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GERARDO BOTERO ZULUAGA

Magistrado Ponente

STL3274-2021
Radicación no 92393
Acta nº. 11

Bogotá, D.C., veinticuatro (24) de marzo de dos mil


veintiuno (2021).

La Corte decide la impugnación interpuesta por los


señores HILARIO ESTUPIÑÁN CARVAJAL, HELEN
JUDITH VÁSQUEZ CAMPOS, DIANA CAROLINA
ESTUPIÑAN VÁSQUEZ Y EL MENOR BFEV -representado
por sus padres-, a través de apoderado judicial, contra la
sentencia que la SALA CIVIL DE LA CORTE SUPREMA DE
JUSTICIA emitió el 4 de febrero de 2021, dentro de la
acción de tutela que VICTORIA EUGENIA DÁVILA HOYOS
Y RADIO CADENA NACIONAL S.A.S., promovieron frente
la SALA CIVIL DEL TRIBUNAL SUPERIOR DEL DISTRITO
JUDICIAL DE BOGOTÁ.

I. ANTECEDENTES

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Los promotores del resguardo, por intermedio de


apoderados judiciales, instauraron - en escritos separados
- acción de tutela con el propósito de obtener el amparo de
sus derechos fundamentales al debido proceso y libertad de
expresión. Por su parte, la convocante Victoria Eugenia
Dávila Hoyos también invocó el que denominó «garantía de
independencia para el oficio periodístico» ; y a su vez, Radio

Cadena Nacional S.A.S. - RCN - solicitó la protección del


derecho a la libertad de prensa, presuntamente vulnerados
por la autoridad judicial accionada.

De la fundamentación fáctica narrada por cada uno de


los accionantes y de las pruebas recopiladas en este trámite
sumario, se extrae que Victoria Eugenia Dávila Hoyos, en el
ejercicio de la profesión de periodismo, para el año 2014, se
desempeñaba como directora del programa radial matutino
La FM, de la cadena RCN.

Dentro del trabajo periodístico que el programa de


noticias y opinión desplegó, se exhibió una grabación en la
que presuntamente se registraron actos de corrupción, que,
al parecer, involucraban a Jorge Hilario Estupiñán Carvajal
quien para ese entonces ostentaba la calidad de Coronel de
la Policía Nacional.

Debido a lo anterior, el 6 de mayo de 2014, la también


periodista Angélica Barrera - adscrita al programa radial en
mención -, entrevistó sobre ese asunto al coronel implicado
y luego, el día 14 del mismo mes, la directora Dávila Hoyos
realizó el mismo ejercicio, pero frente a quien fungía como

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Inspector General de la Policía Nacional, General Yesid


Vásquez Prada, quien, entre otras cosas, mencionó que ya
estaba en curso una investigación sobre esos hechos.

Luego, mediante el Decreto n.° 1726 de 11 de


septiembre de 2014, se retiró del servicio activo al Oficial de
la Policía Coronel Estupiñán y se le llamó a calificar servicios
por un presunto «mal desempeño en la Institución», actuación
que el implicado demandó ante lo contencioso administrativo
a través de la acción de nulidad y restablecimiento del
derecho, la cual en la actualidad está en curso.

Por otra parte, el entonces funcionario y su núcleo


familiar, es decir, su esposa y sus dos hijos, promovieron
proceso de responsabilidad civil extracontractual contra los
aquí accionantes, con ocasión a las emisiones periodísticas
de 6 y 14 de mayo de 2014, cuya finalidad era conseguir un
resarcimiento de perjuicios morales y la rectificación de la
información publicada.

Este último asunto se asignó por reparto al Juzgado


Cuarenta y Seis Civil del Circuito de Bogotá, autoridad que
dictó sentencia desestimatoria de las pretensiones el 4 de
agosto de 2020.

La parte actora, inconforme, apeló la determinación, por


lo que, mediante fallo de 15 de octubre de 2020, la Sala Civil
del Tribunal Superior de Bogotá la revocó, y en su lugar,
declaró la responsabilidad solidaria de las personas natural
y jurídica demandadas; en consecuencia, las condenó a i)

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pagar a favor de los actores la suma de $165.000.000,oo por


concepto de perjuicios morales y, ii) rectificar la información
que transmitieron el 6 y 14 de mayo de 2014, «en espacio de
radio del mismo horario en que la noticia referida fue emitida, haciendo
énfasis en la inexactitud que se transmitió en tal calenda, además de la
presión en que incurrió la periodista al solicitar el retito del Coronel
demandante, y se les ordena difundir el contenido de esta decisión».

La sociedad conocida como RCN, presentó solicitud de


aclaración, y por medio de proveído de 18 de noviembre de
2020, el ad quem la corrigió, en el sentido de indicar que la
orden solo se encaminó respecto de la noticia emitida el 14
de mayo de 2014, y no frente a la publicación del día 6
anterior, como allí se anotó.

En criterio de los tutelantes, el tribunal accionado


vulneró las garantías superiores invocadas con el fallo de
segundo grado, por el cual los condenó de manera solidaria
a resarcir perjuicios y a rectificar la información publicada.

La periodista Victoria Eugenia Dávila Hoyos, por medio


de apoderado judicial, argumentó que la colegiatura
encausada, se extralimitó en su competencia para resolver el
recurso de apelación. Así mismo, reprochó un defecto fáctico
i) al ir en contra de la realidad y concluir que la
entrevistadora tildó de corrupto al Coronel Estupiñán
Carvajal, ii) desconocer estándares de veracidad, iii) pasar por
alto las pruebas practicadas en primera instancia, y iv) tener
como probados hechos que no se cotejaron con algún
material probatorio para ese efecto.

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A su vez, la accionante refirió que existió un


desconocimiento del precedente constitucional sobre i) la
protección de las opiniones en el debate público, ii) la
presunción constitucional en favor de la libertad de
expresión, iii) la protección especial de las expresiones con
relación a funcionarios públicos; así como una desatención
del precedente de esta alta Corporación, relativo a los
estándares de diligencia profesional del periodismo en los
procesos de responsabilidad civil extracontractual y el
precedente de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, respecto de los juicios de responsabilidad
profesional contra periodistas.

Por último, estimó que existió violación directa de la


Constitución Política, en concreto, los artículos 20 y 73 de la
carta magna.

Por su parte, Radio Cadena Nacional S.A.S., a través de


su mandatario judicial, expuso que el ad quem incurrió en
un defecto fáctico al desconocer las «pruebas técnicas aportadas
al expediente», y dar por ciertos unos hechos que, a su juicio,

no se probaron. A su vez, cuestionó una falta de motivación


sobre la configuración del nexo causal [y] sobre la existencia de un daño
ilícito, un desconocimiento del precedente como la sentencia

de la homóloga Sala de Casación Civil de «13 de diciembre de


2002», y afirmó que existió una violación directa de los

artículos 20 de la Constitución Nacional y 13 de la


Convención Americana de Derechos Humanos.

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Conforme a lo anterior, los convocantes solicitaron la


protección de sus garantías superiores, y que para su
restablecimiento, se deje sin efectos la sentencia de segunda
instancia de 15 de octubre de 2020, así como el auto de
aclaración de 18 de noviembre siguiente, y en su lugar, se
ordene al Tribunal encausado emitir una nueva decisión en
remplazo «limitándose a la competencia asociada a los reparos
planteados por el actor, y respetando las evidencias probatorias
arrimadas al proceso como también las libertades de opinión, expresión
y la de prensa».

II. TRÁMITE Y DECISIÓN DE INSTANCIA

Mediante proveído de 1° de diciembre de 2020, la


homóloga Sala de Casación Civil, admitió la acción de tutela
instaurada por la periodista Victoria Eugenia Dávila Hoyos, y
ordenó enterar a las accionadas y vinculadas, para que se
pronunciaran frente a los hechos que motivaron la
interposición de la queja constitucional.

A través de auto de 18 de diciembre de 2020, se avocó el


conocimiento de la acción constitucional instaurada por RCN,
y se dispuso la acumulación de estos dos trámites.

Dentro del término concedido, el apoderado del


coronel Estupiñán Carvajal, solicitó que se denieguen las
pretensiones formuladas contra la autoridad judicial
accionada, tras advertir, que en el plenario atacado no se
vislumbra desconocimiento de garantías constitucionales,

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y tal determinación se fundamentó en los razonamientos


que a bien tuvo el Tribunal encausado.

A su turno, la magistrada ponente de la decisión


cuestionada, se remitió a las consideraciones que plasmó
en aquella actuación, y destacó que abordó el estudio de la
controversia dentro de los términos del artículo 328 del
Código General del Proceso, en tanto la parte apelante
expresó las razones por las cuales, en su criterio, se
estructuraron los elementos de la responsabilidad civil.

La Sala cognoscente del asunto en primer grado,


mediante sentencia de 4 de febrero de 2021, concedió la
protección invocada por los accionantes, y ordenó dejar sin
valor la providencia de 15 de octubre de 2020, así como las
demás actuaciones que se desprendieron de esta; además
dispuso, que en el término de (20) veinte días, procedan a
resolver nuevamente la alzada «con expreso examen y desarrollo
del marco constitucional y convencional vigente, conforme se explicó en
la parte motiva de [la] providencia».

Para arribar a esa determinación, el a quo


constitucional consideró, que el juez plural accionado se
equivocó al limitar de manera radical, el derecho a la libertad
de expresión, sin realizar una ponderación entre este derecho
y las garantías que los demandantes denunciaron como
quebrantadas. Así mismo, estimó que la colegiatura de
instancia, desconoció el precedente constitucional, más
concretamente las sentencias CC SU-274 de 2019 y T-155 de
2019.

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Aunado a lo anterior, anotó que el Tribunal convocado,


incurrió en una falta de motivación respecto de la extensión del
daño y señaló que la querellada se limitó a considerar un estándar
de culpa simple conforme la regla de responsabilidad de los periodistas
que prevé el artículo 55 de la Ley 29 de 1944, y con ello obvió otros
elementos de juicio relevantes -en el marco del SIDH- para evaluar ese
parámetro conductual, como la satisfacción del “test tripartito” de
restricciones a la libertad de expresión, cuando, a juicio de la

homóloga Civil, dicho trabajo es un requisito sine qua non para


legitimar la imposición de condenas o sanciones.

En cierre, también consideró que la autoridad accionada


no realizó ningún pronunciamiento sobre los discursos

especialmente protegidos, y tampoco evaluó los estándares de

protección del derecho a la libertad de expresión, pues dedujo que no

explicó el fundamento con el que se basó para el ejercicio de la


tasación del concepto indemnizatorio, y «no exteriorizó el análisis
probatorio que le permitió inferir que la información divulgada fue
“inexcusablemente inexacta y apresurada”».

La magistrada ponente de la decisión cuestionada,


solicitó aclaración de la sentencia en los siguientes términos:

[…] se indique [a] la Sala de este Tribunal qu[é] deberá resolver la


instancia, toda vez que, la providencia que se dejó sin valor [ni]
efecto, fue proferida en su momento por la Sala Tercera de Decisión
en la cual actu[ó] como magistrada ponente, y en la actualidad [hace]
parte de la Sala Cuarta de Decisión […].

En virtud de lo anotado, la Sala de Casación Civil de esta


Corporación, mediante auto ATC191-2021 de 19 de febrero de
2021, negó la solicitud en comento por considerar, que no se

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cumplieron las disposiciones del artículo 285 del Código


General del Proceso, al no evidenciarse «la existencia de «conceptos
o frases que ofrezcan verdadero motivo de duda». Dentro del mismo

proveído, se concedió la impugnación que los vinculados como


parte en el proceso de responsabilidad civil formularon.

III. IMPUGNACIÓN

Los vinculados, quienes actuaron como demandantes en el


juicio civil objeto de reproche - impugnaron el fallo de tutela
que se emitió en este trámite sumario, y solicitaron su
revocatoria. Para tal efecto, manifestaron que se desconoció el
hecho de que, si bien, la libertad de expresión es un derecho
fundamental, lo cierto es que este no es absoluto y el mismo
debe estar ligado a la veracidad de la información, por tanto, a
juicio de ellos, los demandados no verificaron la fuente y dieron
plena credibilidad a un material que resultó contrario a la
verdad.

En suma, refirieron que, en el asunto judicial


cuestionado, se demostró la intención de la parte demandada
de causar un daño, pues incluso se elevó una solicitud abierta
de retirar al coronel Estupiñán Carvajal de la institución e
incurrió en falsas imputaciones que no contaron con un
soporte probatorio.

Por último, señalaron que el juez constitucional de primer


grado, transcribió de manera incompleta acápites de la
jurisprudencia que consideró desconocida, lo que se tradujo en

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una interpretación parcializada «dejando de lado el verdadero


sentido de la norma».

IV. CONSIDERACIONES

De acuerdo con el artículo 86 de la Constitución Política


y a los decretos que reglamentaron su ejercicio, la acción de
tutela fue establecida para reclamar, mediante un
procedimiento de trámite preferente y sumario, la protección
inmediata de los derechos constitucionales fundamentales,
cuando quiera que estos resulten lesionados o amenazados
por la acción o la omisión de cualquier autoridad pública o
de los particulares en los casos expresamente previstos por
la ley, siempre y cuando no exista otro medio de defensa
judicial, a no ser que se use como mecanismo transitorio
para evitar un perjuicio irremediable.

La jurisprudencia de manera invariable ha señalado


que, por regla general, la acción de tutela no procede contra
providencias judiciales, y por tanto, sólo en forma
excepcional resulta viable la prosperidad del amparo para
atacar tales decisiones, cuando con ellas se causa
vulneración a los derechos fundamentales de los asociados.

Los criterios que se han establecido para identificar las


causales de procedibilidad en estos eventos se basan en el
reproche que merece toda actividad judicial arbitraria,
caprichosa, infundada o rebelada contra las preceptivas
legales que rigen el respectivo juicio, con detrimento de los

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derechos fundamentales de las personas que han sometido


la ventilación de sus conflictos a la jurisdicción.

En el caso que ocupa la atención de la Sala, se advierte


que las accionantes pretenden que se deje sin efecto la
sentencia que la Sala Civil del Tribunal Superior de Bogotá
emitió el 15 de octubre de 2020, porque, en criterio de ellas,
dicha determinación vulneró derechos como el de la libre
expresión y el debido proceso, al desconocer el precedente
jurisprudencial que se ha fijado respecto de la protección
especial de las expresiones con relación a funcionarios
públicos, y a su vez, por incurrir en un defecto fáctico por
indebida valoración probatoria y una falta de motivación.

Al respecto, la homóloga Civil, consideró pertinente la


concesión del amparo, porque, a su juicio, la autoridad
judicial cuestionada incurrió en los defectos imputados, por
lo que, frente a esta decisión, los recurrentes manifestaron
su desacuerdo.

Luego, compete a la Sala determinar si en efecto, el fallo


cuestionado adolece de los yerros endilgados en sede de
tutela o si, por el contrario, la actuación del Tribunal
encausado se fundamentó en criterios razonables sin
ostensible desviación del ordenamiento jurídico capaz de
lesionar las garantías superiores de quienes promovieron la
queja constitucional.

Para empezar, obsérvese que, en la primera instancia


de este trámite, el juez de tutela destacó, que en el proceso

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de responsabilidad civil extracontractual seguido contra los


aquí accionantes, la orden de reparación que el ad quem les
impuso, obedeció a lo concerniente con la noticia que se
divulgó el día 14 de mayo de 2014.

Así, resulta oportuno traer de nuevo a colación la


entrevista que en la comentada data la periodista Dávila
Hoyos le formuló al General de la Policía Nacional, Yesid
Vásquez Prada, y la opinión que, a modo de conclusión, dio
en el programa radial matutino de La FM:

«Victoria Eugenia Dávila Hoyos (Periodista VD): nueve y


veinticuatro minutos. Saludamos al Inspector de la Policía,
general Yesid Vásquez. General, buenos días.
General Yesid Vásquez Prada (General VP): Vicky, buenos
días.
Periodista VD: Gracias por acompañarnos. Nos reportan que ya
la inspección tiene abierto (sic) una investigación contra el coronel
Jorge Hilario Estupiñán, nuevo comandante de Casanare.
General VP: Sí, Vicky. El 1º de abril, con el número de inspección
general 164 del 2014, se apertura (sic) una investigación a una
queja que, se acerca aquí el señor intendente Luís Ernesto Pulecio
Díaz, se le escucha inicialmente ...ya se le escuchó en ampliación,
él ha hecho llegar unas pruebas.
Periodista VD: ¿Le hizo llegar las grabaciones?
General VP: Sí, están las grabaciones anexadas al expediente y
la cuantía de ese contrato por $46.000.000, y ya se inició la
investigación, como le dije, desde el 1º de abril.
Periodista VD: Ah, bueno... ¿Entonces usted ya las oyó?
General VP: No, yo no las he escuchado Vicky, porque no soy el
investigador en este momento, y el funcionario que las tiene las
está analizando, que es la misión que ellos cumplen. Yo tengo la
primera instancia del caso, pero ya cuando se adelanten algunas
diligencias con el expediente.
Periodista VD: Ya le entiendo. Es decir, ¿no necesitan que
mandemos las grabaciones a la Policía, las que hemos
presentado esta mañana, porque usted las tiene desde el primero
de abril en la inspección?
General VP: No, las hizo llegar después de una segunda
ampliación que se le hizo al intendente Luís Ernesto Pulecio Díaz.
Periodista VD: Por eso, pero ya las tienen, ¿ya las tienen allá?
General VP: En el expediente, sí señora.
Periodista VD: Ah, ya le entiendo. Mire general, la verdad es que
una investigación que empieza el 1º de abril y ya estamos a 14

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de mayo no ha arrojado ningún resultado, cuando las


grabaciones son contundentes.
General VP: Vicky, lo que pasa es que en toda investigación hay
que dar espacio para que estas personas, por ejemplo, el
Intendente Pulecio, está dando unos testigos que son también
uniformados, los estamos llamando, los estamos escuchando;
posteriormente se le corre el pliego de cargos al señor coronel
Estupiñán, y él entrará a defenderse. Hay que dar el tiempo para
que estas investigaciones cursen con todos los parámetros
legales que se tienen que dar, para evitar precisamente, de
pronto, que se vayan a dar situaciones anormales dentro de la
investigación, y que alguna de las dos partes quede insatisfecha
con las decisiones que se vayan a tomar.
Periodista VD: Bueno, pensaría uno que mínimamente lo
tendrían que relevar del cargo. Es que oiga esto, general, es que
sinceramente, oiga esto [reproduce un diálogo que al parecer
sostuvo el coronel (r) Estupiñán con el intendente Pulecio y la
mayor Blanca Castro].
Periodista VD: Estos son apenas algunos apartes generales.
¿No le parece contundente que el señor coronel Estupiñán está
queriendo direccionar la contratación en su departamento?
digamos, por lo menos esto, mínimamente, ya lo han debido
suspender de ese cargo.
General VP: Bueno Vicky, yo con respecto a la grabación,
primero no la escucho muy bien, sinceramente, le digo y no podría
hacer ninguna calificación porque puedo viciar la investigación.
Lo que le puedo manifestar yo ...deje que el transcurso de la
investigación ...aquí se han tomado unas decisiones drásticas.
Hoy la Inspección General tiene esa posibilidad de investigar, y
tendrán que dar resultados para bien o para mal del coronel, y
tendrán que tomarse decisiones si él es el responsable, pero yo
no podría, por ejemplo, en estos momentos, decir qué decisión se
va a tomar, o por qué no se han tomado algunas decisiones.
Periodista VD: General pues le agradecemos en todo caso, pero
la grabación es contundente y ya lleva en manos de la Policía un
mes, ya debería de haber alguna decisión, mínimamente (sic) de
tener a este señor separado del cargo para que no haga más
contrataciones, porque evidentemente está queriendo direccionar
la contratación en ese departamento y eso es corrupción. Eso no
tiene vuelta de hoja. Mil gracias general
General VP: Bueno listo muchas gracias.

Periodista VD [finalizada la entrevista, se dirige a la audiencia


en los siguientes términos]: ¿necesitan ustedes una prueba más
contundente? A ver, primero de abril se abre la investigación, el
señor intendente fue hasta la Policía, puso las denuncias, radicó
las grabaciones. O sea, ellos tienen las grabaciones, tienen todo,
¿qué más quieren? Yo entiendo que se necesite un trámite,
perfecto, todo el mundo tiene derecho a defender (sic). Pero están
llamando a los testigos y ni siquiera han llamado al coronel, por
lo que le escuché al general, y sigue en el cargo el coronel
Estupiñán en Casanare».

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Ahora, aunque el a quo constitucional consideró que la


colegiatura accionada omitió hacer un test de
proporcionalidad entre los derechos de los actores y las
garantías de los demandados, esta Sala no desconoce, que el
Tribunal no obvió de manera radical las prerrogativas de la
parte pasiva, pues contrario a lo esgrimido en primer grado,
la encausada se refirió a ellas y las cotejó con los bienes
jurídicos de los demandantes, al estimar que estos últimos
eran el límite de los primeros, pues resultaba necesario
asegurar el respeto a los derechos o a la reputación de los demás.

Nótese que la autoridad cuestionada inició su


intervención con un pronunciamiento acerca de la
responsabilidad de los medios de comunicación, y al respecto anotó,

que tal actividad lleva intrínsecos derechos como: la libertad


de expresión, información y comunicación.

Sin embargo, el Tribunal también destacó 2 aspectos


que se traducen en: i) que en el ejercicio de los comentados
derechos se podía ocasionar perjuicios a los sujetos que se
veían involucrados, cuando se trataba de masificar una
información de forma errónea, deficiente, inoportuna, tergiversada o
violando algún derecho fundamental, y ii) que las prerrogativas en

mención no contaban con un carácter absoluto.

Así, indicó que el límite de los derechos de los


demandados encontraba sustento en normas, incluso de
carácter supralegal y de ese modo, ilustró:

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Desde el punto de vista internacional, el Pacto Internacional


de Derechos Civiles y Políticos, en su artículo 19, consagra la
libertad de las personas a difundir informaciones e ideas utilizando
cualquier medio, esto es, escrito -impreso o artístico- oral u otro, sin
embargo, no se plasma como un derecho absoluto, sino que por el
contrario define algunos límites o parámetros al respecto. En este
sentido, la divulgación de información no debe vulnerar el respeto y
reputación de los demás, ni tampoco la seguridad nacional, el orden
público, la salud o la moralidad pública. En el artículo 17 establece
que toda persona tiene derecho a no ser objeto de injerencias
arbitrarias o ilegales, y la prohibición de ser atacadas en su honra
y reputación.

A su turno la Convención Americana sobre derechos


Humanos, en su artículo 13, introduce la palabra “censura”, ligada
a las restricciones sobre la divulgación de la información; de otro
lado, señala que no se puede restringir por vías de hecho o medios
indirectos el derecho a la expresión. Por último, la convención
resalta el derecho elemental de las personas a la protección contra
injerencias o ataque en su honra y reputación.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su


artículo 19 consagra el derecho a la libertad de opinión y expresión,
amén de que, en el canon 12, impone la prohibición de ataques que
afecten la honra o reputación de las personas.

De lo trasuntado, consideró de forma razonable que:

«[L]a labor de los medios de comunicación debe ser


cuidadosa, como quiera que la transmisión de información
errónea, prejuzgamientos, imprecisiones y/o falsedades, afectan
directamente a personas, dañando su buen nombre y poniendo en
riesgo su integridad personal y familiar. Estas situaciones
variadas son las que ocasionan el daño el cual “en sentido,
jurídico es una alteración negativa de cosas existente (sic)”».
Resaltó el Tribunal

De lo anterior, se puede colegir que la forma como el


Tribunal presentó las connotaciones legales, previo a
verificar si la parte demandada se extralimitó en el ejercicio
de los derechos invocados, no puede calificarse de irracional
pues con la presunta falta de técnica no se abolió por
completo la ponderación que la homóloga Civil echó de
menos, por el contrario, como en líneas atrás se anotó, fue

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precisamente esta normativa la que le creó, dentro de la


autonomía del juez natural, un criterio plausible acerca de
los límites a derechos como la libertad de expresión u
opinión.

A continuación, el Tribunal pasó a referirse si en el caso


de marras se configuraron los elementos de la
responsabilidad civil extracontractual. En este punto de la
actuación, esta Sala tampoco advierte que el ad quem haya
desconocido fehaciente el precedente jurisprudencial como
se estimó en primer grado, como pasa a explicarse.

Por un lado, la autoridad convocada mencionó que:

«[…] no cabe duda que la sentencia 015 de 24 de mayo de


1999 de la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia
mantiene su vigencia respecto a los criterios a tener en cuenta
cuando se promueve la acción judicial para obtener la declaratoria
de responsabilidad civil por el ejercicio de la actividad periodística
y la consecuente reclamación de perjuicios».

Y de aquella decisión destacó, que los presupuestos que


deben acreditarse para la prosperidad de las pretensiones de
los demandantes, no son otros que:

«(…) implica, en primer lugar, la presencia de intención de


perjudicar o deteriorar el buen nombre o la honra de una persona
determinada o determinable con la información falsa o inexacta que
a sabiendas se divulga; o bien de simple culpa, entendida ésta
como la falta de diligencia profesional periodística necesaria en el
comportamiento y ejercicio informativo para asegurar o, por lo
menos, procurar que la información que se divulga, además de ser
veraz e imparcial, también respete los derechos de los demás y el
orden público general, a menos que en este último caso la conducta
de la entidad periodística se explique con la razonada, oportuna y
eficaz corrección o clarificación del error cometido.

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En segundo lugar, también se requiere la existencia de un


daño, que puede ser, de un lado, moral cuando se trata de un
deterioro en el patrimonio moral que afecte la honra, la reputación o
lesione alguno de los demás derechos inherentes a la personalidad;
o bien material, cuando se refiere a una disminución en los derechos
que conforman el patrimonio económico existente o que podía
adquirirse mediante la realización de una labor o trabajo, o por
medio de la explotación económica pertinente. Con todo, en uno y
otro caso debe tratarse de perjuicios actuales o futuros, pero ciertos
e ilícitos. Ahora, en la demostración de una u otra especie de daño,
es preciso tener en cuenta la clase de perjuicio cuyo resarcimiento
se solicita, porque tratándose de daño moral se hace necesario
considerar todas las afecciones a los derechos de la personalidad,
es decir, debe tenerse presente que su deterioro provenga de la
información carente de veracidad o imparcialidad. Sin embargo,
para la comprobación de este daño moral también debe tenerse en
cuenta que éste puede encontrarse en el contenido de la publicación,
cuando constituye un agravio a los señalados derechos de una
persona determinada, que, por su radio de acción, ha tenido
repercusión social negativa en su buen nombre u honra. (…).

Y en último término, dicha responsabilidad también exige que


haya una relación de causalidad entre la divulgación falsa o parcial
hecha intencional o culposamente y los daños mencionados, de tal
manera que éstos sean directamente atribuidos a aquella, teniendo
en cuenta, entre otros, la finalidad o el contenido de la información
y la especie de daño, si moral o material, cuya indemnización se
reclama”».

Ahora, aunque la Sala de Casación Civil mencionó que


lo anterior evidenció un trabajo ajustado al estándar de culpa
simple sin abordar asuntos más relevantes en temas como la
culpa periodística y la problemática de revelación de fuentes,
pues no realizó el test tripartito y tampoco constató los
deberes que tiene el Estado de protección al comunicador
como:

(i) prevención, que incluye la garantía de reserva de las


fuentes, apuntes y archivos personales y profesionales; (ii)
protección, por cuanto este quehacer no debe sufrir injerencias
desproporcionadas; y (iii) procuración de justicia, en los eventos

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en que aquellos sean víctimas de ataques. -Se resalta-. CSJ AC130-


2020

No obstante, para esta Sala un juicio pormenorizado en


los términos anotados no es requisito inexorable en el
contexto que se analiza, toda vez que la discusión central no
giró en torno a la exhibición de fuentes periodísticas o su
eventual reserva, sino a la forma como se comunicó una
información, la veracidad de esta y la manera como
repercutió de forma desbordada en la esfera de los derechos
de los demandantes.

En suma, el cuestionamiento a la comunicadora social o


a la cadena radial no se realizó deliberadamente, por el
contrario, los demandantes expusieron su censura en el
marco de un proceso civil llevado por la jurisdicción ordinaria
con el respeto de todas las garantías procesales, a lo que a
todas luces la protección de justicia al que se refiere la
sentencia en cita, se ve garantizada porque precisamente el
juez natural actúa en su deber de administrar justicia.

Ahora, respecto a la ausencia del test tripartito


contemplado en la Sentencia SU-274/2019, cabe señalar que
para la Corte Constitucional dicho ejercicio consiste en:

i) la limitación debe estar expresa, taxativa y previamente


consagrada en una ley; ii) debe perseguir una finalidad
legítimamente reconocida por el derecho internacional; y iii) las
medidas que limiten la libertad de expresión deben ser necesarias
y proporcionadas.

SCLAJPT-12 V.00
18
Radicación n.° 92393

Sin embargo, en criterio de esta Sala, tal tarea para


verificar si las restricciones al derecho de libre expresión son
proporcionadas, se superó con el enfrentamiento de los
derechos de los demandantes como la honra y el buen
nombre.

Así pues, se observa que, en líneas subsiguientes, la


misma Corte Constitucional señaló:

El derecho a la información debe ser respetado y garantizado


por el Estado, siempre y cuando no afecte valores sustanciales,
como los derechos al buen nombre, a la honra o a la intimidad[247].
Sobre este punto la Corte ha sostenido que a los medios “se impone
fundamentar y contrastar la información antes de entregarla al
público; no confundir la información con la opinión; rectificar, si es
del caso, informaciones falsas o imprecisas; valerse de métodos
dignos para obtener información; no aceptar gratificaciones de
terceros, ni utilizar en beneficio propio informaciones; sólo así
contribuirán al fortalecimiento de la democracia y por ende, a la
realización del paradigma propio del Estado social de
derecho”[248]. De igual modo, ha manifestado:

“Pero, a objeto de hacer completo el derecho del conglomerado


a la comunicación, es necesario reconocer en él, como elemento
insustituible que contribuye inclusive a preservarlo, el de
la responsabilidad social que el inciso 2º del artículo 20 de
la Constitución colombiana señala en cabeza de los medios
masivos, los cuales, no por el hecho de hallarse rodeados de
las garantías que para el desarrollo de su papel ha
consagrado el Constituyente, pueden erigirse en entes
omnímodos, del todo sustraídos al ordenamiento positivo y
a la deducción de consecuencias jurídicas por los perjuicios
que puedan ocasionar a la sociedad, al orden público o a
las personas individual o colectivamente consideradas, por
causa o con ocasión de sus actividades. (…) Un informe
periodístico difundido irresponsablemente, o manipulado con
torcidos fines; falso en cuanto a los hechos que lo configuran;
calumnioso o difamatorio, o erróneo en la presentación de
situaciones y circunstancias; inexacto en el análisis de conceptos
especializados, o perniciosamente orientado a beneficios políticos
o a ambiciones puramente personales, resulta mucho más dañino
cuanta mayor es la cobertura (nivel de circulación o audiencia) del
medio que lo difunde, pero en todo caso, con independencia de ese
factor, constituye en sí mismo abuso de la libertad, lesión muy

SCLAJPT-12 V.00
19
Radicación n.° 92393

grave a la dignidad de la persona humana y ofensa mayúscula a


la profesión del periodismo, sin contar con los perjuicios, a veces
irreparables que causa, los cuales no pueden pasar
desapercibidos desde el punto de vista de sus consecuencias
jurídicas”[249].

Así que, en el caso bajo estudio, no se le puede endilgar


al Tribunal un desconocimiento del precedente, porque
precisamente la trasuntada determinación también
cuestiona la mala práctica del periodismo cuando en su
actividad de difundir información, no es cuidadosa ni realiza
un trabajo de rectificación o verificación de una información
que además de exponerla a una audiencia, evidencia un
prejuzgamiento.

Por otro lado, la Sala de Casación Civil consideró que el


Tribunal encausado, también guardó silencio frente a los
artículos 13.2 de la CADH y 19 del PIDCP; sin embargo, pasó
por alto que precisamente esa colegiatura citó dentro del
marco normativo atinente a los derechos de los demandados,
tales preceptos; asimismo, la sentencia que citó como base
para abordar los elementos de la responsabilidad civil
extracontractual en asuntos periodísticos, en lo referente al
daño, destacó que la existencia del mismo se refleja con el
detrimento a la honra, buen nombre o la reputación,
derechos que - se reitera - protege la normativa en comento.

En ese escenario, se observa que el Tribunal inició su


examen al caso en concreto bajo los parámetros fijados por
la Corte Constitucional, en el siguiente sentido:

El primer aspecto aludido por la Corte contiene dos puntos a


saber, i) demanda una intención de hacer daño o perjudicar a

SCLAJPT-12 V.00
20
Radicación n.° 92393

alguien determinado o determinable con la información falsa o


inexacta que se divulga, lo que significa que se parte de la base
que lo expuesto por el medio de comunicación a través de sus
periodistas es falso o no corresponde a la realidad y esto tiene un
fin de dañar.
ii) [O]bedece a un actuar culposo, bajo el entendido que se
obró con falta de diligencia profesional periodística para
cerciorarse que la información divulgada además de ser veraz e
imparcial, no trasgreda los derechos de los demás ni el orden
público.

A continuación, señaló que después de revisar la


grabación que motivó la noticia de 14 de mayo de 2014, junto
con la entrevista que ese día se surtió, evidenció que el
asunto cuestionado era objeto de investigación disciplinaria
contra el Coronel Estupiñán Carvajal, quien al parecer
participó en el diálogo reproducido; no obstante, también
resaltó que la opinión del equipo de periodistas consistía en
que el aludido trámite disciplinario no arrojaba avances entre
el 1.° de abril de 2014 el 14 de mayo siguiente, por lo que, a
juicio de los reporteros, el funcionario de la Policía implicado
debía ser apartado de su cargo.

A su vez, dentro de las reglas de la sana crítica, el


Tribunal querellado estimó, que la periodista involucrada
«buscó ir más allá de la labor propiamente informativa, como se evidencia
en la transcripción de su intervención en la mencionada fecha en el
programa radial (…)» y, en su criterio, «presionó, increpó, exhortó a la
entidad investigadora del aquí demandante, no solo para que lo
apartara del cargo inmediatamente, sino que además prejuzgó su
conducta tildándolo de “corrupto”. Censuró de manera displicente el
tiempo que había durado la investigación; no obstante, a que la misma
ni siquiera habían pasado más de 3 meses».

SCLAJPT-12 V.00
21
Radicación n.° 92393

Asimismo, consideró cuestionable que la directora del


programa matinal emitiera juicios de incriminación, y se
tomara la atribución de ejercer una presión infundada como
era la de sugerir el retiro del funcionario de su cargo, porque
precisamente, tal trabajo estaba en cabeza de los jueces que
tramitaban la queja disciplinaria, y por tanto, debía
respetarse el debido proceso, el ejercicio de la defensa del
investigado y surtir a cabalidad las etapas propias en las
cuales se verificaran los hechos denunciados junto con el
debido estudio del material probatorio, sin ir en contravía de
la presunción de inocencia.

En esa misma línea, también señaló:

La periodista obró con falta de diligencia profesional, pues de manera


inexplicable y totalmente inquisidora presionó, con ironía, sarcasmo
en sus preguntas, encaminadas a presionar que un proceso
disciplinario se acelerara al punto de apartar del cargo a un
funcionario de la Policía Nacional, función que, desde luego,
desdibuja los fines y propósitos periodísticos, que un prejuzgamiento
de quien no está legitimado para ello, que libera una estigmatización
social en masa, repercutiendo negativamente en el ámbito laboral,
familiar y social al sujeto pasivo de dichas acusaciones.

Se debió entonces actuar con prudencia, como quiera que los


elementos probatorios constituían reserva legal por virtud de la
investigación disciplinaria. El actuar de las demandadas fue
irresponsable, pues se pretendió inmiscuir en el trámite de una
investigación que desde todo punto de vista se refleja el coercitivo
ejercicio periodístico, pretendiendo interferir en la actividad
autónoma de los funcionarios encargados de la investigación.

De lo anterior, para esta Sala no existe un desafuero


ostensible capaz de trasgredir de manera absurda o
antojadiza los derechos fundamentales de la parte
demandada - aquí accionante - porque su juicio de valor se
tornó objetivo y conforme a las reglas de la sana crítica.

SCLAJPT-12 V.00
22
Radicación n.° 92393

Por otra parte, para esta Sala el ejercicio valorativo que


el colegiado de instancia efectuó sobre las pruebas, está
dentro de un margen aceptable, pues no solamente emitió un
pronunciamiento acerca de la conducta de la comunicadora,
sino que, además, resaltó que, a su juicio, «la falta de diligencia
profesional se vio aún más reflejada cuando las investigaciones
arrojaron la absolución penal y disciplinaria del Coronel Estupiñán
Carvajal».

Aunado, precísese que, en criterio de esta Sala, el


Tribunal no sesgó su intervención a estimar que
exclusivamente el fin de los comunicadores era informar,
pues también indicó que, si el trabajo periodístico se dirigía
a denunciar, en todo caso con el resultado de las
investigaciones, se evidenció que las acusaciones se tornaron
«tendenciosas y ajenas a la realidad».

A esto, agregó:

De allí, que puede encontrarse probado el elemento subjetivo


que impone la jurisprudencia respecto a la culpa, pues se itera, la
información transmitida por el programa radial LA FM., fue
inexcusablemente inexacta y apresurada, y dígase, no es cierto
que el uso de una grabación aparentemente demostrativa de un
delito es suficiente para la información divulgada, pues,
recuérdese, toda actividad probatoria tendiente a la declaración
de culpabilidad, debe regirse bajo el estricto apego del debido
proceso, asegurándose que el investigado haya hecho valer el
ejercicio de sus derechos reconocidos constitucionalmente.

En suma, no se evidencia una deficiente carga


argumentativa al concluir, que la información se transmitió
de manera «inexacta o apresurada», porque como viene de

SCLAJPT-12 V.00
23
Radicación n.° 92393

comentarse, a esta conclusión el fallador arribó al evidenciar


que los juicios acusatorios emitidos por el medio de
comunicación, se surtieron previo al resultado de las
investigaciones adelantadas contra el funcionario de la
Policía Nacional y sin un mínimo examen de veracidad.

Adicional a esto, consideró que la culpa se acreditó,


porque en el desarrollo de la noticia se reflejó insistencia de la
directora del programa radial, tendiente a que el General de la Policía
retirara del cargo al hoy demandante, y que aunque la periodista

manifieste haber denunciado otras actuaciones en la


Institución, esta actividad «no la legitima para pretender incidir en
los resultados de la investigación, pues su ejercicio se limita al de ser
denunciante más no juez ni ente acusador»; además resaltó, que

buscar presionar a un funcionario para que adopte


determinada medida al punto de generar un perjuicio por
prejuzgar, es una conducta reprochable y en criterio del
Tribunal, esto no implicó «censura o intromisión en la libertad de los
medios, pues, aunque legítimos o independientes, no están facultados
para vulnerar los derecho de los conciudadanos».

Por otro lado, la Sala de Casación Civil consideró que


hubo una falta de motivación a la hora de abordar el estudio
del elemento nexo causal entre la transmisión del programa
radial y las implicaciones o afectaciones emocionales que de
esa actividad derivó.

Al respecto, en esta oportunidad no se observa un vacío


de tal envergadura, en tanto, para arribar al estudio del nexo
causal, la Sala Civil del Tribunal Superior de Bogotá, se

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24
Radicación n.° 92393

refirió previamente al daño, y desde este acápite, hizo


mención al nexo de causalidad, pues le atribuyó la afectación
emocional a la actividad periodística desplegada.

Así lo estimó:

[E]n atención a lo expresado por las mencionadas


demandantes, es claro que la conducta que asumieron los docentes,
compañeros, amigos y, en general, el círculo social de los actores
fue provocada por la demandada, pues fue precisamente la
incidencia en su perspectiva de opinión la que generó tal desmedro
en el aspecto social exterior de los demandantes.

A su turno, la psicóloga Carolina María Vélez Mendoza,


certificó que como profesional se encontraba a cargo del tratamiento
psicoterapéutico de los aquí actores, el cual se inició desde el mes
de enero de 2016 “y se han trabajado temáticas como resolución de
conflictos, tolerancia a la frustración, comunicación asertiva,
escuchas activas y diferentes temáticas relevantes para el caso de
la familia.

A no dudar, el demandante fue objeto de mayor agravio en su


honra y buen nombre, pues la periodista, a través del medio de
comunicación violentó el principio de inocencia, en tanto toda
persona debe ser considerado inocente hasta que no se establezca
su responsabilidad por medio de una sentencia13, tal y como lo
establece el artículo 29 de la Carta Política. En este sentido, “dentro
del estado de la persona, la presunción de inocencia tiene tres
dimensiones: primero, está la relación de cómo debe determinarse
la responsabilidad penal con la carga de la prueba; segundo, la
imputación de responsabilidad penal o la participación del
investigado en hechos delictivos del quien todavía no ha sido
juzgado; y tercero, está el trato que se la da a las personas
investigadas o presos sin condena”

Ya, sobre el puntual nexo causal, concluyó:

En el presente caso, es evidente que la conducta desplegada


por la periodista Dávila Hoyos, quien además representa en su voz
a la cadena radial demandada, generó un daño al demandante,
pues transmitió una información de la que no tenía certeza sobre su
veracidad, y le condenó sin que admitiera la existencia de un juicio
válido. Luego entonces, es claro que el daño es producto del actuar
del agente periodístico, y por ende es responsable.

SCLAJPT-12 V.00
25
Radicación n.° 92393

Frente a este tópico, resta decir, que aunque no es un


pronunciamiento muy loable, la carga argumentativa se tiene
por completada, porque para el Tribunal, no existió duda que
el padecimiento de los demandantes sobrevino a la ligereza
de la información que ventiló el medio de comunicación, sin
que deba imponerse por esta vía una extensión a lo planteado
por el ad quem, cuando el cuerpo colegiado cumplió con el
deber de motivar la providencia al exponer, en su palabras,
los elementos probatorios que lo llevaron a su convicción.

En punto a la tasación de perjuicios, aunque para el a


quo constitucional, el Tribunal no motivó dicho tópico ni se
refirió a la jurisprudencia que aplicó, lo cierto es que, para
esta Sala, tal carga se cumplió en tanto la autoridad
cuestionada enfatizó que:

«[…] en materia de indemnización, los elementos de juicios


son los que ofrecen directamente un panorama frente a la
configuración del débito aludido, no así respecto del daño moral,
pues no existe ningún elemento de juicio que permita
demostrar ni determinar el quantum de una pena
íntimamente ligada a la psiquis de la o las víctimas. El
órgano de cierre en materia civil ha señalado al respecto que:

“[t]ratándose de perjuicios morales, las máximas de la


experiencia, el sentido común y las presunciones simples o
judiciales que brotan las más de las veces de la situación de
hecho que muestra el caso sometido a consideración del juez
serán suficientes a los efectos perseguidos. Es sabido que no
hay prueba certera que permita medir el dolor o la pena, ni
menos cuando han pasado años desde el acaecimiento del
evento dañoso. De tal modo que, ante la imposibilidad de una
prueba directa y de precisar con certidumbre absoluta si existe
o no y en qué grado el dolor, congoja, pánico, padecimiento,
humillación, ultraje y en fin, el menoscabo espiritual de los
derechos inherentes a la persona de la víctima, como
consecuencia del hecho lesivo, opta válidamente el juez por
atender a esas particularidades del caso e inferir no sólo la
causación del perjuicio sino su gravedad. Es que el daño moral

SCLAJPT-12 V.00
26
Radicación n.° 92393

se manifiesta in re ipsa, es decir, por las circunstancias del


hecho y la condición del afectado”».

Así, en su discurso sobre este concepto, hizo referencia


a las sentencias de 6 de mayo de 2016 CJS SC5885-2016 y
de 19 de diciembre de 2018 CSJ SC5686-2018, de las cuales
estimó procedente una indemnización extensible a los
familiares de quien se afectó de manera directa, y aunque es
cierto que la colegiatura encausada no especificó de manera
detallada los montos reconocidos por la jurisprudencia,
también es cierto que la condena no superó el tope permitido.

Con todo, no puede pasarse por alto, que para tasar los
perjuicios de índole moral no se cuenta con una regla
inquebrantable, pues aunque su tasación no puede ser
caprichosa, lo cierto es que tal concepto resarcitorio está
sujeto al arbitrio judicial, por tanto, cualquier parámetro que
se pretendiera observar no obligaba al fallador, por lo que, en
el caso sub examine, la intervención del juez constitucional
para ajustar dicho asunto, resulta inoperante dado que el
Tribunal -como ya se dijo- no excedió los límites fijados para
tal efecto.

Al respecto, la homóloga Civil ha indicado en repetidas


oportunidades que en materia de responsabilidad civil
extracontractual:

«[…] [S]i se busca la indemnización de los perjuicios morales y


a la vida de relación, cuya cuantificación se encuentra asignada al
criterio del juzgador conforme a las reglas de la experiencia, no
puede tomarse indistintamente el tope que se señale en el libelo,
toda vez que para tal efecto el ad quem debe discurrir sobre las
circunstancias particulares que rodean la litis, pudiéndose apoyar

SCLAJPT-12 V.00
27
Radicación n.° 92393

en los precedentes judiciales sobre la materia. Así lo recordó la Sala


en AC443-2015, aludiendo al AC de 7 de diciembre de 2011, rad.
2007-00373, en un asunto similar donde el juzgador (..) no se
percató que el perjuicio moral se encuentra librado
exclusivamente al arbitrium judicis, es decir, en sentir de la
Corte, ‘al recto criterio del fallador, sistema que por consecuencia
viene a ser el adecuado para su tasación’ (Auto 240 del 14 de
septiembre del 2001, Exp. 9033-97), porque como allí mismo se
reiteró, ‘ningún otro método podría cumplir de una mejor
manera una tarea que, por desempeñarse en el absoluto
campo de la subjetividad, no deja de presentar ciertos visos
de evanescencia’ (G.J. T. CLXXXVIII, pág. 19) (…) Por lo mismo,
para establecer la procedencia de dicho recurso, desde el punto de
vista de la cuantía, no puede acogerse de manera incondicional el
perjuicio moral solicitado en la demanda. Así lo tiene explicado la
Sala, al decir que ‘no puede ser estimado por el demandante o
considerado por el sentenciador de segundo grado, de manera
incondicional, para efectos del interés aludido’ (Auto 213 del 7 de
octubre del 2004, Exp. 00353, reiterado en auto del 11 de diciembre
del 2009, Exp. 00445)” (AC382-2016, reiterado en AC043-2017 y
AC188-2021). Se resalta

Así las cosas, considera esta Sala que, el proveído


censurado está arraigado en argumentos que consultaron las
reglas mínimas de razonabilidad jurídica y que, sin lugar a
dudas, obedecieron a la labor hermenéutica propia del juez,
pues de lo extraído del fallo, resulta claro que, la Corporación
accionada realizó un estudio a la actividad periodística que
los demandantes cuestionaron, y concluyó que en efecto, este
trabajo excedió los límites al punto que lesionó las garantías
superiores de los actores.

En ese contexto, para esta Sala resulta diáfano


destacar, que la garantía a la libertad de expresión - en
cualquiera de sus connotaciones -, aunque ampliamente
protegida por el derecho nacional e internacional, no
significa que esté desprovista de limitaciones, y que en el
evento de abusar en el ejercicio de la misma no le acarree

SCLAJPT-12 V.00
28
Radicación n.° 92393

una responsabilidad al comunicador, pues precisamente el


artículo 13 de la Convención Americana Sobre Derechos
Humanos, en especial el inciso 2, establece que el
ejercicio de tal derecho «(…) no puede estar sujeto a previa censura
sino a responsabilidades ulteriores, las que deben estar expresamente
fijadas por la ley y ser necesarias para asegurar: a) el respeto a los
derechos o a la reputación de los demás, o b) la protección de la
seguridad nacional, el orden público o la salud o la moral públicas».

Por lo tanto, es apenas obvio que en la senda de un


proceso judicial, el juez natural esté habilitado para calificar
las conductas desplegadas por los medios de comunicación
a través de sus periodistas, y eventualmente, deducir la
correspondiente responsabilidad de estos, pues la actividad
que desempeña, por el hecho de exhibir a mayor escala su
labor a la opinión pública, exige un mayor compromiso social
para que la información suministrada a través de los
distintos canales previstos para el efecto, cumpla con los
estándares de veracidad, objetividad e imparcialidad, pues de
no ser así, bien puede ser penalizada tal actividad, cuando
invade la esfera de otros derechos individuales o colectivos
que también son protegidos por el ordenamiento jurídico.

Es así como, cuando en el ejercicio de la profesión


periodística, se cumpla una labor investigativa, la
divulgación de la información debe hacerse con total
responsabilidad social y ética, evitando direccionar o incidir
en los resultados de investigaciones que por competencia es
asumida por los órganos encargados para ello, y que prevé
nuestro ordenamiento jurídico; pues lanzar juicios de valor
e

SCLAJPT-12 V.00
29
Radicación n.° 92393

incriminaciones que riñen con la imparcialidad, puede


contribuir a desencadenar conflictos o violaciones de los
derechos fundamentales.

Y es que en:

«tratándose de la información de medios de comunicación


que se refiere a hechos delictivos por parte de ciudadanos
mencionados en ella, los medios masivos de comunicación tienen
derecho de denunciar públicamente los hechos y actuaciones
irregulares de los que tengan conocimiento en virtud de su función,
por lo que no están obligados a esperar a que se produzca un fallo
para informar de la ocurrencia de un hecho delictivo. Sin
embargo, deben ser diligentes y cuidadosos en la divulgación
de la información que incrimine, pues no pueden inducir al
receptor a un error o confusión sobre situaciones que aún
no han sido corroboradas integralmente por las
autoridades competentes» ( Sentencia T 040 -2013,
reiterada en la Sentencia SU-274/2019.

En suma, no puede perderse de vista que son principios


rectores del periodismo i) la veracidad, ii) la objetividad
y iii) la imparcialidad, lo cuales, sin lugar a duda, se vieron
trasgredidos en un ejercicio desmesurado del derecho a la
libre expresión.

Por último, debe precisar la Sala, que con la decisión


adoptada por el Tribunal en la sentencia objeto de esta
acción de amparo, en la que se dedujo la respectiva
responsabilidad de perjuicios, no es que se esté imponiendo
una censura a la información develada por la periodista, sino
que es el juicio de valor emitido en el marco de la transmisión
de la información, en tanto que exigir a un profesional del
periodismo que verifique durante todo el tiempo la veracidad

SCLAJPT-12 V.00
30
Radicación n.° 92393

de las informaciones suministradas, ello puede llevar a una


excesiva carga para la libertad de expresión.

En ese orden, y dada la razonabilidad de la decisión del


Tribunal, no es dable entonces a la parte accionante recurrir
al uso de este mecanismo preferente y sumario, como si se
tratase de una tercera instancia a la cual pueden acudir los
administrados a efectos de debatir de nuevo sus tesis
jurídicas y probatorias sobre un determinado asunto, que en
su momento fue sometido a los ritos propios de una
actuación judicial, con el único fin de conseguir el resultado
procesal que le fue esquivo en su oportunidad legal.

Luego entonces, la circunstancia de que las accionantes


no coincidan con el criterio de la autoridad a quien la ley le
asignó competencia para dirimir el caso concreto, o no la
comparta, en ningún caso invalida su actuación y mucho
menos la hace susceptible de ser modificada por vía de tutela.

Por último, debe destacarse que sobre aquel cúmulo de


planteamientos que proponen los accionantes en esta acción
de amparo, y que guardan relación con la controversia
surtida en el proceso que dio lugar a la sentencia
cuestionada, no se pronunciará la Sala, en tanto ello
implicaría reabrir el debate que ya se surtio ante el juez
natural como si se tratara de una instancia adicional.

SCLAJPT-12 V.00
31
Radicación n.° 92393

Conforme a las consideraciones esbozadas en el presente


proveído, y sin que sea necesario ahondar en pronunciamientos
adicionales, la Sala procederá a revocar la sentencia
impugnada y en su lugar, negará el amparo dada la
razonabilidad de la decisión reprochada.

V. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia,


Sala de Casación Laboral, administrando justicia en nombre
de la República y por autoridad de la ley,

RESUELVE:

PRIMERO: REVOCAR el fallo impugnado, en su lugar,


NEGAR el amparo, por las razones expuestas en precedencia.

SEGUNDO: ENTERAR de esta decisión a los


interesados, en la forma prevista en el artículo 30 del Decreto
2591 de 1991.

TERCERO: REMITIR el expediente a la Corte


Constitucional para la eventual revisión del fallo
pronunciado.

Notifíquese, publíquese y cúmplase.

SCLAJPT-12 V.00
32
Radicación n.° 92393

Presidente de la Sala

SCLAJPT-12 V.00
33
Radicación n.° 92393

SCLAJPT-12 V.00
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Radicación n.° 92393

SCLAJPT-12 V.00
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SALVAMENTO DE VOTO

Accionante: Victoria Eugenia Dávila Hoyos y Radio


Cadena Nacional S.A.S.
Accionado: Sala Civil del Tribunal Superior de Bogotá
Radicado: 92323
Magistrado ponente: Gerardo Botero Zuluaga

Con el debido respeto a nuestros compañeros de Sala,


tal y como lo manifestamos en la sesión en la que se debatió
el asunto, nos apartamos de la decisión que adoptó la
mayoría en la acción de tutela en referencia, por las razones
que exponemos a continuación.

En el periodismo, como en la mayoría de las profesiones


liberales, lo deseable es que quienes desempeñan tal
actividad actúen de manera ponderada, verifiquen
estrictamente sus fuentes y se enfoquen en brindar
información veraz. No obstante, la realidad da cuenta que
existen comunicadores que conciben el oficio de manera más
ligera, superflua, poco rigurosa y cuyas opiniones, en
ocasiones, pueden lograr confusión o desinformación en la
sociedad.

SCLAJPT-11 V.00
Radicado n.° 92393

Ahora, al margen de si se comparte o no la forma en que


los últimos ejercen el periodismo, no puede pasarse por alto
que su discurso goza también de especial protección
constitucional, en tanto constituye una de las
manifestaciones de la libertad de expresión como valor
esencial en una democracia. De ahí, que no puede estar
sujeto a censura previa, sino a responsabilidades ulteriores,
siempre que se compruebe que ha lesionado bienes jurídicos
como la honra, la reputación, la imagen o la privacidad de
una persona.

En un Estado social y democrático de derecho son


naturalmente los jueces quienes deben establecer en qué
casos el ejercicio periodístico lesiona bienes ajenos y da lugar
a este tipo de responsabilidades ulteriores. Sin embargo, esta
determinación no puede surgir del libre arbitrio de la
autoridad judicial respectiva, pues, para ello, la normativa
internacional sobre el asunto ha creado herramientas que
hacen parte del bloque de constitucionalidad y que
establecen cuándo es procedente atribuir a un periodista una
responsabilidad civil o penal por sus afirmaciones y cuándo
no lo es.

En efecto, los artículos 13.2 de la Convención


Interamericana Sobre Derechos Humanos y 19 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos señalan tres
condiciones para que se limite o sancione la libertad de
expresión. La jurisprudencia interamericana los ha
denominado test tripartito y son los siguientes: (i) que las
responsabilidades ulteriores estén establecidas en la ley; (ii)

SCLAJPT-11 V.00
2
Radicado n.° 92393

que se orienten al logro de fines legítimos como el respeto a


los derechos o a la reputación de los demás, la protección de
la seguridad nacional, el orden público, la salud o la moral
públicas, y que (iii) cumplan pruebas estrictas de necesidad
y proporcionalidad.

Así lo señalan estas disposiciones:

Artículo 13. Libertad de Pensamiento y de Expresión

1. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de


expresión. Este derecho comprende la libertad de buscar,
recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin
consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en
forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de
su elección.

2. El ejercicio del derecho previsto en el inciso precedente no


puede estar sujeto a previa censura sino a responsabilidades
ulteriores, las que deben estar expresamente fijadas por la ley y
ser necesarias para asegurar:

a) el respeto a los derechos o a la reputación de los demás, o

b) la protección de la seguridad nacional, el orden público o la


salud o la moral públicas.

Artículo 19.

1. Nadie podrá ser molestado a causa de sus opiniones.


2. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión; este
derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir
informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de
fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o
artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección.
3. El ejercicio del derecho previsto en el párrafo 2 de este artículo
entraña deberes y responsabilidades especiales. Por
consiguiente, puede estar sujeto a ciertas restricciones, que
deberán, sin embargo, estar expresamente fijadas por la ley y ser
necesarias para:
a) Asegurar el respeto a los derechos o a la reputación de los
demás;

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Radicado n.° 92393

b) La protección de la seguridad nacional, el orden público o la


salud o la moral públicas.

Además del test en referencia, la jurisprudencia de la


Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado
que en los eventos en que se pretende la imposición de una
responsabilidad civil a quien ha abusado de su libertad de
expresión y ha lesionado derechos ajenos, el juez debe aplicar
el estándar de real malicia, esto es, comprobar si quien se
expresó de manera inadecuada lo hizo con mala fe, con la
intención de causar daño a la reputación de los demás o con
«extrema negligencia e irrespeto por la verdad».

Así, por ejemplo, en el fallo Tristán Donoso Vs. Panamá 1


se aprecia la aplicación de este estándar, en tanto la Corte
Interamericana allí indicó que:

En efecto, la posibilidad de que una persona sea condenada por


emitir informaciones de interés público en razón de que aquellas
contengan inexactitudes respecto de un funcionario a una figura
pública, crea el claro riesgo de la autocensura con el consiguiente
detrimento de la libertad de expresión. Es evidente que sólo se
puede condenar al autor de una información reputada inexacta,
que afecta el honor de un funcionario o personalidad, si ha
actuado can conocimiento efectivo de la falsedad de aquella a
negligencia manifiesta.

La libertad de expresión estaría gravemente vulnerada si se


exigiera que el informador verifique y garantice la veracidad de la
información; y si la imposición de la condena se fundamentara
en la sola corroboración objetiva de que las afirmaciones no son
verídicas.

1
Corte IDH, caso Tristán Donoso vs. Panamá. Sentencia de 27 de enero de 2009,
pág. 35.

SCLAJPT-11 V.00
4
Radicado n.° 92393

En el presente asunto, la periodista Victoria Eugenia


Dávila Hoyos, integrante del medio de comunicación Radio
Cadena Nacional S.A.S. realizó en el año 2014 la entrevista
que reproduce la providencia de la que nos apartamos.

Con ocasión a la misma, la Sala Civil del Tribunal


Superior de Bogotá consideró que la comunicadora lesionó
bienes jurídicos del ex coronel de la Policía Nacional Jorge
Hilario Estupiñán, declaró su responsabilidad civil y la
condenó a pagar perjuicios morales a este último y a su
núcleo familiar.

Los suscritos magistrados analizamos la decisión del


Tribunal y no desconocemos que el juez plural hizo un
esfuerzo argumentativo, en tanto se pronunció sobre la
conducta presuntamente lesiva, el daño y el nexo de
causalidad como elementos integrantes de la responsabilidad
civil que estimó acreditada; sin embargo, es evidente que no
los situó en el contexto particular del caso ni aplicó los
preceptos pertinentes para decidir el asunto en controversia.

En efecto, para el análisis del caso el Colegiado de


instancia en comento tuvo en cuenta una jurisprudencia de
la homóloga de Casación Civil del año 1999; empero, no
consideró el marco jurídico sobre la materia y menos aún se
pronunció sobre el test tripartito o el estándar de real malicia
a los que se hizo referencia, pese a que eran estos, y no otros,
los instrumentos jurídicos idóneos para establecer si la
aplicación de una responsabilidad ulterior a la periodista era
o no procedente.

SCLAJPT-11 V.00
5
Radicado n.° 92393

En nuestro criterio, esta falencia es relevante, pues si


se hubiese analizado el caso de conformidad con aquellas
herramientas de ponderación, el resultado habría sido
distinto, en tanto estimamos que no se configuran los
componentes del test tripartito y tampoco existen elementos
de juicio que permitan inferir, en grado de certeza, que la
periodista actuó de mala fe o con dolo y que superen el
estándar de real malicia.

Ahora, además del error evidente en la selección del


marco jurídico, a nuestro juicio, el ad quem analizó de
manera ligera la entrevista de la comunicadora como hecho
generador del daño presunto, pues no tuvo en cuenta su
carácter de discurso protegido de conformidad con la
sentencia SU-274-2019 de la Corte Constitucional, en la que
se señaló:

(…) si bien todo ejercicio comunicativo, cualquiera sea su


contenido, valor y forma de expresión, está prima facie amparado
por la libertad de expresión, ciertos discursos son merecedores
de especial protección constitucional, debido a su importancia
para promover la participación ciudadana, el debate y el control
de los asuntos públicos[136].

Desde sus primeros pronunciamientos, la Corte ha sostenido


que “si el desempeño del poder, en los distintos ámbitos del
Estado fuera clandestino y secreto, no sería posible que el
ciudadano pudiera ‘participar en la conformación, ejercicio y
control del poder político’ (C.P. art. 40). La publicidad de las
funciones públicas (C.P. art. 209), es la condición esencial del
funcionamiento adecuado de la democracia y del Estado de
derecho; sin ella, sus instituciones mutan de naturaleza y dejan
de existir como tales”[137] (…)

16. En términos generales, esta Corporación ha referido que “la


publicación de informaciones e ideas referentes a cuestiones que
tienen relevancia pública es una de las funciones asignadas a los
medios de comunicación, y la sociedad tiene a su vez el derecho
a recibirlas”[139]; sin embargo, ha aclarado que el principio

SCLAJPT-11 V.00
6
Radicado n.° 92393

de relevancia pública se refiere a “la necesidad de una


información que se desenvuelva en el marco del interés general
del asunto a tratar. En este sentido, dos aspectos cobran
vigencia: la calidad de la persona y el contenido de la
información”[140].

Por otra parte, el colegiado cuestionado, tampoco hizo


alusión a la calidad de funcionario públicamente expuesto
del entonces coronel implicado en la entrevista, pese a que
era un hecho relevante, en tanto la libertad de expresión
tiene una protección aún mayor cuando versa sobre asuntos
de este tipo de servidores, quienes con ocasión de su
desempeño están sujetos a más críticas y control que los
demás ciudadanos, tal y como lo señaló la Corte
Interamericana de Derechos Humanos en el caso Herrera
Ulloa Vs. Costa Rica2, en el que indicó de manera ilustrativa
lo siguiente:

(…) es lógico y apropiado que las expresiones concernientes a


funcionarios públicos o a otras personas que ejercen funciones
de una naturaleza pública deben gozar, en los términos del
artículo 13.2 de la Convención, de un margen de apertura a un
debate amplio respecto de asuntos de interés público, el cual es
esencial para el funcionamiento de un sistema verdaderamente
democrático.

Esta misma reflexión la realizó la Corte Constitucional


en la sentencia que se citó en líneas anteriores. Allí señaló:

(…) quienes por razón de sus cargos, actividades y de su


desempeño en la sociedad se convierten en centros de atención
con notoriedad pública, inevitablemente tienen la obligación de
aceptar el riesgo de ser afectados por críticas, opiniones o
revelaciones adversas, por cuanto buena parte del interés general
ha dirigido la mirada a su conducta ética y moral. (…) Sin

2 Corte LD.H., Caso Herrera Ulloa. Sentencia de 2 de julio de 2004.

SCLAJPT-11 V.00
7
Radicado n.° 92393

embargo, esta relevancia prima facie no puede versar sobre


cualquier tipo de información relacionada con la persona pública
porque el riesgo de afectar la intimidad, el honor o cualquier otro
derecho quedaría siempre latente”[141].

Y explicó que:

(…) en asuntos de relevancia pública donde esté involucrado un


servidor público, el derecho a la libertad de expresión e
información “adquiere una mayor amplitud y resistencia” y
explicó que “cuando una persona ha decidido voluntariamente
convertirse en un personaje público o cuando tiene el poder de
administrar de alguna manera el poder del Estado, tiene el
deber de soportar mayores críticas y cuestionamientos que una
persona del común que no ostenta poder público alguno y que
no ha decidido someterse al escrutinio público”[142].

Aunado, es notorio que en este ejercicio de valoración


probatoria el juez plural que decidió el caso extrajo
conclusiones que no corresponden al tenor literal de la
entrevista, pues afirmó que, al coronel Estupiñán, «la
periodista Victoria Eugenia Dávila Hoyos lo calificó de
corrupto» y esta aseveración ciertamente no se extrae de las
preguntas de la entrevistadora, aun cuando sus afirmaciones
puedan considerarse superfluas, provocadoras o poco
rigurosas.

Asimismo, el ad quem fue claro al señalar que la


desvinculación del coronel Estupiñán de la Policía Nacional
no fue consecuencia de la opinión de la comunicadora sino
de su mal desempeño en la institución; sin embargo, aún con
esa certeza derivó la existencia de afectaciones emocionales
genéricas del demandante y de su núcleo familiar, pero no se
basó en pruebas contundentes que realmente indiquen la

SCLAJPT-11 V.00
8
Radicado n.° 92393

existencia de los perjuicios que la periodista ocasionó


presuntamente.

Este desacierto evidencia que el Tribunal no tuvo en


cuenta que la responsabilidad civil se basa en la
demostración cierta del daño, tal y como lo explicó la Sala de
Casación Civil en la sentencia CSJ SC1819-2019, en la que
indicó lo siguiente:

Como lo tiene sentado esta Corporación, si bien el juez goza de


amplia libertad, autonomía y discreción para realizar la
valoración probatoria propia del juzgamiento de cada caso;
existen diversos límites que no pueden ser desconocidos en ese
laborío, so pena de contrariar el debido proceso.

En efecto, el denominado principio de la “necesidad de la prueba”


se funda en la vigencia de la publicidad y contradicción de la
prueba, y en que el conocimiento adquirido por el juez al interior
de proceso, se ha logrado con la intervención de las partes, y con
observancia del rito previsto para los medios de convicción.

Ese postulado entraña dos límites para el juez: el primero


(positivo) que lo grava con el deber de ajustar su juicio crítico-
valorativo solamente al conjunto de las probanzas incorporadas
al proceso en forma legal, regular y oportuna; el segundo
(negativo) que le impide fundar su decisión en soporte distinto a
ese caudal probatorio.

Cuando el juez desatiende las aludidas limitantes de modo


manifiesto, ya sea por pretermitir la prueba o atribuirle un mérito
que no tiene, o porque la supone, se abre paso el quiebre de la
sentencia en sede de casación, por configurarse la causal
primera, planteada en este caso.

Ahora bien, la sana crítica probatoria que consagra el citado


artículo 187 del C.P.C., es un método de apreciación de la prueba
en forma razonada (racional), por oposición a la tarifa legal;
comporta la exigencia de utilizar la lógica, la ciencia, las reglas
de la experiencia, el sentido común, la técnica, la filosofía, etc.
Dicho de otro modo, impone realizar juicios valorativos con
fundamentos que deben resistir análisis. Cuando ello no ocurre,
hay simple asunción caprichosa del medio probatorio.

Al hacer el cotejo del contenido material de los medios de


convicción que reprochó el censor, con lo expuesto por el

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Radicado n.° 92393

Tribunal en esa tarea de valoración probatoria, se constata que


se ha configurado el desafuero acusado, puesto que hay total
ausencia de análisis crítico de la prueba documental en la cual
fundó el fallo de condena al pago de perjuicios.

Además, es evidente la diferencia entre lo que revelan aquellos


medios de convicción y los hechos que concluyó probados el ad
quem; amén de aparecer admitida la falta de prueba del perjuicio
(…) y el reconocimiento de la forma como lo concretó en el último
razonamiento transcrito; método que tipifica el acto prohibido de
fundar la decisión en el conocimiento privado del juez, por fuera
de lo legal y realmente probado en el proceso.

Ahora, respecto al nexo de causalidad entre el actuar de


la comunicadora y el daño presuntamente causado, se
aprecia que el Tribunal lo analizó así:

En el presente caso, es evidente que la conducta desplegada por


la periodista Dávila Hoyos, quien además representa en su voz a
la cadena radial demandada, generó un daño al demandante,
pues transmitió una información de la que no tenía certeza sobre
su veracidad, y le condenó sin que admitiera la existencia de un
juicio válido. Luego entonces, es claro que el daño es producto
del actuar del agente periodístico, y por ende es responsable.

Pues bien, en criterio de los suscritos magistrados, este


breve análisis no constituye motivación suficiente para
sustentar la responsabilidad civil que se impuso a la
periodista, entre otras razones, porque el Tribunal les
atribuyó a sus preguntas facultades omnímodas que
realmente no poseen, pues ningún comunicador tiene la
investidura para «condenar» e «impedir la celebración de
juicios justos». Estas imputaciones no son verosímiles y
tampoco son un reflejo de lo que ocurrió en la práctica, dado
que contra el coronel se adelantó un proceso disciplinario y
otro penal y en ambos fue absuelto. Y, se insiste, fue
desvinculado por mal desempeño.

SCLAJPT-11 V.00
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Radicado n.° 92393

De hecho, al analizar la entrevista en comento, lo que


se percibe, desde nuestra perspectiva, es que la periodista ni
siquiera brindó una información, en tanto se limitó a
expresar su interés para que se decidiera con celeridad la
investigación contra el coronel y si bien hizo afirmaciones
confusas, a nuestro juicio, emitió una opinión sobre la
conveniencia de separar del cargo a la persona investigada
entre tanto se surtía la investigación. Pero ello está lejos de
constituir una condena o de impedir la celebración de un
juicio justo al funcionario, como de manera equivocada lo
concluyó el Tribunal.

En síntesis, estimamos que el Tribunal actuó al margen


de la legislación existente sobre límites a la libertad de
expresión y no cumplió con el rigor jurídico mínimo que se
exige para que las autoridades judiciales impongan límites a
la libertad de expresión en un Estado democrático, el cual,
valga decir, implica que el funcionario judicial halle un
«delicado y complejo balance» entre ambas prerrogativas, pero
siempre buscando «las medidas menos lesivas»3 para aquella
prerrogativa, dada la relevancia que comporta para el
funcionamiento de la democracia.

En esa línea de pensamiento, consideramos que la


decisión que adoptó la Sala de Casación Civil para corregir
esos desaciertos debió confirmarse, pues las medidas que
dictó como juez constitucional de primer grado fueron las

3
CC T-155-2019

SCLAJPT-11 V.00
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Radicado n.° 92393

idóneas y necesarias para restablecer las garantías


superiores que se vulneraron con la providencia censurada.

En efecto, la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema


de Justicia estudió el asunto de conformidad con los
parámetros internacionales de decisión de este tipo de
conflictos y concluyó, en nuestro criterio de manera
acertada, que:

Los estándares internacionales sobre el ejercicio del bien


iusfundamental mencionado reconocen a todas las personas, sin
distingos de ningún tipo, los derechos de transmitir información
y de emitir opiniones. Ello no quiere decir que la labor de los
comunicadores no está “limitada” a reproducir los hechos
noticiosos, como lo afirmó el tribunal. Aquellos profesionales
pueden, como cualquier otro individuo, exponer sus
apreciaciones dentro de un amplio marco de libertad, que solo
cabe restringir en situaciones ciertamente excepcionales (…) y
mediante la imposición de responsabilidades ulteriores (civiles o
penales), pues está proscrita la censura previa.

(…) Por esa misma senda, no resulta admisible calificar la


conducta de un periodista a partir de la forma en que expresó su
opinión, por muy vehemente, incisiva o mordaz que haya sido. Al
interior de un sistema democrático coexisten voces muy diversas
(…) Y si bien puede preferirse una forma de comunicación por
sobre otras, el juez debe evitar, a toda costa, que su elección
personal se transforme en una descalificación automática de las
expresiones divergentes.

Dicho de otro modo, aun asumiendo, en gracia de discusión, que


una sociedad obtiene beneficios al exigir que todas las opiniones
publicadas sean mesuradas y carentes de sesgos o
apasionamientos, ese fin no debiera alcanzarse a través de la
injerencia de las autoridades en el devenir del derecho
fundamental a la libre expresión.

Cuando esa intervención se habilita, so pretexto de un noble fin,


tácitamente se franquea el paso a futuras restricciones más
severas, con propósitos que no pueden preverse a cabalidad.

En la sentencia del tribunal parece subyacer la idea de que las


denuncias relacionadas con presuntos actos de corrupción deben
estar fundadas en la certeza acerca de la comisión de un ilícito,

SCLAJPT-11 V.00
12
Radicado n.° 92393

la cual se obtendría con el fallo condenatorio correspondiente. No


obstante, tal forma de razonar carece de asidero, y más bien
constituye una cortapisa a una de las funciones sociales de la
prensa, que consiste, precisamente, en evidenciar – con bases
fundadas, desde luego, supuestas actuaciones irregulares de
quienes desempeñan funciones públicas.

De acuerdo con el estudio ecuánime que realizó la


homóloga de Casación Civil sobre el caso, consideramos, de
manera respetuosa, que la decisión que adoptó la mayoría de
la Sala de Casación Laboral avala los desaciertos del Tribunal
y se inclina por defender la razonabilidad de la decisión pese
a sus errores evidentes, conclusión que estimamos errada y
que no compartimos.

De hecho, la decisión que adoptó la mayoría de la Sala


Laboral va más allá y aporta elementos argumentativos
propios para defender la tesis del Tribunal encausado,
ejercicio que, en nuestro sentir, desborda las facultades del
juez constitucional; además, contraría pronunciamientos
anteriores de esta Corporación como el expuesto en la
sentencia CSJ STL5798-2020, en la que se precisó la
importancia de la libertad de expresión y lo excepcional que
debe ser la imposición de límites a esa garantía.

Por último, consideramos oportuno manifestar que no


desconocemos que, en ciertos eventos, sí puede haber lugar
a la responsabilidad ulterior de un periodista, tal y como lo
establece nuestro ordenamiento jurídico y normas
internacionales aplicables a la materia, pero, precisamente,
en este caso no se dan los supuestos para ello.

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Radicado n.° 92393

Por tanto, cuando las autoridades públicas establecen


sanciones como las aquí impuestas, sin el rigor o análisis
pertinente que así lo ameriten, se configura una lesión a los
derechos de la libertad de expresión o de la actividad
periodística, lo cual contraviene los fines esenciales del
Estado y es sumamente peligroso para la democracia.

Al respecto, nótese que en el reciente informe de la


Fundación Para la Libertad de Prensa -FLIP- del año 20184
se listaron los principales tipos de agresión al oficio
periodístico, tales como: acceso a la información, acoso
judicial, agresión, amenaza, asesinato, atentado a la vida,
daños a la infraestructura, desplazamiento, detención ilegal,
espionaje o invasión, exclusión y obstrucción al trabajo
periodístico, entre otros. Justamente, en el tema de
herramientas judiciales explicó:

El año pasado no solo fue el año en que se llegó a la cifra más


alta de acoso judicial, también fue en el que se consolidaron el
uso de herramientas judiciales, en especial la acción de tutela,
para intentar rectificar o corregir opiniones. Estos casos son
especialmente graves. La libertad de opinión es descrita por la
Corte Constitucional como la más libertina de las libertades, esto
debido a que está directamente ligada a la dignidad humana.
Todos ser humano tiene derecho a opinar y todas las opiniones
son igualmente valiosas.

El descalificar una opinión, equivale a descalificar la forma de


entender el mundo de quien la emitió. Además, abre la puerta a
la imposición por la fuerza de una única forma correcta de
entender el mundo. Es por esto que los casos de acoso judicial
en los que se solicita la rectificación o eliminación de una opinión
son tan peligrosos.

4
FLIP, 2018. Prensa acorralada: un juego de violentos y poderosos. Informe sobre el estado de la
libertad de prensa en Colombia 2018.

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En los anteriores términos consignamos las razones de


nuestro salvamento de voto.

Fecha ut supra,

Magistrado

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