Leyenda de El Cadejo

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Leyenda de El Cadejo

El Cadejo, según la tradición guatemalteca, es un perro protector de quienes


beben mucho alcohol. Aunque suena extraño, no creas que los ebrios la tienen
tan fácil: según la leyenda, hay dos tipos de cadejo: uno blanco que protege y
uno negro que maldice.

Aunque parecen perros, tienen los ojos rojizos, cascos de cabra y mucho
pelaje. El “bueno” deambula por las calles durante las madrugadas y ayuda a
los borrachos a encontrar el camino a casa sin que les suceda nada. Hay
quienes dicen que hasta cuida a niños que están solos por la noche.

   El “malo”, sin embargo, tiene una mirada feroz y lame la boca de la persona
y con eso la maldice de forma en que nunca más vuelve a estar sobrio.

Por si fuera poco, queda condenado a que el cadejo lo aceche durante nueve
días seguidos hasta que finalmente muere.

Nadie puede tocar al cadejo, incluso algunos dicen que no lo llegan a ver, pero
que “sienten” su presencia y tienen la certeza de que está allí.

También es posible que ambos cadejos deambulen juntos y al toparse con un


borracho, luchan entre sí, uno para protegerlo y otro para atacarlo.

  El cadejo blanco, sin embargo, nunca cuidará a una persona que se


emborrache con malas intenciones.
Leyenda de la Siguamonta
A finales del Siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, la capital guatemalteca se
expande y crece más allá de los barrancos que la rodeaban y habían mantenido hasta cierto
punto contenida en lo que hoy son las zonas céntricas de la ciudad. Este crecimiento trae
consigo horripilantes sucesos y surge así la leyenda de la Siguamonta…

Muchos confunden a la Siguamonta con la Siguanaba, primero por el obvio parecido en los
nombres, y también porque ambos nefastos personajes suelen atraer a sus víctimas a sus
muertes, aunque se valen para ello de estrategias muy distintas, dirigidas contra una presa
en especial: mientras la Siguanaba atrae a los hombres mujeriegos, la Siguamonta hace lo
propio con los niños curiosos y desobedientes.

Y es que a principios del siglo pasado, la ciudad no era para nada ruidosa –al menos no
comparada con el ensordecedor bullicio de estos días- y la rodeaban verdes barrancos
repletos de vegetación y animales. A falta de suficientes puentes y caminos, los habitantes
solían atravesar los barrancos para acortar las distancias entre una y otra zona. Es durante
estos cortos trayectos entre los matorrales que empezaron a suceder cosas horribles, pues
varias personas ya no volvían a casa, solo para ser encontrados muertas algunas horas o
incluso días después. Muchas de las víctimas eran niños que presentaban múltiples heridas,
pero no era claro si esos golpes habrían sido propiciados por algún adulto o por el contrario
los habrían sufrido al caer por el barranco.

La teoría más aceptada era que en los barrancos de la ciudad se escondían peligrosos y
desalmados bandoleros que aprovechaban para asaltar y despojar de sus pertenencias a
quienes se aventuraban a ingresar en sus profundidades con la esperanza de ganar algunas
horas en su recorrido.

La mayoría de padres de familia prohibiría a los niños acercarse a los barrancos, pero su
naturaleza rebelde y curiosa los obligaba en muchos casos a desobedecer, formando
pequeños grupos para sentirse más seguros al momento de ingresar al barranco a investigar.
En una ocasión, uno de estos grupos formado por 5 niños entre los 8 y 13 años de edad,
bajó por el barranco del barrio Gerona que separa las zonas 1 y 5 de la capital para realizar
su habitual recorrido de 2 horas. Eran aproximadamente las 4 de la tarde y los niños ya casi
terminaban su recorrido, cuando escucharon el peculiar silbido de un pajarito:

“Tutuiiit! Tutuiiit! Tutuiiit!”

Al no poder ver al ave que producía tan simpático sonido, los 2 chicos mayores de 12 y 13
años decidieron ir a investigar, avanzando algunos pasos. Cuando los chicos caminaban el
ave no producía ningún sonido, y cuando paraban repetía su silbido, como llamándolos:
“Tutuiit! Tutuiiit!”. Los chicos se alejaban cada vez más de los pequeños de 8 y 10 años,
quienes los llamaban a gritos para que no siguieran y que no los dejaran solos. En vano.
Los chicos desaparecieron detrás de unos arbustos y luego solo se escucharon sus gritos que
se tragaban las profundidades del barranco para terminar en un silencio sepulcral.
Y entonces, nuevamente el silbido: “Tutuiit! Tutuiiit!” esta vez muy cerca de los pequeños,
que alcanzaron a ver al pequeño pajarillo que parecía de oro al reflejar los últimos rayos del
sol de esa tarde. Espantados, los chiquillos corrieron fuera del barranco llorando y pegando
de gritos de terror y de auxilio.

Algunos adultos que regresaban de sus faenas diarias los detuvieron y tras tranquilizarlos
escucharon incrédulos la historia que les contaban, pero al notar la ausencia de los mayores
de 12 y 13 años organizaron un grupo de búsqueda y rescate. Sus esfuerzos fueron
infructuosos debido a la caída de la noche, pero muchos hombres dijeron haber escuchado
los silbidos a través del monte y algunos incluso dijeron haber visto unos ojos brillantes que
los observaban entre los arbustos. Entre ellos, estaba un dominicano que huyó despavorido
al sugerir que se trataba de la Ciguapa, un fantasma que vive en cavernas y montes de
aquella isla y baja a los ríos en busca de afecto y protección.

No fue sino hasta al día siguiente que pudieron encontrar los cuerpos de los niños. Es así
como de la fusión de la historia del pajarito visto por los niños y de la Ciguapa sugerida por
el dominicano surge la Siguamonta en el imaginario popular, como un ave endemoniado
dorado y  de simpatiquísimo cantar que atrae a los niños curiosos y desobedientes hasta su
muerte.

La historia de la Siguamonta recorrería toda la ciudad de Guatemala y sería transformada


en incontables versiones por padres angustiados que buscaban la manera de mantener a los
niños lejos de los barrancos.

Hoy en día, aún hay quienes creen en la Siguamonta principalmente en el interior del país,
y sugieren que al escuchar el cantar de un pajarito deben ignorarlo y proseguir su camino
para evitar caer en su encantamiento potencialmente fatal.
Leyenda de la Siguanaba
Una mujer vestida de blanco y largos cabellos negros que aparece por los ríos
y las veredas solitarias. Se hace seguir, por los hombres que trasnochan
buscando aventuras nocturnas, sin dejarse ver el rostro. Luego los pierde en
los barrancos, tras haberles mostrado su cara de caballo.

La leyenda

Un hombre después de trasnochar caminando cerca de un fuente, veía el cielo


las estrellas centellantes; ni siquiera había amanecido cuando vio bañándose
en el agua fría de la fuente una mujer con un hermoso vestido blanco, de
hermosa figura, cabello largo y negro.
El hombre le preguntó:
Que haces a esta hora bañándote, quieres que te ayude?
La hermosa mujer dejó de bañarse, y sin mostrarle el rostro le hizo una señal.
Me está llamando dijo el borrachín.
La mujer caminó hacia el cementerio y el hombre la siguió impaciente e
incansablemente, cada vez que se le acercaba, la mujer se desplazaba lejos de
el.
Entonces el hombre por fin la alcanzó y pudo contemplar su rostro
endemoniado, parecía un caballo, ésta se abalanzó sobre el y trató de
llevárselo gimiendo un grito escalofriante, enterrándole las uñas para
sepultarlo en los barrancos cercanos.
Desesperadamente el hombre recogió una medallita que tenía colgada en el
cuello, y empezó a orar ya que no podía escapar de la mujer.
Cuando la mujer vio la medalla lo soltó y se lanzó al barranco.
El hombre sobrevivió al ataque y llegó a su casa con sus brazos y espalda
desgarrados. Su familia trató de curarlo pero el hombre contó la historia y
murió a los pocos días debido a sus heridas que nunca sanaron.

 
Leyenda de El Sombrerón
El Sombrerón es una de las leyendas más populares de Guatemala. Se trata de un
personaje legendario de la tradición oral guatemalteca también conocido como el
Tzitzimite, el Tzipitío o el Duende. Se lo describe como un enano o un hombrecito
de muy corta estatura (aproximadamente medio metro de alto) que lleva un enorme
sombrero con el que esconde la mirada y sus sucias intenciones. En el hombro lleva
una guitarra endemoniada con la que da serenata y enamora a las mujeres bellas de
ojos grandes y pelo largo que tienen la mala suerte de llamar su atención.

Hay muchas versiones de la leyenda de El Sombrerón. En unas viaja en una mula


en la que lleva carbón. En otras versiones son cuatro mulas o un brioso caballo
negro. Su piel se ve oscura y su vestimenta negra por el polvo de carbón que lleva en
el lomo de su montura. De su ropaje únicamente sobresale un cincho grueso con
brillante hebilla, y unas botas de charol con espuelas de plata y taconcito cubano con
las que hace mucho ruido al caminar o bailar.

Cuenta la leyenda que el Sombrerón era un carbonero de Guazacapán, en el


departamento de Santa Rosa. Otras versiones indican que era un ranchero que llegó
a Guatemala procedente del norte de México a mediados del Siglo XVIII. Lo cierto
es que la leyenda se origina justo antes de los terremotos de Santa Marta en 1773,
cuando la capital de nuestro país todavía se llamaba Santiago de los Caballeros de
Goathemala, luego del suicidio de un hombre que había sido condenado por el
tribunal de la inquisición a llevar un enorme sombrero y que se había convertido en
objeto de burla de toda la ciudad. Tras su muerte, las personas temían salir por las
noches y toparse con el espíritu del Sombrerón.

Se dice que el Sombrerón es un ser maligno muy galante, enamorado y seductor


empedernido, y que sabe entrar a las casas sin abrir las puertas. Aparece a la hora del
crepúsculo y recorre las calles y los barrios de la ciudad. Cuando ve a una hermosa
jóven de ojos grandes y cabello largo, amarra su mula al poste de la casa donde vive
ésta, toma su guitarra y empieza a cantar una ranchera que acompaña con el taconeo
de sus botas. Si la mujer se asoma a su ventana al escuchar la música y mira al
Sombrerón, caerá irremediablemente bajo el embrujo de su dulce voz. A partir de
ese momento el Sombrerón la visitará todas las noches para darle serenata, hasta
ganarse su alma.

Las víctimas del Sombrerón parecen hipnotizadas, tienen la mirada perdida y solo
piensan en la música de su enamorado. Dejan de comer y dormir, y muchas veces
amanecen con el cabello trenzado. Es muy difícil que una mujer hechizada por el
Sombrerón salga del embrujo por sí misma, ya que casi nunca reconocen su estado y
terminan muriendo de inanición. Por eso es importante siempre estar atentos con el
comportamiento de hijas, sobrinas y hermanitas, ya que si el Sombrerón ha elegido a
una de ellas para llevarse su alma dependerá de uno deshacer el maleficio. La única
manera de salvarle la vida es cortándole muy corto el cabello, ya que esto no le
gustará al Sombrerón y la dejará de buscar, aunque nunca la olvidará.

Cuando no encuentra una muchacha que le guste, el Sombrerón va a las fincas y se


mete en los establos, donde trenza la cola y las crines de los caballos y mulas.
Luego, los cabalga durante toda la noche hasta dejarlos agotados. Al día siguiente,
los pobres animales no pueden cumplir con sus tareas por el agotamiento y se
vuelven hostiles con sus amos. Los campesinos buscan entonces trenzas en los
animales para ver si aún son aptos para trabajar. Algunos dicen que si un animal es
trenzado por el Sombrerón ya no vuelve a servir para ninguna tarea, mientras que
otros dicen que puede ser rescatado cortándole las greñas y descansando durante
varias semanas.

Una forma de saber si el Sombrerón está visitando la casa o la finca es colocar una
silla y una mesa de pino cerca de un balcón de la casa o cerca de la entrada al
establo. En la silla debe dejarse una guitarra y en la mesa una botella de aguardiente.
En noches de luna llena, todo mundo debe acostarse temprano y permanecer en
silencio. Si se escucha la guitarra y el canto del Sombrerón, córtele el cabello a las
jóvenes y las greñas de las bestias del establo.
El duende

El duende guatemalteco podría definirse como una especie de gnomo


que vaga por las zonas campestres. Su característica fundamental es
que camina hacia atrás, debido a que posee los pies volteados.

Cabe aclarar que, de ninguna manera, este ente es un ser maligno, ya


que solamente dedica su tiempo a gastarle bromas a los campesinos.

Por las noches disfruta lanzando piedras a los tejados de las


construcciones o cantando canciones. Así es, al igual que como vimos
en la leyenda del sombrerón, al duende también le gusta la música.

De hecho, la única manera eficiente de ahuyentarlo, es que los dueños


de la propiedad saquen una guitarra y lo desafíen por completo. Las
notas de ese instrumento «destemplado» hacen que el duende
regrese a su guarida y no vuelva ahí por mucho tiempo.

Otras leyendas vinculadas con este ser aseguran que en algunas


ocasiones el duende es el encargado de disolver compromisos
matrimoniales. Dicho de otra manera, si a él le gusta la prometida,
hará que ésta abandone la idea de casarse.
Leyenda del carruaje de la muerte
Esta leyenda se conoce principalmente en Guatemala, en ella se hace mención sobre un
joven conocido como Mario, quien tuvo un encuentro con el carruaje de la muerte.

Cuenta la leyenda que hace muchos años el joven se encontraba saliendo de su trabajo, pues
éste había tenido un día muy duro tras un arduo y satisfecho trabajo. Se encontraba de
regreso a la ciudad rumbo a su casa, pero ya estaba anocheciendo así que Mario caminaba
deprisa.

Cuando se aproximaba a un parque las calles eran inundadas por el ruido de un carruaje
pero el muchacho no se sorprendió ya que en aquella época era muy normal que circularan
carruajes por las calles. Sin embargo, aquel sonido era diferente y el temor se apoderó de él.

Al escuchar que el carruaje ligeramente se acercaba corrió de inmediato a esconderse detrás


de los árboles del parque. El sonido que producía el carruaje daba la impresión de acercarse
cada vez más, sin embargo éste nunca llegaba y la espera se hacía eterna.

Transcurrida la noche, dicho joven se había quedado dormido durante todo ese tiempo, pero
en la mañana fue despertado por el frío que circulaba en ese parque.

Tras unos minutos recordó lo que había ocurrido en la noche anterior y temerle a un
carruaje le pareció absurdo, por lo que se levantó y se dirigió a su casa. Pasaron varios días
y Mario no podía olvidar lo sucedido con el carruaje, así que decidió comentárselo a su
amigo pero su comentario no logró tranquilizar a Mario.

Según el amigo de Mario, por las calles se suele escuchar un carruaje que pasa a toda
velocidad a traer y llevar a la gente que muere, es más conocido como "El carruaje de la
muerte", pero le aconsejó no hacerle caso ya que se podría tratar de un simple invento de
la gente.

Dicho esto, Mario se sintió muy inquieto y a la vez aterrorizado así que con su amigo
decidieron confirmar si los rumores eran ciertos pero para ello debían esperar el paso del
carruaje.

Mario no tenía buen presentimiento sobre el plan, pero al estar acompañado por su amigo
podría ser buena idea. El parque era el punto de reunión y cuando la noche se aproximaba
se escondieron tras un árbol para esperar la llegada de dicho carruaje.

En un momento inesperado el sonido de nuevo envolvía las calles del parque y Mario le
comentó a su amigo que sin duda era el carruaje. En ese instante ambos sintieron un
escalofrío por todo el cuerpo y mientras más tiempo transcurría el carruaje se aproximaba
poco a poco.
Se acercó lo suficiente para distinguir las características del tan mencionado carruaje de la
muerte, se distinguía como un carruaje de color negro, jalado por caballos también negros y
con un conductor vestido completamente de negro.

Mario y su amigo pensaron que el carruaje solo pasaba por las calles y en unos segundos
desaparecía, pero éste se dirigía hacia ellos. Cuando se situó frente a ellos, el conductor los
intimidó con una mirada fijamente hacia ellos, por lo que ambos se desmayaron. Al igual
que como le sucedió a Mario anteriormente, ambos fueron despertados por el frío de la
mañana siguiente.

Desde esa noche todo fue diferente, tanto Mario como su amigo prometieron esconderse
cada vez que escuchen el sonido un carruaje, sobre todo por las noches.

Cabe mencionar que en otras versiones se dice que el carruaje se estaciona frente a una casa
y se lleva a las personas que fallecen en ese momento. Se rumora que a pesar del
característico sonido que produce, el carruaje no rueda sobre las calles sino vuela.
La leyenda de Pie de Lana
Juan de Montejo o “Pie de Lana” fue un personaje creado por el escritor guatemalteco José
Milla y Vidaurre, en su novela La Historia de un Pepe. Pero no solamente se quedó como
un personaje ficticio, según los relatos de antaño dicho individuo sí existió.

Del siglo XVIII

Cuenta la historia que Pie de Lana  saqueaba las casas del Centro Histórico en el siglo
XVIII. Robaba a las personas que pertenecían a la clase alta y con el botín ayudaba a las
personas de escasos recursos. Su sobre nombre se debía a que para ingresar a los hogares
utilizaba varios pares de calcetines para no ser escuchado. También usaba una capa de color
negro y un sombrero ancho que le cubría hasta los ojos.

Además de ello los describían como un hombre delgado, habilidoso y sigiloso casi como un
gato.

Historias

Se dice que en una ocasión Pie de Lana entró a robar a una casa del Barrio de la
Parroquia. Se subió por una de las barandas de la ventana de dicha residencia. Pero al
momento de entrar un perro se dio cuenta de la presencia y estaba a punto de atacarlo, pero
cuando Pie de Lana lo vio, sacó un objeto de su capa y se lo entregó al perro con lo cual
logró distraerlo, ingresó a la casa, robó joyas y dinero.

De lo robado Pie de Lana encontró a una mujer del otro lado de la ciudad, que lloraba
porque no tenía dinero y él le entregó uno de los collares que había tomado.

En otra ocasión Pie de la Lana encontró a un niño que lloraba y le preguntó la razón de su
llanto y este le contó que había perdido el dinero que su mamá le había dado para comprar
pan y leche en apuestas. Pie de Lana sacó de sus bolsillos dinero y se lo entregó al
muchacho pero sin antes decirle: “Por tu honestidad te ayudaré, quienes mienten no
merecen mi ayuda”.

Aparición en la Casona

Son varias las historias que existen sobre este personaje. Se dice  que la residencia de Pie de
Lana era la Casona en la 8a avenida de la zona 1. Lugar donde trabajaba Josefa quien un
domingo por la mañana salió de paseo y cuando regresaba a su trabajo  encontró a un señor
que le acompañó.

Ella amablemente le invitó a pasar a tomar una limonada, él le contó que había vivido en
esa casa y su esposa había muerto justo allí. El extraño tomó el vaso de limonada que
Josefa le había servido lo bebió con mucha ansia, se encontraban conversando cuando
tocaron la puerta.
Las apariciones

Josefa pidió disculpas y se dirigió a abrir la puerta, era la tía de don Paquito, el dueño de la
Casona, quien llegaba a almorzar con ellos cada domingo. Abrió la puerta saludó y les
contó que adentro estaba un señor que había sido el dueño anterior de la casa.

Pero la tía de don Paquito le contestó que el último dueño de esa casona murió hace más de
cien años. Y al llegar el momento de presentarlo el señor ya no estaba, solamente el vaso
con limonada aún lleno. Josefa recordó que el extraño le había dicho que en el parqueo se
encontraban dos recipientes de barro con dinero. Doña Julia Josefa y un mozo que habían
llamado para desenterrar las vasijas las encontraron y la sacaron donde estaban escondidas.

Al romperlas salieron de los recipientes trozos de carbón y doña Julia le dijo a Josefa: – Ve
mija, fuiste muy babosa, la suerte era para vos, y como nos contaste esto, la suerte se te
fue… Josefa recordó que su abuela le había contado la historia de Pie de Lana y que él se
aparecía en ese lugar, pero ella por el susto renunció y ya nunca más volvió a la Casona.

Muerte de Pie de Lana

La novela Historia de un Pepe señala que Pie de Lana fue condenado a la horca por sus
crímenes y fue ejecutado en el Cerrito del Carmen, antes de dar cumplimiento a su
sentencia pidió perdón a su hijo Gabriel y a su esposa. Después de esto los vecinos del
Cerrito dicen que aún por las noches se puede ver el cuerpo de Pie de Lana, colgado de uno
de los árboles y por eso lo han bautizado como El árbol de Pie de Lana.

Colectivo cultural

Dicho personaje ha inspirado el nombre del Colectivo Pie de Lana, esta institución realiza
recorridos guiados en el Centro Histórico, festivales artísticos y también representaciones
de las leyendas del país para el día de los muertos en el Cerrito del Carmen.

Pie de Lana para algunos villano, para otros héroes, pero sin duda alguna este personaje y
su historia son parte del legado de la tradición oral del Centro Histórico de la ciudad de
Guatemala.
Tío Conejo y Tío Coyote
En cierto lugar había un huerto poblado de sandias. Tío conejo lo descubrió en una de sus
andanzas y a partir de entonces todas las noches transponía la cerca para darse una
comilona. Pero una vez no le bastó con comerse la sandia más madura sino que el vacio
todo, se ensucio por dentro� y luego la tapo...

Tío Conejo y Tío Coyote

En cierto lugar había un huerto poblado de sandias. Tío conejo lo descubrió en una de
sus andanzas y a partir de entonces todas las noches transponía la cerca para darse una
comilona. Pero una vez no le bastó con comerse la sandia más madura sino que el vacio
todo, se ensucio por dentro  y luego la tapo.
Faltando un día para que el cura del pueblo cumpliera años, la sueña de aquel huerto pensó
en regalarle una fruta, de modo que fue en busca de la mujer sandía, la corto y se la llevo al
padre.
El día del cumpleaños, se le sirvió un almuerzo riquísimo al padre ya que nadie en el
pueblo quiso quedarse atrás, dando cada uno lo mejor de la cosecha. Cuando estaban por
levantarse de la mesa, el padre le dijo sacristán.

¿A que no adivinas de que nos olvidamos?


Francamente no sé.
¡Pues de la sandía!
¡Ah caramba! Replico el sacristán. Se rasco la cabeza como siempre, salió hacia la
despensa y olvido con una enorme sandia entre los brazos.
Cuando el padre empezó a partirla vieron que salto una chibolita y luego otra y otra.
Creyendo que de adrede la señora le había echado estiércol, el cual la mando a llamar y la
reprendió.
La señora se azareo y se fue a su casa bastante preocupada.
Durante largo rato estuvo pensando cómo hacer para tenerle una trampa al que le había
hecho esa mal acción. Y de repente se le ocurrió poner un muñeco de cera en  la sandia.

Al anochecer llego Tío Conejo, como de costumbre. Lo primero que vio fue el muñeco,
pero solo el perfil se le veía de tan oscuro que estaba.
Tío Conejo lo confundió con una persona y le pregunto molesto:
¿Y tú, que haces aquí? ¡Hazte a un lado o te doy una manotada!
Tío Conejo no espero respuesta y le dio la manotada.
¡Suéltame la mano! Le dijo y le pego con la otra.
Al ver que su contrincante no le saltaba las dos manos, Tío Conejo amenazo con pegarle
una patada y se la dio.
¡Suéltame las dos manos y el pie! Volvió a decir Tío Conejo.
Si no lo haces te pego con el otro.
¡Suéltame las manos y los pies o te propino un barrigazo! Insistió Tío Conejo.
Viendo que el muñeco lejos de soltarlo más lo atrapaba, Tío Conejo acabo diciéndole:
¡Suéltame o te pego un cabezazo!
Al otro día, bien temprano fue la señora al sandial, desprendió al Tío Conejo y lo dejo
encerrado mientras iba a calentar un asador.
Estando encerrado Tío Conejo acertó a pasar por allí Tío Coyote.
¡Oye ¡ ¿Qué haces allí?
Vea Tío Coyote lo que pasa es que me encerraron porque quieren casarme con una joven
rica, pero yo no quiero.
No seas tonto. Esa ganga no se la ofrecen a uno todos los días. ¿Por qué no quieres?
Porque me guata ser libre. Eso es todo.
Dicho esto Tío Conejo trato de interesar en el asunto a Tío Coyote. Por último le dijo.
Si usted tomara mi lugar tendría asegurada su vejez.
Viéndolo bien, tienes razón, ¡No halemos más!, dijo Tío Coyote y se metió en la trampa.
Cuando la señora volvió, dijo asombrada:
¡Qué raro! Hace un rato estaban más pequeños y ahora te veo más grandote. ¡Qué luego has
crecido! De todos modos me las vas a pagar.
Acto seguido le quemo la cola con el asador.
Mientras tanto, Tío Conejo se fue corriendo y se subió a un enjertal.
Quería ver si pasaba Tío Coyote para burlarse de él.
Cuando Tío Coyote lo vio grito furioso:
¡Ahora sí te como!

¡Oh no, Tío Coyote! ¡Espérese! Voy a botarle un injerto.


Al momento lanzo el injerto. Tan sabroso estaba el fruto que Tío Coyote no tardo en pedirle
otro, pero esta vez, Tío Conejo le toro uno verde que le quebró los dientes.
Luego, salió corriendo y fue a subirse a un coyolar.
Cuando Tío Coyote paso, Tío Conejo volvió a molestarlo.
Ahora si te como, le dijo Tío Coyote.
¡No, por favor, Tío Coyote! Mejor déjame que le bote un coyol.
Para que el Tío Coyote entrara en confianza, Tío Conejo le tiro un coyol maduro, pero
después le tiro uno verde que rompió la cabeza.
Una vez repuesto, Tío Coyote volvió a amenazarlo, pero Tío Conejo recurrió a su ingenio,
haciéndole creer que la luna reflejada en el rio era un queso.
Venga, le dijo, aquí hay un sabroso queso, pero fíjese que para sacarlo hay que besarle el
agua y como yo soy chiquito… Quien quita usted se anima.
Tío Coyote no lo pensó dos veces y terac, terac, terac, se puso a beber agua hasta decir ya
no. Cuando el agua empezaba a salirse por todos lados, Tío Conejo le dijo:

¡Adiós Tío Coyote


Dientes quebrados
Cola quemada!...
Y salió corriendo.
La llorona
La Llorona, la mujer fantasma que recorre las calles de las ciudades en busca de
sus hijos.

Cuenta la leyenda que era una mujer de sociedad, joven y bella, que se caso con
un hombre mayor, bueno, responsable y cariñoso, que la consentía como una
niña, su único defecto... que no tenia fortuna.

Pero el sabiendo que su joven mujer le gustaba alternar en la sociedad y " escalar
alturas ", trabajaba sin descanso para poder satisfacer las necesidades económicas
de su esposa, la que sintiéndose consentida despilfarraba todo lo que le daba su
marido y exigiéndole cada día mas, para poder estar a la altura de sus amigas, las
que dedicaba tiempo a fiestas y constantes paseos.

Marisa López de Figueroa, tuvo varios hijos estos eran educados por la
servidumbre mientras que la madre se dedicaba a cosas triviales. Así pasaron
varios años, el matrimonio.

Figueroa López, tuvo cuatro hijos y una vida difícil, por la señora de la casa, que
repulsaba el hogar y nunca se ocupo de los hijos. Pasaron los años y el marido
enfermó gravemente, al poco tiempo murió, llevándose " la llave de la despensa
", la viuda se quedó sin un centavo, y al frente de sus hijos que le pedían que
comer. Por un tiempo la señora de Figueroa comenzó a vender sus muebles. Sus
alhajas con lo que la fue pasando.

Pocos eran los recursos que ya le quedaban, y al sentirse inútil para trabajar, y sin
un centavo para mantener a sus hijos, lo pensó mucho, pero un día los reunió
diciéndoles que los iba a llevar de paseo al río de los pirules. Los ishtos saltaban
de alegría, ya que era la primera vez que su madre los levaba de paseo al campo.
Los subió al carruaje y salió de su casa a las voladas, como si trajera gran prisa
por llegar. Llegó al río, que entonces era caudaloso, los bajo del carro, que ella
misma guiaba y fue aventando uno a uno a los pequeños, que con las manitas le
hacían señas de que se estaban ahogando.

Pero ella, tendenciosa y fría , veía como se los iba llevando la corriente, haciendo
gorgoritos el agua, hasta quedarse quieta. A sus hijos se los llevo la corriente, en
ese momento ya estarían muertos . Como autómata se retiro de el lugar, tomo el
carruaje, salió como "alma que lleva el diablo ", pero los remordimientos la
hicieron regresar al lugar del crimen. Era inútil las criaturas habían pasado a
mejor vida. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho, se tiro ella también al
río y pronto se pudieron ver cuatro cadáveres de niños y el de una mujer que
flotaban en el río.

Dice la leyenda que a partir de esa fecha, a las doce de la noche, la señora Marisa
venia de ultratumba a llorar su desgracia: salía del cementerio (en donde les
dieron cristiana sepultura) y cruzaba la ciudad en un carruaje, dando alaridos y
gritando ¡ Aaaaay mis hijos ¡ ¡ Donde estarán mis hijos ¡ y así hasta llegar al río
de los pirules en donde desaparecía. Todas las personas que la veían pasar a
medianoche por las calles se santiguaban con reverencia al escuchar sus gemidos
y gritos. Juraban que con la luz de la luna veían su carruaje que conducía una
dama de negro que con alaridos buscaba a sus hijos.

Las mujeres cerraban las ventanas, y al trasnochador que venia con copas, hasta
la borrachera se le quitaba al ver aquel carro que conducía un espectro, donde iba
la llorona, del carruaje salían grandes llamaradas y se escuchaba una largo y triste
gemido de una mujer, un esqueleto vestido de negro, el que guiaba el carruaje,
jalado por caballos briosos. Un día, cuatro amigos, haciéndose los valientes,
quisieron seguir al carruaje que corría a gran velocidad por céntrica calle de
Aguascalientes que daba al río pirules.

Ellos la seguían, temblando de miedo, pero dándose valor con las copitas, dio un
ultimo grito de tristeza y dolor ¡ Aaaay mis hijos ¡ y desapareció con todo y
carruaje.
Leyenda de los Sisimites
En el Progreso se conoce una leyenda popular la cual habla sobre el Sisimite quien
ha sido visto por varias personas las cuales afirman que dicha criatura tiene
apariencia de un hombre mono gigante y a la vez enano con los pies al revés y de un
horrible aspecto.

Cuenta la leyenda que el Sisimite es un monstruo de largo pelaje, un mono de gran


altura y mucha fuerza quien habita en las cuevas que se encuentran en lo profundo
del bosque, un lugar en donde nadie podría tener acceso del bosque.

Hay quienes afirman que camina dando grandes saltos, por lo que este es muy veloz
ya que baja desde las montañas a lugares habitados del bosque en busca de las
mujeres más bellas, pues el objetivo de esta temible criatura es secuestrarlas para
llevarlas a su cueva y así poder reproducirse, naciendo de esta unión una especie de
hombres mono.

La táctica que habitualmente aplican estas criaturas para robarse a las jóvenes
campesinas es sorprendiéndolas sin compañía alguna, ya que no podrían hacer nada
ante la descomunal fuerza de dichos monstruos. Se dice que cuando las jóvenes
están recogiendo el maíz de las milpas el Sisimite se camufla entre los cultivos y a
gran velocidad se lleva a su víctima con gran destreza.

Los Sisimites emiten fuertes gruñidos como los de un mono aullador con los que
intimida a sus víctimas, estas extrañas criaturas se alimentan de frutas que el bosque
les proporciona.

Hay Sisimites de ambos sexos, sin embargo parece ser que el objetivo principal de
estas criaturas es reproducirse, ya que los Sisimites de género femenino también
buscan los lugares poblados pero éstas entran a las casas durante la noche en busca
de hombres para "meterse con ellos".

En esta leyenda se resalta la historia de una mujer, quien fue la única que con
ingenio logró escapar de tan inaccesible cueva desde muy dentro del bosque. Se
relata con temor y admiración la experiencia de dicha mujer, quien sufría de
esclavitud por la aterradora criatura, con el que forzosamente tuvo tres hijos mono.
En una ocasión mientras la monstruosa criatura se encontraba distraída aprovechó el
momento exacto para salir corriendo rumbo al bosque, pero bastaron segundos para
que el Sisimite se diera cuenta de su escape y muy furioso la persiguió junto a sus
tres hijos.

La joven mujer corría desesperadamente y al llegar a un río sin detenerse se lanzó y


cruzó de prisa hasta la otra orilla. Al salir del agua se detuvo por un momento para
observar si el monstruo todavía la perseguía, sin embargo la enorme bestia no
intentó cruzar el río. Al ver que la mujer no regresaría se enfureció y mientras gruñía
y gritaba tomó a los tres hijos y los ahogó lanzándolos con una fuerza violenta hacia
el río.

Se rumora que el Sisimite es una divinidad o criatura de los dioses, ya que estas
enormes bestias tienen cierta relación con el dios Chac de la cultura Maya. Los
habitantes del lugar afirman que dentro de la cueva aún se conservan las marcas de
sus manos, las huellas, grabadas y pintadas de estas misteriosas y salvajes criaturas
de gran tamaño.
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