Yago Franco Mas Alla Del Malestar en La Cultura
Yago Franco Mas Alla Del Malestar en La Cultura
Yago Franco Mas Alla Del Malestar en La Cultura
III1IIVIIIIIIIII
9 *'789507 869556"
ISBN 978-950-786-955-6
1. Psicoanálisis.lnvestigación. I. Título.
CDD 150.195
Introducción...................................................................................................
I. Psicoanálisis y sociedad
Sobre la insignificancia............................................................................. 33
Sujeto, sociedad e imaginación............................................................. 33
Crisis de la imaginación e imaginario capitalista............................. 35
Un sujeto y una sociedad insignificantes............................................ 36
Insignificancia y mortalidad................................................................. 37
Insignificancia, magmas, laberinto..................................................... 38
Bibliografía.............................................................................................. 39
f
Más allá del malestar en la cultura.......................................................41
Bienestar mínimo: el espacio sociocultural como destino
del placer..................................................................................................43
La cultura y el sentido obligado........................................................... 45
Infortunio común/malestar mínimo.................................................... 46
Del infortunio común al más allá del malestar cultural...................47
Bibliografía .............................................................................................. 51
[131
capacidad subjetivante: plasmar lo que es dado para crear un mundo
propio, nunca del todo idéntico al del vecino, pero sí lo suficiente como
para sentirse partícipes del Otro, es decir, de los dictados de un dis
curso que intenta homogenizar el campo de lo histórico social. Cuanta
menos distancia haya entre la creación social de una subjetividad y la
capacidad subjetivante, más nos hallaremos en una sociedad que gene
ra alienación en sus miembros, y al contrario, más nos encontraremos
con sujetos que habitan una sociedad que favorece su autonomía.
Pero hay algo más, y es el tema central y recurrente del que nos ocu
paremos en este libro: es aquello que ocurre cuando los sujetos son some
tidos a renuncias que exceden las necesarias para su socialización; tam
bién cuando encuentran un sentido socialmente instituido -base para la
constitución del propio sentido- que no aporta los elementos para poder
realizar dicha operación; o cuando encuentran en la escena de la reali
dad un ataque a la capacidad significante del Yo (lo que Piera Aulagnier
ha denominado como violencia secundaria), producción por parte de la
sociedad de un sentido que deviene obligado, que intenta ser impuesto a
los sujetos mediante distintos mecanismos. Sufrimiento psíquico, desca-
tectización del mundo social o hipercatectización del mismo son algunos
de los observables. Esto es lo ocurre tanto en los totalitarismos, como -y
vamos llegando a otro punto- en una sociedad que de modo “democrático”
se asienta sobre significaciones que toman la psique de sus integrantes
mediante mecanismos sofisticados -los medios en general, el imperio tec
nológico, la aceleración de la temporalidad, etc. - que, como analizaremos
oportunamente, conducen a la destrucción de sentido, de aquellas signifi
caciones que lo producen, acompañada al mismo tiempo de la imposición
de un sentido obligado.
Ocurre que la psique humana no puede sobrevivir por fuera del sen
tido: tal la función de las alucinaciones del origen de la vida psíquica, que
vienen a suturar el desgarro de la insatisfacción, y cuando naufrague el
estado originario de tranquilidad psíquica, será el pecho, luego madre,
más adelante el padre ... y finalmente la sociedad, quienes estarán obli
gados a donar un sentido al sujeto para que este no sea arrastrado hacia
el sin fondo de su ser por la pulsión de muerte, descatectizando el mundo.
Esa es la brecha a través de la cual la sociedad fabrica sujetos afines a sus
finalidades. Tarca que realiza de modo más o menos pleno dependiendo
por un lado del sujeto y su capacidad de cuestionamiento de lo dado, y
por el otro (y profundamente ligado a lo anterior) dependiendo do si la
sociedad valora o no el cuestionamiento de lo instituido. La heteronomía
114)
y la autonomía se encuentran en los extremos de este arco. En los que
también se encuentra el sufrimiento agregado que es un ataque a la
subjetividad (por una sociedad que es potencialmente iatrogénica) o la
simple miseria neurótica.
En los casos citados, nos hallamos con un malestar (distinto en cada
caso) que está más allá del malestar en la cultura, y que produce efectos
tanto a nivel social, como del sujeto, y que se hace presente en la clínica
psicoanalítica. Está más allá del malestar en la cultura por el fracaso de
las instituciones de la sociedad (en un sentido amplio) en poder contener
a la pulsión de muerte, mediante la aportación de un sentido investible.
De este modo declinan su función de amparo tal como fuera establecida
por S. Freud en El malestar en la cultura. Pasando así a ocupar un pri
mer plano el accionar de la pulsión de muerte. Si la clínica fundada por
Freud se asentaba sobre todo en cuadros ligados a destinos fallidos de la
libido, con retornos de lo reprimido bajo la forma de síntomas y forma
ciones del carácter, en estos casos encontramos una notable presencia
de la pulsión de muerte. Del retorno de Eros, a la invasión que tánatos
produce en la psique, en el cuerpo, en el mundo por no hallar su destino
de la mano de Eros.
El título de este libro tiene dos modos de poder ser entendido: por
un lado, como un concepto (lo que se encuentra más allá del malestar
en la cultura). Por el otro, como el intento de ir más allá del texto del
mismo nombre escrito por Freud. Arriesgada y osada y tal vez hasta
irreverente tarea, pero indispensable por lo que el sujeto y la sociedad
hoy muestran día a día, tarea para la que hemos intentado seguir el
modelo freudiano: del análisis del padecimiento, al análisis y crítica
del mundo instituido, para volver al padecimiento ahora entendiendo el
mismo también desde las coordenadas histórico sociales, y, finalmente
(tarea que no será emprendida en esta oportunidad) el establecimiento
del o de los dispositivos de cura adecuados en relación a lo que la clínica
hoy plantea.
Los siguientes escritos, producidos en distintos momentos de la últi
ma década, intentan echar luz sobre la relación entre la sociedad, la psi
que y sus padecimientos de acuerdo al estado actual de nuestra cultura,
y -como adelantáramos -dejan abiertas las puertas para una indagación
sobre clínica psicoanalítica, que será objeto de un próximo desarrollo. La
cuestión del más allá del malestar en la cultura, que va surgiendo en los
distintos textos, va tomando distintas formulaciones, que se van inte
grando y van dando densidad, profundidad y complejidad a la cuestión.
U5]
, ariamente abierta a nuevas indagaciones. En e
«i*este Iibro' un final “n pu,,,
suspensivos.
Yago Fuan
Buenos Aires, marzo de 201
(1GJ
La elaboración de estos textos ha sido en gran medida posi
ble merced al diálogo sostenido en distintos grupos e insti
tuciones en los que he participado en estos últimos años. En
ese sentido, mi más sincero agradecimiento y reconocimien
to a mis compañeras y compañeros del Colegio de Psicoa
nalistas, del grupo Magma y de www.elpsicoanalitico.com.
ar. También a quienes han asistido a talleres, seminarios
y diversas actividades que he tenido el placer de coordinar
entre otros lugares, en la Ciudad Autónoma de Buenos Ai
res, las ciudades de La Plata (Buenos Aires), Marcos Juárez
(Córdoba), Rosario (Santa Fe), Santa Rosa (La Pampa), San
Luis (San Luis), y el Distrito Federal de México.
[21]
así. por lo ■ decir
, menos quise «o El
Jorir peso. que pensando
ru se quedó r un rato, y al cabo
cuenta que en las últimas semanas, varios fam.hares le han hecho saber
de los beneficios de consumir dichos productos. Entre ellos su hija ado
lescente “Pero si ellos no lo necesitan... ¡y mi hija menos aun! , comenta
entre sorprendido e indignado. Yo pensé: “parece que ahora si .
Otra cuestión que recordé cuando pensaba en este encuentro, es la
de ese aviso publicitario, que dice sobre un préstamo que da un banco “lo
vas a tener tan rápido que no vas a tener tiempo de desearlo .
Ambas cuestiones aluden a la temporalidad tal como se da en nues
tra sociedad actual, una sociedad dominada por lo que conocemos como
capitalismo. Esta temporalidad es vertiginosa, va al ritmo de la produc
ción y del consumo —ritmo que se ha acelerado en las últimas décadas,
de la mano de una explosión tecnológica—. Este modo de la temporalidad
es instituido socialmente, no es natural (ninguna temporalidad lo es).
Y ya cuando hablo de instituido, estamos hablando de Castoriadis —en
cuyas ideas voy a detenerme más adelante—. Sabemos, conocemos, dis
tintas temporalidades, sea porque las hemos vivido, o porque conocemos
otras sociedades (indígenas, orientales, en provincias de nuestro país,
etc.) donde el tiempo es vivido de otra manera. Lo que la publicidad que
recién mencionaba dice, es que algo puede darse a tal velocidad, que no
da posibilidad de desear.
La temporalidad en la que vivimos actualmente redunda en un ata
que a algo central de la psique, como es su deseo, que es su motor ni más
ni menos. El capitalismo crea necesidades (como veíamos en el primer
ejemplo) y necesita satisfacerlas cada vez más rápido, antes que surja el
deseo (para poder producir más y acumular más), para que consumamos
más y más... mientras lo que se consume es nuestra subjetividad huma
na, que se caracteriza por ser deseante e imaginante.
La capacidad de simbolización se ve atacada: el modelo que Freud
proponía en la carta 52, que es un modelo traductivo, incluye entre sus
coordenadas el tiempo necesario para la elaboración psíquica. Así pode
mos apreciarlo en un duelo: el desentramado de afectos, representaciones
y deseos que nos ligaban al objeto perdido implica un trabqjo elaborativo
que requiere de una temporalidad, y sabemos que dicho funcionamiento
es básico para la psique, excede a un duelo. Y, a su vez, el entramado de
las representaciones, afectos y deseos para que se produzca un lazo, es im
posible de ser realizado o se ve dificultado o alterado sin esa temporalidad.
Nuestra sociedad dictamina que vamos de cuerpo a una velocidad
que no es la apropiada -cómo se mide esto, es un misterio- y nos atiborra
122]
de productos para lo que considera que es un tránsito lento. Es lógico: en
la época de la velocidad, el tránsito parece ser lento y hay que acelerarlo.
Con esto que digo, lo que estamos haciendo es analizar una institu
ción central de nuestra sociedad (la temporalidad) bajo la mirada psicoa-
nalítica, viendo los efectos que produce en la psique (y en el cuerpo) su
incorporación a partir de las significaciones imaginarias sociales que le
son propias. Tal vez —y sería de esperar que así sucediera— nuestro análi
sis podría producir algún impacto en el espacio público.
Digo esto por dos razones. Primero, por algo que en su momento
sostuvo en Bs. As Piera Aulagnier. Ella se preguntaba:
Esta es la primera razón para decir que si hiciéramos las cosas bien,
y con un poco de suerte, nuestras indagaciones podrían tener impacto
político.
La segunda razón, es que esto que digo no es ciencia ficción, ni una
utopía, ni idealismo o cientificismo. Digo esto porque ya pasó, y es lo que
se trata de ocultar permanentemente dentro del psicoanálisis, y desde
fuera del mismo, por aquellos que lo combaten.
¿Cuándo pasó que el psicoanálisis estuviera ligado a la política, o,
mejor dicho, que tuviera efectos políticos? Hace 100 años, con Freud.
¿Cómo pasó? Cuando Freud se ocupó de eso que a partir de Castoriadis
conocemos como significaciones imaginarias sociales, creadas por la so
ciedad, y que incorporadas por la psique le dan una forma determinada a
su mundo identificatorio, pulsional, a sus actos, a su modo de sentir y de
hacer y de representar sociales, y también a su modo de padecer. Freud
se ocupó de significaciones centrales de la sociedad: la sexualidad, la reli
gión, la niñez, el poder, el ordenamiento de los sexos, etc.
Dijo —entre las muchas cosas que dijo— que la religión es una ilu
sión, una creación a partir de fantasmas infantiles que infantiliza a la
humanidad, y que es una neurosis obsesiva colectiva, a la par que de
cía que la neurosis obsesiva era una religión privada. También sostuvo
que no venimos al mundo con nuestra sexualidad ya dada, sino que la
123)
sexualidad es algo que se produce y conforma a lo largo de una sene de
avatares identificatorios y pulsionales. También sostuvo que la infancia
no tiene nada de inocente (no es la sociedad la que nos corrompe) y que
está habitada por un intenso mundo pulsional, tanto erótico como agresi
vo. Hablaba de los niños como perversos polimorfos. Dijo además que este
mundo pulsional va a ligarse a la madre y al padre -complejo edípico-.
Además, que los padres son los primeros seductores del niño. Dijo que las
sociedades están condenadas a estar atravesadas por lazos libidinales y
también tanáticos.
Dijo que la sociedad genera patología al imponer renuncias pul
sionales excesivas, y sobre todo al generar sentimiento inconsciente de
culpabilidad.
Estas intervenciones de Freud fueron, al mismo tiempo, el cuestio-
namiento de instituciones como la familia, la moral sexual, la religión, el
poder, la idea imperante de sujeto -centrado en la conciencia—, etc.
Freud embistió contra las instituciones de su época empujado por su
propia indagación, que apuntaba a entender el modo de funcionar de la
psique, y su modo de enfermar, y la responsabilidad de la sociedad en la
patología. Esta actitud de Freud permitió que el psicoanálisis no fuera
reabsorbido por la cultura oficial
Las reacciones frente a esta intervención de Freud no se hicieron
esperar, pero finalmente ésta se impuso, generando cambios sin prece
dentes en las sociedades y culturas a lo largo del siglo XX, en la medida
en que sus ideas se transformaron en un instituido y fueron incorporadas
por los sujetos. Pero su discurso tuvo dos enemigos: la resistencia desde
el poder político (en la Alemania Nazi se quemaron sus libros, a lo que
Freud respondió con ironía: “hemos mejorado, en otra época me hubieran
quemado a mí”), prohibición en los países dependientes de la ex URSS,
y aquí mismo en la noche de la última dictadura militar fue objeto de
anatema. Pero, además, ha tenido un enemigo al interior del movimiento
psicoanalítico, que se ocupó de diluir el carácter cuestionador del orden
social del psicoanálisis. Algunas solitarias figuras pretendieron con suer
te diversa retomar el sendero de Freud: Wilhelm Reich, con su intento de
ligar psicoanálisis y marxismo, Erich Fromm, la Escuela de Frankfurt,
en nuestro medio José Bleger, Enrique Pichón Riviére, Fernando Ulloa,
Silvia Bleichmar. Dentro de la escuela de Frankfurt, Herbert Marcuse
ha sido tal vez el más lúcido de sus integrantes, cuyo pensamiento, junto
con el de Sartre y Castoriadis, fue uno de los que se instaló en la calles de
París en la revuelta de 1968.
I24|
Ahora quiero detenerme en la figura de Castoriadis2, ya que es
en gran medida su pensamiento el que nos convoca esta noche. Pen
samiento —para sorpresa de él mismo—que está presente, gritado y
escrito en las calles de Paris (y en otras ciudades del mundo) allá por
1968. La consigna La imaginación al poder” está claramente identi
ficada con este.
Castoriadis, a poco de emigrar de Atenas a París en 1945, persegui
do tanto por el fascismo como por el partido comunista griego, organiza
rá junto con Claude Lefort, Edgar Morin, Jean-Frangois Lyotard, Jean
Laplanche y otros, el grupo militante y revista Socialismo o barbarie,
ligado originariamente al trotskismo. Años después se acercará al psi
coanálisis, entendiendo que éste puede aportar herramientas indispen
sables para el pensamiento sobre la sociedad y los sujetos, y también
para un proyecto revolucionario de transformación de la sociedad. En
su crítica del materialismo histórico sostendrá que de lo que se trata
es de entender a la historia como creación y destrucción de significacio
nes, postulando al imaginario radical como aquello central tanto en la
sociedad como en la psique. Se dedicará a estudiar el modo en el cual se
socializa la psique pretendiendo además que dicha comprensión permita
establecer estrategias para la transformación de la sociedad. En una de
sus tempranas disidencias con Lacan -a cuyo seminario asistió hasta
1968, en que se produce la primera escisión en su escuela, de la que Cas
toriadis participa- va a sostener que, si el Inconsciente es el discurso del
Otro, de lo que se trata es de qué relación se establece con el Otro. Si de
alienación plena, o de autonomía relativa. En esta afirmación Castoria
dis abre un nuevo camino de indagación e intervención, que siempre va a
tener como horizonte la transformación del sujeto y de la sociedad, de la
mano de lo que él irá definiendo como proyecto de autonomía. Para la psi
que, existe una alienación fundante, estructurante, al deseo y discurso
del Otro, que ubica al sujeto en un campo simbólico, lo liga a una ley, y lo
instituye como sujeto. Pero la ley siempre debe ser considerada como una
creación humana. La relación del sujeto con el Otro y con la Ley podrá
ser infantil -de aceptación pasiva y aún ignorada-, o de autonomía, en
el sentido de reconocer la fuente de ese Otro, de esa legalidad como pro
ducción colectiva que antecede al sujeto, y que le da un soporte identifi-
catorio básico, reconocimiento que es el primer paso de dicha autonomía.
í 25 J
Que será relativa, dado que es dentro de lo dado que aún podrá crearse
lo radicalmente nuevo.
Toda la obra de Castoriadis puede verse como el recorrido por un
laberinto donde se entrecruzan la filosofía, la política, el psicoanálisis y
la creación artística. Este recorrido y este entrecruzamiento constituyen
la creación de un nuevo modo del pensamiento, una reflexión sobre la
subjetividad, y un proyecto para la sociedad
El psicoanálisis, la política, la educación (en sentido amplio), el pen
samiento filosófico, la creación artística, tienen -pueden tener- como
objetivo ayudar a la creación de sociedades y sujetos ligados a dicho pro
yecto de autonomía. La autonomía implica, por un lado, la consideración
crítica del mundo de significaciones (lo que incluye el campo político y del
poder) y por el otro, la creación de instituciones que ayuden al ejercicio de
la autonomía de los sujetos. El psicoanálisis, como producción de pensa
miento, implica la consideración y el cuestionamiento de las significacio
nes instituidas y el estudio de su modo de ser incorporadas por la psique,
y las consecuencias que esto tiene. Es decir, una continuidad del trabajo
inaugurado por Freud.
A nivel individual, el psicoanálisis es una praxis que implica la li
beración de la imaginación del sujeto, que tiende a ser coartada por el
mundo socialmente instituido.
En su recorrido político Castoriadis cuestionará -cuando nadie lo
hacía- a la ex URSS: (decía que eran cuatro palabras, y cuatro men
tiras), definiéndola como una sociedad burocrática, un capitalismo de
estado, total y totalitario, mientras que las sociedades europeas y EEUU
serían definidos como sociedades burocráticas fragmentadas, imperio de
las empresas y corporaciones. Analizará que en las últimas décadas, lue
go de la disolución de la URSS, se desarticula el movimiento de oposición
al capitalismo, dado a que pese a su carácter, la existencia de la URSS
generaba la idea y la esperanza de que era posible vivir en una sociedad
diferente de la que propone el capitalismo. El problema surgido a partir
de la década de 1980, es que el capitalismo reinará casi sin oposición, lo
que lo transforma en algo diferente a lo conocido. Porque el capitalismo
que se conoció hasta entonces estaba modificado/alterado por las luchas
desde principios de siglo: la jornada de trabajo de 8 horas, la jubilación,
período vacacional, el peso positivo de los sindicatos obreros, descanso
dominical, distinto tipo de licencias (maternidad, enfermedad), la ma
yoría de edad requerida para ingresar al mundo laboral, el sufragio
universal, la educación obligatoria y gratuita, una mayor equidad en el
(20 |
reparto de las utilidades, etc., fueron las consecuencias de dichas luchas,
tanto como lo fueron, en otro plano, los procesos emancipatorios de las
mujeres, de los homosexuales, los derechos de los niños, la declaración
de derechos humanos, el lugar de los jóvenes en la cultura... O sea, que
la lucha de los proletarios, jóvenes, mujeres, negros, homosexuales, en
los países llamados centrales tanto como en las ex-colonias, obligaron,
arrancaron derechos al capitalismo. Lo que vemos a partir de los 80 es,
sobre todo en el mundo del trabajo y también en el reparto de la riqueza,
un retroceso enorme.
Para Castoriadis, este libre accionar de la significación del capita
lismo ha desembocado en lo que él denominó como avance de la insigni
ficancia.
El capitalismo produce una destrucción de las significaciones que
mantienen unida a la sociedad -unidad que incluye el conflicto, a partir
de la cual puede realizarse un cuestionamiento de la misma-. La insigni
ficancia es destrucción de significaciones y creación por lo tanto, de socie
dades y sujetos in-significantes, tomados por la significación imaginaria
del capitalismo. La depredación del campo del sentido, es consecuencia
de la crisis de modelos identificatorios, de la mano de una aceleración
constante de la temporalidad producto de la creación también constante
de nuevas necesidades, de objetos para satisfacerlas, y de una fiebre de
acumulación, de enriquecimiento, que produce a su vez una lógica de pau
perización y exclusión. Esta significación ordena desear lo nuevo por lo
nuevo, el consumo irrefrenado, la acumulación.
¿Pero cómo se entroniza esta significación -cualquier significación-,
cómo llega una sociedad a ser lo que es, cómo llega a producirse un sujeto
conforme a la sociedad? Estas serán indagaciones centrales en la obra de
Castoriadis, y es de lo que se va a ocupar en su obra más importante: La
institución imaginaria de la sociedad. Cada sociedad se vale de significa
ciones imaginarias que ofrecen un sentido para los sujetos, que proveen
de modelos identificatorios y de objetos creados para la sublimación, con
el fin de crear así un universo simbólico (conocido como Otro) que es in
corporado por los sujetos en su proceso de socialización: el objetivo es ge
nerar una subjetividad al servicio de la reproducción del orden social ins
tituido. Ahora bien, Castoriadis sostendrá que esta subjetividad obligada
puede ser trascendida, superada, como tantas veces lo ha demostrado la
historia, sea de modo individual o colectivo.
[27]
Psicoanálisis, significaciones actuales, psique y realidad
[28|
estructura, el Otro, o como quieran llamarlo, somos una especie de epife
nómeno de la sociedad, nos encontramos irremediablemente alienados a
ella, somos hablados por el Otro, por el Verbo, etc., es decir, esta es la idea
de un sujeto autómata—. O, al contrario, se ha planteado a un sujeto autis-
ta, sin contacto con la realidad, puro deseo, máquina deseante, pulsión,
fantasma... todos desencarnados de cualquier realidad socio-histórica,
renegando así de la importancia de la realidad efectiva para la psique.
Para Castoriadis esta cuestión está planteada en los siguientes tér
minos: psique y sociedad son dos dominios que no pueden separarse (hay
puntos de superposición y apoyo) pero tampoco pueden reducirse el uno
al otro.
Quiero insistir en la importancia del análisis de la realidad (que
fue una constante en la obra freudiana) para lo que podemos hallar dos
contundentes razones. Una hacia el exterior del psicoanálisis, por la ca
pacidad -ya verificada- de intervención sobre la cultura y la sociedad
que tienen sus elucidaciones, en este caso, su crítica del mundo institui
do. La religión, la sexualidad, las identidades sexuales, la niñez, etc., ya
no pudieron ser entendidas ni fueron lo mismo luego de la intervención
de Freud.
La otra razón para justificar la importancia del análisis crítico de la
realidad, se da al interior de la práctica analítica. Esta consecuencia, cru
cial, está descripta con notable claridad por Piera Aulagnier. Ella dice:
1291
que ellos tienen, pretender esto entonces, es aponerles a estos
sujetos, niños o adultos, la misma violencia, el mismo abuso de
poder que aquel que fue responsable del sufrimiento psíquico por
el cual ellos han venido a vernos esperando que les permitamos
superarlo. (Aulagnier, 1994:707)
Autonomía
130)
Para Castoriadis, el análisis ofrece un ejemplo de algo que él llevará
al terreno de la política: no hay separación entre los medios y los fines.
El psicoanálisis es una praxis que desde su inicio implica alteración de
la psique, establecer comunicación entre las instancias, hacer emerger
a la imaginación para luego trabajar sobre sus productos. La asociación
libre no es un medio, asociación libre, análisis de los sueños, los lapsus,
y la historia, implica liberación de la imaginación, sobre la que hay que
volver reflexivamente. Ya es transformación, al permitir el despliegue de
la imaginación radical. Al volver sobre ellas se piensa, se reflexiona. Lo
que en realidad ocurre, es que en dicha operación se va produciendo la
creación de una nueva instancia de la psique, finalidad del psicoanálisis.
Dicha instancia es una actividad incesante de reflexión sobre los pro
ductos de la psique -inclusive sobre el propio Yo, sus defensas, su mundo
identificatorio y de significaciones y fantasmas. Castoriadis la denomina
subjetividad reflexiva y deliberativa.
A nivel de la política -en tanto ligada al proyecto de autonomía -
también es válida esta unidad de medios y fines. Toda actividad política
que trabaje por el proyecto de autonomía, debe tener un funcionamiento
autónomo, lo que implica: mecanismos de democracia directa, como el
sorteo de buena parte de los cargos y funciones, la revocación automá
tica de los mismos, rendición de cuentas, etc., y un tema fundamental,
como lo es la cuestión de la abolición de las jerarquías. Esto es central
y es acorde a la lectura que hace Castoriadis de cómo está dividida ac
tualmente la sociedad, siendo la división válida la que se produce entre
los que dirigen y los que son dirigidos, entre los que aceptan el sistema
y los que lo rechazan, más que entre clases sociales. La abolición de las
jerarquías no quiere decir una horizontalidad desresponsabilizante o la
negación de las diferencias, sino la asunción lúcida del lugar que corres
ponda en el colectivo, en el que debe haber una dirección, pero que no
debe burocratizarse. Ya Aristóteles sostenía que un buen ciudadano era
aquel capaz de gobernar, y de ser gobernado. Ahora bien, este proyecto de
sociedad autoorganizada en todas sus instancias sería una sumatoria de
procedimientos vacíos si no está ligada a las significaciones de la liber
tad, igualdad, justicia, mira por la verdad: vemos, entonces, que en los
procedimientos también están incluidos los fines.
Para terminar, había comentado al principio de estas palabras el re
cuerdo del comentario de mi amigo sobre los productos que se consumen
para el denominado “tránsito lento”, y también el recuerdo de esa publi
cidad que habla de que “algo puede obtenerse tan rápido que no habrá ni
[31]
tiempo de desearlo”. También recuerdo una publicidad de un automóvil
que era significado como símbolo de la libertad, con la imagen de un es.
pantapájaros que cobraba vida.
Pienso que la temporalidad -por lo tanto la historia-, el deseo y ]a
libertad son cuestiones demasiado importantes para el sujeto y para ¡a
sociedad como para que las dejemos en manos de una significación -como
lo es la del capitalismo- que es depredatoria de los sujetos, del medio
ambiente, de los lazos sociales...
Hay mucho para trabajar en lo referido al lazo entre psicoanálisis y
política, yo simplemente he hecho un recorrido sobre algunas de las ga
lerías del laberinto en las que se entrecruzan, y he tratado de transmitir
que además, en muchos momentos, caminan de la mano. Tal como la psi
que y la sociedad. Son distintos dominios, pero se necesitan. Para el psi
coanálisis la ceguera política y social le hace correr el riesgo de perder su
vitalidad y de ser absorbido como un objeto más de consumo, adaptándose
así a los requerimientos de una sociedad que no quiere saber nada de ha
blar de pulsión de muerte, del poder de la imaginación y de la sexualidad
de las ilusiones que pueden gobernar a las masas, del anclaje del poder
instituido en la psique, de la razón de ser de las creencias religiosas, etc.
Ambas prácticas, la del psicoanálisis y la de la política tienen como obje
tivo la libertad, y tienen por lo tanto además, otra cosa en común: no son
cómodas, porque la libertad no es algo cómodo. Al respecto, recuerdo un
graffiti que leí hace años y que decía: “Viví cómodo, viví muerto”. Podría
mos decir, entonces, que la política y el psicoanálisis nos enfrentan a una
opción terminante; descansar —viviendo cómodos/ muertos —o ser libres.
Bibliografía
132]
Sobre la insignificancia1
133]
con sus postulaciones sobre la creación tanto individual como colectiva.
En sus propios términos: la imaginación radical y el imaginario social
instituyente. Permite pensar que las sociedades se comportan como un
colectivo de artistas/artesanos, creando mediante su imaginario social
instituyente las formas de lo social: un mundo de representaciones, de
afectos, y de actos.
Los sujetos, a través de su psique, están anudados inevitable y nece
sariamente a una sociedad que los crea. Y la sociedad no puede existir sin
la capacidad que la psique posee de sublimar su mundo pulsional siguien
do las instrucciones que aquélla le ofrece, mediante sus portavoces —las
figuras e instituciones encargadas de su socialización-; la interfaz entre
ambos es el proceso identificatorio de la psique, que permite la incorpora
ción de referencias identificatorias a partir del magma de significaciones
imaginarias sociales. Cada individuo es, a su vez, por lo menos poten
cialmente, un artista/artesano que retoma ese discurso y esos elementos
que lo colectivo le ofrece, y los recrea, lo transforma, pudiendo a veces
producir elementos radicalmente nuevos. La imaginación es lo que está
en el origen de lo que es, sea una sociedad, un sujeto, un poema, un campo
de exterminio, etc., y no puede reducirse a la razón, que a lo sumo puede
crear apelando a la recombinación de elementos. La razón es incapaz de
crear de modo radical: ninguna lengua fue creada a partir de la actitud
racional de algún colectivo, no es producto del cálculo, la medición, etc.
De este modo, la historia deviene la historia de la creación que los co
lectivos realizan de sus sociedades, y también de la destrucción de ellas.
El mundo incaico, el mundo medieval, el azteca, el hebreo, el chino... son
mundos conformados por significaciones imaginarias sociales, que sólo en
parte responden a alguna funcionalidad específica. También lo son la Ale
mania nazi, o la Argentina de la dictadura del autodenominado Proceso
de Reorganización Nacional: la creación no tiene per se necesariamente
un valor positivo: la valoración, su elección o no, se la dará la actividad
reflexiva de los hombres -en el caso de que la misma sea posible, es decir,
que puedan ejercer un pensamiento autónomo, guiado necesariamente
por las significaciones de la igualdad, la libertad, la justicia y la verdad-.
De la incorporación de las significaciones se produce un sujeto que va
a permitir el funcionamiento de dicha sociedad, su reproducción, y/o su
alteración mediante el cuestionamiento y la creación —algo mucho menos
frecuente, sea a nivel individual como colectivo—. A lo largo de la historia
puede observarse como la imaginación creadora del colectivo puede pade
cer momentos de letargo, de crisis, o de cambios vertiginosos.
[341
Crisis de la imaginación e imaginario capitalista
[351
que concierne a ella misma, su modo de pretenderse y de amarse como so
ciedad (necesario hasta para poder oponer otro proyecto para la misma).
(36)
Diremos que su temporalidad es la de un infinitivo, ni siquiera es un
presente, es decir, es una suerte de estar en el consumo de objetos, infor
mación, imágenes, cuerpos, etc. De este modo, el sujeto ha devenido un
turista de su época, no un viqjero-explorador de su cultura o de su propia
subjetividad. Es una época en la que reina la exterioridad.
Insignificancia y mortalidad
Í37|
Insignificancia, magmas, laberinto
138 J
lugar privilegiado de reflexión sobre la realidad, destinado a sostener la
interrogación ilimitada sobre la misma y sobre el saber acerca de ella.
Finalmente, la función de los intelectuales es la del cuestionamiento
de las significaciones imaginarias sociales. En este punto, para Castoria
dis es crucial el lugar de la filosofía, que <'
“la noche solo ha caído para los quo se han dejado caer en la
noche. Para los quo están vivos,
hélios neos eph' hénterci cstin
el sol es nuevo cada día" (Ilcráclito, Dicls 22, B 6)
Bibliografía
Castoiuadis, C. (1993), “La época del conformismo generalizado”, “¿El
fin do la filosofía?”, El mundo fragmentado, Buenos Aires, Alta-
mira .
[39]
- (1997), “El avance de la insignificancia”, “El deterioro de occidente”, “La
crisis de las sociedades occidentales”, “La crisis del proceso identifi-
catorio”, EZ avance de la insignificancia, Buenos Aires, Eudeba.
- (1999), “La racionalidad del capitalismo”; “Imaginario e imaginación en
la encrucijada”, Figuras de lo pensable, Madrid, Frónesis.
Franco, Y. (2003), Magma. Cornelius Castoriadis: psicoanálisis, filosofía,
política. Buenos. Aires, Biblos. . . . .7
í 40 J
Más allá del malestar en la cultura1
I 111
puede sobrevivir. La cultura, para disminuir el malestar por la renun
cia pulsional a la cual somete a los individuos, procura crear vínculos
sustitutivos de aquellos eróticos en los cuales los sujetos intentan la
satisfacción perentoria de sus deseos. Así crea los lazos amorosos, des
viados de su fin originariamente sexual. De allí, entre otras cosas, el
mandamiento cristiano de “amarás a tu prójimo como a tí mismo’’. Pero
éste está destinado al fracaso, dada la hostilidad originaria del sujeto
humano hacia sus congéneres, expresión de la pulsión de muerte. Esta
agresividad inherente a la naturaleza humana es también fuente de
placer: la otra es el amor. <
El malestar en la cultura queda así ligado a la presencia de la pul
sión de muerte, en su complementariedad y oposición con eros. El enfren
tamiento entre ambas pulsiones habita y domina tanto a la psique como
a la vida social. La cuestión es entonces cómo se las arregla la cultura
para dominar a la pulsión de muerte en sus manifestaciones sociales.
Freud llegará a la conclusión de que esto es posible mediante el superyó,
aliado al masoquismo originario, produciendo sentimiento inconsciente
de culpabilidad. La agresividad que tenía a los otros como destino, es
vuelta contra el yo. , • •,.
El origen de esta culpabilidad inconsciente es doble: por un ¡lado,
por el temor a dejar de ser amado por la autoridad paterna, el humano
renuncia a parte de sus satisfacciones pulsionales. Pero con la interio
rización del superyó, ya no puede escapar a una vigilancia interna que
desnuda su mundo pulsional. La producción de sentimiento inconsciente
de culpabilidad está entre los mayores problemas que genera la cultura.
Así volvemos al tema del malestar que la participación en la cultura
produce. Freud se detiene en el punto de preguntar si es dable entonces
pensar, dada la crucial función del superyó en la socialización y en el
mantenimiento de determinado statu quo de la cultura, en la existencia
de culturas neuróticas, lo que llevaría a convocar a soluciones terapéu
ticas. La analogía, la extensión del método y de explicaciones psicoana-
líticas a ese punto le parece excesivo, riesgoso: no se deben trasplantar
del lugar donde dichas nociones, conceptos y elementos pertenecen. Ya
no hay remedio psicoanalítico, sino una pregunta, y es si las sociedades
lograrán dominar a la pulsión de muerte que es capaz de destruirlas.
Pregunta sin respuesta, dependiendo todo, para Freud, de la capacidad
de eros de predominar sobre la pulsión do muerte, sin que pueda antici
parse, aclara, el resultado.
H2|
Hasta aquí lo planteado por Freud. Voy a retomar algunas de estas
ideas para avanzar en el sentido anunciado al inicio de estas líneas. Es
tas son:
a. El estado de fusión en el que se encuentra originariamente la psique
del sujeto humano, y las consecuencias de su ruptura.
b. La articulación amparo/desamparo y el papel de la cultura como su
brogado de los objetos paternos.
c. La dialéctica de la pulsión de muerte en el lazo con el semejante y
la cultura.
1431
o El sentido diurno1 provisto por la sociedad (“patrimonio común de
certeza”, Aulagnier), que toma el relevo del sentido originario abdi
cado por la psique;
o Por otro lado, hay un bienestar indirecto por ser las instituciones un
lugar de depositación de lo mortífero. Estas dos primeras cuestiones
cumplen una clara función de amparo, que como veremos, la cultura
ofrece mediante subrogados de las figuras originarias, estando al
servicio de eros;
o Otra fuente de bienestar son los lazos libidinales —ya señalado por
Freud— por el placer que producen y por permitir también alojar a
la pulsión de muerte. Estos son tanto fuente de bienestar como de
malestar.
2, Por tal debo entenderse, según C, Cnstorindls, los valores, objetivos, historia,
expectativas, significaciones sexuales, económicas, etc,, do una sociedad, en suma,
todas Jas referencias quo hacen a un orden simbólico, y quo ubican a los individuos
en un determinado espacio sociocultural, (
|44)
narcisista que provee -al sentirse los sujetos amados por su superyó,
y por la aprobación que emana del colectivo de pares y a través de sus
instituciones-.
El mundo ídentificatorio de los sujetos depende sobremanera del in
vestimiento que la sociedad hace de cada uno de ellos: los enunciados
identificatorios de origen que son proferidos por los padres, son retoma
dos por las instituciones, por los pares, creándose así un nosotros que
sanciona positivamente el arribo de un integrante nuevo al colectivo, sa
ludándolo en las distintas fases de la socialización solicitándole que reto
me el discurso común. Este constituye el “contrato narcisista” (Aulagnier)
entre el sujeto y la sociedad, e incluye las disidencias y conflictos, dentro
de cierto rango, traspasado el cual dependerá el sostenimiento identifica-
torio de modos de agrupamiento disidentes -Freud y la institución por él
creada es un buen ejemplo de esto; otro tanto lo son los pensamientos y
movimientos que procuran instituir otro modo de lo social, enfrentándose
al poder explícito, etc.-.
Todo sujeto debe poder encontrar referencias en el discurso del con
junto que le permitan la proyección hacia el futuro: esta proyección hacia
el futuro es fundamental para el funcionamiento psíquico, ya que implica
el triunfo de eros. Esto, el “proyecto ídentificatorio” (Aulagnier), permite
establecer un sentido para la vida, que depende en un modo esencial del
sentido que el colectivo se haya dictado a sí mismo.
H6J
Es muy importante considerar que el espacio de no-yo que adviene
cuando se constituye la separación del infans y el objeto es materia de
proyección de la pulsión de muerte, protegiéndose así la propia psique,
ya que la diferenciación en el seno de la misma es objeto de rechazo. Esto
es así porque el displacer, debido al “proceso originario de autoengen-
dramiento” (Aulagnier)3, es atribuido por la psique a sí misma, la cual
corre entonces riesgo de destrucción o des investimiento si lo tanático no
es proyectado. Al mismo tiempo es función del semejante el poder alojar
a la pulsión de muerte desatada a partir de la ruptura de dicho estado.
Entonces: todo lo que sea vivido como no-yo será atacado, sea una parte
de la propia psique, tanto como el objeto que comienza a ser discernido en
la ambivalencia. Y es el amor del objeto asistente, su incondicionalidad,
lo que permite que esto se produzca. De este modo, el objeto asistente
se debe convertir en el primer “espacio-soporte de la pulsión de muerte”
(Carpintero): debe constituirse en un espacio de no-yo que permita el des
pliegue del yo (Bleger).
Se abre así el proceso identificatorio, sobre la base de un placer mí
nimo que se ofrece a cambio del placer originario perdido. Dicho placer
mínimo es acompañado de un displacer mínimo que evita la perennidad
mortífera del primer estado de la psique, al cuestionar la representación
de la misma. Ese displacer mínimo es necesario -podemos pensar que es
una exigencia de trabajo para la psique tanto como su mundo pulsional
-así como lo es el placer mínimo que la psique debe hallar. La función
del objeto asistente -bueno es insistir en este punto- es crucial para que
pueda desarrollarse este movimiento: a partir de este momento, lo que
podrá observarse es que una de las funciones de los lazos libidinales es la
de contener a la pulsión de muerte. Los lazos muestran el entrelazamien
to entre las pulsiones de vida -que permiten la ligadura-y las de muerte
-que tienden a la desligadura-.
3. Que consiste en Ja certeza de Ja psique de que todo lo existe en ella es para ésta
producto de sí misma.
(46 J
que conocemos como malestar cultural debe ser contemporáneo de un
bienestar mínimo producido en la participación en la cultura: la resultan
te es el llamado “infortunio común”.
Retomemos, para situar lo que desarrollaremos a continuación, el
desarrollo de Bleger que complejiza lo anterior: en su origen la psique es
tablece una simbiosis con el objeto materno -indudablemente favorecida
por éste: Green habla de “locura materna”—. Este -como habíamos visto-
debe poder soportar lo proyectado -estando presente, como consignamos,
la pulsión de muerte en dicha proyección-, permitiendo esto que el yo
pueda constituirse. Por otra parte, Bleger señala que las instituciones de
la sociedad son depositarías de lo indiscriminado/simbiótico de la psique.
Dice también que el encuadre psicoanalítico cumple las veces de una ins
titución, conteniendo por lo tanto a lo indiscriminado; cada modificación
en el mismo precipita al sujeto en una crisis porque se ve llevado a rein-
troyectar lo simbiótico. De allí que podemos pensar que cada crisis o mo
dificación de las instituciones de la sociedad obliga a una reintroyección
que pondrá a prueba a la psique, con la potencialidad de producir una
situación catastrófica, ya que el mundo fantasmático correspondiente a lo
simbiótico y pulsional/tanático queda sin objeto depositario.
(471
la del capitalismo que se ha hecho presente sobre todo desde la década
del ‘90 -y que tiene propiedades des-socializantes-, y que hace que sea
pertinente el análisis de sus consecuencias a nivel metapsicológico y psi-
copatológico, ya que son alteraciones sustanciales respecto del estado de
la cultura descrito por Freud en El malestar en la cultura.
Sostengo que el estado actual de nuestra cultura debe ser considera
do como un estado que se encuentra “más allá” del malestar en la cultu
ra. Esto es producido por la sustancial modificación, desestructuración o
desaparición de instituciones que otorgaban el amparo de la legalidad y
el sentido ordenadores de los lazos entre los sujetos, instituciones a partir
de las cuales el proceso identificatorio de estos puede llevarse a cabo,
debida a una crisis de significaciones imaginarias sociales que actúan
como cemento de la sociedad; pero también esto se produce -de modo
complementario y solidario- por la aceleración de la temporalidad, y por
el lugar que han pasado a ocupar los medios masivos de comunicación y
los artefactos electrónicos junto con la informática.
Esto hace que los sujetos se vean sometidos a un “estado de violencia
secundaria” (Aulagnier) colectivo, es decir, ven atacado su yo en sus fun
ciones significantes e identificatorias. El sinsentido que deviene es acom
pañado de dificultad en establecer un “proyecto identificatorio ”, es decir,
los ideales del yo se ven trastocados en su función, que es la de elaborar
el mundo pulsional-deseante, inscribiéndolo en la cultura. Este estado
que se ubica más allá del malestar en la cultura está enmarcado por una
“crisis de significaciones” (Castoriadis) que mantenían unida -aún en el
conflicto- a nuestra sociedad. Crisis que a su vez está en la base de la
crisis de las instituciones sociales.
La constitución de un sí-mismo individual-social pasaba por el apoyo
en lugares que han dejado de existir o que se encuentran en riesgo de de
jar de hacerlo, y no hay aún otros que puedan hacerse cargo de esta crisis
de sentido. El proyecto identificatorio de los sujetos se ve alterado, dificul
tado, impedido cuando se pierde el sentido de la sociedad, el propio pro
yecto del colectivo. A su vez, la crisis de este proyecto identificatorio pone
en jaque a eros, convocando a la pulsión de muerte. Causa y consecuencia
de esto, es que la significación más importante, que es la que concierne a
la misma sociedad, es decir, la de “nosotros”, se encuentra en crisis.
Una de las consecuencias de este estado de la cultura es que ya nadie
sabe cuál es su función en la sociedad, el sentido de ésta y de su parti
cipación, ni si tiene sentido seguir adhiriendo a ésta. Como vimos, esta
crisis de las instituciones hace que estas dejen de cumplir con su función
(48)
de amparo, que consiste en el sentido que ofrecen, en el establecimiento
del contrato narcisista, y en que permiten que la psique pueda depositar
la pulsión de muerte.
Recordemos que Freud señala que el malestar en la cultura es pro
ducido tanto por la frustración a la cual es sometido el mundo pulsional
-aunque la cultura ofrezca formaciones transaccionales que permitan
cierta satisfacción, porque inevitablemente producen un nuevo monto de
frustración y dolor, como en el caso de los lazos libidinales -como por la
presencia de la pulsión de muerte en la psique, ya que la agresividad es
vuelta contra el sujeto mismo, ejercida por una instancia -el superyó-.
Sin embargo, como veíamos más arriba, este estado de cosas permite la
existencia de un bienestar mínimo, el alojamiento en las instituciones
y en el lazo con los semejantes de la pulsión de muerte, objetos para la
satisfacción pulsional, sublimación mediante, etc. Pero el estado que es
tamos describiendo, de crisis de la institución de la sociedad misma, hace
entrar en crisis, a su vez, a todas estas funciones. Lo que me interesa
resaltar sobremanera, es la mortificación producida al verse dificultada
o impedida la depositación de la pulsión de muerte en el lazo con el se
mejante y en las instituciones de la sociedad. El amparo se encuentra en
caución. Esto produce múltiples efectos dolorosos para la psique. Por em
pezar, queda liberada la pulsión de muerte, que debe ser reintroyectada;
a nivel identificatorio, se produce una crisis del proyecto identificatorio, lo
que, ya señalamos, es una convocatoria a tánatos; si pensamos, a partir
de los desarrollos de Bleger, que lo indiscriminado, depositado en insti
tuciones y lazos -en lo que está incluido la pulsión tanática-, siempre
funciona como los límites del esquema corporal y como el núcleo fundante
de la identidad, debemos considerar seriamente esta alteración tanto en
términos de crisis identificatoria, como en términos de los efectos sobre el
cuerpo que esto pueda producir.4 Nos encontramos de este modo con an
gustias ligadas al desvalimiento, a la falta de amparo: a quedar librados
a los efectos mortíferos de la pulsión.
De modo solidario con las posturas de Bleger, Creen señala las de
fensas que se ponen en juego cuando lo arcaico ocupa un primer lugar.
Este modelo de Green relativo a los pacientes denominados bordcrline
tiene gran actualidad en términos de que el estado de la cultura que aquí
149]
intento describir contiene la potencialidad de producir un estado border-
Une artificial”, al atacar los fundamentos del yo.
Mientras Green sitúa esto en términos de fallas en el apuntalamien
to en el objeto de origen, podemos pensar que cuando los subrogados de
éste en la cultura desapuntalan a la psique, le quitan el lugar de apoyo,
pueden advenir fenómenos clínicos similares a los por él descriptos para
los cuadros borderline: una suerte -a mínima- de “psicopatología de la
vida cotidiana de una sociedad en desestructuración”. Las defensas que
este autor señala que se establecen son:
I6O|
Bibliografía
1511
Insignificancia, tedio y violencia1
Introducción
[531
Diremos que es necesario, en el origen de la vida, que se produzca
sobre el psiquismo la imposición de un mundo de sentido, para que éste
abandone su estado originario, que es cerrado sobre sí mismo, y así per
mitirle que incorpore y se incorpore a la cultura. Piera Aulagnier deno
mina violencia primaria a ese acto [Aulagnier, 1977], del cual se hacen
cargo las figuras parentales, y que ubica al sujeto en lo que conocemos
como malestar en la cultura. Este malestar se produce en parte por el
displacer que dicha renuncia ocasiona; pero paralelamente debe ofrecér
sele a la psique una cuota de placer a cambio, placer que debiera hallar
por participar en el colectivo. El deseo de los padres, y su capacidad de
modular las ansiedades propias del encuentro de la psique con el mundo,
hacen posible ese movimiento.
Cuando la violencia es excesiva -por no poder las figuras parentales
llevar a cabo su tarea adecuadamente-, ya no conduce a la constitución
adecuada de la psique y a su ingreso a la cultura, sino que pasa a atacar
la. Se produce en ese caso un estado de más allá del malestar en la cultura
[Franco, 2002], ligado a lo que la autora mencionada denomina violencia
secundaria', ésta impide que se establezca el placer necesario para que la
vida en común sea investida. Este modo de la violencia, que al contrario
de la primaria no lleva a la creación de un mundo sino a la imposibilidad
de la creación, o lisa y llanamente a su destrucción, puede deberse a fallas
en las figuras parentales, originadas en su propia conflictiva. Pero tam
bién puede surgir por la imposibilidad de estas de cumplir con su función
debido a determinados modos de ser de la sociedad. También, y más allá
de los estados originarios del sujeto, la violencia secundaria puede ser
padecida por éste en cualquier etapa de su vida, cuando vea cuestionada/
negada su pertenencia/participación en el espacio social [Franco, 2002].
Decía que la violencia de significación o violencia primaria, que in
troduce paso a paso al infans en un mundo de sentido, va de la mano del
abandono que este debe hacer de un sentido autoproducido, alucinatorio,
que niega tanto la realidad del cuerpo como la del mundo. En la medida
en que se produzca este abandono, la psique tomará noción de que algo
más allá de sí existe, y este primer reconocimiento de una alteridad -al-
teridad que primero se produce al interior de la misma-, este reconoci
miento va de la mano de la proyección de un odio hacia dicha alteridad,
que luego es odio hacia el mundo exterior: el odio hacia lo exterior la
protege de su autodestrucción. El mundo -su reconocimiento- se funda
y origina en el odio. Para Freud, el odio es primero que el amor. El amor
-Eros- en realidad vendría a mitigar los efectos de ese odio destructivo,
[54]
que es arrojado al otro para evitar un autoaniquilamiento. Así como hay
violencia significante que proviene de la madre, hay violencia en ese odio
a todo lo que es ajeno a la psique. Castoriadis hallará en este movimiento
la raíz psíquica del racismo y la xenofobia.
José Bleger desarrolló hacia la década del 60, una serie de ideas que
nos permiten entender la función del mundo instituido para la economía
de la psique.
Sostuvo que:
Hay así un no-yo que es fundamento del yo. En el origen esta simbio
sis se establece con el objeto materno, y sabemos a partir de otros autores,
como la mencionada Piera Aulagnier y Donald Winnicott, que la madre
debe favorecer y sostener la misma, conteniendo la pulsión de muerte que
esta porta.
Las instituciones son, luego, las depositarías de esta simbiosis. Lo
que permite que una parte de la identidad del sujeto se configure con la
pertenencia a un grupo, una institución o una ideología.
Bleger va a postular que el encuadre psicoanalítico es una institu
ción, y saca interesantes consecuencias de la alteración del mismo, que
nos permitirán extender las mismas al mundo instituido. Dice:
155]
Toda variación del encuadre pone en crisis al no-yo, “des
miente” la fusión, “problematiza” al yo y obliga a la reintroyec-
ción, re-elaboración del yo, o a la activación de las defensas para
inmovilizar o reproyectar la parte psicótica de la personalidad
(Bleger, 1967:245).
(561
socia del capitalismo. Esta significación compele a producir más, acumu
lar más, ganar más, consumir más: su núcleo es el siempre más. Ha triun
fado hasta el momento—, sobre su significación opuesta, la significación
de la autonomía -más libertad e igualdad para todos-, y ha quedado
sola. Esto hace que entre en crisis, al quedar sin el freno de su opuesta.
La significación del capitalismo contiene su propia desestabilización por
contener la idea de lo ilimitado: el siempre más es una significación cuasi
suicida y contiene su autodestrucción —como lo muestra la dramática si
tuación del medio ambiente-. Es la hybris de la que hablaban los griegos,
la desmesura, tal como fuera plasmado por Goethe en su Fausto, al que se
considera la primera tragedia de la modernidad (Berman, 1997).
La crisis de las significaciones que mantenían unida aún en el con
flicto a nuestra sociedad hace que estas ya no provean creencias, valores,
referencias, motivaciones que le permitan funcionar: las que produce ge
neran desestabilización, debido a sus características. Como hemos visto,
lo único que existe como significación es la del disfrutar en el consumo de
objetos, experiencias, la acumulación y la avidez de lo nuevo por lo nuevo,
produciendo así sociedades y sujetos insignificantes. Quiero hacer notar
-nuevamente - que hay un doble sentido del término insignificante, por
un lado como algo carente de sentido -y sentido también como falta de
significación y de rumbo-, y por otro como sinónimo de lo superfluo.
Esto lleva a la descomposición de instituidos que permitieron el fun
cionamiento de la sociedad. Hemos citado en este punto como ejemplos a la
familia muestra una débil estructura y funcionamiento y a la educación.
Algo a resaltar es cómo la sociedad actual vive su relación con la his
toria: su cultura pasada no está viva en una tradición o una historización
crítica, sino en un saber museístico o turístico. Así, es una sociedad que
ha roto sus puentes con el pasado y que carece de proyecto. De este modo,
el sujeto ha devenido un turista de su época, no un viajero-explorador de
su cultura o de su propia subjetividad. Es una época en la que reina la
exterioridad.
Entonces lo que a mi entender es la característica más significati
va de nuestra época, es lo que he propuesto denominar como un estado
que se encuentra más allá del malestar en la cultura, estado que sufre
la psique por participar en la destrucción de significaciones. Ha dis
minuido o se ha hecho virtualmente inexistente por momentos y para
enormes capas de la población, el placer mínimo necesario para que
participar en la cultura tenga algún sentido, y por lo tanto para que el
espacio sociocultural sea investido. Esta experiencia de sinsentido en
[571
la participación en dicho espac.0, es lo que caracteriza el estado qU(¡
ubica más allá del malestar cultural, que implica además y sobre todo
la falta de posibilidad de depositación de la pulsión de muerte en las
instituciones y en los lazos sociales -esto último debido al estado de
fragmentación de la sociedad—.
Los individuos se ven sometidos a un estado de violencia secundaria
(Aulagnier) colectivo, es decir, ven atacado su Yo en sus funciones sig
nificantes e identificatorias. El sinsentido es acompañado de una gran
dificultad en establecer un proyecto identificatorio, es decir, los ideales
del yo se ven trastocados en su función, que es la de elaborar el mundo
pulsional-deseante, inscribiéndolo en la cultura.
Había sostenido previamente que propongo seguir los desarrollos de
Andró Green (1990), para apreciar los destinos que puede tener la pulsión
de muerte cuando queda liberada. Esta liberación puede dar lugar a tres
tipos de defensa: el desinvestimiento del mundo -da lugar a la depresión,
el tedio, la apatía, etc.-, la descarga en el propio soma, terreno de las pa
tología psicosomáticas; la escisión en el Yo —que puede generar descarga
agresiva/sádica en el otro—, o expulsándola a través del acto, no solamen
te agresivo: actuaciones sexuales, adicciones, etc. Me ocuparé de dos de
estos destinos: la violencia y el tedio.
Violencia
(58)
en^°n^ram0S asi" con figuras clínicas derivadas del estado de
esins i uci n de la sociedad, estado que abarca a la mayoría de la pobla-
m n, y que implica todo tipo de retos para la práctica psicoanalítica. Al
mismo tempo, la existencia de estas figuras de la clínica demuestran el
pro un o azo existente entre la psique y la sociedad, obligan a precisar
su articulación y a crear dispositivos de tratamiento acordes con la mis
ma, como lo muestra la investigación citada.
Lo cierto es que, en estos días, el espacio social ejerce cotidiana
mente una cuota enorme de violencia -en los términos aquí propuestos,
violencia secundaria- sobre la mayor parte de la población. Desnutrición
y mortalidad infantil crecientes, riesgo de exclusión de los ciudadanos de
las fuentes de trabajo —recién últimamente ha comenzado a disminuir en
Argentina la enorme tasa de desocupados o de trabajadores precarios-,
pauperización, explotación de los mismos como no se veía desde los inicios
del siglo XX, etc. Y supervivencia de otros con la espada de Damocles so
bre sus cabezas, ya que no saben qué puede ocurrir con ellos la próxima
semana, y no tienen más que aceptar condiciones laborales humillantes.
Paralela y conjuntamente, se observa el abandono de sus funciones por
parte de instituciones cuya finalidad es -o era- el cuidado y formación de
los ciudadanos: la escuela, la salud pública, el sistema jubilatorio, la jus
ticia..., aunque parece recuperarse algo de ellas en estos últimos tiempos.
Es a partir de su participación en las mismas -que transmiten el senti
do de lo social- que los sujetos se identifican, organizando de ese modo
el colectivo, aún con ideologías y proyectos diferentes y hasta opuestos.
Diremos que es la desestructuración de esas instituciones la que está en
el núcleo del estado actual de disgregación social, del cual la violencia es
una de sus consecuencias. Y dicha desestructuración habla de una deses
tructuración del campo simbólico.
Por otra parte se produce el empuje -a través de los medios de comu
nicación- a un consumo desenfrenado, presión que implica una violencia
mucho mayor aún para con aquellos que permanecen marginados de la
denominada sociedad de consumo. Al respecto, se promueve que los ciu
dadanos pasen a denominarse consumidores.
Pese a todo esto, de la violencia de la cual más se habla, la que más
escándalo produce, es la delincuencia! -que, a no dudarlo, ha mutado, se
ha hecho más violenta, más “loca”- a la cual se ve como causa de la inse
guridad, cuando no es más que una consecuencia de ésta.
Resumiendo, el más allá del malestar en la cultura aparece enmar
cado en una crisis de significaciones, las que a su vez están en la base de
[591
la crisis de las instituciones, lo que impide quo estas puedan ser objeto
de la depositación de la pulsión de muerte. El sujeto actual posee poten
cialidad de inestructuración, por imposibilidad de sostener su proceso
ídentificatorio. Está a merced de aquello de la psique que retorna desde
la realidad al no hallar anclqje en espacios que tradicionalmente la con
tuvieron. Esto, conjuntamente con cierto estado do desinvestimiento do
lazos, deja a su vez liberada a la pulsión de muerte. La violencia es uno
de sus destinos.
Me detendré ahora en otro de los destinos do la liberación de la pul
sión do muerte.
Tedio
ICO)
una historia, o de pensar en un futuro posible. Es el tedio de estar a la
deriva. Lo que se opone al tedio son las ganas, el afán. Pero el afán por el
consumo de objetos -hemos visto- es un habitual camino al tedio.
|G1|
Alienación, imaginación y proyecto
(62]
Bibliografía
[631
Toda subjetividad
SE DESVANECERÁ EN EL AIRE2
[671
Marshall Berman (1997)3, puede decirse que lo que escribe es la primera
tragedia del desarrollo. En ella el Diablo le transmite a Fausto un deseo
de desarrollo, que incluye la autodestrucción. Debe coadyuvar a que la
humanidad libere sus enormes cantidades de energía reprimidas, las que
liberadas permitirán el desarrollo. En este devenir ocurrirán catástrofes
pero éstas quedarán incorporadas como consecuencias inevitables. Un
desarrollo ilimitado, en un movimiento mediante el cual lo “viejo” deberá
ser constantemente superado por lo “nuevo”. Marx, a su vez, crítico de la
burguesía, nunca dejó de admirarla en términos del desarrollo propug
nado por ésta. Un mundo de hombres que habrían conseguido liberar el
desarrollo de toda atadura -ya que la burguesía en realidad es un obstá
culo para éste- es lo que advendría en una sociedad comunista.
t
Una revolución continua en la producción, una incesante
conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un
movimiento constantes distinguen la época burguesa de todas
las anteriores. Todas las relaciones estancadas y enmohecidas,
con su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos,
quedan rotas; las nuevas se hacen añejas antes de haber podido t
osificarse. Todo lo sólido se desvanece en el aire, todo lo sagrado
es profanado, y los hombres al fin se ven forzados a considerar
serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recí- ■ ■
procas (Engels y Marx, citados por Marshall Berman, 1997:338). >
168)
capital y plus-valor, se detendría Esta pq la “mn- i-j j»
Pese a esto desrfp loo x- S a racionahdad capitalista.
Pese a esto desde los primeros tiempos de la Revolución de Octubre el
llamado modelo socialista de producción incorporará el modo de produc
ción capitalista, ubicará al desarrollo en el centro, sin interrogarlo si
interrogarse acerca de la racionalidad de dicho desarrollo, sus fines su
lógica, el tipo de sujeto que produce.
Entonces, el capitalismo logró instituir de modo universal la certeza
en el desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas y de la producción, en
el dominio de la naturaleza y de la técnica, instilando sed de consumo y de
posesión de dinero, y haciendo equivaler este conjunto a la felicidad. Logró
que se dé por natural dicho estado de cosas. Fundamentalmente, logró
instituir a la economía en el centro del imaginario social, y logró plasmar
un mito: el del desarrollo''. Estas significaciones, incorporadas a la subje
tividad, dieron origen a un sujeto reproductor, a su vez, del capitalismo.
II
III j
170)
-en el sentido radical de la misma, es un régimen que posee a dicha limi
tación en su núcleo: es un régimen trágico, ya que nunca se sabe cuándo
podemos pasar a la hybris\ es un llamado a la autolimitación, y un se
ñalamiento de que pueden existir en la ciudad razones opuestas, como
en el conflicto expuesto en Antígona. Es decir, que se construye sobre el
conflicto, y que es conflicto. Lejos está de cualquier llamado a lo ilimitado,
ya que debe construir sus leyes en relación a la conflictiva de los ciudada
nos. No admite su reducción a procedimientos -elecciones, sistema legal,
producción de instituciones, etc.- que coexisten con una escasa o nula
participación de los ciudadanos en el gobierno. Como régimen se diferen
cia de toda delegación del poder, la cual a lo sumo debe ser transitoria y
sometible a revocación, incluyendo mecanismos de democracia directa, y
sus instituciones están al servicio de los ciudadanos, y no al revés, como
es lo habitual. Por supuesto que esta es solo una dimensión del espa
cio social instituido: la explícita. Pero en ella es posible la institución de
espacios autónomos del poder estatal, democráticos, donde su eje sea el
favorecer la autonomía de sus integrantes. Junto a la lucha por la obten
ción del poder del Estado para (re)establecer límites que instituyan un
régimen democrático, no ocupa un lugar inferior la creación de espacios
de autonomía.
Si el capitalismo ha debido adoptar mecanismos democráticos, es de
bido a las luchas de aquellos que intentan limitarlo, durante las cuales
dichas conquistas le fueron arrancadas, o fueron instituidas por el poder
para impedir su propio cuestionamiento. Pero la que ha permanecido in
cuestionada es la idea del desarrollo como eje de la sociedad, aún en aque
llos países donde el llamado desarrollo no ha llegado, y que eufemística-
mente son denominados “en vías de desarrollo”. Qué es el desarrollo, para
qué, de qué, cómo, a qué precio... son preguntas ni siquiera formuladas.
“Todo lo sólido se desvanece en el aire": toda subjetividad se des
vanece en el aire del capitalismo, en las turbulencias provocadas por su
aceleración, que des-socializa a la sociedad, que quita puntos de apoyo
al psiquismo para su conformación; y también por la negación que lleva
a cabo de la idea de mortalidad, lo que le permite crear la ilusión de lo
ilimitado. El triunfo de la significación imaginaria del capitalismo, es
decir, de la idea de que hay una finalidad central de la vida humana que
es el crecimiento ilimitado de la producción y de las fuerzas productivas,
es, sobre todo, consecuencia de la incorporación de ésta por parte de los
sujetos en su psiquismo.
171]
Pero esta incorporación no permite hablar de una imposición ab
soluta. Si el capitalismo es opuesto a la democracia, la significación de
ésta no ha sido hecha desaparecer bajo su peso. Hay muchos ejemplos
en las últimas décadas que hablan a las claras de que existen modos
de limitar el desarrollo devastador -de la ecología, la sociedad y la psi
que- del capitalismo, a partir de la actividad de grupos que al producir
autonomía se instituyen de modo distinto en la sociedad, produciendo
cambios en ésta. Así se aprecia en los movimientos de las mujeres y los
jóvenes, en las luchas antirraciales en los EEUU, en el accionar ciuda
dano contra la guerra de Vietnam, que terminó con ella, etc. Y en estos
últimos tiempos, esto es igualmente apreciable en otros movimientos
que también se producen por fuera del aparato estatal, como el Movi
miento de los Sin Tierra en Brasil, el del zapatismo en México, la tarea
de los organismos de Derechos Humanos en Argentina y otros países,
las organizaciones autoorganizadas que surgen a partir do diciembre de
2001 en Argentina, etc., tanto como el surgimiento a nivel mundial de
la preocupación y acción por la preservación ecológica del planeta -uno
de los bastiones en la lucha por frenar al capitalismo-, aunque intenten
ser incorporados por el capitalismo a los manuales del pensamiento “po
líticamente correcto” que secreta como antivirus. Cada procedimiento
democrático, cada conquista de autonomía, cada recuperación del priva-
tizado espacio público, enseña que el sujeto no ha desaparecido, que aún
en condiciones tan adversas puedo encontrar posibilidades de instituir
se en un sentido diferenciado del dictado por la significación dominante
en la sociedad actual.
Mientras la enorme pantalla del cine era cubierta por uno de aque
llos también enormes telones y sonaban los acordes de Así habló Zara-
luslra, giró y vi a toda esa gente, con la sensación do que la nave ahora
debía ser abandonada, arrojados a la incertidumbro y a las posibilidades
de nuestras propias fuerzas y deseos.
Bibliografía
i
Bkkman, M,, (1907), Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia
de la modernidad, Buenos Aires, Siglo XXL
172)
Castoriadis, C., (1997), “Imaginario político griego y moderno” y “La de
mocracia como procedimiento y como régimen”, El avance la insigni
ficancia, Buenos Aires, EUDEBA.
Clarke, A. C., (1977), 2001 una odisea espacial, Buenos Aires, Javier Ver-
gara Editor.
Freud, S., (1973) Análisis terminable e interminable. Obras Completas,
Madrid, Biblioteca Nueva.
1731
El amor en los tiempos
del Dr. Hannibal Lecter1
[751
perfectamente capaz "do cumplir sus deberos sociales durante una parte
del día". La cultura produce una neurosis colectiva, al -¿o para? - mante
ner a raya a las pulsiones -eróticas y agresivas- dejando el residuo de la
conciencia inconsciente de culpabilidad, en un sujeto dispuesto así para
la participación social "adecuada". Sabremos a través del mismo Freud,
muchos años más adelante, del carácter central del sentimiento incons
ciente de culpabilidad para el mantenimiento del orden sociocultural, y
hasta de las patologías colectivas que es capaz de producir.
Pueden así comprenderse en toda su magnitud las resistencias socia
les que podía producir el método freudiano: con su propuesta de levantar
represiones apuntaba al núcleo del orden sociocultural, El psicoanálisis,
por lo menos en su vertiente freudiana, lleva inevitablemente a develar,
analizar, y, llegado el caso, destituir, las significaciones imaginarias so
ciales. La incorporación de estas se produce en las distintas instituciones
que son apoyo del proceso identificatorio de los sujetos. Los residuos de
esta operación identificatoria, agregaremos, son las dos instancias que
funcionan como interfaces entre el psiquismo y el campo histórico-social:
los ideales del yo y el superyó. Entre las funciones de estas instancias se
encuentra, ni más ni menos, decidir acerca del destino de las pulsiones,
Cada cultura, por lo tanto, decide acerca de los destinos pulsionales de los
sujetos que la habitan. La cultura, entonces, produce marcas tanto en el
registro identificatorio como en el pulsional.
1761
un “individuo que gana lo más posible y disfruta lo más que puede”. Tam
bién propone un universo permanentemente cambiante do objetos para
producir dicho disfrute, utilizando a los medios de comunicación como
oferta constante de los mismos.
Esto se entremezcla con las noticias divulgadas en “tiempo real”,
tiempo que cada vez se acelera más, llevando a una hiperkinesis a los
sujetos, a su agotamiento, al estado de insatisfacción, a la privatización
de sus vidas, a la necesidad cada vez mayor de objetos que ocupan el lu
gar del semejante, para cuyas demandas ya no hay lugar, lo que a su vez
causa un estado de anomia creciente, acompañado de modo inevitable
de disolución-alteración de lazos sociales. Este proceso lleva -en una
realimentación continua- a la crisis de las significaciones, a la pérdida
para muchos sujetos del sentido de su función -padres, jueces, docen
tes... psicoanalistas-, al no haber un nosotros fuertemente investido.
Ese nosotros se disloca cada vez más en un verdadero proceso de des
socialización. La hiperkinesis, el consumismo, la pasivización, la resig
nación, el conformismo, el aislamiento-masificación, el culto de lo corpo
ral, de la imagen, la negación de la muerte, la “comunicación-conexión”
permanentes mediante todo tipo de artefactos, etc., son algunas de las
características de ese nuevo tipo antropológico surgido a partir de signi
ficaciones imaginarias colectivas creadas de modo anónimo y coiyunto,
tomadas por las instituciones, cobrando nueva vida en ellas, devueltas
a los sujetos para su incorporación, reproducidas, etc. Los nuevos fenó
menos observados en la clínica, tienen, como a principios de siglo, rela
ción directa con este tipo antropológico: el pasqje al acto -no me refiero
al acto reflexivo-creativo-instituyente-; las impulsiones -bulimia, ano
rexia, adicciones-; la degradación de la vida erótica; la afánisis, es decir,
la caída del deseo; la desorientación, efecto de la crisis identificatoria que
impide el procesamiento deseante a cargo de los ideales; las enfermeda
des psicosomáticas; el retorno de las denominadas psicopatías, esto es,
la actual y creciente producción de malestar en el otro, su utilización, su
maltrato hasta la aniquilación,
Quo la vida erótica so degrade implica que se separen el componente
cariñoso y el sensual, al ser degradado el objeto, única manera de aproxi
marse a ésto, demasiado cercano a los objetos originarios-incestuosos;
en el desarrollo freudiano esto fue producido por la moral sexual do su
época. Vamos a postular que esa no es la única vía para la degradación
del objeto, os decir, del semejante, ni la única forma que dicha degra
dación puede tomar. La formación do masa actual, con el amo-mercado
(771
como figura de identificación obligada debido a la crisis identificatoria,
genera las condiciones para la degradación del otro de la vida anímica
individual. El otro está y no está, es consumible, utilizable, inalcanzable,
inentendible... hasta hay “teoría” para sostener la total aleatoriedad de
los lazos, del otro como fuente de displacer, de la imposibilidad del lazo,
de la inexistencia de relación sexual, etc. El lazo social, esencial para la
vida anímica, está profundamente trastocado. El fenómeno de degrada
ción de la vida erótica es observable en la clínica contemporánea, donde
se ha dado el giro del encuentro amoroso sin sexo -como ocurría a prin
cipios de siglo- al encuentro sexual sin amor como problemática cada vez
más frecuente.
¿Es la de Profundo Carmesí2 una historia de amor? ¿Se puede hablar
de amor si la condición del mismo es el asesinato? ¿No hay acaso una
pérdida de la noción de que se trata de dos asesinos, y seriales? ¿Acaso no
hay uno que psicopáticamente manipula a la otra? Estos interrogantes,
surgidos en una sesión de análisis, parecían contradecir las certezas ini
ciales de pensar en una historia romántica, amorosa, profunda aunque
“loca”, y cuestionar, al mismo tiempo las creencias alrededor del amor, el
placer, la naturaleza de la relación entre los sexos, etc.
Serial también es Hannibal —el caníbal- Lecter3, psiquiatra y antro
pófago -de pacientes-. La del asesino serial tiene la marca registrada en
la capital del capitalismo. Es una subjetividad casi exclusiva de EE.UU.,
una suerte de psicopatía profundamente perversa y en estado puro, que
ha llegado a la consumación de la escisión entre el amor y el erotismo -los
dos parecen volatilizarse- dando como resultado el advenimiento de las
pulsiones que en todos nosotros habitan, resignadas en el curso de la so
cialización. La escisión yoica es tan profunda y perfecta, que estos sujetos
pueden estar “correctamente” adaptados a su medio, mientras asesinan,
y de un modo por demás llamativo: el semejante ha pasado a formar par
te de una serie, ha sido des-subjetivado, se pueden realizar sobre él todo
tipo de actos, se lo puede sustituir por otro, coleccionar sus pedazos, o
servirlos a la mesa, etc.
178]
La renegación muestra en estos sujetos el refinamiento de su ac
cionar. La renegación, bueno es recordarlo, recae sobre la realidad, “el
sujeto rehúsa reconocer la realidad de una percepción traumatizante ”,
no sobre una representación, y produce un vacío subjetivo, esa otra ca
racterística de la subjetividad actual, con manifiestas expresiones en
la clínica. Si la cultura utilizaba el sentimiento inconsciente de culpa
para la sujeción de los sujetos, en la descripción que Freud hiciera de la
sociedad de su tiempo, hoy esto por lo menos convive con la producción
de vacío para su control: vacío representacional que arrastra a un vacío
significante, histórico, identificatorio, vaciamiento y vacilación de las
leyes que regulan el funcionamiento intersubjetivo. Producir vacío y ge
nerar objetos para saturarlo, así sean otros sujetos. Producir un estado
permanente de insatisfacción, y, por lo tanto, de inermidad. De la expe
riencia de satisfacción a la de insatisfacción. El vacío representacional
es llenado por otro elemento en lo real, llevando la impronta del acto, por
liberación pulsional.
Los traumatismos coadyuvan a la entronización de la renegación,
que permitirá -mediante la escisión que produce -que antagónicas ten
dencias permanezcan sin contradicción en el sujeto, “corrientes de la vida
psíquica” paralelas: traumática es la vivencia actual de aceleración del
tiempo, del consumo, de la información, y de la violencia que todo esto
genera. Promueve una dinámica narcisista que altera el lazo con el se
mejante, escinde al sujeto, libera el campo para la expresión de pulsiones
que estuvieron tradicionalmente ligadas a las perversiones: la degrada
ción de la vida erótica no es más que un aspecto de la degradación del
semejante, de la liberación general de lo mortífero dirigido al otro, ya no
más contenido por la culpa al modo de principios de siglo.
El vacío empuja al pasaje al acto, que no es ya la teatralización his
térica: el acto es para nadie, es un succionamiento subjetivo, consumido
el sujeto por una falta que no logra dialectizar, consecuencia del espacio
ganado por la renegación en el aparato psíquico. Consumir es consumir al
otro, para salvarse del propio fagocitamiento, momento de caída de las pa
labras de su función significante, para devenir en silencio de corderos. ¿No
será una consecuencia de la afánisis, la desaparición del deseo “objeto de
un temor aún más fundamental que el miedo a la castración”? Agregada
a la serie de la inhibición, el síntoma y la angustia, es el efecto del sujeto
arrinconado por el dios-mercado: un vacío de deseo, un sujeto vaciado de
la propiedad sobre sus propios deseos. Es lo que suele manifestarse como
in-diferencia por el otro, desinterés, lejos de todo juego histérico.
[79]
El Dr. Hannibal Lecter, Alien, los personajes de Asesinos por Natu
raleza, de Crash... y tantos más, reales y terroríficos, como corporización
de personajes de Lovecraft, han llegado para mostrar el rostro de tánatos
desatado, del mal en toda su vastedad y lujuria. No podrían ser si nuestra
cultura no los produjera: porque están y producen esta cultura. Muestran
de modo descarnado -como en su tiempo lo hizo el héroe romántico- el
rostro de la subjetividad contemporánea, producido en los últimos veinte
años, y que en nuestro medio ha sido particularmente tallado por el terro
rismo estatal y la debacle del proyecto de autonomía. No es éste su único
rasgo ni magnitud: pero ciertamente pertenece a la época, acerca de la
cual hablar de individualismo no es más que un fenomenal equívoco, ya
que la individualidad deviene únicamente en el “codo a codo” del recono
cimiento del otro, en la unión o en la lucha, palabra mediante.
Bibliografía
(80)
La inseguridad en los tiempos
de Fox Mulder1’
1811
— (2004), Sujeto y verdad en el mundo histórico social, Fondo de cultura
Económica, Buenos Aires, primera edición.
Franco, Y., (2004), “Sobre la insignificancia” en Revista La Pecera N°7;
Mar del Plata, Editorial Martín. f
Roudinesco, E„ (2000), ¿Por qué el psicoanálisis?, Buenos Aíres, Paidós,
1104 1
Sobre la destrucción del lenguaje
(1051
Scheherezade narra/habla para no morir, el suyo es un movimiento
erótico, y eso es lo que la palabra que forma parte de un universo sim
bólico, permite a los humanos. A nivel metapsicológico es entonces una
barrera contra la tendencia a la desligadura, contra los fantasmas del
proceso primario, pero también contra el sin-sentido, el abismo, el caos
de la realidad. Mejor dicho: crea a esa realidad, separándola de lo real de
ésta, su sinsentido.
La psique se caracteriza por su capacidad de producir figuras: exi
gencia de figurabilidad que Freud ubica como previa a la condensación
y el desplazamiento. Las figuras que la psique crea son heterogéneas de
acuerdo a sus estratos: pictogramas, representaciones-cosa o represen
taciones-palabra. Es la represión originaria la que producirá su ordena
miento, creando en su mismo accionar un nuevo estrato, el del proceso
secundario, que oficia de barrera al primario, y que impone un destino
a parte del mundo pulsional, organizando a la psique, quitándola de
su estado caótico, e instalando al mismo tiempo al sujeto en la cultura.
Así, vemos como el lenguaje cumple por un lado una función metapsi-
cológica fundamental, al mismo tiempo que ubica al sujeto en el mundo
histórico-social.
Lo que quiero resaltar es que la psique necesita de un sentido social
mente instituido para poder producir su propio sentido (su mundo propio
de significaciones). No alcanza con la figurabilidad: debe encontrarse con
un discurso del conjunto que le ofrezca orientaciones adecuadas, tanto
identificatorias como de sentido.
La psique y la traducción
1100)
es mostrado en movimiento en la Carta 52 de Freud a Fliess. Allí presenta
lo que hoy conocemos —a partir sobre todo de Jean Laplanche— como mo
delo traductivo. En el preconsciente, se ligan las representaciones-cosa
y las de palabra: se traducen de un sistema a otro. La palabra tiene que
ver con el proceso secundario y éste ofrece una función de estabilización
para el aparato psíquico, porque es una vía de ligazón de las representa
ciones, de los afectos, de representaciones-palabra con representaciones
cosa, habiendo tomado la metáfora y la metonimia el relevo de la conden
sación y el desplazamiento presentes en el proceso primario. De modo
inverso, podemos apreciar fenómenos regresivos que llevan a la palabra
a ser tratada como cosa, volviendo a ser tomada por la condensación y el
desplazamiento, tal como se produce en el sueño y en el delirio.
Decía que el histórico social debe ofrecer un sentido que facilite di
cha tarea de traducción. Si para Piera Aulagnier el Yo es un aprendiz
de historiador, un intérprete en búsqueda de sentidos, diremos que es
también un traductor que tendrá que traducir distintas lenguas: las de su
inconsciente, las de su historia, la del otro, la de su cultura. Un traductor
que siempre traicionará lo traducible, ya que es un ser de imaginación,
y cuya tarea siempre será inacabada, ya que se hallará con un resto no
significable, exigencia de trabajo traductivo, erótico, de ligadura. Sche-
herezade misma es una hábil traductora, que traduce su miedo ante la
condena que le ha sido impuesta, re-creando/traicionando las represen
taciones y afectos ligadas al mismo, para dar lugar a historias al servicio
de salvar la vida.
Hay aquí entonces una primera idea que quiero exponer: la traduc
ción es una modalidad de ligadura que está al servicio de Eros y esto
tiene que ver con un modelo de la psique que tiende a la complejización y
se produce contra una tendencia básica de la misma que es la tendencia
a cero, al nirvana, tarea de la pulsión de muerte. Para Freud, la neurosis
es una falla de traducción de un sistema a otro, por efecto de la represión.
Una cuestión a desarrollar, es la de si la represión es lo único que
puede dificultar la traducción. En esto trabajaremos mas adelante cuan
do tratemos el tema de la aceleración de la temporalidad, y la destitución
del mundo de sentido que ésta produce.
|107|
Castoriadis habla del avance de la insignificancia, entendible como
destrucción de significaciones. Hay una des-significación del espacio so
cial y al mismo tiempo, la dificultad para la psique de poder seguir pro
duciendo traducciones. Porque —decíamos —hablamos de un aparato psí
quico que no puede pensarse sin las significaciones imaginarias sociales
que le dona la sociedad. La instauración del sujeto en el registro de lo
simbólico no se da de una sola vez y para siempre. Es una tarea cons
tante, y si bien los fundamentos se dan en los primeros años de vida, la
existencia de accidentes en la tarea de traducción es habitual. La prueba
de que lo es la dan los momentos de grandes crisis sociales o naturales o
de traumas a nivel individual (pérdidas, accidentes, distinto tipo de vio
lencia institucional) que imponen al psiquismo un gran esfuerzo de tener
que traducir la experiencia. Los traumas ponen al psiquismo en el límite
de la posibilidad de traducción. Muchas veces decimos que el trauma es el
modelo de lo que no se puede traducir.
Pero veamos en qué consiste la cuestión de la destrucción de las sig
nificaciones, cómo se produce, y qué consecuencias tiene para la psique y
la sociedad.
11081
del imaginario social instituyente, el lenguaje es una creación colectiva
y anónima, ordena al mundo y a la psique, los pone a ambos a resguardo
del sinsentido. Las significaciones son incorporadas por la psique en su
proceso identificatorio, y designan modos del representar, el hacer y el
sentir sociales. Quiero resaltar esto diciéndolo de otra manera: nuestros
modos de representar (por lo tanto de pensar e imaginar, también, por qué
no, de soñar), de hacer (en un sentido amplio) y de sentir (los afectos), son
socialmente instituidos, quedando nuestro margen de libertad en nuestra
creatividad y reflexividad. Para Castoriadis, esta posibilidad se hace cre
ciente cuando el propio instituido social ha investido positivamente sig
nificaciones como las de libertad, igualdad, pasión por la verdad, justicia.
Castoriadis diferencia el código (aquello de las palabras que las li
gan término a término con significados bien definidos y determinados),
de la lengua, que es irreductible a lo definido claramente y determinado.
La relación de la palabra con su significado no es ni rígida ni determi
nada, ni tampoco es arbitraria. Es la dimensión poiética del lenguaje,
diferenciada de su aspecto determinado, instrumental: el código. Frases
como “he comprado un auto”, “la factura telefónica es de tanto”, remiten
al código. En cambio, “debemos luchar por la libertad” o “el psicoanálisis
es la peste para occidente”, nos muestran la dimensiónpoiética de la len
gua. Dice Castoriadis en dicho texto:
11091
que éste representa. “Las palabras significan lo que yo he decidido qUe
signifiquen”.
Para Castoriadis en el régimen ruso
Por supuesto que esto que describe Castoriadis es uno de los mo
dos de destrucción de las significaciones. Las significaciones de la Edad
Media, por ejemplo, fueron destruidas al ascender la burguesía, y con
esta el capitalismo. Caducaron en su función de ordenar el representar,
el hacer y el sentir sociales de la época, al instituirse la economía como
significación central, desplazando a la Iglesia. Un nuevo mundo de actos,
de representaciones y de modos de sentir se hizo presente, y a la vez ins
tituyó un mundo nuevo.
Pero, ¿qué es lo que destruye hoy el mundo de sentido?, tema esencial
de develar, ya que esta destrucción lleva a la imposibilidad de traducción,
liberando así -adelanto-pulsión de muerte.
Es la significación del capitalismo la que hoy aparece en una función
de destrucción del sentido socialmente instituido. Veamos cómo lo hace.
La temporalidad es una de las significaciones imaginarias sociales
centrales de una sociedad. Cada sociedad instituye su propia temporali
dad. En el mundo Antiguo Europeo -pero seguramente no solamente en
él-el tiempo era propiedad de Dios, y le fue arrebatado por la creación del
I no)
reloj y la posibilidad de sincronizar el tiempo de producción, del traslado,
de las comunicaciones, transformándose en un instrumento de domina
ción. Benjamín Franklin “dirá que el tiempo es oro”. La temporalidad
actual sigue ligada al tiempo capitalista de producción-consumo-acumu
lación, y este no cesa de acelerarse, por lo que la temporalidad tampoco.
La pérdida de la temporalidad necesaria para el trabajo traductiuo de la
psique está entre sus efectos. Ya el mismo Freud denunciaba en 1910 en
La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna el estado de agitación
producido por la temporalidad de ese momento, y la tecnología que iba de
la mano de esta. La psique necesita de tiempo efectivo para su trabajo de
transcripción de un estrato a otro. La psique está compuesta de repre
sentaciones, afectos y deseos, que son trabajados ininterrumpidamente
por las transcripciones a las que son sometidas por la psique misma: este
trabajo es la psique.
La institución de la temporalidad actual no da tiempo ni a la psique
ni a la sociedad para su tarea de simbolización, de producción de traduc
ciones al interior de la psique, de institución de un magma de significacio
nes estables para la sociedad, ataca al sentido en ambos dominios.
Paul Virilio es quien ha trabajado de modo más profundo y original
la cuestión de la aceleración de la temporalidad, y por otro lado es Franco
Berardi quien introduce la idea de que es por dicha aceleración y de la
tecnología que la acompaña, que hemos pasado de una civilización alfa
bética a una post alfabética. Quiero hace un breve recorrido por las ideas
de ambos autores para luego retomar el desarrollo.
¿Qué dice Paul Virilio?;
(111)
nada. Esto ya no pasa solamente a nivel personal; este efecto
de velocidad y estupefacción pasa o nivel del pensamiento y del
poder mismo. El poder de la velocidad so volvió más poderoso
que el poder de la riqueza. Los dos están ligados, evidentemente.
El tiempo es dinero, y la velocidad es poder (...) Lo que amena
za al mundo en descomposición de la era do la globalización es
la onomin, es decir, In pérdida de referencias [...((Virilio, 2003;
172-173)
Y continúa:
1112 1
La facultad crítica -dice Berardi- presupone una estruc
turación particular del mensaje: la secuencialidad de la es
critura, la lentitud do la lectura, la posibilidad do juzgar en
secuencias el carácter de verdad y do falsedad de los enuncia
dos. En esas condiciones era posible la discriminación crítica
quo caracterizó las formas culturales do la modernidad. Pero
en la esfera de la comunicación videoelectrónica la crítica ha
sido progresivamente sustituida por una forma do pensamien
to mitológico, y la capacidad do discriminación entro verdad y
falsedad do los enunciados so ha vuelto imposible o irrelevante.
(Berardi, 2007:78)
I 113)
poderosos. Estos grupos se han vuelto capaces de canalizar la
atención, el comportamiento, las expectativas, las elecciones de
consumo y las elecciones políticas. (Berardi, 2007:187. El subra
yado es mío)
Finalmente
11141
característica de esta época ha sido señalada por distintos autores: ya lo
mencioné a Castoriadis y su postulado humorístico de haber advenido el
reflejántropus... Paul Virilio va a decir que la aceleración de la tempora
lidad ha hecho pasar al sujeto de la reflexión al reflejo. La temporalidad
es tan vertiginosa que la posibilidad de pensamiento se ha visto acotada,
y se actúa por reflejo. Lacan -a su vez-en su seminario sobre La Angus
tia, plantea la posibilidad de entender la cuestión psicosomática como
imposibilidad do sustraerse a las demandas del Otro, quedando el sujeto
capturado en ellas: actúa por reflejo en medio de una situación descrita
como de stress.
Como ya hemos visto, el Otro al que da lugar el avance de la insig
nificancia (y que al mismo tiempo refuerza dicho avance) puede llevar a
los sujetos a la imposibilidad de sustracción a la demanda constante que
realiza y que hemos señalado como inscripta en la significación del capi
talismo: consumir, acumular, siempre más, sed de lo nuevo por lo nuevo
mismo...
Por supuesto quo las significaciones imaginarias sociales no ingre
san a la psique sin más. Siguiendo a Piera Aulagnier (Aulagnier, 1994),
diremos que la psique no permite quo nada ingrese a ella sin ser fantas-
matizado, y, al mismo tiempo, los acontecimientos reales tienen efecto
sobro la interpretación funtasmática do ellos.
Pero aún nsí, la presencia do las significaciones imaginarias sociales
siempre os importante dada su tarca do modelación del mundo pulsional
e identificatorio.
Labramos nuestro mundo simbólico en consonancia con el mundo
simbólico instituido. La elaboración psíquica -tarca incesante do traduc
ción, quo produco lo simbólico- anuda representaciones y afectos entre
sí y forma un encadenamiento representacional quo produco un campo
simbólico en la psiquo.
Nos encontramos en una época, donde esto sentido socialmento
instituido so vo ausento, frágil, dificultando la tarea traductiva del
aparato psíquico. Esto es consecuencia del dominio do la significación
capitalista, acompañada do una aceleración constante do In tempora
lidad y do un imperio do lo tecnológico quo va de la mano de ésta. Esto
tiene consecuencias importantes ni interior del aparato psíquico, en
tanto deja libre el mundo pulsional. La traducción implica una puesta
en figurabilidad del mundo pulsional, on sucesivas modalidades dentro
del aparato psíquico. A mayor falta de traducción, más liberación do la
pulsión do muerte.
I lio)
Es fundamental entender que la institución por excelencia que
hoy transmite las significaciones que emanan del Otro, es la de los
medios masivos de comunicación, y que son la cara visible de un Otro
que habla desde las grandes corporaciones que rigen el planeta, tal
como desde hace décadas lo viene anticipando la ciencia ficción. Como
dice Berardi:
Bibliografía
(110)
Virilio, P. y Petit, P. (1996), La politique du pire, París, Textuel (traduc
ción castellana en El cibermundo, la política de lo peor, Madrid, Cá
tedra 1997).
Virilio, P. (2003), Amanecer crepuscular, Fondo de Cultura Económica,
Buenos Aires.
SOBRE LA DESTRUCCIÓN DEL AFECTO
(1191
factos electrónicos junto con la informática. Este estado que se ubica más
allá del malestar en la cultura está enmarcado por una crisis de significa
ciones (Castoriadis) que mantenían unida -aún en el conflicto- a nuestra
sociedad. Lo que es la que es causa de la crisis de las instituciones sociales.
En relación a la psique, esto implica para la mayor parte de la pobla
ción un estado de violencia secundaria (Aulagnier) colectivo, es decir, ésta
ve atacado su Yo en sus funciones significantes e identificatorias. Lo que
impide que se establezca el placer necesario para que la vida en común
sea investida. Este modo de la violencia -al contrario de la primaria- no
lleva a la creación de un mundo sino a la imposibilidad de su creación, o
lisa y llanamente a su destrucción.
El sinsentido que deviene es acompañado de dificultad en establecer
un proyecto Ídentificatorio, es decir, los ideales del yo se ven trastocados
en su función, que es la de elaborar el mundo pulsional-deseante, inscri
biéndolo en la cultura.
Es importante resaltar que esto tiene la modalidad de un exceso
de cantidad que va de la mano de la citada fragilidad del sentido social
mente instituido. Y esto empuja a los sujetos o a una descatectización
del mundo, o a una hipercatectización refleja del mismo. De este modo
la psique es fragilizada y se tornan difusos los bordes al interior de la
misma (las fronteras entre sus instancias) y las fronteras en relación al
otro y a la sociedad.
También que la aceleración de la temporalidad impide el trabajo de
traducción del aparato psíquico: o sea, su funcionamiento mismo. Que
implica dificultad en traducir el mundo, y a los otros.
Esto puede producir desde un modo de la subjetividad, a un malestar
agregado a los cuadros clínicos, o puede implicar directamente formación
de modalidades clínicas que difieren de lo conocido. Lo que obliga a refe
rirse a figuras de la clínica actual, como formas mixtas o puras.
1120)
poder colmarla: este es el secreto fundamental de este Otro. Este estado
de goce se relaciona con la destrucción de significaciones imaginarias
sociales, y a nivel de la psique con dificultad o imposibilidad de producir
figuración psíquica: desde instituir a la pulsión como tal -creada en el
encuentro inaugural con el otro- hasta crear sus representantes repre
sentativos: la representación y el afecto. Esta última, veremos más ade
lante, es la consecuencia más importante para la psique, base de todas
las demás ya citadas.
En La destrucción del lenguaje, efectos en la psique y en la sociedad,
sostuve que la misma implicaba un desanudamiento de las representacio
nes y el afecto. Terminaba dicha indagación con la pregunta acerca de si
ello llevaría también a pensar en la destrucción del afecto.
Intenté dar algunas respuestas en otro texto (Franco, 2010; ver
sión abreviada: http://www.elpsicoanalitico.com.ar/num3/clinica-franco-
destruccion-afecto.php ), del que retomaré sus ideas fundamentales.
Allí postulé el riesgo de la producción de un Gran Accidente afectivo,
entendido como destrucción del afecto, a causa de la crisis de lo imagina
rio, ubicando dicho accidente en la serie de accidentes propuesta por Paul
Virilio (Virilio, 2003).
1121)
favorecer la creación de figuras al interior de la psique: el origen deja
psique como creación misma. Y que el Otro tal como lo hemos descrito,
puede producir fallas en la institución de la ternura materna en los orí-
genes del sujeto o que impactará directamente sobre la psique del sujeto
sumiéndolo en el desamparo.
La imaginación radical de la psique, es aquella que permite la crea
ción de figuras al interior de la misma a partir del registro pulsional, por
lo que es indispensable considerar que la presencia de lo imaginario hace
al fundamento primordial de la psique, y las consecuencias de un impedi
mento de su ejercicio atacarán el núcleo de su modo de ser.
Por lo tanto, el afecto pertenece a lo imaginario, y en su existencia
misma muestra que es matriz de la simbolización, dada su indisoluble
ligazón al sentido y el sonido proveniente del decir materno: permite ni
más ni menos, la inscripción: la funda (Dayeh, 2010), en un movimiento
inmerso en un ligamen de ternura. Sin el cemento que brinda el afecto,
no habrá inscripción. i
Llegamos así a un punto crucial de nuestro recorrido por lo que in
tentamos cercar como aquello que se encuentra más allá del malestar
en la cultura: el impedimento de la emergencia de la imaginación radi
cal. Por lo que en la base de la destrucción del registro representacional y
afectivo se encuentra el impedimento o dificultad del ejercicio de la ima
ginación radical de la psique, que permite la figurabilidad, aquello que
se encuentra antes inclusive que la condensación y el desplazamiento y el
deseo inconsciente. Los hace posibles, '
Estados de sobreadaptación -absolutamente frecuentes en nuestra
cultura- pueden hacer fracasar esta función básica de la psique, pudien-
do observarse tanto la desaparición del soñar como del afecto:
11221
A la vez
Conclusiones
Podemos sostener que la significación imaginaria social del capita
lismo, que empuja a una aceleración permanente de la temporalidad, es
transmitida e incorporada a lo largo del proceso de socialización de la
psique, mediante el discurso de un Otro que empuja a un goce en el con
sumo, como promesa de lo ilimitado. Es fundamental entender que esto
es en buena medida posible ya que hace pié en el rechazo a la castración
que anida en el inconsciente. Este estado genera la imposibilidad de tra
mitar psíquicamente el mundo, es decir, de crear figuras representativas
de la pulsión.
El afecto es una figura fundamental de la psique, ya que funda la
inscripción, y es creación de la imaginación radical de la psique. La ternu
ra materna -dispositivo originario de socialización, establecido en el en
cuentro boca-pecho (Aulagnier)- encuentra dificultades para instalarse,
por el propio estado psíquico materno. Pero también sus destinos podrán
verse afectados por la imposibilidad de encontrar sus representantes pos
teriores en la sociedad, en los lazos, en las instituciones. Lo efímero como
característica de la sociedad actual, impide el enraizamiento afectivo-
representacional, ataca a la función básica de la psique (la psique misma)
es decir, su imaginación radical y su trabqjo de crear figuras.
Estas consideraciones abren las puertas para pensar en figuras clíni
cas que hacen del trastorno (Silvia Bleichmar) una presencia que tiende a
[ 1231
tas, Buenos Aires.
Franco, Y., “La destrucción del lengu^e: efectos en la psique y en la so
ciedad”, en este volumen.
- (2010), “El Gran Accidente: la destrucción del afecto”, La intimidad.
Un problema actual del psicoanálisis, Psicolibro ediciones, Buenos
Aires. (
Freud, S. (1973), El malestar en la cultura, Biblioteca Nueva, Barcelona.
Ulloa, F. (1999), “Desamparo y creación”, http://www.madres.org/asp/
contenido.asp?clave=157, Buenos Aires.
Virilio, P. (2003), Amanecer crepuscular, Fondo de Cultura Económica,
Buenos Aires.
1124)