Del Vale 2018
Del Vale 2018
Del Vale 2018
723
ISSN 2591-3425
glotopolitica.com
CONSEJO ASESOR
Graciela Barrios, Universidad de la República
Henri Boyer, Université Montpellier III
Alexandre Duchêne, Université de Fribourg
Carlos Alberto Faraco, Universidade Federal do Paraná
Ofelia García, City University of New York
Monica Heller, University of Toronto
Luis Fernando Lara, Colegio de México
Daniel Link, Universidad Nacional de Tres de Febrero
Elvira Narvaja de Arnoux, Universidad de Buenos Aires
Kathryn A. Woolard, University of California, San Diego
COMITÉ DE ESPECIALISTAS
Lidia Becker, Leibniz Universität Hannover
Jenny Brumme, Universitat Pompeu Fabra
Yvette Bürki, Universität Bern
Maite Celada, Universidade de São Paulo
Bárbara Cifuentes, Escuela Nacional de Antropología e Historia
Juan Antonio Ennis, Universidad Nacional de La Plata
Adrián Fanjul, Universidade de São Paulo
Glenn Martínez, The Ohio State University
Europa-UniversitätBochum
Laura Morgenthaler García, Ruhr-Universität Flensburg
Daniela Lauria, Universidad de Buenos Aires
Mariela Oroño, Universidad de la República
Susana Rodríguez Barcia, Universidade de Vigo
Darío Rojas, Universidad de Chile
Juan R. Valdez, Investigador independiente
Virginia Zavala, Pontificia Universidad Católica del Perú
SECRETARÍA DE REDACCIÓN
Lara Alonso, City University of New York
Jorge Alvis, City University of New York
Tania Avilés, City University of New York
Natalia Bengochea, Universidad de Buenos Aires
Andrés Buisán, Universidad de Buenos Aires
Luis Quesada, City University of New York
UniversidaddedeBuenos
Pablo Garibotto, Universidad BuenosAires
Aires
ÍNDICE
PRESENTACIÓN DE AGLO
Presentación de AGlo #2 9
EDITORIAL
• La política de la incomodidad. Notas sobre gramática y
lenguaje inclusivo 13
PENSAMIENTO GLOTOPOLÍTICO
• Gumperz y la glotopolítica, Monica Heller 41
DIÁLOGOS
• Ofelia García. Entrevistada por Lara Alonso y Laura Villa 51
SEMBLANZAS
• José María Arguedas y el bilingüismo en los Andes:
una mirada glotopolítica, José Carlos Huisa Téllez 131
EN TRADUCCIÓN
• Mi lengua, tu patois, su jerigonza: estereotipos y representaciones
de las lenguas, Klaus Bochmann . Traducido por Roberto Bein 163
RESEÑAS
• Monica Heller y Bonnie McElhinny (2017). Language, Capitalism,
Colonialism. Toward a critical history. Toronto: University of
Toronto Press. Reseñado por Jorge Alvis 175
• Erich Auerbach (2017). La cultura como política. Escritos del
exilio sobre la historia y futuro de Europa (1928-1947). Ed. de
Christian Rivoletti. Buenos Aires:El cuenco de plata.
Reseñado por Diego Bentivegna 183
• Xoán Carlos Lagares (2018). Qual política linguística? Desafios
glotopolíticos contemporâneos. São Paulo: Parabóla. Coleção
Lingua[gem] N° 82. Reseñado por Daniela Lauria 191
• José Luis Moure (2017). Nuestra expresión. Lecturas sobre la
identidad de la lengua de los argentinos. Buenos Aires: Eudeba.
Marta Krasan, Cynthia Audisio, Mayra Juanatey, Juan Krojzl y
Mariana Rodríguez (2017). Material de consulta para el docente en
contextos dediversidad lingüística. Estructuras contrastivas guaraní-español/
quechua-español. Buenos Aires: Editorial de la Facultad de Filosofia y
Letras, UBA. Reseñado por María López García 201
PRESENTACIÓN #2
#2
En la sección “Diálogos”, Laura Villa y Lara Alonso conversan con Ofelia García,
profesora de la City University of New York y referente de áreas tales como polí-
tica lingüística, multilingüismo y translanguaging. En la extensa entrevista, Ofelia
García recorre su historia personal signada por la emigración familiar desde Cuba
a los Estados Unidos, su vasta carrera intelectual, el lugar de Joshua Fishman como
maestro y orientador, el compromiso por la educación bilingüe y los proyectos
personales y académicos en el futuro mediato.
El “Dossier” de este AGlo#2 aborda la problemática de la “posverdad”. La
sección recoge artículos de Diamela Eltit, Erna von der Walde, Jonathan Rosa,
Ignacio Sánchez Prado y Edgardo Castro, quienes revisan, desde geografías, re-
cortes, campos de trabajo y propuestas disímiles, el “vibrato semántico” del tér-
mino, fuertemente presente en el debate contemporáneo. Para una introducción
más puntualizada al dossier, invitamos a lectores y lectoras a recorrer las páginas
de su presentación.
Por su parte, en “Escenas y escenarios glotopolíticos”, Mateo Niro recorre bre-
vemente la rica historia de las misiones jesuitas en el Paraguay y presenta lo que,
para la época, fue una consistente política lingüística en favor de cierta oficializa-
ción y estandarización de la lengua guaraní a partir de la relevancia glotopolítica
del concepto de “reducción”.
La “Semblanza” está dedicada, en este caso, al escritor peruano José María
Arguedas. El artículo, firmado por José Carlos Huisa Téllez, propone un recorri-
do biográfico y un estudio glotopolítico sobre la cuestión del bilingüismo en los
Andes entre el quechua y el castellano.
Por su parte, en el texto incluido en la sección “Los rincones del archivo”, Ma-
riela Oroño aborda críticamente el documento de 1879 “La enseñanza del idioma
nacional en las escuelas particulares” del Uruguay, que José Pedro Varela presentó,
como Inspector Nacional de Instrucción Primaria, ante la Dirección General de
Instrucción Pública. En ese informe, según demuestra Oroño, se condensan la
dinámica del proceso de estructuración del sistema escolar, el rol de la educación
en la construcción del Estado nacional y el lugar de la lengua en la enseñanza.
Asimismo, están presentes las representaciones sociolingüísticas de la época y el
debate sobre el rol en las naciones modernas entre Iglesia y Estado.
En la sección “En traducción”, publicamos el artículo “Mi lengua, tu patois,
su jerigonza: estereotipos y representaciones de las lenguas”, de una de las figuras
de la romanística en lengua alemana más relevantes para la glotopolítica, Klaus
Bochmann, traducido para AGlo por Roberto Bein. Entre los temas que presenta
#2 11
PRESENTACIÓN • 15
La política de la incomodidad
Notas sobre gramática y lenguaje inclusivo
La defensa pública del lenguaje inclusivo es una de entre las muchas estrategias
del movimiento feminista en la lucha contra formas de organización social que
privilegian al hombre. El feminismo es un movimiento internamente poliédri-
co que además progresa en relación dinámica –cómplice y conflictiva– con otras
causas en las que grupos sociales marginados –por la supremacía blanca, la hete-
ronormatividad o el clasismo, por ejemplo– pretenden convertirse en actores po-
líticos. Todas estas luchas, a su vez, se inscriben en procesos históricos asociados
al reparto de recursos y la organización del trabajo. Dada su relevancia en múlti-
ples dimensiones del cambio social, es imperativo no limitar la discusión sobre el
lenguaje inclusivo a consideraciones superficiales: ¿respetan o no las innovacio-
nes la matriz gramatical del idioma? ¿Triunfará o no tal o cual forma? Es necesario
mantener vivo el fuego de una reflexión glotopolítica para evitar la frivolización
de fenómenos lingüísticos que son de hecho elementos integrales de los procesos
de emancipación.
La sociolingüística –una de las disciplinas dedicadas al estudio sistemático de
la comunicación humana– afirma que el lenguaje es una práctica social. Las rela-
ciones sociales se conciben como un tejido en constante transformación armado
con distintos modelos y gradaciones de conflicto y cooperación, y se presume que
los seres humanos actuamos siempre en relación con otros buscando crear armo-
nías y disonancias, sincronizaciones y contrapuntos que nos posicionen ante el
resto. Es cierto que al hacer sociolingüística se está estudiando, en último térmi-
no, cómo y por qué ciertos movimientos del cuerpo se convierten en lenguaje:
pensemos en la coordinada acción del diafragma, las cuerdas vocales, la lengua
y los labios para producir la oralidad; o la coreografía gestual que constituye las
lenguas de señas; o la danza de los dedos, que resulta en la escritura, en contacto
con el lápiz y el papel, con el teclado o, más frecuentemente, con la pantalla de
cristal de la tableta. Pero la sociolingüística pone de manifiesto el hecho de que
estos movimientos del cuerpo –generadores de sustancia fónica, gestual o gráfi-
ca– adquieren forma gramatical –es decir, se convierten en lenguaje– solo ante
la respuesta de otros cuerpos, es decir, en virtud de su condición social, como
elemento constitutivo de los procesos que articulan las relaciones humanas.
Así concebida, la gramática no es producto de una razón autónoma; ninguna
forma gramatical es como es porque la gramática misma así lo exija; ningún regis-
tro de regularidades verbales puede justificar su autoridad o validez en base a reglas
#2 EDITORIAL • 15
Lingüística
s Feminista
s y
s glotopolítica
apuesta
Ernesto
s Cuba1
0. ¡Entraremos!
1. Agradezco a José del Valle y Louise O. Vasvári por sus comentarios, y a Renato López por la corrección de estilo de
las primeras versiones de este texto.
22 • #2
Al igual que muchas activistas feministas desde mediados de 1960, este colectivo
de señoras continúa, aquí usando la sátira como herramienta, una tradición re-
flexiva fundamental para identificar la subordinación de las mujeres y proponer
horizontes individuales y colectivos de cambio: la crítica del lenguaje. Esta toma
de conciencia feminista requiere concebir el lenguaje como una práctica social
inserta en una lucha de poderes, es decir, como un fenómeno fundamentalmente
glotopolítico. Como tal, también invita a pensar en las diversas y múltiples insti-
tuciones que administran su uso como actores políticos que impulsan la equidad
de género –a nivel simbólico y material, simultáneamente– o reiteran el statu quo
patriarcal.
Me solidarizo con la ira (justificada) de estas señoras contra la RAE y me
propongo explorar otro tipo de ira, suscitada no por una institución sino por los
términos en que las y los lingüistas –en su gran mayoría2– tratan de enmarcar el
debate acerca de la relación entre sexismo y lenguaje3. La concepción formalista
y referencial del lenguaje sobre la que se funda la Lingüística moderna, así como
su pretendido cientificismo ofrecen una coartada ideológica a la disciplina, ya que
interviene en estos debates con una visión política supuestamente neutra y, a la
vez, trivializa el interés que el feminismo y las ciencias sociales tienen por señalar
el sexismo lingüístico. Por ejemplo, en una entrevista con la lingüista de la Acade-
mia Mexicana de la Lengua, Concepción Company, al preguntársele sobre las pro-
puestas de lenguaje inclusivo –que buscan visibilizar a las mujeres en el discurso–,
declaró: “[E]sta batalla [por la igualdad de género] no se da en la gramática, se da
en la sociedad. Cuando las sociedades sean igualitarias estoy segurísima de que los
hábitos gramaticales se van a modificar” (La Voz de Galicia 2018).
Tal idea mecanicista del lenguaje no es exclusiva del discurso de lingüistas. Yo
mismo he encontrado tal separación ideológica entre lenguaje y materialidad, y su
2. Esta mayoría conforma la corriente dominante de la Lingüística moderna cuyos presupuestos se apoyan en una
visión referencial y apolítica de la lengua. Esta rama hegemónica de la Lingüística goza de un mayor apoyo institucio-
nal y material en la producción y difusión de conocimiento, lo que, a su vez, favorece la validación de sus creencias y
actitudes con respecto al lenguaje y lxs hablantes dentro y fuera de la academia (por ejemplo, en los medios de comu-
nicación). Este estatus y presencia sociales no son compartidos por quienes trabajan desde otros principios teóricos
y metodológicos, y que disputan –en mayor o menor medida– las bases epistemológicas de la Lingüística dominante,
como es el caso de la Sociolingüística, la Lingüística Cognitiva y, por supuesto, la Lingüística Feminista.
3. Al recurrir a las emociones y la experiencia como fuente válida de reflexión, retomo la práctica feminista de revalo-
rar el espacio de los afectos y lo cotidiano en la generación de ideas y punto de partida para la acción, a diferencia del
pensamiento moderno, que sanciona tan solo las inferencias lógicas, descorporizadas y ahistóricas. El ámbito de lo
personal alimenta las reflexiones sobre los procesos sociales y políticos mayores. Del mismo modo, las fuerzas sociales
operan en los “aquíes” y “ahoras”, en lo público y en lo doméstico. En ese sentido, suscribo la frase “Lo personal es polí-
tico”, que fue un lema popularizado durante el surgimiento del movimiento feminista de los sesenta en el Norte global.
#2 GLOTOPOLÍTICA Y TEORÍA DEL LENGUAJE • 23
5. Las y los lingüistas que, por el contrario, sí trabajan en este tipo de reformas tampoco gozan de estatus dentro de la
profesión. Un caso extremo es el de la lingüista inglesa Anne Pauwels, especialista en políticas lingüísticas feministas
(1999): “Si bien su activismo por la defensa de las lenguas comunitarias y el bilingüismo ha sido recibido calurosa-
mente […], su trabajo sobre los temas de género ha atraído reacciones menos positivas. De hecho, Anne [Pauwels] ha
recibido amenazas de muerte anónimas y cartas violentas que la acusaban de haber destrozado y emasculado la lengua
inglesa por promover el uso del lenguaje inclusivo” (SOAS 2011).
#2 GLOTOPOLÍTICA Y TEORÍA DEL LENGUAJE • 25
Para las personas que han nacido a partir de la segunda mitad del siglo XX y que
han recorrido espacios académicos (no necesariamente feministas), las dos acep-
ciones de la palabra “género” son bastante familiares. Menos conocido es el hecho
de que el género gramatical (en adelante, “G1”) fue la inspiración para la creación
del género social (G2). No es casualidad que estos términos sean homónimos.
El primer registro de una discusión metalingüística acerca de G1 se encuentra
en el tratado De la lengua latina (43 a.C.) de Marco Terencio Varrón. Para él, el
sustantivo “genus” (el original latino) provendría del verbo “generare”, que puede
ser traducido como “procrear” o “causar” (Corbeill 2015: 13). Siguiendo la anti-
gua tradición de los gramáticos griegos, Varrón concebía las palabras como formas
que contienen la esencia de aquello que representan. Así pues, la palabra “género”
remitiría “naturalmente” a la capacidad de las palabras para procrear y generar vida.
Esta concepción causalista del significado contrasta con la noción moderna del
signo lingüístico como producto de una relación arbitraria entre significante y sig-
nificado. En ese sentido, hoy en día cualquier profesional de la Lingüística o la Fi-
lología que sugiriese que G1 tiene alguna motivación en la supuesta masculinidad
o feminidad de los nombres sería visto o vista con desconfianza por sus colegas. No
obstante, nuestros ancestros depositaron muchas energías en justificar (sesgada-
mente) por qué ciertas palabras eran masculinas, femeninas o neutras.
El profesor de Estudios Clásicos Anthony Corbeill, en su libro Sexing the World:
Grammatical Gender and Biological Sex in Ancient Rome (2015), ofrece un recuento
crítico y detallado del proceso que resultó en esta construcción de una relación
icónica entre forma y contenido: “En su deseo de atribuir significado al género
gramatical, los estudiosos de la Antigua Roma reconstruyeron una prehistoria
idealizada, donde las y los hablantes originales del latín categorizaban al mun-
do sexualmente asignando géneros específicos a los sustantivos, tanto animados
como inanimados” (13). Si bien en la lengua latina “sexus” indica la división bioló-
gica entre hembras y machos, así como entre mujeres y hombres, Corbeill docu--
26 • #2
menta casos en que “genus” (G1) también se emplea para hablar de tal dicotomía
sexual. Incluso Varrón afirmaba que “sexus” –donde esperaríamos leer “genus”– es
una de las tres propiedades de los sustantivos y pronombres, además del caso y
el número.
La historia del género social (G2) es mucho más reciente, pero no menos
compleja que la de G1. En primer lugar, es importante aclarar que este no fue un
concepto acuñado por el feminismo6 sino más bien por la sexología y, en parti-
cular, por los estudios realizados sobre individuos intersexuales. Su creador fue
el médico John Money (1921-2006), quien –junto con sus colegas de Johns
Hopkins University, Joan y John Hampson– inventó el nuevo significado de
“género” para solucionar la carga polisémica de “sexo” (Money 1955). Él consi-
deraba que la palabra “sexo” era problemática porque se empleaba para indicar
distintas facetas del individuo (intersexual o no), lo que creaba confusión en las
descripciones clínicas. Así pues, “sexo” se usaba para referirse a la genitalidad y
la corporeidad (“sexo femenino o masculino”), a las conductas y actos eróticos
(“tener sexo”), a la identidad psicológica de la persona (su “identidad sexual”) y a
los patrones sociales de conducta considerados apropiados para mujeres y hom-
bres (“roles sexuales”) (Germon 2009: 31). Según Jennifer Germon, en su libro
Gender. A Genealogy of an Idea:
Si bien el término género no era nuevo en el inglés, la innovación de Money fue aplicarlo en
un contexto diferente –como cualidad humana– aunque manteniendo su denotación tradi-
cional. Por lo tanto, el género [G2] proporcionó una herramienta conceptual para discutir
la masculinidad o feminidad de quienes no habían nacido ni como hombre ni como mujer
(2009: 32, énfasis en el original).
Las observaciones de Money hicieron que aquello que se comprendía como
“sexo masculino” y “sexo femenino” empezara a ser visto de manera menos cate-
górica y más matizada en la ciencia. Frente a la enorme variación fisiológica halla-
da, el interés de la sexología comenzó a gravitar más en torno a las dimensiones
psicológicas y culturales de la feminidad y la masculinidad. Las preguntas sobre
identidad y roles sociales ya no podían ser respondidas acudiendo a “sexo”, de
modo que “género” (G2) fue clave para la incursión del constructivismo social en
las reflexiones sobre las relaciones sociales entre mujeres y hombres. Y fue preci-
samente su carácter socialmente maleable, así como su concomitante potencial
emancipador, lo que convirtió a “género” en la herramienta teórica y analítica pre-
dilecta de las activistas y pensadoras feministas.
6. De hecho, se ha creado todo un mito acerca del origen del concepto. De acuerdo a Germon: “[L]a falta de atención
a la precisión histórica ha causado que el concepto de género sea concebido de distintas maneras como una invención
de la Sociología, de[l psiquiatra] Robert Stoller, como el legado de Simone de Beauvoir y como la invención (por
medio de su apropiación desde la Lingüística) del feminismo” (Germon 2009: 3).
#2 GLOTOPOLÍTICA Y TEORÍA DEL LENGUAJE • 27
9. Como afirma Peter Burke (1987: 17): “El lenguaje es históricamente demasiado importante como para dejárselo a
los lingüistas” (citado en Del Valle 2016: 3).
10. Es una práctica extendida segmentar –por razones pedagógicas– la historia de la Lingüística Feminista en tres
aproximaciones: (1) El enfoque del dominio o el déficit, (2) el enfoque de la diferencia y (3) el giro discursivo (mne-
motécnicamente, las 3 “D”) (Sunderland y Swann 2011).
30 • #2
2.2.2. Performance12
11. Deborah Tannen tiene el gran mérito –inusual en la Lingüística– de ser un éxito de ventas. Su libro más famoso,
You Just Don’t Understand. Women and Men in Conversation (1990), estuvo casi cuatro años en la lista de los más ven-
didos de The New York Times y ha sido traducido a otras 30 lenguas (Tannen 2018).
12. La sociolingüista Ana Deumert presenta una introducción a las distintas acepciones de “performance” y la rele-
vancia de “performatividad” para la teoría sociolingüística, particularmente para los estudios de comunicación me-
diada por computadora, tema de su libro (2014: 110-116).
#2 GLOTOPOLÍTICA Y TEORÍA DEL LENGUAJE • 31
13. La primera línea del clásico de Lakoff presenta poéticamente dicha tensión entre la agencia individual del hablante
y los límites culturales y sesgos patriarcales de su lengua: “El lenguaje nos usa en la misma medida en que nosotrxs
usamos el lenguaje” (1973: 46).
32 • #2
vas, cuya veracidad o falsedad puede ser verificable. Por ejemplo, un enunciado
como “la nieve es blanca” describe transparentemente una realidad, es decir, es
constativo. Durante mucho tiempo los enunciados constativos fueron el objeto
de interés de la Lógica y la Filosofía del Lenguaje. Austin, por su parte, comenzó
a revisar el lenguaje del día a día, en especial, una clase de enunciados que llevan
a cabo acciones sobre el mundo y que él llamó “performativos”.14 Curiosamente,
uno de los enunciados performativos más citados de su libro está profundamente
relacionado con las políticas de género: la celebración del matrimonio hetero-
sexual.
Desde su invención, el matrimonio como institución social ha sido definido
como la unión de una mujer y un hombre bajo la sanción del Estado y/o de de-
terminada religión, que solo puede llevarse a cabo con éxito si se cumplen ciertos
requisitos: que quien celebre el matrimonio tenga el poder oficial de hacerlo, que
se siga las convenciones de la ceremonia (espacio físico, protocolos, vestimen-
ta apropiada, etc.), que la pareja sea adulta, mentalmente lúcida y heterosexual15
y –lo que es clave– que “se enuncien ciertas palabras, por ciertas personas bajo
ciertas circunstancias” (26). Son, en español, las palabras “Yo los declaro marido
y mujer” dichas en el momento y lugar adecuados, y por la persona autorizada,
las que dan lugar a la materialización del matrimonio. Este enunciado provoca un
cambio en el mundo de modo similar a una promesa (“Te prometo que entregaré
mi trabajo a tiempo”) o una inauguración (“Declaro inaugurados los juegos del
hambre”). En todos estos casos se “hacen cosas con palabras”. Austin aclaró que
los enunciados performativos pueden ser exitosos (“felicitous” en el original in-
glés) o pueden ser infructuosos o fallidos (“infelicitous”)16.
Las reflexiones de Austin desafiaron una larga tradición en la Filosofía occi-
dental, que limitaba el rol del lenguaje a representar meramente la realidad. Este
modelo representacional, retomando el ejemplo anterior, tendría problemas para
categorizar una expresión como “los declaro marido y marido” o “esposa y espo-
sa”, porque estos enunciados no constituyen un comentario, una narración o una
descripción de una boda. Bajo las circunstancias apropiadas, estas palabras son
la boda misma. Al final de su libro, Austin sostiene que todos los enunciados son
performativos, incluso aquellos que son aparentemente solo constativos, ya que
incluso estos realizan el acto de informar. Esta fue una conclusión revolucionaria,
14. El título de su libro condensa su propuesta: How to Do Things with Words.
15. Aunque este requisito ya no es universal desde la legalización del matrimonio igualitario en Holanda en el 2000.
16. Esta capacidad de llevar a cabo acciones no es tan transparente en el verbo español “performar” como en el inglés
“to perform”, que puede ser traducido como “realizar”, “funcionar” o “actuar”. Esta última acepción es la más popular
en español. Si bien es cierto que “performar” tiene la carga teórica del modelo dramatúrgico, es muy probable que
quien no esté familiarizado con este modelo asuma que “performativo” es sinónimo de “teatral” o “artístico”.
#2 GLOTOPOLÍTICA Y TEORÍA DEL LENGUAJE • 33
porque teóricamente implicó que el lenguaje es acción. De este modo, Austin –sin
proponérselo– dio cabida a un giro lingüístico en los debates y métodos de la
Antropología, enriqueciendo particularmente al paradigma de la etnografía de la
comunicación (Hall 1999: 184).
El poder de todos los enunciados –en tanto que son intrínsecamente perfor-
mativos– es que actúan y moldean el mundo social: el lenguaje no solo “hace
cosas”, sino que también “crea realidades discursivas”. Como señalé en la primera
sección, el modelo teórico de la Lingüística formal ha separado el sistema de las
prácticas lingüísticas con el propósito de delimitar su objeto de estudio (es decir,
la “langue” saussureana, reciclada como la “competence” chomskiana). En esta
versión simplificada, el lenguaje en uso es visto como superestructura, conse-
cuencia y representación. Vista retrospectivamente, la Lingüística Feminista, por
el contrario, ha adoptado una perspectiva glotopolítica y se ha encargado de po-
ner en evidencia el poder constitutivo y el carácter ideológico del lenguaje en uso
al identificar (y denunciar) las múltiples y diarias instancias de sexismo.
2.2.4. Performatividad
Si hubiese que elegir una frase que encapsule el proyecto deconstructivo y crítico
de la teoría de género y del feminismo, escogería la famosa cita de Simone de
Beauvoir: “No se nace mujer: se llega a serlo” (1972: 247)17. Aunque sería más
apropiado emplear “deviene” por su mayor similitud con el francés “devient”para,
de ese modo, evitar la sensación de finalización de la perífrasis “llegar a ser”. El
feminismo de las calles y las aulas ha sostenido y demostrado que una deviene
en el sujeto generizado mujer. ¿Pero cómo sucede dicho devenir? He presenta-
do las diversas reflexiones de las ciencias sociales y la Lingüística Feminista que
buscan responder esta pregunta sin recurrir al determinismo ni al esencialismo.
No obstante, detrás de todas estas formulaciones construccionistas subyace un
presupuesto: existe un sujeto anterior al género, al “devenir mujer”. Judith Butler
problematiza exegéticamente este momento anterior al ingreso a la vida social
en su obra más celebrada, Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Identity
(1990).
Butler parte indagando sobre los límites del sujeto sobre el que se funda el femi-
nismo. Se concentra particularmente en aquellas prácticas e identidades no-hete-
rosexuales y no-binarias que perturban (“trouble”) las asunciones sobre lo que es
17. La famosa cita se aprecia mucho más en su contexto: “No se nace mujer: se llega a serlo. Ningún destino bioló-
gico, psíquico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; es el conjunto
de la civilización el que elabora ese producto intermedio entre el macho y el castrado al que se califica de femenino”.
34 • #2
ser mujer y hombre. Son realidades como las de las personas intersexuales y trans-
género las que ponen en evidencia la “matriz heterosexual” normativa de género.
Ella está particularmente interesada en comprender por qué la sociedad domi-
nante considera a algunos individuos y estilos de vida como una afrenta, y cómo
llega a posicionarlos en un “exterior constitutivo” al orden social, como un otro
abyecto. Si “género” fue (y sigue siendo) clave para la liberación de las mujeres, y
para historizar y denunciar su devenir como sujeto subyugado, ¿esta categoría de
análisis también servirá para movilizar y reivindicar identidades, placeres y cuer-
pos relegados a la alteridad? Para Butler la manera en que se conceptualizaba el
género hasta ese momento no podía dar cuenta de estas realidades problemáticas
e incómodas sin correr el riesgo de replicar y fijar nuevas normas.
En las secciones anteriores, he presentado cómo el género ha sido conceptua-
lizado como una práctica cotidiana (“hacemos género”) y también de qué forma
el lenguaje actúa performativamente sobre la realidad (“hacemos cosas con pala-
bras”). Butler retoma a finales de la década de 1980 ambas tradiciones –los lega-
dos de Goffman y Austin– para revisar y proponer un nuevo concepto de género.
Se pregunta quién está detrás del “guion actuado” del teatro de la vida social y
quién está “haciendo” género. En el primer capítulo de Gender Trouble, ella afirma
que el género es performativo y que no existe un ente realizador (“a doer”), ni una
esencia detrás de las prácticas corporales y discursivas. En sus propias palabras,
“El género es la estilización repetida del cuerpo, una sucesión de acciones repeti-
das dentro de un marco regulador muy estricto, que se inmoviliza con el tiempo
para crear la apariencia de sustancia, de una especie natural de ser” (2007: 98;
traducción de María Antonia Muñoz).
Se debe revisar con cuidado este famoso pasaje. En primer lugar, es necesario
enfatizar el carácter iterativo del género. De manera similar a la performance de la
vida social, estamos obligadxs a repetir una y otra vez nuestras prácticas corpora-
les y discursivas, siguiendo las normas que nos anteceden históricamente (pero
que no son trascendentes, sino contingentes y disputables). Por medio de esta
repetición enmarcada bajo el poder regulador de la heterosexualidad obligatoria,
se llega a sedimentar una ilusión de esencia ( Jagger 2008: 21). Mientras las es-
cuelas sociológicas como la de Goffman asumen que existe un “verdadero yo” o
un “hacedor” pre-discursivo, para Butler el género es el efecto –y no la causa– de
la acción (22). En ese sentido, la performatividad no solo es una propuesta crítica
sobre género, sino también una reevaluación radical del papel del lenguaje en la
conformación de las identidades:
#2 GLOTOPOLÍTICA Y TEORÍA DEL LENGUAJE • 35
El género es un acto que da origen a lo que nombra […]. Las identidades de género están
construidas y constituidas por el lenguaje, lo que significa que no hay una identidad de géne-
ro que preceda al lenguaje. En otras palabras, no es que una identidad “haga” el discurso o el
lenguaje, sino al revés: el lenguaje y el discurso “hacen” el género (Salih 2002: 64).
3. La apuesta glotofeminista
del género masculino (por ejemplo, “los niños” podría referir a un grupo mixto
de niñas y niños). En la sección dedicada al género, establecen que “[d]esde un
punto de vista lingüístico, no hay razón para pensar que este género gramatical
[el masculino] excluye a las mujeres en tales situaciones [de grupos mixtos]” (§
Cuestiones gramaticales20). Esta supuesta neutralidad del empleo del género mas-
culino da pie a considerar “innecesario” el desdoblamiento léxico (“las niñas y los
niños”, por ejemplo) y aconsejar que “se evite” los nuevos sufijos de género neutro
como “x”, “@” y “e” (“niñxs”, “niñ@s” y “niñes”, respectivamente) por contravenir
“las reglas ortográficas y morfológicas del español”.
Sin duda esta reiteración de la norma expone el carácter inestable de la inter-
pretación del género gramatical masculino (¿ese “niños” señala a un grupo mix-
to o a uno homogéneo?). En mi análisis glotopolítico, más que el conveniente
desconocimiento de la investigación hecha en Psicolingüística sobre esta forma
gramatical, los autores del Libro de estilo obliteran toda potencial interpretación
androcéntrica (es decir, que al leer o escuchar “niños” la o el hablante solo imagi-
nará un grupo exclusivo de hombres) escudándose en la supuesta neutralidad del
sistema lingüístico. Detrás del “no hay razón para pensar…” citado líneas arriba,
hay una voluntad por negar la interpretación androcéntrica incluso antes de que
emerja en la mente de lxs hablantes. Ya no se trata de ignorar o negar que la gramá-
tica es sexista, sino de descartar como absurda la posibilidad de que haya tal sesgo
ideológico. En otras palabras, una vez más, la RAE y la ASALE están clausurando
el debate sobre el sexismo lingüístico con una sentencia inapelable: “No hay razón
para pensar que el lenguaje –ni como sistema ni como práctica social– pueda ser
sexista”.
Asimismo, esta nueva instancia de la vieja norma puede ser interpretada como
un contragolpe glotopolítico al surgimiento de normatividades “otras” como es
el caso de las guías de lenguaje inclusivo y otras iniciativas activistas que están
cobrando popularidad, sobre todo, entre hablantes jóvenes. Por ejemplo, ciertos
grupos anarquistas emplean los morfemas “x”, “@” e incluso “=” –entre otras es-
trategias de intervención ortográfica– para combatir el sesgo patriarcal en sus re-
vistas y periódicos (Acosta y Cuba 2016), y el término “latinx” es adoptado cada
vez más en espacios académicos angloparlantes en Estados Unidos para incluir a
todas las identidades de género posibles y visibilizar nuevas discusiones políticas
(Torres 2018).
20.<https://read.amazon.com/kp/embed?asin=B07K1PH6ZN&preview=newtab&linkCode=kpe&ref_=cm_
sw_r_kb_dp_y9tgCbD1G5HF3>.
#2 GLOTOPOLÍTICA Y TEORÍA DEL LENGUAJE • 37
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40 • #2
Gumperz y la glotopolítica
Monica Heller
No es difícil entender por qué estas pudieran haber estado entre sus preocupa-
ciones. La carrera de Gumperz tomó forma entre los años cincuenta y los setenta,
periodo marcado por la Guerra Fría y sus manifestaciones en luchas en torno a
la descolonización y modernización tanto de los antiguos territorios imperiales
como de zonas internas a los centros de los viejos y nuevos poderes imperiales.
El propio Gumperz, claro, era un judío refugiado de la Alemania nazi que regresó
al país al final de la guerra trabajando como traductor para el ejército americano.
Del impacto de esta experiencia no hablaba; al menos en mi experiencia. (En un
momento descubrí que había tenido vivencias como judío (secular) alemán y re-
fugiado similares a las de mi madre. Pero una vez establecido el paralelismo, no se
habló más del tema hasta muchos años después, cuando coincidimos en Alemania
y se quejó del hecho de que la gente que visitaba insistía en llevarlo a cementerios
judíos. En esto se parecía mucho a mi madre, preocupada por el futuro y no el
pasado, y comprometida con la racionalidad sistemática como forma de evitar la
repetición de errores pasados. Yo sabía que no debía insistir. A él le correspondía
decidir si contar o no aquella historia.) Sin embargo, parece razonable asumir que
el nazismo dejó su marca en Gumperz al menos en parte en forma de interés por el
trabajo contra la discriminación.
En los años cincuenta, se incorporó a un equipo multidisciplinario basado
en Cornell University cuyo objetivo era la investigación a largo plazo de la diver-
sidad y, en su caso particular, en la India. Se trataba de un proyecto auspiciado
por las fundaciones Ford y Rockefeller, uno de entre los muchos lanzados en las
dos décadas entre 1952 y 1972 con la idea de “modernizar” y “desarrollar” esta-
dos-nación recientemente independizados. Además de la India, estos proyectos se
llevaron a cabo en países como Indonesia, Egipto, Túnez, Malasia, las Filipinas y
Perú (cfr. Fox 1975). En general, de acuerdo con las ideologías del estado-nación
moderno, los poderes históricos y emergentes, incluidos los protagonistas centra-
les de la Guerra Fría, consideraban que la modernidad era un objetivo deseable
que significaba progreso, y que para alcanzarla era necesario establecer poblacio-
nes relativamente homogéneas en territorios con fronteras bien definidas. Al igual
que en periodos anteriores de construcción nacional, se hacían necesarios de nue-
vo esfuerzos de uniformización, legitimados en base a investigaciones científicas
y moldeados por la competencia por esferas de influencia. La tarea de Gumperz
en la India era investigar el “problema” del multilingüismo a poco tiempo de la
independencia que había resultado en la partición del territorio en base a criterios
religiosos.
Las luchas por la emancipación en el antiguo mundo colonial (o quizás, mejor
dicho, en el mundo neocolonial) resonaban dentro de las fronteras de los antiguos
44 • Monica Heller #2
nidades que, se decía (y aún se dice), dejaban a los niños “sin preparación” para una
escolarización en lengua estándar, blanca y de clase media, abocándolos al fracaso
y la pobreza.
La intervención de Gumperz en este sentido (y no estaba solo en el intento)
consistió en usar la racionalidad de la descripción lingüística para atacar las teorías
del déficit. Aunque en cierto sentido la sociolingüística argumentaba en favor de
una concepción inherentemente social del lenguaje, no renunció al más amplio
compromiso con el análisis estructural que compartían (y quizás aún compartan)
la mayoría de las ciencias sociales. En este sentido, la forma lingüística se pensaba
como susceptible de ser sometida a una descripción estructural, es decir, racional
y sistemática. De ahí el mantra de tantas generaciones de lingüistas: ninguna varie-
dad lingüística es inherentemente mejor o peor que cualquier otra.
El problema, decía Gumperz, era que las poblaciones marginadas tenían sis-
temas lingüísticos (y, más aún, sistemas de producción de sentido) diferentes, no
deficientes. Por ello, la respuesta racional era explicar cómo funcionan esos siste-
mas de producción de sentido para alcanzar la intercomprensión y desarmar los
estereotipos. Un comentario de Gumperz durante una reunión del Comité de So-
ciolingüística a principios de 1970 revela esta preferencia: algunos miembros del
comité intentaron dar respuesta al relativamente escaso compromiso con temas
estadounidenses organizando en colaboración con lo que entonces se conocía
como investigadores “chicanos” un congreso precisamente sobre sociolingüísti-
ca chicana. Gumperz expresó su preocupación ante el hecho de que el congreso
pudiera resultar “demasiado político”, comentario difícil de asociar con alguien
que parecía evidentemente comprometido con problemas de desigualdad social
eminentemente políticos. Sin embargo, si entendemos su posición en el marco de
su compromiso con la acción racional y la aplicación del conocimiento científico
experto a problemas sociales, su preocupación resulta quizás más clara. Para él, “lo
político” era distinto a la crítica científica de las teorías del déficit y de su rol en la
reproducción de desigualdades.
De hecho, hubo investigadores que criticaron el trabajo de Gumperz por no
comprometerse con las desigualdades estructurales que, según ellos, se hallaban
en la raíz de la devaluación de la competencia lingüística y comunicativa (por
usar la terminología que ellos usaban; Bourdieu le habría llamado “capital”) de los
miembros de grupos marginalizados; del menosprecio, de hecho, no sólo de su
competencia comunicativa sino de su misma existencia (Kandiah 1991; Sarangi
1994; Singh et al. 1988). No se trata simplemente de que los guardianes no puedan
entender a los hablantes de lenguas minorizadas, decían, sino de que usen su pri-
46 • Monica Heller #2
vilegiada posición de guardianes para imponer las reglas del juego (que además
pueden cambiar cuando les venga en gana) y dejar afuera a los indeseables. El con-
cepto del déficit lingüístico puede muy bien legitimar la reproducción de desigual-
dades de raza y clase; pero el concepto de diferencia lingüística depende en exceso
de la buena voluntad como motor del cambio para poder interpelar de manera
efectiva al compromiso de los poderosos con la reproducción social.
Otra línea de argumentación produjo una crítica similar del modo en que la
teoría gumperziana de la diferencia fue adoptada y desarrollada, especialmente
por Deborah Tannen (1990), para explicar la desigualdad de género. Sus críticos
(véase especialmente Uchida 1992) afirmaban que el problema no es la “diferen-
cia” sino la “dominación”. Decían estos críticos que los americanos negros y blan-
cos, hombres y mujeres no vienen de diferentes planetas con distintos sistemas de
socialización; sino que sus cuerpos son asociados a categorías sociales inscritas
en un sistema social que funciona para beneficiar a los blancos y a los hombres, y,
especialmente, a los hombres blancos.
Aún queda pendiente la cuestión del porqué y el cómo el lenguaje. Dicho de
otra manera, aún tenemos que responder a la pregunta de por qué y cómo estos
procesos de reproducción social se despliegan en el terreno del lenguaje. ¿Cuál es
la explicación del atractivo particular que presentan las teorías del déficit lingüísti-
co y cultural en las democracias liberales? ¿Cómo se explica su persistencia a pesar
del tipo de crítica científica y racional que se ha hecho desde distintas esquinas del
mundo sociolingüístico y a pesar del desenmascaramiento del racismo y el sexis-
mo en que se apoyan? Desde luego que se puede criticar el trabajo de Gumperz
por no haberse enfrentado a estas cuestiones, pero, a mi modo de ver, quizás no
habríamos llegado a plantearlas de no haberse producido la ubicación de la des-
igualdad social en el centro de nuestras preocupaciones.
2. Legados
tado en aquel contexto y como señal de que lo que se recompensa es una forma de
práctica científica que se pueda entender como técnica.
Al mismo tiempo, es importante notar que una generación de investigadores
formados (y en general afincados) en los EE. UU. están trabajando en la actuali-
dad precisamente en los temas de poder, diferencia y desigualdad que Gumperz, a
su manera, intentó abordar; y lo están haciendo centrándose en cómo el lenguaje
produce y reproduce la racialización y el racismo en los EE. UU. (Flores y Rosa
2015; Reyes y Lo 2008, véase también Avineri et al. 2015). Desde mi punto de
vista, estas investigaciones y su posición de compromiso algo le deben al trabajo
de Gumperz.
Y sin embargo, debemos preguntarnos qué ha pasado para que, en el pequeño
mundo de la antropología lingüística/sociolingüística norteamericana, tengamos
dos corrientes, ambas ancladas en el trabajo de Gumperz, que parecen no poder
comunicarse entre ellas con soltura. ¿Qué está ocurriendo actualmente en los
EE. UU. que nos ayude a entender este hecho? Una teoría podría ser que es sinto-
mático del largo y desigual proceso de descolonización, incluso cuando la demo-
cracia y el dominio de EE. UU. sobre el mundo han incorporado al campo justo al
tipo de gentes que antes eran su “objeto” y que ahora toman la palabra. Otra podría
ser que está relacionado con el cambio de posición de EE. UU., que ya no tiene el
poder para definir los campos que tuvo en el pasado.
En ese sentido, merecería la pena considerar si algo como el Comité de So-
ciolingüística sería hoy posible; y si podría estar integrado sólo por investigado-
res norteamericanos (es necesario notar que hacia el final de su existencia, en los
setenta, uno de sus miembros fue enviado en misión de reconocimiento a Francia,
donde una tradición sociolingüística algo diferente estaba emergiendo). El propio
Gumperz era claramente cosmopolita y no sólo en su trabajo de campo. Su trabajo
en Inglaterra y Alemania estaba profundamente comprometido con investigadores
e instituciones locales y con las preocupaciones europeas por la inmigración, el
nacionalismo y las promesas incumplidas del estado del bienestar (aunque dudo
que él mismo lo hubiera expresado así). Fue uno de los pocos investigadores de
EE. UU. en usar los medios de comunicación de masas (en su caso, el famoso do-
cumental de la BBC de 1979 Crosstalk). Numerosos colegas y estudiantes circula-
ron con él por India, Europa y EE. UU.
¿Cómo usar aquellas ideas para enfrentarnos a las viejas y nuevas formas de
desigualdad ahora que el estado del bienestar desaparece, la Guerra Fría se transfor-
ma y el equilibrio de poder no es el que era? Siempre es más fácil entender cómo
las condiciones político-económicas contribuyeron a dar forma a las cuestiones
48 • Monica Heller #2
lingüísticas del pasado; nuestro presente es más difícil de entender. Pero hay sufi-
cientes cosas en común con la época de Gumperz para que tengamos presente que
el lenguaje es, por un lado, el proceso social a través del cual opera la categoriza-
ción social y la determinación del valor de las categorías y, por otro, el terreno en
el cual la diferencia social se convierte en desigualdad social en modos que tienen
sentido para los actores sociales, que vuelven a la desigualdad legítima (o al menos
comprensible) y que por ello dificultan la visión de los árboles o del bosque. Tal
como Gumperz nos enseñó, el lenguaje, y más en general la comunicación, es una
herramienta para la reproducción y para el cambio. Es también una zona donde se
enmascara y legitima, como aprendimos en otros lugares. El encaje entre ambos
debe ser acaso el objeto de nuestra mirada.
Fuentes citadas
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Reyes, Angela y Adrienne Lo (eds.) (2008). Beyond Yellow English: The
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#2 PENSAMIENTO GLOTOPOLÍTICO • 49
Ofelia García
s
Entrevistada por Lara Alonso y Laura Villa
verderamente le quitan fondos a otras escuelas que los necesitan para ellos esta-
blecerse en espacios que nos pertenecen a todos, que son espacios públicos pero
que, sin embargo, ellos han tomado. Y que muchas veces lo que están haciendo es
limitando la educación de esos niños. Lo digo con cuidado porque me parece que
no es en todos los casos, no todos los charter schools funcionan de esa manera,
pero muchos sí funcionan de esa manera, funcionan como sistemas de control de
estos niños. Y en vez de darles más opciones a los padres, que es la manera en la
que se venden estas escuelas, verdaderamente quitan fondos para los otros. Y estas
escuelas pueden seleccionar a veces el tipo de estudiante que entra, que sale, etcé-
tera, mientras que las escuelas públicas no lo pueden hacer. Así que hay que tener
mucho cuidado de decir que funcionan o no funcionan, porque el funcionar o no
funcionar a veces tiene que ver con quiénes son los alumnos que se benefician de
esa educación.
Así que todo eso, el hecho de que las universidades cuesten lo que cuestan hoy
día es absolutamente... es producto de ese neoliberalismo, del hecho de que las
universidades estatales y públicas cada día tienen menos fondos públicos y por lo
tanto tienen que cobrarle más a los estudiantes para poder sobrevivir. Yo siempre
digo que cuando yo fui a Hunter College costaba treinta dólares el semestre. Eso
es lo que costaba. Y hoy día es mucho más. Yo no sé cómo... Yo te puedo decir
que mis padres no tenían los treinta dólares al semestre para darme, porque no
eran sólo los treinta dólares, sino eran los libros, los viajes, etcétera. Así que yo me
imagino que una familia de los recursos que tenían mis padres en aquella época no
podría mandar a sus hijos a Queens College hoy día porque es casi imposible. Así
que yo creo que todo esto ha afectado muchísimo a la educación y definitivamente
restringido mucho más los espacios a los que estudiantes pobres, los estudiantes
de color, etcétera, pueden acceder.
Lara Alonso: Y Ofelia, cambiando un poco de tema, pero conectando con el
proceso de tu formación académica, te queríamos preguntar sobre Joshua Fishman,
a quien en tu emotivo obituario en Journal of Sociolinguistics defines como un men-
tor sin igual. Queríamos que nos hablaras de tu relación con él, de aprendiz, de
colega, de amiga, y también de su legado para la sociología del lenguaje.
OG: Gracias por hacer esa pregunta porque yo creo que uno siempre tiene
que recordar a los maestros y para mí Joshua Fishman fue el maestro esencial en
toda mi vida. Yo siempre digo que todo lo que yo aprendí sobre la lengua y todo lo
que yo sé sobre la lengua lo aprendí en Fishman 101, aunque después haya exten-
dido lo que yo aprendí porque eso es natural. Yo conocí a Joshua Fishman ya des-
pués de que me hubieran contratado de profesora de educación bilingüe. Ustedes
54 • OFELIA GARCÍA #2
tienen que darse cuenta de que yo estoy vieja y que, por lo tanto, cuando yo em-
pecé a enseñar, yo empecé a enseñar... Les hago el cuento. Yo empecé a enseñar en
una escuela progresista, lo que le llamaban school without walls, producto de los
sesenta. Entonces se reunieron una cantidad de profesores y se empezó –no digo
empezamos porque yo no fui de los líderes para empezar esta escuela–, se empezó
esta escuela. Y esta escuela tenía como meta hacer una educación más centrada
en lo que necesitaban los estudiantes, la comunidad, etcétera. Y a mí me dieron
a enseñar un grupo de estudiantes que todos eran puertorriqueños y que todos
hablaban español, no hablaban inglés. Y se suponía que tenía que enseñarles en
inglés. Después de una semana fui y le dije al head teacher (la persona que estaba
a cargo de nosotros): “Esto no funciona, esto no tiene sentido. Yo hablo español,
estos niños nada más que hablan español. ¿Para qué estoy enseñando yo en inglés?
Yo voy a tratar de hacerlo de una manera bilingüe”. Yo me acuerdo que él me pre-
guntó: “Ofelia, what does that look like?”. Y yo le dije: “I don’t know. But we’ll find
out”. Y entonces empezamos a trabajar.
Entonces, yo tuve una mentora, porque también hay que reconocer todas las
influencias que uno ha tenido en la vida. Yo tuve una mentora en cuanto a la edu-
cación que se llamaba Lillian Weber. P.S. 84, que es una escuela en el Upper West
Side, está nombrada... se nombra a Lillian Weber. Y Lillian Weber era una profeso-
ra progresista que había traído lo que se llamaba el open classroom de Inglaterra,
no existía en los Estados Unidos. Y entonces Lillian empezó a trabajar conmigo en
cómo hacer una educación más abierta, pero bilingüe. We made it up. O sea, no
había ningún modelo de cómo hacerlo. Y cuando yo me gradué, que me gradué,
después podemos hablar de eso, del programa en que ustedes están en este mo-
mento, no había puestos verdaderamente en los departamentos de español, pero
había un puesto en educación bilingüe porque se necesitaba formar maestros y eso
no existía. Entonces Lillian Weber me llamó y me dijo: “Tienes que solicitar este
puesto”. Y yo le dije: “Pero, Lillian, es que yo no tengo preparación en esto, prepara-
ción teórica en esto”. Y Lillian me dijo: “No, no, no, pero lo tienes que hacer porque
aquí nadie tiene preparación en esto”. Y entonces me contrataron allí. Pero una vez
que me contrataron yo me di cuenta de que yo tenía mucha experiencia práctica,
pero que me faltaba la teoría de bilingüismo, de sociología de la lengua, etcétera.
A mí siempre me había interesado la lengua en el texto. Todos mis estudios en
el Graduate Center habían sido basados en la semiótica, en la teoría poética. Yo
estudié con Mary Ann Caws, que hacía dadaísmo y surrealismo. Me salí porque
el programa a mí no me encajaba. Entonces, gracias a dios, don Emilio [González
López], que era el director en aquella época, era un hombre muy abierto… Llego a
#2 DIÁLOGOS • 55
Fishman en algún momento... Era un hombre muy abierto y me dijo: “Está bien, ve
haciendo las cosas como tú pienses”. El caso es que yo había trabajado mucho con
la lengua, era lo que me interesaba, pero la lengua en el contexto. Y es más, yo había
trabajado con poetas bilingües: César Moro, un peruano, hice el segundo examen
de César Moro. Siempre me había interesado todo el bilingüismo en ese sentido.
Y entonces empecé a trabajar, me di cuenta de eso y me llevé una beca para estu-
diar sociología de la lengua en Yeshiva. Y entonces empecé un posdoc en Yeshiva con
Joshua Fishman. Y una vez que empecé a trabajar con él, nunca lo dejé. Él empezó
en aquella época un programa para desarrollar psicólogos bilingües, que tampoco
había nada de eso. Y entonces trajo a todos estos estudiantes. Y no había tampoco
quién les enseñara nada. Y entonces él y yo empezamos a enseñar cursos juntos.
Así que fue una relación desde el principio muy fuerte, una relación verdadera-
mente de mentor, de maestro, muy generosa. Siempre me decía lo que yo hacía mal
y lo que no entendía, y me mandó entonces a hacer diferentes cosas. Por ejemplo,
de entre las primeras cosas que me dijo es: “Tú no tienes entrenamiento ninguno
en investigación cuantitativa. Tienes que aprender a hacer investigación cuantitati-
va”. Entonces yo me fui a University of Michigan, en Ann Arbor, a estudiar investi-
gación cuantitativa. Nunca me interesó hacerla, pero por lo menos sabía lo que era.
Así que Fishman para mí fue un mentor en todo sentido. Y, cuando envejeció,
pues, había veces que ya no podía hacer las cosas y entonces me las pedía a mí y yo
seguí trabajando con él casi hasta su muerte. Fue un hombre esencial en mi forma-
ción; él y su mujer también, porque Gella Fishman, a quien nadie nunca menciona,
era una mujer a la que le interesaba mucho sobre todo el yidis y el mantenimiento
del yidis. Entonces ella era la que mantenía todo ese fervor en el hogar, mientras
que él era mucho menos apasionado, más intelectual. Yo me acuerdo que al princi-
pio de empezar a trabajar con Fishman, yo no sabía ni dónde estaba, ni qué eran las
lenguas, ni qué... O sea, él me mencionaba lenguas que yo decía: “Yo no sé de qué
está hablando”. Entonces volvía para casa, que en aquella época no había Google,
volvía para casa y buscaba y estudiaba. Así que para mí fue esencial, aunque yo creo
que el trabajo mío está…, lo de él se le ve por debajo, pero yo no estaba de acuerdo
con muchas de las cosas que él decía, inclusive en aquella época. Pero también fue
un hombre muy generoso con su parte intelectual porque él siempre me decía a mí
que yo había sido una de sus mejores alumnas porque nunca creía verdaderamente
lo que él me decía, que yo siempre cuestionaba lo que él me decía. Así que ese fue
Fishman para mí.
Yo creo que fue una figura central en lo que es la sociología de la lengua. Muchas
veces yo todavía lo leo y digo: “Wow! Las cosas que vio Joshua Fishman en los
56 • OFELIA GARCÍA #2
años setenta y ochenta, que estamos todavía tratando de entender y que no en-
tendemos”. Así que no sólo fue pionero de esto, sino que también tenía una visión
muy profética acerca de lo que iba a ser el futuro y lo que necesitábamos hacer. Y
una de las cosas más importantes para mí de lo que él me enseñó es que la lengua
no puede ser vista sólo aislada de su contexto social, político, etcétera. Él siempre,
por ejemplo, él decía que sociología de la lengua... “Él nunca quiso que se le lla-
mara sociología de la lengua. Él quería que se le llamara, a lo que él hacía, socio-
lingüística”, pero como llegó Labov y se tomó ese término como la sociolingüísti-
ca variacionista, pues entonces él vio que tenía que adoptar otro término. Pero él
nunca pensó que la sociología debía ser la disciplina que marcara el estudio de la
lengua, sino que era un estudio interdisciplinario que incluía la historia, la política,
la antropología, la religión…, o sea que la lengua se tenía que ver en un contexto
mucho más amplio.
LA: Y además de Fishman, Ofelia, ¿qué autores, qué trabajos te han inspirado
y te inspiran en tu práctica docente y académica y cómo relacionas esas influencias
con las políticas de producción del conocimiento en diferentes lugares del mundo
y desde diferentes epistemologías?
OG: Yo creo que antes de llegarme al mundo, me puedo llegar a mi propia casa
porque a veces uno..., tienes que llegar a la vejez para darte cuenta que hay muchas
cosas que tú aprendes simplemente al estar en tu casa. Yo creo que yo aprendí mu-
chas cosas de mi mamá sobre todo, que era una mujer muy valiente, muy echada
para alante. Pero después yo creo que yo he aprendido muchas cosas de Ricardo,
de Ricardo Otheguy, mi marido, con quien he estado casada largo tiempo. Y yo
creo que también, como con Fishman, hay cosas con que yo estoy muy de acuerdo
y cosas en que estoy en desacuerdo. Y siempre he pensado que la cosa es no poner-
se en campos diferentes, sino entender qué es lo que uno aprende de la manera de
pensar de otra persona, y cómo esa manera de pensar cabe o no cabe dentro de tu
propio mundo. Todos somos mundos diferentes y tenemos experiencias diferen-
tes y conocimientos diferentes. Y entonces yo creo que eso es importante. Así que
yo creo que yo le debo una gran deuda a Ricardo Otheguy y a su gran compañero,
Wallis Reid, que viene cada dos jueves y pelea conmigo. Ellos tienen una manera
de pensar sobre la..., ellos son muy lingüísticos, pero tienen una manera de pensar
sobre la lengua muy diferente, más semiótica. Yo me acuerdo que cuando yo empe-
cé a hablar con Ricardo acerca de la lengua, mi primera impresión fue: “Bueno es
que esto es casi un approach, lo que ellos están haciendo es casi un approach poéti-
co, porque es un approach semiótico sobre la lengua”. Así que yo aprendí mucho de
pensar así y, sin embargo, mi experiencia es otra y entonces ha habido otras cosas.
#2 DIÁLOGOS •57
pre le digo: “Me parece excelente, pero yo no puedo llegar a eso”. Yo, inclusive, I
deleted my Facebook account, o sea, no puedo llegar a eso. Pero entiendo que eso
cambia la manera en que la lengua interactúa con la sociedad y, por lo tanto, hay
que también bregar con eso, no decir: “Bueno, eso no tiene sentido para mí”.
LV: Ofelia, cambiamos un poco de tercio para preguntarte sobre Cuba. Después
de haber salido, inmigrado a Estados Unidos con tu familia, ¿volviste en el 96-97
para una estancia?
OG: No sé si fue el 96, yo creo que fue antes.
LV: Antes de eso.
OG: Yo creo que sí. Yo creo que yo regresé a Cuba por primera vez, puede ha-
ber sido en el 92, por primera vez después de haber salido en el 61. ¿Y qué quieres
que te explique cómo llegué?
LV: No, más bien saber cómo había sido tu relación, si habías seguido mante-
niendo relación con la isla. ¿Cómo fue llegar en ese momento? ¿Y cómo ha sido tu
relación después?
OG: Yo salí de niña en el año 61. Vinimos a Nueva York. Nosotros no... O sea,
vinimos a Nueva York..., mi padre vino a Nueva York, nosotros nos quedamos en
Miami unos meses mientras mi padre conseguía trabajo. Fue una vida un poquito
loca. Llegamos a Nueva York, mi madre salió embarazada, tuvo un cuarto hijo,
así que fue todo un momento difícil. En aquella época no había relaciones entre
los Estados Unidos y Cuba. Yo para entender quién era tuve que leer. Por eso yo
creo que me atrajo siempre la literatura latinoamericana, y la literatura cubana, y la
antropología y..., o sea, yo estudiaba Cuba. Todo lo que podía llegar a mis manos,
lo leía. Había en aquella época un Centro de Estudios Cubanos, que eran todos
marxistas. Y en aquella época a mi madre sobre todo le parecía muy mal que yo
estuviera con ellos. Pero a mí me parecía que yo tenía también que conocerme, y
entonces, pues, hice eso.
En CUNY había un canciller en aquella época, cuyo nombre en este momento
no recuerdo, pero al que le interesaba mucho Cuba y que había hecho un acuerdo
entre CUNY y Cuba. Y traíamos profesores de vez en cuando de Cuba. Y trajimos
muchos profesores Ricardo y yo a City College en aquella época a través del Cen-
tro de Estudios Puertorriqueños, que había una persona en el centro de Estudios
Puertorriqueños que contrataron, Iraida López, que se encargaba del intercambio.
Y llegó el momento en que Joshua Fishman, precisamente, me pidió que escribiera
un capítulo sobre el inglés en Cuba para un libro que él estaba haciendo titulado
algo como Post-Imperial English. Y yo le dije: “Yo no sé nada sobre el inglés en
Cuba, absolutamente nada”. Pero a través de ese intercambio, alguien me recomen-
#2 DIÁLOGOS • 59
OG: Bueno, eso lo tengo un poquito claro porque hace poco me pidieron que
escribiera y tengo esos cuatro puntos…, algo sobre esto. Yo crecí en una familia
burguesa cubana. En la misma casa vivían mis abuelos; mi tía vivió con nosotros
hasta que se casó de vieja; mi mamá, mi papá; yo fui la primera, después vino mi
hermana, después vino el tercero; hasta que la cosa empezó a cambiar. Y fue una
salida de Cuba un poquito caótica porque mi papá había estado muy comprometi-
do y mi papá tenía todavía... Mi papá y mi mamá son de clases sociales diferentes.
Y es muy curioso porque mi madre, que es de un pueblo rural de Cuba, se llama
Jaruco... Mi madre verdaderamente empezó a oponerse al régimen temprano. Y es
porque mi abuelo, que era gallego (mi abuelo salió de Galicia a los catorce años),
llegó a La Habana; no, llegó al pueblo este, y empezó a trasladar, qué sé yo, habi-
chuelas, garbanzos… del pueblo a la ciudad. Y mi abuelo adquirió fincas, etcétera.
Entonces resulta ser que mi abuelo, que era analfabeto, que hablaba gallego hasta
que murió, que vivía en un pueblo donde no había ni escuela (mi madre fue interna
a una escuela en La Habana porque no había escuela)…, o sea que eran una clase
social pudiente porque habían hecho dinero, pero no eran gente de una clase social
alta. Pero a él lo afectó la reforma agraria inmediatamente y entonces mi madre em-
pezó a echar para atrás. Y mi padre era… apoyando, apoyaba a todo el mundo. Al
socio del bufete de mi padre, se llamaba Luis Buch, lo hicieron primer ministro de
Fidel Castro. O sea, mi padre había estado preso, había guardado armas, etcétera,
y mi padre era muy... Entonces mi padre y mi madre se separaron, long story, por
problemas políticos. Y mi padre en algún momento, después de que intervinieron
las escuelas y expulsaron a las monjas y a los curas... Mi madre, que había crecido
en una escuela interna en La Habana, con estas monjas ursulinas, para ella eso fue
el fin del mundo porque ella había crecido allí. Y entonces mi padre empezó a re-
pensar las cosas después de que intervinieron las escuelas. Y mi padre un buen día
se montó en un avión y se fue; no había dicho nada a nadie, porque él tenía todavía
visa turística. Estas cosas pasaron muy... Es más nosotros cuando…
Ahora yo me remonto. Tú me dices: “Remóntate”. Yo me remonto a de todo...
A mis hijos los frustra mucho porque mi padre dejó películas y a veces las vamos a
ver… Entonces, las películas son todas de Nueva York, de Miami, de la Florida…,
porque claro, eran los viajes que uno hacía de vacaciones. Bueno, mi padre desa-
pareció. Mi madre entonces se quedó con todos nosotros, pero bueno ya entonces
pensó: “Bueno, hay que irse, pero entonces ¿cómo nos vamos?”. La visa mía había
caducado, o sea yo no tenía visa turística. Y había tenido un hermano que no tenía
visa tampoco. Ya no había relaciones, no había manera de conseguir visa. Pero mi
madre todavía tenía visa. Mi hermana, que tenía ocho años en aquella época, tenía
#2 DIÁLOGOS • 61
de high school la profesora empezó a darse cuenta que yo podía hacer algo más,
y entonces convenció a los otros maestros de que me cambiaran de grupo y me
pusieron en el grupo B. Y a mí me parecía que ese curso, que era…, también se lla-
maba igual que el primero, o sea, se llamaba English; pero a mí me parecía que ese
curso era un curso completamente diferente, porque allí las estudiantes estaban
hablando de “si yo fuera tal personaje, haría tal cosa” o “pero si la historia siguiera,
fuera tal cosa”. Yo siempre decía: “Pero esta gente está loca, pero si eso no tiene
nada que ver con el libro; el libro es nada más que esto. O sea ¿qué tiene que ver si
ellas pudieran…? Ellas no están en el libro”. A mí me costó un trabajo entender que
lo que ellos estaban haciendo era una cosa completamente diferente de lo que nos
estaban enseñando a nosotros. Y para mí eso fue otra de las lecciones que yo nunca
he olvidado: que parte del problema de la educación es que vemos a todos estos
niños como que están limitados, que están limitados por la lengua y, por lo tanto,
hay que darles más cosas en vez de enseñarlos a pensar, a ser creativos, a ser críti-
cos, a entender que ellos pueden estar en el mundo. Eso para mí fue importante.
Les cuento la última porque ya estoy hace mucho tiempo con esto. Después
llegué a la universidad y por primera vez di un curso de español. Nunca se me va
a olvidar –en Hunter College– la señora Bonilla, la pobre señora Bonilla, que era
una madrileña que llevaba muchos años aquí. Y entonces estaba yo y otra amiga
mía –con quien todavía tengo mucho contacto– dominicana, y el resto eran niñas,
niños, estudiantes todos gringos, pero que en aquella época había muchos estu-
diantes que hacían majors in Spanish. Pero el problema es que la profesora Bonilla
no podía con Rosa y conmigo, o sea, ella era una cosa… Y todo lo que nosotras de-
cíamos nos decía: “Está mal”. Y yo le decía: “No puede estar mal, mi mamá lo dice
todo el tiempo. ¡No puede estar mal!”. Y entonces fue toda una lucha con Bonilla
porque no aceptaba mi español tampoco. Así que esas fueron experiencias para mí
críticas porque marcaron lo que es el que no habla inglés, lo que es la enseñanza del
inglés y lo que es la enseñanza del español, que para mí lo es todo.
LV: Siento cómo todas estas experiencias, Ofelia, muestran de dónde surge tu
pasión por la defensa de la educación bilingüe y también de las prácticas de los
bilingües, de los latinos en los Estados Unidos. Y tú a menudo reflexionas sobre
nuestra práctica académica y nuestra práctica docente con la pregunta: for the sake
of what? Querría preguntarte cómo entiendes tú ese por qué hacemos lo que ha-
cemos, ese reflexionar, ese cuestionarnos como investigadores, como profesores,
por qué, para qué hacemos lo que hacemos.
OG: Yo creo que en la vida hay muchas cosas que uno podría hacer, enton-
ces yo creo lo más importante es pensar cuál de todas estas posibilidades que yo
#2 DIÁLOGOS • 63
tengo pueden hacer alguna diferencia. Yo creo que las experiencias personales que
uno tiene, porque todos vivimos en sociedades muy segregadas, muy diferentes, y
con vidas muy diferentes… Yo creo que compartir experiencias puede abrir mane-
ras de ver diferentes, puede hacer una diferencia. Así que, a pesar de que a mí los
juegos intelectuales me gustan, no es que me disgusten, siempre pienso que para
dedicarme a ese juego intelectual tiene que haber también una consecuencia en
la vida. No tiene que ser ni una consecuencia grande, pero una consecuencia en
la vida, de que alguien entienda algo de una manera diferente. Yo creo que eso es
importante. Yo no creo que el trabajo académico puede cambiar el mundo. Yo no
sé qué es lo que haría falta para cambiar el mundo. Pero yo creo que los cambios
a veces se dan poquito a poco y de abajo hacia arriba. Yo nunca he sabido cómo
cambiar las cosas de arriba hacia abajo, ojalá supiera. Muchos me tachan de que no
soy lo suficientemente política, que cuando he trabajado con el estado, etcétera,
no he empujado suficiente. Y tal vez otra persona pudiera hacerlo así, pero yo no
me veo así, yo me veo más bien de abrir espacios pequeños, que la gente entienda
una cosa diferente y que ellos entonces puedan actuar de una manera diferente. Así
que de eso se trata.
LA: Y Ofelia, tú has sido una de las primeras y principales autoras en promo-
ver la práctica de translanguaging en las escuelas y eres su principal referente aquí
en los Estados Unidos. Te queríamos preguntar sobre el desarrollo del translan-
guaging como concepto teórico y como práctica pedagógica, sobre el uso, quizás
abuso, de este concepto en diferentes disciplinas; las críticas que ha recibido, pero
también sobre los retos institucionales, materiales e ideológicos que encuentra su
implementación en las escuelas.
OG: El translanguaging... a veces digo que debíamos hacer otra cosa, pero bue-
no. ¿Cómo llegué yo a eso? Yo llegué porque yo trabajaba... Porque uno tiene que
cuestionarse inclusive lo que uno hace cuando uno es joven. Cuando yo era joven,
yo era la primera que decía que había que separar estas lenguas, o sea esto no podía
ser así. Aunque yo nunca lo hice en mi casa, porque en mi casa hubo siempre prác-
ticas más fluidas. Pero en la escuela a mí me parecía que, bueno, habría que separar.
Y yo creo que influida por el hecho de que la mayoría de los programas de edu-
cación bilingüe en aquel momento eran transicionales, y que había que tener un
programa de educación bilingüe que verdaderamente desarrollara bilingüismo...
Y entonces, pues bueno, influida por los que estaban en aquel momento, por la
diglosia de Fishman, etcétera: hay que separar. Yo empecé a escribir el libro sobre
educación bilingüe, que era global, no sólo en los Estados Unidos, yo creo que
como en el 2006, por ahí. Y tenía algo desarrollado, inclusive tenía la primera parte
64 • OFELIA GARCÍA #2
las escuelas te dicen, las maestras te dicen: “No, es que estamos…, we’re in an
English day today, we’re only doing English today”, tú te sientas y tú te das cuenta
que eso no es lo que está pasando: ni los niños están hablando inglés –o español el
día del español–, ni la maestra lo está haciendo tampoco. O sea, hay algo que pasa
que es mucho más dinámico de lo que ellos describen. Y entonces, pues, por ahí
seguí describiendo qué es lo que yo veía, qué es lo que veía con otros maestros,
etcétera, y poquito a poco se fue armando la cosa. Li Wei me pidió escribir un artí-
culo. El librito de Li Wei y mío era un artículo que fuimos alargando y alargando y
alargando. En aquella época yo sabía por dónde empezar, porque yo sabía que no
se podía empezar entonces por la definición de lengua, de named languages como
lo decimos ahora, porque la gente no lo entiende. Entonces empecé por Becker,
por Maturana y Varela, por gente que hablaba de languaging y por el “trans” que
me dio a mí Fernando Ortiz, que era un etnólogo cubano que había trabajado mucho
con el concepto de transculturación. Entonces el “trans” lo tenía del trans y el “lan-
guaging” lo tenía de Becker y de Maturana y Varela, y ya existía el translanguaging
como término dado por Cen Williams. Y por ahí empezamos.
En aquella época la gente todavía no hablaba de translanguaging. Había habido
toda una literatura de code-switching, del code-switching en lo que es la educa-
ción. De una manera positiva…, Martin, Angel Lin..., toda esa gente había apunta-
do el hecho de que, sobre todo en países africanos y asiáticos en que se decía que
la enseñanza era solamente en francés o en inglés, cuando tú observabas lo que
estaba pasando, había mucha más fluidez. Pero hablaban de code-switching, no de
translanguaging. Y había habido mucha gente..., o sea, yo creo que translanguaging
tiene muchas influencias. Entonces, pues seguí trabajando. Una vez me oyó, por
ejemplo... a ver si recuerdo…, complex systemic dynamic systems… Lo voy a pen-
sar, en un segundo me va a venir. Y esta persona, que es una persona muy famosa,
siento no acordarme del nombre en este momento, me dijo: “Pero Ofelia, pero es
que tú no has leído lo que yo he escrito sobre dynamic systems”. Y entonces, pues,
eso fue otra influencia. Angel Lin, por ejemplo, cuando me oyó, me dijo: “Pero es
que Ofelia nosotros en Hong Kong esto lo hacemos hace cien años, lo que pasa
es que nadie lo describe así”. Entonces eso empezó a dar vueltas, y después llegó
Ricardo y Wallis que me decían: “Pero es que tú estás describiendo esto como una
práctica, pero hay también un sistema…”. Y entonces empezamos a trabajar con lo
del sistema, y estamos todavía tratando de armar todo este aparato que cada vez
que yo pienso que lo he construido, viene algo de afuera que dice: “¡No, no...!”.
Así que veremos. Así que en este momento pues yo creo que yo lo veo como una
manera de pensar sobre el sistema lingüístico del bilingüe, no dentro del ámbito
66 • OFELIA GARCÍA #2
de la persona que actúa. Lo veo como el uso lingüístico del bilingüe también. Y
lo veo como la práctica educativa para educar al bilingüe. Así que yo veo esos tres
niveles, todavía no sé cómo integrarlo, pero ustedes lo van a hacer.
LA: Y Ofelia, además de ser una maestra comprometida con tus estudiantes,
tanto en el sentido de educadora, como en el sentido de gran mentora y guía in-
telectual, tu perfil de investigación es verdaderamente impresionante. Has escrito
o coeditado más de veinte volúmenes, cerca de doscientos artículos, ofrecido más
de ciento cincuenta conferencias plenarias en instituciones de todo el mundo...
¿De dónde sale la motivación, la “pasión por lo que uno hace”, como tú siempre
nos dices? ¿Y cómo se consigue mantener ese nivel de actividad académica, de
compromiso con la educación y a la vez desarrollar una vida personal y familiar?
OG: Yo creo que depende de tener un buen marido. Y lo digo porque me pa-
rece que en la generación que yo crecí, inclusive a mi advisor le parecía muy mal
que yo fuera a tener hijos. Y yo pienso siempre que ella murió sola, pobrecita, y
la verdad es que ella no hizo más que yo. O sea, yo creo en la vida uno tiene que
balancear las cosas. Ahora, uno tiene que tener un buen compañero, que no te
empiece a decir: “No, no puedes hacer esto, no puedes hacer lo otro”, lo cual existe,
inclusive hoy día. Así que uno tiene que tener un buen compañero. Y yo creo que el
estar contento y el estar apasionado por todo en la vida, yo creo que es como el bi-
lingüismo, a veces la gente piensa: “Bueno es que si yo hago mucho de esta lengua,
entonces esta no sube”, pero yo creo que es todo lo contrario. Yo creo que mientras
más tú hagas de una lengua, la otra sube, y yo creo que lo mismo pasa con la vida,
que mientras más uno da a todo, más las cosas convergen, más la gente quiere par-
ticipar. No quiere decir que uno puede abandonar a la familia para hacer la parte
profesional, ni que puede abandonar lo profesional para hacer la parte familiar. La
cosa es ver cómo las dos cosas se compaginan y van subiendo juntas. A veces es
difícil; si hay una crisis, es difícil; si hay una crisis tanto profesional como personal.
Pero esa es la vida, que la vida no siempre va para arriba, también va para abajo,
como dice Danny Rivera, el cantante puertorriqueño, que dice: “Subiendo y ba-
jando, bajando y subiendo”. Así es la vida, “bajar y subir”, dice. Y lo mismo es esto.
LV: Ofelia, además de tu enorme trabajo de investigación y de docencia, has
sido un pilar por tu participación en asociaciones, en series editoriales y en revis-
tas que son centrales en el campo. Por ejemplo, eres editora de Language Policy,
de International Journal of the Sociology of Language, y estuviste en el principio de
Spanish in Context, de Educators for Urban Minorities… ¿Cómo entiendes tú la im-
portancia de estos proyectos editoriales?
#2 DIÁLOGOS • 67
OG: Yo creo que hay momentos para todo. Por ejemplo, Spanish in Context,
Ricardo, yo y Rosina Márquez Reiter empezamos a pensar que hacía falta una re-
vista, un serious peer-reviewed journal, que aceptara trabajos enfocados sobre el
español, pero que aceptara trabajos sobre el español en español. Ese fue el ímpetu y
así lo hicimos. Y poquito a poco lo que empezó a pasar con esa revista es que había
pocas contribuciones en español e, inclusive con nosotros como editores, empezó
a haber una corriente que a mí no me interesaba. Y yo no sé si es porque no había
suficiente todavía de la parte que forman ustedes, más de glotopolítica, etcétera,
sino que lo que había en aquella época sociolingüístico en español era mucho más
micro. Así que perdí el interés, lo dejé. IJSL, International Journal of the Sociology of
Language, hacía mucho tiempo que Fishman ya no podía con la revista, y yo como
su estudiante, la hacía. La hacía porque me interesaba, porque así aprendía, porque
cuando uno edita revistas, pues uno está en contacto con las cosas nuevas y me
parece que uno va aprendiendo, así que es un proceso de aprendizaje. La heredé
cuando murió, y este es el último año de la revista. Alex Duchêne entra como gene-
ral editor en enero. Y yo creo que hay que dejárselo a gente joven que tenga energía
de llevarlo por otra dirección porque estamos en un momento para mí crucial en
cuanto a la sociolingüística o lo que le querramos llamar: la lengua en la sociedad.
O sea, la lengua en la sociedad está pasando por una crisis conceptual, en el sentido
de que los marcos teóricos clásicos, tradicionales, ya no funcionan en el presente,
pero yo creo que no hemos hecho un buen trabajo en definir cuáles son esas pautas
teóricas con que tenemos que trabajar ahora. Me parece que ese muñeco no está
formado todavía. Así que yo creo que Alex puede tener la energía para formar teó-
ricamente lo que sería ese campo. Así que eso es importante. Uno tiene que saber
cuándo coger las cosas y cuándo dejarlas también.
Y Language Policy yo soy coeditor, con Helen Kelly-Holmes. La heredé de Elana
Shohamy y de Kendall King. Esa revista la había empezado Bernard Spolsky;
Bernard Spolsky la dejó; Elana y Kendall la cogieron, no sé, cinco años, algo así; y
yo la cogí también pensando en que había que darle otra dirección. Tal vez porque
yo tengo muchas cosas, o tal vez porque yo todavía no entiendo bien cómo hacer
las cosas, a mí me parece que nadie ha hecho una redirección de lo que es Language
Policy hoy día. El caso es que yo también dejo la revista a finales de diciembre. Kate
Menken va a ser la nueva coeditora, si dios quiere. Yo creo que hay mucho trabajo
que hacer en cuanto a qué es lo que es language policy hoy día, porque existe to-
davía la tradición pasada… Y se diferencia –que para mí me preocupa mucho– en
que los países africanos, asiáticos, etcétera, en su mayoría todavía están usando
las formulaciones tradicionales de lo que es language policy. Y entonces tienes
68 • OFELIA GARCÍA #2
toda Europa, los Estados Unidos, Canadá, con una tradición un poquito más di-
námica. Y ahí yo creo que hay mucho trabajo que hacer, porque hay también una
desigualdad que se está dando en el campo que es peligrosa. Así que yo creo que
hay que trabajar sobre las nuevas conceptualizaciones y empezar a no... Una de las
cosas que ha pasado, yo creo, parte del neoliberalismo, etcétera, es que todos nos
hemos centrado en un apartado diferente, y cómo unir todos esos apartados en un
concepto más amplio que abarque diferentes perspectivas, pero que además de
abarcar diferentes perspectivas, tenga un propósito claro, yo creo que esa es una
labor importantísima hoy día. Así que yo creo que estas dos revistas tienen mucho
trabajo que hacer.
LA: Pues para terminar, Ofelia, nos gustaría que compartieras un poco con
nosotras tus planes para la próxima etapa de tu carrera, ya que este ha sido tu úl-
timo semestre dando clases en el Graduate Center. Cuéntanos, entonces, cómo
entiendes tú la jubilación.
OG: Pues no sé todavía. Yo creo que... Fíjate que, inclusive, cuando hicimos lo
de los three strands de translanguaging pedagogy hacíamos: the stance, the design,
y yo les decía: “No. Hay que poner el de shifts”, porque los shifts son los inespe-
rados, las cosas que pasan en la vida inesperadamente. Y estamos en una etapa
en que la vida es inesperada. Con la vejez viene todo todavía más inesperado. Así
que yo pienso poder pasar un poquito más tiempo con Ricardo y con mis hijas,
hijo y mis nietos. Así que yo pienso poder hacer el tipo de cosas que yo creo que
nos da placer a los abuelos, de poder recoger a las niñas de vez en cuando de la
escuela, etcétera. Yo creo que por un tiempo limitado tal vez, voy a poder viajar y
decir cosas que ahora siempre las hago corriendo. O sea, los artículos... Cada día
hay más y más cosas; no paso tiempo pensando sobre las cosas. Así que yo pienso
que hay todavía un libro, tal vez, que escribir con mucha calma, que no tenga un
deadline. Yo quiero hacer una segunda edición de Bilingual Education in the 21st
Century porque, como tú sabes, me la han pedido. Y yo creo que hay una segunda
edición o un extended version del libro con Li Wei, porque ahora hay mucha parte
de la pedagogía que no estaba allí en ese libro porque la gente no lo usaba, o sea, yo
creo que esa parte la podemos unir. Pero aparte de eso, y viajes que tengo todavía...
Ayer, que fue el día de las madres, se reían de mí porque me decían: “Pero bueno,
¿tal semana tú vas a estar aquí?” “No, yo estoy en tal lugar. No, yo estoy en tal lugar”.
“Pero mami, I thought you were retiring!”. Así que el año que viene tengo todavía
muchos viajes y después voy a tener menos y voy a tener más tiempo de hacer las
#2 DIÁLOGOS • 69
cosas sin tanto corre corre que tengo ahora. Así que ese es el plan, hacer las cosas
con más calma y dejar que la vida nos lleve, como siempre he hecho.
DOSSIER. GLOTOPOLÍTICA
Y POSVERDAD
Introducción
La palabra “posverdad” ronda, en los últimos años, amplias zonas del territorio
discursivo que se configura en torno a la lengua española. Tanto que, en el 2017,
la Real Academia Española le abrió las puertas de acceso a la edición digital de su
diccionario. Y lo hizo apenas unos meses después de que Oxford Dictionaries de-
clarara “post-truth” palabra del año 2016. El interés despertado entre lexicógrafas
y lexicógrafos institucionales y su rápida movilización para intervenir en la gestión
del significado de este término evidencia el carácter glotopolítico de su prolifera-
ción y el hecho de que en las disputas en torno a sus significados y sentidos está en
juego la construcción de un relato que dé valor a presentes realidades sociopolíti-
cas cuya interpretación se nos escapa. Por ello, el Consejo de redacción de AGlo
decidió dedicarle a la palabra y las luchas por su conceptualización el dossier de
este segundo volumen bajo el título de “Glotopolítica y posverdad”.
Al invocar este término ingresamos en una zona léxica evidentemente panta-
nosa, donde las palabras, precisamente en su reiteración y conspicuidad, eviden-
cian ya no solo su inestabilidad sino su implicación en batallas que se libran en
torno a la sobrevivencia o muerte de proyectos de vida en común. Y es por ello que
desde AGlo pretendemos habitar –así sea de manera breve y efímera– el vibrato
semántico de posverdad; para hurgar, para seguir hurgando, en asuntos tan central-
mente glotopolíticos como la relación entre experiencia histórica y discurso, entre
democracia y representación, entre poder y lenguaje.
Los ensayos aquí recogidos muestran que, aunque los movimientos discur-
sivos de esta palabra y los debates que implican sobre la naturaleza de la política
agarraron impulso en el análisis de la última campaña presidencial estadounidense
y el referendo organizado por el Reino Unido sobre su posible salida de la Unión
Europea, los problemas que se condensan en la cristalización del nuevo término
72 • INTRODUCCIÓN #2
distan de ser exclusivos de ese norte anglosajón. Puerto Rico, Brasil, Colombia y
Chile aparecen a lo largo del dossier como escenarios en los que, en palabras de
Eltit, a través de la “teatralización del poder” accedemos a las luchas por la “coloni-
zación de imaginarios sociales”.
Estas incursiones latinoamericanas en la posverdad nos muestran también –y
esta resulta ser una línea argumental que atraviesa el dossier– que las formas de
la política que conllevan distan mucho de ser nuevas. Jonathan Rosa, a partir del
análisis de las respuestas a la devastación causada por el huracán María en Puerto
Rico, nos revela una lucha por la interpretación de esa crisis desde las lógicas del
“desastre natural” o desde las condiciones materiales de una larga historia de co-
lonización y racialización de la isla. Erna von der Walde, por su parte, nos revela la
posverdad avant la lettre que define la historia de la organización del poder sobre la
tierra en Colombia y los efectos de presentar como nuevo algo que viene de muy
atrás. Y es en este mismo sentido que Diamela Eltit nos invita en su contribución
a “pensar la realidad Trump-Bolsonaro como la huella neurótica de un significante
que emprende una conocida repetición”.
Si no es nuevo, ¿cómo interpretar entonces el reciente frenesí en torno a la
posverdad? Como una crisis, quizás; pero no como la crisis de una política de la
verdad. En su actual reencarnación, la posverdad puede o no amenazar el consenso
democrático-liberal, pero, según la interpretación de Sánchez Prado, es en todo
caso su consecuencia última. Acaso la propia posverdad encierre, como sugiere
provocadoramente el crítico mexicano, las posibilidades de la emancipación en
tanto que remite a una “política de encontrar nombres propios a lo ‘nuevo’ fuera de
las estructuras racionales y de distinción que caracterizaron a la política moderna”.
El dossier se cierra con un ensayo de Edgardo Castro que recorre la presencia
del concepto de verdad en escritos foucaultianos de diferentes períodos, siempre
en relación con otras nociones –como las de crítica, poder o veridicción– a las que,
según Foucault, la verdad se aproxima y, en algunos casos, a la vez, se distancia. De
este modo, al indagar las inflexiones del concepto de verdad en Foucault la contri-
bución de Castro nos ayuda a pensar la arqueología de la noción y las implicancias
políticas que ella tiene en el debate contemporáneo.
En definitiva, los ensayos de este dossier enmarcan sus reflexiones en las
actuales condiciones de capitalismo neoliberal –y de crisis política, humana y
medioambiental que conlleva–, y giran en torno al rol de la posverdad en la repro-
ducción de órdenes sociales que mantienen jerarquías de clase, raza y género que
perpetúan el status quo económico. Así contextualizado, el efecto de la posverdad
#2 DOSSIER. GLOTOPOLÍTICA Y POSVERDAD • 73
Contra tiempo
Diamela Eltit
i
Recuerdo cómo, en una campaña política en Chile, se aseguraba que si salía electo
Salvador Allende (postuló en tres oportunidades como candidato), iba a enviar
a los niños a vivir a la Unión Soviética sin el acuerdo de sus familias. Se repitió
una y otra vez. Una y otra. Es posible que ese insólito rumor que se hizo masivo
afectara su votación. Pero también se podría pensar que el aparato social, proclive
a su figura, todavía no estaba consolidado y necesitó seguir acumulando las fuerzas
políticas que lo llevaron a la presidencia en 1970.
Hoy se han intensificado las versiones improbables o el amontonamiento de
noticias falsas o semifalsas o totalmente delirantes que dañan campañas políticas
mediante las múltiples, veloces tecnologías. Se sabe que detrás de cada una de esas
comunicaciones existen programas perfectamente sincronizados, formulados por
expertos que buscan incidir en los votantes. Lo consiguen.
Sin embargo sería errado, a mi juicio, pensar que la derechización apabullante
del mundo depende únicamente de estos factores. Ni Trump, ni Bolsonaro, figu-
ras clave para el entorno Latinoamericano, pueden ser entendidos solo desde una
puntual producción tecnológica de campañas presidenciales porque, más allá de
los resultados, sí es efectivo que al menos la mitad de la población apoya sus su-
puestos.
Me parece pertinente pensar en una extensa colonización de imaginarios
sociales, cuyos lugares de producción son múltiples. Pero hoy, en gran parte, están
formateados por las normativas del actual neoliberalismo, imbuidas de un ostensi-
ble rasgo militarista, centradas en el nacionalismo, la exclusión y en una impactan-
te reversión de los derechos de las minorías.
Esta opción, organizada desde una forma de abierta violencia discursiva, ha
terminado por seducir a los votantes y seguidores. Así las emancipaciones claves
emanadas del liberalismo como los derechos culturales de las minorías o el reco-
76 • #2
Pero, sin embargo, los efectos de la extensa corrupción no bastan para entender
el nuevo escenario. No bastan porque se produjo un salto que expulsó “el arte de la
política” fuera del imaginario de los ciudadanos que se vuelcan hoy masivamente
contra la reciente historia política que pretendía ampliar zonas de convivencia. En
cambio, parte importante de la población, al menos la mitad de los votantes, se
presta o presta sus cuerpos para consagrar el dinero, la desigualdad y el autoritaris-
mo como una aspiración colectiva.
Habría que mirar este siglo XXI que retrocede sobre sí mismo. Comprender el
sujeto popular que recorre la historia una y otra vez de la misma manera hasta esta-
llarla al modo de círculos concéntricos. Pensar la realidad Trump-Bolsonaro como
la huella neurótica de un significante que emprende una conocida repetición. Y
pensar también de qué manera el autoritarismo más pleno, convertido en omni-
potencia, penetra como una voz superior que doblega las siquis de los sujetos. Esa
voz que denigra y halaga. Que condena y salva. Una voz apabullantemente binaria
que pareciera hablarle pedagógicamente al niño que habita en cada adulto hasta
obligarlo a obedecer.
Se está produciendo una resignificación en la ciudadanía que habría que ex-
plorar e intentar entender. Pero para hacerlo parece necesario examinar los hilos
históricos, advertir los riesgos, pensar las multitudes desde ópticas que integren las
pausas. Y, precisamente, en este momento culminante de un proceso económico
autoritario, se podría pensar que acaso esta época exacta porta el inicio velado y
complejo de su propia decadencia. Sí, porque, desde mi perspectiva, este momen-
to puede ser leído como el largo y agobiante (pero nunca interminable) principio
del fin de un modelo.
Y habría que preguntarse por los rasgos misóginos que mueve esta ultradere-
cha. De modo apabullante asistimos a un poder dotado de una masculinidad más
que estereotipada. Un espacio donde las mujeres no son porque su presencia es
un síntoma de ausencia en la medida que son solo las encargadas de respaldar (y
enaltecer) la figura masculina. Y, por otra parte, un rechazo a la diferencia o a los
cuerpos divergentes.
Desde luego las ganancias culturales, sociales y políticas no son lineales. Sufren
regresiones, obstáculos, detenciones. Sin embargo es posible que esta radicalidad
ultraderechista permita más adelante, en una fecha indeterminada, la generación
de un escenario otro, porque su proyecto contiene demasiados baches, omisiones,
insultos, provocaciones y favorece la emergencia de nuevas subjetividades que po-
drían ingresar al campo político y económico para renovarlo mediante paradigmas
que contengan y alivien las travesías vitales. En el horizonte de ese futuro, pienso
78 • #2
que las mujeres van a cumplir un rol inédito y protagónico que va a favorecer un
nuevo pacto social.
Lo penoso que conlleva el vendaval de este ciclo, lo verdaderamente desolador,
es su costo humano. Las vidas concretas de las personas entrampadas en un tiem-
po marcado por caricaturas políticas. Verbalizaciones de pacotilla que terminan
degradando a las comunidades. Las degradan porque la vida misma adquiere ese
carácter irrisorio que provoca la fugacidad social. Una fugacidad que expulsa la
necesaria poética que porta el acto de vivir.
DOSSIER. GLOTOPOLÍTICA
Y POSVERDAD
samente cada tanto con un eslogan promocional que por definición busca enga-
ñar y ocultar: “Colombia es pasión” anunciaba el gobierno que apasionadamente
desató la ola de violencia más cruenta que haya vivido el país; “El riesgo es que te
quieras quedar” anunciaban cuando los desplazamientos de campesinos, el reclu-
tamiento forzado y las ejecuciones extrajudiciales eran rampantes; y “Colombia,
realismo mágico” se lanzó cuando se suponía que el país se iba a comprometer a
esclarecer la verdad tras setenta años de violencias encadenadas que habían ente-
rrado toda posibilidad de establecer la verdad tanto jurídica como histórica. Hay
algo fascinante en esa noción de promover el país como si fuera una marca comer-
cial y en la manera casi ingenua en la que el eslogan delata lo que quiere encubrir
(la violencia, el secuestro, la realidad misma). Si los procesos electorales signados
por la posverdad en el Norte pueden leerse a contrapelo como reveladores de la
verdad profunda de sus sociedades, quizás podría decirse lo mismo de los oculta-
mientos colombianos. Tal vez lo que encontramos es que cada nación adopta sus
propias formas de posverdad, formas que se moldean en torno a otras formas de
narrarse a sí mismas.
Como todo neologismo que surge para dar razón de transformaciones epo-
cales, con el término “posverdad” cabe preguntarse cuándo comienza. En los dic-
cionarios se le define como una distorsión deliberada de la realidad para moldear
la opinión pública y se alude a la movilización de afectos (como lo opuesto de una
cierta racionalidad basada en hechos). Pareciera que la posverdad se extiende a su
propia definición, que trata de señalar como nuevo lo que de hecho ha existido
con variantes desde hace mucho tiempo, desde que la opinión pública tiene alguna
incidencia en la política.
La invasión a Iraq en 2003 se promovió con un aparato de propaganda basado
en falsedades que se impulsó desde el ataque terrorista a las Torres Gemelas de
Nueva York el 11 de septiembre de 2001, pero utilizó estrategias que ya se habían
puesto a prueba en 1991 con la invasión a Kuwait. Los mecanismos utilizados eran
ya ampliamente conocidos. George Orwell los había convertido en tema de su no-
vela 1984, publicada en 1949. Y durante toda la así llamada “guerra fría” se había
creado un lenguaje geopolítico que encubría y acomodaba las realidades globales.
El término de “guerra fría” daba a entender que había un conflicto permanente en-
tre dos antagonistas, pero sin enfrentamientos militares. De hecho, en ese periodo
de tiempo, entre 1945 y 1991, hubo más de ciento cincuenta conflictos armados
instigados o apoyados por los dos contrincantes. El lenguaje geopolítico creó una
“comunidad internacional”, una “civilización occidental”, un “mundo libre”, térmi-
nos con profunda carga ideológica.
#2 DOSSIER. GLOTOPOLÍTICA Y POSVERDAD • 81
La versión oficial, mil veces repetida y machacada en todo el país por cuanto medio de di-
vulgación encontró el gobierno a su alcance, terminó por imponerse: no hubo muertos, los
trabajadores satisfechos habían vuelto con sus familias, y la compañía bananera suspendía ac-
tividades mientras pasaba la lluvia. La ley marcial continuaba, en previsión de que fuera nece-
sario aplicar medidas de emergencia para la calamidad pública del aguacero interminable, pero
la tropa estaba acuartelada. Durante el día los militares andaban por los torrentes de las calles,
con los pantalones enrollados a media pierna, jugando a los naufragios con los niños. En la
noche, después del toque de queda, derribaban puertas a culatazos, sacaban a los sospechosos
de sus camas y se los llevaban a un viaje sin regreso. Era todavía la búsqueda y el exterminio
de los malhechores, asesinos, incendiarios y revoltosos del Decreto Número Cuatro, pero los
militares lo negaban a los propios parientes de sus víctimas, que desbordaban la oficina de
los comandantes en busca de noticias. “Seguro que fue un sueño”, insistían los oficiales. “En
82 • Erna von der Walde #2
Macondo no ha pasado nada, ni está pasando ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz”. Así
consumaron el exterminio de los jefes sindicales.
En 2013, durante el Paro Nacional Agrario, con una gran movilización de cam-
pesinos e indígenas que marcharon desde todos los rincones del país hacia Bogotá
reclamando tierras y las mínimas condiciones necesarias para el sector agrario del
país y al que se unieron sorpresivamente grandes multitudes urbanas vistiendo
la tradicional ruana (poncho del altiplano colombiano) campesina, el presidente
Juan Manuel Santos declaró en los medios de comunicación que “el tal paro no
existe” y durante los ocho años de su presidencia se transmitieron periódicamente
los indicadores que señalaban que Colombia, como Macondo, era un pueblo feliz,
uno de los más felices del mundo.
En 22 meses a partir de la firma del acuerdo definitivo entre el gobierno y la
guerrilla de las FARC en noviembre de 2016 se registraron casi 400 asesinatos
de “líderes sociales”, el nombre genérico que le han dado tanto las instituciones
como la prensa a los activistas defensores del territorio y de los derechos humanos,
a los que combaten la minería ilegal, defienden recursos como el agua, resisten
la construcción de megaproyectos, impulsan consultas populares cuando se va a
instalar un proyecto extractivo en su región, conforman juntas de acción comunal
en zonas rurales, solicitan sustitución de cultivos ilícitos para salir de las garras de
las bandas del narcotráfico, reclaman restitución de tierras o hacen campaña polí-
tica con propuestas contrarias a los intereses de los gamonales, hacendados, caci-
ques, corporaciones y entidades financieras en sus territorios. La Oficina del Alto
Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Colombia ha
señalado que los asesinatos constituyen aproximadamente el 20% de las vulnera-
ciones a los derechos de las comunidades más afectadas, por lo general rurales y en
condiciones económicas muy precarias. El otro 80% consta de amenazas, asaltos,
intentos de asesinato, violaciones y desapariciones forzadas. Estas cifras no llegan
a los medios. El gobierno insiste en que no hay sistematicidad en estos asesinatos y
ha señalado que se trata de “disputas entre vecinos y líos de faldas”.
En el año 2008, salió a la luz pública la desaparición de diecinueve jóvenes
provenientes de Soacha y Ciudad Bolívar, zonas del sur de Bogotá, que aparecie-
ron a los pocos días muertos y declarados guerrilleros dados de baja en combate.
Las investigaciones revelaron que habían sido reclutados con falsas promesas para
trabajar en el campo, transportados a regiones remotas, asesinados y luego vesti-
dos como guerrilleros. Se estableció que los perpetradores de estas ejecuciones
extrajudiciales eran miembros del ejército. La práctica de ejecuciones extrajudi-
#2 DOSSIER. GLOTOPOLÍTICA Y POSVERDAD • 83
ciales de hombres jóvenes de familias de bajos recursos para mejorar las esta-
dísticas de combate del ejército data de los años 90, pero se recrudeció en los
ocho años de la presidencia de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) y esto obedeció
posiblemente a los incentivos que pagaban casi dos mil dólares por guerrillero
muerto y premiaban con ascensos de rango a quienes demostraran diligencia en
el cumplimiento de los objetivos militares. Se han identificado casi cuatro mil
casos, pero un libro publicado por un coronel retirado del ejército dice que son
más de diez mil. Los altos mandos del ejército niegan toda participación y han
depositado toda la responsabilidad en los hombros de soldados rasos, aun cuan-
do se ha señalado que la complejidad y los costos de la operación indican que no
habría sido posible ejecutar las acciones sin la coordinación de mandos medios
y el conocimiento de los altos mandos. Cuando estalló el escándalo, el entonces
presidente señaló ante la opinión pública que esos jóvenes “no fueron a recoger
café” y los señaló como delincuentes.
El conflicto al que se quería poner fin con los acuerdos de paz nunca tuvo
nombre y al mismo tiempo recibió el nombre de todas las estrategias geopolíti-
cas hemisféricas y globales de los Estados Unidos y de la así llamada “comunidad
internacional”. En sus inicios, los combates de lo que había sido una guerrilla
campesina quedaron encuadrados en la política de contrainsurgencia para Amé-
rica Latina después de la revolución cubana, luego bajo el rubro de guerra contra
las drogas y en los últimos quince años bajo la política de combatir el terrorismo.
Así, el enemigo pasó de ser guerrilla comunista, a narcotraficante, a narco-terro-
rista. Pero, como se ha demostrado cada vez más claramente, detrás de estas gue-
rras en la periferia hay una lucha territorial por el control de recursos. Las luchas
contra la insurgencia, el narcotráfico y el terrorismo son otra forma de la guerra
por el petróleo y los recursos mineros, forestales y agrícolas del país.
La desmovilización de las FARC tenía por finalidad primordial el despeje
de territorios que había sido imposible someter a las lógicas del capital. Una vez
logrado ese objetivo, incluso quienes promovieron y adelantaron el proceso de
paz le han volteado la espalda al esclarecimiento de la verdad. Salen a relucir
cifras aterradoras de muertes (más de trescientas mil), desapariciones (más de
ochenta mil), desplazamientos forzados (más de seis millones) en un país que
ha quedado convertido en una fosa común. Las elecciones del 2018, en las que
todos los sectores del establecimiento, la banca, los gremios, los diferentes parti-
dos políticos (excepto el movimiento liderado por Gustavo Petro y Ángela María
Robledo) se unieron en bloque al candidato que iba a impedir la implementa-
ción de los acuerdos de paz, giraron alrededor de la amenaza de la “ideología de
género”, los “rayos homosexualizadores” y el “peligro castrochavista”.
84 • Erna von der Walde #2
que sufrió Puerto Rico refleja el histórico estatus quo colonial y no un momento
excepcional en una relación democrática e igualitaria.
A partir de la teorización que hace Mills (1997) de las “epistemologías de la ig-
norancia” que imponen la percepción distorsionada de la realidad de los blancos, y
a partir de la teorización que hace Du Bois (1903) de las formas de doble concien-
cia que los sujetos racializados tienen que desarrollar para moverse en sociedades
estructuradas por esas percepciones distorsionadas, quisiera señalar las posibili-
dades que surgen cuando cesamos de intentar recuperar verdades mainstream
que nunca lo fueron para centrarnos en reconocer, imaginar y crear nuevos mun-
dos posibles.
En Les Damnés de la Terre (1963) [Los condenados de la tierra], Franz Fanon traza
la historia de la deshistorización a través de la cual continuamente se evita o niega
la estrecha relación que existe entre las luchas sociales contemporáneas y el pasado
colonial. Una tensa historia colonial de negación, explotación y abandono es el es-
cenario en que ocurre el huracán de categoría 4 María en septiembre de 2017, cuyo
ojo atravesó Puerto Rico, territorio no incorporado de los Estados Unidos. Causó
miles de muertes, arrasó casas y dejó a una población de cerca de tres millones y
medio en condiciones precarias casi sin acceso a refugio, agua potable, alimentos y
electricidad. En ciertas versiones, el huracán María fue un desastre natural aislado
cuya destrucción se vio amplificada por la crisis económica que arrastra el territo-
rio desde hace ya casi una década. La crisis resultó en la imposición de duras me-
didas de austeridad que dejaron a la población e infraestructuras de Puerto Rico
vulnerables a la crisis humanitaria que se dio tras el huracán. De hecho, los medios
de comunicación de masas apenas cubrieron el racionamiento de agua de 2015 y
de décadas anteriores.
Por otra parte, en un intento por denunciar lo que se percibió como una abdi-
cación de responsabilidad por parte del gobierno federal, mucha gente acudió a las
redes sociales para situar el impacto de María en Puerto Rico menos en el marco
de un desastre natural y más en el de un desastre racial y colonial con raíces en
una larga historia de abandono, extracción y dominación por parte de los Estados
Unidos. Tal como señala el análisis meteorológico de la modernidad racializada
de Sharpe (2016), el colonialismo (materializado en estructuras de supremacía
blanca y antinegritud) es un “clima total, es el tiempo”. Por medio de hashtags tales
como #PRontheMap, #PRSyllabus y #PRSeLevanta, grupos de activistas, acadé-
#2 DOSSIER. GLOTOPOLÍTICA Y POSVERDAD • 87
del huracán María ejemplifican esta dinámica al sugerir que casi la mitad de los
estadounidenses no sabe que los puertorriqueños son ciudadanos de Estados Uni-
dos (Dropp y Nyhan 2017).
Sin embargo, ese fijar los signos racializados de extranjería refleja no solo ima-
ginarios espaciales sino también ansiedades temporales acerca de cuándo es una
persona determinada. ¿Eres una encarnación de lo que se imagina que ha hecho
grande a América en un pasado construido o de lo que será la potencial caída de
América en un futuro posible? El nombre “América”, que invoca un mandato terri-
torial vigente desde al menos la Doctrina Monroe de 1823 que reivindicó la pro-
piedad neocolonial estadounidense de las Américas, debe distinguirse del plural
de “Las Américas”, que invoca simultáneamente un orden geopolítico ya cerrado
y el fantasma de la soberanía de Estados Unidos. Estas imágenes cronotópicas se
vuelven altamente significativas por su capacidad para constituir los términos de
legibilidad y legitimidad de identidades y poblaciones particulares en momen-
tos y lugares concretos. Yarimar Bonilla y yo hemos examinado las refutaciones a
estas circunscripciones hegemónicas de legibilidad y legitimidad en nuestro tra-
bajo sobre el activismo de hashtag (Bonilla y Rosa 2015). En él planteamos que
las plataformas digitales como Twitter y otros medios alternativos pueden servir
como espacios cruciales para la articulación de perspectivas políticas contrahege-
mónicas que normalmente quedan excluidas de las representaciones de los me-
dios de comunicación convencionales. Mientras que los vínculos intertextuales e
interdiscursivos entre los pasados y presentes coloniales a menudo se excluyen en
las representaciones que producen los medios de comunicación convencionales,
algunos participantes de las redes sociales construyen marcos coloniales como for-
ma de establecer conexiones a lo largo de diferentes momentos históricos y des-
igualdades sociales.
mantener a FEMA, al Ejército, a los primeros auxilios, que han estado increíbles
(bajo las circunstancias más difíciles) en P. R. para siempre”. Además, en contraste
con la relación histórica colonial que posicionaba a Puerto Rico como un sitio es-
tratégico para la intervención militar en el Caribe, Trump describió la isla como un
lugar relativamente inaccesible, asegurando que “Esta es una isla rodeada por agua,
mucha agua, agua oceánica”.
Los tuits de Trump y sus comentarios posicionaban a Puerto Rico como un
territorio distante y extranjero que solo merecía ayuda temporal y limitada, y
subrayaban lo que muchos comentaristas en otras plataformas digitales de las re-
des sociales caracterizaron como una ciudadanía puertorriqueña de segunda clase
(Samules 2018). La icónica escena de Trump lanzando un rollo de papel-toalla a la
gente durante su visita a Puerto Rico se convirtió en objeto de varios memes. Al-
gunos contrastaron la respuesta de Trump con las visitas de administraciones pre-
sidenciales anteriores y con previas crisis humanitarias (Imagen 1), mientras que
otros sugerían que #PuertoRico era el #Katrina de #Trump (Imágenes 2, 3 y 4).
Imagen 1 Imagen 2
#2 DOSSIER. GLOTOPOLÍTICA Y POSVERDAD • 91
Imagen 3 Imagen 4
en asuntos de raza, el Contrato Racial prescribe a sus signatarios una epistemología invertida,
una epistemología de la ignorancia, un patrón particular de disfunciones cognitivas locales
y globales […] que producen el irónico resultado de que los blancos en general no serán
capaces de comprender el mundo que ellos mismos han producido […] Parte de lo que
significa ser construido como ‘blanco’ […] es un modelo cognitivo que impide la transpa-
rencia propia y el entendimiento genuino de las realidades sociales […] Uno podría decir,
entonces, como regla general, que los malentendidos, las malas representaciones, la evasión
y el autoengaño blancos sobre asuntos relacionados con la raza se encuentran entre los fenó-
menos mentales más penetrantes de los últimos cien años, una economía cognitiva y moral
físicamente requerida para dominar, colonizar y esclavizar (1997: 17-18).
Fuentes citadas
Ignacio M. Sánchez
c Prado
temas desde una diversidad de perspectivas que van desde la alarma ante el rol que
la posverdad juega en la emergencia de Trump y otros populistas de derecha hasta
la defensa que de estos personajes se hace desde la derecha ante la idea de que son
los liberales (la izquierda) los responsables por la posverdad. Para entender la na-
turaleza del fenómeno social de la posverdad qua instrumento glotopolítico en las
sociedades contemporáneas me parece indispensable salir del impasse analítico en
el que nos ubica la división binaria de la política contemporánea entre el consenso
democrático-neoliberal occidental y la noción plana de populismo que equipa-
ra las afueras de dicho consenso, independientemente de su valencia ideológica,
al considerarlos todos como vías hacia el totalitarismo. Este consenso mismo es
una posverdad, parte de lo que Mark Fisher llama “realismo capitalista”, es decir
la política de la representación que hace imposible pensar el fin del capitalismo. El
argumento que desarrollaré aquí, en puntos breves y precisos y a través de algunos
pensadores claves, es que la posverdad es una forma de la glotopolítica orgánica al
capitalismo neoliberal y a su consenso democratizante, que ha regido a diversas
sociedades occidentales desde al menos la caída del Muro de Berlín, si no antes.
Este fenómeno no está predicho por las narrativas paranoicas de Orwell, sino que
aparece formulado bajo distintos nombres en el trabajo de diversos teóricos que,
durante el auge de la política neoliberal y heredando los lenguajes del post-estruc-
turalismo, visibilizó de maneras innovadoras hasta ese momento la relación entre
política, lengua (en el sentido estructuralista-saussuriano de langue) y representa-
ción. Así, pienso argumentar que, contrariamente a lo que la copiosa bibliografía
emergente nos dice, la posverdad no constituye una amenaza al consenso demo-
crático-neoliberal, sino su consecuencia última, parte de una totalización gradual
de las formas de política favorecidas a partir del colapso del consenso de la Guerra
Fría.
El fenómeno de la posverdad proviene a mi parecer de tres transformaciones
centrales en la relación entre discurso y política que tienen lugar a partir de los
años ochenta. La primera de estas transformaciones es el colapso del partido po-
lítico como forma primaria de mediación de la ideología, particularmente en la
izquierda, pero también en la derecha. Existen varios vectores que llevan a este
colapso, desde la gradual aceptación del consenso neoliberal de partidos que histó-
ricamente representaban al comunismo y al socialismo (como el Partido Socialista
Obrero Español o el Partido Demócrata de los Estados Unidos), pasando por la
transformación de movimientos de izquierda en partidos sistémicos de regímenes
post-autoritarios (como es el caso de los partidos de izquierda participantes de
la Concertación en Chile o la gradual evolución del Partido Comunista Mexica-
#2 DOSSIER. GLOTOPOLÍTICA Y POSVERDAD • 99
del proletariado en la teoría comunista queda para otra ocasión) era parte de un
espacio social que se teoriza en términos que van desde la “sociedad abierta” de
Karl Popper hasta la “esfera de acción comunicativa” de Jürgen Habermas, cuyo
horizonte último es la imaginación de una sociedad civil en la cual individuos
racionales podrían participar en la Polis dirimiendo sus diferencias a partir de la
formación de consensos. Los partidos políticos eran, a su vez, formas colectivas de
esas individualidades en las que coincidían por acuerdo o estrategia dichos actores
individuales. Sin embargo, diversas formas del pensamiento de la época (desde el
poscolonialismo, pasando por la crítica racial hasta el posmarxismo) apuntaron al
hecho de que, si dicho espacio existe, no es en lo absoluto un espacio horizontal o
igualitario. Ante esto, diversas teorizaciones utilizaron formas de la relación entre
política y lenguaje para pensar el funcionamiento material del poder extrainstitu-
cional.
Aunque las versiones más influyentes de esto suelen identificarse con Foucault,
el concepto de posverdad apunta a aquellos teóricos para los cuales la lingüística
era nuclear a sus modelos. Para no quedar atrapados en una discusión metateórica
me limito a invocar un ejemplo: la teoría de Ernesto Laclau del rol de los “signi-
ficantes vacíos” en la política. Para Laclau, el hecho de que la constitución de la
hegemonía implica llenar de significado dichos significantes, sin que estos nunca
se ocupen a plenitud (siempre hay, según Laclau, la presencia de una “comunidad
ausente”), da cuenta de la desigualdad inherente a los espacios sociales respecto al
poder y, sobre todo, al hecho de que “la sociedad civil siempre estará parcialmente
estructurada y parcialmente desestructurada” (Emancipación 86). Por tanto, en el
contexto de la presente discusión, la posverdad es un mecanismo que se ha for-
talecido en los últimos años ante el reconocimiento de los limitados alcances del
poder institucional y la permanente capacidad de lucha política en los segmentos
desestructurados de la sociedad civil. En México, por ejemplo, donde el mito de la
sociedad civil fue central a la idea de transición a la democracia, emergió una socie-
dad civil estructurada, construida alrededor de intelectuales y líderes de opinión
que permitieron crear espacios de racionalización política centrados en proyectos
partidistas (sobre todo el PAN y el PRD) y comunicada a través del dominio de
varios medios de comunicación (hay que notar por ejemplo las continuidades en
la presencia de figuras específicas como Enrique Krauze o Héctor Aguilar Camín
en la televisión, el radio y los periódicos). Diversos movimientos antisistémicos
(desde el uso temprano del Internet de parte de los Zapatistas hasta la wikipolí-
tica de candidatos independientes como Pedro Kumamoto en Jalisco) buscaron
espacios de institucionalización de la parte desestructurada de la sociedad civil
102 • c #2
a partir de significados alternos para los significantes vacíos de la política. Sin em-
bargo, ante la imposibilidad de institucionalización, emergen también formas de
la política -progresistas y reaccionarias- para las cuales la posverdad es parte de
la movilización: véase por ejemplo la manera en que medios de izquierda como
Proceso reportan de manera crítica al Estado llenando huecos de información
con suposiciones sin verificar, o la emergencia de grupos de Facebook de derecha
como “Amor a México” o los ejércitos de bots de Twitter cuya función es trans-
mitir información muchas veces falsa con el fin de deslegitimar a los adversarios.
Laclau no llegó a teorizar la posverdad en cuanto tal, pero sí planteó serias reservas,
sobre todo en sus críticas a Alain Badiou, a la posibilidad de una verdad que se basa
en sí misma y a la idea de que una verdad pueda totalizarse en lo social. Sobre lo
primero observa que, si una verdad sólo se basa en sí misma, “el que la verdad no
intente ser total sólo puede significar un diálogo de sordos en el cual la verdad sólo
se reitera a sí misma en la expectativa de que, como resultado de algún milagro, la
conversión radical tome lugar” (Rhetorical 202; mi traducción). Sobre lo segundo,
“la aspiración de convertir una verdad en verdad total es maligna en la medida en
que interrumpe este proceso de construcción equivalencial y convierte un solo
locus en la ubicación absoluta de la enunciación de la verdad” (Rhetorical 203; mi
traducción). Sin entrar en detalles sobre este debate (que tiene que ver con la idea
del acontecimiento en Badiou), creo que en estas aseveraciones Laclau describe
en otros términos dos mecanismos de la posverdad: la idea de que la enunciación
de una verdad subjetiva (la opinión de que el calentamiento global no existe, por
ejemplo) produce una sociedad donde sólo la conversión puede resolver la dife-
rencia (la posverdad no es relativa sino dogmática) y la idea de que un solo locus
de enunciación es legítimo (así, por ejemplo, sólo el conservadurismo se piensa
como legítimo y si, desde esta perspectiva, se niega el calentamiento global, eso lo
vuelve una verdad total). La posverdad no es necesariamente opuesta a la verdad,
sino más bien es una toma deliberada del carácter constructivista de la verdad en
una sociedad abierta para llenar los significantes vacíos de la política desde un locus
de enunciación preciso.
El tercer fenómeno que suscita la posverdad es la capacidad que otorga la
diversificación de los medios de comunicación de consumir las opiniones políti-
cas previamente formadas en ecosistemas de medios (desde canales de televisión
por cable ajustados a diversas ideologías hasta las redes sociales) que permiten la
constante validación del sujeto espectador. En el pasado, como estudió Bourdieu
en Language and Symbolic Power (¿Qué significa hablar?) existía un sistema de
“producción y reproducción del lenguaje legítimo”, pensable, según el sociólogo
#2 DOSSIER. GLOTOPOLÍTICA Y POSVERDAD • 103
Esto significa en política que la totalidad hegemónica es finita y que sus afueras no
son funcionales a una lógica racional de confrontación con la verdad, en la medida
en que dicha verdad es una función significante de una totalidad que da sentido a
#2 DOSSIER. GLOTOPOLÍTICA Y POSVERDAD • 105
todos los términos por dentro de ella, pero que siempre tiene un afuera. Al analizar
los movimientos que daban forma a la resistencia al nuevo orden del capital en los
noventa, Žižek observa “emergencias de algo que no puede ser integrado a los mar-
cos ideológicos existentes, signos de lo Nuevo, cuyo carácter innovador se observa
en el hecho mismo de que no saben que son signos, y por tanto toman refugio en el
lenguaje del pasado” (270; mi traducción). Žižek alude aquí a los ecologistas, pero
no es difícil pensar que también aplica la formula a los movimientos indígenas
altermundistas latinoamericanos, que inventaron nuevas formas de movilización
colectiva narrándose a sí mismos respecto a ideas pasatistas como el Pachakuti en
los Andes o la articulación entre pueblos originarios y zapatismo en Chiapas. Y
aquí es donde se ve la apertura a la posverdad: “Encontrar nombres propios a lo
Nuevo es la tarea a futuro del pensamiento de izquierda” (271). La “posverdad” es
así la política de encontrar nombres propios a lo “nuevo” fuera de las estructuras
racionales y de distinción que caracterizaron a la política moderna. Es una crisis,
es una apertura, pero sobre todo es la consecuencia última de una política global
del sentido en la que, como dice la recurrente fórmula marxista, todo lo sólido se
desvanece en el aire, incluidas las certezas políticas y científicas que agrupamos
con el nombre de verdad. Es en dominar esta política del nombre propio y no en el
fútil contraste de la posverdad con la verdad donde radica la política del presente.
Fuentes citadas
s
Edgardo Castro
esta historia no sea simplemente una historia del pensamiento en los términos que
acabamos de explicitar, sino, además, una historia crítica? ¿Qué es, para Foucault,
la crítica?
Nuestro autor no ha dedicado ningún trabajo específico a la noción de crítica.
Nos encontramos, sin embargo, con algunas lecciones y, sobre todo, conferencias
en las que esta noción ha sido objeto de análisis. Siguiendo un orden cronológico,
en primer lugar, hallamos la conferencia de 1964 “Littérature et langage”, cuyo ob-
jeto es, en gran medida, la idea de una crítica literaria. En segundo lugar, L’Ordre du
discours, su lección inaugural de 1970, donde, en el momento de asumir su cátedra
en el Collège de France, hace un balance del recorrido que ha seguido hasta ese
momento y presenta los principios sobre lo que se apoyarán sus investigaciones fu-
turas. En tercer lugar, se sitúa la conferencia en la Société française de Philosophie,
titulada precisamente “Qu’est-ce que la critique?”, de 1978, año en el que Foucault
introduce la noción de poder pastoral. Y, por último, en cuarto lugar, las prime-
ras lecciones del curso Le Gouvernement de soi et des autres, de 1983, y dos textos
del año siguiente, ambos titulados “Qu´est-ce les Lumières?” (Foucault 1994: t. 4,
562-578, 679-688). En estos trabajos la noción de crítica es abordada, por un lado,
en relación con la célebre respuesta de Kant a la pregunta por la Aufklärung y, por
otro, con la noción de parresia que constituye el eje de sus dos últimos cursos en
el Collège de France.
En la conferencia de 1964 en la Universidad Saint-Louis de Bruselas, “Littérature
et langage”, Foucault se detiene extensamente en el estatuto de la crítica literaria y las
posibles maneras de concebirla. Al respecto, comienza señalando una serie de mo-
dificaciones que, por esa época, afectaban el estatuto de la crítica: la multiplicación
de actos críticos, pero también la contemporánea desaparición del Homo criticus al
estilo de Charles-Augustin Sainte-Beuve (que se caracterizaba por abordar la obra
literaria desde la perspectiva de la biografía del autor), y el hecho de que la crítica
ha dejado de ser esa forma de primera lectura mediadora entre el autor y sus lecto-
res. La crítica literaria está determinada, en cambio, por una paradoja que es nece-
sario afrontar para comprenderla en su situación. Por un lado, ella hace el esfuerzo
por desarrollar un discurso científico acerca de la obra de arte, recurriendo a los
métodos del psicoanálisis, de la lingüística o de las disciplinas formales. Por otro,
se ha convertido ella misma en un acto de escritura (Foucault 2013: 105-109).
En este contexto, disputando con la concepción de Roman Jakobson acerca de
la crítica como metalenguaje, puesto que el acto literario implica implícitamente
la posibilidad de substraerse al código del lenguaje, Foucault sostiene que, si el
lenguaje es lo más repetible que existe en el mundo, habría que pensar la crítica
#2 DOSSIER. GLOTOPOLÍTICA Y POSVERDAD • 109
3. Acerca de las características del poder pastoral, además de los desarrollos contenidos en Omnes et singulatim
(Foucault 1994: t. 4, 136-148), puede consultarse el “Annexe 2” del recientemente publicado tomo cuarto de la
Histoire de la sexualité : Michel Foucault, Les Aveux de la chair (Foucault 2018: 366-395).
#2 DOSSIER. GLOTOPOLÍTICA Y POSVERDAD • 111
[…] el discurso filosófico, como análisis, reflexión sobre la finitud humana y crítica de todo
lo que puede, tanto en el orden del saber como de la moral, desbordar los límites de la finitud
humana, desempeña bien, en algún aspecto, la función de la parresia (Foucault 2009: 29).
II
4. En los escritos de Foucault publicados hasta la fecha, la noción de dispositivo, en efecto, aparece por primera vez en
este curso de 1973-1974, más precisamente en la lección del 7 de noviembre de 1973 (Foucault 2003: 14).
112 • #2
[…] el modelo de relación propio del poder no hay que buscarlo, entonces, del lado de la vio-
lencia y de la lucha ni del lado del contrato y del nexo voluntario (que a lo sumo sólo pueden
ser instrumentos), sino del lado de este modo de acción singular, ni guerrero ni jurídico, que
es el gobierno (Foucault 1994: t. 4, 237).
[…] el coraje de la verdad en el que habla y corre el riesgo de decir, a pesar de todo, toda la
verdad que piensa; pero es también el coraje del interlocutor que acepta recibir como verda-
dera la verdad hiriente que escucha (Foucault 2009: 14).
Este coraje, para Foucault, define, además, “la existencia misma de todo el
discurso filosófico desde Grecia hasta nosotros”, en la medida en que afirma, al
mismo tiempo, la irreductibilidad y la recíproca relación entre verdad, política y
ética (Foucault 2009: 62). Para Foucault, la filosofía moderna a partir de la crítica
a la pastoral cristiana en el siglo XVI ha retomado esta dimensión parresiástica
(Foucault 2008: 321), y las Meditaciones de Descartes son una empresa parresiás-
tica, así como también el texto de respuesta de Kant “¿Qué es la Ilustración?”. Este
último se define así:
[…] una manera, para la filosofía, de tomar conciencia, a través de la crítica de la Aufklärung,
de los problemas que eran, tradicionalmente, en la Antigüedad, los de la parresia (Foucault
2008: 322).
III
Podemos retomar ahora las preguntas que formulamos al inicio de nuestra expo-
sición: ¿qué significa que la historia foucaultiana del pensamiento es una historia
crítica?, ¿qué es la crítica para nuestro autor?
Luego de las consideraciones acerca de la crítica literaria y de la descripción
del orden del discurso, la noción propiamente foucaultiana de crítica comienza a
esbozarse hacia finales de la década de 1970, cuando nuestro autor cierra el ciclo
de sus investigaciones acerca del poder conceptualizándolo en términos de gobier-
no. A partir de aquí, con la introducción del concepto de veridicción, comienzan a
invertirse las relaciones entre el poder y la verdad tal como habían sido concebidas
al inicio de esta misma década, sobre todo en el curso Leçons sur la volonté de savoir.
La verdad, en efecto, ya no se reduce al poder, sino que apareciendo como una
de sus manifestaciones ahora adquiere su propia fuerza. Pero esta fuerza no está
afuera del poder sino, precisamente, en relación a él, como un límite del poder.
En este contexto, la crítica aparece, primero, en relación al proceso moderno de
pastoralización de la política, como el arte de no ser gobernados de una deter-
minada manera y, segundo, con la aparición del liberalismo, como una forma de
#2 DOSSIER. GLOTOPOLÍTICA Y POSVERDAD • 115
Fuentes citadas
Mateo Niro
La ubicación del distrito en la frontera oriental, su aislamiento relativo respecto de los cen-
tros urbanos de ambas provincias, la gran dimensión de la población guaraní agrupada en
la veintena de pueblos (con una cultura y una lengua similares) y la adopción de un sistema
productivo que aseguraba el vestido y la alimentación de esa población, dejando excedentes
comerciables, eran aspectos que contribuían a reforzar esa orientación. Incluso, la necesidad
de valerse por sí mismos en su defensa, sin contar con la ayuda adicional de las autoridades,
facilitó su fortalecimiento. Dicha tendencia, vista con ojos suspicaces, dio lugar a que más
adelante se hablara de un “Reino jesuítico” o de un distrito al margen de la potestad real
(Maeder 2010: 120).
118 • Mateo Niro #2
1. “Todos los indios, incluso los antiguos originarios, debían ser reunidos en reducciones próximas a las tierras en las
que trabajaran para los encomenderos, o bien en las cercanías de su lugar natal. Cada reducción dispondría de una
iglesia y un cabildo propios, y disfrutaría de una relativa autonomía. El acceso a las reducciones estaría vedado a espa-
ñoles, mestizos y negros, con la obvia excepción del cura y del encomendero, que, sin embargo, no podría permanecer
en ellas durante la noche. No se permitiría el traslado de las reducciones de un lugar a otro; la libertad de movimiento
de los indígenas, en consecuencia, quedaba restringida” (Mörner 1986: 37).
2. Más de tres siglos después, otro sacerdote jesuita se volvió también protagonista de otro proceso fundamental
ligado a la reflexión y acción sobre la lengua guaraní en el Paraguay: el padre Bartomeu Melià. Nacido en Porreres,
Mallorca, en 1932, arribó al Paraguay en 1954 y, desde entonces, se dedicó al estudio y la práctica de la lengua guaraní
(en 1969, se doctoraría en la Universidad de Estrasburgo con la tesis La creación de un lenguaje cristiano en las misiones
de los guaraní en Paraguay). Melià se forjó, a través de todos estos años, como uno de los académicos más prolíficos
y destacados del Paraguay, y también como un radical crítico de las políticas lingüísticas oficiales y de la facciones
folklorizantes y guaranólogas de la sociedad civil (cfr. Niro 2013).
#2 ESCENAS Y ESCENARIOS GLOTOPOLÍTICOS • 119
De Certeau en El lugar
El puntapié inicialdeldel
otrosiglo
(2007),
XX estendió a fundar una
excepcional. especie de reducción
Consideremos como su
prólogo
en tierra los dos
campesina grandes decenios transcurridos entre 1890 y 1914. En
y pagana.
todos los órdenes del pensamiento, esos años representan un período de
Estas “fundaciones” de pioneros, análogas a tantas otras contemporáneas, se inspiran en una
invención extraordinaria, de creatividad polimorfa solo comparable con el
gran utopía pedagógica que solo se llevará a cabo con éxito en Paraguay (196).
Esta etapa
El universo signada
de las porjesuitas
misiones los grandes nombres de la ruptura y la reinven-
-
go
Lasetcétera
misionesrecorre
jesuitaslas páginasen
formaron, desus
Badiou), de cierto optimismo
ciento cincuenta años de vigenciaen suma, se
en la re-
gión, un distrito misional de características distintivas. Los jesuitas
quiebra brutalmente con la guerra de 1914-1918, cuyo aparente contraste lograron reu-
nir enese
con pueblos (o ciudades)
luminoso comienzoa aldeas
llegadispersas
a su formay fundar con ello
aún más distritos
extrema enpoblados.
los años
Allí se establecieron regímenes uniformes y homogéneos a
30 y la Segunda Guerra Mundial. Por eso Badiou debe mentar, antes denivel socioeconómico,
y una atención pastoral privilegiada. Uno de los principales logros tuvo que ver
proseguir en su estudio, el lado oscuro de la belle époque: “En el negro furor
con resistir a la política de encomienda (sus indios conseguían la situación privi-
de la década de 1930, en la indiferencia y la muerte, hay algo que proviene
legiada de no ser encomendados), lo que incidiría categóricamente en la historia
sin dudadeldeParaguay
general la Gran(Maeder
Guerra y2010).
las trincheras pero también, como un retorno
infernal, de las colonias, de la manera como
En tiempos de la colonia, el Paraguay en ellascomo
se enclavaba se consideran
una zona con las dife-
esca-
rencias en la humanidad”
sa población ( Badiou
española y relativo 2009:20).
aislamiento delCualquiera
resto de lasque observe
grandes los pe-
metrópolis
como Perú
riódicos deylaelépoca
puertopodrá
de Buenos
ver loAires 3
. Así, enque
consciente un sentido demográfico,
era el lector perma-
de los mismos
de ese contraste: puede leerse en ellos una doble fascinación que tomacomo
neció mayoritariamente indígena. En ese marco algunas órdenes religiosas, por
franciscanos y mercedarios, brindaban su apoyo al escaso clero local.
objeto, por un lado, la celebración del progreso en la Exposición de París y Fue enton-
ces que se sumaron los jesuitas, desde fines del siglo XVI, a través de misiones
por el otro su contracara diariamente expuesta en las noticias de la guerra en
que llegaron desde Perú y Brasil. Las primeras acciones fueron promovidas sin
China o de la guerra de los Boers. Más próximo aún sin embargo resultaba
localización fija. Las instrucciones del Padre General al superior de la zona reco-
mendaban “no hacer residencia ni tomar compromisos de localización, viviendo
siglo parecía
de limosna alcanzarpues
y esperar, el fondo de su
el tiempo decadencia,
dirá con convenga
lo que después la pérdidahacer.
de las últimas
” (Maeder
colonias
2010: 115).de ultramar en la guerra con los Estados Unidos, en lo que, como
Para dar
corolario de cuenta de las
su larga tipologías
crisis dese
secular, relaciones
conociera el otro
concon , Tzvetande
el nombre Todorov,
“desastreen
La conquista
del 98”. UnodedeAmérica (1991: 195), célebres
los corresponsales establece de
queLadeben
Nacióndistinguirse
de Buenos tresAires
ejes:
primero, un juicio de valor; segundo, la acción de acercamiento
en la época, Max Nordau, ponderando los resultados y proyecciones del o de alejamiento
en la relación con ese otro; tercero, el conocimiento o ignorancia de su identidad.
Congreso Ibero-Americano de 1900 en un artículo del 27 de noviembre del
Siguiendo esta tipología, diríamos que la relación del misionero jesuita con el in-
mismo año, abogaba por una unidad de la lengua entre la antigua metrópoli
dígena fue radicalmente distinta a la establecida por el resto del universo colonial
yalsus viejas
asumir en colonias
cada casoen aras deelemento
el primer dar un lugar
de laadisyunción.
las mismasAsí en fue
la disputa
que en elpor la
con-
hegemonía mundial ante la creciente amenaza del Norte, en una nota que
3. El Paraguay fue descripto por Augusto Roa Bastos como una isla rodeada de tierra.
120 • Mateo Niro #2
(…) cada cual ha de ser instruido de manera que entienda, el español en español, el indio
en lengua india, porque de otro modo aunque lo pronuncie bien, su mente, conforme a la
sentencia del apóstol (1 Cor XIV), es sin fruto.4
Como está visto, una de sus cualidades diferenciales fue la relación instaurada con
la lengua vernácula. Estos habían logrado, a partir de la obra previa de frailes como
Luis de Bolaños5, el vital dominio de la lengua guaraní y la formación de las pri-
meras reducciones. Fue en ese marco que el padre general de la Compañía de Jesús
Claudio Aquaviva tomó en Roma la decisión de crear, en 1604, la Provincia Jesuí-
tica del Paraguay, separada de la de Perú y con jurisdicción sobre Chile, Tucumán
y el Río de la Plata.
Durante todo el tiempo que duró el proyecto en la región, los jesuitas se inte-
resaron por el estudio y el uso de la lengua guaraní. Los misioneros pretendían así
contrarrestar las dificultades presentadas por la predicación a través de intérpretes,
y evitar una influencia comprometedora de los mismos sobre los indígenas. Era
necesario contar con textos doctrinales bien traducidos y conocer suficientemen-
te la lengua.
La opción por la lengua guaraní en la que se cimentó el proyecto reduccional
representa un elemento clave para la historia de las misiones (y, como ya hemos
dicho, de la historia de la región), ya que en esta se condensan cuestiones ligadas
al proyecto político de la Compañía de Jesús enclavada en la puja entre España y
Portugal, pero también a cuestiones sobre la eficacia misional y a representaciones
sobre las lenguas vernáculas en general y sobre el guaraní en particular.
Los jesuitas, contrariamente a otros emisarios e invasores coloniales que justi-
ficaban la imposición de la lengua europea atribuyendo pobreza léxica a la lengua
amerindia, solían exaltar el valor del guaraní. La fundamentación de la opción por
el guaraní a través de argumentos metalingüísticos es que esta se bastaba a sí mis-
ma tanto para la vida social 6 como para la vida religiosa7.
EsEl
sinpuntapié
controversiainicial
de las más
del copiosas
siglo XX y elegantes que reconoce
es excepcional. el orbe, y con razón
Consideremos como puede
su
competir con las que tienen más fama, cuando en sentir de varones peritos en ambos idio-
prólogo los dos grandes decenios transcurridos entre 1890 y 1914. En
mas, cede en poco al griego, y se aventaja a otros muy aplaudidos, causando justa admiración
entodos los órdenes
tanta barbarie dellapensamiento,
como era esos años
de la nación guaraní, representan
cupiese tan admirableunartificio
período de
y tanta
propiedad en expresar los conceptos del ánimo. (Lozano 1754: 259)
invención extraordinaria, de creatividad polimorfa solo comparable con el
El Sínodo de Asunción
suscitación de 1603,
y ruptura al recoger
(Badiou las directrices del Concilio de Lima de
2009:18).
1583, había ratificado y dado obligatoriedad a la acción de tomar la lengua guaraní
como medio de predicación en la evangelización.
Esta etapa signada por los grandes nombres de la ruptura y la reinven-
Pero como
Por haber muchas lenguasdijimos
en estas esta política
provincias, lingüística
y muy deque
dificultosas la Compañía de Jesús- en las misio-
para hacer traducción
en cada una de ellas las
fuerapáginas
confusión degrandísima,
go etcétera recorre
nes no puede desentenderseBadiou), dely de
muchos
cierto
contexto indios poco capaces
optimismo
colonial y deen suentendieran
suma,
oposiciónse a la colonia.
que cada una de ellas era diferente en la substancia de la otra, además que hubiera pocos
quiebra brutalmente
sacerdotes Losquisieran
que con
misioneros laresistían
doctrinarguerra
por node 1914-1918,
fervientemente
saber cuyo
el sistema
las lenguas nativas deaparente contraste
de encomienda.
tantas naciones, orde- La oficializa-
connamos
ese luminosoción del
y mandamos guaraní
que sellega
la Doctrina
comienzo transformaba
y el aCatecismo
su forma estratégicamente
que se hamás
aún de enseñar
extrema aen
los un
en elemento
indios en la más de veda
losseaaños
lengua guaraní por ser más clara y hablarse generalmente en estas provincias, (…)8.
30 y la Segunda Guerra Mundial. Por eso Badiou debe mentar, antes de Por supuesto
para el potencial vínculo del indio reducido con el colono español.
proseguir
Por enque
otra parte,
esta política
su estudio, trajooscuro
ellalado como de represalia
la belle los resquemores
un époque: “En el negroy las acusaciones
furor de que
losmás allá de
jesuitas habían especulación
encerrado aylos con indios razonamiento
en su lengua.9más ligado a
de la década
cierto idealismo, de los
1930, en laconsideraban
jesuitas indiferencialay lengua la muerte, haycomo
guaraní algo unaque huella
provienedel
sin duda de la
pensamiento Gran
puro, Guerra
original y las trincheras pero también, como un retorno
y primitivo.
infernal, de las colonias, de la manera como en ellas se consideran las dife-
(Los jesuitas) consideran la lengua guaraní como el lugar privilegiado donde ha permaneci-
rencias
do unaenporción
la humanidad” ( Badiou
de un pensamiento 2009:20).
divino Cualquiera
más primitivo, que observe
y por lo tanto que no tienelosnada
pe-
riódicos de la época podrá ver lo consciente que era el lector de los mismos
de salvaje (aunque hoy diríamos, que por lo salvaje de la lengua es la prueba de su firme es-
tructura). Este argumento teológico de tipo platónico coloca al misionero en una actitud de
de ese contraste:
respeto frente a la puede leersecomo
lengua guaraní, en ellosno hauna
tenido doble fascinación
a propósito de ninguna queotratoma por
institución
objeto,
social.por un lado,
La lengua es lolamás
celebración
“divino” que del está progreso
todavía latenteenenla loExposición
guaraní. Visión deplatónica,
París y
por otra parte, que está en consonancia con la propia teología de los Mbya-Guaraní actuales.
por (Melià
el otro1993:
su contracara
252) diariamente expuesta en las noticias de la guerra en
China o de la guerra de los Boers. Más próximo aún sin embargo resultaba
Pero como dijimos esta política lingüística de la Compañía de Jesús en las
misiones no puede desentenderse del contexto colonial y de la oposición de la
siglo parecía alcanzar el fondo de su decadencia, con la pérdida de las últimas
colonia. Los misioneros resistían fervientemente el sistema de encomienda. La
colonias de ultramar
oficialización del guaraníenselatransformaba
guerra con los Estados Unidos,
estratégicamente enelemento
en un lo que, como
más
corolario
de veda paradeelsupotencial
larga crisis secular,
vínculo se conociera
del indio reducidocon
con el colono
nombreespañol.
de “desastre
Por
supuesto que esta
del 98”. Uno política
de los trajo como represalia
corresponsales célebres los
de resquemores
La Nación dey acusaciones
Buenos Aires
de que los jesuitas habían encerrado a los indios en su lengua.9
en la época, Max Nordau, ponderando los resultados y proyecciones del
Congreso Ibero-Americano de 1900 en un artículo del 27 de noviembre del
7. En la región ya se había practicado esta opción evangelizadora a través del guaraní, sobre todo en la pastoral
mismo
franciscana,año,
y que abogaba
su más conocidoporrepresentante,
una unidad de la
Fray Luis lenguafueentre
de Bolaños, la antigua
quien tradujo metrópoli
el Catecismo limeño al
y8. Extraído
sus viejas
guaraní (Molina colonias
1954). en aras
de Coronado Aguilar 2002: 358.
de dar un lugar a las mismas en la disputa por la
hegemonía mundial ante la creciente amenaza del Norte, en una nota que
9. La política lingüística de la corona española en América había sido en general de impulsar la hispanización, pero
sin apremiar a los indios que dejaran su lengua natural. En ese contexto, cuando se los acusaba a los jesuitas de no
poner el suficiente empeño en la castellanización de los guaraníes, estos invocarán la ley de indias que sostiene:
“Habiendo hecho particular examen sobre si aun en la mas perfecta lengua de los indios se pueden esplicar bien, y
122 • Mateo Niro #2
La lengua reducida
El más vasto testimonio escrito de las misiones está constituido por las llamadas
“Cartas anuas” en las que los misioneros informaban a sus superiores sobre el es-
tado de la cuestión, reflexionaban sobre temas de la fe y daban cuenta de los pasos
dados y a dar en el proyecto político y social de los jesuitas en la región (Salinas
2013)10. Allí mismo se figura un concepto que condensa de manera muy signifi-
cativa todo este proceso, y es justamente, el de “reducción”. Los jesuitas que escri-
ben sobre los Guaraní actúan profusamente en una dinámica de reducción a la vida
política y humana del indio guaraní, como condición necesaria para la reducción a
la fe y vida cristiana. Melià (1993: 97) dice que “desde el punto de vista etnográ-
fico el reduccionismo opera sobre todo de dos modos: fragmentando la realidad
y traduciéndola a otras categorías. De hecho las dos operaciones se condicionan
mutuamente.”
La transformación pretendida suponía un cambio total, del hombre salvaje al
hombre reducido. Es así que, en estas Cartas anuas, lo que más se documenta de la
tradición guaraní (no reducida) son las comidas, su desnudez, las prácticas rituales
y su poligamia11. Aquello que definían los propios indígenas en su lengua como
teko katu (vida buena y libre), se resemantiza en la nueva conceptualización de las
reducciones como comportamiento salvaje y bestial (Melià 1993). Para el misio-
nero casi parece establecerse una oposición sistemática entre tradición guaraní y
racionalidad.
La reducción como empresa surgió en América como proyecto político de
integrar al indio dentro del sistema colonial. Primeramente, con los franciscanos en
1580, a través del cual se logra morigerar la confrontación entre indios y españoles.
con propiedad los misterios de nuestra Santa Fé católica, se ha reconocido, que no es posible sin cometer grandes di-
sonancias, e imperfecciones, y aunque están fundadas cátedras, donde sean enseñados los sacerdotes, que hubieren de
doctrinar á los indios, no es remedio bastante, por ser mucha la variedad de lenguas. Y habiéndo resuelto, que conven-
drá introducir la castellana, ordenamos, que á los indios se les pongan maestros, que enseñen á los que voluntariamente
la quisieren aprender, como les sea de menos molestia, y sin costa: y ha parecido, que esto podrían hacer bien los sacris-
tanes, como en las aldeas de estos reinos enseñan á leer, y escribir y la doctrina cristiana” (Ley 18, título I, Libro VI).
10. Lo que De Certeau definiría como “hermenéutica del otro” (2007: 202).
11. Bajo el título “Casos particulares”, el autor reflexiona sobre la exposición siguiente de historias fuera de la moral:
“Pudiera yo registrar en estas Cartas Anuas muchos casos notables, pero por respeto de que se trata no me atrevo a
escribir todo. Lo poco que voy a mencionar, tiene menos peligro de indiscreción, en especial, omitiendo el lugar del
acontecimiento” (Cartas Anuas 2013: 68).
#2 ESCENAS Y ESCENARIOS GLOTOPOLÍTICOS • 123
El puntapiédeinicial
Las reducciones del siglo
los jesuitas XX escon
se dieron excepcional.
un motivoConsideremos como su
similar (la pacificación)
prólogo
pero con los dos grandes
una intención diferentedecenios transcurridos
muy significativa: entre 1890
la reducción seráyun
1914. En
espacio
todos loscontra
de protección órdenes del pensamiento,
la encomienda esoscualquier
y contra años representan
forma de un período De
esclavitud. de
invención
esta manera extraordinaria,
se intentaba de creatividad
transformar polimorfa
drásticamente en elsolo comparable
orden con el
social la catego-
ría de indio encomendado por indio reducido. Según la definición clásica que
suscitación
da el Padre y ruptura
Montoya Conquista
en su (Badiou espiritual de 1639, la reducción representa
2009:18).
una empresa religiosa y una realización sociocultural que subvirtió eficazmente
(mientras
Estaduró)
etapalas prácticas
signada pory los
tradiciones
grandesguaraní.
nombres de la ruptura y la reinven-
Llamamos reducciones a los pueblos de Indios, que viviendo a su antigua usanza en montes,-
go etcétera recorre
sierras y valles, las páginas
en escondidos de Badiou),
arroyos, de cierto
en tres o cuatro optimismo
o seis casas en suma,
solas, separados se
a legua,
dos, tres y más unos de otros, los redujo la diligencia de los Padres a poblaciones grandes y a
quiebra brutalmente
vida política y humana,con la guerra
a beneficiar de 1914-1918,
algodón cuyo
con que se vistan; aparente
porque contraste
comúnmente vivían
conenese luminoso
desnudez, comienzo
aún sin llega
cubrir lo que a su forma
la naturaleza ocultóaún más 1996:
(Montoya extrema
58). en los años
30diseño
El y la Segunda Guerra
prototípico de lasMundial.
reducciones Por
se eso
basabaBadiou debe mentar, antes
en el emplazamiento de
diseñado
proseguir
sobre en su estudio,
un damero el lado
que ubicaba unaoscuro
iglesia,de belle époque:
unlacolegio, “En
la huerta el casa
y la negro furor
para los
indios. 12
Gerard Gómez (2006) propone que en este diseño de las
de la década de 1930, en la indiferencia y la muerte, hay algo que proviene misiones pri-
maría
sin dudaun eje
de longitudinal, correspondiente
la Gran Guerra al poder
y las trincheras pero ytambién,
a la propiedad
como(dominio
un retorno ci-
vil y legal), y uno transversal, correspondiente a lo sagrado y misterioso
infernal, de las colonias, de la manera como en ellas se consideran las dife- (dominio
litúrgico).
rencias en la humanidad” ( Badiou 2009:20). Cualquiera que observe los pe-
Estos dos
riódicos de laejes, el unopodrá
época políticover
y económico
lo conscientey, el otro,
quereligioso, sintetizan
era el lector demuy bien la as-
los mismos
piración jesuítica y cristiana en conciliar las necesidades materiales y espirituales, como lo
de ese contraste:
sugiere puede
la frase latina leerse en
ad ecclesiam elloscivilem
et vitam una doble fascinación
essent reducti. que toma
Tal organización por
permite
efectivamente un mejor control del pueblo, o sea que no estamos
objeto, por un lado, la celebración del progreso en la Exposición de París aquí frente a un pueblo sino
y
frente a una verdadera ciudad: es el concepto platónico de polis; el mundo está civilizado,
por “polisado”
el otro suescontracara diariamente
decir organizado, expuesta
vigilado13 (Gómez 2006:en las noticias de la guerra en
50-51).
China
La o de la guerra
espacialidad, de los
entonces, Boers. Más
representa próximocrucial
un elemento aún sin embargo
para el conceptoresultaba
de re-
ducción14. Literalmente, a ese campo semántico se corresponde su nombre y su
siglo parecía alcanzar
significación: el fondo
ordenar sobre unade su decadencia,
superficie asible locon
quelasepérdida de las
presentaba de últimas
manera
coloniasede
dispersa ultramary,enobviamente,
inorgánica la guerra con los Estados
se juzgaba Unidos, enMientras
negativamente. lo que, que
comoel
corolario
12. de su
“(…) la esencia de lalarga crisis
propuesta secular,
misionera, seseconociera
sin duda, con el nombre
basó en la consideración de civis, de la de “desastre
ciudad como lugar
forjador de la civilización –de civilizarse- de sus habitantes. Lo que parece diferenciar cualitativamente a la aldea de la
del 98”.noUno
reducción es solo elde los decorresponsales
tamaño la concentración humanacélebres deelLa
sino también Nación
carácter de deBuenos
de las leyes convencia,Aires
que ha-
rían del asentamiento misional esa incipiente ciudad (civis). El teko pyahu, entonces, designará la idea de la existencia
en laenépoca,
guaraní un sistemaMaxnuevo”Nordau, ponderando
(Levinton 2009: 150). los resultados y proyecciones del
13. “Es esta situación que creó el carácter de modernidad de los pueblos de indios y que les condujo a una verdadera
Congreso Ibero-Americano de 1900 en un artículo del 27 de noviembre del
paradoja como lo subraya muy bien Clovis Lugon: ‘Las localidades españolas llevan el nombre de ciudades, pero son
mismopueblos.
pequeños año, abogaba
Al contrario, por una unidad
las reducciones dese la
guaraníes lengua
quedaban conentre
el nombre la deantigua
pueblos, demetrópoli
poblaciones,
aun cuando constituían verdaderas ciudades para la época, tanto para el orden general como por las dimensiones,
y arquitectura
la sus viejasde colonias
sus edificios, en aras
la vida deintensa,
social dar un lugar avariadas,
las actividades las mismas endelaladisputa
y el número población” por la
(Gómez
2006: 51).
hegemonía
14. Así como con mundial ante la creciente
el espacio, la experiencia totalizadora deamenaza deltambién
las reducciones Norte, en una
involucró notaorgani-
a una nueva que
zación del tiempo a través de la práctica estereotipada de actividades y movimientos: “Los misioneros jesuitas de la
última época anterior a la expulsión gustan de presentar la ordenada vida reduccional como un todo, prácticamente
sin etapas ni tanteos” (Melià 1993: 215).
124 • Mateo Niro #2
Plano de San Juan Bautista c. 1753 (Archivo General de Simancas, MPD 02 014). “Sobre San Juan Bautista existe el
conocido plano que el provincial José Barreda le envió junto a su informe sobre el Tratado de Límites al P. Ravago, el
31 de julio de 1753, donde enfatiza que las reducciones no eran aldeas portátiles sino que tenían edificios hechos de
piedra y tejas” (Page 2014: 253).
más enEllapuntapié
enseñanza de lengua
inicial de los
del siglo XXindios [guaraní], Consideremos
es excepcional. por ser el primerocomo[que]
su
la ha reducido a arte
prólogo los dosy grandes
traducidodecenios
en ella latranscurridos
doctrina, confesionario
entre 1890 yysermones.”
1914. En
(Otazu Melgarejo
todos 2006:del
los órdenes 51;pensamiento,
el destacadoesoses mío).
años Auroux (1992),
representan al abordar
un período de
el hitoinvención extraordinaria,
de la gramatización en sudeHistoria de laspolimorfa
creatividad ideas lingüísticas,
solo comparable
esgrime conque el
la
gramática o el diccionario monolingüe no son simples representaciones de una
lenguasuscitación y ruptura
preexistente con una(Badiou 2009:18).
competencia parejamente distribuida. En ese mis-
mo sentido proponemos este concepto de “reducción del guaraní”, que opera,
refrendando lo yasignada
Esta etapa expuesto porlosMelià,
por a través
grandes de la fragmentación
nombres de la ruptura yy latraducción
reinven-
de una lengua a otras categorías. Una de las reducciones más significativas de este-
proceso es la que los jesuitas de las misiones llevaron a cabo para la estandariza-
go etcétera recorre las páginas de Badiou), de cierto optimismo en suma, se
ción y la escritura.
quiebra brutalmente con la guerra de 1914-1918, cuyo aparente contraste
conLa ese luminoso
escritura, comienzo
a que fue reducida lallega
lenguaa guaraní,
su forma aún máslosextrema
las gramáticas, en los
diccionarios, loscatecis-
años
mos y sermonarios, así como la práctica epistolar, fueron instrumento para una estandariza-
30 yción
la de
Segunda Guerra
los dialectos guaraníMundial.
que entraron Por esodeBadiou
dentro debe
la reducción mentar,
y también paraantes de
una cierta
proseguir en su estudio, el lado oscuro de la belle époque: “En el negro furorla
manipulación por parte de los jesuitas. La reducción a escritura, la reducción gramatical y
reducción cultural también transformaban la lengua guaraní (Melià 1993: 242-243).
de la década de 1930, en la indiferencia y la muerte, hay algo que proviene
sin duda de la Gran Guerra y las trincheras pero también, como un retorno
El misionero elabora estos instrumentos lingüísticos a través del registro agudo,
infernal, de las colonias, de la manera como en ellas se consideran las dife-
del extrañamiento, del cotejo con su propia lengua y de sus sesgos religiosos. A
rencias en la humanidad” ( Badiou 2009:20). Cualquiera que observe los pe-
partir de las prácticas de observación, análisis y codificación de la nueva lengua,
riódicos
estos de la de
procesos época podrá implican
reducción ver lo consciente
lo que Aurouxque era el lector
(1992: de los mismos
35) denomina “exo-
de ese contraste: puede leerse en ellos una doble fascinación
gramatización”, es decir, la transferencia de la tecnología existente para la descrip- que toma por
objeto,
ción porlengua
de una un lado, en la aplicación
celebración a ladel progreso en la Exposición de París y
otra.
porEl archivo
el otro permite dardiariamente
su contracara cuenta de esta transformación
expuesta radicaldenola solo
en las noticias en en
guerra lo
estrictamente
China o de la guerra de los Boers. Más próximo aún sin embargo resultabay
gramatical sino también en el plano de las discursividades, usos
representaciones de la lengua vernácula reducida. Así vemos que, en medio de
las hostilidades políticas ligada al Tratado de Límites de 1753, el pueblo de San
siglo parecía alcanzar el fondo de su decadencia, con la pérdida de las últimas
Miguel se manifiesta a través de una carta formal escrita en guaraní (repuesta en
colonias de ultramar en la guerra con los Estados Unidos, en lo que, como
español por el padre Juan de Escandón, secretario provincial de la Compañía16):
corolario de su larga crisis secular, se conociera con el nombre de “desastre
PareceUno
del 98”. que no
deeslos
de omitirse en ese lugarcélebres
corresponsales la carta que
delosLaindios de San
Nación deMiguel
Buenos escribieron
Aires
desde la estancia llamada San Antonio al Comisario D. Juan de Echavarría en respuesta de la
en laqueépoca, Max
el referido Nordau,
caballero ponderando
les escribió los resultados
desde el puesto y Que
de Santa Tecla. proyecciones
sea la misma del
que
los indiosIbero-Americano
Congreso escribieron, se saca dedela1900
atestación
en undel artículo
padre Matías
delEstrobel en la que dice del
27 de noviembre así:
Deseando yo saber qué respuesta y con qué palabras la habían dado los indios miguelistas a
mismo año, abogaba
los señores por una
Demarcadores, unidad de la
hice preguntarlos, lengua
y me entreenlaesa
lo enviaron antigua
forma de metrópoli
arriba, y es
y susfielmente copiada, quedando
viejas colonias en arasendemidar poder
unsulugar
original.
a las mismas en la disputa por la
Dice, pues, la traducción fiel y verdadera, hecha no palabra por palabra, porque así en
hegemonía
muchas partesmundial ante
no haría la creciente
sentido en nuestra amenaza del Norte,
lengua española, en una
sino sentencia pornota que
sentencia,
El fin de la utopía
Esta construcción
El puntapié utópica de ciento
inicial del siglo XXcincuenta años de laConsideremos
es excepcional. que hablaba Decomo Certeausu
prólogo
constituyó un sistema
los dosdentro de (contra
grandes decenios a) otro sistema18. Como
transcurridos entre 1890
se ha yvisto
1914. En
en los
todos
estudios los órdenes
clásicos del pensamiento,
sobre lengua esos años2003;
y nación (Anderson representan
Fichte un período
1988; Gellnerde
1983; invención
Balibar 1991; extraordinaria,
Hobsbawn de creatividad
1991), polimorfa
la operación solo
central decomparable con el
la política sobre la
lengua puede estar anclada en el carácter étnico (y ligado a eso al valor moral) ; o 19
puedesuscitación
estar centraday ruptura (Badiou
en la razón 2009:18).
política, en la cual es la lengua común la que per-
mite la unificación jurídica, administrativa y mercantil, y para la construcción de la
comunidad imaginada
Esta etapa (Depor
signada Certeau 2008). En
los grandes estos sentidos,
nombres el casoydelalareinven-
de la ruptura política
lingüística de las misiones puede abordarse como estudio de uno y otro ejercicio.-
En los primeros puntos en los que concluye el conocido libro de Robert Cooper
go etcétera recorre las páginas de Badiou), de cierto optimismo en suma, se
(1997) sobre política y planificación lingüística, dice que esta no puede enten-
quiebra brutalmente con la guerra de 1914-1918, cuyo aparente contraste
derse fuera de su contexto social y de la historia que dio origen a ese contexto. Y
con por
que, ese supuesto,
luminososuele comienzo
responderllega a su
a los formadeaún
intentos más extrema
alcanzar en intereses
o conservar los años
30 y la Segunda
materiales Guerra Mundial.
y/o no materiales, lo cual noPoreseso Badiou
aspecto debe de
exclusivo mentar, antes de
la planificación
proseguir en
lingüística. Ensu la estudio,
lucha parael lado oscuro
promover de la belle
intereses, losépoque:
agentes “En el negro
emplean furor
cualquier
arma a su alcance.
de la década de 1930, en la indiferencia y la muerte, hay algo que proviene
sin duda de la Gran Guerra y las trincheras pero también, como un retorno
No es de
infernal, deextrañar que la planificación
las colonias, lingüística
de la manera como sirvaen
para promover
ellas tantos objetivos
se consideran encu-
las dife-
biertos. La lengua es la institución fundamental de la sociedad, no solo porque es la primera
rencias en la de
institución humanidad” ( Badiou
la que el individuo 2009:20).sino
tiene experiencia, Cualquiera quetodas
también porque observe los pe-
las demás ins-
tituciones se fundan en sus pautas reglamentarias. Planificar la lengua es planificar la sociedad.
riódicos de la época podrá ver lo consciente que era el lector de los mismos
No habrá teoría satisfactoria de la planificación lingüística, por tanto, mientras no haya una
de ese contraste:
teoría satisfactoriapuede leerse
del cambio socialen ellos una doble fascinación que toma por
(215).
objeto, por un lado, la celebración del progreso en la Exposición de París y
Si
porcomo fuesudicho,
el otro la política
contracara es la continuación
diariamente expuesta de en la
lasguerra pordeotros
noticias medios,
la guerra en
para los jesuitas de las reducciones la lingüística fue la continuación
China o de la guerra de los Boers. Más próximo aún sin embargo resultaba de la política
por otros medios.
Fuentes citadas
El puntapié
---------- (2003).inicial del siglo
La lengua XXenesel excepcional.
guaraní Consideremos
Paraguay colonial. Asunción: comoCEPAG. su
prólogo
---------- los dos
(2007). La grandes
crisis deldecenios
bilingüismotranscurridos entre
en el Paraguay. En1890
Actasydel1914. En
IV Con-
greso detodos los órdenesdedel
la Internacional pensamiento,
la Lengua esosMadrid:
Española. años representan un período de
Instituto Cervantes.
invención
---------- extraordinaria,
(2010). de creatividad
Pasado, presente y futuro depolimorfa solo comparable
la lengua guaraní. Asunción: con el
CEADUC.
suscitación
Molina, Raúl y(1954).
rupturaLa(Badiou 2009:18).en el Paraguay y Río de la Plata. Ma-
obra franciscana
drid: Missionalia Hispanica, XI.
Montoya,
Esta etapa Antonio
signadaRuiz
pordelos
(1996).
grandes Apología
nombres en defensa de la Doctrina
de la ruptura Cristia-
y la reinven-
na escrita en Lengua Guaraní. Asunción: CEPAG. -
---------- (2011). Tesoro de la lengua guaraní. Madrid: Leipzig.
go etcétera recorre las páginas de Badiou), de cierto optimismo en suma, se
Mörner, Magnus (1986). Actividades políticas y económicas de los jesuitas en el
quiebra brutalmente con la guerra de 1914-1918, cuyo aparente contraste
Río de la Plata, Buenos Aires: Hyspamérica.
conNiro,
ese luminoso
Mateo (2013).comienzo llegaMelià,
Bartomeu a su forma aún jesuita
la retórica más extrema en los años
y la reducción de la
30 y laguaraní.
lengua Segunda En Guerra Mundial.
Elvira Narvaja Por esoy Susana
de Arnoux BadiouNothstein,
debe mentar, Temasantes de
de gloto-
proseguir
política. en su estudio,
Integración regionalelsudamericana la belle époque:
lado oscuro ydepanhispanismo. “En elAires:
Buenos negroBiblos,
furor
51- 73.
de la década de 1930, en la indiferencia y la muerte, hay algo que proviene
Otazúde
sin duda Melgarejo,
la Gran Angélica
Guerra y(2006). Prácticapero
las trincheras y semántica
también, en la evangelización
como un retorno de
los guaraníes del Paraguay (S. XVI-XVIII). Asunción: CEPAG.
infernal, de las colonias, de la manera como en ellas se consideran las dife-
Page, Carlos (2014). El maestro-arquitecto Jan Krauss S.J. en el Río de la Plata.
rencias en la humanidad” ( Badiou 2009:20). Cualquiera que observe los pe-
Archivo español de arte. LXXXVII, 347, Julio-Septiembre.
riódicos de la época podrá ver lo consciente que era el lector de los mismos
Salinas, María Laura (2013). Introducción. En Cartas anuas de la Provincia
de ese contraste:
Jesuítica del Paraguay. puede leerse en
1663-1666. ellos una1669-1672.
1667-1668. doble fascinación que Asunción:
1672-1675. toma por
objeto, por9-20.
CEADUC, un lado, la celebración del progreso en la Exposición de París y
por Todorov,
el otro suTzvetan
contracara diariamente
(1991). expuesta
La conquista en lasElnoticias
de América. problemadedel
la guerra en
otro. Mé-
China
xico: o deXXI.
Siglo la guerra de los Boers. Más próximo aún sin embargo resultaba
Zarratea, Tadeo (2011). La ley de lenguas del Paraguay. Asunción: Servilibro.
siglo parecía alcanzar el fondo de su decadencia, con la pérdida de las últimas
colonias de ultramar en la guerra con los Estados Unidos, en lo que, como
corolario de su larga crisis secular, se conociera con el nombre de “desastre
del 98”. Uno de los corresponsales célebres de La Nación de Buenos Aires
en la época, Max Nordau, ponderando los resultados y proyecciones del
Congreso Ibero-Americano de 1900 en un artículo del 27 de noviembre del
mismo año, abogaba por una unidad de la lengua entre la antigua metrópoli
y sus viejas colonias en aras de dar un lugar a las mismas en la disputa por la
hegemonía mundial ante la creciente amenaza del Norte, en una nota que
SEMBLANZAS
Por varias razones, resulta difícil para un lector peruano dedicado a los estudios
culturales acercarse a la obra de Arguedas, quizás debido al pesado traje impuesto
a la vez por la experiencia vital y la formación académica. Esta dificultad se vuelve
manifiesta, entre otros momentos, cuando nos enfrentamos a una cuestión central
en el caso de nuestro autor, la de si el mundo andino que nos muestra existe aún y
juega un papel esencial en el devenir del Perú actual o si más bien constituye, como
propone sin ambages Mario Vargas Llosa, nuestro intelectual vivo más reconocido,
una utopía arcaica:
Eso que había que en él [en Arguedas] era una nostalgia desesperada por un mundo perdido,
que se acababa, ya en gran parte destruido, y al que en su fuero interno, en contra de sus con-
vicciones, en contra de su razón ideológica, se sentía profundamente ligado. Ese mundo es en
parte arcaico, en parte utópico. El mejor Arguedas, como creador, describe ese mundo arcaico
y utópico, que él sabía condenado y que secretamente –incluso para él mismo– defendía con
pasión y talento. […] Este mundo está incontaminado de modernidad, alejado de la costa y
de todo lo que es extranjero. Es un mundo que Arguedas llamaba “peruano”. Su idea de lo “pe-
ruano” es inseparable de lo serrano y de lo antiguo. Un mundo no corrompido, virginal, casto,
mágico, ritual, literario hasta la médula –una rica ficción– que hunde sus raíces en el pasado
prehispánico (Vargas Llosa 1996: 273).
1. Introducción
Quizás con mayor intensidad que en otros casos, la información biográfica so-
bre Arguedas resulta una clave esencial para acercarnos a su literatura (y en gran
parte también a su obra académica). Nos referimos sobre todo a la bien conocida
marginación de la vida familiar impuesta por su madrastra al desplazarlo de niño
a la vida entre indígenas; este ir y venir suyo entre dos culturas –la blanca, de la
que tempranamente es expulsado, y la indígena, que lo acoge, para más adelante
volver a la primera, en la que no logra integrarse por completo– deja una fuerte
marca en su personalidad y en su visión del mundo, además de un conocimiento
de primera mano y una relación profunda e indisoluble con lo andino. Desde un
punto de vista literario, todo esto da pie a lo que Cornejo Polar señala adecuada-
mente como una especie de doble marginalidad, “ante dos círculos herméticos
que se cierran frente a él”, de los personajes arguedianos, que aparece desde un
primer momento en sus textos (Cornejo Polar 1973: 39).
De esta manera, una sólida impronta biográfica proveniente de la infancia se
puede identificar con claridad en sus obras, en especial –aunque no solo– cuando
la narración parte desde la perspectiva de un niño, su alter ego “el niño Ernesto”,
como ocurre en los tres cuentos de su primera colección (Agua, 1935) y en su
novela más lograda y representativa (Los ríos profundos, 1958). Aquí no es difícil
reconocer una especie de paraíso perdido, que Oviedo llama en su historia de la
literatura hispanoamericana “arcadia perdida” (Oviedo 2001: 76). Efectivamen-
te, la atmósfera andina se plasma siempre de manera profundamente sensible y
muy cargada de añoranza: recordemos, por ejemplo, la hermosa primera frase
que abre el relato de “Warma Kuyay (Amor de niño)” –“Noche de luna en la que-
brada de Viseca” (Arguedas 1983 [1935]: 7)–, que en un solo movimiento pinta
el ambiente en que se desarrolla la historia, o la impresión del viajero que ve el
gran río Apurímac en Los ríos profundos:
134 • José Carlos Huisa Téllez #2
El viajero entra a la quebrada bruscamente. La voz del río y la hondura del abismo polvorien-
to, el juego de la nieve lejana y las rocas que brillan como espejos, despiertan en su memoria
los primitivos recuerdos, los más antiguos sueños (Arguedas 1995 [1958]: 171).
Yo comencé a escribir cuando leí las primeras narraciones sobre los indios, los describían de
una forma tan falsa escritores a quienes yo respeto, de quienes he recibido lecciones como
López Albújar, como Ventura García Calderón. López Albújar conocía a los indios desde su
despacho de Juez en asuntos penales y el señor Ventura García Calderón no sé cómo había
oído hablar de ellos (Arguedas 2004 [1965]: 523).
Vale la pena confrontar esta última declaración con otra en la que José María
explica, en un texto que acompañaba una reedición de Agua dos décadas después,
qué lo llevó a escribir esos primeros cuentos: “¡Describir la vida de aquella aldea,
describirla de tal modo que su palpitación no fuera olvidada jamás, que golpeara
como un río en la conciencia del lector!” (Arguedas 1983 [1954]: 77).
Como sabemos, en las últimas décadas del siglo XIX la literatura peruana,
como parte de un proceso continental, empezó a prestarle atención al indio como
personaje. Al principio lo hizo desde una perspectiva puramente romántica y en
muchos aspectos costumbrista, etapa que la crítica suele llamar “indianismo”. El
indigenismo posterior, menos edulcorado y llamado clásico, que es al que se refie-
re Arguedas en la cita presentada, convivía con otro, que, habiendo bebido de las
#2 SEMBLANZAS • 135
La literatura indigenista no puede darnos una versión rigurosamente verista del indio. Tiene
que idealizarlo y estilizarlo. Tampoco puede darnos su propia ánima. Es todavía una literatura
de mestizos. Por eso se llama indigenista y no indígena. Una literatura indígena, si debe venir,
vendrá a su tiempo. Cuando los propios indios estén en grado de producirla (Mariátegui
1971 [1928]: 335).
sociedades y las culturas respectivas–, no jugaron ni se les hizo jugar ningún pa-
pel en la formación de una identidad cultural de las naciones recién fundadas
ni menos en la organización del nuevo estado, basado todo sobre una herencia
puramente española, fuera de la imagen simbólica del pasado inca. La situación
plurilingüística, en este estado de cosas, se observó más bien como un peligro
antes que como una ventaja cultural en la formación nacional. Podemos hablar
aquí nuevamente de un recrudecimiento de esta percepción en la primera época
de la república si recordamos que en el proceso de independencia por lo menos
el quechua sí había sido tomado en cuenta en el adoctrinamiento y la propagan-
da a favor del movimiento libertador.
Este enardecimiento del hispanismo entre las elites republicanas criollas, ad-
ministrativas y culturales, que se aferraban con ello a una determinante idea de
unidad lingüística se puede encontrar en forma de claro discurso en diferentes
obras de intención filológica de la época; para empezar, en las del primer Cuervo
o en las de Bello, de decidido corte purista, pero sobre todo en la larga serie de
diccionarios dedicados al léxico español de diferentes países elaborados desde
la década de 1870 y siguiendo el ejemplo del diccionario cubano de Pichardo.
Resulta imposible en estas breves líneas desplegar un panorama completo de la
complejidad de tales diccionarios, formados por textos híbridos y poco sistema-
tizables, pero sí es necesario señalar su importante intervención glotopolítica en
la sociedad criolla republicana al repetir, ampliar y difundir percepciones de la
situación lingüística que apuntaban a la necesidad de mantener la unidad idio-
mática, descartando otras lenguas. Estos propósitos no solamente se referían al
campo de la filología: muy por el contrario, los comentarios sobre el léxico, y
por extensión, sobre el habla americana, estaban íntimamente relacionados con
la coyuntura sociopolítica. Ejemplos prototípicos los podemos encontrar en el
Diccionario de chilenismos (1875) de Zorobabel Rodríguez, que persigue explí-
citamente un objetivo educativo bajo la premisa de que la enseñanza del buen
español permitirá el desarrollo del nuevo país, y en el Diccionario de peruanismos.
Ensayo filológico (1883) de Juan de Arona, que a la par de sus comentarios filo-
lógicos se permite ponderar, casi siempre negativamente, la nueva etapa republi-
cana. La siguiente cita extraída de esta última obra muestra con transparencia la
íntima relación establecida en esta época entre la cuestión pública y la lengua:
Si nos figuramos en nuestra mente el aspecto del idioma castellano en la America española,
nos parecerá ver el vasto lecho de un océano exhausto. Allí hay de todas los naufrajios; rique-
zas completas, riquezas truncas; séries de despojos hermosos y por acaso bien ordenados;
montones de restos informes, heterogéneos, revueltos; lo arcaico dándose de coces con lo
140 • José Carlos Huisa Téllez #2
flamante; resultado todo de los dos grandes naufrajios, el de la civilización indíjena que des-
apareció hace tres siglos con la conquista, y el de la española que se perdió al comenzar el
presente con la emancipación; y de los pequeños naufragios poco menos que diarios, de estas
nuevas Repúblicas, fiscales, sociales, políticos, morales, etnográficos, con lo que ha acabado
de perderse lo poco salvado, y se ha aumentado la confusión (Arona 1883: XXIV-XXV).
acogida. No podría haber sido de otra manera en una situación poscolonial como
la de esta parte del mundo, donde el monolingüismo y el monocentrismo go-
zaban de un estatus exclusivo a pesar de la diversa realidad lingüística, social y
cultural. Ya hemos dicho que la percepción de los mismos hispanoamericanos en
cuanto a la lengua tendió siempre a lo castizo, no solo en la época de la presen-
cia española, naturalmente, sino en especial en el período republicano –también
como forma de superar el temor a la desaparición del español y a la consecuente
dispersión en diferentes lenguas a semejanza de lo ocurrido con el latín– e inclu-
so hasta el día de hoy, cuando la revalorización de las propias variedades y de las
lenguas indígenas ha alcanzado el ámbito oficial.
Volviendo a la institucionalización de la idea de la unidad de la lengua, ya
bien entrado el siglo pasado surgió desde México la idea de establecer un trabajo
conjunto entre la Academia española y las así llamadas academias correspondientes,
materializada en el primer congreso de estas el año 1951. Los objetivos que esta
iniciativa perseguía eran clarísimos y quedaron establecidos desde el primer mo-
mento, en la sugerencia inicial del presidente de México Miguel Alemán:
De un lado tenemos, pues, el espectáculo de una lucha de lenguas en que el castellano, lenta
pero seguramente, bate a los dialectos aborígenes; y de otro el de hombres, compatriotas
nuestros, que por vivir en un estadio pretérito de la cultura, hablan lenguas aborígenes o
hablan el castellano como segunda lengua, en desigualdad, en ambos casos, con los otros ha-
bitantes del Perú. Debemos fomentar en consecuencia, la unidad lingüística nacional sobre
la base del castellano, idioma peruano desde hace cuatrocientos años. La generación mo-
noglota de lengua indígena debe convertirse en generación bilingüe. Y la nueva generación
debe convertirse en generación monoglota de lengua castellana. Felizmente el Perú marcha
rápidamente al porvenir y el proceso tiene todos los síntomas de una aceleración próxima.
En ello nos da ejemplo México, país no sospechoso de reaccionario, cuyos maestros tienen
entre las cosas más bellas y positivas de su “Ideario”, respetar y amar las lenguas aborígenes,
en cuanto son floraciones de un pasado ancestral, pero proceder a la rápida castellanización
de los indios ( Jiménez Borja 2005 [1941]: 303).
4. Bilingüismo y literatura
creto y bien determinado nos estamos refiriendo. Dada la dificultad de mostrar aquí
con solo un par de ejemplos la elaboración lingüística que Arguedas lleva a cabo en
su obra, recurramos al estudio fundamental sobre ella llevado a cabo por Alberto
Escobar (1984). No se trata, en principio, del hecho de que se alternen frases o
giros en quechua en páginas escritas en español, en una especie de codeswitching; el
fenómeno es mucho más complejo:
La copresencia que postulamos consiste, más bien, en una relación tensiva, constante, entre
el quechua y el castellano, que puede detectarse ante la presencia de expresiones de ambas
lenguas, o en ausencia de una de ellas, pero que está subyacente y genera un entramado singu-
larísimo y de distinto signo. De ese modo entendemos que se producen una serie de transfor-
maciones cualitativas, de orden estético y cultural, que nos gustaría tener la ocasión de señalar
(Escobar 1984: 104).
El cerco podía y debía ser destruido; el caudal de las dos naciones se podía y debía unir. Y el
camino no tenía por qué ser, ni era posible que fuera únicamente el que se exigía con imperio
de vencedores expoliadores, o sea: que la nación vencida renuncie a su alma, aunque no sea
sino en la apariencia, formalmente, y tome la de los vencedores, es decir que se aculture.
Yo no soy un aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz
habla en cristiano y en indio, en español y en quechua (Arguedas 2009 [1968]: 181).
#2 SEMBLANZAS • 145
En pocas líneas, Arguedas esboza en este texto la historia lingüística del hom-
bre del Ande, desde una lengua indígena que constituye la expresión legítima del
hombre de esta tierra hasta la imposición del castellano, otro idioma expresión de
otra raza y de otro paisaje. Debido a esta historia, el mestizo –en este contexto: el
indio que habla castellano– empieza a enfrentarse en esta época a un problema
de expresión en el ámbito literario, un problema que ya muchos años antes había
conocido Guamán Poma de Ayala, el necesario manejo de aquella otra lengua.
Poniendo su propio caso como ejemplo tipo, afirma Arguedas –en unas líneas
que resultan decisivas para nosotros– que al empezar a escribir se dio cuenta de
que el castellano “no servía bien” para el relato de la vida de su pueblo, de tal for-
ma que el castellano producto de este esfuerzo de expresión dio como resultado
una mistura. Esta mistura –aquella copresencia que Escobar estudia– significa fi-
nalmente para el hombre del Ande un equilibrio y Arguedas ve en la época que le
tocó vivir, en un claro reflejo de las ideas de Mariátegui, el punto de quiebre de la
literatura andina, escrita en castellano, pero con un espíritu andino.
Pero todo esto, por último, no ocurre solamente en la literatura sino también
en toda la expresión de los hombres andinos, como lo dice en una observación
clarividente, en la que podemos toparnos con su aguda comprensión de la situa-
ción lingüística y social del país, muy diferente a ese hispanismo reseñado y en el
146 • José Carlos Huisa Téllez #2
Estamos asistiendo aquí a la agonía del castellano como espíritu y como idioma puro e in-
tocado. Lo observo y lo siento todos los días en mi clase de castellano del colegio Mateo
Pumaccahua, de Canchis. Mis alumnos mestizos, en cuya alma lo indio es dominio, fuerzan
el castellano, y en la morfología íntima de ese castellano que hablan y escriben, en su sintaxis
destrozada, reconozco el genio del kechwa (Arguedas 2009 [1939]: 144).
5. A modo de conclusión
Para terminar, queremos volver a señalar algunas ideas que nos muestran con ma-
yor claridad el gesto glotopolítico de Arguedas que proponemos. Recordemos,
primero, el reducidísimo papel dado a las lenguas indígenas no solo en la for-
mación del estado nación republicano sino también en la primera filología del
español americano, tanto, entonces, en cuanto a su peso en la construcción de una
imagen nacional, como también en cuanto a su influencia sobre el español. No
está de más pensar aquí en el sugerente planteamiento de Carlos Garatea (2017)
sobre las diferentes historias del español del Perú, que identifica con Guamán
Poma, el Inca Garcilaso y Arona, a las que en un primer momento llama india,
mestiza y blanca, respectivamente. Es cierto que, como el mismo autor declara
con reserva, estas identificaciones pueden resultar estereotipadas y dar la sensa-
ción de que se trata de tres miradas estancas; no obstante –podríamos añadir– no
se puede negar, como hemos visto, que hacia el siglo XIX dominaba plenamente
la percepción monocéntrica y castiza del español americano y la del monolin-
güismo nacional, que el primer diccionario de Arona y el de sus homólogos en el
continente mostraba. Garatea propone, más bien, un hilo conductor entre estas
tres miradas a la lengua, que continúa a pesar de las diferencias superficiales en
el soporte y en el discurso, y los claramente distintos elementos historiográficos:
[...] en suma, cuando compare, cite o integre a estos tres personajes buscaré mostrar cuánto
hay de complementariedad entre ellos y cómo, entre los tres, afianzan en el Perú una idea
de lengua española que impone un ideal normativo, un centro ejemplar, culto y cómo ese
razonamiento posterga la variación y menosprecia las lenguas andinas (Garatea 2017: 109).
Lo que vendrá después, entrando ya en el siguiente siglo, quizás tras una épo-
ca cortísima de desapego cultural a la exmetrópoli –que la obra lexicográfica de
Palma denuncia en el caso peruano, pero que también podría ejemplificarse con
el caso rioplatense mencionado, que cambia posteriormente–, este hispanismo
cobró nuevas fuerzas, como el mismo arielismo, impulsado en principio por una
necesidad de volver a las raíces culturales latino-occidentales, pero también con
el impulso de la Academia española y la respuesta positiva en América que hemos
señalado.
En cuanto a la influencia lingüística, percibida claramente como negativa, de
las lenguas indígenas en el español –cuestión que a fin de cuentas es la que resulta
central para Arguedas–, no hay que perder de vista la consecuente concepción
filológica de la interferencia, que si bien ha sido superada ya en ámbitos científicos,
todavía perdura hasta hoy en la percepción común. En efecto, esta noción ocupa
un lugar importante en los estudios posteriores del español peruano; pensemos,
por ejemplo, en El lenguaje peruano (1936) de Benvenutto Murrieta, primer estu-
dio sistemático de la variedad, si bien científicamente ya rezagado para su época.
Esta perspectiva filológica sustentada en una percepción hispánica de la situación
lingüística de la región andina fue claramente dominante hasta bien entrado el
siglo XX. Solo a partir de un análisis lingüístico mucho más rico que tomaba en
cuenta aspectos sociales y que introducía la noción de castellano o español andino,
especialmente a partir de Escobar (1978) –muerto ya nuestro escritor–, la idea
de interferencia se fue superando cada vez más para referirse a un conjunto de va-
riedades lingüísticas antes dejadas de lado por los investigadores y para describir-
las asumiendo objetivamente las transferencias de una lengua a otra, fenómeno
lingüístico cuya complejidad no es de ninguna manera desdeñable ni confinada
al ámbito lingüístico, por lo que las implicancias sociales de esta perspectiva re-
sultan más fuertes.
Vemos con todo esto, entonces, que Arguedas se erige como una voz discordan-
te a su momento, que no solo le da a la lengua de los Andes un lugar privilegiado,
sino que también asume las consecuencias del contacto lingüístico como un fe-
nómeno complejo pero propio de una sociedad plurilingüe y multicultural, al que
es necesario prestarle atención en un proyecto viable de nación.
.
148 • José Carlos Huisa Téllez #2
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Alemán Velasco; ed. de Felipe Garrido, Diego Valadés, Fausto Zerón. México:
#2 SEMBLANZAS • 149
Este documento es uno de los capítulos del informe sobre la situación escolar
uruguaya que José Pedro Varela (1845-1879) envió a la Dirección General de Ins-
trucción Pública en febrero de 1879 en tanto Inspector Nacional de Instrucción
Primaria. La memoria da cuenta de las medidas tomadas entre el 24 de agosto de
1877 –fecha que da inicio al proceso de estructuración del sistema escolar uru-
guayo con la aplicación del Decreto-ley de Educación Común nº 1350– y el 31
de diciembre de 1878.
La redacción de la memoria escolar respondió al cumplimiento de los artí-
culos 25 y 26 del mencionado decreto, según los cuales el Inspector Nacional
de Instrucción Pública debía enviar un informe anual a la Dirección General de
Instrucción Pública sobre el estado de la educación del país. Este texto tuvo una
primera difusión a la interna del sistema escolar y luego se publicó como libro en
1879, alcanzando entonces una distribución pública. Aunque probablemente de
consumo limitado en general, nos consta que sus contenidos fueron difundidos y
comentados en la prensa de la época (por ejemplo, en El siglo y El bien público en
agosto de ese año).
El capítulo que aquí se analiza, “La enseñanza del idioma nacional en las es-
cuelas particulares”, fue tomado de esa edición de 1879. El documento se inicia
con la referencia a la aplicación de una de las disposiciones legales reguladoras
del proceso instaurador de la reforma escolar: el Decreto-ley del 30 de octubre de
1878 mediante el cual el gobierno nacional imponía “á todos los establecimientos
de enseñanza particulares, la obligación de enseñar el idioma nacional”1 (Varela
1879: LXIV). Esta decisión implicaba actuar sobre el sector educativo privado,
dominado hasta entonces por la Iglesia, lo cual, como veremos, da pie a que la re-
La resistencia es, pues, no á la enseñanza del idioma nacional, sino á la visita del Inspector.
¿Por qué? Una de dos: ó bien porque se teme que la visita del Inspector ponga á descubierto
hechos que solo pueden producirse impunemente en el misterio; ó porque se abriga la pre-
tension de que los establecimientos clericales estén fuera del derecho común (Varela 1879:
LXVI).
tuándose a los alumnos que profesen otras religiones y cuyos padres y tutores o
encargados se opongan a que la reciban”. Este artículo, que no estaba en el pro-
yecto original de Varela, fue motivo de permanentes desacuerdos entre éste y los
católicos, que nucleados en el diario El bien público, publicaron artículos en forma
sistemática durante los dos primeros años de la reforma escolar para denunciar
que en la práctica no se enseñaba religión en las escuelas públicas, para recor-
dar que la Constitución vigente (de 1830) establecía que la religión del Estado
uruguayo era la Católica Apostólica Romana y para señalar que la Dirección de
Instrucción Pública debía estar integrada por “el cabeza de la Iglesia Oriental” (El
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último”. Sobre esta polémica, El maestro, revista pedagógica a favor de la reforma,
abyección moral de los pueblos, precursora del despotismo que con férrea mano ahoga las
señalaba cómo
libertades la aprobación
públicas (El Maestro y1879:
puesta 241).en práctica del Decreto-ley de Educación
Común había exacerbado las diferencias políticas y religiosas a la interna de la
élite intelectual uruguaya:
Es de todos sabido que la promulgación de la Ley de Educación Común que rige fue la piedra
de toque que avivó e hizo más entrañables los mezquinos odios políticos y la zaña feroz de la
intransigencia religiosa. Los que sin duda eran adversarios en el fecundo y brillante campo
de las ideas, se dieron la mano y formaron causa común, contra el que consideraban enemigo
común también. A unos les arrastraba el impetuoso vendaval de las pasiones políticas, estre-
cha senda por donde no pueden tener acceso las saludables y majestuosas concepciones de la
razón humana. Los otros solo veían encarnada en la ley el principio redentor de la ignorancia,
que llevando la luz de la Instrucción desde una a otra zona de la República […] había de
abatir la superstición y el fanatismo religioso, que en el orden social solo puede conducir a la
abyección moral de los pueblos, precursora del despotismo que con férrea mano ahoga las
libertades públicas (El Maestro 1879: 241).
Si se quiere atropellar, si se quiere monopolizar, si se pretende confiscar uno por uno los
derechos que los padres tienen sobre la enseñanza de sus hijos, si se quiere abofetearnos en
nuestra dignidad, escupirnos al rostro y azotarnos […] anúlese si quiera las leyes, conspire
la Dirección para abolir la ley en cuya formación le cupo tanta parte, arroje de una vez la
máscara.
[…]
¿Es esa Dirección quien amenaza con multas y con la clausura de nuestras escuelas, si en ellas
no enseñamos el idioma de la manera que ella quiera? […] ¿No comprende que no podemos
dejar en manos rencorosas esas armas que, con pretexto del castellano, dejaría a nuestras
escuelas a merced de los que las aborrecen de muerte? (El bien público 1879b).
Sin duda el decreto de 1878 era otro avance del proceso secularizador, que
seguía consolidando el poder del Estado en los aspectos centrales de la vida so-
cial (cfr. Caetano y Geymonat 2004), y que culminaría con la separación entre
Iglesia y Estado en la Constitución de 1917.2 En este proceso, la enseñanza de
la lengua nacional se volvió tema central. En la argumentación de Varela a favor
del decreto se señalaba que la enseñanza de la lengua nacional era indispensable
“para el ejercicio de la ciudadania y sobre todo para el cumplimiento de los debe-
res que ella impone” (Varela 1879: LXVI). De hecho, la Constitución vigente de
2. En el gobierno de Latorre, además de las medidas tomadas en el ámbito educativo con la reforma escolar, se
destaca la aprobación de la ley de Registro Civil (en 1879), a partir de la cual el Estado pasó a tener la potestad de
inscripciones de los nacimientos, matrimonios y muertes (que tenía como antecedente la ley de secularización de
los cementerios de 1861).
Durante la presidencia de Máximo Santos (1882-1886) se acentuó el anticlericalismo estatal, como consecuencia
de la importante presencia de masones en el gobierno, así como por la profundización del ambiente anticlerical a la
vez que las posturas cada vez más militantes y ultramontanas de los católicos, entre otros factores (Greising 2013).
Santos aprobó en 1885 la ley de Matrimonio Civil Obligatorio, que aceptaba como único vínculo legal al matrimo-
nio realizado por funcionarios estatales, y la Ley de Conventos, que prohibía la creación de nuevos conventos sin
autorización del Poder Ejecutivo.
158 • Mariela Oroño #2
1830 establecía como condición de ciudadanía saber leer y escribir (art.11); ello
se constituyó en “dispositivo disciplinario, requerido para la constitución de los
sujetos ante la ley” (Ramos 2009: 134). Por eso Varela opinaba que “no enseñar
el idioma patrio á los que nacen en la República, es ir destruyendo paulatina pero
constantemente la independencia de la nación y á la vez, si no es conspirar contra
la Constitución, es hacer imposible su cumplimiento” (Varela 1879: LXVI).
La lectura y escritura en la lengua nacional eran necesarias para la construc-
ción de la sociedad civil de la modernidad; fueron “los principales reguladores
del complejo simbólico cultural” de los Estados nacionales (González Stephan
1995: 437). La lengua nacional se concebía como expresión idiosincrática de la
identidad nacional a la vez que como medio de difusión de las ideas nacionales y
como organizadora del aparato burocrático del Estado (Anderson 1993; Haugen
2001; Hobsbawm 1992; Gellner 1988). Así, en “La enseñanza del idioma nacio-
nal en las escuelas particulares” Varela señalaba:
La República Oriental tiene una grande amenaza y un gran peligro para el porvenir, en lo
difundido que se hallaba el idioma brasilero en los Departamentos que son limítrofes del
Imperio. […] Los hijos de brasileros que nacen en la República solo hablan el idioma de sus
padres, y comparten con ellos las ideas, las aspiraciones y los sentimientos. En realidad, pues,
no hay vínculo alguno que los ligue a nuestro país, que los haga verdaderamente nuestros
compatriotas […]. Hay mas todavía, la misma población de origen nacional que vive en esos
Departamentos se ve casi obligada, en sus transacciones, en sus trabajos, en su quehaceres
diarios a valerse, no del idioma nacional, sino del brasilero; llega á menudo el caso de que
las autoridades subalternas, Jueces de Paz, Comisarios de Policía, Celadores, etc., hablen y
escriban, cuando saben hacerlo, en brasilero. […] Puede decirse sin exageración alguna, que
el idioma predominante en gran escala en esa vasta sección de la República no es el nacional.
Aunque no con tanta extensión, ni con carácter tan alarmante para el porvenir, el hecho
tiende a reproducirse en otros puntos de la República y tratándose de otros idiomas (Varela
1879: LXIV).
#2 LOS RINCONES DEL ARCHIVO • 159
Fuentes citadas
s
Mi lengua, tu patois, su jerigonza: estereotipos
y representaciones de las lenguas
c
Klaus Bochmann
Traducido por Roberto Bein
1. Hoy día “sajón” se refiere a la variedad de alemán que se habla en el Estado federado de Sajonia, que es el ale-
mán estándar con particularidades –sobre todo, fonéticas– locales. Desde hace más de un siglo se consideraba
que ya no existía como dialecto autónomo (N. del T.).
164 • #2
1. Como se puede ver a través de ese ejemplo, las relaciones norte-sur determi-
nan los glotoestereotipos también en el interior de nuestros países septentrionales.
Puesto que bajo la apariencia de la relación geográfica se oculta una relación de
dominación, relaciones norte-sur puede servir sin duda de metáfora para caracteri-
zar toda relación de desigualdad, de dominación o de veleidad de dominación que
se traduce en términos de geografía humana. Así, en la Europa actual las relaciones
este-oeste también entran en ese cuadro. Sin embargo, es verdad que en una serie
de países europeos la relación en cuestión se sitúa en el eje norte-sur: en Italia, en
España, incluso en Francia, sin que tenga carácter de regla. Por lo demás, no hace
falta ir muy lejos para encontrar ejemplos, puesto que nos encontramos aquí, en
Marsella, en un territorio cuyo modo de hablar es también objeto de un estereoti-
po aparentemente anodino, el famoso acento del Midi 2 , pero cuyas raíces hay que
buscarlas también en historias menos cándidas, que se remontan a la conquista del
Midi en el siglo XIII. En una reciente conferencia sobre la imagen del occitano en la
sociedad francesa, Philippe Martel mostró, basándose en informes de funcionarios
de la administración central y de viajeros, cómo la caracterización de los sureños
por parte de los intelectuales del norte durante toda la primera mitad del siglo XIX
no se distinguía demasiado de la que se hacía de los pueblos coloniales: salvajes,
violentos, irritables, poco inclinados al trabajo (lo cual se atribuía al sol y a las con-
diciones benignas del clima, en el que todo crece sin que haya que esforzarse);
imagen que podía explicar el federalismo y las revueltas del sur y justificar la repre-
sión. A través de la progresiva integración del Midi en la economía y la sociedad
nacionales, esa imagen luego se matizó, pero sin desaparecer por completo hasta
hoy, y el acento del Midi sigue evocando antiguos estereotipos.
3. Empleo el concepto de estereotipo como lo había hecho en mis publicaciones anteriores al respecto (cfr.
Bochmann 1994 y 1995), es decir, como formas de expresión –verbal– de prejuicios y esquematizaciones menta-
les, ya lexicalizadas (en nominalizaciones o frases hechas), ya discursivas, aparentemente variables pero reducibles
a frases basilares, a juicios implícitos del tipo “X se caracteriza por la particularidad Y” (los eslóganes de la extrema
derecha alemana, como “expulsar a los extranjeros criminales”, supone la frase basilar “[todos] los extranjeros son
criminales”). A la confusión que podría suscitar la noción competidora de clisé parece oponerse un uso especializado
creciente del término “estereotipo” para designar grupos sociales y colectividades étnicas (etnoestereotipos) con sus
particularidades, mientras que el clisé es representado por “frases hechas, lugares comunes y tipos en los que se sedi-
menta el saber cultural y social para ser evocado a cada instante” (Seeber 1989: 263) y cuya comprensión semántica
es mucho más general. Los clisés se revelan equivocados más rápidamente que los estereotipos (véanse las metáforas
y representaciones puestas en circulación por los medios). Los clisés son de más corta duración y poco evocadores,
puesto que son redundantes, formas sin contenido, sobredeterminadas, saturadas, mientras que el estereotipo es de
larga duración, impermeable incluso a la experiencia que desmiente su contenido y mantiene su fuerza persuasiva
incluso a través de las generaciones.
166 • #2
4. Hemos dejado en sus lenguas originales los términos sin equivalente exacto en castellano. Kauderwelsch, gali-
matías, es un hablar desordenado y con mezcla de lenguas difícilmente comprensible; el petit-nègre era un pidgin
usado por los soldados del África Occidental y sus oficiales blancos; por extensión hoy se usa peyorativamente para
cualquier frase morfológica y sintácticamente simplificada e incorrecta, etc. (N. del T.)
168 • #2
Ese esfuerzo de volverse igual a los demás e incluso mejor que ellos, una vez
aceptado el estereotipo que los demás han impuesto, es observable en otras cir-
cunstancias y con otros grupos de personas también en Francia y en los países fran-
cófonos. Entre mis colegas de Córcega he encontrado a los mejores conocedores
de la norma del francés e incluso a quienes hablan según la norma en la comuni-
cación corriente y cotidiana; el mismo fenómeno se puede observar entre muchos
intelectuales originarios de antiguas colonias francesas (yo mismo lo había adver-
tido en Madagascar).
A menudo esos logros, aparentes o reales, tienen como reverso el autoodio
cuando atraviesan la negación más o menos total de sus orígenes lingüísticos y cul-
turales. Según Gilman, el cual con el antisemitismo está considerando ciertamente
un caso extremo, el autoodio nace de la ilusión de poder integrarse al grupo de
los otros franqueando las barreras que los otros han establecido justamente para
excluirlos, para poder clasificarlos como outsiders. Así hace su aparición la maldi-
ción inconfesa devenida instancia interiorizada: “cuanto más intentás hablar como
nosotros, a ser como nosotros, más te traiciona tu lengua como advenedizo, como
una mala copia, una parodia de nosotros; seguirás siendo un eterno outsider”
(Gilman 1993: 12-13). Se trata de un típico caso de double bind5, de una situación
en la que uno está obligado a elegir entre dos posibilidades que se consideran in-
conciliables, aunque ambas ofrezcan promesas. Así aparecen conflictos existencia-
les (cfr. Sluzki y Ransom 1976).
los lingüistas) que insiste en la unidad fundamental6 de la lengua rumana; los ru-
manos menos cultos apenas ocultan su desprecio por el habla de sus hermanos de
sangre más allá del Prut, el río fronterizo.
¿Cómo explicar este fenómeno del autoodio? Para poder comprenderlo hay
que saber que, en la antigua república soviética moldava, la lengua originaria del
territorio anexado por Rusia en 1812, el rumano, había sido declarado lengua mol-
dava por la política lingüística de la época estalinista, que le había impuesto la gra-
fía cirílica y elaborado rasgos diferenciales por los que siempre se puede construir
una lengua nueva a partir de otra. La opinión pública de Rumania siempre rechazó
esa construcción política, mientras que la resistencia de los propios moldavos, a
causa de la represión, tuvo que ser más bien oculta. En 1989 finalmente lograron
reintroducir la grafía latina, pero desde entonces se ha desatado una lucha encarni-
zada entre los partidarios del glotónimo lengua moldava y los que afirman la unidad
del rumano. El autoodio de la mayoría de los intelectuales moldavos se explica
ante todo por el temor de un regreso a la política lingüística ligada al glotónimo
moldavo. Pero a la vez es tributario del estereotipo de la unidad de la lengua rumana
que asumen enteramente. En la concepción de la lingüística rumana, el rumano
hablado en Rumania y Moldavia es él mismo un dialecto (el dacorrumano) rela-
tivamente poco diferenciado, que solo conoce subdialectos o hablares (graiuri),
mientras que verdaderos dialectos diferentes del dacorrumano son las variedades
habladas más allá del Danubio, en Macedonia, Grecia, Albania y Croacia (arruma-
no, meglenorrumano e istrorrumano). Esta clasificación nació precisamente como
respuesta a la proclamación de la “lengua moldava” sin que en la época del socialis-
mo real se haya hecho referencia a la difunta República Soviética de Moldavia. La
totalidad de los intelectuales de Rumania (entre ellos, también lingüistas) adhirie-
ron a la idea de la unidad fundamental de la lengua, prolongando así al menos en
espíritu la Gran Rumania de entreguerras, cuando el territorio moldavo formaba
parte del Estado rumano. En la Moldavia soviética, sin embargo, la opinión se di-
vidió: por una parte, los partidarios de la lengua moldava; por la otra, una revuelta
prorrumana inicialmente clandestina que comenzó a formarse a partir de los años
del deshielo de Jrushchov, con escritores y lingüistas trabajando en voz baja para
acercar la norma moldava a la de Rumania. Para ellos fue un shock cuando se abrió
bruscamente la frontera en 1989: los rumanos habían imaginado desde siempre
el regreso de los moldavos a los brazos de la madre patria, pero se encontraron
con una población arisca y poco inclinada a seguirlos; del otro lado, la masa de
6. Se trata de un caso de colonialismo lingüístico con todas sus secuelas para los
hechos de lengua y para la mentalidad, para el cual se debería encontrar una so-
lución en términos de postcolonialismo (desconfío de las teorías post, pero algu-
nos de sus elementos creo que se adaptan a situaciones como la descrita): a saber,
superando la mentalidad de víctima del colonialismo y reconociendo la realidad
en toda su naturaleza contradictoria, lo que significa considerar la situación dada
como una posibilidad de abrir camino a una originalidad. Lo que ocurre desde
hace una década –es cierto, en otras circunstancias– en la literatura francófona
fuera de Francia me parece ejemplar: escritores como Maryse Condé y Edouard
Glissant en Haití, Marie-Claire Blais en el Quebec (para citar solo un ejemplo),
172 • #2
Calixthe Beyala en Camerún y muchos otros han creado un lenguaje nuevo explo-
tando todos los registros de la sociedad en la que viven, un francés regional que
no hace estallar la unidad del francés (al menos por el momento, pues según Bodo
Müller el francés como lengua única y homogénea está por desaparecer por lo mu-
cho que difiere en los niveles geográfico, funcional, cultural y social; cfr. Müller
1985: 32). No queda más que asumir la diferencia sin negar de principio la unidad
de la lengua; en nuestro caso, del rumano, unidad que sigue siendo ficticia mien-
tras no se reconozca su realización en la diversidad de sus variedades regionales
(que, por lo demás, existen en la propia Rumania en forma de subdialectos y es-
tándares regionales específicos del Banato, la Oltenia, la Transilvania, la Valaquia y
la Moldavia rumana). Transformar el concepto de unidad del rumano en un con-
cepto dialéctico significaría destruir el glotoestereotipo junto con los bloqueos que
provoca.
Los fenómenos que acabamos de analizar en el caso moldavo son cercanos a lo
que se había descrito y definido como ideología diglósica (Lafont 1984), otra expre-
sión del double bind: aquella evidencia manifestaciones de purismo, sea a través de
la búsqueda de la pureza originaria de la propia lengua dominada y la expulsión de
elementos “extranjeros”, sea a través de un esfuerzo incrementado para superar la
situación de inferioridad apropiándose de manera perfecta de la lengua dominan-
te; o incluso a través de una exhibición a veces agresiva de la diferencia (es el caso
de los militantes culturales regionalistas que subrayan ostentosamente su acento).
Las situaciones de conflictos de lenguas, por tanto, evidencian ser generadoras
de glotoestereotipos. Además de esos ejemplos, se puede citar el caso del término
aparentemente neutro de bilingüismo, que, aplicado a una situación de opresión
lingüística, de una diglosia pronunciada que amenaza la existencia de una lengua
dominada, puede actuar como estereotipo, ocultando bajo un bello concepto, en
principio, saludable –dominar dos lenguas es cosa buena–, una glotopolítica mor-
tífera (como lo reveló la sociolingüística catalana al final de la época franquista,
cfr. Aracil 1973). Incluso se podría decir que la noción de francofonía en ciertas
circunstancias desempeña el papel de un glotoestereotipo, por ejemplo, cuando se
trata de las representaciones a menudo ilusorias que se tiene en la Francia metro-
politana respecto de las realidades lingüísticas en ciertos países que forman parte
de la Francofonía institucional (cfr. Chaudenson 1989).
Fuentes citadas
Este libro trata del lugar del lenguaje en el desarrollo del colonialismo y del capita-
lismo. La perspectiva con la que las autoras abordan estos tres elementos es el de la
economía política, en un sentido muy general. Según esta perspectiva, el lenguaje
es tanto un recurso mediante el cual se crean y recrean diferencias y desigualda-
des sociales, como un instrumento legitimador de tales diferencias e inequidades.
Contrario a lo que se pueda pensar de entrada, una historia de este doble rol del
lenguaje en la modernidad no es una historia de las complicidades “ocultas” de
lingüistas y antropólogos con el proyecto político, económico e ideológico del
capitalismo y el colonialismo, pues mucho de lo que se analiza en el libro sigue
sucediendo ante los ojos de todo el mundo en el trabajo de campo, en los reportes
y artículos de investigación, en los comités científicos y editoriales, en las aulas
universitarias y en los oficinas donde se aprueba o desaprueba la financiación de
proyectos relacionados con el lenguaje. La historia crítica en este sentido no es una
historia de secretos inéditos, sino más bien todo lo contrario, un reexamen de he-
chos conocidos bajo una lente que permite analizar las fuerzas sociales y políticas
en que se desenvuelven las ideas y prácticas lingüísticas. Además, el componente
crítico, como sabemos desde la aparición del Análisis Crítico del Discurso, tiene
un elemento activo que trasciende la denuncia y compromete el trabajo intelectual
con un horizonte de acción social transformadora. En este caso, Bonnie y Monica
–ellas mismas con desigual grado de entusiasmo– invitan a sus lectores a abrazar
la esperanza radical de que podemos imaginar y construir colectivamente futuros
diferentes a los del gran capital neocolonial.
Para dar cuenta del lenguaje incorporado (embedded) en el capitalismo y el
colonialismo, las autoras se apoyan en tres fuentes teóricas, a saber: la obra del
177 • Jorge Alvis #2
den histórica, geográfica y socialmente los rasgos culturales. Intenta así dar cuenta
de las fuentes de diferenciación singular cultural, pero sin apelar a un origen único
y causal. Debido a su compromiso con las ideas e ideales de modernidad y progre-
so, escriben las autoras, Boas queda “atrapado en la necesidad de decidir qué era
primitivo y qué era moderno” (80). Para él, los indígenas nativos americanos te-
nían cultura, pero no eran modernizables. En cambio, los negros no tenían cultura,
pero podían ser asimilados al proyecto moderno nacional a través de la educación
(82-83). Su antropología, argumentan las autoras, tiene dos grandes debilidades:
a la vez que objetiva y aísla las categorías de cultura, raza y lengua, las reinscribe
en unas nuevas jerarquías lingüísticas, raciales y culturales (83). Con respecto al
lenguaje, Boas inaugura una genealogía en Estados Unidos que se extiende a través
de las obras de E. Sapir, B. L. Whorf y L. Bloomfield, la cual profundizará en una
visión del lenguaje como entidad autónoma, inconsciente e independiente de las
ideas y afectos de los hablantes sobre sus propias experiencias lingüísticas.
Con respecto a lo que sucede en Europa, hacia el final del XIX se marca la con-
solidación de la nación como un espacio político, económico y lingüístico inter-
namente cohesivo hacia “adentro” y diferenciado hacia “afuera”. Es el triunfo de la
comunidad política articulada ideológicamente en la convergencia de una lengua,
un territorio, una cultura, una historia (95). En este proceso de creación de la na-
ción, al que se dedica el capítulo 4, el lenguaje es moldeado por la tensión irresuelta
entre dos corrientes de pensamiento: el racionalismo ilustrado y el romanticismo.
Para la primera, la lengua nacional (el francés es el caso emblemático) se presenta
como expresión de la razón y como fuente de la perfección y superioridad humana
(de los humanos sobre el reino animal y de ciertos hombres sobre otros); para la
segunda, la lengua es el corazón, el alma de la nación, intraducible e inconmensu-
rable con respecto a las demás. A través de la performance del lenguaje se reafirma
o no la pertenencia a la comunidad política y se actualiza la ciudadanía cotidia-
namente como una práctica de base verbal (oral o escrita). Esto, sin embargo, no
sucede espontáneamente, sin la mediación de instituciones de control, regulación
y reproducción de las relaciones y valores sociales nacionales, tales como la familia,
la escuela o la industria (102). Además, en este proceso se revela cómo la lengua
es producida socialmente a través de distintos mecanismos que ordenan y fijan las
formas lingüísticas en el espacio y el tiempo y le conceden a lo lingüístico una con-
dición de durabilidad e inmutabilidad histórica: gramáticas, diccionarios, orto-
grafías, cánones literarios, pedagogías de la lengua (106). Toda esta mitología del
estado-nacional se nutre de y alimenta el proceso de cientifización de la lingüística,
que cristaliza en Europa en la obra de Ferdinand de Saussure en la segunda década
del siglo XX, en vísperas de la Primera Guerra Mundial (117-122).
#2 RESEÑAS • 179
ofrece además un análisis del archivo disponible de Jakobson, sobre el que las au-
toras logran un nivel de precisión documental admirable (168-176). De especial
interés es el breve fragmento transcrito de una entrevista de un agente del FBI a
Jakobson en 1953 (173-174), en la que el interrogador cuestiona posibles incli-
naciones orientalistas y prosoviéticas del sabio ruso en una obra suya poco citada
sobre la historia checa y eslava.
El segundo eje es la trama que liga a la CIA, el FBI, las fuerzas militares y las
fundaciones Rockefeller, Carnegie y Ford (178) con el apoyo financiero e institu-
cional (Columbia, Harvard y el MIT, entre otras, eran instituciones aliadas) para el
desarrollo de la lingüística como recurso estratégico en la guerra contra la Unión
Soviética. Las autoras explican que la lingüística era entonces una herramienta im-
portante “para la seguridad y la inteligencia en cuatro áreas: para influir actitudes,
para consolidar la lealtad dentro de los Estados Unidos, para adquirir conocimien-
to de gente dentro y fuera del país cuyas ideas necesitaban ser entendidas, y para
controlar el flujo de información (sobre todo a través de la codificación y la traduc-
ción automática, como formas incipientes de computación)” (161). La gramática
generativa de Chomsky surge con el impulso y los recursos de esta apuesta es-
tratégica del imperialismo norteamericano por la lingüística computacional (181-
187). Y, lo más notable, también la sociolingüística viene de esa configuración de
recursos, instituciones y objetivos imperiales estratégicos.
Nótese que la posguerra estuvo también marcada por los procesos de descolo-
nización y desarrollo (193). Luego de la guerra, con los viejos imperios europeos
fuera de combate, las nuevas potencias coincidieron en su plan de exportar el pro-
greso a los países pobres y, de paso, asegurar sus áreas de influencia alrededor del
mundo. Este progreso implicaba invertir en el desarrollo de las industrias naciona-
les, así como también en el de las infraestructuras institucionales, sobre todo en las
relacionadas con la agricultura, la salud, la ingeniería y la administración pública
(governance). Había, pues, que “recrear” el proceso de constitución de los estados
modernos a través de sus mecanismos de unificación, gestión y regulación: lenguas
estandarizadas, burocracias uniformadas y uniformizantes, educación, etc. Esta
ideología desarrollista contaba, en los Estados Unidos, con el apoyo financiero de
las fundaciones Ford y Rockefeller. Para sacarla adelante, se contrataron lingüistas
para entender bien los hechos en el terreno que sirvieran de base a decisiones in-
formadas y racionales sobre políticas relacionadas con las lenguas nacionales, la re-
gulación del multilingüismo, las lenguas de instrucción, la educación lingüística, la
alfabetización. Su experiencia se movilizó para resolver lo que se entendían como
problemas técnicos susceptibles de soluciones técnicas (193-194).
#2 RESEÑAS • 181
El libro recoge una serie de artículos que hasta hace poco tiempo era práctica-
mente imposible de leer en las lenguas occidentales, pero que el paciente trabajo, el
amor a la lengua y a los textos de estudiosos de la obra de Auerbach de diferentes
nacionalidades (italianos, suizos, alemanes, turcos) permite que lleguen a nosotros.
Es una serie de textos que el erudito alemán publicó durante su residencia en Es-
tambul, que, como se sabe, se extiende entre 1934, cuando gracias a las gestiones de
Leo Spitzer (que había abandonado en 1933 su cátedra en Marburgo con la llegada
de Hitler al poder y había partido hacia Turquía, y de Benedetto Croce, que ejercía
desde su estudio de Nápoles la oposición ético-política al autoritarismo fascista de
Mussolini) logra un puesto en la Facultad de Lenguas de la Universidad de Estam-
bul, y 1947, cuando, ya finalizada la guerra y con el reconocimiento académico que
supuso la publicación de Mimesis, su libro más famoso –y un monumento absoluto
de la cultura filológica del siglo XX–, parte hacia los Estados Unidos, donde termi-
nará sus días en 1957 como profesor en la Universidad de Yale.
El largo exilio turco de Auerbach ha sido un período que, desde posiciones
críticas como las de Emily Apter (2003), ha sido leído como un momento car-
dinal del siglo para la configuración del área de estudios de las literaturas compa-
radas. Recordemos la tesis de Apter. La investigadora norteamericana, profesora
en la Universidad de Nueva York, plantea que esa constitución se produce en un
doble movimiento: el de filólogos formados en una tradición romanista –Spitzer
y Auerbach–, que, por su condición de judíos, deben abandonar sus puestos en el
sistema universitario alemán para buscar nuevos horizontes en la joven Turquía re-
publicana de Mustafá Kemal, y el posterior desplazamiento de ambos a los Estados
Unidos, donde terminará de conformarse un espacio ya no restringido al estudio
de las literaturas europeas sino que se piensa en un horizonte mundial. En estos
traslados y en estas reconfiguraciones del campo de los estudios literarios, el traba-
jo en el exilio de Auerbach representa para Apter una dimensión todavía encerrada
en los parámetros de la tradición eurocéntrica en la que se había formado, poco
interesado en la ampliación de la literatura mundial hacia otros horizontes y, como
lo revela la correspondencia con su amigo Walter Benjamin que puede consultarse
en castellano en una edición de hace unos años de la editorial Godot de Buenos Ai-
res, muy crítico con respecto al clima de opresión dominante en la nueva Turquía.
La publicación de un volumen como el que reseñamos ahora permite compleji-
zar la lectura de Apter. Lo cierto es que, hasta la publicación de estos materiales, era
más bien poco lo que sabíamos sobre los escritos turcos de Auerbach. El punto de
partida de la edición son los cuatro artículos que Christian Rivoletti, el curador de
la versión alemana sobre la que se realizó esta traducción al castellano, encontró en
#2 RESEÑAS • 185
en que legitima una variedad, que puede ser una variedad puramente literaria–
como lengua compartida, y política, pues consolida la delimitación de un pueblo
determinado y, eventualmente, según los avatares históricos, de una determinada
nación.
Existen dos aspectos más que me parece importante rescatar en la dimensión
política de las lenguas que registra Auerbach en su conferencia y que pueden ser
vistos como posicionamientos políticos. En primer lugar, Auerbach habla de algo
tal como una “hegemonía cultural” –ignoro cuál es la expresión turca que las tra-
ducciones occidentales vierten de esta manera. Es un término que, por supuesto,
convoca la memoria de la acuñación idéntica que presenta Gramsci en sus escritos
de la cárcel. Algo que alimenta la relación entre el pensamiento político gramscia-
no y el pensamiento filológico de Auerbach es justamente la elaboración de una
teoría explícitamente política del lenguaje que, en gran parte, se nutre de fuentes
análogas a las que alimentan las operaciones de Auerbach, del idealismo lingüís-
tico croceano, al que aludimos, a las críticas a la tradición positivista que llevan
adelante en Italia Matteo Bartoli –el maestro en lingüística de Gramsci– y, en ám-
bito alemán, Hugo Schuchardt y Karl Vossler. En todo caso, lo que se desprende
del texto de Auerbach es que la historia política de una lengua debe pensarse en
relación con procesos políticos amplios, que van más allá de una mera historia lin-
güística interna.
Son procesos culturales y sociales que permiten dar cuenta de situaciones com-
plejas, en las que articulación entre pueblo, lengua y nación aparece en algún punto
puesta en cuestión. Es lo que sucede, por ejemplo, con la persistencia de la lengua
latina que continúa funcionando como lengua de prestigio aun cuando la realidad
política en la que había operado, el imperio romano, había desaparecido como tal.
Auerbach enfatiza así, en relación con un caso histórico concreto, la cuestión del
“prestigio” lingüístico, problema que ocupa un lugar importante en la reflexión
sobre el lenguaje en teóricos contemporáneos de Auerbach preocupados por las
implicancias históricas –y más específicamente, culturales– de los fenómenos lin-
güísticos. Pensemos en Hugo Schuchardt. O pensemos en una figura como la del
filólogo italiano Benvenuto Terracini, refugiado –cuando Auerbach escribe estos
textos– en Tucumán, donde resume y al mismo tiempo repotencia sus reflexiones
sobre las relaciones entre lengua, cultura, traducción e historia.
Por otro lado, y en conexión siempre con la cuestión general de la hegemonía
cultural, Auerbach subraya, a partir de una serie de observaciones sobre el caso
francés y los diferentes proyectos de reforma “desde arriba” que se registran desde
el Renacimiento hasta la Ilustración, las dificultades con las que se enfrentará un
188 • Diego Bentivegna
Fuentes citadas
Hacía falta un libro que pudiera operar como una introducción sistemática y ge-
neral al estudio de una serie de fenómenos y situaciones relativos al lenguaje y las
lenguas tanto con perspectiva histórica como fundamentalmente contemporánea
desde el enfoque glotopolítico, campo de indagación con vocación crítica que se
ha desarrollado notablemente en los últimos años. Prueba de este crecimiento
sostenido son las publicaciones de varios números monográficos (dossiers) sobre
temáticas encaradas desde la glotopolítica en revistas académicas especializadas
(Spanish in Language, Glottopol), de varios libros de autoría colectiva, y de tesis de
maestría y doctorado; la ejecución de proyectos de investigación acreditados por
universidades y agencias de promoción científica nacionales, regionales e interna-
cionales; la realización de los Congresos Latinoamericanos de Glotopolítica (ya
cuenta con tres ediciones: Santiago de Chile (2015), Bogotá (2016) y Hannover
(2017)) y la puesta en circulación del Anuario de Glotopolítica que aquí nos con-
grega.
El investigador Xoán Carlos Lagares, reconocido especialista en esta área de
conocimiento1, se encargó de la tarea de llevar adelante la empresa de escribir una
obra de carácter inicial y, a la vez, rigurosa y completa para quienes se interesan por
analizar (describir, interpretar y explicar) la dimensión política de los hechos del
lenguaje en general (aspectos vinculados con variedades, hablas, dialectos, socio-
lectos, cronolectos, tecnolectos, acentos, discursos, registros, géneros; modos de
1. El autor es doctor en Lingüística por la Universidad de La Coruña (2000). Actualmente es profesor en la Uni-
versidad Federal Fluminense (Río de Janeiro), donde desarrolla investigaciones sobre política lingüística e historia
social de las lenguas. Es autor de numerosos artículos especializados y de capítulos de libro sobre estos temas. Es
coorganizador de Políticas da norma e conflitos linguísticos con Marcos Bagno (Parábola, 2011) y de Galego e Português
brasileiro: história, variação e mudança con Henrique Monteagudo (Eduff, 2012).
192 • Daniela Lauria #2
transformar las relaciones de poder y, con ello, acabar con o, al menos, reducir la
desigualdad social y, por ende, la desigualdad lingüística. Es preciso, así, arbitrar
otros medios que reviertan las situaciones históricas de discriminación lingüística
basadas en modelos proclives al monolingüismo y a una cultura monoglósica en
las que los Estados nacionales modernos ejercieron no poca presión y coerción
acompañados, incluso, por ciertos sectores sociales (iglesia, medios de comunica-
ción, sistema educativo, entre otros).
El primer capítulo denominado “Glotopolítica: reflexión y acción” ofrece, en
primer lugar, un derrotero histórico y general acerca de los estudios sobre el len-
guaje en Occidente. Luego de detenerse en Ferdinand de Saussure y advertir que
su propuesta se caracteriza por pensar la lengua como un objeto abstracto que se
encuentra al margen de la influencia de factores políticos y sociales, el autor se
focaliza en dos momentos en los que la lingüística descriptiva sí atiende el aspecto
sociopolítico de la lengua: el Círculo Lingüístico de Praga y sus concepciones en
torno al proceso de estandarización en los años 30, por una parte, y la sociolingüís-
tica variacionista a partir de la década del 60, sensible a las motivaciones sociales
a la hora de explicar el cambio lingüístico, por la otra. El recorrido finaliza con la
mención de las preocupaciones de la lingüística aplicada desde los años 80 puesto
que sospecha y pone en jaque la validez de la dicotomía entre teoría y práctica
hasta ese momento todavía vigente y con gran aceptación en el ambiente académi-
co. Esta corriente se fortalece, indica Lagares, con los aportes de la sociología del
lenguaje, la sociolingüística crítica y ciertas tendencias del análisis del discurso ya
que acentúan la dimensión política de los hechos del lenguaje al tratar acerca de las
relaciones entre (hablantes de) distintas lenguas.
En segundo lugar, se presenta una suerte de historiografía crítica de la políti-
ca lingüística o la gestión lingüística, tal como se llama a la disciplina últimamente
desde algunos centros universitarios de referencia mundial (Spolsky, por ejemplo,
emplea esta designación). Se parte de una visión tecnocrática, meramente instru-
mental que se ciñe a la planificación, la puesta en práctica, por parte de los Estados
durante, especialmente, el período de descolonización de varios países de Asia y
África. Conceptos como intervención sobre el corpus e intervención sobre el estatus son
resultado de esta coyuntura y se fraguan en función de un proyecto de unificación
política y lingüística que pueda oponerse a la diversidad lingüística considerada
como un obstáculo para la modernización de la sociedad y el progreso económico
de los países. Años más tarde, miradas como la de la “sociolingüística nativa” (el
objeto de estudio pasa a ser las lenguas minoritarias y/o minorizadas) discuten la
neutralidad política de los aportes anteriores. Con un espíritu sumamente crítico,
#2 RESEÑAS • 195
(…) una perspectiva glotopolítica como esta que intento definir propone un programa de
investigación que procura identificar formas de lucha contra la dominación lingüística par-
tiendo de un claro compromiso democrático junto con quien nada tiene, ni siquiera la Len-
gua (p. 41, la traducción es mía).
196 • Daniela Lauria #2
Los libros que se reseñan aquí son parte de una serie de materiales de divulgación
y extensión desde ámbitos académicos que en Argentina podríamos remontar a los
años noventa, surgida entonces como respuesta a las condiciones impuestas por la
economía-mundo. La cantidad de migrantes que, por razones políticas o laborales,
llegaban a la Argentina (en especial, a Buenos Aires) obligó a diseñar programas e
instrumentos de enseñanza de lengua sensibles a la variedad del español en la que
esos nuevos hablantes se insertarían. Ese incipiente desarrollo constituía, progra-
máticamente o por default, una política lingüística regional alternativa al desplie-
gue de políticas expansionistas por parte del Estado español, que hacia esos años
reemprendía, apoyado por empresas interesadas en el mercado americano, el sis-
tema de difusión y venta de la lengua española (en su sinécdoque peninsular) cen-
tralizado desde el Instituto Cervantes (creado en 1991) y lanzaba el español como
marca país (cfr. Lauria 2017). Es decir, los proyectos de enseñanza y certificación
de español como lengua segunda y extranjera (ELSE) surgieron como respuesta
a esas nuevas demandas, pero también auspiciadas por la conciencia de que era
preciso gestionar una voz político lingüística nacional y regional en relación con
la posesión del español: “esos profesores iniciaron una pequeña revolución en la
Argentina: hicieron del español una lengua que tenía un precio, que cotizaba en
el mercado internacional y que abría nuevas posiciones laborales” (Acuña 2001).
Las alianzas regionales, la permeabilidad de los Estados nación y el flujo de
personas forzado por la internacionalización de la economía impactaron asimismo
en la política interior, obligando a diseñar estrategias de inclusión de identidades
múltiples (Arnoux 2015). Para el caso de las lenguas argentinas, significó revisar
el esquema de tensiones centenarias entre lenguas (y variedades) hegemónicas y
202 • María López García #2
1. Integraba también ese consorcio la Editorial Tinta Fresca –que en 2010 había financiado el Diccionario Integral de
la Argentina– lo que indica el potencial económico de un emprendimiento de esas características.
204 • María López García #2
2. La antología Voces y ecos publicada pocos años antes por Glozman y Lauria (2012), a la que Moure hace referencia
en el Prólogo, alcanza, bajo el título “Unidad/diversidad, defensa de la lengua y Mercosur: políticas lingüísticas y sabe-
res especializados”, textos hasta fines de los años noventa, mientras que la última intervención compilada en Nuestra
expresión corresponde a 1981.
3. Aquí Moure responde lateralmente al intento de reimplantación de la polémica por la soberanía lingüística surgido
en el contexto de la inauguración en Buenos Aires del Museo del Libro y de la Lengua. https://www.pagina12.com.
ar/diario/elpais/1-229172-2013-09-17.html. Es más, la Antología en su conjunto deja en evidencia que la restitución
en el siglo XX de la disputa por la lengua exhuma argumentos decimonónicos del “polo nativista” (es decir, la posición
independentista americana). Ahora bien, atendiendo a la actualidad y vitalidad de ciertas representaciones sobre la
lengua presentes en los textos recuperados, tal vez hiciera falta reforzar, para el público no especialista al que está
destinada la compilación, su condición de archivos de una contienda. De otro modo, se corre el peligro de que los frag-
mentos sean interpretados (pese a las advertencias del compilador) como la renovación de discursos independentistas
retomados en un contexto político, económico y social de fortalecimiento de las soberanías nacionales/regionales.
#2 RESEÑAS • 205
5. Contrariamente, y en función de datos del INDEC (2010), es posible afirmar que las únicas regiones con mayor
grado de cohesión lingüística, cercanas al monolingüismo, corresponden al noroeste de Formosa y el oeste de Jujuy,
donde se hablan lenguas originarias.
210 • María López García #2
nacida en una provincia diferente del lugar de residencia. Pese a esta realidad, y a
que en la Argentina se hablan (con distinto grado de vitalidad) 14 lenguas en ca-
rácter de lengua materna, los maestros y profesores argentinos se forman en y para
la lengua española exclusivamente.6 Por esa razón este tipo de materiales constitu-
yen una ruptura que es preciso atender y celebrar.
Los discursos sobre las identidades multilingües repercutieron diversamen-
te al interior del territorio y en los diálogos regionales, y han dado lugar a distin-
tas propuestas colaborativas entre las universidades y las comunidades indígenas
(Unamuno 2012). En los últimos años se han intensificado las instancias de gra-
matización de las lenguas prehispánicas, de formación docente, y de diseño de ma-
terial para los estudiantes (mencionamos el de Acuña et al. 2003 ; Rosemberg et al.
2003 y Pérez et al. 2017, solo por citar algunos emprendimientos). Este “material
de consulta” que reseñamos es el primero en su género en el sentido de que pro-
pone incluir las lenguas indígenas presentes en el paisaje escolar porteño desde la
lógica gramatizadora de la escuela y no desde una visión actitudinal de “respeto” y
“valoración” de lo diferente, esto es, propone igualar el estatuto gramatical de las
lenguas minorizadas.
La Introducción, con un estilo accesible para el universo destinatario, presen-
ta cuidadosamente la terminología técnica pertinente (que conjuga definiciones
del campo de la etnolingüística y la sociolingüística clásicas) y sintetiza, desde la
perspectiva de las políticas lingüísticas, conceptos centrales sobre las lenguas y las
representaciones asociadas: explica la gestión de la desigualdad entre las lenguas
europeas y las americanas, las condiciones y tipos de contacto, y la importancia de
la escuela en la desinstalación de ideologías lingüísticas a través de la reflexión so-
bre los fenómenos lingüísticos y pragmáticos que se ponen en juego en el contacto.
La base teórico-ideológica que sustenta los apartados se explicita reiteradamente:
“Todas las lenguas del mundo son iguales. Todas tienen una gramática completa
y compleja y ofrecen abundantes posibilidades expresivas a sus hablantes” (23).
Sobre ese pilar se despliegan cada una de las dos partes (guaraní y quechua) en las
que se organiza el volumen: el recorrido histórico de cada lengua, las característi-
cas particulares del contacto entre la lengua indígena con el español, y los rasgos
de la gramática que impactan diferencialmente en el sistema español y suele ser
“corregido” por los docentes.
6. Recién hacia la década del 2000 las comunidades indígenas comenzaron a gestionar institutos bilingües de for-
mación docente. La evolución de estos emprendimientos desde la última ley de educación se resumen en Hirsh et
al. 2017.
#2 RESEÑAS • 211
El libro puede entenderse como una reformulación (en el sentido que explica
Arnoux 2016) de las gramáticas descriptivas de las lenguas indígenas gestionadas
desde las universidades (en vínculo con las comunidades), aplicada en este caso
para transferir un desarrollo metalingüístico, pero también para servir como herra-
mienta de activación de una conciencia crítica; ambas, operaciones necesarias para
el trabajo con más de una lengua en el aula. En otras palabras, el libro gramatiza
como operación política: la reformulación se sustenta en la intención de escolari-
zar y, desde allí, incidir en la superposición de nuevas representaciones prestigian-
tes de las lenguas minorizadas.
Este tipo de instrumentos funcionarán, por fuerza, en tándem con la formación
docente, lo que supondrá ciertos desajustes vinculados con las tensiones entre los
distintos entornos institucionales y las memorias que estos activan (la formación
docente en la Argentina está en manos del Estado, las empresas transnacionales de
la comunicación se encargan de los materiales para los estudiantes, y la renovación
curricular proviene de las universidades con atención a los condicionamientos del
banco mundial y otras entidades prestatarias).
El “documento” se divide en dos secciones que abarcan casi la totalidad del
volumen. Se ocupan de dos lenguas de amplia difusión y presencia en las aulas
porteñas: el guaraní y el quechua (antiguas lenguas francas para la comunicación
con los indígenas durante la colonia, cfr. Acuña 2003) y lenguas involucradas en
la representación de la “patria grande”, en tanto son habladas por argentinos y mi-
grantes desde países vecinos. La primera parte, dedicada al guaraní, quedó a cargo
de Marta Krasan, Cynthia Audisio y Juan Krojzl, y la segunda, destinada al que-
chua, fue desarrollada por Mayra Juanatey y Mariana Lila Rodríguez. En el prólogo
común los autores declaran la intención de sumar en breve otro volumen que trate
las estructuras comparativas aymara-español, otra de las grandes presencias en el
paisaje lingüístico de la escuela porteña y bonaerense.
Ambos tramos están organizados en una introducción general sobre la locali-
zación geográfica y la familia lingüística de cada lengua, el contexto sociohistórico
del contacto con el español, y la extensión y vitalidad actual. Luego se repasan los
rasgos fonológicos y morfosintácticos, se ofrecen cuadros y tablas sintéticas sobre
las particularidades fonológicas, morfológicas y, en especial, pragmáticas (estruc-
tura de parentesco, sistema de pronombres, modalidad, evidencialidad, interroga-
ción, etc.). Se presta especial atención a la dimensión cultural, lo que abona las
representaciones explicitadas a lo largo del volumen: todas las lenguas (las gra-
máticas) son capaces de gestionar formas de conducta lingüística apropiadas a sus
necesidades. Luego, en función de la perspectiva contrastiva adoptada, se explican
212 • María López García #2
sino el docente quien no es capaz de ver el hueco donde se filtra la otra gramática
y, por lo tanto, no puede incidir con su “corrección” en la reflexión metalingüística.
Desde esta nueva perspectiva, los docentes entonces no corrigen, sino que inter-
vienen una vez que han reconocido las marcas de las otras lenguas y han reflexio-
nado sobre los usos “deseados”. Aquí radica la novedad y la injerencia central en las
representaciones no solo de la lengua, sino del lugar del docente (y su formación)
como agente radical en la gestión de ideologías lingüísticas.
La bibliografía no está destinada a los docentes, sino que, tal como sucede
con la compilación reseñada más arriba, declara las fuentes de consulta teórica que
validan las propuestas. Es decir, si bien ambos volúmenes se proponen dotar a los
docentes de material que les permita, en el primer caso, reconstruir el derrotero
de las representaciones sobre la lengua española en la Argentina, y en el segundo,
gestionar un discurso metalingüístico/escolar de las lenguas originarias, no fun-
cionarían como manuales de consulta integral.
Las obras reseñadas reflejan, especialmente en el apartado de referencias bi-
bliográficas, la deuda del Estado argentino con la formación docente. Si bien se
reconoce al profesorado como destinatario de los saberes, se lo configura como
receptor de transferencia desde los sectores académicos o institucionales, y no
como agente de construcción de sentidos sobre la(s) lengua(s) involucradas en su
práctica docente/lingüística.
El programa de cada obra se constituye en un gesto glotopolítico político valio-
so en el sentido de que restituye desde un polo enunciativo prestigioso una visión
sociohistórica y móvil de la norma y la autoridad lingüística, en el caso de Nuestra
expresión, y una vitalidad y una trama metalingüística de las lenguas en uso en la re-
gión, para el caso de Material de consulta para el docente, y apuntan al intermediario
entre las políticas y el aula. Es de esperar que estos provechosos documentos sean el
inicio de una necesaria reformulación del lugar del docente en la producción insti-
tucional de sentidos sobre las lenguas.
214 • María López García #2
Fuentes citadas
José del Valle trabaja en The Graduate Center, City University of New York
(CUNY). Su labor como docente e investigador ha girado en torno a la enseñanza
del español en EEUU y la implicación de las políticas de la lengua en la activación
de los nacionalismos y de los proyectos neocoloniales propios de la globalización en
España. De entre sus publicaciones se destaca Historia política del español: la creación
de una lengua (Aluvión, 2016). En 2010, recibió el premio Friedrich Wilhelm Bessel
de la Fundación Alexander von Humboldt por su labor de investigación.
Laura Villa es doctora en Lingüística Hispánica por The Graduate Center, City
University of New York (CUNY) y profesora del Queens College de la misma uni-
versidad. Su trabajo gira en torno al estudio, desde una perspectiva glotopolítica,
de la construcción de normas lingüísticas en el ámbito de la educación. En 2015
editó junto con Rik Vosters un número especial de la revista Written Language and
Literacy sobre conflictos ortográficos. En la actualidad está completando un libro
sobre el debate ideológico-lingüístico en torno a la oficialización de la ortografía
en Madrid a mediados del XIX, sus ramificaciones y conexiones con otros debates
contemporáneos a él y su reaparición a finales del XX en una disputa por la autori-
dad lingüística en la comunidad panhispánica.