Oraciones Iniciales
Oraciones Iniciales
Oraciones Iniciales
Nos persignamos:
Decimos el Gloria:
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar:
1 Padrenuestro
10 Avemarías
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Jaculatorias:
1. Si por Tu sangre preciosa, Señor, lo has redimido, que lo perdones, te pido, por Tu
Pasión dolorosa.
2. Dale Señor el descanso eterno, y luzca para él la luz perpetua.
3. Que por Tu infinita misericordia el alma de… y de todos los fieles difuntos, descansen en
paz. Así sea.
ORACIONES FINALES
Dios te salve, María Santísima, Hija de Dios Padre, Virgen Purísima antes del parto, en
tus manos ponemos nuestra fe para que la ilumines. Llena eres de gracia, el Señor está
contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra
muerte. Amén.
Dios te salve, María Santísima, Madre de Dios Hijo, Virgen Purísima en el parto, en tus
manos ponemos nuestra esperanza para que la alientes. Llena eres de gracia, el Señor está
contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra
muerte. Amén.
Dios te salve, María Santísima, esposa de Dios Espíritu Santo, Virgen Purísima después
del parto, en tus manos ponemos nuestra caridad para que la inflames. Llena eres de gracia,
el Señor está contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu
vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra
muerte. Amén.
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te
salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en
este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos; y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las
promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
LETANÍA
Oración final
Te rogamos nos concedas,
Señor Dios nuestro,
gozar de continua salud de alma y cuerpo,
y por la gloriosa intercesión
de la bienaventurada siempre Virgen María,
vernos libres de las tristezas de la vida presente
y disfrutar de las alegrías eternas.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
MISTERIOS GOZOSOS
(Lunes y Sábados)
Meditación: “Al sexto mes el Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea,
llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de
David; el nombre de la virgen era María” (Lc 1,26-27).
Meditación: “En aquellos días María se puso en camino y fue aprisa a la región montañosa,
a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto
Isabel oyó el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de
Espíritu Santo; y exclamando a voz en grito, dijo: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el
Fruto de tu Vientre” (Lc 1, 39-42)
Meditación: “Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando
que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo Cirino
gobernador de Siria. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José
desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén,
por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que
estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del
alumbramiento, y dio a luz a su Hijo Primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un
pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento” (Lc 2,1-7).
Cuarto Misterio Gozoso: La presentación de Jesús en el Templo
Meditación: “Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el nombre
de Jesús, como lo había llamado el ángel antes de ser concebido en el seno. Cuando se
cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a
Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón
primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos
pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor” (Lc 2, 21-24).
Meditación: “Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando
tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los
días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres… Y sucedió que, al cabo
de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles
y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus
respuestas” (Lc 2, 41-47)
MISTERIOS DOLOROSOS
(Martes y Viernes)
Meditación: «Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y dijo a sus
discípulos: “Sentaos aquí mientras voy a orar”. Y tomando consigo a Pedro y a los dos
hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: “Mi alma está
triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo”. Y adelantándose un poco,
cayó rostro en tierra, y suplicaba así: “Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa,
pero no sea como Yo quiero, sino como quieras Tú”» (Mt 26, 36-39).
Segundo Misterio Doloroso: La flagelación del Señor
Meditación: «Llegados al lugar llamado “La Calavera”, le crucificaron allí a Él y a los dos
malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: “Padre, perdónales, porque
no saben lo que hacen”… Era ya eso de mediodía cuando, al eclipsarse el sol, hubo
oscuridad sobre toda la tierra hasta la media tarde. El velo del Santuario se rasgó por medio
y Jesús, dando un fuerte grito dijo: “Padre, en tus manos pongo mi espíritu” y, dicho esto,
expiró» (Lc 23, 33-46).
MISTERIOS GLORIOSOS
(Miércoles y Domingos)
Meditación: «El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando los
aromas que habían preparado. Pero encontraron que la piedra había sido retirada del
sepulcro, y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. No sabían que pensar de
esto, cuando se presentaron ante ellas dos hombres con vestidos resplandecientes. Ellas,
despavoridas, miraban al suelo, y ellos les dijeron: “¿Por qué buscáis entre los muertos al
que está vivo? No está aquí, ha Resucitado”» (Lc 24, 1-6).
Meditación: «Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar.
De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó
toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que
se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu
Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse»
(Hch 2, 1-4).
Meditación: «Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida de sol, con la luna
bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre Su cabeza» (Ap 12, 1).
MISTERIOS LUMINOSOS
(Jueves)
Meditación: «Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al
Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre Él. Y una voz que salía de
los cielos decía: “Este es Mi Hijo amado, en quien me complazco”». (Mt 3,16-17)
Meditación: «Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la
madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara
vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: “No tienen
vino”. Jesús le responde: “¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora”.
Dice su madre a los sirvientes: “Haced lo que Él os diga”». (Jn 2, 1-5).
Meditación: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed
en el Evangelio”. (Mc 1, 15)
Meditación: «Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano
Juan, y los llevó aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: Su rostro se puso
brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz» (Mt 17, 1-2).