Juan Tovar - Huaxilan
Juan Tovar - Huaxilan
Juan Tovar - Huaxilan
ISBN: 968-6773-44-4
ISBN: 970-18-0788-x
Impreso en México
Una patria celestial y tragicómica
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como otros, sin saber bien a bien ni "cómo" ni "hasta dónde", l.1Ir y los dogmas católicos sólo habrán de convertirse en otro
pero sí "aquí y ahora". Empero, al margen de las luchas, los ase- '"'l'llla de señales, otro será el enigma, y si no es Dios será el
gunes, la identidad, el patriotismo (o el desabrido "patrioteris- d1.1hloquien se encargue de indicarles a políticos, generales o
mo"), los males de Huaxilán son harto añejos y, a pesar de los 111cnciados con porvenir (incluso el presidente) qué es lo que el
encomios (endenantes) más diversos, se han venido repitiendo 1b1 ino lesdepara. Las sesiones espiritistas serán un aporte secreto
casi con sus mismos efectos y al parecer lo más probable es que drl suarismo para los futuros jerarcas de Huaxilán, y, de facto,
continúen inalterables, porque inalterables son todavía las leyes 1111a norma ha quedado establecida: que el espiritismo quede
de la fiesta. para siempre en familia, no importando a la postre que la vidente
Huaxildn es un hecho teatral-"impolítico, al viso"- dividido en cuestión sea o no sea una bruja calificada.
en tres farsas cuya sustancia corroe sólo por la referencia a ciertos Ante la credulidad de los consultantes, con total osadía y des-
acontecimientos aún visiblespara gran parte de nuestro paisanaje. parpajo la bruja Luz, en "Los precedentes", "habla en voces" de
De ahí que frente a la prerrogativa de concatenar algún evento los personajes invocados, quienes sólo dicen vaguedades sobre
reciente con algunos de "aquellos tiempos", no hubiese más op- la patria y su hatajo de "políticos". Al terminar la sesión no ha de
ción para Tovar que el divertimento. Al fin fiestaluminosa, acorde faltarel incrédulo que juzgue a la mujer como una "gran farsante",
con la embriaguez que más nos gusta, o de la cual no tenemos pero a base de enguisqueos llega a la conclusión de que todo es
escapatoria, nuestro devenir se plantea como una curva irreme- parte de la ya consabida fiesta politiquera. Se trata de un ritual
diable hacia lo que tal vez sea nuestro origen: un colorido que impostado, un engaño entre otros muchos, que hacen de Hua-
tiende a emborronarse, y una risa, nacida del llanto, que se postula xilán un revoltijo de despropósitos, aunque eso sí, con harto
-ya como distintivo patriótico- en eterna carcajada senti- colorido.
mental. En las f:arsas "Las con d olencias
. " y "Los natura 1es" , que com-
Y es que la dolencia pervive y sólo resta disimularla; Juan Tovar plementan la trilogía de Huaxildn, la primera llamada "funeraria"
la llama "disparate antihistórico en tres farsas" y le endilga el y la segunda "didascálica", se impone un detonante dramático
nombre de Huaxildn: patria, al cabo, a imagen y semejanza; que habrá de vulnerar al fin y al cabo los rumbos políticos de ese
cárcel íntima y quimera siempre inconclusa. Así, en "Los pre- país imaginario; se trata nada menos que del imperio del chin-
cedentes", que es el título del primer simulacro, llamado también guirito: bebida ilegal, droga acaso, mal que bien exclusiva para
"farsa espiritista", sin mayores preámbulos Tovar exhibe en boca los de arriba, que reporta inmensas ganancias a la nación. En los
de un tinterillo la típica retórica politiquera que diciendo mucho, tres simulacros el chinguirito aparece ya como premisa apenas
poco dice, pero que convence, porque conmueve. El discurso de postulada o ya como imperativo categórico para que de la noche
empiezo refiere el momento histórico en el cual un tal licenciado a la mañana Huaxilán se convierta en un país civilizado. Cabe
don Benigno Suárez decide limitar la participación del clero aclarar aquí que los trasuntos político-teatrales se ubican en di-
católico en la vida política y económica de la nación. Si a ojos ferentes épocas de esa historia patria donde, a decir verdad, no
vistos ese gobierno se ha vuelto laico para bien de los librepen- ha habido cambios drásticos ni en los procedimientos ni en la
sadores, los vaivenes obscenos del poder, amén de sus misterios, idiosincrasia del paisanaje. Es la fiesta reciclada o su continuación,
no pueden ni podrán eliminarse por decreto. A fin de cuentas, amén del jolgorio de las balas, como una suerte de caos frenético
IO II
de a ver quién le pega a quién; el tiroteo ciertamente es legítimo menos para el indio, hay mañana seguro; sólo, ya como mera
porque las leyes -¿qué leyes, pues?- se aplican a conveniencia posibilidad, una mayor presencia en la fiesta huaxilana.
y nada más. Así en "Las condolencias", la puesta en escena es A riesgodel morbo que conlleva encontrar en Huaxilán ciertas
una sala burguesa convertida en capilla ardiente. Han matado a 1 oincidencias con algunos hechos de la historia de México, la
un candidato a la presidencia de Huaxilán, justo el que de seguro virtud de esta trilogía fársica que hoy presenta Juan Tovar es que
iba a tomar las riendas de la nación, y por ende son los políticos, f unciona independientemente de los avatares políticos ya iden-
""
los allegados al futuro presidente, quienes se apersonan antes 1 ilicables o ya ficticios. Las tres farsas tienen el aire de leyenda
que nadie en el funeral. A lo largo de la farsa merodea la sospecha, escrita en el tiempo. Es teatro impolítico ajeno al pragmatismo
a sabiendas de que es lo procedente en materia política, pese a que de la historia, pero también es una manera de re henchir en ac-
para todos es obvio, por simple deducción, quién puede ser el l iones que, de todos modos y en cualquier lugar y época, nos
posible asesino intelectual, pero que más vale no darlo por seguro. causarían dolor. La ironía es la simulación plausible, intento al
Siendo la sospecha un elemento dramático casi imponderable fin de atenuar una carga vital; y es que ya sea a contracorriente o
cuando se ponen en juego las prerrogativas del poder, Juan Tovar sólo por deshacernos un poco de lo que nos estorba, no nos sirve
crea un divertimentode asegunes donde el acertijo es lo que menos de nada fingir lo que no somos. De ahí que Juan Tovar vaya a
importa. Trama especulativa y recompostura de tentativas y ase- fondo porque 'sabe que el dolor, cuando es genuino, no tiene
gunes, "Las condolencias" es un solaz paradigmático donde la secretos.
hipocresía y el sentimentalismo se extralimitan. Todo habrá de
henchirse, excepto la verdad, ya que es cruel y harto reductiva.
En "Los naturales" sale a flote el problema, de suyo, más añejo Daniel Sada
de Huaxilán: la postración de los indios concatenada con el crio-
llismo y el ascenso del clero. Por salir del sumidero en que se
encuentra, el indio se pervierte al volverse afanoso. De por sí los
insurrectos seguirán en la insurrección por los siglos de los siglos,
pero los otros: los lambiscones -para usar el término adecuado
y de uso corriente-, en su deseo de formar parte de la sociedad
civil de Huaxilán, se vuelcan en pos de un espejismo y ahí se
carcomen. Haga lo que haga, el indio siempre será humillado y
relegado a la escoria social de la que provenía, por lo que la única
vía que le queda es el envilecimiento. Por el hecho de haber sido
castigado de por vida, deberá aspirar a ser un castigador impla-
cable, lo que sólo algunos, muy pocos, lo consiguen. Para colmo,
y a contracurso, sus costumbres, sus símbolos y sus artes serán
ponderadas al nivel de folclor: esencia misma del espíritu nacional
y sanseacabó, porque en última instancia para nadie, mucho
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Advertencia
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Las adoraciones
Tragedia de don Carlos,
cacique de Tezcoco
segunda versión
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suelto a conquistar por la buena, el obispo planea fingir un milagro; Nacional de Teatro, pudo merecer el lapidario veredicto: "un bello
sus planes fallan, pero el milagro en verdad se produce, y viene a ser texto, poco apto para la escena''.
"que la fe corre ya por todo México como un río sin riberas". La fábula Entretanto, en 1981, Ludwik había requisado mi colaboración para
es impecable y cala con sabiduría en la médula del fenómeno armar, con escenas de la obra y con textos sobre la Conquista, un es-
guadalupano; uno desearía que así hubieran sucedido en verdad las pectáculo para el Teatr Stu de Varsovia. Los vencidos tuvo por tema la
cosas. sorda resistencia cultural del alma colonizada. Llegó a ensayo general,·
Pero las fechas no mienten, y es un hecho que el aludido exceso de pero el estado de sitio decretado en Polonia ese diciembre impidió el
fervor tuvo lugar no antes de las apariciones, sino ocho años después, estreno -y por poco tambifo el retorno de Ludwik a ésta su patria.
y que en 1540 el inquisidor general de España despachaba una carta Las cosas no pasan en balde, y a la tercera va la vencida. Con esta
"reprendiendo al Ilustrísimo señor Zumárraga por haber hecho proceso mexicana fe me he puesto a reescribir Las adoraciones, no sólo en fun-
contra un indio cacique por idólatra y haberlo sentenciado a muerte y ción de las necesidades prácticas de hacer viable la producción, sino
quemádolo". Desde luego, no le permitieron repetir la experiencia. de la necesidad interna o curiosidad incorregible de revisar todo el
La incómoda historia de don Carlos Ometochtzin, sepultada en el asunto, doce años después. Ahora, sin duda, se mira de otra manera.
olvido por conveniencias de la historia patria, ha tendido a resurgir en Para empezar, Ometochtzin ya no juega a ser Hamlet. Sabe que es
momentos oportunos. En 19rn, la Comisión Reorganizadora de los indio y quiere seguirlo siendo. Tiene que actuar con prudencia. Se
Archivos de la Nación publicó el Proceso inquisitorial del cacique de embriaga y la pierde. Error táctico, error trágico, ¡y tan de la raza!
Tetzcoco; en 1968, un impresor de Guadalajara reprodujo esa edición. Predicho, además, por el nombre indígena que se negó a abandonar,
Volvió a hacerlo, doce años después, la Biblioteca Enciclopédica del como eligiendo un destino de indio, trágico que fuera, antes que des-
Estado de México; y esto, para mí, es sincronicidad pura, porque fue vivirse en negar su raíz.
ese mismo año de 1980 cuando Las adoraciones se leyó por vez primera. Lo cual me recuerda algo que decía Ricardo Vinós: "Con esto del
La idea había sido de José Caballero, entonces al frente de un grupo progreso, sólo van quedando los autómatas y los indios, y los indios
en el Centro Universitario de Teatro. Deseoso de dirigir un Hamlet, están en extinción." Estaremos, hermano, pero por lo pronto aquí
conminado a poner una obra mexicana, pensó que podía hacerse un seguimos haciendo valer lo que somos, representando lo que ha pasado,
Hamlet mexicano a partir de la figura del infortunado Ometochtzin: lo que pasa todavía. Ometochtzin somos todos.
hijo de Nezahualpilli, ahijado de Hernán Cortés, criado en una cultura
y educado en otra, se prestaba de manera natural al papel de príncipe
de la indecisión o, más bien, de la mestiza vacilación. "Ser o no ser J. T.
indio, he ahí el dilema."
Enero de 1993
Sobre esta base armamos la trama, calcando en lo posible los perso-
najes y las situaciones de Shakespeare; sobre esa trama me puse a re-
dactar el texto, agarrando vuelo con un prólogo donde los actores
levantan su tinglado y pregonan su función. Esa idea había sido de
Ludwik Margules, para un Hamlet que se le frustrara años atrás.
Con el tiempo, también Las adoraciones conoció la frustración, y
no es remoto que la cercanía del Bardo tuviera que ver en ello. Cuando
al cabo de diversas peripecias José la montó en 1983, con la Compañía
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Personas
Lugar
Tezcoco y México.
Tiempo
1539.
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Atmósfera de iglesia. Una pila bautismal en un ex-
tremo del proscenio. Hacia ella cruza un Sacerdote
en plan de ceremonia; lo siguen dos Frailes que lo
ayudarán a oficiar, así como el bautizando y el pa-
drino, que son respectivamente Carlos y Cortés.
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ción. El Sacerdote interroga a Carlos y Cortés respon· zando.) Deus omnipotens, Pater Domini nostri lesu
de por él.) Carolus, abrenuntias satanae? Christi, qui te regeneravit ex aqua et Spiritu Sanc-
CORTÉS: Abrenuntio. to, quique dedit tibi, remissionem omnium pecca-
SACERDOTE: Et omnibus operibus eius? torum, ipse te liniat chrismate salutis in eodem
CORTÉS: Abrenuntio. Christo lesu Domino nostro in vitam aeternam.
SACERDOTE: Et omnibus pompis eius? FRAILES: Amén.
CORTÉS: Abrenuntio. SACERDOTE: Pax tibi.
FRAILES: Et cum spiritu tuo.
El Sacerdote moja el dedo en aceite y unge el pecho y
la espalda de Carlos. Habiendo limpiado la unción, el Sacerdote pone un
lienzo blanco sobre la cabeza de Carlos.
SACERDOTE: Ego te linio ( +) oleo salutis in Christo lesu, Domino '
nostro ( +) ut habeas vitam aeternam. SACERDOTE: Accipe vestem candidam, quam perforas immacu-
FRAILES: Amén. latam ante tribunal Domini nostri lesu Christi, ut
habeilS vitam aeternam.
El Sacerdote limpia con un algodón las unciones an- FRAILES: Amén.
tes dé reanudar el interrogatorio.
El Sacerdote pone en manos de Carlos una vela en-
SACERDOTE: Carolus, credis in Deum Patrem omnipotentem, Crea- cendida.
torem caeli et terrae?
CORTÉS: Credo. SACERDOTE: Accipe lampadem ardentem, et irreprehensibilis cus-
SACERDOTE: Credis in Iesum Christum, Filium eius unicum, Do- todi Baptismum tuum: serva Dei mandata; ut cum
minum nostrum, natum et passum? Dominus venerit ad nuptias, possis occurrere ei una
CORTÉS: Credo. cum omnibus Sanctis in aula caelesti, et vivas in
SACERDOTE: Credis et in Spiritum Sanctum, sanctam Ecclesiam saecula saeculorum.
Catholicam, Sanctorum communionem, remtsszo- FRAILES: Amén.
nem peccatorum, carnis resurrectionem, et vitam SACERDOTE: Vade in pace, et Dominus sit tecum.
aeternam? FRAILES: Amén.
CORTÉS: Credo.
SACERDOTE: Carolus, vis baptizari? Se van yendo. Carlos permanece inmóvil con su vela
CORTÉS: Volo. y su velo. Cortés le pone al cuello una medalla.
El Sacerdote derrama agua en la cabeza de Carlos. CORTÉS: La vida eterna, Carlos: no es poca cosa, y desde
ahora te pertenece; para que veas que la Madre
SACERDOTE: Carolus, ego te baptizo in nomine Pa(+)tris, et i España, si con una mano quita, con la otra sabe
Fi(+)lii, et Spiritus ( +) Sancti. (Luego moja su dedo dar. Si el reino de tu padre se perdió, tuyo es aho-
en el santo crisma y unge con él la cabeza del bauti- ra el reino de los cielos, y tu padre el rey de reyes.
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No olvides nunca este día, muchacho, que es el de hombres, poetas, gobernantes ejemplares. ¿Cómo
tu salvación. (Yéndose.) Estudia tu catecismo y ' voy yo a creer que en resumidas cuentas valieron
pronto comulgarás. para pura chingada? ¿Cómo voy a convencerme de
que sus almas se perdieron, si las miro resplande-
Sale con los otros. Pausa y transición. cer en la memoria? Cuando ocupes mi lugar, Car-
los, me decía, vas a ver que no está fácil guardar la
ley española y a la vez la costumbre de la gente. Y
no, qué fácil va a estar. Lo fácil es hacerse bolas y
11 perder la proporción, como yo que sólo ahora ven-
'¡ go a recobrarme, como quien dice, aquí frente a
Carlos rompe su pose lentamente, como si despertara. ' ustedes que han venido a presenciar mi destruc-
Se quita el lienzo de la cabeza. ción; y sólo ahora, aquí entre nos, como quien
dice a la vuelta del tiempo, voy viendo todo lo que
CARLOS: Olvidar: como si fuera posible. De eso va para vein- . tuvo que pasar para que llegáramos a esto.
te años, ya no soy ningún muchacho; pero aunque .
ahora me traten de don, el nombre que entonces·,
me impusieron sigue allí, aquí, en mí, conmigo, 1
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- Nuestra tierra. Silencio súbito y pausa expectante, rota por una voz
- Allá nomás tras el cerro, decía. fuera de escena.
- Atrás había otro cerro.
- Así nos trajo de muy lejos. MARÍA: ¡Carlos! ¡Carlos!
- Anduvimos muchos años.
- Mendigos y desgraciados. Inician el mutis, dejando el ídolo, a la vez que empie-
- Al fin llegamos aquí. za una disolvencia de luces.
- A nuestra tierra.
- Unas piedras enmedio del lago. YOYONTZIN: ¡No te olvides, Ometochtzin!
- Ahí vimos la señal.
- El ave que desgarraba su presa.
- Ahí pusimos al dios.
- Piedra sobre piedra. IV
- En el agua hicimos esto.
- Nuestra tierra. Carlos se arranca de la contemplación del ídolo al
- Otra fue entonces nuestra vida. tiempo que entra María.
- El arraigo en la querencia.
- Los trabajos y la cuenta de los días. MARÍA: ¡Carlos! ¿Estás allí?
- La ciudad y la cosecha. CARLOS: Aquí estoy, María. ¿Qué sucede?
- La piedra del sacrificio. MARÍA: Te busca el señor Maldonado.
(Pausa y transición.) CARLOS: ¿Qué señor? ¿Dices mi mal donado cuñado, lacayo
- El dios tuvo hambre. de don Hernando?
- Quería corazones. MARÍA: Don Hernando ya no manda, por si no te has en-
- El fruto de la vida que nos dio. terado, y Maldonado ya es señor.
- El dios tuvo sed. CARLOS: ¡Cosas veredes!
- Quería sangre. MARÍA: Carlos, no puedes pasarte la vida con la idea que
- La savia de la vida que nos da. de muchacho te hiciste de la gente. Tienes que
- Fuimos a la guerra. aprender a darle a cada quién su lugar, sobre todo
- Trajimos cautivos. ahora, si quieres que a ti te den tu lugar.
- Los matamos en su altar. CARLOS: ¿Qué lugar? ¿De qué hablas?
- Lo sustentamos como nos sustenta. MARÍA: Él te dirá. Trae noticias.
- Es nuestro padre y nuestra criatura.
- Nuestra carga y la fuerza que la lleva. Maldonado se apersona con aire grave.
- Es la herida y el cuchillo.
- El desollado y la piel. CARLOS: ¿Qué noticias? ¿Acaso Pedro ... ?
- El hijo de la chingada. MALDONADO: Bien has presentido, Carlos, el mal que nos aflige.
- Nuestra manera de ser. Don Pedro Chichimecatecutli, nuestro hermano,
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pasó a mejor vida anoche, mientras dormía. He
venido apenas lo supe. Quise ser el primero en dar-
te el pésame y también, por qué no, en congra-
tularte como sucesor que eres al cacicazgo. De co-
razón te acompaño en tu dolor y en tu ventura.
CARLOS: ¿Cómo está María?
MALDONADO: Nuestra hermana doña María está, según entien-
do, bien en lo que cabe, dentro de su natural des-
consuelo. Mucho amaba a don Pedro, pero es fuer-
te y sabrá sobreponerse.
CARLOS: Tengo que verla.
MALDONADO: Se ha recluido y no recibe a nadie; pero no te apu-
res, la verás en el entierro.
MARÍA: Me imagino que serán solemnes los funerales.
MALDONADO: Solemnísimos, doña María. Incluso es probable
que asista el señor arzobispo.
CARLOS: ¿El inquisidor en persona?
MALDONADO: Eso te atañe, Carlos. Indudablemente su reveren-
dísima está ya al tanto de la plaga de adoraciones que
padecemos en Tezcoco, y es lógico que el asunto de
tu sucesión le interese por ese lado. Si logras con-
vencerlo de que tiene en ti a un aliado contra la ido-
latría, puedes dar tu nombramiento por ratificado.
CARLOS: Tiene que ratificarse. Pedro me nombró.
MALDONADO: Pero los altos poderes podrían pasarlo por alto.
Hay otros hijos de tu padre que se sienten con de-
recho y hay, por si fuera poco, un gobernador es-
pañol en funciones: nada más fácil que hacerlo, de
una vez, datoani.
CARLOS: La gente no lo toleraría.
MALDONADO: La gente se aviene a todo, cuñado. No seas inge-
nuo y hazme caso, que por algo te lo digo. Ganán-
dote a Zumárraga, todo irá sobre ruedas. Yo le ha-
blaré bien de ti. No me hagas quedar mal; te lo
pido como parientes que somos.
CARLOS: Lo tendré en cuenta, Maldonado.
MALDONADO: No dejes de hacerlo, muchacho; no vaya a ser que
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por arrogancia malogres tu ocasión. Muéstrate fiel Pausa.
hijo de la Iglesia y comprométete a erradicar las
adoraciones, que el prometer no empobrece y te ' MARÍA: ¿Eso esperas tú de mí, Carlos? Porque yo no me
será de provecho. sé esos cantos. Será que te equivocaste de María,
MARÍA: Pero sí habría que erradicarlas, como rémoras que y ahora me irás a cambiar por la viuda de tu
son y resabios del error pasado. hermano.
CARLOS: No sabes lo que dices, mujer. Algo que viene de' CARLOS: En otro tiempo, María, yo la habría heredado jun-
tan lejos no se arranca así nomás. . to con el cargo, sin que eso afectara tu rango ni tus
MARÍA: Es que ahora tenemos los sacramentos, que es a lo , derechos.
que hay que recurrir. Yo pienso que, para poner el; MARÍA: Pero como eso ya no se puede, tendrás que repu-
ejemplo, sería bueno que nuestro hijo Antonio diarme.
comulgara, ya que está en edad. CARLOS: Sabes que no lo haría. Eres la madre de mi hijo.
MALDONADO: Sería conveniente, en efecto, cualquier acción de ·. MARÍA: Así es. Y por él y por ti, Carlos, tengo que insis-
esa índole. ¿Cómo está el niño? ' tirte: olvida el pasado, deja por la paz las costum-
MARÍA: Hecho un diablo. bres de antes, perfecciónate en la única fe verda-
MALDONADO: Es natural; ya enmendará. Queden con Dios. dera para que puedas guiar a la gente por el buen
camino. Ahora que Antonio estudie la doctrina,
Se retira. Pausa. Carlos ríe para sí. deberías repasarla con él.
CARLOS: ¡Qué va a estudiar! Déjalo que disfrute; todavía
MARÍA: ¿En qué piensas? está muy niño para esos cuentos.
CARLOS: En Pedro, que se murió dormido. MARÍA: Ya cumplió diez años. Y él quiere hacer su comu-
MARÍA: ¿Y te da risa? A mí me parece una tristeza que no : nión; me lo ha dicho. Además de que eso a ti te
haya recibido en vida la extremaunción. ' convendría, como dice el señor Maldonado.
CARLOS: Se les escabulló, ¿no ves? Era la única manera. De , CARLOS: Sí, de conveniencias sabe ese lacayo.
pronto y a medianoche, y el cuerpo ya frío cuan~ ,· MARÍA: Pues hazle caso, por tu propio bien y el de tu hijo.
do llegan con los óleos, ya sordo a los rezos, ciego .·· No sea que vayas quedando mal como autoridad,
a los signos, mudo de toda confesión. Se les fue de o que ni siquiera te reconozcan.
entre las manos, se libró de sus historias; se quedó CARLOS: Si a tanto llegan, yo me levanto; y no nada más yo.
en el sueño, que es lo real. Sé que puedo contar con mis sobrinos, los señores
MARÍA: ¿Pero qué es lo que dices? ¿Piensas que Pedro no de México y Tacuba, y con Tlacahuepantli, el de
quiso morir cristianamente? Tula, y con la raza que nos siga a defender su cos-
CARLOS: Pienso que halló la manera de morirse a solas con- . tumbre.
sigo, sin voces extrañas que turbaran su trance. MARÍA: Sólo eso faltaría, que te metieras en rebeliones.
(Pausa.) Sólo ella le hizo compañía. Lo vio morir •· ¿Tan mala vida te doy, que ya te quieres morir?
y lo veló hasta el amanecer, cantándole bajito en la • CARLOS: Entiéndeme: no puedo no hacer nada si pasan por
idioma. encima de un derecho que es mío, por tradición,
y que prometieron respetar. Aunque sea ruido ten- YOYONTZIN: Ay, mi señor Nezahualcóyotl, oye nomás cómo
go que hacer. también de tus cantos van quedando puras ruinas.
MARÍA: Yo creo que cumplirán su promesa, Carlos, siem- MACEHUAL: Bueno, ¿le atoras o qué?
pre y cuando no les des motivo para otra cosa. Por YOYONTZIN: Atorémosle, pues. (Cava.) ¿Murió de enfermedad
eso te digo que tienes que actuar con prudencia. Tetlahuehuetzquintzin?
CARLOS: Tranquilízate, mujer. Seré dócil y taimado, como MACEHUAL: Don Pedro murió de enfermedad.
Pedro me enseñó. Tú entiéndete con ellos, me de- YOYONTZIN: Tú has de saber, entonces, dónde está ahora.
cía, pero ve para tu santo. Así le iremos haciendo, MACEHUAL: Está en su casa, de cuerpo presente.
a ver qué sale. Tampoco a ellos les conviene que la YOYONTZIN: ¿Y su espíritu?
sangre llegue al río. MACEHUAL: Pues en el cielo, ¿no? Siendo señor principal. ..
MARÍA: Ay, Carlos. YOYONTZIN: Acuérdate, carnal: la muerte, aquí entre nosotros,
CARLOS: No te me acongojes, que tú eres mi alegradora. no es lo que nos cuentan. Los pusilánimes, los in-
Vente, alegrémonos un poco. fortunados que mueren de enfermedad, no en la
MARÍA: Déjame, Carlos, cómo se te ocurre ... a esta hora y... guerra, y tampoco alcanzan la gracia del agua, van
con el quehacer que tengo y... estando de luto ... al lugar oscurísimo que no tiene ni luz ni ventanas,
CARLOS: María. María. y poco a poco los borra el olvido.
MACEHUAL: Sí, eso contaban antes.
Transición con cambio de luz. YOYONTZIN: ¿Por qué, entonces, no morimos peleando, para
conocer la gloria y convertirnos en pájaros? ¿Por
qué transamos de ese modo y permitimos esta
afrenta? Yo te diré por qué, señor Nezahuakóyotl:
V fue la cobardía de aquel dios Quetzalcóatl que tan-
to honor te merecía. ¡Tan noble, tan puro, tan in-
Un Macehual canta en ndhuatl mientras cava una capaz de soportar la mancha del delito de existir
fosa. Otro macehual, que es Yoyontzin, viene llegando. en esta tierra! Huyó despavorido, y por la brecha
que dejó se metieron los que nos avasallaron con
MACEHUAL: Ah nican tochan, su pólvora y su cruz.
ah nican tinemizque, MACEHUAL: Sosiego, mi buen; no te vayan a oír.
tonyaz ye yuhcan ... YOYONTZIN: ¿Quiénes, los muertos?
YOYONTZIN: ¿Qué haciendo, carnal?
MACEHUAL: La cristiana sepultura del cacique, mi buen. El Macehual desentierra una calavera; el otro la
YOYONTZIN: Y de paso le cantas la despedida. tomard.
MACEHUAL: Canto por pasar el rato. Es tedioso el trabajo. Écha-
me una mano y ahi luego te paso una corta. MACEHUAL: Hasta ésos oyen, ¿ves? Les hablas y salen.
YOYONTZIN: ¿Qué cosa cantabas? YOYONTZIN: Ay, si fuera cierto, mi señor Nezahualcóyotl, si aún
MACEHUAL: Una canción que le oí a mi madre. Nomás el estri- pudieras oírme sordomudo como estás, vuelto co-
billo se me quedó. (Canta.) sa. ¿Qué fue de tu fina voluntad? ¿Se secó junto
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con tu médula o bien anda todavía por ahí en la ra, porque por dentro no eres eso para nada, y ya
carne de tu carne, la sangre de tu sangre, los hijos 1
te vas dando cuenta.
de tus hijos? Respóndeme, si me escuchas. CARLOS: ¿Por qué lo dices?
YOYONTZIN: Porque estás aquí para oírlo, no por otra cosa.
Entra Carlos hacia ellos. Aquí seguimos, mi príncipe, entretenidos.
CARLOS: ¿Quién eres, macehual?
MACEHUAL: Como que se vienen las aguas, mi buen. YOYONTZIN: Mi nombre es Yoyontzin. Y tú, señor, ¿quién eres?
YOYONTZIN: Parece, pero no. La seca va a estar larga. CARLOS: Dímelo tú.
YOYONTZIN: (Ríe.) Si necesitas pedir señas, este otro te las dará
Arroja la calavera -que Carlos recogerd- y cava. mejores, ya que ha de ser uno de tus encomenda-
dos. Órale, carnal, dile al señor quié: t es.
CARLOS: ¡Oigan, ustedes! ¿A quién desentierran? MACEHUAL: El señor es, a lo que yo entiendo, don Carlos Men-
YOYONTZIN: A nadie, señor. doza Chichimecatecutli, nuestro nuevo benefactor.
CARLOS: ¿Y esto? CARLOS: ¿Y qué beneficio esperas de mí?
YOYONTZIN: Eso no es nadie, señor. A duras penas es algo. MACEHUAL: Pues ahí nomás lo que sea su voluntad, señor, de
CARLOS: Son los restos de alguien. socorrer nuestra pobreza.
YOYONTZIN: Los últimos restos, señor, ya sin cara, sin nombre, CARLOS: ¿Y si no me da la gana socorrerla?
sin nada. Tanto da que hubiera sido el rey Neza- MACEHUAL: Pues ni modo, señor; nos aguantamos, a ver si le
hualcóyotl o el más miserable de los macehuales. da; pero aunque no, le somos fieles.
Igual le llegó la hora de hacer sitio a un muerto CARLOS: Y si yo tuviera que alzarme contra el centro, para
fresco, que todavía es alguien, y ese muerto habrá que respetaran mi derecho y nuestra costumbre,
dejado un lugar para otro que es más alguien que ¿tú me seguirías?
él porque está vivo. Así vamos, señor, pisándonos MACEHUAL: Yo soy gente de paz, señor; tengo familia que criar.
los talones, y al cabo paramos todos en pura tierra. De ahí en fuera, cuente su merced conmigo para
CARLOS: ¿Eres esto ahora, abuelo? ¿Este sarcasmo vacante y todo. Ya ve que aquí estoy, haciéndole todavía un
maloliente? ¿No serás más bien tu nombre, que a último servicio a don Pedro, nuestro antiguo be-
tantos años suena aún hasta en boca de los ínfi- nefactor, a quien Dios tenga en su gloria.
mos, y que vivirá mientras haya memoria? CARLOS: Síguele, pues; ahí la llevas.
YOYONTZIN: Sólo eso, Ometochtzin, sólo eso. MACEHUAL: Gracias, señor. (Cava.)
CARLOS: ¿Me conoces? YOYONTZIN: Eso esperan: que ocupes el lugar y hagas el papel.
YOYONTZIN: ¿No te he de conocer, si más de una vez me tocó Tú o cualquier otro; la cosa es tener señor. Traba-
entretenerte en la corte del rey tu padre? jarán tus tierras, te pagarán tributos, a cambio de
CARLOS: No te recuerdo. nada más que la esperanza de algunas pequeñas
YOYONTZIN: Eras muy niño, y yo el último de muchos siervos. gratitudes. Serás poderoso entre los débiles.
Pero te he seguido el rastro, Ometochtzin, con to- CARLOS: Y débil entre los poderosos.
do y todo lo que pasó después. Sé que ahora te lla- YOYONTZIN: Les harás el juego. Vivirás con desahogo y morirás
man Carlos y que respondes de dientes para afue- tranquilo.
108 109
CARLOS: ¿Y después?
YOYONTZIN: Ahí te lo está diciendo tu abuelo: como lo ves te
verás.
CARLOS: ¿Pero mi nombre?
YOYONTZIN: Tu nombre, Ometochtzin, será nadie, pues nin-
guno te habrás hecho para bien ni para mal. Co-
mo quien dice, agarras por el justo medio derecho
hasta el olvido.
CARLOS: Olvido no hay. No puede haber. Yo lo que quiero
es un nombre que dure.
YOYONTZIN: Ése lo encuentras; no es difícil. Luego la cosa es
hacerte a su imagen, para que todo se dé.
CARLOS: ¿Qué cosa?
YOYONTZIN: Lo de siempre, Ometochtzin: tu inmortalidad de
muerte florida. Ahi nos estamos viendo. (Sale hacia
el tamboreo que ha empezado a escucharse.)
CARLOS: Mi nombre más mío, lo que soy, donde pervivo:
¿cuál es, quién lo sabe, dónde suena? Casi me pare-
ce oírlo, pero se lo lleva el aire, o yo me echo para
atrás. Tengo que recordar este sueño. Acompáña-
me, abuelo, a ver si escarmiento en tu cabeza.
VI
III
ZUMÁRRAGA: ¡Qué pertinaz recalcitrancia! Ni siquiera el tener su exculpar a nadie, pues la Palabra ha cqrrido por
propia Virgen inmaculada, su madre celestial del toda la tierra gracias al celo de vosotros, los misio-
Tepeyac, ha podido arrancarlos de sus adoraciones neros. Si hay aún quien le cierre los oídos por bus-
inmundas. Renuevan su pacto con el demonio, al car el solaz de su antigua abyección, vuestro deber
mismo pie de la cruz. es descubrirlo y entregarlo a nuestra justicia, para '-
MOLINA: Se van al monte, se esconden en cuevas ... que hagamos de él un escarmiento. Es necesario
ZUMÁRRAGA: Este ídolo, fray Alonso, se encontró cerca del pue- , que cunda el temor de Dios.
blo, enterrado bajo una santa cruz caminera. Ha- , MOLINA: Señor, yo creo que las idolatrías desaparecerán so-
bía ofrendas recientes y rastros de sacrificio. To- las el día que la cruz arraigue definitivamente en
davía se ve la sangre. los corazones. Y me pregunto si eso será posible
SAHAGÚN: ¿Por qué persistirán en estos símbolos? mientras la inmensa mayoría de los indios vivan,
ZUMÁRRAGA: La siembra del Enemigo es como la cizaña, fray de hecho, al margen de la comunidad cristiana,
Bernardino: por más que se la arranque, sigue te- ~ como esclavos y bestias de carga.
niendo raíz para crecer de nuevo. El alma de esta ZUMÁRRAGA: Todos conocemos y deploramos esas condiciones,
gente está muy pervertida. Hay que ser drásticos si fray Alonso; igual nos determinan. Sé de buena
queremos salvarla. tinta que el emperador no ha abandonado el pro-
SAHAGÚN: Con perdón, vuestra señoría, yo pienso que es po- yecto de conceder la ciudadanía a los naturales,
sible llegar a esa raíz si atendemos a los símbolos pero ése es un asunto alto y delicado en el que no
de la gente, a sus historias y creencias. Compren- podemos intervenir.
diendo su devoción, su manera de ser piadosa, es MOLINA: ¿Hemos de renunciar a la compasión, fray Juan?
como mejor podremos encauzarla por la vía ver- 7lJMÁRRAGA: Hemos de templarla con la paciencia, para que
dadera. esos pobres hijos nuestros aprendan a sobrellevar
ZUMÁRRAGA: No se echa vino nuevo en odres viejos. ¿Creéis, su cruz y encuentren, en sus mismos sufrimientos,
fray Bernardino, que un objeto como éste podría el camino de la redención. Y hemos de seguir lu-
corresponder a otra cosa que a un culto bestial? ¿De chando porque se les dé un trato humano, lo cual
qué sirve a la fe cristiana una devoción carnicera en mucho depende de que consigamos erradicar
que vivía de arrancar corazones? sus cultos bestiales. Por eso os ruego no escatimar
SAHAGÚN: No lo hacían por maldad, señor, sino por ignoran- esfuerzos en este asunto. Un escarmiento hace más
cia. Ni todo era carnicería. Aquí mismo, en Tezco- que cien sermones.
co, el rey Nezahualcóyotl mandó construir, frente SAHAGÚN: No lo que el sermón a las aves.
al santuario de Huizilopochtli, un templo sin ído- ZUMÁRRAGA: ¿Decíais algo, fray Bernardino?
los dedicado al dios único e invisible, creador de SAHAGÚN: Nada, vuestra señoría. Que haremos cuanto esté
todas las cosas. de nuestra parte.
ZUMÁRRAGA: Bien pudo Él, apiadado de su barbarie, conce- ZUMÁRRAGA: Y más aún, espero. Id con Dios. (Salen los frailes.)
derles un atisbo de la verdad. Pero lo que ahora ¡El sermón a las aves! ¡La compasión! ¡Cómo me
nos salta a la cara, hermanos, no es sino la tercera desprecian, en el fondo, desde su humildad! Se
obstinación en el error. La ignorancia no puede ya sienten más franciscanos, más puros; no se ensu-
112 113
cian las manos. Pero el Día del Juicio, mientras que tu gratitud se manifieste. Necesitamos gente
ellos tiemblen ante la balanza al ver cuán poco pe- como tú, Juan Francisco, que conjunte ambas san-
san todas sus bondades, yo me llegaré al trono del gres y sepa darles su lugar. De esa armonía de-
Cordero para mostrarle mis manos inmundas, y él pende el futuro de la tierra.
con su dulce lengua las limpiará, porque siempre MALDONADO: Aquí está don Carlos, señor.
trabajaron en su servicio.
Carlos, en efecto, se apersona. Zumdrraga se adelanta.
Entra Maldonado.
ZUMÁRRAGA: Bienvenido, don Carlos.
MALDONADO: Disculpe vuestra reverendísima. CARLOS: A vuestras órdenes, fray Juan.
ZUMÁRRAGA: ¿Qué ocurre, Maldonado? ¿Está aquí don Carlos? ZUMÁRRAGA: Conversaba con vuestro sobrino. Es un joven bri-
MALDONADO: Viene en camino, señor. Pero está su sobrino, es de- llante.
cir, mi hijo Francisco, de quien os he hablado, y CARLOS: Dichosos los ojos, Francisco. ¿Te va bien?
quisiera presentaros, si lo tenéis a bien, sus respetos. FRANCISCO: A Dios gracias, tío.
ZUMÁRRAGA: ¿Es el seminarista? CARLOS: Te veo pálido y ojeroso. Ya no estudies tanto, mu-
MALDONADO: El más joven de su clase, vuestra señoría, y el mejor chacho; juega un poco al aire libre.
estudiante. Los frailes ya no saben qué enseñarle. MALDONADO: Lo mismo le digo yo, y para el caso que me hace.
ZUMÁRRAGA: Hacedlo venir. Se la vive entre los libros y el rosario.
MALDONADO: Aquí mismo está. CARLOS: Me acuerdo de su difunta madre, mi hermana Inés,
que decía: "Éste nació con temor de Dios."
Francisco entra hacia Zumdrraga y cae de rodillas. ZUMÁRRAGA: Mucho promete, y haremos por él cuanto esté en
nuestra mano.
FRANCISCO: A vuestros pies, reverendísimo padre. MALDONADO: Vuestra generosidad nos obliga, señor.
ZUMÁRRAGA: Levántate, muchacho. ¿Francisco te llamas? ZUMÁRRAGA: Sí, lo sé. Id con Dios. (Salen Maldonado y Francisco.)
FRANCISCO: Juan Francisco, señor, para servir a Dios y a vues- Me agrada que mi trato con vuestra familia, don
tra reverencia. Carlos, se prolongue a través de las generaciones,
ZUMÁRRAGA: Muy bien. ¿Y cómo quisieras servirnos? como de las sucesiones. Creo que llegaremos a ha-
FRANCISCO: Si vuestra señoría lo permite, nada anhelo tanto en cer buena amistad.
este mundo como estudiar en México, y recibir las CARLOS: Yo también lo espero, fray Juan. ¿Ha sucedido al-
órdenes, y dedicarme a trabajar por la redención de go con la sucesión?
mi raza materna, que es la indígena. ZUMÁRRAGA: Nada todavía, que se sepa, pero pronto tendremos
ZUMÁRRAGA: Es noble tu deseo, y podemos ayudarte a realizar- noticias. Vuestro nombramiento es un hecho; sólo
lo. Te enviaremos al colegio de Santa Cruz de Tla- hace falta que ciertos funcionarios se den por en-
telolco y, si ahí también superas a tus maestros, tal terados y firmen de conformidad. Ninguno tendrá
vez a España. nada que oponer estando mi aprobación de por me-
FRANCISCO: Humildemente os agradezco de todo corazón ... dio, de modo que no demorarán más de la cuenta.
ZUMÁRRAGA: Levántate de una vez. Ya habrá mejores formas en CARLOS: Os agradezco sinceramente vuestro aval.
114 n5
ZUMÁRRAGA: Que también es sincero. Me inspiráis confianza, narlos. Daríais con ello una prueba inequívoca de
don Carlos, y no dudo que algo tenéis pensado ha- que mi confianza no se encuentra mal depositada.
cer contra la idolatría que infecta la región. Quise CARLOS: Así, pues, estoy a prueba.
que habláramos de eso hoy que me trajeron esta ZUMÁRRAGA: No lo decía con esa intención, don Carlos, pero
nueva muestra. La encontraron enterrada debajo después de todo, ¿no es este mundo el sitio donde
de una cruz. Dios nos pone a prueba? ¿Y qué mejor ocasión que
CARLOS: Ya veo. ésta para demostrar que estáis de su parte en la
ZUMÁRRAGA: ¿Tenéis alguna idea de quién pueda haberlo hecho? guerra contra el Maligno?
CARLOS: Han de ser algunos viejos que se les dificulta per- 1. CARLOS: ¿No lo sabe ya?
der la costumbre. ZUMÁRRAGA: Él lo sabe, don Carlos, pero vos tal vez no del to-
ZUMÁRRAGA: ¿Qué viejos? ¿Quiénes? do. R~flexionad, os lo ruego, y actuad en conse-
CARLOS: Yo nada sé ni a nadie acuso; nomás supongo. Me cuencia.
pongo en el lugar de la gente mayor y pienso que CARLOS: Así lo haré, señor.
para ellos, sobre todo para ellos, el cambio fue muy ZUMÁRRAGA: Llamadme Juan, como siempre; seamos amigos.
duro, fray Juan. Yo os quiero bien, Carlos, y quiero contaros entre
ZUMÁRRAGA: Pero a la vez una bendición que no esperaban, un los míos. Venid, recemos juntos porque el Señor
regalo caído del cielo: la salvación eterna al alcance os ilumine. (Se arrodilla; Carlos, desconcertado, lo
de todos. ¿Cómo es posible que no aprecien ese don imita.) Padre nuestro que estás en los cielos, santi-
en todo lo que vale? ficado sea tu nombre, venga a nos tu reino ...
CARLOS: Será que, como no lo esperaban, no lo alcanzan a
entender. Necesitan, además de la cruz, el daloque 1
Carlos se une al rezo, que prosigu.e inaudible mien-
o lo que esto sea. Que ni se vea pero que esté ahí. tras se inicia la escena siguiente. Tras un rato, Zumd-
Eso los reconforta y no hace mal a nadie. rraga se retirard, dejando al otro rezar solo.
ZUMÁRRAGA: ¿Ni siquiera a ellos mismos, que condenan su alma
al incurrir en sacrilegio?
CARLOS: Yo pienso que no lo hacen de mala fe, sino que sus
almas se quedaron un poco del otro lado, y que Dios \ VII
será tolerante con ellas.
ZUMÁRRAGA: En eso os equivocáis. Dios es un dios celoso, y no Yoyontzin, como macehual, habla con Sahagún.
tolera otras adoraciones que las dirigidas a Él. Es
urgente que esto se acabe de entender; y como dice YOYONTZIN: La gente es buena cristiana, padrecito. Las adora-
el refrán, la letra con sangre entra. Necesitamos ha- ciones nada más son de temporada.
cer un escarmiento. Necesitamos culpables convic- SAHAGÚN: ¿Cómo así?
tos y confesos. YOYONTZIN: Pues sí, que por estas fechas se le sacrificaba en los
CARLOS: Ya veo. otros tiempos al dios Tláloc, para que no faltara
ZUMÁRRAGA: No paréis en mientes, os imploro, para proporcio- lluvia en el año. Hartos niños se le mataban en el
116 117
monte. Qué tanto puede ser ahora: unos cuantos
animalitos.
SAHAGÚN: No es lo que maten o dejen de matar, sino el he-
cho de que lo hagan. ¿Qué tienen que andarle pi-
diendo agua a una piedra si cuentan con la protec-
ción de nuestro señor Jesucristo?
YOYONTZIN : Por él sobrellevamos nuestros trabajos, padrecito,
y yo sé que, si no lloviera, también eso nos ayuda-
ría a soportar. Pero siempre es mejor que llueva.
SAHAGÚN: No sabes lo que dices , hijo. ¿No se bendicen los
campos? ¿No se hacen procesiones? Con eso basta
y sobra para que Dios nos mande lluvia, si cal es su
voluntad.
YOYONTZIN: Ya ve usted cómo es la gente de necia y obcecada,
padrecito. Han de decir que, si no sacrifican, ¿con
qué va a hacer el dios la lluvia?
SAHAGÚN: ¿Qué dices?
YOYONTZIN: La lluvia es la sangre, padrecito, hoy como enton-
ces, y en las noches de lluvia la gente sueña todavía
con el paraíso de Tláloc, y hay quien se ahoga
nomás por ir ahí. ¿Qué culpa tiene de soñar? Y si
cree en el cielo que ustedes le platican, ¿no va a
creer en el Tlalocan que ha mirado?
SAHAGÚN: Eso que llamas Tlalocan, hijo, es de hecho, por lo
que entiendo, el paraíso terrenal, y no gobierna allí
ningún ídolo, sino el mismo Dios nuestro señor.
YOYONTZIN: Yo sé, padreciro, yo sé. Allá les quitaron los cielos,
igual que acá nos dejaron sin tierras. Por eso dicen
que así en la tierra como en el cielo. Pero entonces
la gente piensa que pues allá también debió de ha-
ber dioses que se aliaran con el señor don Cristo, y
él a lo mejor les dio puestos, cacicazgos, y todavía
nos pueden echar la mano.
SAHAGÚN: Qué absurdos ensartas.
YOYONTZIN : Le digo lo que piensa la gente, padrecito. Son pen-
sares que vienen con la sangre y ni modo , ahí están.
SAHAGÚN: Comprendo, hijo. Pero si del pensamiento se pasa
119
a la acción idólatra, la voluntad interviene y en- VIII
tonces hay culpa.
YOYONTZIN: Si usted lo dice, padrecito. Yo soy persona sin ins- Luz al ídolo, hacia el cual convergerdn Yoyontzin y
trucción, macehual entonces como ahora; no sa- Carlos. Entran, como la Tribu, los actores disponibles
bría juzgar. para una nueva escena coral. Investido Carlos por
SAHAGÚN: Otros juzgarán por ti. Tú sólo debes decirme sisa- ellos, y Yoyontzin por mano propia, ambos llegardn
bes de alguien que haya tomado parte en alguna ante la piedra con idéntico atavío, que es el de Tez-
adoración. catlipoca y que puede reducirse a un pectoral y/o un
YOYONTZIN: De nadie, padrecito. tocado emblemdticos.
SAHAGÚN: Dime la verdad.
YOYONTZIN: Nadie hace esas cosas, padrecito; más bien se ha- CORO: -Atlcahualo.
cen. No solas, pues, porque a alguien ha de tocar- - Tlacaxipehualiztli.
le, como dicen, poner el cuerpo; pero a mí nunca ( - Tozoztontli.
}
me ha tocado saber, así expresamente, que fuera el - Uey tozoztli.
de éste o el de aquél o el del de más allá. Yo no -Tóxcatl.
ando en chismes, padrecito. - Etzalqualiztli.
SAHAGÚN: Está bien. Queda con Dios. YOYONTZIN: Es la fiesta de Xipe Tótec: mata al cautivo y vístete
su piel. Es la fiesta de Tláloc: mátale niños y lávate
Sale. Yoyontzin confronta al público. de encima la piel del desollado. Es la fiesta de Cin-
téotl: hay que ayunar y sangrarse. Es la fiesta de
YOYONTZIN: Y ustedes ¿qué? ¿Andan en cismas, están en el ajo, Tezcadipoca: se le mata un mancebo sin tacha. Es
le hacen al cuento, saben de alguien a quién acu- la fiesta de Uixtocíhuad, de Xilonen: mata a las
sar? N'hombre. A ver, nombres, nombres: el tuyo mujeres que bailan por ellas. Es la fiesta de Hui-
o el de tu primo, para empezar por cualquiera. No zilopochdi: ofrécele las primeras flores.
te escucho; ¿en qué me estás hablando? ¿Eres ga- CORO: - Tecuilhuitontli.
chupa, mestizo, coyote, champurrado, saltapatrás? - Uey tecuílhuitl.
Turbia tu sangre, turbada tu voz, ni tú mismo te - Tlaxochimaco.
entiendes. 'Pérate un poco, para la oreja, vamos - Xócotl huetzi.
oyendo cómo cantábamos. (Suena el teponaztle. - Ochpaniztli.
Carlos sale de su trance.) Acuérdate nomás, acuér- - Teotleco.
date. Aclárate. Hazte memoria. ¡A ti te hablo, YOYONTZIN: Lleva la cuenta, guarda los días; sacrifica a los dio-
Ometochtzin! (Carlos, de pie, mira en torno.) ¿Duer- ses que son lo que somos, para que sigan siendo y
mes, ingrato? ¿Demoras todavía? ¿No oyes que te tú, en su nombre, ya mates o mueras en el lado
llamo yo, Yoyontzin? ¿No sientes en tu sueño las que te toque del espejo de obsidiana.
voces de tus dioses, contando los días que faltan
para su fiesta? Se retira. El coro va saliendo.
120 I2I
CORO: - Tepéilhuitl. CARLOS: María.
- Quecholli. DOÑA MARÍA: ¡Jesús mil veces! ¿Qué hacéis aquí, don Carlos?
- Panquetzaliztli. "f CARLOS: Te escucho cantar, María, y en eso me quedara, si
- Atemoztli. no te miro y me digo que tú hoy serías mía si en
- Tititl. este país las cosas estuvieran en su sitio.
-lzcalli. DOÑA MARÍA: Desquiciadas están, en verdad, don Carlos, y no
CARLOS: Estoy despierto, pero esto es un sueño: mí sueño, hay remedio. ¿O acaso pretendéis componerlas?
mí inmortalidad, lo que de mí se cuenta en otros CARLOS: Todo lo podría por tí, contigo. Tú conoces y guar-
tiempos, sí es que acaso hay otros que estos mismos. das la costumbre que es la raíz de nuestra vida. Tú
Por mucho que le busquemos, por más vueltas que tienes la clave de los sueños de la raza. Eres una
le demos, venimos a parar en lo claro y concreto, la diosa, María. Eres la raza misma.
piedra labrada. DOÑA MARÍA: No sé por qué me digáis todo eso, como no sea que
el dios de los borrachos hable por vos, ni me pare-
Reaparece Yoyontzin como macehual. ce propio ni conveniente que estéis en mis aposen-
tos conmigo sola. Permitidme llamar a alguna de
f,j mis criadas, para al menos tener un testigo de mi
YOYONTZIN: El revoque se cuarteó por todas partes, señor, y los :,,'
parches no pegaban; así que lo acabamos de tirar, 'i parte si por vuestra causa me veo envuelta en ha-
" bladurías.
y esto es lo que había. Usted dice si lo revocamos '•
J;t,
otra vez. CARLOS: Me iré ahora mismo, María. No quiero perjudicar-
CARLOS: No hace falta. Déjalo así. I'~ te. Todo se ha de hacer a la luz del día y como lo
YOYONTZIN: Así se queda, señor. Lo bueno es que está bien
adentro de la casa y no se ve desde la entrada.
¡
' ji:
1 /
pida la ley. Tú sólo dime que serás mía porque sa-
bes que así debe ser, que así lo dispone la costum-
(Sale.) n' bre de nuestros ancestros.
)~ DOÑA MARÍA: Pero es que las cosas ya no tienen por qué ser así,
Reaccionando a lo último, Carlos se despoja del ata- don Carlos, ni tiene caso meterse en trámites por
vío mientras las luces cambian. quererlas, mal que bien, conservar. Son otros los
tiempos.
CARLOS: Son los que vinieron a imponernos. Pero nuestro
tiempo sigue ahí, aquí: transcurre en nosotros, en
IX lo que somos. Tú lo sabes mejor que nadie, María.
1
DOÑA MARÍA: Yo lo que sé, don Carlos, es que si cedo a vuestro
Doña María, de luto, borda un velo blanco y canta en '1r !,
capricho, no podré librarme del descrédito que de
¡I
voz baja, salmodiando. Carlos cruza hacia ella. ¡'
ninguna manera deseo. Vuestra esposa es, a lo que
'":1.
entiendo, una buena esposa, y nadie vería con sim-
DOÑA MARÍA: Ayaxca ocontemaca
in xochitl ihuitl
·~
\l'J
patía a quien la suplantara. Ahí va de robamarídos,
dirían de mí, teniendo tan buen partido; porque
ypalnemoa ... :~ por más en secreto que se haya hecho el compro-
"i
122 íl: 123
:1·
miso, de seguro ya se sabe, como se sabría si yo lo el cielo que me tienes prometido,
rompiera. ni me mueve el infierno tan temido
CARLOS: ¿De qué compromiso estás hablando? para dejar por eso de ofenderte.
DOÑA MARÍA: Del mío, señor, con el gobernador don Lorenzo de Tú me mueves, señor; muéveme el verte
Luna. Nos casaremos cuando termine el luto que clavado en esa cruz, y escarnecido;
debo a mi difunto Pedro, en paz descanse. muévenme el ver tu cuerpo tan herido,
CARLOS: ¿Entonces él será el tlatoani? muévenme tus afrentas y tu muerte.
DOÑA MARÍA: No entendéis, don Carlos. Nada tiene que ver una Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera
cosa con otra. El datoani seréis vos, tal como Pe- que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
dro lo dispuso. l y aunque no hubiera infierno te te1 .1iera.
CARLOS: Y vos seréis la gobernadora. ¿Eso también lo dis- :~ No me tienes que dar porque te quiera;
puso mi hermano? pues aunque lo que espero no esperara,
DOÑA MARÍA: Yo pienso que lo aprobaría. Es la mejor manera de
l
'I
! lo mismo que te quiero te quisiera.
que yo pueda hacer algo por la gente y la costumbre.
CARLOS: ¿Entregándote a un español? Se han instalado para la ceremonia de bendición de
DOÑA MARÍA: Ellos tienen el poder, Carlos. Don Lorenzo no es los campos, que Molina inicia con un sermón inspi-
mala persona, y yo confío en influir sobre él para rado por Fray Luis de Granada.
beneficio de los nuestros. Me ha dicho que quiere
aprender la idioma. MOLINA: Hemos venido, hermanos, a mostrar nuestra mi-
CARLOS: Bien lo creo. Y también querrá hacer de tlatoani, ya seria a la cara del cielo e implorar la clemencia de
veréis si no, y también para eso ha de contar con Dios, gimiendo bajo el peso de su justicia con toda
vuestra ayuda. razón irritada en contra nuestra. Si la sequía nos
DOÑA MARÍA: Tú sabes que yo no me prestaría a algo así. amenaza, si la peste se hace sentir, si la ruina y la
CARLOS: Yo no sé, María. Ya no sé nada de ti. (Se va.) devastación se ciernen sobre la tierra, nada pode-
mos ver en ello sino el fruto de nuestras iniquida-
Ella recoge el velo y sale por su lado. des. Somos, en verdad, fuentes sin agua y nubes
tenebrosas que en nada alimentan, en todo oscure-
,,
cen la luz de este último día de la creación. Porque
en nosotros, hermanos, llegaron los fines de los si-
X glos, y no esperamos ya mayor aumento de esta luz
y lo que es más, llegándose el fin de este día, so-
Entra una procesión encabezada por Molina, que mos rodeados con la noche de las tinieblas vecinas.
porta un crucifijo, y en la cual figuran Francisco y los De aquí la disminución tan grande, no sólo de luz,
indios principales Alonso y Melchor. Se canta el céle- sino también de calor, porque donde abundó la
bre soneto A Cristo crucificado. iniquidad, necesariamente se resfrió la caridad de
muchos. Así hemos caído en unos tiempos en los
PROCESIÓN: No me mueve, mi Dios, para quererte cuales podemos clamar como el profeta: ay de nos-
124 125
otros, porque ya declinó el día, ya son más largas
las sombras de la tarde. Atendamos a la hora, her-
manos, y enmendemos nuestras sendas amán-
donos y ayudándonos sin distingos de raza ni de
clase, amando a Dios sobre todas las cosas y com-
batiendo con denuedo las impiedades que ofenden
su dignidad de único señor del universo, cuya in-
finita misericordia hoy invocamos con la fe y la es-
peranza de que nos otorgue la ll uvia para estos
campos, la luz de la gracia para nuestras almas os-
curas.
CORO: Amén.
MOLINA: Oramus te, Domine Deus noster, ut hos agros, serenis
oculis, hilarique vultu respicere digneris, tuamque
super eos mitte bene(+)dictionera; ut non grando su-
rripiat, non turbo subvertat, non vis tempestatis de-
trucent, non .:estus exurat, animalia noxia corrodant,
neque inundatio pluvi.:e exterminet; sed fructus inco-
lumes, uberesque usui nostro, ad plenam maturi-
tatem perducas. Per Christum Dominum nostrum.
CORO: Amén.
MOLINA: Benedictio Dei omnipotentis Pa(+)tris, et fi(+)lii, et
Spiritus ( +) Sancti descendat, et maneat super hos
agros, et eorum fructus.
CORO: Amén.
XI
127
CARLOS: ¡Díganles a ésos que se callen! Que ya ni llorar es bién a mí me la hicieron de cuento con la suce-
bueno. (Bebe.) Un buen sacrificio y los dioses se sión, y ahí no estaba metido el arzobispo; digo, tan
levantan, me cae. Sacrificio humano, nada de pen- directamente, porque ése tiene que ver en todo.
dejadas. En la huerta de la casa de mi tío, donde FRANCISCO: Siendo la máxima autoridad espiritual en la Nue-
está la piedra labrada. Es cosa de hacer un cautivo. va España, es inevitable que se requiera su parecer
(Bebe.) Soñé que ella me abría su pecho y yo metía en todos los aspectos del gobierno.
la mano y le sacaba el corazón húmedo, caliente, ALONSO: Sí, desde luego; a eso me refería.
palpitante, y ella me miraba devorarlo. MELCHOR: Digamos salud.
ALONSO: ¡Don Carlos Mendoza! Dichosos los ojos. ALONSO: ¿Y qué dice la familia, Carlos?
CARLOS: Qué tal, don Alonso. CARLOS: La monserga de costumbre. Y a ti ¿cómo te trata mi
MELCHOR: No os vimos en la procesión, señor. prima?
CARLOS: Me ocupaba, don Melchor, de esta otra práctica ALONSO: No me quejo para nada, o si acaso de su defecto de
piadosa que os invito a compartir. ¡Digamos salud los celos, que hasta se le ha acentuado. Pero bueno,
mientras el cuerpo aguante! es porque me quiere, y con no darle motivo ...
FRANCISCO: Buenas tardes, tío. CARLOS: Tú no te niegues ningún gusto, Alonso, que si
CARLOS: ¡Hola, Francisco! ¿No estabas en el colegio? algo te dice yo te la pongo en orden. Ya se lo he
FRANCISCO: Pedí permiso, señor. Quise venir a ayudar en la dicho, y delante de ti. Mira, le he dicho, si tu ma-
epidemia. rido quisiera tener dos y tres mujeres, no se lo im-
CARLOS: Ya habrás visto que no era para tanto. Sólo han pidas ni riñas ni vivas celosamente. Así somos y ya,
muerto unos cuantos indios pobres, y no ha falta- así hemos sido.
do quien les endilgue su responso. ¿Cómo te va? MELCHOR: Muy cierto, señor; qué se le va a hacer. ¡Salud!
¿Qué vida llevas en la ciudad? ¿Te disipas, te paseas?
FRANCISCO: Me la paso en el estudio, tío. Beben.
CARLOS: Eso ni siquiera es vida. Recapacita, hermano. A tu
edad y con tus dotes, ¿para qué te enclaustras? FRANCISCO: Yo pienso, don Melchor, que lo que ha de hacerse
FRANCISCO: Sólo sigo mi vocación. lo dice muy claro la palabra de Dios. Hemos de
CARLOS: Es una equivocación; yo sé por qué te lo digo. erradicar de nuestra carne las antiguas lacras y ser
MELCHOR: Salud, pues. de otra manera.
CARLOS: Eso a ti se te hace fácil porque ya traes la otra sangre.
Beben. Pero uno, que nomás de indio tiene, ¿cómo va a
convertirse en lo que jamás ha sido?
ALONSO: ¿Qué pasó, Carlos? ¿Por fin ya te nombraron? FRANCISCO: El espíritu no tiene raza, don Carlos. La luz de la
CARLOS: Me dan largas, me ponen pruebas, me socavan. razón brilla para todos por igual.
ALONSO: Tú sígueles la corriente; es la única manera. Tam-
128 129
CARLOS: Será; pero los dioses que no son de la sangre no ALONSO: No digas esas cosas, Carlos. Yo tengo a mi hijo con
son dioses reales. los frailes y me parece bien lo que aprende.
FRANCISCO: El único dios verdadero dio su sangre por nos- CARLOS: Bien te parece ... Pues sacrifiquemos entonces a ese
otros. hijo tuyo, si bien te parece.
CARLOS: ¿Y tú querrías imitarlo? ALONSO: ¿Qué estás diciendo?
FRANCISCO: Si hubiera ocasión. CARLOS: Que habría que hacer un sacrificio para reanimar
CARLOS: Ocasión nunca falta. Tú danos pie y te sacrificamos a los dioses. Hasta la piedra tenemos: apareció en
aquí sobre la mesa. ¿O no, camaradas? ¿Alguien se la casa que era de mi tío. Sólo necesitamos a quién
resistiría a meterle cuchillo a este mancebo? (Risas. descorazonar.
Francisco opta por marcharse, pero Carlos va tras él FRANCISCO: ¡Eso es barbarie y blasfemia, señor!
y lo hace volver.) Francisco, ven acá ... Oye, her- CARLOS: Entiéndeme, hermano, que yo he vivido y andado
mano, dirás por ventura: ¿qué hace don Carlos? en todas partes, y guardado las palabras de mi pa-
Mira, oye, como pariente mío que eres, hijo de mi dre y de mi abuelo, que de verdad se dijo que los
hermana muy querida, te digo que mi abuelo dioses que tenían y amaban fueron hechos en el
Nezahualcóyotl y mi padre Nezahualpilli ninguna cielo y e;n la tierra. ¿Hemos de arrancar nuestras raí-
cosa dijeron de que habían de venir estos cambios ces y esperar que el aire solo nos sustente? No digo
de costumbres ni de manera de ser. Ni por aquí les más, hermano, que quizás entiendas esto y quizá
pasó, ¿me entiendes? no, y lo recibas o no como yo te lo digo, que tam-
FRANCISCO: Es que ellos, con toda su sabiduría, vivieron en la bién yo me crié en la iglesia y casa de Dios, pero
ignorancia de la revelación divina. no vivo ni hago como tú. ¿Qué es lo que quieres
CARLOS: Entiende, hermano, que mi abuelo y mi padre mi- tú? ¿Para qué andas diciendo lo que dices? No es de
raban a todas partes, atrás y adelante, y sabían lo nuestro oficio lo que haces, pues así lo dijeron y
que se había de hacer y lo que estaba hecho, y enseñaron nuestros antepasados, que no es bueno
nada dejaron dicho de esta ley de dios y divinidad entender vidas ajenas.
que tú procuras y predicas. ¿Qué es esta divinidad, MELCHOR: Estáis bebido, don Carlos.
cómo es, de dónde vino? ¿Qué es lo que enseñas, CARLOS: Hermano, ¿qué le hace el vino o la mujer a los
qué cosa nombras, en qué estás queriendo hacer- hombres? ¿Por ventura los blancos no tienen mu-
nos creer? chas mujeres y se emborrachan, sin que los curas
FRANCISCO: En la verdadera palabra de Dios, revelada a su pue- se lo puedan impedir? Pues qué es esto que a nos-
blo para la humanidad entera. otros nos hacen hacer, que no es nuestro oficio ni
CARLOS: Pero si su pueblo lo desconoció, ¿cómo es que ahora es nuestra ley impedir a nadie lo que quisiera ha-
nosotros, a tantos años y tanta distancia, tenemos cer. ¡Háganlo ellos y allá se lo hayan con las menti-
que cargar con él, como si fuera nuestro muerto? ras que dicen! Hermano don Alonso, no haya entre
FRANCISCO: No os burléis, tío. nosotros quien nos ponga en disensión: huyamos
CARLOS: No me burlo, muchacho. Burla es todo eso que se de los curas y hagamos lo que nuestros antepasados
enseña en tu colegio y en todos los demás. hicieron, y tomemos placer, y emborrachémonos
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como solíamos: mira que eres tlatoani y que yo XII
tengo que serlo.
MELCHOR: Salud, pues. Cambio de luz. Sonido de oleaje. Carlos se recobra,
se orienta, deambula. Entra Cortés, mirando en tor-
Beben. no como quien pasea. Ambos convergen.
CARLOS: Y tú, Francisco, mira que recibas y obedezcas mis CORTÉS: Buenos días tengas, natural. ¿Son éstas las afueras
palabras para tu propio bien, que no creas que es- de Tezcoco?
toy solo en esto: allí están el señor de México, Yoa- CARLOS: Sí, señor. Allí está el lago.
nintzin, y mi sobrino Tezapilli, señor de Tacuba, y CORTÉS: Ya me parecía conocida su voz.
Tlacahuepantli, señor de Tula, y todos somos igua- CARLOS: Y a mí la vuestra, don Hernando. ¿Qué hacéis aquí?
les y conformes, y no se ha de igualar nadie con CORTÉS: No lo sé; creo que estoy soñando. Cuando me vuel-
nosotros, que ésta es nuestra tierra y nuestra alhaja vo gente sedentaria, me da por viajar en sueños;
y posesión, y el señorío es nuestro y a nosotros per- pero hace tiempo que no visito más que lugares
tenece, y si alguno quiere hacer o decir alguna cercanos y conocidos. Hasta dormido empiezan a
cosa, riámonos de ello, ¡oh hermanos, que estoy pesarme los años.
muy enojado y sentido! Y algunas veces nos habla- CARLOS: ¿Vivís todavía en Cuauhnáhuac?
mos yo y mis sobrinos los señores: ¿quién son és- CORTÉS: Supongo que sí; lo sabré cuando despierte. Pero
tos que nos deshacen y perturban y viven sobre dime, ¿tú quién eres?
nosotros y los tenemos a cuestas y nos sojuzgan? CARLOS: Vuestro ahijado Ometochtzin, señor, hijo del rey
¿Quién viene aquí a mandarnos que no es nuestro Nezahualpilli.
pariente ni nuestra sangre? ¿Piensa que no hay co- CORTÉS: Ah, sí: don Carlos Mendoza. Habéis cambiado.
razón que lo sienta y lo sepa? Pues aquí estamos y CARLOS: Al contrario de vos.
no ha de haber quien haga burla de nosotros. ¡Oh, CORTÉS: ¿Cómo va a cambiar quien tiene ya su puesto en la
hermanos! Ninguno se nos iguale de los menti- fama y la conciencia? Sólo le queda estarse ahí,
rosos, ni se junte de los que obedecen y siguen a sufriendo la erosión del tiempo que lo hará polvo
nuestros enemigos. La guerra no termina todavía. y olvido.
CARLOS: Vuestro nombre sobrevivirá los siglos.
Bebe hasta las heces y se desploma de bruces sobre la CORTÉS: El que viva lo verá. Pero ya empieza a opacarse. Ya
mesa. Francisco se santigua. Alonso y Melchor se mi- le echan tierra el rey y los suyos.
ran y se van. Francisco contempla unos instantes al CARLOS: Os han pagado mal. Vos debisteis gobernarnos.
durmiente y luego sale a su vez. CORTÉS: No pertenezco a la clase gobernante. Soy el siervo
eficaz. Toda la sangre que he derramado no vale la
que no tuve de nacimiento. Así es esto de la civili-
zación y yo lo sabía, pero tuve que ir a España y
meterme en la corte madrileña para realmente sen-
tir el horror de todo aquello. ¡No los soporto, don
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Carlos, me enferman! Sus protocolos y ceremo-
nias, su orgullo de sangre, su moral, su religión:
¡Dios mío, su religión! Se llenan la boca de santos
nombres y sólo adoran al becerro. México ya no
les interesa; el oro les llega ahora del Perú. Me ren-
dían honores de relumbrón, como a un héroe pa-
sado de moda; me interponían a cada paso chis-
mes y trámites; al rey nunca lo vi, ni ganas me
quedaron. Salí a escape, carcomido de cinismo,
ansiando tierra virgen.
CARLOS: Supe que hicisteis una expedición al noroeste.
CORTi:s: Un desastre. Le puse mi nombre a un mar y por
poco me ahogo en él. f bamos a colonizar; hasta
negros llevábamos. Todos los perdimos, y las pro-
visiones, y del barco no quedó gran cosa. Cruza-
mos el Mar de Cortés de regreso a Santa Cruz,
desfallecidos de hambre, con tormentas a diestra y
siniestra. El piloto cayó y tuve que tomar el timón.
¡Qué travesía fue aquélla! Pensé que ahí me moría
y me puse a rezarle a la Virgen a la vez que iba sin-
tiendo los bandazos para idos capoteando y man-
tener el rumbo. Al rato me reía con la borrasca y
le hablaba de tú, y la Virgen también se reía; todo
era un juego maravilloso. Esto es vida, pensé, es
mi vida y no la cambio por ninguna audiencia en
la corte. Bien haya quien cobre mis trabajos, que
yo he jugado, y si nadie sabe para quién trabaja,
siempre juega por su propio gusto. Que me dis-
minuyan cuanto quieran; que me borren de lacró-
nica, si a tanto alcanzan: siempre me quedará el
gusto de haber jugado a mis anchas.
CARLOS: Y jugando, jugando, vinisteis un día a esta tierra
para imponernos esa misma civilización que de-
testáis.
CORTi:s: Hijo, con alguien teníamos que desquitarnos. (Ríe.)
Digo cosas que despierto no diría. Pero decidme,
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¿hacia dónde queda mi antiguo palacio? Ya que es- SOLDADO: Daos preso, en nombre de la ley y de la Santa In-
toy aquí, bien podría visitarlo. quisición.
CARLOS: Es por allá; se vería la torre si aún existiera. CARLOS: ¿Se me acusa de algo?
CORTÉS: ¿La han dejado caer? SOLDADO: De mucho, señor, y a todo podréis responder en el
CARLOS: Todo es ruina, don Hernando, y vos un fantasma juicio imparcial que se hará de vuestra causa.
patético.
CORTÉS: ¿Tanto así? Los Soldados amarran a Carlos, que no opone resis-
CARLOS: He ido. He podido reconocer todavía pisos en los tencia. Mira a Francisco, que permanece al margen.
que jugaba de muchacho. Me acordé de aquellos
días y casi creí que os miraba pasar por ahí, como CARLOS: No me esperaba esto de ti, Francisco; pero tampo-
sin ver los escombros. Os tuve lástima entonces, co me extraña. Tú naciste asustado y así te has de
como a un alma en pena. monr.
CORTÉS: ¿Y qué alma no pena, don Carlos, en tiempos tan
desalmados? (Suspira.) Pero pensándolo mejor, bien Francisco se escabulle mientras los Soldados conducen
puedo ahorrarme el melancólico recorrido. Me a Carlos ante el tribunal.
parece que ya va siendo hora de despertar.
CARLOS: Empiezan a cantar los pájaros.
CORTÉS: Sí. Quién sabe si oigamos los mismos. ( Transi-
ción.) Hasta la vista, don Carlos. Por este sueño XIII
presiento que pronto sabré de vos.
CARLOS: Es muy probable, don Hernando. Zumdrraga, Sahagún y Molina en un estrado, con
CORTÉS: Aunque algo oí de Tezcoco. ¿Qué hay en Tezcoco? sendos rollos a desplegar y leer. En algún momento de
CARLOS: Adoraciones, señor. esta escena, Yoyontzin y el Macehual empezardn a
CORTÉS: Ah, sí, me contaron. Pero eso hay en todas partes. preparar la pira en el lugar de la pila bautismal.
(Se va.)
MOLINA: Andando buscando, entonces, lo que en esa casa
Carlos vuelve a la mesa mientras la luz cambia de había, se hallaron dos adoratorios que dijeron ser
nuevo y cesa el sonido ambiental. de ídolos, y junto a ellos un pilar de piedra, pegado
a una pared, en el cual estaban ciertas caras y figu-
CARLOS: Quieren un culpable. Como si tanto fuera. Como ras de ídolos; lo cual se derribó por ver lo que ha-
si fuera un sacrificio humano. Hay que hacérselos. bía, y en los dichos adoratorios y en el dicho pilar
Hay que hacer un cautivo. se hallaron los ídolos y figuras siguientes: dos fi-
guras de piedra que dijeron ser y que se llamaban
Francisco entra con dos Soldados. Les señala a Carlos. Quetzalcóatl, y otras dos figuras como de mujeres
que dijeron se llamaban Xipe, y otra figura que se
FRANCISCO: Él es. dice Coatle, y otra que se dice Tláloc, y otras tres
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que se dicen Chicomecuadi, y más otras treinta de edad de diez o once años, al cual le preguntó
figuras de diversas maneras que los indios dijeron por lengua de este intérprete cómo se llamaba, y
que no saben cómo se decían ni las conocían; to- dijo que Antonio; preguntado, si se ha criado en la
das la cuales figuras eran de piedra, excepto una casa de Dios, dijo que no, porque el dicho don
que era de barro cocido. Carlos su padre le decía y mandaba que no fuese
a la iglesia; preguntado, si sabe la doctrina cristia-
Zumdrraga encara a Carlos. Señala el ídolo. na, dijo que no, porque el dicho su padre le decía
que no fuese a escucharla. Y luego su señoría le
ZUMÁRRAGA: ¿Conocéis esto, don Carlos? mandó que se santiguase y persinase, y no se supo
CARLOS: Es un pedazo de escombro, señor. santiguar ni persinar, y dijo que no sabía; pregun-
ZUMÁRRAGA: Decid mejor una ruina de vuestro adoratorio. tado, si sabía el credo o el avemaría, dijo que no.
CARLOS: No había tal, señor; era simplemente una pared
que construyeron con escombros. Pausa.
ZUMÁRRAGA: Más de una, por lo visto.
CARLOS: Sólo de una supe yo. ZUMÁRRAGA: Visto cómo estáis convicto, don Carlos, de ser dog-
ZUMÁRRAGA: ¿Por qué teníais desocupada esa casa? matizador por mucho número de testimonios,
CARLOS: La estaba haciendo arreglar para rentarla. queremos instaros de todo corazón a declarar vues-
ZUMÁRRAGA: ¿Íbais a menudo? tra culpa y abjurar de vuestro error, en la certeza
CARLOS: A veces. r!,
de que el arrepentimiento os abrirá las puertas de
ZUMÁRRAGA: ¿Solo o acompañado? -'./
,1 la misericordia divina.
\
CARLOS: Solo y acompañado. CARLOS: No he hecho nada de lo que tenga que arrepen-
ZUMÁRRAGA: ¿Y qué hacíais? tirme. Hay muchos que pueden atestiguarlo.
CARLOS: Ver cómo iban los trabajos. Desyerbar el jardín. ZUMÁRRAGA: Ninguno ha comparecido.
Cortar flores. CARLOS: Tendrán miedo. ¿Es eso culpa mía?
ZUMÁRRAGA: ¿Para ofrendarlas a los ídolos? ZUMÁRRAGA: Quizá la compartan con vos.
CARLOS: Para llevarlas a la Virgen. CARLOS: Como no sea culpa no hacer nada ...
ZUMÁRRAGA: ¿Sois devoto de ella? ZUMÁRRAGA: ¿Por qué, entonces, temerían presentarse ante la
CARLOS: De corazón. justicia?
ZUMÁRRAGA: ¿Cumplís con vuestras oraciones y prácticas cris- CARLOS: Sin duda por ver, en mi ejemplo, que también
tianas? siendo inocente hay razón para temerla.
CARLOS: Invariablemente. ZUMÁRRAGA: ¡No seas obstinado! Tu culpa es patente y evidente.
CARLOS: ¿Qué más queréis entonces, fray Juan?
A una seña del arzobispo, Sahagún suelta su rollo. ZUMÁRRAGA: Salvar tu alma, hijo mío.
CARLOS: Ya tenéis a quién cargarle el muerto y todo lo que
SAHAGÚN: Y después de esto, este dicho día, el dicho señor se os ocurra. De mi alma me ocupo yo.
obispo hizo parecer ante sí a un muchacho que di- ZUMÁRRAGA: Se hará de vos un magnífico escarmiento, os lo
jeron ser hijo del dicho don Carlos, y parecía ser prometo. (Suelta su rollo.) Leído este proceso, y
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consultado el parecer del ilustrísimo señor don YOYONTZIN: Ni en sueños. (Se va, siguiendo al otro.)
Antonio de Mendoza, visorrey de esta Nueva Es-
paña, y de los señores oidores, y de los reverendos Carlos mira al público.
padres vicario provincial y prior de la orden y
monasterio de Santo Domingo de esta ciudad de CARLOS: Es así como he llegado aquí: negado y traicionado,
México, y el guardián del monasterio de San Fran- como cualquier santo Cristo; hecho escarmiento,
cisco della, fallamos que debemos declarar y de- igual que él. ¿Y eso a ustedes qué, si ya ni en ese
claramos al dicho don Carlos ser hereje dogmati- nombre creen?
zador y por tal le pronunciamos, y que le debemos
remitir y le remitimos al brazo seglar de la justicia Molina se ha acercado.
ordinaria de esta ciudad, a la cual rogamos y en-
cargamos que con el dicho don Carlos se hayan MOLINA: Don Carlos, ¿queréis confesaros?
benignamente; condenámosle más en perdimiento CARLOS: Eso he estado haciendo, padrecito. En público y
de todos sus bienes, aplicados al fisco de Su Majes- en la idioma. (Molina se desconcierta, mira al públi-
tad de este Santo Oficio, y por esta nuestra senten- co, mira a Carlos, lo bendice y se va. Un Soldado
cia definitiva, juzgando así, lo pronunciamos y enciende la pira. La luz se va cerrando sobre Carlos.)
mandamos en estos escritos y por ellos. Ahora estoy solo, aislado en este círculo mágico. El
mundo no existe más; sólo el fuego, y el aire turbio
Los Soldados conducen a Carlos a la pira, donde se que escalda la garganta, y este calor que me colma
concentra la luz. y me rebasa: es mi vida recién hallada, perdida ya.
Abuelo Xiuhtecutli, a tu poder la encomiendo. ¡Có-
mo se funde, cómo fluye a ti, cómo me deja vacío
y ciego, cáscara seca, derrumbe de piedras ... ! Aho-
XIV ra, corazón, ahora: aparta escombros, ábrete paso
con uñas y dientes, echa alas y vuela, corazón, vue-
Yoyontzin y el Macehual terminan de poner la leña la bien alto, hasta el fuego y calor de toda vida.
mientras los Soldados atan a Carlos a la estaca y pre- Vuela, vuela ligera, alma mía, nombre que soy.. .
paran una tea. Aun ahora no puedo más que jugar, sin saber.. .
¡Nopiltzin, titlahpaliuquetl...! Yn ye nixoxoya ya
YOYONTZIN: Qué bien te queda el sambenito, tlatoani, y cómo quenonamican.
sabes sufrir. De seguro te vas al cielo.
CARLOS: ¿Eso piensas, macehual? Oscuro total Ruido de llamas creciente y prolongado,
MACEHUAL: Eso esperamos todos, señor, pues según esto se te como un gran incendio que sólo a la larga cede y se
quema por tu bien. va apagando mientras vuelve poco a poco la luz.
YOYONTZIN: No le tengas miedo al fuego, datoani. El humo te
matará primero.
CARLOS: Yo a ti te conozco, ¿no?
XV - Sólo era nuestro precio veinte tortas de grama
salitrosa.
La Tribu -que ahora es todo el reparto- se congre- - Y todo esto pasó con nosotros.
ga, como saliendo de entre las cenizas y los escombros - Nosotros lo vimos, nosotros lo admiramos.
de la ciudad destruida, para un epílogo coral con la - Esto ha hecho el Dador de la vida aquí en
letra de un canto de la Visión de los vencidos. nuestra tierra.
143
Apéndice
Las inquisiciones
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MELCHOR: Se sabe que son muchos, vuestra reverencia. Tan- ALONSO: Yo se lo puedo decir a vuestra señoría, porque yo
tos que don Lorenzo, el gobernador, no se ha de- los vi. Yo había visto que de por esa parte de la sie-
cidido a prenderlos. Él es el que sabe de todos; él rra salía humo, como si estuvieran sacrificando, y
tiene todas las listas que todos le hemos ido dan- luego vi bajar de ahí al camino real muchos indios
do para ayudarlo a inquirir esto de las adoraciones. de Tezcoco y de Guaxocingo, y que entre ellos es-
SAHAGÚN: ¿Qué podéis decirnos del ídolo que apareció en el taban Pablo Cuauhnochitli y sus familiares, Ber-
monte? nabé Tlalchachi, Juan Tlacuzcalcatl con todos sus
ALONSO: Pues, señor, que hace como tres meses, por man- hijos, y otros que no me acuerdo.
dado del dicho don Lorenzo, fuimos a la sierra que MELCHOR: Yo también los vi, señor obispo, y me acuerdo que
llaman Tlalocatépetl a buscar un ídolo que decían además estaban los hombres y familiares de Carlos
que estaba allí, y anduvimos por la sierra buscán- Mendoza, que se hace llamar Ometochtzin y que,
dolo hasta que lo hallamos, y era un ídolo de pie- por cierto, tiene en Guaxutla una casa que llaman
dra a quien le dicen Tláloc, y antiguamente se Tecuicalli, y nadie vive en ella, pero los indios del
decía Tlalocatecotli, y estaba entre unas piedras en pueblo la tienen ajuareada de petates y equipales,
un yerbazal, y partido a la mitad, y pues lo acaba- y cada noche tienen lumbre allí, como si velaran.
mos de deshacer, y por el cuerpo tenía semillas pe- MOLINA: ¿Y cantan?
gadas de diversas maneras, y hallamos también MELCHOR: Yo no sé si canten, pero he llegado a oír música co-
copal, sangre y plumas de las que por costumbre se mo de las viejas ceremonias; y como eso me pare-
ponen en los sacrificios. ció mal, envié a decir a don Pedro, el cacique de
ZUMÁRRAGA: ¿Habéis hallado oro? ¿En qué cantidad? Guaxutla, que aquella casa tenía nombre del dia-
ALONSO: Oro no hemos hallado ninguno, reverendísimo pa- blo y que la hiciese derribar, pues de ningún pro-
dre; ni tepuzque siquiera. vecho era; pero el dicho don Pedro, que es tío de
ZUMÁRRAGA: Decid la verdad, Alonso. don Carlos, ni se dignó responderme. Pensé en-
ALONSO: Ésa es la verdad, señor. Yo no sé otra cosa. tonces en ir con don Pedro, el cacique de Tezcoco,
ZUMÁRRAGA: Responded, Melchor: ¿dice Alonso la verdad? pero me desaconsejaron de ello, dizque porque él
MELCHOR: Alonso miente. Alonso no es sincero con vuestra cojeaba del mismo pie, además de ser sobrino de
reverencia. Cuando deshicimos al ídolo, hallamos don Pedro, el de Guaxutla, y hermano de don Car-
en la cabeza siete pedazos de oro y tres de tepuz- los, y entonces yo ...
que, de a jeme cada uno, y se los trajimos al gober- ZUMÁRRAGA: ¿Qué don Carlos es éste?
nador, que ahí ha de tenerlos, con todo lo demás MELCHOR: El mismo Carlos Mendoza, por mal nombre Ome-
que ha aparecido. tochtzin, que es dueño de la casa aquélla de la
ZUMÁRRAGA: ¿Qué otra cosa hallásteis en el ídolo? ¿Turquesas, lumbre y de las músicas, y para más señas, cuña-
esmeraldas? do aquí de Alonso.
MELCHOR: No hallamos sino lo que he dicho. Yo no sé otra ALONSO: Primo político, señor. Mi mujer es hija de una her-
cosa. mana de su madre.
ZUMÁRRAGA: Ya lo veremos. ¿Y quiénes eran los que adoraban al ZUMÁRRAGA: ¿Desde cuándo lo conocéis?
ídolo eri la sierra?
147
ALONSO: Lo conozco desde hace mucho tiempo. Crecimos mentira cómo es la gente de chismosa y calumnia-
juntos. dora, sobre todo cuando hay Inquisición. Pedro fue
ZUMÁRRAGA: ¿Qué podéis decirnos de su piedad y devoción? siempre un buen cristiano y Carlos, hasta donde
ALONSO: Poca cosa, señor. La verdad, yo nunca he sabido sé, tampoco deja de serlo.
que sea muy piadoso ni devoto. Rara vez lo veo MOLINA: ¿No es verdad, entonces, que haya intentado for-
por la iglesia. zarte, aduciendo sus derechos según la antigua
MELCHOR: Yo jamás lo he visto, o fue hace tanto que ya se me costumbre?
olvidó. DOÑA MARÍA: ¡Y qué no inventarán! La verdad es que vino una
ALONSO: Pero es cristiano bautizado, de los primeros que noche a mi casa, a deshoras y borracho, queriendo
hubo aquí. Don Hernando Cortés fue su padrino hablar conmigo, y mis criadas lo corrieron y se
de pila. enojó y quién sabe qué tanto se puso a decir, que
ZUMÁRRAGA: Sí. Ya veo la veta. Ya estoy viendo que tendremos ni él ha de acordarse.
que inquirir a fondo, y con el debido espacio, todo ZUMÁRRAGA: Ya lo veremos.
el historial de este don Carlos. SAHAGÚN: ¿Ha tenido mancebas tu marido?
MARÍA: Tuvo una, que yo supiera. Ya la dejó.
Transición al bautizo. Zumdrraga se pone al cuello SAHAGÚN: ¿Quién era y de dónde?
una estola y se convierte en el oficiante. MARÍA: Se llama Inés y es de lxtapalapa. Es su sobrina, hija
de un hermano suyo. La tuvo unos años. Le parió
dos veces. Dos niñas. Una se murió. La otra le
vive, y Carlos le manda maíz para ella, y no más.
11 Ya hace tiempo que no la busca ni tiene nada que
ver con ella.
Sahagún interroga a María y Molina a Doña Ma- DOÑA MARÍA: Es natural, si puras hijas sabe parir.
ría; Zumdrraga, al centro, escucha y reacciona. MARÍA: Es cierto. El único hijo varón de Carlos, que yo se-
pa, es el mío, nuestro Antonio, y yo quiero que sea
SAHAGÚN: ¿Tú podrías decir, María, que tu marido es un buen un cristiano hecho y derecho, como Dios manda.
cristiano? Ojalá y de veras el señor obispo hiciera entrar a su
MARÍA: Pues le diré, padrecito; malo no es, pero podría ser padre en razón.
mejor. Yo mucho que batallo para que cumpla sus ZUMÁRRAGA: Entrará, tenlo por seguro.
obligaciones con la iglesia y ahora, por ejemplo, DOÑA MARÍA: Tetlatlaniliztli, tetlatoltiliztli.
no hallo la manera de hacerle entender que nues- ZUMÁRRAGA: ¿Qué dijo?
tro hijo tiene que ir a la doctrina porque ya está en MOLINA: Creo que quiso deéir: de grado o por fuerza.
edad de comulgar. El señor obispo debería decirle, SAHAGÚN: Sin tormento o con tormento.
a ver si a él le hace caso. ZUMÁRRAGA: No está mal dicho.
MOLINA: ¿Tú sabes, María, que tu cuñado Carlos y tu di- MARÍA: Señor obispo, ¡que no lo atormenten! Él no es ma-
funto marido Pedro fomentaran práticas paganas? lo, no es hereje: nada más un poco reacio.
DOÑA MARÍA: Primera noticia que tengo, fray Alonso. Parece ZUMÁRRAGA: Se hará lo que sea necesario para su propio bien.
149
MARÍA: Amén y sea por Dios. me muero, y nuestro pobre hijo se quedará sin pa-
MOLINA: ¿Te habló alguna vez tu cuñado, María, de los de- dre ni madre.
rechos que pretende tener sobre ti? DOÑA MARÍA: No se muere usted. Nomás acuérdese de las que
DOÑA MARÍA: No le he dado pie, fray Alonso. Recién que enviu- aquél le debe. Acuérdese cuando le llevó a la casa
dé empezó a mandarme regalos, y todos se los de- a la tal Inés y ahí la tuvo viviendo.
volví, porque no me pareció bien aquello, no he MARÍA: Estaba enfermo, postrado de fiebres, y mandó por
querido desde entonces tener tratos con él. ella para que fuera a hacerle compañía. Se estuvie-
MOLINA: Pero te habrás enterado de su declarada intención ron los dos en la recámara, y yo los servía, y ella
de hacer contigo, según dicen que dijo, lo que los me decía qué hacer y qué guisar; haga de cuenta
antiguos hacían con sus cuñadas. que me tenían de criada.
DOÑA MARÍA: No he podido no enterarme, fray Alonso; ¡es tan DOÑA MARÍA: ¿Y no lo odiaba usted?
chismosa la gente! Pobre Carlitas, con lo que fue a MARÍA: Que Dios me perdone, pero a veces me daban tan-
salir. Es un soñador. tas ganas de que se agravara, y la contagiara, y se
ZUMÁRRAGA: Que pronto despertará. Es bastante por ahora. Fir- murieran los dos ... Ya me veía quemando en el pa-
mad vuestras declaraciones. tio las mantas y el colchón, purificando mi casa ...
MARÍA: Señor, no sé escribir. Luego él se mejoró, gracias a Dios, y ella se fue.
DOÑA MARÍA: Tampoco yo. DOÑA MARÍA: Gracias a Dios. Pero usted nomás acuérdese.
ZUMÁRRAGA: Cual debe ser. Hágase constar, y firmen los intér-
pretes. Transición con cambio de luz.
YOYONTZIN Y
DON HERNANDO CORTÉS: Patricio Castillo
FRAY ]VAN DE ZUMÁRRA~A: Guillermo Gil
DON CARLOS MENDOZA
(ÜMETOCHTZIN): Damián Alcázar
MALDONADO: Blas Braidot
(de Contigo América)
FRAY BERNARDINO DE SAHAGúN: Gerardo Moscoso
DOÑA MARIA: Claudia Gidi
MARIA: Maira Sérbulo
FRAY ALONSO DE MOLINA: Dardo Aguirre
DoN ALONSO: Uriel Bravo
DoN MELCHOR: Dagoberto Gama
MAcEHUAL: Raúl Macías
FRANCISCO: Alfredo Vargas
SOLDADO ESPAÑOL: Juan de la Loza
SOLDADO IND(GENA Y HERALDO: Víctor Ruiz Paco
Esta fotografía muestra al elenco y al equipo de diseñadores de la puesta en Agradecemos al Departamento de Prensa de la UAM su gentil aportación de
escena que Ludwik Margules realizara en Polonia en 198r. las fotografías del montaje.
153
Índice
155
Huaxildn es un hecho teatral-"impolí-
tico, al viso"- dividido en tres farsascuya
sustancia corroe sólo por la referencia a
ciertos acontecimientos aún visibles para
gran parte de nuestro paisanaje. De ahí
que frente a la prerrogativa de concate-
nar algún evento reciente con algunos de
"aquellos tiempos", no hubiese más op-
ción para Tovar que el divertimento. Al
fin fiesta luminosa, acorde con la em-
briaguez que más nos gusta, o de la cual
no tenemos escapatoria, nuestro devenir
se plantea como una curva irremediable
hacia lo que tal vez sea nuestro origen: un
colorido que tiende a emborronarse, y
una risa, nacida del llanto, que se postula
-ya como distintivo patriótico- en
eterna carcajada sentimental.
Daniel Sada