Derechos Humanos
Derechos Humanos
Derechos Humanos
CONSTITUCIONAL
Una teoría de los derechos humanos
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS
Serie Doctrina Jurídica, Núm. 917
COORDINACIÓN EDITORIAL
ISBN 978-607-30-4391-5
CONTENIDO
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . VII
Hugo S. Ramírez García
José María Soberanes Díez
INTRODUCCIÓN
VII
VIII INTRODUCCIÓN
Pedro Pallares-Yabur*
1. Persona
2 PEDRO PALLARES-YABUR
daban sus últimos retoques al documento. Por naturaleza fue eliminada del
borrador mas se mantuvo la palabra nacen en el artículo 1o. Durante el de-
bate, el delegado chino P. C. Chang y el libanés Karim Azkoul enviaron una
propuesta para eliminar las palabras nacen y por naturaleza del artículo 1o. por
un término más sintético son.5 Explicaron que de esa forma se describiría
con más nitidez la existencia de algo real, una subsistencia trascendente a la
razón —es decir, algo que no se origina sólo dentro de ella—. Al libanés le
preocupó la palabra nacen y se entendiera que en el origen de los derechos
humanos éstos nacen de una decisión del Estado o una gentileza sociocultu-
ral. Algo así haría perder esa igualdad originaria e inherencia a todos los
miembros de la familia humana.6 A Chang le parecía que si se dejaba sólo la
expresión son, se afirmaría con más claridad el carácter inherente y univer-
sal de los derechos humanos.7 Estas conclusiones contrastan con otra pro-
puesta para suprimir la palabra nacen por parte del delegado soviético Alexei
Pavlov. En efecto, este diplomático describió cómo en la práctica cuando los
seres humanos nacen son desiguales: unos sanos, otros enfermos; unos ricos,
otros pobres; unos de una cultura, otros de otra tradición. Sólo cuando se
nacía ante la ley, hombres y mujeres se igualan:
5
A/C.3/235 y A/C.3/226.
6
A/C.3/SR.96, p. 97.
7
A/C.3/SR.98, p. 114.
8
Ibidem, p. 110.
9
Ibidem, p. 113.
4 PEDRO PALLARES-YABUR
10
Ibidem, p. 111.
11
A/C.3/SR.99, p. 121.
12
Ibidem, p. 124.
13
Morsink, Johannes, The Universal Declaration of Human Rights: Origins, Drafting, and Intent,
Philadelphia, University of Pennsylvania Press, 1999, p. 292.
14
Suprema Corte de Justicia de la Nación, Amparo en Revisión 1049/2015, Segunda
Sala, 22 de febrero del 2017, párr. 393.
de los derechos privativos del ser humano, como ocurre con la dignidad
humana”.15
Por su parte, la Corte IDH recuerda que en los trabajos preparatorios
del Pacto de San José se utilizaron como sinónimos los términos persona y ser
humano, “sin intención de hacer una diferencia entre estas dos expresiones”.16
En esta línea sólo se considera la titularidad de aquellas personas jurídicas
reconocidas así por la Convención, como los sindicatos, o por vía jurispru-
dencial a las comunidades indígenas. Cuando un Estado por sus acciones
contra personas jurídicas daña derechos humanos de personas físicas, éstas
acceden a la jurisdicción internacional siempre que sean ellas quienes las
dirigen y cuyo ejercicio personal de ese derecho sea directa y paralelamente
idéntico a la actividad propia de la persona jurídica.17
Para ampliar este debate, pueden considerarse las reflexiones de los pro-
fesores argentinos Ignacio de Casas y Fernando Toller, quienes sostienen
que cuando el Pacto de San José afirma “[p]ara los efectos de esta Con-
vención, persona es todo ser humano”, eso no significa que se excluya a las
personas morales, pues el texto no afirma que los individuos sean quienes
15
Ibidem, párr. 394. La tesis dice: Dignidad humana. Las personas morales no
gozan de ese derecho. Si bien el artículo 1o. de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos establece la tutela de derechos humanos a todas las personas, lo que
comprende no sólo a las físicas, consideradas en su calidad de seres humanos, sino también
a las jurídicas, ello se circunscribe a los casos en que su condición de entes abstractos y fic-
ción jurídica se los permita, ya que es evidente que no pueden gozar de la totalidad de los
derechos privativos del ser humano, como ocurre con el derecho a la dignidad humana, del
que derivan los diversos a la integridad física y psíquica, al honor, al libre desarrollo de la
personalidad, al estado civil y el propio derecho a la dignidad personal, que son inherentes
al ser humano como tal. Tesis 2a./J. 73/2017, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta,
Décima Época, t. II, junio de 2017, p. 699.
16
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Titularidad de derechos de las personas jurí-
dicas en el sistema interamericano de derechos humanos, opinión consultiva 22/16, 26 de febrero de
2016, párr. 70.
17
Por su parte, “La Corte Interamericana considera que las restricciones a la libertad
de expresión frecuentemente se materializan a través de acciones estatales o de particulares
que afectan, no solo a la persona jurídica que constituye un medio de comunicación, sino
también a la pluralidad de personas naturales, tales como sus accionistas o los periodistas
que allí trabajan, que realizan actos de comunicación a través de la misma y cuyos derechos
también pueden verse vulnerados. Igualmente, la Corte resalta, como lo afirmó la Comisión,
que para determinar si una acción estatal que afectó al medio como persona jurídica también
tuvo, por conexidad, un impacto negativo, cierto y sustancial sobre la libertad de expresión
de las personas naturales… Al respecto, debe advertirse que hoy en día una parte importante
del periodismo se ejerce a través de personas jurídicas”. Corte Interamericana de Derechos
Humanos, caso Granier y otros (radio y televisión) vs. Venezuela, excepciones preliminares, fondo, repara-
ciones y costas, sentencia del 22 de junio de 2015, párr. 151 y 152.
6 PEDRO PALLARES-YABUR
Así pues, para encontrar el significante para la expresión “todas las per-
sonas” o “toda persona”, se describirán aquellos elementos sin los cuales
aquella realidad se vuelve irreconocible; o sin los cuales las acciones (efecto)
que se reconocen como propias se quedarían sin su origen (causa). En otras
palabras, se delimitarán los elementos irreductibles que permiten identificar
de aquel significante vinculado y descrito o por el concepto o por sus actos.
trabajos de corte liberal en la interpretación de los derechos humanos, o por mostrar esta dis-
paridad filosófica en la Corte Suprema de los Estados Unidos por el lado conservador. Véase
Green, Christopher, “Justice Gorsuch and Moral Reality”, Alabama Law Review, vol. 70, núm.
3, 2019, pp. 635-666. En cambio, por el liberal, véase Gibson, Katie, Ginsburg’s Legacy of Dis-
sent. Feminist Rhetoric and the Law, Tuscaloosa, The University of Alabama Press, 2018.
21
Malik, Charles, “Fourteen Months in Germany”, caja 207, folder 5, en Charles Habib
Malik Papers, Manuscript Division, Library of Congress, Washington.
22
Idem.
8 PEDRO PALLARES-YABUR
23
Esta convicción de Malik está en deuda una intuición de Heidegger que Edith Stein
sintetiza de esta forma: “El Dasein en que el hombre se encuentra primero —arrojado— no es
el aislamiento sino comunidad: el coestar. Por lo que respecta al ser, el hombre es cooriginaria-
mente individuo y colectividad; sin embargo, cronológicamente su vida individual consciente
empieza más tarde que la colectiva. Actúa con y según lo que ve hacer a los demás, se deja
dirigir y llevar y así todo va bien, siempre que no se le exija nada más. Para su ser más suyo
y más propio es necesaria una intimación [toma de postura personalísima]. Cuando esta
llama se percibe y se comprende, pero no se le presta oído, es cuando empieza a huir del
propio ser y de la propia responsabilidad. Solamente entonces el coestar se convierte en un
ser impropio; incluso quizá sería mejor decir inauténtico. El coestar como tal no es inauténtico.
La persona está llamada tanto a ser miembro como a ser individuo; pero para poder serlo en
ambos casos a su manera absolutamente especial, desde lo más íntimo, tiene que salir primero
del gregarismo en que de entrada vive y tiene que vivir. Su ser más suyo necesita prepararse
mediante el coestar con otros, a los que, as su vez, debe dirigir y ser de provecho”. Stein,
Edith, La filosofía existencial de Martín Heidegger, trad. de Rosa Sala Carbó, Madrid, Minima-
Trotta, 2006, p. 55. Énfasis en el original.
24
Malik, Charles, The Challenge of Human Rights: Charles Malik and the Universal Declaration,
ed. Malik, Habib, Oxford, Charles Malik Foundation, 2000, p. 28. En una de las primeras se-
siones de redacción, Malik sintetizó a sus colegas los cinco principios que pensaba que debían
orientar su trabajo de redacción: “1. La persona humana es más importante que el grupo
racial, nacional, o cualquier otro al que pertenezca. 2. La posesión más sagrada e inviolable
de la persona humana es su espíritu y su conciencia; es la que le permite percibir la verdad,
elegir libremente y existir. 3. Es reprochable cualquier presión social por parte del Estado,
de la religión o de la raza que exija e implique la sustitución automática del consentimiento de
la persona humana. 4. El grupo social al que pertenece el individuo, al igual que la persona
misma, puede estar en lo correcto o equivocarse: sólo ésta puede juzgar qué es lo exige su
condición” (E/CN.4/SR.14, pp. 3 y 4).
10 PEDRO PALLARES-YABUR
1. Existencia relacional
2. Ser-desde, ser-con
12 PEDRO PALLARES-YABUR
31
Por ejemplo, la jurisprudencia interamericana recuerda insistentemente la exigencia
de dignidad que pide una interpretación de acuerdo con la cosmovisión no occidental-mesti-
za de los derechos humanos. Cfr. Corte Interamericana de Derechos Humanos, Cuadernillo de
jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos 11: pueblos indígenas y tribales, San José,
ed. Claudio Nash, 2018.
32
Nussbaum, Martha, Las fronteras de la justicia. Consideraciones sobre la exclusión, trad. de
Albino Santos Mosquera y Ramón Vilà Vernis, Barcelona, Paidós, 2007, p. 89.
33
Nussbaum, Martha, “Virtudes no relativas: un enfoque aristotélico”, en Nussbaum Mar-
tha y Sen, Amartya, La calidad de vida, México, Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 346.
También ser-hijo denota ser-con. Sin los demás, la persona se queda sin
referentes para evaluar sus propios juicios y decisiones. Le es tan esencial
ese vivir junto a otros, que gracias a su presencia, a los efectos de sus deci-
siones sobre ellos evalúa, modifica y rechaza sus propios deseos e ilusiones.
Así pues, cuando ella decide trabajar en cierta área, se incorpora a una serie
de personas, tradiciones, historias, vocabulario, criterios de éxito que le son
dados, sin los cuales ella sería ineficaz e ininteligible la acción misma. Sus
decisiones no podrían mantenerse ni lograrían los fines que se propone. Al
mismo tiempo, ser-con-otros implica que la persona se capacita para incor-
porar en su comprensión de la realidad, los futuros alternativos a su dispo-
sición, opciones que aprende gracias a su vida con otros. En otras palabras,
nadie razona ni decide autónomamente, solo desde sí mismo, ni para sí mis-
mo. Sin los demás, sin ser-con, la persona sería incapaz de distanciarse de sus
deseos o intuiciones para evaluarlos, reeducarlos, encontrar buenos motivos
para justificarse y responder por las decisiones tomadas.34
De esta forma, ser persona significa existir en relación con otros: no sólo
porque procede de ellos, aprende un lenguaje de los demás y se introduce en
una tradición heredada desde otros, gracias a la cual puede interpretar su
propia existencia pasada, vivir su presente de modo inteligible y proyectar
su futuro. Pensemos en un adulto, quien en el ejercicio de libre desarrollo
de su personalidad decide dedicarse al golf como pasatiempo. Esa elección
implica someterse a los fines, prácticas, historias, héroes, reglas y vocabulario
de quienes le han precedido. Ninguna decisión, por autónoma que sea, anu-
la el carácter de ser-junto-con los demás. Tanto porque le ofrecieron ejemplo
de una posible forma de vida, como porque le presentaron historias que le
fueron atractivas, como le comunicaron unas palabras sobre las que se hizo
comprensible lo que él ni siquiera intuía sin ese vocabulario.
34
MacIntyre, Alasdair, Animales racionales y dependientes. Por qué los seres humanos necesitamos
las virtudes, trad. de Beatriz Martínez de Murguía, Barcelona, Paidós, 2001, pp. 99-118.
14 PEDRO PALLARES-YABUR
35
Cfr. por ejemplo, el discurso de las leyes a Sócrates en su diálogo con Critón. Ahí las
leyes le recuerdan al condenado que ellas le han dado una vida y lo han engendrado a la vida
humana, no porque haya nacido físicamente de ellas, obviamente, sino porque gracias a esa
vida común, él pudo descubrir el papel transformador de la justicia en su propia vida. Platón,
Critón, Diálogos, trad. de Emilio Lledó Íñigo, Gredos, 1995, t. I, 51c-53d.
36
Platón, La República, Diálogos, trad. de Conrado Egger Lan, Madrid, Gredos, 1998, t.
IV, 398d-412a sobre la música y la gimnasia, y Platón, Leyes, Diálogos, trad. de Francisco Lisi,
Madrid, Gredos, 1999, t. IX, 625c-650b, para los sympósia.
37
Octavio Paz describe así esta experiencia: “Ante la Aparición, porque se trata de una
verdadera aparición, dudamos entre avanzar y retroceder. El carácter contradictorio de
nuestras emociones nos paraliza. Ese cuerpo, esos ojos, esa voz nos hacen daño y al mismo
tiempo nos hechizan. Nunca habíamos visto ese rostro y ya se confunde con nuestro pasado
más remoto. Es la extrañeza total y la vuelta a algo que no admite más calificativo que el
de entrañable. Tocar ese cuerpo es perderse en lo desconocido; pero, asimismo, es alcanzar
tierra firme. Nada más ajeno y nada más nuestro. El amor nos suspende, nos arranca de
nosotros mismos y nos arroja a lo extraño por excelencia: otro cuerpo, otros ojos, otro ser. Y
sólo en ese cuerpo que no es el nuestro y en esa vida irremediablemente ajena, podemos ser
nosotros mismos. Ya no hay otro, ya no hay dos. El instante de la enajenación más completa
es el de la plena reconquista de nuestro ser. También aquí todo se hace presente y vemos el
otro lado, el oscuro y escondido, de la existencia. De nuevo el ser abre sus entrañas”. Paz,
Octavio, “La otra orilla”, en El arco y la Lira, México, Fondo de Cultura Económica, 1956.
p. 134.
16 PEDRO PALLARES-YABUR
39
Shakespeare, William, “Romeo y Julieta”, trad. de Josep Maria Jaumà, Obras completas,
Barcelona, Penguin Random House, 2012, t. II, acto II, escena 1.
40
Ibidem, acto II, escena 6.
18 PEDRO PALLARES-YABUR
cual se identifiquen los modos en que esos principios alcanzan y modifican los
datos del problema.
Ser persona, ser-parlante, ser-con, ser-dueño-de-sí, son cualidades que mues-
tran para la acción específica por los derechos humanos, la persona requiera
de un dia-logos, una puesta en común de los alcances, contornos y acciones
con las que se opera un derecho humano. Así, cuando un problema donde
una posición vea que su interpretación es rechazada, al menos su dignidad
la protege para que no se anule su condición de persona. Por eso, el diálogo
constituye al derecho como una actividad política, pues ésta “se basa en el
hecho de la pluralidad de los hombres… trata del estar juntos y los unos
con los otros de los diversos”.43 Si el distinto desaparece o se absorbe por la
posición prevalente, desaparece la persona-junto-a-otros, pues deja de existir
un diferente con quién vivir.
20 PEDRO PALLARES-YABUR
muerte. De modo que la labor “es el único modo por el que podemos per-
manecer y girar con contentamiento en el ciclo prescrito de la naturaleza, el
afán y el descanso, la labor y el consumo, con la misma regularidad feliz y
sin propósito se suceden el día y la noche, la vida y la muerte”.45
Por su parte, el trabajo es definido por Arendt como la actividad por la
que se “fabrica la pura variedad inacabable de cosas cuya suma total cons-
tituye el artificio humano, el mundo en que vivimos… dan al mundo su
estabilidad y solidez sin la cual no se podría confiar en él para albergar esta
criatura inestable y mortal que es el hombre”.46 Así pues, al trabajo le es pro-
pio tanto la producción (poiesis) como la transformación de la persona mis-
ma que trabaja mediante su acción (praxis). Alguien se convierte en aquello
en que decide y ejecuta. El arquitecto no sólo edifica una casa, sino que se
hace a él mismo, se adueña de sí mismo a través de esos actos.
De ahí que reducir el trabajo a simple práctica utilitaria asfixie la vida
humana, pues para esta pensadora alemana, una vez logrado el fin del obje-
to producido, esa actividad cumple su fin y se convierte en un objeto suscep-
tible de un nuevo uso y transformación. “En otras palabras, en un mundo
estrictamente utilitario, todos los fines… son transformados en medios para
fines ulteriores”. Si este proceso terminara en un nuevo comienzo transfor-
mador, la actividad humana imitaría a Sísifo, condenado a nunca finalizar,
de modo que quedaría “atrapado en una interminable cadena de medios y
fines sin llegar nunca a ningún principio que pueda justificar la categoría,
es decir, la utilidad misma”. Esta asfixiante perplejidad se resuelve si el homo
faber se abre a su completa actividad: convertirse en el fin último que rompa
con el perenne intercambio entre fines y medios. “Al elevar al usuario a la
posición de fin último, degrada todavía más todos los demás fines a meros
medios”.47 Arendt remite a la acción y el discurso, la tercera actividad irre-
ductible a la condición de persona:
45
Ibidem, p. 95.
46
Ibidem, p. 96.
47
Ibidem, p. 101. Énfasis en el original.
48
Ibidem, p. 103. Énfasis en el original.
22 PEDRO PALLARES-YABUR
la fórmula para romper el hechizo. Sin estar atados al cumplimiento de las promesas, no
seríamos nunca capaces de lograr el grado de identidad y continuidad que conjuntamente
producen la «persona» acerca de la cual se puede contar una historia [story]; cada uno de
nosotros estaría condenado a errar desamparado, sin dirección, en la oscuridad de nuestro
solitario corazón, atrapado en sus humores, contradicciones y equívocos. Esta identidad sub-
jetiva lograda por la sujeción a las promesas debe ser distinguida de la «objetiva», esto es,
ligada a los objetos, aquella identidad que surge del confrontarse a la mismidad del mundo,
a la que aludí al tratar el trabajo. A este respecto, perdonar y hacer promesas son como me-
canismos de control establecidos en el propio seno de la facultad de iniciar procesos nuevos
y sin fin”. Ibidem, pp. 106 y 107.
53
Artículo 26.2, DUDH.
24 PEDRO PALLARES-YABUR
lencia] o «conciencia», de un ser humano como yo”. Esta nueva idea, pienso
que debe incluirse como un atributo esencial del ser humano… Sugeriría
una más cercana a empatía, que incluya tanto una buena voluntad hacia los
semejantes, como que también signifique el carácter innato con el que nazca
en el hombre.56
De esta forma, los documentos del siglo XVIII sí presuponían que bas-
taba una emanación de libertad para conocer los propios derechos huma-
nos. En cambio, la Declaración de 1948 centra esta operación intelectual
en un conocer apropiado de un ser-para: la empatía. Una diferencia funda-
mental. ¿Por qué? Si todo depende de la libertad de una mónada de libertad
encerrada en sí misma, que conoce sus propias intuiciones y surgen como
pulsiones irrefrenables, en el fondo, todo se reduce a los beneficios y a los
méritos que emanan a favor del propio interés egocéntrico. En un segundo
momento esa conclusión se utilizaría para calcular si se daña o no otras li-
bertades que, de forma misteriosa, pueden conocerse como análogas a las
propias.
Los redactores de la DUDH abandonaron ese punto de partida, pues
la fuerza motora de los derechos humanos se constituye por la experiencia
empática de un ser-para. Para ellos, primero se percibe con empatía la digni-
dad de otros, vinculada a la presencia de ese alguien valioso para mí, de forma
refleja se captan los propios derechos. Empatía y Ren corresponden a lo que
en el mundo hindú se refiere a dharma, o ley universal del ser, susceptible de
captarse en los otros y en uno mismo. Mahatma Gandhi escribió a Julián
Huxley en respuesta a la investigación filosófica auspiciada por la UNESCO
sobre los derechos humanos universales:
De mi ignorante pero sabia madre, aprendí que los derechos que pueden
merecerse y conservarse proceden del deber bien cumplido. De tal modo
que sólo somos acreedores del derecho a la vida cuando cumplimos el de-
ber de ciudadanos en el mundo. Con esta Declaración fundamental, quizá
sea más fácil definir los deberes del hombre y de la mujer y relacionar todos
los derechos con algún deber correspondiente que ha de cumplirse primero.
Todo otro derecho sólo será una usurpación por la que no merecerá la pena
luchar.57
56
E/CN.4/AC.1/SR.8, pp. 2 y 5.
57
Gandhi, Mahatma, “Carta al director general de la Unesco”, en Maritain, Jacques
(comp.), Los derechos del hombre. Estudios y comentarios en torno a la nueva declaración universal, trad.
de Margarita Villega Robles, México, Fondo de Cultura Económica, 1949, p. 23.
26 PEDRO PALLARES-YABUR
58
Los fenomenólogos, Edith Stein entre ellos, desarrollaron un método para descubrir
las cosas mismas tal y como se experimentan, sin negar las experiencias culturales y parciales,
pero sin agotarlas en ellas. La alumna de Husserl aclara la eficacia de un argumento así y su
aplicación a la especificidad de la modalidad masculina y femenina de lo humano en una
serie de conferencias recogidas en Stein, Edith, La mujer. Su naturaleza y misión, trad. de Alberto
Pérez Monroy y Francisco Javier Sancho Fermín, Burgos, Karmel, 1998.
1. Persona y dignidad
Si se busca una palabra para sintetizar todos los elementos irreductibles que
se han descrito, se utiliza el término persona. Si se busca describir el brillo que
emite la persona, éste podría tratarse de la cualidad que la hace inteligible
y de un fin que la cualifica como amable. En consecuencia, el resplandor de la
persona que mide y ajusta una conducta de modo coherente en torno a ella
misma se le llama dignidad. Por último, cuando la realidad de la persona se
considera cuanto relacional, como un existir-ante-otra-persona, ésta se introduce
en el mundo del derecho.
En otras palabras, la dignidad es el resplandor que emana de la perso-
na, la idoneidad y estándar de su dinamismo existencial; el estándar que
mide la coherencia de una acción con ese valor. La dignidad de la persona
se refiere a esa luz de inteligibilidad y a ese resplandor que permite medir
28 PEDRO PALLARES-YABUR
30 PEDRO PALLARES-YABUR
cho —right, claim, trump card, entitlement, ius— coherente con el quien total de
la persona.
Para darle sentido pleno a la expresión “…todas las personas…”, se
trata de reconocer, a todas ellas, pero también a toda ella. No sólo como el
quién del derecho, sino también el qué abarca el derecho y el cómo se adjudica. Re-
ducirlo a la experiencia de la autonomía es dejar fuera lo que realmente se
pretende proteger.
En definitiva, la fórmula “todas las personas” sólo es consistente si asu-
me y es coherente con toda la persona.
63
El artículo 4.1 del Pacto de San José dice: “Toda persona tiene derecho a que se respe-
te su vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la
concepción”.
64
Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Artavia Murillo y otros (Fecundación
in Vitro) vs. Costa Rica. (Excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas), 28 de noviembre de
2012, párr. 264.
65
Ibidem, párr. 186 y ss.
66
Artículo 31.1 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados (CVDT):
“Un tratado deberá interpretarse de buena fe conforme al sentido corriente que haya de
atribuirse a los términos del tratado en el contexto de estos y teniendo en cuenta su objeto y
fin”.
67
Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Artavia Murillo…, cit. párr. 245 y
ss. En este punto, la Corte IDH remite el artículo 31 de la CVDT, en concreto el párrafo
tercero, que dice: “Juntamente con el contexto, habrá de tenerse en cuenta: a) todo acuerdo
ulterior entre las partes acerca de la interpretación del tratado o de la aplicación de sus dispo-
siciones: b) toda práctica ulteriormente seguida en la aplicación del tratado por la cual conste
el acuerdo de las partes acerca de la interpretación del tratado: c) toda forma pertinente de
derecho internacional aplicable en las relaciones entre las partes”.
68
Ibidem, párr. 258 y ss.
69
Ha de tomarse en cuenta, que el mismo tribunal interamericano sostuvo que una dis-
posición jurídica puede violar derechos humanos si es irrazonable, pues razonabilidad “implica
un juicio de valor… una conformidad con los principios del sentido común” que justifica el
carácter justo, proporcionado y equitativo de un estándar de derechos humanos; lo que lo
opone a algo injusto, absurdo y arbitrario (cfr. Corte Interamericana de Derechos Humanos,
Ciertas atribuciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Opinión consultiva 13/93,
16 de julio de 1993, párr. 33 y 34.)
70
Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Artavia Murillo…, cit., párr. 179.
71
Ventura-Juncá, Patricio y Santos, Manuel “The Beginning of Life of a New Human
Being from the Scientific Biological Perspective and its Bioethical Implications”, Biological
Research, vol. 44, núm. 2, 2011, pp. 201-207.
72
Bavister, Barry D., “Early History of Fertilization”, Reproduction, vol. 124, 2002, pp.
181-196.
73
Párr. 183.
32 PEDRO PALLARES-YABUR
74
Párr. 185. Énfasis añadido.
75
La Corte rechaza la posibilidad de reconocer “atributos metafísicos al embrión” por-
que aquello no sería científico, y por tanto, sólo fruto de un sentimentalismo incomunicable.
Pero ella misma comete esa irracionalidad al sostener sus conclusiones del mismo modo. En
la sentencia, este problema también aparece en la valoración de la opinión de los peritos. La
Corte escuchó a cuatro de ellos: Fernando Zegers, Anthony Caruso, Paola Bergallo y Marco
Gerardo Monroy Cabra (párr. 43). A lo largo de la sentencia, al perito Zegers Hochschild
se le menciona en cuarenta y cuatro ocasiones; a Caruso, trece; a Bergallo, tres, y a Monroy,
tres. Lamentablemente, la Corte nunca justifica por qué la opinión de Zegers debía preva-
lecer, con tanta relevancia, a costa del resto. Esta falta de explicación mina la racionalidad
elemental de la sentencia, si se toma en cuenta que este perito Hércules es “una persona que
ha promovido e impulsado la fecundación in vitro”. Cianciardo, Juan, “La especificación del
derecho a la vida del no nacido en el sistema interamericano de derechos humanos. Una
aproximación desde el caso Artavia Murillo”, Dikaion, Bogotá, vol. 25, núm. 2, diciembre de
2016, p.182. Ahí mismo, Cianciardo refiere este comentario de Santiago Altieri: “Eviden-
temente no está en entredicho su competencia profesional. Lo reprochable es que la Corte
haya dado tanta relevancia a un perito que tenía interés contencioso y carecía de impar-
cialidad; debió haber dado razones de por qué admitía a un perito con interés, y por qué
privilegió ese informe respecto de los otros”.
76
El artículo 31 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados establece
que la regla de interpretación del mismo será realizarla “de buena fe conforme al sentido
corriente que haya de atribuirse a los términos del tratado en el contexto de estos y teniendo
en cuenta su objeto y fin”. Para comprender ese sentido, se tomará en cuenta el preámbulo
y anexos, los acuerdos, e instrumentos elaborados y aceptados en torno a la celebración del
tratado; los acuerdos y prácticas ulteriores de las partes, y el sentido especial de un término
solo si así se manifiesta.
77
Constitución Política de la República de Argentina de 1994, artículo 75.23. En este
país sudamericano, 11 de 23 provincias reconocen en su Constitución el inicio de la vida
humana desde el momento de la concepción.
78
Ornelas Duarte, Aracely, “Interpretación del artículo 4.1: revisión y análisis de la
práctica ulterior de los Estados miembros de la Convención Americana sobre Derechos Hu-
manos”, en Ramos-Kuri, Manuel (coord.), Análisis crítico de la sentencia de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos en el fallo sobre fertilización in vitro, Querétaro, 2016, nota al pie 65, pp. 133
y 134.
34 PEDRO PALLARES-YABUR
rillo.79 Sin embargo, la Corte consideró que estas conductas de los Estados
no expresan su comprensión del texto del Pacto de San José. Por último, la
Corte podría haber interpretado la fórmula “en general” del artículo 4.1 en
dos sentidos. El primero —señalado en el voto disidente de Vio Grossi—,
implicaba la protección más amplia del derecho a la vida en beneficio del
embrión. El segundo, el sentido más restrictivo del alcance del artículo 4,
pero más amplio para el de integridad personal de quien padece una enfer-
medad. El primero asume que la vida de toda persona humana debe estar
protegida siempre por el Estado, incluida en sus leyes. En general, es decir, lo
común y frecuente será que se mencione explícitamente el inicio de la vida
humana desde la concepción. Si un Estado no lo hubiera hecho así, se prefie-
re una reforma legislativa; pero si no lo hiciera, no incumpliría su obligación.
Lo excepcional sería que ninguna ley del Estado lo hiciera, pero no haría
falta esa protección reforzada, pues el derecho a la vida de toda persona
siempre está protegido. A favor de esta opción ha de considerarse que sólo
tres países se opusieron a incluir la concepción de forma explícita, y sólo dos
sostuvieron su deseo de que el texto significara la prohibición del aborto. En
ningún caso lo hicieron para negar el estatuto del embrión fecundado como
persona.80 Concluye el juez Grossi que “esa protección debe ser común para el
79
La práctica actual de los Estados, suficiente para que la Corte la considerara fuente
jurídica, fueron 135 centros FIV, en once países (45% del sistema interamericano), y la le-
gislación sobre reproducción humana en siete países (29%). Esa tercera parte fue suficiente
para considerar esta práctica como mayoritaria y, por tanto, válida para negar el reconoci-
miento del concebido como persona (Cfr. Corte Interamericana de Derechos Humanos,
Artavia Murillo…, cit., párr. 256). En su voto disidente, el juez Vio Grossi señala que, incluso
difícilmente ese implique una mayoría, en la regulación del FIV ninguno en esa oncena de
países reglamentaron “en aplicación o consideración” del sentido de la palabra concepción
del artículo 4.1 del Pacto (Grossi, Vio, Voto disidente del caso Artavia Murillo y otros vs. Costa Rica,
28 de noviembre de 2012, p. 19). Al mismo tiempo, la Corte rechazó reconocer titularidad
de derechos humanos a las personas jurídicas, porque en la práctica, aunque los países les
reconocen algún derecho fundamental —propiedad (en el 50% de ellos) o acceso a un re-
curso efectivo (en el 62% de ellos)—, “lo cierto es que estos antecedentes no son suficientes,
por cuanto no todos los Estados realizan el reconocimiento de la misma forma y el mismo
grado. Adicionalmente, este Tribunal nota que ésta es la posición que los Estados ostentan
en su derecho interno, razón por la cual no es posible modificar el alcance del artículo 1.2
de la Convención Americana. Corte interamericana de Derechos Humanos, Titularidad de
derechos de las personas jurídicas…, cit., párr. 67. Como es lógico, no todo principio jurídico se
invoca del mismo modo en distinta causa jurisdiccional. Aún así, al lector le queda la duda
sobre cuál es el motivo jurídico, por el que la práctica de los países no es válida cuando se
trata del 50% en un caso, y sí lo es cuando sólo alcanza el 30% en un tema culturalmente
muy debatido.
80
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Artavia Murillo…, cit., párr. 203-205.
nacido” y para el que no ha nacido, pues en “ambos hay vida humana, hay
un ser humano, una persona”.81
El segundo sentido, el que eligió la Corte, comprende el artículo 4.1
como si dijera: “toda persona tiene derecho a la vida de modo que el Estado
debe protegerla siempre, pero excepcionalmente lo haría la concepción siempre
que no impida el desarrollo de otros derechos”. Es decir, conforme al vo-
cabulario incorporado por la Corte, al texto le correspondería la siguiente
estructura: “[El derecho a la vida] estará, protegido por la ley de forma
gradual; lo infrecuente será hacerlo desde el momento de la implantación;
puesto que al embrión no le corresponde una protección absoluta de este
derecho”.82 A favor de esta posición, está la necesidad de hacer efectiva la
FIV como parte del derecho a la salud y del libre desarrollo de la persona-
lidad.
36 PEDRO PALLARES-YABUR
85
Vázquez, Daniel, Test de razonabilidad y derechos humanos: instrucciones para armar, México,
UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2016, p. 113.
I. Introducción
39
tiene más que agradecer a aquellos que le han impulsado y le han permitido
que sus ideas alcancen la letra impresa. Por tanto, agradezco la invitación a
los coordinadores de esta obra colectiva por la aspiración que nos han plan-
teado, y que ha sido determinante para colaborar en ella. En palabras de los
coordinadores:
Por ello, siempre será conveniente apoyarnos en los juristas que hablan
desde el paradigma4 del realismo jurídico clásico, ese que piensa que la “justicia
no consiste en dar a uno una cosa para que sea suya; no consiste en hacer
que una cosa sea suya de alguien. Consiste en dar a cada uno lo suyo. Por lo
tanto, el derecho —el ius— preexiste a la justicia. Sin «ius» o derecho pre-
existente, no es posible la acción de la justicia”.5
3
Vanney, María Alejandra, “Potestas, auctoritas y Estado moderno. Apuntes sobre el
pensamiento político de Álvaro d’Ors”, Cuadernos Empresa y Humanismo, Universidad de Na-
varra, Instituto Empresa y Humanismo, cuaderno núm. 109, febrero de 2009, p. 32, dispo-
nible en: https://dadun.unav.edu/bitstream/10171/27478/1/Mar%c3%ada%20Alejandra%20
Vanney.pdf
4
El historiador y filósofo de la ciencia estadounidense, Thomas Khun, señala que los
paradigmas son “…realizaciones científicas universalmente reconocidas, que, durante cierto
tiempo proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica [es
decir] el paradigma es aquello que comparten los miembros de una comunidad científica en
particular.” Kuhn, Thomas S., La estructura de las revoluciones científicas, México, Breviarios del
Fondo de Cultura Económica, 2006.
5
Hervada, Javier, “Apuntes para una exposición del realismo jurídico clásico”, Persona y
Derecho, Universidad de Navarra, vol. 18, 1988, p. 289.
Por lo anterior,
No por nada, y con suma claridad, Vigo advierte que los derechos hu-
manos en clave iuspositivista son decretos de tolerancia revocables.
Ahí es donde lo verdaderamente trascendente es que los derechos humanos
—léanse como sustantivo— estén guiados por el verbo rector reconocer. Eso
hace entendible que “…la positivización de contenidos morales afirmados
por el derecho natural que se opera en el máximo nivel del ordenamien-
to jurídico sólo es una circunstancia históricamente contingente que en el
futuro podría —y quizá debería— ser sustituida…”.7 Y podría sustituirse
esa realidad —la de la positivización de los derechos humanos— porque es
contingente.
Los filósofos clásicos desde siempre nos han enseñado que “...es eviden-
te, en efecto, que podríamos diferenciar los bienes según una doble acep-
ción: unos por sí mismos, otros por razón de aquellos. Separando, pues, los
bienes esenciales de los bienes útiles…”.8 No hay duda de que formalizar
algunos derechos a través de cláusulas constitucionales es útil, pero definiti-
vamente no es lo sustancial. Sólo una reflexión al respecto: ¿por qué textua-
lizar ciertos derechos y otros más dejarlos en el olvido?
Por ejemplo, siempre me ha parecido un tanto absurdo que las Cons-
tituciones latinoamericanas formalicen, por ejemplo, los derechos de los
pueblos indígenas, a decidir sus formas internas de convivencia y organiza-
ción social, económica, política y cultural, pero líneas después establezcan
que sus sistemas normativos deben sujetarse a “los” principios generales de
“la” Constitución y respetar “los” derechos humanos en ella establecidos.9
6
Pereira Menaut, Carlos-Antonio, Lecciones de teoría constitucional, México, Porrúa-Uni-
versidad Panamericana, 2005, p. 289.
7
Zagrebelsky, Gustavo, El derecho dúctil. Ley, derechos, justicia, 2a. ed., trad. de Marina
Gascón, Madrid, Trotta, 1997, p. 116.
8
Aristóteles, Ética nicomaquea, 17a. ed., trad. de Antonio Gómez Robledo, México, Po-
rrúa, 1998, p. 4.
9
Artículo 2o., apartado A, fracción II, de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos.
Como si fuera imposible que los pueblos indígenas tuvieran una práctica de
los derechos más allá que la configurada por el Estado moderno.
Es más, pareciera que
justa. Y que es injusta quiere decir aquí que lo es según los criterios de justicia
que aceptarían, si no todos, al menos una buena parte de los países ricos.
¿Pues cómo pensar que es justo un mundo en el que las oportunidades que se
les ofrecen a los individuos dependen de manera fundamental de hechos tan
azarosos como el nacimiento en una u otra área geográfica, dentro de uno u
otro grupo social, familiar, etc.?20
Así, con fuertes palabras, Atienza nos invita a la reflexión: “¿No va eso
en contra del carácter «universal» de los derechos humanos como quiera
que se entienda lo de universal?”.21 Pienso que no exagera. La contingencia
del Covid-19 nos lo ha dejado claro. El constitucionalismo debe (re)pensarse
o, más bien, debe asumirse con toda la originalidad y profundidad de la que
seamos capaces.
El constitucionalismo es la doctrina, invento de los ingleses, que no pre-
tendía otra cosa que limitar al poder a través del derecho. Y lo suscribo ínte-
gramente. Pero quizá no hemos reparado en ese concepto sin desarrollarlo a
plenitud. Por ello, siempre he querido acudir a las fuentes originarias. Albert
Venn Dicey, en su Introduction to the Study of the Law of the Constitution (1885),
señaló que el Rule of law es una expresión que comprendía al menos tres
concepciones afines, sin embargo, claramente diferenciables.
En primer lugar —refería Dicey— el Rule of law significa la erradica-
ción de toda arbitrariedad, al punto de que los hombres no deben sufrir, en
su persona o sus bienes, la actividad estatal, a menos que esta afectación se
derive de alguna violación al derecho y de acuerdo con los procedimientos
seguidos ante los tribunales. De esta forma, el Rule of law puede claramente
contrastarse con aquellos sistemas de gobierno que están basados en el ejer-
cicio de un poder amplio, arbitrario o discrecional.22
En segundo lugar —sigue afirmando el profesor inglés—, que el Rule of
law implica que nadie se encuentre por encima del derecho, es decir, que
todos los hombres y autoridades, cualquiera que sea su rango o condición,
deben estar sujetos al derecho y ser susceptibles de enjuiciamiento por parte
de los tribunales.23
Por último, Dicey señalaba que el Rule of law debe ser entendido como
el predominio del espíritu del derecho, toda vez que la Constitución se fun-
da en el predominio del imperio del derecho, que no se limita a las normas escri-
20
Atienza, Manuel, op. cit., p. 280.
21
Idem.
22
Dicey, Albert Venn, Introduction to the Study of the Law of the Constitution, Londres, Elibron
Classics, 2005, pp. 183 y 184.
23
Ibidem, p. 189.
tas. Así, una de las diferencias de esta clásica concepción inglesa, en relación
con otras tradiciones jurídico-constitucionales, radica en que la seguridad
de los derechos humanos deriva de las sentencias de los tribunales dictadas
con base en ese imperio del derecho, y no, como ocurre en otras latitudes, en
que tales derechos se encuentren o no positivados en la Constitución o en
los tratados internacionales.24
En palabras simples, debemos entender que el constitucionalismo no
se reduce a la mera cobertura de poderes, sino que toma como punto de
partida el reconocimiento de derechos, y eso lo hace para el mismo esta-
blecimiento de poderes, de unos poderes sociales. Los unos se deben a los
otros, los poderes a los derechos. Han de garantizarlos y promoverlos. Para
eso sirven constitucionalmente. Pero no debemos olvidar que el derecho es
lo primario o precedente; lo segundo, el poder, es decir, lo secundario o de-
rivado.25 No se nos olvide.
Por ello, Pereira Menaut se cuestiona que
24
Ibidem, p. 191.
25
Clavero, Bartolomé, Happy Constitution, Madrid, Trotta, 1997, p. 250.
26
Pereira Menaut, Carlos-Antonio, Lecciones de teoría constitucional, México, Porrúa-Uni-
versidad Panamericana, 2005, pp. 25 y 26.
27
Atienza, Manuel, op. cit., p. 268.
28
Trujillo, Isabel, op. cit., p. 165.
29
Ibidem, p. 166.
30
Parte de la fórmula con la que los egresados de la Facultad de Derecho de la Univer-
sidad Panamericana protestan el título que los ostenta como licenciados en derecho.
31
Iuri operam daturumpriusnosseoportet, unde nomen iuris descendat, est autem a iustitia appellatum...
cfr. Digesto 1,1,1.
32
Aparisi Millares, Ángela, Ética y deontología para juristas, Madrid, Eunsa, 2006, p. 193.
33
Atienza, Manuel, op. cit., pp. 276 y 277.
34
Vázquez Gómez, B. Francisco, El decálogo del jurista contemporáneo. Memorias del pensamien-
to ius-filosófico de Jacinto Valdés Martínez, México, Tirant lo Blanch, 2018, pp. 171-205.
derechos fundamentales sólo 109 veces.35 Es claro que una determinación con-
ceptual como la apuntada no puede pasar inadvertida.
Ahora bien, el que haya prevalecido la noción derechos humanos ¿tiene
implicaciones de carácter iusfilosófico? Considero que sí, y que son de la
mayor relevancia.
38
Trujillo, Isabel, op. cit., pp. 165 y 169.
39
Carbonell, Miguel, Los derechos fundamentales en México, 2a. ed., México, Porrúa, 2005,
p. 8.
Por ello es que Francisco Laporta, al hacer referencia a otra de las ca-
racterísticas de los derechos humanos, es decir, a su carácter absoluto, se-
ñale que, efectivamente, los derechos humanos pretenden obtener su fuerza
característica de que son la expresión de bienes de particular relevancia
para los seres humanos.42 En palabras de Benn, los derechos humanos son
afirmaciones de intereses o necesidades básicas, o bien, afirmaría Kleinig
que los derechos humanos representan esas mínimas condiciones bajo las
cuales los seres humanos pueden prosperar (flourish), y que deben ser asegu-
rados, si es necesario, con la fuerza.43 Se trata, por tanto, de advertir que
“…el núcleo ético fundamental de los derechos humanos se conforma por
la idea del reconocimiento de un conjunto mínimo de exigencias y valores
que hacen de la existencia humana una existencia digna de ser vivida”.44
40
Bastida Freijedo, Francisco J., “El fundamento de los derechos fundamentales”, Redur-
Universidad de La Rioja, España, núm. 3, diciembre de 2005, p. 42, disponible en: www.unirioja.
es/redur
41
Carbonell, Miguel, op. cit., p. 8.
42
Laporta, Francisco, op. cit., p. 37.
43
Citados por Laporta, Francisco, op. cit., p. 37
44
Madrazo, Jorge y Beller, Walter, “Los valores éticos y los derechos humanos”, en
García Ramírez, Sergio (coord.), Los valores en el derecho mexicano. Una aproximación, México,
UNAM-Fondo de Cultura Ecónomica, 1997, pp. 241 y 242, disponible en: http://www.biblio-
juridica.org/ libros/3/1374/16.pdf
45
Finnis, John, Natural Law & Natural Rights, 2a. ed., Oxford University Press, 2011, pp.
86-90.
tuciones, antes y fuera del listado o nómina de derechos humanos, toda vez
que se instituyen en esas realidades que sirven de fundamento a los derechos
todos.49 Lo anterior resulta del todo lógico, ya que la vida no es un derecho.
Nadie tiene derecho a la vida, todo ser humano está vivo. Otra cosa muy
diferente es que, derivado de esa realidad prejurídica, los sistemas jurídicos
protejan el derecho a la protección de la salud, el derecho a la protección de
nuestra integridad física, el derecho a un medio ambiente adecuado, el de-
recho a la alimentación, la proscripción de la pena de muerte, etcétera. Por
ello, la vida, sostiene Joseph Raz, es un presupuesto para que podamos ac-
ceder a todas las cosas que tienen valor y ejercer todos nuestros derechos.50
De igual manera, nadie tiene derecho a la dignidad, todo ser humano es
digno. Otra cosa es que, derivado de esa realidad prejurídica, los sistemas ju-
rídicos protejan el derecho a una vivienda digna, el derecho a la educación,
el derecho a la intimidad, o bien que las penas de mutilación, los azotes, la
marca, la infamia y cualquier otra pena degradante se encuentren proscritas.
Asimismo, nadie tiene derecho a la igualdad, todos somos iguales por
tener la misma dignidad, por ser todos miembros de la especie humana.
Otra cosa es que, derivado de esa realidad prejurídica, los sistemas jurídi-
cos protejan que hombres y mujeres tienen derechos por igual, o bien que
se prohíba toda clase de discriminación, que no se pueda juzgar mediante
leyes privativas o tribunales especiales, que no tengan efecto jurídico los tí-
tulos nobiliarios, etcétera.
Y, por último, quién podría afirmar que tiene derecho a la libertad. To-
dos somos libres, y, derivado de esta otra realidad, también prejurídica, es
que los sistemas jurídicos prohíban la esclavitud, la servidumbre, la trata
49
Por ello, Lucas Verdú diría, con relación a la Constitución española de 1978, que los
valores constitucionales se ven proclamados “…en el Preámbulo, al afirmar los fines persegui-
dos por sus autores: establecer la justicia, la libertad, la seguridad y el bien de todos; garanti-
zar la convivencia democrática conforme a un orden económico y social justo; consolidar un
Estado de Derecho que asegure el imperio de la ley como expresión de la voluntad popular;
proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos,
sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones; promover el progreso de la cultura y de la
economía para asegurar a todos una digna calidad de vida; establecer una sociedad demo-
crática avanzada; y colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz
cooperación entre todos los pueblos de la Tierra”. Lucas Verdú, Pablo, op. cit., p. 119.
50
El profesor Raz sostiene que “One thing is clear. If people’s continued life is not in-
trinsically and unconditionally good for them then the value of continued life to the people
whose life it is cannot underpin the requirement to respect the life of others. The fact that life
is a precondition of value which the content of that life may have is neither here nor there.
The requirement to respect the life of others is not subject to the variations which affect the
value of the contents of the life of people”. Raz, Joseph, Value, Respect, and Attachment, Cam-
bridge University Press, 2001, p. 124, disponible en: http://books.google.com.mx/.
Ese riesgo tiene una implicación inmediata: la necesidad de que los su-
jetos que operan las prácticas (tanto la del Estado de derecho como la de los
derechos humanos) se esfuercen por interpretarlas e implementarlas según
su tenor.53
De esta forma, la ética filosófica es la disciplina de carácter eminente-
mente teórico que busca, a partir del análisis de las experiencias morales,
objetivar científicamente la concepción que se tenga del bien (o de lo bueno)
o del mal (o de lo malo), es decir, explicar por sus primeras y últimas causas
la conducta moral humana.54 Así, la ética filosófica se distingue de la moral
en que ésta, a diferencia de aquélla, es una disciplina de carácter eminen-
51
Pereira Menaut, Carlos-Antonio, op. cit., p. 329.
52
Trujillo, Isabel, op. cit., p. 168.
53
Idem.
54
Spaemann, Robert, Límites. Acerca de la dimensión ética del actuar, Madrid, EUNSA, 2003,
p. 19.
temente práctico, por lo que la ética filosófica no tiene como misión dirigir
directamente la conducta, porque esta tarea compete propiamente a la mo-
ral, a la religión, y precisamente, al derecho.55 Luego, la ética filosófica llega
a dirigir la conducta, pero de manera indirecta, al aportar los argumentos y
razonamientos que justifiquen el contenido de las normas morales, religio-
sas o jurídicas. De aquí la importancia de vincular nuevamente los saberes
jurídicos con los saberes ético-filosóficos.
Por tanto, al advertir la existencia de tales axiomas (vida, libertad, igual-
dad y dignidad) como realidades prejurídicas, es que puede asumirse con
integralidad la prepositividad de los derechos humanos, y se hace posible
una práctica de los mismos como entidades jurídicas anteriores, superiores y
exteriores al Estado mismo. No por nada, uno de los primeros instrumentos
que dieron pie a la internacionalización de los derechos humanos, como lo
fue la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, señala en
su primer artículo que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad,
dejando en claro que la vida, la libertad, la igualdad y la dignidad son cuali-
dades inherentes56 a la existencia de todo ser humano, lo que posteriormen-
te sirve de fundamento para que en dicha declaración, a partir del artículo
segundo, se haga un esfuerzo por identificar una nómina de derechos fun-
damentales, al decir que toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en
esa Declaración.
Llegado a este punto, resulta necesario —como tercer elemento del pre-
sente análisis— identificar algunas de las transformaciones objetivas —aque-
llas que deben redundar en el sistema jurídico— y subjetivas —aquellas que
deben redundar en los operadores jurídicos—, que nos permitan (re)pensar
al Estado mexicano a diez años de la reforma de junio de 2011, y darle así
viabilidad a una práctica de los derechos humanos.
rán no sólo a ese Estado, sino a los juristas que lo operamos. Al primer tipo
de transformaciones las he denominado objetivas, por referirse al Estado de de-
recho y su sistema jurídico; al segundo tipo las he denominado subjetivas, por
referirse a los juristas. En pocas palabras, lo que pretendo es responder, al
menos, las siguientes interrogantes: ¿de qué manera se transforma un sistema
de fuentes de derecho positivo una vez que se han reconocido los derechos
humanos?, ¿de qué manera se espera que se transforme el jurista para operar
la práctica de los derechos humanos?
…la etapa del mayor formalismo jurídico, la diferencia entre ley y Constitu-
ción se diluyó considerablemente, precisamente porque desde el punto de vis-
ta formal, la distinción entre ambos ordenamientos es meramente accidental.
En cambio, al entrar en la etapa del neoconstitucionalismo, son los aspectos
materiales (sociales, históricos, políticos) los que más destacan...57
57
Sepúlveda Iguiniz, Ricardo, “Una propuesta para el establecimiento de las leyes orgá-
nicas constitucionales en México”, Cuestiones Constitucionales, Revista Mexicana de Derecho Consti-
tucional, México, núm. 15, julio-diciembre de 2006, p. 227.
58
Barberis, Mauro, “Neoconstitucionalismo, democracia e imperialismo de la moral”,
en Carbonell, Miguel (ed.), Neoconstitucionalismo(s), 3a. ed., Madrid, Trotta, 2006, p. 260.
De esta forma,
la constitucionalidad debe entenderse como la esencia de la Constitución.
Definir qué es la constitucionalidad significa preguntarse por lo más profundo
y propio de la Constitución, su parte viva, palpitante. Aquello que hace de la
Constitución un instrumento social útil e irremplazable. Cuando la Consti-
tución pierde este carácter se traduce en un discurso formal o en un instru-
mento utilitarista al servicio del poder estatal y no importa nada para la vida
social...”.59
Es por lo antes descrito, que autores como Néstor Pedro Sagüés, postu-
lan teorías como la tesis del orden jerárquico de las normas constitucionales,61 según
la cual no todas las normas constitucionales tienen la misma jerarquía, ya
que las hay superiores e inferiores, por lo que en caso de que haya oposi-
ción entre ellas deberán prevalecer las primeras. De conformidad con la
práctica de los derechos humanos, entendidos como derechos prepositivos,
dicha tesis debe ser objeto de un miramiento profundo y sosegado, sobre
todo cuando en el derecho comparado ya existen textos que han reconoci-
do explícitamente la superioridad de algunas normas constitucionales sobre
otras (normas hiperconstitucionales), debido a que poseen —como dijera Sán-
chez Agesta— una superfundamentalidad.62
59
Sepúlveda Iguiniz, Ricardo, “Una propuesta…”, cit., pp. 226 y 227.
60
Sepúlveda Iguiniz, Ricardo, Leyes orgánicas constitucionales. Hacia una nueva constitucionali-
dad para México, México, Porrúa-UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2006.
61
Sagüés, Néstor Pedro, La interpretación judicial de la Constitución, 2a. ed., Buenos Aires,
Lexis-Nexis, 2006, p. 150.
62
Sánchez Agesta, al analizar la Ley Orgánica de 1967 que estableciera, dentro del
Estado español, el recurso de contrafuero, refiere que dicho recurso implicaba la protección o
defensa de ciertos principios fundamentales declarados permanentes e inalterables, debido
a su superfundamentalidad. De ahí que afirmara que “…la acción del poder constituyente es-
tablecido por las propias leyes fundamentales para derogarlas o modificarlas, tiene, pues, un
límite último en estos principios selectivos”. Sánchez Agesta, “El recurso de contrafuero y la
protección del orden constitucional”, Revista de Estudios Políticos, Madrid, núm. 181, enero-
febrero de 1972, pp. 20 y 21, disponible en: http://www.cepc.es/
63
Son los derechos a la no discriminación, al reconocimiento de la personalidad jurídica,
a la vida, a la integridad personal, a la protección a la familia, al nombre, a la nacionalidad;
los derechos de la niñez; los derechos políticos; las libertades de pensamiento, conciencia y de
profesar creencia religiosa alguna; el principio de legalidad y retroactividad; la prohibición
de la pena de muerte; la prohibición de la esclavitud y la servidumbre; la prohibición de la
desaparición forzada y la tortura; ni las garantías judiciales indispensables para la protección
de tales derechos.
64
Sobre este concepto, el jurista español Rubio Llorente advierte que después de arrai-
garse en Francia pasó a otros países europeos, como España en donde el Tribunal Constitu-
cional español hizo uso por primera vez de la expresión en el fallo STC 10/82, y recuerda
que dicho tribunal se refirió al bloque como “…a un conjunto de normas que ni están inclui-
das en la Constitución ni delimitan competencia, pero cuya infracción determina la incons-
titucionalidad de la ley sometida a examen”, de ahí que sea fundamental hablar del mismo
para la práctica de los derechos humanos que he sostenido a lo largo del presente análisis.
65
Registro núm. 2 006 224. Derechos humanos contenidos en la Constitución
y en los tratados internacionales. Constituyen el parámetro de control de
regularidad constitucional, pero cuando en la Constitución haya una res-
tricción expresa al ejercicio de aquéllos, se debe estar a lo que establece el
texto constitucional. P./J. 20/2014 (10a.), Décima Época, abril de 2014, t. I, p. 202.
66
Vázquez Gómez B., Francisco, El control de convencionalidad. Hacia una teoría de la argumen-
tación convencional, México, Tirant lo Blanch, 2018, pp. 277 y ss.
69
Allier Campuzano, Jaime, Introducción a la interpretación constitucional mexicana, México,
Porrúa, 2013, p. 8.
73
Alexy, Robert, El concepto y la naturaleza del derecho, trad. de Carlos Bernal Pulido, Ma-
drid, Marcial Pons, 2008, p.78.
74
Sentencia sobre el expediente 6.132-07, Acción de amparo constitucional, 13 de fe-
brero de 2007, y sentencia sobre el expediente 6.105-06, Nulidad de matrimonio, 14 de
Para entender con precisión las características que —así entre comi-
llas— de “sistema” complejo, flexible y poroso hemos señalado posee el
DIDH, resulta sumamente útil apelar a lo que hoy en la teoría constitucional se
identifica con el nombre de Estado de derechos y justicia. Este nuevo paradigma
comenzó a construirse a partir de la aprobación de la Constitución ecuato-
riana de 2008, en la cual se señaló que el Ecuador se instituía en un Estado
constitucional de derechos y justicia.75
El cambio de Estado de derecho a Estado de derechos va más allá del simple
cambio en las palabras. Se trata, pues, de una completa transformación,
de una mutación profunda del sistema jurídico del Estado y su derecho. En
términos estrictamente científicos, propios de la teoría de la interpretación
constitucional, no se trata de cambios meramente lingüísticos. Esa primera
mención constitucional implica toda una revolución conceptual y doctrina-
ria. Rectamente entendido, el Estado constitucional de derechos implica una
reformulación, desde sus bases hasta sus objetivos más elevados y determi-
nantes de lo qué es el derecho en su naturaleza y génesis, en su interpretación
y aplicación, incluyendo las fuentes, la hermenéutica, el rol del Estado en el
ordenamiento jurídico, las conexiones con la sociedad civil en democracia,
la interpretación del orden jurídico con el internacional y otros vectores de
semejante importancia.
De ese nuevo paradigma es elemento sustancial la mayor independencia de
los derechos con respecto al Estado, a la ley y a la soberanía. Ésta es la única manera
de hacer prevalecer la justicia, postulado que debe regir en el orden norma-
tivo interno, y también en el ámbito internacional. Así entendido, el Estado
constitucional de derechos supone la aproximación máxima a la que se ha
llegado en la materialización del ideal jurídico de la civilización occidental;
esto es, que el ejercicio de los derechos se imponga a la voluntad de quienes
tienen el poder.76
Es decir, este pequeño cambio de palabras implica, en mi consideración,
lo siguiente: i) no debemos hacer énfasis en el derecho (entendido éste como
derecho objetivo o conjunto de normas positivas), sino que ahora el énfasis
debe estar en los derechos (entendidos como derechos subjetivos, es decir, ese
conjunto de pretensiones que habrá que reconocerle a los sujetos y frente
febrero de 2007, ambas del Juzgado Superior en lo Civil, Mercantil, Bancario, del Tránsito y
de Protección del Niño y del Adolescente de la Circunscripción Judicial del Estado Guarico,
Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, disponible en: http://guarico.tsj.gov.ve/
75
Artículo 1o. de la Constitución del Ecuador de 2008.
76
Corte Constitucional del Ecuador, sentencia interpretativa 001-08-SI-CC, publicada
en el Suplemento del Registro Oficial 479, 2-XII-2008 del 2 de diciembre de 2008.
a las cuales siempre existirá una deuda o una obligación correlativa),77 y ii)
se rescata la misión y fin fundamental del derecho como ciencia: la justicia.
Con ello, en primer lugar, se reafirma la nueva posición que guardan
los jueces y administradores de justicia en el Estado constitucional, ya que
serán ellos los encargados de proteger esos derechos resolviendo los casos
concretos, y en segundo lugar, los juristas debemos cambiar nuestra visión,
ya que ahora debemos centrar nuestra atención en el caso concreto para
identificar, a partir de la existencia de obligaciones y deudas, los derechos
subjetivos que se encuentren en juego, para luego decidir con justicia dan-
do a cada quien lo suyo. Con los cambios señalados ya no importará tanto
lo que diga o no el sistema jurídico y sus normas. Ahora importará la pro-
tección de los derechos humanos, independientemente de que sí o no haya
normas que los conviertan en derecho vigente y positivo.
Se trata, pues, de abandonar aquella visión sostenida por Kelsen que
identificó al derecho objetivo con el derecho subjetivo cuando afirmó que
77
Pozo, Enrique, “Estado constitucional de derechos y justicia”, Apuntes Jurídicos, dispo-
nible en: www.apuntesjuridicos.com.ec
78
Kelsen, Hans, Teoría general del derecho y del Estado, 2a. ed., México, UNAM, 1995, pp. 93
y 94.
tia definan lo justo en cada caso que les sea sometido a consideración. Así,
la vinculación de los derechos al valor de la «justicia» permitiría no marginar
aquellos derechos humanos que no tengan como continente una norma
escrita concreta.
jurídica del pensar, es decir, mientras que en el mundo clásico el primer prin-
cipio del que irremediablemente partía todo conocimiento (cualquiera que
fuera su nivel de abstracción) era la evidencia del objeto y su esencia, siendo
el hombre capaz de saber lo que las cosas son y no son (realismo filosófico clá-
sico), para el mundo moderno, el ser o las cosas se transformarían en objetos
que son sometidos al pensar, debido a que la cosa en sí es incognoscible, por
lo que el ser de las cosas es sólo un ser percibido, y así, el primer problema filosó-
fico para los modernos sería el problema del conocimiento, ya que las cosas,
más que conocidas, son pensadas (relativismo filosófico);80 desde esta perspecti-
va, lo fundamental ya no sería qué se conoce, sino cómo pienso lo que conoz-
co. Por ello es que Valdés Martínez afirmaría que “…quien no entiende la
Modernidad, poco entiende de los modos de pensar el derecho”.81
Esta forma de entendimiento de lo jurídico llevó a que, para efecto
de imprimirle la cientificidad del conocimiento teórico (o exacto) al cono-
cimiento práctico —propio del derecho—, se privilegió la certeza absolu-
ta que generan aquéllas sobre las certezas débiles o relativas que puede
generar el derecho. De esta forma, se nos enseñó que debemos operar el
pensamiento jurídico a partir de reglas generales y excepciones; para ello,
la codificación convirtió los principios en reglas generales, y las causas justas
en excepciones. ¿Cuál fue el problema? Que los casos concretos a los que
debemos dar respuesta son mucho más complejos que lo que el legislador
“democrático” pueda prever. Por tanto, si el caso frente a nosotros actualiza
la hipótesis de una excepción a la regla, no tendremos problema, debido a
que aplicaremos ésta para desatender aquélla.
Pero en materia de derechos humanos no ocurre así. Hay cientos de
hechos que pueden actualizar la limitación o restricción legítima al ejercicio
de un derecho humano o, si se prefiere, habrá muchas circunstancias en las
que aparentemente se alegue el ejercicio a un derecho humano sin que esto sea
realidad. Ahí es cuando nos encontramos con el paradójico concepto del
ejercicio abusivo de un derecho.82 Este tipo de casos los pretende resolver el Esta-
do y su derecho a partir de las reglas generales y sus excepciones. Pensemos
80
Vigo, Rodolfo Luis, “Derecho y moral en el Estado de derecho constitucional (proyec-
ciones teóricas: iuspositivismo, neoconstitucionalismo y realismo jurídico clásico”, Prudentia
Iuris, Buenos Aires, núm. 74, 2012, p. 76.
81
Vázquez Gómez, B. Francisco, El decálogo del jurista contemporáneo. Memorias del pensamien-
to ius-filosófico de Jacinto Valdés Martínez, México, Tirant lo Blanch, 2018, p. 14.
82
Si el ejercicio de un derecho es abusivo, entonces ya no estamos en presencia del ejerci-
cio de tal derecho; estamos fuera del ámbito protector de ese derecho. Los derechos se ejercen
o no se ejercen, lo que no niega la posibilidad de que se actualicen los denominados casos límite,
aquellos en los que sea complejo determinar qué derecho es el que debe protegerse.
83
II, II (Secunda secundae), q 57, art. 2, ob. 1.
invalidez jurídica de alguna de ellas por razonable y justa que parezca, pues
la validez en la modernidad jurídica no es graduable, se tiene o no se tiene.
Pensemos sólo un momento que la respuesta justa, en el ámbito de la
práctica de los derechos humanos, no está necesariamente en la ley. Ante
todo está en la realidad del caso concreto. Por ello,
Lo que debe orientar el trabajo del jurista que pretenda operar con sentido
en el marco de los Estados constitucionales no es, desde luego, el desprecio
de las autoridades, de las reglas o de la subsunción, sino el propósito (quizá
no siempre realizable y, desde luego, no realizable de una vez y por todas) de
lograr algún tipo de ajuste que integre en un todo coherente la dimensión
autoritativa del derecho con el orden de valores expresado en los princi-
pios.84
84
Atienza, Manuel, op. cit., p. 269.
85
Líneas arriba diferencié la ética filosófica de la moral. No obstante, no se olvide que en
un contexto laxo pueden asumirse como sinónimos.
86
Atienza, Manuel, op. cit., p. 268.
87
Ratzinger, Joseph, Verdad, valores, poder. Piedras de toque de la sociedad pluralista, 4a. ed., trad.
de José Luis del Barco, Madrid, Rialp, 2005, p. 86.
88
Ratzinger, Joseph, Fe, verdad y tolerancia: el cristianismo y las religiones del mundo, trad. de
Ruiz Garrido, Salamanca, Ediciones Sígueme, 2005, p. 65.
Para quien tiene una idea de lo que es el hombre, las leyes morales generales
que pertenecen al hombre serán naturalmente algo trivial; y lo mismo decir que
sus consecuencias son útiles para el género humano ¿Cómo podría resultar
razonable para el hombre una norma cuyas consecuencias produjeran daños
generales? Lo decisivo es que el fundamento para nuestra valoración no es
la utilidad social o biológica; lo decisivo es que la moralidad, es decir, lo bue-
no moralmente, no se define así. Daríamos también valor al proceder del P.
Kolbe89 aunque el padre de familia hubiera perdido la vida al día siguiente;
y un gesto de amistad, de agradecimiento, sería algo bueno aunque mañana
el mundo se fuera a pique. La experiencia de estas coincidencias morales do-
minantes en las diversas culturas, de una parte, y el carácter inmediato con
que se produce nuestra valoración absoluta de algunos comportamientos de
otra, justifican el esfuerzo teórico de dar razón de la norma común, absoluta,
de una vida recta.90
V. Conclusión
91
(Del gr. αὐταρχία, poder absoluto). Dominio de sí mismo. (Del gr. αὐτάρκεια, autosufi-
ciencia). Autosuficiencia. (Diccionario de la Lengua Española, cit.).
92
(Del gr. αὐτονομία). Condición de quien, para ciertas cosas, no depende de nadie. (Dic-
cionario de la Lengua Española, cit.).
93
Al respecto, el justice Holmes señaló que “But the character of every act depends upon
the circumstances in which it is done. The most stringent protection of free speech would not
protect a man in falsely shouting fire in a theatre and causing a panic. It does not even protect
a man from an injunction against uttering words that may have all the effect of force”. Véase
Schenk vs. United States, 1919.
94
Lucas Lucas, Ramón, Horizonte vertical. Sentido y significado de la persona humana, Madrid,
BAC, 2010, pp. 68 y 69.
95
Ibidem, p. 69.
96
Ibidem, pp. 59 y 60.
97
Idem.
I. Introducción
*
Profesor, investigador y director ejecutivo del programa Justice in Mexico de la Uni-
versidad de San Diego.
79
6
Ley Fundamental de la República Federal de Alemania, Boletín Oficial Federal, 1949,
p. 1.
7
Constitución española, 1978.
de acuerdo con las leyes de los Estados parte o de acuerdo con otro instru-
mento internacional.8
Mas allá del contenido normativo, la posibilidad de que los derechos,
o su ejercicio, sean restringidos o limitados, está estrictamente relacionada
con la interpretación del concepto de “derecho” en sí, y de su posibilidad de
conflicto con otros derechos o bienes públicos.
Como veremos a continuación, en general, distintas posturas iusfilosó-
ficas han abordado este tema desde la óptica de colisión de derechos con
otros derechos.
A. Posibilidad de conflictivismo
8
Convención Americana de Derechos Humanos (Pacto de San José), San José, Orga-
nización de los Estados Americanos (OEA), 1969.
9
Waldron, Jeremy, “Rights in Conflict,” Ethics, 99, núm. 3, 1989.
10
Siguiendo a Cianciardo, en lo sucesivo me referiré a la posibilidad de que los dere-
chos fundamentales choquen entre sí, o choquen con bienes públicos, como “conflictivismo”.
Cianciardo, Juan, El ejercicio regular de los derechos: análisis y crítica del conflictivismo, Buenos Aires,
Ad Hoc, 2007, p. 41.
11
Raz, Joseph, The Morality of Freedom, Oxford, Clarendon Press, 1986.
12
Dworkin, Ronald, Taking Rights Seriously, Cambridge, Harvard University Press, 1980.
13
Rawls, John, A Theory of Justice, Cambridge, The Belknap Press of Harvard University
Press, 1971.
14
Alexy, Robert, Teoría de los derechos fundamentales [Theorie Der Grundrechte], trad. de
Ernesto Garzón Valdés, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2002, pp.
272-301.
15
Preda, Adina, “Are There Any Conflicts of Rights?,” Ethical Theory and Moral Practice,
18, núm. 4, 2015.
16
Ibidem, p. 678.
17
Nozick, Robert, Anarchy, State, and Utopia, Nueva York, Basic Books, 1974, p. 238.
18
Toller, Fernando, “Refutaciones lógicas a la teoría de los conflictos de derecho”, en
Cianciardo, Juan, La interpretación en la era del neoconstitucionalismo, Buenos Aires, Ábaco de
Rodolfo de Palma, 2006, 138-181, p. 155.
19
Cianciardo, Juan, op. cit., p. 254.
A. Ponderación y proporcionalidad
23
Prieto Sanchís, Luis, “El juicio de ponderación constitucional”, en Carbonell, Miguel,
El principio de proporcionalidad y la interpretación constitucional, Quito, Ministerio de Justicia y
Derechos Humanos, 2008, 85-125, p. 99.
24
Ibidem, p. 100.
25
Alexy, Robert, “La fórmula del peso”, en Carbonell, Miguel, El principio de proporciona-
lidad y la interpretación constitucional, Quito, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, 2008,
13-42, p. 99.
30
Carbonell, Miguel, “Introducción. El principio de proporcionalidad y los derechos
fundamentales”, en Carbonell, Miguel, El principio de proporcionalidad y la interpretación constitu-
cional, Quito, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, 2008, 10-13, p. 10.
31
Idem.
32
Alexy, “La fórmula del peso”, en El principio de proporcionalidad y la interpretación constitu-
cional, cit., p. 15.
33
Alexy, Epílogo a la teoría de los derechos fundamentales…, cit., 41.
34
Ibidem, p. 39. Alexy, “La fórmula del peso”…, cit., p. 15.
35
Habermas, Between Facts and Norms…, cit., pp. 258-260.
36
Cianciardo…, cit., p. 286. Cianciardo, Juan, “The Principle of Proportionality: the
Challenges of Human Rights”, Journal of Civil Law Studies, 3, núm. 1, 2010, p. 182.
37
Kamm, F. M., “Conflicts of Rights: Typology, Methodology, and Nonconsequential-
ism”, Legal Theory, 7, núm. 3, 2001, p. 239.
38
Ibidem, passim.
39
Idem.
C. Contenido esencial
47
Henderson, Humberto, “Los tratados internacionales de derechos humanos en el or-
den interno: la importancia del principio pro homine”, Revista IIDH, 39, 2004, p. 93.
48
Bigliani, Paola y Bovino, Alberto, Encarcelamiento preventivo y estándares del sistema intera-
mericano, Buenos Aires, Editores del Puerto, 2008, passim.
49
De Oliveira Mazzuoli, Valerio y Ribeiro, Dilton, “The Japanese Legal System and the
Pro Homine Principle in Human Rights Treaties”, Journal of Civil & Legal Sciences, 3, núm. 3,
2014.
50
Drnas de Clément, Zlata, “La complejidad del principio pro homine”, Jurisprudencia
Argentina, 12, núm. 1, 25 de marzo 2015, p. 104.
51
Un análisis más profundo del concepto de derechos salvajes puede encontrarse en mi
tesis doctoral. Rodríguez Ferreira, Octavio, Primacía y exterioridad: análisis crítico de los derechos
humanos aplicado a los conflictos normativos y al arraigo en México (doctorado en derecho), Ciu-
dad de México, Universidad Panamericana, 2019, disponible en: http://biblio.upmx.mx/tesis/
199546.pdf.
a. Derechos exteriores
ser, también, parte de un régimen jurídico específico. Para que ello ocurra,
el Estado está encargado de hacer una traducción judicial, legislativa y/o
administrativa de aquellos derechos exteriores, para entonces transformar-
los en normas jurídicas concretas, por medio del análisis de sus implicacio-
nes prácticas.54
Entonces, una norma concreta es expresión formal de la razón de ser o
del motivo de la misma, es decir, su fundamento. Así, el motivo o el funda-
mento es algo exterior y preexistente a la norma, antecede al razonamiento
jurídico concreto de la norma.
Así, partiendo de la noción de ambigüedad de los derechos de Kennedy,55
planteo, inicialmente, la distinción de los dos momentos o estadios de los
derechos humanos, que si bien comparten la misma raíz, tienen caracterís-
ticas muy diferentes. Primero, los derechos exteriores como fundamentos
de derechos, altamente abstractos, y, posteriormente, la traducción de los
derechos exteriores en clave jurídica y su transformación en normas positi-
vas concretas, que genera el segundo estadio de los derechos humanos, o los
derechos interiores.
54
Kennedy, Duncan, “The Critique of Rights in Critical Legal Studies”, en Halley, Janet
y Brown, Wendy, Left Legalism/Left Critique, Durham, Duke University Press 2002, p. 186.
55
Ibidem, p. 186.
56
Douzinas, Costas, Human Rights and Empire, Nueva York, Routledge-Cavendish, 2007,
p. 13.
57
Douzinas, Costas, The End of Human Rights, Oxford, Hart Publishing, 2000, passim.
resulta algo estático ni “cierto”, ni refleja una naturaleza inerte. Por el con-
trario, mantiene de alguna forma su fuerza de resistencia en los derechos
humanos. Partiendo de lo anterior, sigo la propuesta de Douzinas de buscar
una vinculación de los derechos humanos con su tradición clásica —aunque
no un retorno a su concepción clásica—, para dotarles de una perspectiva
crítica y redentora combinada con una idea de utopía social, logrando así
una idea radical de los derechos humanos.58
c. Derechos salvajes59
63
Ibidem, pp. 141 y 142.
64
Ibidem, p. 141.
65
Ibidem, p. 142.
66
Idem. En este sentido, la Corte Interamericana intentó delimitar el concepto de “orden
público” en el análisis del caso Colegiación obligatoria de periodistas: “En efecto, una acepción po-
sible del orden público… hace referencia a las condiciones que aseguran el funcionamiento
armónico y normal de las instituciones sobre la base de un sistema coherente de valores y
principios. En tal sentido podrían justificarse restricciones al ejercicio de ciertos derechos
y libertades para asegurar el orden público”. Al respecto del bien común, la Corte IDH, en
el mismo caso, estableció lo siguiente: “Es posible entender el bien común, dentro del con-
texto de la Convención, como un concepto referente a las condiciones de la vida social que
permiten a los integrantes de la sociedad alcanzar el mayor grado de desarrollo personal y
la mayor vigencia de los valores democráticos. En tal sentido, puede considerarse como un
imperativo del bien común la organización de la vida social en forma que se fortalezca el fun-
cionamiento de las instituciones democráticas y se preserve y promueva la plena realización
de los derechos de la persona humana”. OC-5/85, cit.
67
Ross reconoce que no es posible tener una certeza absoluta, y que a menudo es nece-
saria cierta flexibilidad, de modo que las leyes pueden expresarse en términos relativamente
vagos; pero deben ser previsibles a través de su interpretación y aplicación en la práctica. Sin
embargo, una ‘ley’ que permite el ejercicio de una discreción sin restricción en casos indivi-
duales, no puede tener la característica esencial de previsibilidad y, por lo tanto, no puede ser
legal. Así, el alcance de la discrecionalidad debe indicarse con una certeza razonable, en este
caso, en la ley misma. Ross, June M., “Limitations on Human Rights in International Law:
their Relevance to the Canadian Charter of Rights and Freedoms”, Human Rights Quarterly,
6, núm. 2, 1984, pp. 199 y 200.
68
Nogueira Alcalá, cit. passim.
69
Ross, cit. pp. 199 y 200.
70
Nogueira Alcalá, cit. passim.
71
Ibidem, pp. 141 y 142.
El arraigo es una medida que permite a las fuerzas del orden público un
tiempo extraordinario para realizar investigaciones, manipulando los alcan-
ces del debido proceso. Es decir, sirve como una especie de “atajo” para co-
lectar pruebas en contra de un arraigado antes de ser vinculado a proceso.
Si bien la delincuencia organizada plantea un enorme problema y amenaza
a la seguridad pública, la seguridad ciudadana se ve sacrificada en favor del
control social.
Ante las demandas de amparo por violaciones al debido proceso re-
lacionadas con la práctica del arraigo, previo a su inclusión en la Consti-
tución, la Suprema Corte había determinado en 2006 que la práctica era
inconstitucional, y que violaba los derechos fundamentales, como el de li-
bertad personal72 y libertad de tránsito.73 Al ser incluido en la Constitución
en 2008, el arraigo pudo circunvenir su problema formal más importante:
la inconstitucionalidad.
Disposiciones como el arraigo parecieran permitir a la autoridad, ex-
cepcionarse ante obligaciones de garantizar, mayormente, derechos de de-
bido proceso, incluidos en la misma Constitución, así como en instrumentos
internacionales firmados y ratificados por el Estado mexicano.
En efecto, aunque no se expresa literalmente en la Constitución, por
medio del arraigo se genera una limitación de la libertad personal. Esta
72
SCJN, “Arraigo penal. El artículo 122 bis del Código de Procedimientos Penales del
Estado de Chihuahua que lo establece, viola la garantía de libertad personal que consagran
los artículos 16, 18, 19, 20 y 21 de la Constitución Federal”. S.J.F. y su Gaceta, Novena Época,
t. XXIII, febrero de 2006.
73
SCJN, “Arraigo penal. El artículo 122 bis del Código de Procedimientos Penales del
Estado de Chihuahua que lo establece, viola la libertad de tránsito consagrada en el articulo
11 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos”. S.J.F. y su Gaceta, Novena
Época, t. XXIII, febrero de 2006.
74
SCJN, “Arraigo local. La medida emitida por el juez es inconstitucional”. Tesis 1a./J.
4/2015, Gaceta S.J.F, Décima Época, t. II, febrero de 2015.
75
Para mayor información sobre la vulneración de otros derechos, por virtud del arraigo
se puede consultar mi trabajo de investigación doctoral. Rodríguez Ferreira, cit.
76
Contradicción de tesis 293/2011, Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, t. I, abril
de 2014, p. 96.
77
Lo anterior, no obstante haber estipulado en la misma resolución y de manera pa-
radójica, que los derechos humanos reconocidos en los tratados internacionales deben ser
considerados de igual jerarquía a aquellos establecidos en la Constitución, y que, incluso, los
tribunales mexicanos puedan dar primacía a aquellos que ofrezcan mayores protecciones. En
este sentido, la figura del arraigo parece haber sido la causa subyacente de dicha resolución
y la materialización concreta de una interpretación vacía de los derechos humanos, y su
susceptibilidad a la restricción por criterios meramente formales. En efecto, la razón de la
C.T. 293/11 era confirmar el carácter supremo de la Constitución frente a tratados interna-
cionales, pero otra razón de fondo fue reconocer la capacidad del Estado de establecer los
límites del goce de derechos, precisamente ante un cuerpo de normatividad supranacional,
pero al mismo tiempo extendió su cobertura a los derechos humanos ya reconocidos en la
constitución. Todo esto fue expresado en términos muy abstractos, como una limitación de
tratados internacionales, sin embargo, detrás de esta situación de manera abstracta y no ex-
presamente determinada, subyacía un tema con nombre específico, el régimen de detención
preventiva de arraigo y, en última instancia, lo que se pretendió fue defender, de manera “in-
directa”, y como fin último o mayor, la posibilidad de restringir derechos humanos buscando
reivindicar un discurso opresivo, justificado en una situación extrema de inseguridad en la
que se encontraba —y se encuentra—inmerso el Estado mexicano. De los debates en torno
al caso se percibe que un asunto muy presente en la mente de los ministros a la hora de su
discusión, fue, en efecto el arraigo. Las posturas de varios ministros advertían que la resolu-
ción podría poner en peligro ciertas figuras constitucionales que se concebían “necesarias”
en el combate a la delincuencia organizada. Al respecto, se pueden consultar las versiones
taquigráficas de las sesiones de debates del caso: versiones taquigráficas de las sesiones públi-
cas ordinarias del Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), México, 26 de
agosto de 2013, 130826; 27 de agosto de 2013, 130827; 29 de agosto de 2013, 130829; 2
de septiembre de 2013, 130902; y 3 de septiembre de 2013, 130903.
78
C.T. 293/11, cit.
79
SCJN, Derechos humanos contenidos en la Constitución y en los trata-
dos internacionales. Constituyen el parámetro de control de regularidad
constitucional, pero cuando en la Constitución haya una restricción expre-
sa al ejercicio de aquéllos, se debe estar a lo que establece el texto constitu-
cional. P./J. 20/2014, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, t. I, abril
de 2014.
Constitución misma puede ser más restrictiva, y con ello, desmantela por
completo el alcance crítico del principio pro persona.
Consecuentemente, se despoja a los derechos humanos de su capacidad
de resistir disposiciones legales —incluso constitucionales— que puedan
contravenir su ejercicio, le quita la posibilidad a los juzgadores de entrar
al análisis e interpretación constitucional y convencional de los derechos
y sus limitaciones, hace prácticamente obsoleta la disposición que permite
interpretar la ley a favor de la persona, y, finalmente, abre la puerta a la
posibilidad de limitar constitucionalmente el ejercicio de ciertos derechos
humanos, en caso de así convenir a los intereses de la autoridad.
80
El artículo 15 constitucional estipula lo siguiente: “Los derechos y libertades recono-
cidos en el Capítulo Segundo del presente Título vinculan a todos los poderes públicos. Sólo
por ley, que en todo caso deberá respetar su contenido esencial, podrá regularse el ejercicio
de tales derechos y libertades, que se tutelarán de acuerdo con lo previsto en el artículo 161,
1, a)”.
81
C.T. 293/11, cit.
82
Al respecto, la Corte refiere a un “bloque de derechos” o “bloque de constitucionali-
dad”, idem.
83
Vale la pena aquí reflexionar sobre la experiencia de otros regímenes constitucionales
en materia de restricción de derechos fundamentales. En el caso alemán, por ejemplo, la Ley
Fundamental establece todo un artículo sobre la limitación de derechos: “Artículo 19. Res-
tricción de los derechos fundamentales. (1) Cuando de acuerdo con la… Ley Fundamental
un derecho fundamental pueda ser restringido por ley o en virtud de una ley, ésta deberá
tener carácter general y no estar limitada al caso individual. Además, la ley deberá mencio-
nar el derecho fundamental indicando el artículo correspondiente. (2) En ningún caso un
derecho fundamental podrá ser afectado en su contenido esencial…”. Ley Fundamental de
la República Federal de Alemania, cit. En el caso español el artículo 53.1 de la Constitución
establece: “Los derechos y libertades reconocidos en el Capítulo Segundo del presente Título
vinculan a todos los poderes públicos. Sólo por ley, que en todo caso deberá respetar su con-
tenido esencial, podrá regularse el ejercicio de tales derechos y libertades, que se tutelarán
de acuerdo con lo previsto en el artículo 161, 1, a) Constitución Española, cit. En ambos casos,
la regulación o limitación de derechos fundamentales depende del requisito material de con-
tenido esencial, el cual abordo de manera más abundante en otra sección de la presente
investigación.
La Suprema Corte volvió a dejar en claro que más allá de la dinámica del
orden cosmopolita del siglo XXI, la visión tradicional de la supremacía cons-
titucional sigue siendo —desde el siglo XIX, y quizá desde antes— un ba-
samento incuestionable en el derecho mexicano, a pesar de que en el nuevo
contexto esto derive en posibles conflictos a nivel internacional, producto de
la contravención de obligaciones adquiridas por el mismo Estado mexicano.
A pesar de su apertura ante la aceptación y adopción del marco jurídico
e institucional internacional, no obstante, México sigue interpretando los
derechos humanos desde una óptica tradicional y originalista del Estado so-
berano, incumpliendo, en muchas ocasiones, sus obligaciones internaciona-
les, y en muchas otras, directamente transgrediendo y violando los derechos
humanos. Siguiendo la historia jurisprudencial mexicana, nos podemos dar
cuenta de que la defensa de la supremacía constitucional a veces supera
los límites de lo jurídicamente lógico y pone en evidencia una dialéctica no
resuelta entre el discurso de los derechos humanos y una concepción origi-
nalista del Estado moderno, que defiende una racionalidad jurídica basada
en principios anquilosados de soberanía y supremacía. Una racionalidad
jurídica cimentada exclusivamente en una visión tradicionalista de la supre-
macía constitucional es incompatible con la lógica y racionalidad práctica
basada en los derechos humanos.
Cabe preguntarse, entonces, si es necesario alejarse de la visión tradi-
cionalista de la supremacía constitucional, y si realmente debe sacrificarse
tal postura en el contexto del orden universal de los derechos humanos. En
caso opuesto, tendríamos que hablar, entonces, de un fracaso del derecho
y la política internacionales y de su estandarte —los derechos humanos—,
ante la imposibilidad de hacer enteramente operativos los principios que
enarbolan.84 ¿Es acaso la pérdida de la supremacía constitucional el precio
que debe pagarse para la consolidación del orden universal de los derechos
humanos?, o bien ¿quizá el alcance de los derechos humanos está acotado
84
Douzinas, The End of Human Rights, cit. passim; Douzinas, Human Rights and Empire, cit.
passim.
Sin embargo, a raíz de la C.T. 293/11, la Corte dio lugar a que, en vez
de adquirir aplicabilidad constitucional, los derechos de fuente internacio-
nal —y en general cualquier derecho fundamental— pierdan operatividad
y alcance.
Lo que la Corte explica es que al referirse al no menoscabo de otros
derechos, no sólo se está refiriendo a los derechos fundamentales recono-
cidos en la Constitución, sino también a otras normas incluso restrictivas
que contenga el texto constitucional. La Corte afirma que el principio que
brinda supremacía al derecho de fuente internacional al mismo tiempo en-
cumbra a la Constitución como “norma fundamental del orden jurídico
mexicano”, lo que a su vez implica “que el resto de las normas jurídicas de-
ben ser acordes con la misma, tanto en un sentido formal como material”.89
¿Es posible, entonces, que el constituyente haya adquirido un poder in-
agotable de restricción de derechos humanos? A simple vista parece que la
Corte reconociera el poder irrestricto del constituyente de limitar el ejerci-
cio de los derechos, ya que al permitir la incorporación en el texto constitu-
cional de este tipo de limitaciones o restricciones no establece otro criterio
más que la formalidad misma de estar en la Constitución. Es decir, no exis-
ten otros criterios que puedan ser usados por el juzgador para determinar la
procedencia o no de una restricción de derechos una vez que ésta adquiere
el carácter de constitucional.
En efecto, existen limitaciones necesarias al ejercicio de ciertos dere-
chos dadas determinadas circunstancias. Pero ¿cuáles son las restricciones
razonables? Evidentemente, existe un umbral de restricción al ejercicio de
derechos humanos, que si bien puede no estar expresamente establecido en
la legislación, debe ser determinado, en el caso concreto, por el juzgador.
No obstante, la permisibilidad de las restricciones al ejercicio de los de-
rechos humanos mediante disposiciones cuyo único requisito es estar con-
templadas en la Constitución genera una incapacidad de realizar un análisis
crítico en el foro local. Aunque por un lado se haya reconocido la facultad
de los jueces de hacer control de constitucionalidad y de convencionalidad,
la realidad es que, en el caso de limitaciones constitucionales expresas a de-
rechos humanos, no existe una posibilidad real de un juzgador de efectuar
un análisis crítico de los alcances de un determinado derecho ante una li-
mitación específica.
En casos concretos como el arraigo, una estipulación expresa de la
Constitución contraviene derechos no sólo reconocidos en tratados interna-
89
SCJN, “Derechos humanos contenidos en la Constitución y en los tratados internacio-
nales”, cit.
90
Llevar este debate a la jurisdicción internacional permitiría analizar limitaciones cons-
titucionales específicas a la luz del principio pro persona. En específico, una figura como el
arraigo, que transgrede principios nucleares de varios derechos —libertad personal, seguri-
dad jurídica, e integridad—, que abre las puertas a muchas otras violaciones, y que es incom-
patible con disposiciones convencionales, sería quizá una alternativa viable para desatar el
nudo jurídico que la C.T. 293/11 generó al tratarse de limitaciones y restricciones a derechos
humanos en particular. Ferrer Mac-Gregor reconoce que si bien la Corte Interamericana
“no tiene competencia para convertirse en una «nueva y última instancia» para resolver los
planteamientos originales de las partes en un proceso nacional”, si el Estado ha violado sus
obligaciones internacionales a través de sus órganos judiciales, dicho tribunal puede exa-
minar la compatibilidad de los procesos internos con el Pacto de San José, incluso la de los
tribunales superiores. Voto razonado en Cabrera García y Montiel Flores vs. México, 2010, Corte
IDH, serie C, 220. Véase también el voto razonado de García Ramírez en Vargas Areco vs.
Paraguay, 2006, Corte IDH, serie C, 155.
LA INTERPRETACIÓN CONFORME
I. Introducción
113
(copulativa) sirva para unir en una sola unidad funcional a esos dos elemen-
tos homogéneos, de ahí su función de armonización”.16
Se trata entonces de realizar una interpretación no sólo armonizado-
ra, sino de conciliación y diálogo permanente entre ambas fuentes, pues
aquí no cabe la posibilidad de contrariedad o contradicción, por lo que
de existir aparentemente éstas deben reorientarse las aparentes incompa-
tibilidades o incongruencias hacia los postulados de justicia que mayor be-
neficien al individuo. El principio de armonización parte de la idea de no
“fragmentación del derecho internacional”,17 el derecho internacional es
también derecho interno, y no cualquier derecho, sino uno de rango cons-
titucional.
De esa manera, siguiendo a Hesse cuando postula el principio de inter-
pretación constitucional de “unidad a la Constitución”,18 que lleva consigo
una interpretación armónica al interior y respecto a la totalidad de sus dis-
posiciones, adecuado sobre la interpretación conforme hacia los tratados
internacionales, dispone la regla de que las disposiciones constitucionales y
convencionales no deben interpretarse y aplicarse aisladamente. El proceso
de interpretación debe evitar conflictos normativos a partir de superar sus
incongruencias e incompatibilidades. Esta concepción se esperaba de la Su-
prema Corte en México, cuando dilucidó si las restricciones constituciona-
les debían o no prevalecer sobre los tratados internacionales.19
16
Ferrer Mac-Gregor, Eduardo, “Interpretación conforme y control difuso de conven-
cionalidad. El nuevo paradigma para el juez mexicano”, El control de convencionalidad, México,
Fundap, 2012, p. 129.
17
Este concepto de “fragmentación del derecho internacional” ha sido definido por Ro-
diles como la “diversificación por la proliferación de instituciones y regímenes normativos
que gozan de un alto grado de autonomía, así como los conflictos que surgen entre dichos
regímenes e instituciones”. Rodiles, Alejandro, “La fragmentación del derecho internacio-
nal. ¿Riesgos u oportunidades para México?”, Anuario Mexicano de Derecho Internacional, vol.
IX, México, 2009, p. 377.
18
Hesse, Konrad, Escritos de derecho constitucional (selección), Madrid, Centro de Estudios
Constitucionales, 1983, p. 48.
19
La Suprema Corte en México sostuvo que las restricciones constitucionales habrían
de prevalecer sobre los tratados internacionales en materia de derechos humanos, tal y como
se advierte de la jurisprudencia P./J. 20/2014, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta,
Décima Época, libro 5, t. I, abril de 2014, p. 202, de rubro: Derechos humanos con-
tenidos en la Constitución y en los tratados internacionales. Constituyen
el parámetro de control de regularidad constitucional, pero cuando en la
Constitución haya una restricción expresa al ejercicio de aquéllos, se debe
estar a lo que establece el texto constitucional.
20
Por su relevancia, identifico cuando menos las siguientes interacciones de la inter-
pretación conforme: (1) En relación con la teoría de los principios jurídicos, en ser un prin-
cipio jurídico formal que pretende optimizar el Estado constitucional de derecho. (2) En
relación con la teoría de la justicia, en ser un elemento instrumental para la corrección
moral del derecho positivo. (3) En relación con la argumentación jurídica y la interpretación
constitucional, en ser una directiva interpretativa de primer y segundo grado, con capaci-
dad de saneamiento constitucional extrasistémico e intrasistémico. (4) En relación con el
constitucionalismo contemporáneo, como clave relevante para la constitucionalización del
sistema jurídico. (5) En relación con la teoría de los derechos fundamentales, en constituir
una garantía para su ejercicio. (6) En relación con la democracia, en neutralizar la objeción
contramayoritaria que se efectúa contra el control constitucional normativo. (7) En relación
con la teoría constitucional, en garantizar instrumentalmente la supremacía constitucional
y su fuerza normativa. (8) En relación con el sistema jurídico constitucionalizado, en ser un
elemento que abona a su unidad y completitud. (9) La interpretación conforme en relación
con la racionalidad jurídica en la toma de decisión, en que su ejercicio se encuentra sujeto
a límites de razonabilidad. (10) En relación con la justicia constitucional, en constituir un
la relación que guarda con la teoría de la justicia, para con ello evidenciar
los efectos axiológicos que trajo consigo la previsión constitucional que im-
plementó ambas modalidades interpretativas, en concreto sobre la obligada
capacidad instrumental de corrección moral del derecho positivo. Me re-
fiero especialmente a la bondad procedimental que tiene la interpretación
conforme para concretar la idealidad de la naturaleza del derecho.
25
Idem.
26
Idem.
27
Alexy, Robert, The Argument from Injustice: a Reply to Legal Positivism, traducción al inglés
de B. Litschewski Paulson y S. L. Paulson, Oxford, Clarendon Press, 2002, pp. 3-4 y 13-19.
28
1. La relación entre el “derecho y la coerción o la fuerza”. 2. La relación entre el “de-
recho y la institucionalización de los procedimientos de creación y aplicación de normas”. 3.
La relación entre el “derecho y el asentimiento o aceptación real acerca del mismo”. Alexy,
Robert, El concepto y la naturaleza del derecho, Madrid, Marcial Pons, 2008, p. 69.
29
Ibidem, p. 70.
30
Idem.
31
Idem.
con otros principios jurídicos, tensión que, como lo sostiene Alexy, puede
actualizarse no sólo respecto a otros principios formales, sino también so-
bre principios jurídicos sustantivos. Para ello me remito al ejemplo que nos
brinda el autor, sobre la fórmula de Radbruch que opera bajo el apotegma
“la extrema injusticia no es derecho”,32 que es el resultado de efectuar una
ponderación llana entre “el principio material de justicia contra el principio
formal de seguridad jurídica”.33
De ahí lo ponderable que también resultan los principios jurídicos for-
males, al tratarse de normas inacabadas que estarán supeditadas a las cir-
cunstancias del caso concreto. De su calidad de “mandato de optimización”
deriva su posibilidad de aplicación mediante ponderación, según las cir-
cunstancias jurídicas y fácticas.34
Ahora, la calidad de principio jurídico formal de la interpretación con-
forme le permite participar determinantemente en la estructuración y arti-
culación de los actuales sistemas constitucionales. La nota característica en
esa interacción estriba y deriva de esa calidad, que le permite instrumenta-
lizar la corrección moral del derecho positivo, cuyo resultado trae consigo
la optimización del Estado constitucional del derecho, especialmente a par-
tir del cometido de sanear correctivamente el derecho positivo moralmente
defectuoso, con lo que se pretende que las decisiones institucionalizadas
alcancen el cometido que pretendían alcanzar, pero que por negligencia o
error se vieron truncas sus posibilidades. Ésa es precisamente su capacidad
estructural para instrumentar la señalada “pretensión de corrección”.
En términos generales stricto sensu, en la interpretación conforme el ob-
jeto de optimización a partir de su instrumentalización lo constituyen las
decisiones institucionalizadas. Por ejemplo, en una de sus facetas, la norma
jurídica defectuosa será constitucional o convencionalmente saneada a par-
tir de su armonización o corrección por vía de interpretación conforme.
Empero, a nivel global, la interpretación conforme es un principio jurídico
formal de optimización del Estado constitucional de derecho. Hablar de
ello, mutatis mutandis, es considerarla, desde la teoría del derecho, que opera
32
Alexy, Robert, “A Defence of Radbruch’s Formula”, en Freeman, M. D. A. (ed.), Lloyd’s
Introduction to Jurisprudence, 8a. ed., Londres, Sweet & Maxwell-Thomson Reuters, p. 428.
33
Alexy, Robert, “The Dual Nature of Law”, Ratio Juris, 23, 2010, p.177.
34
Esta postura se contrapone al enfoque de Sieckmann del llamado “modelo de concep-
ciones contrapuestas de derecho” (Sieckmann, J., Recht als Normatives System, Baden-Baden,
Nomos, 2009, pp. 200-204) y al “modelo de dos niveles” de Klatt y Schmidt (Alexy, Robert,
“Principios …”, cit., p. 27), que esencialmente sostienen que la ponderación es impermisible
entre principios materiales y principios formales.
35
La “tesis tridimensional del derecho” concibe al fenómeno jurídico desde el punto de
vista de tres dimensiones: fáctica, normativa y axiológica. “La dimensión fáctica se manifies-
ta como un hecho social, observa al derecho como un acontecer que se presenta de manera
cotidiana en la vida de las personas, a dicho fenómeno se le conoce como la omnipresencia
del derecho”. Reale, M., Teoría tridimensional del derecho: una visión integral del derecho, Madrid,
Tecnos, 1997.
36
Alexy, Robert, “Principios…”, cit., p. 21.
37
Alexy, Robert, The Argument…, cit., pp. 13-19.
39
Robert Alexy, La institucionalización de la justicia, Granada, Comares, 2010, p. 9.
idealidad del derecho, siquiera sería calificado como derecho, como sostiene
Alexy, “sería una simple apariencia de derecho o una corrupción del dere-
cho, pero no auténtico derecho”.49
Lo que sea derecho se determina en función del derecho natural,50 en
“función de propiedades valorativas, en función de la justificación moral de
sus normas, de su adecuación a ciertos principios de justicia”.51 Con ello se
supera la tesis positivista de la juridicidad del derecho positivo a partir del
sistema de competencias y cumplimiento a procedimientos; para que una
norma sea jurídica no basta con que sea dictada por el órgano jurídicamen-
te competente, mediante el procedimiento jurídicamente establecido, sino
que tiene que ser moralmente justa.52
49
Alexy, Robert, El concepto y la…, cit., p. 48.
50
Para el autor inglés John Finnis, el derecho natural son los principios de la razón prác-
tica que ordenan la vida del hombre y de la comunidad, los cuales derivan de ciertos bienes
básicos que se justifican por sí mismos. Finnis, John, Ley natural y derechos naturales, trad. de
Cristobal Orrego, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 2000, pp. 87-110.
51
Atienza, Manuel, El sentido del derecho, Barcelona, Ariel, 2001, pp. 157-163.
52
Alexy, Robert, El concepto y la…, cit., p. 78.
53
Diverso argumento que Alexy utiliza en su teoría del derecho es el argumento de la
“injusticia extrema” (fórmula de Radbruch), en cuanto a que “la injusticia extrema no es
derecho”, que junto con los argumentos de la corrección y de los principios (mandatos de
optimización) constituyen las tres razones de mayor poder que puedan llevar a pensar que
existe una conexión conceptual necesaria entre el derecho y la moral, y que esta relación es
la “propiedad esencial del derecho en su dimensión ideal o crítica”. Ibidem, p. 69.
54
Ibidem, p. 62.
De acuerdo con “uno de los presupuestos necesarios de los actos del ha-
bla mediante los cuales se desenvuelve la práctica jurídica”, cuyo objeto de
esa práctica es la determinación de las normas regulativas sobre lo que está
jurídicamente prohibido, permitido o es obligatorio, “es que dichos actos
pretenden ser correctos, pretenden ser aceptados como correctos por parte
de la comunidad jurídica y de la comunidad en general”. Ésta es la llamada
“pretensión de corrección”.55
Para Alexy, esa pretensión es lo que hace que el “discurso jurídico sea
un caso especial del discurso práctico general”,56 pues, a su parecer, quie-
nes como participantes en las prácticas regulatorias generales nieguen esa
pretensión de corrección, implica de manera necesaria en sus afirmaciones,
que incurrieran en una “contradicción performativa”; esto es, “una contra-
dicción entre una aserción explícita y una aserción implícita, pero necesaria
en cuanto a su esencia”.57 “Es una contradicción entre lo que se dice y lo
que está implícito de manera necesaria en el acto de decir”.58
Alexy sostiene que esa “pretensión implica una conexión necesaria en-
tre derecho y moral, porque cuando las razones provenientes del derecho
positivo no son suficientes para resolver los casos concretos, la pretensión de
corrección permite recurrir a razones de toda laya, con prioridad a las razo-
nes de justicia”,59 razones de justicia pertenecientes, que llevan consigo una
valoración del derecho a partir del razonamiento moral. La conclusión de
Alexy es perentoria: “la pretensión de corrección necesariamente se refiere
al razonamiento moral cuando la decisión no puede adoptarse sólo con base
en razones procedentes del derecho positivo”.60
Esa “pretensión de corrección” es la que lleva consigo no sólo la po-
sibilidad de efectuar valoraciones morales al analizar la juridicidad de las
normas, sino que implica la necesidad de hacerlo cuando sea posible. Es de
distinguirse esa posibilidad de corrección según las circunstancias del caso
concreto, con el deber de acción de la interpretación conforme ante la de-
tección de una norma moralmente defectuosa; para el primero, los límites
racionales de corrección de la propia directiva son los que brindan las accio-
nes permisibles de saneamiento a realizar, mientras que el deber de acción
correctivo acontece en todos los casos en que se detecte una norma prima
55
Ibidem, p. 67.
56
Alexy, Robert, Teoría de los derechos…, cit., pp. 50 y ss.
57
Alexy, Robert, “Una defensa a la fórmula de Radbruch”, trad. de Seone, J. Anuario da
Facultade de Dereito da Universidade da Coruña, núm. 5, 2001, pp. 75-95.
58
Alexy, Robert, The Argument…, cit., pp. 35-39.
59
Alexy, Robert, “The Especial Case Tesis”, Ratio Juris, núm. 12, 1999, pp. 378 y 379.
60
Alexy, Robert, El concepto y la…, cit., p. 68.
Una vez que se concibe a la moral como algo incluido en el derecho, las ra-
zones morales pueden y deben participar en la justificación de las decisiones
jurídicas, cuando se agotan las razones autoritativas (pretensión de correc-
ción), la teoría del razonamiento jurídico (argumentación jurídica), intenta
explicar este fenómeno, concibiendo este último como un caso especial del
razonamiento práctico general.71
71
Alexy, Robert, “The Especial…”, cit., pp.157-165.
72
Portocarrero Quispe, Jorge Alexander, La ponderación y la autoridad en el derecho. El rol de
los principios formales en la interpretación constitucional, Marcial Pons, 2016, p. 43.
73
Dworkin, Ronald, La justicia con toga, Madrid, Marcial Pons, 2007, pp. 148-189.
74
Alexy, Robert, Derecho y razón práctica, México, Fontamara, 2006, pp. 21 y 35.
75
“La idea del contenido esencial de los derechos fundamentales se incluyó en el artículo
19.2 de la Ley Fundamental alemana, y en el 53.1 de la Constitución Española, para evitar
la excesiva restricción de esos derechos y que las limitaciones que se impongan vacíen sus
contenidos normativos”. Sánchez Gil, Rubén, El principio de proporcionalidad, México, UNAM,
Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2007, p. 111.
76
Guastini, Riccardo, Teoría e ideología de la interpretación constitucional, México, UNAM,
Minima Trotta, 2008, p. 75.
77
Zagrebelsky, Gustavo, El derecho dúctil. Ley, principios, justicia, trad. de M. Gascón, Ma-
drid, Trotta, 1995, p. 116.
78
Bix, B., “El Radbruch de Alexy”, en Bix B., Lenguaje, teoría y derecho, Bogotá, Universi-
dad Externado de Colombia, 2008, p. 54.
79
Alexy, Robert, El concepto y la…, cit., p. 94.
80
Ibidem, p. 95.
81
Idem.
82
Ibidem, p. 69.
83
Dworkin, Ronald, La justicia con…, cit., p. 58.
84
Hierro, L., “El imperio y la crisis de la ley”, Doxa, 19, Alicante, 1996, p. 303.
85
Zagrebelsky, Gustavo, El derecho…, cit., p. 134.
86
García Figueroa, Alfonso, “Neoconstitucionalismo y derrotabilidad. El derecho a tra-
vés de los derechos”, en Bonorio Ramírez, Pablo Raúl (ed.), Teoría del derecho y decisión judicial,
Bubok Publishing, 2010, p. 151.
87
Idem.
88
Ibidem, pp. 154.
89
Ibidem, pp. 154 y 155.
90
Idem.
91
“La tesis del caso especial, Lifante”, Isabel (trad.), Isegoría, 21, 1999, p. 25.
92
Nino, Carlos Santiago, Derecho, moral y política, Barcelona, Ariel, 1994, p. 64.
93
MacCormick, Neil, Legal Reasoning…, cit., p. 252.
94
Los resultados interpretativos que derivan del primer proceso de interpretación de
armonización y del segundo proceso de interpretación de corrección en la interpretación
conforme tendrán la calidad prima facie. Visto ello bajo una calidad provisional de productos
normativos. Esa cualidad no definitiva de resultados interpretativos, hasta en tanto no sea
declarada, es lo que hace que el principio aristotélico de no contradicción no se flagele. El
que de una sentencia derive de una misma disposición, normas jurídicas constitucionales,
constitucionalmente saneadas y normas jurídicas inconstitucionales prima facie, no implica
una contradicción lógica, aun cuando de la misma disposición normativa deriven dos atri-
butos contrarios e incluso contradictorios. Ya que su calidad definitiva acontecerá hasta la
declaratoria final del fallo, materialmente para que se excluyan las posibilidades contrarias y
contradictorias, y formalmente para privarlas de validez jurídica.
95
MacCormick, Neil, Legal Reasoning…, cit., p. 253.
96
Martínez Zorrilla, David, Conflictos constitucionales, ponderación e indeterminación normativa,
Madrid, Marcial Pons, 2007, p. 216.
97
Bernal Pulido, Carlos, El principio de proporcionalidad y los derechos fundamentales, Madrid,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2007, p. 247.
98
García Yzaguirre, José Victor, “La validez prima facie y el principio de derrotabilidad de
las normas jurídicas”, Dikaion, vol. 21, núm. 2, julio-diciembre de 2012, p. 471.
99
Ibidem, p. 472.
100
Idem.
101
Pazos, María Inés, “Derrotabilidad sin indeterminación”, Doxa, Revista de Filosofía Jurí-
dica, núm. 25, Alicante, 2002, p. 441.
102
García Yzaguirre, José Victor, “La validez prima facie…”, cit., p. 479.
103
Atienza, Manuel y Ruiz Manero, Juan, Para una teoría postpositivista del derecho, Lima,
Palestra, 2009, p. 234.
104
Idem.
105
Idem.
106
Ibidem, p. 235.
107
Idem.
108
García Yzaguirre, José Victor, “La validez prima facie…”, cit., p. 484.
109
Ibidem, p. 485.
110
Robert, Alexy, Teoría de la argumentación jurídica, Madrid, Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, 1997, p. 69.
111
García Figueroa, Alfonso, “Neoconstitucionalismo…”, cit., p. 154.
112
Ibidem, p. 162.
113
Bachof expresamente sostiene que “una norma constitucional puede ser también
inconstitucional por la infracción del derecho constitucional escrito (formal)”, y también
“inconstitucional por la infracción del derecho constitucional material no escrito”. Bachof,
Otto, ¿Normas constitucionales inconstitucionales?, Lima, Palestra Editores, 2010, pp. 70 y 85.
114
Sobre esta capacidad intrasistémica de la interpretación conforme poco se ha explo-
rado, incluso no sólo en concebir que las acciones de saneamiento constitucional acontecen
a través de dicha directiva interpretativa, sino en contemplar la posibilidad de que correc-
tivamente puedan ser saneadas las contradicciones internas del propio texto constitucional.
Especial relevancia tiene ello, pues considerar que la interpretación conforme pueda actuar
correctivamente hacia el interior de la Constitución, es asumir, como lo dije, la postura de
que pueden existir ese tipo de contradicciones internas, y derivado de su existencia, que
existe la posibilidad de su corrección moral por vía de interpretación.
Me refiero a una posibilidad de corrección normativa restringida, no de la totalidad de
las normas jurídicas que contempla y derivan de la interpretación del texto constitucional,
sino en específico de aquellas reglas constitucionales o convencionales que concretizan prin-
cipios jurídicos a partir de restricciones desproporcionadas a derechos fundamentales, res-
pecto de los cuales el principio de interpretación de unidad a la Constitución o alguna otra
directiva interpretativa constitucional es insuficiente para superar sus incompatibilidades e
incongruencias.
IV. Conclusiones
Hugo S. Ramírez-García*
I. Introducción
*
Profesor-investigador en la Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana.
Investigador nacional, nivel II, del Sistema Nacional de Investigadores del Conacyt.
1
En algunos contextos también se denomina principio pro homine.
151
dar la advertencia formulada por Andrés Ollero en torno a los riesgos que
corre la utopía de los derechos humanos cuando es atrapada por tópicos
que frenan su capacidad de transformación de la sociedad en espacios de
respeto auténtico para todo ser humano.2 Lo mismo podría suceder en la
práctica del principio pro persona si se escatiman esfuerzos para conocer
cuál es su fundamento y finalidad última. Teniendo en cuenta lo anterior,
la cuestión central de este capítulo apunta hacia el sentido del principio pro
persona partiendo de la siguiente pregunta: ¿en dónde se localiza la justifi-
cación radical de su validez?
Teniendo esto en cuenta, el itinerario de mi reflexión comienza con al-
gunas notas descriptivas del principio pro persona, con el afán de ubicar el
contexto de mi exposición. En segundo lugar, describiré un par de aproxi-
maciones teóricas al principio pro persona que han intentado revelar su fun-
ción en el marco del discurso y la práctica contemporáneos de los derechos
humanos. En un tercer apartado, apoyándome en el pensamiento de Jesús
Ballesteros, defenderé la tesis siguiente: el sentido del principio pro persona
queda expuesto con mayor claridad cuando emprendemos su lectura acom-
pañados de las luces que aporta la antropología jurídica.
bre las que se fundamenta validez, lo cual será el objetivo de las reflexiones
que a continuación se exponen.
10
Caracciolo, Ricardo, La noción de sistema en la teoría del derecho, México, Fontamara, 1999,
p. 22.
...Es una norma jurídica que tendría que ser reconocida como un mecanismo
de control de poder (como una garantía) que permite que la democracia sus-
tantiva prevalezca en caso de conflicto frente a la democracia formal... En ese
sentido, el principio pro homine tendría que ser visto, en forma muy similar
a una cláusula de intangibilidad como un mecanismo que tiende a reforzar la
rigidez de la constitución.11
13
Ferrajoli, Luigi, Derechos y garantías. La ley de más débil, Madrid, Trotta, 2001, p. 51.
14
Ferrajoli, Luigi, Las fuentes de legitimidad de la jurisdicción, México, Instituto Nacional de
Ciencias Penales, 2010, p. 26.
15
Ferrajoli, Luigi, Derechos y garantías. La ley de más débil…, cit., p. 37.
16
Kelsen, Hans, ¿Qué es justicia?, Barcelona, Planeta-De Agostini, 1993, p. 123.
17
En la actualidad, y como consecuencia del amplio influjo que ha tenido la revisión del
concepto persona (el denominado personismo) sobre la producción normativa y la interpre-
tación jurídica, no faltan ejemplos de exclusión sobre individuos de la especia humana que
no son considerados personas y por tanto negada su carácter de titulares de los derechos
humanos, en razón de la construcción lingüística de una ley, o bien en razón de su interpreta-
Hasta ahora hemos hecho un recorrido puntual por dos lecturas acerca
de la finalidad del principio pro persona. Ambas, a mi juicio, inadvierten
aquello que realmente le dota de sentido, y ello a causa de las premisas
con las cuales emprenden sus respectivos ejercicios hermenéuticos. Resulta-
dos diferentes se pueden obtener si tales premisas son sustituidas por otras
de matriz antropológica. Es lo que haré a continuación apoyándome en el
pensamiento de Jesús Ballesteros. Quisiera comenzar con una afirmación
postulada por el profesor Ballesteros en Sobre el sentido del derecho: “la antro-
pología filosófica, el conocimiento de los caracteres existenciales del ser del
hombre, constituye el punto de partida necesario para la pregunta acerca
del sentido o sinsentido del derecho en la vida”.18
En estas líneas queda claramente asentada la que considero como la
ruta adecuada para dar respuesta a la cuestión clave de la filosofía del dere-
cho, a saber: ¿cuál es la causa radical de su existencia?, y, en consecuencia,
¿cuál es la fuente de justificación última de validez para las normas que lo
integran?
Así, se nos advierte que la viabilidad misma de la reflexión filosófica
sobre el derecho depende de esta asociación, ya que las tesis parciales y
reduccionistas cometen el error epistemológico de obviar los datos que sin-
gularizan al ser humano en el momento de pensar la génesis del derecho.
Asentada la importancia que tiene el dato antropológico para la filoso-
fía jurídica, en la reflexión de Jesús Ballesteros ese dato sería el de la alte-
ridad. Es decir, la existencia realmente humana se manifiesta ahí donde el
sujeto experimenta la alteridad. Es decir, cuando recibe ayuda y asistencia
de otros para lograr el propio florecimiento, así como cuando actúa siendo
consciente de la relevancia de sus actos en la existencia de sus semejantes;
en definitiva, apertura existencial a la realidad.19 Dicho con otras palabras:
la alteridad significa que la existencia del ser humano es condición de posi-
bilidad del bien para otros seres humanos: esta es la raíz antropológica de la
interdependencia y la complementariedad y, claro, la justicia.20
El siguiente paso es saber cómo se explica la presencia del derecho en la
existencia humana atendiendo a la tesis antropológica previamente expues-
ta. La clave que nos ofrece el profesor Ballesteros está en el reconocimiento
de que la apertura existencial a la alteridad, como verdad del ser humano,
no es un dato teórico, sino que es un motivo radical para la acción. De esta
manera, el derecho justifica su existencia, y encuentra la causa de validez
úlitma de las normas que lo componen cuando motiva autoritativamente
(con las garantías de la coactividad) la realización de conductas con las que
se respeta, incondicionalmente, al otro. Con otros términos, la existencia de
lo jurídico se justifica si contribuye a cerrar la brecha entre el plano onto-
lógico del existir humano y su concreción óntica, o, si se prefiere, histórica,
mediante actos libres de respeto y cuidado de los semejantes.21
Esto vale para la experiencia jurídica como un todo, y con mayor razón
para la directamente asociada a los derechos humanos. En efecto, una jus-
ticia con base en la alteridad es más intensa debido al carácter universal de
aquéllos. Como todos sabemos, la universalidad de los derechos se predica
principalmente respecto de la titularidad: todos los seres humanos son titu-
lares de todos los derechos. Aquí, el profesor Ballesteros da un paso más, y
propone la noción de “conciencia de universalidad”: se trata de una reali-
dad moral basada en el reconocimiento de la paridad ontológica entre el yo
y el otro, en pos de la fidelidad de las acciones, en cuanto que son relevantes
para alcanzar el bien humano.22
Tal interpretación de la universalidad, como conciencia moral radical,
nos muestra a los derechos como realidades mancomunadas. Con ellos se
20
A semejantes tesis ha llegado Alasdair MacIntyre cuando afirma: “El cuidado de los
demás desempeña un papel fundamental para mantener la vida en común... El ser humano
puede desestimar este hecho o puede ocultárselo a sí mismo, imaginándose como una perso-
na lockeana o una mente cartesiana o incluso como un alma platónica; pero también, tiene la
posibilidad de entender su identidad (dependiente) a través del tiempo, desde la concepción
hasta la muerte, y entender con ello su necesidad de contar con el cuidado de otras perso-
nas en diferentes etapas de la vida pasada y futura. Es decir, sabe que ha recibido atención
y cuidado, y sabe que se espera que a su vez preste esos cuidados de vez en cuando; y sabe
que habiéndose ocupado de cuidar a otros, tendrá necesidad, también de vez en cuando, de
que los demás le cuiden”. MacIntyre, Alasdair, Animales racionales y dependientes. Por qué los seres
humanos necesitamos las virtudes, Barcelona, Paidós, 2001, pp. 100 y 101.
21
El núcleo del fin del derecho, de su practicidad, se formula, según nuestro autor, como:
“el respeto universal al otro, la vieja idea de humanitas, que reaparece en Kant: la exigencia de
tratar al otro siempre como fin y nunca como medio, (lo cual se concreta): en la exclusión de la
discriminación… y de la violencia, en sus diversas formas”. Ballesteros, Jesús, op. cit., p. 128.
22
Ibidem, p.111.
26
Ollero, Andrés, op. cit., p. 194.
27
Ballesteros, Jesús, Sobre la fundamentación antropológica de la universalidad de los derechos huma-
nos, Valencia, Real Academia de Cultura Valencia, 1999, p. 24.
I. Introducción
Este capítulo tiene como propósito analizar, dentro del contexto de la Cons-
titución mexicana, el papel que juegan los sujetos obligados en una relación
jurídica basada en derechos humanos. En otras palabras, responder a la pre-
gunta de ¿quién está obligado a respetar, proteger y garantizar los derechos
humanos que son la base de nuestro ordenamiento jurídico? Estudiar las di-
versas respuestas que pueden darse a esta pregunta tiene como finalidad dar
contenido y comprender tanto la naturaleza de los derechos humanos como
las de las relaciones de coexistencia fundamentadas en los mismos.
El tercer párrafo del artículo constitucional indica que el sujeto pasivo,
para cumplir con las obligaciones en materia de derechos humanos, es tanto
el Estado como “todas las autoridades”. Esta perspectiva parece que privi-
legia una visión que concibe únicamente al poder público como responsa-
ble de garantizar los derechos humanos. Sin embargo, nuestra postura será
interpretar este término de una forma más amplia, que permita compren-
der dentro del mismo a más sujetos, que también tienen obligaciones en la
*
Profesor-investigador asociado de la Facultad de Derecho de la Universidad Paname-
ricana. Maestro en ciencias jurídicas por la Universidad Panamericana y en teoría y práctica
de los derechos humanos por la Universidad de Essex, Reino Unido.
165
1
Cotta, Sergio, Il diritto nell´esistenza; Linee di ontofenomenologia giuridica, 2a. ed., Milán,
Giuffrè, 1991, passim.
2
Es importante preguntarse siempre por los porqués de los derechos humanos, ya que de
lo contrario se corre el riesgo de verlos como una retórica vacía. Cfr. Fagan, Andrew, Human
Rights; Confronting Myths and Misunderstandings, Camberley, Edward Elgar, 2009, p. 145.
3
Gewirth, Alan, The Community of Rights, Chicago, The University of Chicago Press,
1996, pp. 8 y 9.
4
Bidart Campos, Germán J., Teoría general de los derechos humanos, México, UNAM, 1993,
p. 7.
5
Waldron, Jeremy, Law and Disagreement, Oxford University Press, 1999, p. 226.
Propuesta de reforma constitucional en materia de derechos humanos elaborada por las organizaciones de la
sociedad civil y por académicas y académicos especialistas en derechos humanos, México, 2008, disponible
en: https://www.hchr.org.mx/images/doc_pub/propuestareformaconst.pdf (fecha de consulta: 1o. de
abril de 2020).
10
Asamblea General de las Naciones Unidas, Responsabilidad del Estado por hechos interna-
cionalmente ilícitos, A/56/10, 53o. periodo de sesiones. Además, el artículo 58 del documento
indica que la responsabilidad del Estado es independiente de la responsabilidad individual
de cualquier agente o autoridad que actúe en nombre del Estado:
“Artículo 58. Responsabilidad individual. Los presentes artículos se entenderán sin per-
juicio de cualquier cuestión relativa a la responsabilidad individual, en virtud del derecho
internacional, de cualquier persona que actúe en nombre de un Estado”.
11
“Artículo 1.- Obligación de Respetar los Derechos
1. Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los derechos y li-
bertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que este
sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma,
religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición
económica, nacimiento o cualquier otra condición social”.
12
Corte IDH, caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras, fondo, serie C, núm. 4, sentencia del
29 de julio de 1988 (énfasis añadido).
17
“Artículo 103. Los Tribunales de la Federación resolverán toda controversia que se
suscite
I. Por normas generales, actos u omisiones de la autoridad que violen los derechos humanos
reconocidos y las garantías otorgadas para su protección por esta Constitución, así como
por los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte” (énfasis añadido).
18
“Artículo 128. Todo funcionario público, sin excepción alguna, antes de tomar posesión
de su encargo, prestará la protesta de guardar la Constitución y las leyes que de ella emanen”.
19
Por ejemplo, el artículo 109, que contempla responsabilidades no únicamente para
autoridades o servidores públicos, sino también a particulares al incurrir en responsabilidad
o actos de corrupción.
“Artículo 109. Los servidores públicos y particulares que incurran en responsabilidad
frente al Estado, serán sancionados conforme a lo siguiente:
II. La comisión de delitos por parte de cualquier servidor público o particulares que
incurran en hechos de corrupción, será sancionada en los términos de la legislación penal
aplicable”.
20
Terrazas Salgado, Rodolfo, “La autoridad responsable en el juicio de amparo”, en
González Oropeza, Manuel y Ferrer Mac-Gregor, Eduardo (coords.), El juicio de amparo a 160
años de la primera sentencia, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2011, t. II.
21
Zaldívar Lelo de Larrea, Arturo, voz “Autoridad”, en Ferrer Mac-Gregor, Eduardo et
al. (coords.), Diccionario de derecho procesal constitucional y convencional, 2a. ed., México, UNAM,
Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2014, p. 112.
22
Ibidem, p. 113. Este criterio se restringió durante el siglo XX, cuando la Corte llegó a
establecer que sólo los órganos centrales del Estado podían ejercer como autoridades.
A continuación, una narrativa de los hechos:
“En 1918 Torres promovió una demanda de amparo en donde señaló como autoridad a
Canuto Ortega, quien siendo mayor del ejército exigió al quejoso que lo acompañara con la
intención de privarlo de la libertad. El juez de distrito negó el amparo porque el mayor del
ejército no era una autoridad sino un particular, con lo cual, el amparo resultaba improce-
dente. En revisión ante la Suprema Corte, se revocó la sentencia y se concedió el amparo.
Este primer criterio de la Corte fue en el siguiente sentido: El término autoridades para los
efectos del amparo, comprende a todas aquellas personas que disponen de la fuerza pública,
en virtud de circunstancias, ya legales, ya de hecho, y que, por lo mismo, estén en posibilidad
material de obrar como individuos que ejerzan actos públicos, por el hecho de ser pública la
fuerza de que disponen”. Cfr. Hernández Hernández, Fabián, “Apuntes sobre la procedencia
del juicio de garantías contra actos del notario actuando como particular en funciones de
autoridad”, Ciencia Jurídica 7, núm. 14, julio de 2018, p. 763.
La jurisprudencia resultante establecía que:
Autoridades. El término “autoridades”, para los efectos del amparo, comprende a to-
das aquellas personas que disponen de la fuerza pública, en virtud de circunstancias, ya
legales, ya de hecho, y que, por lo mismo, estén en posibilidad material de obrar como indi-
viduos que ejerzan actos públicos, por el hecho de ser pública la fuerza de que disponen. Cfr.
Semanario Judicial de la Federación, Quinta Época, t. IV, p. 1067.
23
Zaldívar Lelo de Larrea, Arturo, voz “Autoridad”, op. cit., p. 113.
Tesis P. XXVII/97, Autoridad para efectos del juicio de amparo. Lo son aque-
llos funcionarios de organismos públicos que con fundamento en la ley emi-
ten actos unilaterales por los que crean, modifican o extinguen situaciones
jurídicas que afectan la esfera legal del gobernado, Semanario Judicial de la Federa-
ción y su Gaceta, Nóvena Época, febrero de 1997, t. V, p. 118.
24
Ibidem, p. 114.
25
Voto concurrente a caso Myrna Mack Chang vs. Guatemala, 25 de noviembre de 2003,
párrafo 27.
Tesis: 2a. CIV/2014, Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Décima Época, libro 11,
octubre de 2014, t. I, p. 1097.
29
Rosario Rodríguez, Marcos Francisco del, “La aplicación por parte de las autoridades
administrativas del control difuso de constitucionalidad y convencionalidad”, Cuestiones Cons-
titucionales, núm. 33, julio-diciembre de 2015, p. 157.
30
Ugarte Calderón, Filiberto Valentín, “Órganos constitucionales autónomos”, Revista
del Instituto de la Judicatura Federal, núm. 29, pp. 254 y 255.
31
Ley Federal de Responsabilidad Administrativa de los Servidores Público, artículo 3o.
32
Ley General de Víctimas, artículo 1o., párrafo tercero.
33
Artículo 5. Son partes en el juicio de amparo:
II. La autoridad responsable, teniendo tal carácter, con independencia de su naturaleza formal,
la que dicta, ordena, ejecuta o trata de ejecutar el acto que crea, modifica o extingue situa-
ciones jurídicas en forma unilateral y obligatoria; u omita el acto que de realizarse crearía,
modificaría o extinguiría dichas situaciones jurídicas.
Para los efectos de esta Ley, los particulares tendrán la calidad de autoridad responsable
cuando realicen actos equivalentes a los de autoridad, que afecten derechos en los términos de esta
fracción, y cuyas funciones estén determinadas por una norma general (énfasis añadido).
34
Sánchez Gil, Rubén, “El concepto de «autoridad responsable» en la nueva Ley de
Amparo”, Boletín Mexicano de Derecho Comparado, México, vol. 47, núm. 139, enero-abril de
2014, p. 325.
35
Vázquez Gómez-Bisogno, Francisco, “El neoconstitucionalismo procesal y la eficacia
horizontal de los derechos humanos”, Ars Iuris, núm. 46, 2011, p. 25
36
Zaldívar Lelo de Larrea, Arturo, voz “Autoridad”, op. cit., p. 112.
37
Bobbio, Norberto, Diccionario de política, 10a. ed., trad. de Raúl Crisafio, México, Siglo
XXI Editores, 1997, pp. 118-125.
38
Idem.
no. Esto es una tarea reflexiva que, de acuerdo con Palombella, debe tender
a reconocer el valor institucional de los derechos como parte de un proyecto
positivo de afirmación de los bienes y valores que comprenden.44 Esta idea
se relaciona necesariamente con la concepción de un “bloque de constitu-
cionalidad” o “bloque de derechos humanos” como parámetros de validez
de todo un ordenamiento jurídico, y que obligan a todas las autoridades.45
Siguiendo a Skolimowski, a diferencia del poder como tal, que pue-
de considerarse como sinónimo de dominación, la autoridad supone una
transferencia de autoridad entre dos sujetos, donde uno de ellos se siente
obligado a adecuar su conducta a lo mandado por la autoridad.46 Un ele-
mento importante en esta transferencia de autoridad es el convencimiento
del contenido acerca de lo que es mandado. En este sentido, es muy im-
portante, como menciona Ana María Tría, fundamentar la existencia de
la autoridad y trazar sus límites en cuanto a lo que respecta a los derechos
humanos, para lograr una auténtica promoción y no conculcación de los
mismos por parte del sujeto obligado.47
En toda sociedad existe una interdependencia y coexistencia entre to-
dos sus miembros, pero también una subordinación de rangos o de formas
de manifestación de influencia y poder entre los mismos.48 De ahí que el
concepto de autoridad sea necesario para promover el bien común y los
derechos humanos, con miras al perfeccionamiento del ser humano. Quien
esté en posición de autoridad, sea dependiendo del Estado o como particu-
lar, tiene una responsabilidad importante respecto a la influencia que tiene
respecto a otros y, por lo tanto, los derechos humanos lógicamente antece-
den a la existencia, pero sobre todo al ejercicio de la autoridad, y constitu-
yen su límite infranqueable.49
Y los derechos humanos constituyen un límite al ejercicio de la autori-
dad o del poder porque existe el riesgo siempre de un uso ilegítimo o entró-
pico del mismo. En cambio, los mismos deben tender a un ejercicio sintrópi-
co del poder, a ordenarlo hacia el bien común, mediante una transferencia
44
Ibidem pp. 102 y 135.
45
Rosario Rodríguez, Marcos Francisco del, “El debate en torno al bloque de constitu-
cionalidad o de derechos humanos como parámetro de validez y prevalencia de las restric-
ciones constitucionales”, Ex Legibus, núm. 1, 2011, pp. 39 y 40.
46
Skolimowski, Henryk, Filosofía viva. La ecofilosofía como un árbol de la vida, Girona, Atalan-
ta, 2012, p. 218.
47
Tría López, Ana María, “Libertad y autoridad: el bien común como fundamento
de la exigibilidad de los derechos humanos”, Revista de Derecho, núm. 6, diciembre de 2004,
p. 215.
48
Ibidem, p. 219.
49
Ibidem, pp. 218 y 219.
50
Skolimowski, Henryk, Filosofía viva..., cit., p. 210. La entropía hace referencia a la ten-
dencia hacia el desorden, mientras que la sintropía es una metodología que conduce hacia la
reestructuración, el orden y el equilibrio.
51
Menke, Christoph y Pollmann, Arnd, Filosofía de los derechos humanos, Barcelona, Her-
der, 2010, p. 45.
52
Cotta, Sergio, Il diritto come sistema di valori, Milán, San Paolo, 2004, pp. 116 y 117.
53
Martínez Muñoz, Juan Antonio, Ontofenomenología del derecho en la obra de Sergio Cotta,
Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1993, p. 356.
54
Rosler, Andres, Political authority and obligation in Aristotle, Oxford Scholarship Online,
2005, DOI: 10.1093/0199251509.001.0001, p. 20.
55
Ibidem, p. 1.
60
Bilbao Ubillos, Juan María, “La consolidación dogmática y jurisprudencial de la Dritt-
wirkung: una visión de conjunto”, Anuario de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de
Madrid, núm. 21, 2017, p. 50.
61
Ibidem, p. 52.
62
Ibidem, p. 51.
63
Idem. Esto supone encontrar en los derechos humanos una base interpretativa para
todo el ordenamiento jurídico. Como sostiene Bilbao Ubillos: “En un Estado social son tam-
bién materialmente constitucionales los principios reguladores de las relaciones sociales. Este
enfoque unitario impide que el Derecho constitucional y el Derecho privado puedan conce-
birse como compartimentos estancos, como mundos separados que discurren en paralelo y
están gobernados por lógicas radicalmente diferentes. Además, la reconstrucción del orde-
namiento en clave constitucional implica que todas las normas del Derecho privado deben
reinterpretarse a la luz de la Constitución”, p. 51.
64
Anzures Gurría, José Juan, “La eficacia horizontal de los derechos fundamentales”,
Cuestiones Constitucionales, núm. 22, enero-junio de 2010, p. 11.
65
Ibidem, p. 14. A esto se le conoce como “dimensión objetiva de los derechos humanos”.
66
Tribunal Federal Constitucional alemán, sentencia BVerfGE 7, 198 [Lüth].
67
Mijangos y González, Javier, La vigencia de los derechos fundamentales en las relaciones entre
particulares, México, Porrúa, 2004, p. XIV.
que los derechos humanos generan deberes, no sólo al Estado, sino a todos
los titulares de derechos. Si pensamos en el artículo 29 de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos,68 o en la Declaración Americana de
Derechos y Deberes del Hombre de 1948, veremos que la colisión de dere-
chos implica el asumir también deberes con respecto a los otros, y que esta
es una idea que acompaña el surgimiento de los derechos humanos a nivel
internacional.
Aun cuando la redacción del párrafo tercero del artículo 1o. constitu-
cional que estamos analizando parecería indicar que el concepto de autori-
dad como sujeto pasivo de los derechos humanos se limita al poder público,
es el Poder Judicial quien a través de su interpretación de éste ha ampliado
su alcance. Así, en la tesis de 2012 con rubro Derechos fundamentales.
Su vigencia en las relaciones entre particulares,69 reconoce que
68
“Artículo 29. 1. Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo
en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad. 2. En el ejercicio de sus dere-
chos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará solamente sujeta a las limitaciones
establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los
derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden
público y del bienestar general en una sociedad democrática. 3. Estos derechos y libertades
no podrán, en ningún caso, ser ejercidos en oposición a los propósitos y principios de las
Naciones Unidas”.
69
“ Derechos fundamentales. Su vigencia en las relaciones entre particu-
lares. La formulación clásica de los derechos fundamentales como límites dirigidos única-
mente frente al poder público, ha resultado insuficiente para dar respuesta a las violaciones a
dichos derechos por parte de los actos de particulares. En este sentido, resulta innegable que
las relaciones de desigualdad que se presentan en las sociedades contemporáneas, y que con-
forman posiciones de privilegio para una de las partes, pueden conllevar la posible violación
de derechos fundamentales en detrimento de la parte más débil. La Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos no ofrece ninguna base textual que permita afirmar o negar
la validez de los derechos fundamentales entre particulares; sin embargo, esto no resulta una
barrera infranqueable, ya que para dar una respuesta adecuada a esta cuestión se debe partir
del examen concreto de la norma de derecho fundamental y de aquellas características que
permitan determinar su función, alcance y desenvolvimiento dentro del sistema jurídico. Así,
resulta indispensable examinar, en primer término, las funciones que cumplen los derechos
fundamentales en el ordenamiento jurídico. A juicio de esta Primera Sala, los derechos fun-
damentales previstos en la Constitución gozan de una doble cualidad, ya que si por un lado
se configuran como derechos públicos subjetivos (función subjetiva), por el otro se traducen
en elementos objetivos que informan o permean todo el ordenamiento jurídico, incluyendo
aquellas que se originan entre particulares (función objetiva). En un sistema jurídico como el
nuestro —en el que las normas constitucionales conforman la ley suprema de la Unión—, los
derechos fundamentales ocupan una posición central e indiscutible como contenido mínimo
de todas las relaciones jurídicas que se suceden en el ordenamiento. En esta lógica, la doble
función que los derechos fundamentales desempeñan en el ordenamiento y la estructura
de ciertos derechos, constituyen la base que permite afirmar su incidencia en las relaciones
entre particulares. Sin embargo, es importante resaltar que la vigencia de los derechos fun-
72
Por ejemplo, Tesis 1a. XLI/2013, Derechos fundamentales contenidos en
tratados internacionales. Gozan de eficacia en las relaciones entre parti-
culares, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, febrero de 2013, t. 1,
p. 799.
Véase también tesis con rubro: “Derechos humanos. Obligación de respetarlos
en términos del artículo 1º, párrafo tercero, de la Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos”, donde se establece que “...la autoridad, en todos sus
niveles (federal, estatal o municipal) y en cualquiera de sus funciones (ejecutiva, legislativa
o judicial), debe mantener el goce del derecho y, por ende, su cumplimiento es inmediata-
mente exigible puesto que, aun cuando primeramente está dirigida a los órganos del Estado,
también incluye la conducta de los particulares, que igualmente se encuentran obligados a
no interferir con el ejercicio de los derechos”. Tribunales colegiados de circuito, Semanario
Judicial de la Federación y su Gaceta, libro 15, febrero de 2015, t. III, p. 2243.
73
Clapham, Andrew, Human Rights Obligations of Non-State Actors, Oxford University Press,
2006, passim.
74
Ramírez García, Hugo Saúl y Díez Spelz, Juan Francisco, “Corporate Social Res-
ponsibility and Human Rights: Challenges in a Globalized Context”, en García-Álvarez,
Santiago, Strategy, Power and CSR: Practices and Challenges in Organization Management, México,
Emerald, 2020, passim.
75
Cortina, Adela, “Las tres edades de la ética empresarial”, en Construir confianza; Ética de
la empresa en la sociedad de la información y las comunicaciones, Madrid, Trotta, 2003, pp. 26-36.
76
Díez Spelz, Juan Francisco y Bustos Niño, Luis, “Derechos humanos y su influencia
en el ámbito empresarial”, en Tole, Julián, Desafíos para la regulación de los derechos humanos y
las empresas. ¿Cómo lograr proteger, respetar y remediar?, Bogotá, Universidad del Externado, 2019,
passim.
77
Organización de las Naciones Unidad, Principios Rectores sobre las Empresas y los
Derechos Humanos, 2011. Los principios pueden consultarse en: https://www.ohchr.org/docu-
ments/publications/guidingprinciplesbusinesshr_sp.pdf.
78
Para una relación de los motivos y procesos que antecedieron a la publicación de estos
principios puede consultarse Ruggie, John Gerard, Just Business, Nueva York, W. W. Norton
& Company 2013.
79
Radu, Mares, The UN Guiding Principles on Business and Human Rights, Martinus Nijhoff
Publishers, 2012, vol. 39, p. 17.
80
Ibidem, p. 4.
81
Cassell, Douglas y Ramasastry, Annita, “White paper: Options for a treaty on business
and human rights”, Notre Dame Journal of International & Comparative Law, 6(1), Article 4, 2016.
82
Idem.
83
Cantú Rivera, Humberto, La responsabilidad de las empresas en materia de derechos humanos,
México, CNDH, 2018.
84
OEIGWG, Legally binding Instrument to Regulate, in International Human Rights Law, the Ac-
tivities of Transnational Corporations and other Business Enterprises, Rivised Draft, 16.7.2019 par-
ticularmente artículos 2o., 3o., 6o., 13 y 14. La traducción al español aún no es oficial. El
documento puede ser consultado en: https://www.ohchr.org/Documents/HRBodies/HRCouncil/
WGTransCorp/OEIGWG_RevisedDraft_LBI.pdf.
En este terreno, nos parece que el objetivo principal para los derechos
humanos en el ámbito de empresa, primordialmente para asumir obliga-
ciones por parte de las mismas en ejercicio de su actividad, es tender a una
obediencia del derecho por internalización, es decir, por comprender los
deberes y ajustar las prácticas a los mismos por convencimiento.85 En oca-
siones se llega a pensar que la eficacia plena del derecho se alcanza cuando
existen normas con sanciones claras y ejecutables que obliguen a los sujetos
a cumplir con el contenido normativo, cuando la plenitud de lo jurídico se
obtiene no cuando se imponen sanciones, sino cuando se cambia la forma
en que las personas se entienden a sí mismas y adecuan su comportamiento
a las exigencias que entienden y consideran justas.86
Así como se analizó para el caso de la eficacia de los derechos humanos
entre particulares, uno de los principales terrenos donde se materializan
relaciones de coexistencia en cuanto a estos derechos es en el plano de la
colisión o conflicto de derechos. Cuando entran en conflicto intereses o de-
rechos empresariales y derechos de otros interesados —o stakeholders—, se
debe reflexionar en la importancia que tienen cada uno de ellos, y por lo
tanto desde dónde se realiza una “dirección de ajuste” a los conflictos. Los
derechos humanos, en este sentido, según Sheldon Leader, no deben ser
colaterales a la actividad empresarial, sino una pieza clave de la misma.87
En cualquier caso, para desarrollar un concepto amplio y funcional de
autoridad como sujeto obligado en materia de derechos humanos, se debe
tomar en cuenta el papel que juegan los particulares y las empresas, tanto
en sus actividades meramente privadas como en aquellas relacionadas con
la actividad del poder público. Lo relevante y justo en estos supuestos donde
puede haber conflictos tanto de derechos como de intereses es, como sostie-
ne Robert Spaemann, analizar de qué intereses se trata y no de quién son
85
El derecho puede cumplirse por los destinatarios normativos por varias razones: por
un lado, por coincidencia, es decir, que el comportamiento se ajuste a normas sin que haya
conciencia de la existencia de las mismas; por otro, por conformidad, esto es, por ajustarse a
normas sociales o porque otros miembros del grupo lo hacen; en tercer lugar, por coerción o te-
mor a una sanción y, en último término, por obediencia e internalización de la norma. La apuesta
es por promover cumplimiento por internalización de la norma, no sólo en este ámbito, sino
también en el estatal y en el del derecho internacional de los derechos humanos. Cfr. Hongju
Koh, Harold, “How Is International Human Rights Law Enforced”, en Weston, Burns H. y
Grear, Anna, Human Rights in the World Community, Philadelphia, University of Pennsylvania
Press, 2016, p. 295.
86
Ibidem, p. 298.
87
Leader, Sheldon, “Collateralism”, en Brownsword, Roger (ed.), Global Governance and
the Quest for Justice, Portland, Hart Publishing, 2004, vol. IV, pp. 55-58.
88
Spaemann, Robert, Ética: Cuestiones fundamentales, 9a. ed., Pamplona, EUNSA, 2010,
p. 65.
89
Urueña, René, “Autoridad algorítmica: ¿cómo empezar a pensar la protección de los
derechos humanos en la era del «Big Data»?”, Latin American Law Review, núm. 2, enero de
2019, p. 105.
90
Estos sistemas pueden ser discriminatorios dependiendo de la forma en que sean pro-
gramados, o equivocar un dato respecto a una persona en específico, por ejemplo, errando
el cálculo de riesgo de reincidencia en la comisión de un delito en personas procesadas, o el
monto de una indemnización. Cfr. ibidem, p. 109.
91
Ibidem, p. 106.
92
Ibidem, p. 107.
VI. Conclusión
REALIZACIÓN Y ASEGURAMIENTO
DE LOS DERECHOS HUMANOS. UN ANÁLISIS
A PARTIR DEL ARTÍCULO 1o. DE LA CPEUM
*
Universidad de las Américas, Puebla.
191
1
Para profundizar sobre ello véase Ferrer Mac-Gregor, Eduardo y Pelayo Möller, Car-
los María, “La obligación de «respetar» y «garantizar» los derechos humanos a la luz de la
jurisprudencia de la Corte Interamericana. Análisis del artículo 1º del Pacto de San José como
fuente convencional del derecho procesal constitucional mexicano”, Estudios Constitucionales,
año 10, núm. 2, 2012, pp. 141-192.
los mandatos de acción o las conductas positivas que el Estado debe realizar:
promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos, los cuales,
son manifestaciones de la dimensión objetiva. Asimismo, cabe precisar que
los mandatos de acción señalados en el tercer párrafo vinculan a todas las
autoridades en todos los niveles de gobierno.
Esto es, que los derechos fundamentales, además de esta dimensión sub-
jetiva, disponen de otra dimensión objetiva, ya que constituyen “elementos
asimismo esenciales del orden jurídico-político general”.9
En suma, los derechos fundamentales cuentan con un doble ámbito de
significación: uno subjetivo, que reconoce y garantiza al individuo un esta-
tus jurídico, y por tanto se exige un ámbito de libertad en el cual se puedan
realizar las prerrogativas que el derecho signifique, y otro objetivo, que con-
sidera que los derechos fundamentales son elementos esenciales del ordena-
8
El ATC 382/1996, del 18 de diciembre, es muy significativo al señalar que “los de-
rechos fundamentales, si bien continúan concibiéndose primordialmente como derechos
subjetivos de defensa frente al Estado, presentan además una dimensión objetiva, en virtud
de la cual operan como componentes estructurales básicos que han de informar el entero
ordenamiento jurídico”. Aunque este pronunciamiento se encuentra contenido en un auto
se puede deducir de otras sentencias que el carácter objetivo de los derechos fundamentales
es la justificación de la obligación positiva por parte del Estado; por ejemplo, en la STC
129/1989, de 17 de julio FJ 3 que señala “[l]a significación que estos derechos adquieren
dentro del orden constitucional impone a los poderes públicos el deber de garantizar su
efectiva vigencia” y la STC 53/1985, del 11 de abril FJ 4 que señala “[p]or consiguiente,
de la obligación del sometimiento de todos los poderes a la Constitución no solamente se
deduce la obligación negativa del Estado de no lesionar la esfera individual o institucional
protegida por los derechos fundamentales, sino también la obligación positiva de contribuir
a la efectividad de tales derechos, y de los valores que representan, aun cuando no exista una
pretensión subjetiva por parte del ciudadano”.
9
Solozábal Echavarría, Juan José, “Algunas cuestiones básicas de la teoría de los dere-
chos fundamentales”, Revista de Estudios Políticos, Madrid, nueva época, núm. 71, enero-marzo
de 1991, p. 88.
a. La organización
20
Häberle, Peter, “Grundrechte im Leistungsstaat”, en varios autores, Veröffentlichungen der
Vereinigun der Deutschen Staatrechtslehrer, Berlín, Walter de Gruyter & Co., 1972, t. 30, p. 56.
21
Ritter, Ernst-Hasso, “Organisationwandel durch Expertifizierung und Privatisierung
im Ordnungs- und Planungsrecht”, en Hoffman-Riem, Wolfgang y Schmidt-Assmann,
Eberhard (coord.), Verwaltungsorganisationsrecht als Steuerungsressourcem Schriften zur Reform des
Verwaltungsrecht, Baden-Baden, 1997, t. 4, p. 11.
22
Denninger, Erhard, “Staatliche Hilfe zur Grundrechtsausübung durch Verfahren, Or-
ganisation und Finanzierung”, en HStR, t. V, C.F. Müller Verlag, Heidelberg, 2004, p. 297.
23
Rodríguez de Santiago, José María, La administración del Estado social, Madrid, Marcial
Pons, 2007, 138.
24
Schmidt-Assmann, Eberhard, Verwaltungsorganisationsrecht..., cit., p. 20.
25
Alexy, Robert, Teoría..., cit., p. 419.
26
Stern, Klaus, Das Staatsrechts der Bundesrepublik Deutschland, Band III, C.H. Beck’sche
Verlagsbuchhadlung, München, 1988, p. 960.
27
Alexy, Robert, Teoría…, cit., p. 435.
28
Rodríguez de Santiago, José María, La administración…, cit., p. 162.
29
Schmidt-Assman, Eberhard, “Grundrechte als Organisations- und Verfahrensgaran-
tie”, en Merten, Detlef y Papier, Hans-Jürgen, Handbuch der Grundrechte, Heidelberg, C. F.
Müller Verlag, 2006, t. II, p. 1005.
30
Schmidt-Assmann, Eberhard, La teoría general del derecho administrativo como sistema: objeto y
fundamentos de la construcción sistemática, Madrid, Instituto Nacional de Administración Pública-
Marcial Pons, 2003, p. 258.
31
Nieto, Alejandro, “La organización de las administraciones públicas para el servicio
del bienestar”, en Muñoz Machado, Santiago et al. (dirs.), Las estructuras del bienestar en Europa,
Madrid, Civitas, 2000, p. 556.
b. El procedimiento
Todos los asuntos públicos que corren a cargo de los órganos estatales
discurren a través de un procedimiento determinado.35 Así, en el derecho
administrativo el procedimiento se define como “el conjunto concatenado
de actos o actuaciones administrativas de trámite destinadas a asegurar la
legalidad, el acierto y la oportunidad de la Resolución que le pone término
y a garantizar los derechos de los ciudadanos afectados y las exigencias de
los intereses públicos en juego”.36
De esa definición, que es la común en la doctrina, se pueden extraer
muchas características del procedimiento administrativo que interesan res-
pecto del tema objeto de nuestro estudio, puesto que se caracteriza por
alcanzar un fin, por ser garantía para el ciudadano, por revestirse de le-
galidad, por velar por el interés público. Notas o elementos que recogen exi-
gencias derivadas de la cláusula del Estado social y de derecho, pero que, sin
embargo, no atienden el elemento clave: la participación del ciudadano. Se
trata de una definición desde el derecho administrativo que sólo contempla
la participación de la administración pública, que sólo tiene por finalidad
garantizar los derechos de los ciudadanos afectados sin que éstos tengan
una actuación activa en el mismo, o en todo caso, ésta no es un elemento
importante que ayude a definir el procedimiento administrativo; cuando,
32
Häberle, Peter, “Grundrechte im Leistungsstaat”, cit., pp. 182 y 183.
33
Schmidt-Assmann, Eberhard, La teoría general..., cit., p. 251.
34
Rodríguez de Santiago, José María, La administración..., cit., pp. 164 y 165.
35
Fernández Rodríguez, Tomás-Ramón, “Los principios constitucionales del procedi-
miento administrativo”, en Gobierno y administración en la Constitución, Madrid, Instituto de
Estudios Fiscales, 1988, vol. I, p. 104.
36
Bocanegra Sierra, Raúl, Lecciones sobre el acto administrativo, Navarra, Thomson-Civitas,
2006, p. 84.
37
Luhmann, Niklas, Legitimation durch Verfahren, Darmstadt und Neuwied, 1978, pp. 3 y ss.
38
Alexy, Robert, Teoría..., cit., p. 420.
39
Por ejemplo, en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional Federal alemán sobre el
derecho a la ejecución forzosa en BVerfBE 46, 325 (33 y ss.); 49, 220 (225 y ss.); 49, 252 (256
y ss.); 51, 150 (156).
40
Schmidt-Assmann, Eberhard, Das allgemeine Verwaltungrechts als Ordnungsidee. Grundlagen
und Aufgaben der verwaltungrechtlichen Systembildung, Heidelberg, 1998, pp. 288 y 289; Tettinger,
Peter, “Verwaltungsrechtliche Instrumente des Sozialstaates”, en Veröffentlichungen der Vereini-
gun der Deutschen Staatrechtslehrer, Berlín, Walter de Gruyter & Co., t. 64, 2005.
41
Schmidt-Assman, Eberhard, “Grundrechte als Organisations...”, cit., p. 1005.
42
Häberle, Peter, “Grundrechte im Leistungsstaat”, cit., p. 87.
43
Alexy, Robert, Teoría..., cit., p. 419.
44
Idem.
va. Sentencias que resultan paradigmáticas en cuanto a la garantía de los derechos funda-
mentales a través del procedimiento y la organización.
50
Rodríguez de Santiago, José María, La administración..., cit., p. 134.
51
Dwight, Waldo, La administración pública del cambio social, Madrid, Escuela Nacional de
Administración Pública, 1974, p. 79.
52
Rodríguez de Santiago, José María, La administración..., cit., p. 130.
53
Häberle, Peter, “Grundrechte im Leistungsstaat”, cit., p. 52.
54
Rodríguez-Arana Muñoz, Jaime, “Reformas y modernización de la administración
pública española”, en Calvo Charro, María (coord.), La administración pública española, Madrid,
Instituto Nacional de Administración Pública, 2002, p. 43.
Por las razones expuestas, somos de la idea que los derechos fundamen-
tales pueden ser garantizados de forma previa e inmediata a través de la
organización y el procedimiento, más que confiándolos a las formas tradi-
cionales de protección.
Debido a que la principal función de todo Estado de derecho es garan-
tizarlos y protegerlos mediante la limitación del poder, podemos afirmar
que la defensa de los derechos fundamentales que en el Estado de derecho
se encargaba al juez una vez que éstos han sido vulnerados, hoy la asume en
cierta medida también la administración pública, pero de una forma previa
y a fin de evitar cualquier vulneración, mediante la garantía de los mismos
por medio de formas adecuadas y eficaces de organización y procedimiento.
La búsqueda de otros mecanismos de protección se presenta cuando es-
casean las condiciones requeridas para la libertad, y, en ese sentido, aunque
en el actual Estado los derechos ya no sólo se conciben como derechos de
defensa, ello no debe llevarnos a renunciar a aquello que fue conquistado
durante la etapa liberal; esto es, que los derechos fundamentales represen-
tan un límite infranqueable a la actuación del poder. De modo que “la exi-
gencia de organización y procedimiento supone un perfeccionamiento —no
una negación— de la tradición liberal, de las que arrancan los derechos
fundamentales”.59 La organización y procedimiento permiten una presen-
cia cooperativa de la dimensión negativa y de la dimensión positiva de la
libertad,60 lo cual permite a su vez la defensa de la misma, pero también su
despliegue sin trabas.
Muchos derechos fundamentales requieren para su realización de una
organización y un procedimiento que los rija, y se convierten así en elemen-
tos necesarios para su efectividad, en particular de su eficacia material.61
Por tanto, “las normas de procedimiento y de organización deben crearse
de tal manera que, con suficiente probabilidad y en suficiente medida, el re-
sultado sea acorde con los derechos fundamentales”,62 y, en específico, con
la dignidad.
Mediante la incorporación de una adecuada organización y procedi-
miento se crea una suerte de protección ex-ante de los derechos fundamenta-
les, una garantía de no vulneración, en el marco de la actuación estatal en
todo nivel de gobierno, las cuales deben estar a disposición del ciudadano y
59
Díez-Picazo, Luis María, Sistema..., cit., p. 129.
60
Denninger, Erhard, “Staatliche Hilfe...”, cit., p. 308.
61
Stern, Klaus, Das Staatsrechts der Bundesrepublik Deutschland, Múnich, Band III, C.H.
Beck’sche Verlagsbuchhadlung, 1988, p. 956.
62
Alexy, Robert, Teoría..., cit., p. 419.
a través del cual encauzará su actuación.63 De este modo, los órganos estata-
les se constituyen también como garantes de los derechos fundamentales.64
1. Protección ex-post
63
Ibidem, p. 42.
64
Como señala Schmidt-Assmann, la administración pública se rige por tres principios:
respeto de los derechos fundamentales; sometimiento al Derecho y a la ley; y vinculación a
la garantía de la tutela judicial efectiva. Y son principios que vinculan no sólo al núcleo de la
acción administrativa de las entidades u organizaciones jurídico públicas, sino que se extien-
de también a amplios sectores de la acción y la organización privada de la administración.
Cfr. Schmidt-Assmann, Eberhard, La teoría general..., cit., p. 4.
2. Protección ex-ante
V. Conclusiones
Hugo S. Ramírez-García*
I. Introducción
*
Profesor-investigador en la Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana.
Investigador nacional, nivel II, del Sistema Nacional de Investigadores del Conacyt.
1
Esta expresión ha sido empleada para expresar la transformación que experimenta un
Estado cuando adquiere el compromiso de orientar la praxis jurídica para proteger al ser hu-
mano como leitmotif. Spaemann, Robert, Persons. The Difference Between ‘Someone’ and ‘Something’,
Oxford, Oxford University Press, 1998, p. 206.
2
Entiendo por práctica social el conjunto ordenado de actividades comunitariamente
consolidadas con las que se pretende realizar ciertos bienes. Lo anterior es deudor del pen-
211
samiento de Alasdair MacIntyre, quien propone para tal noción lo siguiente: “Por práctica
entendemos cualquier forma coherente y compleja de actividad humana cooperativa, esta-
blecida socialmente, mediante la cual se realizan los bienes inherentes a la misma”. MacIn-
tyre, Alasdair, Tras la virtud, Barcelona, Crítica, 2004, p. 233.
3
Ballesteros, Jesús, “El derecho como no-discriminación y no-violencia”, Anuario de Fi-
losofía del Derecho, núm. 17, 1973, passim.
4
Bobbio, Norberto, El tiempo de los derechos, Madrid, Sistema, 1991, p. 68.
5
Luis Prieto Sanchís ofrece una aproximación a la universalidad de los derechos como
generalidad de la norma cuando señala: “un derecho será universal cuando su ejercicio se
atribuya a toda persona dependiente de la jurisdicción de un país”. Esto quiere decir que la
universalidad es idéntica a la generalidad de la hipótesis del enunciado legal. Una vez más
con Luis Prieto Sanchís: “Un derecho satisface el requisito de la universalidad cuando cual-
quier persona, situada en la posición descrita por la norma, puede disfrutar del derecho...;
ello no impide que el derecho esté formulado en términos discriminatorios, de modo que
no toda persona pueda ejercerlo por el mero hecho de ser persona, sino que su ejercicio se
condicione a la concurrencia de determinados requisitos, o a la posesión de cierto estatus”.
Prieto, Luis, Estudios sobre derechos fundamentales, Madrid, Debate, 1990, pp. 80 y 81.
6
Este mensaje o contenido central de la Declaración Universal de los Derechos Huma-
nos está implícito en todo su texto, pero con especial hincapié se explicita en dos lugares: el
considerando tercero de su preámbulo y el artículo 28.
7
Peces-Barba, Gregorio, “Universalidad de los derechos”, Doxa, núm. 15-16, 1994.
8
Martínez-Pujalte, Antonio, “La universalidad de los derechos humanos y la noción
constitucional de persona”, en Balleseros, J. (coord.), Justicia, solidaridad y paz. Estudios en ho-
menaje al profesor José María Rojo Sanz, Valencia, Facultad de Derecho de la Universidad de
Valencia, 1995, t. I, p. 264.
9
Ibidem, p. 266.
10
Habermas, Jürgen, “El concepto de dignidad humana y la utopía realista de los dere-
chos humanos”, Diánoia, vol. LV, núm. 64, 2010, p. 19.
11
Ballesteros, Jesús, Postmodernidad: decadencia o resistencia, Madrid, Tecnos, 2000, pp. 43 y 44.
12
Péces-Barba, Gregorio, “Universalidad de los derechos”, cit., p. 629.
13
Fernández, Encarnación, Igualdad y derechos humanos, Madrid, Tecnos, 2003, pp. 30-36.
16
Mutua, Makau, “Savages, Victims, and Saviors: the Metaphor of Human Rights”,
Harvard International Law Journal, núm. 42 (1), 2001, passim.
17
Ingiyimbere, Fidele, Domesticating Human Rights. A Reappraisal of their Cultural-Political
Critiques and their Imperialistic Use, Nueva York, Springer, 2017, p. 36.
18
El etnocentrismo significa la pretensión de imponer como absolutos los propios va-
lores culturales y hacer aparecer a la propia cultura como unidad de medida de toda otra
cultura. D’Agostino, Francesco, Filosofía del derecho, Bogotá, Temis-Universidad de la Saba-
na, 2007, p. 236.
19
Por asimilacionismo puede entenderse el avasallamiento de las culturas minoritarias
por parte de una cultura mayoritaria. Salmerón, Fernando, Diversidad cultural y tolerancia, Mé-
xico, Paidós-UNAM, 1998, p. 44.
tiene que sería injusto realizar una comparación y valoración entre culturas
(y sus morales vigentes) de la cual resultara un juicio crítico para alguna de
ellas: si cada cultura es valiosa en sí misma, los valores y prácticas que se lle-
ven a cabo en su interior equivalen a los valores y prácticas de otras culturas,
a pesar de que sean muy diferentes; esta situación se conoce con el nombre
de “relativismo cultural”.20
Si las tesis multiculturalistas con las que se defiende el relativismo cul-
tural son acertadas, entonces los derechos humanos, y sobre todo su preten-
sión de universalidad, son una imposición ilegítima de la cultura occidental
sobre otras culturas. De manera sintética, Miguel Giusti hace referencia a
dos de las principales tesis con las que se critica la universalidad de los dere-
chos en clave multiculturalista: en primer lugar, se cuestiona “la concepción
individualista e instrumental subyacente a la noción de derechos humanos,
concepción que es originaria y propia de la cultura occidental, pero que
quiere hacerse pasar por una concepción válida en un sentido universal”.21
En segundo término, se denuncia la posible fuerza corrosiva de los derechos
humanos respecto de tradiciones culturales-comunitarias no occidentales:
En primer lugar, podemos tener en cuenta las réplicas que se han pos-
tulado al relativismo cultural y sus consecuencias éticas. Juan José Sebreli
consigna que el relativismo cultural representa una postura equivocada en
la medida en que juzga, como criterio de valor, la mera coherencia consigo
mismo al precio de prescindir de la coherencia con la realidad.23 El relativis-
mo cultural comete así el error de deducir un juicio normativo de un juicio
fáctico al justificar toda norma moral, cualquiera que fuera, por el mero
hecho de ser aceptada por la mayoría de una comunidad. Categóricamen-
te Sebreli afirma: si toda moral “está justificada por formar parte de una
identidad cultural, el error y la maldad no tiene lugar, y parecería que los
hombres hicieran siempre lo que deben hacer”.24
En segundo término, podemos considerar la defensa de la unidad fun-
damental de las culturas basada en la tesis, según la cual del hecho de la
pluralidad y diferencia entre culturas no se sigue, necesariamente, la justifi-
cación del relativismo axiológico y ético, sino más bien demuestra la rique-
za y complejidad de lo humano, que no puede agotarse como expresión o
manifestación de una sola cultura: “Si las formas expresivas del humanum
son, en principio inagotables, no cualquier forma expresiva puede, per se,
ser portadora de lo humano en cuanto tal”.25 Dicho con otros términos, el
significado de la diversidad cultural no es el de desacuerdo entre tradicio-
nes, sino el reflejo de que cada una ha comprendido, de manera peculiar,
una misma realidad, en sí misma profunda y compleja que es la realidad
humana.
Si esto es así, ninguna cultura puede erigirse como la única interpre-
tación de lo humano, y por lo tanto ignorar y rechazar, por principio, las
interpretaciones que se generan en otras culturas. A partir de estas ideas, es
posible postular que en la base de toda cultura hay algo que conecta a to-
das, una realidad que tiene la función de zócalo para todas ellas. Francesco
d’Agostino ofrece como evidencia de esa realidad que interconecta y une
a las culturas, la existencia de “preceptos de amplio aliento: normas cuya
función objetiva es la de definir lo que es justo, apropiado, humano”.26 Son
normas transculturales; por ejemplo, el principio de reciprocidad, que esta-
blece dos deberes concretos: que la gente debe ayudar a aquellos que le han
ayudado, y que no debe dañar a quienes le han ayudado.
23
Sebreli, Juan, El asedio a la modernidad. Crítica del relativismo cultural, Barcelona, Ariel,
1992, p. 72.
24
Ibidem, p. 71.
25
D’Agostino, Francesco, Filosofía del derecho, cit., p. 245.
26
Idem.
27
Como manifiesta Michel Ignatieff, “los derechos humanos se han convertido en algo
global por su importancia local, integrándose culturas y visiones del mundo no occidentales
para apoyar las luchas de los individuos comunes contra los Estados injustos y las costumbres
opresivas”, Ignatieff, Michael, Los derechos humanos como política e idolatría, Barcelona, Paidós,
2003, p. 34
28
Las demandas de reconocimiento, en más de un sentido, han sido impulsadas por la
conocida como “política de la diferencia”. Ésta representa, en opinión de Charles Taylor,
la más reciente manifestación del avance del giro subjetivo con el que se inaugura la praxis
en la modernidad: se trata de la valoración de la identidad como un bien para ser humano,
fundamentado en la convicción de que cada individuo tiene un modo original de ser humano
y en el reconocimiento de que el desarrollo de tal identidad no es un proceso que se agote en
la intimidad de un individuo aislado, sino en comunicación con otros a través de los elemen-
tos que aporta una cultura concreta. Taylor, Charles, “La política del reconocimiento”, en
Taylor, Ch. (coord.), El multiculturalismo y la política del reconocimiento, México, Fondo de Cultura
Económica, 1992, pp. 48-53.
29
Compartir una cultura al interior de una comunidad representa la insustituible opor-
tunidad de experimentar la vida del espíritu. En efecto, los miembros de una comunidad
con identidad cultural comprenden, recrean, experimentan y transforman los productos del
espíritu humano: un relato, un canto, una tradición, una oración, un poema. José Luis Villa-
cañas lo explica de forma magistral diciendo que la participación en una comunidad es una
forma de hacer presente algo eterno. Villacañas, José, “El derecho a la identidad cultural:
reconocimiento y multiculturalismo”, Revista Valenciana d’Estudis Autonomics, núm. 24, 1998,
passim.
tradiciones, pero además se espera que sean enriquecidos por ellas. Con
otras palabras: los derechos humanos deben considerarse patrimonio ético
común de la humanidad independientemente de su origen histórico al que
toda cultura debe tener acceso, sobre todo para enriquecer hermenéutica-
mente su desarrollo, por lo que ignorar y rechazar esas contribuciones sig-
nifica una pérdida para todos.30
Más aún, las tradiciones culturales no occidentales pueden corregir los
defectos asociados al individualismo que, como hemos visto previamente,
fue parte del contexto de origen de los derechos humanos. Concretamente,
indica Monzón:
33
Giusti, Miguel, “Los derechos humanos en un contexto intercultural”, cit.
34
Pogge, Thomas, Hacer justicia a la humanidad, México, Fondo de Cultura Económica,
2009, p. 83.
35
Fernández, Encarnación, “Derechos humanos: ¿yuxtaposición o integración?, Anuario
de Filosofía del Derecho, núm. XIV, 1997, p. 680.
36
Una interpretación en clave histórica de la progresividad de los derechos humanos es
la trayectoria de su institucionalización descrita por Karel Vasak a través de generaciones. La
Law may credibly promise a respect for dignity, and yet betray that promise
in various respects. Institutions can be imbued in their structures, practices,
and procedures with the values and principles that they sometimes fall short
of. In these cases, it is fatuous to present oneself as a simple cynic about their
commitments or to neglect the power of imminent critique as the basis of a
reproach for their shortcomings.37
primera generación representa la época en que las libertades personales y derechos políticos
son asumidas por los Estados a través de deberes negativos de no intervención. La segunda
generación representa una expansión y cambio importante en la posición del Estado, pues
se compromete a cumplir con varias prestaciones exigidas por derechos de carácter social y
económico. La tercera generación, ante retos planetarios como el desarrollo o el cuidado del
medio ambiente, postula el reconocimiento anclado en el valor de la solidaridad.
37
Waldron, Jeremy, Dignity, Rank and Rights, Nueva York, Oxford University Press, 2012,
p. 150.
38
Ollero, Andrés, “Los derechos humanos entre el tópico y la utopía”, Persona y Derecho,
núm. 22, 1990, p. 161.
Cuando un derecho ha sido reconocido por una ley, un tratado o por cual-
quier otro acto del poder público nacional como ‘inherente a la persona’, la
naturaleza de dicho derecho se independiza del acto por el que fue reconocido, que es mera-
mente declarativo... En adelante, el derecho merecerá la protección propia de
manera definitiva e irreversible, aún si el acto de reconocimiento queda abrogado
o, si se trata de una convención internacional, la misma es denunciada.40
42
La Declaración y Programa de Acción de Viena establece en el punto 5: “Todos los
derechos humanos son universales, indivisibles e interdependientes y están relacionados en-
tre sí. La comunidad internacional debe tratar los derechos humanos en forma global y de
manera justa y equitativa, en pie de igualdad y dándoles a todos el mismo peso... Los Estados
tienen el deber, sean cuales fueren sus sistemas políticos, económicos y culturales, de promo-
ver y proteger todos los derechos humanos y las libertades fundamentales”.
43
Habermas, Jürgen, “El concepto de dignidad humana y la utopía realista de los dere-
chos humanos”, cit., p. 110.
44
Contradicción performativa es el defecto o error que se manifiesta en un acto cuyo
contenido y efectos son incompatibles, incoherentes o contrarios a la finalidad que justifica su
existencia. En el contexto de la filosofía del derecho, Robert Alexy ha recurrido a esta noción
para mostrar la conexión conceptual-necesaria entre derecho y moral (ética crítica): si un sis-
tema normativo se instituye para obtener como efecto un estado de cosas injusto, entonces se
actualiza la contradicción performativa, y tal sistema normativo puede calificarse de varios
modos, pero no admite la cualidad de la juridicidad. Alexy, Robert, Derecho y razón práctica,
México, Fontamara, 2010, p. 62.
45
Fernández, Encarnación, “Derechos humanos: ¿yuxtaposición o integración?”, Anua-
rio de Filosofía del Derecho, núm. XIV, 1997, p. 695.
res. ¿Una decisión democráticamente asumida, por ejemplo, una ley creada
respetando estrictamente el principio de la regla de la mayoría, puede des-
plazar o limitar un derecho humano? Atendiendo al carácter intangible de
este último, debe responderse que no: si bien la decisión democrática obtie-
ne parte importante de su valor precisamente en el cumplimiento de requi-
sitos procedimentales que legitiman la regla de la mayoría, el valor moral de
ésta es inferior al de cualquiera de los derechos humanos.
Jon Elster ha insistido enfáticamente en este hecho al admitir la nece-
sidad de reconocer un límite ético para controlar el poder normativo de la
decisión mayoritaria. Este límite, localizado en los derechos humanos, no
representa una represión irracional o ilegítima contra la democracia. Al
contrario, se trata de una condición para que la propia regla de la mayoría
pueda ser viable en el más amplio sentido de la palabra: la afectación de
los derechos humanos por parte de una decisión mayoritaria afecta nece-
sariamente a la participación política real e igual, al imperio de la ley, a la
riqueza de la diversidad humana, entre otras realidades fundamentalmente
valiosas para la propia democracia49 y el Estado de derecho.
El artículo 79 de la Ley Fundamental de la República Federal de Ale-
mania (1949), relativo a los procedimientos de su reforma, establece en su
inciso (3): “No está permitida ninguna modificación de la presente Ley Fun-
damental que afecte... los principios enunciados en los artículos 1 y 20”; a
saber: el listado de derechos protegidos jurídicamente a partir del recono-
cimiento de la intangibilidad de la dignidad humana. El texto citado es un
ejemplo de cláusula pétrea; se trata de un límite material expreso para la
actividad reformadora de la norma constitucional justificado en razón de
su origen (ha sido establecido por el órgano constituyente), pero sobre todo
justificado por finalidad: garantizar la intangibilidad de un hito jurídico-po-
lítico esencial, como lo es el reconocimiento de los derechos humanos, para
que no sea alterado en épocas venideras a causa de contingencias políticas,
aunque cuenten con un respaldo democrático importante. Con las cláusulas
pétreas o de intangibilidad se conecta el orden constitucional positivo con
el marco de racionalidad práctica que establece una clara frontera entre lo
tolerable y lo intolerable.
Por otro lado, la expansión e influencia del relativismo moral50 ha pro-
vocado que la cultura contemporánea pierda de vista la importancia de
49
Elster, Jon, “Régimen de mayorías y derechos invididuales”, en Shute, S. y Hurley, S.,
De los derechos humanos. Las conferencias Oxford Amnesty de 1993, Madrid, Trotta, 1998, p. 170.
50
Una posición relativista es aquella que rechaza toda afirmación acerca de si algo es
bueno o malo en sentido moral de una manera objetiva, cierta y segura. A partir de esta
premisa se sostiene que las ideas y las reglas morales difieren dependiendo del lugar y tiempo,
y de ello se concluye un principio: no puede afirmarse racionalmente la validez objetiva de
ningún criterio o norma moral. Bilbeny, Norbert, Aproximación a la ética, Barcelona, Ariel,
2000, p. 289.
51
Laporta, Francisco, “El concepto de derechos humanos”, Doxa, núm. 4, 1987, p. 39.
52
González, Samuel, voz “Imprescriptibilidad”, Enciclopedia Jurídica Mexicana, México,
Porrúa, 2002, t. 4 pp. 401-403.
53
La inclusión de la imprescriptibilidad de los delitos que integran la competencia ma-
terial de la Corte Penal Internacional representa un avance en la extensión de este principio
a nivel global, ya que propicia la homologación de estatuto jurídico de diversos delitos en las
legislaciones de los Estados parte del Estatuto de Roma. “When States undertake revisions
of their legislation as part of the process of accession to or ratification of the Statute, they
should be advised to eliminate provisions that are incompatible with article 29. In most
States, judges might even apply article 29 directly in order to supersede contrary penal legis-
lation”. Triffterer, Otto et al., The Rome Statute of the International Criminal Court. A Commentary,
Oxford, Hart, 2013, p. 1107.
54
Bernales, Gerardo, “La imprescriptibilidad de la acción penal en procesos por viola-
ciones a los derechos humanos”, Ius et Praxis, núm. 13, 2007, p. 247.
55
González, Samuel, voz “Inalienabilidad”, Enciclopedia Jurídica Mexicana, México, Po-
rrúa, 2002, p. 454.
56
Martínez-Pujalte, Antonio, “Los derechos humanos como derechos inalienables”, en Ba-
llesteros, J. (coord.), Derechos humanos. Concepto, fundamentos, sujetos, Madrid, Tecnos, 1992, p. 87.
60
Como lo explica Jesús Ballesteros: “Los derechos de la tercera generación vuelven a
poner en primer lugar la nota de la inalienabilidad al colocar bajo sospecha las notas de la
exclusividad y de la libre disposición, sustituyéndolas por la de la administración responsable.
Se trata de evitar daños irreversibles, de carácter colectivo, que podrían suponer el suicidio
de la especie, y de ahí su inalienabilidad”. Ballesteros, Jesús, Ecologismo personalista. Cuidar la
naturaleza, cuidar al hombre, Madrid, Tecnos, 1995, p. 89.
61
Ballesteros, Jesús, Postmodernidad: decadencia o resistencia, cit., p. 147.
62
Alexy, Robert, “Justicia como corrección”, Doxa, núm. 26, 2002, p. 163.
63
Hierro, Liborio, Los derechos humanos. Una concepción de la justicia, Madrid, Marcial Pons,
2016, p. 53.
64
Tugendhat, Ernest, Justicia y derechos humanos, Barcelona, Publicacions Universitat de
Barcelona, 1993, p. 15
65
Habermas, Jürgen, “El concepto de dignidad humana y la utopía realista de los dere-
chos humanos”, Diánoia, vol. LV, núm. 64, 2010, p. 113.
humana está presente en cada ser humano concreto, de tal forma que resul-
ta un imperativo actualizar la universalidad de los derechos atendiendo a la
pluralidad de modos en que se manifiesta el ser del ser humano.66
c) Durante un dilatado periodo de tiempo las tesis de Hobbes sobre la
justicia como legalidad fueron hegemónicas en el diseño y realización de lo
jurídico. Recordemos que en la perspectiva hobbesiana de la justicia tiene
primacía la positividad de las leyes. Lo justo se predica de un acto que se
ajusta a lo prescrito en la ley, pero ésta no es ni justa ni injusta. Se trata de
la conocida como no-rights thesis, donde lo jurídico, en su afán de certeza,
no compromete su validez con contenidos sustantivos, como los derechos
humanos, de tal manera que puede ser completamente válido-vinculante-
coactivo aun cuando legalice la esclavitud u otras formas graves de vulnera-
ción de la dignidad humana.67
La tendencia emergente es diametralmente opuesta, y ha implicado
una reinterpretación de la certeza jurídica. Un claro ejemplo de esto se en-
cuentra en las reflexiones de Aulis Aarnio68 sobre el razonamiento jurídico.
Antes de los derechos el valor de tal certeza jurídica reposaba únicamente
en la posibilidad de anticipación sobre la base de una práctica previsible.
De acuerdo con esta formulación, certeza jurídica es el antídoto contra la
arbitrariedad de la discrecionalidad. A partir de la incorporación de los de-
rechos humanos en la práctica jurídica cotidiana, la certeza del derecho ya
no descansa exclusivamente en la forma, sino que abarca dos elementos: un
razonamiento jurídico no arbitrario que concreta el principio de legalidad,
y la obtención de un bien sustantivo, que es provisto por los derechos huma-
nos. Con esto, las prioridades del Estado de derecho se enfocan en garanti-
zar la calidad de vida, y, coherentemente con ello, proteger al más débil en
cualquier relación social.69
d) En abril de 1966, Theodor Adorno abre la célebre conferencia La
educación después de Auschwitz, con la siguiente tesis: “La exigencia de que Aus-
chwitz no se repita es la primera de todas en la educación. Hasta tal punto
precede a cualquier otra que no creo deber ni poder fundamentarla”. Estas
palabras sintetizan la cuarta tendencia sobre la que quisiera reflexionar: la
tendencia por superar los obstáculos que impidan el respeto y la realización
66
Fernández, Encarnación, Igualdad y derechos humanos, cit., p. 49.
67
Fox-Decent, Evan, “Is the Rule of Law Really Indifferent to Human Rights?”, Law and
Philosophy, vol. 27, 2008, p. 533.
68
Aarnio, Aulis, “La tesis de la única respuesta correcta y el principio regulativo del
razonamiento jurídico”, Doxa, núm. 8, 1990, p. 25.
69
Ibidem, p. 26.
70
Villoro, Luis, “Sobre el principio de injusticia: la exclusión”, Isegoría. Revista de Filosofía,
Moral y Política, núm. 22, 2000, p. 105.
71
Tasioulas, John, “La realidad moral de los derechos humanos”, Anuario de Derechos Hu-
manos, núm. 4, 2008, p. 41.
72
Trujillo, Isabel, “Derechos y falsos derechos. Derechos razonables y no razonables”,
Persona y Derecho, núm. 52, 2005, p. 230.
73
Ibidem, p. 231. Debemos aclarar que, en el contexto de este argumento, excluir no
significa limitar. La exclusión sería una eliminación absoluta de las posibilidades de ejercicio
I. Introducción
*
Universidad Panamericana, campus Ciudad de México.
241
1
Ferrer Mac Gregor, Eduardo, “Interpretación conforme y control difuso de conven-
cionalidad. El nuevo paradigma para el juez mexicano”, en Carbonell, Miguel, Salazar, Pe-
dro (coords), La reforma constitucional de derechos humanos. Un nuevo paradigma, México, Suprema
Corte de Justicia de la Nación-UNAM, Instituto de Investigaciones jurídicas, 2012, pp. 345 y
ss. El proceso de internacionalización del derecho constitucional apuntado se genera a partir
del desarrollo progresivo del derecho convencional de los derechos humanos, que de manera
consecuente, genera un proceso de constitucionalización del derecho internacional, la otra
cara de la moneda de este proceso, y que consiste en la recepción del derecho internacional
de los derechos humanos por los sistemas constitucionales.
cionar y reparar las violaciones a los derechos humanos. A estos últimos nos
referiremos en este trabajo.
7
Serrano, Sandra, “Obligaciones del Estado frente a los derechos humanos y sus prin-
cipios rectores: una relación para la interpretación y aplicación de los derechos”, en Ferrer
MacGregor, Eduardo et al., Derechos humanos en la Constitución. Comentarios de jurisprudencia consti-
tucional e interamericana, México, Suprema Corte de Justicia de la Nación-Instituto de Investi-
gaciones Jurídicas-Fundación Konrad Adenauer, 2013, p. 91.
8
Vázquez, Daniel y Serrano, Sandra, “Principios y obligaciones de derechos humanos.
Los derechos en acción”, Metodología para la enseñanza de la reforma constitucional en materia de
derechos humanos, México, Comisión de Derechos Humanos de la CDMX-Suprema Corte de
Justicia de la Nación-Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para
los Derechos Humanos, 2013, vol. 5, p. 20.
9
Pérez Luño, Antonio Enrique, La universalidad de los derechos humanos y el Estado constitu-
cional de derecho, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2002, p. 24.
10
Ferrajoli, Luigi, op, cit, p. 687.
14
Fredman, Sandra, Human Rights Transformed: Positives Duties and Positives Rights, Legal Re-
search paper series, Paper 38/2006, University of Oxford, August 2006, p. 2. Alexy Robert,
Teoría de los derechos fundamentales, trad. de Ernesto Garzón Valdés, Madrid, Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales, 2002, pp. 427 y ss.
es ayudarnos a identificar las conductas exigibles para cada derecho, tal fin
se cumple en ambos casos, aunque tal vez con mayor precisión conceptual
cuando se utilizan las clasificaciones teóricas.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos, desde su primera sen-
tencia, emitida en el caso Velázquez Rodríguez vs. Honduras, identificó dos obli-
gaciones generales: la obligación de respetar los derechos y la obligación de
garantizar los derechos.18
La obligación de respeto consiste en no violar, sea por acción o por omi-
sión, los derechos de la convención o tratado.19 La Corte IDH ha sostenido
que a la obligación de respeto subyace la idea según la cual los derechos son
atributos de la persona, y como tales, inviolables por el Estado y por los su-
periores a éste.20
La obligación de garantizar los derechos fue también conceptualizada
por la Corte IDH en el caso Velázquez Rodríguez y en posteriores pronun-
ciamientos, en los cuales determinó que la obligación de garantía implica
organizar el aparato del Estado y sus estructuras para asegurar el libre y
pleno ejercicio de los derechos21 y tomar las medidas necesarias para remo-
ver los obstáculos que pudieran existir para el disfrute de los derechos por
parte de las personas.22
A su vez, esta obligación de garantía incluye deberes y obligaciones es-
pecíficos, distinguibles, que, como tales, generan conductas y vías de acción
puntuales para del Estado. Entre ellas, y principalmente, los deberes de pre-
venir, investigar, sancionar y reparar violaciones a los derechos humanos.23
Entonces, es en el marco de la obligación de garantizar los derechos donde
la Corte Interamericana ubica los deberes específicos.24
18
Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Velázquez Rodríguez vs. Hondu-
ras, sentencia del 29 de julio de 1988. Fondo. párr., 164.
19
Dulitzky, Ariel, “Alcance de las obligaciones internacionales de los derechos huma-
nos”, en Martin, Claudia et al. (comps.), Derecho internacional de los derechos humanos, México,
Fontamara, 2004, p. 84. También Gros Espiell, Héctor, La Convención Americana y la Convención
Europea de Derechos Humanos, análisis comparativo, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, p. 65.
20
Caso Velázquez Rodríguez vs. Honduras, párr. 165.
21
Ibidem, párr., 166. “Esta obligación implica el deber de los estados parte de organizar
todo el aparato gubernamental y, en general, todas las estructuras a través de las cuales se
manifiesta el ejercicio del poder político, de manera tal que sean capaces de asegurar jurídi-
camente el libre y pleno ejercicio de los derechos humanos”.
22
Corte Interamericana de Derechos Humanos. Opinión consultiva 11, 10 de agosto de
1990, excepciones al agotamiento de los recursos internos, párr, 34.
23
Caso Velázquez Rodríguez, párr. 175.
24
Para un análisis pormenorizado del contenido de la obligación de garantia véase Fe-
rrer Mac-Gregor, Eduardo y Pelayo Moller, Carlos, “La obligación de respetar y garantizar
29
Akandji Kombe, Jean François, Positive obligations under de European Convention on Human
Rights, A guide to the implementation of the European Convention of Human Rights, Human Rights
Handbooks, No. 7, Council of Europe, Belgium, 2007.
30
Ortega Soriano et al., op. cit., p. 34.
31
Idem.
32
Caso Velázquez Rodríguez, párr. 172.
1. El deber de prevenir
33
Ortega Soriano et al., p. 40.
que, como tal, es susceptible de acarrear sanciones para quien las cometa,
así como la obligación de indemnizar a las víctimas por sus consecuencias
perjudiciales.34
Las actividades del Estado deben orientarse hacia el diseño de una es-
trategia integral de prevención, actuar sobre las causas y los factores de ries-
go, y también, en fortalecer las instituciones para que de manera oportuna
puedan responder cuando se presenten situaciones de riesgo efectivo o se
cometan violaciones a los derechos.35
El deber de prevención en situaciones de riesgo implicaría un nivel di-
ferente de actividad por parte del Estado y una mayor intensidad en las
medidas preventivas. La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en
el caso de la Masacre de Pueblo Bello vs. Colombia, determinó que las situaciones
de riesgo acentúan el deber de prevención.36 La situación de riesgo implica
entonces la necesidad de robustecer las medidas de prevención y, en con-
secuencia, establecer un escrutinio más estricto para evaluar la actitud del
Estado con relación al contenido del deber de debida diligencia. Asimismo,
la Corte admite que no es posible exigir responsabilidad ilimitada para el
Estado, sobre todo cuando se trata de violaciones a derechos humanos co-
metidos por otros particulares. En estos casos, la responsabilidad está con-
dicionada a que el Estado tenga conocimiento de la situación de riesgo real
e inminente y que haya posibilidades razonables de prevenir la violación.37
Por último, el deber de prevenir presenta particularidades y deberes
reforzados en el caso de personas pertenecientes a grupos vulnerables. Con
relación a la violencia contra las mujeres, en el caso González y otras (“Campo
Algodonero”), la Corte Interamericana de Derechos Humanos estableció:
34
Velázquez Rodríguez vs. Honduras, párr., 175. El criterio ha sido reiterado entre otros
en: caso González y otras (“Campo Algodonero”) vs. México, párr., 252
35
Ferrer Mac-Gregor y Pelayo Moller, op. cit., p. 157.
36
Corte IDH, caso de la Masacre de Pueblo Bello vs. Colombia, sentencia del 31 de
enero de 2006, párr. 126.
37
Ibidem, párr. 123.
2. El deber de investigar
38
Caso González y otras (“Campo Algononero”), párr. 256.
39
Corte IDH, caso de las niñas Yean y Bosico vs. República Dominicana, sentencia del 8
de septiembre de 2005, excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas, serie C, núm.
130, párr. 133 y ss.
40
Corte IDH, caso González Medina y familiares vs. República Dominicana, sentencia
del 27 de febrero de 2012, excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas, párr., 203.
41
Becerra Ramírez, Manuel, “Artículo 1o., tercer párrafo. Prevenir, investigar, sancionar
y reparar como deberes del Estado frente a las violaciones de derechos humanos”, en Fe-
rrer Mac-Gregor, Eduardo et al., Derechos humanos en la Constitución, Comentarios de jurisprudencia
constitucional e interamericana, México, Suprema Corte de Justicia de la Nación-Instituto de
Investigaciones Jurídicas-Fundación Konrad Adenauer, 2013, p. 139.
42
Corte IDH, caso Escué Zapata vs. Colombia, sentencia de 4 de julio de 2007, fondo,
reparaciones y costas, serie C, núm. 165, párr. 106.
43
Corte IDH, caso Myrna Mack Chang vs. Guatemala, sentencia del 23 de noviembre
de 2003, reparaciones y costas, párr. 101.
44
Corte IDH, caso Heliodoro Portugal vs. Panamá, sentencia del 12 de agosto de 2008,
excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas, serie C, núm. 186, párr. 144.
45
Corte IDH, caso González Medina y familiares vs. República Dominicana, sentencia
del 27 de febrero de 2010, excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas, párr. 204.
Caso de la Masacre de Pueblo Bello vs. Colombia, (2006), párr. 143. Caso González y otras
(Campo Algodonero) vs. México, (2009), párr. 290.
46
Corte IDH, caso Escué Zapata vs. Colombia (2007), párr. 106.
47
Idem.
48
Corte IDH, caso Fornerón e hija vs. Argentina, sentencia del 27 de abril de 2012,
fondo, reparaciones y costas, serie C, núm. 242, párr. 66.
49
Corte IDH, caso Radilla Pacheco vs. Estados Unidos Mexicanos, sentencia del 23 de
noviembre de 2009, excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas, serie C, núm.
209, párr. 273. Aunque la Corte no señaló directamente la violación de este principio, refirió
a las afectaciones a los principios de juez natural, debido proceso y acceso a la justicia.
50
De León Gisela, Krsticevic, Viviana, Obando, Luis, Debida diligencia en la investigación de
graves violaciones a derechos humanos, Buenos Aires, Cejil, 2010, p. 33.
51
Corte IDH, caso González y otras (Campo Algodonero) (2009), párr. 293.
52
Corte IDH, caso de las Hermanas Serrano Cruz vs. El Salvador, sentencia del 1o. de
marzo de 2005, fondo, reparaciones y costas, serie C, núm. 120. párr. 178.
3. El deber de sancionar
53
Corte IDH, caso Juan Humberto Sánchez vs. Honduras, sentencia del 7 de junio de
2003, excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas, serie C, núm. 99, párr. 127.
54
Corte IDH, caso del Penal Miguel Castro Castro vs. Perú, sentencia del 25 de noviem-
bre de 2006, fondo, reparaciones y costas, serie C, núm. 160. párr. 390.
55
Corte IDH, caso Ximenez López vs. Brasil, sentencia del 4 de julio de 2006, serie C,
núm. 149, párr. 187.
56
Corte IDH, caso Barrios Altos vs. Perú, sentencia del 14 de marzo de 2001, fondo, serie
C, 75, párrs. 44 y ss. Caso Almonacid Arellano vs. Chile, sentencia del 26 de septiembre de
2006, excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas, serie C, núm. 154, párr. 111.
57
Corte IDH, caso Masacre de Río Negro vs. Guatemala, sentencia del 4 de septiembre
de 2012, excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas, serie C, núm. 250, párr. 196.
4. El deber de reparar
58
Nino, Carlos, Juicio al mal absoluto, trad. de Martín Böhmer, Buenos Aires, Ariel, 2006,
pp. 210 y 211.
59
Idem.
60
Corte IDH, caso de la “Panel Blanca” (Paniagua Morales y otros) vs. Guatemala, sen-
tencia del 8 de marzo de 1998, fondo, serie C, núm 37, párr. 173.
61
Idem.
62
Corte IDH, caso Velázquez Rodríguez vs. Honduras, sentencia del 21 de julio de 1989,
reparaciones y costas, serie C, núm. 7, párr. 25.
63
Ibidem, pár. 26.
64
Tesis 1 a CCCXXXVII/2018 (10ª.), Semanario Judicial de la Federación, décima época.
diciembre de 2018, p. 400.
65
Nash Rojas, Claudio, Las reparaciones ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos
(1998-2007), 2a. ed., Santiago, Universidad de Chile, 2009, p. 36.
71
Tesis 1a. CCCXLII/2015, Semanario Judicial de la Federación, décima época, noviembre
de 2015, p. 949.
manos, las sentencias operan como una declaratoria oficial que contribuye a
restaurar la dignidad de la persona. Así, más allá de las medidas restitutorias,
las sentencias de amparo tienen un valor fundamental como parte de un pro-
ceso reparador de las consecuencias de un hecho victimizante. ... Por otro
lado, en los casos en que la violación a derechos humanos pueda ser constitu-
tiva de algún delito, la vista que están obligados a dar los jueces a las autori-
dades competentes… también debe verse como una medida de satisfacción.
Finalmente, esta primera sala considera que cuando se acude al incidente de
cumplimiento sustituto y se opte por realizar un convenio sancionado ante el
propio órgano jurisdiccional, las partes pueden pactar reparaciones que no
sean compensaciones económicas, como medidas de satisfacción y los jueces
de amparo pueden autorizarlas, siempre y cuando las autoridades responsa-
bles puedan obligarse a ello de acuerdo con el marco jurídico que establezca
sus atribuciones y las citadas medidas de satisfacción no contravengan prin-
cipios de orden público.72
72
Tesis. 1a. LIV/2017 (10a.), Semanario Judicial de la Federación, décima época, mayo de
2017, p. 474.
VIII. Bibliografía
LA PROHIBICIÓN DE LA ESCLAVITUD
I. Introducción
269
2
Véase, a modo de ejemplo, International Labor Office, ILO 2012 Global Estimate of
Forced Labour, Suiza, 2012; United States Department of State, Trafficking in Persons Report;
Walk Free Foundation, Global Slavery Index 2016, passim.
3
Si bien la esclavitud existió desde tiempos muy antiguos, la utilización de mano de obra
esclava para la producción industrial o mercantil data de los siglos inmediatamente anteriores
a la era cristiana, particularmente en las eiudades-Estado griegas y el Imperio Romano. Más
tarde, en los inicios de la Edad Media, surge una forma de trabajo semiservil. En cambio,
en el mundo islámico la esclavitud adquiere gran relevancia como factor de producción. La
expansión del islam en África permitió el desarrollo de un importante tráfico internacional de
esclavos. Tras las primeras cruzadas, varios europeos comenzaron a involucrarse en el tráfico
de personas, muchas de ellas de origen eslavo, de donde surgió el término “esclavo”. Las in-
cursiones portuguesas en el África subsahariana a inicios del siglo XV propiciaron un nuevo
desarrollo de la esclavitud. El descubrimiento de América y el auge de la industria azucarera,
aunado a la dificultad de echar mano de los nativos para la producción, así como a la desapa-
rición de indios caribes en las primeras islas americanas, abrió la puerta a la exportación de
esclavos africanos a territorios americanos. Más tarde comenzarían a involucrarse también
esclavistas españoles, italianos e ingleses, iniciando una práctica comercial que duraría tres
siglos. Véase Klein, Herbert S. y Vinson III, Ben, Historia mínima de la esclavitud en América La-
tina y el Caribe, México, El Colegio de México, 2013, pp. 15-30.
4
Bales, Kevin, “Slavery in its Contemporary Manifestations”, en Allain, Jean (comp.),
The Legal Understanding of Slavery. From the Historical to the Contemporary, Oxford University Press,
2012.
1. México prehispánico
2. Conquista y virreinato
5
Olveda Legaspi, Jaime, “La abolición de la esclavitud en México, 1810-1917”, Signos
Históricos, núm. 29, enero-junio de 2013, p. 11.
6
Bosch García, Carlos, La esclavitud prehispánica entre los aztecas, México, El Colegio de
México-Fondo de Cultura Económica, 1944, passim.
7
Ibidem, pp. 21 y ss.
8
Ots Capdequí, José María, El Estado español en las Indias, México, Fondo de Cultura
Económica, 1965, p. 26.
Sin embargo, ello no fue obstáculo para que algunos colonos y con-
quistadores españoles recurrieran a la esclavitud de los indios, como habían
hecho en las Antillas, ya fuera al amparo de la doctrina de la “guerra justa”
o a la compra (“rescate”) de esclavos a los caciques y señores indios.9 Poste-
riormente, una instrucción de la Corona a Hernán Cortés, fechada el 26 de
junio de 1523, autorizó reducir a esclavitud a los indios si se mantenían en
rebeldía. La Corona era consciente de la necesidad de proteger a los indios,
y procuró —sin mucho éxito— impedir que los españoles los provocaran, a
fin de someterlos a servidumbre bajo pretexto de guerra justa.10
De ahí derivaron innumerables abusos, y ello dio pie a un debate filo-
sófico, teológico y jurídico, que se desarrolló en ambos lados del Atlántico
durante la primera mitad del siglo XVI; durante este tiempo, se expidieron
diversos decretos y ordenanzas, unas veces prohibiendo, otras autorizando
la esclavitud de los indios. Así, el 2 de agosto de 1530 se emitió una real
cédula del emperador don Carlos,11 por la que se prohibía hacer esclavos a
los indios, ya fuera como botín de guerra —incluso “justa”— o mediante
la figura del rescate, por el que algunos españoles compraban esclavos a los
caciques indios, con el pretexto de liberarlos, sin que luego lo hicieran.12
Más tarde, el 20 de febrero de 1534, se emitió una real cédula que autorizó
nuevamente la esclavitud.13
Esta situación persistió hasta 1542. El 20 de noviembre de ese año, el
rey Carlos I promulgó las Leyes Nuevas, que prohibieron la esclavitud de los
indios, ordenaron que todos quedaran libres y fueran puestos bajo la protec-
ción de la Corona, y prohibieron también la práctica del rescate.14 Posterior-
mente, a fin de dar eficacia a lo dispuesto en las Leyes Nuevas, el 3 de sep-
tiembre de 1543 se dictó una provisión para todas las Indias, que ordenaba
[q]ue nadie ose hacer esclavos indios so pena de muerte y pérdida de todos sus bienes.15
9
Zavala, Silvio, Los esclavos indios en Nueva España, México, El Colegio Nacional, 1968,
cit. por León-Portilla, Miguel, Historia Mexicana, vol. 19, núm. 1 (73), julio-septiembre de
1969, p. 145.
10
Ibidem, p. 147.
11
León Pinelo, Antonio de, Recopilación de las indias, edición y estudio preliminar de Is-
mael Sánchez Bella, México, Miguel Ángel Porrúa, 1992, t. II, pp. 1873 y ss.
12
Arce Gargollo, Pablo, Biografía y guía bibliográfica. Vasco de Quiroga: jurista con mentalidad
secular, México, Porrúa-Universidad Panamericana, 2007, p. 56 y ss.
13
Ibidem. Véase también Zavala, Silvio, op. cit., p. 148.
14
Nuevas Leyes y Ordenanzas, del 20 noviembre 1542. Véase García Añoveros, Jesús
María, “Carlos V y la abolición de la esclavitud de los indios. Causas, evolución y circuns-
tancias”, Revista de Indias, vol. LX, núm. 218, 2000, pp. 73 y ss.
15
García Añoveros, Jesús María, op. cit., p. 74.
16
Ibidem, pp. 74-76.
17
Soberanes Fernández, José Luis, La abolición de la esclavitud en México, México, Universi-
dad Panamericana, 2015, p. 250.
18
Ya en las Cortes de Cádiz se advierte la influencia de la Corona británica por boca del
diputado Argüelles, quien propuso abolir el tráfico esclavista haciendo referencia también
al decreto inglés sobre la abolición del comercio de esclavos. Arenal Fenochio, Jaime del,
“La utopía de la libertad: la esclavitud en las primeras declaraciones mexicanas de derechos
humanos”, Anuario Mexicano de Historia del Derecho, núm. 6, 1994, p. 9.
19
Olveda Legaspi, Jaime, op. cit., p. 11.
20
Helg, Aline, Plus jamais esclaves! De l’insoumission à la révolte, le grand récit d’une émancipation
(1492-1838), París, La Découverte, 2016, pp. 264 y ss. Véase también Olveda Legaspi, Jai-
me, op. cit., p. 11.
21
Derechos del pueblo mexicano. México a través de sus Constituciones, vol. I, Historia constitucional,
9a. ed., México, Miguel Ángel Porrúa, 2016, p. 93.
22
Tal fue el caso de la proclamación de lord Dunmore para Estados Unidos en 1775, la
de revolucionarios franceses en las Antillas en 1793, o de los independentistas de Venezuela
o Río de la Plata; Helg, Aline, op. cit., p. 265.
23
La expresión deriva de “libertad” en árabe; véase Helg, Aline, op. cit., p. 264.
4. Primeras Constituciones
24
Olveda Legaspi, Jaime, op. cit., pp. 15 y ss.
25
Derechos del pueblo mexicano. México a través de sus constituciones, vol. I, Historia constitucional,
9a. ed., México, Miguel Ángel Porrúa, 2016, p. 87.
26
Ibidem, p. 158.
27
Galván Rodríguez, Eduardo, “La abolición de la esclavitud en el Imperio español:
debates entre las dos orillas (México y Cádiz, 1810-1815)”, XXI Coloquio de Historia Canario-
Americana (2014), Las Palmas de Gran Canaria, 2016, XXI-026, p. 2.
incapacitado para trabajar, sea por enfermedad o vejez, el dueño tiene obli-
gación de mantenerlo durante la inhabilidad.28
En esta materia, sin embargo, no se logró consenso, por lo que, al final,
la Constitución de 1812 omitió pronunciarse sobre el tema. Prácticamen-
te la misma suerte corrió la discusión sobre el tema de la esclavitud en el
Congreso Constituyente, que culminaría con la promulgación de la Cons-
titución Federal de los Estados Unidos Mexicanos el 4 de octubre de 1824,
la primera del México independiente. Ésta tampoco se pronunciará sobre
el tema de la esclavitud, no obstante que en el Congreso Constituyente se
habían aprobado diversas medidas tendentes a prohibir el comercio de es-
clavos, así como a la destacada participación, como diputado constituyente,
de Guridi y Alcocer.29 Sin embargo, puede afirmarse que las discusiones y
argumentos vertidos en Cádiz darían fruto posteriormente. Así, algunas de
las ideas planteadas en Cádiz fueron recogidas en Constituciones estatales
promulgadas entre 1824 y 1827,30 como se verá a continuación.
5. Constituciones estatales
28
Galván Rodríguez, Eduardo, op. cit., p. 5, y Arenal Fenochio, Jaime del, op. cit., pp. 9
y ss.
29
Soberanes Fernández, José Luis, Una historia constitucional de México, México, UNAM,
Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2019, t. I, pp. 281, 354-366.
30
Arenal Fenochio, Jaime del, op. cit., pp. 9 y ss.
31
Constitución de Xalisco, 18 de noviembre de 1824, artículo 8o.
32
Constitución del estado de Michoacán, 19 de julio de 1825, artículos 12-14.
33
Constitución Política del Estado Libre de Querétaro, 12 de agosto de 1825, artículo 7o.
34
Constitución Política del Estado Libre de Occidente, 13 de octubre de 1825, artículos
4o. y 5o.
35
Constitución del estado de Nuevo León, 5 de marzo de 1825, artículo 12.
36
Constitución del estado de Durango, 1 de septiembre de 1825, artículo 14.
37
Constitución del estado de Oajaca, 18 de enero de 1825, artículo 7o.
38
Constitución del estado de Chihuahua, 7 de diciembre de 1825, artículo 7o.
39
Constitución del estado de las Chiapas, 12 de noviembre de 1825, artículo 7o.
40
Constitución Política del Estado Libre de Zacatecas, 17 de enero de 1825, artículo 7o.
41
Constitución Política del Estado Libre de Tabasco, 5 de febrero de 1825, artículo 5o.
42
Constitución Política del Estado Libre de Yucatán, 6 de abril de 1825, artículo 4o.
43
Constitución Política del Estado Libre de Puebla, 7 de diciembre de 1825, artículo 8o.
44
Constitución del estado de México, 14 de febrero de 1827, artículo 6o.
45
Constitución del estado de Coahuila y Texas, 11 de marzo de 1827, artículo 13.
46
Constitución Política del Estado Libre de Veracruz, 3 de junio de 1825, artículo 10.
47
Constitución de las Tamaulipas, 6 de mayo de 1825.
48
Constitución del estado de Guanajuato, 14 de abril de 1826.
49
Constitución Política del Estado Libre de San Luis Potosí, 16 de octubre de 1826.
50
Colección de órdenes y decretos de la Soberana Junta Provisional Gubernativa y So-
beranos Congresos Generales de la Nación Mexicana, México, Imprenta de Galván, 1829,
t. IV, p. 93, cit. por Arenal Fenochio, Jaime del, op. cit., pp. 23 y ss.
51
Bases de Organización Política de la República Mexicana, acordadas por la Honora-
ble Junta Legislativa, 12 de junio de 1843.
52
Arenal Fenochio, Jaime del, op. cit., pp. 9 y ss.
Los tres primeros párrafos del artículo 1o. constituyen el núcleo de la reforma
constitucional en materia de derechos humanos: establecen el reconocimien-
53
Iglesias, Juan, Derecho romano. Historia e instituciones, 11a. ed., Barcelona, Ariel, 1993, p.
115, con más referencias.
54
Idem. Véase también D’Ors, Álvaro, Derecho privado romano, 8a. ed., Pamplona, EUNSA,
1991, p. 274.
55
Esta disposición ha sido reformada en dos ocasiones: por decreto publicado en el
Diario Oficial de la Federación el 18 de enero de 1934 (en que se excluye la Isla de la Pasión, al
perder el Estado mexicano soberanía sobre la isla) y por decreto del 20 de enero de 1960, en
que se le dio su redacción actual.
1. Primer párrafo
En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos
humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales
de los que el Estado Mexicano sea parte, así como de las garantías para su
protección, cuyo ejercicio no podrá́ restringirse ni suspenderse, salvo en los
casos y bajo las condiciones que esta Constitución establece.
56
Convenio Internacional del Trabajo núm. 29 relativo al Trabajo Forzoso u Obligato-
rio (1930).
57
Préambulo, décimo párrafo.
58
Bartolini Esparza, Marcelo et al., Maternidad subrogada: explotación de mujeres con fines repro-
ductivos (EMFR), México, Cámara de Diputados, 2014, passim; Lara Aguado, Ángeles, “Una
nueva forma de esclavitud: el alquiler de úteros”, en Mercado Pacheco, Pedro et al., Formas
2. Segundo párrafo
contemporáneas de esclavitud y derechos humanos en clave de globalización, género y trata de personas, Va-
lencia, Tirant lo Blanch, 2020, p. 311 ss.
59
Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Trabajadores de la Hacienda Brasil Ver-
de vs. Brasil, excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas, sentencia del 20 octubre
de 2016, con más referencias.
60
Carmona Tinoco, Jorge Ulises, “La reforma y las normas de derechos humanos
previstas en los tratados internacionales”, en Salazar Ugarte, Pedro y Carbonell, Miguel
(coords.), La reforma constitucional de derechos humanos: un nuevo paradigma, p. 46.
61
Torre Martínez, Carlos de la, “Prohibición de la esclavitud, el trabajo forzoso y la ser-
vidumbre”, en Ferrer Mac-Gregor Poissot, Eduardo et al., Derechos humanos en la Constitución:
comentarios de jurisprudencia constitucional e interamericana, México, Suprema Corte de Justicia de
la Nación-Fundación Konrad Adenauer, 2013, pp. 291 y ss.
3. Tercer párrafo
Todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación
de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de con-
formidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibili-
dad y progresividad. En consecuencia, el Estado deberá́ prevenir, investigar,
sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos, en los términos
que establezca la ley.
69
En el caso Siliadin v France, cit., el Tribunal consideró que “la legislación penal vigente
en el momento de los hechos no ofrecía a la demandante... una protección práctica y efectiva
contra los actos de los que era víctima”, y, por lo tanto, consideró que había habido “una
violación de las obligaciones positivas del Estado demandado”, párrafos 148 y ss.
70
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, artículo 3.a.
71
Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Trabajadores de la Hacienda Brasil
Verde vs. Brasil, excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas, sentencia del 20 de
octubre de 2016, párrafo 362.
72
Ibidem, párrafo 395.
4. Quinto párrafo
El cuarto párrafo del artículo 1o. constitucional se relaciona con otras dispo-
siciones constitucionales. El artículo 5o. constitucional establece la libertad
de trabajo, al tiempo que prohíbe la servidumbre y la explotación. Así, [n]adie
puede ser privado del producto de su trabajo, sino por resolución judicial (primer párrafo).
Por otra parte, [n]adie podrá ser obligado a prestar trabajos personales sin la justa retri-
bución y sin su pleno consentimiento. Queda exceptuado el trabajo impuesto como
pena por la autoridad judicial, que, en todo caso, debe respetar la jornada
máxima establecida en las fracciones I y II del artículo 123, así como ciertos
servicios públicos obligatorios, como el de las armas, jurados, cargos conceji-
les y de elección popular (tercer y cuarto párrafos).
El Estado no puede permitir que se lleve a efecto ningún contrato, pacto o convenio
que tenga por objeto el menoscabo, la pérdida o el irrevocable sacrificio de la libertad de
la persona por cualquier causa (quinto párrafo). De este modo, se previene cual-
quier posibilidad de servidumbre por deudas. Un aspecto relevante de esta
disposición es que produce efectos frente a particulares, e impone al Estado
deberes de vigilancia. El contrato de trabajo no podrá exceder de un año
en perjuicio del trabajador (séptimo párrafo), y su incumplimiento sólo da
74
Ibidem, p. 291.
75
Tesis 1a./J. 37/2016 (10a.), Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Décima Época,
libro 33, agosto de 2016, t. II, p. 633.
V. Bloque de constitucionalidad
de 1807, que prohibía el comercio de esclavos, y del Act for the Abolition of
Slavery throughout the British Colonies; for promoting the Industry of the
manumitted Slaves; and for compensating the Persons hitherto entitled to
the Services of such Slaves, del 28 de agosto de 1833.79
Dentro de los tratados sobre abolición de la esclavitud y prácticas aná-
logas a ésta cabe destacar la Convención relativa a la Esclavitud (1926), que
define esclavitud como aquel estado o condición de un individuo sobre el cual se
ejercen los atributos del derecho de propiedad o algunos de ellos. Asimismo, entiende
por trata de esclavos todo acto de captura, de adquisición o de cesión de un individuo,
con miras a reducirlo a la esclavitud, cualquier acto tendiente a su venta o cambio,
cualquier acto de cesión y, en general, cualquier acto de comercio o de transporte de
esclavos (artículo 1o.). También establece la obligación para los Estados par-
tes, de impedir y reprimir la trata de esclavos y de llevar a cabo la supresión total de la
esclavitud en cualquiera de sus formas, de modo progresivo y tan pronto como sea posible.
Debe destacarse, además, la Convención suplementaria sobre la Abolición
de la Esclavitud, la Trata de Esclavos y las Instituciones y Prácticas Análo-
gas a la Esclavitud (1956), que prohíbe la servidumbre por deudas, la servi-
dumbre de la gleba, toda práctica en virtud de la cual una mujer, sin que le
asista el derecho a oponerse, es prometida o dada en matrimonio a cambio
de una contraprestación; el marido de una mujer o la familia de éste tiene
el derecho de cederla a un tercero, o la mujer, a la muerte de su marido,
puede ser transmitida por herencia a otra persona, así como toda práctica
en virtud de la cual un niño es entregado por sus padres para ser explotado
él o su trabajo.
Por otra parte, deben considerarse los tratados para la abolición, re-
presión y erradicación de la “trata de blancas” —white slave trade—, es de-
cir, el tráfico de mujeres con fines de explotación sexual. Diversos tratados
han versado sobre esa materia: el Convenio para la Represión de la Trata
de Personas y de la Explotación de la Prostitución Ajena y Protocolo Final
(1950), Convención Internacional para la Represión de la Trata de Mujeres
y Menores (1921), la Convención Internacional relativa a la Represión de
la Trata de Mujeres Mayores de Edad (1933), el Protocolo que enmienda la
Convención para la Supresión del Trafico de Mujeres y Niños, concluida
en Ginebra el 30 de septiembre de 1921 y la Convención para la Supresión
del Tráfico de Mujeres Mayores de Edad, concluida en Ginebra el 11 de oc-
tubre de 1933, el Convenio Internacional para la Supresión del Tráfico de
Trata de Blancas, firmado en París el 18 de mayo de 1910, enmendado por
79
Martínez, Jenny S., The Slave Trade and the Origins of International Human Rights Law,
Nueva York, Oxford University Press, 2012, p. 15.
1. Estado de la cuestión
cia sexual de gravedad comparable;... 2. A los efectos del párrafo 1:... c) Por “esclavitud”
se entenderá el ejercicio de los atributos del derecho de propiedad sobre una persona, o de
algunos de ellos, incluido el ejercicio de esos atributos en el tráfico de personas, en particu-
lar mujeres y niños.
82
Bales, Kevin, “Slavery in its Contemporary Manifestations”, en Allain, Jean (ed.), The
Legal Understanding of Slavery. From the Historical to the Comtemporary, Oxford University Press, 2012.
83
Se entiende por chattel la propiedad sobre bienes muebles. Voz ‘chattel’, en Garner,
Bryan, Black’s Law Dictionary, 7a. ed., West Group, 1999. El término, al parecer, se encuen-
tra emparentado con cattle (ganado). Johnson, Walter (ed.), The Chattel Principle. Internal Slave
Trades in the Americas, New Haven, Yale University Press, 2004.
84
Mende, Janne, “The Concept of Modern Slavery: Definition, Critique, and the Hu-
man Rights Frame”, Human Rights Review, 2019, 20, p. 233.
85
Bales, Kevin, “Professor Kevin Bale’s Response to Professor Orlando Patterson”, en
Allain, Jean (ed.), The Legal Understanding of Slavery..., cit.
2. Definición jurídica
3. La jurisprudencia internacional
94
McDougall, Gay J., Informe final. Formas contemporáneas de la esclavitud. La violación sistemá-
tica, la esclavitud sexual y las prácticas análogas a la esclavitud en tiempo de conflicto armado, Reporte de
la Relatora Especial de la Subcomisión de Prevención de Discriminaciones y Protección a las
Minorías, E/CN.4/Sub.2/1998/13 22 de junio de 1998.
95
Mende, Janne, “The Concept of Modern Slavery: Definition, Critique, and the Hu-
man Rights Frame”, Human Rights Review, 2019, 20, p. 230.
96
Tribunal Europeo de Derechos Humanos, n. 73316/01, sentencia del 26 de julio de
2005.
97
Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia (ICTY), caso Prosecutor v. Kunarac et
al., IT9623, sentencia 23/1 del 22 de febrero de 2001.
98
Tribunal Europeo de Derechos Humanos, núm. 25965/04.
99
Pati, Roza, Der Schutz der EMRK gegen Menschenhandel, Neue Juristische Wochenschrift,
2011, pp. 129 y ss.
progresivo y tan pronto como sea posible (artículo 2o.). Así, la obligación del
Estado no es sólo negativa —respetar, abstenerse de injerencia— sino, ante
todo, positiva: impedir y reprimir. Se trata, además, de obligaciones de resul-
tado, y se traducen tanto en la implementación de medidas de carácter legis-
lativo (penal) como de cualquier otra índole. El Estado debe tomar medidas
necesarias para que las infracciones sean castigadas con penas severas (artículo
6o.). Aunque la disposición no lo señala expresamente, los actos a desarrollar
impactarán necesariamente en personas particulares. Materia de la regula-
ción será no sólo la esclavitud, sino también la trata, entendida como el pro-
ceso de captación. Resulta también llamativa la referencia a diferentes for-
mas de esclavitud. Aquí se advierte, a la vez, una de las primeras referencias
al principio de progresividad (en el sentido de gradualidad) y al de celeridad.
Este tratado internacional incorpora también la prohibición del traba-
jo forzado. La redacción pareciera ser más tenue: los Estados procurarán [ir]
aboliendo el trabajo forzado u obligatorio; lo anterior, de manera progresiva y lo
más pronto posible. Mientras subsista, se impondrá́ únicamente a título excep-
cional y mediante una remuneración adecuada (artículo 5o.).
nales que la proscriben, celebrados en los últimos 200 años– permiten afirmar categórica-
mente su caráctar de ius cogens, esto es, de norma imperativa de derecho internacional; véase
Puceiro Ripoll, Roberto, “Las normas de jus cogens ¿fenómeno exclusivamente universal o
también eventualmente regional?”, XXVII Curso de Derecho Internacional “Regionalismo y Univer-
salismo”, Washington, D. C., Organización de los Estados Americanos, 2001, pp. 399 y n. 40.
Véase también Pati, Roza, “Der Schutz der EMRK gegen Menschenhandel”, Neue Juristische
Wochenschrift, 2011, p. 128; Asamblea General, Informe de la Comisión de Derecho Internacional,
2019, (A/74/10), pp. 161, 193, 209 (n. 863), 226 s. La Corte Interamericana de Derechos
Humanos, en el caso Aloeboetoe y otros vs. Surinam, sentencia del 10 de septiembre de 1993 sobre
reparaciones y costas, Corte Interamericana de Derechos Humanos, serie C, núm. 15, alude
a la prohibición de la esclavitud como una regla de ius cogens superveniens.
107
Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, artículo 53.
108
CLas obligaciones erga omnes se refieren a la oponibilidad de las obligaciones a todos
los Estados; véase Comisión de Derechos Humanos, Informe sobre Fragmentación del Derecho
Internacional: Dificultades Derivadas de la Diversificación y Expansión del Derecho Internacional, Anuario
de la Comisión de Derecho Internacional, 2005, A/CN.4/SER.A/2005/Add.1 (Part 2), n. 492. La
Corte Internacional de Justicia las describe como obligaciones de un Estado hacia la comu-
nidad internacional en su conjunto; por su propia naturaleza, son de interés para todos los
Estados y, considerando la importancia de los derechos en cuestión, se puede afirmar que
todos los Estados tienen un interés jurídico en su protección. Tales obligaciones derivan de
los principios y normas relativos a los derechos básicos de la persona humana, entre las que
destaca la protección contra la esclavitud y la discriminación racial (véase el dictum del caso
Barcelona Traction, Light and Power Company, Reports 1970, nn. 33s). Véase también Allain,
Jean, “Slavery and its Obligations Erga Omnes”, Australian YearBook of International Law, vol.
36, passim.
109
Martinez, Jenny S., The Slave Trade and the Origins of International Human Rights Law,
Nueva York, Oxford University Press, 2012, pp. 13 y ss.
124
Directriz 3 de las Directrices Bellagio-Harvard de 2012 sobre los Parámetros Jurídicos de la
Esclavitud, de la Red de Investigación sobre los Parámetros Jurídicos de Esclavitud.
del uso de una persona; transferir a una persona (por herencia, apuesta, en
pago de una deuda); desechar a una persona, maltratarla o descuidarla; ob-
tener un beneficio derivado de la utilización o venta, etcétera.125
Se ha afirmado que una persona no puede ser considerada en situa-
ción de esclavitud si puede elegir abandonar a su explotador, si tiene la
libertad de irse.126 Este último elemento —la imposibilidad de abandonar
la situación— resulta de utilidad como un criterio diferenciador práctico,
pero resulta ajeno a la definición internacional. En ese sentido, resulta más
adecuado considerarlo como un fuerte indicio de esclavitud, sin que forme
parte de la definición.
125
Directriz 4 de las Directrices Bellagio-Harvard de 2012 sobre los Parámetros Jurídicos de la
Esclavitud, de la Red de Investigación sobre los Parámetros Jurídicos de Esclavitud.
126
Bales, Kevin, “Professor Kevin Bale’s Response to Professor Orlando Patterson”, en
Allain, Jean (ed.), The legal understanding of slavery. From the historical to the comtemporary, Oxford
University Press, 2012.
127
Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso López Soto y Otros vs. Venezuela, fon-
do, reparaciones y costas, sentencia del 26 de septiembre de 2018, serie C, 362, núm. 177.
128
Allain, Jean, en The Legal Understanding of Slavery. From the Historical to the Contemporary,
Oxford University Press, 2012.
129
Lara Aguado, Ángeles, “Una nueva forma de esclavitud: el alquiler de úteros”, en
Mercado Pacheco, Pedro et al., Formas contemporáneas de esclavitud y derechos humanos en clave de
globalización, género y trata de personas, Valencia, Tirant lo Blanch, 2020, p. 312.
VIII. Conclusión
130
Lara Aguado, Ángeles, “Una nueva forma de esclavitud: el alquiler de úteros”, en
Mercado Pacheco, Pedro et al., Formas contemporáneas de esclavitud y derechos humanos en clave de
globalización, género y trata de personas, cit., p. 312, con más referencias.
131
Pérez Alonso, El derecho ante las formas contemporáneas de esclavitud, cit. por Lara Aguado,
Ángeles, “Una nueva forma de esclavitud: el alquiler de úteros”, en Mercado Pacheco, Pedro
et al., Formas contemporáneas de esclavitud y derechos humanos en clave de globalización, género y trata de
personas, cit., p. 312.
LA CLÁUSULA ANTIDISCRIMINATORIA
I. Introducción
311
14
Por ejemplo, la Constitución japonesa del 3 de noviembre de 1946 señala: “Artículo
14.- Todos los ciudadanos son iguales ante la ley y no existirá distinción política, económica
o social por razones de raza, credo, sexo, condición social o linaje”; y la Constitución italiana
de 1947 señala en su artículo 3o.: “Todos los ciudadanos tendrán la misma dignidad social y
serán iguales ante la ley, sin distinción de sexo, raza, lengua, religión, opiniones políticas ni
circunstancias personales y sociales”.
15
Por ejemplo, el artículo 3.3 de la Ley Fundamental de Bonn dispone: “3.- Nadie podrá
ser perjudicado ni favorecido a causa de su sexo, su ascendencia, su raza, su idioma, su patria
y su origen, sus creencias y sus concepciones religiosas o políticas. Nadie podrá ser perjudi-
cado a causa de un impedimento físico”.
16
Torre Martínez, Carlos de la, El derecho a la no discriminación en México, México, Porrúa-
CNDH, 2006, p. 144.
17
Por ejemplo, el artículo 15 del Acta Constitucional de Canadá de 1982 señala: “No se
prohíben las leyes, programas o actividades que tengan como objeto el mejoramiento de con-
diciones de individuos o los grupos discriminados incluyendo los que sean discriminados con
motivos de raza, origen nacional o étnico, color, religión, sexo, edad, o discapacidad mental
o física”; el artículo 13 de la Constitución colombiana de 1991 dispone: “Todas las personas
nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma protección y trato de las autoridades y
gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación por
razones de sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófi-
ca. El Estado promoverá las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva y adoptará
medidas en favor de grupos discriminados o marginados”.
18
Aparisi Miralles, Ángeles, “Notas sobre el concepto de discriminación”, Derechos y Li-
bertades. Revista del Instituto Bartolomé de las Casas, Madrid, núm. 5, 1995, p. 192.
19
Textualmente indica: “Art. 123.- […] VII.- Para trabajo igual debe corresponder sala-
rio igual, sin tener en cuenta sexo ni nacionalidad”.
20
Gaceta Parlamentaria del 7 de diciembre de 2000.
21
Gaceta Parlamentaria del 25 de abril de 2001.
22
Exposición de motivos de la iniciativa del senador Adalberto Arturo Madero Quiroga,
Gaceta del Senado de la República del 22 de septiembre de 2005.
1. Igualdad y no discriminación
23
Alexy, Robert, Teoría de los derechos fundamentales, Madrid, Centro de Estudios Constitu-
cionales, 1991, p. 384.
24
BVerfGE 4, 144
25
Por ejemplo, Bobbio, Norberto, Igualdad y libertad, Barcelona, Paidós, 1993, p. 54;
Dworkin, Ronald, Virtud soberana. La teoría y la práctica de la igualdad, Barcelona, Paidós, 2003,
p. 21, así como el mismo Aristóteles, Política, 1282b.
30
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (artículo 2.1), Pacto Internacional
de Derechos Económicos Sociales y Culturales (artículo 2.2), Convención Americana sobre
Derechos Humanos (artículo 1.1) y Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre
Derechos Humanos en materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (artículo
3o.). Todos estos instrumentos proscriben el uso de los mismos tercios de comparación, que
son: raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de otra índole, origen nacional o
social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social.
31
Los instrumentos usan los términos “raza y color”, mientras que la Constitución, el
de origen étnico; usan el término “opinión política o de otra índole”, mientras que la Cons-
titución de “opiniones”; hablan de posición económica, mientras que la carta magna usa la
expresión “condición social”; y hablan de “sexo”, mientras que la ley fundamental habla de
“género”.
32
Carbonell, Miguel, Igualdad y libertad. Propuestas de renovación constitucional, México,
UNAM-CNDH, 2007 pp. 70 y ss.
33
Batista Jiménez, Fernando, “La eficacia del valor dignidad de la persona en el sistema
jurídico español”, Cuestiones Constitucionales. Revista Mexicana de Derecho Constitucional, México,
núm. 11, 2004, p. 5.
37
Al respecto, puede verse la sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación al
resolver la acción de inconstitucionalidad 8/2014, el 11 de agosto de 2015. Esa resolución es
consultable en la Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Décima Época, libro 24, noviem-
bre de 2015, t. I, p. 325.
38
Baño León, José María, “La igualdad como derecho público subjetivo”, Revista de Ad-
ministración Pública, Madrid, núm. 114, 1987, p. 181.
39
Rossano, Claudio, L’eguaglianza giuridica nell’ordenamento constituzionale, Nápoles, Jovene,
1966, cap. V.
40
Mortati, Carlo, Instituzioni di diritto pubblico, Padua, Cedam, 1960, p. 786.
41
Ibidem, p. 183.
1. Titularidad
2. Destinatario
50
Diez-Picazo, Luis María, Sistema de derechos fundamentales, Madrid, Civitas, 2005, p. 145.
51
Bilbao Ubillos, Juan María, La eficacia de los derechos fundamentales frente a particulares,
Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1997, p. 283.
52
Hesse, Konrad, Derecho constitucional y derecho privado, Madrid, Civitas, 1995, pp. 81 y ss.
53
Dice Carl Schmitt, teórico de la Constitución de Weimar: “Para que el «imperio de la
ley» conserve su conexión con el concepto de Estado de Derecho es necesario introducir en
el concepto de ley ciertas cualidades [justicia y razonabilidad, dirá más adelante]”. Teoría de
la Constitución, México, Editora Nacional, 1970, p. 161.
ello, ha afirmado que “la doble función que los derechos fundamentales
desempeñan en el ordenamiento y la estructura de ciertos derechos, cons-
tituyen la base que permite afirmar su incidencia en las relaciones entre
particulares”.54
La segunda objeción es de carácter procesal, es decir, sobre el medio
idóneo para realizar el control de los particulares que violen un derecho
humano.55 Se ha afirmado que tanto las Constituciones como las leyes or-
gánicas de los tribunales constitucionales, al tratar el amparo, se refieren
exclusivamente a las violaciones de los derechos fundamentales causadas
por el “poder público”.56 Esta cuestión suele salvarse de dos formas. Por una
parte, la vía de la eficacia directa, según la cual, ante la carencia de una nor-
ma que autorice este control, debe ser colmada por la jurisdicción constitu-
cional.57 Por otra, la vía de la eficacia indirecta, según la cual corresponde
a una resolución judicial ordinaria en primera instancia pronunciarse sobre
la eficacia del derecho fundamental y, de forma subsidiaria, la jurisdicción
constitucional resolverá el problema en última instancia.58
México se encuentra en una posición intermedia, pues en el medio de
control constitucional que pueden hacer valer todas las personas, el amparo,
en principio, procede en contra de normas generales, actos u omisiones “de
autoridad” que violen los derechos humanos, como lo prescribe el artículo
103 constitucional. Sin embargo, la Ley de Amparo indica que el amparo
protege a las personas frente a “los poderes públicos o de particulares en
los casos señalados en la presente ley”, en su artículo 1o. Posteriormente,
en la fracción II de su artículo 5o. precisa que “los particulares tendrán la
calidad de autoridad responsable cuando realicen actos equivalentes a los
de autoridad”.
54
Jurisprudencia 1a./J. 15/2012 (9a.), Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima
Época, libro XIII, octubre de 2012, t. 2, p. 789.
55
Diez-Picazo, Luis María, op. cit., p. 145.
56
Por ejemplo, el artículo 93.1 de la Ley Fundamental de Bonn y el parágrafo 90.1 de la
Ley del Tribunal Constitucional Federal alemán.
57
Vega García, Pedro de, “La eficacia frente a particulares de los derechos fundamenta-
les (la problemática de la drittwirkung der grundrechte)”, en Carbonell, Miguel (coord.), Derechos
fundamentales y Estado. Memoria del VII Congreso Iberoamericano de Derecho Constitucional, México,
UNAM, 2002, p. 703.
58
Así, por ejemplo, se aceptó por el Tribunal Constitucional Federal alemán en el caso
Lüth, BVerfGE 7, 198. Esta sentencia es consultable en Jurisprudencia del Tribunal Constitucional
Federal alemán, México, Konrad Adenauer Stiftung, 2009, pp. 202 y ss. La misma doctrina
sigue la Corte Constitucional italiana, a partir de la sentencia del 9 de julio de 1970, y la
Suprema Corte de Estados Unidos, en los casos Smit vs. Allright de 1944, Schelley vs. Kremer de
1948.
A. Convocatorias laborales
66
Tesis 1a. II/2015 (10a.), cit., p. 760.
67
Tesis 1a. XXXIV/2015 (10a.), cit., p. 761.
68
Idem.
69
Tesis 1a. CCCX/2015 (10a.), Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Décima Épo-
ca, libro 23, octubre de 2015, t. II, p. 1639.
70
Tesis 1a. CCCXXXII/2015 (10a.), Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Décima
Época, libro 24, noviembre de 2015, p. 962.
71
Tesis XXVII.3o.10 CS (10a.), Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Décima Épo-
ca, libro 47, octubre de 2017, t. IV, p. 2672
72
Idem.
73
Tesis1a. CCIX/2014 (10a.), Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Décima Época,
libro 6, mayo de 2014, t. I, p. 564.
Sitúa por una parte a los particulares en general, y por otra a las empresas
que gestionan servicios públicos, las empresas monopólicas, y las grandes
empresas.74
Respecto a las que gestionan servicios públicos, como salud, educación,
o televisión, estima que serían máximas las exigencias de la igualdad. Si re-
ciben financiamiento público, se les debería exigir casi como al Estado, y en
casos de emergencia, no podrían justificar jamás un trato desigual. Las em-
presas que constituyen monopolios o que ofrecen bienes o servicios básicos
como energía eléctrica o gas, tendrían exigencias semejantes. Y las grandes
empresas, aunque se les debe exigir menos, tampoco puede equiparárseles a
cualquier otro particular por su posición de dominio o superioridad frente
a los clientes.
A la luz de lo anterior, se entiende que la Primera Sala de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación haya considerado que los medios de comuni-
cación juegan un papel fundamental en la formación de una cultura pública
que propicie la disminución y, en última instancia, la erradicación de dis-
cursos discriminatorios. Por ello, consideró que tienen una responsabilidad
especial para evitar la propagación del discurso discriminatorio, atendiendo
a la naturaleza y funciones que desempeñan.75
También a la luz de esta distinción entre las diversas clases de empresas,
se entiende que la Corte haya estimado que las compañías de seguros, que
gozan de una relevancia, se encuentran vinculadas a la implementación de
medidas para erradicar la discriminación de las personas con discapacidad,
a menos que las mismas no encuentren una justificación razonable acorde
con los principios de la propia materia.76
Entre los particulares que se encuentran en una posición de igualdad
parece que el principio de igualdad debe ceder ante la autonomía de la
voluntad; de lo contrario, una persona no podría vender su casa a quien
quisiera, bien sea por motivos objetivos (una mejor oferta), como por meros
caprichos; que no pudiera decidir quién ingresa en su domicilio; o al extre-
mo absurdo de que no pudiera contraer matrimonio con quien quisiera. Sin
embargo, hay que analizar unos supuestos especiales.
El primero es cuando alguien realiza una oferta pública. No una oferta
laboral, pues ese supuesto ya lo analizamos. Nos referimos a ofertas regidas
74
Díaz Revorio, Francisco Javier, Discriminación en las relaciones entre particulares, México,
Tirant lo Blanch, 2015, pp. 154-156
75
Tesis 1a. CLXIII/2013 (10a.), Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima
Época, libro XX, mayo de 2013, t. 1, p. 558.
76
Tesis 1a. X/2013 (10a.), Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época,
libro XVI, enero de 2013, t. 1, p. 632.
Así, por ejemplo, el uso del tercio de las “condiciones de salud” para dis-
tinguir entre sanos y enfermos con objeto de proveer a los dolientes de trata-
miento médico no puede ser considerado discriminatorio, pues no tiene por
objeto anular las oportunidades de nadie, sino hacer efectivos los derechos
fundamentales de los enfermos.
Bajo este contexto general es que hay que analizar el caso de las accio-
nes afirmativas,81 como se le denomina a “cualquier medida, más allá de la
simple terminación de una práctica discriminatoria, adoptada para corregir
o compensar discriminaciones presentes o pasadas o para impedir que la
discriminación se reproduzca en el futuro”.82
En este tipo de acciones se utiliza uno de los tercios vedados a favor de
la igualdad real de oportunidades de un grupo tradicionalmente perjudica-
do, pero que conllevan que otro grupo pueda verse desfavorecido en opor-
tunidades laborales, políticas o educativas. A continuación, se abordará su
justificación, para posteriormente analizar las que tienen relevancia consti-
tucional en México.
1. Su justificación
81
En España se suele usar el término de “acción positiva”. Sin embargo, se ha dicho
que es distinto hablar de “acciones positivas” y “acciones afirmativas”, aunque ambos quie-
ran otorgar preferencias a ciertos grupos. Basados en el uso anglosajón, se ha indicado que
las acciones afirmativas serían hard measures of intervention o medidas de intervención severa;
mientras que las acciones positivas consisten en soft measures o medidas leves y preservan los
criterios meritocráticos. Al respecto, Caruso, Daniela, “Limits of the Classic Method: Posi-
tive Action in the European Union after the New Equality Directives”, Harvard International
Law Journal, vol. 44, 2003, p. 332.
82
La definición es de la Comisión Norteamericana de Derechos Civiles. La traducción es
de Martín Vida, María de los Ángeles, Fundamento y límites constitucionales de las medidas de acción
positiva, Madrid, Civitas, 2003, p. 35
83
Beltrán, Miguel et al., Las sentencias básicas del Tribunal Supremo de los Estados Unidos de
América, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2005, p. 441.
84
Dicha enmienda, en su punto 1, dispone la igual protección de las leyes para todos:
“Todas las personas nacidas o naturalizadas en los Estados Unidos y sometidas a su jurisdic-
ción son ciudadanos de los Estados Unidos y de los Estados en que residen. Ningún Estado
podrá dictar ni dar efecto a cualquier ley que limite los privilegios o inmunidades de los
ciudadanos de los Estados Unidos; tampoco podrá Estado alguno privar a cualquier persona
de la vida, la libertad o la propiedad sin el debido proceso legal; ni negar a cualquier persona
que se encuentre dentro de sus límites jurisdiccionales la protección de las leyes, igual para
todos”.
85
La Suprema Corte había sostenido que las leyes que estipulan que sólo los blancos
pueden concurrir a la universidad son contrarias a la igualdad, prohibiendo los criterios de
raza en la admisión de alumnos, en Sweatt v. Painter, 339 U.S. 629.
86
Fue el criterio de los justices Burger, Stewart, Stevens y Rehnquist. Regents of the Univer-
sity of California v. Bakke, 438 U.S. 265 (1978)
87
Los justices Breman, Marshall, White y Blackmund. Idem.
88
Idem.
89
Idem.
90
Un panorama más completo sobre las teorías de justificación puede verse en Santiago
Juárez, Mario, Igualdad y acciones afirmativas, México, UNAM-Conapred, 2007, pp. 194-243.
91
Martín Vida, Fundamentos..., cit., p. 149.
92
Aristóteles, Ética..., cit., 1132a.
93
Allen, Robert, “Rawlsian Affirma ti ve Action: Compensatory Justice as Seen from
the Origins Position”, Social Philosophy. Disponible en: http://www.bu.edu/wcp/Papers/Soci/
SociAlle.htm.
94
Rawls, Teoría de la justicia, México, Fondo de Cultura Económica, 1985, p. 103.
95
Voto concurrente en el caso City of Richmond v. J. A. Croson Co., 488 U.S. 469 (1989).
96
Dworkin, Ronald, Virtud..., cit., p. 468.
97
Ibidem, p. 455.
98
Ibidem, p. 467.
99
Ely, John Hart, Democracia y desconfianza, Bogotá, Siglo de Hombre Editores, 1997,
p. 37.
100
Fiss, Owen, “Grupos y la cláusula de igual protección”, en Gargarella, Roberto, Dere-
cho y grupos desaventajados, Barcelona, Gedisa, 1999, p. 146. El trabajo original, Fiss, Owen M.,
“Groups and the Equal Protection Clause”, Philosophy and Public Affairs, núm. 5, 1976.
101
Sobre los precedentes norteamericanos, Santiago Juárez, Mario, op. cit., especialmente
el capítulo cuarto.
102
Artículo 2o., apartado B, reformado el 14 de agosto de 2001.
103
La constitucionalidad de la reforma Código Federal de Instituciones y Procedimientos
Electorales de 2002 no fue analizada propiamente, aunque ese mismo año se presentó la
acción de inconstitucionalidad 2/2002, en contra de una reforma similar en Coahuila, que
fue considerada constitucional por la Suprema Corte de Justicia de la Nación. La sentencia
puede consultarse en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, t. XV, marzo
de 2002, p. 914. El comentario al respecto es de Carbonell, Miguel, “La reforma al Código
Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales en materia de cuotas electorales de
género”, Cuestiones Constitucionales. Revista mexicana de Derecho Constitucional, núm. 8, enero-julio
de 2003, pp. 193 y ss.
109
Elósegui Itxaso, María, Las acciones positivas para la igualdad de oportunidades laborales entre
mujeres y hombres, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2003, p. 59.
110
Ibidem, p. 105.
1. Juicio de racionalidad
111
Cerri, Augusto, “Uguaglianza (principio constituzionale di)”, Enciclopedia Giuridica,
Roma, Instituto della Enciclopedia Italiana, 1994, t. XXXII, p. 9.
112
Gimenez Glük, David, Juicio de igualdad y Tribunal Constitucional, Barcelona, Bosch,
2004, p. 56.
113
Aristóteles, Política, 1131b.
2. Juicio de proporcionalidad
118
García de Enterría, Eduardo et al., Curso de derecho administrativo, Madrid, Civitas, 1982,
t. I, p. 401.
119
Railway Express Agency vs New York, 336 US 106 (1949).
120
BVefGE 66, 234.
121
Sentencia 81/1982, del 21 de diciembre, fj 2; y sentencia 70/1991, del 8 de abril, fj 7.
122
Cerri, op. cit., p. 7.
123
Sentencias C-93 de 2001 y C-371 de 2000 de la Corte Constitucional colombiana.
124
Tesis 1a./J. 66/2015 (10a.), Igualdad. Cuando una ley contenga una distin-
ción basada en una categoría sospechosa, el juzgador debe realizar un escru-
tinio estricto a la luz de aquel principio, Gaceta del Semanario Judicial de la Federación,
Décima Época, libro 23, octubre de 2015, t. II, p. 1462.
125
Algunos autores consideran que debe usarse un escrutinio débil, como si fuera un caso
de igualdad genérica. Por ejemplo, Fiss, op. cit., p. 151, o Dworkin, Virtud..., cit., p. 455-458.
Este debate ha alcanzado los tribunales. Una síntesis de la actividad judicial puede verse en
Martín Vida, Fundamentos..., cit., pp. 156 y ss.
A. Adecuación
126
Barnés, Javier, “Introducción al principio de proporcionalidad en el derecho compara-
do y comunitario”, Revista de Administración Pública, Madrid, Centro de Estudios Constitucio-
nales, núm. 135, 1994, p. 698.
127
Sentencia 55/1996, del 28 de marzo, fj 7.
128
Siguiendo la expresión de la Suprema Corte de Estados Unidos, que exige una “com-
pelling government interest”. Véase Shapira v. Thompson, 394 U.S. 618, 634 (1969).
129
Jurisprudencia 1a./J. 87/2015 (10a.), Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Déci-
ma Época, libro 25, diciembre de 2015, t. I, p. 109.
B. Necesidad
130
Bernal Pulido, Carlos, El principio de proporcionalidad y los derechos fundamentales, Madrid,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2003, p. 734.
131
Sentencia del Tribunal Constitucional español 178/1989, del 2 de noviembre, fj 5.
132
Bernal, op. cit., p. 741.
133
Linares, Juan Francisco, Razonabilidad de las leyes, Buenos Aires, Astrea, 1989, p.138.
134
Gimenez Glük op. cit., p. 117.
135
Jurisprudencia 1a./J. 87/2015 (10a.), Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Déci-
ma Época, libro 25, diciembre de 2015, t. I, p. 109.
136
Así se le denomina por la propia Suprema Corte de aquella nación en Refugee Comm v.
McGrath, 341 U.S. 123 (151). Sobre el tema, Fried, Charles, “Two Concepts of Interest: Some
reflections of Supreme Court’s Balancing Test”, Harvard Law Review, núm. 76, 1963, p. 755.
I. Introducción
*
Doctor en Derecho por la Universidad de Yale. Profesor-investigador de Teoría Cons-
titucional y Derecho Anglosajón de la Facultad de Derecho de la Universidad Panamerica-
na. Contacto: jolaiz@up.edu.mx.
1
Carpizo, Jorge, “La reforma constitucional en México. Procedimiento y realidad”,
Boletín Mexicano de Derecho Comparado, núm. 131, 2011, pp. 543-598; Valadés, Diego, “Pro-
blemas de la reforma constitucional en el sistema mexicano”, en varios autores, Los cambios
constitucionales, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1977, p. 206-207; Ca-
sar, María Amparo y Marván, Ignacio, Reformar sin mayorías. La dinámica del cambio constitucio-
nal en México: 1997-2012, México, Taurus, 2014, pp. 8-35; Serna de la Garza, José María,
“La dinámica del cambio constitucional en México: hacia una agenda de investigación”, en
Serna de la Garza, José María y Santos Olivo, Isidro de los (coords.), La dinámica del cambio
constitucional en México, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2018, pp. 495-
516, disponible en: https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/10/4828/34.pdf; Sobera-
349
nes Díez, José María, Análisis formal de las reformas constitucionales, Instituto de Investigaciones
Jurídicas, UNAM, 2015, pp. 6 y 7, disponible en: https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/
libros/9/4035/2.pdf.
2
Casar, María Amparo y Marván, Ignacio (coords.), Reformar sin mayorías. La dinámica del
cambio constitucional en México: 1997-2012, México, Taurus, 2014, pp. 8-35.
3
Idem.
4
“Decreto por el que se modifica la denominación del Capítulo I del Título Primero
y reforma diversos artículos de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos”,
Diario Oficial de la Federación, 10 de junio de 2011.
5
Casar, María Amparo y Marván, Ignacio (coords.), Reformar sin mayorías..., cit., pp. 22-28.
6
Ibidem, p. 26.
7
Ibidem, p. 35.
8
Pou, Francisca, “Las reformas en materia de derechos fundamentales”, en Casar, Ma-
ría Amparo y Marván, Ignacio (coords.), Reformar sin mayorías. La dinámica del cambio constitucio-
nal en México: 1997-2012, México, Taurus, 2014.
9
Carbonell, Miguel, “Tres grandes reformas: derechos humanos, justicia penal y acceso
a la información”, en Casar, María Amparo y Marván, Ignacio (coords.), Reformar sin mayo-
rías. La dinámica del cambio constitucional en México: 1997-2012, México, Taurus, 2014.
10
Fix-Fierro, Héctor y Martínez Uriarte, Jacqueline, Derechos humanos. Cien años de evolu-
ción de los derechos en la Constitución mexicana, México, Fondo de Cultura Económica, 2018, pp.
158-161.
nae, que sin duda contribuye a la hermenéutica del texto constitucional en pos
del respeto, protección y promoción de la persona en virtud de su dignidad.
[Su] mención en el artículo 1o. es meramente retórica y fortuita sin que se
pueda apreciar su alcance y estimación reales en el sistema jurídico.11
Durante los últimos treinta años, se ha producido una sólida doctrina sobre el
cambio constitucional, que atraviesa las experiencias de creación y transfor-
mación constitucional que se han experimentado en contextos políticos, jurí-
dicos y sociales diversos, de los que se ha desprendido un registro clarificador
y útil para los procesos contemporáneos de diseño constitucional.
Como se verá en este apartado, la doctrina dominante se integra por
perspectivas historicistas, procedimentalistas, textualistas-construccionistas
y sustantivistas. Antes de entrar en materia, es importante precisar que esta
clasificación no tiene un carácter limitativo, sino meramente explicativo, en
torno a los rasgos distintivos de cada una de las corrientes que se han pro-
puesto explicar las dinámicas de cambio constitucional que han caracteri-
zado los procesos de creación y transformación constitucional desde finales
del siglo XVIII hasta nuestros días.
13
Lutz, Donald S., “Toward a Theory of Constitutional Amendment”, en Levinson,
Sanford (ed.), Responding to Imperfection: The Theory and Practice of Constitutional Amendment, Prin-
ceton, Princeton University Press, 1995, p. 261; traducción del autor.
14
Casar, María Amparo y Marván, Ignacio (coords.), Reformar sin mayorías..., cit., pp. 11
y 12.
15
Levinson, Sanford (ed.), Responding to Imperfection: The Theory and Practice of Constitutional
Amendment, Princeton, Princeton University Press, 1995, p. 352. Esta edición puede consid-
erarse como el primer trabajo que compiló las contribuciones más dominantes de la época
sobre el cambio constitucional. En ella aparecen ensayos de Bruce Ackerman, Akhil Amar,
Stephen Holmes, Cass Sunstein, Sanford Levison y Donald Lutz, entre otros.
16
Ferejohn, John, “The Politics of Imperfection: The Amendment of Constitutions”,
Law & Social Inquiry, vol. 22, núm. 2, 1997, p. 501-530; traducción del autor.
17
En una carta de Thomas Jefferson a James Madison en septiembre de 1789, reflexio-
naba “The question whether one generation of men has a right to bind another, seems
never to have been started either on this or our side of the water. Yet it is a question of such
consequences as not only to merit decision, but place also, among the fundamental principles
of every government. The course of reflection in which we are immersed here on the ele-
mentary principles of society has presented this question to my mind; and that no such obli-
gation can be so transmitted I think very capable of proof.—I set out on this ground, which
I suppose to be self evident, ‘that the earth belongs in usufruct to the living’: that the dead have
neither powers nor rights over it”. Véase https://jeffersonpapers.princeton.edu/selected-documents/
thomas-jefferson-james-madison.
18
Ferejohn, op. cit., pp. 502 y 503; traducción del autor.
constitución, mientras que los reemplazos son aquellos en que los actores reali-
zan el proceso de revisión sin observar el procedimiento de enmienda señalado por
la constitución.19
19
Elkins, Zachary et al., The Endurance of National Constitutions, Nueva York, Cambridge
University Press, 2009. Véase, también, Albert, Richard, Constitutional Amendments: Making,
Breaking and Changing Constitutions, Nueva York, Oxford University Press, 2019, p. 76; traduc-
ción del autor.
20
Véase https://comparativeconstitutionsproject.org/ccp-rankings/.
21
Balkin, Jack y Levinson, Sanford, “The Rehnquist Court and Beyond: Revolution,
Counter-Revolution, or Mere Chastening of Constitutional Aspirations? The Processes of
Constitutional Change: From Partisan Entrenchment to the National Surveillance State”,
Fordham Law Review, núm. 75, 2006-2007, p. 534; traducción del autor.
22
Albert, Richard, Constitutional Amendments: Making, Breaking and Changing Constitutions,
Nueva York, Oxford University Press, 2019, p. 77.
23
Balkin, Jack M., “Constitutional Interpretation and Change in the United States: The
Official and the Unofficial”, Jus Politicum, núm. 14, 2015, p. 7; traducción del autor.
24
Balkin, Jack M., “How Social Movements Change (or Fail to Change) the Constitu-
tion: The Case of the New Departure”, Suffolk University Law Review, núm. 39, 2005, pp. 27 y
28; traducción del autor.
25
Balkin, Jack, Constitutional Redemption, Harvard University Press, 2011, pp. 1-2, 8-9 (én-
fasis añadido), traducción del autor.
4. El sustantivismo constitucional
26
Roznai, Yaniv, Unconstitutional Constitutional Amendments. The Limits of Amendment Powers,
Nueva York, Oxford University Press, 2019, p. 15.
27
Landau, David y Dixon, Rosalind, “Constraining Constitutional Change”, Wake Forest
Law Review, núm. 50, 2015, p. 859, traducción del autor.
28
Ibidem, pp. 870-872.
[Estos] cambios (los más sustanciales y radicales) son mejor entendidos con
desmembramientos constitucionales. Se trata de cambios transformativos
con consecuencias mucho mayores que las que producen las enmiendas. Vio-
lentan a la constitución existente, ya sea al reconfigurar su identidad, o al
rechazar o reformar un derecho fundamental, o al destruir y reconstruir un
pilar estructural de la constitución.30
29
Albert, Richard, Constitutional Amendments: Making, Breaking and Changing Constitutions,
Nueva York, Oxford University Press, 2019, p. 78.
30
Idem (traducción del autor).
[La] clave en todos los casos, es que una enmienda —ya sea correctiva, ela-
borativa, reformativa o restaurativa— debe ser coherente con la constitución
vigente y debe mantener a ésta consistente con la forma que tenía antes del
cambio. De otra manera, se trataría de algo más que una enmienda. [Una] enmienda
es un cambio autoritativo de alta legislación que corrige, elabora, reforma
o restaura el significado de la constitución de forma consistente con su mar-
co existente y sus presupuestos fundamentales. La enmienda constitucional
—aprobada en algunas ocasiones a través de procedimientos formales y en
otras no— se caracteriza por un atributo predominante que importa sobre
cualquier otro: su ámbito de aplicación. La constitución enmendada debe permanecer
coherente y consistente con la constitución pre-modificada.33
31
Ibidem, p. 79.
32
Idem (énfasis añadido) (traducción del autor).
33
Ibidem, p. 82 (énfasis añadido); traducción del autor.
CVE= Comprehensivo con Vía Exclusiva CVM= Comprehensivo con Vía Múltiple
RVE= Restringido con Vía Exclusiva RVM= Restringido con Vía Múltiple
EVE= Excluyente con Vía Exclusiva EVM= Excluyente con Vía Múltiple
(obvia) de que es bastante natural que las enmiendas se lleven a cabo. Esto
resulta en una cultura en la que la frecuencia de las enmiendas es relati-
vamente acelerada en comparación con otras jurisdicciones”.39 Como se
analizará en el apartado IV de este estudio, la cultura de aceleración es la
más apropiada para describir el funcionamiento uniforme y recurrente del
mecanismo de alteración constitucional en México.
A partir de estas clarificaciones en torno a la enmienda constitucional
como vehículo principal para la transformación constitucional, podemos
abordar los distintos mecanismos a partir de los que las enmiendas se pue-
den preservar de forma particular. Estos mecanismos han conformado una
práctica recurrente del constitucionalismo global, que de forma incremen-
tal ha ido ocupando un lugar central en las discusiones sobre el diseño cons-
titucional contemporáneo.
Inmutabilidad constitucional
39
Ibidem, p. 112.
40
Roznai, Yaniv, “Unconstitutional Constitutional Change by Courts”, New England Law
Review, núm. 51, 2017, pp. 561 y 562 (traducción del autor).
apreciar esta práctica de forma diferente, en tanto que permite congelar al-
gunos de los principios y conceptos básicos que representan el corazón de
la Constitución. Esta posibilidad —lejos de ser paralizante— permite que
se confiera una protección especial a aquellos elementos que dan identi-
dad a la Constitución. Según Roznai, “[Es] mediante la separación de las
materias constitucionales entre la mayoría de las prescripciones ordinarias,
que (se identifican algunas) que son consideradas fundamentales o suscep-
tibles de (mayor) tutela, (y, en consecuencia) disfrutan de una protección
especial”.41
Junto con esta lectura de Roznai sobre la conveniencia de preservar una
serie de materias constitucionales que sean más susceptibles de protección
que otras más ordinarias, Richard Albert desaconseja de entrada la intro-
ducción de cláusulas inmutables, en virtud del carácter vital inherente de la
Constitución como expresión de la voluntad del pueblo. En cambio, sugiere
la delimitación, o jerarquización de valores constitucionales de suficiente
entidad para los que el mecanismo formal existente no sea un medio sufi-
ciente de protección, y que, en consecuencia, su tutela pase por el estableci-
miento de reglas específicas más onerosas que las previstas en el mecanismo
convencional. Así, se mantienen tanto la flexibilidad propia de la Constitu-
ción como el estatus especial de ciertos de sus componentes que revisten un
carácter fundamental.
En contraste con los procedimientos uniformes de cambio que las constitu-
ciones han aplicado tradicionalmente a través de todo el espectro de reglas
susceptibles de enmienda, las constituciones modernas exhiben a menudo
una estructura escalada de variable dificultad para enmendar la constitución
que, a su vez, refleja una jerarquía de valores constitucionales.42
41
Roznai, Yaniv, Unconstitutional Constitutional Amendments. The Limits of Amendment Powers,
Nueva York, Oxford University Press, 2019, p. 15.
42
Albert, op. cit., p. 177.
A partir del marco conceptual de Richard Albert sobre las características fun-
damentales de las enmiendas y su funcionamiento, este apartado se dedicará
a un ejercicio de extrapolación de la reforma al artículo 1o. constitucional
con los postulados de Albert. En específico, la pregunta central consiste en
determinar si esta alteración corresponde a la definición formal de enmienda
constitucional o más bien comporta una serie de elementos y finalidades, que
significan algo más que una simple enmienda; esto es, si la reforma en mate-
ria de derechos humanos de 2011, y en específico al artículo 1o., encaja en el
supuesto de un desmembramiento constitucional.
La primera pregunta que debe formularse es si la enmienda de 2011
tuvo como finalidad corregir, elaborar, reformar o restaurar el contenido del
artículo 1o. constitucional. Para responderla, conviene contrastar el texto
del artículo 1o. antes y después de la reforma,
Artículo 1o. En los Estados Unidos Artículo 1o. En los Estados Unidos
Mexicanos todo individuo gozará de las Mexicanos todas las personas gozarán
garantías que otorga esta Constitución, de los derechos humanos reconocidos
las cuales no podrán restringirse ni en esta Constitución y en los tratados
suspenderse, sino en los casos y con las internacionales de los que el Estado
condiciones que ella misma establece. Mexicano sea parte, así como de las
garantías para su protección, cuyo
ejercicio no podrá restringirse ni
suspenderse, salvo en los casos y bajo
las condiciones que esta Constitución
establece.
(SE ADICIONAN)
Las normas relativas a los derechos
humanos se interpretarán de confor-
midad con esta Constitución y con los
tratados internacionales de la materia
favoreciendo en todo tiempo a las
personas la protección más amplia.
Texto anterior a la reforma Texto vigente a partir de la reforma
del 10 de junio de 2011 del 10 de junio de 2011
Todas las autoridades, en el ámbito de sus
competencias, tienen la obligación de
promover, respetar, proteger y garantizar
los derechos humanos de conformidad
con los principios de universalidad,
interdependencia, indivisibilidad y pro-
gresividad. En consecuencia, el Estado
deberá prevenir, investigar, sancionar
y reparar las violaciones a los derechos
humanos, en los términos que establezca
la ley.
43
Salazar Ugarte, Pedro (coord.), La reforma constitucional sobre derechos humanos. Una guía
conceptual, México, Instituto Belisario Domínguez, Senado de la República, 2014, pp. 19 y 20.
44
Fix-Zamudio, Héctor, “Las reformas constitucionales mexicanas de junio de 2011 y
sus efectos en el sistema interamericano de derechos humanos”, en Ferrer Mac-Gregor
Poisot, Eduardo y González Oropeza, Manuel (coords.), El juicio de amparo. A 160 años de la
primera sentencia (1849-2009), México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2011,
pp. 425 y 426.
45
Salazar, op. cit., pp. 17 y 18.
46
Ibidem, pp. 19 y 20, énfasis añadido.
47
Idem.
48
Roznai, op. cit., p. 15.
49
“Decreto por el que se reforman los artículos 3o. en sus fracciones III, VII y VIII;
y 73, fracción XXV, y se adiciona un párrafo tercero, un inciso d) al párrafo segundo de la
fracción II y una fracción IX al artículo 3o. de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos”, Diario Oficial de la Federación, 26 de febrero de 2013.
gada por el nuevo gobierno en mayo de 2019.50 Apenas duró seis años. La
onerosidad procedimental y excepcionalidad sustantiva que está reservada
para el proceso de reformas a la Constitución no es compatible con la lon-
gevidad contemporánea (o ausencia de ella más bien) de las más recientes
reformas constitucionales.
Posiblemente, de existir ciertas reglas o dispositivos previos que preser-
ven el carácter inmodificable de ciertas reformas constitucionales duran-
te un plazo determinado o incluso, indefinidamente —aunque esto último
significa para algunos tratadistas una contradicción con la finalidad de la
Constitución— los ejercicios de retribución política mediante reformas
constitucionales se minimizarían de forma considerable y se dotaría a la
Constitución de mayor estabilidad sin negar su flexibilidad. El punto central
de este argumento consiste en la necesidad de introducir en la conversación
sobre la dinámica del cambio constitucional en México la pertinencia de
contemplar la intocabilidad —temporal o permanente— de algunas en-
miendas a la Constitución.
El ejemplo por excelencia de cláusulas inmutables en la Constitución es
el de Alemania con sus conocidas cláusulas de eternidad. En ellas, se establece el
carácter inmodificable de los derechos humanos como valores identitarios
de la sociedad alemana:
Artículo 1
[Protección de la dignidad humana, vinculación de los poderes públicos a
los derechos fundamentales]
(1) La dignidad humana es intangible. Respetarla y protegerla es obliga-
ción de todo poder público.
(2) El pueblo alemán, por ello, reconoce los derechos humanos inviolables
e inalienables como fundamento de toda comunidad humana, de la paz y de
la justicia en el mundo.
(3) Los siguientes derechos fundamentales vinculan a los poderes legislati-
vo, ejecutivo y judicial como derecho directamente aplicable.51
52
Roznai, op. cit., p. 17. Roznai toma la cita de Brecht, Arnold, Federalism and Regionalism
in Germany- The Division of Prussia, Oxford University Press, 1945, p. 138.
53
Ibidem, p. 21.
54
Albert, op. cit., p. 198.
55
Idem.
56
El artículo 3o. de la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1824
establecía: “[La] religión de la nación mexicana es y será perpetuamente la católica, apostóli-
ca, romana. La nación la protege por leyes sabias y justas, y prohíbe el ejercicio de cualquiera
otra”.
57
A su vez, el artículo 171 del mismo ordenamiento consideraba: “[Jamás] se podrán
reformar los artículos de esta constitución y del acta constitutiva que establecen la libertad e
independencia de la nación mexicana, su religión, forma de gobierno, libertad de imprenta,
y división de los poderes supremos de la federación y de los Estados”.
58
Carpizo, Jorge, “La reforma constitucional en México. Procedimiento y realidad”,
Boletín Mexicano de Derecho Comparado, núm. 131, 2011, pp. 592 y 594.
59
La Suprema Corte de Justicia de la Nación ha reiterado en diversos fallos la imposibi-
lidad de que el procedimiento previsto en el artículo 135 constitucional no es susceptible de
impugnación a través de alguno de los medios de control constitucional previstos en la propia
ley fundamental. La Corte ha determinado que los mecanismos del juicio de amparo, las
controversias constitucionales y las acciones de inconstitucionalidad no son medios óptimos
para impugnar reformas realizadas por el Constituyente Permanente. Véase Procedimien-
to de reformas y adiciones a la constitución federal. no es susceptible de
control jurisdiccional, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, SCJN, septiembre de
2002, t. XVI, p. 1136.
queda claro que el control legislativo sobre el mecanismo del cambio cons-
titucional y su articulación exclusiva y uniforme a partir del artículo 135
evidencia su inefectividad frente a los problemas que actualmente plantean
los procesos políticos contemporáneos, entre otras razones, por:
i) Crecimiento de democracias iliberales que sobreponen mayorías par-
lamentarias a principios constitucionales.
ii) Crecimiento de casos de marginalidad constitucional al operar en
inobservancia de la Constitución o socavando el principio de separa-
ción de poderes.
iii) Abuso o deformación del poder reformador de la Constitución para
modificarla conforme a las motivaciones de la coalición gobernante.
Desde esta perspectiva, la clave radica en hacer más oneroso el meca-
nismo de cambio constitucional. La idea central consiste en pasar de la ac-
tual ruta comprehensiva con vía múltiple a la restringida con vía múltiple, de la clasi-
ficación de Richard Albert. Esta mutación produciría que nuestro esquema
de alteración constitucional deje de parecerse al modelo francés y se acer-
que más al modelo canadiense —cada uno con sus propias limitaciones—,
aunque en la operación del cambio constitucional la dinámica distintiva de
México sea notoriamente diferente a cualquiera de estos referentes.
Así, sería digno de consideración incorporar un esquema de mutabilidad
constitucional incremental, que comporte una combinación de umbrales por-
centuales con medios democráticos de participación directa como el refe-
réndum. De esta forma, podrían adoptarse una serie de medidas que en
conjunto permitirían transitar a la pista del cambio constitucional restringi-
do por vía múltiple:
1) La jerarquización de temas específicos dentro del texto constitucional
que ameriten un mayor umbral de protección en caso de que se acti-
ve el mecanismo del artículo 135.
2) La introducción de requisitos de votación más onerosos para apro-
bar una reforma constitucional que comprenda algunos de los temas
que ameriten mayor protección constitucional. Por ejemplo, podría
mantenerse como requisito mínimo el voto de las dos terceras partes
de los miembros presentes del Congreso de la Unión, pero elevar la
regla de mayoría de las legislaturas de los estados y de la Ciudad de
México a tres cuartas partes, con la finalidad de hacer más represen-
tativo el consenso de los estados en la aprobación de la reforma.
3) Adicionalmente, una vez aprobada por el Congreso de la Unión y las
legislaturas de los estados y de la Ciudad de México, dependiendo
60
Carpizo, op. cit., p. 590-595. Así como se pronuncia a favor de la incorporación del
referendo en el proceso de reforma constitucional, Jorge Carpizo desestima la necesidad de
establecer los temas específicos que estarían cubiertos por esta institución y, en consecuencia,
también desalienta la jerarquización de temas sustantivos que requieran mayor protección
constitucional. Desde su perspectiva, “En una Constitución como la nuestra que no señala
expresamente cuáles son todos sus principios fundamentales, algunos de éstos se prestan a
discusión, interpretación y debate. Desde luego a la Constitución se le podría agregar un
artículo que los precisara. Sin embargo, se corre el riesgo de alguna omisión. Por ejemplo,
el principio de no reelección presidencial generalmente no es señalado como principio fun-
damental, omisión en la cual me incluyo, y es indudablemente, uno de los factores que ha
contribuido a la estabilidad política del país y uno de los aspectos distintivos, significativos y
básicos del constitucionalismo mexicano del último siglo. Sostengo que respecto al principio
fundamental hay que distinguir entre la idea y la forma. Lo que no se puede suprimir es
la idea, la forma sí. Tampoco este criterio mío constituye una fórmula matemática. Es útil
pero se presta a discusión. Las continuas reformas constitucionales, que han aumentado las
facultades de los órganos federales, a veces, en detrimento de las facultades de los órganos
legislativos locales, ¿qué han sido, reformas a la idea o a la forma del sistema federal?, y las
que han incrementado las facultades del presidente de la República ¿han tocado la idea o la
forma de la división de poderes? Si la reforma constitucional deja de ser un ejercicio cons-
tante, y muchas veces innecesario, el referendo se utilizará cuando la realidad lo requiera, tal
y como sucede en múltiples países, y para toda propuesta de reforma constitucional”.
61
Valadés, Diego, “Problemas de la reforma constitucional en el sistema mexicano”, en
varios autores, Los cambios constitucionales, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídi-
cas, 1977, pp. 206 y 207.
VI. Conclusión
62
Corzo Sosa, Edgar, “Prólogo”, en Pino Muñoz, Jacinto Héctor, Una nueva Constitución
para México aprobada por el pueblo soberano, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídi-
cas, 2016, p. XIX.
63
Serna, op. cit., pp. 509-511 y 515.
64
Olaiz-González, Jaime, At the Turn of the Tide: A Framework for a Policy-Oriented Inquiry into
Strategies for the Transformation of the Constitutive Process of Authoritative Decision in Mexico, Yale Law
School Dissertations, núm. 6, 2015, p. 34, 38, 57 y 91. Disponible en: https://digitalcommons.
law.yale.edu/ylsd/6.
65
Albert, op. cit., p. 196.
I. Introducción
*
Técnico académico del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
1
Entendemos por norma, una regla [o principio] que se debe seguir o a los que se de-
ben ajustar las conductas, tareas, etcétera. Diccionario de la lengua española, en www.dle.rae.es.
383
Artículo 1o. En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de
los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados in-
ternacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, así como de las garantías
para su protección, cuyo ejercicio no podrá restringirse ni suspenderse, salvo en
los casos y bajo las condiciones que esta Constitución establece.
lada. Fuente: Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, libro 66, mayo de 2019, tomo III
Materia(s): Penal, Civil, Tesis: XXI.3o.C.T.4 C (10a.), p. 2831.
5
López Ruiz, Miguel, Redacción de textos normativos, 2a. ed., México, Porrúa, 2015, p. 43.
6
López Ruiz, op. cit., nota 4.
7
Camposeco Cadena, Miguel Ángel, Cuestiones de técnica legislativa, 2a. ed., cd-room,
México, Academia Mexicana de Derecho Parlamentario, 2001.
V. Párrafo cuarto
Está prohibida la esclavitud en los Estados Unidos Mexicanos. Los esclavos del
extranjero que entren al territorio nacional alcanzarán, por este solo hecho, su
libertad y la protección de las leyes.
social”); en este caso se debió uniformar la serie (se podría poner en singular
cada elemento y conservar o suprimir el artículo gramatical en todos los ele-
mentos enumerados). Recordemos que en las leyes, lo singular comprende
lo plural.
También, se pudo haber simplificado la serie para englobar en una fra-
se “la condición social” con “las condiciones de salud”, mediante el uso de
la concordancia y la conjunción disyuntiva o, que indica alternativa: “la
condición social o de salud”. Asimismo, se debió agregar coma después de
“estado civil” para evitar la idea de alternativa de este penúltimo elemento,
y no de la serie general.
Finalmente, en atención a la racionalidad lingüística que exige la técni-
ca legislativa, no parece adecuado el uso del término “menoscabar”; es difí-
cil que en los tiempos actuales la mayoría de la gente conozca el significado
de esa palabra. Antes de escribir la norma se debió valorar la popularidad
del vocablo, del cual existen sinónimos más comprensibles, como “reducir”,
“disminuir”, “restringir”, “afectar”, etcétera.
VII. Conclusión
Artículo 1o. En los Estados Unidos Mexicanos las personas gozarán de los
derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados inter-
nacionales de los que el Estado mexicano sea parte.
Las personas dispondrán de las garantías para la protección de los dere-
chos humanos, cuyo ejercicio no podrá restringirse ni suspenderse, salvo en
los casos y bajo las condiciones que la Constitución establece.
Las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de confor-
midad con esta Constitución y con los tratados internacionales de la materia.
En la interpretación de las normas de derechos humanos se deberán elegir
de estas últimas las más favorables a las personas.
En los términos que establezcan las leyes que al efecto expidan el Congre-
so de la Unión y las legislaturas de los estados, las autoridades y los particu-