I).
Fixuras de !lamas.-Sc han encontrado:
4 en Titicaca ( Handelier, 191 o, Lms. LV 1II y
LXXVIII, ligs. 5~ y 6~');
1 en Puno (!_"astelnau, 1854, L. XLIV, fig. 2~);
2 en el Perú ( Ewúank, 1855· pág. 141).
Al terminar este largo y fatigoso estudio de las
artes menores incásicas, tenernos la satisfacción de
haber obtenido resultados positivos, tales como la
seguridad de que la influencia incaica se hizo sentir en el
Ecuador, tan sólo cuando la cultura cuzqueña había
llegado a su mayor desarrollo y de que, si los Incas
ejercieron influjo gr2.nde en el Ecuador, fue por el
estah!ecimiento de Mitimaes y no porque hayan modifi.
cado las cnlturas 3borfgenes. Entre el arte ecuatoriano
y el cuzqueño no hay fusión sino más bien superposi-
ción. Incas y aborígenes debieron vivir simultánea-
mente los unos al lac.lo de los otros sin mez!carse ni
confundirse.
Parécenos también evidente que la cultura incásica
es hija del arte de Tiahua.naco, hija vigorosa empren
declora y original, pero que todo lo que es lo debe a
su madre. Si la cultura incaica es originaria de la
t.iahuanacota y si, como parece probable, los Aymaras
construyt!ron Tiahuanaco, debe suponerse que, los
ayllos que comandados por Sincltis primero, .Y más tar-
de por C..apacs, desde el Cuzco, dominaron lo que hoy es
Bolivia, Argentina, Chile, Perú y Ecuador, fueron clanes
aymaras nativos, quizás de la hoya de Titicaca co-
mo lo asevera una de las versiones de la lt!yenda de
Manco Cápac, más realista que la de los cuatro Ayares.

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SEGUNDA PART'I1]

ttOTAS HISTORICAS

Dos problema9 se presentan relacionados con b


cultura incásica en el Ecuador: ¿cuándo se dejó sentir.
por prtmera vez. la influencia de esta cultura? Sabién-
dolo, deduciremos el tiempo que duró sn predominio Pn
el territorio de la c¡ue hoy es Hepública del Ecuador; en
qué etapa de aquella ci,·ilización se verificó la modifica-
ción de la cultura autóctona, bajo la influencia de la in
cásica, y la mayor o menor intensidad de este influjo.
El segundo problema es, la manera como la cultura
del Imperio de los Incas, puesta en contacto con las de
los diversos pueblos aborfgenes del Ecuador, fué domi-
nando y extendiéndose por su territorio.
La Arqueología puede darnos datos para dilucidar
la primera; al menos, de estas cuestiones. Por desgra-
cia los estudios arqueológicos aún no se hallan sulicicnte-
mentc desarrollados, para que podamos establecer sobre
sus conclusiones, las bases de una cronología, con fechas
siquiera aproximadas. Cierto que la uniformida,J de las
forma" y decoraciones, la pureza en el estilo de los ob-
jetos de cerámica incana, prueban que esta cnltur¡¡ era
de reciente data en nuestra República; pues ni se obser-
\':l (salvo raras ex.:epcioncs) la evolución del arte, por las

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LOS lNCAS EN EL ECUADOR

inlluencia,; aborígenes, como se ve en Calchaquf; ni la


adaptación del decorado de la cerámica peruana para los
vasos y otros objetos de \Juito; ni, viceversa, la apro!Jia.
ción de bs Jecoraciones de éstos, para ornamentar las
formas características del Cmco son tales, que autori-
ccn a jn1.gar muy largo el periodo de dominio o inlluen-
cia de la cultura incásica en el Ecuaclor. IVbs aún; esta
persistencia de las formas clásicas en la cerámica ele ori·
gen incaico, no puede atribuirse: a influencias que fueron
ejerciéndose lenta y paulatinamente en el antiguo Reino
ele Quito; sino al establecimiento relativamente brusco,
a la expansión viole,-¡ta, verificada, como sabemos, por
medio de conquistas y del trasplante, diremos asf, de
pueblos entuus dd área cultural cuzqueña, a territorio
del Ecuador.
Todo nos induce a juzgar que la inlluencia de los
Incas debió ser débil, muy débil aquí, hasta que los so-
beranos del Cuzco emprendieron la conquista de las
provincias situadas al Norte ele Cbinchasuyu. En efec·
to, la misma or¡;anización del imperio se oponía a una
¡~Tande expansión comercial, que hubiera podido intro-
ducir los ¡)Joductos de su civilizaciór1, antes de que vi-
niera ésta a imponerse por la fuerza de las armas [1].
l'or otra parte, la falta de caminos, la aspereza de las
tierras que se interponen entre los pueblos <.!el l'erú y

(1) ''Thet·o wa~ no commercej aud Lhm·efo1·o no standard oC


vahlL-1". Payne, Edu.mnl .Tuhn. O.xfut·tl, l8BU, vol. JI, p:'ig 50:3.-
''Los pmuanos nada podían poscor en propiedad~', Ca·mpe, Madrid,
H. 1 Tomo II, pág. 20G.
1
'. .
"El .soberano era el dueño de todas las minas, dE' todas las t.ie·
l'l'as tle labor, lle tollo:; lo~ ganados y haf-lta Ue t.odá la. caza qne podía
poL·r~cgnil'sc en los montes". Gonzále;: 8tuirez.-1Iistorja General,
(iuito, 1890, T. T, pág. 211.
''En ei sistema administrativo de los Incas, e8t.aba suptimida
<·.ompletamtmtf'l 1~ pt•opietlad intlividual''. ( lb·id, pág. 218.-"Como no
hnbia. comercio ni moneda, el pueblo estaba estac.ional'id', ( H}id, pág.
~1~ ).
"Como todo el poder estaba en m;mos dA! Tne<l., el pn~hlo lJajo
no po~nía hi8ne8 de ninguua cla~o y las riquoza~ del país se di-
vi1lían en h'es porciones, pert.enec.ient.eH la primel'a al Inca, la ~egun­
da al Ltmlt•lo y la b:r·ccra :tl común de los habitantes)', Crmmu lllo-
tlolfol Améri<.'a, rr. II, Bart.elona, 1S'J2, pág. 297.

Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"


56 I.OS !NC.\S F,N F,T, HCUADOR

los d~ Qllito, contribuyeron a dificultar lct expansión ele


la cultum incásica, que no pudo establecerse sino con la
incursión de los ejércitos conquistadores y el cst;Jbleci-
miento de los mitimacs.
Esk "né•·gico medio de asimilación con que. ;1l par
que procuraban la tranquilidad de los territorios sujetos,
extendían los Incas su influencia y arraigaban s11 , ultura,
es lo que más trascendencia tiene en dicho influjo, d;\n-
clolc un carácter especial que nunca conviene perder de
vista.
1,o, car"cteres apunta,los como propios ,]e la in-
llu~ncia incási a, aparecen también del estudio ele los
restos monumentales que han quedado en nuestro terri-
torio. Los más importantes son ele un estilo uniforme.
"En b labor de las piedras predomina siempre una mis-
ma forma, pues todos los lados son toscos y conservan
su fig-ura natural y solamente uno e'tá labrado <en forma
convexa. Sea cue1lquiera el tamatio de las piedras, la
labor es la misma, lo cual da a los edificios de los Incas
un aspecto exterior que no carece de hermosura" [ 1 J.
Corresponden a la última época, según la clasificación
de Markham, v confirman las relaciones de los cmnis-
tas, que atrib~yen la conquista de Quito a los dos últi-
mos Incas [ 2] si bien esta clasilicación cronológica debe
ser empleada con mucha reserva, puesto qLte, al mismo
tiempo. es decir en la época de los últimos Incas,
se construía otra clase de Pdificios, con piedras casi rús-
ticas, unidas con. !Jarro, y recubiertas de un enlucido,

(1, Gonzúlez Sucirez.-liistoria Gent~rv.l 7 T. 17 púg. 203.


(2) "El fí" eeLilo \.ione líneas perfectamente horizontales y pie-
ch·as e-xquisitamente unidas, pero con snperflcies ligm·ament(-~ ~alwu­
to~ . .. ]~n o~Ln ()st,ilo, el más motlm•no y perfecto, encontra.mo~ mal'-
uol-:1 d~ pue1·ta, escondrijos y ventana!-\ rectangulare:-:." . .. Jl.f.m-·khum
(8ir Clemons R.. ):-Las posiciouos Gcog1·. de l~ts t.l'ibu¡; que forma·
ban el Impm·io de los lncas.-La Paz, 1~02, pág. 61.
"Los r·est.o:j dn los mlil1cins incair:~os en l:\ reO'ión de Quitu, ::5<Jn
todos dP.llÍltimo y mfi~ pHrfedo e:-;t.ilo inwticn¡ í'o cpH~ <~onfhmn.la
exactitud de las r~lac.ioues re.cibid<ls por lo~ pt~irn.eros e~nritore:-~, res-
pecto de la Cl)llqmata de Qmto por los clos ult.tmo¡;..¡ Inens. Esto~
eclifieios han sido rle"el'itos en detalle poi' Ulloa y Humboldt'', (1/Jid,
púg- 104;.

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LOS INCAS EN EL ECUADOR

así mismo ele barro, fino y generalmente rojizo. A


este segundo estilo pertenecen las importantes ruinas de
Caranqui [r].
Otra deducción nos permite hacer la Arqueología:
no sólo el establecimient•J de la cultura incásica en el
Ecuador no era muy antigLw, al tiempo de la conquista
española, sino que esa cultura se hallaba extendida
muy desigualmente.
En efecto, si recorremo> la Costa, no encontra.
remos hnellas del arte peruano del Cuzco, en Es.
meraldas; apenas si se hallan rastros en la provincia
de Manabí, en donde sí hemos encontrado objetos del
arte yunga; poco numerosos y limitados a cierta zona,
son los que se hallan en la provincia del Guayas.
En la sierra, naturalmente abundan en los lugares que
fueron poblados por mitimat"s, en las posiciones estra.
tégicas ge11eralmente sujetas a larga oc~pación de las
tropas del Inca y en fin, en algunos lugares, como
Quito, que parece a<lquirieron grande importancia sólo
desde la irmpción cuzqueña. Como podrá verse en el
cuerpo de este estudio, objetos incásicos, casi no se
encuentran en la provincia del Carchi, mientras es más
frecuente su hallazgo en las provincias del Sur. Raros
son sinembargo, en las provinci~s de Chimborazo y Bo-
lívar. Finalmente, en la región oriental, la influencia
incásica fué nula y si hallamos la lengua quichua habla-
da por algunas tribus de la gran hoya amazónica, es

(1) El estilo <le ]o, paralelogr/\mos convexos se halla bion es-


tudiado pot• Jimé»M de la Espada.-"EI Palacio rlel Callo"-Congreso
Internacional de Americani•tas-Ma<ll'id, 1881, T. II, 1883, págs.
159-1G2. Del mismo género de construcción que las ruina~ de Ca-
I'anqui, son los edificios de Conservidayoc, en Bspíritu-Pamp& IPc-
t•ú] que, parece indudable, fueron hechos por lm; nltlmos IncaH, des-
pué" de la conquista española (Ringlwm, 1914). Ejemplos de este
tlslilo ~e ven también en Choquequirau (Bin!Jham, The Ruins of
Uhoqqueqniran) L. XLT, figs. A y B.-L. XLII, fig. B y L. XJ..III,
ligs. A y B; en Viticos, última eapita! de los In.,as ( Bingham, 1912,
pltg. 182); en :lfRchu-Picchu (Bi>~glutm, 1913, págs. 432, 3[;, 38, 40,
4(), 49, G9, 70, 75, 76, 78, 8G, 507 y 529). Se ven, así mismo, pat•e-
llns eonf.ltt·níclaA con piedt•af.! rústicas en 'rit.icaca ( Bandelier, HHO,-
Posnansl,y, Album fotográfico, 1910.

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.58 LOS INCAS EN EL ECUADOR

porque fué llevada y prop'lgada por los misioneros ca-


tólicos, entre esos pucbJ,,s ( 1 ).
Pero tod~s estas dedllcciones. son muy generales
y ;:>asará aún mucho tiempo para que podamo~. valién-
donos de la Arqueología, resolver los múltiples pro-
blemas prehistóricos que se 110s presentan. Otra fuen-
te de investigación podemos explotar y se nos ofrece
en las obras de los antiguos cronistas. i\ ella es preciso
que acudamos_
Mucho se ha hablado, y con justicia, de la ambi
ción de los conquistadores, de la sed de oro que inci-
tábales a las más heroicas ac<'i<'nes, pero les hacia des-
preciar todu lo que no fuera d rico metal, y destruir ob
jetos y monumentos que, de conservarse, habrían servido
para esclarecer tantos prnblemas de etnografía ame
ricana, hoy por hoy de imposible solución; mas es indu-
dable que, entre aquellos audaces aventureros que, bus-
cando fortuna, hirieron de muerte las viejas civilizacio-
nes americanas, hubo también espíritus curiosos y obser-
vadores, cronistas prolijos y veraces; y es asombrosa la
actividad de algunos de ellos y cómo hallaron tiempo
para consignar los rccuenlos de las mismas hazañas en
que eran actores.
Si de sus relatos no siempre puede deducirse, con
precisión, la verdad de los hechos; si en sus escritos se
encuentran contradicciones, oscuridades y deficiencias,
débese a las especiales circunstancias en que se hallaban
sus autores, respecto de los pueblos que trataban de
describir o cuyos hechos históricos se empeñaban en re-
coger. La ignurancia del idioma de los indígenas

(ll ''En 1·ésmuú, la !:inzeraineté in<'asique s' est nxet·(~ée !HU;


touto la vallée int.e1'i.mdino, mais d' une fa';'-Oll beaucoup plus efficace
ot pendaut un vlul:l grand nombre d' années sur los provinces mP.-
t'idional~;;~¡; que stn· les provinco::;; snpt.cmtl'ionaleH; ells ne s' est jamais
étemlne sur les plaines du haut Amazone, et, dans la t·égion cUtiüre,
Bllo a toujom·s ét.é plus nominalfl que réelle. :;auf peut-&.t.ru dans la
partie h-. plus méridionalo, e' est.-;\-dire, )a provinco de Guayas:',
Verneau f!l fli¡;t~t, 1912, pág. 10.-Confl'ónte~e: Gonzále.z Suá.ree,
1R92.-1904.-1908.-1Hl~. DoJrseu, 1901.-SavU/e, 1907.~1!Jl0.­
,Jijón y Caa¡¡wfio, lm2.-1914. Y el int.em"Rnte estudio del Dr.
l.Jhle: '1La osfnra ae intlnen('~as llel país de lo~ lnc;~s''. Lima, 1909.

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LOS INCAS EN El. ECUADOR 59

ubligábales a valerse de intérpretes que, las más de las


veces, apenas podrían servir de tales; los azares y agi ·
taciones de una vida rodeada de peligros, la ninguna
preparación en varios de los primeros cronistas y solda-
dos a la V(·z, y la falta de conocimientos necesarios
pJ.ra establecer comparaciones y juzgar rectamente de
lo que veían, origen eran de los defectos que encontra-
mos en sus obras. Por otra parte, la falta de escritura
en los pueblos de la Amé rica Meridional, reduciendo
las fu.:ntes históricas casi exclusi,·amente a la tradi-
ción,-puesto que los quipu.1· no pueden considerarse
sino como un instrmnento m nemotécnico,-dificl•ltaba la
investigación y originaba las deficiencias, oscuridades,
confusión y, no pocas veces, contradicciones que halla-
mos en los relatos de los cmnistas ( 1 ).
El autor de la relación que Don Marcos Jiménez
de la Espada dió a luz con el título de "U1za anlig-ua!!a
pentaua" nos da cuenta de las dificultades que tuvo que
vencer Vaca de Car:tro para recoger la• informaciones
relativas al origen del gobierno de los Incas; dice asi el
( 1) "A e• hado ue traducir y recopilar un libro quo Doctl'ina
Chripsttana se dice, en el qual se contiono la doctrina cristiana y do!.
''ocahnlarios, uno ele vocablos y otro de noticias y oracioneR onto1•as
y coloquio~ y confhdonario, quedó nti juiQio tan fatigado y mi cuerpo
t.an cansado, en seys años de mi mo<;eclacl quo en el ga8t.é, que pro-
pu!oie y habla determinado entrA mí, de no componer ni traducir otro
libro de StjmejatJte materia en lengua india quo trat.ase cle los hechos
y co>t.umbrcs de estos indio• del Perú, po1• el gran trabajo qne dello
vi que se me ofresf;ía, y por la variedrul q-ue hallabl' en ~)l üifor:manne
desla., cosa.•, y ·ver cuan diferentemente los conquisladore.q hablan del/o y
muy le}(j.'J de lo que los ynd-ios usaron-¡ y esto creo yo ser porque entr.mces
.¡.¡o tanto se empleaban en sabeUr> fJ.Ua·n.to en su.jetar la f.ierm y adquirir, y
t.ambien porqzu~, nue-vos en el trato de los yrulios, no sabrian Ülquir-illo 11
Jl'''gunlallo, faltánd~les la .,:nteligencia de la lengua, N los y11d·ios ro~elán­
duse no sab~·ian d-a.r entera ·relación1' - • , Juwn de Betanzos, 1880. {Car~
ta preliminar al Virrey del Perú, Don Antonio de 1\fendozal.
'¡No fue culpa do los naturalf'.s, sino descuido de lm~ Espní10les
pot•qne qnaudo entraron, no atendían a saber las cut'io~idades de!:;tl\
Monarchía, !iino a sujetar la tierra, si 110 es que digamos a ejecutar
su codic.ia y si <'tlguno8 de:-;earon sabe1•las, no podían inquirirlas o sea
pm•la~o:; guerra~ continuas que alguno~ años uvo con los indioFJ y las
oh·i1es entre lo~ mesmos EApañoles, o no las inquirie-ron, porque no
"ahían las lenguas destos naturales'' ... Ca/ancha, 16~8, J,. I, cnp.
XI V, l"lgs. 89-90.

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60 LOS INCAS EN Er. ECUADOR

anónimo: "Al tiempo que g-obernó en este reino del l'e·


rú el licenciado Vaca de Castro, pretendiendo con mucha
solicitud saber la antigualla de los Í1Hiios clcste reino y
el orígen dél!os ... hizo juntar y parecer ante sí a todos
los ingas viejos e antiguos del Cuzco y de toJa su comar·
ca, e informándose déllos. como se pretendió ninguno
i.1formó con s<1tisfacción sino muy variablemente cada
uno en derecho de su parte, sin saber dar otra razón,
mas que todos los ingas fu<:r,,n decendientes de Manco
Capac, que fue el p1·imer inga, sin saber dar otra razón
no conformando los unos con los otros" ( 1 ). Luego cuen.
ta como, apurarlo por esto, Vaca de Castro púsose a
investigar quienes podrían darle r<1zÓn más ex'lcta de
los hechos, e informado del nombre cite los más famosos
quipocamayos, hizo venir a cuatro viejns de los cuales
averiguó lo que cuenta la relación (2). "Estos quipo-
camayos-continúa el anónimo autor,-habían sido a
manera <le historiadores .o contadores de la razón, y
fuercil muchos y en todos ellos había conrormidad en
sus quipus y cuentas (J).
Sin que est.é probada esta conformidad y aunque
sea muy discutible el valor documental de los quipus, y
d de las informaciones de los indios que los interpre·
taban, no hay duda que, por mil conceptos, son valio-
sísimas las relaciones que nos han quedado de los pri ·
meros conquistadores y misioneros. En ellas hay que
buscar, siempre a la luz de una severa crítica, el escla-
recimento de las oscuras épocas que comprende la pre
historia americana.
Entre los compañeros mismos de Pizarro hubo de
ar¡uell"s •!spíritns observadores y curiosos de que be.
mos hablado.
13artolomé Ruiz, el primero que clescnhrió la tierra
enatoriana, el hábil piloto que en 1526 reconocía por
vez primera la Bahía de San Mateo, en !a costa ele

(1) Jimén<'$ de la Esparla.-Op. nit.pág. 5, 189~.


{2) 8irvió tlf~ int.él'prete, el indio Pedl'o Esr.alnnte~ R:sistido do
.T unn de Betanzo!:l y Frallcisco de Villncn~tín.
(:3) Op. cit., pág H. Creen algmH)S quo nl autor Üe la "Anti-
gualJa pr~rtmna" sea el P. Cal.~o~.ncha.

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LOS DlCAS EN EL ECUADOR 61
------
Esmeraldas y se avanzab:1 hacia el Sur, intrépiuamen-
te, por un mar del touo desconocic'o, no sólo tra?aba las
cartas de las playas recién descubiertas, sino que tam-
bién tomaba notas de interesantes pormenores acerca
•'e los indios y las consignaba en una valiosa rela-_ión,
c¡ue ha llegauo hasta nosotros (1).
Francisco de Jerez y !'euro Sancho, secretarios de
Pizarra, escribieron también relaciones valiosísimas, de
las cuales se han servi<.lo, más tarJe, los grandes cro-
nistas para sus recopilaciones (2). En las infurmacio-
nes hechas en diversas épocas acerca de las cosas del
Perú, hay no pocas en que los declarantes han sido
simples ~oluados o aventureros: írecuentemente se
encuentran en sus declaraciones, preciosfsimos datos.
Entre los prin1eros misioneros, curas y religiosos
hubo muchos que se dedicaron al estudio de la lengua
<¡uichua y algunos dejaro'l también raras noticias y
uescripciones de inestimable valor, acerca de los ritos,
supersticiones, tradiciones y costumbres de los natura-
les, en tantos catesismos y confesionarios que, con
mucha razón, son buscados como verdadera• joyas por
americanistas y bibliófilos.
Hacia la mitad del siglo XVI, aparece ya escrita
una crónica tan circunstanciada y verídica, q11e puede
considerarse modelo en su género. Escribióla el va

Jll Esta relación, así como las de los pilotos Pedro Corso y
Ju.an Cr1bezas se ha~lan recopilaclas en el Códice CXX u~ la Bibl.
Impm·ial de Viena; el cunl fue publicado en el T. V de la Col. de Do-
eumentos inéditos para la Hi•toria de España. Madl'Íd, 1844.
[2] En el T. V dc la Culccción do libros y documentos refe-
rentes a¡,. Historia del Perú 1Lima, 1\IC:MXVIÍ) acaban de repro-
(lucirse f-l~tas dos relac_iones.-La tiA .fctez se publicó ]a primera vez
en ~e·dlla, en 15:J4. E!i pneH, de los primel'O!-:i documentos quo te-
nomo~· acerca de la eonqnista dol Pm·ú. Heimp1imiose en f':lala-
IHanca el año de 1547. Hay eiuco ediciones máf-! do esta obt•a en
castellano y numerosa~ h·aducdouc::;; a divPrsos iUiomas.
La relación de Sa·ncho publicóse por primm•a vez ún la Colección
<le Viajes de Ramncio.-Tomo III.-1556. En la edición de la
Biblioteca de Autores Españoles (pá.g. H38) y en la última ed. de
Lima_ (pág. 77) se l1a t·epl'OduciUo también la int.ere~ante ¡·elación
lle .1ll-iyu.d Estetc, (soldado que acompañó a Hcl'lwudo l'izat•ro en
::;u viaje a Pachacúmac} iutorcalada cm la relación de Jerez.

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62 LOS lNCAS EN EL ECUADOlt
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tiente soldad,, !'edro Cieza ele León ( 1) y de ella se


aprovechó, con ninguna escrupulosidad de conciencia,
el Cronista de Castilla y mayor de Indias D. Antonio
de Herrera, para su gran "Historia General de los He-
chos de los Castellanos" (2).
Ag-ustín de Zárate, con su importante "Historia
del Descubrimiento y Conquista del Perú" (.3) en que
con profundidad y acierto recopila para la primera parte
las noticias de los escritores más antiguos )' en la se-
gunda consigna sus propias observaciones; y Diego
I'ernández de Palencia, con su no menos intP.resante
libro, (4) dan t~stimonio de que no er<ln indiferentes
para los conguistadc>res, empleados públicos o soldados
de las recientes colonias, su historia )' tradiciones.
Comparable con el de Cieza, a quien el erudito
americanista D. Marcos Jiménez de la Espada, llama
"Príncipe de los cronistas americanos", (S) considérase,
111 La primera edición de la "Parte Primera de la Chronica
del Perú", se hizo en S•villa, en lf>53. La segunda parte publicób
Jiménez de la Espada en 1880, junto con la t•olación de Betanzos:
antes, en 1877, había publicarlo él miemo, el torcer libro de la 3'
pl\t·te tle la Cl'ónica, llamado "Guerra de Quito''. El primer )iln·o
de esta. pm•te "Guerra de las Salinas", L\ publicat•on el mismo año
los St•ea. Marqués de Fuensanta del Valle y Dn. ,José Saneho
Rayón, en el T. LXVIII de la Col. de Docts. lned•, para la Hist.. de
.g~palia; y el 2°. libro 11
Guarra de Chupas", en 1881, tm el tomo
LXXVI de la misma Colección. .Timénez de la Espada no pudo
terminal' la etlición ~de la uGuerra de Quito''; Dn. 1vlanuel Herrano
y Sauz, la publicó íntegra, en el T. XV de la Nueva Biblioteca de
Autores Españoles. Madrid, 190iJ. De Cieza do León trata larga-
men t.e ,Jimónoz de la Espacia en el Prólogo de la Guerra de
Quito. El de•onbrimiento t!e la 2• parte, dió lugar a una agria
controversia eon Uonz{,]ez de la Rosa (V. lntrod. a los Historia-
llores rh•l Perú. Lima, 1882).
121 Madrid, lü01-l61G.-Está rlivi<lida •n 8 décadas y nueve
partes. Copia a la letra capítulos entt'ros de Cieza, :odn citat•lo.
P3J La primN•a impresión de la obra de Z6rate se hi~o en
Ambet·es, ol año de 1G55, on un tomo en 12~, dodinaJn al Empet•a-
dor, quien le hn.bia encargado el manejo tle la llaci.endn ¡)úhlica en
l'1]andos. Se reimp1·imió en Sevilla en 1577.
[4] Primera y •egunda parto de la Historia del Perú.-Se-
,·illa, 1571.
[5] Carta al Exmo. Sr. D. ~,ranoisr.o tle Borja Quoipo dnl
Llano, Conde ele Tureno; cm "Tr·es relaciones de Antigüedades
Peruanas".-Madrid, 1879, pág. X y XI.

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LOS INCAS EN EL ECUADOR 60
y con razón, el libro de Betanzos intitulado •·Suma y
Narración de los Ingas que los yndios llamaron Ca-
pac-cuna" ... El haber sido BetallZOS de los primeros
españoles que pasaron al Perú, haberse casado c<:>n una
hermana Je Atahuallpa y haber llegado a poseer con
perf<ccción el idioma ele los indígenas, hasta poder ser-
vir oficialmente de intérprde, son circustancias que
aLonan en mucho al referiJo libro ( 1 ).
El Inca Garcilazo de la Vega. cuya autoridad· ha
sido tan discutida y ha pasado por los dos extremos
de consiJerarse, ya como la más respetable y segura
fuente, ya como m:uavillosa producción de la fantasía
y del parcial deseo de engrandecer su mat.,rno linaje,
presenta de todos modos, en sus "Comentarios Reales"
una pintura viva del choque de las dos civilizaciones y
r«trata, más de una vez con gTande maestría, las figuras
realmente épicas de los primeros conquistallores, con
sus heroísmos y miserias, con sus virtudes y sus
vicios ( 2 ).
Ni faltan los historiadores generales, como Oviedo
(3) y Gómara, (4) que reuniemn cuantas noticias pu-
dieron haber por cartas, relaciones, crónicas u otras his-
torias particulares y, con más o menos crítica, unidad
y armonía, consignáronlo todo, en obras realzadas por
vigoroso estilo y extensa erudición.
Mas hay otras relaciones y tratados que, sin ser
tan conocidos, son acaso de mayor importancia, ya por
Jos singulares datos que en ellos se contienen, ya por
tratar de asuntos especiales, como las Fábulas y Ritos
de los Incas, de Cristóbal de Malina o las Informa.

11] La obra de Bet"n"os, aune¡ u e incom¡Jleta, hallóla .Jiméuez


a. la Espada Oll la 13ibliotoca del
Escoda! J IR dió a luz, en Madrid,
o! año de 1880, en el miBmo volumen que la 2' parte <le la Crónica
lle Cieza.
l2J Li.boa, 1608-1609. Vide De lrt Jlil.'a-Agüel"o (.To"4). La llis-
tol'ia en el Porú.-Lima, 1910. Confr. Gon2ález Su.ál"e•.-Nota•
Arqueo],)gica•, 1916, § 1, págs. 6 y 7.
l3j La primera edición de Oviedo, es de 1526. La edición de
Ma<lrit de 1851, a 55 en 4 volms. es muy ap1•eciable.
f4J Primera y Segunda parte de la Historia Gene1·al, Zara-
~or.a, 1552-!553.

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(.4 I.OS INCAS EN RL ECUADOR

ciones acerca de la Religión y Gobierno, escritas por el


licenciado Polo de Onclegardo, o los riquísimos veneros
de datos de Acosta, del P. Atienza, de Arriaga, de Sar-
miento Je Gamhoa. etc.
A pesar de esta abundancia de fltentes testimonia·
les, [JOr las razones que antes hemos apuntado, nll
puede el historiador narrar, sin vacilaciones y dudas,
aun los sucesos m:Ís inmediatos a la conquista; ni
siquiera aqllellos qne se realizaron despuP.s de la IIP.ga
da de Pizarrn a Tumbes. Al registrar los autores en
que el historiador tiene que apoyar su relato, halla,
a cada instant•~ discordancias entre ellos. sobre todo en
lo que a la cronología respecta, y grandes lagunas
imposibles de llenar.
La serie misma de los Incas no aparece igual en to.
Jos los cronista-;, que potlemns llamar originalf~S [desde
mediados del siglo XVII la mayor parte de los historia-
dores de Indias no hicieron sino copiarse unos a otro•].
A11n sin tomat· en cuenta los q11e, como Monte•inos, [1]
est~bleccn una larguísima serie de soberanos antes de
Manco-Cápac, divergencias hay en la serie dinástica de
Manco. y la ct"Onologia del imperio incásico es de todo
punto incierta. "Todos los escritores y las rela~iones ori·
ginales que he alcan<;ado ele los quippocamayos de los In
cas, dice el P. Anello Oliva r2] convienen en sus nombres

{1) u~Iemorias antiguas Historiales y Políticas Uel Pm·ú''.


1A82, oonft•.-Lmmlc [SobastiánJ Histot•ia Antiguo. del Per(t, Lima,
1860.
(2) "Historia del Roino y Provincias del Pot·ú.-Lima, 1859.
Según los editores, Pazos Val'ela, y Varela y Orbegoso, el P. Oliva
escrihi(¡ ~u "Histot•ia de las Viclns aolos Varones insignes de la Com-
pañia de tlesús.'', j¡jl :Jño de 15~8.
Dorscy (A llibliography of the Antht•opology of Porn, Chioa-
go, 18U8) dice que "Oliva nació en Nl\poles en 1 fi93, llegó <tl Pel"Ít en
1597 y murió on Lima en 1642. Es un manifiE'sto error de Dorsey
señalar el año lóU3 como el delnaoimiento dA Oliva, pues; habt•ía pa-
sailo al Perít ile oolos cuat,·o años de edad, cuando pasó ya de estu-
cliante de la Compañía. "El lO de Retiomhro de lfi97 lle¡:ó a Lima
ol P. Felipe Claver, conduciendo docli'\ operarios que a ~us órdene~
habia mandaclo el üeneral Clamlio Acquaviva para la Provincia del
Pm·ú, uno de los cuales fue el P. Jnau Anello Oliva, esl>tdiunlc <Id
colegio de Nú_poles, Ue cuy¡,¡, ciudad era natttral". (TmTes Solda·ma,ndo,

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LOS INCAS EN EL ECUADOR 65

y juntam~ntc en que d primero de todos fué i\Ianco-Cá-


pac, pero no concuerdan en los años q~e reinaron, ni
menos los que vivió cada uno clellos, y mucho menos de-
claran quando comen.;6 su señorío y monarchia y por el
consiguiente ni el tiempo que duró toda ella; que a sa-
berse éste~ con certidumbre, con la misma supiéramos el
otro de su orfgen y principio" (L. I, cap. 2, ['ág. •9)-
Muy diversas opiniones l1ay acerca de la duración
de la rlinastía cuzqueñ<~ de M;anco-Cápac. Algunos his-
tor·iadores ponen desde este soberano hasta H uayna-
Cápac Jo e ientos cuarenta años, dando a cada reinado un
t<'rmino nwdio de ,-eintc aiics; pero otros avanzan a cal-
cular mús de quinientos año, de dL1ración. "Unos creen.
corno Valera que los lnca.s reinaron de soo a 6oo
años; Polo, '"guido por A costa. 'u pone más ele tre:scien
tos y menos de cuatrocientos; Cabello de Ball>üa, 519
años, mientras Sarmiento de Uamboa, que cree dar ci-
fras oficiales y cletallad~s a,;i¡::na casi el doble a los mis-
mos do. e. Incas de la tradición. En cambio el cálculo

Lima, 1~82, págs. 107-111). ]i[e-ncliburu, on 5>u Dic<'-iouario Hi~tó­


l'ico-lliogréÍÜco del Perú ('l'. VI, Lima, l88u) se limit-a n decit• lo
siguiente: "Üliva-Rl P11(lre Anello de Ia-~TAsuit.a, ni\t-ural•le Nápole8,
murió ~n Lima ele edarlm"~-t!l cwrr.nzctda en 1042". De h11.bet• nacido,
como dice DorsHy, eu 1593, no habría m1W1·to sino de 49 aiws. NO
sabemos en qnfl se apoyan los oditorc~s partt. a~everar quo Oliva e~cri­
bió sn obru en 1508 [tl€ cinco añoH de Aclarl si accpt.<Í:ramos la fecl1a •le
Dorseyl/ pufls las aprobaci()Hfts, licencias y la t!ll.l'tn tledioatoria al
P. 1.\lutio Vit.elle~whi, están fechada~ en 1031. Saldama.nrt~~ sA (o:l¡qui-
voca en la fecha de la aprobacifm Oada por el Proviucinl P. Nicolás
Durñ.n, pues no t'ué el 10 de dici~mUre sino ol 10 ele rnat·zo .
. León I'inelo (Epítome da l• Biblioteca OriontaJ r Ocoidental,
Madnol, 1737-3S) haco dos obraH de la una sola del P. Oliva y lar"-
gistra en el 'l'. II, tít. XX, col. 761 con el Ht.ulo rle "Historia del
.lteino rlel Pm·ú".. y en el tít.. XXIII, col. o3~, b;tjo el de "Vida
d0 los Varon(:ls jJnstJ·üs •le la Oompaüía de Jesús"; aunone p] nom-
bn' del autor se ha cambiado en Angelo de. Oliva, PS ~uno misn1o
y úna la obra. I\·lentlihuru, en el lugar ritatlo, sig_niendo a Pinelo,
ct·tu;, t.amhién que se trata de 1los obt•as y que el I(Cattl.logo J Vidas
1lo los V aron€'=s Tlu!-lt.re~'~ se imprimió e11 Revilla on 1632. Este es
otro Bl'l'Ol' así como la aseveracióu do Gon;-;."'lilcz th~ la Hosfl. (Intt•. a
los Hists. el el Perú, Lima, 1882, p.á'(. XIV,) de que Oliva e•cribiú
~~~ obra en 1639.- TernaUJ.:-·Cmnpa.tzs, publicó en Pal'Ís, t:m ·18Ci7
una tradnceiún de la Historia c~el Perú. Confr. Biblioteca Hispa-
IIO-Amet•icana por Jo•é Torillio !ffedi-na-, T. II, págs. 360-361.

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66 LOS INCAS EN EL ECUADOR

mas anti;{UO que es el de la Audiencia de Lima, que pu-


diera ser obra del Oidor tan competente Bravo de Sa-
ravia, acepta que los mismos putlieron reinat· tan ,oJo
en un período tle poco más de 200 aiios'' [1] Dávalos y
Figueroa [z] presume que el imperio duró más de tres-
cientos cuarenta años y meno• de cuatrocientos. El au··
tor de la "1\ntigualla Peruana" dice que los Incas rei-
naron cuatrocientos setenta y tres años [3]. Garcila-
zo, hace remontar el origen de la dinastía al siglo XI
[4]. Calancha opina de igual manera [S] pero un
análisis crítico, no puede llevar su origen mas allá
del siglo XIII [6]; sin que esto quiera decir que la
civilización de los 1ncas, apareciera de golpe, como
<¡uiere la leyenda.

11
Circunscribiéndonos al estudio de la época en que
debió verificarse la conquista del Reino de Quito, para
sentar las bases de utJ cálculo aceptable. debemos partir
de lo menos incierto a lo iticie:rto, y d~e lo más conocido
a lo q u~ es menos.
Con la muerte de Atahnallpa se derrumbó para
siempr'~el trono de los hijos del Sol. Esta fecha consi·
de ramo' como el término del dominio de lns Incas; pues,

(1) aond,le.~ de la Ros~ . - Ensayos de Cronología. incana, rr. IV


ele la Hev. Hi•t., Lima, 1~09, p~¡;s. 41-54. Este autor con•idera
a Mauco-Cfi.pac con~o un personaje pnrmnflnt.e mitológico y no
lo cuenta en la ~wrie de los Incas: ''I.;Jste es un punto, que no admi·
te hoy du.la alguna: No hay lnua Manco-Cí'P"" y dehe hol'riÍl'·
sele definitivamente 1le la li•ta do 6st<>s" (Op. cit., ~ág. 43). Opi·
ni6n que ~;o W"futa. por lr1 exist.eneia del A,ylln de Lhima.-Pauacft.
(lnfonnMión .¡., los Ayllus incásicos del Cuzco de 7 de nohre.
de 1579. Inédit.a). ~,recuentes son, Bn lo8 esci'Íto~ de (io·n#rilez do
la Roso, las afirmnciono~ ¡•otnndas, como esta de la no existencia do
!'llanco-Citj!ac. .
(2l '·Mis~oh"it•?" Austl'al", Lima, 1602, Coloquio XXXIII.
(3) O p. mt., pag. 7.
( 4) Comflntal'ios, P1•imera Pnrte.
(5) Crónica Momli'l.alla, Cap. :XVII, pÁg. llfi.
(fi) Uonfr. Cuppa, 188G, L. I, § 1, pág. 33.-La.,.mbure .~ UtW·
nue, 1893, págs. sa y !:iÍgniont.e:->.-RmTOS Arrwo, HlOH, Cnp. III, pág.
1.")_-·f'.'lrlmdi 11 HiN:ro~ 18[11, págs. 4[•-40.

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LOS INCAS EN EL ECUADOR 67

aunque en el Perú lo,; hermanos de 1\tahua\\pa y en


Quito sn~ capitanes, O[Jllsiei"Dn alguna resistenci;; a b
invasión española, el imperio había perecido con la eje-
cución de aquel desgraciado Pr!ncipe. En la plaza de
Caxamarca, un dfa sábado que era 29 ele agosto <.le
1533 "atándole a un madero le hicieron espirar ahogado.
Atahullpa, se asegura que contaba entonces treinta
años" [1].
Sobre el año en que murió Huayna-Cápac, nos ha-
llamos ya, con grande incertidnmbre. "La fecha exac-
ta de este suceso-dice Prescott [~]--aunque tan cerca
no a la conquista, no está bien determinarla. Balboa,
contemporáneo de los conquistadores y que "scribió en
Quito, donde el Inca mmi<'>. lo pone en 1525 [Hist. du
Perou, cha[J. 14]. Velasc.o residente también en Quito
después de examinar las diversas opinione,, viene a
convenir con g,.]boa [Hist. de Quito, T. l, pág. 232].
El Dr. Robertson, habiendo dicho primero que Huayna-
Cápac murió en 1529, habla después de este suceso co-
mo ocurrido en 1527 [Con f. América, vol. lll, págs. 25 y
.381]. El que alguna vez se haya visto extraviado en d
laberinto cronológico de los antiguos cronistas, no se
espantará de encontr-ar a veces contradicciones semejan-
tes en los escritores que se ven precisados a tomarles por
guías". Cieza de León [3] el" a entender qne Huayila-
[11 Jlendib1rru, 1874, T. I, pág. 401.-.fc¡·c<, 1862, p. 345.-
IJonzá/cz 8uúrc", 1891, T. U, pág.- 140.- Yelasco, 1841, '!'. II, pág.
106. Este autor dice que Atahnallpa mnrill do 4[) años de edad.-
Ni Ztirate ui Glmwt'a dan la fecha de la muerte del último Inca. Aún
sobro esta fenha hay div~1'g11ncias en los untore~: Calcm.olu" dice:
"Fue e~ta nnwrte aito de mil y c¡ui.nientos y tr~int.a y dos a tt•es de
mayo dia de la CnlZ''. En uno y dos años han errado los escritoreti
por no habet• visto los autos originales de Don Francisco Piznrro
(Op. eit., págs. 112 y 11;-Ji. Pei'D según Jerez, la pri;ióu de Ata-
huallpa ~(\ vm•ificó el 16 de nvbre. de 1G:J2 y su mum•te en
la fecha indicada [F.d. Vedia, pftg. 3301 y esta es autot·i·
clac! incliscutiblc; se equivoca pues del todo el P. C'alnncha.-
Conf. Hclps "'!'he Spanish conquist., 185i, vol. III, pág. 543.-
C(ltd¡_ma .lJ (h<tulia_, { 1844) diee que aquel suceso t;e vcnftc{J en cH.
ciembre ele 1.5:32. (Odrinzola, Does., Lits., T. VII).
[2] Pr.scolt, México, 1849, L. III, cap. II, pfog. 383.
[31 Oiwr, 1!l80, cap. LXIX, púg. 263.-Cobo, T. III. lib. 11,
"·"P· X:VII.

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68 LOS INCAS EN EL ECUADOR

Cápac muno poco después de 1526, pues dice que ha-


biendo tenido aviso de la llegada rle los españoles, man-
dó le trajesen uno de los Jos extranjeros que, según le
informaron, habíansc quedado en tierra, y aiiade "por
este tiempo propagó~e una epidemia Je viruelas, tan te-
rrible y general que murieron más de doscientas mil al
mas y ata· ado el Inca, pereció también, víctima de este
mal". Lo mismo aparece del relato de Jecez que repro-
ducimos a continuación: "Su padre deste AtaLalipa se
llamó el Cuzco, que seiiorió toda aquella tierra; de más
ele trescientas leguas le obedecían y daban tributo. Fué
natural de una provincia más atrás de Guito. __ ocho
años há que murió". . . ( 1) "y así misnm dijo Atabalipa
que después e],, la muerte de su padre, él y su hermano
el Cuzco estuvieron en p<~< sieü a1ios cada uno en la tie-
rra que le dejó su padre; y po,{rá haber un aiio, poco
más, que su hermano el CLJzco se levantó contra él con
voluntad de tomarle su señorío (2). Según las informa
ciones del Virrey Toledo, ( 3) la muerte del padre de
Atahuallpa debió acontecer ocho o diez aiios antes que
los espaf10les entrasen al Perú; mas Córdova y Salinas,
(4) afirma que "1-luayna-Cápac murió en Quito, cuando
I"Stuvo ~llí por segunda vez" y "a los 16 años .-le muerto,
entraron los españoles al l'erú" (5) lo cual hace retroce-
der muchos aiios aquel suceso.
Veamos cómo relata Sarmiento de Gamboa (6) la
muerte de Huayna-Cápac: "M a' llegado que fué a Qui-
to dióle una enfermeddd de calenturas aunque otros di-
cen que de virgiielas y sarampión. De la cual como se
s-intiese mortal, llamó a los orejones sus parientes, los
cuales le preguntaron, a quien nombraba por su sucesor,
y él responJió que a su hijo Ninan Cuyochi si la suerte

(lJ Jerez, 1891, póg. 102.


[21 !bid, pág. 104.
f:JJ PuhlicfÍ un extracto ./btléne.t de la Esl'ada, e.u el mit-irnO \'O-
luruen que las l\femorias Autigual:5 Je] Perú, de MonteHinos, .J)iadridl
1882.
(-±1 Có•·dova y Salina• (Fr. Diego) Lima, lijf>J, p{¡gs. 13 y 14.
lf>J Ibid, pág. 33.
]6] "Ge!:lchichte del-i lnkareiches YOn Pedro b'annü:nto de Gam-
boa, Bel'lin, ¡go6, pi\g". lll y 11~.

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LOS INCAS !lN EL ECUADOR 69

de la Ctdpa daba buena muestro;. de que le sucedería


bien, y si no, a su hijo Guáscar. . . y para ello mandó
que se hiciese la cerimonia de la calpa, la cual fué a ha-
cer Cuxi Topa Yupangui, a quien ya Guayna-Cápac
había nombrado por mayordomo mayor del Sol. Y he-
cha la primera calpa, halló que no le sucedería bien a
Ninan Cuyochi, y luego aorió otro cordero y sacóle los
bofes, y mirando ciertas venas, halló que tampoco le su-
~edería bien a Guáscar, y tornando con este recaudo a
Guayna-Cápac, para que nombrase otro, halláronle ya
muerto, y como quedasen suspensos los orejones en el
nombramiento, dijo Cuxi Topa Y upanqui: "Curad voso-
tros del werpo que yo voy a Tumibarnba a dar la borla
a Ninan Cuyochi!" y cuando l!egó a Tumibamba halló
que era muerto Ninan Cuyochi de la pestilencia de las
virgüelas ... Murió Guayna-Cápac en Quito de más de
ochenta aiios. Sucedió de veinte años, fue Cápac sesen-
ta años" (62, pág. 11 1) "Murió Guayna-Gápac en el
afio de mil y quinientos y veinte y cuatro" (pág. 1 1 >).
Gutiérrez de Santa Clara afirma que el Inca murió
t!e stsenta y cinco años, habiendo gobernado cuarenta
[ 1 ].
A poco más de cincuenta hace subir el autor de la
·•Antigualla Peruana", los años de reinado dt Guayna-
Cápac; [2] y Mignel Cabello Balboa dice que murió
"después de haber ensanchado y gobernado su imperio
durante treinta y tres años. Esto sucedió el año 15 25
de nuestra era". [3] El P. Anello Oliva cuenta que
1-luayna-Cápac "llegó a Quito, donde hi~o alto y se
estuvo de asiento por algunos años dexando al govier-
no de la ciudad Imperial y de las provincias del Pe-
rú a su hijo \Tascar que ya era hombre de veinte años y
Va!pa el de Quito sería de mas de quince estúvose largo
tiempo entretenido en sus gustos en aquel reino hasta
que le dió una graHe dolen~ia que los indios llaman

(1) G1<tiárez de Santa Clm·a, 'r. III, 1905, cap. XLlX, pág.
<142.
(2) Op. cit. pág. 20.
[3] Uaudlo !la/boa, 1840, oap. XIV, pág. 199.

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70 !,OS INCA:i !iN liL ECUADOR

Va1tti y "n nuestro romance bubas, que le quitó la


vida" [r]. Garcilazo afirma que este suceso ocurrió en
1523 [2]: "Estando Huayna-Cápac en el reino de
Quito, un día de los últimos de su virla, se entró en
un lago a bañar, por su recreación y deleite; de donde
salió con frío, que los indios llaman chucchu, que es
temblar, y como sobreviniese la calentura, la cual lla-
man rupa, que es quemarse, y otro día y los siguientes
se sintiere peor )' peor, sintió que su mal era de muerte
[3]. Sir Clcmens Markham 14] dice: "según unos,
Huayna-Cápac murió en Tumibamba y según otros en
Quito, en diciembre de 1525, después de un reinado de
más de cuarenta años. En las "Repúblicas del Mundo",
dice Román: ''este Prín,;i pe en su vejez tuvo noticias de
nuestros Españoles que avían llegado por mar a la costa
de sus reynos; el sabiéndolo quiso informarse de que
gente era, y que quería, y respondiendo Francisco Piza·
rro que querían oro, él les envió cierta cantidad de ello,
pero cuando los Indios volvieron con oro a la costa,
;•a los Espaiio/es emtt partidos. En este medio murid
e! fnga [5]. Fernando Pizarro, en sus "Varones Ilus-
tres del Nuevo Mundo", da a entender que fue en 1525
cuando llegó Francisco Pizarro al Perú y recibió noti·

[11 Oliva, Op. cit, cap. 2, § 12, ¡>ii~. 59.


12] Garoi/a.zo, Primera I'ade, Ltbro IX, cav. XIV, págs.
3_19-320. "Bl¡n·imf\r descubrimiento del Perú y la impusición destt•
nombre fue año de mil quinientos v quince; y don Francisco Piza-
rro, y ~us cuat.ro hermano;;\, y d~n "Di~g? de Alma$ro, entro.tron en
el Pern para le ganar, año tfe md y t{lllln~ntos y tt'Htnta y uno, Huay-
llii.:Cápae murió ~r.ho año~ antes, que fue el año de mil y guinientos ~
vemte y tres, avtemlo t·euu1.do cuarenta y dori añot:i, segun lo te!::ib-
fica E:'l P. Bias ValeL·n en sus t•otos y dr.sh·ozados papele8''.
U] Gorci/azo, Cap. XV, pág :121.
141 .~m·kham, Lima I8g5, p, 34. "He died at Quito in
1525-" The Inca• of Pm•u-Loudnn. 1911, pág. 95 !bid,- pág. 2+2.
151 1/ta!/ Gm·án.imo Román, ~alamanca, H.i98, 'rt~r~erR parte,
""P· XT, p¡¡;. 188.- F., iutereeante Jo que euent.a HeYrem \Dóca•h
IV, p!tg. S~ y cap. VII, piig. 04] ncel'ca del español Alon•o de Mo-
lina que !-:e qne,ló en TumlH:~z, c._~namlo Pizcuro llogó por 1/rimera yez
a ese lngar. Los _indios, refi.riéronle h~8 grandeza~ del Cmwo y dP.
su l'AY Huayua-Cápac. Estando conduciéndole a dondo el Inca so
halla~a, en el camino ~upie1·on qtw había mnerto y mataron entoncos
a Molwa y :o:~ u.~ compafHn·os.

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LOS INCAS E;N EL ECUADOR 7l

eias de Huayna-Cápac y entonce,, probablemente la


recibió éste de los Españoles ( 1 ). Pero Herrera pone
en duda que el Inca hubiera recibido tales noticias:
"Súpose t¡ue los de Tumbez cnviarotl mensajeros al
Quito, al rey Guaynacapa, a darle razón de todo, aun-
que cuando llegó la nueva era muerto, algunos dicen
<¡ue no, i que embió a mandar, que le llevasen un Cas-
tellano de los que se quisieeen quedar entre los Indios,
y que después de dada esta orden murió; pero es cierto
que fue su muerte en el propio año que Francisco Pi
zarro llegó a la Costa de su tierra (2). Pizarra volvió
a l'anam;Í en los últimos días de 1526 (3)· Este viaje
emprendió Pizarra a meuiados de noviembre de 1524
y un año más tarde llegaba a las costas de Esmeral-
das. Ac~so de este lugar le llegaron a H uayna-Cá-
pac las primeras noticias de los extranjeros que habían
<~parecido por el mar. Tal es también la opinión de
Velasen (4).
Entre tan divergentes notiCias, lo que parece más
probable, es que el suceso de que nos ocupamos, no
ocurrió antes de 15 2 5; pues no habría entonce~ podido
tener noticias, Huayna· Cápac, de los hombres blancos
que se habían ac.,rcado a las costas de su imperio; ni
después ,]e 1526, pues no habrían transcurrido entonces

ll) Ft>'nanrlo Pizarrn, Marhid, 1639.


12) Herrem, Madrid, 1726. De cada III, cap. V, pftg. 285.
(31 Ibül, púg. 286.
141 Ve/asco, 1841, T. TI, pitg. 05. Yelasco anali"a con bastante
de.tencilm eKt,e [JUnto. Rospocto a la autoridad do Volasco, sólo 1a
aceptamos-y con mucha. pal'::;imonia-cuando trata tle la lri.Rtoria
de los Incas, eu la eual :-;igue a cronistas autoriz:ulos. Toda la na-
rración d.~ los famosos Schyt·is, no puede resi~:ltir a un exati).en. crít.ioo
y tiene, además, on contwt de su autontieidnd, ·pruebas arqueológi-
cas irrefutables. En la Hi•toria del R.eino <1e Quito, ae Velasco,
llay mucho do fabuloso e invet•os{mil. aonzález Suárez en SU!:I, 1Notas
Arqueológicas", (1916, § VIII, pgs. 49-89) hace un estmlio critico muy
justo de la obt•a del P. Velnsco y de la fe que merece la histolia de
los Schyris. i\ntP.s, en 11 Los Ahorígc~IWS ae Imhnbm·a y el Cat•(>hi",
<mya segunda etlici6n se hizo en 1908, habla ya el Ilustre Historia-
dor, expn~!:!tn cuan Raeo5oi f!.ran Jof.i fundament.oF-~ en que a poyal,a FiU
Hi!i>t.OI'ia. rl Jesuita riobarnbeüe. ·

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72 LOS INCAS EN EL ECUADOR

los ocho años que ponen lo~ croni,ta5 entre la muerte


del Inca Huayna-Cápac y la caída de Atahualpa. ( 1)
Ménos aún podemos aproximarnos a la verdadera
fecha del nacimiento de Hu~yna Cápac. Según los cál-
culos de González de la Rosa, (2) aquel príncipe debió
nacer en r+¡o y morir de 55 años. La reconquista ele
Quito debió verificarse en 1494 (3) y la conquista del
Norte, debió ser por 1499. Atahualpa, seg-ún este au-
toi·, "tenía 2R años a la muerte de su padre y 36, cuamlo
sucumbió en Cajamarca'' (4) "L<" cronistas nos dicen-
prosigue este autor-que Huayna-Cápac nació en Tome-
bamba, aln:greso dt: su padre de la conquista de Quito,
¡,,que du1·ó 1mos cinco años, y que el hijo, al llegar al
Cuzco, tenía seis de edad, lo que prueba una equivoca-
ción y que el nacimiento fue a la ida y no al regreso,
pues de otro modo, apenas hubiera teni.Jo un año. Así
se explica lo que se nos dice al mi,mo tiempo que su
abuelo Pachacútec, que aun vivía, tomó gran cariño al
nieto, le hacía comer en su plato y dormía con él, cosa
que no se concibe pueda ocurrir con un recien naci-
do" (5).
Huayna-Cápac era muy joven cuando heredó el tro
no; tanto que el Imperio fue gobernado por un regente,
primo de su padre, llamado Apoc Gualpa~·a (6). Ya
hemo~ visto que Sarmiento de Gamboa (7) afirma que
el Inca murió de más d<! ochenta años; pero Gutiérrez

jlj Nuestt•o ('lmlncnto Historiador Ilmo. (;muález Suárez, dic.~­


IIuayna-CIÍpac murió el año de 1.~27 o el do l.:i26, .egún 1• opi-
nión má::. fundada 11 . __ ..... "Bl año de la muHrtc de Huayna-Cá-
pae pudiel'A. Rt3!' .r.ues, e} punto de pat•titla pm•a ln. crouología df~ nues-
tra Historia 11 . 1Tomo l. p. 75 J Comprendiénllolo a~í, hemos tratado
con dP.tenirniento este pnnto.-Confr. Hivcro y TBclmdl-18úl-p.
45.-Gon,ri/ez de la Rosa.-1909-p. 4o.
f2\ (.fnn.::ález·de h~ Rosa-Ensayos de Cronología- Tncana-He.-
vista Hist. T. IV. p. 46.
[31 [bid-p. 45.
l4J Ibitl. p. 45. At.ahualpa <l~hió ¡mos nacer, según estos m\1-
eulos, en 1497.
lól OonzfÍ/c.< <le la Rosa. Op. cit. p. 46.
[G] Oabello Balboa. 1840-cap. X. p. 1:35.
[7] 01•- cit. p. 111.

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LOS INCAS EN EJ. l\CUADOR
-------- ----~------------

de Santa Clara, [ r] sólo le da sesenta y cinco, con cua-


renta de .-einado; mientras el autor de la Antigualla Pe-
ruana, dice qu'~ éstos fueron más de cincuenta y Balboa
sólo pone treinta y tres at1os de gobierno. [ 2]
En tan grande confusión, no nos queda otro recur-
so, que adoptar un término medio que se compadezca
con los hechos apuntados por los cronistas y que nos dé,
con algUiw aproximación siquiera, la época en que Tú
pac-Yupanqui, se halló en Tomebamba, lugar en donde
se asegura nació su hijo y heredero. [3] Esto debió ser
por los años de r465 a 1470. Segútl los cómputos de
Gonz6.lez de la Rosa, Túpac-Yupanqui murió en 1488 y
sabemos que reinó. durante la vida de su padre Pachacú.
tec unos quince años, [4] y dte< después de su muerte,
habiendo comenzado a reinar cuando tenra 16 años d~
edad. Suponiendo que !".aya tardado cinco años en con-
quistar las provincias ecuatoria11as, hasta llegar a Tome-
bamba, en donde nació su hijo Huayna-Cápac, tenc.lre-
mos que ~e inició la conqui>ta incásica de Quito allá por
los años de 1460 [5]. Sea como quiera, fue a mecia.
dos del siglo XV cuan Jo la influencia de la cultura incá.
sica, se deJó sentir por primera vez, de un modo efecti.

[11 Op. ci!. p. 4-12.


121 Y~ase aniba pg.
[3J "En la provincia. de loe Cañ:aris, afirman que naciñ~Huay­
na-Cápac, su hijo_. y que se hiciol'Oll grandes aesta.':;" Cie:r.a de
Lec)u-Segnmla Pat"to-1\ladlid 1880, cap. LVI-p. 213-14.-Bal.
boa-1840.
j4J Confr. Cabo 1892-T. III. c•p. XlV-p. 167 . •Toan de Sa"·
lacruz Paclwcuti Ynmgui-llfa<hid. 1879-p. 283.
[51 CO>Izcílcz Suárcz-IIi•t.nria Geuet"al.-T. 1 p. 53.-"La do-
minación de los Incas en el centro de la República apena" pasó de
medio siglo !"Atlas Arqueológico-Texto, 1891. Iutt-. p. 26J .....
''la domh1ación Ue los Incns en el :::;ur, apenas ¡msó de meaio siglo, y
en el Nm·te no llogó más que a treinta a110s'·' (Ibid-p. 5G) "La ch'l-
lización incásiea, desde un punto de vista eronológico, ~s en la Pre-
hi8toria ecuatorinnn una civilización moderna porqne comúuzó a in-
tt·oducirse en las provineias ecuatorianas sesenta nfws, poco n-.as o
menos, ant.es del descubrimiento y de la conqnista. 1le ellas por los
españoles" !Prehistoria. 1904-p. 101. En los aborígenes de Im-
lmbura y del Carchi [1908-Apénrlicc, p. 97J opina sine~ .. bargo, el
Ilmo. Sr. González Rná.t'ez que la civi1izaoión de los Incas en el tcrri-
t.m·io del Ecuador, '1duró un siglo, poco más o menos, desde que Ios

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74 LOS INCAS EN EL ECUADOR

vo, en el Ecuador; y su duración no fué mayor de ochen-


ta años, acaso duró sólo setenta o setenta y cinco [1]
En la época más brillante de la historia incásica, se
verificó, pues, la conquista de Quito, y con ella, el impe
rio de los hijos del Sol, lleg-ó a su apogen: pero los ricos
y vastos territorios sujetados por Túpac-Yup;¡nqui y
Huayn;,-Cápac no permanecieron sino corto número de
~ños bajo el cetro de los Incas. La influencia civiliza-
dora ele ésto' debió dejarse sentir con grande fuerza,
pues los medios que emvleaban los conquistadores para
estilblecer su sistema religioso y de gobierno, eran enér-
gicos y eficaces. "La dominación de los lncas-r:scribe
González Suárez- dejó, sin duda, impresas huellas pro·
fundas en el carácter y en las costumbres de las nacio-
nes indígenas ecuatorianas; pero, a nuestro juicio; no
las modificó completamente ni las amoldó a esa condi-
ción enervante de puros autómatas, en que venía a per-
derse la personalidad hu mana".
"La resistencia a los conquistadores espaüoles prue ·
ha clara es de que aun conservaban brío en su ánimo y
an10r a la independencia". [2] Y esta es una cualidad
en que diferían grandemente los pueblos del imperio pe-
ruano propiamente dicho y los del antiguo reino de
Quito.

hijos tlel ~ol comenr.aron a eon~¡oistar las ¡n:m'indas del Sur¡ ,h"!.':á,H
la conqmota do los e:-;pañolus' Pet•o t;n ns Not.aF-i Al'queo ogiCas
!1916-p-UHJ nlU'OC'.C más fm·matla la opiniúu dc.l ilustt•e. historia-
dor a e~te l'l'::ipecto~ se formula con max pt·ecii:iión ':! so conforma me-
joi· con los cci.lcuJus 4lUo hmnos hecho. Dice así; "C()nsLa de um,
manera hisLól'icamente cim·ta, que la eonquista de loti Iueas eomen-
zÓ on el Ecuador unos ~e.tenta aúof..i, poco mús o monv:;, antes de la.
n~gada Uo los Espaüoles al Pen't~'.
[JI Velasco (IMl. T_ Il. p. 12 y 131 dice que "omonzó a o.leo-
membrnt·se elrl;itJO dA Quito 1)01' las couqui~ta~ de rrúpae- Yupa.nqui,
hacia 14:'",0 y lluayn::t-Cápac vino con sus tropa::: hnc~ill el aflo lle
1475, llcgmulo a. lo8 ant.ignoH coufines del Re¡no Ue Quito.
Pi N lJlm:qal/; [Baz·colona 1HS8-ca¡J. XX, P- :114} "Emplea-
ron los Inmu~ ~n la conqniHta de quito maf:l 4k tl'eitüa año~. La cm-
pe7.Ú Túpac-Yupaw¡ui, por lo-!:i 1le 14.30 y la. ¡-u:.n.bú Huayna-Cúpae
~u 1487''.
f~l fi.nnzrilr:z ,'-,ll((in~t:- -1890-. T. T. p. 207.

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LOS INCAS t;:{ EL ECUADOR 7.'>

III
Muy desig-ual fué la resistencia que ofrecieron los
pueblos del Ecuador, a la invasión cuzqueña.
Los ejércitos de Túpac-Yupanqui "más de doscien·
tos mil hombres, con tan gran bagaje que henchían los
campos" [1] salieron del Cuzco, al mando de Cápac-
Yupanqui, tío del Inca. Del Cuzco se dirigió el grueso
del ,..jército, a Vi leas, y Je allí pasó a Jauja donde l"s
Guancas hicieron solemne recibimiento al hijo del Sol.
Este despachó mensajeros por todas partes y obtuvo
que los habitantes de Bombon, Yauyo y Apudmac se le
sometieran. Entre Jat~a y Cajamarca tuvo algunas
guerras; pero fué sojuzgando todas aquellas regiones, ya
ganando la amistad de los naturales con buena maña y
tino, ya sujetándoles por meJio de las armas. [ 2 J
No es nuestro propósito hacer un relato histórico
<le las conqtlist:ls 11~vadas a cabo por los último> Incas.
Un trabajo de esa naturaleza requet·iría una amplitud
que no entra en el marco del presente estudio; ya que
todos los hechos deben ser pesados con severa crítica y
el investigador se halla, a cada paso, perdido entre las
más opuPstas versiones. "Es tanta aquí la oscuridad y
la incertidLtrnbre -dice un escritor-que con frecuencia
atribuyen diversos historiadores, un mismo hecho a dis-
tintos incas" [3] y el célebre americanista Jiménez de
la Espada, hablando de las relaciones de los cronistas,
acerca del imperio del Cuzco, se expresa así: "En los
escritos suyos 11egados hasta nosotros, se notan dos ma-
neras diferentes, y pcr lo regular bien definidas de ex-
poner los hechos más culminantes y trascendentales de
la vida y cultura de la raza inqueña. U nos los acumu-
lan en un solo reinado, el de Huira-Cocha, el Je Pacha-
ctítec o el de Túpac-Inca-Yupanqui, dejando a sus as-
cendientes (salvo el gran Manco-Cápac a quien rodean
casi siempre las prestigiosas nieblas de la fábula) en la
'a-'tnioscuridaJ de la insignificancia, y para sus deseen-

IJ Giem. de León-Begund" Pa.rte-1880-cap. LVI-p. 209·

I2]
3]
Oie.ea-Segunda Parte.-Cap. LVI-p. 210
Pi g lllary,U-I888, cap. XXl-p. 325.

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76 LOS INCAS EN El. ECUADOR

dientes, el oficio de meros continuadores dd estadD


de cosas que encontraron al ceñir a sus sien~s la mastn.-
paiclza o borla imperial, y sin otra obligaci0n, demás de
ésta, que la ele extender a los cuatro suyus o rumbos
cardinales, por medio de amigables anexiones o por la
fuerza de las armas, el territorio del imperio, la relig-ión
solar y la sagrada y servj) obe,Jiencia, con los cuantiosos
provechos que le correspondían como hijo del astro más
luminoso del cielo. Otros repat"ten los hechos y adelan.
tos realizados por la dinastía de Manco entre Jos dife··
rentes soberanos, siguiendo una ley ascenrlen te o pro·
gresiva, con la cual se 8comoda inejor (o se contenta)
nuestro moderno criterio y se libra de metersé en mús
honduras y tiene lo suficiente para asentar un funda,nen-
to razonable de la paleoh istoria pemana'' ( 1 ).
Larga tarea sería pues, tratar de esclarecer los mil
puntos oscuros ele la historia incaica. Viene a nuestro
propósito, solamente señalar, cuál fue la marcha de la
influencia cuzqueña en las provincias del reino de Quito
y cuál la manera de imponerse en las diversas regiones
del Ecuador; para ello nos apoyaremos en los relatos
de los más autnrizados crünistas.
Cieza de León (2) dice que Túpac-Yupanqui "por
los Bracamoros entró y volvió huyendo, porque es mala
tierra aquella de montaña; en los Paltas y en Guanca-
bamba, Caxas y Ayavaca y sus comarcas, tuvo gran
trabajo en sojuzgar aquellas naciones, porque son beli-
cosas y rebustas, y tuvo guerra con ellos más de cinco
lunas; mas al fin ellos piciieron la paz, y se les dio con
las condiciones que a Jos demás; y la paz se asentaba
hoy y mañana estaba la provincia llena de mitimaes y
y con g0bernadores sin q11Ítar el señorío a los naturales;
y se hadan depósitus y ponían en ellos mantenimientos
y lo que más se mandaba poner; y se hada el real cami-
no con las postas que había de haber en todo él".

(1) Jime>~'z de
la Espad~t; en el pr6logo al libro "De las aut.i-
gnas genteH Jel Perú''-Marh•iJ, 1892-Pf'· XX. y XXI.
(2) Ob".-t;egnnda Parte-c,ap. L\ l-pgs. 211-12.

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LOS INCAS EN EL ECUADOR 77
Tal e:ra el sistema empleado por los Incas para
consolidar su dominio; asf se explica la absorción de la
cultura indígena, la superposición, sin que se fundan en
uno, del arte de los conquistadores y del de los aboríge-
nes; así, el que prevaleciera la lengua de aquellos, sin
desaparecer las de las parcialiJades subyugadas. Pue-
blos enteros de dóciles y disciplinados peruanos, adora-
dores del Inca en quien veían una encarnación de la di-
vinidad, y a quien obedecían ciega y rendidamente; pue-
blos que, por un singularísimo régimen de gobierno, ha-
bían perdido la propia ini~iativa y personalidad, eran
plantados en medio de !cts tribus que de un modo u otro
se anexionaban al imperio; y en la nueva patria, si asf
puede llamarse el lugar que le' designaba como tal el
Señor absoluto, proseguÍ:l.n la vida que habían llevado
en el lugar de donde fueron arrancados, cultivaban los
campos, celebraban sus fiestas y ceremonias religiosas,
edificaban sus templos, vigilando, al mismo tiempo, y
manteniendo en·sujeci6n a los pueblos que les rodeaban.
Poco a poco, la influencia se ejercía y modificaba las
costumbres, y las tribus guerreras habituábanse a la
<¡uietud y sosiego y la reglamentación estricta a que es-
taba sujeto todo, hasta los actos privados, como la hora
de comer y dormic, iba estrechando a los pueblos en la
férrea disciplina del imperio y dándoles cierta unidad so-
cial, que facilitaba el predominio absoluto del clan incá-
sico. Pero no sólo consistía este vigoroso medio de asi-
milación, en el establecimiento ele extranjeras familias
entre las ele los pueblos conquistados, sino que, al mismo
tiempo, numerosos individuos de la parcialidad vencida
eran trasplantados a lejanas regiones: "y porque la
fuerza de la guerra no estuviese en una nación, ni presto
supiesen concertarse par?. alguna rebelión o conjura-
ción, sacaban para soldados destas capitanías, mitimaes
de las partes y provincias que convenían, los cuales eran
llevados a donde digo, y tenían sus fuertes, que son
pucanús, para defenderse, si tu viesen necesidad". [ 1)

(1) Cie~a de L.:ón.-~e.gunda Parle, 1880. Cap. XXII. p.


87.

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78 LOS INCAS EN EL ECUADOR

Ilalboa afirma que fué Tüpac-Yupanqui el primero que


estableció este sistema de mitimaes, [ 1) si bien es cierto,
que a este soberano atribuye la mayor parte de las con-
quistas y rdormas que se llevaron a cabo en Tahuantin-
suyu. La expatriación forzada se verificó en escala
muy grande con los Cañaris: "mando que fuesen dellos
mesmos al Cuzco, a e<:tar en la misma ciudad, más de
quince mil hombres con sus mujeres y el señor principal
dellos, para los tener por rehenes, y fue hecho como .
se mandó". (2) De igual manera relata Cobo este su.
ceso: "Este Inca llegó hasta los límites de Quito, hizo
la guerra a los Cañaris y asoló sus tierras. ___ enviando
muchos millares déllos cor. sus familias al Cuzco, por
mitimaes" (3) Cieza de León dice que los Cañaris
opusieron gran resistencia. Garcilazo, que era ésta,
gente "crecida belicoea y valiente"; [4] mas al recibir
los mensajes de Túpac- Yupanqui pa1 a que se rindiesen,
únos aconsejaron la guerra; pero la mayor parte optaron
por rendirse, pues veían que era imposible r~sistir.
Sarmiento de Gamboa cuenta que el Inca a "los
Cañaris con dársele, aunque de miedo, les prendió sus
Sinclus, nombrados Písar Cápac y Cañar Cápac y Chi-
ca Cápac y edificó una fortaleza inexpugnable ~n Quin-
chicaxa"; [S) pero Balboa dice que si se sometieron
al principio al Inca y le abrieron sus ciudades de Caña-
ribamba y de Tomebamba, se sublevaron luego, y fue
para tenerlo~ sujetos, que hizo construir el conquistador,
las fortalezas en Quinchicaxa, en donde puso guarnicio-
nes de mitimaes, así como también, edificó los fuertes

(1) Cabcll• Ra/boa.-Ed. de Toruaux-Compans-1840. Cap.


Vlll-pgs. 113 y 114.
(2) Cieza d~ León. Op. cít. Cap. LVI. p. 212.-Henwa-: Dé-
cada V. J,ib. TJI, Cap. XTV, p. 75.-Rn la •nblevación de los Cata-
ris en Ohaya.nt.a, [17BO] jugaron un papAl muy importante, en favor
de los ef.\p;tñulf.¡H, los caüaris ref>i(lfmt,E's, dAsdA ::;iglos :-J.trii..s, en lo:=!
ahedcdores de la ciudad de La Plata. (Informe de la Real An-
<lioncia <le f,a Plata al R.oy.-Chw¡uisaca. Mayo 1~ <le 1781.-~k
original, llibl. Jijón[ ·
13] Cobo: 1892.-T. III, Uap. XIV, p. ! 70.
[4J Garcilazo: 1723.-Cap. V, p. 269.
lfiJ Sar111iento de rtamboa: 1906.-44, p. 87-90.

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I.OS INCAS !>N EL ECUADOR 7')

del Azuay y Tiocaxas, para resistir a los Puruhaes y a


los Chimbos; y la fort~leza de Pomallacta, contra las tri-
bus insumisas que tenían por jefes a ..'\poc-Chavan Ca-
llo y a A poc-Anto. En la fortaleza d" Tomebam ba se
dice que nació Hu;¡,yna-Cápac. LI] Oliv;¡, afirma que
en esta conquista empleó Túpac-Yupanqui, tres años
[ 2].
Contra la afirmación de todog los autores que
hemos citado, lVIontesinos, atribuye b co"quista del an-
tiguo R•;ino de Quito a Huira-Cocha, quien, dice, salió
del Cuzco, poco después del nacimiento de Túpac- Y u-
panqui. con más de treinta mil hombres; llegó sin difii-
cultac.l hasta la provincia de los Paltas y ordenó el tras-
lado de éstos :1 otros valles del Imperio. Tuvo noticia,
por los espías que enviaba, de qLle los Cañaris se apres-
taban a resistir fuertemente, "que habían elegido por
caudillo a un señor llamado Dumma, y que éste habla
convocado a los señores de 1\'Iacas, Quizna y Puma!\ac-
ta". (3) Largo tiempo, según este autor, combati6
el Inca a los Cañaris hasta sujetarlos a su dominio: en
'"te tiempo "le vinieron a dar la obediencia, los indios
que habitaban entonces de esta otra parte del río Gua-
yaquil". (4) Y aún da a entender Montesinos que es-
La fue una reconquista, pues antes, al hablar del Sinche
Cozque Pachacuti, se exprc'a así: "Este Pachacuti, di-
cen los antiguos ama utas, que ganó todo el Reino del
l'ir\1, exepto la provincia de Chachapoyas y parte de
¡<lS Llanos, hasta la provincia de Quito, que luego se

[1] Bal/lua: 1840.-Ace.rca de los edificio, de 'l'omel>amba,


o,:úanse: Cic~'!: P1·imera Parte de la Crónica del Pm·ú-1553. Uap.
XT.TV, folio LV vuelto.-.Aiccdo: Diceiom>rio Geogt'áfico.-1789.
'1'· \', p. lG9.-Cabello llulbua: 1840-Uap. Xl.-Humboldi.-Sitios
ele las Cordilleras-1878. p. 351-:359.-Gunzález Swirc"' 1878.
Cap. V, l'· 39 y Cap. VI, p. 4fi.-B<tmps: TomobamLa-1887.
ll~~t.a monografia no es sino un ex tt·ado, podríamos decir una. tra-
dneción do las notit~ias contenillas en la anterior ob1·a Jol sNbio Ar-
'J,obll;po de Qnit.o.- Yt:nw(.Hf ct Rivd: EUmog\'a.phi~ Ail.ci~nuc dl)
I•Jqunteur-lal2-p!ls. 99. a 106.
¡2r 0/iou: Op. cit. 1895-Lib 2" Cap. ll, p. M--:)f>.
lBJ llfo>dcsims: 18HZ-Cap. XXIV, p. 138.
14.1 ~f<Jiileé•w•: 1882.-p. 140.

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80 LOS INCAS BN BL ECUADOR

reveló y después de muchos siglos, se volvió a unir a


este Imperio". ( 1)
Hemos visto que la mayor parte de los cronistas,
contradicen a Montesinos. Las informaciones del Vi-
rrey Toledo, (2) atestiguan que en éste, como en otros
muchos puntos, las memorias de Montesinos, carecen de
verdad histórica. También Cabello Balboa atribuye a
Inca Yupanqui, según dice, padre de Túpac-Yupanqui,
mllchos de los hechos que los historiadores ponen como
realizados por éste. Nosotros creemos, con la exposi-
ción hecha de lo relatado por los principales cronistas,
haber esclarecido este punto: La verdadera influencia
cuzqueña comenzó en el Ecuador, en tiempo del Inca
Túpac-Y upanqui.
Garcilazo nos cuenta, en pocas palabras, cómo
aquel Príncipe extendió sus conquistas, después de ha-
ber sojuzgado la provincia de Tomebamba: "Ganó mu-
chas provincias que hay hasta los confines del Reino de
Quito, en espacio de pocas menos de cincuenta leguas,
que las más nombradas son Chanchán, Moca, Quesna,
Pumallacta, qne quiere decir, Tierra de Leones, porque
se crían en ella más qne en sus comarcanas, y los ado-
ravan por dioses, Tic~ampi, Tiucasa, Cayampi, Urcolla-
su, y Tincuracu sin otras muchas, que ai en aquella
comarca de menos cuenta; las cuales fueron fáciles de
ganar, que las más son mal pobladas, y de tierra estéril,
de gente muy rústica, sin señores ni Gobierno, ni otra
policía alguna, sin ley, ni Religión"_. _... (3).

[1[ Montesinos: Op. cit. Cap. V, p. 28.-Balboa da el nom-


b1·e dA Pac.hacuti a Topa Inga o Tftpac--Yupanqui, fine ca.só con su
hOt"mana :Mama-Oello y tuvo pot• hijo a Iluayna-Citpac. Pero es-
te Paohacuti ele Montesino!-!, no perteneca a la dinastía de .Manco
Cápac Inca, sino a la do los Sinchis que la precedió.
l2l Informaciones aeerca del Señorío y Gobiorno do los In-
cas.-1570-1572.
(nmbm!,o:; rlP- le~ EspatltJ. las publicó en resumen, el año do 1882.
[31 G-a1'cilruo: Pl'imora Parte de los Comentarios Reale:-;,
1n3-1,ib. 8 Cap. VI, pag. 271.- VéasE' lo que, acot·ca ile Garci-
lazo, dice Gonzfi.lez Suároz en sns N ot.ns ArqueológicaH, Quito,
1(115, pgs. 6 ,- 7.

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LOS INCAS EN EL ECUADOR 81
-----
No se pierda de vista que Garcilazo exagera siste-
máticamente el estado de barbarie de los pueblos que
los Incas conquistaban, así como las excelencias del go-
hierno de los soberanos del Cuzco y su grande adelan-
to y cultura. En el Ecuador, al tiempo de la conquis-
ta incásica, florecían varios pueblos con una civilización
propia que era el producto de la cultura autóctona y
de las influencias ejercidas, en diversos tiempos, por
otros pueblos del continente. L~. gran cultura de Ma-
uabí, se hallaba entonces en decadencia.
1>os cronistas cuentan que los habitantes de
Portoviejo enviaron al Inca embajadores y éste
les mandó también sus delegados; pero fueron muertos
por los indígenas. Túpac-Y upanqui no castigó por el
momento esta felonía, pues resolvió volver al Cuzco.
Allí permaneció algunos años antes de proseguir la
conquista de Quito. Para esta empre,;a march6 con
cuarenta mil hombres a Tomebamba Je donde, según
Garcilazo, mandó mensajes al Rey Je Quito, para que
se le rindiera, mas éste contestó soberbiamente, recha-
zando los requerimientos del Inca. "Viendo Tú-
pac-Yupanqui que la conquista iba muy a la larga,
embió por su hi_io primogénito llamado Guayna-Cápac,
.-¡u e era el Príncipe heredero, para que se ejercitase en la
Milicia. Este Príncipe, que era ya de cerca de veinte
años, refor~o la gu<:rra y fue ganando el Reino poco a
poco, ofrecienrlo siempre la Paz" ( r)
CiPza de León da algunos otros detalles: "Pues-
ta en orden la tierra de los Cañaris, fuese para Tiqui-
zambi, Cayacombe, (2) los Puruaes y otras muchas
partes''_ __ "En Latacunga tuvo recia guerra con los

[11 Cfrm:ilazo, Op. cit., Cap. VII, pé.g. 273.


A Garcilazo sigue en sus "Uecuerdo9 de la 'Monarquía Peruan!.'!
Dn. Ju.sfo 8ahw1rrtunr Jtwa.-Parí¡;;, 1850, Cap. XI, pág. 37. Este
autor dieo que '.fúpac-Yupanwli ~ligiú por General de los cuarenta
mil hombre8 con qne emprendió la conquista de Quito, a Apu Sa-:
huamm·a, hijo delinca, quien, despué!; de llamar a s.;u hijo y herede-
ro, Huayna-C:ápa(~, rr.gre¡;;ó al Cnzco, pam, ocuparse flel gohim•no tle
'rahuantin,;)nvn y continuar el Adifi.eio de la fortaleza de Sacsa-
hnamán. ~ '
[21 Así en el Ms. de la Bibliotec·a <lo! E<r.orial. Códice L-j-G

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82 LOS INCAS EN EL ECUADOR

naturales, y asentó paz con dios, después que se vieron


quebrantados, y mandó hacer tantos y tan insignes
edificios por estas partes, que excedían en perfección
a los más del Cuzco. Y en Latacunga quiso estar
algunos días, para que sus gentes descansasen" ... "De
Latacunga anduvo hasta llegar a lo que decimos Quito,
donde está fundada la ciudad de Sant Francisco del
Quito, y pareciéndole bien aquella tierra, y que era
tan buena como el Cuzco, hizo allí fundación de la
población que hobo, a quien llamo Quito, y poblola de
mitimaes, y hizo hacer grandes cavas y edificios y de-
pósitos diciendo "El Cuzco ha de ser por una parte
cabeza y amparo de mi gran reino, por otra hél de
ser el Quito". Dió poder grande al gobernador de
Quito; por toda la Comarca del Quito puso goberna-
dores suyos y delegados; mandó que en Caranqui
hobiese guarnición de gente ordinaria para paz y gue-
rra; y de c•tras tierras puso gente en éstas, y destas
mandó sacar para llevar en las otras" ( 1). Este intere-
sante relato, confirma lo que antes habíamos dicho res-
pecto de Quito: su importancia data de la invasión cuz
<¡ueña; el conquistador halló una población de cierta
importancia, pero eligió principalmente el valle de Qui-
to como asiento para una gran población de mitimaes y
para residencia suya, por la suavidad del clima y por la
estratégica posi< ión que permitía hacer de Quito una
plaza fuerte inexpugnable.
Cicza prosigue la relación de los hechos de Tú-
pac-Yupanqui y dice que permaneció algún tiempo en
Quito, desde donde envió los embajadores a Portoviejo,
que habiendo sido muertos por los costeños, juró el
Inca tomar venganza de este hecho; pero desistió de
realizar en seguida esa expedición, por tener que volver
al Cuzco ( 2 ).
En Quito dejó de gobernador a Chalco-Mayta
anciano orejón, muy entendido en cosas de gobierno,

(1) Ciew de T-eún, 1880, Cap. LVI, ¡Aigs. 212-H.


Hen-cra, Década V-' Lib. lii, Cap. XIV, pág. 7i">.
(2) C'ieza, Op. cit., ~:ap. LVTT, pgs. 214-15

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LOS INCAS EN EL ECUADOR 8.)

esforzado y de gentil presencia y habiendo mandado


mensajeros a los llanos y recibido presentes y embaja-
das de aq~ellas partes, salió de Quito y dirigiose hacia
los Y unca5, pasando por Tumbez ( 1 )·
De los relatos de los cronistas se desprende que
Túpac··Yupanquí hizo dos viajes desde el Cuzco, para la
conquista de Quito, habiendo realizado el primero cuan-
do aún vivía su padre (2). Volvió al Cuzco después
de seis año~. con su hijo IIuayna-Cápac que le había
nacido en Tomebamba. Varios años transcurrieron en-
tre la primera y la segunda expedición: en este tiempo
ensanchó los términos del Imperio por las regiones del
NE. del Cuzco y por la pa• te de Chile (3). En el se-
gundo viaje llegó a Tomebamba, en donde se detuvo
también algún tiempo mientras reforzaba su ejército; lla-
mó entonces a su hijo li uayna-Cápac que a la sazón te-
nía cerca de veinte años de edad (4), para que le acom-
pañara en las conquistas que había emprendido. Cosa de
catorce años habían pasado, pues, desde que vohrió al
Cuzco, desde esa misma ciudad rle Tomebamba. No hay
duda que en este segundo viaje, Túpac-Yupanqui se ocu-
pó principalmente de reconquistar territorio~ r¡uc en el pri·
mero había subyugado: pues la sujeción de las provincias
situadas al Norte del Azua y había sido de duración efí
mera, y sólo habíase mantenido mientras los ejércitos
del Cuzco ocupaban el territorio: Cuando éstos se
retiraban. que,lanclo sólo las guarniciones en las forta.
lezas y los pueblos de mitimaes, las parcialidades que
podían se esforzaban por sacudir el yugo del conquista-
dor y recuperar sn independencia. La unidad de Ta.
huantinsuyu era más aparente que real.
No podemos precisar hasta donde avanzó Tú.
pac-Yupanqui en su segunda expedición, porque e¡

(1) Cieza, Op. cit., pg. 21 i.


(2) Srmnienfo de Gamboa, 1906, § 46, pg. 89.-Grrl'cilmo, Op.
"it, Cap. VIII, pág. 27ii
(3, "Esto fue hombre valent.íssimo y dP. gt•an gouierno ~:;uje-..tó
n su imperio toda la tierra desde Quito ha~ti\ Ohile", Rumos (}-fn'illnz,
1621, Cap. II, pg. 10.-Sarmi.e.nlo de Gmnbo(t, Op. ciL., pg. 101.
(4J G¡¡rcilazo, Op. cit., Cap. VIT, l'P:· 273.

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fl4 LOS INCAS J,;N EL ECOADOR
----------- -----------------
relato de Balboa no puede aceptarse sin restricciones,
y los demás cronistas e historiadores opinan muy cliver-
samente (1). El hecho es, que volvió al Cuzco, en
donde murió.
"Al dicho señor sucedió Guaynacápa que quiere
decir m:u1cebo rico o valeroso, y fue lo uno y lo otro
más que ning-uno de sus antepasados ni sucesores __ _
Este extendió su Reino mucho más que todos sus ante-
pasados jiJntos" (2). Según los indios que le conocie-
ron, era "de no muy ,g·ran ciJerpo; pero doblado y bien
hecho; de buen rostro y miJy grave, de pocas palabras,
de muchos hechos; era justiciero y castigaba sin tem-
planza" (3).
Huayna-Cápac, después de la muerte <le su padre,
empleó algunos años en visitar diversas provincias del im-
perio y pacificar las que se habían revel"do. Con
doscientos mil hombres de guerra, sin los yanaconas
y mujeres de servicio se dirigió a Cinchasuyu, según
relata Cieza de León. En los Chachapoyas halló gran
resistencia, tanto que por dos veces volvió huyendo a
sus fuertes. Igual cosa ie aconteció en la tierra de los
Bracamoros, a los que tampoco pudo sujetar. "Se
afirma también-·prosigm: Cieza--que envió capitanes
con gente, la que bastó, a que viesen la costa de la mar lo
que había a la parte del N arte, y que procurasen atraer
a su sen,icio los naturales de Guayaqutl y Puerto Viejo:
y que estos anduvieron por aquellas comarcas, en las cua-
les tuvieron guerra y alguna,; batallas, y en unos casos
quedaban vencedores y en otros no del todo; y así
anduvieron hasta Collique (Coaque?) donde toparon
con gentes que andaban desnudas y comían carne hu-
mana y tenían las costumbres que hoy tienen y usan los
comarcanos al Río de Sant Juan" (4). Cobo afirma tam·

(1) Conf.: Oieza dt~ León, S~gmula Parte, Cap. LVI.


Ce·v«llos (Pedro Fenrtln), Resumon de la Historia del Ecuarlor,
Lima, 1870, T. I, Cap. f.-l\fooogl'~fía del Cantón de Otavalo, 190(1.
(2) Acosta, 1894, Cap. XXII, pg. 207.
(3l Cieza, 1880, Cap. LXI, pg. 2:33.
(4) Gieza. rle León, 1880, Op. cit., Cap. LXIV, pgs. 246-47.
Conf1•. Rt.mW!i aavilán, 1G21, Cap. II.

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LOS INCAS IiN RL F.CUADOR
---------------- ------
bién que Huayna-Cápac combatió a los Chachapoyas
que se habían revelaJo, y visitando las provincias de
la bierra llegó a Quito, de donde volvió al Cuzco a pre-
parar un ejército más numeroso para continuar sus con-
quistas hacia el Norte. Cuando todo lo hubo preparado,
se vino a Tomebamba en donde se detuvo un tiempo y
mandó edificar un palacio para sí y un templo para sus
dioses ( 1).
Entre tanto, sns capitanes habían avanzado hacia
el Norte y obtenido al principio grandes victorias; pero
habiendo sufrido una derrota y enviado noticias al In-
ca de la situación en que se hallaban, partió él mismo
con fuerzas numerosas y arrasando cuanto hallaba a
su paso en la tierra de sus enemigos, los combatió hasta
sujetarlos enteramente. Cabo dice que volvió a Tome-
bamba y de allí emprendió la conquista de los Cayam-
bes, en la que gastó mucho tiempo y sacrificó innume-
rable gente.
Según Balboa, las tropas de Huayna-Cápac, sa-
lieron de Tomebamba hacia las sierras; tomaron por las
crestas de la cordillera, atravesaron los páramos y
llegaron hasta la región de Pasto, con cuyos habitantes
combatieron. Después de vencidos los Pastos y de ha.
ber construído la fortaleza que se halla en el camino real
de Rumichaca, bajó a los valles y volvió a Tomebam-
ba ( 2 ). Aquí dejl> pasar la estación de las lluvias y
se dispuso para volver al N arte a atacar una forta-
leza de los Caranqais, que no se le habían sometido, y
qne interrumpía las comunicaciones con la guarnicil>n
Jejada en Rumichaca. Realizó este segundo viaje y en

(·/tllión·ez de Santa Clara, T, III, 1905, Cap. XLIX, pgs. 439 y


410. .
Oliva, 1895, Lib. 2", C:ap. II, pgs. 54 y á5.
DejanUns, 1858, lll, pgs. 79-80.
Hubo, includaUlemf:mte, una invasión de geut~ hárhara en las
costas de Esrnera1tla9 y de l\ia.naUí; que contribuyó n la decadencia
de las muy notables cl'"ilizacionos que floreeieron eu estas Uos pro-
vincias ecu"toriauas.-Con!. Saville ( llfarshal H.), 1907 y 1910.
( 1) Oobo, Tomo III, Cap. XVII, pg. 187.
(2) JJiigt<el Cabello Balboa., Miscelánoa Austml, 1840, Cap. XI,
pgs. 150-153.

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86 LOS INCAS EN ET, ECUADOR
-------------------
él acabó de sujetar con su armada a los Puruhaes, Anga-
marcao, Tomavclas, [r] Puchos, Latacungas y ótros.
Cuando las tropas llegaron a Cochaequf, encontraron a
los habitantes atrincherados en un fuerte que habían
construído en unas rocas escarpadas; en este punto
Huayna-Cápac fue rechazado con grandes pérdidas;
mas, al fin, con el apoyo de los mismos naturales la uc
región, pudo tomar la fi1rtaleza, en donde puso una con-
siderable guarnición de gente escojida; lo mismo hizo
en la fortaleza rle Guachalá, de la cual se apoderó poco
tiempo después. Los enemigos atravesaron las mon-
tañas y se retiraron a Otavalo. El Inca se apoderó
prirncranwnte de todo el territorio circunvecino y fue es·
trechando a las tropas enemigas que fueron concentrán-
dose en la fortaleza de Caranqui [2]. Estas mismas
acciones atribuyen otros historiadores a Túpac-Y u-
panqui.
Gamboa asegura que los Quitus y Cayamhes ha-
bíanse alzado y dado muerte a los gobernadores que
por esas tierras dejó Túpac-Y upanqui, y que entonces
partió Huayna-Cápac a combatirlos con un ejército nu
meroso de Hurincuzcüs, que llevaban por capitán a
Michi y de i\nancuzcos, bajo las órdenes de Auqui-To-
pa, y añade: "otms dicen que los nombrados fueron
i\po Hilaguita y Auqui-Topa-lnga" [3].
La conquista de los Cayambes fue sin duda, la que
más trabajo costó a los ejércitos peruanos. Eran los
Cayambcs, aguerriJos, valerosos y su nlnncro conside
rabie. Acaso haya sido ésta la más importante nación
de todas las existentes al Norte de l'uruhá; extendíase
por buena parle de las dos actuales provincias de Imba
hura y Pichincha; probablemente, por todo el territorio
de la sierra, en que hoy se encuentran las tolas y tenfon
varias plazas fuertes como Cochasquf, Guachalá, Ton·
taque (Atuntaqui) y Caranqui. En esta última forta-

(1) "PuP.h]o do la Provincia y Corregimient.o de Chimbo Bll ~1


Revno de Qnito•·.-r Alcedo, Op. cit .. T. V, pg. 1GD.-ll1adricl, 1789J.
- (2) Ball'""• Op. cit., pgs. 156-57.
(3) 8ann·icnfo de Gambor.r. 1006, pg.l05.
1

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LOS INCAS !\N RL J!C"UADOR P,7

leza habíanse concentrado fuerzas ele las parcialidades


de Cayaml.Je, Otavalo y otros muchos pueblos.
El l nra había hecho levantar fortalezas o pucaraes
en las colinas que dominaban los valles, en las gar·
gantas que podfan dar paso a los enemigos y en luga·
res estratégicos de las cordilleras. Toc.los los pasos de
los valles de Puembo y Pifo hacia el Sur, estaban fortifi.
cados. Reproducimos nosotros el plano de la fortaleza
Je Guangliiltagua [1] [L. XLIV] levantada en una de
las pendientes más ásperas y avao;zadas sobre el pue·
blecíto de Guápulo y desde la cual domínanse los valles
ele Cumbayá y Tumbaco. Guangüiltagua cierra, por el
lado occidental y Sur, el paso que, por el abra del Ma·
chángara, existe entre los valles antedichos y el de
Quito. Esta fortaleza forma parte del gran sistema de·
fensivc organizado por los 1ncas, y del cual se servían
como punto de apoyo para sus. avances jJrogrcsivos [2].
Cíeza de León dice que las trojJas del Inca fueron ata
cadas tan r•,ciamente, que, de no haber existido estas
fortalezas, con tanto arte construídas, la derrota hubiera
sido segura [3]. El Inca, atrincherado en uno ele esos
fuertes, esperó le llegaran los refuerzos que había pedi-
do y cuanrlo hubo engrosado s.u ejército, decidió atacar;
pero los enemigos que también habían reforzado sus fi.
las, acometieron con tal furia, que rompieron dos cercas
de la fortaleza, "que a no haber otras que ivan rodean.
do un cerro, sin duda por ellos quedara la victoria;
mas como su usanza es hacer ll'l cercado con dos puer·

( 1) Descubierta por .lijó>t !1 C!auma·ilo en 1907,


~stos pucaraeR, no r:,on propiam.ente plaza!::! fuertes, sino, más
Uion, campos attinchewtclos; muc.ho:-i llebieron Rei' hechos con grande
JH'isa; tal vez ~it·vioron algunos, solamente para qm-1 la!::! tropas pasrtt'a.H
Ja noche en seguridad. Este gHnero especial do fortificaciones,
abunda en el Ecundm·. Con fr. Ult.le: FDl'talm~.A~ Incaicas Incallactn-
!Vlachu-picchu. Santiago do l'hile, 1Dl7.
(2) "lJomo todo, los afanes clellnca se cift·ahan en la seguridad
del paí~ y P.n mantaner a su pueblo dontro de los límites Ue una per-
feda ~ubordinación, se r;omprende que pnsicrn nl mayor cuidado en
la consh'ucció-n 1le lns fortiilcn.c.ioues y eaminos pm'A r.l paso da
r-jércitus" (Cromm, Bai•celuna, 1802, T. H, pg. 300).
(3) Oie:a, 1~80, Cap. LXVI, pgs. 252-2G5.

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LOS INCAS P.N EL BCUADOR

tas, y más alto, otrq tanto, y así hacer en un cerro sit":Le


u ocho fut:r7.as, para si la una perdieren subirse a la
otra, el Inca con su gente se guart:sció en la más fu<Orte
del cerro, dnnrle, al cabo de algunos uÍ<ls, salió y dio en
los enemigos con gran coraje" (I). Este es un episodio
de la guerra que, según González Suárez duró diez y
si de largos años ( 2) y qué no terminó sino con la gran
matanza ocurrida a orillas de la laguna, que por haber
queclauo con sus aguas tintas en sangre, se llamó desde
entonces Yahuar-cocha.
Hay mucha variedad en b. narración que los cronis
tas hacen ele e,; tos succ·sos C.>)· En Los A bodgenes dr
fmbabum y dd Czrdti dice González .Suárez: "Acaso,
no nos apartaremos enteramente de la verdad, si deci-
mos que Huayna-Cápac se t.lió maña para hacer pasar
un cuerpo de tropas por la cordillera del Norte, a la ac·
tual provincia del Carchi, con cuyo arbitrio acometió de
frente y por las espaldas a los Caranquis, en quit!ncs,
después de vencidos ejecutó venganzas sangrientas"
(4). Esta opinión parece confirmada por Ilalboa (5).
Lo único que puede afirmar,e con certeza, es que la
guerra cor: los Cayambes f•.•e de larga duración (G) y
11 Cieza, Cap. LXVII, pgs. 256-57.
12] •;Hnayna-Cápao tardó tliez y siete ]argos ;~.flnl:l eu somotet·
al Hégulo de Cayambo, quo, confederado con el de Otavalo y con ol
!le CarantlUi, opuso al Inca resistencia tnnn.z y vigorosa" aon-zále~
S~<áre,,, 1908, pg. 20.
1:3] C:onfr. Cieza, 1880, Cap. J,XVII, pgR. 256-57 -Sarmiento ele
Gamboa, 190fl, Cap. LX, p. 105-109.-Santacn<Z l'arlwc<di, 1879, pg.
:106.-Uobdlo ele Balboa, 18-tO, Cp". XI a XIII.-1HO>tlesinas, 188~.
Uap. XXVII.-Colm, 1892, Cap. XVll.-Apolonius Lcvinus, De Pern-
vi(e R.egionis--Antuerpioo, 1567.
141 Gonzáltz Suá,·cz, 1908, pg. 20.
Ji>] Uabcllo Balboa, Op. cit., Cap. XIII, pg. 173 ysgts.
r6J Gonzáh!.$ 8uárcz eita un documento del ''Real Archivo de In-
dias tle Revilla" relativo a los HArvicios qnB el cauiqufl do Cnyambe
prostó a los eonqui~tadot•fls castellanos, acompañando a Rodrigo Nú-
fl.e?. dA Bonilla a la expedición de Quijos en 1579. En ~1 miRmo ex~
poc1iente consta que Na:?,/l.f'Ota Puento, régulo lle Cayambe, l:iOF.tuvo
la gui:H't':t enntra Huayna-Cá.pac tlurante diez y siete nf10s: l'st.e ré-
gúlo tenía bajo ~;u dApetHlencia a los se.flm·r.s Jo Cochasqnl, de p,~~·u­
cho, de OtiWfllo y d.e Caranqui. "Abot·~genes", 1~08, Ca~>- ~1, pg. ~U.
Nota.-(Hemos temtlo, ademáf', a la v1s~a, las notas or1gmaTes del
Ilmo. Arzobispo de Qnito, acerca lle este documento).

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LOS INCAS EN EL ECUADOR 89

que terminó con la batalla ele Yahuar cocha, en que pe·


reciú un muy considerable númem de combatientes.
Después ,Je esta victoria, Huayna-Cápac siguió ha-
cia el Norte, sujetó a los Ql1illasingas [1j y avanzó has
tala región de los Pastos, desde dunJe volvió a Quito
[2] y por entonces recibió la nueva de haber llegado
gentes singulares a las costas del Pacífico.
Los cronistas relatan los hechos de armas de Tú-
pac-Yupanqui y de Huayna-Cápac, de tal modo, que
pudiera creerse atribuyen unos al primero y otros al se-
gundo, indistintamente, hechos que ocurrieron en uno
de los dos reinados; pero un atento estudio y compara
ción de los textos, lleva al convencimiento de que, en
tiempo de cada uno de los dos últimos Incas, anteriores
a la conquista española, se verificaron hechos idénticos:
debieron repetirse las mismas incursiones en territorios
enemigos, las mismas conquistas y guerras. Lo cual es
una prueba de que la sujeción de las diversas parciali-
dades indígenas, en muchos casos no era sino aparente;
y que en otros, lo único que habían podido hacer lastro
pas cuzqueñas, era apoderarse del territorio, asolar los
campos y saquear las poblacione5; mas nó sujetar a sus
habitantes, que aprovechaban de la primera coyuntura
para recuperar su independencia y l_ibertad [3].
Desde el primero de los Incas, el Imperio del Cuz-
co comienza a extenderse poco a poco: el clan incásico
va dominando a los demás, subyuga las parcialidades
circunvecinas y se anexiona los territorios de éstas.
Con Lloque-Yupanqui, comienzan las conquistas a ser
considerables; y adquieren grande incremento estas co-
rrerías e incursiones en las provincias vecinas, durante
los reinados de Viracocha y de Pachacútec. En tiempo
de este (Jltimo, los límites del I111perio del Sol, se encuen-
tran bie!l distantes del centro. Túpac-Vupanqu i lleva

(1) Garcilr«n, 172:3, 1.~ Pat·te, Cap. VII, pg. 274, Lib. VIII.
(2) Oi,.:;n, Op. eit, Cap. LXVII, pg. 258.
(:1) 1'.PartiAron del Cuzco, y por donde pa;-:;alm11, hallaban alte-
radas algunas pro"i.rincias primero conquistadas; y hacía en clln.s ':/ nu
las tple HP- defendían y no le ve·nían lnago a dar obArllflneift, cruelda-
des y muertes inaudit,as" .8m'111'iento rle (;amboa 7 Op. cit., § 46, pg. 89.

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90 I.OS INCAS JlN llL ECUADOR

st1s armas vencedoras a los ricos territorios de Quito; y


el g-ran I-luayna-Cápac eleva el lmperin a su apogeo,
pocos años antes de su violenta ruina al choque con la
civilización del Viejo Mundo¡ alcanzando las huestes pe-
ruanas hasta la rivera del Angasmayo, en Colombia.
En el primer cuarto del siglo XVI, los clane~. que, pro-
bablemente, salidos de la hoya del Titicaca fueron a fi-
jarse en el valle del Cuzro, habían desde este punto ex-
tendido su dominio por territol"ios que hoy son parte de
Bolivia, Chile y la Argentina; del l'erú y del Ecuador;
y aún hablan puesto el pie en tierras de la que hoy es
República de Colombia. Sinembargo, como advier-
te con mucha razón De la H.iva Agüero, "no hemos de
imagin<Jrnos el vasto Tahuantinsuyu como un cuerpo
enteramente homogéneo, en cuyos diversos territorios
tenía el sistema de los Incas igual y perfecta aplicación":
( 1) La innuencia in.-:ásica era muy desigualmente ejer-
cida en las diver~as regiones del inmenso Imperio: En
el Cuzco y en las provincias cercanas, regían, con todo
su vigor las leyes absorventes que anuluban, casi por
completo, la persot!alidad del pueblo y ~;u independen-
cia; dominaba el Inca con un poder más que humano y
era para sus súbditos, el jefe, el Señor, ellh!Plio y distri-
buidor de todos los bieues; el padre y el dios de la na
ción. En los países conquistados, en los que más lejos
se hallaban del centro, sobre toJo, la <lominación incási-
ca era menos o;ensihle o se ejercía en condiciones muy
diferentes.
Sin el estahlccimiento de los mitimacs, Jicha domi-
nación habría sido muy limitada y la influencia de la
cultura incásica, müy pequeña, en el Ecu"dor. Allí en
donJe las tropas del Inca sentaron sus reales de un mo-
do estable; allí en Jonde las colonias militares y civiles
se habían establecido de modo permanente; allí, de
donrie habbn sido arrancados por fuerza los habitantes
y su~tituidos por otros pobladores, traíJos Jel corazón
mismo del Imperio, allí la civilización de los hijos del
Sol florecía, y al lado de las civilizaciones aborígenes,

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l.OS INCAS !lN EL ECUADOR 91

sin confundirse ni mezclar~e. ejercía grande influencia


sobre éstas.
La organización política del Imperio, los enérgicos
m.:dios de que se valían los Incas, las enormes riquezas
que tenían en sus manos y la religiosa veneración de
que eran objeto por parte de sus súbditos, hadan que
este influjo se ejerciera eficazmente,
Pero en los pueblos privados de sn independencia
por medio de las armas o por convenios pacíficos, y
puestos bajo el gobierno de los orejones, sin <J.Ue al mis-
mo tiempo se hubiesen establecido entre ellos, las men-
cionadas colonias, la influencia de la cultura incá5ica era
débil y su dominio pasajero. Tal sucedió en la costa
ecuatoriana que recorrieron, más de una vez, y hasta
una latitud bastante septentrional, los ejércitos cuzque-
ños: Sus correrlas, en ésta como en otras regiones, no
tenían más fin qne el pillaje, ni dejaban más huellas que
pueblos devastados y ciudades destruidas.
Las observaciones que, deducidas del prolijo estu.
dio de los cronistas, hemos apuntado en estas notas, se
ven confirmadas por la Arqueología, en todas sus partes:
Hemos vi~to que los caracteres del arte cuzqueño,
tan marcados y por consiguiente inconfundibles, apare.
cen en los objetos de origen incásico que se hallan en el
Ecuador, con una pureza tal, que prueban, bien a las
claras, que no hubo fusión del arte aborigen con el arte
de los conquistadores peruanos. Y de la manera como
se verificó esa conquista, y de los medios empleados por
los Incas para mantener en sujeción a los pueblos que
habían subyugado, se deduce también que no desapare-
cieron en una, las culturas de vencedores y vencidos, si-
no que subsistieron por mucho tiempo, la una junto a la
otra, sin confundirse. DespLtés de la conquista de toda
aquella tierra por los españoles, la penetración de la cul
tura peruana del Cuzco, continuó y de un modo notable:
Sin•an de ejemplo, la difusión del quichua y la casi unifi.
cación en el vestido ( !).

!11 "Pot· las actas del primor libro ilel Aynntnmiento de Qui.
t.o, con~ta que Benaleázar, cuando sar\ó para la conquis:a de Popa-

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92 LOS INCAS EN EL ECUADOR

Tanto la Arqueología como la Historia prueban


también que el dominio de los Incas en el Ecuador, fue
de duración relativamer~te corta: De setenta a ochenta
años antes de la caída dd Imperio, databan las primeras
incursiones incaicas en el territorio de nuestra Repúbli·
ca; y casi coincide el fill de las últimas conquistas en el
Norte, con la a¡Jarición de los europeos en las costas
ecuatoriales.
En tiempo de Túpac-Yup:111qui y de Huayna-Cá-
pac, había alcanzado ei imperio de Tahuantinsuyu su
mayor desarrollo. Casi la totalidad de los ohjetos de
cerámica cuzquelia hall aclos en el Ecuador pertenecen
a la última época, si se nos permite cierta clasificación
cronológica en aquel aTte; y lo mismo podemos decir
acerca de los monumentos que ue esa civili~ación han
quedado.
Finalmente, la distribución de los objetos del arte
cuzqueño en las uive1·sas provincias de nuestra R~!pllbli.
ca y los Jatos que los antigL!OS cronistas nos proporcio-
nan, dejan fuera de duela que la influencia ele la cultura
incásica, se ejerció con muy diversa intensidad en el te
rritorio del Ecuador, y que no absorvió, ni mucho me-
nos, las culturas aborígenes, a las cual"s conviene clistin-
guir cuidadosamente.

yán, sacó do la actual provi11dn. t1e Pichincha alguno~ miles de in-


(Üos, pa¡•a, que fueran :;il'vienrlo a la tt•opa de lofoi conquif'lhtdores-
Así so cxplina. h difusión dfl la leligua quichua hasta eu la gohnt•na-
ción (lo ro¡)nyán": ú:on;;úlP-:._S•t~re:J, Nota~ Arqueológi~<~S~ 19l:l, § VI,
pg. 40.~n a pt·ovmma de Pu.3lnuc1u\ b~bu\ uua publi-lof~10n n1uy nun1f'l-
rosa de mit.imars, cunnrlo Benalcáznr realizó la cont1uista tle Quito.

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NOT A.-En la parte gráfica de este trabajo hemos sido


auxiliados por nuestro amable cole¡:a en la Sociedad Ecuatoria-
na de Estudios Históricos Americanos, el Sr. Dn. Juan León
Mera l. y por los talleres litográficos de la escuela de Bellas
Artes y lo• de Artes Gráficas del hábil y laborioso Sr. Dn. Jos~
D. Laso.
A todos, nu~stros agrad•cimientos.

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II)IO, f1g. 3~ N'.' 0: An_l(lll ~{c-is<. anrl Stübel 1:S:So :di7 V<,l. T. L. X. tig. y. Nt• U:
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Bar:-.~sler, rgo3, L. l'Ll V, fir,. 422.

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p~ncha. N'.' 6: Aml,n.t.-... :-..¡,- 7: \.\nlllmyá. N<! M: f'u!n.. N 1.> 9: <¿uito, ( 1-lo~­
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jón). N~ fl: Tu11gul'ahu:~. N(.' 6: (¿uito.

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dor. ~'! ñ: .-\mbato N? 6: F.l Angel.

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Vlll, fig¡ zo. N~· ::1: Capiapó, Metlina, 18S2, lig. I7J·

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Quito.

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LAMINA XXX

Nos. 1 y 2: Qtlito, No<>. 3 y 4: MlJialcJ N? ú: Cuiipuln (;\ltnras de


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LAMINA XXXI

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Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

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