Cualidades Del Exorcista
Cualidades Del Exorcista
Cualidades Del Exorcista
ambiciones, de envidias y venganzas, abre las puertas a la acción de Satanás sobre los
humanos». El padre Abelardo Pérez Ruiz llegó de España a Guatemala 23 años atrás.
Dejó La Rioja para colaborar con el obispo de Sololá en la formación de los sacerdotes
que acuden al Seminario Mayor Nuestra Señora del Camino. Nacido en Briones hace 58
años, comenzó a conocer el mundo de las personas que sufrían trastornos vinculados a la
brujería y el satanismo, padecimientos que la ciencia no acertaba a explicar.
Tras quince años de experiencia y cientos de casos a sus espaldas -hasta hace un año
con la ayuda del también sacerdote riojano Ángel María Pascual, que ahora ha regresado
a su tierra-, hoy es uno de los exorcistas más prestigiosos de Centroamérica.
«En España, la brujería puede tener muchas acepciones, pero en Guatemala significa el
arte de entenderse con el demonio, de invocarle, de solicitarle favores, igual da que sean
buenos que malos. Desde la curación de dolores de cabeza, de estómago, o los favores
de una mujer -esté casada o no-, o hacer daño a un familiar porque no reconoce el
derecho a unos dineros», explica el cura riojano.
Porque en muchos pueblos del centro y el sur del continente americano, el brujo es un
profesional, los hay como champiñones y a los que muchas veces se profesa una fe ciega
en los procedimientos supersticiosos que emplean». Se han aprovechado, además, de
antiguas civilizaciones precolombinas como la Maya para, a través de sus ritos y
vestimentas, causar mayor impacto entre la gente más ignorante y desprotegida. En
Guatemala estas prácticas están demasiado extendidas.
El primer caso
El primer caso con el que se encontró el padre Abelardo, según confesó a la periodista
guatemalteca Gemma Gil Flores, fue el de una posesión diabólica en una chica de 17
años, curiosamente cuñada de un seminarista. «Su personalidad se transformaba por
momentos, le molestaba si rezaban cerca y era incapaz de soportar el agua bendita. Eran
reacciones propias de una persona poseída por una fuerza espiritual negativa que no
consiente los signos cristianos. De repente, caía de rodillas y se ponía a rezar de forma
fervorosa e, de manera inesperada, se transformaba en una especie de monstruo
profiriendo insultos, gritos y rechazos». Abelardo y Ángel Mari lo estudiaron en
profundidad, al tiempo que solicitaron la pertinente autorización al obispo de Sololá, sin la
cual ningún sacerdote puede practicar un exorcismo. Pronto nos cercioramos de que se
trataba de una posesión», confirma.
Fue entonces cuando el obispo de la diócesis le encomendó esta misión que, aclara el
padre Pérez, «nada tiene que ver con lo que se ve en las películas».
Desde luego, trabajo no le faltado desde entonces. «Está tan solicitado el demonio, el
espíritu del mal, por unos y por otros -argumenta el padre Pérez-, que no es de extrañar su
presencia dentro del misterio de su acción entre los hombres, en sus vidas y hasta en sus
cuerpos». Recalca el sacerdote de Briones que todos los que invocan al maligno son
bautizados y que «nos encontramos ante un misterio, como lo afirma expresamente el
Catecismo de la Iglesia Católica». «El tratamiento de estos casos -profundiza- nos ofrece a
los sacerdotes la posibilidad de llevar a cabo una cura pastoral de resultados muy
positivos. Por lo general, los afectado suelen acudir primero acudir a los médicos y, sobre
todo, a los psiquiatras. Pero cuando se les cierra toda posibilidad y su mal sigue
atormentándoles, entonces acuden a nosotros».
El mero hecho de que el religioso les atienda y les escuche, tanto a ellos como a sus
familias, les hace mucho bien. «Nuestra misión primordial es acercar a estas personas a
Dios a través de la oración y de los sacramentos, acercarlos a la Virgen. Son las mismas
armas pastorales que empleó Jesús, tal como nos narran los evangelios. No hacemos otra
cosa que rezar y ayudar a rezar».
Pero todo no es tan austero. El exorcismo tiene sus señas de identidad, esa parafernalia
que ha sido conveniente exagerada a la hora de llevarlo al cine. Por eso el padre Abelardo
le resta cualquier viso de montaje dramático. «El exorcismo es una oración ritual,
dispuesta por la Iglesia, que incluye letanías a los santos, un salmo responsorial y un
pasaje bíblico. También se practica la imposición de manos, una profesión de fe, una
renuncia expresa a Satanás y a sus falacias, para concluir con una conjura al demonio
para que, por medio de la oración, su presencia maligna abandone ese cuerpo cristiano al
que está manipulando». Aunque son minoría, en los casos de posesión diabólica los
afectados llegan a perder la conciencia y llegar a ser «manipulados de forma despótica por
el espíritu impuro». Añade el sacerdote riojano: «El diablo habla por su boca, dicen cosas
incoherentes e irreverentes hacia los objetos sagrados; la persona sufre malestar cuando
se reza, si se le da un rosario, termina rompiéndolo, mira con odio las imágenes de la
Virgen, grita si se le rocía con agua bendita e intenta esquivar la estola... Ni las manos del
sacerdote soporta».
Vejación y posesión
Sin embargo, la mayoría de las veces estas gentes enfermas no están poseídas en sí
mismas, sino afectadas por lo que los expertos denominan «vejación», un estado que
anula su voluntad de forma temporal. Por el contrario, quienes llegan a padecer una
auténtica posesión diabólica ven cómo su voluntad queda completamente anulada. «Estas
personas -explica Pérez Ruiz- son maltratadas por el espíritu del mal a través de sustos,
de sombras que aparecen y desaparecen en sus casas, de ruidos extraños, de miedos
inexplicables que generan ansiedad, de trances de desesperación y accesos de angustia,
que, científicamente, no tienen explicación. Porque, además, las vejaciones vienen
acompañadas a problemas de salud tal como dolores de cabeza, de estómago, de nuca,
de garganta, de ovarios o de vientre».
La paciencia es una de las cualidades del exorcista, pues los casos de posesión no se
solventan en una sesión ni en dos. Una joven -«gran cristiana», específica- necesitó
veinticinco sesiones. Aunque el caso más fuerte con el que se ha cruzado fue el de una
mujer de 30 años, quizá la más sana de la familia, que desarrollaba una fuerza física
descomunal, hasta el punto de que había que sujetarla entre cuatro o cinco personas. «El
maligno no se manifestaba a través de la palabra, pero se reía de forma burlona. Gracias a
Dios, ahora está totalmente recuperada».
Una vez que se expulsa al demonio, ¿puede volver a poseer a esa persona?
Si la persona cambia de vida, si se acerca a Dios, cree y recibe los sacramentos,
comulga y ora, no va a haber ningún problema, pero si la persona no hace todo
eso, sucede lo que dice Jesús en los Evangelios, que el espíritu maligno al salir de
un cuerpo amenaza con volver por donde ha salido, y si entra de nuevo será con
siete espíritus peores.
Yo conocí una persona a la que se exorcizó, pero no era religiosa y no hizo caso
de los consejos, así que volvió a quedar poseído. Nunca se comienza un
exorcismo si la persona no está decidida a cambiar de vida, a dejar el pecado y
volver a la amistad con Dios y al cumplimiento de los diez mandamientos.
Las crisis de posesión son breves, pueden durar cinco o diez minutos, pero
durante ese tiempo esa persona se encuentra torpe, no puede hacer cualquier
cosa, no es como cuando estamos en nuestro propio ser. Aunque el demonio
habla y se mueve por ese cuerpo, no puede normalmente hacer cosas complejas.
Los actos delictivos no se cometen en acto de posesión.
¿Para ser un sacerdote exorcista hay que tener unas cualidades especiales?
Lo primero de todo y muy importante es que uno no puede ser nada aprensivo y
tiene que estar psicológicamente muy bien asentado porque no hay nada que
impida al demonio entrar por cualquier muro y más cuando las personas que se
dedican a esto alguna vez van a sufrir alguna manifestación demoníaca.
Esas son las tres condiciones previas. Después se necesita el permiso del Obispo
que es quien decide que alguien lo sea. Yo le puedo asegurar que no pensaba
hacer mi tesis de licenciatura sobre este tema, sino sobre un tema de historia, pero
fueron mis superiores los que me pidieron que lo hiciera sobre el exorcismo, a
pesar de los muchos reparos que yo puse. Eso me dejó muy tranquilo porque no
he sido yo el que he decidido mi ocupación presente.
1.1. Inútil es buscarlos fuera del vocabulario y usos cristianos. Los exorcismos designan el
medio, el procedimiento empleado para alejar la presencia real o presunta del demonio, a fin de
desalojarlo de un lugar, de un objeto, de un cuerpo, sobre todo de un cuerpo humano, que él
ocupa, posee —de ahí "posesos"—, infecta u obsesiona.
Dos veces emplea este verbo la versión de los LXX, en el sentido de hacer prestar juramento
(Génesis, 24, 3) y de abjurar, apelar a la conciencia, al deber (III Reyes, 22, 16), con sus
paralelos neotestamentarios San Mateo 26, 63 ("Te abjuro en nombre del Dios vivo que nos
digas si tú eres el Cristo, Hijo de Dios") y Hechos 19, 13 ("ciertos judíos exorcistas giraban de
una parte a otra invocando sobre los endemoniados el nombre del Señor Jesús...").
1.2. Propiamente hablando, el exorcismo es una abjuración al demonio para obligarlo a evacuar
un lugar, a abandonar una situación, a dejar en libertad una persona que tiene, más o menos,
en su poder. La abjuración se hace ya bajo la forma de una orden intimada directamente al
demonio pero en nombre de Dios o de jesucristo, ya de una invocación o de una súplica dirigida
a Dios y a Nuestro Señor Jesucristo para conseguir que ellos den la orden de expulsión o que
aseguren su ejecución. Esto exige en el cristiano la creencia en el soberano poder de Dios sobre
los demonios; es su aplicación práctica. Por esto el exorcismo constituye un acto insigne de fe y
de religión.
1.3. De una manera más general y simplemente como abjuración o conjuro de los demonios y
como oración o ceremonia preservativa o defensiva de ellos, ya se encuentra su uso en el
judaísmo y en diferentes formas de paganismo moderno y antiguo, mezclado aquí con toda
suerte de aberraciones y abusos supersticiosos. Esto no debe extrañarnos, pues aún bajo sus
deformaciones manifiesta la creencia y vida religiosa. Y si la malicia, sutilidad curiosa y pereza
humanas abusan de un principio, de una costumbre, de una institución, ésto no es razón para
que se incrimine o rechace la institución misma, la costumbre o el principio.
2. HISTORIA
Siete casos especiales narran los evangelistas sinópticos; pero no se trata de acumular citas.
Cristo se dirige a los demonios en forma imperativa, con magisterio y como Dios. Laconismo
absoluto y autoritario, sin réplicas y sin resistencia del demonio; incluso a distancia. Y cuando
suplican introducirse en animales es porque nada pueden sin su permiso. Confiesan su
divinidad. Y Cristo refuta la injuria de echar al demonio por su poder: "Si Satán combate a
Satán, ¿cómo subsiste su reino? " (San Mateo, 12, 26). El uso de los exorcismos es prueba de
su misión divina, incluso si los hacen otros en su nombre. Y al asociarlos a los Apóstoles a su
misión divina los asocia a su poder taumatúrgico (San Marcos, 16, 17 ss.), poder comunicado
también a los setenta y dos discípulos (San Lucas, 10, 17): "Los mismos demonios se nos
sometían en vuestro nombre" (San Lucas, 18, 20). Poder que con otros carismas no son un
mérito del que los emplea y poder en su eficiencia, además, condicionado. Exige una fe viva
(San Lucas, 9, 37-44; San Marcos, 9, 13-28; San Mateo, 17, 24 ss.) y la expulsión de algunos
demonios requieren ayuno y oración (San Mateo, 17, 19 ss.). El exorcismo en nombre de Jesús
no es fatalmente eficaz ni mágico o automático (como el uso judío); debe ser acompañado con
virtudes y actos morales particularmente antipáticos a los demonios.
2.2. La Iglesia primitiva recoge y aplica las directivas de su Fundador. La realidad eficiente del
exorcismo fue utilizada por los apologistas en favor de la divinidad del cristianismo (Tertuliano,
Apol. 23; Minucio Félix, Oct. 27). San Cipriano y Lactancio testimonian el temor de los cristianos
en los demonios. San Hilario de Poitiers señala la Imposición de las manos como parte del rito,
en cambio San Martín de Tours usaba el cilicio y la oración; San Eufrasio los signos de la Cruz y
Orígenes afirma que no se necesita sabiduría sino fe. San Atanasio rechaza la retórica que
provoca risas en los demonios, pero que no pueden soportar la Sagrada Escritura. Y Gregorio
de Nisa exige la oración y la imposición de las manos y rechazo de toda simonía. Quien más ha
hablado de exorcismos es San Cirilo de Jerusalén, exigiendo orden y decencia y aludiendo al
óleo exorcizado. "Ad litteram" refiere los exorcismos del milenario rito bautismal.
3.3. Los exorcismos son sacramentales. Éstos —sabemos— son las cosas, en sentido
restringido, o acciones de las que suele servirse la Iglesia para conseguir por su impetración
efectos principalmente espirituales (cfr. canon 1144 del Código de Derecho Canónico). La
Iglesia tiene la plena potestad sobre los sacramentales que son de institución eclesiástica, pero
vinculados mediatamente al poder santificador de su Fundador, autor de los sacramentos. Los
hay en un sentido amplio y estricto; a este género pertenecen los exorcismos públicos, tanto
solemnes como simples (cfr. los menciona dos comentarios del Código de Derecho
Canónico).Por ser sacramental el exorcismo ejerce un influjo no físico sino moral, y en rigor no
tiene en cuenta principalmente la santidad del exorcista. Su eficiencia no es incondicionada ni
infalible, pero sí independiente de los méritos del ministro, a quien, empero, la Iglesia le exige
condiciones especiales, ante todo, la licencia explícita para cada caso. La eficacia del exorcismo
proviene de la victoria de Cristo Redentor sobre el reino diabólico. En efecto, los demonios
sienten naturalmente horror hacia los misterios de la fe, por los que se conocen vencidos; de
ahí que huyan y se atormenten ante el signo de la Cruz o el nombre de Jesús. La Iglesia con su
oración, impetra a Cristo, su Esposo, la fuga de los demonios. Y goza de un poder especial para
imperar sobre los demonios (cfr. " Suma Teológica", III ª , 71, 3;118 Ir, 90, 2). En todos los
casos, sin embargo, Dios tiene razones para que no se logre dicha fuga; no puede negarse la
relación entre las cualidades morales del exorcista y del paciente. De ahí, que la Iglesia insista
en la conducta irreprochable del exorcista.
3.4. Exorcismos preparatorios del Bautismo. Son exorcismos públicos simples, para los
que no se requiere ninguna delegación especial de la autoridad competente. Sin el bautismo, en
cuanto tal, no producen un efecto diferente del bautismo mismo, aunque preparan la
adquisición c la gracia con la plena remisión de los pecados —efecto formal del bautismo en
cuanto tal—, en cuanto apartan la influencia externa del demonio y sus esfuerzos para
oponerse a la salvación del bautizando y obstaculizar la liberación del reato de la culpa y de la
pena (cfr. "Suma Teológica”, IIIª, 71, 3).
3.5. Exorcismos sobre cosas inanimadas. Su rito considera las viviendas y otros objetos
materiales. La Iglesia sabe que los demonios, en tanto que naturalezas inteligentes y
superiores, tienen la capacidad natural de obrar en el mundo visible y de servirse de las fuerzas
naturales para sus designios perversos. No obstante esta actividad, como todo accionar munda-
no, está siempre subordinada a las reglas y límites impuestos por la Divina Providencia.
Además, como consecuencia del pecado original, este poder natural de los espíritus malos tiene
una extensión nueva. En consecuencia, lugares y cosas pueden estar sometidos, como las
personas, a ciertas in-fluencias diabólicas especiales. Señálese, por ejemplo, un lugar sacro
desacralizado. El exorcismo en estas eventualidades no es sino una oración o súplica dirigida a
Dios, en nombre de la Iglesia —impetración sacramental—, para que se digne rechazar o frenar
dichas influencias; oración que implica la fe en la omnipotencia divina y la esperanza y
confianza filial en su misericordiosa bondad. Así la Iglesia bendice bajo forma de exorcismos, la
sal, el agua, el aceite., que a su vez sirven para la bendición y consagración, sobre todo
solemne, de otros objetos o lugares destinados al culto público o privado (templos, altares,
ornamentos y vasos sagrados, campanas, etc.). El agua bendita, de uso tan frecuente y popular
entre los fieles, es una mezcla de agua y sal exorcizadas, a la que, gracias a las súplicas
solemnes de la Iglesia, Dios les ha concedido una virtud de protección especial contra los
espíritus infernales.
4. CONCLUSIÓN
Cabe señalar, en primer término, el carácter eminentemente religioso y moral del exorcismo.
Tal como ha sido recibido y practicado en la Iglesia Católica, el exorcismo es una consecuencia
natural, lógica, de la creencia en las posesiones diabólicas. Su aplicación directa a personas y a
cosas, está fundada inmediatamente en la promesa de Cristo (San Marcos, 16, 17) y en su
ejemplo y el de los apóstoles y conforme a los principios y usos de toda la tradición cristiana.
Pero también constituye un acto de religión en cuyo fondo un análisis atento descubre
elementos esenciales de diversos actos virtuosos. Exorcizar, dentro de los límites y según las
condiciones señala-das por la Iglesia, es dar testimonio de que se cree en la existencia de los
ángeles, en la caída de una parte de ellos y en las consecuencias funestas del pecado; y sobre
todo, en la omnipotencia y la misericordia divinas, de las que se espera protección y seguridad
eficaces contra la influencia de los malos espíritus. Por cuanto los exorcismos constituyen
fórmulas rituales imperativas o conminatorias contra los demonios —reclamos humillantes para
ellos—, evitan, así, la apariencia de homenaje idólatra. La invocación de Dios o de Nuestro
Señor Jesucristo, cuya eficiencia se espera —aunque condicionada a las diversas aptitudes
morales del sujeto o del ministro—, el conjunto ritual, con sus órdenes, amenazas y reproches,
no tiene nada de carácter mágico o supersticioso; por tanto, sin la mínima analogía con otras
prácticas en diversos pueblos antiguos y modernos. No nos extrañen los abusos de algunas
épocas; son cuestiones históricas. Pero "abusus non tollit usum". Se ha querido
mostrar yesclarecer el principio y la naturaleza del exorcismo, comprobar su legitimidad y las
sabias prescripciones que a este respecto tiene reglamentada la Iglesia. Reconocemos la
actualización del tema, brindado en estos días por la prensa, a cuyo propósito, objetivamente,
no nos corresponde opinar. Queremos subrayar que fuera del ámbito religioso este tema no
tiene sentido, pero dejamos como punto final estos dos interrogantes: ¿Por qué tanto interés
por este tema? Hacen pensar en las oleadas pendulares de la eterna problemática religiosa y la
audacia de esta época fagocitadora, en cuanto extraña al espíritu de Cristo, de todo lo sagrado.
En segundo lugar, ¿a qué se debe esta especie de dicotomía o dialéctica entre un proceso
aceleradamente tecnológico, característico de nuestra época, y la "presencia" —sit venia verbi
— demoníaca?
El ministerio de la Iglesia
El exorcismo es, pues, una antigua y particular forma de oración que la Iglesia
utiliza contra el poder del diablo. He aquí cómo en el Catecismo de la Iglesia
Católica se explica qué es el exorcismo y cómo se ejerce:
La Sagrada Escritura nos enseña que los espíritus malignos, enemigos de Dios y
del hombre, desarrollan su acción de diversas maneras; entre ellas se señala la
obsesión diabólica llamada también posesión diabólica. Sin embargo, la obsesión
diabólica no es el modo más frecuente como el espíritu de las tinieblas ejerce su
influjo. La obsesión tiene características de espectacularidad y en ella el demonio
se apodera en un cierto modo de las fuerzas y de las actividades físicas de la
persona que padece la posesión. No puede, sin embargo, apoderarse de la libre
voluntad del sujeto, y por esto el demonio no puede comprometer la voluntad libre
de la persona poseída hasta el punto de hacerla pecar. Esto a pesar que la
violencia física que el diablo ejerce en el obseso es una incitación al pecado, que
es lo que el diablo busca lograr. El ritual del exorcismo señala diversos criterios e
indicios que permiten llegar, con prudente certeza, a la convicción de cuándo es
que se tiene delante una posesión diabólica. Entonces el exorcista autorizado
podrá realizar el solemne rito del exorcismo. Entre estos criterios se encuentran: el
hablar o entender muchas palabras en lenguas desconocidas; evidenciar cosas
distantes o inclusive escondidas, demostrar fuerzas más allá de la propia
condición, y esto junto con la aversión vehemente hacia Dios, la Virgen, los
Santos, la Cruz y las Imágenes santas.
El exorcismo
En el ritual que hoy presentamos se encuentra, ante todo, el rito del exorcismo
propiamente dicho, de ejercitarse sobre una persona posesa. Siguen las oraciones
a recitarse públicamente por un sacerdote, con el permiso del Obispo, cuando se
juzga prudentemente que existe un influjo de Satanás sobre lugares, objetos o
personas, sin llegar al estado de una posesión propia y verdadera. Hay, además,
una colección de oraciones para recitar privadamente por parte de los fieles,
cuando estos sospechan con fundamento de estar sujetos a influjos diabólicos.
El exorcismo tiene como punto de partida la fe de la Iglesia, según la cual existen
Satanás y los otros espíritus malignos, y que su actividad consiste en alejar a los
hombres del camino de la salvación. La doctrina católica nos enseña que los
demonios son ángeles caídos a causa de su pecado, que son seres espirituales de
gran inteligencia y poder: "Sin embargo, el poder de Satán no es infinito. No es
más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre
criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en
el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause
graves daños -de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza
física- en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina
providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El
que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero "nosotros
sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman"
(Rom 8, 28)" (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 395).
Cabe hacer analogía con los tiempos bíblicos, durante los cuales –como hemos
dicho antes- también se daba el mal en gran escala hasta niveles demoníacos. “El
mal erigido en sistema” estaba emblematizado en esos tiempos por el yugo del
imperio romano. Un gran estudioso de dicha época, José Antonio Pagola, ha
discernido sus efectos así: “¿ Había alguna relación entre la opresión que ejercía
sobre Palestina en ese entonces el Imperio Romano y el fenómeno
contemporáneo de tantas personas poseídas por el demonio ?...si, se podía
establecer una conexión entre la posesión demoníaca y la opresión romana,.a
partir del terror y la frustración que generaba el imperio romano sobre gentes
absolutamente impotentes para defenderse de su crueldad”
Ante todo el mal de hoy día -en lo personal y a nivel de sistema- la integridad
emocional o psíquica de muchos se ha visto tensada análogamente hasta el límite,
o el colapso….Hasta el punto de muchos sentirse enfrentados o “encadenados” –
como dijo El Papa- a bajas u oscuras fuerzas difíciles de controlar, fuerzas de
semblanza o carácter demoníaco.
Por otro lado, el mencionado cónclave también reconoció los aspectos respetables
de las religiones ancestrales africanas y la necesidad de la Iglesia entenderse con
ellas, a través de la siguiente cátedra: “Es necesario una distinción entre lo cultural
y lo religioso, y especialmente entre lo cultural y las perniciosas prácticas de
brujería que causan la ruptura y la ruina de familias y sociedades. Por tanto,
siguiendo al Concilio Vaticano II, los Padres Sinodales no rechazan nada de
cuanto es verdadero y santo en dichas religiones…La Iglesia por eso exhorta a sus
hijos para que, con prudencia y caridad, por medio del diálogo y de la colaboración
con los seguidores de las demás religiones, siempre dando testimonio de la fe y de
la vida cristiana, reconozcan, conserven y hagan conocer los valores espirituales,
morales y socioculturales que se encuentran en ellas”.
Lo anterior nos lleva a una mas general reflexión propia: la importancia de que la
militante conciencia o lucha contra lo demoníaco no sea causa de fanatismos, o
irracional rechazo o menosprecio de las legítimas identidades religiosas o
espirituales de otras culturas…Lo cual, con frecuencia, simplemente ha ocurrido
por ignorancia, falta de apertura mental, o falta de compasiva comprensión.
De hecho, las practicas exorcistas -en sus respectivos ropajes culturales- son
comunes en la mayoría de las grandes religiones o tradiciones espirituales,
además de la cristiana..Tales como el Islam, el judaísmo, el hinduismo, el taoísmo,
la espiritualidad indígena, etc
…Aún mas, en algunos casos el hoy por lo general mas urbanizado y mas
modernizado cristianismo puede tener importantes cosas que aprender o re-
aprender de las tradiciones espirituales que se han mantenido mas cerca de la
tierra. En ese particular, es interesante el siguiente juicio de un clérigo cristiano
español, por tratarse de uno de los mas reconocidos exorcistas de la Iglesia
católica hoy en día: el padre Jose Antonio Fortea: “La sociedad del campo es por
lo general más sana, más apegada a la naturaleza, y tiene una conciencia más
clara de la ley natural. Pero en un entorno urbano, completamente artificial, que ha
perdido el concepto de las leyes cristianas, allí el hombre se cree dueño y señor
de la ley moral. Él hace y deshace como quiere, y eso lo lleva a olvidarse
totalmente del Creador”.
Se trata en todo caso de un asunto delicado; pero, a nuestro modo de ver, hoy
insoslayable. En este trabajo intentaremos, como un servicio público, aportar a la
respuesta de dichas preguntas; sin pretender la rigurosidad académica o teológica,
sino mas bien centrándonos en lo básico.
…En términos mas concretos, y a los efectos de este trabajo, se define como: “la
práctica de expulsar demonios u otras entidades espirituales indeseables de una
persona, lugar o incluso objeto, que se crean poseídos”.
Mientras nos manejemos bien en nuestro propio ámbito y lo que nos circunda,
respetando las leyes del Creador, nos irá bien, y mantendremos con dichas otras
criaturas las debidas delimitaciones o relaciones..En caso contrario, lo opuesto
resultará –incluyendo que podamos ser atacados, “engullidos” o “poseídos” por
algunas de ellas!
En cuanto a la ocurrencia de ello en la dimensión espiritual, se trataría de algo afín
a lo que nos puede pasar en el plano físico-biológico con los microbios -por
ejemplo. Estos están en todos lados en multitud, incluso en partes de nuestro
propio organismo como la piel. Mientras mantengamos nuestra inmunidad natural
bien –en un sano vivir propio de acuerdo a las leyes biológicas- podremos coexistir
con los microbios sin que éstos sean una amenaza -y hasta beneficiarnos de
alguna “actividad limpiadora” de éstos como “especialistas en el consumo de
impurezas”. Pero en cuanto nuestras defensas biológicas se derrumben, los
microbios podrían pasar sus naturales limites para invadirnos, causarnos
enfermedad, y hasta –literalmente- poseernos o consumirnos.
Por ello en La Biblia (Efesos 6:10-20) encontramos como “regla de oro” por
excelencia a fin de enfrentar cualquier amenaza de mal demoníaco lo
siguiente:“Vestíos de toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra
las acechanzas del demonio”.
Cabe destacar que todas las criaturas mencionadas, como parte de la Creación,
estarían todas sujetas al Orden o Plan de Dios…Aún “las indeseables” o “las del
lado oscuro”;..pues a estas Dios también les habría deparado –en un plano
superior- el papel de servir a dicho Plan como “acicates” para la Evolución o el
crecimiento de la inducirnos a una continua alertez y a un continuo fortalecimiento
para resistirlas o librarnos de ellas!……En esa especie de misterio de que –en
palabras de Juan Pablo II: “Tras la experiencia punzante del mal se llega a
practicar un bien mas grande” (también recogido en algunas enseñanzas
indígenas como la del sabio yaqui Don Juan cuando habló de que cada uno de
nosotros de vez en cuando necesitaba “un pinche tirano para que nos mostrara el
valor de la libertad”).
Tal “lucha” contra el mal, hasta que nos liberemos plenamente en lo personal o
volvamos en lo societal a una “nueva era dorada” o de plena gracia, donde todo
será luz o bienestar; sin amenazas o mas asechanzas: el prometido Reino de
Dios..Donde nuestro desarrollo espiritual no requeriría ya mas de ningún esfuerzo
de permanente guardia, pues regirían siempre el bien y la espontaneidad !!
Desde tal perspectiva el mal demoníaco en definitiva no sería sino “la otra
cara de la moneda”, pues, como ha dicho Ione Szalay: “Si el bien es la Verdad,
entonces el mal no es sino la desarmonía; y el pecado, el error de haber disociado
o fragmentado la unidad original..La palabra “diablo” viene del griego “diabolo” que
significa “escisión” –ó: “lo que rompe o el que rompe la unidad” En la tradición
cristiana también se ha definido el Diablo como “El Mentiroso por excelencia”.
Lo anterior nos lleva a señalar, pues, que estamos conscientes de que hay una
dimensión de lo demoníaco “simbólica”, la cual algunos –y sobre todo los que no
creen en los demonios o El Demonio- han destacado; según la cual “lo demoníaco”
sería solamente una forma de referirse al mal o el pecado en manifestación muy
degenerada..Vale decir sin llegar a concederle a lo demoníaco una personificación
en ninguna particular entidad externa a nuestra propia responsabilidad o creación;
y mucho menos, un poder prepotente!
…Esta visión estaría enfrentada a la opuesta de creer que todo lo malo que pasa
en el mundo es obra del Demonio, o de algún mal personificado externo
intimidador; subestimando la auto-responsabilidad de cada quien por sus acciones
en la vida ordinaria.
Pero podríamos además hablar de una tercera visión que postula la relevancia de
“espíritus de pecado”, una especie de noción intermedia entre lo símbólico y la
personificación del mal; la cual vincularía al tema del abuso extremo en pecados o
vicios personales con la atracción de espíritus vinculados a los mismos de origen
externo.
….Bajo tal noción podría hablarse, por ejemplo, de un “espíritu del alcoholismo” –
poseedor de los alcohólicos extremos, “un espíritu de la avaricia” –enseñoreado en
los avaros desmedidos (en la cultura navajo, por cierto, existe una entidad con
este atributo a la cual se le conoce como “El Apostador”, “un espíritu de la lujuria”,
“un espíritu de gula o alimentación dañina”, “del consumo de drogas –legales o
ilegales”, y así por el estilo,..apoderándose cada uno de ellos de las personas que
incurran en las respectivas extremas transgresiones.
En relación a toda la anterior discusión entre las diversas visiones, algo en verdad
de vieja data, pensamos que las mismas no tienen que ser mutuamente
excluyentes, y que cada una de ellas puede tener y tiene un “puesto bajo el sol”;…
en un sabio equilibrio de la realidad de las cosas…Y bajo un común principio rector
de que ciertamente puede haber -y hay- una gradación del mal, de lo mas propio y
auto-responsable hasta lo mas ajeno y escapado de nuestra sola
capacidad….Gradación que, por otro lado, siempre estará condicionada por el –
insondable- designio último y triunfal de la voluntad de Dios !
….En dicho contexto, lo exorcista como recurso para enfrentar a una influencia o
posesión de origen externo, seria como un remedio extremo para un caso extremo.
Vale decir: un remedio para enfrentar un mal donde, por lo general, un ser humano
-bien por excesivo descuido o mal-obrar propio, ó bien por insondable designio
divino- se habría convertido en pasto para la posesión de una entidad externa
malévola.
¿ Pero cómo saber cuando se trata de una influencia externa o posesión ? Los
códigos exorcistas prescriben algunas formas de llegar a una conclusión.
….Pero sólo luego del descarte de otras afecciones físicas o mentales usuales.
Para lo cual se recomienda normalmente “el contar con una opinión médica
calificada”..El problema con ello es que la medicina moderna, en vista de la
degeneración mercantilista, reduccionista y materialista que ha sufrido NO siempre
puede ser considerada como “calificada” o confiable, a los fines del
esclarecimiento de la necesidad o no de una intervención exorcista.
…Para no hablar de las múltiples nuevas patologías de tipo ambiental o del estilo
de vida moderno que dicha medicina parece incapaz de entender (tales como el
efecto de contaminantes químicos, la ingesta humana insana, o el adicto uso de
aparatos como los teléfonos celulares –los cuales literalmente terminan a veces
“poseyendo” a los dueños cual “demonios tecnológicos” –incluso causando a
veces “fenómenos de ruidos, voces, sombras y hasta objetos que caen”-según se
ha reportado, probablemente como resultado de la sutil pero intensa
contaminación electromagnética que dichos artefactos ocasionan !....para no
hablar de las secuelas de la - literalmente- “posesiva” adicción a la TV, juegos de
video e Internet no infrecuentes hoy en día !
Por otro lado, cabe destacar que la misma premisa en el diagnóstico o curación de
una separación entre lo físico-mental por un lado -el supuesto terreno de los
médicos o los psiquiatras- y lo espiritual por el otro -el supuesto terreno de los
sacerdotes o exorcistas- de por si ya es un gran problema o riesgo !...Pues, como
dijimos al principio de este trabajo, el ser humano es una unidad de cuerpo y
espíritu !
….Aun mas: toda enfermedad física o mental suele tener en definitiva origen en un
desarreglo espiritual..Lo que en verdad descalificaría a toda ayuda médica que no
entienda esto o no crea en lo espiritual -algo no infrecuente hoy en día, incluso en
disciplinas como la psicología o la psiquiatría !
……Esto último tan es así que en muchos países -y sobre todo en los del Norte del
mundo- muchos profesionales de estas ramas se están declarando incompetentes
para tratar la actual avalancha de “nuevas complejas patologías emocionales-
mentales” y se han estado mudando a lo religioso, e incluso a lo exorcista, en
busca de respuestas –en una transformación revolucionaria muy herética para la
capacitación formal que han tenido dichos profesionales !!
En verdad, las medicinas del cuerpo y del alma NUNCA debieron debieron haber
sido separadas: La humanidad ha pagado un costo muy alto por ello !
En el pasado ancestral los papeles de “el médico”, “el psicólogo” y “el sacerdote”
en verdad nunca estuvieron separados, ni en el diagnóstico ni en la curación. Eran
una unidad.
i) Conocimiento de cosas o hechos antes fuera del alcance normal conocido de la
persona ii) asunción de la noche a la mañana del habla en lenguas extranjeras o
antiguas -ajenas al conocimiento previo de la persona iii) inusitadas o abruptas
manifestaciones de gran fuerza física o de habilidades paranormales iv) aversión
vehemente a todo lo santo-sagrado: vehemente blasfemia o sacrilegio v) violencia
hacia otros vi) gritos horrendos vii) contorsiones abruptas feroces viii) escandalosa
risa burlona o de sorna ix) autoflagelación x) gula grosera xi) conducta primitiva
animal xii) ojos vidriosos o que dan vuelta dentro de su orbitas xiii) lengua que
entra y sale de la boca xiv) ver espectros u oir voces xv) pensamientos obsesivos
xvi) agresiones en el cuerpo, intentos de suicidio.
Además del diagnóstico y/o auxilio de seres vivos cabe añadir que habría otro
campo de actuación de la liberación o el exorcismo que no puede ser desdeñado:
el de las almas en pena o fantasmas, las cuales además pueden ejercer
manifestaciones sobre los vivos o sobre los allegados sobrevivientes –bien como
“llamadas de auxilio” o bien por alguna “cuenta pendiente” o “legado de enganche”.
..Habría una labor de “limpieza” que hacer, via liberación o exorcismo, bien en
general o en particular, por simple compasión o asunto propio, en cada uno de
tales casos, según se requiriese. Para lo cual, en el repertorio de técnicas o ritos
de liberación-exorcismo, existirían las respectivas prescripciones o
recomendaciones.
Por ultimo, estaría la categoría de “portales” abiertos -bien por algún conjuro
deliberado o alguna irresponsabilidad o imprudencia humana mayor- hacia
“mundos del mal”, los cuales también tendrían que ser clasurados con ritos o
contra-conjuros respectivos.
Para finalizar, cabe volver a señalar -como se desprende de todo lo anterior- que el
exorcismo en verdad es una práctica muy antigua, y forma parte de los sistemas
de creencias de muchas tradiciones espirituales, religiones o culturas. Estas -mas
allá de las percibidas diferencias -muchas veces fruto de simple ignorancia mutua
como hemos dicho antes- han ostentado en verdad rasgos muy comunes en el
manejo del Tema. Sobre ello mucho mas podríamos decir.
Pero en este trabajo nos centraremos mas bien en cómo aborda al exorcismo la
cultura cristiana -y en particular la católica…Sin que ello nos impida
ocasionalmente seguirnos refiriendo ocasionalmente a las enseñanzas de otras
culturas o tradiciones –precisamente para seguir ilustrando lo universal de la
práctica exorcista.
“El exorcismo es una antigua y particular forma de oración que hace un ministro
ordenado de la Iglesia, en nombre de Jesucristo y por el poder que Jesucristo ha
otorgado a su Iglesia para liberar del poder de Satanás o El Demonio. Por lo tanto
no es oración personal sino de la Iglesia.
Jesús vino a liberarnos del poder de Satanás y darnos la gracia de ser hijos de
Dios. Jesús impartió su poder liberador a sus discípulos para que ellos y sus
sucesores continuaran la misión de liberación y exorcismo en su nombre. Por lo
tanto el protagonista en el exorcismo es Dios a través de su ministro y no el
demonio.
En la vida diaria para defenderse del mal basta con ser coherentes con el
Evangelio, no tener miedo de testimoniar la propia fe y cuidar la propia relación
con Dios.
El nuevo ritual reitera que el exorcismo tiene como punto de partida la fe de la
Iglesia, según la cual existen Satanás y los otros espíritus malignos, y “los
demonios son ángeles caídos a causa de sus pecados, seres espirituales de gran
inteligencia y poder".
La capacidad del hombre de acoger a Dios "es ofuscada por el pecado, y a veces
el mal ocupa el puesto en el que Dios quiere vivir. Por eso, Jesucristo ha venido a
liberar al hombre del dominio del mal y del pecado. (...) Jesucristo expulsaba los
demonios y liberaba a los hombres de las posesiones de los espíritus malignos
para hacerse espacio en el hombre".
"El poder de Satanás no es infinito", sin embargo el que Dios permita que seamos
tentados "es un gran misterio".
Incluso a veces Dios mismo permite que hijos de mucho bien sean vejados u
obsesionados por lo demoníaco; piénsese en algunos santos. Pero en estos casos
nos hallamos ante planes divinos para nosotros impenetrables.
"El influjo nefasto del demonio y de sus secuaces es habitualmente ejercitado por
medio del engaño, la mentira y la confusión. Así como Jesús es la Verdad, el
diablo es el Mentiroso por excelencia. Desde siempre, desde el inicio, la mentira
ha sido su estrategia preferida".
1) La Iglesia cuida con celo el control del rito del exorcismo –como debe ser, por
tratarse de un asunto muy delicado…Reservando su uso sólo para los extremos y
contados casos de una comprobada total posesión..Pero también permite o alienta
el involucramiento auxiliar de los fieles en los casos mas leves ó de mera
sospecha o influencia demoníaca, catalogados no como exorcismos sino como
“liberación”..A través del llamado “Ministerio de la Liberación ó Intercesión”; una
misión de servicio que, en todo caso, también conlleva una respectiva preparación
para los practicantes –pues se trata también de un asunto de cuidado.
2) Como hemos antes dicho, existen algunas señales que normalmente alertarían
sobre un posible caso de posesión. Pero, ante la posibilidad de otras razones a las
cuales atribuir el desarreglo de la persona o ante la compleja contaminación física
y mental-espiritual de hoy, siempre podrá quedar alguna duda de si -en efecto- se
trata de un caso de influencia o posesión demoníaca como tal..Por lo cual el
diagnosticador –mas allá de toda la indispensable capacitación o pureza que se da
por descontado debe tener para tan delicada labor- hará bien en mantenerse
siempre en la prudencia y la invocación de la inspiración y guía divina para su
mejor juicio.
Por otro lado, como ha reseñado Juan Antonio Pagola, Jesús, en su gran misión
exorcista “buscó el sometimiento de los demonios hablando directamente con
ellos, penetrando en su mundo, preguntándoles su nombre para dominarlos mejor,
gritándoles órdenes, gesticulando, poniéndolos furiosos y expulsándolos..Y, de tal
manera, destruyendo “la identidad demoníaca” de la persona y reconstruyendo en
ella una nueva identidad, a la cual transmitía la fuerza sanadora de su propia
persona”. La eminente expresión exorcista Va de retro Satanás, que significa
“Aléjate Satanás”, la cual figura en el dorso la también muy exorcista Cruz de San
Benito, proviene directamente de los labios de Jesús –según el evangelio de San
Marcos (por cierto otras medallas también muy utilizadas para lo protector-
exorcista son la del Sagrado Corazón de Jesús y la de La Milagrosa)
3) Por otro lado, por mas atracción o interés que pueda suscitar hoy el tema de la
posesión demoníaca o el exorcismo, cabe subrayar de nuevo que se trata de una
ocurrencia excepcional. Y se trata de un asunto donde tampoco se le puede dar –
ni se le debe dar- al “Príncipe del Mal” –o a lo que éste representa- mas poder del
que tiene !
Pero claro existe además una amplia gama de oraciones específicas para los
menesteres liberadores o exorcistas. Desde Oraciones para ritos de
Liberaciónhasta el propio antiguo gran Rito Romano de Exorcismo –solo para los
autorizados.
En cuanto a este último, actualizado por la iglesia en 1995 –como hemos dicho
antes. Entre sus precripciones figuran: “El primer paso es rociar agua bendita,
símbolo de la purificación y del bautizo. Y enseguida, las letanías que celebran las
victorias de Jesús contra el Mal. Después de la lectura del Evangelio, el exorcista
pone sus manos sobre la persona poseída e invoca el poder del Espíritu Santo.
Después, se hace la señal de la cruz ante el Demonio para mostrarle el poder de
Cristo. Al final, se lo invita a partir: Recede ergo, Satan, in nomine Patris et Filii et
Spiritus Sancti (Vete ahora, Satanás, en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo)”.
-McAll Kenneth, Healing the Family Tree, Queenship Publishing, 1998, Santa
Barbara, California, E.U.
defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo
del demonio.
Amén.
Madre de Jesús y Madre nuestra, María, Santísima Madre de Dios. Tu sabes que
nuestra vida esta llena de pequeños y grandes nudos.
Nos entregamos a Ti, Virgen de Paz y Misericordia. Nos dirigimos a nuestro Dios
Padre, por Jesucristo y en el Espíritu Santo, unidos a todos los ángeles y a los
santos.
María coronada de doce estrellas, que pisas con tus santísimos pies la cabeza de
la serpiente, no nos dejes caer en la tentación del maligno. Mujer gloriosa, la luna y
el viento son subordinados a tus deseos: libéranos de toda esclavitud, confusión e
inseguridad. Danos tu gracia y tu luz, para ver en las tinieblas que nos rodean y
seguir el camino justo.
Madre generosa, te presentamos suplicando nuestro pedido de ayuda. Te rogamos
humildemente:
-Desata los nudos en el trato con el prójimo, en juzgar, despreciar y criticar, en ser
soberbios, presuntuosos, intolerantes y ofensivos: María escúchanos.
-Desata los nudos en nuestras familias y en el trato con nuestros hijos: María
escúchanos !
-Desata los nudos entre las varias Iglesias Cristianas y confesiones religiosas y
danos la unidad en el respeto a la diversidad: María escúchanos!
-Desata los nudos en la vida social y política de nuestros país: María escúchanos!
-Desata todos los nudos de nuestro corazón, para ser libres de amar con
generosidad: María escúchanos !
María que desatas los nudos, ruega por nosotros a tu hijo Jesucristo Nuestro
Señor. Amén.
(Impartida por el Sr. Rick Miller. Predicador comprometido con el Patronato de San
José)
Enséñame lo que quieres que haga en este día y ayúdame a lograrlo.
Por favor pídele a San José que esté con mi familia el día de hoy.
Por favor fortalece y bendice a mi Ángel de la Guarda, que esté en el día de hoy
cerca de cada uno de los que amo.
Padre, Hijo y Espíritu Santo, por la Gracia de Dios, protéjanlos, ámenlos, nunca los
abandonen.
Señor, me has soportado todos estos años con mis pecados, pero a pesar de ello
has tenido compasión de mí.
Con el poder de la Sangre de Jesús sellamos nuestra casa, todos los que la
habitan (nombrar a cada persona que habita en ella), las personas que el Señor
enviará a ella, así como los alimentos y los bienes que El generosamente nos
envía para nuestro sustento de hoy.
Con el poder de la Sangre de Jesús sellamos los lugares en donde vamos a estar
este día y todo día, y las personas, empresas o instituciones con quienes vamos a
tratar (nombrar a cada una de ellas).
Te agradecemos, Señor, por tu Sangre y por tu Vida, ya que gracias a Ellas hemos
sido salvados y preservados de todo lo malo. AMÉN”
-------------------------------------------------
6. Otros Exorcismos
9. Desde Su Infancia
14. El Abandono
15. Victoria Aparente
El Nuevo Testamento no nos ofrece sobre los demonios ni sobre los ángeles una
enseñanza directa y formal sobre la creación y naturaleza de estos seres invisibles.
Más bien nos proporciona una información ocasional y dispersa, toda vez que la
Revelación no ha sido dada para nuestra curiosidad sino para nuestra salvación. No
obstante, queda de manifiesto a lo largo del Nuevo Testamento cómo Cristo asume
una posición de autoridad sobre los demonios en su acción propiamente exorcista,
arrojando a los demonios de forma contundente y constante, revelando así su
victoria contra su adversario.
A continuación expondremos los casos que nos relata la Sagrada Escritura sobre la
acción por parte de Cristo de expulsar a los demonios, confirmando así de manera
inobjetable su existencia.
A. El Endemoniado de Cafarnaúm (Mc 1, 21 – 28 y Lc 4, 31 – 37)
Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo,
que se puso a gritar: “¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has
venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios. Jesús entonces, le
conminó diciendo: “Cállate y sal de él”. Y agitándole violentamente el espíritu
inmundo, dio un fuerte grito y salió de él.
Este milagro es un exorcismo. El poseso se muestra agresivo y Jesús lo conmina y
ordena; el demonio se va, manifestándose de manera violenta. Cristo inaugura así su
victoria.
B. El Epiléptico Endemoniado (Mt 17, 14 – 18; Mc 9, 14 – 29; Lc 9, 33 – 45)
Este caso polariza todas las discusiones sobre el exorcismo. Es el de un niño
epiléptico traído a Jesús por su padre en una situación muy desesperada.
Después de la Transfiguración, Jesús desciende del Monte Tabor con Pedro,
Santiago y Juan y se encuentra a los otros nueve discípulos en discusión con los
escribas. Vamos a citar a Marcos que relata más a detalle el siguiente exorcismo:
“Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo, y, donde quiera que se
apodera de él, le derriba, le hace echar espumarajos, rechinar de dientes y le deja
rígido. He dicho a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido. Él le
responde: ¡Oh generación incrédula! ¡Hasta cuándo estaré con vosotros! ¡Hasta
cuándo habré de soportaros! ¡Traédmelo! Y se lo trajeron. Apenas el espíritu vio a
Jesús, agitó violentamente al muchacho y, cayendo en tierra se revolcaba echando
espumarajos. Entonces Él preguntó a su padre: ¿Cuánto tiempo hace que le viene
sucediendo esto? Le dijo: desde niño. Y muchas veces le ha arrojado al fuego y al
agua para acabar con él; pero, si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros.
Jesús le dijo: ¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree! Al
instante, gritó el padre del muchacho: ¡Creo, ayuda a mi poca fe! Viendo Jesús que
se agolpaba la gente, increpó al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu sordo y
mudo, Yo te lo mando: sal de él y no entres más en él. Y el espíritu salió dando
gritos y agitándole con violencia. El muchacho quedó como muerto, hasta el punto
de que muchos decían que había muerto. Pero Jesús, tomándole de la mano, le
levantó y él se puso en pie. Cuando Jesús entró en casa, le preguntaban en privado
sus discípulos: ¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle? Les dijo: Esta clase de
demonios con nada puede ser arrojada sino con la oración y el ayuno” (Mt 17,
21).
Aquí tenemos un caso claro de exorcismo, no obstante hay quienes han pretendido
reducir este hecho a una epilepsia. Pero las características del niño son rasgos
extraños a la epilepsia: el mutismo del niño; los impulsos de suicidio por medio del
agua y el fuego; las reacciones del niño ante Cristo que responden a las
características específicas de la posesión diabólica. La coincidencia de una
enfermedad de síntomas identificables y la posesión no excluye a esta última, pues
muchas veces, según la experiencia de muchos exorcistas, el demonio utiliza las
predisposiciones naturales del sujeto.
Pero en este caso como en otros muchos, Jesús y los evangelistas distinguen
constantemente entre posesión y enfermedad, es decir, entre exorcismo y terapia.
Para los posesos del demonio, Jesucristo no efectúa un gesto terapéutico sino que
“ordena al espíritu inmundo” quien muchas veces resiste y reacciona hablando por
la boca del poseso. Así por ejemplo, Jesús interroga, o dialoga, o hace callar al
demonio. También le interpela y le ordena, siendo así que en las curaciones no hay
ni diálogo ni combate.
Este es uno de los casos más claros donde la Escritura muestra el poder de Cristo
sobre el demonio, y por ende, la existencia de estos espíritus. Finalmente, se puede
advertir que hay ciertos demonios que sólo pueden ser echados mediante la oración
y el ayuno.
C. La Niña Cananea (Mt 15, 21 – 28 y Mc 7, 24 – 30)
Dos evangelistas refieren otro exorcismo llevado a cabo por Jesús durante su viaje a
la región de Tiro y Sidón:
“He aquí que una mujer cananea, salida de este territorio, se puso a gritar
diciendo:
‘Ten compasión de mi, Señor, Hijo de David, mi hija está atormentada por un
demonio’ (un espíritu inmundo dice Mc 7, 25).
Jesús la rechaza, pero ella insiste de manera conmovedora para que ‘expulse al
demonio fuera de su hija’. Y Jesús alaba su fe y le dice:
‘Vete, pues por tus palabras ya ha salido de tu hija el demonio’. Ella se fue a su
casa y encontró a la niña echada en la cama y que el demonio se había ido”
Aquí estamos en presencia de un exorcismo o liberación a distancia. Pero para el
caso resulta lo mismo, pues la niña queda sanada por haber sido liberada del
demonio. Por eso decimos que “Jesús pasó haciendo el bien, sanando a todos los
que habían caído en poder del Diablo” (Hechos 10, 38).
D. El Demonio Mudo (Mt 9, 32 – 34 y Lc 11, 14)
Mateo señala brevemente el exorcismo de un hombre aquejado de mutismo:
“Le trajeron un endemoniado mudo, el demonio fue expulsado y el mudo habló”. Y
Lucas dice: “Acababa de expulsar a un demonio que había dejado mudo a un
hombre. El demonio salió y el mudo habló”.
Los demonios normalmente son locuaces por boca del poseso. Pero hay ciertas
clases de ellos que son mudos y provocan mutismo en el poseso. En todo caso este
tipo de demonio se califica por su eficiencia, es decir, dejar mudo a un hombre.
El Energúmeno de los Cerdos (Mc 5, 1 – 20; Mt 8, 28 – 34; Lc 8, 26 – 39)
Uno de los casos más desconcertantes de la Escritura relacionados con el exorcismo
es el del energúmeno de la región de los gerasenos. Se trata de un hombre peligroso
a quien se le encadenaba a duras penas y que rompía sus cadenas. Tal y como
sucede hoy en día con los exorcistas, muchas veces tienen que recurrir a ayuda para
poder controlar al sujeto o neutralizar la fuerza extraordinaria con la que se
manifiesta durante un exorcismo.
Dice el texto: “Al ver de lejos a Jesús corrió, se postró ante Él y empezó a gritar
con gran voz. Déjame en paz, Jesús, Hijo del Dios Altísimo. Te conjuro por Dios
que no me atormentes”.
Aquí el demonio habla por boca del poseso al que utiliza como su instrumento. Este
hecho ha perdurado hasta los días de hoy como una experiencia cotidiana de los
exorcismos. El demonio que habita en un hombre puede mover su cuerpo y
gobernar su psique bajo formas muy diversas. Así, por boca del poseso, el demonio
conjura, se resiste, insulta, negocia, descubre su identidad, etc.
“Jesús le preguntó ‘¿Cómo te llamas?’ Él contestó: ‘Me llamo Legión’. Porque
habían entrado en él muchos demonios, y le rogaban insistentemente que no les
enviase fuera de la región”.
Algunos exorcistas actuales han encontrado este nombre de Legión en diversos
casos de posesión. Así, Legión, negocia su marcha: “Envíanos a los puercos, que
podamos entrar en ellos. Y Jesús se lo permite”. La experiencia de algunos
exorcistas constata que parece ser un alivio para los demonios habitar aquí abajo, en
la tierra, pues experimentan una especie de liberación del infierno. Es como una
satisfacción sádica. Y termina el texto con un hecho muy impresionante pues al ser
los demonios expulsados y trasladados a los cerdos, estos animales impuros se
precipitan en el lago.
Otros Exorcismos
Además de los exorcismos que hemos descrito líneas arriba, los Evangelios no
relatan aunque sí mencionan muchos más. Por ejemplo, María Magdalena de quien
Jesús había echado 7 demonios (Lc 8, 2 y Mc 16, 9). Esta liberación tuvo efectos
formidables pues María Magdalena llegó hasta el Calvario y al Sepulcro, y fue la
primera en merecer ser testigo de la primera aparición de Jesucristo después de
resucitado.
Así mismo, la Sagrada Escritura menciona reiteradamente que Jesús realizaba
habitualmente su ministerio de exorcista, distinguiéndolo claramente de los ritos de
curación. Por ejemplo, en Cafarnaúm se dice que Jesús curaba a muchos pacientes
de diversas enfermedades y “lanzaba a muchos demonios, pero no les dejaba
hablar porque le conocían” (Mc 1, 32 – 34).
Esta interpelación de los demonios era muy frecuente, y Jesús siempre los mandaba
callar, tal y como lo menciona San Lucas: “Los demonios salían y vociferaban
diciendo: ¡Tú eres el Hijo de Dios! Pero Él les conminaba y no les permitía hablar,
pues sabían que Él era el Hijo de Dios” (Lc 4, 40 – 41).
En otro lugar, en respuesta a la acusación de sus adversarios que le decían que “era
por Belcebú, el príncipe de los demonios, por quien expulsaba a los demonios,
Jesús les respondía: ‘Decís que es por el poder de Belcebú por quien expulso a los
demonios; pero si por Belcebú expulso yo a los demonios, ¿vuestros hijos, por
quién los expulsan?’” (Lc 11, 18 – 19 y Mt 12, 22 – 29).
En Lucas también, Jesús, amenazado por Herodes, declara: “Id a decir a ese zorro:
he aquí que Yo arrojo a los demonios y realizo curaciones…” (Lc 13, 31).
Jesús Envía a Sus Apóstoles a Exorcizar
De los Evangelios se desprende que Jesucristo envió a sus discípulos en misión para
anunciar la buena nueva con los signos de su poder: sanar y exorcizar. Así, “les dio
poder y autoridad sobre los demonios y el poder de sanar las enfermedades”; y en
otro lugar dice que “los envió en misión de dos en dos, dándoles poder sobre los
espíritus inmundos” (Mc 6, 13 y Lc 9, 1).
En otra cita se relata a los discípulos diciéndole a Jesús: “Señor, hasta los demonios
se nos sometían en tu nombre”. Y Jesús les respondía: “Veía a Satán cayendo del
cielo como un rayo (…). Pero no os alegréis de que los espíritus os estén
sometidos; alegraos más bien de que vuestros nombres estén escritos en los
cielos” (Lc 10, 18 – 20).
Por su parte San Marcos relata que poco antes de que Cristo deje a sus discípulos,
les prescribe la misión de exorcizar diciéndoles: “A los que crean les acompañarán
estos prodigios: en mi nombre echarán los demonios (…) pondrán sus manos sobre
los enfermos y los curarán” (Mc 16, 17 – 18). Como vemos, el exorcismo está
mencionado en primer lugar.
Ya en los Hechos de los Apóstoles vamos corroborando la acción exorcista de los
discípulos de Jesús. Por ejemplo se dice: “Una muchacha tenía un espíritu
adivinador (…) iba detrás de Pablo gritando: estos hombres son siervos del Dios
Altísimo y os anuncian el camino de la salvación. Esto lo hizo muchos días, hasta
que Pablo, ya cansado, se volvió y dijo al espíritu: ‘En nombre de Jesucristo te
ordeno salir de esta mujer. Y en ese mismo instante el espíritu salió” (Hechos 16,
16 – 18).
Y más adelante dice: “Dios hacía milagros extraordinarios por medio de Pablo
(…) se curaban las enfermedades y salían los espíritus malignos” (Hechos 9, 11
-12).
También en los Hechos, la lucha contra Satanás se presenta como lucha contra la
magia. Así Simón Pedro afronta victoriosamente a Simón el Mago, quien quiere
comprarle el poder sobre el Espíritu Santo. En Éfeso, los neófitos venidos de la
magia lanzan a las llamas una masa de libros mágicos de un enorme valor de
mercado:“Cincuenta mil piezas de plata” (Hechos 19, 13 – 19). Exactamente como
ocurre ahora que hay una proliferación de libros esotéricos y ocultistas de toda clase
y cuyo tema ahondaremos más adelante.
También Pablo condena la hechicería así como la idolatría, como obras enemigas
del Espíritu de Dios (Gálatas 5, 20). En la misma carta, pregunta: “¿Quién os ha
embrujado?” (3, 1). Pone a los Corintios en guardia contra el culto a los demonios,
incompatible con la comunión con Cristo. Es siempre el mismo combate contra
Satanás y sus diversas ramificaciones e interferencias que tiene, ya en los cultos
paganos, o en los círculos espiritistas o entre la proliferación de magos y hechiceros,
que como hemos dicho, encuentran gran aceptación en una inmensa mayoría de
bautizados, y cuyos estragos no hemos visto aún.
En conclusión de todo lo dicho:
1. Jesús nos revela la acción perniciosa e hipócrita del Demonio y hasta qué
punto puede entrar en el hombre, desestabilizándolo, poseyéndolo, haciendo
de los hombres hijos del demonio a su imagen y a su servicio (Juan 8, 44).
Jesucristo nos pone en alerta contra el enemigo, un enemigo mortal, física
pero sobre todo espiritualmente, pues Satanás defiende la realeza que ha
recibido en este mundo mediante una guerra permanente y que hoy ha
alcanzado dimensiones verdaderamente dramáticas.
3. Que el demonio habla por el poseso. Ahí reconoce a Cristo, que siempre lo
hace callar, se resiste, y suplica a Jesús para que lo deje en paz. Habla por
boca de su víctima, al marcharse agita ferozmente al poseso desde su interior
hasta su exterior, lanzando por su boca un último grito que rebela su
molestia y furor por tener que abandonar su morada. Y esto ocurre hoy en
día más de lo que la gente cree.
Contra lo que muchos suponen, Cristo ejerció su poder contra el Demonio con la
plenitud de su debilidad humana, de tal suerte que es ésta la que ha sufrido las
tentaciones y las acciones insidiosas del demonio, y no su naturaleza divina, que
quedó intacta.
Ataque desde Su Infancia
Después de nueve meses de gestación, Jesús asume toda la condición humana que
perdura hasta su plena etapa adulta. Pero desde su infancia el Demonio lanzó contra
Jesús sus primeros ataques a través de Herodes, quien intenta hacerle morir para lo
cual desencadena, sin alcanzar su objetivo, la matanza de los inocentes (Mt 2, 13 –
18).
Las Tentaciones en el Desierto
El segundo momento que nos narra la Escritura es aquél en que Jesús fue llevado
por el espíritu al desierto para que fuese tentado por el Demonio (Mt 4, 1 – 11). El
desierto será el lugar de preparación interior, de plegaria y también de tentación.
En esas tentaciones Satanás pretende confirmar que Jesús era verdaderamente el
Mesías. El Demonio no tenía plena certeza de ello. Lo presumía pero no tenía una
total confirmación. La humildad de Jesús, su trabajo como carpintero en Nazaret
hace que el Demonio se confunda ante el hecho de que pudiera tener la misión de la
Redención del género humano. Por eso, el Demonio transformado en “ángel de luz”
se le insinuará con palabras de la Escritura, pero con la idea de llevarlo al mal, de
apartarlo de su misión salvadora.
El Demonio asestará su primer golpe aprovechándose de las disposiciones
corporales como consecuencia del ayuno prolongado al que voluntariamente Jesús
quiso someterse. Así, extenuado por el hambre, le dice el Demonio: “Si eres el Hijo
de Dios di que estas piedras se conviertan en pan”. La tentación va encaminada a
que Jesucristo haga uso desordenado de su potestad para hacer milagros; la sutileza
de Satanás sale a relucir. Pero Jesucristo, conciente de su humanidad, conoce
también que la Providencia gobierna su vida, y por tanto, sabe que apelar a una
prueba ulterior a ello sería faltar a esa confianza y abandono a Su Padre. Por eso le
responde al tentador con la misma Escritura: “No sólo de pan vive el hombre (Dt 8,
3) sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Posteriormente Jesús permite que el Diablo, haciendo uso de su poder angélico, lo
traslade al pináculo del Templo y le dice: “Si tú eres el Hijo de Dios, échate abajo,
porque está escrito: Él ha ordenado a sus ángeles que te lleven en sus manos, para
que no tropiece tu pie contra piedra alguna”. Y Jesús le responde: “No tentarás al
Señor tu Dios”. En este caso tentar a Dios significa ponerlo ante la alternativa de
hacer un milagro, donde bastaría la ley ordinaria de las cosas.
El Demonio, habiendo ya fracasado en dos intentos, hace un último esfuerzo y
traslada a Jesús, por medio de una invocación mágica, a una montaña y le muestra
ante sus ojos todos los reinos de este mundo y su gloria: el pasado, el presente y el
futuro del resplandeciente poderío y riquezas en un panorama inmenso y fascinante.
Y le dice entonces el Demonio: “Todo esto te daré si postrándote me adoras” (Lc
4, 5 – 7). Pero Jesús no tolera más osadía y responde enérgicamente con
autoridad: “Atrás, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor tu Dios y a Él
sólo servirás” (Dt 6, 13).
Satanás vencido, se aleja. Pero volverá más tarde al asecho. San Lucas dice
expresamente que se alejó de Él “hasta su tiempo” (la palabra griega kairos es muy
expresiva y designa esos momentos inestables de la historia donde todo se decide).
Este momento – este kairos – será precisamente la hora de la Pasión, la hora
del poder de las tinieblas (Lc 22, 53), pero este momento está preparado por
diversos hechos que van encaminados precisamente a la eliminación de Cristo.
La Eliminación de Cristo y la Movilización de los Adversarios
En el Evangelio de Juan (8, 44), Jesús atribuye al Demonio los complots que traman
su muerte después de la corta tregua que siguió a las tentaciones en el desierto. Los
cuatro evangelistas precisan diversos aspectos de la táctica del Demonio para
movilizar a los adversarios y para ir preparando el terreno de animadversión y
ataque directo y poner en oposición a los discípulos en contra del mismo Cristo.
Así tenemos por ejemplo la tentación de Pedro. Simón Pedro confiesa su fe en
nombre de todos y ante esta misma confesión Jesús lo alaba por que su fe no viene
de él sino de Su Padre que está en los cielos y poco tiempo después lo hace
fundamento de la Iglesia: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia” (Mc 14, 16). Pero Pedro, embriagado por este grandísimo honor, es
reprendido por Cristo cuando trata de desviarlo de su Pasión y Jesús severamente le
dice: “¡Apártate de mi, Satanás, pues eres para mí un escándalo!” (Mt 16, 23).
Jesucristo no anda con medias tintas, pues después de haber alabado a Pedro le
llama Satán, pues el apóstol versátil, dócil a las mociones del Espíritu Santo,
inmediatamente después se entrega a las inspiraciones del Demonio.
Igualmente, en la última cena, Jesús le advierte a Pedro: “Satanás os va a cribar
como el trigo” (Lc 22, 31). Pero Pedro protesta: “Aunque tenga que morir contigo
no te negaré jamás” (Mc 14, 31). Pero, desgraciadamente, no podrá ni siquiera
velar en Getsemaní, pues se queda dormido y después de ese arranque de valor para
atacar a los soldados que vienen a detener a Jesús en el Huerto de los Olivos,
sacando la espada de la vaina, negará a Jesús por quien se manifestaba dispuesto a
dar su vida. Lo niega tres veces antes de que el gallo cante dos. Satanás, pues, sabe
cómo tentar a Pedro, un hombre impulsivo, seguro de sí mismo, pero aún
inconsistente y débil. Es decir, la roca del fundamento de la Iglesia no pasa de ser
arena. Pero Pedro resiste, sin embargo, a las tentaciones de la desesperación, estas
que siempre son muy difíciles de vencer y remonta el precipicio en el que
precisamente se hundirá Judas. Sacará provecho de estas caídas y dirá en su epístola
más adelante lo siguiente: “Sed sobrios y velad, pues vuestro adversario, el Diablo,
anda dando vueltas como león rugiente, buscando a quién devorar. Resistid firmes
en la fe” (I Pedro 5, 8 – 9).
Sobre este punto, es oportuno mencionar cómo Satanás utiliza toda su astucia, toda
su experiencia y toda su naturaleza angélica para tentar a los elegidos,
particularmente a sacerdotes, religiosos y religiosas, es decir, aquellos que están
llamados a altas cimas de espiritualidad. Por tanto no hay que extrañarse de los
abandonos que se han multiplicado en el seno del clero y de la vida religiosa, pues
el Demonio sabe que hacer caer a un pastor, o a un líder religioso o laico, trae
mejores frutos por las consecuencias que ello implica. Reiteradamente en mensajes
de la Santísima Virgen en estos últimos tiempos, Ella hace referencia a este hecho
del ataque despiadado que Satanás ha tendido a comunidades religiosas,
sacerdotales, y desde luego dentro de la misma Iglesia de Dios.
Posesión de Judas
Lo que Satanás no pudo conseguir con Pedro sí lo logrará con otro discípulo, Judas.
Habiendo dejado todo para seguir a Jesús, Judas le traicionará finalmente de manera
decisiva.
Es Juan quien describe la progresión de la caída de Judas. En primer lugar, Judas
permanece con Cristo cuando se efectuó un gran distanciamiento afectivo, después
de la multiplicación de los panes y los peces, pero ya Jesucristo discierne la obra del
mal que progresa paulatinamente en Judas: “¿No os elegí Yo a los doce? Y, sin
embargo, uno de vosotros es un demonio. Hablaba de Judas, hijo de Simón
Iscariote, pues éste lo iba a traicionar y era uno de los doce” (Jn 6, 70 – 71). Es ya
un demonio, como Pedro era Satán en Mateo (16, 23), pero de Judas el demonio no
saldrá. Más adelante, Juan nos describe cómo Judas aboga aparentemente a favor de
los pobres pero “era un ladrón pues tenía la bolsa y sustraía lo que se depositaba
en ella” (12, 4 – 7). Satanás ya lo ha enredado en su avaricia y finalmente, al
comienzo de la última cena, Juan dice: “El Diablo había puesto ya en el corazón de
Judas (…) la intención de entregarlo”. Jesús lo sabe: “Uno de vosotros me va a
entregar” (13, 22). Con todo el conocimiento de causa y con todo el respeto a su
libertad, Jesús le dirige un último gesto a su discípulo: le ofrece el bocado de la
amistad. Ya Judas se había dejado lavar los pies, pero aceptó el ofrecimiento por
pura conveniencia. Y así dice Juan: “Y tras el bocado entró en él Satán”. Jesús le
dijo: “Lo que vas a hacer, hazlo pronto (…) Judas tomó el bocado y salió
enseguida. Era de noche”, concluye Juan. (13, 27 – 30).
Satanás está a punto de lograr su empeño y su propósito, y sin embargo Jesús le dirá
poco tiempo después, durante su discurso de despedida: “Viene el príncipe de este
mundo. Sobre mí no tiene ningún poder, pero es preciso que el mundo reconozca
que Yo amo al Padre y que hago lo que el Padre me ha ordenado” (Jn 14, 35).
La Hora del Poder de las Tinieblas
Así pues la Pasión de Jesús se convierte en la hora del poder de las tinieblas. Es la
hora de los enemigos de Jesús y el dominio de la oscuridad. ¿Quién detenta
este poder de las tinieblas?: Satanás; el poder invisible que dirige e impulsa a los
enemigos de Jesús; el principal actor antagonista de Cristo en Su Pasión Redentora
y el que también lo fue en el Paraíso incitando al hombre al pecado original. Así, los
apóstoles abandonan a Jesús, sólo después de que Satanás los reclamara para
cribarlos como el trigo.
El Demonio, aunque oculto e invisible, ocupa un plano primordial en la Pasión de
Cristo; él es el adversario directo de Cristo. Por lo mismo, en la Pasión se describe
el triunfo de Cristo contra el Demonio: “Ahora el príncipe de este mundo va a ser
echado afuera” (Jn 12, 31) y como victoria de Cristo sobre el mundo, simiente de
Satanás, con autoridad dice Jesús: “Tened confianza. Yo he vencido al mundo” (Jn
16, 33).
Debe quedar claro – en el terreno humano – que Jesús no ha triunfado. No ha
utilizado el milagro para reestablecer su situación personal. Su vida terrestre termina
en un fracaso. Pero en el plano sobrenatural por medio de la Cruz se logra la
Redención de la humanidad. Ha llevado hasta el extremo un intercambio con la
humanidad. No solamente se hizo hombre para comunicarnos Su Vida Divina, sino
también, como dice San Pablo, “se ha hecho pecado por nosotros” (II Cor 5, 21).
No es que Él haya pecado, sino que ha tomado sobre Él el pecado y la desgracia de
los hombres. Va a asumir todas las angustias hasta la muerte, pasando por el
abandono de Su Padre, que es la última y más radical de las tentaciones de Satanás.
El Abandono
Conforme se va acercando la muerte de Cristo, que lucha con sus solas fuerzas
humanas, Satanás ve aproximarse su aparente victoria. Jesucristo va a morir
torturado. Pero no le basta esto al tentador, pues su victoria absoluta sería que el
Salvador, destructor del pecado, entrara al nivel del pecado. Para eso, el Demonio
lanza su suprema tentación, la que frecuentemente asumen y viven los más grandes
santos: les vela psicológicamente la conciencia, en un momento donde se había
alcanzado una perfecta unión con Dios. Esto es un verdadero asalto supremo que
han sufrido numerosos santos, y se refleja en ese sentirse abandonados por Dios, de
sentirse odiosos a Dios: es decir, es una sensación similar a la de Cristo, que se ha
hecho pecado por nosotros. Es como un intercambio translúcido de la vida del santo
con la vida del pecador. La fe y la esperanza prácticamente están arrancadas de raíz
de la vida del hombre, y el Amor de Dios se encuentra eclipsado, aunque
paradójicamente Dios les da Su mayor manifestación de amor.
Así pues, la Pasión alcanza su máximo paroxismo con esta prueba de vértigo que
lleva a exclamar a Jesús agónico en la Cruz poco antes de morir: “Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc15, 34).
Hay quienes dicen que Jesús está recitando un salmo. Y sí, en efecto, es el inicio del
Salmo XXII, pero no lo recita convencionalmente sino más bien es la confirmación
profética del Salmo. Para mayor claridad, las dos naturalezas en Jesús, la divina y la
humana, están en su persona pero no confundidas la una y la otra, sino que están sin
mezcla, por tanto este abandono de Dios en Jesús se refiere a la humanidad de
Cristo que al haber asumido toda nuestra debilidad, llega hasta el punto de estar
privada psicológicamente, en este caso de Su mismo Padre. Es la tentación suprema,
la más terrible de todas.
Victoria Aparente
El demonio conseguirá la muerte de Cristo. Tendrá el gozo perverso de haber
eliminado al Justo de los Justos. O sea, lo borra de la superficie de la tierra. La
serpiente (Gen 3, 15) ha logrado morder el talón a la cabeza de la estirpe de la
Mujer. En esto consiste su victoria, la victoria de Satanás, pero será una victoria que
se vuelve en contra del mismo demonio, y será un eterno regalo aterrador a Satanás,
pues Jesús ha muerto por amor y por amor destruye la muerte. Pero la victoria de
Cristo no será inmediata, pues primero Jesús desciende a los infiernos y comparte
por tres días la condición de las almas separadas y su exilio sin poder gozar del
Cielo. Es la divinidad de Jesús la que ilumina esta mansión infernal antes de que Él
la libere para siempre a favor de los patriarcas y de los santos que se encuentran en
ella.
Así, Cristo con Su Pasión y Muerte triunfa sobre Satanás y alcanza su Resurrección
y posterior Ascensión a los Cielos. Vence al mundo (Jn 16, 33). El infierno no tiene
ya ningún poder sobre Él, pero su victoria no ha reducido a Satanás, no lo ha
eliminado del todo, pues él sigue actuante y actuando en el mundo y con frutos
abundantes. Sigue el combate contra el Cuerpo Místico de Cristo y contra nosotros
mismos que somos parte de la Iglesia, y este combate durará hasta el Fin de los
Tiempos, y se hará mucho más violento cuando llegue el final de estos tiempos, es
decir, ahora, pues sabe el Demonio que le queda poco tiempo. Y después de que al
final de los tiempos sea vencido, será atado por mil años (Apoc 20, 3), para ser
soltado sólo un poco antes del fin del mundo. Por tanto, nuestra tarea es sostener a
lo largo de los siglos este duro combate contra Satanás, que ahora tiene expresiones
violentísimas a todos los niveles y que llegará a su clímax con el Anticristo,
verdadero concierto y homenaje al más elevado y sorprendente esoterismo nunca
antes visto.
Mi experiencia tras 18 años de estudios y de Terapias me ha llevado a aceptar el hecho de que
podamos ser y a menudo lo somos, invadidos o poseídos por seres o entidades además de
nuestra propia alma-espíritu. Año tras años en consulta, y el tratamiento de cientos de
pacientes, he aprendido y se aprende a localizar, identificar. Dialogar con, y liberar las
entidades que pudiesen estar, por diversas razones, dentro o alrededor de una persona viva.
Se han desarrollado unas técnicas muy eficaces para reconocer, confrontar y persuadir a los
espíritus, entidades, o energias, apegados o poseedores para que dejen a sus anfitriones y
vayan a un lugar mejor.
Tanto el Chaman Miquel y la Sanadora Amparo de los Angeles, enfatizan el trabajo directo con
la persona afectada por la posesión, y su método altamente eficaz.
A mi parecer, los cambios manifestados podrían ser debidos solo a la sugestión hipnótica. A
causa de esta posibilidad y porque prefiero tener la máxima seguridad de hacer lo que creo que
estoy haciendo, he escogido laTERAPIA DE LA DESPOSESION ESPIRITUAL, como la mas
adecuada y efectiva.
:Tales como en el comer, beber o dormir, depresión, aumento de la cólera, rebeldía, miedo,
pánico o tendencias suicidas.
Dolor físico:
Infecciones persistentes y que no responden a los tratamientos, parecen ser ocasionadas por
las entidades infiltradas que a su vez padecieron y murieron a causa de dicha infeccion.
Cuando la entidad se marcha, desaparece la infeccion. Desordenes metabolicos o inflamatorios
poco frecuentes y otras alteraciones desaparecen después de la desposesion.
Perdida de energia:
La perdida de energia repentina de energia fisica es muy indicativa del estado de posesion.
Uno de los resultados mas frecuentes de la desposesion es el aumento de la energia, de vigor
y de vitalidad.
Voces interiores:
Si estas voces expresan un criterio opuesto al de la persona que las oye, lo mas probable es
que una entidad sea la responsable de ella.
Pesadillas recurrentes:
¿Mito o realidad?
INTRODUCCIÓN
C) El recurso a los magos para afrontar problemas de diverso género que,
como muchas veces se prolongan en el tiempo, se trata de solucionar hasta con el
recurso a la llamada magia negra, la cual casi inevitablemente introduce en el
mundo de los ritos satánicos llevados a cabo por individuos o grupos más o menos
organizados;
Resulta complejo el análisis del mundo de las motivaciones de los que se
declaran a favor del satanismo y traducen sus convicciones en comportamientos
que van contra corriente, a menudo con efectos de carácter judicial (por ejemplo, la
violación de sepulcros, los macabros rituales con matanza de animales, el estrupo
de mujeres vírgenes que más o menos consienten, o comportamientos de pérdida
del propio control en sujetos psicológicamente frágiles).
-La convicción de obtener ventajas materiales de diverso tipo, incluso con perjuicio
para otras personas.
- La voluntad de "contestar" a la sociedad de modo excéntrico y transgresivo; la
asimilación interior de las exigencias ambientales como oprimentes tiene como
consecuencia la concepción en términos tiránicos del mundo, de la ley (divina o
humana) y, más en general, del entorno cultural, social y familiar[30].
- Una morbosa atracción hacia lo que es pavoroso y horrendo tal vez dictada por
el deseo inconsciente de exorcizar los propios miedos.
En este sentido se puede suponer que los afiliados a sectas satánicas
corren el riegos de convertirse más fácilmente en víctimas de realidades como, el
“hechizo”, “el mal de ojo”, las “vejaciones diabólicas” y las “posesiones
demoníacas”[34].
Estos últimos delitos, en el rito satánico, tienen una peculiaridad propia,
pues el producir dolor a un niño -por definición puro y cercano a Dios- significa
hacer sufrir a Dios mismo y, por lo tanto, agradar a Satanás.
Es evidente que en tales situaciones, siempre que existan elementos
suficientes para actuar, se pone inmediatamente en marcha la intervención de la
Policía judicial y de la Magistratura. Se han dado casos criminales de notable
gravedad.
c) delitos contra el respeto a los difuntos: Otra clase de delitos que pueden
realizar los satanistas son “delitos contra el respeto a los difuntos”..
Se pueden citar, en particular, violación de sepulcros, profanación de
tumbas, profanación de cadáveres, destrucción, supresión o sustracción de
cadáveres. El uso de cadáveres es esencial en el ámbito del rito satánico; por eso,
también en estos casos se produce la intervención represiva y punitiva de la
Magistratura.
Ante esta situación, a mi parecer, la tarea más difícil no es la de la
Magistratura y de la Policía judicial, que se limitan a realizar una función
investigadora y represiva, sino, más bien, la de la familia y la sociedad, que de
algún modo deben sostener a los jóvenes y, en general, a las personas que se
encuentran en dificultad, a fin de evitar el inútil recurso a sectas satánicas.
Exorcismo
El tema del Demonio y de los exorcismos goza, en este fin de milenio, de
una morbosa actualidad: desde hace años es abundantemente tratado en cine,
televisión, publicaciones de toda índole, y es tan tomado en cuenta en algunos
sectores de la Iglesia, que mereció una llamada de atención formal de parte de la
Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe.
Puede existir un Oficio de Exorcista, por el que el Sacerdote que lo recibe
no requiera de un permiso peculiar para cada caso, sino que quede facultado para
hacer exorcismos en general, pero esto requiere un procedimiento mucho más
serio, pues es la Conferencia Episcopal (no el Obispo individual), quien debe
solicitarlo a la Santa Sede.
Estas normas, lejos de haberse derogado o mitigado, fueron expresamente
urgidas por la Congregación de la Fe el 29 de septiembre de 1985, en un
documento que conviene transcribir integro:
Se recuerdan las normas para los exorcismos[42]
"Excelentísimo Señor:
Ya hace algunos años, entre ciertos grupos eclesiales, se multiplican las
reuniones de oración con el preciso objeto de obtener la liberación del influjo de los
demonios, aunque no se trata de exorcismos en sentido estricto; tales reuniones se
desarrollan bajo la guía de laicos, incluso si está presente un Sacerdote.
Dado que ha sido consultado a la Congregación para la Doctrina de la Fe
qué se debe pensar de estos hechos, este dicasterio considera necesario informar a
los obispos de la siguiente respuesta:
I) -El canon 1172 del Códice de Derecho Canónico declara que nadie puede
proferir legítimamente exorcismos sobre los obsesos si no ha obtenido especial y
expresa licencia del Ordinario del lugar (Parágrafo 1), y establece que esta licencia
debe ser concedida por el Ordinario del lugar sólo a presbítero dotado de piedad,
ciencia, prudencia e integridad de vida (Parágrafo 2). Por lo tanto, se ruega
vivamente a los obispos que urjan la observancia de estos preceptos.
2) -De éstas prescripciones se sigue que a los fieles ni siquiera es lícito
usar la forma del exorcismo contra Satanás y los ángeles rebeldes, extraída de la
publicada por orden del Sumo Pontifice León XIII, y mucho menos les es lícito usar
el texto íntegro de este exorcismo. Los obispos, en caso de necesidad, procuren
advertir a los fieles de este asunto.
3) -Finalmente, por las mismas razones, se ruega a los obispos que vigilen
para que -aún en los casos en que se excluya una verdadera posesión, pero
parezca revelarse un cierto influjo diabólico- quienes carecen de la debida facultad,
no dirijan reuniones durante las cuales se recitan oraciones para obtener la
liberación, en cuyo decurso se interroga directamente a los demonios y se trata de
conocer su identidad.
El recordar estas normas sin embargo, de ninguna manera debe alejar a
los fieles de orar para que, como nos ha enseñado Jesús, nos liberemos del mal
(Cfr. Mt 6,13).
En fin, los pastores podrán aprovechar esta ocasión para recordar cuanto la
tradición de la Iglesia enseña acerca de la función que tienen los sacramentos y la
intercesión de la Santisima Virgen María, de los ángeles y de los santos en la lucha
espiritual contra los espíritus malignos.
Aprovecho la ocasión para manifestarle los sentimientos de la más viva
consideración.
"Afectísimo en el Señor, José Card. Ratzinger, Prefecto. Alberto Bovone,
Secretario”
Verdadera posesión diabólica
La condición más difícil para proceder a un exorcismo es la “verdadera
posesión diabólica”. Resulta fácil sentirse inclinado a pensar en una presencia
demoníaca cuando se está frente a horrores como las matanzas colectivas sin
sentido, las crueldades con que se tortura a seres humanos inocentes, los crímenes
cometidos por narcosatánicos. En todos estos casos parecería que estamos frente a
una maldad sobrehumana.
Pero un espíritu sereno no debe guiarse por opiniones ni por impresiones.
Ya el Ritual Romano, aunque data de hace casi 400 años y que sus conocimientos
médicos eran tan primitivos que aún hablaba de la “bilis negra”, como posible
explicación natural de los trastornos que solían atribuirse al demonio, se mostraba
sumamente cauto.
En su norma tercera ordenaba no creer fácilmente: “en primer lugar no crea
fácilmente que alguien sea atacado por el demonio”; exigía signos evidentes, tales
como: “hablar una lengua desconocida por medio de muchas palabras, o entender
al que lo habla, descubrir cosas distantes y ocultas, exhibir una fuerza superior a la
situación natural de su edad o de su condición; y otras cosas de esta especie”.
El mismo Ritual no consideraba todavía definitivos estos signos, sino sólo
“maiora indicia” (indicios mayores) y por eso en el caso de que se dieran varios
juntos: “los cuales, cuando concurren muchos, entonces serán mayores las
manifestaciones”.
Entre estos -id genus- (n.e.-. de esta especie) apuntaba en su norma 16 la
aparición de convulsiones o de tumores anormales: “cuantas veces vea al atacado
que es perturbado en alguna parte del cuerpo, o lesionado, o aparecer un tumor en
alguna parte, ahí haga el signo de la cruz, y rocíe agua bendita, la cual por tanto
tenga al alcance”.
Estos criterios, que parecerían ser suficientemente claros en el tiempo en
que se redactó el Ritual Romano, resultan insuficientes ahora, porque a la luz de las
modernas ciencias, sabemos que pueden tener explicaciones naturales.
No podemos afirmar que nunca se dan casos de verdadera posesión
diabólica, sin embargo, en acatamiento a las normas de la Iglesia, no se debería
pensar en facilitar o multiplicar el recurso de los exorcismos, sino por el contrario,
ser doblemente cautos.
El obispo, solicitado a conceder el permiso para proceder a un exorcismo,
tome en cuenta que es riesgoso concederlo en casos de pseudo-posesión (n.e.:
falsa posesión) porque la víctima puede afirmarse aún más en su convicción de
estar poseída y puede descuidar las precauciones del caso y de un tratamiento
médico adecuado.
NOTAS
Dios es infinitamente bueno y todas sus obras son buenas. Sin embargo, nadie escapa a
la experiencia del sufrimiento, de los males en la naturaleza -que aparecen como ligados
a los límites propios de las criaturas -, y sobre todo a la cuestión del mal moral. ¿De
dónde viene el mal? "Quaerebam unde malum et non erat exitus" ("Buscaba el origen
del mal y no encontraba solución") dice S. Agustín (conf. 7,7.11), y su propia búsqueda
dolorosa sólo encontrará salida en su conversión al Dios vivo. Porque "el misterio de la
iniquidad" (2 Ts 2,7) sólo se esclarece a la luz del "Misterio de la piedad" (1 Tm 3,16).
La revelación del amor divino en Cristo ha manifestado a la vez la extensión del mal y
la sobreabundancia de la gracia (cf. Rm 5,20). Debemos, por tanto, examinar la cuestión
del origen del mal fijando la mirada de nuestra fe en el que es su único Vencedor (cf. Lc
11,21-22; Jn 16,11; 1 Jn 3,8).
+++
Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, Dios lo llama (cf.
Gn 3,9) y le anuncia de modo misterioso la victoria sobre el mal y el levantamiento de
su caída (cf. Gn 3,15). Este pasaje del Génesis ha sido llamado "Protoevangelio", por
ser el primer anuncio del Mesías redentor, anuncio de un combate entre la serpiente y
la Mujer, y de la victoria final de un descendiente de ésta.
La tradición cristiana ve en este pasaje un anuncio del "nuevo Adán" (cf. 1 Co 15,21-
22.45) que, por su "obediencia hasta la muerte en la Cruz" (Flp 2,8) repara con
sobreabundancia la descendencia de Adán (cf. Rm 5,19-20). Por otra parte, numerosos
Padres y doctores de la Iglesia ven en la mujer anunciada en el "protoevangelio" la
madre de Cristo, María, como "nueva Eva". Ella ha sido la que, la primera y de una
manera única, se benefició de la victoria sobre el pecado alcanzada por Cristo: fue
preservada de toda mancha de pecado original (cf. Pío IX: DS 2803) y, durante toda su
vida terrena, por una gracia especial de Dios, no cometió ninguna clase de pecado (cf.
Cc. de Trento: DS 1573).
Pero, ¿por qué Dios no impidió que el primer hombre pecara? S. León Magno responde:
"La gracia inefable de Cristo nos ha dado bienes mejores que los que nos quitó la
envidia del demonio" (serm. 73,4). Y S. Tomás de Aquino: "Nada se opone a que la
naturaleza humana haya sido destinada a un fin más alto después de pecado. Dios, en
efecto, permite que los males se hagan para sacar de ellos un mayor bien. De ahí las
palabras de S. Pablo: `Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia´ (Rm 5,20). Y el
canto del Exultet: `¡Oh feliz culpa que mereció tal y tan grande Redentor!´" (s.th. 3,1,3,
ad 3).
+++
Abrazador: de abrazo (a su vez de brazo), que abraza, que envuelve, que oprime. Y las
serpientes pueden ser envolventes y asfixiar. La iconografía hace referencia a ésta.
Recuerda al caduceo, que también envuelve.
Abrasador, de brasa (ascua), de fuego ¡con la calor que hace, abrasador, desde luego!
produciría fiebre el mirarlas...
Las serpientes del Sinaí
En la historia del cristianismo, los reptiles han tenido un destacado papel. La Biblia
menciona el término “serpiente” unido al de culebra o víbora, en singular o plural, del
orden de 74 veces. No cabe la menor duda de que la mención de estos animales, tiene
un destacado papel simbológico, amén de la gran repulsión que los reptiles producía en
los antiguos y sigue produciendo entre nosotros y eso, a pesar de disponer de sueros anti
ofidios y ser muy pocas las ocasiones que se le presentan al hombre de ciudad, de
tropezar con un ofidio.
EI culto de la “serpiente” estaba y está extendido por todo el Oriente, recordemos a los
encantadores de serpientes concretamente en la India. Antiguamente, este animal tenía
un simbolismo polivalente: se lo asociaba tanto a las fuerzas de la vida y la fecundidad,
como a las representaciones del caos y de la muerte, del misterio y de la ciencia oculta.
En la Biblia se nos llega a presentar como un animal hostil a Dios, a quien acusa de
mentira y envidia, en el pasaje del Génesis sobre el pecado original. y también hostil al
hombre, a quien seduce deliberadamente e induce a transgredir el mandato divino.
Además, pone de relieve la “astucia” de la serpiente, y la presenta como conocedora de
la propiedad misteriosa escondida en el fruto del árbol. En el paganismo la serpiente era
considerada como símbolo de la sabiduría, y la mitología pagana está repleta de
símbolos alusivos a las serpientes.
En el Antiguo Testamento, tuvo la serpiente un papel esencial, el papel que tuvo Satanás
revestido de serpiente, tentando a Eva y la subsiguiente maldición divina sobre la
serpiente: “Y el Señor Dios dijo a la serpiente:"Por haber hecho esto, maldita seas
entre todos los animales domésticos y entre todos los animales del campo. Te
arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los días de tu vida. Pondré
enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Él te aplastará la cabeza y
tú le acecharás el talón". (Gn 3,14-15). La enemistad puesta por Dios entre los dos
culpables –la mujer y la serpiente seductora– proseguirá entre la descendencia de una y
otra. El linaje de la mujer es toda la especie humana en lucha contra los poderes del mal,
que intentarán precipitarla en la ruina. El texto deja entrever una victoria final del
hombre, que aplastará la cabeza de la serpiente. Por eso la tradición cristiana ha dado a
este texto el nombre de “Protoevangelio", o sea, primer anuncio de la salvación.
Al protegido de Dios, Él le librará de las serpientes: “Caminarás sobre leones y
víboras, pisotearás cachorros de león y serpientes”. (Sal 91,13). Pero en el Sinaí,
cuando aún no estaba escrito este salmo 91, Dios utiliza a la serpiente como enemigo
del hombre y permite dada la conducta de Israel, que esta se cebe en los
israelitas: “Envió entonces Yahveh contra el pueblo serpientes abrasadoras, que
mordían al pueblo; y murió mucha gente de Israel. El pueblo fue a decirle a
Moisés: Hemos pecado por haber hablado contra Yahvéh y contra ti. Intercede
ante Yahveh para que aparte de nosotros las serpientes, Moisés intercedió por el
pueblo. Y dijo Yahveh a Moisés: Hazte un abrasador y ponlo sobre un mástil.
Todo el que haya sido mordido y lo mire, vivirá. Hizo Moisés una serpiente de
bronce y la puso en un mástil. Y si una serpiente mordía a un hombre y éste
miraba la serpiente de bronce, quedaba con vida”. (Núm 21,6-9). Las serpientes
“abrasadoras” eran como seres fabulosos, y les daban ese nombre por la inflamación y
la fiebre que producían al morder. La “serpiente de bronce” fabricada por Moisés ejerce
una especie de influencia “sacramental", ya que es un signo visible mediante el cual
Dios concede la curación. En este relato se ve una vez más la reacción de los israelitas
ante la dura prueba del desierto, el castigo divino y el perdón concedido por la
intercesión de Moisés. La serpiente de bronce mandada construir por Moisés llamada
Nejustán, se veneraba en el Templo de Jerusalén, y el rey Ezequías la mandó destruir,
por considerarla un signo idolátrico, ya que los israelitas le quemaban incienso (2 Rey.
18.4).
De acuerdo con el contenido del Nuevo Testamento, la serpiente de bronce prefigura la
obra salvadora de Cristo: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así
tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él
vida eterna”. (Jn 3,14-15) Y ahora nosotros, cuando seamos víctimas del sufrimiento
del dolor, de la soledad, de la incomprensión, tenemos siempre el recurso para curarnos
de nuestros males, de levantar la vista amorosamente al que más nos ama y que se
encuentra crucificado, solo en lo alto de una cruz, crucificado por amor a por nosotros.
Una simple mirada de amor al Amor de los amores, nos dará siempre la fuerza necesaria
para pisotear leones y serpientes como nuevos protagonistas del salmo 91.
24.07.2009 http://religionenlibertad.com/blog/index.php?
blog=43&p=3846&more=1&c=1&tb=1&pb=1#more3846
+++
El pecado original altera el modo con el que el hombre y la mujer acogen y viven la
Palabra de Dios y su relación con el Creador. Inmediatamente después de haberles
donado el jardín, Dios les da un mandamiento positivo (cf Gn 2,16) seguido por otro
negativo (cf Gn 2,17), con el cual se afirma implícitamente la diferencia esencial entre
Dios y la humanidad. En virtud de la seducción de la Serpiente, tal diferencia es
rechazada de hecho por el hombre y la mujer. Comoconsecuencia se tergiversa también
el modo de vivir su diferenciación sexual. La narración del Génesis establece así una
relación de causa y efecto entre las dos diferencias: en cuando la humanidad considera a
Dios como su enemigo se pervierte la relación misma entre el hombre y la mujer.
Asimismo, cuando esta última relación se deteriora, existe el riesgo de que quede
comprometido también el acceso al rostro de Dios.
En las palabras que Dios dirige a la mujer después del pecado se expresa, de modo
lapidario e impresionante, la naturaleza de las relaciones que se establecerán a partir de
entonces entre el hombre y la mujer: «Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te
dominará» (Gn 3,16). Será una relación en la que a menudo el amor quedará reducido a
pura búsqueda de sí mismo, en una relación que ignora y destruye el amor,
reemplazándolo con el yugo de la dominación de un sexo sobre el otro. La historia de la
humanidad reproduce, de hecho, estas situaciones en las que se expresa abiertamente la
triple concupiscencia que recuerda San Juan, cuando habla de la concupiscencia de la
carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida (cf 1 Jn 2,16). En esta
trágica situación se pierden la igualdad, el respeto y el amor que, según el diseño
originario de Dios, exige la relación del hombre y la mujer.
+++
«Quien no cree en el demonio, no cree en el Evangelio». Juan Pablo II Magno
+++
«La realidad es que hoy todos nos creemos tan buenos que no nos podemos merecer
otra cosa sino el paraíso. Esto proviene ciertamente de una cultura que, a fuerza de
atenuantes y coartadas, tiende a borrar en el hombre el sentimiento de su propia culpa,
de su pecado. Alguien ha observado que las ideologías que predominan actualmente
coinciden todas en un dogma fundamental: la obstinada negación del pecado, de la
verdad que la fe vincula al Infierno»...
+++
—¿Acaso no temías a Dios?
La Inmaculada Concepción
1. En la reflexión doctrinal de la Iglesia de Oriente, la expresión llena de gracia, como
hemos visto en las anteriores catequesis, fue interpretada, ya desde el siglo VI, en el
sentido de una santidad singular que reina en María durante toda su existencia. Ella
inaugura así la nueva creación.
Además del relato lucano de la Anunciación, la Tradición y el
Magisterio han considerado el así llamado Protoevangelio (Gn 3, 15)
como una fuente escriturística de la verdad de la Inmaculada
Concepción de María. Ese texto, a partir de la antigua versión latina:
"Ella te aplastará la cabeza", ha inspirado muchas representaciones
de la Inmaculada que aplasta a la serpiente bajo sus pies.
Ya hemos recordado con anterioridad que esta traducción no
corresponde al texto hebraico, en el que quien pisa la cabeza de
la serpiente no es la mujer, sino su linaje, su descendiente. Ese
texto, por consiguiente, no atribuye a María, sino a su Hijo la victoria
sobre Satanás. Sin embargo, dado que la concepción bíblica establece
una profunda solidaridad entre el progenitor y la descendencia, es
coherente con el sentido original del pasaje la representación de la
Inmaculada que aplasta a la serpiente, no por virtud propia sino de
la gracia del Hijo.
2. En el mismo texto bíblico, además, se proclama la enemistad entre
la mujer y su linaje, por una parte, y la serpiente y su descendencia,
por otra. Se trata de una hostilidad expresamente establecida por
Dios, que cobra un relieve singular si consideramos la cuestión de la
santidad personal de la Virgen. Paraser la enemiga irreconciliable de
la serpiente y de su linaje, María debía estar exenta de todo dominio
del pecado. Y esto desde el primer momento de su existencia.
A este respecto, la encíclica Fulgens corona, publicada por el Papa Pío
XII en 1953 para conmemorar el centenario de la definición del
dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así: "Si en un
momento determinado la santísima Virgen María hubiera quedado
privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su
concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y
laserpiente no habría ya -al menos durante ese período de tiempo,
por más breve que fuera- la enemistad eterna de la que se habla
desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la
Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre" (AAS 45
[1953], 579).
La absoluta enemistad puesta por Dios entre la mujer y el demonio
exige, por tanto, en María la Inmaculada Concepción, es decir, una
ausencia total de pecado, ya desde el inicio de su vida. El Hijo de
María obtuvo la victoria definitiva sobre Satanás e hizo beneficiaria
anticipadamente a su Madre, preservándola del pecado. Como
consecuencia, el Hijo le concedió el poder de resistir al demonio,
realizando así en el misterio de la Inmaculada Concepción el más
notable efecto de su obra redentora.
3. El apelativo llena de gracia y el Protoevangelio, al atraer nuestra
atención hacia la santidad especial de María y hacia el hecho de que
fue completamente librada del influjo de Satanás, nos hacen intuir en
el privilegio único concedido a María por el Señor el inicio de un
nuevo orden, que es fruto de la amistad con Dios y que implica, en
consecuencia, una enemistad profunda entre laserpiente y los
hombres.
Como testimonio bíblico en favor de la Inmaculada Concepción de
María, se suele citar también el capítulo 12 del Apocalipsis, en el que
se habla de la "mujer vestida de sol" (Ap 12, 1). La exégesis actual
concuerda en ver en esa mujer a la comunidad del pueblo de Dios,
que da a luz con dolor al Mesías resucitado. Pero, además de la
interpretación colectiva, el texto sugiere también una individual,
cuando afirma: "La mujer dio a luz un hijo varón, el que ha de regir a
todas las naciones con cetro de hierro" (Ap 12, 5). Así, haciendo
referencia al parto, se admite cierta identificación de la mujer vestida
de sol con María, la mujer que dio a luz al Mesías. La mujer-
comunidad está descrita con los rasgos de la mujer-Madre de Jesús.
Caracterizada por su maternidad, la mujer "está encinta, y grita con
los dolores del parto y con el tormento de dar a luz" (Ap 12, 2). Esta
observación remite a la Madre de Jesús al pie de la cruz (cf. Jn 19,
25), donde participa, con el alma traspasada por la espada (cf. Lc 2,
35), en los dolores del parto de lacomunidad de los discípulos. A
pesar de sus sufrimientos, está vestida de sol, es decir, lleva el
reflejo del esplendor divino, y aparece como signo grandioso de la
relación esponsal de Dios con su pueblo.
Estas imágenes, aunque no indican directamente el privilegio de la
Inmaculada Concepción, pueden interpretarse como expresión de la
solicitud amorosa del Padre que llena a María con la gracia de Cristo y
el esplendor del Espíritu.
Por último, el Apocalipsis invita a reconocer más particularmente la
dimensión eclesial de la personalidad de María: la mujer vestida de
sol representa la santidad de la Iglesia, que se realiza plenamente
en la santísima Virgen, en virtud de una gracia singular.
4. A esas afirmaciones escriturísticas, en las que se basan la
Tradición y el Magisterio para fundamentar la doctrina de la
Inmaculada Concepción, parecerían oponerse los textos bíblicos que
afirman la universalidad del pecado.
El Antiguo Testamento habla de un contagio del pecado que afecta a
"todo nacido de mujer" (Sal 50, 7; Jb 14, 2). En el Nuevo
Testamento, san Pablo declara que, como consecuencia de la culpa
de Adán, "todos pecaron" y que "el delito de uno solo atrajo sobre
todos los hombres la condenación" (Rm 5, 12. 18). Por consiguiente,
como recuerda el Catecismo de la Iglesia católica, el pecado original
"afecta a la naturaleza humana", que se encuentra así "en un estado
caído". Por eso, el pecado se transmite "por propagación a toda la
humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza humana
privada de la santidad y de la justicia originales" (n. 404). San Pablo
admite una excepción de esa ley universal: Cristo, que "no conoció
pecado" (2 Cor 5, 21) y así pudo hacer que sobreabundara la gracia
"donde abundó el pecado" (Rm 5, 20).
Estas afirmaciones no llevan necesariamente a concluir que María
forma parte de la humanidad pecadora. El paralelismo que san Pablo
establece entre Adán y Cristo se completa con el que establece entre
Eva y María: el papel de la mujer, notable en el drama del pecado, lo
es también en la redención de la humanidad.
San Ireneo presenta a María como la nueva Eva que, con su fe y su
obediencia, contrapesa la incredulidad y la desobediencia de Eva. Ese
papel en la economía de la salvación exige la ausencia de pecado. Era
conveniente que, al igual que Cristo, nuevo Adán, también María,
nueva Eva, no conociera el pecado y fuera así más apta para
cooperar en la redención.
El pecado, que como torrente arrastra a la humanidad, se detiene ante el Redentor y su
fiel colaboradora. Con una diferencia sustancial: Cristo estotalmente santo en virtud de
la gracia que en su humanidad brota de la persona divina; y María es totalmente santa en
virtud de la gracia recibida por los méritos del Salvador.
+++
La “serpiente antigua” provoca a la mujer
El primer pecado en la historia del hombre “peccatum
originale”.
1. En el contexto de la creación y de la concesión de los dones con los
que Dios constituye al hombre en el estado de santidad y de justicia
original, la descripción del primer pecado que en encontramos en el
tercer capítulo del Génesis, adquiere mayor claridad. Es obvio que
esta descripción, que se centra en la transgresión de la prohibición
divina de comer "los frutos del árbol de la ciencia del bien y del mal",
debe ser interpretada teniendo en cuenta el carácter específico del
texto antiguo y, particularmente, el género literario al que pertenece.
Pero, incluso teniendo presente esta exigencia científica en el estudio
del primer libro de la Sagrada Escritura, no se puede negar que un
primer elemento seguro del mismo salta a la vista debido al carácter
específico de aquella narración del pecado: dicho carácter consiste en
que se trata de un acontecimiento primordial, es decir, de un hecho,
que, de acuerdo con la Revelación, aconteció en los comienzos de la
historia del hombre. Precisamente por ello, el texto presenta otro
elemento cierto: es decir, el sentido fundamental y decisivo de aquel
acontecimiento para las relaciones entre el hombre y Dios y, en
consecuencia, para la "situación" interior del mismo hombre, para las
recíprocas relaciones entre los hombres y, en general, para la
relación del hombre con el mundo.
2. El hecho que realmente importa, bajo las formas descriptivas, es
de naturaleza moral y se inscribe en las raíces mismas del espíritu
humano. Un hecho que da lugar a un cambio fundamental de la
"situación": el hombre es lanzado fuera del estado de justicia original
para encontrarse en el estado de pecaminosidad (status naturae
lapsae); un estado que lleva consigo el pecado y conoce la tendencia
al pecado. Desde ese momento, toda la historia de la humanidad
sentirá el peso de este estado. El primer ser humano (hombre y
mujer) recibió, en efecto, de Dios la gracia santificante no sólo para
sí mismo, sino, en cuanto cabeza de la humanidad, para todos sus
descendientes. Así, pues, con el pecado que lo estableció en una
situación de conflicto con Dios, perdió la gracia (cayó en desgracia),
incluso en la perspectiva de la herencia para sus descendientes. En
esta privación de la gracia, añadida a la naturaleza, se sitúa la
esencia del pecado original como herencia de los primeros padres,
según la enseñanza de la Iglesia, basada en la Revelación.
3. Entenderemos mejor el carácter de esta herencia si analizamos el
relato del tercer capítulo del Génesis sobre el primer pecado. El relato
comienza con elcoloquio que el tentador, presentado en forma
de serpiente, tiene con la mujer. Este dato es completamente
nuevo. Hasta ahora el libro del Génesis no había hablado de que en el
mundo creado existieran otros seres inteligentes y libres fuera del
hombre y de la mujer. La descripción de la creación en los capítulos 1
y 2 del Génesis se refiere, en efecto, al mundo de los "seres visibles".
El tentador pertenece al mundo de los "seres invisibles", puramente
espirituales, si bien, durante este coloquio, la Biblia lo presenta bajo
forma visible. Esta primera aparición del espíritu maligno en una
página bíblica, es preciso considerarla en el contexto de cuanto
encontramos sobre este tema en los libros del Antiguo y Nuevo
Testamento. (Ya lo hemos hecho en las catequesis precedentes).
Singularmente elocuente en este sentido es el libro del Apocalipsis (el
último de la Sagrada Escritura), según el cual sobre la tierra es
arrojado "el dragón grande, la antigua serpiente (una alusión
explícita a Gen 3), llamada Diablo y Satanás, que extravía a toda la
redondez de la tierra" (Ap 12, 9). Por el hecho de que "extravía a
toda la redondez de la tierra", en otro texto se le llama "padre de la
mentira" (Jn 8, 44).
4. El pecado humano de los comienzos, el pecado primordial al cual
se refiere el relato de Gen 3, acontece por influencia de este ser.
La " serpiente antigua" provoca a la mujer: " ´Con que os ha
mandado Dios que no comáis de los árboles del paraíso?´. Y
respondió la mujer a la serpiente: Del fruto de los árboles del
paraíso comemos, pero del fruto del que está en medio del paraíso
nos ha dicho Dios: ´No comáis de él, ni lo toquéis siquiera, no vayáis
a morir´. Y dijo la serpiente a la mujer: ´No, no moriréis; es que
sabe Dios que el día que de él comáis se os abrirán los ojos y seréis
como Dios, conocedores del bien y del mal´ " (Gen 3, 1-5).
5. No es difícil descubrir en este texto los problemas esenciales de la
vida del hombre ocultos en un contenido aparentemente tan sencillo.
El comer o no comer del fruto de cierto árbol puede parecer una
cuestión irrelevante. Sin embargo, el árbol "de la ciencia del bien y
del mal" significa el primer principio de la vida humana, al que se une
un problema fundamental. El tentador lo sabe muy bien, por ello
dice: "El día que de él comiereis... seréis como Dios, conocedores del
bien y del mal". El árbol significa, por consiguiente, el límite
infranqueable para el hombre y para cualquier criatura, incluso para
la más perfecta. La criatura es siempre, en efecto, sólo una criatura,
y no Dios. No puede pretender de ningún modo ser "como Dios",
"conocedora del bien y del mal" como Dios. Sólo Dios es la fuente de
todo ser, sólo Dios es la Verdad y la Bondad absolutas, en quien se
miden y en quien se distingue el bien del mal. Sólo Dios es el
Legislador eterno, de quien deriva cualquier ley en el mundo creado,
y en particular la ley de la naturaleza humana (lex naturae). El
hombre, en cuanto criatura racional, conoce esta ley y debe dejarse
guiar por ella en la propia conducta. No puede pretender establecer él
mismo la ley moral, decidir por sí mismo lo que está bien y lo que
está mal, independientemente del Creador, más aún, contra el
Creador. No puede, ni el hombre ni ninguna otra criatura, ponerse en
el lugar de Dios, atribuyéndose el dominio del orden moral, contra la
constitución ontológica misma de la creación, que se refleja en la
esfera psicológico-ética con los imperativos fundamentales de la
conciencia y, en consecuencia, de la conducta humana.
6. En el relato del Génesis, bajo la apariencia de una trama
irrelevante, a primera vista, se encuentra, pues, el problema
fundamental del hombre, ligado a su misma condición de criatura: el
hombre como ser racional debe dejarse guiar porprimera", que es,
por lo demás, la verdad de su misma existencia. El hombre no puede
pretender constituirse él mismo en el lugar que corresponde a esta
verdad o ponerse a su mismo nivel. Cuando se pone en duda este
principio, se conmueve, en la raíz misma del actuar humano, el
fundamento de la "justicia" de la criatura en relación con el Creador.
Y de hecho el tentador, "padre de la mentira", insinuando la duda
sobre la verdad de la relación con Dios, cuestiona el estado de justicia
original. Por su parte el hombre, cediendo al tentador, comete un
pecado personal y determina en la naturaleza humana el estado de
pecado original.
7. Tal como aparece en el relato bíblico, el pecado humano no tiene
su origen primero en el corazón (y la conciencia) del hombre, no
brota de una iniciativa espontánea del hombre. Es, en cierto sentido,
el reflejo y la consecuencia del pecado ocurrido ya anteriormente en
el mundo de los seres invisibles. A este mundo pertenece el tentador,
"la serpiente antigua". Ya antes ("antiguamente") estos seres
dotados de conciencia y de libertad habían sido "probados" para que
optaran de acuerdo con su naturaleza puramente espiritual. En ellos
había surgido la "duda" que, como dice el tercer capítulo del Génesis,
inyecta el tentador en los primeros padres. Ya antes, aquellos seres
habían sospechado y habían acusado a Dios, que, en cuanto Creador
es la sola fuente de la donación del bien a todas las criaturas y,
especialmente, a las criaturas espirituales. Habían contestado la
verdad de la existencia, que exige la subordinación total de la criatura
al Creador. Esta verdad había sido suplantada por una sospecha
originaria, que los había conducido a hacer de su propio espíritu el
principio y la regla de la libertad. Ellos habían sido los primeros en
pretender poder "ser conocedores del bien y del mal como Dios", y se
habían elegido a sí mismos en contra de Dios, en lugar de elegirse a
sí mismos "en Dios", según las exigencias de su ser de criaturas:
porque, "¿Quién como Dios?". Y el hombre, al ceder a la sugerencia
del tentador, se hizo secuaz y cómplice de los espíritus rebeldes.
8. Las palabras, que, según Gen 3, oyó el primer hombre junto al
"árbol de la ciencia del bien y del mal", esconden en sí toda la carga
de mal que puede nacer en la voluntad libre de la criatura en sus
relaciones con Aquel que, en cuanto Creador, es la fuente de todo ser
y de todo bien: ¡Él, que, siendo Amor absolutamente desinteresado y
auténticamente paterno, es, en su misma esencia, Voluntad de don!.
Precisamente este Amor que da se encuentra con la objeción, la
contradicción, el rechazo. La criatura que quiere ser "como Dios"
concreta su actitud expresada perfectamente por San Agustín: "Amor
de sí mismo hasta llegar a despreciar a Dios" (cf. De civitate Dei, XIV,
28: PL 41, 436). Esta es tal vez la precisión más penetrante que se
puede hacer del concepto de aquel pecado que aconteció en los
comienzos de la historia cuando el hombre cedió a la sugerencia del
tentador: "Contemptus Dei", rechazar a Dios, despreciar a Dios, odiar
todo aquello que tiene que ver con Dios o procede de Dios.
Por desgracia, no se trata de un hecho aislado en los albores de la
historia. ¡Cuántas veces nos encontramos ante hechos, gestos,
palabras, condiciones de vida en las que se refleja la herencia de
aquel primer pecado!.
El Génesis pone aquel pecado en relación con Satanás: y esa verdad
sobre laserpiente antigua" es confirmada luego en muchos pasajes
de la Biblia.
9. ¿Cómo se presenta, en este contexto, el pecado del hombre?
El relato de Gen 3 continúa: "Vio, pues, la mujer que el fruto era
bueno para comerse, hermoso a la vista y deseable para alcanzar por
él la sabiduría, y tomó del fruto y comió, y dio también de él a su
marido, que también con ella comió" (Gen 3, 6).
¿Qué elemento resalta esta descripción, muy precisa a su modo?
Demuestra que el primer hombre actuó contra la voluntad del
Creador, subyugado por la seguridad que le había dado el tentador de
que "los frutos de este árbol sirven para adquirir el conocimiento". En
el relato no se dice que el hombre aceptara plenamente la carga de
negación y de odio hacia Dios, contenida en las palabras del "padre
de la mentira". Pero aceptó la sugerencia de servirse de una cosa
creada contra la prohibición del Creador, pensando que también él -el
hombre- puede "como Dios ser conocedor del bien y del mal".
Según San Pablo, el primer pecado del hombre consistió sobre todo en desobedecer a
Dios (cf. Rom 5, 19). El análisis de Gen. 3 y la reflexión de este texto tan profundo
demuestran de qué forma puede surgir esa "desobediencia" y en qué dirección puede
desarrollarse en la voluntad del hombre. Se puede afirmar que el pecado "de los
comienzos" descrito en Gen 3 contiene en cierto sentido el "modelo" originario de
cualquier pecado que pueda realizar el hombre.
+++
"Estableceré hostilidades... ":
el hombre implicado en la lucha contra las fuerzas de las
tinieblas
1. En la introducción a la Constitución Gaudium et spes del Concilio
Vaticano II, leemos: "Tiene, pues, ante sí (la Iglesia) al mundo, esto
es, la entera familia humana con el conjunto universal de las
realidades entre las que ésta vive; el mundo, teatro de la historia
humana, con sus afanes, fracasos y victorias; el mundo, que los
cristianos creen fundado y conservado por el amor del Creador,
esclavizado bajo la servidumbre del pecado, pero liberado por Cristo,
crucificado y resucitado, roto el poder del demonio, para que el
mundo se transforme según el propósito divino y llegue a su
consumación" (Gaudium et spes, 2).
2. Es el mundo que tenemos delante en estas catequesis nuestras.
Estas se refieren, como es sabido, a la realidad del mal, se decir, del
pecado, bien al principio o durante toda la historia de la familia
humana. Al intentar reconstruir una imagen sintética del pecado, nos
servimos también de todo lo que dice de él la variada experiencia del
hombre a lo largo de los siglos. Pero no olvidamos que el pecado es
en sí mismo un misterio de iniquidad, cuyo comienzo en la historia, y
también su desarrollo sucesivo, no se pueden comprender
totalmente sin referencia al misterio de Dios-Creador, y en particular
del Creador de los seres que están hechos a imagen y semejanza
suya. Las palabras del Vaticano II que acabamos de citar, dicen que
el misterio del mal y del pecado, el "mysterium iniquitatis", no puede
comprenderse sin referencia al misterio de la redención, al
"mysterium paschale" de Jesucristo, como hemos observado desde la
primera catequesis de este ciclo. Precisamente esta "lógica de fe" se
expresa ya en los símbolos más antiguos.
3. En un marco así sobre la verdad del pecado, constantemente
profesada y anunciada por la Iglesia, somos introducidos ya desde el
primer anuncio de redención que encontramos en el Génesis.
Efectivamente, después de haber infringido el primer mandamiento,
sobre el que Dios-Creador fundó la más Antigua Alianza con el
hombre, el Génesis nos pone al corriente del siguiente diálogo: "El
Señor Dios lo llamó: ¿Dónde estás? El contestó: Oí tu ruido en el
jardín, me dio miedo porque estaba desnudo, y me escondí. El Señor
le replicó: ¿Quién te informó de que estabas desnudo? ¿Es que has
comido del árbol del que te prohibí comer? Adán respondió: La mujer
que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí. El Señor
Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Ella respondió:
La serpiente me engañó y comí" (Gén 3, 9-3).
"El Señor dijo a la serpiente: Por haber hecho eso serás
maldita... Establezco enemistades entre ti y la mujer, entre tu estirpe
y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón"
(Gén 3, 14-15).
4. Este pasaje del Génesis 3 se inserta armónicamente en el contexto
"Yahvista" al que pertenece, tanto respecto al estilo como al modo de
presentar la verdad que conocemos ya desde el examen de las
palabras del tentador y de la descripción del primer pecado. A pesar
de las apariencias que el estilo del relato bíblico puede suscitar, las
verdades esenciales están en él suficientemente legibles. Se dejan
captar y comprender en sí mismas, y aún más en el contexto de todo
lo que sobre este tema dice la Biblia entera, desde el principio hasta
el fin, mediante el sentido más pleno de la Sagrada Escritura (sensus
plenior).
Así pues, el pasaje del Gén 3, 9-15 (y también la continuación de
este capítulo)contiene la respuesta de Dios al pecado del hombre. Es
una respuesta directaal primer pecado, y al mismo tiempo una
respuesta en perspectiva, porque se refiere a toda la historia futura
del hombre en la tierra, hasta su término. Entre el Génesis y el
Apocalipsis hay una verdadera continuidad y al mismo tiempo una
profunda coherencia en la verdad revelada por Dios. A
esta coherencia armónica de la Revelación corresponde la "lógica de
la fe" por parte del hombre que cree conscientemente. La verdad del
pecado entra en el desarrollo de esta lógica.
5. Según el Gén 3, 9-15, el primer pecado del hombre es descrito
sobre todo como "desobediencia", es decir, oposición al mandamiento
que expresa la voluntad del Creador. Lo hemos visto. El hombre
(varón y mujer) es responsablede este acto, porque Adán es
completamente consciente y libre de hacer lo que hace. La misma
responsabilidad se encuentra en cada pecado personal en la historia
del hombre, que actúa por un fin. Es significativo a este respecto lo
que hace saber el Génesis, es decir, que el Señor Dios pregunta a los
dos -primero al hombre, después a la mujer- el motivo de su
comportamiento: "¿Qué es lo que has hecho?"
De ello se deduce que la importancia esencial del acto está en
referencia a este motivo, es decir, a la finalidad del comportamiento.
En la pregunta de Dios, el "qué" significa por qué motivo, pero
significa también con qué fin. Y aquí la mujer (con el hombre) se
excusa aludiendo a la instigación del tentador: "Laserpiente me
engañó". De esta respuesta hay que deducir que el motivo sugerido
por la serpiente: "Seréis... como Dios", contribuyó de modo
determinante a la transgresión de la prohibición del Creador y dio una
dimensión esencial al primer pecado. Ese motivo no lo tiene en
cuenta directamente Dios en su sentencia de castigo: pero sin duda
está presente y domina todo el escenario bíblico e histórico como una
llamada a la gravedad y a la insensatez de la pretensión de oponerse
o de reemplazar a Dios, como una indicación de la dimensión más
esencial y profunda del pecado original y de todo pecado que tiene en
él su primera raíz.
6. Por eso es significativo y justo que a continuación de
la respuesta al primer pecado del hombre, Dios se
dirija directamente al tentador, a la "antiguaserpiente", de quien el
autor del Apocalipsis dirá que "tienta a todo el mundo" (cf. Ap 12, 9:
"extravía la tierra entera"). En efecto, según el Génesis, Dios, el
Señor, dijo a la serpiente: "Por haber hecho eso, serás maldita". Las
palabras de la maldición dirigidas a la serpiente, se refieren al que
Cristo llamará "el padre de la mentira" (cf. Jn 8, 44). Pero al mismo
tiempo, en esa respuesta de Dios al primer pecado, está el anuncio
de la lucha que durante toda la historia del hombre se entablará
entre el mismo "padre de la mentira" y la Mujer y su Estirpe.
7. El Concilio Vaticano II se pronuncia sobre este tema de forma muy
clara: "A través de toda la historia humana existe una dura batalla
contra el poder de las tinieblas, que, iniciada en los orígenes del
mundo, durará, como dice el Señor, hasta el final. Enzarzado en esta
pelea, el hombre ha de luchar continuamente para acatar el bien, y
sólo a costa de grandes esfuerzos, con la ayuda de la gracia de Dios,
es capaz de establecer la unidad en sí mismo" (Gaudium et
spes 37). En otro pasaje el Concilio se expresa de una forma aún
más explícita, hablando de la lucha "entre el bien y el mal" que se
libra en cada hombre: "El hombre se nota incapaz de domeñar con
eficacia por sí solo los ataques del mal; hasta el punto de sentirse
como aherrojado entre cadenas". Pero a esta fuerte expresión el
Concilio contrapone la verdad de la redención con una afirmación de
fe no menos fuerte y decidida: "Pero el Señor vino en persona a
liberar y vigorizar al hombre, renovándole interiormente y expulsando
al ´príncipe de este mundo´ (Jn 12, 31), que le retenía en la
esclavitud del pecado" (Gaudium et spes, 13).
8. Estas observaciones del Magisterio de la Iglesia de hoy repiten de
forma precisa y homogénea la verdad sobre el pecado y sobre la
redención, expresada inicialmente en el Gén 3, 15, y a continuación
en toda la Sagrada Escritura. Escuchemos todavía la Gaudium et
spes: "Creado por Dios... el hombre... en el propio exordio de la
historia abusó de su libertad, levantándose contra Dios y
pretendiendo alcanzar su propio fin al margen de Dios" (Gaudium et
spes, 13). Evidentemente se trata de un pecado en el sentido
estricto de la palabra: tanto en el caso del primer pecado, como en el
de cualquier otro pecado del hombre. Pero el Concilio no deja de
recordar que ese primer pecado lo cometió el hombre "por instigación
del demonio" (Gaudium et spes, 13). Como leemos en el libro de la
Sabiduría: "...por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la
experimentan los que le pertenecen" (Sab 2, 24), parece que en este
caso "la muerte" signifique sea bien el mismo pecado (= la muerte
del alma como la pérdida de la vida divina conferida por la gracia
santificante), bien sea la muerte corporal despojada de la esperanza
de la resurrección gloriosa. Al hombre que ha infringido la ley
respecto "al árbol de la ciencia del bien y del mal", el Señor lo ha
alejado del "árbol de la vida" (Gén 3, 22), en la perspectiva de toda
su historia terrena.
9. En el texto del Concilio, con la alusión al primer pecado y a sus
secuelas en la historia del hombre, se cierra la perspectiva de la
lucha anunciada por las palabras atribuidas a Dios en Gén 3, 15:
"Estableceré hostilidades". De ello se deduce que si el pecado desde
el principio está ligado a la libre voluntad y a la responsabilidad del
hombre y abre una cuestión "dramática" entre el hombre y Dios,
también es verdad que el hombre, a causa del pecado, está
enzarzado (como se expresa justamente el Vaticano II) "en una dura
batalla contra el poder de las tinieblas" (Gaudium et spes 37). Esta
implicado y "como aherrojado entre cadenas" (siempre según el
Concilio: Gaudium et spes, 13) en el dinamismo oscuro de
ese mysterium iniquitatis, que es más grande que él y que su historia
terrena.
A propósito de ello se expresa bien la Carta a los Efesios: "Nuestra
lucha no es contra hombres de carne y hueso, sino contra las fuerzas
sobrehumanas y supremas del mal, que dominan este mundo de
tinieblas" (Ef 6, 12).
Pero también el pensamiento de la cruel realidad del pecado que pesa en toda la historia
con una particular consideración a nuestros tiempos, nos vuelve a empujar a la tremenda
verdad de esas palabras bíblicas y conciliares sobre "el hombre... enzarzado en la dura
batalla contra el poder de las tinieblas". Sin embargo, no hemos de olvidar que en este
misterio de tiniebla se enciende desde el principio una luz que libera a la historia de la
pesadilla de una condena inexorable: el anuncio del Salvador. 10.XIII.1986
+++
«El demonio existe pero no existe el mal omnipotente. Sólo hay uno infinito y es
infinitamente bueno», aclaró monseñor Comastri, quien predicó los ejercicios
espirituales a Juan Pablo II y a la Curia romana en marzo de 2003.
Basándose en el Evangelio, el prelado, que hasta febrero fue delegado pontificio del
santuario nacional italiano mariano de Loreto, reconoció que «no se puede dudar de la
existencia del demonio».
«Su existencia más que en la vida de los pecadores se ve en la vida de los santos. Leed
la vida de los santos, todos han tenido que combatir con el demonio. En concreto, la
existencia del demonio se ve en la vida de Jesús nuestro Señor», dijo.
«El demonio es una criatura creada buena por Dios, pero se ha vuelto malvada al
rebelarse contra Dios», dijo Comastri. «Es fundamental recordar esta verdad, no para
banalizar al demonio sino para situarlo en su justa dimensión».
El vicario general precisó que, aunque la obra de salvación es una realidad, el príncipe
de este mundo «puede todavía actuar porque la obra de la salvación de Cristo no se ha
cumplido todavía en nuestra vida, llamada continuamente a decidirse a favor o en contra
de él».
Según el vicario general de la Ciudad del Vaticano, «de esta potencia nos valemos
nosotros para expulsar a los demonios. Este poder es real y hay que tomarlo en serio,
pero hay que ejercerlo con gran humildad, evitando análisis apresurados o degenerar en
artes mágicas de liberación, recordando siempre que es Jesús el que libera, a través de la
potencia de la oración que surge de la fe, y a través de la potencia de los sacramentos de
fe».
El prelado recordó uno de los diálogos del cura de Ars (1786-1859) con el demonio.
Cuando éste afirma: «Yo puedo hacer todo lo que haces tú, puedo hacer también tus
penitencias, te puedo imitar en todo, una sola cosa no puedo hacer, no puedo imitarte en
la humildad», san Juan María Vianney responde: «Por eso te gano yo».
En el primer día del curso, se abrió a las puertas a periodistas. Uno de ellos preguntó
cuál es la razón de la existencia del mal. Comastri respondió: «El orgullo es la raíz de
todo mal porque el orgullo se separa de Dios, y, cuando uno se separa de Dios, vienen
todas la demás consecuencias».
En pocas palabras: si Cristo fundó una Iglesia y el diablo la corrompió
y luego tuvo que venir Lutero para "reformarla": ¿Qué papel hace
Cristo prometiendo una Iglesia invencible? Y si eso fuera
posible: ¿Cuál de las miles de divisiones del protestantismo heredó el
"Espíritu de Verdad" del que Cristo habla y que promete con tanta
certeza?.
+++
"El relativismo es una auténtica dictadura que no conoce nada como
definitivo, y deja como última medida ´el falso yo´ y sus pasiones"
+++
San Agustín (354-430) obispo de Hipona, doctor de la Iglesia Católica
Sobre la santa virginidad,5
María, madre de Cristo, madre de la Iglesia. - Aquel que es fruto de las entrañas de una
única Virgen es la gloria y el honor de todas las demás vírgenes santas, porque ellas son
también, como María, madres de Cristo si cumplen la voluntad de su Padre. La gloria y
la dicha de ser la madre de Jesucristo resaltan en las palabras del Señor: “Quien cumple
la voluntad de mi Padre que está en los cielos, éste es mi hermano, mi hermana y mi
madre.” (Mt 12,50) Así indica el parentesco espiritual que los incluye en el pueblo
que ha sido rescatado. Sus hermanos y sus hermanas son los hombres y las mujeres
santos que participan con él en la herencia celestial. Su madre es la Iglesia entera,
porque ella, por la gracia de Dios, engendra los miembros de Cristo, es decir, a los que
le son fieles. Su madre es también cada alma santa que cumple la voluntad de su Padre y
cuya caridad fecunda se manifiesta en aquellos que ella engendra para él, hasta que
Cristo quede formado en ellos. (cf Gal 4,19)...
María es, ciertamente, la madre de los miembros del Cuerpo de
Cristo, de todos nosotros, porque por su caridad ella ha cooperado en
la generación de los fieles en la Iglesia, que son miembros de la
cabeza divina, Cristo, de manera que ella es verdaderamente mi
madre según la carne.
+++
Puesto que Él era el sol de justicia, con razón llama a sus discípulos luz del mundo,
ya que ellos fueron como los rayos a través de los cuales derramó sobre el mundo
la luz de su conocimiento; ellos, en efecto, ahuyentaron del corazón de los hombres
las tinieblas del error, dándoles a conocer la luz de la verdad.
También nosotros, iluminados por ellos, nos hemos convertido de tinieblas en luz,
tal como dice el Apóstol: Un tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor.
Caminad como hijos de la luz. Y también: Todos sois hijos de la luz e hijos del día.
No somos de la noche ni de las tinieblas. En este mismo sentido habla San Juan en
su carta, cuando dice: Dios es luz, y el que permanece en Dios está en la luz, como
Él también está en la luz. Por lo tanto, ya que tenemos la dicha de haber sido
liberados de las tinieblas del error, debemos caminar siempre en la luz, como hijos
que somos de la luz. Por esto dice el Apóstol: Aparecéís como antorchas en el
mundo, presentándole la palabra de vida.
Si así no lo hacemos, es como si, con nuestra infidelidad, pusiéramos un velo que
tapa y oscurece esta luz tan útil y necesaria, en perjuicio nuestro y de los demás.
Por esto también incurrió en castigo aquel siervo que prefirió esconder el talento,
que había recibido para negociar un lucro celestial, antes que ponerlo en el banco,
como sabemos por el Evangelio. Así, pues, aquella lámpara resplandeciente,
encendida para nuestra salvación, debe brillar siempre en nosotros. Poseemos, en
efecto, la lámpara de los mandatos celestiales y de la gracia espiritual, acerca de la
cual afirma el salmista: Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero.
De ella dice también Salomón: El consejo de la ley es lámpara.
Por consiguiente, nuestro deber es no ocultar esta lámpara. de la ley y de la fe,
sino ponerla siempre en alto en la Iglesia, como en un candelero, para la salvación
de todos, para que así nos beneficiemos nosotros de la luz de su verdad y para que
ilumine a todos los creyentes.”
De los Tratados de San Cromacio, obispo, sobre el evangelio de San Mateo (Tratado
5, 1.3-4; CCL 9, 405-407)
+++
Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al
desierto para ser tentado por el diablo (Mt 4,1)
"El evangelio de este día, al indicarnos que Jesucristo se retiró al desierto, no dice
que fuera para huir la compañía de los hombres ni para orar; sino a fin de ser
tentado. Y eso, para darnos a entender que el primer paso de quien pretende
consagrarse a Dios ha de ser dejar el mundo, con el fin de disponerse a luchar
contra el mundo mismo y contra los demás enemigos de nuestra salvación. En el
retiro, dice san Ambrosio, es donde precisamente ha de contar uno con ser tentado
y expuesto a muchas pruebas. Lo mismo os advierte el Sabio al afirmar que
cuantos se alistan en el servicio de Dios deben prepararse para la tentación. Ésta
les resulta, efectivamente, muy provechosa; pues se convierte en uno de los
mejores medios que puedan emplear para verse enteramente libres, tanto del
pecado como de la inclinación a pecar. ¿Habéis creído siempre que, para daros de
todo punto a Dios, debéis disponeros a ser tentados? ¿No os causa sorpresa el que
a veces os acose la tentación? En lo sucesivo, vivid siempre preparados para ella;
de modo que podáis sacar todo el fruto que con la tentación intenta Dios producir
en vosotros.
Lo que debe alentar al alma puesta sinceramente en las manos de Dios, a estar
siempre apercibida para las tentaciones, es que la vida del hombre, según Job, es
tentación o, como dice la Vulgata, combate perpetuo. De donde puede el alma
colegir que, si es voluntad de Dios que se vea tentada mientras permanece en la
tierra, es porque ha de luchar de continuo contra el demonio y contra las propias
pasiones e inclinaciones, los cuales no cesarán de hacerle guerra en tanto viva en el
mundo. Por eso afirma san Jerónimo que le es imposible a nuestra alma dejar de
ser tentada mientras viva y que, si el mismo Jesucristo nuestro Salvador fue
tentado, nadie puede ilusionarse con atravesar el mar tormentoso de la vida sin
verse combatido por la tentación. [...] Convenceos de que sería desgracia no
pequeña carecer de tentaciones, por ser ello indicio de no vencerse en cosa alguna,
y de sucumbir fácilmente en la lucha con las propias pasiones."
(J.B. de La Salle, "Primer Domingo de Cuaresma", ns. 1-2, en Meditaciones.
+++
CAPÍTULO CUARTO
OTRAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS
Artículo 1 - LOS SACRAMENTALES
1667 "La santa Madre Iglesia instituyó, además, los sacramentales. Estos son
signos sagrados con los que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se
expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia.
Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y
se santifican las diversas circunstancias de la vida" (SC 60; CIC can 1166; CO can
867).
Características de los sacramentales
1668 Han sido instituidos por la Iglesia en orden a la santificación de ciertos
ministerios eclesiales, de ciertos estados de vida, de circunstancias muy variadas
de la vida cristiana, así como del uso de cosas útiles al hombre. Según las
decisiones pastorales de los obispos pueden también responder a las necesidades, a
la cultura, y a la historia propias del pueblo cristiano de una región o de una época.
Comprenden siempre una oración, con frecuencia acompañada de un signo
determinado, como la imposición de la mano, la señal de la cruz, la aspersión con
agua bendita (que recuerda el Bautismo).
1669 Los sacramentales proceden del sacerdocio bautismal: todo bautizado es
llamado a ser una "bendición" (cf Gn 12,2) y a bendecir (cf Lc 6,28; Rm 12,14; 1 P
3,9). Por eso los laicos pueden presidir ciertas bendiciones (cf SC 79; CIC can.
1168); la presidencia de una bendición se reserva al ministerio ordenado (obispos,
presbíteros o diáconos, cf. De benedictionibus, 16,18), en la medida en que dicha
bendición afecte más a la vida eclesial y sacramental.
1670 Los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los
sacramentos, pero por la oración de la Iglesia preparan a recibirla y disponen a
cooperar con a ella. "La liturgia de los sacramentos y de los sacramentales hace
que, en los fieles bien dispuestos, casi todos los acontecimientos de la vida sean
santificados por la gracia divina que emana del misterio pascual de la pasión,
muerte y resurrección de Cristo, de quien reciben su poder todos los sacramentos y
sacramentales, y que todo uso honesto de las cosas materiales pueda estar
ordenado a la santificación del hombre y a la alabanza de Dios" (SC 61).
Diversas formas de sacramentales
1671 Entre los sacramentales figuran en primer lugar las bendiciones (de personas,
de la mesa, de objetos, de lugares). Toda bendición es alabanza de Dios y oración
para obtener sus dones. En Cristo, los cristianos son bendecidos por Dios Padre
"con toda clase de bendiciones espirituales" (Ef 1,3). Por eso la Iglesia da la
bendición invocando el nombre de Jesús y haciendo habitualmente la señal santa
de la cruz de Cristo.
1672 Ciertas bendiciones tienen un alcance permanente: su efecto es consagrar
personas a Dios y reservar para el uso litúrgico objetos y lugares. Entre las que
están destinadas a personas - que no se han de confundir con la ordenación
sacramental -figuran la bendición del abad o de la abadesa de un monasterio, la
consagración de vírgenes y de viudas, el rito de la profesión religiosa y las
bendiciones para ciertos ministerios de la Iglesia (lectores, acólitos, catequistas,
etc.). Como ejemplo de las que se refieren a objetos, se puede señalar la
dedicación o bendición de una iglesia o de un altar, la bendición de los santos óleos,
de los vasos y ornamentos sagrados, de las campanas, etc.
1673 Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de
Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del
maligno y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo. Jesús lo practicó (cf Mc
1,25s; etc.), de él tiene la Iglesia el poder y el oficio de exorcizar (cf Mc 3,15;
6,7.13; 16,17). En forma simple, el exorcismo tiene lugar en la celebración del
Bautismo. El exorcismo solemne sólo puede ser practicado por un sacerdote y con
el permiso del obispo. En estos casos es preciso proceder con prudencia,
observando estrictamente las reglas establecidas por la Iglesia.
El exorcismo intenta expulsar a los demonios o liberar del dominio demoníaco
gracias a la autoridad espiritual que Jesús ha confiado a su Iglesia. Muy distinto es
el caso de las enfermedades, sobre todo síquicas, cuyo cuidado pertenece a la
ciencia médica. Por tanto, es importante, asegurarse , antes de celebrar
elexorcismo, de que se trata de un presencia del Maligno y no de una enfermedad
(cf. CIC, can. 1172).
La religiosidad popular
1674 Además de la liturgia sacramental y de los sacramentales, la catequesis debe
tener en cuenta las formas de piedad de los fieles y de religiosidad popular. El
sentido religioso del pueblo cristiano ha encontrado, en todo tiempo, su expresión
en formas variadas de piedad en torno a la vida sacramental de la Iglesia: tales
como la veneración de las reliquias, las visitas a santuarios, las peregrinaciones, las
procesiones, el via crucis, las danzas religiosas, el rosario, las medallas, etc. (cf Cc.
de Nicea II: DS 601;603; Cc. de Trento: DS 1822).
1675 Estas expresiones prolongan la vida litúrgica de la Iglesia, pero no la
sustituyen: "Pero conviene que estos ejercicios se organicen teniendo en cuenta los
tiempos litúrgicos para que estén de acuerdo con la sagrada liturgia, deriven en
cierto modo de ella y conduzcan al pueblo a ella, ya que la liturgia, por su
naturaleza, está muy por encima de ellos" (SC 13).
1676 Se necesita un discernimiento pastoral para sostener y apoyar la religiosidad
popular y, llegado el caso, para purificar y rectificar el sentido religioso que subyace
en estas devociones y para hacerlas progresar en el conocimiento del Misterio de
Cristo (cf CT 54). Su ejercicio está sometido al cuidado y al juicio de los obispos y a
las normas generales de la Iglesia.
La religiosidad del pueblo, en su núcleo, es un acervo de valores que responde con
sabiduría cristiana a los grandes interrogantes de la existencia. La sapiencia popular
católica tiene una capacidad de síntesis vital; así conlleva creadoramente lo divino y
lo humano; Cristo y María, espíritu y cuerpo; comunión e institución; persona y
comunidad; fe y patria, inteligencia y afecto. Esa sabiduría es un humanismo
cristiano que afirma radicalmente la dignidad de toda persona como hijo de Dios,
establece una fraternidad fundamental, enseña a encontrar la naturaleza y a
comprender el trabajo y proporciona las razones para la alegría y el humor, aun en
medio de una vida muy dura. Esa sabiduría es también para el pueblo un principio
de discernimiento, un instinto evangélico por el que capta espontáneamente cuándo
se sirve en la Iglesia al Evangelio y cuándo se lo vacía y asfixia con otros intereses
(Documento de Puebla, 1979, nº 448; cf EN 48).
+++
Oh demonio encarnado, espíritu sin luz ! Buscas lo que no debes buscar. Te precias y vanaglorias de lo
que debería ser para ti motivo de confusión y de vergüenza delante de mí, que veo lo más íntimo de tu
corazón, y delante de las criaturas. Estás ciego en verdad, y los cuernos de tu soberbia no te permiten
ver tu misma ceguera.
El demonio es una realidad, así siempre lo enseña la Iglesia y nos advierte como lo hiciera Jesucristo
en la Escritura. Pero que no se transforme todo en una trampa detrás de una ‘obsesión’ (perturbación
anímica producida por una idea fija - idea que con tenaz persistencia asalta la mente).
¿Existen los exorcismos en la Iglesia?
Responde el P. Miguel Ángel Fuentes, I.V.E.
08.08.08. MMVIII.VIII.VIII
Pregunta:
+++
En la antigüedad, después de la puesta del sol, al encenderse los candiles en las casas, se producía un ambiente de alegría y
comunión. También la comunidad cristiana, cuando encendía la lámpara al caer la tarde, invocaba con gratitud el don de la luz
espiritual. Se trataba del "lucernario", es decir, el encendido ritual de la lámpara, cuya llama es símbolo deCristo, "Sol sin ocaso".
En efecto, al oscurecer, los cristianos saben que Dios ilumina también la noche oscura con el resplandor de su presencia y con la luz
de sus enseñanzas. Conviene recordar, a este propósito, el antiquísimo himno del lucernario, llamado Fôs hilarón, acogido en la
liturgia bizantina armenia y etiópica: "¡Oh luz gozosa de la santa gloria del Padre celeste e inmortal, santo y feliz, Jesucristo! Al
llegar al ocaso del sol y, viendo la luz vespertina, alabamos a Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es digno cantarte en todo tiempo
con voces armoniosas, oh Hijo de Dios, que nos das la vida: por eso, el universo proclama tu gloria". También Occidente ha
compuesto muchos himnos para celebrar a Cristo luz.
Solo la fe crea unidad y tiene lugar en la caridad.
+++
Es preciosa la homilía de Benedicto XVI en la apertura del Sínodo sobre la Eucaristía,
con su diagnóstico certero sobre el mundo moderno: “queremos poseer el mundo de
manera ilimitada, Dios nos estorba y hacemos de Él una simple frase devota, o lo
desterramos de la vida pública… Pero donde el hombre se convierte en el único dueño
del mundo y en propietario de sí mismo, no puede haber justicia”. Varios medios han
tildado esta afirmación, tan evangélica y tan realista, de apocalíptica, cuando se trata de
una lectura inteligente de la historia del mundo, y especialmente del siglo que acabamos
de dejar atrás. Es una advertencia especialmente adecuada para esta hora que nos toca
vivir, aunque provoque sarpullido a los bienpensantes de turno. 2005-10-10
+++
Obras:
El AT propone muchos textos en los que se enumeran las obras buenas que Dios pide a
los hombres. Muchas de las obras de justicia están contenidas en los códices de santidad
de la Torah (cf. Ex 19-23; Lv 17ss e Dt 12ss).
Un buen resumen se encuentra en el espléndido "Testamento de Tobit" (cf. Tb 4,5-19):
se exhorta a recordarse del Señor, a practicar la limosna, a custodiar la castidad, a amar
a los hermanos en la humildad, a dar justa y tempestiva retribución, a vivir en la
sobriedad y en la generosidad hacia los hambrientos y los desnudos, en la piedad hacia
los difuntos, en la constante búsqueda del crecimiento en la sabiduría, en la continua
bendición e invocación del Señor. Es en el corazón de este admirable texto en donde
aparece la regla de oro: "No hagas a nadie lo que no quieres que te hagan" (Tb 4,15).
La Doctrina eclesial, inspirándose casi a la letra en esta enseñanza, elaborará la doctrina
de las siete obras de misericordia, espiritual y corporal. Son obras de misericordia
espiritual: instruir a los ignorantes, aconsejar a los dudosos, consolar a los afligidos,
confortar a los desolados, perdonar a los enemigos, sufrir con paciencia a los molestos.
Son obras de misericordia corporal: dar de comer a los hambrientos, dar techo a quien
no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los
muertos, dar limosna a los pobres (cf. CIC 2447).
El NT ofrece una doble enseñanza respecto a las "obras". Por una parte éstas son
deseadas por Dios y de Él recibirán la recompensa en cuanto merecedoras; por otra, las
obras de la ley no son una garantía de la salvación, que depende únicamente de la gracia
divina revelada en Jesucristo y acogida mediante la →fe. Expondremos estos dos
baluartes doctrinales intentando después una síntesis que busque su unidad.
1. Las obras buenas (kala erga) son merecedoras y deseadas por Dios.
Jesús enseña a sus discípulos a cumplir las obras buenas para que los hombres puedan
reconocer en ellas la gloria de Dios Padre (cf. Mt 5,16). Por esto, deben realizarse en la
más pura → gratuidad, sin buscar la gloria de los hombres (Mt 6,1), sino sólo para
agradar al Padre que ve en el secreto y recompensará en al más allá. Con respecto a
esto, no se excluye por parte de Jesús la perspectiva de la "recompensa" (misthós). Así
la tradición interpretará la invitación evangélica a amontonarse tesoros en el cielo con
las limosnas (cf. Mt 6,19-20) y a "enriquecerse en orden a Dios" (Lc 12,21), como una
exhortación a practicar obras buenas de generosidad en vista del premio celeste (1Tm
6,18). Jesús mismo con su vida ha cumplido una serie de Obras buenas (Jn 10,32). Él
elogia como "obra buena" la unción recibida en la casa de Betania (Mc 14,6) y advierte
que el juicio considerará las obras de misericordia (cf. Mt 25,32ss). La comunidad
primitiva considera las obras buenas - casi identificadas con la limosna - como signo de
recta conciencia y de orientación a la salvación (cf. la discípula Tabita, Hch 9,36; y el
centurión Cornelio, Hch 10,1.4). El mismo epistolario Paulino recomienda perseguir "la
paz y la mutua edificación" (Rm 14,19). "Fijémonos los unos en los otros para estímulo
de la caridad y las buenas obras" (Hb 10,24). Recuerda también que "la fe actúa por la
caridad" (Ga 5,6). La práctica de las obras buenas atestigua la fiabilidad de una persona
(1Tm 5,10) y es estimulada por la enseñanza de la sagrada Escritura (2 Tm 3,16). El NT
enseña que el Señor juzgará a cada uno según sus obras (cf. p.e. Rm 2,6; 1 Co 3,13; Ap
2,2.19) y prospecta la recompensa eterna como un "descanso" por las obras cumplidas
(cf. Ap 14,3; Hb 4,10).
2. Las obras son incapaces de dar la salvación.
Se conoce la contraposición puesta por San Pablo entre Fe y Obras. Innumerables textos
enuncian con fuerza la desproporción entre la → gratuidad del don de Dios en Jesucristo
y la capacidad de las obras humanas, entendidas como esfuerzo de cumplimiento de la
justicia de la ley. Rm y Ga poseen esteleit-motiv: "Porque pensamos que el hombre es
justificado por la fe, sin las obras de la ley" (Rm 3,28). "Quiero saber de vosotros una
cosa sola: ¿recibisteis el Espíritu por las obras de la ley o por la fe en la predicación?"
(Ga 3,2). "Él nos salvó, no por las obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino
según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu
Santo" (Tt 3,5). Para Pablo la ley enseña y prescribe las obras buenas queridas por Dios,
pero sin dar la capacidad al corazón humano, herido por el pecado, de cumplirlas. Por
tanto ella "condena" al hombre a la consciencia del propio egoísmo y cumple así de
pedagoga: desvela la verdad del bien moral objetivo y del mal subjetivo intrínseco del
corazón humano (cf. Rm 7; Ga 3,19ss). Sólo la gracia del Espíritu concedida mediante
la fe en Cristo muerto y resucitado permitirá cumplir las obras de la fe.
3. Las obras son fruto y signo de la gracia.
Una vez aceptada la doctrina paulina de la prioridad de la gracia para la →justificación,
es necesario sostener que la Fe y la Gracia dan cumplimiento a las Obras y a la Ley, sin
abolirlas y sin oponerse a ellas (DS 1559). De manera que las obras buenas sean como
el fruto de un corazón renovado e inhabitado por la gracia filial del Espíritu de Cristo.
La conversión transforma al corazón humano y lo convierte en capaz de dar aquellos
frutos de bondad que Dios espera (cf. Lc 6,44-45) y que brotan del Espíritu (cf.
Ga 5,22).
Probablemente el compendio más repleto de la "sinergia" entre gracia y obras se
encuentra en estos versos: "Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto
no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras (ouk ex
ergôn), para que nadie se gloríe. En efecto, hechura (poiêma) suya somos: creados en
Cristo Jesús en orden a las buenas obras (epi ergois agathois) que de antemano dispuso
Dios que practicáramos" (Ef 2,8-10).
Aquí brilla contemporáneamente la total gratuidad de la → salvación como don de
gracia y la imprescindible fidelidad debida a esta gracia mediante una vida fecunda en
obras buenas. En esta perspectiva se pueden conciliar Pablo y Santiago. St exhortaba:
"¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: "Tengo fe", si no tiene obras? ...Así
también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta" (St 2,14.17). Los ejemplos de
Abraham y de Raab demuestran que ya en el AT la fe en el Señor implicaba en modo
intrínseco la obediencia práctica de las obras: "la fe cooperaba (synergei) con las obras"
(St 2,22). Las obras demuestran externamente la verdad interior de la fe: "yo te probaré
por las obras mi fe" (St 2,18). Así que "el hombre es justificado por las obras y no por la
fe solamente" (St 2,24). Con la terminología agustiniana podemos decir que la "primera
justificación/primera resurrección" (citada en Rm 3,28: el paso de la muerte del pecado
a la vida filial) depende exclusivamente de la confiada fe en la iniciativa divina (gratia
praeveniens), mientras la "segunda justificación/resurrección" (citada en St 2,18: que
concierne la salvación y la retribución escatológica) se atribuye a la fe que actúa
mediante la caridad (gratia cooperans).
+++
«Yo, obispo de Roma y pastor de la Iglesia universal, desde Santiago, te lanzo, vieja
Europa, un grito lleno de amor: “Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus
orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu
historia y benéfica tu presencia en los demás continentes”9 de noviembre de 1982».
+++
San Beda el Venerable (hacia 673) monje, doctor de la Iglesia Católica
Homilía sobre los evangelios, I,22; PL 94, 102-105
“Hija, tu fe te ha salvado, vete en paz!” (Mt 9,22) - El evangelio nos muestra aquí la
fe grande, la paciencia y la humildad de la cananea... Esta mujer tenía una paciencia
realmente poco común. En su primera petición al Señor, éste no le responde palabra. No
obstante, lejos de dejar de insistir, ella implora con más ahínco el auxilio de su bondad...
El Señor, viendo el ardor de nuestra fe y la tenacidad de nuestra perseverancia en la
oración, tendrá compasión de nosotros y nos concederá lo que le pedimos.
La hija de la cananea tenía un demonio que la atormentaba. Una vez expulsada la
mala agitación de nuestros pensamientos y deshechos los nudos de nuestros pecados, la
serenidad del espíritu volverá a nosotros, junto con la posibilidad de obrar rectamente...
Si, al igual que la cananea, perseveramos en la oración con firmeza inquebrantable, la
gracia de nuestro Creador se nos hará presente: corregirá todos nuestros errores
interiores, santificará todo lo que es impuro, pacificará toda agitación. Porque el Señor
es fiel y justo. Nos perdonará nuestros pecados y nos purificará de toda inmundicia si le
invocamos con la voz atenta de nuestro corazón.
+++