Los Consejos Comunales Continuidad y Rupturas

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JULIO 2011 CUADERNOS DEL CENDES


ACEPTADO: DICIEMBRE 2011 AÑO 28. N° 78
TERCERA ÉPOCA
SEPTIEMBRE-DICIEMBRE 2011 35

Los consejos comunales: continuidades y rupturas*


BEATRIZ FERNÁNDEZ CABRERA** pp. 35-65

Resumen Abstract
A manera de hipótesis se propone la existencia de The existence of continuities and disruptions in the
continuidades y rupturas en la lógica tradicional traditional collective behavior of urban grass roots
de actuación colectiva de los sectores populares sectors is proposed, having as hypothesis´ framework
urbanos, empleando como campo de prueba las the dynamics of creation and formation
dinámicas de creación y conformación de los consejos of communal boards as entities for the agency
comunales como instancias de gobierno y gestión of grass roots power. They began in the current
del poder popular. Se dan en la transición política Venezuelan political transition linked to important
venezolana actual, vinculados a la permanencia de historical and anthropological factors that
importantes factores históricos y antropológicos, inform people´s collective behavior, that is to say,
fenómenos que modelan el comportamiento «continuities». But there are also turning points
colectivo popular, vale decir «continuidades». Pero associated to the pursuit of political empowerment.
de la misma manera también están presentes giros Those could point to «breaks» in the shaping of the
en esta actuación conectados con la búsqueda de place of these sectors as subject within the societal
reconocimiento político, lo que podría estar indicando project that is coming together in the transition.
«rupturas» en la configuración de su lugar como
sujeto dentro del proyecto societal que va tomando
forma en la transición.

Palabras clave Key words


Comportamiento colectivo popular / Ruptura / Sujeto People´s collective behavior / Break / Grass roots
popular / Subjetividad colectiva / Consejos comunales subject / Collective subjectivity / Communal boards

* Este texto es una reelaboración y actualización de un artículo publicado en portugués en el 2009 con el título «Os Conselhos Comunais:
Subjetividades e rupturas do mundo popular venezuelano». Véase Fernández Cabrera, 2009.
** Investigadora del Área de Desarrollo Urbano-Regional del Centro de Estudios del Desarrollo, Cendes, Universidad Central de Venezuela.
Correo-e: fernandezbeatrice@gmail.com

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La realidad de que nos ocupamos es difusa en sus contornos,


ya que se define solamente en la medida misma del esfuerzo por construirla.
Zemelman, 1989:31-32

Introducción
En Venezuela, en las décadas de los ochenta y noventa del siglo XX, el curso de la acción
colectiva1 tradicional de los sectores sociales comienza a expresar cambios. Esos giros de
actuación se vinculan a la implementación de las políticas neoliberales, en un primer mo-
mento, y posteriormente a la confrontación de los discursos políticos de inicios del 2000,
los cuales inducirán a posicionamientos polarizados en el tema de los proyectos societales
que entran al debate.
En 2006 se promulga la Ley de los Consejos Comunales,2 con la cual se busca insti-
tucionalizar el vínculo de las formas organizativas de base con el Estado, para promover la
participación en el espacio local del poder popular «en gestación», reafirmando su virtud
en tanto su «proximidad» con las esferas de acción reivindicativa de la población.
En ese devenir, donde se suman antagonismos políticos y esfuerzos de implementación
de cambios institucionales, el repertorio de las actuaciones públicas de los sectores populares,3
definido por la lucha entre la lógica de sobrevivencia y la lógica de reconocimiento, ha refor-
zado su afiliación comunitaria, localista, con contenidos en el terreno material y simbólico.
Ello, sin duda alguna, expresará continuidades, retrocesos y avances en la integración política
de su acción en el juego de relaciones de poder que estructuran la sociedad venezolana en
los últimos treinta años. Así, de la débil actuación colectiva de los actores sociales, propia
de la etapa neoliberal, se transitará a una nueva situación de antagonismos sociales en
la cual los sectores populares –entre espontaneidades masivas, iniciativas organizativas,
resistencias ocultas– juegan un papel primordial.
En este cuadro de sectores sociales4 en movimiento, se genera una interpretación
particular de sus realidades. Tales grupos, para constituirse en «sujetos sociales», necesitan la
producción de rupturas de los sistemas de interpretación y de acción previos, no solo en el orden

1
La acción colectiva y los movimientos sociales son un punto destacado en la producción teórica sobre la generación, reproducción y cambio
de proyectos sociales. Es preciso señalar su revisión ­–con la política incluida– para el estudio de las sociedades latinoamericanas en alternativas
analíticas que vayan más allá de los elementos racionales estudiados tanto por la escuela norteamericana como por la europea.
2
Gaceta Oficial Extraordinaria nº 5.806 del 10 abril de 2006. Los consejos comunales (CC) habían sido anunciados en la Ley de los Consejos
Locales de Planificación Pública de 2002.
3
Elegimos hablar de sectores populares porque es una noción conceptualmente ambigua que, a contracorriente de las teorías clásicas, expresa
heterogeneidades de origen laboral y étnico; identidades provisionales en el marco del campo social, en relación con otras identidades.
Tal como lo refieren Romero y Gutiérrez (2007:17): «La utilización de esta noción no es conclusión sino un punto de partida. En suma, los
sectores populares no son sujeto histórico, pero sí un área de la sociedad donde se constituyen los sujetos».
4
Los denominados sectores o grupos son vistos en este trabajo mas allá de la tipología sociodemográfica, enfocando sus características
culturales y socioterritoriales. Se diferencian de los «sujetos sociales» en tanto su comportamiento colectivo no posee un proyecto societal.

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material, sino esencialmente en el orden subjetivo.5 Esa conformación en sujetos, citando
a Alfredo Guerrero (2006), tendrá lugar como un complejo y sutil proceso de construcción
identitaria, que se moverá siempre en el perímetro entre lo ya constituido de la sociedad y
lo que se está gestando (ibíd.).
Proponemos en este texto centrar la observación en las continuidades y rupturas
de la lógica tradicional de actuación colectiva de los sectores populares urbanos ante la
convocatoria normativa del Estado –a través de los consejos comunales– de creación de
un espacio institucional del «poder popular». ¿Cuáles son las tensiones que brotan de ese
proceso con su tradicional actuación colectiva?

Continuidades
El colectivo popular que muchos autores denominan informal, por estar al margen de las reglas
ciudadanas de la modernidad,6 tiene de singular el estar ligado a áreas sociales excluidas y el
no provenir de esferas de relaciones formales de la sociedad. Este colectivo genera un modo de
vida, una cultura que se expresa en la mixtura de diversas desigualdades en el campo de los
intereses de la vida social y está estrechamente vinculada a la condición social y hábitat.
Es preciso resaltar que uno de los elementos característicos de los sectores populares
es el hecho que generalmente habitan en zonas barriales segregadas, lugares con altos dé-
ficit de equipamientos colectivos. En efecto, se pudiera afirmar que el barrio es un territorio
constituido por un conjunto de manifestaciones sociales pertenecientes a un determinado
sistema de necesidades, capacidades y valores signados por la lucha de sus pobladores por
el hábitat: autoconstruir, defender y equipar el lugar. Eso revela la potencia e importancia
que adquiere la noción de territorio, el barrio, en el análisis de la socialización y politización
de los sectores populares más allá de los canales tradicionales de mediación como son el
partido y sindicato.
Adicionalmente se puede señalar como uno de los rasgos del mundo popular la
realización de trabajos no tan sólo productivos (que le da valor al capital), sino, en muchas
ocasiones, informales (economía subterránea). Existen mecanismos de autoproducción y
consumo, fuera del mercado capitalista, que permiten la sobrevivencia (v. Fernández Cabrera,
1992a; 1995a).
Tomando en cuenta lo anterior, existen constantes en los repertorios de acción colec-
tiva de los sectores populares en demanda de asistencia, que se reproducen a lo largo del

5
Es decir, desde la óptica de la subjetividad colectiva: proceso de producción de significados; fenómeno ampliamente estudiado por Fernández
Christlieb (1990, 1991), como también por De la Garza (2001), Elías Canetti (1987), Guerrero (2006), y también Alberoni (1979). Este último
precisa al enamoramiento como el sustrato que caracteriza el desdoblamiento de la persona al grupo, de este al movimiento, siendo ello el
origen del movimiento como revolución.
6
Conformado por obreros, campesinos, indígenas, vendedores informales, motorizados, mujeres, ancianos, jóvenes, pescadores, educadores,
analfabetas, profesionales, desempleados, empleados públicos, jubilados; por cierto, con distintas afiliaciones, etnias y religiosidades.

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tiempo. Denis Merklen (2004) denomina este proceso «inscripción territorial de la búsqueda
de integración social».
Los sectores populares habitan y son habitados por un conjunto de significados produci-
dos por las condiciones de margen social en que viven. Poseedores de una cultura expresada
en formas de relacionamiento y prácticas sociales subalternas. Esta lógica de pensamiento
puede asumir modalidades adaptativas o de rebeldías y, en general, se podría afirmar que
los grupos populares como actor colectivo resultan de un proceso de enfrentamiento con
otras lógicas e intereses del resto de sectores sociales e instituciones. Sin embargo, en la
mezcla sobreviven lazos sociales grupales identitarios no homogenizados por la razón mo-
dernizadora, sobre la base de las nociones de redes de parentesco, solidaridad, clientela y
dentro de un espíritu informal y festivo (v. Hopenhayn, 1994). Todo lo cual actúa como marco
articulador al cual se prende la multiplicidad de iniciativas asociativas para la sobrevivencia,
dibujándose relaciones sociales. Existe una capacidad popular de convertir en identidad los
significados guardados en sus memorias, como avances y retrocesos en torno al logro de
sus ideales igualitarios.
En una breve descripción histórica (años setenta, ochenta, noventa) de los tipos de
movilización popular urbana, observamos que hasta finales de los ochenta fueron «objeto»
de programas sociales que compensaban el modelo económico que se adoptaba en cada
ocasión. Se destaca la débil organización por barrios,7 la cual tenía como principal inter-
locutor al Estado, ya que las movilizaciones se daban en función de demandar asistencia,
dotación de servicios.

Cuadro 1

Década Entorno Movilizaciones populares urbanas

Sesenta Democrático. Presencia de movimientos guerrilleros. Organización vecinal con carácter


Alianza para el Progreso. primordialmente reivindicativo con
Estrategia del Estado hacia los sectores populares: desmovilizar el objetivo de consolidar el barrio
para la modernización. (infraestructura y viviendas).

Setenta Bonanza petrolera: «Venezuela saudita». Intensificación del Organizaciones vecinales altamente
paternalismo estatal y del clientelismo partidista. Pacificación dependiente de partidos políticos
de la guerrilla e integración al sistema político. en paralelo a la presencia de orga-
Teología de la liberación (v. Trigo, 1995). nizaciones comunitarias autónomas
Estrategia del Estado hacia los sectores populares: (deporte y cultura) y comunidades
represión. eclesiales de base.

7
Definimos como barrios asentamientos habitacionales autoconstruidos por los sectores populares.

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Cuadro 1 (continuación)

Década Entorno Movilizaciones populares urbanas

Ochenta Crisis económica social e institucional: empobrecimiento de am- Asociaciones vecinales menos depen-
plios sectores población. Paquete de ajuste del Fondo Monetario dientes de los partidos.
Internacional. Levantamiento popular 27F y protestas de masas. Atomización de resistencia, intentos
Crisis política, intentos de golpe militar. Deslegitimación de los de articulación, asambleas de barrios.
partidos y sindicatos. Presencia de organizaciones de ayu­
Auge «sociedad civil». Política de descentralización. da mutua y autogestión.
Aumento violencia urbana. Desarrollo de experiencias socio-
Estrategia del Estado hacia los sectores populares: productivas y de autoconstrucción
desresponsabilizacion y focalización de los programas sociales. de viviendas.
Presencia importante de ONG.

Noventa La crisis orgánica se profundiza. Aumenta el rechazo a la insti- Resurgimiento de las organizacio-
tucionalidad democrática liberal. nes populares. Las movilizaciones
populares tienen un incremento
significativo del matiz reivindicativo
y paulatinamente van adquiriendo un
carácter confrontacional violento.
Acciones tipo marcha, cierre de
ca­lles, tomas de establecimientos,
saqueos.8

Advertimos, en términos generales, un carácter local, inmediatista, integrado al sistema


por actuación de los partidos políticos dominantes como mediadores de una red clientelar.9
Hecho que puede estar informando sobre el reforzamiento del barrio como el principal espacio
de socialización del mundo popular ante la fractura de los vínculos laborales del modelo de
funcionamiento económico neoliberal.
En nuestro análisis, la movilización popular encuentra un componente primario en lo
comunitario, en la trama de solidaridades locales (relaciones familiares, vecinazgo, paisanaje).
En Caracas aparecen las primeras organizaciones comunitarias barriales («ligas de colonos»,
luego denominadas «juntas»: profomento, promejoras, comunales) entre los años treinta y
cuarenta del siglo pasado. Están asociadas a la fundación de los primeros barrios de la ciudad
(San Agustín del Sur, La Vega y Antímano). Desde entonces el elemento característico de las
acciones colectivas que emprenden tiene como móvil lograr la dotación de infraestructural, el
equipamiento y la lucha contra el desalojo. En los años sesenta, en el marco de agotamiento

8
Véase Margarita López Maya, «El repertorio de la protesta popular 1989/1993», Caracas, Cendes, mimeo, s.f., y «Venezuela después del
caracazo: formas de la protesta en un contexto desinstitucionalizado», http://kellogg.nd.edu/publications/workingpapers/WPS/287.pdf.
9
Desde una perspectiva antropológica el clientelismo como red social es estudiado ampliamente por Javier Auyero (1996; 1997).

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de los planteamientos de los modelos modernizadores para países periféricos, se introducen


conceptos tales como la autoayuda o ayuda mutua, autoorganización, participación, que
complementan la visión del «desarrollo desde abajo» (Grohmann, 1996) implementando una
relación asistencialista propiciada por las agencias internacionales. De este modo se modeló
un programa de lucha vecinal popular nutrido por demandas de carácter reivindicativo, que
en contadas excepciones realizó planteamientos transformadores.
En los setenta las asociaciones de vecinos aparecen como la fórmula de los pobla-
dores urbanos para tener presencia en las instituciones. El surgimiento de las asociaciones
de vecinos se ubica en las capas medias y alta de la población, donde se desarrollaron y
tomaron auge. En las comunidades pobres –de manera general– se multiplicaron como
forma de instrumentar programas y políticas sociales estatales. El movimiento popular era
disperso, debilitado y fragmentado frente a una sociedad que lo expulsaba a los márgenes.
El creciente descontento de los sectores populares hacia lo político condujo al aislamiento
en el ámbito privado de la sobrevivencia, expresándose este hecho en un incremento de
la abstención en los procesos electorales del 12.5 por ciento en 1978 a un 54.4 por ciento
en 1989.10
En la década de los ochenta, caracterizada por una recesión económica de gran
magnitud –explícita en la incapacidad para crear empleo y producir bienes y servicios–, se
produce una cobertura de menos del 50 por ciento en los programas sociales; a este hecho
se le añade la pérdida de consensos sociopolíticos por el desgaste de la democracia de corte
liberal y su sistema de representación a través de los partidos y sindicatos, quedándole al
Estado la función del dominio abierto, con amplia utilización de mecanismos represivos ante
las movilizaciones populares.
Otro elemento de este contexto es la actuación de las organizaciones no guberna-
mentales; esta figura fue un canal de intermediación entre organizaciones e instituciones
nacionales e internacionales con las capas pobres de la población y en algunos casos se
emplearon para implementar programas sociales focalizados en esas poblaciones. De cierta
manera, desplazaron a los actores comunitarios y fortalecieron grupos vecinales de los sec-
tores medios de la población. Este hecho era funcional a los intentos del Estado de disminuir
su actuación en los temas sociales y se correspondía con el planteamiento ideológico liberal
de los centros financieros mundiales. Así, fácilmente se adoptan fórmulas para el desarrollo
y fortalecimiento de la sociedad civil y del capital social, hecho que se sincronizaba con un
crecimiento de las actividades públicas vecinales de clase media y alta.

10
Fuente: «Venezuela Cuadro Comparativo 1958-1995», Dirección de Estadísticas Electorales, División de Geografía Electoral.

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En sus inicios el discurso empleado por el movimiento vecinal desdibujó las diferen-
cias sociales de la población que lo nutría a partir del empleo de la noción de comunidad
y ciudad deseable. Este discurso está íntimamente ligado a carencias urbanas, violaciones
de ordenanzas de zonificación (un 69 por ciento de las asociaciones de vecinos explican
su origen en la violación de las ordenanzas municipal) y/o actos administrativos adversos
a las necesidades sentidas por la ciudadanía. Elías Santana, dirigente nacional de este mo-
vimiento, estimaba que para el año 1990 existían entre 10.000 y 12.000 asociaciones de
vecinos, y en la ciudad de Caracas su número sobrepasaba los 200.11 El movimiento vecinal
nucleó en su entorno distintos grupos vecinales participantes en las diversas actividades
colectivas: cursos de capacitación ciudadana, creación de casas de la cultura, vinculación con
otros movimientos de vecinos del país o movimientos de otro tipo tales como ecológicos,
cooperativos, de cultura popular, de profesionales, de defensa del consumidor, de cristianos
de base, de mujeres, entre otros. Este movimiento vecinal propuso una serie de reformas
tanto municipales como del sistema electoral con el objeto de corregir la elevada abstención
en las elecciones municipales de 1984 (40,7 por ciento), que expresaba la falta de interés
de la población en los eventos políticos. Entre los elementos exigidos se puede nombrar:
profundización de la democracia en los partidos políti­cos; reforma de la Ley Orgánica del
Sufragio; elección directa y secreta de los gobernadores de las entidades federales; reforma
de la Ley Orgánica de Régimen Municipal; financiamiento de los partidos políticos.
En 1978 y en 1989 se aprueban versiones de la Ley Orgánica de Régimen Municipal;
a partir de allí se habla de la efectividad simbólica triunfante en la lucha por la reforma
del Estado, trayendo al espacio público nuevos significados que terminan por ser sucesos
políticos, ya que enriquecieron la trama social. Argumenta Edgardo Lander (2002:114): «En
Venezuela este discurso sobre la sociedad civil ha sido particularmente nítido y coherente,
establece una oposición ‹maniquea› entre Estado (caracterizado como corrupto, ineficiente
y clientelar) y una mítica sociedad civil (que incluye a los medios), entendida como la síntesis
de todas las virtudes, creatividad, iniciativa, eficacia y honestidad, participación».
Se conserva en el imaginario una percepción de bondad de la sociedad civil, garan-
tizada solo y si se mantiene fuera del juego político. La ambigüedad de la utilización del
concepto ha generado muchas críticas, entre las que se pueden citar la de Carmen Beatriz
Fernández,12 quien precisa que el punto central de diferencia entre partidos políticos y
sociedad civil es la vocación de llegar al poder político: «Quizás la cruel distinción que hace

11
Santana en declaración al diario El Universal, 3-9-2000.
12
Carmen Beatriz Fernández, «Partidos políticos y sociedad civil en Venezuela: una historia de amor y odio», http://e-lecciones.net/tienda/
archivos/amor-odio.pdf.

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la sociedad venezolana13 entre los querubines cívicos y sus hermanos los satanes políticos
tenga su origen en la forma cómo nace lo que en Venezuela entendemos por sociedad civil,
como contrapeso a las actividades gubernamentales».
Si consideramos la sociedad civil en su definición clásica como esa esfera de actuación
pública que está fuera del control directo del aparato de gobierno, y observamos que en
Venezuela los orígenes de los sindicatos, gremios profesionales, movimientos estudiantiles
y asociaciones campesinas están íntimamente ligados a la historia de los partidos políticos,
entenderemos por qué los mismos pertenecen a esa zona gris de no muy clara definición.
Aunque en las tres últimas décadas del siglo XX el discurso de la sociedad civil aparece
como destacado en el mapa asociativo de Venezuela, en su inicio presenta una diferenciación
y trayectoria diferente de las organizaciones comunitarias barriales, que por su carácter y
naturaleza organizativa no llegan a ser consideradas movimiento social. De esta manera se
sedimentaron serios problemas, como el de la exclusión social progresiva de la población
popular, hechos que derivaron en el fenómeno de estallido social de los sectores subalternos14
(conocido como «el caracazo») el 27, 28 y 29 de febrero de 1989 (Centro Gumilla, 2008).

Rupturas
Los cambios en el tipo de acción colectiva de los sectores populares se han dado a través
de las «rupturas» en la subjetividad colectiva, la cual tiene una «inscripción territorial»
vinculada de manera directa a su modo de vida. En el caso que reflexionamos, el camino
popular a su constitución como sujeto tiene distintos giros en su comportamiento colecti-
vo, que pudieran estar señalando momentos de ruptura de la subjetividad colectiva; y en
consecuencia producir avances y retrocesos cualitativos en esa dirección.
Con los datos de las cuatro últimas décadas, el análisis nos conduce a distinguir por
lo menos tres momentos importantes en el proceso de desarrollo del sujeto popular en
Venezuela:
1. de la apatía a la movilización emotiva;
2. de la acción emotiva a la movilización antagónica;
3. del antagonismo a la institucionalización del poder popular.

13
Entre las organizaciones sociales que llamaremos «liberales», y que constituyen el foco de nuestro trabajo, se encuentran entes tan diversos
como el Grupo Roraima, que puede considerarse como el antecedente ideológico; organizaciones consolidadas tales como la Escuela de
Vecinos, Queremos Elegir y el Centro de Divulgación del Conocimiento Económico para la Libertad (Cedice); y grupos de reciente creación
como Venezuela Competitiva y la Fundación Venezuela 2020. Todas estas organizaciones comparten una identidad colectiva basada en valores
como la libertad, la ciudadanía, el individuo y la libre competencia, planteando un conflicto cultural a aquellos sectores e instituciones que
representan el intervencionismo, el estatismo y el paternalismo. Implícitamente, cada una de ellas por separado propone nuevas prácticas
que pudieran conformar un proyecto societal alternativo al agotado modelo rentista.
14
Lo subalterno es utilizado aquí, no como una metáfora espacial-social, sino más bien para significar al conjunto de subjetividades sociales
populares oprimidas (v. Fundación Centro Gumilla, 2008).

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Primera ruptura: de la apatía a la movilización emotiva
El primer cambio sustantivo del tipo de acción lo ubicamos en el caracazo (1989). Fue una
ruptura ocasionada por el patrón de distribución social neoliberal que derivó en la actuación
iracunda de masas excluidas. Explosión colectiva15 que estremeció el aparente equilibrio
social. Los sectores populares se transformaron de una masa apática en un grupo social
amenazante, y ese fue el sedimento para la actuación de redes de sobrevivencia con móviles
afectivos, emocionales. Luego, con la aparición pública de Hugo Chávez, se «enamoraron»,
se «encantaron» con su propuesta transformadora que produjo su llegada a la presidencia
en 1998.
De esa manera se fue subjetivando la ruptura desde el caracazo. Por el tipo de actua-
ción popular en ese lapso se puede hablar de un actor emotivo. En el tiempo que transcurre
desde los años setenta hasta 1989, «los de abajo» convivientes de ese mundo popular, en su
expresión formal organizada (asociaciones de vecinos), no podían, no sabían y no lograban
transformarse en ese «capital social» presente en discurso público dominante. En sus prác-
ticas informales, se manifestaban con formas de rebeldías y protestas que nunca encajaba
en las reglas de una «ciudadanía abstracta» de las ONG y la sociedad moderna; estaban
condenados a ser receptores de un discurso oficial que contenía recompensas suficientes
como para no aspirar a la politización y al cuestionamiento del poder hegemónico de las
elites que los sumergía en territorios de proyectos de vida individuales. Sobre esta masa
operó el Estado en busca de legitimidad y consenso del orden político y social, sobrepasando
los límites al tratar de aplicar políticas de terapia de choque.16
A lo largo de los años ochenta y noventa estos sectores populares fueron sometidos a
una intensa dinámica excluyente, proceso en cual se disuelven y reconstituyen determinadas
formas de subjetividad e identidad social. La crisis de desafiliación producida por el mapa de
exclusión y el agotamiento de los recursos para seguir financiando el contrato social genera
la proliferación de múltiples expresividades comunitarias que no encuentra su cemento en un
proyecto político articulador (Castel, 1997). El adelgazamiento del Estado benefactor produce
una venida a menos de las afiliaciones convencionales. En el desamparo, las comunidades
populares construyen iniciativas y dispositivos para solucionar sus carencias: un circuito
de relaciones y opiniones que induce a acciones informales, prácticas que nutren un tejido
asociativo basado en identidades comunitarias de intereses. Las socialidades flotantes en
ese mundo subterráneo responden más a un tiempo de construcción de una subjetividad
social colectiva (valoraciones, identificaciones) donde se forma «un nosotros popular» que

15
Canetti (1987) denomina a este fenómeno «masa de inversión».
16
Políticas económicas neoliberales agresivas como la desregulación de los precios, privatización de las empresas estatales, liberación del
comercio.

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va tomando la forma de bolsones de resistencia y de donde emerge una corriente de parti-


cipación con cierta fuerza colectiva, que poco a poco va imponiendo una velocidad, un clima
y una atmósfera social que toma un tono de protesta y rebelión. Rebelión que expresaba
la gran contradicción entre las oportunidades de consumo que ofrecía mediáticamente el
mundo neoliberal y las terribles condiciones de sobrevivencia en que se encontraban.
En 1989 se dio el preludio del proceso de transformación en curso. La crisis económica
profundizada por los ajustes económicos, aunada a la debilidad e ilegitimidad de los canales
reivindicativos formales tales como sindicatos y partidos, genera sucesos colectivos como el
caracazo en el cual la fuerza vivencial colectiva se expresa en una explosión de necesidades
e insatisfacciones. No fue en el campo de la realización de los principios redistributivos
democráticos, sino en el enfrentamiento callejero de las diferencias sociales.17 Los registros
de la memoria popular parecieran indicar el reencuentro y articulación pública del reclamo.
Este antecedente inició lo que podría denominarse la reconfiguración en el terreno político
de los sectores populares, la articulación de las identidades de los grupos atomizados y los
múltiples intereses que conviven en el mundo popular. Por otra parte, a partir de ese evento
se procuraron ideas democratizadoras y proyectos de leyes para paliar los efectos sociales
repulsivos del ajuste económico neoliberal.
El caracazo y las fracasadas rebeliones militares de 1992 fueron detonantes de una
crisis política que culminaría con la destitución del presidente Carlos Andrés Pérez. Se dio
así una explosión social que impulsó la estructuración de redes de resistencia popular que
derrotaron posteriormente la política de la reestructuración económica impuesta por las
agencias internacionales de financiamiento.
Los sectores populares aceptaron el notable eco a las consignas políticas de Hugo
Chávez en 1998, las cuales se empalmaron con sus necesidades y problemas. En un primer
momento la multitud apoya al líder desde una afectividad y una sensualidad colectiva que
los identifica. Se va transformado de una masa que delega la defensa de sus intereses,
a una que entra organizadamente en el juego de las relaciones de poder. La emotividad
existente en el nexo que establecen los sectores populares con Hugo Chávez es indiscutible.
Identifican en él al «hombre de la esquina», en gran medida parecido a ellos, en la forma
de cantar, de pronunciar el idioma inglés, en el humor que expresa. Admiran en el líder los
recursos expresivos, incluso los autoritarios; además de la forma pedagógica en la que les
transmite la historia, la geografía y la política. Consciente o inconscientemente los sectores
populares se han identificado con él.
Oponerse a la fuerza social que invisibiliza a las comunidades en crecimiento y a todo
lo relacionado con la propuesta de Chávez es también un tema emotivo de los sectores

17
Las cifras oficiales hablan de 200 a 400 muertos.

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opositores. Todos estos elementos crean una especial tensión política en el futuro del poder
popular que intenta posicionarse institucionalmente a través de los «consejos comunales»,
instancia emblemática que expresa la complejidad del proceso trasformación.
Sin embargo, desde 1999 no podemos ignorar el carácter central de las demandas
impulsadas por el comportamiento popular comprometido con la transformación, tratando
de conquistar espacios18 colectivos de bienestar, y esto último ha significado enfrentar a la
oposición (incluyendo la presencia de sectores burocráticos que dominan en una segunda
línea el aparato estatal). Y ha representado, además, afirmarse, negar la negación planteada
por el polo social tradicionalmente dominante.

Segunda ruptura: de la acción emotiva a la movilización antagónica


El giro aparece dado por la visualización de la diferenciación social asociada a la constitu-
ción de lo antagónico de la coyuntura. Hablamos del paro petrolero, del golpe de Estado
y la restitución de Chávez en el poder (2002). Afloran operaciones identitarias expresadas
en discursos polarizadores. Ocurre un proceso de maduración de la diferencia social y una
toma de conciencia de ella. El movimiento popular tensiona las coordenadas de ese «ser
colectivo público y político», y subjetiviza no solo la diferenciación sino la claridad de intereses
encontrados. En realidad, aunque largamente fermentada, no fue difícil la elaboración de la
diferenciación, pues esta ya existía como ese mundo aparte, marginado, que es el mundo
popular. Se convierte en un actor diferenciador.
En el marco de la invisibilidad a la que somete la democracia formal a los sectores
populares por estar diluidos en el concepto de nación o globalización,19 se produce un dra-
ma de alienación y polarización padecido por una parte de la sociedad como consecuencia
del accionar de la otra parte. La confrontación directa entre estos polos está regida por el
juego fluctuante entre negaciones reciprocas, expresadas a través de los poderes sociales
construidos por unos y otros a fin de producir una negación (Salazar, 1985).
En Venezuela, como hemos visto en los párrafos anteriores, se da un cambio cualitativo
de la participación popular. Se observa un desarrollo de su perfil asociativo, vinculándose
con movilizaciones políticas para, por ejemplo, hacer frente a la represión del caracazo, para
reclamar la restitución del presidente Chávez después del golpe de abril del 2002, y en las
estrategias para hacer frente al paro petrolero en ese mismo año. En el comportamiento de

18
Es preciso entender el espacio como producto de relaciones sociales, y de manera semejante a la identidad de cada lugar («lo local») como
producto de una mezcla distintiva de todas las relaciones, prácticas, intercambios, etc. que se entrelazan allí. Además, en su construcción
misma, todas esas relaciones y prácticas, y todos los intercambios, están llenos de poder social. Son relaciones del poder. Son geometrías
del poder.
19
Diluidos en el concepto de nación por la cualidad técnica de pertenecer a un estrato de ingreso o al estar disuelto en lo colorido de lo
criollo, difundiendo relatos y escenas de la sociedad popular o contemplados en su programas de lucha contra la pobreza.

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los sectores populares se produce un cambio: se pasa de un apoyo al simbolismo afectivo


que los reivindica, a la internalización progresiva de una participación racional y política.
De esa manera la mayoría (la multitud amorfa e ignorante, amenazante de la estabi-
lidad social), poseedora de una cultura de la pobreza anómica, caracterizada por la apatía,
el desinterés en la cohesión social, va afianzando una identidad proporcionada por el vivir
en los márgenes sociales y va tomando forma de grupo orgánico alrededor del discurso
presidencial «revolucionario» que los reivindica.
Chávez expresa semánticamente el descontento popular en un discurso de vuelta a
la construcción del Estado, de vuelta a la recuperación de la industria petrolera, de vuelta
a la redistribución hacia los pobres, de vuelta a la masificación de la educación y a la salud
pública. Cansados de la negación, la población popular adopta rápidamente el simbolismo
nacionalista y afectivo de Chávez y su proyecto. Lo respalda con potencia y este se convierte
a su vez en un símbolo de identidad de los desposeídos.
Con el respaldo de una alianza marcadamente interclasista, en 1999 se desarrolla
el proceso constituyente, aprobando una nueva Constitución en diciembre del mismo año
mediante referéndum público. En ella, el Gobierno muestra su enfoque y su intención en
materia de organización social y comunitaria. En la Constitución bolivariana este plantea-
miento es medular en distintos artículos, tales como el 62 (que establece la participación
popular en la gestión pública), el artículo 70 (que determina las formas de participación
económica, social y política) y los artículos 166, 182 y 185 (que determinan la creación de
los Consejos Estadales de Planificación y Coordinación de Políticas Públicas, los Consejos
Locales de Planificación Pública y del Consejo Federal de Gobierno).
Paralelamente, en los «Lineamientos de Desarrollo Económico y Social 2001-2007»
(República Bolivariana de Venezuela, 2001b) se trata ampliamente el tema de la organiza-
ción popular, planteando, entre otros objetivos: «incentivar las redes sociales»; «promover
las organizaciones de base»; «estimular la sociedad contralora de lo público»; «fomentar
la corresponsabilidad ciudadana»; y «propiciar la participación ciudadana». En el plano
institucional se produce un avance de una lógica colectiva pública, con la recuperación
del papel social del Estado y del principio de justicia distributiva, a la vez que aumentaba
considerablemente el gasto social. Este hecho se refleja con claridad en la propuesta de
descentralización y participación comunitaria, bajo el modelo de corresponsabilidad Estado-
ciudadanía, abriendo paso al concepto de derecho social que reivindica valores como la
solidaridad social y el comunitarismo.20

20
Un evento adicional fue la aprobación en el año 2005 de una nueva Ley Orgánica del Poder Público Municipal, cuyo contenido reúne un
amplísimo legado de nuevos mecanismos de participación ciudadana, tales como el presupuesto participativo, la contraloría social o los
medios de comunicación alternativos. Cabe señalar que en esta Ley se ratificaba y responsabilizaba a los alcaldes de promover la creación

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Parafraseando a Antoni Domènech,21 la democracia no es connatural al liberalismo.
No ha habido ninguna idea en el mundo contemporáneo más revolucionaria que la de de-
mocracia en sus tradiciones populares revolucionarias. Sin embargo, digamos que al inicio
del mandato de Chávez, la oposición no captaba el carácter revolucionario de su propuesta,
solo la percibía alrededor de una expectativa de cambio. Existía por parte de las elites una
naturalización de la desigualdad; quizás por convivir cómodamente con un 60 por ciento de
pobres, los cuales ejercían pasivamente la democracia, y donde la libertad e igualdad real
eran aspiraciones que venían dadas por esfuerzos privados y no eran amenazas reales.
Es en el año 2002, año crucial para la historia reciente de Venezuela, a consecuencia
de la intervención a Petróleos de Venezuela (PDVSA), cuando se dan amplias movilizaciones
políticas y sociales. Se produce así un proceso de confrontación política, atravesada por una
polarización política, social y cultural. Los sectores populares enfrentaron organizados en
colectivos el cierre patronal. Como resultado, las inconmensurables iniciativas, prácticas,
historias, instituciones, comunidades, grupos de los sectores populares comienzan a ser
vistos y previstos con un protagonismo inusual, de tal manera que llegan a imprimirle al
diseño de la política social una velocidad y una escala que deja atrás la institucionalidad
convencional del Estado. Inclusive se pudiera señalar que la construcción de la inclusión
social es algo más que el diseño de una política social, ha sido la conquista paulatina de
espacios sociales.
En un polo social, la resistencia a la negación va imprimiendo la potencia de las res-
puestas colectivas observadas en el intento de golpe del 2002 y en el paro petrolero. Y esa
misma potencia, expuesta a los antagonismos de gran magnitud de los sectores adversarios,
requirió salidas asociativas informales en el campo político, surgieron redes de resistencia:
los círculos bolivarianos, las asambleas de barrios.
El otro polo social, en tanto sectores históricamente privilegiados, reproducirá una
autoimagen en el discurso, como portadores de modernidad, libertad, democracia y paz,
depositario de todo el patrimonio del saber técnico con el cual se podría salir de la barbarie.
Papel que se les quiere quitar, piensan, por la vía violenta de un Gobierno populista que
ha sido un fracaso técnico, que improvisa respuestas fuera del esquema institucional, que
es un Gobierno sectario y corrupto, creador de divisiones en un pueblo que siempre vivió
en armonía, que abusa del manejo de la masa desposeída como clientela política, siendo
la pobre gente tan ignorante que vende hasta su alma por un voto, por cualquier favor del
Gobierno, que regala los recursos a otras naciones.

de las redes de consejos comunales. Para completar el contexto debemos recordar que fue durante este año cuando la oposición venezolana
comete quizás su mayor error histórico al ceder sus escaños en la Asamblea nacional por medio de la abstención.
21
Entrevista en Clarín, realizada por Claudio Martyniuk el 24-8-2003.

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En el contexto de la polarización, con dificultad se capta en el discurso de la oposición las


solidaridades y lealtades a toda prueba en las que se apoya la comunidad vecinal construida
por ellos día a día. No se habla del cruce de la violencia que se sufre con aquella otra desde
donde se resiste. No se perciben los mecanismos de la religiosidad popular –mezcla de las
creencias del catolicismo con otras devociones–, que a su vez es un acervo de moralidad
que no impide una modernidad a medio camino, expresada, por ejemplo, en libertades de
sexualidad. No se siente el sonar de una música a todo volumen que habla de afecto y una
cultura viva que mezcla la salsa, el merengue, el vallenato, las rancheras, el rock, el hip-hop
y el bolero. No se entiende cómo las vivencias son llevadas a chiste o chisme. No se puede
comprender cómo el analfabetismo y la ignorancia se funden con los sueños y las frustraciones
del salir de abajo. Este mundo popular no es visto en su complejidad.
Para concluir este aparte, diríamos que:

De esta confrontación han germinado actores sociales antagónicos y de esto se trata la


lucha política. De articular y/o desarticular diferentes significados en torno a invocaciones
contrapuestas (por ejemplo, principio democracia representativa vs. democracia partici-
pativa). Es notorio el reparto de valores, creencia, símbolos y mitos del imaginario social
reproduciendo de esta manera la dualidad social. El dispositivo simbólico que proporcionó
direccionalidad discursiva a la modernidad política, social y cultural en Venezuela hizo
crisis con la conflictividad política de inicios de siglo. La descomposición de su tejido
formal institucional no es más que la expresión fenoménica de los límites del modelo
sobre el cual se construyó la democracia venezolana. El discurso que se daba desde el
poder basado en una arquitectura pseudodemocrática, que limitaba los márgenes de
actuación de todos aquellos cuya diferencia dificultaba y erosionaba la construcción de un
sujeto nacional homogéneo. Así la identidad cultural, además de proporcionar elementos
concretos de referencia y comparación, resume el universo simbólico que caracteriza la
colectividad, ya que establece patrones singulares de interpretación de la realidad con
códigos de vida y pensamiento que pernean las diversas formas de manifestarse, valorar
y sentir. (Fernández Cabrera, 2005:496).

Tercera ruptura: del antagonismo a la institucionalización del poder popular


El tercer momento está dado por un avance de los sectores populares en las formas orga-
nizativas para la gestión de sus espacios de bienestar. Incide sobre este proceso de manera
importante la creación de la figura de los consejos comunales (2006). Las relaciones de
estos con las instituciones se convierten en presiones para la configuración de un Estado
radicalmente democrático. En términos concretos se traduce en no solo abrirle espacio formal
en el plano institucional a los sectores populares, sino captar el proceso de crecimiento y
configuración del sujeto popular a través del refuerzo de sus potenciales transformadores,

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TERCERA ÉPOCA
SEPTIEMBRE-DICIEMBRE 2011 49
ya no alienados y desarmados frente a «la otredad». Se convierte así en un actor organizado
para la gestión pública.
Ocho años de gobierno de Hugo Chávez transcurrieron para que en abril del 2006 se
planteara por ley la figura de los consejos comunales, definiéndolos como «… instancias
de participación, articulación e integración entre las diversas organizaciones comunitarias,
grupos sociales y los ciudadanos y ciudadanas, que permiten al pueblo organizado ejercer
directamente la gestión de las políticas públicas y proyectos orientados a responder a las
necesidades y aspiraciones de las comunidades en la construcción de una sociedad de
equidad y justicia social» (República Bolivariana de Venezuela, 2006:7).
La figura de los consejos comunales se asocia a la necesidad política colectiva22 de
autoorganización que se venía generando en las comunidades populares en otras orga-
nizaciones (comités de tierra urbana, de salud, educación, deportes, «Misiones», etc.),
simultáneamente con la experimentación en algunos municipios de la idea de subdividirse
en territorios sociales y gobiernos comunitarios.23
La creación de los consejos comunales como una figura institucional es tan solo un
paso para sustentar las vías de realización de la praxis de cambio, expresa el reconocimiento
de territorios sociales excluidos. Pero también, el rostro de las comunidades en el campo
político institucional. La vida digna de ellas depende de tales luchas. Ello crea el desafío de
comprender la totalidad de los códigos de un colectivo social que genera propuestas desde
sus realidades,24 sus territorios, sus cotidianidades, intentando participar en el diseño de las
políticas públicas y, más aun, en la contraloría de la ejecución de tales políticas.
En el caso de Venezuela y a la luz de las reflexiones anteriores, ¿cómo podemos entender
el comportamiento de ese mundo popular?, y aun más, ¿su accionar político?
Como hemos dicho, las luchas sociales de los sectores populares han sido tradicional-
mente reivindicaciones dispersas, locales y puntuales, perdidas en el terreno del inmediatismo
grupal; en cierta forma, funcionales al discurso de la democracia liberal en tanto «figura de

22
Se venía manejando como idea desde la Asamblea de Barrios Caracas (1991-1993).
23
«En esa búsqueda surgieron dos ideas pioneras: los territorios sociales y los gobiernos comunitarios. La primera, se refiere a la necesidad
de subdividir el territorio municipal en áreas mucho más pequeñas que las parroquias, pero no tan pequeñas como las áreas vecinales; y la
segunda, a la necesidad de instalar en esos territorios estructuras de gobierno a las que la alcaldía pudiese transferir competencias y recursos.
Estas ideas discutidas con más de dos mil líderes comunitarios durante varios días empiezan a plasmarse en la práctica en el 2001, pero el
proceso se ve interrumpido por el golpe contra el presidente Chávez en abril del 2002 y sólo puede ser retomado cuando el país comienza
a estabilizarse en el 2004. En el 2005, se discute la ordenanza que plasma estas ideas y podríamos decir que ya en el 2006 la idea inicial
se consolida en la práctica. Es interesante señalar que esos embriones de organización popular territorial fueron claves en la defensa del
proceso en ese momento crítico para resolver los problemas creados por el paro empresarial» (Harnecker, 2007:4).
24
Uno de los grandes aportes del movimiento de la base social en América Latina está en la línea de concretización de los intereses de los
actores más allá de los conceptos abstractos de democracia y justicia social. Surgen elementos políticos alternos de reproducción y seguridad.
La participación popular en las políticas sociales está supeditada a criterios distributivos no solo económicos, sino también a elementos
sociales, culturales y geopolíticos.

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margen a corregir». Un tema irresoluble dentro del liberalismo, puesto que mientras más se
consolidaba en la gestión política más incrementaba su acción excluyente.
Paradójicamente las formas de los lazos sociales de estos sectores, las distintas afi­
liaciones comunitarias del mundo popular, comenzarán a profundizarse como el lado
oculto de la exclusión y paulatinamente se irán conectando al discurso de la ideología del
bolivarianismo, nutriendo y nutriéndose de la necesidad de un cambio político, agrupados
en torno a la identificación del lugar social que ocupan. Tornándose así en protagonistas
en los eventos de antagonismo político nacional.
El reconocimiento de este bloque social por parte del discurso bolivariano será otro
elemento resaltante, ya que la utilización de códigos populares e informales y de un simbo-
lismo original establecerá una relación de familiaridad o afectividad colectiva,25 haciendo
posible la asimilación de la terminología «revolucionaria» como los códigos comunicativos
del cambio social.
En el pensamiento popular aflorarán memorias de insatisfacciones, aspiraciones de
beneficios colectivos y de luchas por el reconocimiento social. Ello introducirá una mayor
disposición a participar públicamente como parte de su gestión diaria de vida. Accionar
que presionará para ir apreciando la cara del cambio y hacer germinar rápidamente la idea
del desarrollo de una institucionalidad alternativa, la cual será adoptada fácilmente por
dichos sujetos.
De lo que hemos venido exponiendo se puede resaltar que la innovación de la fórmula
bolivariana consistirá en estimular las expresividades sociales culturalmente espontáneas,
suministrándoles pegamento político y simbólico para obtener formas organizativas en el
campo político, las cuales teóricamente deberían interactuar con las nuevas instituciones
(Misiones) en la materialización de la política social del Estado. En otras palabras, quedará
planteado el desarrollo del aparato público estatal sobre la base del crecimiento político-
comunitario del bloque social popular. Entendámonos: como la búsqueda y creación de las
condiciones de desarrollo del poder popular como institución.
Es evidente que con la llegada de Chávez a la presidencia ha ocurrido un proceso
de socialización política que recoge, con cierto éxito, insatisfacciones cotidianas de los
territorios habitados por los sectores populares e incorpora a la dinámica de actuación
de ellos la necesidad de gestión colectiva de su calidad de vida. Parafraseando a Gabriel
Salazar (1985), diremos que en este proceso hay una potenciación del sujeto popular
desde su cotidianidad, desde sus formas convivenciales. De esta manera, con salidas

25
Concepto utilizado por el psicólogo social Pablo Fernández Christlieb. Ver Fernández Christlieb, 1994.

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SEPTIEMBRE-DICIEMBRE 2011 51
institucionales en la cotidianidad de estos territorios –consejos comunales– se facilita el
proceso de transición de ese colectivo sincrético (sector popular), desposeído de las garantías
reales asignadas por el sistema jurídico de derechos individuales abstractos, a un sujeto
popular que participa cotidianamente en la procura de su bienestar colectivo. Se convierte
en núcleo estratégico de las políticas públicas. Ahora bien, este cambio no ha sido sencillo
y no podríamos banalizar las luchas de estos sectores sociales. Las presiones de abajo hacia
arriba para la obtención de respuestas siguen existiendo, teniendo ahora un cuerpo menos
disgregado y más organizado.
El vínculo o forma de relacionamiento del venezolano, incluyendo la relación civil
entre Estado y personas, ha sido tradicionalmente un vínculo familiar; razón por la cual
es difícil colonizarlo con relaciones abstractas. La lógica del comportamiento publico del
venezolano,26 con la que funcionan o no las organizaciones, es expresión de su cultura
política, siendo la lógica de las conexiones personales, la familia como asociación más
tangible, ampliada por las relaciones más cercanas de compadres, paisanos, vecinos. Esa
es la forma de relacionarse públicamente, de concretar sus conexiones con el poder, lo
cual termina por traducirse como la verdadera asociación: una familia ampliada que no es
de carácter civil ni es abstracta.
En este contexto en abril del 2006 se decreta la Ley de los Consejos Comunales, hecho
que plantea superposición entre estos y los Consejos Locales de Planificación (CLPP), obli-
gando a promulgar en diciembre una nueva ley para derogar la anterior, donde se establece
que todas las organizaciones vecinales y comunitarias que pretendan representación en los
CLPP deben estar articuladas e integradas a los consejos comunales.27

26
Raúl González Fabre (1997:132) textualmente dice: «Se trata de espontaneidades de acción no deliberadas (en ese sentido, solo parcial-
mente voluntarias) que contradicen nuestros objetivos sociales, al tiempo que resultan muy extensamente compartidas en nuestra sociedad,
tanto como para ser consideradas como parte de nuestra cultura política. He aquí el conflicto cultural: conflicto entre lo que deseamos y lo
que cotidianamente hacemos de manera irreflexiva […] Esas espontaneidades (i) disuelven ellas mismas las instituciones modernas, susti-
tuyéndolas por esquemas de conducta cotidiana más o menos pautadas […]; (ii) posibilitan el éxito continuado (no ocasional) de quienes
anteponen deliberadamente el bien privado al público, porque esas personas y grupos representan efectivamente algo de la cultura colectiva,
en la que se apoyan; (iii) presentan la resistencia de lo cultural a cualquier intento transformador […] Según nuestra opinión, la entraña de
este conflicto consiste en una contradicción entre las exigencias culturales de la modernidad que aspiramos a alcanzar como nación, algunos
rasgos nucleares de nuestra forma tradicional de abordar las relaciones políticas, que se han visto parcialmente reforzadas por la irrupción
de cierta post modernidad cultural». Véase también González Fabre, 2005; Moreno, 2007.
27
Ello supuso una supeditación de los CLPP a los consejos comunales, en términos de que las personas que los integraban tenían que
provenir de estos últimos. Así que en las áreas donde existiera otro tipo de organizaciones no entrarían en el proceso de planificación. Esto
fue conflictivo sobre todo para los municipios de oposición, por ejemplo el municipio Chacao que sacó una ordenanza el 26 de enero 2007
donde se establece entre otras cosas ampliar la participación a otras organizaciones a través de la creación de una asamblea parroquial
de ciudadanos.

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Gráfico 1

Polos del mapa social


A partir de 2006

So
Estado

cie
da
dc
ivi
l
ía
an
ad
d
Ciu

Consejos
comunales

Colectividad Asociaciones
Tejido social

Se abre un campo polarizado de relaciones entre Estado y sociedad civil.


Parte de la sociedad civil se politiza y entra a nutrir la oposición al Gobierno.
Gran parte de la colectividad popular se organiza a través de CC y recibe fondos para proyectos micro-locales. Participación
comunitaria, las comunidades se organizan en:
«... 6.600 Mesas Técnicas de Agua, 6.740 Comités de Tierra Urbana, 3.600 Bancos Comunales, 472 Mesas Técnicas de Teleco-
municaciones, 27.872 Consejos Comunales, 4.156 Mesas Técnicas de Energía, 485 Medios Comunitarios y 7.800 Comités de
Salud...».28
Parte del tejido social y asociaciones tratan de mantener autonomía en sus decisiones frente a los funcionarios del Estado. El
fenómeno de los ni-ni.
Fuente: elaboración propia con base en Centro de Investigación Social – Cisor, 1997.

Como observamos hay un viraje evidente de los grupos y organizaciones autodeno-


minados «sociedad civil» hacia la participación en el terreno político con una identidad
distinta a los partidos políticos. Luis Gómez Calcaño justifica que la sociedad civil saliera de
sus fronteras originales y argumentan que en las democracias consolidadas no se discute ni
su existencia ni su relevancia, se le reconoce como espacio propio de la organización social,
institucional y política de esas sociedades; en comparación con las democracias frágiles e
inestables del tercer mundo en las cuales el fenómeno de la sociedad civil es puesto en
duda por «la ausencia o la debilidad de estructuras económicas, políticas y jurídicas que

28
Ministerio del Poder Popular para la Participación y la Protección Social, citado en Machado, 2009.

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SEPTIEMBRE-DICIEMBRE 2011 53
garanticen la libertad de auto-organización autónoma; o bien destacando la hipertrofia del
Estado y de los actores políticos, que invade y desvirtúa el espacio propio que correspondería
a la sociedad civil» (Gómez Calcaño y Ramírez, 2007:3).
Precisa al respecto su carácter heterogéneo

En América Latina, la idea de sociedad civil parece corresponder menos a un conglomerado


de asociaciones estables centradas alrededor de intereses claramente definidos en la esfera
de lo social y separados de lo político, que a un conjunto de actores híbridos, conflictivos
y de identidades cambiantes que se encuentran en los márgenes de las instituciones
establecidas, sin estar completamente excluidos ni totalmente incluidos. Algunos de
ellos, por la dinámica propia de su acción o por la influencia de los cambios en el entorno
político-institucional, desbordan del campo de lo social al de lo político, sin perder por ello
su referencia a reivindicaciones o identidades parciales. (Ibíd.; comillas nuestras).

La dinámica asociativa está embebida por planteamientos presentes en el debate


político de los actores polarizados. El sector de oposición ve en los consejos comunales un
apéndice del Gobierno y abre otro frente de discusión sobre el protagonismo de los sujetos
que deberían llevar la bandera del cambio social.29 Así, se enfrenta el paradigma de la demo-
cracia de ciudadanos, cuyo sujeto es el vecino que remplaza a los partidos, y el vislumbrado
por el Gobierno: la democracia radical cuyo sujeto es el poder popular
El comportamiento colectivo de la oposición al Gobierno30 pierde separación ideológica
de partido y se suman a la oposición de manera conflictiva los grupos de la sociedad civil que
hasta entonces se habían mantenido en el terreno antipartido. Se genera una polarización
de significados entre Gobierno y oposición que atraviesa a todos los conceptos y nociones
de instituciones y ámbitos de lo social según sea su ubicación política. Como ejemplo se
pueden citar las distintas nociones atribuidas a la sociedad civil:

«Santana observa la tentación de construir una so- «El presidente de Fundacomún, anunció que cons-
ciedad civil oficialista. Basa su apreciación tanto en el truir una democracia participativa y protagónica pasa
discurso de Chávez como en la sentencia del TSJ del 30 por tener un tejido social capaz de participar en la
de junio, según la cual no son sociedad civil aquellas toma de decisiones y de protagonizar sus propios
agrupaciones que reciban dinero del exterior». procesos. La sociedad civil no es un reducido número
«Sociedad somos todos, pero sociedad civil es otra de individualidades atrincheradas en la defensa de
cosa. Todos los ciudadanos somos parte de la socie- privilegios, sino en pueblo organizado promoviendo
dad y ahí no debe haber exclusión ni discriminación. sus derechos. Por eso, para el proceso de cambio

29
Véase Fernández, ob. cit., nota 12.
30
Edgardo Lander (2002) señala: «Quizás la expresión mas nítida de hasta qué punto en la realidad esta llamada sociedad civil es hoy en
Venezuela expresión de una opción política determinada, es el documento en el cual el día 12 de abril de este año, la sociedad civil afirmó
su apoyo al golpe, bajo el encabezado de: ‹La sociedad civil saluda el renacimiento de la Republica de Venezuela›».

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54 TERCERA ÉPOCA
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Pero sociedad civil son las expresiones organizadas de es vital el surgimiento de una nueva sociedad civil
los ciudadanos con misiones e intereses específicos. que incorpore a los sectores medios y a expresiones
Incipiente, descoordinada, diversa, plural, policlasista, organizadas del movimiento popular».
no oficialista ni de oposición, participativa, proactiva y Inclusive en Alo Presidente se señaló: «Señor
reactiva, no sustituye a los partidos, no tiene candida- Santana, vamos a hacer una cosa: Llame usted a
tos ni un vocero único y rechaza la violencia». la sociedad civil suya a una esquina y yo llamo a
(Elías Santana en declaraciones al diario El Uni- la mía a la otra».
versal el 3.9.2000, citado en Fernández, ob. cit., (El Universal, 4.9.2000, citado en Fernández, ob.
nota 12). cit., nota 12).

Los consejos comunales


En cuanto a la puesta en práctica de los consejos comunales, se destaca una gran motivación
popular en torno a la idea. Debajo de un árbol, en canchas, en plazas, escuelas, salas de
fiesta, en una esquina, estos espacios sirvieron de escenarios para que los vecinos de las
miles de barriadas y vecindarios venezolanos comenzaran a convocar para la realización
de las asambleas de ciudadanos con el fin de elegir comisiones promotoras y electorales
de los consejos comunales. Los comités de tierra urbana (CTU), los comités de salud, los
comités de alimentación, los comités de protección social, las mesas técnicas de agua, las
mesas de energía y gas, los grupos culturales , los clubes de abuelos y abuelas, las empre-
sas de producción social, las misiones educativas y de salud, los grupos ambientalistas, las
cooperativas (entre otras organizaciones presentes en aéreas geográficas definidas de los
barrios, bloques, caseríos, urbanizaciones) se apropian de la idea y comienzan a reunirse para
recibir información sobre la creación de sus consejos comunales. Esto a partir del impulso
de las comisiones regionales y locales para el desarrollo del poder popular como también
del Fondo Intergubernamental para la Descentralización (Fides), y de la Fundación para el
Desarrollo y Promoción del Poder Comunal (Fundacomunal), entre otras instituciones que
participan en la promoción.
Al evaluar la conformación y desarrollo de los consejos comunales en Venezuela (2006-
2011) a través de los datos empíricos disponibles se observa un crecimiento constante de
su número (ver gráfico 2). Transcurridos cinco años de la promulgación de la ley, tenemos
que en 2011 existen 43.45131, lo que indica un incremento de 15.570. Si a los excelentes
indicadores de crecimiento y evaluación de los CC (v. cuadros 2 y 3) se añade que el 67 por
ciento de los miembros de las comunidades participa en sus reuniones (gráfico 3), podemos
obtener una visión positiva de la creación de esta instancia. Entre las razones que operan
en el grado de desarrollo y aceptación actual de los consejos comunales podría citarse el
hecho de estar permitiendo resolver problemas del entorno inmediato de las comunidades
populares.

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SEPTIEMBRE-DICIEMBRE 2011
TERCERA ÉPOCA
55
Gráfico 2
Crecimiento del número de consejos comunales por estados
2008-

1626
1540

1026 1100 970


932
868
788
643 633 666 638
545 530 583
432 492
304 280
193 184 241 239
117
Distrito...
Amazonas
Anzoátegui
Apure
Aragua
Barinas
Bolívar
Carabobo
Cojedes
Delta Amacuro
Falcón
Guárico
Lara
Mérida
Miranda
Monagas
Nueva Esparta
Portuguesa
Sucre
Táchira
Trujillo
Vargas
Yaracuy
Zulia
Fuente: elaboración propia con base en datos Memoria 2011 Ministerio Poder Popular para la Participación y Comunas.

Cuadro 2

Evaluación de los consejos comunales

Total Excelente Bueno Malo Pésimo Ns – Nc


Están de acuerdo
(n = 1000) (n = 47) (n = 392) (n = 237) (n = 191) (n = 133)
con transferir
% % % % % %
competencias municipales
a la comunidad

Sí 61 70 74 53 48 53

No 26 17 17 35 39 23

Ns – Nc 13 13 9 12 13 24

Fuente: Centro Gumilla, 2009:19.

La participación en los espacios sociales a través de los consejos comunales también


da una idea de la importancia de la identidad local-territorial de la participación que po-
sibilita el protagonismo por los sectores populares (Trigo, 1995), que van asumiendo, en
grado creciente, mayores niveles de responsabilidad colectiva. Sin duda, al obtener logros

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concretos partiendo de la organización y la movilización –para la conformación de los


consejos– se va superando la desconfianza en las propias capacidades, lo que permitiría
la permanencia en el tiempo de estas formas organizativas. En este mismo proceso se van
incrementando los niveles de conciencia política, lo que deriva en otro fenómeno como lo
es el de la recomposición de la red de relaciones sociocomunitarias en el mundo popular
en sus vínculos con el Estado; dado que la función providencialista del Estado se realiza,
no del modo tradicional, sino a partir de los recursos monetarios y técnicos puestos a la
disposición directamente a las comunidades.

Gráfico 3
Asistencia de la comunidad a las reuniones de los consejos comunales

Tendencia marcada
18 a 25 años / Ni-Ni's /
Tendencia marcada región zuliana
25 a 49 años
33%
30%
Tendencia marcada
25 años y más /
Pro chavistas
18% 19%

Siempre asiste a Ocasionalmente asiste, Casi nunca va Nunca ha ido


todas las reuniones cuando puede

67% ha asistido alguna vez a una reunión del CC

Base: 1000 entrevistados

Fuente: Centro Gumilla, 2009:19.

Coincidimos con el trabajo del Centro Gumilla en su primer estudio de los consejos
comunales del país, donde afirma:

Las comunidades no solamente están demandando soluciones de servicios y satisfacción


de necesidades sino que están planteando y realizando soluciones a los mismos. Son las

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mismas comunidades populares las que están dando respuesta a necesidades históricas.
Desde una perspectiva de derechos humanos las personas van haciendo realidad el
cumplimiento de derechos sociales. […] Por los datos obtenidos no podríamos afirmar
que este tipo de participación en los consejos comunales refuerce patrones de conductas
políticas como el asistencialismo o el paternalismo, por el contrario, y los datos lo avalan,
hay un proceso progresivo de protagonismos y responsabilidad popular en la construcción
de respuestas colectivas en la búsqueda de un mejor vivir. (Centro Gumilla, 2008:5-6;
cursivas nuestras).

Cuadro 3
Histórico consolidado de consejos comunales registrados en taquilla única de registros
del Poder Popular
Año 2010-2011

Estado Año 2009 Año 2010 Año 2011

Amazonas 533 614 636


Anzoátegui 1306 1888 1993
Apure 835 1319 1413
Aragua 1224 1558 1666
Barinas 1608 2098 2263
Bolívar 1849 2267 2422
Carabobo 1501 1938 2038
Cojedes 715 763 972
Delta Amacuro 498 630 650
Distrito Capital 1203 1431 1542
Falcón 1542 2108 2208
Guárico 1265 1515 1582
Lara 2639 3296 3516
Mérida 2046 2269 2372
Miranda 1629 3047 3325
Monagas 719 943 1031
Nueva Esparta 444 497 516
Portuguesa 894 1654 1741
Sucre 1221 1426 1710
Táchira 1743 2014 2065
Trujillo 1510 1850 1919
Vargas 389 522 537
Yaracuy 704 900 1021
Zulia 2918 3800 4313
Total 30935 40347 43451

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Más adelante señalan:

Las comunidades como espacios sociales de convivencia primarios son una excelente
escuela para fomentar la cultura democrática. Las prácticas de asambleas comunitarias
para discutir los proyectos necesarios de las comunidades y su posterior aprobación mues-
tran un ejercicio de lo democrático con amplias repercusiones en la cultura política del
país y la sanidad política de la república. A mayores niveles de participación corresponde
mayores niveles de fortalecimiento de lo democrático. La idea de la representación se va
reconfigurando hacia formas más participativas de democracia. (Ibíd.).

En los datos también se puede destacar que el ritmo de crecimiento no ha sido homo-
géneo a nivel nacional. En estados con un número de habitantes inferior al Distrito Capital
se instalaron proporcionalmente más consejos comunales. En el estado Lara, con una pobla-
ción de 1.769.763 habitantes para el año 2011, se registraron 3.516 consejos comunales,
mientras que en el Distrito Capital, con una población de 1.933.186 habitantes en el mismo
año, lo hicieron 1.542. Estos datos reflejan las dificultades que se presentaron en el proceso
de instalación en términos de diferencias de las distintas dinámicas sociales locales. En el
estado Lara, que tiene una tradición organizativa importante derivada de la existencia de un
significativo movimiento cooperativo, la propuesta de organización con base en los consejos
tuvo una buena recepción; mientras que en Distrito Capital la conformación ha sido más
lenta debido probablemente a la multiplicidad de conflictos en los diferentes espacios de
poder de las organizaciones que predominan en cada área de la ciudad. Cabe destacar que
aquellas zonas habitadas por sectores de ingresos medios y altos ­–que en su mayoría son
de oposición– presentaron problemas en la convocatoria para la formación de los consejos
comunales, aduciendo que estos eran un instrumento de control presidencialista a través
de la discrecionalidad del financiamiento. En cuanto a esto, según los datos proporcionados
por el Consejo Federal de Gobierno el 81 por ciento de los proyectos presentados por los
consejos son infraestructurales, el 8 por ciento de equipamiento institucional y el 11 por
ciento socioproductivos. Lo cual refuerza la visión local e inmediata que tradicionalmente
presentan los sectores populares.
Entre los conflictos surgidos en la implementación están los que se mencionan a
continuación.
1. Las contradicciones surgidas entre las formas de organización colectivas ya consti-
tuidas y las que están emergiendo. Existe cierta disputa por el logro de la diferenciación en
términos de responsabilidades y financiamiento de cada organización que convive en un
mismo ámbito local, y la posible dependencia entre ellas. Por ejemplo, en la parroquia 23 de
Enero hubo enfrentamientos entre los comités de tierra urbana que ya manejaban proyec-
tos con recursos aprobados y los consejos comunales que fueron creados posteriormente.

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Los comités de tierra tuvieron que integrarse a los consejos. Ese proceso de integración
fue conflictivo. Así como también las diferencias entre los líderes comunitarios para las
convocatorias, según la relación de estos con las distintas fracciones que dominaban en los
diferentes ámbitos. En otro nivel está el ambiente conflictivo de conformación de los consejos
comunales en las zonas residenciales de clase media, que habían rechazado la idea –dada
la posición adoptada por sus dirigentes– hasta octubre del 2011, cuando se agruparon en
un frente nacional de consejos comunales excluidos.31
2. La observación recogida en campo sobre la evaluación de las dificultades en la
relación de los consejos comunales con las distintas instancias de gobierno es reforzada en
las encuestas realizadas por el Centro Gumilla (2009:35-36).

Gráfico 4
Proyectos de los consejos comunales por área
2011

8%
11%

Fortalecimiento institucional

Infraestructura

Productiva

81%

Fuente: Consejo Federal de Gobierno, 2012

Observamos que los consejos comunales presentan buena relación con el gobierno
central en un 64,95 por ciento, seguido por un 50,71 por ciento de buenas relaciones con la
misma comunidad, mientras la peor relación es con la alcaldía (48,30 por ciento). Los datos
manifiestan la existencia de un cierto nivel de conflictividad a lo interno de las comunidades,
lo cual podría estar indicando que la cultura organizativa y política de los colectivos no ha
madurado ante esta propuesta normativa –que apunta al autogobierno–.

31
Véase http://consejoscomunalesexcluidos.blogspot.com/ y http://queremoselegir.org/197.

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Gráfico 5
Relación de los consejos comunales con diversos sectores de la sociedad

Gobierno
central
La junta 64,95
La parroquial
comunidad 51,08
50,71
La
gobernación
50,12
La alcaldía
48,30

Pésima Mala Buena Excelente


0 33,33 66,67 100

Fuente: Centro Gumillas, 2009:35.

En la sistematización de la experiencia del municipio Libertador, estado Carabobo (Harnec-


ker, 2008) el alcalde de ese ayuntamiento, en esa oportunidad Argenis Loreto, señalaba
como se había desarrollado la experiencia de gobiernos comunitarios. En lo que también
enumeraba los problemas que se encontraron en su implementación tales como: las des-
viaciones presidencialistas; burocratización de los gobiernos comunitarios; obstaculización
del trabajo por parte de los concejales; el choque con las políticas del gobierno regional y
nacional y aún más, choque con los mismos consejos comunales. Si bien esta experiencia
parte de una forma de ejercicio de gobierno local por las comunidades organizadas, muestra
los límites que en la realidad se encuentran cuando se actúa más allá de lo impuesto por
las estructuras tradicionales de gobierno local. Los CC (como escenario posible) puestos en
una administración de competencias municipales se enfrentarán a problemas semejantes.
¿Podrán resolverlos de manera satisfactoria? (Centro Gumilla, 2009:21-22).

3. Dificultades en el nivel de la reorganización social y geográfica del poder político,


en los límites de la experiencia: ¿hasta dónde llega lo colectivo?, ¿se puede llegar al auto-
gobierno comunitario?
Los testimonios hablan sobre las dificultades de producir consenso para la actuación
en la planificación y ejecución de proyectos cuando son involucrados intereses más allá de
lo estrictamente comunitario. Se refiere lo siguiente: «¿Cómo equilibrar el control local con
el bien comunal?, ¿si una ciudad tiene escasez de viviendas y un consejo comunal decide

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oponerse a nuevos planes en esta materia, es democrática la decisión del consejo?, ¿qué
pasaría cuando la decisión de una comunidad no convenga a los intereses de una sociedad
más amplia?» (Rodríguez y Lerner, 2007:122).
No se pueden desestimar las dudas, vacíos de procedimientos, lógicas de actuación
colectiva e intereses de los actores en el nivel de la comunidad, la ciudad, el estado y país en
el momento de articular los desacuerdos en la planificación y la toma de decisiones. Sobre
todo considerando, como se advierte al inicio del trabajo, que existen datos de actuaciones
colectivas diferenciales entre sectores medios de población y los sectores populares, porque
responden a mundos de vida distintos (territorio, cultura y política). El proceso de integración
de los intereses de los distintos ámbitos desde abajo –asumida la conflictividad que gene-
ra– requiere un acompañamiento y una coordinación de las instituciones desde el diseño
de los proyectos, para el logro de una visión integrada y articulada en su formulación en
términos de lo que pudiera ser su engranaje de cada uno de los proyectos con un sistema
urbano o regional.
Existen casos emblemáticos que ilustran el planteamiento anterior, por ejemplo, algu-
nos de los comités de tierra urbana de Caracas que han luchado por obtener la titularidad
colectiva de la tierra que habitan se niegan a recibir viviendas y tierras con títulos de propie-
dad individual, ya que una vez otorgados pueden ser objeto de transacciones comerciales
para beneficio individual, rompiendo el esfuerzo colectivo de formulación de los proyectos
comunitarios de vivienda y hábitat que vienen desarrollando y en definitiva rompen con la
noción de «comunidad» que ellos defienden. Las respuestas burocráticas de la mayoría de
los funcionarios nunca han sido receptivas a este tipo de planteamiento y la respuesta ha
sido en el mejor de los casos la resolución en términos privados.

Retos del movimiento popular: ¿cómo se transforman las comunidades


convivenciales en comunidades políticas?
Ciertamente, ponderamos que existen distancias observables entre el escenario actual y
los idearios que cargan de significados a las movilizaciones populares que apoyan la cons-
trucción del socialismo venezolano. Si bien desde el Estado se promueve la participación,
a contracorriente existe un relacionamiento tradicional desde ciertos ámbitos de gobierno
con los sectores populares que reproduce en los espacios locales una cultural comarcal, con
identidades políticas difusas que le conceden importancia a las iniciativas encaminadas a
mejorar sus condiciones materiales de vida, sin que sean codificadas necesariamente desde
referentes ideológicos que valoran las iniciativas al interior de ideas de la democracia y
la participación correspondidas con las corrientes del pensamiento republicano popular
y del socialismo.

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El escenario actual introduce hasta ahora fuertes restricciones derivadas, en primer lugar,
de la coexistencia conflictiva, en una transición aún en curso, de toda la arquitectura política
de la sociedad venezolana, definida por la pervivencia de organizaciones de gestión pública
(alcaldías, gobernaciones) que propenden a estilos de control burocrático y la emergencia
de otras que propician innovaciones en torno a modos de autogobierno y autogestión, tal
es el caso de los consejos comunales. En segundo lugar, de la precariedad de los recursos
técnicos y comunicacionales de las infraestructuras políticas locales para llevar adelante
lógicas sociales de participación. En tercer lugar, de la escasa tradición de participación que
es históricamente inherente a la cultura política venezolana.
No obstante, la realización del escenario normativo de largo plazo implícito en la
imagen del futuro democrático que se quiere tiene poderosos factores históricos y antro-
pológicos de aceleración, ampliamente investigados por el ensayismo de la filosofía social
y las ciencias sociales.
La tarea de construcción de un proyecto nacional popular impulsado por el pensamiento
socialista encuentra bases culturales arraigadas en la memoria del imaginario popular desde
siempre: un igualitarismo social, un republicanismo plebeyo, una democracia asociativa de
base. Estos son factores que están en la historia de las resistencias populares, muchas de
ellas con objetivos anticapitalistas, y que son aprovechables para avanzar madurando más
allá de una compresión difusa del socialismo que hasta ahora lo asocia con una promesa
«redentora» (que le permitirá la posesión de mínimos bienes) del Estado.
En síntesis, triunfantes o no, las fuerzas populares han buscado y buscarán construir
el entramado de soporte de su acción, subjetivando su protagonismo entre sus valores y el
momento histórico que les ha tocado vivir, desde allí leen sus posibilidades y determinan
sus déficit o las necesidades que modelan su acción.

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