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Los negros en el Río de la Plata

En otras regiones de América, como el Caribe, el Brasil o algunas zonas de los Estados Unidos, la
esclavitud estaba mucho más extendida que en el Río de la Plata y, por lo tanto, había mucha mayor
cantidad de esclavos.

Al área rioplatense, los esclavos ingresaban sobre todo por el Puerto de Buenos Aires. Algunos
eran vendidos en los mercados de la ciudad, mientras que la gran mayoría era trasladada y
vendida en otras regiones, como Tucumán, Córdoba, Mendoza, el Alto Perú (hoy Bolivia) o
Chile.

El precio de los esclavos variaba de acuerdo con el sexo, la edad, la estatura, la salud y las
condiciones físicas y, por supuesto, también dependía de la habilidad que tuvieran los
vendedores para negociar.

Durante los primeros tiempos de la colonia, hubo muchos más esclavos en el Tucumán que en
Buenos Aires. Y esto se debió a que la región del Tucumán era muy próspera porque estaba
económicamente relacionada con la riquísima mina de plata de Potosí, en el Alto Perú. Buenos
Aires, en cambio, era sólo una ciudad puerto con escaso desarrollo. Recién hacia el final del
período colonial, cuando Buenos Aires comenzó a crecer y a desarrollarse, la esclavitud se hizo
allí mucho más importante.

En Montevideo, su puerto favorecía el tránsito de buques de ultramar. En la segunda mitad del


siglo XVIII, entre los años 1750 y 1810, entraron a puerto, traídos por buques de diferentes
nacionalidades unos veinte mil esclavos que aportaron, por concepto de tributos, unos
trescientos mil pesos fuertes. Un negro valía unos doscientos pesos de esa moneda. En
cambio, unos pocos de ellos quedaban en Montevideo. Un censo practicado en 1778 indicó un
total de 1368 esclavos, suma equivalente al 20% de la población montevideana de entonces.
Con el crecimiento y desarrollo de Montevideo, el número de esclavos aumentó
considerablemente llegando, en 1790, a 5.000 aproximadamente, más de la población total.

¿Por qué en estas distintas regiones rioplatenses la gente quería tener esclavos? Pues para
hacerlos trabajar a su servicio. En las ciudades, la gran mayoría de los esclavos trabajaba en
las casas de los españoles ricos en tareas domésticas. También era frecuente que los amos
alquilaran a sus esclavos para que hicieran trabajos artesanales en talleres zapateros,
carpinteros, sombrereros, panaderos, costureros o talabarteros. Claro que el sueldo del esclavo
¡iba a parar a manos de su amo!

Algunos dueños de estos talleres tenían sus propios esclavos y solían dedicar mucho tiempo, a
veces un par de años, a enseñarles el oficio. Además, ¡era importantísimo que les enseñaran a
hablar el castellano!

Pero no solamente había esclavos en las ciudades. También en los campos había muchos más
esclavos de los que habitualmente se piensa. Allí, sus amos, quienes muchas veces
pertenecían a órdenes religiosas (como los jesuitas), los hacían trabajar en diversas tareas de
las estancias y las fincas. Generalmente, los trabajos en el campo fueron los más duros y
agotadores.

La vida más de cerca


Generalmente los esclavos eran sometidos a largas y agotadoras jornadas de trabajo y recibían a cambio
muy mala alimentación y asistencia. Debido a este maltrato su salud solía ser muy débil y muchos morían
siendo muy jóvenes e incluso niños.

Los esclavos gozaban de algunos derechos, por ejemplo: podían comprar su libertad, tener
propiedades, acudir a la justicia y exigir que sus amos los vendieran en caso de maltratos.
Pero, frecuentemente, estos derechos no eran respetados.

La vida y la suerte de cada esclavo dependía de diversos factores: si vivía en la ciudad y si


sabía hablar castellano y había aprendido un oficio, su situación seguramente era mucho mejor
que la de aquel que vivía en el campo haciendo trabajos pesados. Además, no todos los amos
trataban a sus esclavos de la misma manera, y algunas personas de color fueron peor tratadas
que otras. Por otro lado, la posibilidad de ahorrar dinero era la llave para acceder a la libertad.

No todos los negros llegaban de la misma región de África. Y, si bien cada región tenía sus
propios dialectos, creencias y costumbres, todos los africanos pertenecían a una misma cultura
y sentían que tenían muchísimas cosas en común. Es por eso que organizaron reuniones y
otras diversas formas de encuentro y de celebración de su origen y su pasado. Las cofradías,
por ejemplo, eran reuniones que se realizaban de una a dos veces por semana. Allí se
organizaban funerales, misas y se asistía a los enfermos. Como las cofradías funcionaban en
iglesias y conventos, los ricos y las autoridades coloniales apoyaban estos encuentros porque
pensaban que ésa era una buena forma de mantener a los esclavos controlados. También se
organizaban candombes y bailes para los carnavales, lo que mantenía viva la cultura africana.
Los candombes, que al principio fueron practicados a espaldas de las autoridades, en
determinado momento se convirtieron en una actividad pública, incluso incorporada a las
fiestas de la Iglesia.

Aunque la mayoría de los esclavos eran negros, también había esclavos mulatos, es decir,
hijos de negra y blanco. Y aunque la gran mayoría de los negros eran esclavos, también había
negros que eran libres. Uno de los mecanismos para alcanzar la libertad fue su compra en
metálico. Sin embargo, el precio a pagar era muy alto y no fueron muchos los que pudieron
juntar la cantidad de dinero suficiente. Los que llegaron a reunirlo, muchas veces lo hicieron
con la ayuda del dinero recibido de las cofradías. También podía ocurrir que varones negros se
casaran con mulatas libres o con indias y, entonces, sus hijos nacían libres porque la condición
de esclavo se heredaba por vía materna.

La vida de los negros libres no necesariamente era mejor que la de los esclavos. Como muchas veces los
amos estaban interesados en conservar a sus esclavos por mucho tiempo, se cuidaban de alimentarlos
razonablemente bien. En cambio, la vida de un negro o mulato libre podía ser muy dura, ya que conseguir
trabajo era difícil y mucho más complicado conseguir un trabajo que brindara alguna posibilidad de
prosperar.

Extraído de: “Revista Todo es historia “, abril año 2000

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