Teorias
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“PROYECTO DE GRADO”
INDICE PÁG.
INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………….....4
AS PECTOS GENERALES DE LA EVO LUC IÓN DE LA TEORÍA D EL D ELITO…6
CASO 1 – CORTE S UPREMA D E JUS TICIA, S ALA D E CAS ACIÓN PENAL No.
09, MAGIS TRADO PONENTE: DR. DÍDIMO PÁEZ VELANDIA. FEBRERO 3 DE
1994….……………………………………………………………………………………..20
POS ICIÓN JURIS PRUDENCIAL………………………………………………………22
ANÁLIS IS DEL C AS O…………………………………………………………………...23
CASO 2 – CORTE S UPREMA D E JUS TICIA, S ALA D E CAS ACIÓN PENAL No.
10437, MAGIS TRADO PONENTE: D R. RIC ARDO CALVETE RANGEL.
OCTUBRE 11 D E 1995…………………………………………………………………..25
POS ICIÓN JURIS PRUDENCIAL………………………………………………………27
ANÁLIS IS DEL C AS O…………………………………………………………………...29
CASO 3 – CORTE S UPREMA D E JUS TICIA, S ALA D E CAS ACIÓN PENAL No.
6527, MAGIS TRADO PONENTE: D R. DÍD IMO PÁEZ VELANDIA. AGOS TO 4 DE
1992………………………………………………………………………………………...31
POS ICIÓN JURIS PRUDENCIAL………………………………………………………33
ANÁLIS IS DEL C AS O…………………………………………………………………...33
CASO 4 – CORTE S UPREMA D E JUS TICIA, S ALA D E CAS ACIÓN PENAL No.
12772, MAGIS TRADO PONENTE: D R. JORGE AN ÍBAL GÓMEZ GALLEGO.
ABRIL 27 D E 2000..………………………………………………………………………35
POS ICIÓN JURIS PRUDENCIAL………………………………………………………37
ANÁLIS IS DEL C AS O…………………………………………………………………...38
3
INTRODUCCIÓN
La teoría del delito ha sido un tema de gran importancia a la hora de configurar las políticas
penales de una nación. M uchos doctrinantes han dedicado su vida al análisis de los
elementos fundamentales que configuran estas teorías – acción, tipicidad, antijuridicidad y
culpabilidad –, sin embargo, llegar a la concepción del delito como una acción típica,
antijurídica y culpable ha sido el producto de un proceso largo. Rudolph von Ihering es
considerado el autor que marcó el origen de la teoría del delito moderna toda vez que
sostuvo que “los hechos podían ser objetivamente lícitos o ilícitos, sin relación con las
cualidades del autor, es decir, independientemente de la relación moral del sujeto con
1
ellos” .
De esta manera, la teoría del delito constituye un tema de fundamental importancia para
cualquier curso de derecho penal general. Su estudio y comprensión es de vital
trascendencia para cualquier penalista o estudiante de esta rama del derecho. Por esta razón,
y en el marco del Hipertexto de Derecho Penal General que viene desarrollando la
Universidad de los Andes, bajo el concepto de conseguir un estudio más profundo de cada
1
Nodier Agudelo, Curso de derecho penal. Esquemas del delito. 3ª edición Bogotá: Temis, 2002, p. 20
5
CAUSALISMO CLÁSICO
2
Ibídem, p. 26
7
modificación del mundo exterior siga su curso, difícilmente tal teoría de la acción cobija el
comportamiento omisivo. Incluso, de encontrarnos frente a un caso de omisión, en el marco
de este esquema del delito se estaría frente a una atipicidad por la imposibilidad, como lo
explican los neoclásicos, de entender comprendida a la omisión dentro de la acción por ser
esencialmente contrarias.
La tipicidad, también aspecto objetivo del delito, “es la descripción de las características
3
externas del comportamiento” . Consiste en una descripción de las características externas
de la acción, sin valoración, por lo que se trata de un tipo objetivo-descriptivo.
El concepto de dolo que se maneja es un dolus malus, es decir, un dolo que comprende el
conocimiento de la ilicitud del comportamiento. Así las cosas, son elementos del dolo el
conocimiento de los hechos, el conocimiento de la antijuridicidad o ilicitud y la voluntad.
Los dos primeros conforman el elemento cognitivo o cognoscitivo del dolo, mientras que la
última constituye el elemento volitivo del mismo.
3
Ibídem, p. 29
4
Ibídem, p. 30
8
El error de tipo, que es el error que recae sobre alguno o todos los elementos del tipo (sobre
los hechos), determina la ausencia de dolo al excluir el conocimiento de los hechos.
Podemos decir que el error de tipo se configura cuando la persona que desarrolla la acción
no tiene conciencia de la misma (la persona no sabe lo que hace). Como quiera que el dolo
es un elemento de la culpabilidad, el error de tipo supone la exclusión de esta categoría del
delito (es una causal de inculpabilidad).
El error de prohibición, que es el que recae sobre la ilicitud del comportamiento (sobre la
antijuridicidad), también conlleva a la exclusión del dolo al excluir el conocimiento de la
antijuridicidad. Podemos decir que el error de prohibición se estructura cuando la persona
que realiza la acción tiene conciencia de que la esta llevando a cabo, pero no es conciente
de que dicha acción está prohibida penalmente (la persona sabe lo que hace, pero no sabe
que lo que hace está prohibido). De nuevo, dado que el dolo es un elemento de la
culpabilidad, el error de prohibición implica la exclusión de esta categoría del delito (es una
causal de inculpabilidad). Tal teoría del error de prohibición es conocida como “teoría del
dolo”, dado que se considera que esta eximente de responsabilidad penal excluye tal
elemento de la culpabilidad.
Sin embargo, bien se trate de error de tipo o de error de prohibición, se debe distinguir si el
error es invencible o vencible:
9
El error (de tipo o de prohibición) invencible es aquel que ni siquiera con cierta prudencia o
diligencia se puede superar, razón por la cual excluye absolutamente la responsabilidad
penal, al descartar la configuración del nexo psicológico en el cual consiste la culpabilidad.
En cambio, el error (de tipo o de prohibición) vencible es aquel que con cierta prudencia o
dilgencia se puede superar, motivo por el cual la presencia del mismo excluye el dolo, pero
deja intacta la otra forma de culpabilidad: la culpa o imprudencia.
Se trata de un sistema bastante simple, pero que no dio los rendimientos necesarios para
analizar la compleja realidad jurídico-penal. Esto sucedió, por ejemplo, frente a la omisión,
la cual es necesario explicarla a partir de valoraciones normativas, ajenas al concepto causal
de acción. Aparecieron además elementos subjetivos y normativos del tipo, que rompieron
la pretendida estructura exclusivamente objetivo-descriptiva del tipo penal. De igual forma,
el concepto de culpa o imprudencia limitado a la previsibilidad del resultado se reveló
como insuficiente para abordar el estudio de algunos casos. Finalmente, se esbozaron
algunas críticas al concepto objetivo-valorativo de la antijuricidad y al de culpabilidad
como mero nexo psíquico entre el autor y el hecho.
CAUSALISMO NEOCLÁSICO
5
Ibídem, p. 31
10
6
Claus Roxin. Derecho penal. P arte general. T. I: Fundamentos. La estructura de la teoría del delito. 2ª edición alemana
(reimp.), Diego-Manuel Luzón P eña, Miguel Díaz y García Conlledo y Javier de Vicente Remesal (trad.). Madrid: Civitas,
2001, p. 199.
7
Ibídem, p. 201
8
Jescheck, Hans-Heinrich y Weigend, Thomas. Miguel Olmedo Cardenete (trad.)., Tratado de Derecho P enal. P arte
General. 5ª edición, Granada: Comares, 2002, p. 220.
9
Nódier Agudelo, Ob. Cit., p. 37
11
El aporte de esta escuela respecto de la figura de la omisión, puede verse en las críticas que
lanzan a la escuela causalista clásica por la ausencia de la misma en su teoría: 1) Por la
imposibilidad de entender a la omisión comprendida dentro de la acción por ser contrarias
en su naturaleza; y 2) Por la imposibilidad de establecer la omisión empíricamente:
haciendo referencia a la necesidad de que exista una obligación o deber legal en cabeza de
la persona que deja de actuar (posición de garante).
En síntesis, los neoclásicos sostienen la necesidad de que la omisión sea una figura
independiente del concepto de acción y, que para que se pueda hablar de omisión, debe
existir un deber legal que deja de ser cumplido por parte de quien tiene dicho deber.
Una teoría de la acción alternativa durante dicho período fue la teoría de la acción social,
esbozada por Eberhart Schmidt, según la cual la acción se entiende como “un fenómeno
11
social cuyo efecto va dirigido a la realidad social”
En cuanto a la tipicidad, se descubren los elementos normativos que “sólo a través del
12
contenido valorativo (…) gozan de un sentido” . Igualmente, a través de los elementos
10
Ibídem, p. 36
11
Jescheck, Hans-Heinrich y Weigend, Thomas, Ob. Cit., p. 221
12
Ibídem, p. 221
12
subjetivos del tipo “se hizo inviable la idea de un tipo puramente objetivo determinado sólo
por factores del mundo exterior” 13
13
Ibídem. p. 221
14
Ibídem, p. 221
15
Ibídem, p. 222
16
Ibídem, p. 222
17
Ibídem, p. 222
13
FINALISMO
Las bases metodológicas del finalismo o teoría de la acción final fueron fijadas ya en 1930
por Hans Welzel, quien “quiso convertir (…) la esencia real de la acción humana en el
18
concepto central de la teoría del delito (planteamiento ontológico)” . Posteriormente este
autor desarrollará una de las teorías del delito contemporáneas más incluyentes.
18
Ibídem, p. 225
14
Así pues, y según el concepto finalista de acción “la persona puede dominar el suceso
dentro de ciertos límites y, de este modo, dirigir su comportamiento a la completa
consecución del fin. La dirección final de la acción se ejecuta con la anticipación espiritual
del objetivo la elección de los medios de acción necesarios y la realización de la acción en
21
el mundo real” . Este es el presupuesto de la teoría de la acción final, que es la piedra
angular de esta teoría del delito, según la cual la acción es ejercicio de actividad final.
19
Santiago Mir P uig, Introducción a las bases del derecho penal. Concepto y método. 2da edición., Montevideo-Buenos
Aires: B de F, 2003., 176, 239
20
Jescheck, Hans-Heinrich y Weigend, Thomas, Ob. Cit. p. 226.
21
Ibídem, pp. 226 - 227
15
acción típica, debía ser parte del tipo toda vez que la función del último consistía en
“caracterizar la acción en todos sus elementos esenciales para la punibilidad” 22.
Sin embargo, es muy importante tener presente que el concepto de dolo del finalismo es
diferente al del causalismo, pues un dolo natural, neutro o avalorado, que no comprende el
conocimiento de la antijuridicidad, el cual se conserva como elemento de la culpabilidad.
Los elementos del dolo del finalismo son entonces exclusivamente el conocimiento de los
hechos y la voluntad de realizarlos.
Lo anterior tiene también efectos en materia de error, pues el error de tipo, que excluye el
conocimiento de los hechos y, por ende, el dolo, pasa a ser ahora una causal de atipicidad.
No obstante, al igual que ocurría en el esquema causalista, se debe distinguir entre el error
de tipo invencible y el error de tipo vencible. El primero de ellos excluye absolutamente la
tipicidad y, por lo tanto, la responsabilidad penal. En cambio, el segundo de ellos, como
quiera que supone una falta de diligencia o imprudencia, excluye el dolo, pero deja intacta
la culpa o imprudencia.
En materia de antijuridicidad, como quiera que el dolo pasa a ser el eje del injusto típico,
deja de ser preponderantemente objetiva, para pasar a ser preponderantemente subjetiva,
fundada esencialmente en el desvalor de acción. Dicho injusto típico, que tiene como eje el
desvalor de acción, es conocido como injusto personal.
22
Ibídem, p. 227
16
No obstante, al “trasladarse” el estudio del dolo y de la culpa al tipo penal, los elementos de
la culpabilidad se modifican bastante, quedando limitados a: a) La imputabilidad; b) La
conciencia (potencial) de antijuridicidad; y c) La exigibilidad de otra conducta.
23
Ibídem, p. 227
24
Nódier Agudelo, Ob. Cit., p. 93
25
Ibídem, p.
17
repárese bien: se habla de conciencia actual o potencial. Desde luego, el reproche será
mayor o menor en uno u otro caso” 26.
También en materia de error de prohibición se debe distinguir entre error invencible y error
vencible. De esta forma, sólo en el caso de error de prohibición invencible “debía decaer
completamente el reproche culpabilístico, pues de lo contrario éste seguiría existiendo
28
aunque de modo atenuado” .
26
Ibídem, p. 94
27
Jescheck, Hans-Heinrich y Weigend, Thomas, Ob. Cit, p. 227
28
Ibídem, p. 227
18
El concepto finalista del delito fue ultimado por Armin Kaufmann “a través de la
fundamentación de una nueva teoría del delito omisivo que, (…) fue entendido (…) como
tercera forma de manifestación del hecho punible que poseía una estructura autónoma de
sus elementos. La omisión es para los finalistas una forma especial del delito que ni
siquiera es abarcada por el concepto final de acción, y que sólo a través de la conversión del
pensamiento sistemático desarrollado para el delito de comisión puede ser entendida en
30
todos sus aspectos” .
El mayor aporte de Armin Kaufmann consistió en elaborar una nueva teoría del
fundamento de la posición de garante. La doctrina tradicional se adscribía en esta materia a
la teoría formal del deber jurídico, según la cual lo decisivo para la configuración de la
posición de garante era la fuente de la misma: la ley, el contrato o la ingerencia (o
comportamiento precedente antijurídico). Kaufmann se opone a ello, elaborando la teoría
material de las funciones, según la cual lo decisivo no es la fuente de la posición de garante,
sino su fundamento, que puede ser de dos clases: a) el deber de proteger un bien jurídico; o
b) el deber de controlar una fuente de peligro.
29
Nódier Agudelo, Ob. Cit., p. 98
30
Jescheck, Hans-Heinrich y Weigend, Thomas, Ob. Cit, p. 228
19
Hechas estas importantes aclaraciones previas que le permitirán al lector ubicarse mejor, se
pasará a continuación a plantear los casos y a esbozar una solución alternativa para los
mismos.
20
CASO 1
Sentencia: Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal Rad. 09. Sentencia de
febrero 3 de 1994.M .P.: Dídimo Páez Velandia.
HECHOS
- El honorable juez, dr. Rigoberto Rueda, trabajaba como cualquier día en su despacho en
compañía de su recién nombrado secretario, el sr. Doroteo Buenaparte, cuando llegó a su
conocimiento un caso muy interesante. El caso versaba sobre los señores Valbuena y
Collazos, y su abogado el doctor Calamar por los delitos de falsedad por ocultación, falso
testimonio y fraude procesal.
- El apoderado de la señora Luz Clarita Blanco, quien se constituyó como parte civil,
solicitó una medida de aseguramiento contra los señores Calamar, Valbuena y Collazos,
a la vez que el embargo de los bienes de los procesados en cuestión. Sin embargo, el juez
no dio trámite a esta última solicitud debido a que no se denunciaron bienes de propiedad
de los procesados.
- El juez Rigoberto decidió llamar a indagatoria al abogado Calamar, a quien se le resolvió
su situación jurídica. Dos días después, de forma muy diligente, el apoderado de la parte
civil fue al juzgado del dr. Rigoberto “a ver como iba la vaina” y patinar sus otros
casitos. Para su sorpresa, no había sido notificado del auto por medio del cual se le
resolvía la situación jurídica al abogado Calamar. Como no entendía la razón de este
exabrupto, decidió interrogar al secretario, quien le respondió: “hermano, no se preocupe
que los términos están suspendidos por una semana”. El apoderado de la sra. Luz Clarita
se fue entonces muy tranquilo a tomar tinto. M omentos después, llegó al despacho el
abogado de los acusados y radicó una solicitud de revocatoria de la medida de
aseguramiento que había pedido la parte civil, diligencia que muy comedidamente
tramitó el juez Rigoberto.
21
- También se practicó un dictamen pericial, del cual se concluyó que en efecto los estados
habían sido alterados por Doroteo.
PROBLEMAS JURÍDICOS
En el presente caso la Corte encontró que los hechos probados eran muy distintos a los que
alegaban los procesados Rigoberto y Doroteo, de manera que, según los hechos que el Alto
Tribunal encuentra demostrados, no se configuraría ninguna eximente de responsabilidad
penal. Sin embargo, vale la pena hacer el ejercicio mental de determinar cuál habría sido la
solución al caso en caso tal de ser ciertas las explicaciones que dieron los sindicados, es
decir, que el juez se encontraba encargado de otro despacho y que el secretario quedó, por
consiguiente, encargado del juzgado, sin tener los conocimientos necesarios para
desempeñar esta labor. En otras palabras, vale la pena preguntarnos cuál sería la solución
del caso de haber incurrido el secretario Doroteo en un error en el momento de falsificar los
estados y no darle a trámite a la recusación.
24
FINALIS MO:
Como venimos diciendo, el problema central del caso en estudio se relaciona con el
comportamiento del secretario Doroteo. Otra vez, sin embargo, en sede del finalismo, la
pregunta será ¿cuál sería el efecto jurídico en caso de creerle al juez Rigoberto sus
exculpaciones?
conocimientos para hacerlo y, por lo tanto, realizó estos comportamientos bajo error, es
posible afirmar que el secretario se encuentra incurso de un error de prohibición.
Procede ahora determinar si se trataba de un error vencible del que con un poco de
prudencia hubiera podido salir, o si por el contrario era un error invencible. Teniendo en
cuenta las condiciones particulares del caso, podemos afirmar que se trata de un error
vencible cuya consecuencia innegable sería la responsabilidad penal del sr. Doroteo por
delito doloso pero con punibilidad atenuada.
CASO 2
Sentencia: Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal. Rad. 10437. Sentencia de
octubre 11 de 1995. M . P.: Dr. Ricardo Calvete Rangel.
HECHOS
- Nuestro querido juez promiscuo municipal, sin mayor tardanza, dispuso abrir indagatoria
preliminar y ordenó librar orden de captura en contra del sr. Valderrama, quien horas
después, fue capturado mientras se tomaba unas cervezas en el tejo “La golosa”.
- Una vez llevado a las instalaciones del juz gado, fue oído en versión libre, y al siguiente
día, con la mayor presteza, el Sr. Frenesí Lengüeta le definió la situación jurídica al sr.
Valderrama y decidió, de la misma forma en la que lo había hecho siempre en todos los
procesos tramitados en el despacho judicial, que por lo complicado del asunto, era
necesario imponerle al sr. Valderrama “una medida de aseguramiento de detención
preventiva por el delito de acceso carnal violento en menor de catorce años”. Tanto el
personero como el defensor del acusado, estuvieron presentes en dichos trámites.
- El referido funcionario judicial envió la actuación al Juzgado Noveno de Instrucción
Criminal por razón de competencia, quien abrió la correspondiente investigación. Dicho
despacho, consideró “inexistente el auto de detención proferido por el despacho del juez
Frenesí Lengüeta”, sin embargo, mantuvo al sr. Valderrama bajo detención.
- El apoderado del Sr. Valderrama, quien había apostado una gran suma de dinero al
torneo de tejo local que se realizaría el próximo mes, y con el afán de sacar a su
defendido de la cárcel, solicitó la nulidad de la medida de detención irregular. Sin
embargo, el Juzgado Noveno de Instrucción Criminal decidió no revocar tal decisión
pues consideró que no había nuevas pruebas que la desvirtuaran. El apoderado entonces
pensó: “esa platica, se perdió”.
- Exactamente un año después, y ante los hechos ocurridos, el Tribunal Superior del
Distrito Judicial ordenó “compulsar copias para que se investigue la conducta en la que
pudo incurrir el dr. Frenesí Lengüeta”. De hecho, el 6 de agosto de 1992, se le abrió
investigación penal por el presunto delito de prevaricato por acción, y en abril del 93, se
dictó medida de aseguramiento contra dicho funcionario judicial.
- El sr. Frenesí Lengüeta, quien no entiende lo que sucede, afirma que “en todos los
procesos que tramitó siguió el mismo procedimiento con el convencimiento de que lo
hacía correctamente y sin que ningún defensor o personero, presentes en dichos trámites,
lo hicieran caer en cuenta de su error”. El procurador, al oír las palabras del sr. Frenesí,
27
decide que hubo una causal de inculpabilidad (artículo 40, numeral 4 C. P.), sin embargo,
la Fiscalía dice que esa causal no procede.
• El Tribunal considera que el dr. Eutimio Frenesí Lengüeta actuó de buena fe, creyendo
con la convicción errada e invencible de que actuaba de forma correcta. La actuación
cuestionada es fruto de la ignorancia, razón por la cual no se configura el delito de
prevaricato.
• A igual conclusión se llega respecto del delito de privación ilegal de la libertad, respecto
del cual, el Tribunal afirma que “el dolo es la única forma de realización de este hecho
punible, y se traduce en la conciencia de estar privado ilegalmente de la libertad a
alguien y en querer ese acto como expresión del abuso de la función, y tal actitud (…) no
aparece manifestada”.
• El Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cartagena, por medio de la sentencia del 16
de febrero de 1995 absolvió al ex juez promiscuo municipal, el dr. Eutimio Frenesí
Lengüeta de los delitos de prevaricato y privación ilegal de la libertad.
28
• La falta de experiencia judicial del funcionario fue la razón por la que desconoció las
normas procesales.
• Hizo muy bien el Tribunal al calificarlo como invencible y excluyente de culpabilidad al
tenor de lo previsto en el numeral 4º del artículo 40 del Código Penal.
El problema dogmático que supone el caso es en relación con el comportamiento del juez
Lengüeta. De esta manera, y considerando que el juez le impuso al sr. Valderrama una
medida de aseguramiento de detención preventiva sin que tuviera la facultad para hacerlo,
tenemos que el sr. Lengüeta incurrió en una conducta tipificada en la ley como delito de
prevaricato por acción. No obstante, y con el fin de determinar su responsabilidad penal, es
necesario emprender un análisis de la culpabilidad. En este estadio es donde se entra al
análisis subjetivo. De esta manera, y de conformidad con los hechos, el señor Lengüeta sí
incurrió en un error de prohibición invencible.
Por un lado, se trata de error de prohibición toda vez que el ex juez, actuó con conciencia
de lo que estaba haciendo pero sin saber que su conducta era penalizada por la ley. Por otro
lado, se trata de un error invencible ya que aunque era un juez de la república, ya había
actuado antes de la forma en que aquí se le denuncia sin que nunca antes nadie, ni el
procurador que también se encontraba presente y quien era la única persona que estaba en
la capacidad de haberlo hecho caer en cuenta de su actuar ilegal, ni ninguna otra persona
del pueblo, lo hiciera caer en cuenta de que estaba obrando en contra de la ley.
FINALIS MO:
Entrando al análisis de la misma situación desde una teoría finalista, tenemos que el punto
central recae también sobre los efectos que la configuración de un error de prohibición de
carácter invencible tiene sobre la responsabilidad penal del juez Lengüeta.
Por un lado, tenemos que en efecto se configura el error de prohibición que excluye la
culpabilidad. En efecto, al entrar a analizar la conciencia de la antijuridicidad de la
conducta que se le imputa al juez, tenemos que este aspecto no se predica de su actuar y
que por esta razón, está inmerso en un error de prohibición.
Respecto del carácter de vencible o no del error, debe considerarse que realmente el sr.
Lengüeta no estaba en la posibilidad de salir del error con cierta prudencia. De hecho, y
como lo afirma el mismo juez, él estaba convencido de que su actuar era acorde a la ley por
un lado, y que tan era así que había actuado de la misma manera en diferentes ocasiones del
pasado. Por otro lado, tenemos que ni el procurador ni ningún abogado que sirvió de
defensor en su despacho y frente a los cuales actúo de manera similar, lo hizo caer en la
cuenta del error que cometía. De esta manera, se tiene que el sr. Lengüeta, aún actuando
con la prudencia debida, incurrió en un error de prohibición y que por tal se trata de un
error invencible eximente de responsabilidad.
CASO 3
Sentencia: Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal. Rad. 6527. Sentencia de
agosto 4 de 1992. M . P.: Dr. Dídimo Páez Velandia.
HECHOS
- La sra. M agdalena Rebolledo Palacios, una mujer de origen muy humilde, vivía de lo
que le daba arrendar los cuartos de la casa que heredó de su fallecida tía abuela. Uno de
sus inquilinos era el sr. M orticio Alberto Ramírez Pataquiva, a quien le había ‘echado el
ojo’, porque era un comerciante de mucha importancia en la plaza de la ciudad. El sr.
M orticio A. Ramírez, tenía un granero que surtía en su mayoría con productos
comprados a la empresa “M ás barato por docena Distribuciones”, propiedad del sr. Pedro
Barriga Rentería.
- Un día, un mensajero de la empresa “M ás barato por docena Distribuciones”, llevó un
pedido para el sr. Ramírez Pataquiva, a la casa de la sra. M agdalena Rebolledo Palacios,
quien, en ausencia de su inquilino, vio la oportunidad para ayudar al hombre que la
trasnochaba, y recibió el pedido, firmando la factura en el espacio que decía “quien
recibe”.
- Ese mismo día, en horas de la tarde, hubo un desfile de toros en la plaza donde el sr.
Ramírez Pataquiva tenía su granero. No obstante, y por alguna razón que aún no se
conoce, los toros se asustaron y comenzaron a correr por toda la plaza destruyendo
locales, entre ellos el granero del sr. M orticio Alberto quien, como consecuencia de los
daños causados por los animales, terminó con severos problemas económicos.
- Como el sr. Ramírez Pataquiva no pudo pagarle al sr. Barriga Rentería lo que le debía
por la mercancía recibida por la sra. Rebolledo Palacios, el último negoció la factura y se
la vendió al sr. Laureano Triana Perilla, quien, a sabiendas de la mala situación de don
M orticio, y después de oír el consejo de un abogado amigo, no tuvo reparo en escribir
sobre dicho documento a máquina, “y M agdalena Rebolledo Palacios, Casa 8 Av la
esperanza”, para proceder a presentar demanda ejecutiva contra ella.
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PROBLEMAS JURÍDICOS
La Corte, no aborda con profundidad suficiente el tema del error, sin embargo, y aunque
decide no casar el fallo impugnado por falta de técnica casacional, es prudente resaltar los
siguientes argumentos que aunque de forma tangencial, tocan el tema en consideración:
En el presente caso la Corte encontró que los hechos probados eran muy distintos a los que
alegaba el procesado Laureano Triana Perilla, de manera que, según los hechos que el Alto
Tribunal encuentra demostrados, no se configuraría ninguna eximente de responsabilidad
penal. Sin embargo, vale la pena hacer el ejercicio mental de determinar cuál habría sido la
solución al caso en la situación tal de ser ciertas las explicaciones que dio el sr. Triana
Perilla, es decir, que en el momento de escribir a máquina sobre la factura que le había
comprado al sr. Barriga: “y M agdalena Rebolledo Palacios, Casa 8 Av la esperanza”, para
proceder a presentar demanda ejecutiva contra ella, lo hizo de buena fe y sin saber que
dicha acción era punible. En otras palabras, vale la pena preguntarnos cuál sería la solución
del caso de haber incurrido el sr. Laureano en un error en el momento de falsificar la
34
factura que compró del sr. Barriga y adelantó los trámites necesarios para dar inicio a un
proceso ejecutivo.
Para comenzar el análisis a la luz de la teoría causalista del delito, y considerando que en
efecto el sr. Laureano no tenía conocimiento alguno de que su proceder era contrario al
ordenamiento jurídico, tenemos que se ve inmerso en un error de prohibición. De esta
manera, y aunque el sr. Laureano era conciente de que estaba escribiendo como responsable
del pago sobre una factura el nombre y la dirección de la sra. M agdalena, no lo era sobre la
antijuridicidad de esta acción.
Ahora, y para determinar que clase de error de prohibición se configuró, debe tenerse en
cuenta que tal y como el sr. Laureano lo manifestó, antes de proceder de esa manera,
consultó con un abogado amigo y por lo visto, éste no le advirtió de lo ilegal de la acción.
Sin embargo, y si bien hasta este momento podría decirse que se trata de un error de
prohibición invencible que lo eximiría de toda responsabilidad penal, debe tenerse en
consideración que el sr. Laureano no era un profano en el conocimiento de las leyes que
con frecuencia pedía el consejo de sus amigos los abogados litigantes, de tal manera que
aunque hubiese creído erradamente en la ilicitud de su comportamiento, tal error no era
invencible pues le habría bastado consultar la ley o a sus consejeros, para salir del
pretendido error.
FINALIS MO:
Otra vez, y para tener más claridad respecto de la clase de error que se configura, se
recuerda que el análisis de la tipicidad incluye para el finalismo un análisis subjetivo de un
dolo avalorado en lo referente al conocimiento de los hechos que podría tener el aquí
imputado, y que demarca precisamente la posibilidad de predicar un error de tipo. Al
respecto debe decirse que dicho error no se configura y que el sr. Triana Perilla tenía un
claro conocimiento de la actuación que estaba realizando tal y como se acaba de exponer.
CASO 4
Sentencia: Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal. Rad. 12772. Sentencia de
abril 27 de 2000. M . P.: Dr. Jorge Aníbal Gómez Gallego.
36
HECHOS
hecho por falso juicio de existencia’. Añade que el Tribunal no tuvo en cuenta este
dictamen y prevaleció una apreciación personal del juez.
- El procesado insiste en que estuvo convencido de no haber cometido ningún delito toda
vez que la ofendida le manifestó que tenía 15 años de edad, y además la apariencia de la
víctima daban la impresión de que se trataba de una mujer con ‘experiencia en esta clase
de relaciones’
- Afirma el actor que el Tribunal incurrió en falso juicio de identidad al tributarle
credibilidad a todo lo dicho por la madre de la menor, respecto de que ella le había
manifestado la edad de la niña. Igualmente, incurre el Tribunal en la misma falsedad por
la valoración de los testimonios aportados al proceso, los cuales permitían demostrar con
fundamento en las conductas ‘agitadas y desenvueltas’ de la ofendida en materia
amorosa, que ‘se trataba de una persona con la madurez psicológica propia de un adulto’.
La Corte Suprema de Justicia decidió no casar la sentencia del Tribunal por falta de técnica
casacional. En últimas, y aunque en la sentencia no se tocó el problema jurídico de fondo o
al menos se hizo sólo de manera muy superficial, vale la pena resaltar un argumento
esgrimido por el Alto Tribunal:
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• Respecto del error de tipo alegado, afirma la Corte: “Si se trata de establecer la
posibilidad del error de tipo en la apreciación del procesado, debe partirse de una
confrontación llana entre la edad real de la víctima a la fecha de los hechos (menor de 14
años), que se conoce por medio de la copia del registro civil de nacimiento, y la pura
apariencia externa de sus rasgos físicos en la esfera del profano y no del científico (…).
Una cosa es la edad revelada por los signos y exámenes clínicos que sólo maneja el
médico forense, y otra puede ser la edad aparente que se ensaya o piensa de acuerdo con
rasgos físicos accesibles a cualquier observador lego”
Como primera medida, debe precisarse que para el causalismo el error de tipo también se
considera dentro del ámbito de la culpabilidad y se configura sobre la conciencia de los
hechos. Así, y creyéndole al sr. Fernández Fernández sobre su desconocimiento absoluto
respecto de la edad de Lady, si es posible afirmar que el aquí imputado se ve incurso dentro
de un error de tipo, toda vez que sencillamente no sabía que era lo que estaba haciendo.
Debe recordarse que la madre de Lady, a la hora de acordar con el sr. Fernández para que
su hija le arreglara el apartamento del último, le manifestó la edad de la menor. No
obstante, y creyendo lo manifestado por el sr. Fernández de que Lady le había afirmado que
tenía 15 años, que aparentaba físicamente más edad y que además se comportaba como una
mujer versada sobre las conductas sexuales, incluso así, no podría afirmarse que se trata de
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un error invencible, toda vez que el sr. Fernández podía, con cierta prudencia, averiguar la
edad real de la menor.
FINALIS MO:
Al emprender el mismo análisis a la luz de la teoría finalista del delito, tenemos que el
estudio del error de tipo, en el que está inmerso el sr. Fernández Fernández, se realiza en el
momento de analizar la tipicidad. De esta manera, y creyendo las afirmaciones del aquí
imputado, tenemos que el sr. Fernández no tenía conocimiento sobre los hechos y por tal
hay lugar al error de tipo que se predica.
CASO 5
Sentencia: Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal. Rad. 22941. Sentencia de
abril 20 de 2006. M . P.: Dr. Álvaro Orlando Pérez Pinzón.
HECHOS
- En el mes de diciembre, el sr. Gonzáles Pinto, padre de dos niñas, Sofía de 8 años y
Tatiana de 2, y esposo de la sra. Natalia Agudelo, decidió sorprender a su familia con
unas vacaciones en el condominio “Playa Blanca” en Santa M arta.
- Una mañana, el sr. Gonzáles Pinto se dirigió en compañía de su hija Tatiana a la
recepción del condominio para averiguar por los precios de las motos acuáticas. M ientras
la señorita de la recepción le daba la información respectiva, el sr. Gonzáles se percató
de la desaparición de su hija menor y empezó a gritar como loco.
- Después de buscar por todos lados, y para pesar de todos, fue encontrado el cuerpo sin
vida de la menor en el fondo del tanque de almacenamiento de agua, cuya tapa, por orden
de la administradora, la Sra. Liliana Concha y Toro, era quitada diariamente para medir
el nivel del líquido. De todas formas, y como lo acostumbraba hacer también todos los
días, la sra. Concha y Toro había dispuesto obstaculizar el paso con un escritorio y una
silla.
- Ante la trágica muerte de la menor, y con ayuda de los padres de Tatiana, la Fiscalía
acusó a la sra. Concha y Toro como autora del delito de homicidio culposo, decisión que
fue ratificada por la Fiscalía Delegada ante el Tribunal.
- El juzgado que conoció del caso fallo absolviendo a la sra. Liliana argumentando que la
misma no tenía una posición de garante, que no excedió los límites de ries go permitido y
que en últimas no era imputable objetivamente.
- El Sr. Gonzáles, que no entiende lo que pasa, recurre a su despacho para que le de un
concepto al respecto y le explique la decisión proferida por el juzgado debido a que su
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condición de lego no se lo permite. Además, el sr. Gonzáles quien está muy triste por la
pérdida de su pequeña y quiere que alguien pague por su muerte, oyó por ahí, que la
decisión se puede impugnar.
seguridad. Esto significa que “el hombre medio debe prever que si bien en la actividad
diaria está sujeto al principio de confianza, determinadas personas pueden obrar en contra
de los reglamentos” como los niños, los incapaces, los ancianos, etc.
• Superación del ries go permitido: “el desconocimiento de las normas sí puede generar
peligros. Pero peligros inherentes a ese desconocimiento, es decir, que la infracción no se
vincula para nada con resultados extraños a lo que suele suceder. Por eso la doctrina
considera, por ejemplo, que "la imputación al tipo objetivo presupone que en el resultado
se haya realizado precisamente el ries go no permitido creado por el autor. Por eso está
excluida la imputación, en primer lugar, si, aunque el autor haya creado un peligro, para
el bien jurídico protegido, el resultado se produce, no como efecto de plasmación de ese
peligro, sino sólo en conexión casual con el mismo" (Claus Roxin. Derecho penal. Parte
general. Tomo I. fundamentos. La estructura de la teoría del delito. M adrid, Civitas,
1997, T: Diego-M anuel Luzón Peña y otros -de la 2a. edición alemana-, página 373)”
Tal y como se ha visto, la Corte afirma que los criterios de imputación objetiva parten de
dos supuestos básicos: el de riesgo permitido y el principio de confianza.
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Por un lado, tenemos que desde un enfoque causalista clásico ni siquiera se ha producido
una acción ya que no hay una alteración externa de la realidad. De esta manera, el análisis
termina en este estadio incluso si la administradora por un lado, o el padre de la menor por
el otro, detentaban una posición de garante respecto del cuidado y supervisión de la menor.
La conclusión entonces a la que ha de llegarse desde esta teoría, sería la de afirmar la
atipicidad por la imposibilidad de entender comprendida a la omisión dentro de la acción
por ser esencialmente contrarias.
De esta manera, y considerando los hechos del caso, tenemos que el comportamiento
desplegado por la sra. Administradora si contraviene una obligación legal que es la de velar
la seguridad de todos los habitantes del complejo de apartamentos, especialmente cuando se
trata de un tanque de agua destapado que constituye un peligro para todos los
copropietarios. Igualmente, debe precisarse que en efecto hubo una violación al deber
objetivo de cuidado en tanto la sra. Liliana no actuó de la manera en la que una persona
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razonable y prudente en su misma situación lo habría hecho. No era suficiente afirmar que
un mueble era una medida de precaución suficiente para avisar a los copropietarios del
complejo de apartamentos que el tanque estaba abierto.
En este orden de ideas, por haber infringido un deber de cuidado, la sra. Concha y Toro si
debe responder legalmente por omisión.
FINALIS MO:
Por último, y desde una teoría finalista, no sólo es necesario considerar la existencia de un
deber legal, también procede emprender un análisis respecto de las situaciones especiales
que requieren especial cuidado. De esta manera, tenemos por un lado la situación de la sra.
Administradora y por el otro la del sr. Gonzáles Pinto.
Respecto de la primera situación, debe afirmarse que la sra. Concha y Toro si detentaba una
posición de garante respecto del funcionamiento del complejo de apartamentos. De hecho,
y como claramente se afirma, la decisión de dejar abierto el tanque provenía de la sra.
Liliana en su calidad como administradora. Así, infringió el deber objetivo de cuidado y
por lo anterior, es responsable penalmente por comisión por omisión.
CASO 6 – Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal. rad. 17028. Sentencia de
marzo 21 de 2001. M . P.: Dr. Jorge Aníbal Gómez Gallego.
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HECHOS
- Llegadas las vacaciones de mitad de año, el señor Libardo García y su esposa la sra.
Catalina Higuera decidieron viajar de M edellín, a Bogotá, para visitar familiares y ver el
arbolito de navidad del parque la 93 que según les han dicho, es muy bonito. Con ese fin,
pidieron un taxi, el era conducido por el sr. Emilio Guzmán.
- En la misma vía, y ese mismo día, el sr. Hernando Hernández, quien conducía un
tractocamión cisterna, viajaba de Bogotá a M edellín, acompañado de su mejor amigo, el
sr. Francisco Yepes.
- A las dos de la tarde, y en una semicurva, el conductor del tractocamión trató de
adelantar por el carril izquierdo, a otro vehículo de la misma naturaleza. Sin embargo, no
alcanzó a culminar con la maniobra, dejando expuesto en el carril izquierdo, el enorme
tanque que remolcaba, contra el cual colisionó el taxi a pesar de los esfuerzos del
conductor de éste para evitarlo. Como consecuencia del choque, el sr. Libardo García
perdió la vida, y tanto su mujer como el conductor del taxi, sufrieron diferentes lesiones
corporales, que les causaron incapacidad absoluta de 180 y 60 días respectivamente.
Todos los cargos fueron surtidos de manera correcta por el Tribunal. Por un lado, señaló
que el procesado Hernández trans gredió el deber objetivo de cuidado establecido en el
artículo 135 del C. N. T. T.: “habrá de reconocerse como creación de un peligro suficiente
la infracción de normas jurídicas que persiguen la evitación de un resultado penalmente
típico”. En últimas, al sujeto lo que se le reprocha es el “haber creado el peligro no
amparado por riesgo permitido y sí abarcado por el fin de protección del tipo”.
Igualmente, y tal y como lo afirmó el Tribunal: “El resultado de una previsión de posibles
peligros basada en la experiencia y en la reflexión indican con su existencia que, con su
infracción, el peligro de un accidente entra dentro del terreno de lo posible”.
Respecto de la maniobra en sí, la Corte, citando al Tribunal, transcribe los postulados del
doctrinante Olano V., afirmando que: “como quiera que la maniobra exige suspender
momentáneamente la aplicación práctica del principio de conservación de la derecha, no
puede remitirse a duda que es una de las maniobras más peligrosas debido al aumento
de velocidad que se le imprime al vehículo sobrepasante.
De igual forma, el artículo 136 del C. N. T. T. prohíbe adelantar a otros vehículos ‘2. En los
tramos de vía en donde exista línea separadora central continua o prohibición de
adelantamiento. 3 En las curvas o pendientes donde exista una visibilidad menor de cien
(100) metros)’.
Como se ve, muchas fueron las imprudencias cometidas imputables al procesado, las
cuales, determinaron de manera directa, exclusiva y predominante, la causación de los
resultados penalmente típicos, tal y como lo afirmó en segunda instancia el Tribunal.
De esta forma, el sr. Hernández es responsable penalmente a título de culpa, no por haber
infringido el deber objetivo de cuidado, sino por la previsibilidad de la colisión con un
carro que se condujese en dirección contraria.
Por otro lado, tenemos que también se configura el nexo de determinación toda vez que la
violación del deber de cuidado que se acaba de explicar, es determinante para la producción
del resultado.
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De esta manera, y como consecuencia de todo lo hasta aquí expuesto, se tiene que el sr.
Hernández, desde una teoría causalista clásica, es responsable por los delitos culposos que
aquí se le imputan.
FINALIS MO:
Respecto de los delitos de imprudencia, como el que aquí se considera, desde una óptica
finalista, el análisis se efectúa, ya no en sede de culpabilidad, sino en el estadio de la
tipicidad.
En el tipo objetivo del delito culposo se entra a estudiar la relación de causalidad al igual
que la infracción al deber objetivo de cuidado. De esta manera, y como se ha mencionado,
existe un nexo de causalidad entre el actuar del sr. Hernández y el resultado de la colisión
que ocasionó los resultados que ya se conocen. Por otro lado, y respecto del segundo
elemento que se debe considerar, el deber objetivo de cuidado, se tiene que fue claramente
infringido por el sr. Hernández al realizar una maniobra que ponía en peligro la vida de las
demás personas que transitaran por la carretera al igual que la suya propia y su copiloto. No
actuó de la misma manera en la que lo hubiera hecho una persona prudente, situación que a
su vez demarca el nexo de determinación entre ese actuar reprochable y la muerte del sr.
Libardo y las lesiones personales en el sr. Emilio y en la sra. Catalina. En otras palabras,
entre la violación del deber de cuidado que se ha demostrado y el resultado producido, se
presenta además, una relación de determinación, es decir, que la violación del deber
objetivo de cuidado es en efecto determinante para la producción del resultado, a saber la
muerte del sr. Libardo y las lesiones personales en el sr. Emilio y la sra. Catalina.
Por otro lado, y respecto del tipo subjetivo, es necesario realizar un análisis de la
previsibilidad de su conducta. En este ámbito, deben tenerse en cuenta tres aspectos. Por un
lado, y de conformidad con el aspecto volitivo, tenemos que el sr. Hernández no buscaba en
ningún momento ocasionar los daños que se generaron con su actuar, sin embargo, sí era
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posible para el imputado conocer la amenaza que la conducta representaba para los bienes
jurídicos y de prever el resultado de acuerdo con ese conocimiento.
De esta forma, sí es posible afirmar que los resultados de su acción eran totalmente
previsibles y que como consecuencia de todo lo dicho hasta aquí, es responsable
penalmente por el delito culposo.
HECHOS
El cargo “se estructura sobre la base de que el tribunal, no obstante reconoce que el
procesado tenía el derecho de prelación sobre la vía, y que la señal de ‘PARE’ ubicada
sobre la carrera fue desconocida por el taxista, concluyó que el hecho le era imputable y,
por tanto, que era responsable, por haber violado el deber de cuidado que le era exigible,
desconociendo de esta manera, que su conducta se ubicaba dentro de los límites del riesgo
permitido, por tener el derecho de prelación en virtud de los reglamentos de tránsito, y estar
amparado por el principio de confianza.
No es cierto que los juzgadores no hayan considerado los límites del deber de cuidado,
frente al principio de confianza “lo hacen sin la afectación del lenguaje que emplea la
fundamentación del injusto en la teoría de la imputación objetiva, pero si es analizado el
contenido de sus argumentaciones”. La versión de uno de los ocupantes del taxi lesionados,
confirman que “mientras algunos vehículos fueron prudentes al llegar al citado cruce de
vías, el Sr. Abadón Quijote impetuosamente pretendió cruzar la carrera 32, y, por ende, no
se preocupó de verificar la causa por la cual quienes lo antecedían se habían detenido ni por
examinar visualmente la carrera 32, antes de tratar de atravesarla”. En últimas, el derecho
de prelación que le otorgaban las normas jurídicas al procesado, dejó de tener vigencia en
virtud de la actitud que asumieron los demás conductores.
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Como primera medida, puede afirmarse que el sr. M oncayo conducía irrespetando las
normas de tránsito. De hecho hizo caso omiso a la señal del PARE y por esa razón
colisionó con el colectivo conducido por el sr. Abadón Quijote. Respecto de lo anterior, se
tiene que no era previsible para el conductor del colectivo que alguien fuera a omitir las
señales de tránsito, y confiado en que llevaba la vía, prosiguió su andar terminando en una
colisión. Como se sabe, en el causalismo clásico no se conocía el elemento normativo de la
infracción al deber objetivo de cuidado, por esta razón, y considerando que no puede
declararse la responsabilidad penal del sr. Abadón Quijote por una situación que no era
previsible, debe afirmarse que no se configura un delito imprudente.
Teniendo como fundamento que en este escenario sí cabe considerar la infracción al deber
objetivo de cuidado al igual que la previsibilidad, debe comenzarse el análisis tratando de
establecer si hubo una infracción a dicho deber.
Como primera medida, tenemos que el sr. Abadón conducía por una calle y tenía prelación
sobre el cruce; además, puede afirmarse que el sr. M oncayo, quien transitaba por la carrera,
conducía irrespetando las normas de tránsito. De hecho hizo caso omiso a la señal del
PARE y por esa razón colisionó con el colectivo conducido por el sr. Abadón Quijote.
Respecto de lo anterior, se tiene que no era previsible para el conductor del colectivo que
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alguien fuera a omitir las señales de tránsito, y confiado en que llevaba la vía, prosiguió su
andar terminando en una colisión.
En segundo lugar, y en sede de culpabilidad, es necesario analizar si el sr. Abadón infringió
el deber objetivo de cuidado, para lo cual debe precisarse que el sr. Abadón sí actuó de la
misma manera en la que un hombre prudente y razonable lo hubiera hecho en sus mismas
circunstancias. Tan es así, que ante la prelación en la vía, era de esperarse que el sr. Abadón
no disminuyese la marcha y no era previsible que otro vehículo que sí debía detenerse en
virtud de una señal de tránsito que lo obligaba a hacerlo, no lo hiciera. De esta manera,
tenemos que el sr. Abadón no infringió el deber de cuidado.
Por último, debe estudiarse el nexo de determinación. Al respecto basta decir que como no
se configura una violación al deber de cuidado, no hay por ende, ninguna relación de
determinación con el resultado de la colisión. De esta manera, tenemos que desde una teoría
causalista neoclásica, el sr. Abadón no es responsable penalmente por un delito de
imprudencia.
FINALIS MO:
Desde la plataforma finalista, se tiene que desde una óptica del tipo objetivo, procede el
análisis de la violación al deber de cuidado. Así, y como se ha establecido, el sr. Abadón
actúo de la manera en la que un hombre razonable y prudente lo habría hecho al continuar
con el recorrido de su vehículo en un cruce en el que él tenía prelación. Así, y también
desde la óptica del tipo objetiva, se tiene que tampoco se configura el nexo de
determinación, toda vez que primero, no se presenta ninguna violación al deber de cuidado
y por ende, no hay relación de determinación con el resultado.
Ahora, respecto de los elementos del tipo subjetivos, procede emprender el análisis de la
previsibilidad del resultado. De esta manera, tenemos que el resultado no era previsible,
toda vez que no era posible para el sr. Abadón, suponer que con su comportamiento acorde
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a las normas de tránsito y en virtud de la prelación sobre la vía que tenía, podía causar una
colisión. De hecho, la posibilidad de conocer la amenaza que la conducta representa para
los bienes jurídicos y de prever el resultado de acuerdo con ese conocimiento no se
configura en el presente caso.
CASO 8 – Sentencia: Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal. Rad. 14389.
Sentencia de noviembre 13 de 2001. M . P.: Dr. Jorge Córdoba Poveda.
HECHOS
“No es cierto, como lo afirma el casacionista, que los falladores hayan interpretado
erróneamente el artículo 21 del Código Penal, en el sentido de que hayan entendido que no
exigía la relación causal concreta entre la acción del agente y el resultado antijurídico,
bastando la violación de la norma administrativa, esto es, el desvalor de acto para darla por
establecida, sino que, por el contrario, en las dos sentencias, que forman una unidad
inescindible, se estimó necesario el nexo causal material entre la conducta del agente y el
resultado para la configuración del punible, ya que teniendo en cuenta la manera como
ocurrieron los hechos y, particularmente, el estado de alicoramiento del procesado y que no
respetó la prelación de la vía, coligieron que este comportamiento, a la vez negligente e
imprudente, fue la causa física determinante del insuceso, habiendo, además descartado la
culpa de la víctima y el caso fortuito”
Comenzando el análisis respecto del tipo, encontramos que la acción desplegada por el sr.
Lombana produce causalmente el resultado que es la muerte del sr. Alfonso y las lesiones
del sr. Díaz.
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Como se ha dicho, en este estadio de la teoría del delito aún no se conocen los elementos
normativos de la infracción al deber objetivo de cuidado, aspecto que a decir verdad
resultaba muy criticable. Sin embargo, y en sede de previsibilidad, tenemos que los
resultados ocasionados por la conducta desplegada por el sr. Ignacio eran totalmente
previsibles y era posible para dicho sr. conocer la amenaza que su conducta ofrecía.
Por lo anterior, se tiene que el sr. Ignacio Lombana es responsable penalmente por el delito
culposo de homicidio y lesiones personales también culposas.
El punto central que debe ser analizado frente a esta teoría del delito, al igual que ocurre en
el causalismo clásico, es el de la culpabilidad. Como se ha mencionado, el neocausalismo
clásico reconoce además de la previsibilidad de la conducta, la infracción al deber objetivo
de cuidado como elemento de la culpa. Según lo anterior, y habiendo establecido que sí era
previsible para el sr. Lombana deducir que no respetar una señal de PARE en un cruce con
una carretera principal podía ocasionar resultados nefastos tal y como fue el caso, es
procedente continuar el análisis respecto del deber de cuidado. Se tiene que hay una
violación al deber de cuidado toda vez que cualquier persona prudente y razonable que se
encontrara en la misma situación del sr. Lombana, hubiera detenido su vehículo en el cruce
con una carretera principal, aún más si había una señal de tránsito que lo ordenaba como es
el caso. De esta manera, como el sr. Lombana no obra acorde con tales exigencias, realiza
una infracción al deber objetivo de cuidado.
Igualmente, puede también afirmarse que hay una relación de determinación entre la
violación al deber de cuidado que se acaba de demostrar y los resultados de la acción. Por
todo anterior, es claro que el sr. Ignacio es responsable penalmente por los delitos culposos
que se le imputan.
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FINALIS MO:
Por lo anterior, se puede concluir que el sr. Lombana es responsable por los delitos de
homicidio culposo y lesiones personales culposas como consecuencia de su actuar
imprudente, que supuso una violación al deber objetivo de cuidado que le era exigible.
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Llegar a la concepción del delito como una acción típica, antijurídica y culpable ha sido el
producto de un proceso largo. En la actualidad, “Se habla de comportamiento típico cuando
una acción y omisión encaja en una descripción legal, de antijuridicidad cuando el
comportamiento contraviene el ordenamiento legal lesionando o poniendo en peligro, sin
justa causa, un interés jurídicamente tutelado; culpabilidad cuando al sujeto se le puede
hacer un juicio de reproche por su comportamiento material y psicológico que lesionó el
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mencionado bien jurídico”
En la teoría del delito moderna hay consenso en que estos cuatro elementos (acción,
tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad) conforman el concepto de delito. Sin enbargo, los
debates giran en torno al contenido de estas categorías. En es orden de ideas, se han
perfilado los tres esquemas del delito que aquí hemos abordado: 1) Esquema causalista
clásico; 2) Esquema causalista neoclásico; y 3) Esquema finalista.
Lo que este banco de casos demuestra, es que las diferencias fundamentales de estas teorías
pueden ser apreciadas en la práctica. Cada una de las escuelas se erige sobre las críticas que
se le plantean a la anterior; falencias que son apreciables si se entra a considerar una misma
situación desde cada uno de los tres panoramas teóricos, tal y como se trató de hacer en el
presente escrito.
La omisión y los delitos imprudentes parecen ser los aspectos más disímiles entre las tres
escuelas. No obstante, también fue posible apreciar gracias al presente estudio, que el
análisis de los errores, tanto de tipo como de prohibición, procede en categorías del delito
distintas entre una y otra escuela, produciendo, además, resultados distintos en algunos
casos (los de error de prohibición vencible) y trasformándose la argumentación que lleva a
una determinada conclusión en casi todos ellos.
31
Nódier Agudelo, Ob. Cit. pp. 17 -18
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Debe decirse que aunque hoy en día la teoría del delito ha tenido un desarrollo aún mayor,
la importancia de las tres teorías del delito que se tuvieron en consideración en el presente
documento no pueden desconocerse ya que presentaron las bases y permitieron el avance
que hoy en día se predica desde distintos enfoques.
BIBLIOGRAFÍA