4.2 Aristofanes - Asamblea Mujeres

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ARISTÓFANES

COMEDIAS 10
LISÍSTRATA - LAS TESMOFORIAS - LAS RANAS
LA ASAMBLEA DE LAS M UJERES - PLUTO

INTRODUCCIONES, TRADUCCIÓN Y NOTAS DE

LUIS M. MACÍA APARICIO

&
BIBLIOTECA GREDOS
© EDITORIAL G REDO S, S.A., López de Hoyos, 141, Madrid,
para la versión española, www.editorialgredos.com
© 2007, RBA Coleccionables, S.A., para esta edición
Pérez Galdós, 36. 08012 Barcelona

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ISBN: 978-84-473-5418-4

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LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES
PRÓLOGO

La obra y su contexto

Como sucede con Las tesmoforias, Lisístrata y Pluto, no sa­


bemos qué puesto obtuvo Aristófanes con esta pieza frente a los
concursantes (seguramente cuatro) que compitieron con él, ni si
presentó la obra en el concurso de las fiestas Leneas (enero-fe­
brero) o en el de las Dionisias Urbanas (marzo-abril), ni si, como
parece lo más probable, el 392 fue la fecha de aquella represen­
tación. En todo caso, lo que es seguro, pues la propia comedia
aporta pruebas indirectas de ello, es que la época de esplendor de
Atenas había terminado hacía tiempo. Una docena de años antes,
aproximadamente, su confrontación con Esparta en la Guerra del
Peloponeso había concluido con su derrota total (404-403). Ja­
más Atenas consiguió recuperarse de ella.
Los momentos inmediatamente posteriores a la entrada de Li-
sandro, el comandante de la flota de la Liga del Peloponeso que
había aniquilado prácticamente a la ateniense en Egospótamos,
como vencedor en el puerto ateniense de El Pireo tuvieron que
ser especialmente duros: Atenas se vio forzada a entregar a Es­
parta los escasos restos de su flota derrotada; hubo de aceptar la
demolición de los Muros Largos, que unían la ciudad con el puer­
to y garantizaban la llegada de suministros a la misma, un sopor­
te imprescindible para su política constantemente mantenida de
320 COMEDIAS

fiar la suerte de la ciudad en el dominio del mar. Tuvo que sopor­


tar aún una humillación posiblemente mayor: la imposición del
gobierno de los denominados Treinta Tiranos, un grupo de oli­
garcas radicales (entre los que, por cierto, estaba Critias, un tío
de Platón), que, respaldado por una guarnición militar espartana,
sometió a la ciudad de la libertad a un estado permanente de te­
rror. Por suerte, sin embargo, ese odiado régimen sólo duró unos
pocos meses, al cabo de los cuales el pueblo ateniense pudo re­
cobrar su tradicional sistema de gobierno democrático, cuando
las fuerzas mandadas por Trasibulo y que contaban en sus filas
con personajes tan conocidos como el orador Lisias tomaron
File, una aldehuela de gran valor estratégico en la comarca mon­
tañosa cercana a la frontera entre Atica y Beocia. Los Treinta
abandonaron el poder y buscaron refugio en Eleusis.
Al cabo de cierto tiempo, Atenas trató de recuperar suposición
preeminente, concertando alianzas con otras potencias helénicas
enemigas de Esparta, a la sazón la ciudad-estado hegemónica; y
lo hizo aliándose con enemigos tradicionales de Esparta, como
Argos, y propios, como Beocia, principalmente (en 394-3, según
Filócoro), pero poco antes de la representación de esta pieza la
coalición ático-argivo-beocia no había querido aceptar una paz
no del todo desfavorable y había sufrido sendas derrotas en Co­
ronea y en Nemea: Praxágora, la protagonista, alude críticamen­
te a esos hechos en la pieza.
Atenas no conseguía levantar la cabeza, y el pueblo ateniense
cayó progresivamente en el desánimo más completo. No se veía
forma de conseguir volver a poner a flote la antigua pujanza de la
ciudad. Cualquier medida, cualquier intento terminaba inexora­
blemente en fracaso y aumentaba la sensación de que todo era
inútil. En esas condiciones, para que los ciudadanos atenienses,
otrora activísimos políticamente, perdieran el interés por los
asuntos públicos hacía falta sólo un paso. Y ese paso se había
dado ya en el momento de la puesta en escena de esta pieza: cada
uno ponía su atención sólo en sus propios asuntos, como se de­
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 321

clara sin ambages en el verso 205 y siguientes. Es bien sabido, y


en esta obra no faltan las referencias a ello, que para intentar fre­
nar esta tendencia las autoridades fijaron un sueldo, el misthós
ekklesiastikds, por asistir a las sesiones de la Asamblea Popular,
el cual, en el momento de la representación de esta comedia, ha­
bía alcanzado su cota máxima: tres óbolos, media dracma; pero
ese incentivo no era suficiente para atraer hacia aquélla sino a
quienes necesitaban ese sueldo para comer, gente poco prepara­
da, incapaz de tomar medidas importantes que pudieran dar un
giro a la situación.
Así estaban, a grandes rasgos, las cosas en Atenas, y en esas
circunstancias, exagerándolas para aumentar el efecto cómico,
encontró Aristófanes el tema para esta comedia, su «idea crítica».
En una situación como la descrita, una obra como La asamblea
de las mujeres se integra y se justifica plenamente: hartas de con­
templar el imparable declive de la ciudad, las mujeres de Atenas
se deciden a tomar el poder, como lo habían hecho veinte años
antes (en 411) sus congéneres en Lisístrata, una comedia con la
que la nuestra presenta numerosas coincidencias que más adelan­
te señalaremos.
El desarrollo dramático, el «tema cómico», de esta pieza es
el siguiente. Con ocasión de la celebración de una festividad re­
ligiosa —una de las contadas ocasiones que tenían las mujeres
de Atenas para abandonar legalmente su casa— , un grupo de
mujeres se puso de acuerdo para dar un golpe de timón, un au­
téntico golpe de Estado. Conforme a las disposiciones adoptadas
en aquella fiesta, las mujeres se han vestido con las ropas de sus
maridos y, así disfrazadas, acuden suplantándolos a una sesión
ordinaria de la Asamblea Popular, en cuyo orden del día figura­
ba la discusión de planes para la salvación del Estado. Antes de
ir a la Pnix, preparan su futura actuación cerca de la casa de Pra-
xágora, nuestra protagonista, donde se han ido reuniendo muchas
para acudir a la Asamblea. Allí, después de varios intentos falli­
dos por parte de diversas oradoras, que descubren su condición
322 COMEDIAS

femenina por caer en los errores que el tópico fija como señas de
identidad de su sexo, concretamente su afición a la bebida, se
decide que sea Praxágora, cuyo nombre parlante es toda una pre­
monición de su capacidad de actuación en reuniones públicas, la
que hable en nombre de todas e intente hacer triunfar los planes
de las mujeres.
Mientras tiene lugar la Asamblea, Blépiro, el marido de Praxá­
gora, se ha visto acuciado por una inaplazable necesidad fisio­
lógica y, ataviado con las ropas de su mujer (que se ha llevado las
suyas), se queja ante un vecino de su desdichada situación de
hombre viejo casado y de la necesidad que le apremia y de la que
no puede librarse; tras quedar un rato solo, haciendo explícitas
muy cómicamente sus dificultades para satisfacer su urgencias,
traba conversación con otro vecino, Cremes, que, aunque no lle­
gó a tiempo de entrar en la sesión, se ha enterado perfectamente
de sus resoluciones: la Asamblea Popular ha decidido poner el
poder en manos de las mujeres.
Praxágora regresa entonces, y tras breves momentos en que
disimula y parece no estar al tanto de la decisión, se declara auto­
ra del plan y encargada de llevarlo a efecto y sostiene con su
marido y con Cremes el agón. En esta disputa a tres, como es ha­
bitual en casos semejantes (lo hemos visto en Los pájaros), Pra­
xágora va respondiendo una tras otra a las objeciones de uno de
sus oponentes, Cremes, en tanto que las intervenciones de Blépi­
ro son completamente exageradas y se ajustan más bien a las de
un simple bufón. Los argumentos de Praxágora son irrefutables,
y débil la oposición de sus rivales, y en poco tiempo consigue im­
poner sus tesis y que Blépiro y Cremes acepten con entusiasmo el
programa político del nuevo gobierno: habrá una comunidad to­
tal, que afectará a bienes y personas, una especie de comunismo
absolutamente maniqueo y primario.
Desde este punto hasta el final de la pieza aparecen, como su­
cede en otras ocasiones, algunas escenas episódicas, cuyo come­
tido es ilustrar las consecuencias del agón. El contenido de las
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 323

mismas no resulta esta vez, sin embargo, tan claramente ejempli-


ficador de dichas consecuencias como suele ser habitual, pues,
como veremos, es discutible hasta qué punto las escenas que si­
guen evidencian el triunfo de las tesis de Praxágora o más bien su
fracaso.
En la primera de ellas se atiende a la puesta en práctica de la
primera parte de las disposiciones de las mujeres: todos los bie­
nes serán comunes. La desarrollan un ateniense que podría pasar
perfectamente por el modelo del ciudadano de la época, desinte­
resado de lo común y absolutamente individualista (sofístico, in­
cluso, en su comportameinto y en su modo de razonar), y Cre­
mes, que se dispone a llevar su hacienda al depósito común. ¿Es
necesario entregar a la comunidad los bienes privados? Lo es
para Cremes, pero no para su oponente: hacerlo es propio de ton­
tos y, en todo caso, algo prematuro, pues en Atenas se cambia de
opinión muy deprisa. Conviene, no obstante (ya se ha hablado
de su condición sofística), en que todo buen ciudadano está obli­
gado a participar en el banquete común que piensan ofrecer ese
mismo día las mujeres, en un alarde de solidaridad ciudadana con
el nuevo gobierno.
La segunda escena desarrolla la puesta en práctica de la se­
gunda parte de las medidas de gobierno de las mujeres: la comu­
nidad de cuerpos. Es una de las más graciosas de esta clase en el
conjunto de las once comedias que conservamos. Presenta ante
el público, que sin duda reiría con ganas, como se ríen los espec­
tadores de cualquier época que tienen la suerte de verla, los frus­
trados amores de un joven calavera, que acude a algún mal afa­
mado barrio de Atenas en busca de una putilla de pocos años con
la que dar rienda suelta a su pasión amorosa después de haber ce­
nado opíparamente en el banquete comunal, y que se ve acosado
sucesivamente por tres viejas a cuál más horrorosa, que recla­
man su derecho de prioridad para acostarse con hombres jóvenes
frente a las mujeres jóvenes y a dos de las cuales se ve forzado fi­
nalmente a dar satisfacción. En realidad, es el mismo derecho
3 24 COMEDIAS

que, visto desde el punto de vista masculino, contribuyó decisi­


vamente a que Blépiro y Cremes aceptaran el programa de go­
bierno de las mujeres,
Como puede apreciarse, y esto justifica que algunos estudio­
sos opinen que estas escenas no son congruentes con la trama,
sino todo lo contrario, en ellas tan sólo puede verse a medias
plasmado el «todos iguales» y el «todos contentos» que prome­
tían las medidas políticas de las mujeres: contentos, si acaso,
quedan sólo las dos últimas viejas que se meten en una casa con
el muchacho, y el ateniense remiso a entregar sus bienes, si fi­
nalmente consigue entrar en la cena, pero no Cremes ni los dos
jóvenes frustrados amantes.
El banquete final, al que, según la broma tantas veces repeti­
da, están invitados todos los presentes, a condición, eso sí, de que
cada cual se procure su cena, y la petición del voto favorable a los
jueces del concurso cierran la obra.

La asamblea de las mujeres en la producción de Aristófanes

Aristófanes fue, según los testimonios antiguos, autor de cua­


renta y cuatro comedias, aunque ya en la Antigüedad se dudaba
de que fuese el autor de cuatro de ellas. Entre las once que con­
servamos ésta es la penúltima y, como ya hemos dicho, no sabe­
mos ni qué resultado obtuvo ni en qué concurso la presentó.
La estructura de esta pieza es nítida y simple, como suele ser­
lo en todas las comedias, cuya trama argumentai se resuelve en el
agón, un apartado que por lo general se coloca más bien al prin­
cipio, lo cual es algo característico de la comedia griega, particu­
larmente en su fase más antigua, y ajeno a la norma de fases más
modernas, donde el desenlace suele reservarse para el final. En
esta pieza la división en dos partes está muy marcada; de hecho
podría decirse que es una comedia en dos actos. En la primera
parte asistimos indirectamente, por medio del relato de Cremes y,
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 325

sobre todo, del agón, a la toma del poder por las mujeres y cono­
cemos las medidas de gobierno que han decidido impulsar; en la
segunda, se nos ofrecen dos imágenes directas de la vida en Ate­
nas tras la implantación del comunismo absoluto que propugnan
las nuevas dueñas del poder. Un comunismo total —en la Come­
dia no sirven las medias tintas— que contempla la misma comu­
nidad de mujeres e hijos que, según Heródoto1, regía entre cier­
tos pueblos escitas, y la alimentación de todos los ciudadanos a
expensas del fondo común, previamente constituido mediante la
aportación de los bienes particulares. Semejante sistema de go­
bierno hace innecesaria la celebración de asambleas y deja sin ra­
zón de ser a los procesos judiciales. Una verdadera utopía, por­
que de tomarse en serio la propuesta política de Praxágora y sus
amigas, se destruirían de un solo golpe las bases del sistema po­
lítico de Atenas, se acabaría con la democracia, basada en la so­
beranía popular de la Asamblea y en el poder judicial de los tri­
bunales. Pero sobre esto volveremos enseguida.
Respecto a los personajes de esta comedia, merece la pena se­
ñalar que, salvo un par de menciones aisladas de Agirrio, un de­
magogo de la época, el responsable del monto que en ese mo­
mento había alcanzado el misthós ekklesiastikós, sólo salen a
escena tipos populares, gente anónima, representante del común
de los ciudadanos, lo cual nos sitúa de pleno en el imparable trán­
sito de la Comedia hacia las formas menos comprometidas en lo
político y en lo personal, con temas amorosos y de enredo que,
por medio de Menandro y otros autores de la Comedia Nueva, se
transmitirán al teatro romano y, desde allí, al teatro moderno oc­
cidental.
Por lo que toca a los rasgos de comicidad de esta pieza, no
merece la pena entrar en una descripción de detalle, pues su lec­
tura, y mejor aún, la asistencia a su representación teatral, descu­

1 Cf. H e r ó d o t o , IV 104,180.
326 COMEDIAS

brirán por sí mismas los numerosos pasajes graciosos de la obra.


Bastará, pues, con destacar los detalles más generales.
En primer lugar, el argumento, una propuesta completamente
utópica no tanto por sí misma sino por las circunstancias históri­
cas de la época, un tema cuya gracia reside en su decidida apues­
ta por lo extraño, lo absurdo y lo fuera de lo normal. Porque anó­
malo es que las mujeres atenienses, recluidas como están en
realidad siempre en el gineceo, se presenten en la Asamblea Po­
pular, y más anómalo aún es que tomen la palabra en ella, como
lo era ya, simplemente, que hablasen en público, pues el tópico
de la mujer buena incluye entre sus cualidades la discreción y el
silencio2. Pero probablemente lo más sorprendente, si se mira
con atención, es que sean precisamente las mujeres, conservado­
ras y amantes de las tradiciones por naturaleza, según el tópico3,
las que se atrevan a dar tan avanzado paso, a dar un golpe de ti­
món tan radical: algo que no se les ha ocurrido hacer a los hom­
bres, a quienes el tó p ic o presenta como volubles y amigos de la
última novedad, características de las que dan buena prueba
cuando Cremes reconoce que la auténtica razón del éxito del plan
de las mujeres es que se trata de la única solución que todavía no
se había probado en Atenas.
En segundo lugar, la presentación del mundo al revés, un
tema cómico por excelencia. Mujeres haciendo de hombres y vi­
ceversa, con el obligado empleo del disfraz, es otra fuente de co­
micidad segura, presente en la primera parte de esta pieza;
Finalmente, la escatología, combinada con el disfraz en la es­
cena de Blépiro, ridículo en su necesidad y en su vestimenta. Por
último, la presentación tópica de las mujeres como borrachas y
obsesas por el sexo y la presencia de escenas de marcado erotis­
mo son también bases firmes de la comicidad de esta obra.

2 Cf. S ó f o c l e s , Ayante, 294; EURÍPIDES, Heraclidas, 476; T u c íd id e s , I I 45.


3 Así lo repiten ocho veces seguidas en los vv. 2 2 1-228.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 327

Para concluir, atenderemos brevemente a fres rasgos definito-


rios. Primero, que se trata de una pieza protagonizada por muje­
res; segundo, que es una comedia de tema utópico, y tercero, que
se aprecian en ella rasgos que caracterizarán a la Comedia Nue­
va. Los tiempos cambiaron desde las primeras comedias de Aris­
tófanes, muy comprometidas con la vida de la ciudad, y las de
este momento, que quedaron prácticamente en un mero ejercicio
literario, dirigido al entretenimiento del público.
Que La asamblea es una comedia de mujeres está claro con
sólo fijarse en su título. Comparte esta característica con dos pie­
zas del año 411, Lisistrata y Las tesmoforias, ninguna de las cua­
les es tampoco una comedia política, al menos en sentido estric­
to. Esa afinidad justifica la presencia en todas ellas de la lucha de
sexos como elemento cómico, en la que los varones salen mal pa­
rados. En serio o en broma, Aristófanes rompe una lanza por las
mujeres frente a la misoginia generalizada de la literatura griega,
plasmada en el mito de Pandora y en el tratamiento de varios per­
sonajes femeninos en las tragedias de Eurípides. A los hombres
les corresponde la peor parte, derrotados en el agón, y, sobre
todo, en la escena del joven amante frustrado.
Son muchas las semejanzas con Lisístrata, empezando por la
escena inicial, con la reunión de las mujeres para concertar sus
planes, y especialmente la recién citada escena del joven calave­
ra y las tres furcias, que en su planteamiento —no en su desenla­
ce ni en su desarrollo— tanto recuerda la de los frustrados amo­
res de Cinesias y Mirrina, dos escenas que en último término
guardan numerosas similitudes con la de la seducción de Hera a
Zeus en el canto XIV de la Ilíada.
El segundo punto es si esta obra se integra en el grupo de las
comedias de utopía o en el de las políticas. La diferencia no es
excesiva: por una parte, todo lo que afecte a la ciudad, sea cual
sea la importancia del hecho, es «político»; por otro, aun enten­
diendo ese adjetivo en su acepción más actual, lo utópico no está
ausente de la política, pues utópicos son los medios y el desarro-
328 COMEDIAS

lio de comedias claramente políticas como La paz o Los caballe­


ros. Además, disimular como utópicas ciertas propuestas políti­
cas le evita posibles complicaciones con los políticos de cada
momento: Aristófanes supo bien de eso en sus relaciones con
Cleón. Para nosotros, pues, la decisión entre considerar esta co­
media (y cualquier otra) política o utópica dependerá sólo de la
posibilidad o, mejor dicho, de la credibilidad de que la solución
alcanzada en el agón pueda llevarse a la práctica.
Y, en esta pieza, eso es no sólo utópico, sino opuesto a la
esencia misma de la ciudad, pues, como hemos señalado, se pro­
pone la supresión de sus señas de identidad más importantes: el
régimen democrático, pues el dirigismo de las mujeres, que se
ocuparán de todo, hará innecesario el funcionamiento de la
Asamblea Popular, y el sistema judicial, ya que al ser todo de to­
dos no habrá razón para posibles litigios. Nos parece preferible,
en esas condiciones, ver en esta obra la muestra de la amarga re­
acción ante el desastre de un poeta consciente del imparable de­
terioro que padecía su ciudad, la misma ciudad que no hacía mu­
cho había sido la cabeza de toda la Hélade. La utopía no es en
esta ocasión recurso para el disimulo, sino recurso cómico.
En cuanto a los rasgos de Comedia Nueva que se aprecian en
esta comedia, ya hemos señalado, al comentar los dos puntos an­
teriores, la relación de ese paso con la evolución política de Ate­
nas. Situación política y modas literarias cambiaron al unísono,
adaptándose éstas a las necesidades impuestas por aquéllas: con
la libertad de palabra en crisis, los poetas del teatro buscaron re­
fugio en temas menos comprometidos.
La «modernidad» de esta pieza es apreciable sobre todo en el
mínimo papel que en ella tiene el coro, reducido a dos aparicio­
nes poco implicadas en la trama, bien distinto a su comprometi­
da y casi constante intervención en comedias como Los acar-
nienses o Las avispas. Y es que, aparte de las cortapisas impuestas
a la libertad de expresión por las circunstancias, el público no gus­
taba ya de canciones, sino que prefería la acción.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 329

Que aunque hay algunos restos de ella falte la parábasis, esa


parte en la que el poeta, rompiendo la ilusión dramática, se diri­
ge al público por medio del coro para interpelarle o hacerle reco­
mendaciones, como tampoco la hay en Pluto, una auténtica Co­
media Nueva, es el último indicio del alejamiento de esta pieza
de lo que fueron las formas de la Comedia Antigua: no tiene sen­
tido incluir una parte cuya temática es muchas veces política, en
sentido estricto o en sentido amplio, en una época en que la polí­
tica está fuera de la Comedia.
ARGUMENTOS DE LOS GRAMÁTICOS ANTIGUOS

Las mujeres acuerdan hacer todo lo necesario para tomar la


apariencia de hombres y así asistir a la Asamblea y convencer de
que se les entregue la ciudad y se ponga al frente del pueblo a una
de ellas. He aquí las tretas para aparentar que son hombres: bar­
bas en torno al rostro, ropajes de hombre y aprendizaje y entrena­
miento corporal a fin de parecer lo más varoniles posible. Una de
ellas, Praxágora, avanza con un candil según lo convenido y dice:
«Brillante ojo...».

II

(En trímetros yámbicos)

En las fiestas Esciras4 las mujeres decidieron ocupar un pues­


to en la Asamblea con ropas varoniles antes de que empezara, ro­

4 Se celebraban el día 12 del mes de Escíroforíón (mayo-junio). No muy bien


conocidas, parecen estar dedicadas a Deméter y Core, Prometeo-Erecteo y Ate­
nea; los escolios señalan que el sacerdote de Erecteo llevaba en ellas un parasol
{skiros) de color blanco, que es el que da nombre a la fiesta y al mes.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 331

deándose la cara con barbas hechas de cabellos ajenos. Y así hi­


cieron. Los hombres llegaron tarde y la sesión la celebraron con
vestidos de mujer. Y una de ellas habla ante el pueblo reunido de
que si de todo tomaran el encargo, gobernarían mejor en mil co­
sas. Ordena luego aportar al común los bienes privados y que to­
dos se beneficien equitativamente de los recursos y que las leyes
se modifiquen al gusto de las mujeres.
PERSONAJES

Praxágora
Mujeres
Coro de mujeres
Blépiro
Dos hombres
Cremes
Mujer
Heraldo
Viejas
Muchacha
Un Joven
Criada
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES

ESCENA

(Hasta el v. 876, al fondo de la orquestra se ve una plaza de Atenas y dos


casas separadas por un estrecho callejón. Una de ellas es la de Blépiro y
Praxágora, su esposa, que, antes del alba, sale de casa vestida de hom­
bre, con un bastón y una lámpara encendida.)

Praxágora

(Declamando) ¡Brillante ojo de mi lámpara de barro moldeada


en el torno, oh hermosísimo invento de excelente artesano! Pasa­
remos revista a tu suerte y linaje. Tú que en el torno naciste que
el alfarero mueve y en tus narices tienes al mismísimo sol... {En
tono normal) haz llegar con tu luz la señal convenida. Sólo a ti
nos mostramos, y es razonable, ya que estás a nuestro lado en la
alcoba mientras ensayamos las posturas del amor; y mientras
cimbreamos nuestros cuerpos nadie expulsa de la cámara a tu ojo
que preside la escena. Tú sola llevas la luz a los secretos recovecos
de nuestra entrepierna, chamuscando el vello que allí florece.
También nos acompañas cuando abrimos a escondidas las despen­
sas llenas de frutos y del licor de Baco: en todo ello eres nuestro
cómplice y no vas con el cuento a los vecinos. En pago a todo eso
334 COMEDIAS

vas a conocer nuestros proyectos actuales, que tomaron mis ami-


20 gas en las fiestas Esciras. (Impacienté) Pero aquí no hay ninguna
de las que tenía que haber, y eso que está llegando el alba y la
Asamblea va a comenzar inmediatamente. Es preciso que tome­
mos los asientos a los que un día, si os acordáis aún, Embarulló-
maco llamó de putilegio en vez de de privilegio1, y una vez sen­
tadas que no se note que somos mujeres. Pero bueno, ¿qué pasa?
¿Es que no han podido hacerse con las barbas postizas que se les
dijo que trajeran o es que han tenido dificultades para quitarles a
sus maridos el manto sin que se den cuenta? (...) Vaya, veo por
ahí una luz que se acerca. Voy a retirarme un poco, no vaya a ser
un hombre el que viene. (Se esconde un momento. Un grupo de
mujeres se reúne poco a poco)

M u je r 1

30 Es hora de ponerse en marcha, que hace un momento el heraldo


ha dicho «kikirikí» por segunda vez mientras nos acercábamos.

Praxágora

Y yo que por esperaros me he pasado la noche en vela... Bien,


adelante, voy a llamar a esta vecina rascando su puerta: su mari­
do no debe enterarse.

M u je r 2

He oído mientras me calzaba el rasgueo de tus dedos. ¡Como que


no estaba dormida! Es que mi marido, queridísima — ten en
cuenta que es un marino de Salamina— , ha estado haciendo ma-
40 niobras conmigo toda la noche entre las sábanas, así que hace
sólo un momento que he podido cogerle el manto que aquí ves.

1 Embarullómaco es un nombre ficticio, formado sobre phyrein, mezclar,


embarullar, confundir, como mote para un actor de nombre Cleómaco, que con­
fundía las palabras mezclando sus letras.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 335

Praxágora

Sí, y también veo acercarse por fin a Clináreta y Sóstrata, y por


aquí se acerca Filéneta. ¡Vamos, vamos, daos prisa, que Glice ha
jurado que la que llegue la última pagará tres cuencos de vino y
un tarrito de nabos2!

M u je r 2

Mira, mira a Melística, la mujer de Esmicitión, cómo corre con


sus zapatones. Por cierto, parece que es la única que ha salido sin
oposición por parte de su marido (Irónico).

M u je r 1

Y la del tabernero, Geusístrata, con una antorcha en la mano. 50

Pra xá go ra

Veo acercarse también a la de Filodoreto y a la de Querétadas, y


a otras mujeres en tropel: en fin, todo lo que hay de bueno en esta
ciudad.

M u je r 3

Yo he tenido muchísimos problemas, encanto, para vestirme y es­


caparme: mi marido estuvo tosiendo toda la noche, porque por la
tarde se había dado un atracón de sardinas.

Praxágora

Sentaos, pues, que quiero cerciorarme, ahora que os veo juntas,


de si habéis hecho todo lo que decidimos en las Esciras.

M u je r 1

Yo sí. En primer lugar tengo el sobaco más enmarañado que un 60

2 Garbanzos en el original, palabra que en griego es sinónimo metafórico del


miembro viril. Nuestro nabos recoge mejor el equívoco en español. La metáfora
se repite en otros lugares, por ej. Ach. 801.
336 COMEDIAS

matorral, como habíamos convenido; además, cada vez que mi


marido se marchaba al agora, yo me untaba bien de aceite el cuer­
po entero, poniéndome bien negra de aguantar el sol todo el día a
pie firme.

M u je r 2
Yo también. Lo primero que hice fue arrojar el rasurador lejos de
mi casa para ponerme toda velluda y no ser ya en nada semejan­
te a una mujer.

Praxágora

¿Tenéis las barbas que dijimos que íbamos a llevar todas cuando
nos reuniéramos?

M u je r 1

Sí, por Hécate. Yo tengo ésta tan bonita.

M u je r 2

Yo también la tengo, y no es menos hermosa que la de Epicrates3.

P raxágora

¿Y vosotras qué decís?

M u je r 1

Dicen que sí, pues asienten con la cabeza.

P raxágora

Por cierto, veo que habéis hecho también lo demás, pues tenéis
las sandalias laconias, los bastones y los mantos de vuestros ma­
ridos, tal como dijimos.

3 Orador y demagogo, tenía una barba enorme que, según los escolios, le ha­
cía blanco constante de las bromas de todos. Platón el cómico (/>·. 122) le llama­
ba «príncipe de las barbas».
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 337

M u je r 1

Fíjate en esta escítala laconia que tengo yo. Se la he quitado a La­


mias4 mientras estaba dormido.

Pra xá go ra

Ésa es una de las que lleva por todas partes tirando pedos.

M u je r 2

Sí, por Zeus Salvador, y pese a todo sería más apto que ningún
otro para hacer de pastor de nuestro pobre pueblo, vestido con la
piel de Todoloveo5.

Pra xá go ra

Bueno, venga, ahora que aún hay estrellas en el cielo pensemos


cómo vamos a actuar en adelante. La Asamblea hacia la que
nos disponemos a marchar comenzará al alba.

M u je r 1

Sí, por Zeus, que tú tienes que coger sitio bajo la tribuna, enfren­
te de los prítanes.

M u je r 2

Por Zeus, yo me he traído esta lana para ir cardándola mientras se


llena la Asamblea.

Praxágora

¿Mientras se llena, desgraciada?

4 Respecto a la escítala, véase la nota a Lis. 992. Este Lamias era un pobre
hombre que se ganaba la vida acarreando madera, de ahí la broma.
5 Con ese nombre parlante el poeta hace una cómica referencia a Argos, el
guardián de cien ojos del jardín de las Hespérides.
338 COMEDIAS

M u je r 2

Sí, por Ártemis, eso pienso. ¿Por qué habría de oír peor lo que se
dice mientras estoy cardando? Además, mis hijos están desnudos.

Pra x á g o ra

Date cuenta: tú cardando. Para nada necesitarían ya los que están


sentados ver tu cuerpo. Sólo faltaría que cuando la Asamblea del
Pueblo estuviera llena, una de nosotras diera un paso al frente y
levantándose el vestido enseñara su Formisio®. En cambio, si to­
mamos asiento las primeras, nadie se dará cuenta de que lleva-
100 mos estos mantos. Y cuando extendamos estas barbas con que nos
hemos tapado la cara, ¿quién que allí nos vea no creerá que so­
mos hombres? Nadie ha advertido nunca que Agirrio7 llevaba la
barba de Prónomo, y él, que era antes una mujer, ahora, ya lo
veis, maneja en la ciudad los asuntos de mayor importancia. Pues
bien, tomémoslo como ejemplo. ¡Sí, por el día que viene, atrevá­
monos nosotras a tan grande atrevimiento, a ver sí hay manera de
que nos hagamos con la dirección del Estado y de hacerle algún
bien a esta ciudad, porque ahora no se mueve ni a vela ni a remo!

M u je r 1

110 ¿Y cómo una turba de mujeres de frágil espíritu podrá hablarle


al pueblo...?

6 Se trata de un individuo muy velludo, cf. Ran. 965; su mención es metafó­


rica para aludir al sexo de la mujer, aunque dado el contexto, cualquier cosa que
se hubiera dicho habría hecho pensar en lo mismo, salvo que Aristófanes hubiera
dado uno de sus repentinos giros al sentido de una frase para sorprender al audi­
torio.
7 Agirrio es un político con fama de afeminado. Fue él quien hacia 400 a. C.
instituyó el misthós ekklesiastikos, el pago por asistir a la Asamblea, que favore­
cía la participación del pueblo en la dirección de los asuntos de Estado y que se
fijó primero en un óbolo y después en tres (cf. Aristóteles, Constitución de Atenas
41.3 etc.). En cuanto a Prónomo, era un flautista dueño de una barba enorme.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 339

Pr a x á g o r a

Podrá y, sin duda, muy bien, porque dicen que también entre los
jovencitos los más manoseados suelen ser los más diestros en ha­
blar, y esa circunstancia se da entre nosotras por afortunada coin­
cidencia.

M u je r 1

No sé, pero la inexperiencia es mala cosa.

Praxágora

Pues por eso nos hemos reunido aquí, para aprendernos lo que te­
nemos que decir en la Asamblea. A ver, tú, ajústate enseguida la
barba, y hacedlo también todas las que os habéis entrenado para
hablar.

M u je r 2

¿Y quién entre nosotras, inocente, no sabe darle al pico?

P raxágora

Venga ya, tú, póntela y conviértete en hombre al punto, que yo


también voy a soltar estas coronas y me voy a poner la mía lo
mismo que vosotras por si me parece oportuno decir algo8. (Las
mujeres se ponen las barbas)

M u je r 2

Ven aquí, dulcísima Praxágora. Mira qué ridículo resulta esto, in­
feliz.

8 Como tantos personajes de las comedias de Aristófanes, la protagonista de


La asamblea tiene un nombre que permite saber cuál va a ser su función en la
obra. Praxágora es la que actúa en el agora, en la plaza, mercado público y men-
tidero político, lugar en que se celebraban las asambleas antes de que se habilita­
ra un lugar específico para ello.
340 COMEDIAS

Praxágora

¿Qué es ridículo?

M u je r 2

Es como si se hubiesen colgado una barba de sepias a la plancha.

P raxágora

(Simulando que se encuentran en una Asamblea ya constituida y


que va a comenzar su sesión) El purificador, haz circular la co­
madreja. Avanzad hacia delante. Arífrades9, cierra la boca. Sién­
tate tú, el que avanza. ¿Quién pide la palabra?

M u je r 2

Yo.

P raxágora

Cíñete la corona y buena suerte.

M u je r 2

Ya está.

Praxágora

Puedes hablar.

M u je r 2

¿Es que voy a hablar antes de beber?

Praxágora

¡Toma ya! Beber.

9 Los escolios dicen que era un citarodo enemigo de las mujeres. Al parecer,
Praxágora intenta hacer una prueba lo más verosímil posible y finge que en su
Asamblea hay hombres, y además enemigos, aparte de las mujeres.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 341

M u je r 2

¿Para qué entonces me he puesto la corona, amiga mía?

P raxágora

¡Largo de aquí, lo mismo nos habrías hecho allí!

M u je r 2

¿Qué pasa, es que no beben también en la Asamblea?

Pr ax á g o r a

Y dale. ¿Tú crees que beben10?

M u je r 2

¡Desde luego, por Ártemis, y puro! Al menos a juzgar por sus de­
cisiones, porque si uno se fija en lo que hacen, le parecerá tan
descabellado como las ideas de los borrachos. Además, por Zeus,
seguro que hacen libaciones, ¿o a santo de qué iban a hacer tan­
tas súplicas si no tuvieran vino cerca? También se insultan como
beodos, y al que el vino le hace decir sandeces lo echan los ar­
queros.

P raxágora

Tú largo, y siéntate, que no vales para nada.

M u je r 2

Está bien, por Zeus. Más me habría valido no tener barba, pues
me da en la nariz que me voy a secar de sed.

P raxágora

¿Dónde hay otra que quiera hablar?

10 Y si no lo hacen están dispuestos a hacerlo, en vista de que el vino suelta la


lengua y da agilidad a la mente, cf. Los caballeros, 90ss.; Lisístrata, 1230ss.
342 COMEDIAS

M u je r 1

Aquí.

Praxágora

Pues venga, ponte la corona, que la cosa marcha. Compórtate vi-


150 rilmente y habla muy engolada, apoyando tu cuerpo en el bastón.

M u je r 1

«Bien quisiera que alguno de los oradores habituales hubiera di­


cho ya lo mejor; de esa manera habría permanecido yo tranquilo
en mi asiento; pero en las actuales circunstancias no voy a con­
sentir, si de mi voto depende, que construyan en las tabernas cis­
ternas de agua11. No me parece bien, por las dos diosas».

Pr ax á g o r a

Por las dos diosas, calamidad. ¿En qué estabas pensando?

M u je r 1

¿Qué te pasa? Te aseguro que no te he pedido de beber.

P raxágora

Seguro que no, por Zeus; pero siendo un hombre has jurado por
las dos diosas. Y eso que lo demás lo habías dicho de miedo.

M u je r 1

160 ¡Oh sí, por Apolo!

Praxágora

Anda, déjalo; pero yo no doy un solo paso para ir a la Asamblea


hasta que no haya ni un fallo en esto.

11 He aquí uno de los repentinos giros a los que hacíamos alusión en la nota
al v. 97. El efecto cómico de semejantes giros está asegurado; además, en este
caso se mezcla con el tópico de la afición femenina al vino.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 343

M u je r 1

Venga la corona, que voy a hablar otra vez, pues creo que ya me
he preparado a conciencia. «Como os iba diciendo, mujeres que
estáis aquí sentadas...».

Pr a x á g o r a

¿Ahora llamas mujeres a los hombres?

M u je r 1

(Señalando hacia el público) Ha sido por culpa de aquel de allí,


Epígono12: al mirar hacia su sitio se me metió en la cabeza que
hablaba a mujeres.

Prax á g o r a

Largo de aquí tú también y siéntate. Lo que es por vosotras, me 170


parece que voy a tener que ser yo misma la que hable, cogiendo
esta corona.
«Ruego a los dioses que los planes acordados alcancen el éxi­
to. Por lo que a mí concierne, me importa tanto este país como a
vosotros, pero me aflijo y mucho me acongoja toda la política de
la ciudad, porque veo que siempre tiene malos gobernantes. Y al­
guno, con un poco de suerte, puede ser bueno un día, pero es
malo diez; y si se le encomienda el gobierno a otro, comete aún
más fechorías. Mas, por cierto, no es fácil meter en vereda a unos 180
hombres difíciles de contentar como vosotros, que receláis de
los que desean quereros y suplicáis de continuo a los que no es­
tán dispuestos a hacerlo. Hubo un tiempo en que no hacíamos
asambleas para nada en absoluto, pero a Agirrio, por lo menos, le
teníamos por un malvado; en cambio ahora que las hacemos, al­
gunos, pagados por él, lo elevan a los altares y otros que no reci-

12 Un afeminado, ridiculizado en la Comedia por andar siempre entre mu­


jeres.
344 COMEDIAS

ben nada afirman que los que buscan ganarse un salario en la


Asamblea merecen la muerte...».

M u je r 2

¡Bravo, por Afrodita! Vas hablando muy bien, al menos por lo


que llevas dicho.

Praxágora

190 Desgraciada, juras por Afrodita. Vaya papelón habrías hecho, si


lo sueltas en la Asamblea.

M u je r 2

Es que allí no lo habría dicho.

Pr ax á g o r a

Pues no te acostumbres.
«...Paso ahora a esa alianza13. Cuando discutíamos sobre ella, no
paraban de decir que si no se llevaba a cabo sucumbiría nuestra
ciudad, y luego, cuando por fin se concluyó, muchos se lamenta­
ban y el orador que consiguió convencernos de ello perdió el culo
por escaparse; hay que botar naves: bueno, pues resulta que a los
pobres les parece bien, pero los ricos y los terratenientes no están
200 dispuestos; odiabas a los corintios, también ellos te odian a ti,
pueblo ateniense. Ahora ellos son amigos, celo tú también suyo
ahora; los argivos son imbéciles, pero Hierónimo es sabio14; se

13 Se refiere a la que concertaron Atenas y sus antiguas enemigas Beocia y


Argos contra Esparta. Según los escolios, que invocan la autoridad de Filócoro
(ca. 340-270 a.C.), autor de una Historia del Ática (cf. J a c o b y , FGrH 328, Tomo
III B, 97-160; Coment, ibid. 3b, pp.220-595) su fuente principal para los datos
históricos, se concertó dos años antes de la representación de esta obra, es decir,
en 394-3 a. C.
14 Los delegados de Argos se habían opuesto a las propuestas de paz en tér­
minos honorables que había hecho Esparta; son a ojos de Aristófanes el pacifista
unos imbéciles; Hierónimo, estratego ateniense, se mostró favorable a aquéllas.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 345

atisba la salvación, pero Trasibulo se molesta porque no se le ha


mandado llamar15...».

M u je r 2

¡Vaya un tío listo!

Praxágora

Por fin dices una cosa atinada. «...Pues bien, sois vosotros, pue­
blo ateniense, los culpables de todo eso, pues vivís a costa del
erario público y cada quisque en particular mira y remira en qué
puede obtener beneficio, mientras lo común va dando bandazos
como Esimo el cojo. Conque, si me hacéis caso, podréis salvaros
todavía: Yo afirmo que es preciso que nosotros pongamos el go- 210
bierno en manos de las mujeres pues también en nuestra casa son
ellas las que se ocupan del gobierno y la administración...».

M u je r e s

¡Bravo, bravo, por Zeus, bravo! Sigue sigue hablando, amigo.

P raxágora

«...Que son de mejor manera de ser que nosotros os lo voy a de­


mostrar: en primer lugar, todas sin excepción bañan la lana en
agua caliente según la antigua costumbre, y no se las verá hacien­
do innovaciones. En cambio, la ciudad de los atenienses, aunque
un sistema le fuera bien no se salvaría sin dar vueltas y vueltas 220
afanosamente en busca de cualquier pijadita novedosa. Sentadas

15 Trasibulo es un paladín de la democracia: ya se opuso a la revolución oli­


gárquica de 411 (cf. TucÍDIDES VIII 73, etc.) y contribuyó a la caída del gobier­
no de los Cuatrocientos que se instauró de resultas de aquélla; fue también el que
volvió a imponer el sistema democrático en Atenas al tomar File a los pocos me­
ses de la derrota ateniense en la guerra del Peloponeso en 404-3 (cf. LISIAS XII
52; J e n o f o n t e Helénicas II 4.2ss.), lo que supuso la caída del régimen de terror
de los Treinta, impuesto por Lisandro tras su victoria.
346 COMEDIAS

hacen sus asados lo mismo quo antes; sobre su cabeza llevan la


carga lo mismo que antes; celebran las Tesmoforias lo mismo que
antes; cuecen los pasteles lo mismo que antes; revientan a sus
maridos lo mismo que antes; acogen amantes en sus alcobas lo
mismo que antes; se compran golosinas lo mismo que antes; ado­
ran el vino puro lo mismo que antes; les gusta que les hagan el
230 amor lo mismo que antes. Así pues, pongamos en sus manos el
gobierno y basta ya de charla. Y no intentemos enterarnos de qué
piensan hacer, sino, sencillamente, dejémoslas gobernar, tenien­
do en cuenta tan sólo esto: en primer lugar, que por ser madres
desearán ardientemente preservar a los soldados; además, ¿quién
les enviaría provisiones antes que la madre que los parió? Para
sacar dinero nadie más listo que las mujeres, y una vez en el po­
der no se dejarán engañar nunca, porque ellas están muy acos-
240 tumbradas a engañar. ¿Para qué seguir? Hacedme caso en lo que
os digo y viviréis felices el resto de vuestra vida.».

M u je r 1

¡Y olé, dulcísima Praxágora, muy bien dicho! ¿Dónde has apren­


dido a hacerlo tan bien?

Prax á g o r a

En los tiempos difíciles viví en la Pnix con mi marido. Aprendí a


fuerza de oír a los oradores.

M u je r 1

Con razón entonces eres tan lista y hábil. Desde este mismo mo­
mento las mujeres te elegimos estratego, a ver si eres capaz de
llevar a cabo tus proyectos. ¿Pero y sí por desgracia te topas con
el demagogo Céfalo y se mete contigo, qué le responderás en la
Asamblea?

Praxágora

250 L e diré q u e n o e stá e n su sa n o j u ic io .


LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 347

M u je r 1

Si es sólo eso, lo saben todos.

Praxágora

P u e s diré q u e tie n e m u y m a la lec h e .

M u je r 1

Eso también lo saben.

Prax á g o r a

Entonces diré que como alfarero es un manazas, pero que la po­


lítica se le da de rechupete (Irónico).

M u je r 1

¿Y qué si el legañoso de Neoclides16 te insulta?

Praxágora

A ése le digo yo que se ponga a mirar el culo de un perro.

M u je r 1

(Con retintín) ¿Y si te dan un meneo?

Praxágora

Me menearé yo también. ¡Pues no sé yo nada de toda clase de


meneos!

M u je r 1

Sólo queda ya un punto por considerar: supongamos que los ar­


queros te arrastran, veremos qué haces entonces.

16 Criticado en la Comedia por sicofanta, ladrón y embustero, defectos a los


que, al parecer, unía unos ojos llenos de légañas. Mirar el culo de un perro y de
tres zorras era la receta chusca que se recomendaba a los que tenían problemas de
la vista.
348 COMEDIAS

Praxágora

260 Sacaré los codos de esta forma. Te aseguro que no me dejaré


agarrar por enmedio.

M u je r 1

Por lo menos nosotras, si llegan a cogerte, diremos que te suelten.

M u je r 2

Muy bien, eso ya lo tenemos metido en la mollera, pero aún no


tenemos pensado esto otro: cómo vamos a acordarnos de que en
su momento hay que levantar las manos, porque nosotras estamos
acostumbradas a levantar las dos piernas a la vez.

P raxágora

Jodido asunto, pero tenemos que votar a mano alzada, remangán­


donos la túnica hasta el hombro. Ea pues, levantaos hasta arriba
270 las tuniquitas, poneos a escape las sandalias laconias, tal como se
lo veis hacer a vuestros maridos cada vez que se disponen a ir a
la Asamblea o a salir de casa; luego, cuando eso esté bien dis­
puesto, sujetaos bien las barbas, y cuando por fin hayáis conse­
guido ajustároslas perfectamente, echaos también por encima los
mantos de vuestros maridos ... Eso es, los que les habéis quitado.
Y luego, apoyándoos en los bastones, poneos en marcha cantan­
do alguna vieja canción, como suelen hacer los del campo.

M u je r 1

280 Bien dicho. Vayamos nosotras por delante, pues tengo entendido
que otras mujeres vendrán a la Pnix directamente desde el campo.

Praxágora

Pero daos prisa, que normalmente los que no están en la Pnix des­
de el alba tienen que dar la vuelta sin llevarse ni cinco. (Se mar­
cha. Las demás se reúnen con el coro, formado por otras mujeres
que habían ido llegando)
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 349

C o r if e o

Es hora de ponemos en marcha, compadres. Ésa es la palabra que


siempre tenemos que acordarnos de decir para no meter la pata
en ningún momento, porque grande es el peligro que corremos si
nos pillan arrostrando amparadas en las sombras tamaña osadía.

C oro

(Estrofa) Corramos a la Asamblea, compadres, 290


que el tesmoteta ha dicho en tono amenazante
que quien no llegue bien prontito, en plena amanecida,
cubierto de ceniza,
harto de sopas de ajo
y con rostro huraño
no le dará el triábalo.
Venga, venga, Caritímides,
Esmícito, Draces,
daos prisa en seguir;
tenedme buen cuidado
de no sobrepasaros
en lo que hay que enseñar:
cuidado de que cuando
cojamos el resguardo
al lado nos sentemos,
y a mano levantada
votemos sin cesar
lo que les haga falta a nuestras amigas.
¡Huy, qué digo,
si tenía que decir amigos!
(Antístrofa) Buscad la forma de quitaron de enmedio a 300
[cuantos lleguen
de la ciudad, que son los que antes,
cuando el que venía a la Asamblea
tenía que contentarse con un óbolo,
se quedaban sentados hablando de sus cosas
350 COMEDIAS

en las tiendas del ágora;


¡en cambio ahora vaya jaleo arman!
¡Ah, no! Cuando estaba en el mando
el ilustre Mirónides,
ninguno se atreviera
a actuar en política
por conseguir dinero.
¡Ah, no! Que cada uno vendría trayendo
en un cacharro
su bebida y su pan
y también dos cebollas
y tres aceitunas.
Ahora sólo les preocupa
obtener el triobolo, y entretanto
310 despachan cualquier asunto de Estado
como si acarrearan un mortero.
(El coro se va hacia la Asamblea. De su casa sale el ma­
rido de Praxágora)

B l é p ir o

¿Qué pasa aquí? ¿Dónde coño se ha ido mi mujer? Mira que casi
ha amanecido y ella no aparece por ningún lado. Mientras tanto
yo llevo un rato en la cama con ganas de giñar, tratando de coger
en la oscuridad las sandalias y el manto. Lo he buscado a tientas,
pero no he sido capaz de encontrarlo, y la mierda me urgía gol­
peando la puerta, así que he agarrado esta toquilla de mi mujer y
arrastro bajo mis pies sus pantuflas pérsicas. ¿Pero dónde podría
320 encontrar algún lugar apropiado para cagar? Bien, de noche cual­
quier sitio es bueno, porque ahora nadie me verá cagando. ¡Ay,
pobre de mí, que a mi vejez se me ocurrió casarme; la de tortas
que me tendrían que dar, y con razón! (...) Seguro que no ha sali­
do para nada bueno (...) En cualquier caso no voy a tener más re­
medio que ponerme a giñar.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 351

un H om bre

¿Quién es? ¿No es Blépiro, mi vecino?

B lé p ir o

Sí, por Zeus, ese mismo, sin duda.

H om bre

Dime qué es eso rojo que tienes. No será que Cinesias17 s e te ha 330
cagado encima.

B l é p ir o

No, sino que he salido envuelto en el mantito azafranado que sue­


le ponerse mi mujer.

H om bre

¿Y tu manto dónde está?

B l é p ir o

No puedo decirte, pues no lo he encontrado entre las mantas, y


bien que lo he buscado.

H om bre

¿Y no le has mandado a tu mujer que te dijera dónde estaba?

B l é p ir o

No, por Zeus, pues da la casualidad de que ella no está en casa;


se me ha escapado sin que me diera cuenta y me estoy temiendo
alguna picia.

17 Es el poeta ditirámbico ridiculizado por Aristófanes en numerosos pasajes


y que aparece incluso como uno de los que intentan aprovecharse del éxito de Pis-
tetero y las aves en Los pájaros. Aquí se alude a una ocasión en que, agobiado por
un cólico, se alivió encima de una de las numerosas estatuas de Hécate que había
en las calles de Atenas.
352 COMEDIAS

H om bre

340 Por Posidón, mira por donde te pasa exactamente igual que a mí,
que también mi costilla se ha marchado con el manto que yo sue­
lo llevar. Y no es eso lo que más me jode, sino que se ha llevado
también las sandalias; yo al menos no he podido encontrarlas por
ningún lado.

B l é p ir o

350 Por Dioniso, ni yo tampoco mis lacedemonias, y como tenía ga­


nas de cagar, metí los pies en estos coturnos y he salido a escape
para no cagarme en la colcha, que está limpia. ¿Qué pasará? Lo
mismo es que alguna amiga suya la ha invitado a comer.

H om bre

Eso será, que mala no es, al menos por lo que yo sé. Pero tú estás
ahí cagando una cuerda de nudos y a mí me ha llegado el mo­
mento de ir a la Asamblea, si de una puñetera vez puedo agarrar
mi manto, que no tengo más que ése.

B l é p ir o

Lo mismo que yo en cuanto acabe de cagar, que ahora mismo no


puedo, porque una pera silvestre me tiene cerrado el paso de la
mierda.

H om bre

Seguramente es la misma que Trasibulo les recetó a los esparta­


nos (Se marcha).

B l é p ir o

360 Sea la que sea, por Dioniso, bien fuerte se me agarra. ¿Y qué
hago? Porque además no es sólo esto lo que me tiene preocupado,
sino por dónde me va a salir la mierda en adelante cuando coma,
pues lo que es ahora ese peralero, sea quien sea, me tiene cerrado
el agujero a cal y canto. (Alpúblico) ¿Quién va volando a buscar-
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 353

me un médico? (Para si) ¿Pero qué médico, cuál de los especia­


listas del culo es más hábil en su oficio? (Hacia el público, otra
vez) El maricón de Amino debe de saber mucho, pero lo mismo
no quiere venir... ¡Que alguien llame como sea a Antístenes el es­
treñido, que ese hombre, a causa de sus sufrimientos, sabe sin
duda qué es lo que hay que darle a un culo que quiere cagar! ¡Oh
excelsa Ilitía, señora de los partos, no me dejes reventar ni permi­
tas que me quede atrancado y me convierta en un grotesco orinal!

Crem es

¡Eh, tú, qué haces! No estarás giñando...

B l é p ir o

¿Quién, yo? No, ya no, por Zeus, me estoy levantando.

CREMES

¿Llevas puesta la tuniquita de tu mujer?

B l é p ir o

Sí, porque en la oscuridad de la casa vino a mis manos cuando


andaba a tientas. ¿Y tú, de dónde vienes realmente?

Crem es

De la Asamblea.

B l é p ir o

¿Cómo, ya se ha acabado?

Cr em es

Sí, por Zeus, desde el mismo alba. Por cierto, que bien que hizo
reír la pintura roja con la que rociaban el recinto18.

18 Cf. Los acarnienses, v. 22. El recinto del agora se cerraba con una cuerda
354 COMEDIAS

B lé p ir o

380 Así que recibiste el trióbolo,

Crem es

¡Qué más quisiera yo! Llegué tarde esta vez, de lo que me aver­
güenzo; mas, por Zeus, ante nadie que no sea mi bolsa.

B l é p ir o

¿Y por qué llegaste tarde?

Crem es

Había una barbaridad de gente, como nunca en la vida ha acudi­


do a la Pnix. Y ahora que caigo, al mirarlos todos me parecían za­
pateros, pues era verdaderamente impresionante ver la Asamblea
llena de hombres de piel muy blanca. Conque yo no pude cobrar,
y como yo muchos otros.

B l é p ir o

¿Entonces tampoco cobraría yo, si voy ahora mismo?

Crem es

390 ¿De qué? Ni siquiera, por Zeus, aunque hubieses llegado en el


preciso momento en que el gallo cantaba por segunda vez.

B l é p ir o

¡Ay de mí! ¡Oh Antíloco, derrama tus lágrimas p o r mí que estoy


vivo más que p o r el... trióbolo19, que lo mío está completamente
perdido. ¿Y cuál era ese asunto que consiguió reunir a tal mu­
chedumbre con esa puntualidad?

embadurnada de rojo; con ella tendida se forzaba a los remolones a acudir a la


Asamblea, pero esta vez los ciudadanos, ansiosos por acudir allí y cobrar el trió-
bolo, se habrían manchado con ella.
19 Imitado, con sorpresa al final, de Los mirmidones (fr. 133) de Esquilo.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 355

Crem es

¿Qué otro sino que los prítanes decidieron introducir en el orden


del día planes para solucionar la situación del Estado? Apenas di­
cho, es Neoclides el legañoso el primero que se acerca a la tribu­
na, y la gente empieza a gritar —puedes imaginarte el cachon­
deo— : «Ya es osadía que este individuo se atreva a dirigirse al 400
pueblo, y más en un debate en que se trata de la salvación de la
ciudad, cuando no ha sido capaz ni de salvarse sus pestañas». En­
tonces él, a gritos y mirando en derredor, dice: «¿Qué es, enton­
ces, lo que tengo que hacer?».

B l é p ir o

«Machacar ajos con jugo amargo de higos, añadir un poco de


euforbio de Esparta y untarte con ello los párpados por la no­
che». Eso le digo yo, si estoy allí.

Crem es

Después de aquél se presentó Eveón el habilísimo, en cueros, se­


gún la mayoría, aunque él afirmaba que llevaba manto, y nos largó 410
un discurso de lo más democrático: «Ya veis que yo mismo nece­
sito un remedio de cuatro perras, mas aun así os diré cómo podéis
salvar a la ciudad y a sus ciudadanos. En efecto, si los bataneros
suministran mantos a los que lo necesitan tan pronto como el sol
dé la vuelta, ninguno de nosotros agarrará jamás una pulmonía.
Los que no tienen cama ni colcha, que vayan a dormir, una vez 420
bien lavados, donde los curtidores, y si alguno en pleno invierno
les da con la puerta en las narices, que pague de multa tres pe­
llejos.

B l é pir o

¡Bien dicho, por Dioniso, muy bien! Y si llega a añadir que los
vendedores de harina tenían que entregar tres quénices cada uno
para la comida de todos los pobres o en caso contrario pasarlas
canutas, seguro que nadie habría votado en contra. Además, con
356 COMEDIAS

esa moción se habría podido sacar ese beneficio del ladrón de


Nausicides20.

Crem es

A continuación, un guapo muchacho, blanco él, parecido a Ni­


cias, subió de un brinco a la tribuna para arengar al pueblo, y em-
430 pezó a decir que había que entregar el gobierno de la ciudad a las
mujeres. Se armó entonces un gran barullo y toda la pléyade de
zapateros aprobaba a grandes voces sus palabras; no así los que
habían venido del campo, que prorrumpieron en abucheos.

B l é p ir o

Y con razón, por Zeus.

Crem es

Pero eran menos, y el joven se imponía con su voz, diciendo mu­


chos elogios de las mujeres y soltando pestes de ti.

B l é p ir o

¿Y qué decía?

Crem es

Lo primero, que eres un sinvergüenza.

B l é p ir o

¿Y de ti?

Crem es

No preguntes eso todavía. Luego, que un ladrón.

20 Riquísimo vendedor de harina, de quien sabemos también por J e n o f o n t e


Memorables II 7,6. Algunos opinan, sin embargo, que se trata de un pobre y que
nos encontramos ante una de las paradojas tan del gusto de nuestro autor.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 357

B l é p ir o

¿Yo solo?

Crem es

Y además, por Zeus, un delator.

B lé pir o

¿Yo solo?

Crem es

{Señalando al público) Tú y también toda esa gente. 440

B l é p ir o

¿Y quién dice otra cosa?

Crem es

Aseguró también que la mujer es cosa única a la hora de pensar o


sacar dinero, y dijo que ellas no van por ahí pregonando a cada
paso los ritos de las Tesmoforias y que en cambio tú y yo, cuan­
do formamos parte del Consejo, lo hacemos siempre.

B l é pir o

Y por Hermes que en eso sí que no mintió.

C rem es

Siguió diciendo que se prestaban entre sí lo mismo vestidos


que vasos de oro y plata, y lo hacen de una a otra, sin presen­
cia de testigos, y luego todo se lo devuelven y ninguna se que­
da con nada, que es lo que decía que solemos hacer casi todos 450
los hombres.

B l é p ir o

Cierto, por Posidón. Y hasta delante de testigos.


358 COMEDIAS

C rem es

Hizo otros muchos elogios de las mujeres: que no delatan, que no


llevan ajuicio a nadie, que no derriban la democracia... Y más co­
sas, todas buenas.

B l é p ir o

¿Qué se decidió entonces?

Crem es

Entregarles el gobierno, desde luego, pues se pensó que eso era


lo único que aún no se había intentado en la ciudad21.

B l é p ir o

¿Y ya está decidido?

Crem es

Te lo digo yo.

B l é p ir o

¿Se les ha encomendado todo lo que era competencia de los ciu­


dadanos?

Crem es

Así están las cosas.

B l é p ir o

460 Luego ya no tendré que ir yo al tribunal, sino mi mujer.

21 No tanto por la bondad de la propuesta como por lo que de novedad supo­


ne. Los atenienses eran amigos de novedades, demasiado para el gusto del con­
servador ARISTÓFANES, cf. w . 580; 586-87. La misma crítica puede encontrarse,
en boca de Cleón, en T u c íd id e s III 38.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 359

CREMES

Ni serás ya el que alimente a los tuyos, sino tu mujer.

B l é p ir o

Ni será asunto mío el gemir con el alba.

Crem es

No, por Zeus, en adelante eso se queda para las mujeres. Y tú, sin
gemidos, te quedarás en tu casa tirando pedos.

B l é p ir o

Lo que sería terrible para los de nuestra edad22 es que una vez en
poder de las riendas del gobierno vayan a obligamos por la fuerza...

Crem es

¿A qué?

B l é p ir o

A jodérnoslas.

Crem es

¿Y si no podemos?

B l é p ir o

No nos darán de comer.

Crem es

De acuerdo, por Zeus, pero tú hazlo y así comerás y joderás. 470

22 Todos, los protagonistas masculinos de las comedias de Aristófanes son


hombres de edad; el protagonista joven y guapo al gusto actual falta por comple­
to en ellas. Cuando la protagonista es una mujer (como nuestra Praxágora o Li-
sístrata) da la impresión de que es bastante más joven que su marido, pero no pa­
recen, en absoluto, demasiado jóvenes.
360 COMEDIAS

B l é p ir o

Hacerlo por obligación es espantoso.

Crem es

( Con cinismo) Si es lo que conviene a la ciudad, todo hombre ten­


drá que hacerlo. Menos mal que hay un dicho de nuestros abue­
los según el cual cuantas tontunas e insensateces decidimos se
vienen a tornar en los mayores beneficios para nosotros23. ¡Ojalá
sea lo mismo ahora, oh excelsa Palas y demás dioses! Bueno, me
voy. Que lo pases bien.

B l é p ir o

Y tú también, Cremes (Ambos se van y vuelve a aparecer el coro,


que viene de la Asamblea)

C oro

Camina, avanza.
¿Nos sigue algún hombre?
480 Vuélvete, vigila.
Guárdese cada una con sumo cuidado, que hay mucho
[canalla.
No sea que alguno a nuestras espaldas nuestro cuerpo
[observe.
(Estrofa) Camina pateando todo lo que puedas.
A todas nosotras vergüenza traería
ante nuestros maridos el descubrimiento de la estratagema,
así es que tapaos,
y en torno mirad

23 Cuando los atenienses prefirieron el olivo de Atenea a la fuente salada de


Posidón en la disputa de los dos dioses por el dominio de la tierra del Atica, aquél,
decepcionado por la derrota, maldijo a la ciudad, condenándola a tomar siem­
pre decisiones equivocadas; entonces Atenea prometió que, aun equivocadas, al­
canzarían el éxito.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 361

a izquierda y derecha,
no sea que el asunto termine en desgracia.
¡Deprisa, vamos ya!, que cerca del lugar estamos
desde el que al ir a la Asamblea en marcha nos pusimos. 490
Se puede ver ya la casa de donde saliera nuestra gene­
rala;
ella maquinó el plan que han aprobado los conciuda-
[danos.
(Antístrofa)
Conque no nos retrasemos nosotras aquí conversando,
con las barbas pegadas a nuestro mentón,
no sea que alguien nos vea de día y acaso se chive.
Mas ea, aquí a la sombra venid,
junto a lapa red;
a todos los lados mirad sin cesar,
cambiaos de ropa y volved a estar lo mismo que antes.
¡Deprisa, corred!, que a la generala de todas nosotras 500
tenemos de vuelta de la Asamblea. ¡ Venga, daos prisa,
que ya estamos hartas con esto pegado a n uestros carrillos,
y ellos, con este disfraz, también están dolidos hace rato!

Prax á g o r a

Mujeres, los planes que hicimos nos han salido estupendamente.


Ahora a toda marcha, antes que algún hombre lo vea, arrojad los
mantos, a paseo los zapatones, fuera los bastones. Arregla tú a és- 510
tas, que yo voy a ver si me cuelo en casa antes de que me vea mi
marido y le cuelgo donde los cogí el manto y las prendas que an­
tes me llevé.

C o r if e o

Pues ya está en el suelo todo lo que has dicho; a ti corresponde


decirnos el resto, lo que creas más conveniente que hagamos. No­
sotras te obedeceremos sin rechistar, porque yo no recuerdo ha­
ber tratado con otra mujer más lista que tú.
362 COMEDIAS

Pr axág o ra

Quedaos entonces para que me ayudéis con vuestro consejo a


desempeñar el cargo para el que acabo de salir elegida, pues tam­
bién allí, entre el tumulto y el peligro, me habéis resultado de lo
más machotas. (Va a entrar en casa y se topa con su marido, que
sale de ella)

B l é p ir o

520 ¡Eh tú, Praxágora! ¿De dónde vienes?

Pr ax á g o r a

¿A ti qué te importa, querido?

B l é p ir o

¿Cómo que qué me importa? ¡Vaya pregunta!

Praxágora

No creo que digas que de estar con mi amante...

B l é p ir o

Y puede que no con uno sólo.

Pr a x á g o r a

P u e s m ira, d e e s o sí qu e p u e d e s h a c e r la prueba.

B l é p ir o

¿Cómo?

Pr ax á g o r a

A ver si me huele la cabeza a perfume.

B l é p ir o

¡Bien! ¿Es que no se puede joder a una mujer sin perfumes?


LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 363

P raxágora

A mí por lo menos no, desdichada de mí24.

B l é p ir o

¿Y entonces cómo es que con el alba cogiste mi manto y te fuis­


te sin decir palabra?

Praxágora

Una mujer, amiga y comadre, me mandó a buscar porque estaba


con dolores de parto.

B l é p ir o

¿Y no me lo pudiste contar antes de marcharte?

Pr ax á g o r a

¿Y abandonar a la parturienta en tal situación, maridito mío?

B l é p ir o

Habérmelo dicho. No, no, aquí hay algo malo.

Praxágora

No, por las dos diosas: me fui como estaba, porque la que vino a
buscarme me suplicaba que saliera fuera como fuera.

B l é p ir o

¿Y en tal caso no tenías que llevarte tu manto? Pues no, sino que
me dejaste sin ropa y me echaste por encima tu túnica y te fuiste
dejándome como de cuerpo presente, sólo que no me pusiste co­
ronas ni vasijas al lado.

24 Véanse los vv. 938ss. de la escena entre Cinesias y M inina en Lisís­


trata.
364 COMEDIAS

Praxágora

(.Melosa) Es que hacía frío y yo soy tierna y delicada, conque


540 para calentarme me lo eché por encima, mientras que a ti, esposo
mío, te dejé acostadito al calorcito de las colchas.

B l é p ir o

¿Y para qué volaron contigo también las sandalias laconias y el


bastón?

Praxágora

Para no perder el manto. Me cambié de calzado y, como tú ha­


ces, iba haciendo ruido con los pies y golpeaba las piedras con el
bastón.

B l é p ir o

¿Y sabes que se ha ido a paseo el sextario25 de trigo que iba a ga­


narme yendo a la Asamblea?

P raxágora

Déjalo estar, que ha tenido un niño.

B l é p ir o

550 ¡La Asamblea!

Pr ax á g o r a

No, por Zeus, la mujer a cuya casa fui. ¿Conque ya se ha cele­


brado?

B l é p ir o

Pues claro, por Zeus, ¿es que no me oías cuando te lo dije ayer?

25 Es una unidad de capacidad equivalente a la sexta parte del congio, es de


cir, unos 500 g.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 365

Praxágora

¡Ah, sí, ya me acuerdo!

B l é p ir o

¿Y sabes acaso lo que se ha decretado?

Prax á g o r a

Por Zeus, yo no.

B l é p ir o

En ese caso siéntate a comer sepias26. Se dice que han puesto el


poder en vuestras manos.

Praxágora

¿Para hacer qué, tejer?

B l é p ir o

No, por Zeus, gobernar.

Pr ax á g o r a

¿En qué?

B l é p ir o

En todos los asuntos que conciernen a la ciudad.

Pr a x á g o r a

¡Por Afrodita, de ahora en adelante sí que va a ser feliz esta ciudad!

B l é p ir o

¿Por qué?

26 Se trata de una expresión proverbial que simboliza la vida muelle, tranqui­


la y relajada. Equivale, más o menos, a «tómatelo con calma, no te preocupes».
366 COMEDIAS

Praxágora

560 Por muchas razones. Los que son capaces de causarle daño no po­
drán ya hacerlo, ni actuar como testigos, ni delatar...

B l é p ir o

¡No hagas eso de ningún modo, por los dioses, ño me quites mi


medio de vida! (Entra Cremes)

Crem es

Demonio de hombre, deja hablar a tu mujer.

Prax á g o r a

... Ni robar vestidos, ni envidiar al prójimo, ni ir desnudos, ni ser


pobres, ni calumniar, ni tomar nada en prenda.

Crem es

Por Posidón, grandes cosas son si no está mintiendo.

Praxágora

Yo lo mostraré claramente, de modo que tú me sirvas de testigo y


570 él mismo no tenga nada que replicarme.

C oro

Ahora es cuando tienes que aguzar tu ingenio y tu sagaz


razón que sabe
defender a las amigas,
pues para nuestra felicidad común
el ingenio de tu boca
viene a ensalzar al pueblo ciudadano
con infinitas ayudas a su vida. Ahora hay que mostrar su
[fuerza,
ya que, como ves, mucho necesita nuestra ciudad
algún sabio invento.
Mas haz solamente
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 367

algo nunca hecho ni dicho nunca antes:


la gente se enfada si ve de continuo viejas soluciones. 580

C o r if e o

Así que no tardes, que ya hay que ponerse manos a la obra. El


apresurarse está muy bien visto por los espectadores.

Pr a x á g o r a

Pues bien, estoy convencida de que os voy a decir cosas útiles.


Respecto a los espectadores, lo que más miedo me da es si van a
querer emprender nuevos caminos en su vida o seguirán aferra­
dos a sus viejas costumbres.

Cr em es

Lo que es por lo de los nuevos caminos, no temas: lo nuestro es


la novedad y no los principios impuestos, y todo lo antiguo nos
importa un huevo.

Prax á g o r a

Entonces que ninguno me interrumpa ni me contradiga antes de


enterarse de mis intenciones y de oír su explicación. Os diré que 590
es preciso que sean comunes los bienes de todos, que todos ten­
gan parte del común y vivan de los mismos recursos, y no que
uno sea rico pero el otro pobre. Que no posean unos grandes ex­
tensiones y otros no tengan ni para su fosa; que no tengan unos
montones de esclavos y que otros carezcan de un mal ayudante.
Pues bien, al contrario: yo establezco un único modo de vida, co­
mún e igual para todos.

B lé pir o

¿Y cómo va a ser común para todos?

Prax á g o r a

(Impaciente) Tú vas a comer pastel de mierda antes que yo.


368 COMEDIAS

B l é p ir o

¿De los pasteles de mierda vamos a tener también parte co­


mún?

Praxágora

No, por Zeus, es que me has interrumpido muy pronto; eso es lo


que iba a decir ahora mismo: antes que nada voy a hacer común
para todos la tierra, y luego la plata y demás pertenencias de cada
uno. Luego, por medio de esos bienes comunes, nosotras os ali-
600 mentaremos, administrando, ahorrando y poniendo en ello nues­
tro buen sentido.

B l é p ir o

¿Y qué hará el que no posea tierras, sino dinerito y dáricos de


oro27 que es riqueza oculta?

Praxágora

Tendrá que aportarlo.

B l é p ir o

¿Y si no lo hiciera?

Praxág o ra

Será un perjuro.

B l é p ir o

¡Pero hombre, si lo tiene es gracias a eso!

Praxágora

De todas formas, ten por seguro que no le servirá de nada.

27 Los dáricos eran monedas de oro, acuñadas con la efigie del rey Darío.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 369

B l é p ir o

¿Cómo que no?

Prax á g o r a

Porque nadie hará nada movido por la pobreza, sino que todos
tendrán de todo: pan, salazones, galletas, mantos, vino, coronas,
garbanzos. Conque qué gana si no lo aporta, dilo si lo encuentras.

B l é p ir o

¿Pues no son también ahora los mayores ladrones los que tienen
todo eso?

Crem es

Eso era antes, amigo, cuando teníamos las otras leyes. En cambio
ahora, si todos van a vivir del común, ¿qué puede ganar quien no
entregue sus bienes?

B l é p ir o

Si uno ve a una chavala, la desea y quiere darle con el tizón, po­


drá hacerle un regalo tomándolo de esos bienes, y así tendrá par­
te en el común cuando se acueste con ella.

Pr axágora

Es que puede acostarse con ella gratis, que también a ésas las
hago comunes para todos los hombres: que el que quiera se
acueste con ellas y les haga un hijo.

B l é p ir o

¿Y cómo se va a impedir que todos los hombres busquen a la más


hermosa y traten de adosarle la viga?

Praxágora

Las chatas y desgarbadas se sentarán al lado de las de bandera, y


si uno desea a una de éstas tendrá que tirarse primero a una fea.
370 COMEDIAS

B l é p ir o

620 Pero es que a nosotros los viejos si primero estamos con las feas
nos va a fallar el pijo antes de llegar donde tú dices.

Pr ax á g o r a

No se pelearán por ti, pierde cuidado. No te preocupes, que no se


pelearán.

B l é p ir o

¿Pelearse por qué?

Praxágora

Porque tú no te acuestes con ellas. Así están las cosas para ti.

B l é p ir o

Lo que os afecta a vosotras está bien pensado. Con ese decreto no


hay miedo de que se quede vacío el agujero de ninguna. ¿Pero y
nuestra cosa, qué hará, porque seguro que todas rehuirán a los
feos y se irán con los más guapos?

Pr a x á g o r a

No, porque los menos agraciados vigilarán a los guaperas cuan­


do se retiren de la cena y estarán al acecho de ellos en los luga­
res públicos. Y no será lícito que ninguna mujer se vaya a la
cama con los guapos y altos antes de satisfacer a los feos y ba­
jitos.

B l é p ir o

630 ¡Huy! La nariz de Lisícrates se va a dar tantos humos como la de


los más guapos.

Pr ax á g o r a

Sí, por Apolo, el plan no puede ser más democrático. Y buen ca­
chondeo se armará cuando a uno de esos orgullosos que llevan
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 371

sortijas con sello le diga un tío en zapatillas y que está el prime­


ro: «apártate, hermano, y espera un momento, que en cuanto yo
acabe te paso la vez para que tú tomes el segundo turno».

B l é p ir o

Mas, si así vivimos, ¿cómo podrá reconocer cada cual a sus hijos?

P raxágora

¿Y qué falta hace? Creerán sus padres a todos los que sean ma­
yores que ellos a juzgar por los años.

B l é p ir o

O sea, que ahogarán bien y como es debido a todos los viejos


uno tras otro al no conocerlos, pues incluso ahora que todo el
mundo conoce a su padre lo hace. ¿Qué va a pasar, pues, cuan- 640
do no se sepa? ¿Cómo impedir entonces que hasta te caguen en­
cima?

Pr ax á g o r a

Seguro que los presentes no lo consentirán. Antes a nadie le im­


portaba nada de padres ajenos: daba igual quién los golpeara;
pero ahora, cuando uno oiga que atizan a alguien, por miedo de
que sea su padre el zurrado pelearán con los que lo hagan.

B l é p ir o

Lo que llevas dicho no es desatinado. Pero y si se me acercan


Epicuro o Leucólofo y me dicen «¡papaíto!», ¡qué horror si lo
oigo!

Crem es

Pues hay algo mucho más espantoso que eso.

B l é p ir o

¿Qué es?
372 COMEDIAS

C rem es

Que te diera un beso el cerdo de Arístilo28, diciendo que eres su


padre.

B l é p ir o

Gemidos y llantos le costaría eso.

Crem es

Sí, sí, pero tú saldrías oliendo a perfume de calamento29.

Praxágora

650 De todos modos, ése nació antes de salir el decreto, así que no
hay miedo de que te bese.

B l é p ir o

Te digo que lo habría pagado caro. ¿Y quién va a cultivar la tierra?

Prax á g o r a

Los esclavos. Tu único cuidado será ir a la cena hecho un brazo


de mar cuando la sombra mida diez pies.

B l é p ir o

¿Y cómo podrán conseguirse los mantos, que también ese punto


puede preguntarse?

Pr a x á g o r a

Por ahora tendréis los que tenéis; los demás os los tejeremos no­
sotras.

28 Los escolios no dicen nada del Epicrates del v. 630 ni de los Epicuro y Leu-
cólofo recién nombrados; de Arístilo dicen tan sólo que era un individuo infame.
Van Leeuwen, citando a P l u t a r c o , Moralia, 317, dice que era de esa clase de
personas cuyos besos dan miedo a su padre.
29 Planta de desagradable aroma, cuya combustión hacia huir a las serpientes.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 373

B l é p ir o

La última pregunta: ¿Qué pasará si uno pierde un juicio ante los


magistrados? ¿De dónde sacará dinero para pagar las costas judi­
ciales? No parece justo que lo saque del fondo común.

Praxágora

Sabe antes que nada que no habrá juicios.

B l é p ir o

Eso que has dicho acabará contigo.

Crem es

Yo también me incluyo en esa opinión.

Pr axág o ra

¿P u e s p o r qu é tie n e q u e h a b er lo s, d e sg r a c ia d o ?

B l é p ir o

Por múltiples causas, por Apolo, pero sobre todo por una, desde
luego: que un deudor niegue su deuda.

Prax á g o r a

¿Y de dónde puede sacar dinero el prestamista si todo está en el


fondo común? Resulta evidente que lo habrá robado.

Crem es

Sí, por Deméter, son buenas tus enseñanzas.

B l é p ir o

Pues que se me aclare ahora esto: ¿De dónde van a sacar para pa­
gar la multa por malos tratos los que sacuden a otros cuando se
insolentan después de cenar opíparamente?
374 COMEDIAS

Pr ax á g o r a

De las propias gachas de que se alimentan, que cuando uno de


ésos se vea sin ellas, no volverá a sulfurarse otra vez por cual­
quier bobada al sufrir castigo en su propio estómago.

B l é p ir o

¿Y no habrá ladrones?

P raxágora

¿Cómo van a robar algo de lo que son condueños?

B l é p ir o

¿Ni desplumarán a la gente de noche?

C rem es

No, es decir, si duermes en casa.

Praxágora

Y lo mismo si lo haces fuera, que es lo que pasaba antes, pues t


670 dos tendrán la vida resuelta. Pero si a pesar de todo uno quiere
afanarle el manto a otro, éste se lo dará con gusto. ¿Qué falta le
hace pelear por lo suyo, si yendo al depósito común se va a llevar
uno mejor que el de antes?

B l é p ir o

¿Y no van a jugar los hombres a los dados?

P raxágora

¿Qué apuesta podrían cruzar?

B l é p ir o

¿Y qué tipo de vida vas a establecer?


LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 375

Pr axág o ra

Una vida igual para todos: os digo que voy a convertir la ciudad
en una única vivienda, derribándolo todo hasta conseguir una
única morada, de modo que todos puedan pasar adonde estén
los otros.

B l é p ir o

¿Y dónde servirás la cena?

Prax á g o r a

Convertiré en comedores todos los tribunales y pórticos.

B lé p ir o

¿Y para qué te servirá la tribuna?

Pr a x á g o r a

Allí pondré las crateras y los cántaros de agua, y los jovencitos


podrán alabar desde allí a los valientes en la guerra, y si alguno
se ha portado como un cobarde, lo pondré allí para que no coma
de vergüenza.

B l é p ir o

¡Sí, por Apolo, qué gracioso! ¿Y a qué fin dedicarás las urnas? 680

P raxágora

Las pondré en el ágora, y después, plantándome al lado de la


estatua de Harmodio, sortearé entre todos hasta que cada cual,
habiendo sacado su letra, se marche contento sabiendo dónde le
corresponde cenar30. Y un heraldo proclamará que los de la Beta

30 De esta manera se hacía el sorteo de los tribunales en que debía actuar cada
heliasta. Praxágora aprovecha para hacer una broma, procurando que cada letra
mencionada indique un lugar cuya primera letra sea ésa, cosa que, naturalmente,
es ajena al verdadero sorteo parodiado.
376 COMEDIAS

le sigan para cenar en el pórtico Basilico; los de la Theta, al que


está a su lado31 y que los de la Kappa se dirijan al pórtico de los
«Kereales».

B l é p ir o

¿Para hartarse?

Praxágora

No, por Zeus, para cenar allí.

B l é p ir o

Pero si a alguno no se le ha sacado la letra para cenar lo echarán


de todas partes.

Pr a x á g o r a

690 Eso no va a ocurrir entre nosotras. A todos les daremos de todo


sin roñosería, hasta el punto de que cada cual, recogiendo su an­
torcha, se levantará borracho, con corona y todo. Y en las sali­
das, las mujeres saldrán al encuentro de los recién cenados y les
dirán: «Ven a mi casa, que hay una chica preciosa». «También en
la mía», dirá otra desde la terraza, «guapísima y blanquísima,
700 pero antes que con ella tienes que acostarte conmigo». Y yendo
en pos de los jóvenes y guapos, los mequetrefes les dirán más o
menos: «¡Eh, tú! ¿Adonde vas tan deprisa? De todas formas no
ganas nada con llegar antes: según la ley, los feos y chatos jode­
mos primero y mientras, vosotros, echándoos mano a las bello-
710 tas, podéis haceros una paja en el portal». Venga, dime ahora, ¿os
gusta eso?

B l é p ir o y C r e m e s

¡Muchísimo!

31 Se refiere al templo dedicado al héroe Teseo, el Theseion.


LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 377

Pr axág o ra

En ese caso tengo que ir al ágora para recibir lo que vaya llegan­
do; llevaré conmigo una heralda, cualquiera que tenga buena voz:
soy yo la que tiene que ocuparse de ello, ya que he sido elegida
para gobernar. He de preparar la comida en común para que ya
hoy os deis el primer atracón.

B l é p ir o

O sea, que ya tendremos banquete.

Pr a x á g o r a

Te lo digo yo. Por otra parte, quiero acabar con las putas sin dejar
ninguna.

B l é p ir o

¿Para qué?

Crem es

Eso si que está claro: para que estas otras tengan la flor y nata de
los jóvenes.

Pr a x á g o r a

También es preciso que las esclavas no se compongan mucho y


que no priven del disfrute del amor a las mujeres libres. Que se
acuesten sólo con los esclavos, con el coño sin un solo pelo,
como su túnica32.

B l é p ir o

Ea, allá que me voy contigo, bien a tu ladito, para que todo el
mundo me vea y digan de mí: «¿No os parece admirable ése, el ma­
rido de la jefa?».

32 El tejido de la túnica de los esclavos no debía de ser de buena calidad, sino


muy poco tupido, de ahí la comparación.
378 COMEDIAS

(Todos se van y enseguida sale Cremes, acompañado


de dos esclavos que transportan una serie de cachiva­
ches)

Crem es

730 Voy a inventariar mi hacienda para llevar mis enseres al ágora.


Ven acá tú, precioso, cedazo mío, el primero de mis bienes; sal
de mi casa con garbo para que sirvas de cesto, por muy molido
que estés de haberte volteado muchos sacos míos; ¿dónde está
la portadora de la silla? Marmita, ven aquí, por Zeus. ¡Qué ne­
gra! ¡Ni que hubieras estado cociendo el potingue con el que
Lisícrates se tiñe el pelo! Ponte junto a éste; ven tú aquí, don­
cella de tocador; y tú, portadora del cántaro, trae ese cántaro
740 acá; y tú sal de ahí, tocacítaras, que bien de veces me has le­
vantado para ir a la Asamblea de noche a deshora por sonar con
el tonillo matutino. El que ha cogido la marmita, que avance;
tráete los tarros de miel, pon cerca los ramos de olivo y saca
también los dos trípodes y la aceitera. El puchero y los demás
cachivaches dejadlos ya.

U n H om bre

¿Voy a entregar yo lo mío? Un infeliz seré en ese caso, y con


muy poca cabeza. No, por Posídón, jamás de los jamases. Voy
antes que nada a reflexionar y a considerar el asunto desde to-
750 dos los ángulos, pues no voy a tirar por la borda tan tontamen­
te mis sudores y ahorros por cosa de nada, sin saber antes cómo
está todo el asunto. (Ve a Cremes) ¡Oye, tú! ¿A qué vienen to­
dos esos trastos; los has sacado porque estás de mudanza o los
llevas a empeñar?

Crem es

Ni lo uno ni lo otro.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 379

H om bre

¿Por qué entonces están así en fila; no será que los enviáis en pro­
cesión a Hierón el heraldo33?

Crem es

No, por Zeus, iba a hacer entrega de ellos a la ciudad, llevándolos


al ágora conforme a las leyes decretadas.

H om bre

¿Que ibas a entregarlos?

Crem es

Como lo oyes.

H om bre

Entonces eres un infeliz, por Zeus Salvador. 760

C rem es

¿Cómo?

H o m b iœ

¿Cómo? Bien fácil.

Crem es

¿Pues qué, no tengo que someterme a las leyes?

H om bre

¿A cuáles, desgraciado?

C rem es

A las decretadas.

33 Este heraldo era el que pregonaba las subastas de enseres.


380 COMEDIAS

H om bre

¿A las decretadas? ¡Buen memo estás hecho!

Crem es

¿Memo?

H om bre

¡Hombre claro! El más simple de todos los simples, desde luego.

Crem es

¿Porque hago lo ordenado?

H om bre

¿Es que el hombre sensato ha de hacer lo que se le ordena?

Crem es

Ese más que ninguno.

H om bre

Tú dices el gilipollas.

Crem es

¿Y tú, no piensas hacer el depósito?

H om bre

770 Me guardaré mucho, antes de ver qué decide la mayoría.

Crem es

¿Qué otra cosa podrán decidir sino aprestarse a entregar sus


bienes?

H om bre

Me convenzo en cuanto lo vea.


LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 381

Crem es

Al menos eso es lo que dicen en los caminos.

H om bre

Sí, sí, lo dirán.

Crem es

Y afirman que cogerán sus cosas y las llevarán.

H om bre

Sí, sí, lo afirmarán.

C rem es

Me estás jodiendo con tanta desconfianza.

H om bre

Sí, sí, desconfiarán.

C rem es

¡Que Zeus te haga pedazos!

H om bre

Sí, sí, te harán pedazos. ¿Es que piensas que alguien que esté en
su sano juicio va a llevar algo? No es ésa nuestra costumbre an­
cestral; al contrario, recibir es lo único que tenemos que hacer,
por Zeus, lo mismito que los dioses. Podrás comprobarlo si te fi- 780
jas en las manos de sus imágenes que, cuando les suplicamos que
nos den sus bienes, están tiesas, tendiendo las palmas hacia arri­
ba, no en actitud de dar algo, sino de recibirlo ellos.

Crem es

Demonio de hombre, déjame a mí hacer algo útil. (A sus servido­


res) Hay que atar todo eso. ¿Dónde está mi correa?
382 COMEDIAS

H om bre

¿De veras vas a llevarlo?

C rem es

Que sí, por Zeus. Y para que no lo dudes, estoy atando estos dos
trípodes.

H om bre

¡Qué locura, no esperar a ver qué hacen los demás, y luego ya...!

Crem es

¿Ya entonces qué hacer?

H om bre

Volver a esperar, y luego dejar aún pasar el tiempo.

Crem es

¿Para qué?

H om bre

Por si hay un terremoto —pasa muchas veces— o un fuego de


mal agüero, o por si pasa saltando una comadreja. ¡Dejarían de lle­
varlo, que tú estás tronado34!

Crem es

¡Pues sí que tendría gracia que no encontrara dónde dejar todo


esto!

34 Salvando la exageración cómica, no miente este ateniense. Un caso de esa


naturaleza relata T u c íd id e s , V 45: la Asamblea estaba a punto de aprobar un pe­
ligroso pacto con Argos y un ligero temblor de tierra hizo que se suspendiera la
sesión. El pacto se sancionó en la siguiente.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 383

H om bre

¿Que no ibas a encontrar dónde? Tranquilo, podrás dejarlo aun­


que llegues pasado mañana.

Crem es

¿Por qué?

H om bre

Yo sé que éstos votan muy deprisa, pero luego rechazan todo lo


que se decreta.

C rem es

Llevarán sus cosas, compadre.

H om bre

¿Y si no las transportan, qué?

Crem es

Descuida, las transportarán. 800

H om bre

¿Y si nos molestan, qué?

Crem es

Nos pelearemos con ellos.

H om bre

¿Y si nos pueden, qué?

C rem es

Dejaré lo que llevo y me iré.

H om bre

¿Y si lo venden, qué?
384 COMEDIAS

Crem es

¡Así revientes!

H om bre

¿Y si reviento, qué?

Crem es

Harás muy bien.

H om bre

¿Y tú seguirás empeñado en llevarlo?

Crem es

Yo sí, pues además veo a mis vecinos llevando sus cosas.

H om bre

Seguro que Antístenes sí que las soltará, pues lo que mejor le


vendría a ése es estar cagando más de treinta días.

Crem es

¡Muérete!

H om bre

810 ¿Y el pobre Calimaco, el maestro de coros, aportará algo?

Crem es

Seguro que m á s que C a lía s35.

H om bre

Tú estás dispuesto a perder tu hacienda.

35 Tenía fama de ser el hombre más rico de Atenas, pero los sicofantas y la
mujeres (cf. Av. 286) le habían arruinado.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 385

Crem es

Fuerte es lo que dices.

H om bre

¿Por qué fuerte? Como si no supieras que siempre pasa lo mismo


con los decretos. ¿No te acuerdas de aquel que se decretó sobre
la sal?

Crem es

Sí me acuerdo.

H om bre

¿Y del que votamos sobre aquellas monedas de bronce, te


acuerdas?

C rem es

Y bien mal que me fue a mí aquella acuñación, que habiendo


vendido unas uvas me marché con la boca llena de monedas de
bronce, y cuando estaba yo sujetando mi saco llegó el heraldo 820
voceando que nadie en adelante aceptase monedas de bronce:
«¡ ... pues usamos monedas de plata!».

H om bre

¿Y no asegurábamos todos recientemente que la ciudad iba a sa­


car quinientos talentos del impuesto de la cuadragésima parte de
los bienes particulares que procuró Eurípides36? Al principio
todo el mundo cubría de oro a Eurípides: pero luego, cuando tras
reflexionar les pareció que aquello era el mismo cuento de siem­
pre y que la medida no bastaba, todo el mundo esta vez cubría de
pez a Eurípides.

36 No se trata del poeta, sino de un individuo desconocido. Los escolios atri­


buyen a ese personaje la propuesta, pero Van Leeuwen no está muy convencido de
la veracidad de la noticia.
386 COMEDIAS

Crem es

830 Pero no es lo mismo, amigo. Entonces gobernábamos nosotros, y


ahora las mujeres.

H om bre

De quienes me guardaré mucho, por Posidón, no sea que me


meen encima.

Crem es

No sé que tonterías estás diciendo. Tú, esclavo, trae las pari­


huelas.
(Aparece una mujer-heraldo con el anuncio oficial de la
cena común)

Heralda

Ciudadanos todos — así están las cosas ahora— , acudid. Daos


prisa; id al punto con nuestra estratego para que el azar os asigne
en el sorteo a cada uno el lugar en el que cenará. Las mesas ya es-
840 tán repletas de todos los manjares y sobre los lechos hay ya pe­
llejos y alfombras a montones. Ya se está haciendo la mezcla en
las crateras y las de los perfumes están de pie y en fila; ya se es­
tán oreando las rodajas de pescado; se ensartan liebres en bro­
chetas; se están cociendo los pasteles y tejiendo las coronas; se
asan golosinas. Las más jóvenes pondrán a hervir las cazuelas de
puré y Esmeo, en medio de ellas con su equipo de jinete comple­
to, va limpiando a fondo los chismes de las mujeres37. Ya acude
850 Gerón, riendo a carcajadas con otro mozalbete38; sus zapatos es­
tán para el arrastre, y el manto, tan usado como para tirarlo. Ve­
nid al banquete, que ya está en su puesto el que reparte el pan. Va­
mos, id abriendo las mandíbulas.

37 Ambiguo, doble sentido.


38 Paradoja muy del gusto del poeta: Gerón quiere decir anciano.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 387

H om bre

En ese caso voy sin dudarlo. ¿Cómo me voy a quedar aquí para­
do cuando la ciudad ordena ir al banquete?

C rem es

¿Y adonde crees que irás tú, sin haber hecho entrega de tus
bienes?

H om bre

A la cena.

Crem es

No te lo crees ni tú, al menos si las mujeres no están locas. Ten­


drás que soltar tus cosas primero.

H om bre

Pues bien, las soltaré.

Crem es

¿Cuándo?

H om bre

Por mi parte no habrá obstáculos, amigo.

C rem es

No entiendo.

H om bre

Te digo yo que otros entregarán sus cosas después de mí.

C rem es

¿Y pese a todo piensas ir a cenar? 860


388 COMEDIAS

H om bre

(Con cinismo) ¿Pues qué puedo hacer? Las buenas personas te­
nemos que colaborar con la ciudad en la medida de lo posible.

Crem es

Y si te lo impiden, ¿qué?

H om bre

Agacharé la cabeza y entraré a la carga.

Crem es

Y si te dan de latigazos, ¿qué?

H om bre

Las llevaremos ajuicio.

Crem es

Y sí se cachondean de ti, ¿qué?

H om bre

Me planto en la puerta y...

Crem es

¿Y qué, dime?

H om bre

Arrebataré los manjares a los que los llevan.

Crem es

Ven entonces detrás, y vosotros dos cargad con todas mis propie­
dades.

H om bre

Un momento, que te ayudo.


LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 389

Crem es

¡No y mil veces no, que me da miedo que ante la jefa, cuando esté 870
haciendo yo entrega de mis bienes, trates de hacer creer que son
tuyos!
(Se van Cremes y los suyos)

H om bre

Por Zeus, necesito de alguna artimaña para conservar los bienes


que tengo, sin dejar de participar de algún modo con éstos en lo que
se está cociendo. (...) Ya está, creo que lo tengo: hay que ir a ce­
nar donde éstos y sin perder un momento. (Se va)
(La escena cambia. Ahora representa una calle con puer­
tas y ventanas por las que irán apareciendo las sucesivas
mujeres.)

V ie ja 1

¿Cómo es que no acaban de llegar los hombres? Hora es ya hace


tiempo. Y mientras, yo aquí, de guardia, mano sobre mano, com­
pletamente emperifollada y con mi túnica de color azafrán, tara- 880
reando una canción para mis adentros y ensayando cómo rodearé
con mis brazos a cualquier hombre que caiga por aquí. ¡Oh Mu­
sas, venid aquí a mi boca e inspiradme alguna cancioncilla jonia!

M uchacha

Esta vez sí que me has tomado la delantera en asomarte, podrida.


Te creías que por no estar yo aquí presente ibas a vendimiar una
viña sin guarda y a atraerte a alguien con tus canciones. Pues si
tú haces eso, yo también me pondré a cantar, porque, aunque fas­
tidie a los espectadores, no deja de tener su gracia y su encanto.

V ie ja 1

(Con un gesto obsceno) ¡Habla con éste y lárgate! Y tú, flautista, 890
cariño, toma tu flauta y acompaña con sus sones una canción dig­
na de ti y de mí:
390 COMEDIAS

el que quiera sentir cosa buena,


que se acueste conmigo:
no está el buen oficio en las jóvenes,
sino en las maduritas.
Sin duda, ninguna querría más que yo
amar al amante con el que me uniera
y sólo a él,
sino que pronto alzarían el vuelo en pos de otro.

M uchacha

900 No tengas envidia a las jóvenes.


Su encanto reside
en sus tiernos muslos
y florece en sus manzanas.
En cambio tú, vejestorio, así depilada
y emperifollada
eres una novia perfecta para la muerte.

V ie ja 1

Así se te desvíe el agujero


y se te caiga la cama
cuando quieras que te echen un polvo,
y en el lecho una serpiente
abraces
910 cuando quieras que te besen.

M uchacha

¡Ay, ay! ¿Qué va a ser de mí?


No viene mi amante,
y eso que estoy aquí bien sola
pues mi madre se ha ido a otra parte.
D e lo demás, después de esto, ya no tengo que decir
[nada.
Anda, abuelita, por favor,
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 391

acude al salido de Ortágoras39, a ver si puedes


sacar provecho de estar cachonda,
te lo ruego.

V ie ja 1

Ya estás loca, desgraciada,


porque te hurguen al modo de Jonia;
también me parece que quieres
que te chupen, como hacen en Lesbos40',
pero nunca podrás robarme mis encantos
ni destruir o arrebatarme mi lozanía.

M uchacha

Canta cuanto quieras y acecha como una gata.

V ie ja 1

Es que nadie entrará en tu casa antes que en la mía.

M uchacha

Para mi entierro no, desde luego. ¡Qué corte, eh, podrida!

V ie ja 1

En absoluto.

M uchacha

Claro, ¿qué se podría decir para sorprender a una vieja?

V ie ja 1

No es mi vejez la que te hará sufrir.

39 Es un nombre parlante inventado. Su primera parte orthós se refiere a la


erección del miembro viril, lo que justifica nuestro adjetivo «salido». El nombre
completo significa aproximadamente «consolador».
40 Véase al respecto A n a c r e o n t e , P.M.G. 358.
392 COMEDIAS

M uchacha

¿Entonces qué? ¿Tu colorete y tu albayalde quizá?

V ie ja 1

930 ¿Por qué me hablas?

M uchacha

¿Y tú por qué estás al acecho?

V ie ja 1

¿Yo? Canto para mis adentros a Epigenes, mi amigo41.

M uchacha

¿Tienes acaso algún amigo aparte de Vejestorio? (A lo lejos se ve


a un joven que se acerca tambaleándose, borracho)

V ie ja 1

Él te lo dirá, que pronto vendrá a mi casa, pues ya está aquí en


persona.

M uchacha

No es de ti de quien tiene ése necesidad...

V ie ja 1

Sí, por Zeus.

M uchacha

¡Vieja chupada...! Él te lo va a decir enseguida, que lo que es yo,


me retiro.

41 No se sabe quién es; puede que se trate de algún guapo mozo de la époc
como en otro tiempo lo fueran Alcibiades y el Demo citado en Las avispas, 98.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 393

V ieja 1

Y yo también, para que veas que tengo mucho más orgullo que tú.

Jo v e n

(<Canturreando) ¡Ojalá me fuera permitido


acostarme al lado de esa joven
y no tuviera que tirarme antes
a alguna vieja o chata! 940
¡Eso es algo que un hombre libre
no puede soportar!

V ie ja 1

(Desde dentro) Pues aunque sea gimiendo


te la tirarás; que no son éstos
los tiempos de Maricastaña42.
Que en esto se haga conforme a la ley
es lo justo.
¡Para eso estamos
en una democracia!
...Mepondré a vigilar lo que haces.

Jo v e n

¡Oh dioses, ojalá me encontrara con la hermosa sola; en su bus­


ca, bebido, vengo! ¡Hace ya tiempo que la deseo!

M uchacha

(Desde su casa) Conseguí engañar a la maldita vieja. Ya se ha lar­


gado, creyendo que yo me iba a quedar dentro. ¡Eh, ahí está ése 950
del que ahora hablábamos!

42 Los escolios no indican a qué se refiere el nombre de Caríxena que apare­


ce en el original. Suponemos que se trata de una forma de aludir a tiempos remo­
tos e imprecisos.
394 COMEDIAS

Ven aquí, ven aquí,


amor mío; acércate aquí
a mi lado y acuéstate conmigo.
Pasemos la noche juntos,
que estoy completamente loca de amor
por esos tus rizos.
Un ardiente deseo me está ahogando
y mis entrañas va desgarrando.
Libérame, Eros, te lo suplico,
y haz que ese hombre
llegue a mi cama.

Jo v e n

960 Ven aquí, ven aquí


amor mío; sal tú también
a la carrera y ábreme esa puerta,
o caeré al suelo y quedaré tendido.
No deseo eso, sino en tu regazo
librar batallas con ese culo tuyo.
¡Oh diosa Cipris, por qué me vuelves loco por ella!
Libérame, Eros, te lo suplico,
y haz que esa hembra
llegue a mi cama.
...También eso, pese a todo, está dicho con mesura, comparado
con mi pasión
970 Y tú, amorcito, ¡ay!, por favor,
ábreme, abrázame: por ti penas siento.
¡Oh preocupación mía recamada en oro, retoño de
[Cipris,
abeja de las Musas, criatura de las Gracias, imagen del
[placer,;
ábreme, abrázame:
por ti penas siento!
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 395

V ie ja 1

(Saliendo de su casa) ¡Eh tú! ¿Por qué llamas a la puerta, me es­


tás buscando?

Jo v e n

¡De qué!

V ie ja 1

A mi puerta bien que golpeabas.

Jo v e n

Que me muera si así es.

V ie ja 1

¿A quién has venido a buscar entonces, antorcha en mano?

Jo v e n

Estoy buscando a una persona de Villapajas43.

V ie ja 1

¿A quién?

Jo v e n

A Telameto, a quien probablemente tú esperas, ¿no?.

V ieja 1

Por Afrodita, si quieres como si no.

43 En el original dice Anaflisto, un demo del Ática, cuyo nombre recuerda


al verbo anaphláo, masturbarse, lo que explica nuestra traducción. En cuanto al
Telameto que aparece a continuación es un nombre ficticio, formado mediante
la combinación del verbo binéo, fornicar, y el pronombre de 2" persona actuando
como complemento directo de aquél.
396 COMEDIAS

Jo v e n

No estamos introduciendo ahora las causas de más de sesenta


años: las hemos dejado para otra ocasión. Por el momento nos
ocupamos de las que caen dentro de los veinte.

V ie ja 1

Así era en efecto en tiempos del gobierno anterior, encanto; aho­


ra en cambio el decreto decreta que se nos introduzca a nosotras
primero.

Jo v e n

Siempre que uno quiera, según las normas del juego de dados.

V ie ja 1

Entonces no cenas, según las normas del juego de dados.

Jo v e n

No entiendo lo que dices. Esa (señala la de la muchacha) es la


puerta que tengo yo que sacudir44.

V ie ja 1

990 Desde luego, siempre que primero sacudas la mía.

Jo v e n

Es que por ahora no necesito ninguna criba.

V ie ja 1

Sé que me deseas; lo que pasa es que te sorprendes de encontrar­


me a la puerta. Vamos, trae acá esa boca.

44 Las palabras del joven están cargadas de doble sentido. Primero fue el in­
troducir, en sentido sexual o judicial; ahora son las puertas, sobre cuya utilización
en sentido sexual cf. Lis. 1163, y el verbo sacudir, golpear.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 3 97

Jo v e n

(Buscando un medio hábil de escapar) No, amiga, tengo miedo


de tu amante.

V ie ja 1

¿Qué amante?

Jo v e n

El mejor de los pintores.

V ie ja 1

¿Y quién es ése?

Jo v e n

El que pinta figuras en los lecitios para los muertos. Anda, vete,
no sea que te vea en la puerta.

V ie ja 1

Ya sé, ya sé lo que quieres.

Jo v e n

También sé yo lo que quieres tú, por Zeus.

V ie ja 1

(Abrazándolo) ¡No, por Afrodita que me dio la suerte en el sor- íooo


teo, yo no te soltaré!

Jo v e n

Tú deliras, viejezuela.

V ie ja 1

Estás de broma; yo te llevaré a mi catre.


398 COMEDIAS

Jo v e n

¿Por qué preciso motivo compramos ganchos para las cántaras si


con echar al fondo una vieja como ésta llenaríamos a rebosar to­
das nuestras cántaras de agua de pozo?

V ie ja 1

No te burles de mí, infeliz. Vamos, sígueme a mi casa.

Jo v e n

No tengo obligación de hacerlo, si no has entregado a la ciudad la


quingentésima parte de lo mío.

V ie ja 1

Sí, por Afrodita, habrá que hacerlo sin remedio, que yo gozo una
barbaridad acostándome con jóvenes de tu edad.

Jo v e n

1010 A mí, por el contrario, me jode hacerlo con las de la tuya. No me


convencerás.

V ie ja 1

Bien, por Zeus, esto te convencerá.

Jo v e n

¿Y que es eso?

V ieja 1

Un decreto conforme al cual tú tienes que entrar en mi casa.

Jo v e n

Léelo de una vez, a ver qué es.

V ie ja 1

Naturalmente que te lo leo:


LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 399

«Las mujeres han decretado que si un hombre joven desea a


una muchacha, no se la tire antes de que haya tumbado primero
a una vieja. Y si no quiere tirársela antes, sino que sigue enco-
ñado con la joven, será lícito a las mujeres de edad arrastrarle 1020
impunemente, agarrándole del clavo».

Jo v e n

¡Ay de mí; hoy voy a convertirme en el tumbador Procrustes45!

V ie ja 1

No hay más remedio que obedecer a nuestras leyes.

Jo v e n

¿Y qué pasa si viene a rescatarme algún paisano o algún amigo


mío?

V ie ja 1

Ya no es lícito que ningún hombre posea más de un medimno.

Jo v e n

¿Y no me es posible sacudirme el muerto prestando un juramento?

V ie ja 1

No valen regates.

Jo v e n

Alegaré que soy comerciante46.

45 Uno de los malvados a los que dio muerte Teseo. El tal Procrustes obliga­
ba a los caminantes que pasaban junto a su casa a entrar en ella, y una vez allí los
tendía en un lecho y cortaba lo que sobresalía de él o estiraba los miembros de su
víctima hasta que las medidas de aquélla y las del lecho coincidían exactamente.
46 Mediante semejante alegación — sujeta a comprobación, naturalmente—
los atenienses se libraban de ser alistados en el ejército.
400 COMEDIAS

V ie ja 1

Entonces te costará lágrimas.

Jo v e n

En ese caso, ¿qué debo hacer?

V ie ja 1

Venir conmigo a mi casa.

Jo v e n

¿No tengo más remedio?

V ie ja 1

Esto es tan obligatorio como lo de Diomedes47.

Jo v e n

1030 Entonces extiende en primer lugar una capa de orégano, arran­


ca y pon en el suelo cuatro sarmientos, cíñete de bandas la cabe­
za, pon al lado los vasos funerarios y deja en el suelo delante de
la puerta el cacharro con agua.

V ie ja 1

Por cierto, tendrás que comprarme además una corona.

Jo v e n

Claro que sí, por Zeus, con tal de que sea de cera, pues creo que
en cuanto estemos dentro te me vas a caer a cachos.

M uchacha

(iSaliendo de su casa) ¿Adonde arrastras a ése?

47 Este otro personaje obligaba a sus huéspedes a acostarse con sus hijas y lo
hacia devorar por sus yeguas en caso de negativa. Heracles en uno de sus doce tra­
bajos le aplicó el mismo tratamiento.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 401

V ie ja 1

Me lo llevo a mi casa, que es mío.

M uchacha

Porque estás loca, ya que siendo tan joven no está en edad de


acostarse contigo, que mejor podrías ser su madre que su mujer. 1040
Así que si imponéis definitivamente esa ley, vais a llenar todo el
país de Edipos.

V ie ja 1

Despreciable mujer, la envidia te ha hecho encontrar esas pala­


bras, pero yo te lo haré pagar. (Se retira)

Joven

Por Zeus Salvador, gran favor me has hecho, dulcísima joven,


apartando de mí a esa vieja. Así que en respuesta yo te daré esta
noche una prueba de gratitud bien grande y gorda. (Emprenden
camino hacia la casa de la chica)

V ie ja 2

¡Eh, tú! ¿Adonde lo arrastras, transgrediendo la presente ley, que 1050


al pie de la letra dice que ése tiene que acostarse primero conmigo?

J oven

(Volviéndosey viendo a la vieja) ¡Desdichado de mí! ¿De dónde


sales? ¡Mala muerte te lleve! Este mal es más mortal que aquel
otro.

V ie ja 2

Ven aquí.

Joven

(A la chica, que se marcha asustada) ¡No consientas de ningún


modo verme arrastrado por ésta, te lo suplico!
402 COMEDIAS

V ie ja 2

No soy yo, sino la ley, quien te arrastra.

J oven

¿La ley? No, a mi no, sino Empusa48 cubierta de pústulas sangui­


nolentas.

V ie ja 2

Vamos ya, blandengue, ven de una vez y no hables tanto.

Joven

Anda, déjame antes que nada ir a un retrete para recuperar mi va-


1060 lor, porque si no aquí mismo me vas a ver cagarme de miedo.

V ie ja 2

Valor, en marcha, ya cagarás dentro.

J oven

Es que temo hacerlo en mayor cuantía de lo que deseo. ¿Qué te


parece si te dejo dos fiadores dignos de crédito?

V ie ja 2

No me los dejes. (La vieja se lleva al chico hacia su casa)

V ie ja 3

¡Eh, tú! ¿Adonde vas con ésa?

48 Los griegos creían en unos cuantos genios maléficos y terroríficos. Empus


y Lamia son los de más frecuente aparición en las comedias de Aristófanes, pero
junto a ellas hay otros como Gorgo, Mormo, Gelo y Efialtes. Sus cometidos y ac­
titudes abarcan el susto, la pesadilla nocturna, el asesinato truculento y el rapto. De
todos ellos sólo Efialtes, genio de las pesadillas, es un hombre, en tanto que todas
las demás son mujeres, aunque la Lamia tiene testículos varoniles. A diferencia de
esto, nuestros asustanifios correspondientes: el coco, el tío Camuñas, el ogro, el
hombre del saco, el sacamantecas y la bruja son mayoritariamente masculinos.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 403

Jov en

Sí yo no voy: me arrastran; pero tu, quienquiera que seas, ojalá te


sucedan toda clase de venturas, porque no has consentido que me
hagan polvo. (Se da la vuelta y la ve) ¡Oh Heracles, Panes, Cori-
bantes y Dioscuros, pero si este horror es otra vez mucho más fu­ 1070
nesto que el anterior! Pero, por favor, ¿qué extraño engendro es
éste? ¿Es acaso una mona rebozada en albayalde o una vieja que
ha resucitado de entre la legión de los muertos?

V ie ja 3

(La vieja agarra al joven por un brazo) No te burles de mí; más


bien, ven aquí.

V ie ja 2

(Aferrándose al otro brazo) Te digo que aquí.

V ie ja 3

Te digo que no te soltaré nunca.

V ie ja 2

Pues yo tampoco.

Joven

¡Que me descuartizáis, mala muerte os lleve!

V ie ja 2

Tú tenías que haber venido conmigo, según la ley.

V ie ja 3

No, si aparecía otra vieja más fea todavía.

Jov en

¿Y si primero muero de mala muerte a vuestras manos, cómo po­ 1080


dré llegar al lado de aquella hermosura?
404 COMEDIAS

V ie ja 3

Eso es problema tuyo; lo que tienes que hacer es lo que yo


digo.

J oven

¿A cuál de las dos me tengo que tirar primero para quedar libre?

V ie ja 2

(Tirando de él) ¿No lo sabes? Vendrás aquí.

Jov en

Que me suelte ésta entonces.

V ie ja 3

¡Aquí, aquí y aquí: conmigo!

Joven

Que me suelte esta otra.

V ie ja 2

Que no te suelto, por Zeus.

V ie ja 3

Pues yo tampoco.

Joven

Ibais a ser tremendas si fueseis barqueras.

V ie ja 2

¿Por qué?

Joven

Porque tirando las dos a la vez de los pasajeros, les arrancaríais la


piel a tiras.
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 405

V ie ja 3

Calla y ven aquí.

V ie ja 2

No, por Zeus, ahí no: conmigo.

Jo v e n

Esta situación se ajusta exactamente al decreto de Canono: yo


tengo que joder partido en dos mitades49. ¿Cómo voy a poder en- 1090
tonces manejar el remo con estas dos a la vez?

V ie ja 3

Fácilmente, en cuanto te comas una cazuela de cebollas.

Jo v e n

¡Ay de mí, infeliz; ya estoy cerca de la puerta hacia la que me


arrastran!

V ie ja 2

(A su rival) No te servirá de nada: yo me precipitaré dentro con­


tigo.

Jo v e n

¡No, por los dioses, que es mejor estar con un solo monstruo que
con dos!

V ie ja 3

Sí, por Hécate, lo mismo si quieres que si no quieres.

49 Estipulaba que los acusados en procesos de eisangelia (diversos tipos de


delitos de carácter político, que se suponía que atentaban contra la seguridad
del Estado) habían de defenderse atados por los dos brazos. J e n o f o n t e (Heléni­
cas I 7, 20) añade que a los condenados en esos procesos se les confiscaban los
bienes y se les arrojaba al barranco Báratro.
406 COMEDIAS

Jo v e n

(Antes de desaparecer por la puerta) ¡Oh tres veces desgraciado,


1100 que tengo que joder sin parar día y noche a una vieja sarnosa y
luego, cuando consiga librarme de ella, me espera otra Friné con
un lecitio junto a las mandíbulas! ¿No soy un desgraciado o, me­
jor aún, un hombre de mala suerte a quien el destino le ha gasta­
do una broma pesada, yo, que me veré encerrado junto a unas
fieras de esa calaña? Pese a todo, si, como sucede a menudo, me
pasa algo por venir aquí a navegar traído por esas dos furcias, que
se me entierre en la misma boca del canal y que se ponga a ésta
1110 en lo alto de mi túmulo tras rociarla viva de pez y luego, vertien­
do plomo fundido sobre sus pies, alrededor de sus tobillos, po­
nedla bien derecha, como si fuera una vasija funeraria...
(La escena vuelve a ser otra vez la del comienzo de la
obra)

C r ia d a

(Viene del banquete y está un poco bebida; la acompañan dos jó ­


venes) Oh pueblo feliz, tierra afortunada, felicísima mi señora y
todas vosotras cuantas estáis plantadas al pie de vuestra puerta
y también todos los vecinos y ciudadanos y yo además de ellos,
yo, la sirvienta, que me he perfumado la cabeza a conciencia con
magníficos perfumes, oh Zeus. Pero infinitamente mejores que
1120 todos esos perfumes son las anforitas de Tasos, pues su aroma
permanece sobre la cabeza mucho tiempo, en tanto que los otros
pierden su flor y se volatilizan por completo, así que son mucho
mejores, muchísimo, sin duda, oh dioses. Haz una mezcla de
vino puro: nos tendrá alegres toda la noche, si acertamos en la
elección del que tenga mejor aroma. Pero mujeres, decidme dón­
de está mi señor, el marido de mi dueña.

C o r if e o

Nos parece que lo encontrarás si te quedas aquí. (Aparece Blépi-


ro en la ventana de su casa)
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 407

C r ia d a

Así es, que aquí aparece para la cena. Señor, bienaventurado y


tres veces dichoso.

B l é p ir o

¿Es a mí? 1130

C r ia d a

Tú, claro, por Zeus, como ningún hombre. ¿Quién podría ser más
feliz que tú, que de un total de más de treinta mil ciudadanos eres
el único que aún no ha cenado?

C o r if e o

Un hombre feliz, así es, lo has dicho bien claro.

C r ia d a

¿Adonde vas?

B l é p ir o

Voy a cenar.

C r ia d a

Por Afrodita, serás con diferencia el último de todos. Sin embar­


go tu mujer me ordenó que te cogiera y te llevara a ti y, contigo,
a estas dos chavalas. Todavía queda del vino de Quíos y de los 1140
otros manjares. Ante tal perspectiva no os retraséis; si entre los es­
pectadores alguno nos es propicio y si alguno de los que nos van
a juzgar no vuelve la vista hacia otro lado, que se venga con no­
sotros, que de todo le daremos.

B l é pir o

Vamos, mujer, díselo a todos por igual, sin dejar de lado a nadie.
Convoca con entera libertad a viejos, jóvenes y niños, que todos
ellos sin excepción tienen ya preparada la cena en la mesa... en
408 COMEDIAS

cuanto se vayan a su casa. Yo ya me voy a dar prisa para ir a la cena;


1150 ya estoy perfectamente pertrechado con esta antorcha.

C r ia d a

¿Por qué te entretienes entonces con ella? ¿No vas a coger a estas
dos y llevártelas? Mientras tú bajas, yo cantaré una cancioncilla
de las que se cantan mientras se espera la cena.

C o r if e o

Quiero hacer una breve sugerencia a los jueces: Que me juzguen


los sabios, recordando las cosas sabias que aquí se han dicho; que
me juzguen los que se ríen con ganas por los detalles divertidos;
que me juzguen, pues, casi todos es lo que pido, evidentemente,
y que el sorteo en el que me correspondió intervenir en primer
lugar en el concurso no me sea desfavorable en absoluto. Al con­
trario, es preciso que os acordéis de todo lo que habéis visto y que
1160 no faltéis a vuestro juramento, sino que juzguéis siempre a los
coros con criterio recto y no os comportéis como las malas rame­
ras, que siempre se acuerdan sólo de los últimos.
(Blépiro sale de su casa, preparado y compuesto para la
cena)

C r ia d a

¡Eh, eh! Ya es hora, mujeres, amigas mías, si vamos a llevar a


cabo el asunto, de ir deslizándose hacia la cena. Conque, a la ma­
nera cretense, mueve tú también los pies.

B l é p ir o

Es lo que estoy haciendo.

C r ia d a

Y ahora éstas, llevando ligeras el ritmo con las piernecitas. Pro


1170 to se servirá cazuela de pescado en rodajas, raya, cazón, trocitos
de cocochas con salsa picante sazonados con silfio, miel y acei­
LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES 409

te, tordos sobre mirlos, palominos, torcaces, palomas, gallo...50.


Y tú que acabas de escuchar el menú, ¡pronto!, coge cuanto antes
un plato y luego consigue puré si quieres cenar algo: por ahí es­
tán pasando un hambre canina.
Un saltito y arriba, ¡Ay, ay! ¡Cenaremos! ¡Evohé, evohé, evo- 1180
hé! ¡Victoria, evohé, evohé, evohé, evohé!

50 Todos los ingredientes del menú aparecen en la edición como una sola pa­
labra. Nosotros hemos preferido traducirlos separadamente, pero es recomenda­
ble una recitación muy rápida en la representación teatral.
ÍNDICE GENERAL

Págs.
L is ís t r a t a .......................................................................................... 7
Prólogo ............................................................................ 9
La obra y su contexto 9. Lisístrata en la
producción de Aristófanes 16.- Argumentos 20
Lisístrata .......................................................................... 23

L a s te sm o fo r ia s ................................................................. 105
Prólogo ............................................................................ 107
La obra y su contexto 107,- Las tesmoforias en la
producción de Aristófanes 113,- Argumento 118
Las tesmoforias ................................................................ 121

Las ranas .......................................................................................... 199


Prólogo ............................................................................ 201
La obra y su contexto 2 0 1 - Las ranas en la
producción de Aristófanes 208 - Argumentos 211
Las ranas ......................................................................... 215

L a ASAMBLEA DE LAS MUJERES .................................................. 317


Prólogo ............................................................................ 319
La obra y su contexto 319 —La asamblea de las mujeres
en la producción de Aristófanes 324 - Argumentos 330
La asamblea de las mujeres .......................................... 333

P l u t o ....................................................................................................411
Prólogo ............................................................................ 413
La obra y su contexto 413.-Pluto en la producción
de Aristófanes 4 1 7 - Argumentos 423
Pluto ................................................................................. 427

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