Resumen de La Homilia Que Es

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DIÓCESIS DE TRUILLO

SEMINARIO MAYOR DIOCESANO


“SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS”
TRUJILO, VENEZUELA

LA HOMILÍA QUÉ ES

PROFESOR:
Pbro. Juan Carlos Abreu
SEMINARISTA:
Jesús Noguera
IV año etapa configurativa

Noviembre, 2020
La homilía es un tipo especial de predicación con características propias. La
homilía es aquel tipo de oratoria sagrada que conviene más a la celebración litúrgica
de la eucaristía y de los sacramentos. Etimológicamente, homilía viene de la palabra
griega "homilia" (reunión, conversación familiar) y ésta a su vez del verbo "homilein"
(reunirse, conversar). Así pues, el grecismo homilía significa trato o conversación
familiar. La homilía, más que a mover y excitar los ánimos va encaminada a instruir y
edificar a los fieles a propósito de los misterios de la fe.

La homilía no era considerada parte de la liturgia como ahora. Incluso que sea
parte integrante de la liturgia hoy, nos lleva a precisar más su sentido. En la homilía
se distinguen dos funciones litúrgicas importantes: la de ser aplicación del mensaje
al hoy y aquí de nuestras vidas y la de ser puente entre la liturgia de la palabra y la
liturgia eucarística o sacramental. La homilía se distingue, pues, claramente de otros
géneros de oratoria sagrada, como el panegírico, el comentario bíblico exegético, el
clásico sermón piadoso, la oración fúnebre.

En cuanto su origen, la homilía hunde sus raíces en el pueblo bíblico de


Israel. Sabemos que mucho antes de Jesús y en tiempo de Jesús, terminada la
lectura del texto bíblico en la sinagoga, se daba paso a la homilía que concluía con
el qaddis. El mismo evangelio nos ofrece un ejemplo elocuente por parte de Jesús
de este comentario homilético de las Escrituras, en el pasaje de la sinagoga de
Nazareth (Lc 4, 16-30). Se trata en verdad de la primera homilía cristiana que se
conserva en un resumen escrito y en la que Jesús mismo es el predicador y
protagonista. También nos consta por Juan 6,59 que Jesús pronunció el discurso del
pan de vida en la sinagoga de Cafarnaúm, ambién en dicho pasaje hay un largo
comentario de diversos textos del Antiguo Testamento sobre la pascua y su
aplicación al momento presente de los oyentes.

Otra homilía de Jesús, se evidencia con dos de sus discípulos, en el pasaje


de Emaús (Lc 24, 13—35). Se trata de una homilía en el sentido más genuino de
esta palabra: "conversación familiar". Jesús a lo largo de la ruta que conduce de
Jerusalén a Emaús va interpretando el momento presente a la luz de los textos
escriturísticos. La proclamación de la Biblia y su interpretación en las sinagogas, no
pudo menos de dejar honda huella en los judeocristianos asistentes a las reuniones
sinagogales Algunos textos neotestamentarios parecen ser textos homiléticos (p. ej.
algunos fragmentos de la primera carta de S. Pedro). Entre los escritos cristianos
postbíblicos, el primer testimonio que hace referencia clara a la homilía como parte
de la liturgia de la Eucaristía lo encontramos en Justino en la Apología (escrita hacia
el año 153).

Esta apología se trata de una homilía dominical (Justino habla del "día
llamado del sol" y no del "día del Señor" para ser comprendido de los lectores
gentiles, a quienes dirigía su Apología). Esta homilía está ubicada justamente
después de las lecturas y antes de las preces. Las homilías de los Santos padres
son ricas que han llegado a esta época a través de la literatura, son el comentario
viviente de la Biblia por parte de la Iglesia de los primeros siglos.

Más tarde la homilía de corte pa-trístico y escriturístico desaparece, al menos


de forma general, y ya no figura en los libros litúrgicos. En el s. VIII influirá a través
de los sacramentarlos en la liturgia de todo el Occidente cristiano, no dice nada
sobre la homilía. Entramos así en una era de ausencia de comentarios homiléticos
que serán de alguna manera reemplazados por la predicación extralitúrgica y por los
comentarios homiléticos escritos de la liturgia de las horas, tomados por lo general
de los Santos Padres.

Las Rúbricas generales del Misal de.San Pío V (1570) no hablan de la


homilía: de la proclamación del evangelio se pasa al credo. Con todo, el Rito que se
ha de guardar en la celebración de la Misa, supone la posibilidad de que haya
predicación después del evangelio. Cuando los sacramentos, sobre todo el
Matrimonio, se celebran dentro de la Misa, cosa frecuente en las últimas décadas
que nos preceden, suelen comportar un comentario homilético. Más tarde en 1960
san Juan XXIII dice que después del Evangelio, sobre todo los domingos y los días
de fiesta de precepto, se dirigirá al pueblo, según las circunstancias, una breve
homilía, terminada la interrupción será continuada la Eucaristía.

El Concilio Vaticano II encuentra el terreno preparado para una rehabilitación


de la homilía, gracias a la renovación litúrgica de las últimas décadas. Insiste, sobre
el hecho de que la homilía debe partir del texto sagrado proclamado y establece que
la homilía es parte de la misma liturgia. La Constitución Sacrosanctum Concilium al
introducir la Palabra de Dios en todos los sacramentos, ha conseguido que la
homilía acompañe de ordinario a todas las celebraciones de los sacramentos.

La III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano reunido en


Puebla (1979), expresa que “la homilía como parte de la liturgia, es ocasión
privilegiada para exponer el misterio de Cristo en el aquí y ahora de la comunidad,
partiendo de los textos sagrados, relacionándolos con el sacramento y aplicándolos
a la vida concreta. Su preparación debe ser esmerada y su duración proporcionada
a las otras partes de la celebración" (Puebla, n. 930).

Una homilía bien preparada debe contener tres elementos que nunca faltarán:
1. elemento exegético o interpretación del mensaje de la Sagrada Escritura
proclamada en la liturgia de la palabra; 2. elemento vital o aplicación del mensaje a
la vida de la comunidad y de cada uno de los que la integran. 3. elemento litúrgico, o
aplicación del mensaje a la celebración litúrgica y a la asamblea que celebra.

El género homilético no tiene por finalidad principal que los fieles lleguen a un
conocimiento profundo, sino que celebren la Palabra de Dios y vivan a la luz de esta
Palabra. En la preparación de la homilía el empleo de la exégesis es absolutamente
indispensable. Cuando el sacerdote se detiene en la pura historia relatada o en el
puro texto escrito, no puede desgajar el mensaje que el texto inspirado encierra para
todos los tiempos y, por tanto, para nuestra circunstancia. Hay que entender bien el
texto, las palabras y conceptos en él incluidos; para ello estudiarlo detenidamente en
una buena traducción, en este momento de la preparación la ayuda de vocabularios
y diccionarios bíblicos es importante.

Es necesario estudiar el contexto de la perícopa: texto circundante,


circunstancias de un hecho, milagro, parábola; estudiar el estilo de un libro, los
destinatarios y los textos paralelos, especialmente en los evangelios sinópticos. Es
preciso distinguir entre texto literario y mensaje que contiene como tener presente
que Dios, por medio del autor inspirado, quiso decir algo entonces y quiere decirnos
algo ahora a través de la palabra (hablada o escrita) o a través del hecho narrado.
Es importante una vez descubierto un mensaje más allá de lo que está escrito o más
allá del puro hecho fáctico, ver cómo se conecta con el Mensaje general de la Biblia
y con el Acontecimiento de la Salvación obrada por Dios en Cristo.

En caso de dificultad y aun siempre, ver lo que a mí me dice el texto en la fe,


en la oración y en la meditación de la Palabra, esta reflexión debe adecuarse al
auditórium, por último hay que tener muy presente que, en definitiva, lo que interesa
no es la letra sino el espíritu, no la erudición y el aparato exegético sino el contenido
de la exégesis.
El Decreto sobre el ministerio de los presbíteros del Concilio Vaticano II dice
así a propósito de la predicación en el n. 4 que la predicación sacerdotal, que en las
circunstancias actuales del mundo resulta no raras veces dificilísima, para que mejor
mueva las almas de los oyentes, no debe exponer la palabra de Dios sólo de modo
general y abstracto, sino aplicar a las circunstancias concretas de la vida la verdad
perenne del Evangelio.

¿Cómo se conecta la exégesis con la vida?

 El que predica debe procurar conocer al máximo al auditorio (asamblea,


comunidad), su estilo de vida, sus dificultades en la fe, su vivencia cristiana,
su mundo político y social, sus esperanzas o ideales y su nivel cultural.
 El homileta debe tener como criterio central y podríamos decir único, la
Palabra revelada, sin convertirla en una teoría y sin hacerle decir ni las ideas
del predicador ni los gustos de la gente, aun cuando esto pudiera provocar la
popularidad del orador.
 Hay que evitar el excesivo afán moralizante (ataque a las costumbres...) que
nunca produjo grandes cambios, sobre todo si es detallista.
 Hay que iluminar situaciones generales, urgentes o graves a la luz del
Evangelio; también actitudes concretas, pero suficientemente generales de la
asamblea; sin bajar al caso demasiado concreto, sin señalar con el dedo a las
personas, pero también sin diluir la predicación profética en vaguedades,
componendas y compromisos.
 Extraer deducciones para la vida de detalles insignificantes del texto
escriturístico es un error.
 Es completamente legítimo aprovechar el paralelismo entre las situaciones
vitales que encontramos en la Biblia y las que nos ofrece la sociedad
moderna y la Iglesia actual, por ejemplo, fariseísmo, culto vacío, actitud ante
la pobreza y riqueza, peligrosidad del poder, desconexión de culto y vida,
legalismo.

La homilía está en un contexto de celebración o, mejor, en función y dentro de


una celebración litúrgica. Esta no está por encima de, sino al servicio de la
liturgia. La homilía es una "ancilla" de la celebración. Tiene una función
mistagónica, es decir, debe conducir a los misterios de la fe (sacramentos,
sacrificio eucarístico), desde la Palabra dada y acogida hasta la acción
sacramental, signo y cumplimiento de dicha Palabra hoy y aquí en esta asamblea
concreta.

¿Cómo lograr que cumpla dentro de la estructura litúrgica su función


conjuntiva?

 El que prepara o pronuncia la homilía ha de tener presente que su


homilía no puede limitarse a explicar el texto o los textos proclamados
anteriormente ni siquiera a hacer un entronque con la vida, y ello
porque la palabra se aplica a la celebración sacramental y esto como
cumplimiento.
 El que prepara la homilía debe tener presente que el texto es de por sí
algunas veces litúrgico-sacramental-alegorizante.
 Los textos bíblicos pueden resonar de diversa manera según la
celebración litúrgica, fiesta o tiempo del año litúrgico. El texto contiene
en muchos casos distintas virtualidades ya que, aparte de su riqueza,
no es sólo texto escrito sino Palabra viva, acontecimiento siempre
nuevo.
 Conviene estar atentos a la posible conexión entre el texto leído y las
actitudes, los gestos y las palabras de la misma celebración litúrgica.

La preparación general no puede ser otra que el estudio y profundización de


la Sagrada Escritura, de la Sagrada Liturgia, de los Santos Padres, de la teología, de
los documentos de la Iglesia, de los problemas sociales. El buen homileta no espera
a última hora para preparar su homilía. La preparación próxima incluye varios puntos
que, aunque varían de persona a persona, podrían resumirse así:

 Concretar bien los puntos o ideas sobresalientes que han ido surgiendo
en exégesis, liturgia y vida, independientemente de que se
aprovechará de todo ello al final e independientemente de cómo se
expondrá.
 Escoger una de las tres lecturas como núcleo referencial de la
predicación.
 De los varios mensajes, ideas o temas encontrados en la exégesis
conviene escoger solo uno.
 Una vez escogido y desarrollado un punto exegético, se busca una
aplicación a la vida y una aplicación a la liturgia.
 En cuanto a la forma de presentación lo más importante es encontrar
un punto sugerente, estructurante y aglutinador que centre la
exposición: un ejemplo actual, una pregunta hecha a los oyentes, una
actitud de vida, un interrogante, una preocupación del pastor.

Aunque la manera de predicar una homilía sólo se aprende en la práctica


oratoria, por tratarse de una conversación familiar, espiritual, comentativa y
exhortativa, deben primar la sencillez, la sinceridad, la claridad la comunicación y
una cierta unción. Además, hay que tratar de predicar no a un público, sino a sí
mismo dentro de un público, o mejor, dentro de una asamblea de la que uno forma
también parte.

Hablar con el público no significa necesariamente introducir un diálogo o


intervenciones que en ciertos ambientes, especialmente grandes y masivos o de
gente no habituada a ello, pueden incluso parecer forzados. Hay que hacerse oír y
entender. La homilía no debe ser larga. No debe cansar al auditorio y por lo mismo
no debería nunca pasar de diez minutos aproximadamente, aunque si es más corta,
mientras sea sustanciosa, los fieles lo agradecen incluso. La homilía debe ser de tal
tipo que provoque un crescendo en la intensidad de la celebración durante la acción
eucarística o sacramental, que no debe decaer ni ser despachada atropellada o
precipitadamente.

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