La Oficina de Los Simios
La Oficina de Los Simios
La Oficina de Los Simios
Saber “nadar con los tiburones”, “estar rodeado de caimanes” o “ser listo como un
zorro, para no acabar cazado como un ciervo” son situaciones o atributos frecuentes
en los movimientos por la “jungla” de la feroz competencia. La jerga empresarial se
nutre de expresiones de este tipo para describir las relaciones que se dan en el mundo
de los negocios: las analogías con el reino animal, visto desde la óptica de la
agresividad, están muy extendidas en la literatura empresarial.
Te puede interesar:
La negatividad
Está en nuestra naturaleza la tendencia a fijarnos más en lo negativo: nos resulta más
fácil notar un defecto que diez cualidades. Cuando un superior jerárquico dedica
cuatro elogios a un subordinado y un reproche o una llamada de atención, esto último
es lo que mejor recordará el amonestado. Según los neurólogos, esta “predisposición
negativa” es en realidad un mecanismo de supervivencia. Una mayor atención hacia
lo negativo nos prepara mejor para el peligro: la expresión enfadada de un rostro se
vuelve más llamativa que una sonrisa, dado que puede estar representando una
amenaza.
A ese mismo problema de mala imagen causada por el “espionaje corporativo” del
rival (en este caso, a la anglo-holandesa Unilever) tuvo que enfrentarse Procter &
Gamble en 2001. De poco le sirvieron las drásticas medidas que se adoptaron para
lavar su reputación, como el despido de los ejecutivos responsables, el pago de 10
millones de dólares a Unilever como indemnización o la promesa de no utilizar la
información recabada: su éxito en la bolsa empezó a descender de manera imparable.
Las organizaciones aspiran a menudo a ser grandes familias felices, pero lo único que
consiguen sus miembros es desaprovechar el tiempo en discusiones con una gran
carga de negatividad. No obstante, las investigaciones recientes sobre
comportamiento y relaciones corporativas confirman que la armonía en una
organización es posible y, en consecuencia, su productividad mayor, si se consigue la
relación óptima entre las interacciones positivas y negativas en el lugar del trabajo.
Los equipos de 5:1 eran más eficientes en su trabajo, que realizaban en un ambiente
de optimismo, de reconocimiento y ánimos entre sus miembros y abierto a la
creación y al dinamismo. Por el contrario, los equipos de rendimiento bajo operaban
en un entorno de desconfianza mutua y de falta de entusiasmo y no lograban avances
significativos en sus tareas.
Te puede interesar:
El funcionamiento de la jerarquía
La tendencia a imponer jerarquías y a mantener su funcionamiento no tiene una base
racional, sino genética. Los simios toman muy en cuenta cuestiones como la
precedencia, el reconocimiento o las alianzas, y los humanos no se diferencian mucho
de ellos en este aspecto. Las maniobras destinadas a mejorar el estatus son más
frecuentes y sofisticadas conforme el árbol evolutivo se va acercando hacia el
hombre. Los chimpancés, por ejemplo, organizan toda su vida en torno a la cuestión
del rango. Sus esfuerzos por alcanzar y mantener el estatus “alfa” (denominación que
se da a los individuos que ocupan el máximo rango en un grupo) se basan en la
astucia, la energía y la perseverancia, y se dejan sentir en su grupo, en sus relaciones,
comportamiento y hábitos. Estos esfuerzos no son consecuencia de unos impulsos
violentos, sino de un tipo de emociones que podrían calificarse de orgullo o
autoestima.
Está demostrado que las relaciones jerárquicas tienen su utilidad entre los simios.
En las sabanas africanas, los simios están expuestos a los ataques de varios
depredadores y el grupo jerarquizado actúa como escudo protector para los
individuos más débiles. A aquellos miembros del grupo que respetan sus reglas y
muestran la deferencia debida hacia los individuos dominantes, se les permite
quedarse y beneficiarse de las ventajas de la vida en común. Estos subordinados
tienen asegurada su defensa y la parte de recursos que les corresponde. En las
jerarquías humanas se da una situación parecida, aunque también es frecuente que
muchos superiores se desentiendan de sus obligaciones para con sus subordinados.
La presencia de un líder fuerte logra una coordinación más efectiva de las acciones
del grupo hacia un objetivo concreto. Aunque la jerarquía puede llegar a ser objeto
de resentimientos, también ofrece comodidad, seguridad y sentido dentro de sus
límites. Su existencia actúa también como un mecanismo de selección natural entre
los miembros dominantes del grupo: ni siquiera el director más autoritario de una
empresa puede mantener su liderazgo por mucho tiempo si no dispone de una base
sólida entre los empleados o los accionistas.
Los individuos dominantes fijan los estándares y sirven como modelos. Cuando su
ejemplo no raya a la altura debida, toda la cultura corporativa de la empresa se
resiente. Se calcula, por ejemplo, que Enron gastaba 45.000 dólares cada fin de
semana en el transporte de uno de sus altos ejecutivos, Lou Pai, que viajaba desde su
domicilio en Houston a su rancho en Colorado. Por muy “genio del comercio” que
fuera, el tiempo que ahorraba en esos vuelos Pai lo desperdiciaba en leer los
periódicos en la oficina o en almuerzos en restaurantes, todo ello a cargo de la
empresa. Este tipo de comportamiento sólo servía para fortalecer una cultura de la
cleptomanía en una organización que, finalmente, acabó en la escandalosa
bancarrota del año 2001.
La jerarquía también ejerce un papel motivador sobre las personas. Aunque sea muy
frecuente escuchar lo contrario, o quienes la ostentan se dejen tentar por los fáciles
abusos desde su posición, lo cierto es que una distribución desigual de rango y
privilegio es uno de los factores que más influyen en el rendimiento. La condición
indispensable para lograr ese efecto beneficioso es que sea gestionada de un modo
razonable.
Jack Welch, que después llegaría a ser director general de General Electric, amenazó
con abandonar el primer cargo que ocupó en la compañía al comprobar que la subida
salarial de 1.000 dólares que se le concedió era idéntica a la de otros dos jóvenes
ejecutivos que habían entrado al mismo tiempo que él: solo se retractó de su actitud
cuando su jefe accedió a elevar esa cantidad hasta los 2.000 dólares. Aunque
semejante afán de superioridad pueda parecer ridículo o hasta mezquino, lo cierto es
que este talante acabó llevando a Welch a la cúspide de la compañía. Desde ese
puesto de máxima responsabilidad aplicó una distribución de incentivos y
responsabilidades conscientemente desigualitaria, lo que resultó ser uno de los
factores más decisivos para los extraordinarios resultados que obtuvo al frente de
GE.
Te puede interesar:
Aplicando los principios de esta teoría a las organizaciones, es posible utilizar las
tendencias naturales relacionadas con el poder y el rango para vencer en los
enfrentamientos que se desatan por la dominación y, también, evitar enemistarse
con los demás sin necesidad. Por ejemplo, ser conscientes de los comportamientos
de acercamiento/inhibición puede servir de advertencia a los poderosos para que
controlen su propia tendencia a ignorar hechos contradictorios o a favorecer la
información que mejor se ajusta a sus estereotipos o sus ideas preconcebidas. Los
líderes con un gran poder personal son a veces propensos a lanzarse a la aventura sin
medir las consecuencias de su decisión. Michael Armstrong, director general de
AT&T, ofreció un notable ejemplo de ello cuando a finales de los años 90 inició una
adquisición desenfrenada de empresas de cable, que sólo tres años después se vio
obligado a vender dejando por el camino unas pérdidas de 50.000 millones de
dólares.
Dado que los subordinados poseen un olfato social más fino, también llega a ser muy
recomendable delegar en ellos algunas negociaciones de peso. Los negociadores con
mucho poder tienden a ser menos conscientes de los intereses ocultos de sus
oponentes, mientras que aquellos con un poder limitado no sólo son más hábiles para
detectarlos, sino que además suelen demostrar una gran capacidad para encontrar
soluciones satisfactorias para ambas partes.
¿Qué sucede con los simios? El acicalamiento entre ellos les hace sentirse bien,
provoca la secreción de endorfinas y otros opiáceos endógenos del cerebro, aumenta
la sensación de calor y fortalece los lazos sociales. El habla y los rumores cumplen la
misma función entre los humanos: son mensajes de compromiso social que emitimos
y su contenido importa menos. La persona que transmite un rumor incluye a sus
oyentes en el grupo social y refuerza los lazos de amistad entre ellos. Los rumores y
la sensación de sentirse incluido en un grupo social son la razón por la cual la
mensajería instantánea y el correo electrónico gozan de tanta popularidad entre los
jóvenes.
Compartir rumores con los subordinados no sólo sirve para fomentar su integración
grupal, sino que también representa una oportunidad para conocer información a la
que sólo ellos, por su posición, han podido acceder. Este tipo de rumores facilitan el
saber dónde y con quién invertir los mayores esfuerzos. Enterarse, por ejemplo, de
que uno de los dos ejecutivos que compiten por una promoción suele jugar al golf con
el director general de la empresa, permite hacer pronósticos más certeros acerca de
quién será el que la consiga.
Aunque los altos ejecutivos simulen desdeñar los rumores, además de lo anterior
también les conviene estar al tanto de ellos para, en un determinado momento,
utilizarlos como arma competitiva. Este fue el caso de una aseguradora
norteamericana que se enfrentaba con la multinacional GigantaCorp en una puja por
la adquisición de una empresa europea. La aseguradora sabía que la estrategia de su
contrincante consistía en ofrecer una cantidad desorbitada para ahuyentar al resto
de los interesados y, así, obligar a la europea a plegarse a sus exigencias. Compartir
el rumor con la empresa europea le sirvió para convencerla de que aceptase una
oferta inferior a la de GigantaCorp.
Cuanto más se observa a los animales, más se aprende sobre el hecho de que la
supervivencia no consiste en atacar o asustar a los demás. Los animales no pasan
diez o doce horas al día “trabajando”. Los leones, por ejemplo, dedican hasta unas 20
horas diarias a holgazanear, y solo el resto del tiempo lo emplean para cazar. No
obstante, lo que podría parecer pereza a simple vista, a menudo son elecciones
prudentes que tratan de equilibrar los riesgos y los beneficios.
Los osos pardos del parque nacional de Yellowstone se alimentaron durante años con
los desperdicios que dejaban tras de sí los turistas que visitaban el parque. Cuando
la administración del mismo decidió suprimir esa fuente de alimentación, muchos
osos no consiguieron sobrevivir, mientras que otros empezaron a recordar sus
hábitos atávicos de caza y, en vez de permanecer inmóviles esperando que la comida
apareciera, empezaron a merodear y a buscarla por sí mismos según dictaban las
estaciones y las circunstancias.
También los humanos vivimos ocasiones en que nos vemos obligados a cambiar
nuestros hábitos inactivos y hacerlos más dinámicos. A principios de los años 90, la
compañía IBM estaba estancada en el negocio de su sistema 360 de ordenadores
centrales que, aun siendo todavía lucrativo, estaba volviéndose rápidamente obsoleto
con la aparición de nuevos competidores (Microsoft, Sun Microsystems, Oracle).
Para su nuevo director general, Lou Gerstner, el mayor desafío fue hacer de la fuerza
laboral de la compañía, acostumbrada a un éxito fácil, una fuerza competitiva. Su
política de concienciación para el nuevo escenario que el mercado planteaba
finalmente tuvo éxito: IBM es hoy, además de productora de ordenadores centrales,
una de las mayores consultorías del mundo, perfectamente adaptada a las
necesidades de sus clientes informáticos.
Otras empresas, en cambio, se estancan en “vertederos” más o menos lucrativos.
Polaroid, por ejemplo, estaba tan volcada en su tecnología de fotografía instantánea
que perdió la oportunidad de subirse al tren de la fotografía digital. Por su parte,
Chrysler, GM y Ford, que obtenían la mayor parte de sus ingresos de la venta de
todoterrenos y grandes camiones, representaban un caso similar. La demanda era
tan alta en 2003 que GM montó ese año 200.000 camiones adicionales, al tiempo
que despedía a trabajadores de otras plantas donde fabricaba vehículos
convencionales. Cuando en 2004 la demanda de todoterrenos y camiones descendió,
como resultado de la subida de los precios del petróleo, las tres compañías
continuaron fabricándolos con la esperanza de que apareciera de nuevo un buen
momento para su venta. Justo en ese lapso de tiempo, los japoneses aprovecharon la
ocasión de introducirse en el mercado y hacerse con la venta de los vehículos
convencionales. Su éxito se debió a unas líneas de montaje flexibles, que permitían
cambiar de modelo o de tipo de vehículo en tan solo una semana.
En el mundo animal, la mayoría de los animales sociales pasan sus vidas en grupo y
conocen con exactitud la identidad de los otros miembros y el lugar que ocupan en
él. Las ovejas, por ejemplo, son animales capaces de identificar hasta cincuenta caras
distintas de otras ovejas de su mismo rebaño. En el mundo de los humanos, los
empleados de las empresas modernas cambian de trabajo tan a menudo, o se ven
forzados a viajar durante tanto tiempo, que apenas llegan a conocer los nombres de
sus compañeros.
Ninguna organización humana puede sobrevivir por mucho tiempo si se niega a ver
al animal social que es cada uno de sus empleados. No es cuestión de ubicar a todos
en el mismo lugar para magnificar sus oportunidades de socializar, sino de gratificar
su poderoso instinto de afinidad. Los seres humanos evolucionaron para pasar
mucho tiempo en la misma familia, clan, tribu o paisaje, con unos semejantes con los
que compartían experiencias y lazos de sangre. Conocer a la persona de al lado y
confiar en ella era lo habitual y, a la vez, cuestión de vida o muerte.
Hoy en día, el lugar de trabajo es el principal espacio donde el ser humano puede
satisfacer su instinto de afinidad, dado que las formas tradicionales de la vida
comunitaria han desaparecido. En la actualidad, se pasa más tiempo en el trabajo
que en casa. El amor, las amistades y un 40% de los matrimonios surgen en el trabajo
y las empresas presumen de ser “una gran familia”. Pero paradójicamente, el
ambiente laboral moderno ofrece cada vez menos oportunidades para la
socialización a causa del tamaño de la organización, la inestabilidad laboral y la
escasez de tiempo para las actividades sociales.
La solución para este conflicto está en el grupo, ya que, incluso en las grandes
organizaciones, los grupos reducidos son el marco dentro del cual la humanización y
la exigencia de sacrificio para un bien superior todavía son posibles. A un grupo se le
fortalece dando la oportunidad a sus miembros de conocerse, ofreciéndoles un
sentido claro de los objetivos que deben alcanzar y proveyéndoles de las
herramientas necesarias para realizar el trabajo encomendado. Los lazos entre los
miembros del grupo surgirán de manera espontánea, a través de conversaciones
informales y del tiempo compartido. Un ejecutivo inteligente sabe que las
interacciones en los grupos de sus subordinados pueden llegar a ser el instrumento
principal del éxito de los mismos.
A principios de la década de los 90, la compañía telefónica NYNEX vivía el auge del
sistema de transmisión rápida de señales T1. Decidió entonces informatizar el
trabajo con objeto de hacerlo más racional y eficiente, sin haberlo consultado
previamente con sus empleados. A pesar del proceso de informatización que se llevó
a cabo, la instalación de una nueva línea T1 tardaba unos 35 días desde el momento
en que un pedido se formalizaba. Esta demora provocó que la compañía comenzase
a decepcionar a sus clientes más importantes y empezara a perder cuota de mercado.
Así, por ejemplo, la mejor manera de conseguir aliados, al igual que sucede entre los
simios, es cuidarlos, inspirarles un sentido de seguridad, de comodidad y de
reciprocidad. Los actos aleatorios de agresión, por el contrario, nos exponen a un
peligro considerable: solo tienen sentido si se efectúan contra rivales que no
volveremos a ver. Comportarnos de forma imprevista minimiza el riesgo para
nosotros y maximiza el del rival, ya que le obliga a permanecer atento a todos los
frentes, contra los ataques que puedan llegarle desde cualquier dirección o de
ninguna. Sin embargo, cuando tratamos con clientes, proveedores o empleados,
nuestras acciones deben ser totalmente predecibles y transparentes con el fin de
asentar la confianza y la cooperación.
Las personas que conforman un grupo tienden a imitarse unas a otras como parte
del fortalecimiento de sus lazos afectivos. Lo mejor que un superior jerárquico puede
hacer es ofrecer un comportamiento ejemplar, mostrando una personalidad abierta
a la vez que capaz de enfrentar decisiones importantes. Un ejecutivo inteligente
cuidará la salud de su equipo si posibilita dentro del mismo la presencia de distintos
puntos de vista; o, en una misma línea, haciendo que personas con diferentes estilos
de trabajo entren a formar parte de él, como un medio sutil de influenciar el modo
de trabajo a través del “contagio”.
Por lo que respecta al lenguaje humano, cabe afirmar que se trata de un instrumento
comparativamente reciente en términos de evolución. La mayor parte de nuestros
sistemas emocionales y neuronales se formaron mucho antes de su aparición. Esto
hace que todavía existan contradicciones entre nuestro lenguaje verbal y el corporal.
El cuerpo, sin embargo, es un indicador más fiable a la hora de comprendernos tanto
a nosotros mismos como a los demás.
FIN.