7 Dolores de La Virgen
7 Dolores de La Virgen
7 Dolores de La Virgen
Comentario inicial
Oremos:
R. Amén.
“Éste está destinado para caída y elevación de muchos en Israel, y como signo de
contradicción - ¡a ti misma una espada te atravesará el alma! – a fin de que queden
al descubierto las intenciones de muchos corazones”.
—Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que te
avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.
Cuánta angustia la de María, cuántas fueron sus privaciones durante tan largo
viaje. Cuántos sufrimientos experimentó Ella en la tierra del exilio. Madre
Dolorosa, alcánzame la gracia de perseverar en la confianza y el abandono a Dios,
aún en los momentos más difíciles de mi vida.
Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según costumbre. Al terminar ésta,
mientras ellos se volvían, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo
supieran. Pensando que iba en la caravana, hicieron un día de camino y se
pusieron a buscarlo entre los parientes y los conocidos. Al no encontrarlo,
regresaron a buscarlo a Jerusalén. Luego de tres días lo encontraron en el templo,
sentado en medio de los doctores de la ley, escuchándolos y haciéndoles
preguntas. Y todos los que lo oían estaban maravillados ante su inteligencia y sus
respuestas. Al verlo, se quedaron desconcertados, y su madre le dijo:
—Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo te buscábamos
angustiados.
Él replicó:
—¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo estar en los asuntos de mi
Padre?
Qué angustioso fue el dolor de María cuando se percató de que había perdido a su
querido Hijo. Llena de preocupación y fatiga, regresó con José a Jerusalén. Durante
tres largos días buscaron a Jesús, hasta que lo encontraron en el templo. Madre
querida, cuando el pecado me lleve a perder a Jesús, ayúdame a encontrarlo de
nuevo a través del Sacramento de la Reconciliación.
Palabra de Dios
Acércate, querido cristiano, ven y ve si puedes soportar tan triste escena. Esta
Madre, tan dulce y amorosa, se encuentra con su Hijo en medio de quienes lo
arrastran a tan cruel muerte. Consideren el tremendo dolor que sintieron cuando
sus ojos se encontraron - el dolor de la Madre bendita que intentaba dar apoyo a su
Hijo. María, yo también quiero acompañar a Jesús en Su Pasión, ayúdame a
reconocerlo en mis hermanos y hermanas que sufren.
—Tengo sed.
—Todo se ha cumplido.
¡Oh Madre, tan afligida! Ya que en la persona del apóstol San Juan nos acogiste
como a tus hijos al pie de la cruz y ello a costa de dolores tan acerbos, intercede por
nosotros y alcánzanos las gracias que te pedimos en esta oración. Alcánzanos,
sobre todo, oh Madre tierna y compasiva, la gracia de vivir y perseverar siempre
en el servicio de tu Hijo amadísimo, a fin de que merezcamos alabarlo eternamente
en el cielo.
La Madre piadosa estaba junto a la cruz y lloraba mientras el Hijo pendía; cuya alma, triste
y llorosa, traspasada y dolorosa, fiero cuchillo tenía.
¡Oh cuán triste y cuán aflicta se vio la Madre bendita, de tantos tormentos llena! Cuando
triste contemplaba y dolorosa miraba del Hijo amado la pena.
Por los pecados del mundo, vio a Jesús en tan profundo tormento la dulce Madre.
¡Oh dulce fuente de amor!, hazme sentir tu dolor para que llore contigo. Y que, por mi
Cristo amado, mi corazón abrasado más viva en él que conmigo.
Y, porque a amarle me anime, en mi corazón imprime las llagas que tuvo en sí. Y de tu
Hijo, Señora, divide conmigo ahora las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar y de veras lastimar de sus penas mientras vivo; porque acompañar
deseo en la cruz, donde le veo, tu corazón compasivo.
¡Virgen de vírgenes santas!, llore ya con ansias tantas, que el llanto dulce me sea; porque su
pasión y muerte tenga en mi alma, de suerte que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore y que en ella viva y more de mi fe y amor indicio; porque me
inflame y encienda, y contigo me defienda en el día del juicio.
Haz que me ampare la muerte de Cristo, cuando en tan fuerte trance vida y alma estén;
porque, cuando quede en calma el cuerpo, vaya mi alma a su eterna gloria.
Feliz la Virgen María, que, sin morir, mereció la palma del martirio junto a la cruz del
Señor.
Amén.
Oremos:
Te pedimos, Señor,
R. Amén.
Despedida:
Pueden ir en paz.