2 - La Vocación en La Biblia
2 - La Vocación en La Biblia
2 - La Vocación en La Biblia
La vocación en la Biblia
Rasgos de la experiencia vocacional en la Biblia
Los diferentes textos bíblicos vocacionales
y su interpretación teológica
En el texto bíblico la vocación se narra. Este dato ya nos ofrece una enseñanza: la vocación es un aconte-
cimiento que sucede en la vida del ser humano y en el caminar histórico del pueblo de Dios.
Un acontecimiento de salvación, un hecho de gracia, una intervención amorosa de Dios, que toca con su
fuerza creadora lo más profundo del corazón. Sin embargo, no se trata de un acontecimiento puntual, sino
de un proceso, que se va dando con matices diversos a lo largo de toda la vida. Un permanente acontecer.
Los relatos bíblicos, que aparentemente se sitúan en sólo un momento, contienen una experiencia de vi-
da vocacional condensada en sus rasgos fundamentales. Por eso son de gran utilidad para quien quiera hacer
un discernimiento sobre la llamada de Dios.1
RASGOS DE LA EXPERIENCIA VOCACIONAL EN LA BIBLIA
Para introducirnos en el tema, y antes de estudiar los diferentes tipos de textos vocacionales, se explican
a continuación siete rasgos característicos de la experiencia vocacional, fundamentando las afirmaciones con
algunos ejemplos de la Biblia. Cada uno de ellos se puede utilizar como un criterio de discernimiento voca-
cional.
1. La vocación está relacionada con el proyecto de un pueblo. No es un fin en sí misma, ni tiene sentido
simplemente individual; está al servicio del pueblo de Dios que se entiende como todo él llamado y envia-
do. Está estrechamente vinculada a lo que Dios quiere hacer del pueblo de Israel y de todos los pueblos de la
tierra. Este nexo profundo se puede comprobar en todos los textos, un ejemplo es el de Abrahán: El Señor
dijo a Abrahán: Sal de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, y vete a la tierra que yo te
indicaré. Yo haré de ti un gran pueblo (Gn 12, 1–2). Del mismo modo Jesús llama a sus discípulos (Mc 1, 16–
20) inmediatamente después de haber anunciado la inminente llegada del reino de Dios (Mc 1, 15); los llama
para ponerse al servicio de ese proyecto.
Una experiencia vocacional será auténtica cuando abra a la persona al servicio del pueblo y lo ponga en
relación profunda con el proyecto de Dios sobre la humanidad, despertando una solicitud en torno a sus
necesidades.
2. El encuentro con Dios precede al llamado. Las narraciones vocacionales comienzan frecuentemente
con una teofanía, es decir, una manifestación de Dios. El encuentro personal con Dios y su misterio suele ser
el primer momento de toda vocación. Este encuentro con Dios precede al llamado y lo envuelve a lo largo
de toda su trayectoria. Por eso con frecuencia se presenta en oración a los que han sido llamados. La voca-
ción de Isaías tiene lugar después de una impresionante visión de Dios (Is 6, 5). Los primeros discípulos par-
ten de un encuentro personal con Jesús que queda grabado en su memoria (Jn 1, 38–39). Los momentos más
centrales del proceso vocacional de Jesús vienen marcados por la oración.
La vocación no ocurre de pronto. Antes se da un encuentro profundo con la santidad, la bondad, la mi-
sericordia, el amor de Dios. Encontrarse con Él implica ir descubriendo su proyecto, su corazón. Y compren-
der que desde siempre ha pensado para nosotros un lugar en ese proyecto. Toda vocación brota del amor
de Dios.
1El texto bíblico no se limita a narrar la vocación en su origen. Con frecuencia describe el proceso vocacional de los personajes, prácticamente
a lo largo de toda su vida. Un caso típico es el del profeta Jeremías, el texto inicial de Jr 1, 4–11 es como una condensación o resumen de una
serie de poemas que el mismo libro ha conservado y se conocen como las confesiones de Jeremías (Jr, 11,18–12,6; 15, 10–21; 17, 14–18; 18, 18–
23; 20, 7–18). Lo mismo ocurre con la vocación de Moisés, la de Isaías, la de los discípulos de Jesús, la de Pablo.
1
3. Dios llama por el propio nombre. Queda claro que se trata de una llamada personal. El ser humano se
sabe profundamente conocido, y sobre todo, amado por Dios. Esto se subraya con la mención del nombre:
¡Moisés, Moisés! (Ex 3, 4); ¡Samuel, Samuel! (1 Sm 3, 5). Cuando se relata la llamada a los doce apóstoles, se
menciona el nombre de cada uno de ellos (Mc 3, 13–19). También con la sensación de haber sido llamados
por Dios desde siempre. Por ejemplo, el profeta Jeremías: Antes de formarte en el vientre te conocí, antes
que salieras del seno te consagré, te constituí profeta de las naciones (Jr 1, 5); y también Pablo: Dios me eli-
gió desde el seno de mi madre y me llamó por pura benevolencia (Gal 1, 15).
La vocación se da en medio del consuelo que viene de Dios. Puedes dar un paso vocacional con firmeza
cuando te sabes amado y, en un sentido profundo, recreado interiormente por el amor de Dios, porque ha
pronunciado tu nombre.
4. La vocación toca lo más profundo y cambia los planes de la persona. No se trata de algo superficial.
Resuena en lo que en la Biblia se llama el corazón. Por eso se llega a describir como una seducción, como un
no poder ser de otra manera. Provoca un cambio radical en la persona, en su estilo de vida, en su valoración
de las cosas, en sus decisiones. El sentido profundo de la llamada de Dios se expresa por el cambio de nom-
bre, que significa una transformación profunda. Abrán se llamará Abrahán, es decir, padre del pueblo; Simón
se llamará Cefas, es decir, roca. Este cambio también se describe como una acción del Espíritu. El profeta
Isaías se reconoce como un hombre de labios impuros, pero es transformado por una intervención de Dios.
El ángel le anunció a María: El Espíritu del Señor vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su
sombra (Lc 1, 35). Esta transformación aparece como un largo proceso que se puede contemplar en los discí-
pulos de Jesús. Su primera tarea consistirá en estar con él (Mc 3, 14); su vida se verá transformada poco a
poco hasta que lleguen a ser apóstoles. La vocación nos convierte en extraños para quienes estaban más
cerca de nosotros, porque los criterios nuevos que proceden de esta experiencia no son comprendidos.
Toda vocación supone ya cierto cambio, una novedad, sobre todo en las maneras de juzgar la realidad.
Pero sobre todo se expresa en la disposición a dejarse transformar por el Espíritu en un proceso formativo
que brinda la comunidad cristiana. Desde este punto de vista la persona no se considera como algo logrado,
ya conseguido, sino una persona en camino de ser.
5. La vocación es para la misión. Dios llama siempre para una misión y es lo que determina el cambio
que se da en la persona. Este es el dato que aparece con más claridad en las narraciones vocacionales. El para
qué de la vocación nunca es la persona del llamado, nadie es llamado para sí mismo, sino para el pueblo de
Dios. El centro de los relatos es la encomienda de una misión y el cambio de nombre señala precisamente
hacia esa misión. La raíz más honda de la misión está en el corazón de Dios: es una conmoción en su cora-
zón. El por qué de la vocación, su razón fundamentadora, sólo se puede encontrar en Dios. Esto se expresa
reiterativamente, por ejemplo, en la llamada a Moisés: He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he es-
cuchado el clamor que le arrancan sus opresores, he bajado para librarlo (Ex 3). En otras ocasiones se expre-
sa un dolor de Dios porque su pueblo se ha apartado de Él: me da un vuelco el corazón, se conmueven a la
vez mis entrañas (Os 11, 8). En el evangelio de Mateo, el envío de los discípulos nace de esta conmoción que
experimenta Jesús: Al ver a la gente se le conmovieron las entrañas porque ellos estaban como ovejas sin
pastor (Mt 9, 36). La vocación es siempre para una misión relacionada con la causa del pueblo: para convo-
car un pueblo (Abrahán), para liberarlo (Moisés, Gedeón), para hacer que vuelva a su proyecto (Samuel,
profetas), para dar a ese pueblo un Salvador (María), para anunciar y hacer presente el reino de Dios (discí-
pulos de Jesús). Esta misión no se realiza principalmente con las tareas o con el trabajo, sino con la vida
misma de quien ha sido llamado. Así, lo más importante en la vocación de Abrahán es que llegará a ser pa-
dre del pueblo; Moisés será, con toda su vida, guía del pueblo en su caminar por el desierto; María será ma-
dre del Salvador; Matías será testigo de la resurrección.
Una verdadera llamada de Dios descubrirá en el horizonte de la persona la perspectiva apasionante de la
misión. Un para qué de la vida que no se reduce a la realización de unas tareas, sino que implica todo lo que
soy y lo que tengo, que me pone en función y al servicio de un fin. Sobre todo consiste en poner la vida
para ser un signo del amor definitivo, irrenunciable de Dios. Cuando doy este paso, lo hago como lo hace
Dios, con una verdadera conmoción del corazón.
6. La llamada provoca resistencia. Los personajes bíblicos desean ponerse al servicio del plan de Dios, pe-
ro a la vez les surgen grandes resistencias. Casi siempre proceden de la percepción de su indignidad o de su
2
poca capacidad para la misión. Estas resistencias se expresan como objeciones en el diálogo con Dios. Moisés
dice: ¿quién soy yo para ir al faraón y sacar a los israelitas de Egipto? (Ex 3, 11)… no me creerán ni me escu-
charán (Ex 4, 1)… pero Señor, yo no soy un hombre de palabra fácil (Ex 4, 10). Jeremías responde así a la
invitación del Señor: Ah, Señor, mira que no sé hablar, pues soy como un niño (Jer 1, 7). María presenta
también su objeción: ¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo no conozco varón? (Lc 1, 34).
Cuando resuena en el interior de la persona la llamada de Dios, el corazón se transforma en un campo
de batalla. Tiene el deseo de responder, pero a la vez descubre los grandes retos que presenta la misión. Esta
tensión interior es expresada por Jeremías: Tú me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir. Me has violentado
y me has podido (Jer 20, 7).
7. Dios permanece con aquel que ha enviado. Los relatos de vocación concluyen siempre con una res-
puesta a estas objeciones. Dios responde de modo desbordante, con la promesa de su presencia constante
cerca de aquel que ha llamado y enviado a una misión. Así, a Moisés Dios le promete su asistencia para que
no vacile ante el faraón, le concede la potestad para hacer prodigios en su presencia y, por si esto fuera po-
co, le dice: yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que has de decir (Ex 4, 12). Cuando Jesús envía a sus após-
toles para que hagan discípulos de entre todos los pueblos, les asegura: Y sepan que yo estoy con ustedes
hasta el final de este mundo (Mt 28, 20). Pablo, cultivando una certeza profunda de que Dios actuaba en
medio de su debilidad, llega a decir: Ya no vivo yo, sino es Cristo quien vive en mí (Gal 2, 20). Se trata de
una presencia eficaz que sostiene y fortalece a quien ha sido llamado en medio de las dificultades.
La vocación se vive en la confianza y la gratitud a Dios, porque es Él quien capacita a la persona para el
estilo de vida y para la misión que le ha encomendado.
TIPOS DE TEXTOS BÍBLICOS DE LA VOCACIÓN
Se pueden distinguir seis tipos de textos vocacionales en la Sagrada Escritura.
1º. El primero comprende los textos referidos al llamado del pueblo de Dios en su conjunto, tanto en el
Antiguo como en el Nuevo Testamento. Estos textos muestran el gran valor de la convocación y de la
pertenencia previa a una comunidad de fe.
2º. El segundo conforma un esquema clásico: la narración vocacional del Antiguo Testamento. Se trata de un
género literario muy definido: la llamada personal. Este esquema es seguido también por algunos relatos
del Nuevo Testamento. Tiene una variante: el relato de anunciación, que presenta el llamado de Dios
desde antes del nacimiento.
3º. En tercer lugar están los cantos del Siervo de Yahvé, en el profeta Isaías. Son verdaderas narraciones vo-
cacionales, pero atípicas en el sentido de que juegan con la paradoja de un enigmático siervo–ungido–
enviado que a la vez y por contraste es sufriente–despreciado–desestimado. Se parecen un poco a las
confesiones de Jeremías.
4º. En cuarto lugar están los evangelios, con sus narraciones en torno a la vocación de Jesús y a la conciencia
que tiene de ser enviado por el Padre.
5º. Un quinto tipo son los relatos del seguimiento de Jesús o del discipulado, acompañados de las interpre-
taciones de la vida y vocación de Jesús. Se trata de la primera generación de discípulos, específicamente
de los apóstoles.
6º. Por último, las narraciones vocacionales de la Iglesia naciente, o segunda generación discipular, que des-
criben el discernimiento comunitario de este don de Dios. El conjunto de estas narraciones nos ofrece
una reflexión amplia sobre el llamado de Dios, y diversas perspectivas complementarias entre sí.
En todos estos relatos se puede constatar que existe una relación dinámica entre la vocación de algunos y
la vocación de todo el pueblo de Dios. De aquí se deriva un principio teológico importante: lo que se dice
de algunos en el pueblo de Dios, en especial de los líderes, de alguna manera se puede decir de todos; lo
que se dice de todos, de alguna manera está simbolizado en algunos. Las narraciones vocacionales ocupan
un puesto importante en los libros bíblicos, vienen como encabezando los grandes momentos de la Historia
de Salvación. Para el pueblo de Dios el acontecimiento vocacional no es algo irrelevante, sino un referente
esencial y un signo de su propia identidad.
3
EL LLAMADO AL PUEBLO DE DIOS
Antes de estudiar las narraciones de la vocación personal, conviene poner atención al llamado que Dios
hace al pueblo en su conjunto. Continuamente se describe al pueblo de Dios como llamado y enviado para
realizar una misión.
Se proponen a continuación dos ejemplos de este tipo de textos:
Pautas de análisis
Situaciones que vive el pueblo de Dios.
Personas y grupos que aparecen en el texto.
Expresiones del llamado que Dios hace al pueblo.
4
Los textos describen el llamado de Dios a su pueblo poniendo de relieve diversas situaciones que este vi-
ve. Situaciones históricas que se convierten en retos y caminos para que llegue a ser un pueblo libre y cons-
ciente, el pueblo de Dios. El A.T. subraya el destino histórico del pueblo hacia la libertad, en las diversas
circunstancias que atraviesa: esclavitud, conquista, monarquía, destierro, restauración, la voz de Dios le
muestra un destino cada vez más trascendente. Jesús responde por medio de sus palabras, de sus acciones y
de sus milagros a las situaciones sociales que vivía el pueblo de Israel sometido al dominio romano. Su inter-
vención es como un rayo de luz que ilumina la oscuridad del pueblo, pero sobre todo lo ilumina con su
muerte y resurrección. La Iglesia, continuando la misión de Jesús, tiene la conciencia de estar llamada a ilu-
minar al mundo. Se subrayan tres situaciones que se repiten y señalan las dimensiones características de la
misión del pueblo de Dios:
Esclavitud–pecado. El ser humano y el pueblo se encuentran constantemente viviendo una situación de
opresión y de esclavitud. Tiene que servir a Egipto, a Babilonia, a otros dioses y señores. La mayor esclavitud
la constituye su propio pecado, por el que pierde la libertad interior y que es abundantemente descrito en la
Biblia. Esta situación provoca angustia y clamor. El clamar a Yahvé es expresión a la vez del sufrimiento y de
la impotencia del ser humano que busca a Dios como refugio.
La acción de Dios tiende a hacer al hombre a imagen de su semejanza, alguien dueño de sí mismo, sobe-
rano en la determinación de su existencia, reflejo de la gloria de Dios. Quiere un pueblo de reyes y de sacer-
dotes, no un pueblo de esclavos. Quiere hijos que lleguen a constituir una familia, que le sirvan en y desde el
amor.
Jesús toma en sus manos la causa de la humanidad entera. Él es el auténticamente libre, el rey–señor. Su
realeza, su señorío, consiste en que pone todo su poder al servicio, para que los demás lleguen a ser libres.
Lo hace como siervo de Dios (Diákonos) a favor de los seres humanos interpretando su propio camino en
base a los cánticos del siervo de Yahvé en el profeta Isaías. En el hijo–siervo, los hombres adquieren condi-
ción de hijos, imágenes de la imagen, personas liberadas que se hacen servidoras, no dominadoras, de los
demás. Entre ellos brilla el sentido del amor fraterno y del servicio mutuo.
El pueblo de Dios es ese grupo de hombres y mujeres que en Cristo experimenta la libertad, se reconoce
como pueblo de hijos y de reyes y se sabe elegido–enviado para ser testigo–proclamador de esa libertad
integral y radical. Es el pueblo que se pone al servicio de los seres humanos en un anhelo de liberarlos, en-
frentándose a todos los señores de la historia que pretenden destruir o minimizar la imagen de Dios que el
hombre está llamado a ser. La Iglesia recibe la vocación–misión de ser espacio de libertad y agente de libera-
ción. Esta es la función de la diakonía, que se puede señalar como una dimensión de la evangelización o
misión del pueblo de Dios.
Distancia–lejanía de Dios. El pueblo que experimenta las dificultades en su camino, llega a considerar a
Dios como alguien que no escucha, lejano, distante, en ocasiones hostil. Son frecuentes los dichos en los que
se expresa esta percepción de un abandono de Dios o incluso se llega a postular la injusticia de Dios. Todo
esto provoca una reacción de miedo y temor. Las falsas imágenes de Dios surgen en la mente del pueblo y
sustituyen al Dios de la vida que ha dado sentido a su caminar.
La acción de Dios tiende a mostrar lo contrario: que él está cercano: Yo seré su Dios y ellos serán mi
pueblo. Su profunda solidaridad se presenta bajo hermosas imágenes como la columna de fuego y de nube
en el éxodo, el arca de la alianza, el padre amoroso, la madre tierna, el marido fiel en los profetas. Dios
revela y manifiesta su cercanía llegando a expresiones cumbre como ésta: Con amor eterno te amé. Esta
cercanía se hace patente en Cristo, el testigo por excelencia, especialmente en la experiencia de la Cruz. Él es
solidario y cercano a toda persona que sufre, puede comprendernos porque también pasó por el sufrimien-
to.
En Cristo el creyente se experimenta como amigo de Dios, hijo en el Hijo, llamado a la dignidad de ser
colaborador en el plan de Dios. Sobre todo por la vivencia del perdón, tan claramente expresada, por
ejemplo, en la parábola del hijo pródigo, el miedo da paso al amor, el temor a la confianza.
La comunidad cristiana vive esta cercanía de Dios en Cristo. Consecuentemente la reconoce, la agradece,
la narra, la proclama, la divulga... La Iglesia es así el ámbito de la enseñanza en torno a la verdad de Dios, a
su cercanía y a su amor. En el texto griego a este testimonio se le llama Martiría. Con esta expresión pode-
5
mos designar toda la actividad de la Iglesia que explicita por medio de la palabra el misterio del que partici-
pa, y promueve la difusión del evangelio. Este testimonio es parte irrenunciable de su misión como pueblo
de Dios.
Soledad–división. La división y la soledad afectan a la entraña del existir del ser humano en el mundo. Es
la suya una situación de lucha, de dispersión, incluso de enemistad. El ser humano, aún el más cercano, ha
dejado de ser la ayuda adecuada transformándose en enemigo: hombre/mujer; Caín/Abel; pobres/ricos;
esclavos/libres; judíos/gentiles. La reacción del ser humano es el resentimiento y el odio y su instinto se aviva
con afán de venganza.
El proyecto de Dios consiste en que el hombre no esté solo; es hacer de la multitud, un pueblo; de los
dispersos, una fraternidad; que toda realidad tenga a Cristo por cabeza y llegue a la comunión, a imagen de
la unidad y comunión trinitaria de Dios. Donde las relaciones no son de opresión o explotación, sino de
igualdad, afecto positivo y servicio.
Este proyecto tiene su realización y fundamento en Cristo, que establece, especialmente con los excluidos
y los pecadores, relaciones de familia. En su amor repartido y su sangre derramada se reúnen los dispersos,
se dan la mano el cielo y la tierra.
El pueblo de Dios es ese espacio humano de quienes se saben reunidos y reconciliados en Cristo, unos
con él y unos entre sí. Reunidos por un solo Dios, convocados en una sola fe, regenerados en un solo bau-
tismo. Desde esta experiencia brota la conciencia de ser en la Historia testigo y agente de la comunión de los
hombres con Dios y de los hombres entre sí. La enemistad, por medio de la reconciliación, da paso a la fra-
ternidad. A la responsabilidad de ser unidad y de hacer la comunión se llama en los textos Koinonía.
Integración de estas tres dimensiones. Una auténtica realización de la comunidad cristiana implica necesa-
riamente que se desarrollen, de una manera armónica y orgánica, las tres dimensiones de la misión. No hay
auténtica martiría si ese anuncio no lleva a la comunión y a la solidaridad con los pobres; no hay auténtica
koinonía si no es anuncio explícito y a la vez liberación. No hay, en fin, diakonía, si ese servicio rompe la
comunión o acalla el testimonio expreso de la fe.
Podemos sacar conclusiones de cara a la Pastoral Vocacional: todo proceso vocacional ha de despertar la
conciencia de la pertenencia al pueblo de Dios y del destino que Dios quiere para su pueblo en este momen-
to histórico. La vocación personal no existe de manera individual, sino como perteneciente al pueblo de
Dios de un modo dinámico y orgánico. Toda vocación deberá cultivar unas coordenadas horizontales que la
arraiguen fuertemente en la pertenencia a la comunidad por lazos de identidad, de afecto y de compromiso
en medio de ella. La vocación existe en la Iglesia y en el mundo y es para la Iglesia y para el mundo. Otra
conclusión gira en torno a la comunidad cristiana, la cual ha de desarrollar armónicamente las tres dimensio-
nes de la misión.
Textos del llamado de Dios al pueblo en su conjunto:
El Señor propone la alianza ..................................................Ex 19,1-11
Renovación de la alianza ............................................................ Ex 34
Promulgación de la ley en el Orbe ................................................ Dt 4
Elección de Israel .......................................................................... Dt 7
La asamblea de Siquén ........................................................ Jos 24,1-28
Renovación de la alianza después del destierro ........................... Jer 31
La alianza se extiende a todos los pueblos ............................... Is 55-56
Reflexión orante sobre la elección ............................. Sal 32, 105 y 106
Juicio contra los pastores de Israel .............................................. Ez 34
Primera jornada de la actividad de Jesús ............................ Mc 1, 14-38
La auténtica felicidad ............................................................ Mt 5,1-16
La Iglesia convocada por la fuerza del Espíritu.............................Hch 2
La Iglesia, fundada en el evangelio ...................................... 1 Cor 12-13
Cristo, constructor de paz y de unidad .................................. Ef 2,11-22
Herederos de la salvación ................................. 1 Pe 1,3-5.14-21;2,4-10
6
LA VOCACIÓN PERSONAL EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
La narración vocacional. En el Antiguo Testamento se configuró un género literario propiamente dicho,
que podemos llamar narración vocacional. El primer dato sobresaliente es que la vocación se narre. Ya nos
revela que la vocación es un acontecimiento histórico, algo que ocurre en la vida del ser humano como in-
tervención amorosa de Dios. Esta pequeña narración se halla entrelazada profundamente con otra narración
más grande: la de la historia del pueblo. De manera que ambas son inseparables, como la doble trama de
una tela.
Pautas de análisis
¿Quién llama?
¿Qué situaciones se describen en el texto?
¿Qué término expresa en el texto el llamado de Dios?
¿Quién es llamado?
¿Cuál es el por qué o la razón de este llamado?
¿Cuál es el para qué de esta vocación?
7
Un hombre de labios impuros
(Is 6, 1–13)
6 1 El año de la muerte del rey Ozías vi al Señor sentado en un trono alto y excelso. El borde de su manto llenaba
el templo. 2 De pie, junto a él, había unos seres de fuego con seis alas cada uno, con dos se cubrían el rostro, con
dos cubrían su desnudez y con dos aleteaban. 3 Y se gritaban el uno al otro: «Santo, santo, santo es el Señor todo-
poderoso, toda la tierra está llena de su gloria». 4 Los marcos de las puertas temblaban a su voz, y el templo esta-
ba lleno de humo. 5 Yo dije: «¡Ay de mí, estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros, que habito en un pue-
blo de labios impuros, y he visto con mis propios ojos al Rey y Señor todopoderoso». 6 Uno de los seres de fuego
voló hacia mí, trayendo un carbón encendido que había tomado del altar con las tenazas; 7 tocó con él mi boca, y
me dijo: «Al tocar esto tus labios, desaparece tu culpa y se perdona tu pecado».
8
Entonces oí la voz del Señor, que decía: «¿A quién enviaré?, ¿quién irá por nosotros?». Respondí «Aquí estoy yo,
envíame». 9 Él me dijo: «Vete a decir a este pueblo: Por más que escuchen, no entenderán; por más que miren, no
comprenderán. 10 Endurece el corazón de este pueblo, tapa sus oídos, ciega sus ojos, no sea que sus ojos vean, sus
oídos oigan, su corazón entienda, y se convierta y quede sano». 11 Pregunté: «¿Hasta cuándo Señor?». Me respon-
dió: «Hasta que las ciudades queden destruidas y despobladas, las casas deshabitadas, los campos desiertos». 12
Porque el Señor alejará a los hombres y será inmensa la desolación del país. 13 Y si aún queda en él una décima
parte, será también exterminada; como una encina o un roble, que al cortarlos sólo queda el tronco. Pero este
tronco será semilla santa.
2 Este esquema se puede comprobar, por ejemplo, en los siguientes textos: Ex 3, 1–4, 17: Moisés; Jc 6, 1–24: Gedeón; 1 Sm 31–41: Samuel; Is 6,
1–13: Isaías; Jer 1, 1–10: Jeremías; Ez 2, 1–15: Ezequiel. Cf. Del Olmo Lete, G., La vocación del líder en el Antiguo Israel, Ed. Universidad Ponti-
ficia de Salamanca, Salamanca 1973, p. 403.
3 No sólo Moisés miraba a Dios cara a cara. También Jacob tuvo la experiencia de la lucha con Dios; Elías fue arrebatado por Dios; Gedeón
tuvo miedo ante la visión del ángel del Señor. Hasta el más sencillo de los personajes ha tenido este encuentro personal.
8
siempre en un diálogo profundo con Dios. Así podemos concluir que los personajes no “tienen” la vocación.
Más bien ocurre lo contrario, la vocación los “tiene” a ellos. La vocación es algo que pertenece a Dios, al
ámbito de lo divino y de alguna manera posee al ser humano. Por eso el hombre no puede llevar adelante
este envío como él quiera, sino agradando al corazón de Dios; no con sus solas fuerzas, sino con la ayuda de
Dios.
Dios llama configurando a la persona. Los autores bíblicos se complacen en subrayar la incapacidad del
ser humano para la misión. Esta es una constante. Una y otra vez argumentan su debilidad y su pobreza.
Pero Dios responde facultando a los personajes para cumplir la misión que se les está encomendando. Expre-
siones como yo estaré contigo; yo pongo mis palabras en tu boca; expresan más que una capacitación; equi-
valen a una verdadera consagración.
En el centro del relato de vocación se encuentra la encomienda de una misión. Podríamos denominarlo
con razón relato de envío más que relato de vocación. Porque el envío a favor del pueblo está en el cora-
zón y en las motivaciones de esta acción de llamar. Dios llama para enviar, no para poseer. Su acción es
salvífica, profundamente transitiva. Dios llama para poner a su enviado, con todo lo que es, al servicio del
pueblo.
El motivo de la llamada, evidentemente, no son las capacidades del ser humano, ni su clase social, ni su
origen tribal. Precisamente van por esta línea las objeciones que presentan y les hacen sentir incapaces para
la misión. El motivo de la llamada está más bien en la total libertad de Dios, en su amor profundo y definiti-
vo, en su voluntad salvífica y en su fuerza creadora que se pone en juego a la hora de llamar.
La finalidad del envío está siempre en el pueblo de Dios. Ningún personaje es llamado desde la óptica es-
trecha de su salvación o santificación individual, sino para servir al pueblo descubriéndole el sentido de su
historia y ayudándole a construir su destino. Los que son llamados y enviados asumen una función salvífica
en el caminar del pueblo de Dios. Función que va más allá de la realización de unas tareas y exige la dedica-
ción de toda la persona. La persona es enviada para ser un signo de la presencia de Dios en medio del pue-
blo y no sólo para realizar una actividad. Así, Moisés se convierte en padre y guía del pueblo, habrá otros
que asuman la función de jueces, de reyes y de profetas, siempre a favor del pueblo de Dios.
Queda claro que la llamada no parte de las inquietudes de los personajes, sino de una intervención de
Dios que los inquieta y les cambia la vida. Como laicos, nuestra labor es sembrar inquietudes en nombre de
Dios, irrumpiendo en la vida de las personas para invitarlas a un modo de vivir y de interpretar la existencia
más plenamente, acorde a la voluntad de Dios. Despertar inquietudes, es verdad, íntimas y profundas, pero
que están necesariamente ligadas a las necesidades de los demás y exigen la entrega de sí mismo a Dios, pero
también en el plano social y comunitario.
Textos de la vocación personal en el Antiguo Testamento:
9
LA VOCACIÓN DEL SIERVO DE YAHVÉ
El título de “siervo” se da en la Biblia a personajes especialmente relacionados con Dios: patriarcas, pro-
fetas, caudillos del pueblo, sacerdotes, reyes. El siervo, que aparece en cuatro relatos del profeta Isaías, re-
sume todas estas figuras, sobre todo la del Mesías–rey. No sabemos si se refieren a un personaje histórico.
Pero son unos textos vocacionales atípicos, que muestran un dato importante de la revelación en torno al
llamado de Dios. Se les llama cantos del siervo de Yahvé porque se refieren a un personaje al que se señala
con ese nombre. Han sido amplísimamente estudiados por los biblistas.
Pautas de análisis
¿Cuál es su rasgo más propio?
¿Qué resulta contradictorio o extraño en estos textos?
¿Qué nos enseñan sobre la vocación como un don de Dios?
10
El siervo es una figura misteriosa que combina paradójicamente en la elección divina dos elementos: la
investidura real con todo el poder que supone y la experiencia del dolor y de la humillación. Es el elegido, el
amado por Dios, y al mismo tiempo el humillado, el despreciado. El siervo es rey en el sufrimiento, cargado
con los pecados del pueblo es llamado varón de dolores. Su característica más típica es la paradoja, es decir,
la unión de los contrarios, que siempre provoca un desconcierto. Si hoy nos sigue cuestionando esta figura
fue mucho más fuerte en aquel ambiente religioso en el que se escribió.
La paradoja se acentúa crecientemente en los cuatro textos hasta llegar a identificar al siervo con el chivo
expiatorio, que carga sobre sí los pecados del pueblo. En el cuatro poema podemos reconocer una síntesis
de la experiencia religiosa de Israel y una crítica profunda al culto del templo. El siervo va al sacrificio conso-
lado por Dios.
Jesús se identificó con la imagen del pastor y del siervo. Esta figura fue utilizada por los primeros cristia-
nos para comprender la terrible muerte de Jesús y para explicarla a los demás (Mt 12, 15–21; Hch 3, 13.26).
Jesús es el siervo sufriente. Todo su poder divino lo ha convertido en servicio para los demás y así ha gana-
do para todos una vida nueva.
La imagen del siervo y su aplicación a Jesús redimensiona la vocación cristiana, que solamente se va a
comprender como servicio y don total de sí mismo en beneficio del pueblo. Los cantos del siervo, así inter-
pretados, arrojan una conclusión: no hay vocación cristiana sin paradoja. La aceptación de la voluntad de
Dios y el seguimiento de Cristo siempre conllevan una dosis de sufrimiento, de contradicción que es necesa-
rio aceptar. Somos llamados a compartir el destino de Jesús, lleno de dificultades, y a ser solidarios con el
dolor y el sufrimiento del pueblo de Dios. Si se quisiera ocultar esta parte de la vocación se estaría negando
su misma esencia.
Es importante presentar la vocación con todo su paradójico sentido de elección y humilde servicio, sobre
todo haciendo ver a los jóvenes que no hay vida cristiana sin contradicción y dificultades.
Los cantos del Siervo del Profeta Isaías: Is 42, 1-7; 49, 1-7; Is 50, 4-9; Is 52, 13 – 53, 12
11
LA VOCACIÓN DE JESÚS
Sobresalen los textos que nos transmiten la misma conciencia vocacional de Jesús. Prácticamente son to-
dos los evangelios. Muestran la importancia que tiene la catequesis cristológica de la vocación. Jesús es el
primer y principal modelo vocacional. En Él encontramos la fundamental verdad sobre la llamada de Dios
que es a la vez envío a favor de los hombres y mujeres.
Pautas de análisis
Estos textos describen las actitudes vocacionales de Jesús.
¿Cuáles son las características de su vocación?
¿Qué nos enseñan sobre la vocación cristiana?
En la sinagoga de Nazaret
(Lc 4, 14–30)
4 14 Jesús, lleno de la fuerza del Espíritu, regresó a Galilea, y su fama se extendió por toda la región. 15 Enseñaba
en las sinagogas y todo el mundo hablaba bien de él. 16 Llegó a Nazaret, donde se había criado. Según su costum-
bre, entró en la sinagoga un sábado y se levantó para hacer la lectura. 17 Le entregaron el libro del profeta Isaías y,
al desenrollarlo, encontró el pasaje donde está escrito:
18
El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres; me ha
enviado a proclamar la liberación a los cautivos, a dar vista a los ciegos a libertar a los oprimidos 19 y a proclamar
un año de gracia del Señor.
20
Después enrolló el libro, se lo dio al ayudante y se sentó. Todos los que estaban en la sinagoga tenían sus ojos
fijos en él. 21 Y comenzó a decirles:
–Hoy se ha cumplido ante ustedes esta profecía. 22 Todos lo apoyaban y se admiraban de las palabras que había
pronunciado. Comentaban: –¿No es éste el hijo de José?
23
Él les dijo: –Seguramente me recordarán el refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”. Lo que hemos oído que has
hecho en Cafarnaúm, hazlo también aquí, en tu pueblo. 24 Y añadió:
–La verdad es que ningún profeta es apreciado en su tierra. 25 Les aseguro que muchas viudas había en Israel en
tiempo de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; 26 sin
embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en la región de Sidón . 27 Y muchos
leprosos había en Israel cuando el profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, Sino únicamente Naamán el
sirio.
28
Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron; 29 se levantaron, lo echaron fuera de la ciudad
y lo llevaron hasta un precipicio de la montaña sobre el cual estaba edificada su ciudad, con ánimo de despeñarlo.
30
Pero él, abriéndose paso entre ellos, se fue.
12
Un primer conjunto de textos nos refiere los orígenes de Jesús. Los evangelistas son muy cuidadosos en la
presentación de Jesús. Mateo lo hace a partir de la genealogía, el relato del nacimiento, la visita de los ma-
gos y la huida a Egipto; incluye el anuncio de Juan, el bautismo y las tentaciones y concluye presentando a
Jesús como luz de las naciones. El texto de Marcos es todo él una presentación de Jesús, gira en torno a la
pregunta: ¿quién es Jesús?, que se responde a lo largo de sus 16 capítulos. Lucas recurre al esquema de la
anunciación, añadiendo la genealogía y las tentaciones. Juan lo hace a través del prólogo y del testimonio
de los primeros discípulos.
Lo más importante es que se presenta a Jesús como el enviado del Padre y como alguien consagrado a
una misión. La afirmación de su naturaleza divina no entra en contradicción con la descripción de todo un
camino vocacional realizado desde una asidua práctica de la oración, a través de la cual fue descubriendo el
sentido de la voluntad del Padre y de su misión. Jesús es un ejemplo de discernimiento vocacional.
Un segundo grupo de textos son las referencias continuas que hacen los evangelistas en torno a la con-
ciencia de Jesús como enviado del Padre, y aparecen en toda la vida pública y muy especialmente en los
relatos de la pasión. Se concentran en esa escena de Getsemaní, en la que Jesús conserva toda su libertad y
expresa su obediencia a la voluntad del Padre. Son verdaderas lecciones de teología vocacional.
Por último, están las reflexiones de los mismos evangelios y de los otros textos del Nuevo Testamento
sobre la persona y vocación de Jesús. Desde los solemnes himnos cristológicos hasta la profunda reflexión de
1 Pe 2, 22–24. En estas reflexiones se aplica a Jesús la imagen del siervo sufriente.
Sería muy largo detallar un estudio de este conjunto de textos, pero lo que más nos interesa en este
momento es dejar constancia del valor central de la cristología bíblica vocacional. Es un elemento que no
debe faltar en la catequesis vocacional.
Textos de la vocación de Jesús:
13
LA VOCACIÓN EN LA PRIMERA GENERACIÓN CRISTIANA
Nos encontramos con un grupo de textos que tienen en común la presentación del camino discipular de-
trás de Jesús. Les podemos llamar textos del seguimiento o del discipulado. En estas breves narraciones se
condensa una historia vocacional que probablemente fue más larga y compleja. Son así textos–síntesis de lo
que ha ocurrido en la vida de los discípulos a partir del conocimiento de la persona de Jesús.
Pautas de análisis
¿Cuáles son las características principales de su vocación?
¿Qué nos enseñan sobre la vocación cristiana?
Llamado a Mateo
(Mt 9, 9–13)
9 9 Cuando se iba de allí, vio Jesús a un hombre que se llamaba Mateo, sentado en la oficina de impuestos, y le
dijo: –Sígueme.
Él se levantó y lo siguió. 10 Después, mientras Jesús estaba sentado a la mesa en casa de Mateo, muchos recauda-
dores de impuestos y pecadores vinieron y se sentaron con él y sus discípulos.
11
Al verlo los fariseos, preguntaban a sus discípulos: –¿Por qué su maestro come con los recaudadores de impues-
tos y los pecadores?
12
Lo oyó Jesús y les dijo: –No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. 13 Entiendan bien qué significa: mise-
ricordia quiero y no sacrificios; porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.
Jesús llama directa y claramente a los discípulos: sígueme. Su invitación, sencilla y cercana, marca una
verdadera novedad en la revelación del misterio de la vocación. Se convierte así en mediación necesaria de
la nueva llamada. Cuando Jesús llama, no caben objeciones. Los evangelistas se esfuerzan en presentar una
respuesta inmediata de seguimiento al Señor. Probablemente se dio todo un proceso vocacional con cada
uno de los discípulos, el que requiere su propia naturaleza humana, pero se quiere hacer ver la urgencia de
una respuesta pronta y decidida a su invitación. La invitación que Jesús hace remite de modo inmediato a su
persona. Se trata de seguirlo a él, de comprender, aceptar y compartir su doctrina, su estilo de vida y su des-
tino.
Existe una diferencia importante entre el modo como los rabinos reclutaban a sus seguidores y el modo
como Jesús elige a sus discípulos. En el primer caso, la iniciativa es del discípulo, que ruega ser admitido en la
escuela de un maestro. Pero en el caso de Jesús la iniciativa parte de él. Los evangelistas insisten en que es
Jesús quien llama a los que él quiere. Como en el Antiguo Testamento, queda muy claro que la iniciativa
procede de Dios.
14
La perspectiva del llamado de Jesús es la del discipulado. Sin embargo se distinguen tres grupos que for-
man como círculos concéntricos: el de los discípulos, el de los apóstoles y el de los doce. Con los tres grupos
Jesús mantiene una relación personal e íntima. Todos son llamados a un seguimiento radical del Señor y a
compartir su misión y su destino, pero de manera diversa y complementaria. Aún se puede señalar un círculo
más estrecho: el de los tres que le acompañan en momentos especialmente trascendentes como el de la
transfiguración.
Cuando Jesús irrumpe en la vida de las personas, llama con cierta prisa. Se nota una urgencia. La inmi-
nencia de la llegada del Reino de Dios y la participación en este reino es lo que provoca esa premura. Hay
que responder con prontitud porque el Reino ya es una realidad que se desarrolla y hacia cuya novedad es
necesario caminar. La respuesta a la llamada de Cristo supone una ruptura con el pasado y con la situación
familiar y social. Estos lazos con la parentela eran una fuente de riqueza y de identidad social en la antigüe-
dad. Así se entiende que el discípulo debe prescindir de toda seguridad, para vivir en la provisionalidad y en
la itinerancia que marca la vida del Maestro.
Mc 3, 13–15 ofrece una clave importante. Dice que Jesús instituyó Doce, para que estuvieran con él, y
para enviarlos a predicar. Se señalan dos características típicas de la vocación discipular: la unión con Jesús y
la misión. Vamos a poner atención a ambos elementos:
La unión personal con Jesús. Supone una adhesión incondicional a su persona. Él es la razón última del
camino que emprende el discípulo. Debe llegar a identificarse totalmente con él. Pide una obediencia total a
sus exigencias, que se muestra claramente en los relatos de misión (vgr.: Mt 6, 25–34). Pero sobre todo exige
que el discípulo comparta el destino de abnegación y de muerte: el discípulo deberá olvidarse de sí mismo,
cargar con su cruz y seguirlo (Mt 10, 24).
El envío misionero. Además de los relatos de vocación existen en los evangelios relatos de misión. Ha-
blan sobre el contenido del envío y el modo como debe llevarse a cabo. La misión consiste en anunciar con
fidelidad el mensaje de Jesús y en realizar una serie de actividades: curar a los enfermos, expulsar demonios,
etc., que dan credibilidad a dicho mensaje. La misión consiste en una participación de la misma misión de
Jesús y de su autoridad. Por eso debe realizarse con su mismo estilo: El que quiera ser el primero, que sea
siervo y esclavo de todos, a ejemplo del Hijo del Hombre (Cf. Mt 20, 20ss).
Lo que más nos interesa subrayar es que la vocación cristiana se entiende desde la clave del seguimiento
de Jesús, que contempla las necesidades de la humanidad y se dispone a ponerse a su servicio en el nombre
de Dios. Esta actitud de seguimiento y de entrega, de apertura y disponibilidad, está muy bien expresada en
Mt 9, 36–38: Al ver a toda aquella gente, se sentía conmovido, porque estaban tristes y desalentados, como
ovejas sin pastor. Dijo entonces a sus discípulos: La mies es mucha, pero los obreros son pocos. Por eso rue-
guen al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
Textos del llamado y la misión en el Nuevo Testamento:
15
LA VOCACIÓN EN LA SEGUNDA GENERACIÓN CRISTIANA
Los relatos vocacionales del Nuevo Testamento dan testimonio de una amplia praxis vocacional en las
primeras comunidades cristianas. Son propiamente textos de misión. Nos interesa subrayar el llamado y en-
vío por parte de Dios contando con la mediación de la comunidad.
Pautas de análisis
¿Cuáles son las características principales de su vocación?
¿Qué nos enseñan sobre la vocación cristiana?
Los textos vocacionales de la Iglesia naciente4 están siempre en la línea del seguimiento de Jesús, sin em-
bargo, subrayan la mediación eclesial de la llamada. Es la comunidad cristiana, y quienes la presiden, quien
llama en nombre de Dios y envía para continuar la misión de Jesús. Todo el proceso del envío es profunda-
4 Son muchos los textos que narran el envío de distintas personas a la misión. Por ejemplo: la designación de Matías (Hch 1, 21); el envío de
los ministros helenistas (Hch 7, 1ss); el envío de Pablo y Bernabé (Hch 13, 2); el mandato a Tito para que nombre presbíteros (Tit 1, 5–9).
16
mente comunitario: la presentación de los candidatos, la asamblea que se reúne, los criterios de discerni-
miento, el mismo acto de discernir en la oración, el envío solemne por la imposición de las manos, la reco-
mendación de los envidos por medio de cartas.
Estos testimonios de la Iglesia naciente nos enseñan una verdad de primer orden sobre la vocación. La
vocación cristiana se da en la Iglesia y por mediación de ella. Es una cuestión más comunitaria que personal.
No se constituye tanto por una certeza íntima, cuanto por un envío de parte de la comunidad, que continúa
en el tiempo la acción de Jesús de llamar. En este continuo llamar y enviar las necesidades comunitarias son
determinantes.
Existe en el texto del Nuevo Testamento una reflexión importante sobre la idoneidad de los ministros y
el comportamiento de los que ocupan los primeros puestos (Cf. Mt 20, 20ss; Lc 26, 15, 1ss; Jn 13, 1–15; 1 Pe
5, 1–5). Esta reflexión no es casual. Responde a situaciones de abuso en la comunidad por parte de los minis-
tros. Por eso se deja muy claro que las actitudes de humilde servicio y de verdadera entrega de sí, son nece-
sarias en el ejercicio ministerial, al grado de que constituyen la identidad más profunda del ministro y el cau-
ce de su configuración con la persona de Jesús. Esto que se dice de los ministros y de los apóstoles, se aplica
también a todo creyente. Aunque las vocaciones que se narran son las de quienes ocupan los primeros pues-
tos, todos son llamados al servicio humilde y decidido a favor de los demás, en las diversas necesidades por
las que pasan, porque el servicio está en el corazón y en la raíz de la identidad cristiana.
Por último, aparecen una serie de reflexiones sobre otros ministerios y servicios, que apuntan hacia la
identidad específica de cada uno de ellos. En especial hay una doctrina sobre los solteros, los viudos, los
padres de familia, los jóvenes, los que prestan servicios en la comunidad.
17