Unidad 1 Derechos Humanos

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Unidad 1.

Introducción al Derecho Internacional de los Derechos Humanos.

Derechos Humanos.

Los Derechos Humanos son el conjunto de prerrogativas sustentadas en la


dignidad humana, cuya realización efectiva resulta indispensable para el desarrollo
integral de la persona. Este conjunto de prerrogativas se encuentra establecido
dentro del orden jurídico nacional, en nuestra Constitución Política, tratados
internacionales y las leyes.
El respeto hacia los derechos humanos de cada persona es un deber de
todos. Todas las autoridades en el ámbito de sus competencias, tienen la
obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos
consignados en favor del individuo.
De igual manera, la aplicación de los derechos humanos a la que se
encuentran obligadas todas las autoridades se rige por los principios de
universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad.

Otro Conceptos de Derechos Humanos.


Los Derechos Humanos son un conjunto de principios, de aceptación universal,
reconocidos en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, los
cuales están orientados a asegurar la dignidad de cada ser humano en su
dimensión individual, social, material y espiritual.

CARACTERISTICA.

 Universales. Los derechos que incluye  la Declaración Universal


de los Derechos Humanos pertenecen a todos los seres humanos
por el mero hecho de serlo.
 Inalienables. No se pueden enajenar, nadie puede ser despojado
de ellos.
 Irrenunciables. No se puede renunciar a ellos, aunque sea por
propia voluntad, y por lo tanto son también intransferibles, nadie
más que el propio titular puede valerse de ellos.
 Imprescriptibles. Son para toda la vida, no tienen fecha de
caducidad por ningún motivo.
 Indivisibles. Ningún derecho puede disfrutarse a costa de otro
derecho, no puede prescindirse de ninguno.

•Contribuir al desarrollo integral de la persona.


•Buscar que todas las personas gocen de una esfera de autonomía donde les
sea posible trazar un plan de vida digna que pueda ser desarrollado, protegidas de
los abusos de autoridades, servidores públicos y de los mismos particulares.
•Representa límites a las actuaciones de todos los servidores públicos, sin
importar su nivel jerárquico o institución gubernamental, sea Federal, Estatal o
Municipal, siempre con el fin de prevenir los abusos de poder, negligencia o simple
desconocimiento de la función.
•Crear condiciones suficientes que permitan a todas las personas tomar parte
activa en el manejo de los asuntos públicos y en la adopción de las decisiones
comunitarias (vida democrática).

PRINCIPIOS:
Principio de Universalidad, señala que los derechos humanos
corresponden a todas las personas por igual.
Principio de Interdependencia: consiste en que cada uno de los derechos
humanos se encuentran ligados unos a otros, de tal manera que el reconocimiento
de uno de ellos , así como su ejercicio, implica necesariamente que se respeten y
protejan múltiples derechos que se encuentran vinculados.
Principio de Indivisibilidad: Se habla de indivisibilidad de los derechos
humanos en función a que poseen un carácter indivisible pues todos ellos son
inherentes al ser humano y derivan de su dignidad.
Lo anterior quiere decir que disfrute de los derechos humanos sólo es posible
en conjunto y no de manera aislada ya que todos se encuentran estrechamente
unidos.
Principio de Progresividad: Constituye una obligación del Estado para
asegurar el progreso en el desarrollo constructivo de los derechos humanos, al
mismo tiempo, implica una prohibición para el Estado respecto a cualquier
retroceso de los derechos.
El Estado debe proveer las condiciones más óptimas de disfrute de los
derechos y no disminuir ese nivel logrado.
El poder público debe hacer todo lo necesario para que sean superadas la
desigualdad, la pobreza y la discriminación.
La promoción, respeto, protección y garantía  de los Derechos Humanos
tiene la función de:
Clasificación de los derechos humanos.
Los Derechos Humanos han sido clasificados atendiendo a diversos criterios,
así podemos encontrar clasificaciones que atienden a su naturaleza, al origen,
contenido y por la materia a la que se refieren. Con un propósito pedagógico han
sido clasificados en tres generaciones, esto en función al momento histórico en
que surgieron o del reconocimiento que han tenido por parte de los Estados. Es
conveniente indicar que el agrupamiento de los derechos humanos en
generaciones no significa que algunos tengan mayor o menor importancia sobre
otros pues todos ellos encuentran en la dignidad humana el principio y fin a
alcanzar. Así entonces en la primera generación fueron agrupados los derechos
civiles y políticos, en la segunda generación los derechos económicos, sociales y
culturales y en la tercera generación se agruparon los que corresponden a grupos
de personas o colectividades que comparten intereses comunes.
Actualmente es mayormente aceptado clasificar los derechos humanos
únicamente en civiles, económicos, sociales, culturales y ambientales.
Es importante decir que dentro del conjunto de derechos humanos no existen
niveles ni jerarquías pues todos tienen igual relevancia, por lo que el Estado se
encuentra obligado a tratarlos en forma global y de manera justa y equitativa, en
pie de igualdad y dándoles a todos el mismo peso.

Derechos Naturales.

Son los derechos propios o inherentes a la naturaleza humana, que no es


creado deliberadamente por un órgano gubernamental, sino que está constituido
por criterios y principios rectores de la conducta humana, que los partidarios de
esta corriente consideran como eternos e inmutables; además no está
representado por un conjunto unitario y sistemático de normas, que exista en
algún lugar concreto y cuya validez todos reconozcan.
El derecho natural es el ordenamiento jurídico que nace y se funda en la
naturaleza humana, no debiendo su origen, por tanto, a la voluntad normativa de
ninguna autoridad, como ocurre con el derecho positivo. Es un conjunto de
preceptos que se imponen al derecho positivo y que éste debe respetar. El
derecho positivo está establecido y sancionado, para cada tiempo y cada
comunidad social, por la voluntad del legislador, que representa la voluntad social;
por lo tanto, se trata de un derecho variable, contingente, mientras que el derecho
natural es un orden jurídico objetivo, no procedente de legislador alguno, que se
impone a los hombres por su propia naturaleza; es objetivo e inmutable y conocido
por la razón.
El carácter jurídico de los preceptos del derecho natural ha sido negado por
las posturas positivistas. El derecho natural carece de positividad, por lo que debe,
según los iuspositivistas, negarse su realidad o su carácter normativo, ya que la
positividad es una característica esencial del derecho. Frente a esto hay que
distinguir entre derecho concreto, históricamente dado, que requiere efectivamente
vigencia o positividad, y el derecho como realidad esencial e intemporal (A.
FERNÁNDEZ-GALIANO). El derecho natural está vigente a través de los
ordenamientos concretos que lo incorporan, por lo que habrá de afirmar su
condición de tal derecho. El derecho natural es derecho, tanto por la estructura de
sus normas (enunciados prescriptivos relativos a comportamientos) como por su
obligatoriedad (el derecho natural es aceptado como objetivamente obligatorio).
Los principios del derecho natural se basan en la naturaleza humana. Pero
actualmente, al hablar del concepto de derecho natural, se alude no sólo a la
naturaleza del hombre, sino a un conjunto de realidades en las cuales se
desarrolla la convivencia social (factores culturales, sociológicos, etc.).

Derechos a públicos subjetivos.

Las garantías constitucionales, son derechos subjetivos públicos, en atención


a que pueden oponerse a los órganos de gobierno, siempre que afecten los
intereses jurídicos de los particulares.
La doctrina de los derechos subjetivos públicos tiene su origen en Europa,
especialmente en Alemania, siendo uno de sus principales exponentes Jellinek,
para quien el Derecho subjetivo “es la potestad que tiene el hombre reconocida y
protegida por el ordenamiento jurídico en cuanto se dirige a un bien o un interés”.
De esta manera, al reconocer el Estado la voluntad individual como determinante,
la transforma en derecho publico subjetivo. Asi surge la capacidad de exigir
reconocimiento y la acción del Estado por parte de los Individuos, esta capacidad
jurídica reconocida por el estado forma la potestad jurídica que tiene la capacidad
de poner en movimiento al Estado a través del orden jurídico para concretar sus
deseos individuales.
Jellinek define los derechos públicos subjetivos en una doble dimensión,
desde una perspectiva formal, tales derechos constituyen pretensiones jurídicas
que derivan de cualificaciones concretas de la personalidad; desde una
perspectiva material, los derechos subjetivos públicos son aquellos que
pertenecen al individuo en su calidad de miembros del Estado. De esta forma, la
fuente de los derechos subjetivos públicos es el estado, y el instrumento a través
del cual se crean es el derecho objetivo.
Libertades públicas.

Estas tienen el carácter de libertades generales, en tanto que representan


todos los derechos que se ejercitan por los gobernados en el marco de la
legislación (por motivación propia), y son públicas en razón de que implican al
Estado en su obligación de protegerlas y fomentarlas; luego entonces, las
libertades públicas aparecen como resultante del ejercicio de todo tipo de garantía,
pero no son garantías en sí mismas, porque no constituyen mecanismos jurídicos,
sino punto de arribo de éstos, aparecen como fin y no como medio.
El concepto libertades públicas constituye otra terminología derivada de la
filosofía liberal, que es comprensiva de los derechos individuales o civiles, pero
que no alcanza a comprender los derechos políticos, propios de la concepción
democrática contemporánea, ni los derechos económicos, sociales y culturales de
segunda generación, aun menos los derechos de tercera generación, como son el
derecho aun medio ambiente sano, el derecho al desarrollo o el derecho a la paz.

Garantías Individuales.
Garantía, es el medio o instrumento que implica certeza, seguridad o la tenencia o
disfrute de algo.
Asegurar el cumplimiento o acuerdo de un compromiso. Acción y efecto de
afianzar lo estipulado.

Al hablar de garantías individuales, nos referimos a aquellos derechos


esenciales del hombre, reconocidos y protegidos en determinado momento por la
Constitución Política del estado nacional.
Toda persona, nacional o extranjera, tiene reconocidos los derechos
humanos que el orden jurídico mexicano establece y que tradicionalmente se han
denominado, en nuestro país, garantías individuales. Tales garantías están
contenidas en los primeros 29 artículos de la carta magna.

Derechos Fundamentales.
El concepto de derechos fundamentales o derechos constitucionales se reserva
generalmente a los derechos de al persona, que se encuentran reconocidos en el
ordenamiento jurídico de un estado en la Carta Fundamental, aunque autores
como Peces-Barba asumen que la expresión “derechos fundamentales” compone
tanto presupuestos éticos como los componentes jurídicos. Por regla general se
entiende por derechos fundamentales, Hernández Valle “conjunto de derechos y
libertades jurídicas e institucionalmente reconocidos y garantizados por el derecho
positivo”.
Garantías Constitucionales.
El concepto de garantía nos da una connotación de seguridad y protección a favor
del gobernado dentro de un Estado de Derecho, así se refiere Ignacio Burgoa,
señalando que la actividad del gobierno está sometida a normas preestablecidas
que tienen como base la sustentación el orden constitucional, son garantías
jurídicas en beneficio de los gobernados.
Ignacio Burgoa “son en concreto medios jurídicos de protección, defensa o
salvaguarda de los derechos del hombre en primer término, por lo que estos
derechos son jurídicamente reguardados y tutelados por la constitución y el
sistema jurídico mexicano”.

RESEÑA HISTÓRICA.
La vigencia de los derechos humanos es desarrollada en el siglo XIX a raíz de las
revoluciones francesas y americana. Durante el siglo XX, los países a través de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de la Organización de Estados
Americanos (OEA), generan un conjunto de tratados y pactos internacionales que
sirven de eje para la consagración jurídica internacional de los derechos humanos,
cuya normativa central en esta materia es la Declaración Universal de los
Derechos Humanos. (origen)

Los Derechos Humanos se conciben dentro de los principios de


progresividad, no discriminación, irrenunciabilidad, interdependencia e
indivisibilidad y son universales, innatos, inviolables, intransferibles,
complementarios, imprescriptibles y no jerarquizables
La Declaración Universal de los Derechos Humanos cumple 70 años y continúa
siendo la “Carta Magna internacional para toda la humanidad”, tal y como la
definió Eleanor Roosevelt, presidenta de la Comisión para los Derechos Humanos
de las Naciones Unidas.  Sin embargo, antes de llegar a este momento de 1948
en el que la viuda del ex presidente estadounidense Theodore Roosevelt presentó
al mundo este documento, ya existían tratados que recogían la necesidad de
otorgar un estatus único e igualitario a todos los seres humanos. Las Naciones
Unidas marcan el origen de los Derechos Humanos en el año 539 antes de Cristo.
Cuando las tropas de Ciro el Grande conquistaron Babilonia, Ciro liberó a los
esclavos, declaró que cualquier hombre era libre de escoger la religión que
quisiera y estableció la igualdad racial. Estos y otros preceptos fueron grabados en
un cilindro de barro conocido como el Cilindro de Ciro, cuyas disposiciones
inspiran los cuatro primeros artículos de la actual Declaración Universal de los
Derechos Humanos.
La carta magna
Basándose en estos decretos, civilizaciones indias, así como Grecia y Roma,
ampliaron el concepto de “ley natural” y la sociedad siguió avanzando hasta llegar
a otro momento clave en la historia de los Derechos Humanos: la Carta Magna de
1215 aceptada por el Rey Juan de Inglaterra, considerado por muchos expertos el
documento que marca el inicio de la democracia moderna. También conocido
como la Gran Carta, ese documento recogía, entre otros aspectos, el derecho de
una viuda a no volver a casarse si poseía propiedades o garantías de igualdad
ante la ley.

Nacimiento de Naciones Unidas Ya a mediados del siglo XX, y tras la Primera


Convención de Ginebra en 1864 que establecía una serie de derechos para los
conflictos armados, nace en 1945 lo que hoy conocemos como Naciones Unidas.
Precisamente al término de la Segunda Guerra Mundial, medio centenar de
estados se reunieron para “proteger a las generaciones venideras del azote de la
guerra, la cual dos veces en nuestra vida ha producido un sufrimiento incalculable
a la humanidad”, tal y como se recoge en el preámbulo de su Acta Constitutiva.
Tres años después se presentan al mundo los 30 artículos que componen la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, que por primera vez actúan
como una carta reconocida y aceptada internacionalmente y cuyo primer artículo
es que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y,
dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los
unos con los otros. Los Derechos Humanos hoy en un mundo globalizado Hasta
los años 90 del pasado siglo los estados eran contemplados como los principales
responsables de las violaciones de los Derechos Humanos. Hoy, en un mundo
globalizado donde existe la integración global de los mercados de trabajo, de
bienes y servicios han aparecido nuevas formas de vulneraciones, como por
ejemplo lo que la OIT (Organización Internacional del Trabajo) llama esclavitud
moderna, definido como “trabajo o servicio forzoso u obligatorio que se extrae de
cualquier persona bajo la amenaza de un castigo y para el cual la persona no se
ha ofrecido de forma voluntaria” y al cual el Papa Francisco ya se ha referido como
un mal a erradicar. Es por ello que el respeto de los Derechos Humanos se ha
convertido en asunto primordial también en el sector privado, debido al impacto
que generan sus actividades. En este sentido, en 2008, precisamente para acabar
con vulneraciones tales como la supresión de la libertad sindical o trabajos
forzosos en la esfera empresarial, nacen los Principios Ruggie.   Los principios
Ruggie son un estándar en el que se recogen los Principios Rectores sobre
empresas y derechos humanos basados en tres pilares: proteger, respetar y
remediar.   Llamados así por su creador, John Ruggie, entonces Representante
Especial del Secretario General de las Naciones Unidas, son un estándar en el
que se recogen los Principios Rectores sobre empresas y derechos humanos
basados en tres pilares: proteger, respetar y remediar. Hasta aquí (12-02-19)

ROL Y RESPONSABILIDAD EN LA PROTECCIÓN DE DDHH


 La idea de los derechos humanos, basada en las nociones de dignidad del ser
humano y de limitación al poder del Estado, es un fenómeno que se encuentra
presente, aunque con diferentes manifestaciones, prácticamente a lo largo de toda
la historia. La lucha por el reconocimiento de la dignidad de la persona es una
constante del devenir histórico, desde el tímido reconocimiento de los derechos de
los indios en la época de la Conquista española de América hasta la moderna
plasmación de los derechos del hombre y del ciudadano tras la Revolución
Francesa.
En la actualidad nos encontramos en una fase de internacionalización de los
derechos humanos, es decir una vez que la mayor parte de los ordenamientos
jurídicos internos han procedido al reconocimiento de los derechos y las libertades
fundamentales, se ha abierto una etapa en la que los derechos humanos han sido
objeto de proclamación en el ámbito de Organizaciones Internacionales tanto
de carácter universal como regional. (Norma de convivencia ciudadana)
La fecha clave en la que podemos afirmar que asistimos a la internacionalización
de los derechos humanos es 1945, una vez finalizada   la Segunda Guerra
Mundial  y creada  la Organización  de las  Naciones Unidas. Sin embargo, en el
período entreguerras, de la mano principalmente de la Sociedad de Naciones,
asistimos al surgimiento de un amplio movimiento en favor del reconocimiento
internacional de los derechos humanos, movimiento que, va a congregar a
académicos, a la opinión pública, para finalmente captar la atención de los
políticos una vez comenzada la lucha contra el fascismo a partir de 1939.
El Derecho Internacional clásico, es decir el Derecho Internacional anterior a 1945,
se concebía como aquel ordenamiento jurídico que regulaba exclusivamente las
relaciones entre los Estados; sólo los Estados eran sujetos de Derecho
Internacional, y por lo tanto, sólo ellos eran susceptibles de ser titulares de
derechos y obligaciones en la esfera internacional. Tras la I Guerra Mundial y la
creación de la primera Organización Internacional de carácter general, la Sociedad
de Naciones; la definición de los sujetos de Derecho Internacional comenzó a
sufrir una tímida apertura con el reconocimiento de una cierta  personalidad jurídica
a las Organizaciones Internacionales. Los individuos en  cambio, no ostentaban
derechos; no eran sujetos, sino objetos del Derecho Internacional.
Ello hacía que la manera como los Estados trataban a sus nacionales fuese una
cuestión que pertenecía exclusivamente a la jurisdicción interna de cada Estado.
Este principio negaba a los otros Estados el derecho a interceder o intervenir en
favor de los nacionales del Estado en que eran maltratados.
Es cierto también que incluso antes de que se produjera la internacionalización de
los derechos humanos, el Derecho Internacional clásico conoció
algunas instituciones que protegían a ciertos grupos de personas y que, por tanto
se pueden citar como antecedentes próximos de dicha protección internacional de
los derechos humanos.
En este sentido, y además de la referida institución de la intervención humanitaria,
podemos mencionar:
 1. El área de la responsabilidad internacional de los Estados por el trato a
los extranjeros: un Estado incurría en responsabilidad si trataba a un nacional
de otro Estado por debajo del standard mínimo de civilización y justicia.
 2. Algunos tratados internacionales del siglo XIX iban dirigidos a la
protección de las minorías cristianas en el Imperio Otomano, mientras que otros
instrumentos también de carácter convencional iban encaminados a la
prohibición de la esclavitud y el tráfico de esclavos, destacando, entre otros, el
Acta General de Bruselas (1890), la Convención de Saint Germain En Laye
(1919) o la Convención Internacional para la Abolición de la Esclavitud y la
Trata de Esclavos (1926).
 3. El Derecho Internacional Humanitario, nacido a partir fundamentalmente
de las Convenciones de Ginebra de 1864 y de La Haya de 1899 y 1907, y que
trata de proteger a las víctimas de los conflictos armados, también ha sido
considerado como uno de los antecedentes más relevantes de la actual
protección internacional de los derechos humanos.
 4. En última instancia, el Derecho Internacional Humanitario busca
preservar los derechos más básicos de los individuos en situaciones
de conflicto.

El Sistema Universal de Protección a los Derechos Humanos


A pesar de que el Pacto de la Sociedad de Naciones no menciona ni una sola vez
de manera explícita los derechos humanos, existen varias disposiciones que de
una u otra forma, sirvieron de fundamento para la relevante labor que la
Organización llevó a cabo en el campo de los derechos humanos.
En primer lugar, el artículo 22, cuando establece el sistema de los mandatos para
las colonias y territorios que, a consecuencia de la guerra hayan dejado de estar
bajo la soberanía de los Estados que los gobernaban anteriormente, dispone la
prohibición en esos territorios de abusos tales como la trata de esclavos o el
establecimiento de condiciones que garanticen la libertad de conciencia y
de religión.
Así mismo, el artículo 23 del Pacto señala que los Miembros de la Sociedad de
Naciones:
a) Se esforzarán en asegurar y mantener condiciones de trabajo equitativas y
humanitarias para el hombre, la mujer y el niño. Lo cual fundarán y mantendrán las
necesarias organizaciones internacionales.
b) Se comprometerán a asegurar un trato equitativo de las poblaciones indígenas
en los territorios sometidos a su administración.
c) Confiarán a la Sociedad la inspección general de la ejecución de los acuerdos
relativos a la trata de mujeres y de niños.
f) Se esforzarán por adoptar medidas de orden internacional para evitar y combatir
las enfermedades.
Consecuencia directa de este artículo fue la creación, en el marco de la Sociedad
de Naciones, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que ha
desempeñado y sigue desempeñando hoy en día, una labor sin precedentes en el
ámbito de los derechos laborales, la igualdad entre hombres y mujeres en el
trabajo, la explotación laboral infantil, la protección de los pueblos indígenas.
Los Tratados de Paz que pusieron fin a la primera gran contienda bélica del siglo
pasado establecieron un sistema de protección de las minorías nacionales,
sistema que iba a quedar al abrigo de la Sociedad de Naciones. Este régimen
jurídico de protección de las minorías, basado en los principios de igualdad de
trato y no discriminación, otorgaba amplios derechos a las minorías en lo que
concierne a la conservación de su lengua, su religión, su sistema escolar e,
incluso, preveía ciertos derechos políticos.
Con respecto a este régimen jurídico de protección de los derechos de las
minorías, a pesar de sus deficiencias y límites, constituyó sin embargo un
mecanismo de salvaguarda y protección de derechos humanos.
Es muy significativo que ni en la Carta de las Naciones Unidas ni en la Declaración
Universal de Derechos Humanos se prevea un reconocimiento de los derechos de
las minorías tan avanzado como el que se produjo en la época de la Sociedad de
Naciones, lo que se convertirá en una de las principales lagunas de la Declaración
Universal.

El Sistema Interamericano de Protección a los Derechos Humanos


El Sistema Interamericano de Derechos Humanos constituye el marco para la
promoción y protección de los derechos humanos, y provee un recurso a los
habitantes de América que han sufrido violación de sus derechos humanos por
parte del Estado.
Los pilares del sistema son:
 1. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) con sede en
la ciudad de Washington D.C.
 2. La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en San José de Costa
Rica.
El sistema interamericano de derechos humanos se fundamenta en la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, adoptada en 1948, la Carta de
la OEA (1948) y en la Convención Americana sobre Derechos Humanos, suscrita
en 1969 y vigente desde 1978.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos.


La Convención Americana sobre Derechos Humanos, también conocida como
Pacto de San José de Costa Rica por el lugar en que fue adoptada, es un tratado
internacional de carácter vinculante que reconoce derechos y libertades que
deben ser respetados y garantizados, sin discriminación, por los Estados Partes,
es decir, aquellos que la han ratificado. Asimismo, la Convención establece que la
Comisión y la Corte son los órganos competentes para conocer los asuntos
relacionados con el cumplimiento de los compromisos contraídos por los Estados
partes de la Convención; y regula su funcionamiento.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos.


La Corte Interamericana es uno de los tres Tribunales internacionales regionales
de protección de los Derechos Humanos, conjuntamente con la Corte Europea de
Derechos Humanos y la Corte Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos.
Es una institución judicial autónoma cuyo objetivo es aplicar e interpretar la
Convención Americana y otros tratados que le confieren tal competencia. La Corte
Interamericana ejerce dos funciones: a) una función contenciosa, dentro de la que
se encuentra la resolución de casos contenciosos, la función de dictar medidas
provisionales y el mecanismo de supervisión de sus propias sentencias; y b) una
función consultiva.
La Corte Interamericana pudo establecerse y organizarse cuando entró en vigor la
Convención Americana. El 22 de mayo de 1979 los Estados Partes de la
Convención Americana eligieron, durante el Séptimo Periodo Extraordinario de
Sesiones de la Asamblea General de la OEA, a los primeros jueces que
compondrían la Corte Interamericana. La primera reunión de la Corte se celebró el
29 y 30 de junio 1979 en la sede de la OEA en Washington, D.C.

EL PAPEL DEL ESTADO EN LA PROTECCON DDHH


Constitución de la República Bolivariana de Venezuela
Derechos Humanos Art. 19 Y 31
Derechos Civiles: Art 43-61
Derechos Políticos: Art 62-70-74
Derechos Sociales y de la Familia: Art 75-97
Derechos Culturales y de la Familia 98-111
Derechos Económicos: Art. 112-118
Derechos Ambientales Art. 127-129 (hasta aquí)
DIFERENCIA ENTRE DELITO COMÚN Y VIOLACIÓN DE LOS DERECHOS
HUMANOS

1- Los delitos son creación del estado, puesto que están tipificados en las
leyes, y los derechos humanos son atribuciones inherentes a la persona.
2- los delitos son atribuibles a particulares, los derechos humanos son
universales.
3- Los delitos determinan culpabilidad, los derechos humanos establecen
responsabilidad.
4- los delitos son imputables a particulares, la violación de los derechos
humanos son imputables al estado.
5- La acción penal en contra de los delitos prescriben y la acción en contra de
una violación de derechos humanos no prescribe. 6- Los que cometen
delitos son jugados por los tribunales ordinarios nacionales, y la violación
de los derechos humanos pueden ser juzgados por tribunales
internacionales.

PAPEL DE LA SOCIEDAD CIVIL.

Es primordial clarificar el papel y los límites de la sociedad civil en “la protección


de los derechos humanos”. La protección de los grupos e individuos así como de
sus derechohabientes es asunto del Estado. Se trata de establecer las normas,
las leyes, las instituciones que tienen su legitimidad de soberanía popular,
capaces de proteger los derechos de los individuos y de los grupos. Ahora bien
asistimos a un proceso paradoxal donde la ampliación de espacios de libertades y
el proceso de democratización se acompañan de una falta de compromiso cívico,
de una desmovilización política y una crisis de confianza en las instituciones y en
los partidos políticos.
Esto no hace más que reforzar la tendencia, ante la persistencia de reflejos
autoritarios, a que la sociedad civil puede substituirse al Estado y a los partidos
políticos, mientras que no tiene ni la vocación ni la capacidad para ello. Su
vocación fundamental es de actuar como un contra poder que no debe ser
asimilado como en contra del poder.
Es evidente que el papel de la sociedad civil en la promoción de los derechos
humanos toma en este marco un valor fundamental ya que a largo plazo se trata
de formar a un ciudadano suficientemente armado para hacer valer sus derechos.
Se trata de realizar un proceso de autonomía personal que implica que los
individuos participen en la definición de sus derechos y de sus libertades.
La sociedad civil tiene un papel que jugar más allá del papel de control para el
respeto de los derechos humanos el respeto de las leyes, el constitucionalidad de
las leyes, la protección de la integridad física, el protección de los bienes
legalmente adquiridos, la protección de los bienes públicos, que están en el centro
de la protección y del proceso de autonomía personal. Se trata concretamente de:
- En términos de fuerza de propuesta de nuevos valores sociales que respetan la
dignidad humana, su integridad física, sus libertades, sus responsabilidades ya
que cada derecho implica su corolario: un deber ;
- En términos de fuerza de cambio por la movilización de las poblaciones ;
- En términos de fuerza de producción de ideas con el apoyo de los expertos y de
los investigadores ;
- En términos de fuerza de catálisis de nuevas prácticas sobre el terreno que
confiere a su trabajo de control una base social, una fuerza y una legitimidad.
Esta claro que un tal procedimiento de control se inscribe en la construcción de la
democracia, que está a la vez:
- una exigencia moral, una práctica y un instrumento de justicia, igualdad y
primacía del derecho;
- un control de la colectividad sobre los poderes, una manera de asegurar la
posibilidad para las poblaciones de participar en el proceso de concepción,
decisión, ejecución y control de la ejecución de los proyectos que los conciernen.
- una posibilidad para las poblaciones de elegir libremente a sus dirigentes, de
participar en la gestión del poder, de controlar a sus representantes y de poner fin
a sus mandatos en caso de faltas. (art. 70 crbv)
En este sentido, y especialmente en las sociedades en transición, la sociedad civil
no puede actuar sola y debería sostener la instauración de instituciones
nacionales de protección de los derechos humanos. Órganos de mediación, estas
instituciones sólo pueden desempeñar plenamente su papel si gozan de una plena
autonomía respecto al Estado, que actúan en fuerte colaboración con la sociedad
civil siendo a la vez la caja de resonancia de las voces de la sociedad y la
expresión de las dificultades a las que se enfrenta el Estado, para:
a. la consolidación de las garantías constitucionales de los derechos humanos
b. la adopción y la aplicación de una estrategia nacional integrada de lucha contra
la impunidad.
c. la elaboración y la instauración de políticas públicas en los sectores de la
justicia, de la seguridad y del mantenimiento del orden, de la educación y la
formación continua, así que una implicación activa del conjunto de la sociedad.
d. reforzar el control de constitucionalidad de las leyes y de los reglamentos
autónomos que emanan del Ejecutivo,
e. La gobernanza de los aparatos de seguridad, que exige, en particular, la
modernización, la clarificación y la publicación de textos reglamentarios.

Además los imperativos de apertura económica y privatización de los servicios


públicas básicos, generan y exacerban la exclusión social durante los
desbordamientos de seguridad reforzados por una universalización que favorece
las restricciones de la libertad de circulación de las personas y de las políticas de
seguridad.
Desde este punto de vista, la sociedad civil, para desempeñar su papel de
promoción y protección de los derechos humanos, debe necesariamente
reconsiderar su relación con el Estado cuya naturaleza es determinante en la
estrategia que debe adoptar.
- ¿Cómo superar las desconfianzas y las sospechas que permitirían a los
partidarios de los derechos humanos, en el marco de partenariados, contribuir a la
sensibilización, a la formación de los agentes de seguridad en respeto de la
autonomía y la independencia de las asociaciones?
- ¿Cómo afirmar la independencia de los parlamentarios y convertirles en aliados y
en un contrapeso del poder ejecutivo?
- ¿Cómo controlar la forma en que los parlamentarios cumplen con sus
responsabilidades y sus compromisos frente a los ciudadanos?
- ¿Cómo promover disposiciones claras relativas a la separación de los poderes
especialmente los mecanismos constitucionales, jurídicos e institucionales
susceptibles de garantizar un mejor equilibrio entre el ejecutivo y el legislativo?
Eso supone una revalorización y un refuerzo de la acción y de la participación
política y de los actores políticos, sabiendo que la sociedad civil no podrá
realmente reforzarse y abrirse si no se produce un refuerzo de la sociedad política
cuya función es de controlar a las instituciones.
En caso de que no exista una instancia de regulación que es un Estado legítimo,
dotado de leyes justas, de una justicia independiente, de una sociedad civil con
componentes sociales, políticos y culturales no homogéneos, existe un riesgo a
largo plazo de inducir efectos perversos de localismo, regionalismo, fragmentación
de las acciones y de las visiones, de privatización y exasperación de las violencias
y por lo tanto ya no ejercer la función que es la suya y que consiste entre otras
cosas en la promoción y la protección de los derechos humanos.

La Sentencia 1265 de la Sala Constitucional del TSJ a la luz de los tratados


internacionales sobre derechos humanos y la jurisprudencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos

Lorena Rincón Eizaga

Instituto de Filosofía del Derecho “Dr. J.M. Delgado Ocando” Universidad del Zulia.
Maracaibo, Venezuela. lrincone@gmail.com

1. Introducción
El presente trabajo se circunscribe al análisis de la Sentencia No. 1265 de la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia del 5 de agosto de 2008 (Expediente
05-1853), a la luz de los tratados internacionales sobre derechos humanos,
fundamentalmente la Convención Americana sobre Derechos Humanos o Pacto de San
José del 22 de noviembre de 1969, así como de la jurisprudencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, órgano encargado de la interpretación y
aplicación de la Convención. En dicha Sentencia, la Sala Constitucional declaró la
constitucionalidad del Artículo 105 de la Ley Orgánica de la Contraloría General de la
República y del Sistema Nacional de Control Fiscal, en el marco del recurso de nulidad
por razones de inconstitucionalidad interpuesto por la ciudadana Ziomara del
Socorro Lucena Guédez.

2. Análisis de la Sentencia

El Artículo 105 de la Ley Orgánica de la Contraloría General de la República y del


Sistema Nacional de Control Fiscal establece lo siguiente:

“….Corresponderá al Contralor General de la República de manera exclusiva y


excluyente, sin que medie ningún otro procedimiento, acordar en atención a la entidad
del ilícito cometido, la suspensión del ejercicio del cargo sin goce de sueldo por un
período no mayor de veinticuatro (24) meses o la destitución del declarado
responsable, cuya ejecución quedará a cargo de la máxima autoridad; e imponer,
atendiendo la gravedad de la irregularidad cometida, su inhabilitación para el ejercicio
de funciones públicas hasta por un máximo de quince (15) años, en cuyo caso deberá
remitir la información pertinente a la dependencia responsable de la administración de
los recursos humanos del ente u organismo en el que ocurrieron los hechos para que
realice los trámites pertinentes...”.

Si bien la Sala Constitucional en anteriores oportunidades se había pronunciado acerca


del alcance subjetivo de la potestad sancionadora que el artículo 105 de la Ley
Orgánica de la Contraloría General de la República y del Sistema Nacional de Control
Fiscal otorgó al Contralor General en relación con los funcionarios de elección popular
(Sentencias 1056 del 31 de mayo de 2005 y 1581 del 12 de julio de 2005, por
ejemplo), en esta sentencia la Sala Constitucional por primera vez considera el
argumento de que el transcrito artículo 105 de la Ley Orgánica de la Contraloría viola
los artículos 42 y 65 de la Constitución y el artículo 23 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos.

El Artículo 42 de la Constitución de la República de 1999 establece expresamente que


“Quien pierda o renuncie a la nacionalidad pierde la ciudadanía. El ejercicio de la
ciudadanía o de alguno de los derechos políticos sólo puede ser suspendido por
sentencia judicial firme en los casos que determine la ley (subrayado nuestro)”.

En la Sentencia, la Sala Constitucional interpretó de manera restrictiva la citada


disposición constitucional no obstante estaba obligada a aplicarla, en función del
principio pro homine, de la forma más favorable al individuo, al sostener que:

“En conclusión, el artículo 42 in fine se refiere exclusivamente a la pérdida de los


derechos vinculados a la ciudadanía por parte de los venezolanos por nacimiento que
renuncien a su nacionalidad, o a los naturalizados que renuncien a ella o les sea
revocada su carta de naturaleza por sentencia judicial firme, que lógicamente implica
-en virtud de dicho fallo- la pérdida de los derechos políticos. Es decir, que cuando el
artículo 42 de la Constitución pauta que “el ejercicio de la ciudadanía o de alguno de
los derechos políticos, sólo puede ser suspendido por sentencia judicial firme, en los
casos que determine la ley”, está refiriéndose a la pérdida de la nacionalidad
venezolana adquirida (revocatoria de la carta de naturaleza), con fundamento en los
artículos 35 de la Constitución y 36 de la Ley de Nacionalidad y Ciudadanía; y así se
declara”.

Por su parte, el Artículo 65 de la Constitución de 1999 consagra lo siguiente: “No


podrán optar a cargo alguno de elección popular quienes hayan sido condenados o
condenadas por delitos durante el ejercicio de sus funciones y otros que afecten el
patrimonio público, dentro del tiempo que fije la ley, a partir del cumplimiento de la
condena y de acuerdo con la gravedad del delito (subrayado nuestro).” Pues bien, no
obstante que la norma constitucional transcrita es muy clara y que la propia Exposición
de Motivos de la Constitución establece que los derechos políticos sólo admiten “las
restricciones derivadas del propio texto constitucional”, la Sala consideró que el
Artículo 65 no prohíbe que la ley fije otras causales de restricción como en efecto lo
hace el Artículo 105 de la Ley Orgánica de la Contraloría, es decir, que la inhabilitación
política no tiene que proceder necesariamente de una sentencia condenatoria en
proceso penal, sino que puede ser establecida por un órgano administrativo stricto
sensu o por un órgano con autonomía funcional, porque la norma, según la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, “no excluye tal
posibilidad”, obviándose de esta forma la reserva constitucional que reina en el ámbito
de la restricción de tales derechos.

En efecto, el artículo 65 constitucional debió interpretarse de conformidad con el


artículo 23.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, ratificada por
Venezuela, relativo a los derechos políticos, el cual establece lo siguiente:

1. Todos los ciudadanos deben gozar de los siguientes derechos y oportunidades:

a) de participar en la dirección de los asuntos públicos, directamente o por medio de


representantes libremente elegidos;

b) de votar y ser elegidos en elecciones periódicas auténticas, realizadas por sufragio


universal e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de la voluntad de
los electores, y

c) de tener acceso, en condiciones generales de igualdad, a las funciones públicas de


su país.

2. La ley puede reglamentar el ejercicio de los derechos y oportunidades a que se


refiere el inciso anterior, exclusivamente por razones de edad, nacionalidad,
residencia, idioma, instrucción, capacidad civil o mental, o condena, por juez
competente, en proceso penal.

Sin embargo, la Sala Constitucional desestimó la aplicación del artículo 23.2 de la


Convención Americana sobre Derechos Humanos sobre la base de los siguientes
argumentos:

 La Convención “es una declaración de principios, derechos y deberes de corte


clásico que da preeminencia a los derechos individuales, civiles y políticos
dentro de un régimen de democracia formal”.
 La Convención no contiene norma alguna sobre los derechos sociales, a
excepción del artículo 26, ni tampoco tiene previsión sobre un modelo distinto
al demócrata liberal, como lo es la democracia participativa, ni contempla un
tipo de Estado que en lugar de privilegiar al individuo, privilegie la sociedad en
su conjunto, lo que es equivalente a un Estado social de derecho y de justicia.

 Por último, la Convención admite la restricción de los derechos humanos


mediante ley, de conformidad con los artículos 30 y 32.2 de la misma “siempre
que sea mediante ley, en atención a razones de interés general, seguridad de
todos y a las justas exigencias del bien común”.

En primer lugar, la Convención Americana sobre Derechos Humanos no es una


declaración de principios, es un tratado internacional que genera obligaciones jurídicas
para los Estados partes, entre ellos Venezuela. Pero, además, por su vocación
eminentemente protectora del ser humano, se trata de un tratado relativo a los
derechos humanos a los cuales se les reconocen caracteres especiales que los
distinguen de los demás tratados internacionales. Al respecto, la Corte Interamericana
de Derechos Humanos, órgano judicial al que le corresponde la interpretación y
aplicación de la Convención y cuya competencia ha sido reconocida por el Estado
venezolano, en su Opinión Consultiva OC-2/82 del 24 de septiembre de 1982 relativa
a “El efecto de las reservas sobre la entrada en vigencia de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos (Artículos 74 y 75)”, tuvo la oportunidad de referirse al
carácter especial de los tratados sobre derechos humanos en los siguientes términos:

“La Corte debe enfatizar, sin embargo, que los tratados modernos sobre derechos
humanos, en general, y, en particular, la Convención Americana, no son tratados
multilaterales de tipo tradicional, concluidos en función de un intercambio recíproco de
derechos, para el beneficio mutuo de los Estados contratantes. Su objeto y fin son la
protección de los derechos fundamentales de los seres humanos, independientemente
de su nacionalidad, tanto frente a su propio Estado como frente a los otros Estados
contratantes. Al aprobar estos tratados sobre derechos humanos, los Estados se
someten a un orden legal dentro del cual ellos, por el bien común, asumen varias
obligaciones, no en relación con otros Estados, sino hacia los individuos bajo su
jurisdicción” (subrayado nuestro).

En efecto, dichas obligaciones consisten, por un lado, en respetar y garantizar el libre y


pleno ejercicio de los derechos humanos reconocidos en tales tratados a todas las
personas sujetas a la jurisdicción de los Estados partes sin discriminación alguna, y por
el otro, en adoptar las medidas legislativas o de otro carácter que fueren necesarias
para hacer efectivos tales derechos, obligaciones que en el caso de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos están consagradas en sus artículos 1 y 2,
respectivamente. Esto significa que los derechos humanos reconocidos
internacionalmente están destinados a gozarse efectivamente en el orden interno por
todos los habitantes de los Estados que son partes en tales tratados (auto-
ejecutividad). Es precisamente esa naturaleza especial de los tratados sobre derechos
humanos lo que ha llevado a que los textos constitucionales les hayan otorgado una
jerarquía normativa especial en el derecho interno, como consecuencia de su contenido
esencialmente protector de la persona humana y de su proyección política como
elemento indispensable para asegurar la pervivencia de la democracia y el Estado de
derecho.
En esa tendencia, el artículo 23 de la Constitución de 1999 le otorga rango
constitucional a los tratados sobre derechos humanos y auto-ejecutividad en el orden
interno, al expresar lo siguiente:

“Los tratados, pactos y convenciones relativos a derechos humanos, suscritos y


ratificados por Venezuela, tienen jerarquía constitucional y prevalecen en el orden
interno, en la medida en que contengan normas sobre su goce y ejercicio más
favorables a las establecidas por esta Constitución y la ley de la República, y son de
aplicación inmediata y directa por los tribunales y demás órganos del Poder Público”.

Sin embargo, la Sala Constitucional en la Sentencia 1265 sostiene que de existir una
antinomia entre el artículo 23.2 de la Convención Americana sobre DDHH y la
Constitución venezolana, “la prevalencia del tratado internacional no es absoluta ni
automática”, como expresamente lo ordena el artículo 23 del texto constitucional. Con
este criterio, la Sala desconoce las obligaciones internacionales del Estado venezolano
derivadas de los tratados internacionales sobre derechos humanos y, en este caso, de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos. En efecto, si una norma
constitucional es contraria a la Convención, la sola existencia de la misma genera la
responsabilidad internacional del Estado en virtud del artículo 2 de la Convención que
obliga a los Estados partes a adoptar las medidas legislativas o de otro carácter que
fueren necesarias para hacer efectivos los derechos reconocidos en la Convención.

La Corte Interamericana ha sido clara en su jurisprudencia al respecto, señalando que


“la responsabilidad internacional del Estado puede generarse por actos u omisiones de
cualquier poder u órgano de éste, independientemente de su jerarquía, que violen la
Convención Americana” (Corte IDH, Caso “La Ultima Tentación de Cristo” Olmedo
Bustos y otros vs. Chile, Sentencia del 5 de febrero de 2001). De igual modo, la Corte
ha afirmado que “el deber general del Artículo 2 de la Convención Americana implica la
adopción de medidas en dos vertientes. Por una parte, la supresión de las normas y
prácticas de cualquier naturaleza que entrañen violación a las garantías previstas en la
Convención. Por la otra, la expedición de normas y el desarrollo de prácticas
conducentes a la efectiva observancia de dichas garantías” (Corte IDH, Caso Durand y
Ugarte, Sentencia del 16 de agosto de 2000).

Por otra parte, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia también asume
en este punto una interpretación que aniquila la preeminencia y auto-ejecutividad de
los tratados relativos a derechos humanos en el orden interno, contraria al artículo 23
constitucional y a su Exposición de Motivos, que establece claramente que los tratados
sobre derechos humanos tienen aplicación preferente en el orden interno, incluida la
Constitución, cuando contengan normas más favorables al individuo (cláusula del
individuo más favorecido). De modo pues que de la misma manera que no puede
aplicarse un tratado que restrinja los derechos consagrados constitucionalmente,
tampoco puede aplicarse una norma constitucional o legal más restrictiva que la
contenida en el tratado internacional, pues ello implicaría la violación del tratado y
justificaría el recurso a la protección internacional. En efecto, como sostiene Nikken
(2006), la interpretación pro homine autorizada por una convención internacional
prevalece sobre el texto constitucional mismo, considerándose el principio rector para
la interpretación del alcance de la protección a los derechos humanos ofrecida por la
Constitución de 1999.

Seguidamente, la Sala adhiere el criterio utilizado en su Sentencia 1309/2001 y en


sentencias posteriores al sostener que, de existir una antinomia entre el artículo 23.2
de la Convención Americana y el texto constitucional,“la opción por la primacía del
Derecho Internacional es un tributo a la interpretación globalizante y hegemónica del
racionalismo individualista. La nueva teoría es combate por la supremacía del orden
social valorativo que sirve de fundamento a la Constitución…”. En este punto, la Sala
asume una postura dualista completamente superada, alejándose de la adecuada
protección que en el orden interno debe a los derechos humanos reconocidos
internacionalmente, por cuanto es su deber garantizar la recepción automática de los
tratados sobre derechos humanos, su aplicabilidad directa e inmediata, y su
prevalencia sobre el derecho interno como órgano que tiene encomendado la guarda
del llamado bloque de la constitucionalidad.

Seguidamente, la Sala Constitucional aboga por la supremacía de un supuesto orden


social de valores que le sirve de fundamento a la Constitución y que ella misma
afirma “privilegia los intereses colectivos sobre los particulares o individuales, al haber
cambiado el modelo de Estado liberal por un Estado social de derecho y de
justicia”, aunque según el artículo 2 constitucional el Estado social de derecho y de
justicia se fundamenta, entre otros valores, en la preeminencia de todos los derechos
humanos, tanto civiles y políticos, como económicos, sociales y culturales, en
consonancia con su indivisibilidad e interdependencia. Esto significa que el
Constituyente no hizo distinción alguna entre ambas categorías de derechos que
conforman una unidad indivisible e interdependiente. En efecto, como establece el
Párrafo 4 de las Directrices de Maastricht sobre Violaciones a los Derechos Económicos,
Sociales y Culturales (1997) “hoy en día es indudable que los derechos humanos en su
conjunto son indivisibles, interdependientes, interrelacionados y de igual importancia
para la dignidad humana. En vista de lo anterior, los Estados tienen la misma
responsabilidad en cuanto a las violaciones a los derechos económicos, sociales y
culturales y las violaciones a los derechos civiles y políticos”.

En cuanto al argumento de la Sala relativo a que la Convención Americana no contiene


norma alguna sobre los derechos sociales a excepción del artículo 26 de la misma, lo
cierto es que la Convención, desde su Preámbulo, aboga por la protección de todos los
derechos humanos, tanto los civiles y políticos como los económicos, sociales y
culturales, y contiene normas como el artículo 29 que establece en su letra b) que
ninguna de las disposiciones de la Convención puede ser interpretada en el sentido de
limitar el goce y ejercicio de cualquier derecho o libertad que pueda estar reconocido
de acuerdo con las leyes de cualquiera de los Estados Partes o de acuerdo con otra
convención en que sea parte uno de dichos Estados, y si tomamos en cuenta que la
mayoría de los Estados americanos, incluyendo Venezuela, son partes en el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966), entonces también
por esa vía la Convención brinda un mecanismo de protección de tales derechos en el
marco de los órganos del sistema interamericano (Comisión y Corte IDH).

Por otra parte, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha venido interpretando


de manera evolutiva la Convención Americana y otros instrumentos interamericanos en
materia de protección de los derechos económicos, sociales y culturales, y teniendo
presente la indivisibilidad e interdependencia de todos los derechos humanos, ha
avanzado en los criterios de protección de tales derechos dentro del sistema
interamericano (Rodríguez, 2004). Casos contenciosos emblemáticos a este respecto
son, entre otros, Caso Villagrán Morales y otros (Caso de los “Niños de la Calle”)
(1999); Caso Baena Ricardo y otros vs. Panamá (2001); Caso de la Comunidad
Mayagna Awas Tingni vs. Nicaragua (2001); Caso Cinco pensionistas vs. Perú (2003),
entre otros. Además, Opiniones Consultivas de la Corte IDH en ejercicio de su función
consultiva también dan cuenta de dichos avances, tales como la OC-17/02 relativa a
la Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño; y la OC-18/03 relativa a
la Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados.

Por último, la Sala Constitucional concluye que “la restricción de los derechos humanos
puede hacerse conforme a las leyes que se dicten por razones de interés general, por
la seguridad de los demás integrantes de la sociedad y por las justas exigencias del
bien común, de conformidad con lo dispuesto en los artículos 30 y 32.2 de la
Convención Americana sobre derechos humanos”. En este caso, la Sala no puede
apoyarse en ambos artículos de la Convención Americana para declarar la
constitucionalidad del Artículo 105 de la Ley Orgánica de la Contraloría, porque al
hacerlo ignora que estas disposiciones no autorizan restricciones ilegítimas a los
derechos humanos consagrados en ella (en este caso, los derechos políticos). Ello es
así, en primer lugar, porque como la Corte Interamericana ha explicado en su Opinión
Consultiva OC-6/86 “La Expresión Leyes en el artículo 30 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos”, el hecho de que una ley sea aprobada por el Parlamento en
el marco de los procedimientos constitucionales, ello no implica que la misma no pueda
ser violatoria de los derechos humanos, por lo que debe garantizarse la existencia de
algún régimen de control posterior.

En segundo lugar, porque el artículo 32.2 de la Convención que establece que “Los
derechos de cada persona están limitados por los derechos de los demás, por la
seguridad de todos y por las justas exigencias del bien común, en una sociedad
democrática”, ha sido interpretado por la Corte en el sentido de que si bien el ejercicio
de los derechos garantizados por la Convención debe ser armonizado con el bien
común, ello no indica, sin embargo, que el mencionado artículo sea aplicable en forma
automática e idéntica a todos los derechos que la Convención protege, sobre todo en
los casos en que se especifican taxativamente las causas legítimas que pueden fundar
las restricciones o limitaciones para un derecho determinado, como es el caso de los
derechos políticos cuyas restricciones legítimas están taxativamente consagradas en el
artículo 23.2 de la Convención (Opinión Consultiva OC-5/85 “La Colegiación Obligatoria
de Periodistas”) (subrayado nuestro).

Así mismo, la Corte Interamericana ha sido clara al sostener que de ninguna manera
podrían invocarse el “orden público” o el “bien común” como medios para suprimir un
derecho garantizado por la Convención o para desnaturalizarlo o privarlo de contenido
real, como bien lo establece el artículo 29.a de la propia Convención que consagra que
ninguna disposición de la misma puede ser interpretada en el sentido de permitir a
alguno de los Estados Partes suprimir el goce y ejercicio de los derechos reconocidos
en ella o limitarlos en mayor medida que la prevista en ella. En este punto, la Corte ha
sostenido que los conceptos de “orden público” y de “bien común” en tanto sean
invocados como fundamento de limitaciones a los derechos humanos, deben ser objeto
de una interpretación estrictamente ceñida a las “justas exigencias” de “una sociedad
democrática” que tenga en cuenta el equilibrio entre los distintos intereses en juego y
la necesidad de preservar el objeto y fin de la Convención (Opinión Consultiva OC-5/85
“La Colegiación Obligatoria de Periodistas”).

Conclusiones

La internacionalización de las declaraciones de derechos humanos trajo consigo la


humanización del derecho internacional y el surgimiento del derecho internacional de
los derechos humanos a través de tratados que imponen a todos los órganos del
Estado obligaciones de garantía y respeto de los derechos humanos reconocidos
internacionalmente, y de adoptar las medidas que sean necesarias para garantizar que
esos derechos sean efectivos en el orden interno. El sistema de justicia constitucional
es un elemento clave para la defensa efectiva de los derechos humanos en el orden
interno e incluso en el internacional, ya que precisamente su inexistencia, denegación
o agotamiento constituyen los requisitos que se exigen en el marco de los tratados
internacionales para recurrir a los mecanismos y órganos de los sistemas
internacionales de protección, en el caso del sistema interamericano, la Comisión y la
Corte Interamericana de Derechos Humanos.

El artículo 23 de la Constitución de 1999 contiene una cláusula declarativa que autoriza


la inserción explícita o directa de los derechos consagrados internacionalmente,
otorgándole rango constitucional y auto-ejecutividad a los tratados sobre derechos
humanos, los cuales incluso tienen preeminencia en el orden interno cuando contengan
normas más favorables al individuo. La creación de la Sala Constitucional como
máximo órgano de la jurisdicción constitucional trajo consigo grandes expectativas en
torno a la interpretación progresiva de un texto constitucional tan avanzado en materia
de derechos humanos como es la Constitución de 1999. Sin embargo, la Sala
Constitucional en esta Sentencia ha establecido una jurisprudencia restrictiva de los
derechos políticos, cuando en virtud del principio pro homine o cláusula del individuo
más favorecido consagrada en el artículo 23 constitucional, estaba obligada a
interpretar extensivamente los derechos humanos y de manera restrictiva sus
limitaciones.

De manera pues que la Sentencia 1265 de la Sala Constitucional que declara la


constitucionalidad del artículo 105 de la Ley Orgánica de la Contraloría General de la
República y del Sistema Nacional de Control Fiscal, desafortunadamente viene a
integrar una larga lista de decisiones que encabezan Sentencias como la 1013 del
12/06/01, la 1942 del 15/07/2003 y, más recientemente, la del Expediente 08-1572
del 18 de diciembre de 2008, las cuales colocan a Venezuela en mora con sus
obligaciones internacionales en materia de garantía y respeto de los derechos
humanos, desconociendo lo previsto en los tratados ratificados por la República y en el
artículo 31 de la Constitución, que expresamente ordena adoptar las medidas
necesarias para dar cumplimiento a las decisiones emanadas de los órganos previstos
en los tratados internacionales sobre derechos humanos.

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