Bordando Uma Etnografia
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Tania Perez-Bustos
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Cuando el hacer textil documenta el afecto, la intimidad y el cuidado: Análisis de piezas textiles artesanales como forma de expresión pública en Bogotá View project
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* Este artículo fue posible gracias al apoyo en tiempo de la Universidad Nacional de Colombia
en el marco del proyecto de investigación (Jornada Docente) “Escrituras que Resisten/Pensamiento
Textil” identificado con el código interno 37552.
http://dx.doi.org/10.22201/cieg.2594066xe.2018.56.01
© 2018 Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Investigaciones y Estudios de
Género. Este es un artículo Open Access bajo la licencia CC BY-NC-ND (http://creativecommons.
org/licenses/by-nc-nd/4.0/).
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Tania Pérez-Bustos y Alexandra Chocontá Piraquive
colectivo gesta, afecta el proceso de escritura etnográfica. Nos referimos aquí a las
formas en que el bordar con otras entreteje a la etnografía misma.
Palabras clave: Etnografía feminista; Escritura etnográfica; Bordado colectivo; Afectividad; Intimidad
Abstract: The article reflects on two ethnographic experiences that examine collective
embroidery initiatives in an attempt to understand what this common textile making
entails and ask how they themselves become ethnographies in accompanying these
spaces of collective embroidery. We focus on two movements. On the one hand, we
refer to what collective embroidery produces: gender identities that contribute to (re)
configurations, intimacies, healing spaces, and the expression of what is constructed
by an affective and gendered dimension that leads to embroidering with others. On
the other hand, we describe how what collective embroidery produces affects the
ethnographic writing process. We refer here to the ways in which embroidery with
others weaves ethnography itself.
Key words: Feminist ethnography; Ethnographic writing; Collective embroidery; Affectivity; Intimacy
Resumo: Este artigo reflete ao respeito de duas experiências etnográficas com ini-
ciativas de bordado coletivo, buscando entender o que o fazer têxtil leva em comum,
e perguntando como, ao estarem nestes espaços coletivos e acompanharem o pro-
cesso, tornaram-se etnografias elas mesmas. A reflexão é feita em dois tempos. Nos
referimos primeiramente àquilo que o bordar coletivo produz: as identidades de
gênero que contribui a (re)configurar, as intimidades e os espaços terapêuticos que
promove, ao construído e expresso naquela dimensão afetiva e de gênero que devém
ao bordar com as outras. Em segundo lugar, tomamos conta daquilo que afeta o
processo de escrita etnográfica na participação no bordar coletivo. Referimo-nos
aqui às formas em que o bordar com uma outra tece a etnografia mesma.
Palavras-chave: Etnografia feminista; Escrita etnográfica; Bordado Coletivo; Afetividade; Intimidade
Introducción
En este artículo nos interesa argumentar, en diálogo con Donna Haraway
(1988, 2004a, 2013), John Law (2004) y Maria Puig de la Bellacasa (2011, 2012),
que los métodos de investigación, más que producir información, tienen
el poder de crear la realidad que estudian. Para la etnografía, esto significa
que esta no solo construye relatos sobre lo real, sino que produce lo real en
sí mismo. Pero más allá de esto, y abogando por una mirada simétrica a esta
afirmación, la agencia de los métodos supone también que la etnografía
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Casos de esta naturaleza han sido documentados principalmente para el caso estadounidense.
Para mayor información ver: Murphy (2003), Newmeyer (2008), Pentney (2008), Russell (2014) y
Kelly (2014).
Fotografías 1 y 2: Izquierda: pieza colectiva en proceso de construcción por el grupo Tejedoras por la
Memoria de Sonsón. Cada retazo, confeccionado por una mujer distinta, representa el camino de las Teje-
doras por la Memoria de Sonsón durante 10 años de trabajo conjunto. Derecha: pieza colectiva exhibida.
Fuente: Registro fotográfico del trabajo con las Tejedoras por la Memoria de Sonsón.
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Para ver la exposición, consultar <http://costureroviajero.org>.
Fotografía 4: Pieza colectiva construida por el grupo Costurero Documental. Reúne retazos con-
feccionados por diferentes integrantes del colectivo, donde se plasman sus reflexiones sobre las
relaciones entre juventud, feminidad y sexualidad, usando el bordado como forma de escritura.
Fuente: Registro fotográfico del trabajo con el Costurero Documental.
3
Utilizamos pseudónimos para identificar a nuestras informantes.
las mujeres jóvenes que se interesan por las manualidades y las artesanías
afirman empezar a sentir conexiones con sus madres y abuelas, al tiem-
po que establecen conversaciones con ellas y se interesan por su pasado
(Fields, 2014; Groeneveld, 2010). En este sentido, participantes de ambos
costureros manifestaban una conexión similar: “Para mí el costurero es
muy importante porque me habla de atrás, de mi mamá, de mi abuela”
(Sofía, tms). “A veces, cuando bordo, me dicen ¡uy, eso es de abuelitas! Y
yo respondo sí, esto me recuerda mucho a mi abuelita” (Catalina, cd). Este
tipo de feminización del bordado pasa entonces por traer al presente, en
el hacer textil, a mujeres que precedieron a las participantes; pasa por ser
mujer con otras mujeres que también fueron colectividad con el bordado.
Ahora bien, este ser con otras mujeres que nos precedieron no está libre
de enredos. Para las participantes de ambos costureros, ser mujer supone
resistirse, como nos dice Marta, “a no ser la mujer de coser”, y a la vez acep-
tarse en el bordado como un oficio estereotipado que se piensa naturalmente
doméstico para las mujeres; es decir, reconocer que también nos hacemos
mujeres allí pues, como dice Catalina con cierta irritación, ella es con y como
su abuelita.
La tensión entre aceptarse o no como mujer de coser en los dos costureros
se encuentra íntimamente relacionada con la estratificación histórica a través
de la cual las labores artesanales textiles han sido asignadas principalmente
a las mujeres como sujetos subalternizados (König, 2013; Parker, 2010). Sobre
esto, Paola Tabet (2005) argumenta que los oficios feminizados existen en el
proceso histórico mediante el cual las mujeres desarrollan labores cuya ca-
racterística principal es la falta de equipamiento, tales como cuidar o bordar,
en un contexto donde los avances tecnológicos son símbolo de progreso y
de acceso masculino privilegiado.
Argumentamos por tanto que la sutura de esa tensión entre ser o no
mujer de coser es posible en los costureros a partir del reconocimiento de
que se es mujer colectivamente en la intracción de la resistencia.4 Esto es al
ocupar el lugar subordinado de sus antecesoras y la necesidad de reconocer,
reivindicar y reconciliarse con genealogías femeninas que se evocan cons-
tantemente en el bordar. En el acto performativo de bordar, las participantes
Con intracción retomamos aquí la propuesta de Karen Barad (2003) sobre una agencia que se
4
reparan con sus propias manos, y desde el trabajo con los materiales textiles,
las distancias intergeneracionales, estableciendo así un continuum femenino
con potencialidades feministas.
Hoy en día, las tengo como hermanas a todas, yo no quiero que se vaya ninguna del costurero
(Doris, tms).
Es que este espacio fue muy terapéutico, pero no clínico, sino social y público, porque es una
cosa de estar presente, volver material, otras visiones que me construyeron aquí (Laura, cd).
Este giro sanador colectivo, que emerge de ese “volver material”, de ese
plasmar con los materiales otras formas de sí, del que nos habla Laura, fue
también permeando nuestro acercamiento etnográfico a los costureros, en la
medida en que nos obligó a reconocer y cuestionar nuestra propia feminidad
y el lugar que como mujeres estábamos ocupando en estos espacios. Implicó
por tanto reflexionar sobre el papel que tenían los oficios textiles en nuestras
vidas y cómo existía también cierta resistencia, interna y externa, a que como
mujeres profesionales nos involucráramos más allá de la observación en esta
labor. De alguna manera, la distancia que algunas de las participantes tenían
con el bordado la reproducíamos nosotras mismas con experiencias en las
cuales los oficios textiles manuales eran destino de ciertas mujeres particula-
res, como lo comenta una de las autoras de este artículo: “mi mamá trabajó
muchos años con la costura, pero a mí nunca me enseñó porque era algo
solo para la supervivencia, no era algo que una joven profesional necesitara
saber” (Alexandra, cd).
Reconciliarnos puntada tras puntada con el bordado y cuestionar los es-
tereotipos de domesticidad que conlleva (Kelly, 2014; Parker, 2010), nos
permitió también profundizar en nuestro lugar generizado en los costu-
reros. Nos entendimos con una feminidad curiosa por vincularse desde
los afectos y el cuidado con los materiales textiles y, desde ese aprender a
hacer, relacionarnos con las vidas de otras mujeres que, de alguna manera,
nos recordaban a nuestras madres y abuelas, al tiempo que en ocasiones
sentíamos que ellas nos veían como sus sobrinas o hijas.
Las genealogías femeninas que se iban remendando en los costureros
también fueron hilando la vida de las etnógrafas y la etnografía misma, en
cuanto que comenzamos a ser parte de esa sororidad, de la intimidad de
esa filiación femenina, bordando las mismas telas, los mismos temas, en
los mismos tiempos. Puntada tras puntada, nos fuimos integrando a sus
espacios colectivos de sanación, donde pudimos remendar nuestros propios
interrogantes personales y etnográficos sobre cómo llegamos a devenir
mujeres colectivamente y la manera en que podríamos permanecer en ese
devenir aun cuando ya no estuviéramos con ellas en los costureros.
hacemos para conocerlo. Esto significa que una de formas primarias en que la
etnografía se ve afectada por el bordar en colectivo es la manera en que esta
se hace, particularmente porque el hacer textil llama a ser conocido etnográ-
ficamente haciéndose. En relación con esto, Kristina Lindström y Åsa Ståhl
(2016, p. 67), en un estudio colaborativo que buscaba entender cómo se pro-
ducía la relación entre tecnología, público y hacer textil a través de puestas
en escena interactivas y abiertas, señalan, retomando los planteamientos de
John Dewey, que el proceso mismo de aprender sobre el hacer textil implica
hacer el textil. Esto deja abiertas preguntas centrales para nuestra reflexión
en torno a la etnografía sobre el bordar en colectivo: ¿cómo hacemos lo que
intentamos entender sobre el bordado? ¿Cómo se afecta la etnografía cuando
se encuentra con estos espacios sanadores, afectivos y de cuidado a los que
nos acabamos de referir en los apartados anteriores? ¿Cómo en ese afectarse
la etnografía se hace? ¿Cómo este hacerse excede el campo y llega incluso a
configurar el análisis etnográfico y sus prácticas?
Para los casos particulares que nos interesan, devenimos etnógrafas, no
solo al participar activamente de los espacios colectivos que constituyen los
costureros mencionados —lo que sería propio de la metodología etnográfica
clásica—, sino que lo hicimos también cuando construimos nuestros propios
espacios de costura. Con posterioridad al trabajo de campo realizado tanto
en Sonsón como en Bogotá, y enfrentadas a limitaciones financieras, nos
vimos en la necesidad de entender lo que allí pasaba sin estar allí. Para esto,
el equipo de trabajo decidió crear un semillero de investigación/costurero
que funcionó durante seis meses —el primer semestre de 2017— e implicó
reuniones regulares quincenales en las que discutimos sobre los hallazgos de
nuestro trabajo de campo, revisamos bibliografía relacionada y fuimos bor-
dando una pieza común, al tiempo que compartimos los avances personales
en otras labores de costura.
A estos espacios asistimos no solo las autoras de este artículo sino tam-
bién otras investigadoras que, como nosotras, estaban trabajando sobre lo
textil desde aproximaciones etnográficas; esto es, que se preguntaban por
lo textil desde su experiencia directa al participar en iniciativas de costura
de distinto tipo: guerrilleras que bordaban, artistas que usaban el trabajo
textil como forma de expresión, así como otros costureros de la memoria. En
este grupo, las únicas etnógrafas entrenadas desde la antropología éramos
las autoras de este artículo y una estudiante. Las demás venían del diseño
(dos) o las ciencias políticas (dos).
Fotografía 6: Detalle de patchwork que documenta la reflexión sobre la manera en que las escrituras
textiles resisten a los privilegios de clase y raza. Fragmento realizado por Tania.
Fuente: registro fotográfico de los encuentros del semillero/costurero.
Fotografía 7: Bordado de la diseñadora Solangely Trejos que investigaba sobre la ilustración bordada
con y de exguerrilleras de las farc-ep.
Fuente: registro fotográfico del trabajo con cada colectivo.
la etnografía como un hacer colectivo. Por último, permitió dar cuenta de las
maneras en que ciertos cánones etnográficos podían deshacerse.
Aquí se nota mucho qué hice primero, y qué hice después [refiriéndose a su propio borda-
do] […] al inicio es muy irregular la costura, estaba explorando, luego empecé a pensar en
el campo y me di cuenta de que poder coser materialmente me ha ayudado a entender lo
que pasa allá. Estar aquí [refiriéndose al semillero/costurero] me ha ayudado a dimensio-
nar el trabajo, el proceso… y todas las cosas que el textil puede (Natalia, antropóloga en
formación, abril de 2017).
Fotografía 9: Detalle de tela colectiva bordada por Natalia y de sus exploraciones textiles con el hilo
y la aguja.
Fuente: registro fotográfico de los encuentros del semillero/costurero.
Fotografías 10, 11 y 12: Detalles de trabajo del Costurero Documental con los úteros bordados en o
sobre rojo. Cada fragmento compone la tela colectiva presentada en la fotografía 4.
Fuente: registro fotográfico del trabajo con el Costurero Documental y de los encuentros del semillero/
costurero.
Fotografía 13: Detalle de fragmento de bordado realizado por Alexandra en la tela colectiva del Semi-
llero/costurero en el que se muestran los caminos.
Fuente: registro fotográfico del trabajo con el Costurero Documental y de los encuentros del semillero/
costurero.
Era como si la etnografía de cada caso, lo que había pasado en campo, llegase
a ser en un diálogo trenzado con lo que otras habían vivido y sentido. En
particular, era como si pudiésemos evidenciar las emociones que hilvanaron
nuestras experiencias allí y las formas que eran parte constitutiva de lo que
podíamos decir sobre ellas; es decir, parte constitutiva de nuestra etnografía.
El semillero/costurero nos posibilitaba reconocer esas emociones, la tristeza
de Solangy que la hacía bordar distinto a sus guerrilleras, por ejemplo, pero
también posibilitaba procesarlas, estar (etnográficamente) con ellas; como
cuando Alexandra, al escuchar a Solangy, se conectaba con ese estado emo-
cional y ello le permitía entender por qué algunas mujeres no volvían a las
sesiones del Costurero Documental en Bogotá y lo que eso decía sobre los
silencios y las distancias que implica construir con otras una reflexión sobre
la sexualidad femenina.
Aunque la reflexión feminista en torno a la forma en que las emociones
siempre están y constituyen el campo etnográfico no es reciente (Enslin,
1994; Stacey, 1988), el borramiento de estas y de su papel en la construcción
de conocimiento antropológico es aún común en la escritura etnográfica
(Castañeda, 2006; Gregorio, 2006, 2014). En este sentido, el espacio colectivo
creado por nosotras para procesar la etnografía, para entender el campo, se
convertía en una forma de entender que otras etnografías eran posibles. Unas
etnografías emocionadas, afectadas, colectivas, y esto estaba pasando por
el encuentro íntimo que el propio semillero/costurero estaba propiciando.
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Con interferencia nos referimos aquí a lo que Ruth Müller y Martha Kenney (2014) señalan
sobre las formas en que los métodos afectan la realidad estudiada. Aquí, utilizamos el concepto
en sentido inverso: la realidad interfiere en la etnografía y en la concepción que tenemos de esta.
Alexandra: tengo un revuelto de cosas […] no siento seguridad sobre lo que estoy hablando,
no sé qué hacer respecto a esto, por eso bordé el camino con obstáculos…
Eliana: cuando se borda en colectivo, la historia puede ser contada por varias, y yo me acuerdo
que tú este día estabas compungida, decías que había momentos en que no sabías qué hacer
y te quedabas atascada en una puntada hasta que de pronto pum, soltabas.
Tania: estamos hablando de la inseguridad de Alex en su trabajo y se conecta también con
una cosa que había dicho Sol sobre las dificultades de nombrar.
Eliana: incluso yo también necesito reafirmarme un montón, de plasmarme en algo, y lo
planeo un montón, pero lo sigo dudando.
Tania: eso también conecta inseguridades generales, el miedo a hablar, a escribir, el miedo a
que lo que una hace no tiene sentido.
(Conversación en semillero / costurero, abril de 2017).
Fotografía 14: Detalle de tela colectiva bordada por Alexandra en donde se percibe una representación
de los caminos con obstáculos.
Fuente: registro fotográfico de los encuentros del semillero / costurero.
A modo de cierre
En esta meta-reflexión hemos buscado argumentar la manera en que la
realidad del bordado colectivo afecta nuestra práctica etnográfica. En este
sentido, nos ha interesado más centrarnos en cómo se produce la etnografía
que en lo que esta produce. De forma particular, la reflexión se orientó en
dar cuenta de las interferencias que generan los espacios sanadores consti-
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