Triduo 1
Triduo 1
Triduo 1
COORDINACIÓN DE VIDA
LITÚRGICA Y ORACIÓN
«En la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo se ofrece a la piedad de los fieles el culto
de tan salvífico Sacramento, para que celebren las maravillas de Dios significadas en él y
realizadas por el misterio pascual, para que aprendan a participar en el sacrificio eucarístico y a
vivir más intensamente de él, para que veneren la presencia de Cristo el Señor en este
Sacramento y den las debidas acciones de gracias a Dios por los bienes recibidos.» (Ceremonial
de los obispos n.385)
Durante estos tres días proponemos que en cada templo o capilla se abran las puertas del lugar
durante el día, en la mañana y en la tarde, según las posibilidades y las condiciones presentes,
para que los fieles se unan en oración delante de Jesús Sacramentado.
Para cada jornada del Triduo de Adoración Eucarística este subsidio ofrece las meditaciones para
cada día –de la mañana y de la tarde-. En la mañana la meditación se basará en dos salmos, un
himno eucarístico, un texto bíblico, unas palabras del Papa Francisco y unas aclamaciones. En las
tardes la adoración eucarística desarrollará un tema específico (jueves: reunirnos y encontrarnos;
viernes: adorar y pedir perdón; sábado: agradecer e interceder). Como tema transversal estará la
súplica por la Vida, la Reconciliación y la Paz.
A estas celebraciones aquí propuestas le siguen aquellas que el sacerdote prepare con su
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comunidad, de modo que durante el día se favorezca una continua adoración al Señor.
Para al domingo proponemos un subsidio litúrgico para la celebración eucarística y otro para
llevar a cabo una procesión por las calles del territorio parroquial (llamado “caminar y sanar”),
adaptado a las circunstancias actuales y a las posibilidades de cada lugar, bendiciendo a los fieles
con el Santísimo Sacramento, pidiendo la salud, la reconciliación y la paz para el país. De este
modo, ponemos por obra lo dicho en el Ceremonial de los Obispos: «Como celebración peculiar
de esta solemnidad está la procesión, nacida de la piedad de la Iglesia; en ella el pueblo cristiano,
llevando la Eucaristía, recorre las calles con un rito solemne, con cantos y oraciones, y así rinde
público testimonio de fe y piedad hacia este Sacramento. Es conveniente, por tanto, que donde
las circunstancias lo permitan, y que en verdad pueda permanecer como signo de fe común y de
adoración, se conserve y se fomente esta procesión.» (n.386).
“En la mañana hazme escuchar tu gracia, ya que confío en ti; indícame el camino que he
de seguir, pues levanto mi alma hacia ti.” (salmo142)
Señor Jesús, la mañana nos recuerda tu predilección por salir a un lugar solitario al comenzar el
día, para encontrarte con Dios Padre en la oración.
Ante tu presencia, Jesús Eucaristía, reconocemos que tú eres el Hijo de Dios, el Mesías, el
Salvador, el Pan bajado del cielo.
Todos:
Todos:
Aquella criadora
Palabra, con palabra, sin mudarse,
lo que era pan, ahora
en carne hace tornarse
y el vino en propia sangre trastornarse.
Y si el sentido queda
pasmado de tan alta y nueva cosa,
lo que él no puede pueda,
ose lo que él no osa,
la fe determinada y animosa.
¡Gloria al Omnipotente,
y al gran Engendrador y al Engendrado,
y al inefablemente
de entrambos inspirado
igual loor, igual honor sea dado! Amén.
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El cáliz bendito que consagramos es la comunión de la sangre de Cristo; y el pan que partimos
es la comunión del cuerpo del Señor. Y, puesto que es un solo Pan, somos todos un solo cuerpo;
ya que todos participamos de ese único pan.
El pan consagrado que comemos es comunión del cuerpo de Cristo, ¿Qué podemos hacer
para que sea más visible esa comunión entre nosotros?
MEDITACIÓN
LA EUCARISTÍA SANA NUESTRA MEMORIA ENFERMA
Recordemos lo que nos decía el Papa Francisco en la celebración del Corpus Christi el año
pasado:
«Dios sabe lo difícil que es, sabe lo frágil que es nuestra memoria, y por eso hizo algo inaudito
por nosotros: nos dejó un memorial. No nos dejó sólo palabras, porque es fácil olvidar lo que se
escucha. No nos dejó sólo la Escritura, porque es fácil olvidar lo que se lee. No nos dejó sólo
símbolos, porque también se puede olvidar lo que se ve. Nos dio, en cambio, un Alimento, pues
es difícil olvidar un sabor. Nos dejó un Pan en el que está Él, vivo y verdadero, con todo el sabor
de su amor. Cuando lo recibimos podemos decir: “¡Es el Señor, se acuerda de mí!”. Es por eso
que Jesús nos pidió: «Haced esto en memoria mía» (1 Cor. 11,24). Haced: la Eucaristía no es un
simple recuerdo, sino un hecho; es la Pascua del Señor que se renueva por nosotros. En la Misa,
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la muerte y la resurrección de Jesús están frente a nosotros. Haced esto en memoria mía: reuníos
y como comunidad, como pueblo, como familia, celebrad la Eucaristía para que os acordéis de
mí. No podemos prescindir de ella, es el memorial de Dios. Y sana nuestra memoria herida.»
1. Jesús Eucaristía, plenitud del amor que sostiene a cuantos lo han dejado todo por
seguirte y anunciarte.
2. Jesús Eucaristía, a quien pedimos envíes pastores que apacienten el pueblo que te
celebra como pastor y guía.
3. Jesús Eucaristía, Pan de vida de los que han sido redimidos en la gracia del Bautismo.
4. Jesús Eucaristía, Alimento de los reconciliados.
5. Jesús Eucaristía, fortaleza de los que han vencido al pecado.
6. Jesús Eucaristía, Viático de los enfermos Ungidos con el aceite del consuelo y la
esperanza.
7. Jesús Eucaristía, en cuya presencia nacen y se alimentan las nuevas familias bendecidas
con la gracia del Matrimonio Sacramental.
8. Jesús Eucaristía, que con tu presencia nos deleitas y nos anticipas el banquete celestial
hacia el que camina la Iglesia.
9. Jesús Eucaristía, que fuiste alimento de los que ahora aguardan la resurrección final.
10. Jesús Eucaristía, Nacido de María, la madre inmaculada, la Virgen Fiel.
11. Jesús Eucaristía, que te encarnaste en el Seno Virginal de María, peregrina de la fe y
primicia de los bienaventurados.
12. Jesús Eucaristía, celebrado con amor por la Iglesia.
13. Jesús Eucaristía, adorado en el secreto y silencio orante de todos los Sagrarios del
mundo.
Señor, que comunicaste tu paz a los discípulos el día de la resurrección, renueva tu presencia
en medio de nuestro país y danos tu paz para que, por ella, instauremos la paz que tanto
necesitamos. Indícanos el camino para alcanzar la paz, danos entrañas de misericordia para
buscar la paz, libera nuestros corazones de toda división, rencor y envidia, de toda injusticia y
avaricia, para alcanzar la paz. Amén.
En adelante, durante la oración de la mañana en este primer día, se realizará aquello que el
sacerdote con su comunidad hayan preparado para mantener la adoración a Jesús Eucaristía.
Hermanos, al iniciar la oración de esta tarde nos reunimos con una misma intención: adorar a
Jesús Eucaristía y presentar nuestras súplicas. Al congregarnos nos reconocemos hermanos en
la fe y, a la vez, nos encontramos con Dios y con la creación.
El Cuerpo y la Sangre de Cristo son dignos de adoración. A ellos toda Acción de Gracias
porque son nuestra vida. Adoraremos a Jesús Eucaristía que se hará presente en el altar. Él es
el Pan Vivo bajado del Cielo, pero también surgido de la Tierra y del trabajo de los hombres.
Por esto, en esta tarde, tendremos momentos de adoración precedidos de meditaciones sobre
la maravillosa unidad: Dios – Hombre – Cosmos, de la cual el Cuerpo y la Sangre de Cristo son
su más palpable manifestación. Iniciemos cantando.
Señor Jesús, la tarde no solo nos recuerda la hora nona de tu muerte en la cruz, sino que nos
abre a la esperanza y a la alegría. En la tarde celebraste la última cena con tus discípulos y diste
tu cuerpo y tu sangre en el pan y en el vino que compartiste. En la tarde te apareciste de
camino a los discípulos de Emaús y, ya en la aldea, te revelaste a ellos al partir el pan. Por eso,
en esta tarde queremos pedirte que te quedes con nosotros como en Emaús, porque es tarde
y la noche se apresura.
Dios dijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza; y que le estén
sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra, y todos los
animales que se arrastran por el suelo". Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen
de Dios, los creó varón y mujer. Y los bendijo, diciéndoles: "Sean fecundos, multiplíquense,
llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los
vivientes que se mueven sobre la tierra". Y continuó diciendo: "Yo les doy todas las plantas
que producen semilla sobre la tierra, y todos los árboles que dan frutos con semilla: ellos les
servirán de alimento. Y a todas la fieras de la tierra, a todos los pájaros del cielo y a todos los
vivientes que se arrastran por el suelo, les doy como alimento el pasto verde". Y así sucedió.
Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno. Así hubo una tarde y una
mañana: este fue el sexto día."
Animador:
En este pasaje del Génesis descubrimos la relación entre Dios, el ser humano y el resto de la
creación. Por medio de las siguientes meditaciones profundizaremos en esta relación.
Recordemos, las palabras del papa Francisco en la Carta Encíclica “Laudato Si”:
“En los diálogos con sus discípulos, Jesús los invitaba a reconocer la relación paterna que
Dios tiene con todas las criaturas, y les recordaba con una conmovedora ternura cómo cada
una de ellas es importante a sus ojos: «Mirad las aves del cielo, que no siembran ni cosechan,
y no tienen graneros. Pero el Padre celestial las alimenta».
Todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia
nosotros. El suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios. Dios ha escrito un libro
precioso, «cuyas letras son la multitud de criaturas presentes en el universo». Ninguna criatura
queda fuera de esta manifestación de Dios: «Desde los panoramas más amplios a la forma de
vida más ínfima, la naturaleza es un continuo manantial de maravilla y de temor. Ella es,
además, una continua revelación de lo divino». «Percibir a cada criatura cantando el himno de
su existencia es vivir gozosamente en el amor de Dios y en la esperanza».
El Señor podía invitar a otros a estar atentos a la belleza que hay en el mundo porque él
mismo estaba en contacto permanente con la naturaleza y le prestaba una atención llena de
cariño y asombro. Cuando recorría cada rincón de su tierra se detenía a contemplar la
hermosura sembrada por su Padre, e invitaba a sus discípulos a reconocer en las cosas un
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mensaje divino: «Levantad los ojos y mirad los campos, que ya están listos para la cosecha».
«El reino de los cielos es como una semilla de mostaza que un hombre siembra en su campo.
Es más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas y se
hace un árbol».
Esta contemplación de lo creado nos permite descubrir a través de cada cosa, alguna
enseñanza que Dios nos quiere transmitir, porque «para el creyente contemplar lo creado es
también escuchar un mensaje, oír una voz paradójica y silenciosa». Podemos decir que, «junto
a la Revelación propiamente dicha, contenida en la sagrada Escritura, se da una manifestación
divina cuando brilla el sol y cuando cae la noche».
Animador:
En silencio, contemplemos la unidad de Dios con todas sus criaturas, hecha sacramento en el
Pan Eucarístico.
Minutos de silencio.
Segunda Meditación: La unión del hombre con las creaturas y con Dios
Recordemos, además las palabras del papa Francisco en la Carta Encíclica “Laudato Si”:
“Jesús trabajaba con sus manos, tomando contacto cotidiano con la materia creada por Dios
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para darle forma con su habilidad de artesano. Llama la atención que la mayor parte de su
vida fue consagrada a esa tarea, en una existencia sencilla que no despertaba admiración
alguna: «¿No es este el carpintero, el hijo de María?». Así santificó el trabajo y le otorgó un
peculiar valor para nuestra maduración. «Soportando la fatiga del trabajo en unión con Cristo
crucificado por nosotros, el hombre colabora en cierto modo con el Hijo de Dios en la
redención de la humanidad».
Las criaturas de este mundo no pueden ser consideradas un bien sin dueño: «Son tuyas,
Señor, que amas la vida», dice el libro de la Sabiduría. Esto provoca la convicción de que,
siendo creados por el mismo Padre, todos los seres del universo estamos unidos por lazos
invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos
mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde. «Dios nos ha unido tan estrechamente al
mundo que nos rodea, que la desidentificación del suelo es como una enfermedad para cada
uno, y podemos lamentar la extinción de una especie como si fuera una mutilación». (LS 89)
No puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza si al
mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los seres
humanos. Por eso se requiere una preocupación por el ambiente unida al amor sincero hacia
los seres humanos y a un constante compromiso ante los problemas de la sociedad”.
Hombre y cosmos, están unidos porque el hombre está hecho de lo que Dios ha creado el
cosmos: del barro tomado de la creación nos hizo. Ambos subimos al Altar, unidos a Cristo,
entramos en unión mística con el misterio de la Eucaristía, a quien adoramos en silencio…
Silencio
Hemos venido a adorar al Señor Jesús sacramentado. Pero antes de nuestra adoración hemos
meditado sobre la creación y la humanidad, presentes en mística unión con Cristo, primicia de
las creaturas y cabeza de la Iglesia.
Jesús vivía en armonía plena con la creación, y los demás se asombraban: «¿Quién es este,
que hasta el viento y el mar le obedecen?» (Mt 8,27). Para la comprensión cristiana de la
realidad, el destino de toda la creación pasa por el misterio de Cristo, que está presente
desde el origen de todas las cosas: «Todo fue creado por él y para él». En el Evangelio de Juan
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encontramos la actividad creadora de Cristo como Palabra divina y además esta Palabra «se
hizo carne». Una Persona de la Trinidad se insertó en el cosmos creado, corriendo su suerte
con él hasta la cruz. Desde el inicio del mundo, y a partir de la encarnación, el misterio de
Cristo opera de manera oculta en el conjunto de la creación.
El Nuevo Testamento no sólo nos habla del Jesús terreno y de su relación tan concreta y
amable con todo el mundo. También lo muestra como resucitado y glorioso, presente en toda
la creación con su señorío universal: «Dios quiso que en él residiera toda la Plenitud. Por él
quiso reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por
la sangre de su cruz», proclama san Pablo. Esto nos proyecta al final de los tiempos, cuando
el Hijo entregue al Padre todas las cosas y «Dios sea todo en todos» (1 Co 15,28). De ese
modo, las criaturas de este mundo ya no se nos presentan como una realidad meramente
natural, porque el Resucitado las envuelve misteriosamente y las orienta a un destino de
plenitud. Las mismas flores del campo y las aves que él contempló admirado con sus ojos
humanos, ahora están llenas de su presencia luminosa.
Cuando nuestro corazón está auténticamente abierto a una comunión universal, nada ni nadie
está excluido de esa fraternidad en Cristo. No podemos considerarnos grandes amantes si
excluimos de nuestros intereses alguna parte de la realidad: paz entre los hombres, justicia en
la sociedad y cuidado de la creación son tres temas absolutamente ligados. Todo está
relacionado, y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas en una
maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios en Cristo, presente en la
Eucaristía, tiene a cada una de sus criaturas y que nos une también, con tierno cariño, al
hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre tierra.
Silencio.
Animador:
La adoración es una experiencia contemplativa, amorosa, de abandono de todo nuestro ser
ante el único Señor presente en el Sacramento Eucarístico. Los invitamos a un momento de
adoración. La adoración incluye inclinación, postración del cuerpo y un profundo
recogimiento interior, centrados amorosamente en Cristo Sacramentado, partiendo desde lo
profundo del alma de cada uno de nosotros, siempre unidos al cosmos.
Animador:
A partir de lo meditado acerca de la relación entre Dios, el ser humano y las demás criaturas,
preguntémonos:
Se propone la primera pregunta y se deja un tiempo de silencio para la meditación; y así con
las demás preguntas.
De rodillas yo te pido
que el día cuando tú me llames sea como hoy,
para mirarte a los ojos y poderte decir,
que cómo no te voy a adorar.
Nos hemos reunido, nos hemos encontrado con Dios, con nuestros semejantes y con las
demás criaturas. Nuestra historia en este mundo, en este país, es una historia de encuentro.
Por eso, ante Jesús Sacramentado, recuperemos la unidad de la creación con la divinidad.
La situación por la cual pasa nuestro país no puede olvidar esta unidad, y nosotros somos
memoria de los destinos de nuestra nación. Por eso, ante el Señor de la vida, supliquemos
para que Él suscite en los corazones de quienes habitamos en Colombia el deseo de bien, el
propósito de favorecer el bien común, la reconciliación, la solidaridad y la paz.
1. Para que valoremos el encuentro y nos reconozcamos con una misma dignidad.
2. Para que nos reunamos para favorecer el bien común y todo aquello que trae bendición
para la comunidad.
3. Para que, entre nosotros, descubramos a Dios que se hace presente donde dos o tres
se reúnen en su nombre.
4. Para que protejamos la creación, la casa común, y nos libremos de toda intención que
atente contra la naturaleza.
5. Para que creamos en Dios y nos esforcemos por vivir según su voluntad.
6. Para que los corazones se dispongan a dialogar y a trabajar por aquello que nos une y
compromete.
7. Para que todos seamos uno en el Señor y así el mundo sepa que Cristo es el enviado
del Padre.