Proyectopascua

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PASCUA 1

Del 4 al 8 de Abril en el Campamento de Cheso en Villanúa (Huesca), 40 jóvenes de


nuestra diócesis han celebrado el Triduo Pascual bajo el lema Jesús X todos. Han sido
unos días en los que, a través de diferentes dinámicas, reflexiones personales y
puestas en común, hemos profundizado en los misterios de la Pasión, Muerte y
Resurrección del Señor.
Cada día tuvo un tema central, basado en la conjunción de los signos matemáticos:

– Jesús se da + (Jueves Santo)

– Jesús muere X ti (Viernes Santo)

– De – a + (Sábado Santo)

– Y +, y + y + (Domingo de Resurrección)

Comenzábamos la jornada con la oración comunitaria y, después de la motivación y


presentación del día, se llevaban a cabo las diversas actividades programadas, en las
que no faltaban los momentos y espacios de oración personal. Hubo momentos
emotivos como fue el “lavatorio de los pies” en la celebración eucarística del jueves, la
“hora santa” en la penumbra de la noche, el “via crucis” preparado por estaciones por
los grupos en la tarde del viernes, la experiencia del “desierto” en la mañana del
sábado y la evocación del “Camino de Emaús”, ya en la tarde del mismo día. Todas las
celebraciones estuvieron marcadas por el talante juvenil, de un modo especial la Vigilia
Pascual llena de luz y color.

Además de contar con unos fantásticos cocineros y un personal de mantenimiento muy


pendiente de que todo estuviera a punto, lo que más resaltamos es la experiencia de
comunión eclesial vivida y valorada por todos. Ni la lluvia ni la nieve que nos
estuvieron acompañando buena parte de estos días han sido una dificultad para que,
desde el lema central, hayamos regresado con el compromiso de seguir siendo
presencia del resucitado con y en el mundo juvenil.

PASCUA 2

La liturgia del Jueves Santo es una invitación a profundizar concretamente en el misterio de la


Pasión de Cristo, ya que quien desee seguirle tiene que sentarse a su mesa y, con máximo
recogimiento, ser espectador de todo lo que aconteció 'en la noche en que iban a entregarlo'. Y por
otro lado, el mismo Señor Jesús nos da un testimonio idóneo de la vocación al servicio del mundo y
de la Iglesia que tenemos todos los fieles cuando decide lavarle los pies a sus discípulos.

En este sentido, el Evangelio de San Juan presenta a Jesús 'sabiendo que el Padre había puesto todo
en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía' pero que, ante cada hombre, siente tal amor que,
igual que hizo con sus discípulos, se arrodilla y le lava los pies, como gesto inquietante de una
acogida incansable.

San Pablo completa el retablo recordando a todas las comunidades cristianas lo que él mismo
recibió: que aquella memorable noche la entrega de Cristo llegó a hacerse sacramento permanente
en un pan y en un vino que convierten en alimento su Cuerpo y Sangre para todos los que quieran
recordarle y esperar su venida al final de los tiempos, quedando instituida la Eucaristía.
La Santa Misa es entonces la celebración de la Cena del Señor en la cuál Jesús, un día como hoy,
la víspera de su pasión, "mientras cenaba con sus discípulos tomó pan..." (Mt 28, 26).

Él quiso que, como en su última Cena, sus discípulos nos reuniéramos y nos acordáramos de Él
bendiciendo el pan y el vino: "Hagan esto en memoria mía" (Lc 22,19).

Antes de ser entregado, Cristo se entrega como alimento. Sin embargo, en esa Cena, el Señor Jesús
celebra su muerte: lo que hizo, lo hizo como anuncio profético y ofrecimiento anticipado y real de
su muerte antes de su Pasión. Por eso "cuando comemos de ese pan y bebemos de esa copa,
proclamamos la muerte del Señor hasta que vuelva" (1 Cor 11, 26).

De aquí que podamos decir que la Eucaristía es memorial no tanto de la Ultima Cena, sino de la
Muerte de Cristo que es Señor, y "Señor de la Muerte", es decir, el Resucitado cuyo regreso
esperamos según lo prometió Él mismo en su despedida: " un poco y ya no me veréis y otro poco y
me volveréis a ver" (Jn 16,16).

Como dice el prefacio de este día: "Cristo verdadero y único sacerdote, se ofreció como víctima de
salvación y nos mandó perpetuar esta ofrenda en conmemoración suya". Pero esta Eucaristía debe
celebrarse con características propias: como Misa "en la Cena del Señor".

En esta Misa, de manera distinta a todas las demás Eucaristías, no celebramos "directamente" ni la
muerte ni la Resurrección de Cristo. No nos adelantamos al Viernes Santo ni a la Noche de Pascua.

Hoy celebramos la alegría de saber que esa muerte del Señor, que no terminó en el fracaso sino en
el éxito, tuvo un por qué y para qué: fue una "entrega", un "darse", fue "por algo" o, mejor dicho,
"por alguien" y nada menos que por "nosotros y por nuestra salvación" (Credo). "Nadie me quita la
vida, había dicho Jesús, sino que Yo la entrego libremente. Yo tengo poder para entregarla." (Jn
10,16), y hoy nos dice que fue para "remisión de los pecados" (Mt 26,28).

Por eso esta Eucaristía debe celebrarse lo más solemnemente posible, pero, en los cantos, en el
mensaje, en los signos, no debe ser ni tan festiva ni tan jubilosamente explosiva como la Noche de
Pascua, noche en que celebramos el desenlace glorioso de esta entrega, sin el cual hubiera sido
inútil; hubiera sido la entrega de uno más que muere por los pobre y no los libera. Pero tampoco
esta Misa está llena de la solemne y contrita tristeza del Viernes Santo, porque lo que nos interesa
"subrayar"; en este momento, es que "el Padre nos entregó a su Hijo para que tengamos vida eterna"
(Jn 3, 16) y que el Hijo se entregó voluntariamente a nosotros independientemente de que se haya
tenido que ser o no, muriendo en una cruz ignominiosa.

Hoy hay alegría y la iglesia rompe la austeridad cuaresmal cantando él "gloria": es la alegría del que
se sabe amado por Dios, pero al mismo tiempo es sobria y dolorida, porque conocemos el precio
que le costamos a Cristo.

Podríamos decir que la alegría es por nosotros y el dolor por Él. Sin embargo predomina el gozo
porque en el amor nunca podemos hablar estrictamente de tristeza, porque el que da y se da con
amor y por amor lo hace con alegría y para dar alegría.

Podemos decir que hoy celebramos con la liturgia (1a Lectura). La Pascua, pero la de la Noche del
Éxodo (Ex 12) y no la de la llegada a la Tierra Prometida (Jos. 5, 10-ss).

Hoy inicia la fiesta de la "crisis pascual", es decir de la lucha entre la muerte y la vida, ya que la
vida nunca fue absorbida por la muerte pero si combatida por ella. La noche del sábado de Gloria es
el canto a la victoria pero teñida de sangre y hoy es el himno a la lucha pero de quien lleva la
victoria porque su arma es el amor.

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