PDF Catequesis Camino Por El Desierto
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Lo cierto es que avanzar supone hacer opciones, renunciar a la comodidad de lo conocido y dar
lugar
al cambio. Pero cambiar nos da miedo y el miedo, a veces, paraliza. Desprendernos de lo viejo y
hacer lugar a lo nuevo implica un proceso siempre enriquecedor pero también doloroso, aun cuando
sabemos que ya no sirve a nuestra vida. Por eso, escapando al dolor, preferimos evitar los
riesgos en vez de asumir el hecho de que, para dar a luz algo nuevo, necesariamente debemos
tomar la decisión de soltar lo que nos tiene anclados y no nos permite desplegarnos. A veces son
personas, a veces son hábitos, otras idealizaciones o simplemente excusas. Casi siempre es
comodidad Lo cierto es que avanzar supone hacer opciones, renunciar a la comodidad de lo
conocido y dar lugar al cambio. Pero cambiar nos da miedo y el miedo, a veces, paraliza.
Desprendernos de lo viejo y hacer lugar a lo nuevo implica un proceso siempre enriquecedor
pero también doloroso, aun cuando sabemos que ya no sirve a nuestra vida. Por eso, escapando
al dolor, preferimos evitar los riesgos en
vez de asumir
decisión el hecho
de soltar lo quedenos
que, paraanclados
tiene dar a luzy algo nuevo,
no nos necesariamente
permite debemos
desplegarnos. A veces tomar la
son personas,
a
veces son hábitos, otras idealizaciones o simplemente excusas. Casi siempre es comodidad
Jesucristo, no se enrolla con tus excusas, sino que simplemente contesta: “Levántate,
toma
tu camilla y anda”. Vuelve a poner foco en él. No niega con esto su enfermedad,
sino que lo invita a dejar de estar recostado sobre ella. Es un llamado a ponerse
de pie, pero no como si nada, sino tomando su camilla, haciéndose cargo de su
historia.
Toda
sobre lala epopeya del éxodo
vida humana. de humana
La vida Israel hacia la tierra Es
es desierto. prometida es unausencia
desamparo, riquísimo
desímbolo
Dios, sed,
hambre,
peligro.
Este es el primer contenido de la Revelación, y la primera tentación. La vida no es
no es una situación agradable que nos gustaría hacer definitiva: es una situación
desagradable, pero pasajera, hacia algo que puede ser mejor.
Y ahí entra Dios. Con Él, el desierto sigue siendo desierto, la vida sigue siendo
igual: Dios no nos soluciona los problemas, la fe no nos da certeza, la oración no
nos consigue lo que pedimos... La vida sigue siendo desierto.
Dios es "pan y agua" para caminar por el desierto. Este es el segundo contenido de
la
R e ve la i ó n . A é s t e D i o h a y q u e c e p t r , n o al
Ta m p oc o a l J u e z q u e e sp e ra a l f in al p a r a c a s ti g r
q ue d c e te z a s y s o lu c i o n a pr ob l e m a s .
la s t ran s g re s io n e s. D e s d e e l in ci p i o, l a Revelación
más pura y profunda del Dios de Israel es ésta: pan y agua para caminar por el
desierto.
edxepsplicuaé sp oter aqluimé etnotmó óc oenl Seel ñmoar neás,a p aacrati teunds:e
“ñ(aDritoes )q utee anfoli gsióól,o hdaec ipéannd ovtieve p eals ahro mhabmreb, rsei,n
oy de todo lo que sale de la boca de Dios” (Dt 8,3). En la experiencia del pueblo se han dado
situaciones contrarias de necesidad (hambre) y superación de la necesidad (maná). De
ello debería haber aprendido dos cosas. La primera, a confiar en la providencia. La
segunda, que vivir es algo mucho más amplio y profundo que el simple hecho de
satisfacer las necesidades primarias. En este concepto más rico de la vida es donde
cumple un papel la palabra de Dios como alimento vivificador. En realidad, el pueblo
no aprendió la lección. Su concepto de la vida siguió siendo estrecho y limitado.
Mientras no estuviesen satisfechas las necesidades primarias, carecía de sentido la
palabra de Dios.
Lo que acabo de decir refleja el gran problema teológico de fondo. En la práctica,
la
tentación se deja de sutilezas y va a lo concreto: “Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra
que se convierta en pan”. Jesús, el nuevo Israel, no necesita quejarse del hambre, ni
murmurar
como el pueblo, ni acudir a Moisés. Es el Hijo de Dios. Puede resolver el problema
fácilmente, por sí mismo. Pero Jesús, el nuevo Israel, demuestra que tiene aprendida
desde el comienzo esa lección que el pueblo no asimiló durante años: “Está escrito: No sólo
de pan vive el hombre”.
En realidad, la enseñanza de Jesús en esta primera tentación es tan rica que
resulta imposible reducirla a una sola idea. Está el aspecto evidente de no utilizar
su poder en beneficio propio. Está la idea de la confianza en Dios. Pero quizá la
idea más importante, expresada de forma casi subliminar, es esa visión amplia y
profunda de la vida como algo que va mucho más allá de la necesidad primaria y se
alimenta de la palabra de Dios.
2ª tentación: Tener, aunque haya que arrastrarse
La segunda tentación no es la tentación provocada por la necesidad urgente, sino
por el deseo de tener todo el poder y la gloria del mundo. ¿Es esto malo,
tratándose del Mesías? Los textos proféticos y algunos Salmos hablaban de su dominio
cada vez mayor, universal, concedido por Dios. Pero Satanás parte de un punto de
vista muy distinto, propio de la mentalidad apocalíptica: el mundo presente es malo,
no está en manos de Dios, sino en las suyas; es él quien lo domina y entrega su poder
a quien quiere. Solo pone como condición que se postren ante él, que lo reconozcan
como dios. Jesús se niega a ello, citando de nuevo un texto del Deuteronomio: “Está
escrito: al Señor tu Dios adorarás, a él solo darás culto”.
La tentación de tener.
La tentación del dejarse arrastrar, dejar hacer a los demás, callar.
dre era un arameo errante”), la opresión de Egipto, la liberación y el don de la tierra. En el contexto de la cuar
Primera tentación
Partiendo del hecho normal del hambre después de cuarenta días de ayuno, la
primera tentación es la de utilizar el poder en beneficio propio. Es la tentación de las
necesidades imperiosas, la que sufrió el pueblo de Israel repetidas veces durante los
cuarenta años por
elx pdleicsaie prtoor. qAul éf intoaml, óc ueal nSdeoñ oMr oei séas a rcetictuedr:d «a( Dali
opsu) etbel oa ftloigdióa,s hl asc iépnednoatlied apdaessa rs huafrmidbarse, , ley después
te alimentó con el maná, para enseñarte que no sólo de pan vive el hombre, sino
de todo lo que sale de la boca de Dios» (Dt 8,3).
En la experiencia del pueblo se han dado situaciones contrarias de necesidad
(hambre) y superación de la necesidad (maná). De ello debería haber aprendido dos
cosas. La primera, a confiar en la providencia. La segunda, que vivir es algo mucho más
amplio y profundo que el simple hecho de satisfacer las necesidades primarias. En
este concepto más rico de la vida es donde cumple un papel la palabra de Dios como
alimento vivificador. En realidad, el pueblo no aprendió la lección. Su concepto de la
vida siguió siendo estrecho y limitado. Mientras no estuviesen satisfechas las
necesidades primarias, carecía de sentido la palabra de Dios.
En el caso de Jesús, el tentador se deja de sutilezas y va a lo concreto: «Si eres
Hijo de Dios, di que las piedras éstas se conviertan en panes». Jesús no necesita
quejarse de pasar hambre, ni murmurar como el pueblo, ni acudir a Moisés. Es el Hijo
de Dios. Puede resolver el problema fácilmente, por sí mismo. Pero Jesús tiene
aprendida desde el comienzo esa lección que el pueblo no asimiló durante años: «Está
escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino también de todo lo que diga Dios por su
boca».
La enseñanza de Jesús en esta primera tentación es tan rica que resulta imposible
reducirla a una sola idea. Está el aspecto evidente de no utilizar su poder en beneficio
propio. Está la idea de la confianza en Dios. Pero quizá la idea más importante,
expresada de forma casi subliminar, es la visión amplia y profunda de la vida como
algo que va mucho más allá de la necesidad primaria y se alimenta de la palabra
de Dios.
Segunda tentación
La segunda tentación (tirarse desde el alero del templo) también se presta a
interpretaciones muy distintas. Podríamos considerarla la tentación del
sensacionalismo, de recurrir a procedimientos extravagantes para tener éxito en la
actividad apostólica. La multitud congregada en el templo contempla el milagro y
acepta a Jesús como Hijo de Dios. Pero esta interpretación olvida un detalle
importante. El tentador nunca hace referencia a esa hipotética muchedumbre. Lo que
propone ocurre a solas entre Jesús y los ángeles de Dios. Por eso parece más exacto
decir que la tentación consiste en pedir a Dios pruebas que corroboren la misión
encomendada. Nosotros no estamos acostumbrados a esto, pero es algo típico del
Antiguo Testamento, como recuerdan los ejemplos de Moisés (Ex 4,1-7), Gedeón
(Jue 6,36-40), Saúl (1 Sam 10,2-5) y Acaz (Is 7,10-14). Como respuesta al miedo y a
la incertidumbre espontáneos ante una tarea difícil, Dios concede al elegido un
signo
milagroso que corrobore su misión. Da lo mismo que se trate de un bastón mágico
(Moisés), de dos portentos con el rocío nocturno (Gedeón), de una serie de señales
diversas (Saúl), o de un gran milagro en lo alto del cielo o en lo profundo de la
tierra (Acaz). Lo importante es el derecho a pedir una señal que tranquilice y
anime a cumplir la tarea.
Jesús, a punto de comenzar su misión, tiene derecho a un signo parecido.
Basándose en la promesa del Salmo 91,11-12 («a sus ángeles ha dado órdenes para
que te guarden en tus caminos; te llevarán en volandas para que tu pie no tropiece en
la piedra»), el tentador le propone una prueba espectacular y concreta: tirarse del
alero del templo. Así quedará claro si es o no el Hijo de Dios. Sin embargo, Jesús no
acepta esta postura, y la rechaza citando de nuevo un texto del Deuteronomio:
«No tentarás al Señor tu Dios» (Dt 6,16). La frase del Dt es más explícita: «No
tentaréis al Señor, vuestro Dios, poniéndolo a prueba, como lo tentasteis en Masá
(Tentación)». Contiene una referencia al episodio de Números 17,1- 7.
Aparentemente, el problema que allí se debate es el de la sed; pero al final queda claro
que la auténtica tentación consiste en dudar de la presencia y la protección de Dios:
«¿Está o no está con nosotros el Señor?» (v.7). En el fondo, cualquier petición de signos
y prodigios encubre una duda en la protección divina. Jesús no es así. Su postura
supera con mucho incluso a la de Moisés.
Tercera tentación
Lpao dter cye rla gtelonrtia,c iaóunn, qau etu smubpao nagbaie urtna apcotor pdaer itdeo
dlaetlr ítae.n Ntaod eosr ,l ac otnensitsatcei óenn plaro bvoúcsaqduae dpao rd elal
necesidad urgente o el miedo, sino por el deseo de triunfar. Jesús rechaza la condición
que le impone Satanás citando Dt 6,13.
Para Mt, Jesús en el desierto es lo contrario de Israel en el desierto. En la época del
desierto, el pueblo sucumbió fácilmente a las pruebas inevitables de la marcha:
hambre, sed, ataques enemigos. Dudaba de la ayuda de Dios, se quejaba de las
dificultades. Jesús, nuevo Israel, sometido a tentaciones más fuertes, las supera. Y
las supera, no remontándose a teorías nuevas ni experiencias personales, sino a las
afirmaciones básicas de la fe de Israel, tal como fueron propuestas por Moisés en el
Deuteronomio. Los judíos contemporáneos de Mateo y de su comunidad no tienen
derecho a acusar a su fundador de no atenerse al espíritu más auténtico. Jesús es
el verdadero hijo de Dios, el único que se mantiene fiel a
Él en todo momento.
o por el desierto, y en esa tierra seca y sin agua ha hecho brotar para ti un manantial de agua de la roca
El desierto es el lugar del despojo del propio yo. La inmensa aridez que te
rodeará, hará desaparecer de ti todas aquellas cosas que no son imprescindibles en
tu vida. Desnudará tu alma, y te despojará de todo, incluso de lo que consideras
como más amado.
El desierto te libera, te deja desnudo delante de Él, te ayuda a comprender las cosas
desde dentro, desde otra perspectiva que todo tiene en Dios.
Jesús fue al desierto para enfrentarse a los cuarenta días de tentación y de prueba,
en los que se preparó para la predicación del Reino, después de haber vivido en la
plena voluntad del Padre que lo había enviado al mundo, para ser Palabra visible y
cercana del
Amor Salvador de Dios.
María vive sus años de Nazaret, en el silencio de una vida oculta en la sencillez de
lo cotidiano, como un tiempo largo de desierto en el que se prepara para acoger el
misterio del proyecto de amor del Padre para ella, en el Espíritu.
El objetivo de tus primeros pasos, en esta experiencia espiritual que estás iniciando, es
sencillo y claro: En la serenidad y en la paz, busca el silencio. Reencuéntrate con la unificac