Historia Desde Abajo - Jim Sharpe
Historia Desde Abajo - Jim Sharpe
Historia Desde Abajo - Jim Sharpe
fimSharpe
Ln biltillJa de tres días ha eonclulJp. Estoy S<1no y salvo, qu~ ya es bastante. Aho
ra, y en cualquier oportunidad, pondre por escrito los detalles del gnm acontecimien.
to, es decir, lo que me fue dado obsen.. ar... La mañana del 18 de junio ;lmaneció so
bre no~Otros y nos eneontró calados de llovía, entumecidos y tiritando de frío ... El
año pasado me reñiste muchas vece~ por fumar en casa, pero debo decirte que, si no
hubiera tenido nna buena provisión de tabaco esa noche, habría muerto l.
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11 j~{(lria desde abajo 39
l Bertolt Brecht, Poemr, John Willet y Ralph Manheím (eds.) {Londres, 1976),
pág~. 252"3.
l E. P. Thompson, «History frum Below», The Times Lilr'rary Supplernent, 7 abril
1966, págs. 279·80. Pilra un análi~i~ del trasfondo de las ideas de Thompson, ver Harvey
J. Kaye, The Brilfsh Marxist HlStorians' an Introductory Ana~~'W (Cambridge, 1984) [hay ed.
caSL, Los hú/oriadorcs manmtas britámcos: 1m {Jnrílisú fnlfIJductorio, Zaragoza, 1989].
4 History Irom Below. Stud,es ltI Popular Prolesl and Popu.lar Ideolog\', Frederick
Kantz (ed.) (O:dord, 1988). Se trata de ]a eJición inglesa de una colección publicada
primeramente en Momreal en 1985.
40 .Tiro Sharpe
~ Ver, por ejemplo, las considef<1ciones de Peter Burke, Popular Cultl.m'!tl E,Ir~)!
Modern Europe ¡Londres, 1978), púgs. 23-64 [hay ed. cast., La mltura popular en Id Eu
ropa modernd, Alianza Editorial, Madrid, 199 t]; y Barry Reay, «IntroJuction: Popular
Culture in Early Modern England", en Popular Culture itl Sev(:/;teenth Century England,
tiol1ncJi,es Armancl Colin, 1988) [hay ed. cast., El gran pánico de 1789.
La Repolución
francesa y (os Crirnpesmos, Barcelona, 1986], hasta la obra más reciente de
Richard Cobb.
16 Publicad o en castellan o como Montaillo
ll, alderJ oCCItana de 1294 a 132~ (Madrid,
1981).
17 Ver, por ejemplo, L. E. Bovie, «Montaillou
Revisired»: Menlaliti and Metodology»,
en: Pathways lo Medif"f)(]¡ Peasants; J. A. Raftis (ed'), (Toronto, 1981),
V R.
the Door oE his Tent: the Fieldworker and the Inquisitor»., en: WritÚ'lg Rosalclo, «From
Culture: tbe poetic.f
and Poli/ies o/ Ethnography,]. ClifEord y G. Marcus (ed.) (Berkeley, 1986).
18 Le Roy Ladurie, Montaillotó, pig. vi.
'6 Jim Snatpe
Se gravaba con impuesws a la población, y quienes so: apropian de las list;lS dI' im
¡JJ\::SWSpor fuegos no son los hi:::tori\.\dores de 1" trinutadón sino los de 1" demografía,
Se imponían diez:nos ~ las perSOnas, y los registros son ucilÍziHlos como prucbn por los
historiadores de la demogrnfía. Las personas eran apnrCefúS con~uetudinarios o enlí¡eu
tieos: sus arriendos se inscribí"n v pre~cntHh,m en los rC!J;[SIWS Jd trioun¡d scilmial; ',\
estas fuentes fundamentales se d:rigcn los historiadores una y otra vez, huscnndo no
sólo nuevas pruebas SiDO nn di;il'1go ten .. J que plaJ~tcan :ln.:guiltas [j1Jt:Vi.l~ jI).
Según sugiere esta cita, los materiales son muy variados, En oca
siones, como sucede con las fuentes en que se ha basado Montaillou,
permiten al historiador acercarse a las palabras del pueblo casi tanto
como una grabación magneLOfúnica de un historiador oral. La histo
ria oral ha sido muy utilizada por los historiadores que intentan exa
minar la experiencia de la gente común, si bien, por supuesto, no
existe un motívo evidente para 4ue el historiador oral no registre los
recuerdos de duquesas, millonarios y obispos, tanto como las de mi
neros y obreros industriales 20. Con todo, el historiador oral se en
cuentra con problemas obvios al tnltar con personas que o bien mu
rieron antes de recogerse sus palabras o cuya memoria no se ha
transmitido a sus sucesores, y el tipo de testimonio directo que le es
posible obtener no e::>tá al alcance Je los historiadores de periodos
JQ E. P. ThompsoD, The Pover:y o/ rheory and Olha Essavs (Londres, 197R), r~gs.
21 <;-20 [":1aY <'J, cast., Múeda de la leona. Barcelona. 1981]. Para un análisi5 mis J.IJ'plio
de los tipos d~ registros en que podría basar~e la hisLOria desde abajo para Inglaterra,
ver Abn !'.lad<lt!anc, Satah H¡¡rrison y Charles JMdine, Keco1/stmdiIJg Histon"cal Com.
tl1U!ltties !Cambridge, 1977),
10 L:;. lectura de las (anticuas infurmaciones suminiStradas por la obra eE desarro
oi
llo contenida en Oral History' ¡he jOllrnat the Oral Hlstory Socicty, aparecida desde
1972, p<>rmite hacc:-se idea del tipo de ;.ireas lemáticas cubiertas por los historiadores
orales.
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11(~I(lria desde abajo
21 Hay ed. (ast., El queso'y los gusanos, Barcelor,J, 1981. Otra obra ce Ginzburg:
1'be Night battü'S: \(litchcraÍ! and Agradan CutIS in the Sixteenth and Seventeenth G:ntufin
(Londres, 1983; edición italiana, 1966), muestril Lambién cómo se han d", utilizar las
aeLas inquisitoriales par>'. a~rojar luz sobre las creencias pupulan:s.
n Gintburg, El queso y ¡os gusanos.
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Jim Sharpe
23 Barbara A. Hanawalt, The TleJ that Bound- Peasant FatJulies in Medieval England
(Nueva York y Oxt'ord, 1986). Una exposición más breve de los objetivos de Hana
walr, en su articulo «Seeking the Flesh and Blood of Manorial Families», ¡oumal of
Medtéval HlstOry 14 (19881, págs. 33-45.
IlhlDria desde abajo 49
n Alan Madarlane, Witchcra}t tn Tt.dor and 5tuart England' a Regionat a1ui Compara
l/ve Study (Londres, J 970). La obra de Madarlane se deberá leer a una con la de
Keith Thomas, Religion and the Decline o/ Mdgic: Studies in Popular Beltc1.f in Sixteenth
and Seventeenth-Century England (Londres, 1971), obra de más alcance que toma un
buen número d~ ideas de la antropología.
28 H. R. Trevor-Roper, The Etlropean Witch-Cra ..e of ,he Sixteenth and Set-'enteenth
Centuries(Harmondsworth, 1%7), pág. 9.
51
111',I,,¡i;l desde abajo
52 Jim Sharpe
gran parte de esta versión nueVa y profesional de la historia británica fue completa
mente ajena a l.ln amplio público profano en b materia, cuando en otras éPOCllS la
satisfacción de su curiosidad por el pasado nacional había sido Ifl función primordial
de la hí!'itoria. Un resultado paradójico de este periodo de expa:J.sión sin precedentes
fue que un número cada vez mayor de ~istoria¿ores académicos escribieron histOrias
más y más académicas leídas en r~alidad por un grupo de personas progresivamente
menor n
,dl,ljO, como sabrá cualquiera que haya tenido que responder a pre
¡',III1LaS sobre estos temas en las asambleas de la IIistorical Associa
tras que Evans, pág. 197, afirma explícitamente que da historia británica... necesita.
rno[dear~e desde Itbajo y llegar It la comprensión del Estltdo».
3, Hob5bawm, «(Sorne Reflections'~, ?ág. 13.
.)5 Roderick Floud, «Quantítative History and People's Hístory», History Works
«(Thick Description: Toward an Interpret ative Theory of Cultme» [hay e:ti. ca.~t.. JlIter_
\';\ desde el .siglo XIII al xx. Estos historia dores proced en de diferen
I,'S países, tradicio nes intelect uales y posicio
nes ideológicas. Al escri
[,;:. la historia desde abajo, dichos historia dores han buscad o ayuda
vil formas tan variada s como la cuantif icación
asistida por orJena dor
tan
v la teoría antropo lógica y sus hallazgos han apareci do en formas
diferentes como el artículo técnico académ ico y el bestseller. Ha llega
do el momen to de sacar algunas conclus iones generales sobre los tra
vi
h,ljOS llevados a cabo en este fructífero y embrol lado rincón de la
lla de Cho.
Está claro, al menos, que cierto número de historiadores han
la
conseguido superar los considerables obstáculos que obstaculizan
abajo. Más en concret o, Jllgunos estudio
práctica de la historia desde
necesid ad de dar un salto concep tual a fin de
'>os han reconoc ido la
pa
;\mpliar su compre nsión de las clases inferiores en sociedades del
a continu ación realizar con éxito esa hazaña de
sado y han logrado
ual. Edward Thomp son, Carla Ginzbu rg, Emman uel
gimnasia. intelect
y
Lc Roy Ladurie y otros, arranca ndo de diferentes puntos de partida
de de
apuntan do a objetivos históricos diversos, han sido capaces
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Jim Shal'pe
JI Eugene D. Gcnove~e, Roll fordan, Rol!· the Worfd the' Slal-'es MaJe (Londre~,
1975), pág. xv.
Ilr·.I,lfi-d desde abajo 57
I"IH lmpson, para quien la gente corriente no era <<uno de los proble
III:IS que el gobierno ha tenido que afrontar».
Pero, lamentablemente, hemos de admitir que, aunque esta con-
l ('pción nos ha acompañado durante dos decenios, la historia desde
.lh'ljO ha tenido hasta el momento comparativamente pocas repercu
·.Iunes en la corriente principal de la historia o en la modificación de
LIS perspectiv~ls de los historiadores que se dejan llevar por dicha co
Iril.:nte. Contemplando el problema en uno de sus niveles básicos ob
',l'fvamos que los manuales introductorios a la historia tienen poco
Iple decir sobre el tema. La mayoría de los estudiantes que desean
,l<.... scubrir qué es la historia o cómo se ha de hacer se dirigen aún, o
.,un dirigidos, a una obra que ha quedado ya bastante anticuada, elli
)11'0 de E. H. Carr What is History? Allí encontrarán una visión más
hien limitada de lo que debería ser la respuesta a esta intrigante cues
lión. Más en concreto, descubrirán que Carr no tuvo el aliento imagi
Ilativo de otros historiadores posteriores, por lo que respecta al obje
lo de la historia, establecido por Braudel y otros escritores de la
primera tradición de los Annales ya antes de que Carr escribiera su lí
hro. Así, su afirmación de que «el vadeo por César de esa insignifi
cante corriente del Rubicón es un hecho histórico, mientras que el
paso del mismo río por millones de personas antes o después no in~
teresa a nadie en absoluto» hace pensar que para él no ha existido la
nistoria del transporte, las migraciones y la movilidad geográfica. De
manera similar, sus problemas para aceptar como hecho histórico la
muerte a patadas de un vendedor de pan de jengibre en Staylbridge
Wakes en 1850 (sospecho que el vendedor en cuestión dehió de ha
ber tenído una visión del asunto más ajustada) demuestra que no ha
considerado la historia del crimen como asunto digno de tratamien
to >Is. Si se llega a escribir la obra que sustituya a la de Carr como tex
to b~í.sico de introducción a la historia. es evidente que su autor
deberá adoptar una perspectiva más vasta del pasado, a la luz de la
historia desde abajo y del mayor desarrollo de la historia social en los
últimos tiempos.
Nuestra observación Hnal habrá de ser, por tanto, que, por valio
sa que pueda ser la historia desde abajo para ayudar a determinar la
identidad de las clases inferiores, deberia salir del gueto (o de la al
dea rural, la calle de clase trabajadora, el tugurio o el hloque de vi