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Balance propagandístico de la era Putin1

Miguel VÁZQUEZ LIÑÁN

ABSTRACT

The aim of this article is to weigh up the propaganda legacy of the eight-year presidency of
Vladimir Putin. To this end, the organization, channels and chief messages of the vertical prop-
aganda machine put into motion in Russia are described, in addition to the system’s visible and
invisible workings. Furthermore, the article analyzes the counter-propaganda of the Kremlin’s
“real” opposition during these years, as well as its communication channels and mobilization
campaigns aimed at national and international civil society.

INTRODUCCIÓN

Si bien el mandato presidencial de Vladímir Putin puede (y debe) ser muy criticado en la mayo-
ría de sus facetas, no es menos cierto que el ya ex presidente y hoy primer ministro ha cosecha-
do éxitos nada desdeñables en lo que a propaganda política se refiere.
Putin ha logrado, por ejemplo, ser percibido por buena parte de los ciudadanos rusos como
el vencedor, pacificador y reconstructor de Chechenia, y esta imagen prevalece sobre aquella
que apuntaría a que fue el propio Putin quien comenzara, en 1999, y sin dar ninguna oportuni-
dad al diálogo, una guerra que podría, posiblemente, haberse evitado. Al mismo tiempo, Putin
ha conseguido que se le identifique como el azote de los oligarcas, a pesar de que durante estos
ocho años su número ha aumentado exponencialmente.2 El presidente ha demonizado la política
(y a los políticos) de la etapa de Yeltsin, y esta versión sobresale por encima de la que recordaría
el ascenso político meteórico de Putin precisamente en esos años y su promoción a la presiden-
cia sólo porque el propio Yeltsin en uno de sus delirios lo nombrara primer ministro. En política
exterior, el presidente ruso queda en la retina de buena parte de sus ciudadanos como quien ha
levantado a una Rusia arrodillada ante Occidente, plantando cara a Europa y Estados Unidos.
Sin embargo, un análisis más detallado muestra que, sin negar los enfrentamientos (sobre todo
retóricos), Rusia ha colaborado, y en muchas ocasiones se ha plegado a los dictados de la políti-
ca exterior estadounidense.3 La lista de éxitos propagandísticos es larga, e incluiría la difusión
de mitos como el del Putin luchador contra la corrupción, protector de los más desfavorecidos
y reconstructor de políticas sociales, entre otros.
¿Cómo lo ha conseguido? Si tuviéramos que resumirlo en una sola frase, posiblemente
ésta sería “a través de la imposición del monólogo del poder”. Como dictan las recetas clásicas
de los regímenes autoritarios, la administración presidencial ha intentado implantar, con nota-
ble éxito, una única visión de la Rusia contemporánea, que se ha difundido machaconamente a

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FERNANDO R. CONTRERAS

través de la mayoría de los medios de comunicación, incluyendo todos los canales de televisión,
a nivel nacional. Por otra parte, y como si se tratara de la aplicación práctica de los planteamien-
tos de Maurice Joly en el “Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu”, el Kremlin
ha construido su propia “oposición”, tanto política como mediática, que le ha permitido mostrar
a las audiencias, nacionales e internacionales, una cierta fachada (acartonada, eso sí) de plura-
lismo.
Para ello, Putin y su entorno han edificado, a lo largo de los ocho años de presidencia,
un sistema vertical de propaganda basado en la reestructuración de la propiedad de los medios
en Rusia, la puesta en marcha de políticas de información destinadas a construir el “consenso”
en torno al monólogo del poder, la intervención legislativa constante (y su aplicación por unos
tribunales dóciles), orientada siempre tanto a perseguir como a dificultar el trabajo periodístico
independiente y, por último, la difusión de un mensaje bélico e imperial que refleja a una Rusia
rodeada de enemigos, tanto externos como internos. Como telón de fondo, la propaganda del
miedo: hoy, disentir en Rusia, puede traer graves consecuencias.
La verdadera oposición, independientemente de su tendencia política, aquella que tiene
otra propuesta para Rusia ha sido, simplemente, reprimida, hostigada policial y judicialmente,
además de acusada de antipatriota, enemiga del país y quintacolumnista (léase vendida a Oc-
cidente). En las siguientes páginas intentaremos dar algún detalle más sobre la organización,
métodos, mensajes y objetivos trazados por Putin y su entorno en el ámbito propagandístico,
durante sus ocho años en la presidencia, con alguna referencia a sus primeros meses como
primer ministro; pero también analizaremos la actividad propagandística de la oposición real
al régimen durante estos años, así como sus posibles estrategias de comunicación en un futuro
cercano.

LA LLEGADA AL PODER DE VLADÍMIR PUTIN: CHECHENIA

Pocos conocían a Vladímir Vladímirovich Putin en el verano de 1999, cuando un Yeltsin en-
fermo y ya poco popular lo nombrara primer ministro, a menos de un año de las elecciones
presidenciales, que tuvieron lugar en marzo de 2000. Una vez designado el candidato, comenzó
a construirse, desde el entorno de Yeltsin, la imagen del que sería el siguiente presidente ruso.
Las encuestas arrojaban resultados alarmantes en relación a la opinión que los ciudadanos
tenían sobre las reformas de los noventa: sólo el 5% de la población veía con buenos ojos lo
sucedido tras la caída de la Unión Soviética, mientras los años de Brezhnev pasaban a ser los
mejor valorados.4 Las convulsiones vividas desde 1991 provocaron que muchos echaran la vista
atrás e idealizaran el período de su juventud, una época en la que no estaban entre sus preocupa-
ciones el impago de los salarios, ni la pérdida del empleo o los vaivenes de la moneda nacional.
Los setenta, en el imaginario colectivo, quedaron como una etapa de tranquilidad y estabilidad
en la que, por añadidura, la URSS competía en la primera división de la política internacional
y uno se podía sentir orgulloso de ser ciudadano soviético. Así las cosas, el equipo de Putin se
puso a trabajar en la línea adecuada: prometió estabilidad al ciudadano medio, mano dura frente
a terroristas, separatistas o cualquier elemento desestabilizador y contra los acaparadores de
los noventa, los llamados oligarcas. Probablemente, este planteamiento (nada novedoso, por
otra parte) no habría sido tan exitoso si la subida de los precios internacionales del petróleo
no hubiese echado una mano al candidato Putin. La ingente entrada de divisas provenientes

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de la venta de gas y petróleo ha ayudado a fabricar la imagen de un presidente que ha traído la


bonanza económica y la subida del nivel de vida del ciudadano medio lo que, según esta visión,
quitaría importancia a los recortes producidos en los derechos civiles de los ciudadanos rusos.
La prensa, nacional y extranjera, buscaba información sobre el nuevo hombre fuerte de
la Federación Rusa, y el entorno del presidente comenzó inmediatamente a suministrarla. En
clave propagandística hay que entender, por ejemplo, la edición de la biografía autorizada de
Putin titulada First Person: An Astonishing Frank Self-Portrait by Russia’s President, que ya
reflejaba la línea trazada para construir la imagen del presidente: por una parte, Putin es un
demócrata convencido de que Rusia forma parte de Europa y hacia ella debe mirar y, por otra,
es un político inflexible con los separatismos y, como hemos dicho, con cualquier intento de
debilitar al país o poner en peligro su estabilidad.
Dos acontecimientos resultarán decisivos para que Putin haga carrera con la guerra: en
agosto–septiembre de 1999, un comando checheno dirigido por Shamil Basáev entra en Da-
guestán con el objetivo de crear un “califato del Cáucaso”. Al mismo tiempo, varias explosio-
nes en edificios de viviendas provocan, principalmente en Moscú, más de trescientas víctimas
civiles. Sin entrar a valorar las versiones que apuntan a la participación de los servicios secretos
rusos en la colocación de esas bombas, lo cierto es que la respuesta inmediata del Kremlin fue
tajante: han sido terroristas chechenos. En septiembre comienzan los bombardeos y la guerra de
Chechenia se convierte en el único tema de la agenda política preelectoral. Putin parece sentirse
cómodo en una situación que le permite mostrar su dureza y determinación ante los enemigos
de Rusia, y el conflicto en el Cáucaso le dará importantes réditos electorales.
Los primeros meses de la guerra cumplirán diversos objetivos propagandísticos. Por una
parte, presentar a Putin como el garante de la lucha contra la inseguridad, sensación que se
había apoderado de la ciudadanía rusa tras las explosiones. Por otro lado, la guerra se propaga
también como un ajuste de cuentas que borraba de la historia la humillante derrota que había
sufrido el ejército ruso durante la primera guerra (1994-1996). Además, Chechenia permitió
que Putin apareciese como comandante en jefe, aprovechando cualquier ocasión para explotar
otra de las líneas básicas propagandísticas del aún primer ministro: Putin no es como Yeltsin;
es más, en buena parte, Putin es lo contrario de Yeltsin. Putin es un hombre sano y fuerte (apa-
rece continuamente practicando judo en televisión, marcial (son frecuentes las imágenes del
primer ministro vestido de uniforme) y previsible: alguien capaz de sacar a Rusia del atolladero
y devolverla al imperio de la ley y la estabilidad, términos cruciales en la propaganda rusa de
los últimos ocho años. Para conseguir estos objetivos a tiempo, era importante ofrecer, antes de
las elecciones de marzo, una victoria militar (o al menos la imagen mediática de la misma) y,
sobre todo, no permitir la emisión, como había ocurrido en la primera guerra, de los fracasos
militares en televisión.
Y fue la televisión la principal afectada por la reestructuración del sistema de medios de
comunicación llevada a cabo por la administración de Putin, que en ocasiones parece conven-
cida de que la única verdad para el ciudadano medio es la verdad televisada. Con el objeto de
convertir a las fuentes oficiales y paraoficiales en las únicas que suministrasen información a
los principales canales, se puso en marcha una campaña de acoso y derribo contra Media-Most,
grupo mediático al que pertenecía en aquel momento NTV, canal que dio muchos dolores de
cabeza al Kremlin durante la primera guerra. Con Vladímir Gusinski, dueño de Media-Most
y Borís Berezovski, que controlaba la ORT, en busca y captura, la televisión rusa de alcan-
ce nacional pasó a estar, en buena medida, bajo el control de la administración presidencial.

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Para evitar escapes en el sistema, las condiciones draconianas impuestas a los corresponsales
(especialmente extranjeros), convertidos casi en objetivo militar, hicieron muy difícil contar
la guerra desde el terreno. El intento, a menudo infructuoso, de coordinar una sola línea pro-
pagandística en torno a la narración de lo que ocurría en Chechenia, implicó un esfuerzo de
reorganización institucional.5
Desde el inicio de las operaciones, el Centro de Relaciones Públicas del FSB se va a con-
vertir en la principal fuente de información, con claras pretensiones de ser la única.6 También
desde este momento, queda claro que los militares rusos han tomado nota del quehacer propa-
gandístico desarrollado por la OTAN durante la entonces reciente guerra de Kosovo: los bom-
bardeos son descritos como operaciones quirúrgicas y abundan las informaciones que detallan
los objetivos militares, poniendo de relieve lo metódico de las operaciones de castigo, dirigidas
“exclusivamente” a las posiciones de los terroristas Basáev y Jattab. Izvestia publica, el 25 de
septiembre, un extenso artículo titulado “Las lecciones de la OTAN”, que marca la línea de lo
que sería el grueso de las informaciones de guerra durante las primeras semanas: “No se trata
de bombardeos caóticos de los principales objetivos en el territorio de Chechenia, sino de la
eliminación metódica de todo aquello que pueda impedir el desarrollo de las operaciones es-
peciales”.7 El objetivo es, desde el principio, establecer diferencias con la primera guerra: esta
vez se están haciendo “bien” las cosas. El estilo militar y de hombre duro de Putin gusta a una
población aterrorizada por los atentados, y hace subir exponencialmente su popularidad.
En los primeros días de octubre, el ministro de Defensa Ígor Serguéyev anuncia la puesta
en marcha de las operaciones terrestres para establecer una zona de seguridad que evite futuros
ataques de “milicias islámicas” a las repúblicas caucásicas limítrofes con Chechenia. El opti-
mismo contagia a la prensa militar, desde cuyas páginas se comienza a presionar para que los
objetivos sean más ambiciosos. Ibrahim Suleiménov, general y diputado, asegura en el diario
Krasnaya Zvezda que “hay que hacer la vida imposible a los bandidos que sólo entienden el
lenguaje de la fuerza”.8 Putin, cuya candidatura a la presidencia comienza a ser mejor valorada
por la prensa, tarda poco en sumarse a la opinión de los generales: el objetivo pasa a ser “la
total destrucción del terrorismo”. En este nuevo contexto, se descarta la negociación con Aslán
Masjádov, presidente electo de Chechenia. Aún en octubre, se da un nuevo paso en lo que a la
organización de la propaganda se refiere, con la creación del gubernamental Centro de Infor-
mación Ruso que, a partir de entonces, se ocupará de filtrar las informaciones relacionadas con
las operaciones militares, así como de la diseminación de aquellas noticias publicadas en el
exterior y que no contradecían la versión del Kremlin sobre los acontecimientos en Chechenia.
La creación del Centro, dirigido por Mijaíl Marguélov (que había trabajado en la oficina de rela-
ciones públicas de la presidencia), y el general del FSB Alexánder Mijáilov, era el primer punto
de un decreto (el 1538-R, de 4 de octubre de 1999), que también contenía la instrucción de crear
un equipo intergubernamental, para coordinar la información, con representación del Minis-
terio del Interior, Defensa, Exteriores, Justicia, Nacionalidades y Situaciones de Emergencia,
entre otros organismos. El Centro se creó con la intención de convertirse en una institución
permanente aunque hace tiempo que, en la práctica, ha dejado de funcionar. Durante los prime-
ros meses de su existencia, que coincidieron con la campaña electoral, emitió recomendaciones
a los militares sobre cómo referirse a la guerra, que contenían toda una burocrática colección
de eufemismos, y organizó tours por Chechenia, para periodistas nacionales e internaciona-
les, siempre acompañados por oficiales del ejército. La profusión de centros de “información”
buscaba inundar el mercado periodístico de la versión oficial de la guerra, y coordinar dicha

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versión nombrando portavoces de las diferentes instituciones. Como ya hemos apuntado, esta
organización informativa tardará poco en mostrar sus lagunas: la descoordinación será lo ha-
bitual, en parte debido a las disputas internas entre los diferentes cuerpos de seguridad rusos,
bajo cuya responsabilidad está la dirección de la política informativa.9
Siguiendo con la organización de la propaganda oficial del gobierno ruso y, una vez más,
con el manual de la OTAN presente, en las primeras semanas de guerra se convocaron diarias
ruedas de prensa donde los generales del Ejército del Aire se jactaban, como hemos comentado,
de la precisión de sus ataques. La terminología ha cambiado con respecto a la primera guerra:
comienza a abrirse paso el término “wahabí”, y estamos ante una “operación antiterrorista en
contra del integrismo islámico”. No habían llegado aún a la prensa cifras preocupantes de bajas,
ni tampoco aquellas terribles narraciones sobre matanzas de civiles inocentes tan habituales
durante el anterior conflicto. Son frecuentes, sin embargo, las historias de héroes forjados du-
rante la primera guerra y de militares patriotas que arden en deseos de ir a combatir a Che-
chenia. En lo militar, las informaciones se tornan confusas, pero la versión oficial insiste ma-
chaconamente en que el norte de Chechenia, hasta la orilla del río Terek, está en manos de las
tropas federales. De esta forma, comienza la campaña propagandística de la “reconstrucción”,
destinada a demostrar que las condiciones de vida en el territorio “liberado” por el Ejército son
muy prometedoras, en contraste con el caos y la violencia que dominan el sur de la república: se
anuncian, paralelamente, proyectos de rehabilitación de zonas destruidas, suministro eléctrico,
agua potable, etc. Estas ruedas de prensa, muy frecuentes en el primer año de la guerra, eran
parte de la estrategia de comunicación que también incluía encuentros entre el presidente o sus
ministros con los periodistas. Poco a poco, dejaron de ser invitados a estas citas los representan-
tes de los medios “disidentes” de la versión oficial. Ya antes de las elecciones de marzo de 2000,
las autoridades habían anunciado (en televisión) el fin, victorioso, de la guerra.
Pero la guerra no había terminado. De hecho, en octubre de 2002, llegó con todo su horror
a la propia capital rusa en forma de secuestro masivo, durante una representación, en el teatro
Dubrovka, llevado a cabo por un comando liderado por Movsar Baráev, y que acabó en un
baño de sangre. Aún más impactante fue el secuestro, en septiembre de 2004, de una escuela
primaria de Beslán (Osetia del Norte) que se saldó con centenares de muertos, gran parte de
ellos niños. Ambos sucesos se caracterizaron por la férrea censura impuesta por las autoridades
rusas, así como por las continuas contradicciones en la información suministrada y, a la postre,
por el uso propagandístico que el Kremlin hizo de la catástrofe.10
El día 4 de septiembre, el presidente transmitía un mensaje televisado a la nación, en el
que Putin quiso representar dolor y firmeza al mismo tiempo, para lo que construyó un discurso
en clave bélica que, tras recordar a las víctimas y a sus familias, pasaba a entonar un engañoso
mea culpa. El presidente, que hizo un breve repaso histórico de las calamidades sufridas por
el pueblo ruso desde la caída de la URSS, reconocía que Rusia había descuidado la necesaria
atención a su seguridad, no había sabido reaccionar a tiempo ante los complejos procesos que se
desarrollaban dentro de la federación y a nivel internacional: “no supimos reaccionar adecuada-
mente. Demostramos debilidad, y a los débiles se les golpea”.11
Rusia está en guerra y, por lo tanto, hay que prepararse para el combate. Apelando a la
unidad del pueblo ruso, el presidente enumera las medidas que se van a tomar y que pasan por
el aumento del gasto armamentístico y el fortalecimiento de las fuerzas de seguridad. Bes-
lán también trajo como consecuencia el endurecimiento de la persecución a la oposición y la
eliminación de la elección directa de los gobernadores de las regiones que, desde entonces,

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son nombrados por el presidente. De esta forma, la propaganda del enemigo checheno, como
vemos, ha jugado un importante papel en la construcción de la vertical del poder y el discurso
único en Rusia.
Tras Beslán, Chechenia dejó de aparecer en las pantallas como campo de batalla (salvo
por hechos puntuales como la muerte de Shamil Basáev), y pasó a convertirse en una república
“en construcción” de la mano del hombre fuerte local, Ramzán Kadyrov. El discurso oficial nos
muestra la apertura de salas de cine, jardines, mezquitas y la rehabilitación de las casas derrui-
das por los bombardeos. Kadyrov, que gusta definirse como “un hombre de Putin”, personifica
lo que muchos han llamado “la chechenización del conflicto”, que pasa, entre otras medidas,
por la sustitución de los efectivos policiales rusos por chechenos. Las fuerzas del joven presi-
dente, cuyas órdenes parecen ser la única ley que rige en Chechenia, tienen aterrorizada a una
población que vive, a día de hoy, en una paz de cementerio.12

NUEVA POLÍTICA DE INFORMACIÓN: LA RETÓRICA BÉLICA

Volvamos, por un momento, a la campaña electoral de 2000. Con la guerra ganándose en (todas)
las pantallas, Putin no necesitó una segunda vuelta en las presidenciales de 2000. El enfrenta-
miento siguió, desde luego, pero perdió fuelle mediático una vez conseguido el principal objeti-
vo: la presidencia. Lo que no cesó (aún se mantiene), fue la retórica bélica, una de las constantes
en los últimos ocho años de la vida política rusa. Putin, con salidas de tono tan famosas como
la célebre frase mochit v sortire,13 ha puesto de moda el uso político de un argot barriobajero
empobrecedor de la calidad lingüística del discurso político, que ha colaborado a aumentar la
violencia simbólica a la que ha sido sometido, en este período, el pueblo ruso.
Ya como presidente, y aún con un primer gobierno plagado de préstamos de la era Yeltsin,
Putin, apoyado en el generalato más conservador, comienza con los cambios que pondrán en
marcha la nueva política de información que caracterizará su presidencia. Las líneas genera-
les de dicha política se ven reflejadas en un documento aprobado el 9 de septiembre del año
2000, que pretendía recoger la “Doctrina para la Seguridad de la Información de la Federación
Rusa”.14
El texto, que es una enumeración de posibles amenazas externas e internas, revela una ob-
sesiva preocupación por el intervencionismo exterior, sobre todo, de Estados Unidos y Europa,
en la industria cultural y de la información en Rusia. Si bien hay alguna referencia al peligro
que suponen las organizaciones terroristas internacionales, el documento carga las tintas en las
campañas de “desinformación” que, sobre Rusia y su política, se están llevando a cabo en el
extranjero y que cuentan, dentro del país, con medios de comunicación y Organizaciones No
Gubernamentales afines.
Citemos algunos ejemplos: entre las mayores amenazas que vienen del exterior, la doc-
trina destaca “la influencia informativa de estructuras políticas, económicas, militares e infor-
mativas del extranjero en el desarrollo y la implementación de la estrategia en política exterior
de Rusia”, así como la “difusión en el extranjero de desinformación sobre la política exterior
de la Federación Rusa” y “las actividades de información y propaganda de fuerzas políticas,
Organizaciones No Gubernamentales, medios de comunicación e individuos que tergiversan la
estrategia y tácticas de las actividades en política exterior de la Federación Rusa”. Para contra-
rrestar estas amenazas, el documento prevé medidas de contrapropaganda, ya sea en el interior,

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“aumentando las actividades de contrapropaganda orientadas a prevenir las consecuencias ne-


gativas de la difusión de desinformación sobre la política interior de Rusia” o en el exterior, a
través de “la creación de las condiciones de trabajo en las organizaciones y misiones rusas en
el exterior para neutralizar la desinformación que allí se difunde sobre la política exterior de la
Federación Rusa”.
Estas campañas de desinformación del enemigo externo vienen acompañadas, siempre
según el documento, del intento de monopolizar (desde el extranjero), el sistema de medios
de comunicación ruso, así como de reorientar la actividad académica y la investigación de los
estados miembros de la CEI. La amenaza, una vez más, no tiene su origen en el terrorismo
internacional, sino en “Occidente”. Como uno de los mayores peligros para la seguridad de
la información en Rusia, esta vez en el ámbito de la ciencia y la tecnología, se cita “la política
de los países occidentales destinada a la continua destrucción del espacio común, científico y
tecnológico heredado de la URSS por los países miembros de la Comunidad de Estados In-
dependientes, reorientando sus vínculos científicos y tecnológicos, así como a algunos de los
colectivos científicos más prometedores hacia los países occidentales”. No parece baladí insistir
en el hecho de que las fuentes oficiales rusas repitan, en documentos y declaraciones, que la
principal amenaza para su sistema de información y, más allá, para la existencia de Rusia como
estado, es la injerencia de Occidente en su política interior, y no el terrorismo internacional.
Si bien, tras el 11 de septiembre, la lucha contra el terrorismo se convirtió en justificación de
varias medidas difícilmente justificables (como la actuación de las fuerzas de seguridad rusas
en los secuestros del teatro Dubrovka y el colegio de Beslán), el eje propagandístico de mayor
rédito ha sido el ataque (verbal, simbólico) a Occidente.
Putin es, según la propaganda del Kremlin, el líder que ha levantado a una Rusia postra-
da, devolviéndole un papel protagonista en la arena internacional y, lo que es más importante,
consiguiendo que los ciudadanos rusos recuperen el orgullo de serlo. Rusia vuelve a ser una
potencia temida: ha recuperado el himno soviético y buena parte de la simbología del Ejército
Rojo, ha relativizado el estalinismo y su represión, y ha purgado los libros de texto de críticas al
pasado imperial de Rusia15. Por otra parte, el Kremlin no ha desaprovechado ninguna ocasión
para acusar a la Unión Europea y Estados Unidos de intentar desestabilizar a Rusia, de querer
dividirla territorialmente, de fomentar “revoluciones de colores”, de intentar, en suma, volver
a arrodillar a Rusia ante Occidente. Es cierto que la torpeza (y la hipocresía) de la UE y los
EEUU, con proyectos como la implantación del escudo antimisiles en territorio comunitario,
les ha puesto fácil las cosas a los propagandistas rusos, pero resulta poco justificable el uso
interno que Putin ha hecho de estas actuaciones internacionales.
El enemigo interno, era de esperar, ha sido presentado como la quinta columna de Occi-
dente en territorio ruso. Una vez cerrado en falso el conflicto checheno, que se libró fundamen-
talmente, y siempre según el Kremlin, “contra el terrorismo internacional”, lo siguiente ha sido
eliminar, metafórica o literalmente, a la oposición política interna. La batalla se ha librado en
varios frentes: por una parte, el Kremlin, para mantener la fachada de pluralismo,16 ha creado
su propia oposición, en forma de partidos políticos como Spravedlivaya Rossia o candidatos
presidenciales como Andréi Bogdánov, y ha puesto en marcha instituciones que simulen repre-
sentación de la sociedad civil, como la Obschestvennaya Palata. Por otro lado, ha endurecido
la legislación que permite crear organizaciones no gubernamentales (haciendo del proceso una
odisea farragosa y cara), y ha dado vía libre a una ley sobre el extremismo tan ambigua, que
castiga todo lo que se quiera castigar. De hecho, las limitaciones impuestas a las libertades de

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expresión, asociación y reunión son alarmantes. El presidente no ha ocultado que las reformas
legislativas llevadas a cabo por su gobierno iban encaminadas a reducir la influencia occidental
en la sociedad civil rusa y evitar “revoluciones de colores”. Para ello, se ha utilizado, con una
arbitrariedad fuera de cualquier duda razonable, la “Ley sobre el combate contra las actividades
extremistas”, aprobada en 2003 y enmendada en 2006 y 2007, y el artículo 282 del Código Pe-
nal, que introduce el delito de “incitación al odio o la animadversión, así como al menoscabo de
la dignidad humana”.17 De esta forma, periodistas, defensores de derechos humanos, así como
activistas políticos de la oposición, han sido retenidos y acusados de extremistas, fruto de la in-
terpretación cuestionable de una ley para la que, entre otras cosas, es extremista el “menoscabo
de la dignidad nacional” o el “incitar a la discordia social”. Como complemento a las nuevas
normativas, los excesos de las fuerzas de seguridad contra las manifestaciones de la disidencia,
así como las denuncias de persecución y hostigamiento por parte de la misma, rara vez llegan a
tener consecuencias penales. Son muchos los periodistas díscolos que han sido asesinados por
su actividad profesional en los años de Putin (el caso de Anna Politkóvskaya es paradigmático)
y aún más los que sienten la presión constante e insoportable en su vida cotidiana.
Cualquier forma de disidencia, cualquier visión de Rusia que difiera de la televisada, ha
sido reprimida con mayor o menor dureza. Acusados de estar vendidos a Occidente, coaliciones
como La Otra Rusia, partidos como el Nacional-Bolchevique, organizaciones no gubernamen-
tales como Memorial, Madres de Beslán o la Sociedad para la Amistad Ruso-Chechena, me-
dios de comunicación como la emisora Echo Moskvy o Novaya Gazeta, museos como el Centro
Sájarov y un largo etcétera, han sufrido registros, continuas citaciones judiciales, complicacio-
nes en los trámites de sus licencias, amenazas, detenciones y penas de cárcel a sus responsables,
etc. La demonización de cualquier oposición digna de ese nombre, sea cual sea su ideología, ha
adoptado diferentes formatos, algunos tan burdos como el “reportaje” Kto zakazyvaet Khaos
(¿Quién encarga el caos?), emitido por la NTV en 2007 para “demostrar” la corrupción y vio-
lencia de los asistentes a las marchas de los disconformes, y en el que ni siquiera se señalaba su
autoría en los créditos finales.18
Mientras tanto, la propaganda televisiva ha mostrado a los rusos un líder fuerte, que prac-
tica deporte, trabajador incansable y al que no le tiembla el pulso cuando la ocasión lo requiere.
Es un hombre duro, e incluso atractivo, que toma decisiones ante las cámaras y regaña en pú-
blico a sus ministros por el trabajo mal hecho; la encarnación del zar bueno y honrado: si las
cosas van mal, es culpa de los boyardos (malvados y corruptos), personificados en ministros y
asesores.19 Por otra parte, Putin ha rodeado muchas de sus apariciones públicas, especialmente
los discursos anuales a la nación, de exagerada pompa y boato, dando gran importancia a los
acontecimientos rituales en los que el poder se muestra en todo su esplendor. Con una esce-
nografía muy cuidada, un presidente de rostro serio y lenguaje contundente, desgrana todos y
cada uno de los grandes problemas de la nación, ofreciendo (también ritual y retóricamente)
medidas “inmediatas” y “efectivas”, términos éstos que, junto a la palabra “estabilidad” han
salpicado todos los discursos presidenciales.20
El escenario es coherente con el mensaje imperial que ha ganado terreno en los últimos
años; un mensaje que insiste en la misión histórica de Rusia como estado y como civilización,
que se viste de “Tercera Roma” gracias a la colaboración de la siempre obediente iglesia or-
todoxa, dispuesta sempiternamente a bendecir las políticas y a los políticos en el poder. Una
vez más, el mensaje propagandístico del poder en Rusia recupera, como línea destacada, la
excepcionalidad del desarrollo histórico ruso, su asincronía, la diferencia que Lenin magnificó,

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apoyándose en otros pensadores rusos como Chaadáev, Herzen o Chernyshevski. La llegada


masiva de los silovikí a la alta política ha ayudado a militarizar ese mensaje propagandístico. Y
se han puesto en marcha canales, más allá de los medios de comunicación convencionales, para
que el mensaje llegue a la sociedad. En esta línea hay que entender, por ejemplo, el fomento de
asociaciones juveniles encargadas de visualizar, con métodos fascistoides, el apoyo popular al
presidente. Iduschie Vmeste, Nashi, Moladaya Guardia, son algunas de estas asociaciones que,
apoyadas desde el Kremlin, parecen querer emular (sin conseguirlo) al Komsomol de antaño y
reforzar el mensaje imperial.
Putin ha dedicado su mandato a reconstruir (si es que alguna vez se “deconstruyó”), una
estructura vertical del poder que simule pluralismo, elecciones y separación de poderes. Por el
dócil sistema de medios de esa estructura fluye un mensaje dual: los ciudadanos deben com-
prender que en Rusia hay dos opciones políticas, una dentro del sistema, que garantiza la es-
tabilidad y el progreso, encarnada por Putin y el partido Edinaya Rossia (Rusia Unida), y otra
antisistema y quintacolumnista que quiere devolver al país al caos de los noventa. No se ha
dejado mucho espacio de expresión a las medias tintas, ni mucho menos a opciones situadas en
los márgenes del sistema: una sola Rusia, un solo partido, una sola propaganda.
De lo dicho hasta ahora se podría deducir que el gobierno ruso ha construido una orga-
nización propagandística “impecable” y sin fisuras. Si bien es cierto que estas medidas han
proporcionado no pocos éxitos, también lo es que se han cometido graves errores que deben ser
entendidos en el contexto político y las luchas por el poder en la actual Rusia. El gobierno de
Putin no siempre parece capaz de poner en práctica las medidas que dicta, y esto también ocurre
en su política informativa. De poco sirven los esfuerzos por coordinar la información que dan
las diferentes instituciones, si éstas se hallan en continua lucha interna y acaban atacándose
públicamente. Tampoco las medidas de control de la información son de rigurosa aplicación
en un contexto de corrupción generalizada en el que muchos funcionarios venden “secretos de
Estado” por un adecuado soborno. Por lo tanto, hay luces, pero también sombras, en el diseño
propagandístico de los gobiernos liderados por Vladímir Putin.
Hacia el exterior, la actividad propagandística del Kremlin ha estado orientada principal-
mente a difundir la imagen de un país “resucitado”, fuerte, estable y que no se deja ningunear
por EEUU y la Unión Europea.21 Putin ha procurado, con aceptable éxito, presentar como vic-
torias buena parte de las “derrotas” diplomáticas que ha sufrido Rusia en los últimos ocho años.
La UE se ha ampliado hacia el este, la OTAN ha abierto las puertas (a medio plazo), a Ucrania
y Georgia, EEUU (con la cobertura de la OTAN y la habitual soberbia del gobierno Bush), se
dispone a establecer parte de su escudo antimisiles en Polonia y la República Checa, la indepen-
dencia de Kosovo ha sido ampliamente reconocida, etc. A la diplomacia rusa no le ha quedado
más remedio que ir encajando la situación y responder con una solemne y dura retórica de Gue-
rra Fría. De esta forma, el discurso del gobierno ruso ha denunciado la política estadounidense
orientada a crear un mundo “unipolar”. Así lo explicó el propio Putin en la 43 Conferencia de
Munich sobre políticas de seguridad, celebrada en octubre de 2007:

However, what is a unipolar world? However one might embellish this term, at the end of
the day it refers to one type of situation, namely one centre of authority, one centre of force, one
centre of decision-making. It is world in which there is one master, one sovereign. And at the end
of the day this is pernicious not only for all those within this system, but also for the sovereign it-
self because it destroys itself from within. And this certainly has nothing in common with democ-

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racy. Because, as you know, democracy is the power of the majority in light of the interests and
opinions of the minority. Incidentally, Russia (we) are constantly being taught about democracy.
But for some reason those who teach us do not want to learn themselves.22

El Putin “defensor de un mundo multipolar” ha contestado a las críticas sobre el rumbo


autoritario de su gobierno poniendo en evidencia la hipocresía occidental: “vosotros hacéis
también todo eso de lo que nos acusáis”, ha sido la respuesta recurrente. Por otra parte, el Kre-
mlin ha usado periódicamente a Gazprom como una suerte de anexo al Ministerio de Asuntos
Exteriores: amenazas más o menos veladas de corte de suministro y subida de precios han
recordado a Europa de quién depende energéticamente.

CONTRAPROPAGANDA Y OPOSICIÓN: PASADO, PRESENTE Y FUTURO

El análisis de los indicadores que evalúan el estado de salud de la Federación Rusa en campos
como la percepción de los ciudadanos de su situación económica,23 social24 o política25 podría
llevarnos a la conclusión de que Putin ha convertido a Rusia, a pesar de lo que afirman sus
propagandistas dentro y fuera del país, en un lugar con menos opciones de expresión, menos
plural y con una conflictividad interna en ascenso. No obstante, esos mismos indicadores son
excelentes cuando evalúan la popularidad del ex –presidente,26 lo que algunos autores, como E.
Kozina, achacan a la mitificación del poder, a la sacralización del líder: “La mentalidad rusa
exige la sacralización del poder para colocarlo por encima de la ley”.27 Más allá de los compo-
nentes culturales atribuidos a la mentalidad rusa, los niveles de confianza en el presidente pare-
cerían también deudores, en buena parte, del monólogo del poder que he intentado describir en
páginas anteriores y de los altos precios del petróleo durante los años de la presidencia de Putin
que han evitado una crisis de mayor envergadura en las economías familiares.
La conflictividad larvada que se desprende de la situación general del país, provoca, como
ya he apuntado, fisuras en el aparentemente monolítico sistema propagandístico ruso. También
da lugar a posibilidades de cambio a medio plazo, aunque sea difícil juzgar el potencial de la
oposición en una sociedad autoritaria, y marca líneas posibles de actuación para aquellos que
ven al país de forma diferente.
La disidencia a la visión de Rusia que tiene el Kremlin se encuentra atomizada, pero existe
en un puñado de medios de comunicación de difusión modesta, en asociaciones universitarias,
en segmentos de las agrupaciones profesionales, en un movimiento libertario en alza, en pe-
queños partidos políticos y también en las cocinas de muchas familias, bares de copas, grupos
musicales y organizaciones de diverso tipo (defensa de los derechos humanos, de las víctimas del
terrorismo, etc.).28 No considero aquí oposición a aquellos partidos que hoy están representados
en el parlamento, ya que no han llegado a él a través de un proceso electoral mínimamente, re-
presentativo29 y ninguno de ellos ha demostrado tener ni programa ni intenciones diferentes a las
del gobierno, con el que han colaborado puntualmente siempre que han sido requeridos.
En junio de 2007, la Fundación “Opinión Pública” de Moscú publicó un interesante estu-
dio30 en relación a la percepción de los ciudadanos sobre la oposición política. Quizás el primer
dato destacable de los resultados sea que el 56% de los encuestados consideraba imprescindible
la existencia de dicha oposición, mientras que un 12% pensaba que la oposición no debería exis-
tir y un 32% tuvo problemas para contestar. Los datos cambian ante la pregunta de si existe o no

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esa oposición en la Rusia de hoy: el 48% considera que sí, pero que no influye en la vida políti-
ca, mientras que el 19% piensa que no hay oposición política en Rusia. Los partidos más citados
como oposición fueron el Partido Comunista (24%) y el LDPR de Zhirinovski (13%), ambos
con representación parlamentaria. Pocos recordaron en este rubro a las organizaciones políticas
extraparlamentarias (un 7% nombró a Yábloko y sólo un 1% a La Otra Rusia, por ejemplo).
Las causas de la invisibilidad de la oposición política rusa son múltiples y no todas están
relacionadas con la acción del gobierno. Si las relaciones entre los líderes de los partidos lla-
mados habitualmente liberales no fueran tan conflictivas, es posible que dichas organizaciones
hubieran podido aprovechar las vulnerabilidades del sistema propagandístico puesto en marcha
por los gobiernos de Putin. En lugar de esto, los últimos años han sido prolijos en disputas entre
los minúsculos partidos liberales que han perdido un tiempo precioso para movilizar a los sec-
tores hoy pasivos de la sociedad.31
A pesar de las divisiones internas, y de los obstáculos para la acción colectiva existentes
en un sistema tan restrictivo de las mismas como la Rusia de Putin, la oposición extraparlamen-
taria rusa ha dado pasos importantes para conseguir el que, en mi opinión, debería ser objetivo
fundamental: construir una sociedad civil más fuerte en Rusia. Esos pasos han ido en tres líneas
fundamentales: la primera sería la visibilización de la información y proyectos políticos y so-
cio-culturales alternativos a la propuesta del poder, lo que se ha conseguido sobre todo a través
de cierto periodismo, al que me referiré a continuación; un periodismo que ha jugado también
un importante papel en el desarrollo de la segunda de esas líneas, a saber, la deconstrucción del
discurso del poder y la puesta en evidencia de sus contradicciones. La tercera línea tiene que ver
con la puesta en marcha de un activismo político no violento que encarna propuestas imagina-
tivas más allá del tradicional sistema de partidos; iniciativas que, en ocasiones, se han apoyado
en las posibilidades que ofrece la unión entre comunicación y activismo político no violento. En
las tres direcciones se ha comenzado la marcha, y en las tres quedaría aún mucho por hacer.
La parte más visible de esta oposición “liberal”, en lo que a medios de comunicación se
refiere, corresponde a medios que, a pesar de sus limitaciones financieras (y, a veces, su estre-
chez de miras), han cumplido un importante y positivo papel al unir en torno a sí a una buena
parte de la población descontenta con la monótona desinformación del gobierno.32 Algunos de
los oligarcas caídos en desgracia, Jodorkovski por ejemplo, mantuvieron, durante algún tiempo,
cierta influencia mediática a través del semanario Moskovskie Novosti; Berezovski, desde su
exilio londinense, siguió apoyando publicaciones como Nezavisimaya Gazeta y el prestigioso
diario económico Kommersant, principal publicación del grupo empresarial del mismo nombre,
que edita además revistas como Dengui y Vlast. Kommersant fue adquirido, en septiembre de
2006, por el turbio magnate de la metalurgia Alisher Usmánov que es, al mismo tiempo, alto
funcionario de Gazprom, lo que no ayuda a augurar un futuro excesivamente crítico al diario.
En lo que a la radio se refiere, deberíamos incluir en este grupo a algunas de las estaciones
extranjeras con emisiones en ruso, como la norteamericana Radio Svoboda (Radio Liberty),
para la que trabaja el periodista Andrei Babitski,33 conocido (y perseguido) por sus crónicas
sobre Chechenia, y la BBC británica. También la emisora de la capital, Ekho Moskvy, mantiene
programas que, a día de hoy, cuestionan duramente la línea política del Kremlin. El caso de esta
emisora merece atención: se trata de una de las pocas cuyo plato fuerte es la información y ha
conseguido mantener una línea muy dura de crítica al poder, a pesar de que su mayor accionista
sea Gazprom, principal beneficiario de la disolución de Media-Most, el grupo de empresas que
dirigía Vladímir Gusinski.

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Especial atención merece Novaya Gazeta, publicación periódica que, desde sus páginas,
ha llevado a cabo una feroz y sistemática crítica a la Rusia de Putin. Sigue manteniendo la ma-
yoría del accionariado en manos de la redacción, dirigida por Dmitri Murátov, aunque en junio
de 2006, el 49% de las acciones fueron adquiridas por el ex presidente de la URSS, Mijaíl Gor-
bachov, y el diputado Alexander Lébedev. Para Novaya Gazeta trabajaba Anna Politkóvskaya,
quien posiblemente fuera la periodista cuyas crónicas sobre la guerra de Chechenia, muchas
de ellas publicadas en forma de libro y traducidas a varios idiomas,34 hayan tenido mayor re-
percusión dentro y fuera de Rusia. Politkóvskaya dedicó buena parte de su trabajo periodístico
a una labor de investigación y recopilación de datos con el objetivo de poner en evidencia la
versión oficial sobre la guerra en Chechenia. Con su estilo duro e incisivo, se entrevistó con los
principales líderes chechenos (fue mediadora durante el asalto al teatro de la calle Dubrovka de
Moscú) y nos ofreció un descarnado retrato de la vida cotidiana, en una guerra que poco tenía
que ver con las imágenes de los informativos televisados por los principales canales de la Fe-
deración Rusa. La denuncia constante, a través de historias individuales de “interés humano”,
puso el dedo en la llaga sobre los temas más sensibles: la sempiterna corrupción interna del
ejército ruso, la descripción de la impunidad con la que actúan los escuadrones de la muerte, el
negocio de las armas rusas en Chechenia, los campos de filtración, lo común de la tortura, etc.
Su asesinato, en octubre de 2006, supuso un tremendo golpe para la oposición democrática y,
sobre todo, demostró cuál puede ser el precio de disentir en la Rusia de Putin.
Si Politkovskaya consiguió que su denuncia trascendiese las fronteras de la Federación
Rusa, otros profesionales, de menor renombre internacional, contribuyen con su trabajo a esta
labor de oposición y contrapropaganda. Es el caso de Víktor Shenderóvich, antiguo director y
guionista del programa de humor político Kukly, emitido por la NTV hasta que la cadena pasó a
estar bajo la tutela gubernamental, y que ha elegido el humor para describir el surrealismo de la
actual vida política rusa. Desde diferentes medios de comunicación, entre ellos Echo Moskvy,
Shenderóvich se ha convertido en una especie de francotirador intelectual que apunta a las po-
líticas gubernamentales, ridiculizando un sistema del que destaca su estructural e incoherente
absurdo.35
Otro de los ejes principales de esta disidencia informativa lo componen las diferentes
ONG que, como Amnistía Internacional, Human Rights Watch o Médicos Sin Fronteras, de-
nuncian, en todos y cada uno de sus informes sobre la Federación Rusa, la sistemática violación
de los derechos humanos fundamentales. Mención especial merece el Comité de Madres de
Soldados36 que, aunque con un apoyo popular muy discreto, lleva a cabo una “silenciosa” labor
de difusión de la situación de absoluto desamparo, precariedad y elevada siniestralidad que vi-
ven los soldados rusos en el seno de su ejército. De mayor impacto mediático es la organización
Memorial, nacida durante la Perestroika con el objetivo de rehabilitar la memoria de los repre-
saliados políticos en época soviética, y que lleva a cabo un intenso trabajo en defensa de los
derechos humanos. Memorial, que recibe financiación fundamentalmente desde el extranjero
y de algunas instituciones rusas como el Ayuntamiento de Moscú, es hoy una fuente indispen-
sable de información para aquellos que buscan alejarse de una visión, la gubernamental, que a
pesar de la inmensidad de pruebas en contra sigue insistiendo en que, por ejemplo, Chechenia
es una región de Rusia en imparable construcción, cuyo único problema es la presencia de
algunos grupos terroristas internacionales en vías de extinción.37 En esta misma línea actúa
la (hoy ilegalizada en Rusia y “resucitada” en Finlandia) ONG “Sociedad para la Amistad
Ruso-Chechena”, encabezada por Stanislav Dmitrievski y cuyo solo nombre ya sonó como una

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BALANCE PROPAGANDÍSTICO DE LA ERA PUTIN

provocación en la Rusia de Putin. La organización, con su sede principal en Nizhny Nóvgorod y


dedicada fundamentalmente a la defensa de los derechos humanos, puso en marcha la “Agencia
de Información Ruso-Chechena” que, dirigida por Oksana Chélysheva, dispuso de una red de
corresponsales en Chechenia y otros puntos del Cáucaso-Norte. Esta actividad informativa le
ha costado a la organización, como a tantas otras, la enemistad de los poderes públicos que,
en ocasiones, se ha manifestado en forma de acoso y persecución judicial a sus representantes.
No puedo citar aquí la gran cantidad de pequeñas organizaciones opositoras del más di-
verso carácter, unidas por un mar de blogs y publicaciones en red, de limitado impacto pero que
cumplen un importante papel informativo-organizativo, así como de mantenimiento del “áni-
mo” opositor. Quizás sea Drugaya Rossia (La Otra Rusia) el foro natural de unión de una parte
sustancial de estas asociaciones, más o menos formales cuyo punto en común es el profundo
descontento de sus militantes con la situación del país en el que viven.
La aparición, en 2006, de Drugaya Rossia, como coalición de fuerzas de oposición de
muy diversa índole es una iniciativa esperanzadora para aquellos que quieren abrir el espectro
de miradas políticas en la Federación Rusa. Es una buena noticia la existencia de una unión que
agrupa a asociaciones y líderes tan diversos como Garry Kaspárov, Eduard Limónov o Víktor
Gueráshenko alrededor de un programa que exige la consecución de unas reglas del juego
limpias para la vida política rusa. La apuesta por hacer visible a la oposición a través de las
“marchas de los disconformes”, e incluso las dificultades internas para convertirse en “partido
tradicional”, son buenas noticias para una sociedad que difícilmente encontrará soluciones en
un sistema corrupto como el actual. El objetivo propagandístico de las marchas ha sido claro y
acertado: internamente, vencer el miedo a protestar públicamente y, como hemos mencionado,
visibilizar a una oposición compuesta no sólo por “liberales y oligarcas”. Al exterior, las mar-
chas han mostrado cómo se comporta el régimen ruso cuando sus ciudadanos salen a la calle
a mostrar su opinión, pero también el limitado poder de convocatoria de la coalición a la hora
de salir a la calle.
A juzgar por los datos ya citados, son pocos hoy los ciudadanos rusos que toman en serio a
la coalición como fuerza de oposición, por lo que parece necesario que propuestas como ésta se
vean acompañadas de un mayor y más imaginativo esfuerzo de comunicación. Si Drugaya Ros-
sia supedita la lucha electoral a la propagandística, pone un mayor acento en la “construcción
del deseo de cambio” y en la acción política no violenta fuera del sistema, podría convertirse
en un foro central de construcción de la sociedad civil y de cambio social en la Rusia de hoy.
Ayudaría quizás a inclinar la balanza en este sentido, que la coalición diera cabida en su seno (y
que la Asamblea Nacional hiciera lo propio), a esa disidencia pasiva hoy organizada débilmente
y evitase reproducir los conflictos de las elites liberales a los que me he referido.
Foros como Drugaya Rossia podrían cumplir un papel organizador central en la decons-
trucción del mensaje propagandístico del poder, mostrando que las tesis difundidas por el Kre-
mlin como “evidentes” (Rusia está rodeada de enemigos, la oposición es la quinta columna…)
no lo son. Explicar comprensible y persuasivamente las motivaciones del mensaje del poder;
desenmascarar, denunciar, ridiculizar y contraatacar ese mensaje son elementos estructurales
en la deconstrucción del discurso y, a mi entender, deben formar parte de la estrategia de comu-
nicación que ayude a normalizar la vida política del país. La tarea contrapropagandística que la
oposición rusa tiene ante sí es titánica: deconstruir el mensaje imperial y la violencia simbólica
que lleva consigo, oponiendo una cultura de paz que disminuya dichos niveles de violencia, sin
lo que resultará difícil construir nada que no reproduzca enfrentamientos, también violentos,

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contra el poder. Y hacerlo, además (y esto matiza cualquier visión optimista), frente a una au-
toridad hostil y represora de cualquier iniciativa que considere “peligrosa”.
Son muchas las denuncias por parte de organizaciones nacionales e internacionales a las
políticas del Kremlin por su orientación a reprimir, desalentar e invisibilizar mediáticamente
a la disidencia,38 cuyos líderes no aparecen en la TV nacional más que para, en ocasiones, ser
duramente descalificados. Esta estrategia, que ha podido hacer daño a la oposición, también ha
sugerido a muchos de sus líderes que no hay otro camino más que una cierta acción conjunta,
extraparlamentaria y, en buena medida, en los márgenes del sistema. Y se han dado pasos para
organizarse en esta dirección. Garry Kaspárov (Novaya Gazeta, 03/04/2008), cabeza visible
junto a Limónov de Drugaya Rossia, ha definido a la “verdadera oposición” como aquella que
no está (y no puede estar) representada en el parlamento actual y no se presta a llegar a acuer-
dos con el poder. Para Kaspárov, el principal objetivo de la oposición debe ser propagandístico:
llevar el mensaje de aquellos que quieren construir instituciones representativas en Rusia a la
ciudadanía. Los métodos: todos los posibles, mientras sean pacíficos; la demostración pública,
las marchas de los disconformes, ocupan un lugar central:

La marcha de los disconformes es una forma de protesta. En una sociedad democrática es


una señal al poder de que algo va mal; e incluso que salgan a la calle 5.000 personas supone un
método infalible para lograr el despertar de la sociedad civil. Hoy hay 5.000 personas dispuestas a
correr ese riesgo, y mañana serán más. Y mientras más gente haya, menos presión habrá por parte
del poder y menos riesgo de represión por la fuerza (Kaspárov, Novaya Gazeta, 03/04/2008).

Brian Martin y Wendy Varney39 hacen un interesante análisis de las posibilidades comu-
nicativas que tienen las estrategias de activismo no violento, a la hora de conseguir objetivos
políticos. Dichas estrategias van desde las protestas no violentas que incluyen, entre otras
acciones “petitions, banners, picketing, wearing of symbols, fraternization”, etc., la no-coope-
ración y la desobediencia civil (boicot a medidas injustas, autoexclusión pública de un proyecto
corrupto, etc.) y, por último, la propaganda por la acción, que incluye medidas con una gran
carga persuasiva y espectacular, como la puesta en marcha de gobiernos o parlamentos alter-
nativos del tipo de la Asamblea Nacional, organizada por parte de la oposición en Rusia.40 Los
objetivos comunicativos de la acción no violenta son diversos: en los oponentes se busca la
“conversión”, pero cuando ésta no es posible (como parece ser el caso de Rusia a día de hoy),
forzar el diálogo y convertirse en el “interlocutor natural” pueden ser metas de la estrategia de
comunicación.
El efecto en las terceras partes de las acciones comunicativas puede también ser esencial.
Si el oponente no es receptivo, la acción sobre terceros que puedan influir en él se convierte en
estratégica. Los intermediarios pueden hacer de puente si se consigue movilizar, por ejemplo,
a gobiernos y opiniones públicas extranjeros o a organizaciones y sectores importantes de la
sociedad del propio país. El objetivo puede ser marcar las agendas de estas terceras partes a
través, por ejemplo, de una cobertura mediática relevante. Es el llamado efecto CNN, denomi-
nación que esconde la duda de si los medios pueden, o no, influir en las agendas políticas de
los gobiernos hasta el punto de que éstos actúen en consecuencia. Autores como Piers Robin-
son defienden que esta influencia está sujeta a determinadas condiciones: “policy uncertainty
and critical media framing leads to media influence on policy, and that when there is policy
certainty media influence is limited”.41 Desde este punto de vista, dirigir intensas campañas de

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BALANCE PROPAGANDÍSTICO DE LA ERA PUTIN

comunicación (como ya se ha intentado) a las autoridades de la Unión Europea y las opiniones


públicas de los estados miembros, es un paso en la dirección acertada.42
Por último, los efectos de las acciones no violentas pueden tener un importante y positivo
efecto de empoderamiento (empowerment) en los propios activistas. La comunicación interna,
la participación en la toma de decisiones, la experiencia de participar unidos en contra de algo
que se considera injusto suele traer consigo la sensación de estar haciendo lo correcto y el ma-
yor compromiso con “la causa”.
Si la oposición extraparlamentaria rusa consigue encontrar espacios de diálogo y unas
mínimas reglas del juego con las que entenderse, estas líneas de actuación podrían ayudar al
fortalecimiento de una sociedad civil que hoy, en buena medida, vive de espaldas a los procesos
políticos que acontecen en su país.

NOTAS

1 Publicado, en inglés, bajo el título “Putin’s Propaganda Legacy” en Post-Soviet Affairs, 2, 2009.
[http://www.bellpub.com/psa]
2 Como curiosidad, en 1999, cuando Putin llegó al poder, no había rusos en la lista Forbes de los 25
hombres más ricos del mundo. En 2008, 7 de esos 25 eran de esa nacionalidad.
3 Sobre las coincidencias en política exterior entre Rusia y EEUU, véase: TAIBO, Carlos (2006), Rusia
en la era de Putin. Madrid: Catarata.
4 Para una mayor información estadística sobre la evolución de la opinión pública en la Federación
Rusa, véase la documentación publicada por el Levada Tsentr (www.levada.ru).
5 Para más información sobre la estructura de medios en Rusia, véase, entre otros: HOFFMAN, David
E. (2003), Los oligarcas. Barcelona: MONDADORI; ZASURSKII, Ivan (2004), Media and Power in
Post-Soviet Russia. Armonk, N.Y.: M.E. SHARPE; ZASURSKI, Y.N. (2004), Iskushenie svobodoi.
Rossiyskaia zhurnalistika 1990-2004. Moscú: Izdatelstvo Moskovskogo Universiteta. PANFILOV,
Oleg (2005), Putin and the Press: The Revival of Soviet-style Propaganda. Londres: Foreign Policy
Centre; BROWN, Archie (Editor) (2001), Contemporary Russian Politics: A Reader. Oxford and
New York: Oxford University Press; LOZOVSKAYA, Maria, Mass-Media. Biznes ili instrument
vliyanya? Ekonomika Rosii: XXI vek [en línea]. Mayo de 2002, nº2 [ref. de 10-04-2005]. Disponible
en: <http://www.ruseconomy.ru/nomer7_200205/ec15.html>.
6 Una de las misiones del Centro fue la edición, junto a Ria Novosti, de “Chechnya. The White Book”,
un interesante documento para conocer la versión de las autoridades rusas (sobre todo la dirigida al
exterior) del conflicto en Chechenia. El documento puede consultarse en: http://www.globalsecurity.
org/military/library/news/2000/04/white/index.html. (Última consulta: 7 de octubre de 2008).
7 Izvestia, 25/09/1999.
8 El País, 2/10/1999.
9 De hecho, fueron muchas las contradicciones en la versión oficial sobre lo que ocurría en Cheche-
nia. Uno de los sucesos de mayor repercusión mediática fue el de las explosiones en un mercado
de Grozny, en octubre de 1999. Sobre este caso, véase: Putin contradicts Russian army spokesman
on Chechen explosions: http://www.cnn.com/WORLD/europe/9910/22/russia.chechnya.02/ (Última
consulta: 7 de octubre de 2008).
10 Sobre los acontecimientos y la cobertura mediática de los secuestros del teatro Dubrovka y la escuela
de Beslán, véase: SAFRÓNOV, Yuri, Korpunkt v Beslane. Moscú: Novaya Gazeta, 2005; así como
las páginas de la Asociación “Pravda Beslana” [http://www.pravdabeslana.ru/] y “Memorial Nord-
ost” [http://nord-ost.org/].

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11 El texto de las comparecencias presidenciales puede consultarse en: <http://president.kremlin.ru/


sdocs/appears.shtml> (Última consulta: 4 de septiembre de 2004). El video del discurso puede verse
en: http://news.bbc.co.uk/1/hi/world/europe/3627878.stm (Última consulta: 14 de octubre de 2008).
12 Sobre la segunda guerra de Chechenia y su reflejo en los medios de comunicación, véanse, entre
otros:
GAKÁEV, Z (2002), Osobennosti osvescheniya v SMI chechenskogo konflikta. Moscú: Institut et-
nologii i antropologii RAN; NIVAT, Anne (2003), El laberinto checheno. Barcelona: Paidós; OSCE
(2003), Report on the Media Situation in Chechnya. OSCE; SCHEKOCHIJIN, Yuri (2003), Zab-
ytaia Chechnia: Stranitsy iz voennyj bloknotov. Moscú: “Agenstvo KRPA “Olimp”; TAIBO, Carlos
(2004), El conflicto de Chechenia. Madrid: Los libros de Catarata; VÁZQUEZ LIÑÁN, Miguel
(2005), Desinformación y propaganda en la guerra de Chechenia. Sevilla: Padilla Libros; SMITH,
Sebastián (2002), Las montañas de Alá. La batalla por Chechenia. Barcelona: Ediciones Destino;
PAIN, Emil, The Second Chechen War: The Information Component. Military Review [en línea].
2000, julio-agosto (Última consulta: 6 de mayo de 2005). Disponible en: <http://www.globalsecurity.
org/military/library/news/2000/07/secchech.htm>.
13 Putin se refirió, en septiembre de 1999, con esta expresión, que podría traducirse como “machacar(los)
en el retrete”, al modo en que se perseguiría a los “terroristas chechenos”; “Si los cogemos en el baño,
los machacaremos en el retrete”, dijo.
14 El documento puede ser consultado en la siguiente dirección electrónica (Última consulta: 5 de oc-
tubre de 2006). http://www.medialaw.ru/e_pages/laws/project/d2-4.htm.
15 La polémica sobre la interpretación histórica promovida desde el poder ha vuelto a los medios tras la
publicación del manual de historia para secundaria (o mejor dicho, del libro para el profesor) dirigido
por A.B. Filippov, Historia Rossii 1945-2008. Kniga dlia Uchitelia, de la editorial Prosveshenie de
Moscú. Sobre la controversia originada, véase: Esli by na meste Stalina byl ia (Liudmila Rybina,
Novaya Gazeta, 19/09/08: http://www.novayagazeta.ru/data/2008/69/14.html), Poslednii pisk istorii
Gosudarstva Rossiiskogo (Liudmila Rybina, Novaya Gazeta, 24/09/07: http://www.novayagazeta.
ru/data/2007/73/00.html ) (Última consulta: 7 de octubre de 2008).
16 Jonathan Becker incluye a Rusia entre los países con un sistema de medios “neoautoritario”, caracte-
rizado por cierta permisividad en lo que respecta a la diversidad de opiniones que pueden transmitirse
a través de los medios, pero con fuertes limitaciones en temas de vital importancia para el mante-
nimiento del régimen como la seguridad nacional o la información electoral. Una diferencia funda-
mental entre los sistemas autoritarios tradicionales y los neoautoritarios es, para Becker, el uso que
los últimos hacen de la televisión, consolidada como el gran medio de comunicación y propaganda:
“What particulary distinguishes the neo-authoritarian system is the bifurcation between broadcast
and print media. In neo-authoritarian systems, the state asserts the capacity to control broadcast me-
dia, particulary television, because it is perceived to be the most important medium through which to
communicate with the population” (p.150). Véase: BECKER, J. (2004), Lessons from Russia: A Neo-
Authoritarian Media System, en European Journal of Communication; 19; 139-162.
17 Para una mayor información sobre la legislación rusa, en particular a la que atañe al trabajo informa-
tivo, así como la presión que sufren los profesionales del periodismo, véase: BATURIN, Yuri; FE-
DOTOV, Mijaíl; ENTIN, Vladímir. ZAKON o SMI: na perekriostke vekov i mnenii. Moscú: Izdanie
Soiuza zhurnalistov Rossii, 2004; PANFILOV, Oleg (coord.), Dangerous profession. Monitoring of
violations of journalists’ rights in the CIS 2000. Moscú: Human Rights Publishers, 2001; SOLDA-
TOV, Andrei; BOROGAN, Irina; LATYSHEVA, Marina, Zhurnalisty I terrorism. Rossiiskoe zakon-
odatelstvo o terrorisme I svobode slova. Moskva: Prava Cheloveka, 2008; Fondo por la Defensa de la
Transparencia (Fond Zaschity Glasnosti): <http://www.gdf.ru>; Instituto de Problemas del Derecho
de la información (Institut Problem Informatsionnogo Prava): <http://www.medialaw.ru>; Centro
del Periodismo en Situaciones Extremas (Tsentr Ekstremalnoi Zhurnalistiki): <http://www.cjes.ru>.
18 El vídeo está disponible en: http://rutube.ru/tracks/59279.html?v=777049d1a0b2a186976ebae1841d5
306 (Última consulta: 7 de octubre de 2008).

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BALANCE PROPAGANDÍSTICO DE LA ERA PUTIN

19 El mandato de Putin ha sido prolijo en ejemplos, más o menos promocionados, de “culto a la per-
sonalidad”. Grupos juveniles como Iduschie Vmeste, Nashi, Molodaya Guardia, etc. se han creado
básicamente con ese fin; existe un libro (y un video) con lecciones de judo impartidas por el presidente
(Uchimsa Dziudo s Putinym), el grupo juvenil Poiuschie Vmeste (Cantando Juntos) editó, con notable
éxito, una canción titulada Takogo kak Putin (Alguien como Putin), en el que destacaban la virilidad del
presidente; en 2001 se celebró una exposición pictórica bajo el nombre Nash Putin (Nuestro Putin), con
retratos y cuadros dedicados al presidente. Pero con mucho, ha sido la permanente cobertura televisiva
de los principales canales nacionales la que ha contribuido a forjar la imagen de Vladímir Putin.
20 Resulta muy ilustrativo de este punto contemplar la puesta en escena de las ceremonias de toma de
posesión presidencial, así como los discursos anuales sobre el estado de la nación. Los vídeos de
estos actos están disponibles en la página oficial del Kremlin: www.kremlin.ru .
21 Con este objetivo se han puesto en marcha medios de comunicación orientado a las audiencias ex-
tranjeras, como el canal de noticias en inglés Russia Today, o think tanks como el Rossiiskii Institut
Demokratii i Sotrudnichestva (Instituto para la democracia y la cooperación), con sedes en Moscú,
París y Nueva York.
22 El texto completo de la intervención se puede consultar en: http://www.securityconference.de/kon-
ferenzen/rede.php?sprache=en&id=179 (Última consulta: 3 de mayo de 2005).
23 Véase, por ejemplo, el análisis estadístico del Centro Levada en: http://www.levada.ru/economic.
html (Última consulta: 5 de octubre de 2008).
24 Las valoración de los ciudadanos es habitualmente muy negativa en temas como la sanidad públi-
ca (véanse los datos del Centro Levada: http://www.levada.ru/community.html), educación (véase
http://www.levada.ru/education.html), policía (véase http://www.levada.ru/milicia04.html), salarios
(véase http://www.levada.ru/ecincome.html), (última consulta: 5 de octubre de 2008).
25 Un estudio del centro Public Opinión Foundation, llevado a cabo en abril de 2007, revela que el 67%
de los encuestados piensa que los ciudadanos de Rusia no tienen posibilidades de influir en las de-
cisiones políticas. El informe puede consultarse en: http://bd.fom.ru/report/cat/polit/d071721 (última
consulta: 5 de octubre de 2008).
26 Véase la evolución de la confianza en Vladímir Putin en los estudios del Centro Levada: http://www.
levada.ru/prez06.html y del Public Opinión Foundation: http://bd.fom.ru/report/cat/pres/putin_/
itog_putin/d081721 (última consulta: 5 de octubre de 2008).
27 KOZINA, E.S. (2005), SMI i Vybory: Resurs i Ugroza Politicheskogo Mifotvorchestva. Moskva:
Izdatelstvo “VK”, p.39.
28 Entre las organizaciones juveniles de oposición destacan Oborona (http://www.oborona.org/), Da!
(http://www.daproject.ru/) y My (http://www.wefree.ru ), ambas muy cercanas a los partidos libera-
les extraparlamentarios, así como otras de tendencia izquierdista del tipo de Avangard Krasnoi Mo-
lodiozhi (http://www.akm1917.org/), los Nacional-Bolcheviques de Eduard Limónov (http://www.
nazbol.ru/) y los libertarios Svobody Radikaly (http://radicalfree.org/) (última consulta: 14 de octu-
bre de 2008). Por otra parte, el activismo a través de la comunidad de bloggers (sobre todo Live Jo-
urnal: http://www.livejournal.ru/) está siendo, en los últimos tiempos, objeto de hostigamiento legal.
Véase: SCAAF, M. The danger of ranting in Russia (New Statestman, 01/04/2008) y SOLDATOV,
A., BOROGAN, I y LATYSHEVA, M. (2008). Zhurnalisty i terrorizm. Rossiiskoe zakonodatelstvo
o terrorizme i svoboda slova. Moskva: Prava Cheloveka.
29 La falta de transparencia de las elecciones parlamentarias de diciembre de 2007 y las presidenciales
de marzo de 2008 recibieron críticas de diferentes organizaciones internacionales. Quizás la nega-
tiva de The OSCE Office for Democratic Institutions and Human Rights (ODIHR) a enviar obser-
vadores fue una de las más sonadas. Sobre este asunto, véase: ODIAR unable to observe Russian
Duma elections (http://www.osce.org/item/27967.html), PACE pre-election delegation concerned by
limited choice in Russian Presidential election (https://wcd.coe.int/ViewDoc.jsp?id=1245975&Site
=COE&BackColorInternet=DBDCF2&BackColorIntranet=FDC864&BackColorLogged=FDC864)
(última consulta: 6 de octubre de 2008).

Redes.Com Nº 5 | 95
MIGUEL VÁZQUEZ LIÑÁN

30 El informe completo, titulado Sobre la oposición política, puede consultarse en: (http://bd.fom.ru/re-
port/cat/polit/pol_opp/d072621) (última consulta: 6 de octubre de 2008).
31 Recientemente se ha producido una de estas polémicas en relación a la fusión, con la mediación del
Kremlin, de tres partidos de los llamados “liberales”: Soiuz Pravykh Sil, Demokraticheskaya Partia
y Grazhdanskaya Sila. Este hecho ha puesto de nuevo, en la primera línea de la discusión entre la
oposición, la recurrente pregunta de si se debe o no llegar a acuerdos con el gobierno con el objeto de
cambiar, poco a poco, el régimen.
32 En este sentido, es interesante el estudio Política y medios de comunicación, publicado en junio de
2006 por la Fundación Opinión Pública, y en el que un 43% de los encuestados consideran que la
información que transmiten los canales de televisión (recordemos, casi en su totalidad controlada por
el gobierno), no es objetiva. El informe completo puede consultarse en: http://bd.fom.ru/report/cat/
smi/smi_pol/dd062522 (última consulta: 6 de octubre de 2008).
33 Sobre el “caso Babitski”, véase: PANFILOV, Oleg (2004), Istoria Andréia Babitskogo. Moscú: Prava
Cheloveka.
34 Véase: POLITKOVSKAYA, Anna (2002), Vtoraia chechenskaia. Moscú: ZAJAROV; (2003), Una
guerra sucia. Una reportera rusa en Chechenia. Barcelona: RBA; (2004), La deshonra rusa. Ma-
drid: RBA; (2005), La Rusia de Putin. Barcelona: Debate; (2007) Diario ruso. Barcelona: Debate.
35 Para conocer con mayor detalle el proceso que llevó al cambio de tendencia de la cadena de televisión
NTV, véase: SHENDERÓVICH, Víctor (2002), Zdes bylo NTV i drugie istorii. Moskva: Zajarov. En
la página personal de Shenderóvich se pueden consultar las grabaciones de Plavleny Syrok, entre
otros materiales: http://www.shender.ru/; http://shenderovich.livejournal.com/ (última consulta: 3 de
mayo de 2008).
36 Véase: http://www.soldiers-mothers-rus.ru (última consulta : 6 de octubre de 2008).
37 Para una mayor información sobre la actividad de Memorial, véase: <http://www.memo.ru (última
consulta: 12 de octubre de 2003).
38 Véase, por ejemplo, el informe de Amnistía Internacional Russian Federation: Freedom limited - the
right to freedom of expression in the Russian Federation: http://www.amnesty.org/en/library/info/
EUR46/008/2008, el Annual Report (2007) de Reporteros sin Fronteras: http://www.rsf.org/article.
php3?id_article=20823&Valider=OK , o los informes sobre las violaciones de los derechos de los
periodistas publicados por el Center of Journalism in Extreme Situations: http://www.cjes.ru/index-
e.php (última consulta: 6 de octubre de 2008).
39 MARTIN, Brian y VARNEY, Wendy, “Nonviolence and Communication”, en Journal of Peace Re-
search, 2003; 40; 213-232.
40 En la “Asamblea Nacional” está representada buena parte de las opciones políticas extraparlamen-
tarias y de oposición. Para ello, se celebraron, en abril de 2008, dos conferencias preparatorias del
“parlamento alternativo”. Los llamados “liberales” se reunieron el 5 de abril en San Petersburgo bajo
el lema “Nuevo orden del día del movimiento democrático”. Allí hubo representantes de la Unión
de Fuerzas de Derecha, Frente Cívico Unido, Movimiento por los Derechos Humanos, etc. Por su
parte, la oposición de izquierdas celebró su congreso el 7 de abril en Moscú, con representantes del
prohibido Partido Nacional-Bolchevique de Eduard Limónov, de la Vanguardia de los Jóvenes Rojos
(AKM por sus siglas en ruso), la Unión de las Juventudes Comunistas de Rusia, la Asociación de
organizaciones marxistas, etc. Sobre este proyecto, véase: http://www.nationalassembly.ru/ [ref. de
06-10-2008].
41 ROBINSON, P. (2000), “The Policy-Media Interaction Model: Measuring Media Power during Hu-
manitarian Crisis”, en Journal of Peace Research, 37; 613; p.614.
42 El problema viene, y debe preverse en cualquier estrategia de comunicación, con la actuación con-
trapropagandística de las autoridades rusas: el apoyo de colectivos o estados extranjeros alimentará
el mensaje de una oposición interna quintacolumnista, vendida a intereses extranjeros.

96 | ISSN 1696-2079
El papel de la propaganda en la desintegración de Yugoslavia
Marta GONZÁLEZ SAN RUPERTO

ABSTRACT

The aim of this paper is to analyse the use of propaganda during the Balkan Wars of the 90’s.
Psychological propaganda and war propaganda were use by the different ethnic groups to
support their nationalist goals. Mass media were the best tools for spreading racial hatred and
distrust between former neighbours. Propaganda and media manipulation were not the cause
of the war but they contributed to its start and maintenance.

INTRODUCCIÓN

Bajo el nombre de “Guerras de desintegración de Yugoslavia” se engloba un complejo proceso


que abarca prácticamente una década, desde el enfrentamiento del ejército federal yugoslavo y
la milicia primero eslovena y luego croata en 1991, hasta los bombardeos de la OTAN sobre la
pequeña Yugoslavia (Serbia y Montenegro) en la primavera de 1999.
A lo largo de este proceso han nacido siete nuevos estados independientes en lo que era
el territorio de la antigua Yugoslavia: Eslovenia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Macedonia,
Serbia, Montenegro y Kosovo. Los sucesivos conflictos armados que asolaron la región supu-
sieron miles de víctimas mortales, cientos de miles de desplazados y unas enormes pérdidas
económicas.
¿Qué pasó para que pueblos que habían convivido más o menos cómodamente durante
más de 40 años se enzarzaran en una guerra fratricida? Evidentemente, no existe una única
explicación y, como luego veremos, será una conjunción de factores la que ayude a explicar
tan complejo proceso. Este trabajo no pretende ofrecer una explicación histórica ni militar de
los sucesivos conflictos, sino un análisis de los mismos desde el punto de vista de la infor-
mación y, sobre todo, de la propaganda, elemento indispensable en cualquier enfrentamiento
bélico.
La propaganda fue una herramienta imprescindible para que los distintos actores del dra-
ma de los Balcanes lograran el apoyo social necesario para llevar a cabo sus políticas naciona-
listas (secesionistas o nacionalistas). La manipulación informativa y la propaganda no fueron
las únicas responsables de las guerras de desintegración, pero sin su uso y abuso hubiera sido
mucho más difícil mantener el esfuerzo bélico y esparcir la discordia entre los antiguos vecinos.
Los medios de comunicación contribuyeron a crear nuevos odios pero, sobre todo, despertaron
el miedo y la desconfianza dormidos en una zona de compleja historia, jalonada de derrama-
mientos de sangre.

Redes.com Nº 4 | 97
M ARTA GONZÁLEZ SAN RUPERTO

YUGOSLAVIA: UN DIFÍCIL EQUILIBRIO

Para explicar las guerras de desintegración de la antigua Yugoslavia normalmente se han esgri-
mido dos teorías enfrentadas: una, culpa de todos los males a Alemania por su reconocimiento
de la independencia de Eslovenia y Croacia y considerar a las repúblicas secesionistas del norte
responsables de la destrucción del país. La otra, sostiene que el responsable de todos los proble-
mas es el nacionalismo serbio y acaba reduciendo el conflicto a una simple película de buenos
(los bosnios) y malos (los serbios), quedando los croatas en uno u otro grupo según las circuns-
tancias. Ambas teorías son igual de simplistas, pero un punto medio entre ambas, sumado a
otros aspectos de carácter fundamentalmente económico, pero también culturales y religiosos,
nos darán una visión más clara de lo sucedido.
En cualquier caso, tampoco es aceptable una tercera teoría que se abrió paso ante la com-
plejidad de los acontecimientos y que no era otra que considerar a todos los implicados como
igualmente culpables, dando como explicación de los sucesivos conflictos una especie de mal-
dición histórica que ha llevado durante siglos a los balcánicos a masacrarse unos a otros.
A la hora de analizar cualquier conflicto, hay que conocer sus orígenes. En este estudio se
quiere profundizar en el uso de la propaganda y, para ello, debemos sumergirnos en la historia
de los Balcanes y ver qué hay detrás de las consignas propagandísticas y cómo la historia, la
cultura y la religión de cada pueblo contribuye a crearlas.
Yugoslavia, como país, era una creación relativamente artificial, que no existe como tal
hasta los tratados de paz que ponen fin a la Primera Guerra Mundial. Se reúne así a los esla-
vos del sur (que es lo que significa Yugoslavia) en un nuevo estado, bajo monarquía serbia,
que inicialmente lleva por nombre Reino de Serbios, Croatas y Eslovenos. Anteriormente, la
parte norte (es decir Eslovenia, Croacia y parte de Bosnia Herzegovina) había dependido del
imperio Austrohúngaro y la parte sur (el resto de Bosnia, Serbia, Montenegro y Macedonia)
estaba en manos del imperio Otomano, aunque Serbia había logrado su independencia a fina-
les del XIX.
Esta primera Yugoslavia fracasa en gran medida por el enfrentamiento de croatas y es-
lovenos con el centralismo serbio y dificultades de carácter socioeconómico. Las diferencias
entre ambos bloques fueron aumentando y alcanzaron momentos de máxima tensión cuando
el principal líder político croata, Stjepan Radic, fue asesinado en el parlamento por un dipu-
tado montenegrino en 1928. La inestabilidad del régimen parlamentario terminó con el golpe
de estado de Alejandro I, el 5 de enero de 1929, que estableció una dictadura monárquica. Se
suprimieron los sindicatos, se detuvo a los comunistas y a cualquier enemigo de la hegemonía
serbia. El estado cambió de nombre, a partir de entonces se llamaría Yugoslavia.
El malestar entre los croatas era cada vez mayor y fruto de él surge la Ustacha (Suble-
vación), grupo armado y entrenado por la Italia fascista, que se organizó en torno al abogado
Ante Pavelić. La Ustacha, separatista y opuesta a cualquier clase de unión con Serbia, fue la
responsable del asesinato del rey en Marsella el 9 de octubre de 1934.
La Segunda Guerra Mundial fue especialmente trágica en los Balcanes. Alemania dividió
el país en estados títeres (Croacia, Serbia y Montenegro) y repartió el resto entre sus aliados. En
estos años se va a producir un enfrentamiento de todos con todos: La Ustacha trató de eliminar
a la población serbia de Croacia y Bosnia-Herzegovina con la ayuda de grupos de musulmanes;
los chetniks —monárquicos serbios— exterminaron a croatas y musulmanes en las áreas que
controlaban y se enfrentaron luego con los comunistas de Tito, que lucharon contra chetniks,

98 | ISSN 1696-2079

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