Stanton Sobre El Arco y La Lira
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Reflexiones lingüísticas y literarias
ÁNTHONY STANTON
El Colegio de México
1 Octavio Paz, El arco y la lira (FCE, México, 1956), p. 26. En adelante todas las
referencias se darán entre paréntesis en el texto, empleando las siglasALJ seguidas por el
número de p4gina. Es importante subrayar que cito exclusivamente de la primera edición
del libro y no de la segunda edición "corregida y aumentada" que se publicó en la misma
editorial en 1967. Por las variantes que presenta, esta última marca, junto con otros textos
de los aftas sesenta, una nueva etapa de las ideas estéticas del autor.
301
2 Intenté analizar y evaluar la primera etapa de estas ideas estéticas en otro lugar: "La
prehistoria estética de Octavio Paz: los escritos en prosa (1931-1943)", Literatura Mexicana,
2 (1991), 23-55.
3 Sobre la génesis de El arco y lo lira y sobre sus múltiples y profundas diferencias con
los dos libros de Reyes (La experiencia literaria y El deslinde), véase mi "Octavio Paz, Alfonso
Reyes y el análisis del fenómeno poético", estudio que saldrá en un número próximo de
Hispanic Review.
4 Heleo Vendler, "El arco y la lira" [1974], tr. Pilar Calvo, en Octavio Paz, ed. Pere
Gimferrer, Taurus, Madrid, 1982, p. 86.
7 Alguna intuición de este problema hubo en la recepción crítica del libro. Las dos
resellas mú inteligentes publicadas en México expresan las actitudes divergentes de los
comentaristas: Manuel Durán elogia lo que percibe como el "vasto y fecundo esfuerzo de
síntesis. en que todas las corrientes del pensamiento contemporáneo existencial son aprove-
chadas o adivinadas y presentidas" ("La estética de Octavio Paz", Revista Mexicana de
Ulet'tliUirl, 1956, núm. 8, p. 132), mientras que Tomás Segovia se muestra reacio a aceptar el
intento de "unir algunas de las ideas fundamentales del existencialismo con una teoría
poética de tendencia surrealista" ("Entre la gratuidad y el compromiso", Revista Mexicana
de Ulmllura, 1956, núm. 8, p. 103) porque ve, no sin razón, una fundamental incompatibili-
dad entre el compromiso determinista implicado por el historicismo existencialista y la
gratuidad esteticista que nace de una metaf"JSica de la pureza.
a Esto tal vez se deba a la renuencia de Paz a aceptar la doctrina sartreana del engage-
mento compromiso. Aunque el mexicano había practicado por un breve periodo al final de
los aftoa treinta lo que se llamaba "poesía social", nunca quedó convencido por la doctrina
est6tica del arte dirigido, prefaguración del concepto sartreano del compromiso. En la
d6cada siguiente, Paz buscaba otra respuesta al problema de cómo conciliar libertad estética
con una postura "revolucionaria" ante lo social. Los aftos parisinos de Paz se marcaron sobre
todo por los estrechos lazos que mantenía con miembros del antiguo grupo surrealista.
En la primera edición de El arco y la lira hay sólo dos referencias a Sartre (ambas
aprobatorias), las cuales desaparecen en la segunda edición de 1967, donde se trata de
disminuir el peso del existencialismo antropocéntrico e historicista. Para un estudio compa-
rativo de las dos ediciones, véase Emir Rodríguez Monegal, "Relectura de El arco y la lira",
Revista lberoamericona, 37 (1971), 35-46. También es útil la lectura desconstruccionista de
Enrico Mario Santí, "Textos y contextos: Heidegger, Paz y la poética", lberoromania, 15
(1982), 87-96 (artículo revisado y refundido en "Octavio Paz: critica y poética", en Escritura
y tmdición. Tmo, critica y poética en la literatura hispanoamericana, Laia, Barcelona, 1988,
pp.103-126].
tGeorge Steiner,Heidegger, Fontana/Collins, Glasgow, 1978, p. 24.
10 /bid., p. 148.
y el hombre "el pastor del Ser", la poesía auténtica traza "la topología del
Ser" y la obra de arte "hace conocer abiertamente lo otro, revela lo otro".14
Al nombrar lo sagrado -o las huellas de lo divino: las señales de una
ausencia- el poeta hace patente lo latente y realiza un acto de alumbra-
miento o revelación del Ser. Por eso Paz puede escribir que "la poesía es
entrar en el ser" (ALJ108).
Heredero de las creencias románticas de que el habla "guarda la
esencia originaria de la Poesía" y de que "la esencia de la Poesía es
la instauración de la verdad", 15 Heidegger postula que la Poesía realiza la
fundación de un comienzo absoluto: "el arte es historia en el sentido
esencial de que la funda" .16 Esta idea de que el arte, producto histórico, es
sin embargo un principio metahistórico tendrá hondas reverberaciones en
el pensamiento de Paz:
«Todo poeta -dice Juan de Mairena- supone una metafisica; acaso cada
poema debiera tener la suya - imptrcita-, claro está -nunca explícita-, y
el poeta tiene el deber de exponerla, por separado, en conceptos claros. La
posibilidad de hacerlo distingue al verdadero poeta del mero señorito que
compone versos».26
Juan de Mairena. La prosa del pensador se puede leer como una crítica
adversa de ·toda la obra del poeta.28
La metafísica poética de Machado es una extrafta amalgama de ideas
tomadas de distintas y hasta opuestas doctrinas filosóficas (Leibnitz, Scho-
penhauer, Bergson...), con fuertes dosis de ironía, escepticismo y humor.
¿No hay un modelo aquí para la totalización sincrética efectuada en El
arco y la lira? El punto de partida de Machado es el monadismo de
Leibnitz: el universo consiste en una pluralidad de substancias dinámicas
que están contenidas en una gran substancia única que engloba todo: "el
gran ojo que todo lo ve al ve~e a sl mismo". El universo entero es la
actividad consciente de la substancia única (la divinidad, pero no en un
sentido ortodoxo). Puesto que "todo es por y en el sujeto, todo es actividad
consciente, y para la conciencia integral nada es que no sea la conciencia
misma",29 estamos dentro de un solipsismo individualista y universal: cada
substancia vive sola en su soledad. El pensamiento de Machado intenta
encontrar vías de salida que permitan pasar de lo Uno (el sujeto) a lo Otro
(los objetos que están fuera del yo).
"¿Cómo es posible el objeto erótico?" se pregunta Abel Martín.
Descubre que las formas de conocimiento "objetivas" no son más que
proyecciones subjetivas pero encuentra "una quinta pretensión a lo obje-
tivo, que se da tan en las fronteras del sujeto mismo, que \!,arece referirse
a un Otro real, objeto, no de conocimiento, sino de amor". Enmascarado
fielmente por Martín -lo importante, nos dice el discípulo de Martín en
Juan de Mairena, es la ''fidelidad a la propia máscara"-, Machado intuye
que el amor es "la autorrevelación de la esencial heterogeneidad de la
substancia única" y que el impulso amoroso se manifiesta como "la sed
metafísica de lo esencialmente otro".31 De ahí que la mujer sea lo otro o
la otra por excelencia para el hombre: "La mujer 1es el anverso del ser".32
Lo que el amor permite no es un conocimiento objetivo de lo otro sino
una autorrevelación de una otredad inmanente: "En la metafísica intrasub-
jetiva de Abel Martín fracasa el amor, pero no el conocimiento, o, mejor
dicho, es el conocimiento el premio del amor" .33 La trascendencia deseada
28 Es curioso notar que Machado casi deja de escribir poesía en los últimos aflos de su
vida. Un crítico ha interpretado Nuevas canciones (1924) como un libro de crisis que expresa
un estancamiento estético mientras que la prosa "filosófica" de Machado es interpretada
por el mismo crítico como "una emocionante actividad compensadora, sustitutiva de la
corriente poética que ya no lo empuja con ímpetu" (Fernando Lázaro Carreter, "El último
Machado", en Modernismo· y 98, ed. José-Carlos Mainer, vol. 6 de Historia y critica de ID
literatura españo/Q, Crítica, Barcelona, 1980, p. 449).
29 Machado, op. cit., p. 687.
30 /bid., p. 675.
31/bid., pp. 1923, 676, 679.
32/bid., p. 673.
33/bid., p. 686.
«La conciencia -dice Abel Martín-, como reflexión o pretenso conocer del
conocer, sería, sin el amor o impulso hacia lo otro, el anzuelo en constante
espera de pescarse a sí mismo. Mas la conciencia existe, como actividad
reflexiva, porque vuelve sobre sí misma, agotado su impulso por alcanzar el
objeto trascendente. Entonces reconoce su limitación y se ve a sí misma como
tensión erótica, impulso hacia /o otro intJSequible.» Su reflexión es más aparen-
te que real, porque, en verdad, no vuelve sobre sí misma para captarse como
pura actividad consciente, sino sobre la corriente erótica que brota con ella
de las mismas entrañas del ser. Descubre el amor como su propia impureza,
digámoslo así, como su otro inmanente, y se le revela la esencial heterogenei-
dad de la substancia. Porque Abel Martín no ha superado, ni por un momen-
to, el subjetivismo de su tiempo, considera toda objetividad propiamente
dicha como una apariencia, un vario espejismo, una varia proyección ilusoria
del sujeto fuera de sí mismo. Pero apariencias, espejismos o proyecciones
ilusorias, productos de un esfuerzo desesperado del ser o sujeto absoluto por
rebasar su propia frontera, tienen un valor positivo, pues mediante ellos se
alcanza conciencio en su sentido propio, a saber o sospechar la propia hete-
rogeneidad, a tener la visión analítica -separando por abstracción lógica lo
en realidad inseparable- de la constante y quieta mutabilidad.36
34 /bid., p. 2074.
35 Hay una fascinante coincidencia entre esta ontologl'a temporal y el pensamiento
heideggeriano que Machado conoció tiempo después. En JU/ln de Mairentl se especifica la
forma en que las reflexiones del poeta anticipan la filosofía de Heidegger: "Algún día
-habla Mairena a sus alumnos- se trocarán los papeles entre los poetas y los filósofos. Los
poetas cantarán su asombro por las grandes hazaftas metafísicas [...] Los filósofos, en
cambio, irán poco a poco enlutando sus violas para pensar, como los poetas, en el fugit ,
~ tenrptU. Y por este declive romántico llegarán a una metafísica existencialista,
fundamentada en el tiempo; algo, en verdad, poemático más que fllosófico. Porque será el
filósofo quien nos hable de angustia, la angustia esencialmente poética del ser junto a la
nada, y el poeta quien nos parezca ebrio de luz, borracho de los viejos superlativos eleáticos.
Y estarán frente a frente poeta y filósofo -nunca hostiles- y trabajando cada uno en lo que
el otro deja. Así hablaba Mairena, adelantándose al pensar vagamente en un poeta a lo Paul
Valéry y en un filósofo a lo Martin Heidegger" ( /bid., p. 2050).
36 /bid., p. 685.
Paz retoma la "metafísica erótica" del español para fundirla con ideas
tomadas de Heidegger, de Otto, de la poética surrealista del deseo, y del
budismo que propone la disolución del yo, para citar algunos discursos en
los cuales el ser deja de concebirse como entidad estática y monolítica para
volverse dialéctica temporal. Para Abel Martín la poesía es "aspiración a
conciencia integral',..:z y Paz, a su vez, utiliza las ideas de Machado para
construir una poética que aspira a la reintegración de lo escindido en una
nueva (antigua) totalidad, un nuevo sagrado. En este momento Paz com-
parte con Machado una concepción hondamente temporal de la poesía.
En su famosa "Poética" en la Antologfa de Gerardo Diego, Machado ha-
bía definido la poesía como "la palabra esencial en el tiempo". En el caso
de Paz, esta poética de la temporalidad, que subyace la primera edición de
El arco y la lira, se verá cuestionada y parcialmente desplazada en "Los
signos en rotación", el nuevo epílogo a la segunda edición del libro publi-
cada en 1967, y en el cual se introduce una concepción menos antropocén-
trica y más espacial de la poesía y del lenguaje.
En las últimas secciones del texto se retoman los hilos centrales pero ya
bajo la luz del desarrollo de la literatura moderna. Después de pasar por
el teatro griego, la epopeya clásica, el teatro barroco, la novela moderna y
la tradición poética romántica y sus secuelas simbolistas, la poética histó-
rica del libro se detiene para privilegiar al surrealismo como momento
culminante de los grandes intentos por unir vida, sociedad y poesía.
Imposible intentar aquí una interpretación global de la lectura del surrea-
lismo que hace Octavio Paz. Tal interpretación requeriría un ensayo
aparte. Pero es imprescindible reflexionar sobre la apropiación de algunos
elementos de la poética surrealista para poder entender las respuestas
dadas a las preguntas recurrentes dellibr<?.
La primera discusión del surrealismo surge en las páginas dedicadas a
desentrañar el enigma de la inspiración poética. La importancia del movi-
miento reside en haber percibido la vigencia -a pesar de su apariencia
anacrónica- de la inspiración como idea del mundo, como desafío a
nuestra cosmovisión moderna que ha desterrado lo sobrenatural y lo
divino en nombre de la razón utilitaria. Sin embargo, Paz no vacila en
criticar el concepto surrealista de la inspiración con argumentos en contra
de lo que llama el "psicologismo". Siguiendo a Freud, Breton había
identificado "inspiración" con "dictado del inconsciente", pero la noción
misma de escritura automática implica una paradójica decisión conscien-
te: "abandonarse al murmullo del inconsciente exige un acto voluntario;
la pasividad entraña una actividad sobre la que la primera se apoya" (ALJ
4Z Machado, op. cit., p. 687.