Molina Campos

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Análisis del concepto de Biblioteconomía

ENRIQUE MOLINA CAMPOS

Profesor Titular de Biblioteconomia.


Escuela Unversitaria de Biblioteconomía y Documentación.
Universidad de Granada

Al objetivo de establecer un concepto de la disciplina Biblioteconomia,


mediante el oportuno análisis, le conviene, en mi opinión, como punto de
arranque, más que el examen de las teorías en circulación y de las ya no vigen-
tes (al cual seguiria, a titulo de deducción selectiva terminal, la formulación de
un concepto de la disciplina considerado cabal), una definición ya dada, cuyo
análisis inmediato incluya pertinentes puntualizaciones, cotejos correctores y
paralelos enriquecedores. Tal definición debe abarcar, con holgura pero con
los debidos deslindes, la práctica y la reflexión que han configurado la discipli-
na a lo largo de la historia, y debe poseer la suficiente virtualidad de futuro
como para que posibles cambios internos o externos en los elementos configu-
radores de la disciplina no amenacen su propia consistencia conceptual. Se tra-
ta, en palabras de Alfredo Serrai, de

“...delinear, de la biblioteconomía, aquella imagen común a las expe-


riencias y a las especulaciones, pasadas y presentes, que sirva de pano-
rama teórico global, válido como estructura general de coordinación
de la realidad y de las expectativas, o como ocasión y estímulo de
direcciones de investigación” ~.

SERRAd, Alfredo: la difesa della biblioteconomia. Indagine sulla identit4 le competen re e le


aspirarioni di una disciplina in cerca de palingenesí Firenze, Giunta Regionale Toscana, La
Nuova Italia Editrice, 1981, p. 1. (La traducción, como las de todos los textos en lengua no
española citados aquí, es mia.>

Documentación de las Ciencias de la Información, NY t3-1990-183-210. Ed. lJ,,iv. Complut. Madrid


184 Enrique Molina Campos

Normalmente, este tipo de definición tendría que quedar a salvo de contro-


versias y de parcialidades escolásticas, aunque desde luego admita la crítica
(que estaría más cerca de la exégesis que de la censura). De ahí mi preferencia
para ese cometido de apertura a una epistemología de la disciplina, que yo le
asigno aquí con vistas a su aprovechamiento docente. Porque al alumno, que
llega a una Universidad con parvo bagaje cultural y escasa práctica analítico-
sintética (si no es que procede de otro centro universitario), se le debe facilitar,
de entrada, un reducido sistema de conceptos básicos, claros, concisos y orgá-
nicos, partiendo de los cuales se elaborará, con su colaboración, una estructura
teórica bien cohesionada; meterlo muy pronto en el entramado epistemológi-
co-técnico de la disciplina podria desconcertarlo y desalentarlo. De otra parte,
la definición que yo he elegido para incoar el estudio de la disciplina y conco-
mitantemente la enseñanza de la misma, posee la ventaja de su fácil memoriza-
ción, ventaja nada desdeñable porque, dejando aparte los excesos de un memo-
nsmo a ultranza, reprobado por la didáctica reciente, es obvio que incluso los
ntveles universitarios de aprendizaje requieren una importante cuota de
memorización. Por último, la función de oportunidad y acicate para una inves-
tigación multidireccional, que Serrai señala como resultado deseable de la defi-
nición que él postula, es una ventaja más de la definición de partida que estoy
caracterizando, porque abre a profesor y a alumnos esa segunda dimensión
esencial de la relación docente que es la actividad investigadora.
He aquí, por fin, la definición por la cual he optado tras hacerme las consi-
deraciones precedentes. Su autor es Domingo Buonocore. Y dice así:

“Biblioteconomía. (Del gr. biblion, libro; theke, caja, armario y nomos,


regla, ley.) Por biblioteconomía se entiende el conjunto de conoci-
mientos teóricos y técnicos relativos a la organizacion y administra-
ción de una biblioteca. Comprende una parte doctrinaria que estudia
la teoria de la selección y adquisición de libros, catalogación, clasifica-
ción y régimen económico-administrativo de la biblioteca: recursos,
local y mobiliario, personal, conservación de los libros y uso de la
biblioteca, y una parte que se relaciona propiamente con el arte de
administrarla, de gobernarla, para realizar con la mayor eficacia y el
menor esfuerzo los fines específicos de la institución.
La primera parte es científico-técnica; la segunda, en cambio, polí-
tico-administrativa, pues comprende el estudio de los métodos, me-
dios y formas más convenientes para asegurar un buen servicio públi-
co de lectura” 2

Elegir esta definición —por las razones que he explicado más arriba— no
quiere decir asumirla en bloque y exclusivamente. El análisis vendrá a ensan-

2 BUONOCORE, Domingo: Diccionario de Bibliotecologla. 2.” cd. aum. Buenos Aires,


Marymar, 1976, p. 91.
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charla, y también a rectificarla (pero no a invalidarla para el cometido que aquí


cumple).
Del componente léxico nomos dice Serrai que:

“funde los dos significados, de ‘uso’ y de ‘ley, en la presuposición


simétrica de que o bien los usos representen unas regularidades, y por
tanto se deriven de las leyes, o bien las normas no sean más que codifi-
caciones de fenómenos regulares. En el término biblioteconomía
resultan así etimológicamente incluidas las dos ideas que presiden las
dos direcciones fundamentales de la disciplina bibliotecaria: la pri-
mera relativa a la determinación de las leyes de funcionamiento, para
después derivar de éstas los procedimientos más eficientes; la segunda
referida a la especificación y por consiguiente a la repetición de las
prácticas bibliotecarias, de aquello que en la biblioteca se ha hecho
siempre, se ha de hacer y se deberá seguir haciendo” ~.

A la primera actitud le atribuye Serrai un carácter teórico, a la segunda una


finalidad técnica 4; añadiendo:

“Como se sabe, la relación entre teoría y práctica no es de precedencia


o de dependencia, sino de correlación, o mejor, de dialéctica, esto es,
de continuo intercambio reciproco” ~.

Imediatamente, Serrai vuelve sobre el significado de nomos:

“La concepción implícita en la palabra griega es de tipo estático, y es


adecuada sólo cuando los procesos, usuales o regulados, se mantienen
constantes; traducido en términos bibliotecarios, hasta cuando las
bibliotecas tienen una cierta dimensióny desarrollan ciertos servicios.
Que esto no sucede, ya lo sabemos; por lo cual el problema no es des-
cubrir las leyes del funcionamiento o las técnicas más oportunas para
una clase de bibliotecas, sino verificar las teorias generales y las prácti-
cas aptas para todas las situaciones de depósito y de consulta de las
memorias documentarías” 6

Las consideraciones de Serrai, particularmente lúcidas, vienen a poner en evi-


dencia las limitaciones de la definición de Buonocore. Esta, al distinguir en la

bu dtfesa..., pp. 1-2.


~ lbÍd, p.
‘ Ibid.
6 IbId.
186 Enrique Molina Campos

biblioteconomía una parte “científico-técnica” y otra “político-administrativa”,


no advierte la disemia del lexema nomos (-nomía). y en consecuencia: a) no
deja lo bastante claros ni el carácter “doctrinario” de la parte primera ni la rela-
ción del “gobierno” de la biblioteca con lo que de “político-administrativo”
haya en el “conjunto de conocimientos teóricos y técnicos”; b) elude la “rela-
ción dialéctica”, señalada por Serrai, entre teoria y técnica; c) asume
la concepción estática de la biblioteca (y del “conjunto de conocimientos” rela-
tivos a ella), implícita en la palabra griega, lo cual comporta asumir con toda
naturalidad una idea de la biblioteca, y de las teorias y técnicas bibliotecarias,
sumamente restringida: baste comparar el “buen servicio público de lectura”
de que habla Buonocore, al referirse a la finalidad de “los métodos, medios y
formas” comprendidos en la parte “político-administrativa” de la bibliotecono-
mía, con “todas las situaciones de depósito y de consulta de las memorias docu-
mentarias” para las cuales, según Serrai, deben ser aptas las “teorias generales y
las prácticas” cuya verificación es el verdadero problema de la disciplina; en
realidad, las bibliotecas tomadas en cuenta por Buonocore en su definición no
son otras que las de “procesos constantes”, o sea, hasta que “tienen una cierta
dimensión y desarrollan ciertos servicios” —en palabras de Serrai, quien, como
hemos visto, llega a negarles subsistencia—.
Pero es del propio Buonocore de quien proceden algunas puntualizaciones
que, a decir verdad, contradicen o cuestionan importantes elementos de su
definición. Abordémoslas ahora, aun a riesgo de incluir extremos que corres-
ponden al estudio de la situación de la disciplina en el ámbito de las ciencias y
las técnicas. En el artículo Ciencia bibliotecaria de su Diccionario, tras equiparar
aquel término con el anglosajón library science en el significado de “conjunto de
los conocimientos profesionales relativos al libro y a la biblioteca” (significado
que no es posible suscribir sin más), Buonocore afirma:

“Esta terminología nos parece exagerada y, en cierto modo, pedante.


En efecto, una ciencia es, como bien se sabe, un conjunto de verdades
generales sistematizadas y fundadas. No hay ciencia de lo particular,
de lo individual. Además, estas verdades persiguen siempre un objeto
abstracto, esto es leyes o principios. Nada de esto ocurre con la mal lla-
mada ciencia bibliotecaria. Ella forma —no puede negarse— un con-
junto de conocimientos, pero estos conocimientos están enlazados
entre sí, no por su dependencia lógica o relaciones sistemáticas, sino
por la unidad del Fin al cual concurren. Y este fin no es teórico como
en la ciencia pura, sino práctico, enimentemente utilitario. El se pro-
pone, en definitiva, el ordenamiento y clasificación de las fuentes
bibliográficas del saber —libros, documentos, etc.— para facilitar su
consulta y aprovechamiento al estudioso. En otros términos, una téc-
ntca al servicio de la cultura, es decir, un conjunto de procedimientos
destinados a producir ciertos resultados o fines útiles. Por tanto, si se
quiere emplear una denominación genérica, para referirse a las disci-
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plinas bibliotecarias, ella no podrá ser nunca la de ciencia, sino la de


tecnología. Un conocimiento técnico, es un conocimiento que no está
considerado desde el punto de vista de su valor lógico, especulativo,
sino desde el punto de vista de su aplicación a algún fin práctico” ~.

Dejemos aparte, por el momento, lo que sea o venga a ser una ciencia. (Se
me ocurre que una critica de este artículo a la luz de la teoria, o filosofía, de la
ciencia, podría hacer estragos.) Aplacemos, igualmente, la consideración de la
library science anglosajona, y de la Bibliothekswissenschafi alemana, así como de
las controversias que, en cuanto “ciencia”, han suscitado en sus países de ori-
gen. Lo urgente ahora es preguntarse: ¿cómo entender que la biblioteconomía
es “un conjunto de conocimientos teóricos y prácticos”? ¿En qué sentido su pri-
mera parte es ‘doctrinaria”? Y sobre todo, ¿qué quiere decir exactamente
Buonocore al calificar esta primera parte de “científico-técnica”? No parece
que el bibliotecólogo argentino esté refiriéndose al principio de tecnicismo, pro-
puesto por la actual filosofia de la ciencia y según el cual el progreso del conoci-
miento científico no puede separarse del de los medios técnicos, ni al principio
de dualidad, que insiste en la existencia de un plano teórico y de un plano de
experímentación que deben constantemente ir en acción y reacción mutuas ~.
Lo que parece es que el concepto de biblioteconomía ofrecido por Buonocore
sea lamentablemente reduccionista, en exclusivo favor de la tecnología, y aún
más, de la tecnología reducida a su aplicación utilitaria; ni siquiera alcanza a
constituir la biblioteconomía en ciencia aplicada, en el sentido de la librarzans-
blp inglesa.
En otro lugar de su Diccionario (artículo Economía bibliotecaria 9, Buonoco-
re reitera las ideas que acabo de comentar y añade otras que vienen a recortar la
definición que nos ocupa. Empieza por contraponer “economía bibliotecaria”
(lihrary econorny), “aspecto práctico de la biblioteconomía, referido especial-
mente a la organización y administración de bibliotecas”, a “ciencia biblioteca-
ria” (library science), “parte doctrinaria, teórica”. Si esta última es negada sus-
tancialmente en el artículo a ella dedicado, ¿cómo ahora se la califica de “parte
doctrinaria, teórica”, con lo cual se la identifica, al menos terminológicamente,
con esa primera parte que la definición distinguía en la disciplina, y por tanto
sela legitima? A continuación, tras repetir sus reservas ante la “ciencia bibliote-
caria”, Buonocore establece diferencias entre la ciencia y el saber:

BIJONOCORE: Diccionaria.., p. 124.


Vid, sobre todo: BUrrERFIELO, H., Los orígenes de la ciencia moderna, Madrid, Taurus,
1958; HLTNGE, M., La ciencia. Su método y sufilosofla, Buenos Aires, Siglo XX, 1960; HEJSEN-
BERCJ. W.. Los fundanl entos de la ciencia, Madrid, Norte y Sur, 1962; NEWMAN, J. R., ¿Qué es la
c,enc,a?, Madrid, Aguilar, 1963; NicoL, E., Los principios de la ciencia, México, PCE., 1965;
ALrLJU55FR, L., Curso deJilosofía para cient4ftcos, Barcelona, Laia, 1975.
BííoNcx-oRp: Diccionaria.., pp. 178-179.
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“...entre el saber y la ciencia existe una relación de género a especie. El


saber (del latín sapere, tener sabor, ser docto o prudente) posee una sig-
nificación más lata y comprensiva que la ciencia, reducida únicamen-
te al saber fundado y sistematizado” 10

Lo más interesante es la aplicación de tales diferencias a la caracterización de


la disciplina:

“De ahí que los conocimientos relativos al libro y a la biblioteca, cons-


tituyen más bien, en nuestra opinión, un saber técnico que una ciencia
pura. La biblioteconomía, en última instancia, es un conjunto de
medios y recursos que nos enseña a reunir y organizar una colección
de libros para ponerla al servicio del estudioso. Con estas salvedades,
podriamos aceptar que la bíbliotecología sea definida, en lo que atañe
a su naturaleza propia, como una ciencia, o, mejor aún, como un saber
técnico, una disciplina tecnológica. Bien se ha admitido que la tecno-
logía viva constituye, esencialmente, el enfoque científico de los pro-
blemas prácticos, es decir, el estudio y tratamiento de las cuestiones
del hacer, con la ayuda del método investigativo. Por lo demás, el
saber técnico es un saber crítico, reflexivo, buscado de intento, esto es,
autoconsciente y de validez general. En nuestro caso —la biblioteco-
nomía— ese conocimiento técnico busca los medios para perfeccionar
los procesos conducentes al propósito fundamental de accesibilidad a
todas las fuentes informativas. Véase también bibliotecologla” ~.

Admitamos que Buonocore niegue a la biblioteconomía la condición estric-


ta de ciencia; como veremos, otros biblioteconomistas han hecho lo mismo o
algo parecido, y hoy prevalece la actitud positiva. Lo que no s y uede admitir es
el uso indistinto de los sustantivos “técnica” y “tecnología”, y de los adjetivos
“técnico” y “tecnológico”; un buen diccionario enciclopédico nos librará de
detenemos aquí en distinciones consabidas. Pero lo que yo quiero poner ahora
de relieve son las contradicciones en que Buonocore incurre y que dan una
impresión de ambigíledad o de falta de rigor en la incorporación, a sus análisis,
de importantes datos conceptuales. Así, en el fragmento recién transcrito, la
finalidad última de la biblioteconomía es poner una colección de libros al servi-
cio del estudioso; y líneas más abajo, la accesibilidad a todas lasfuentes informati-
vas. Si los dos primeros subrayados hacen pensar en la biblioteca tradicional y
erudita, de fondos exclusivamente bibliográficos, el tercer subrayado parece
aludir a la biblioteca más actual, sistema (o subsistema) informacional, con
fondos bibliográficos y no bibliográficos, primordialmente accesible a todos.

10 ¡bId., p. 179.
“ Ibid
Análisis del concepto de Biblioteconomía 189

Así también, habla primero de bibliotecología y después de biblioteconomía. sin


ningún matiz diferenciador, como meros sinónimos; lo cual sería admisible si
él mismo, en su Diccionario (artículo Bibliotecología), no hubiese dicho:

“Algunos autores —Fumagalli, por ejemplo, en su Vocabolario biblio-


grafico— registra (sic) la palabra bibliotecología como sinónima de
biblioteconomía, equivalencia que nosotros no aceptamos, pues existe
entre ambas una relación de género a especie: la primera es el todo, la
segunda simplemente una parte o una rama” 12

(De la bibliotecología stricto sensu me ocuparé más adelante, yjustamente sobre


la base del artículo de Buonocore, en relación con la biblioteconomía y con
otras ciencias y técnicas; y también, del significado y las analogías que el térmi-
no tiene para otros autores.)
Y bien: ¿es realmente la más idónea para definición de partida la que ofrece
Buonocore, si se muestra tan vulnerable a una critica múltiple? Ya avisé, al
comienzo, de que mi propósito es hacer uso de una definición amplia de con-
cepto, escueta de expresión, comprensible y fácilmente recordable; pero no
recibiéndola como dogma, sino precisamente sometiéndola a un análisis, del
cual ha de salir en tales condiciones de actualidad, exactitud y solidez episte-
mológica que sirva de base para un estudio del contenido de la disciplina. En
suma: la cuestión no es adoptarla, sino aprovecharla, por las cualidades que en
ella he señalado, para levantar un aceptable edificio doctrinal. Y ese aprove-
chamiento sólo puede efectuarse a través de la crítica, la cual, por cierto, debe
ser un importante elemento activo de la docencia, vale decir, debe hacerse en
clase y con la colaboración de los alumnos. Por lo demás, yo no pretendo que
mi crítica —la que acabo de plantear— sea ni exhaustiva ni impecable; sólo
aspiro a que cumpla, respecto a la definición elegida, las funciones de valida-
ción que le he asignado.
Retengamos, pues, de la repetida definición, el siguiente esquema concep-
tual:
conjunto de conocimientos teóricos y técnicos
sobre
4
organización y administración
~ de
bibliotecas.

Y repasémoslo en otras definiciones o descripciones de la disciplina. Empece-


mos por la que ofrece un diccionario enciclopédico: la Nueva Enciclopedia
Larousse, en la versión española de Editorial Planeta. Dice así: “Ciencia y arte
190 Enrique Molina Campos

de la conservación, ordenación y servicio de bibliotecas” i3~ Observamos, res-


pecto al esquema precedente, que el “conjunto de conocimientos teóricos y téc-
nicos” de Buonocore, cuya inclinación del lado de la técnica práctica acaba-
inos de comentar, se cambia por una difusa “ciencia y arte” sin que a la defini-
ción siga una parte enciclopédica en la cual se especifique la proporción de
ciencia y de arte, ni siquiera qué se entiende por cada uno de esos términos. De
otra parte, la “organización y administración” es en el Larousse—Planeta
“conservación, ordenación y servicio”, términos que detallan más pero eviden-
temente abarcan menos. Para terminar con la referencia a obras no especiali-
zadas, citaré la definición que en su Diccionario de uso del español da María
Moliner, la coautora del frnstrado plan de bibliotecas públicas de la Segunda
República: “Ciencia de la conservación, arreglo y servicio de las bibliotecas” 14
Si aquí Moliner opta exclusivamente por !a “ciencia”, la “conservación, arreglo
y servicio” se identifica con los elementos teleológicos de la definición anterior,
con la desventaja de utilizar el término “arreglo”, vulgar e impreciso si no mala
traducción de arrangement.
En otros lugares me he ocupado de la evolución histórica del contenido de
la disciplina. Por consiguiente, es allí donde reseño con pormenores el naci-
miento de la biblioteconomía como ciencia, hecho que tuvo lugar en Alema-
nia, a principios del siglo XIX, por obra de Martin Schrettinger. Ahora, en este
repaso/cotejo de definiciones, sólo quiero referirme a la que da Schrettinger de
la Bibliothek-Wissenschaft (ciencia de la biblioteca), y ello a través de la inter-
pretación de Serrai:

“Para Schrettinger, la biblioteconomía, presentada lúcidamente como


concatenación de propósitos, de objetivos y de operaciones, es la dis-
ciplina científico-técnica encargada de coordinar, del modo más sa-
tisfactorio, las dos fases esenciales de ‘búsqueda del libro’ y ‘rápido
hallazgo del libro”’ i5

Es manifiesta la modernidad, o mejor, la actualidad, del concepto schrettin-


geriano, que entronca con el information retrieval (y por ende con una com-
prehensiva ciencia de la información) instaurando un proceso complejo, de
índole científica y de realización técnica, cuyo nudo de halla (y esto es una
constante de todos los estudios bibliotecarios que han aspirado a superar el
nivel de la mera práctica) en los catálogos.
Cuando Ebert, en la Aligemeine Encyclopúdie der Wissenschafien und Kans-
te 16, incluyó el término Bibliothekswissenschaft casi recién creado por Schrettin-
Nueva Enciclopedia Larousse, 2.8 cd.. Barcelona, Planeta, 1982, t III, p. 1178.
14MOLINER, Maña: Diccionario de uso del español, 1.” ed., 1.” reimpr. Madrid, Gredos.
1977, t. 1, p. 373.
“ in d(fesa..., p. 22.
“ Alígemeine Encyclopñdie der Wissenchaften und ¡(¡inste, hrsg. von Johann Samuel ERscH
Análisis del concepto de Biblioteconomía 191

ger, definió la biblioteconomia (la B-W) como “el conjunto de conocimientos y


habilidades necesarios para la gestión de una biblioteca”, conjunto en el que
teoria y práctica son dos aspectos de la actividad bibliotecaria, distinguibles
sólo en palabras pero no en los hechos. Ebert, que había acusado a Schrettinger
de empobrecer la figura cultural del bibliotecario al convertir a éste en simple
técnico de la organización bibliotecaria, es realmente quien empobrece la
biblioteconomía al despojarlakle toda condición científico-técnica y al reducir
a gestión el proceso de recuperación informacional. Por lo demás, Ebert divide
la biblioteconomía en dos partes que, según él, en la práctica son dificilmente
discernibles y separables: la actividad de disposición y ordenación (Einrich-
tungskunde), dedicada a la preparación de los catálogos, y la actividad adminis-
trativo-gestionaria ( Verweltungskunde), a la que competen las tareas que él mis-
mo define como económicas y disciplinarias ‘~. Para Serrai, quien critica la
reunión de actividades tan heterogéneas, son las de ordenamiento y cataloga-
ción las que más precisamente distinguen “el carácter y la especificidad de la
biblioteconomia como disciplina” 18
Apenas un cuarto de siglo después, Zoller, primero en un pequeño tratado
de biblioteconomía ‘~ y después en una colección de artículos 20, reaccionó
contra los adversarios de Schrettinger y, siguiendo a éste, expuso su concepción
de la disciplina como ciencia de la ordenación y la gestión de la biblioteca, y
afirmó que la biblioteconomía era creación del siglo XIX, no sólo porque
entonces recibió su nombre (ciencia de la biblioteca) sino mayormente por el
planteamiento que le había sido dado y por el reconocimiento que estaba
consiguiendo, todo ello a partir de Schrettinger puesto que antes la materia
carecía de fundamento lógico y de un desarrollo lógico de cada una de sus par-
tes 21
Por aquellos mismos años, Petzholdt 22 definía la Bibliothekswissenschaft
como “ordenamiento sistemático de todos los conocimientos que se refieren a
las bibliotecas”, añadiendo que “en cuanto tal” se divide en Bibliothekslehre y
Bibliothekskunde, términos que en la traducción italiana de Biagí y Fumagalli 23
corresponden respectivamente a “arte y doctrina de administrar una bibliote-
ca” (biblioteconomía) e “introducción a la noticia de las bibliotecas” (bibliote-
cografía), y que en latín equivaldrían a De ordinanda bibliotheca, el primero, y a

und Johann Gottfried GRUBER, Leipzig, 1923. EBERT, Friedrich Adolf: art. Bibliothekswissens-
chafi, Sect. 1, Ib. ~o.PP. 69-73.
“ Citado por SrR~í, In dfresa..., PP. 28-29.
IR Ibid., p. 29.
‘~ ZOLLER, Edinund: ¡Ile Bibliothekswissenschaft im Unirise. Stuttgart, 1846.
20 ZOLLER, Edrnund: ¡Ile Bibliothekswissenschafi, en Serapeum. años 1848-1851.
21 Vid. SERRAI, En difesa.., p. 29.
22 PETzHOLDT, Julius: ¡(atechismus der Bibliothekenlehre. Leipzig, 1856; 2. Aufl. 1871; 3.
Autl. 1877.
~‘ Bí&oí, Guido; FUMAGALLí, Giuseppe: Manuale del bibliotecario. Tradono della ¡erza
edizione ¡edesca (U) Con un appendice originale di note illusfrative 4..) per cura di..., Milano, 1894.
192 Enrique Molina Campos

¡ile praecipuis biblioíhecis notitia, el segundo. Es patente que Petzholdt elude la


calificación de “ciencia”. Para Serrai, la definición es “inadecuada e insidiosa”
porque el “ordenamiento sistemático” enunciado por Petzboldt haria creer que
los conocimientos devienen científicos como consecuencia de la organización,
más que por el poder especulativo y organizativo que deben contener. Serrai
denuncia el error de presentar la biblioteconomía como parte de la biblioteco-
grafía, debido a la falta de estructura teórica, que no daba a la parte normativa
más importancia que a la instructiva y narrativa 24~ (En cuanto al concepto de
bibliotecografía, trataré de él más adelante, dentro del marco de la bibliotecolo-
gía —concepto también por considerar.)
En realidad, lo que se debate de una a otra definición es la condición cien-
tífica de la biblioteconomía. Aun aceptando el término creado por Schrettinger
con un significado inequívoco, los adictos a una idea culturaL misional y bási-
camente conservadora del bibliotecario y sus trabajos, evitan o impugnan la
biblioteconomía como ciencia, y esto ocurre sobre todo en Alemania, donde la
tradición de bibliotecas eruditas es tan sólida. Von Harnack, Varjas, Leyh y
otros desplazan, tanto como los ya referidos aquí en cuanto autores de defini-
ciones, la teoria hacia la práctica, e incluso hacia el oficio, y si consienten en
orientar la disciplina en sentido científico, lo hacen por el lado del libro —que
encomiendan a las ciencias sociales y económicas— y no de la biblioteca,
cuyas actividades rebajan a un nivel técnico-artesanal. De muy distinta y pecu-
liar índole son las concepciones de Otlet, en las que el libro-documento es inte-
grado en un sistema informacional (y a las que no les faltan antecedentes remo-
tos, como la Biblionomía de Richart de Fournival). Pero todo esto corresponde a
la compleja evolución histórica del contenido de la disciplina —y a su situa-
ción actual—, y por tanto es materia de otras áreas de estudio.
En el mundo anglosajón, la llamada Escuela de Chicago se plantea, al ini-
ciarse el segundo cuarto de nuestro siglo, la formación de una doctrina científi-
ca, la lihrary science. Y es Butíer quien, en un ensayo que Serrai califica de
“excelente para su tiempo” 25, pone las condiciones para que se dé la deseable
cientificidad: partir de los fenómenos objetivos, escrutarlos con el rigor de las
observaciones científicas, identificar sus elementos y sus funciones, aislar las
actividades y los procedimientos en su medición cuantitativa, efectuar las
explicaciones en términos de causa, o, cuando esto no sea posible, en términos
de análisis estadísticos, proponer hipótesis y convalidarías. La última frase del
ensayo de Butíer viene a significar la actitud contraria a la de los autores alema-
nes recién comentados aquí, y en consecuencia a señalar, resumiéndolas, las
condiciones de cientificidad: “Cuando la biblioteconomía traslade su atención
desde el proceso a la función, entonces percibirá los fenómenos en el término
de una ciencia bibliotecaria”.

Vid. SERRAI, In d<fesa..., p. 2.


“ BUTLER, Pierce: An introduction to library science. Chicago, ALA, 1933. Vid. SERRA!, In
d(fesa..., p. 32.
Análisis del concepto de Biblioteconomia 193

En la Alemania inmediatamente anterior y posterior a la Segunda Guerra


Mundial, la discusión sobre el carácter científico de la biblioteconomía, yjun-
tamente la definición de la disciplina y de sus partes, giran en tomo a la forma-
ción del bibliotecario y a la legitimidad de que ésta se desarrolle a nivel univer-
sitario. Leipprand 26 vincula la fundamentación científica de dicha formación
al estudio del libro y de ciencias históricas auxiliares (de la ciencia, de la litera-
tura, de la educación). Diatzko, Herse y Milkau habían ya, con escasos matices
diferenciales, planteado la cuestión en esos mismos términos. Vorstius 27 pien-
sa que, de la expresión Bibliothekswissenschaft, la parte significativa, Wissens-
cbaft (“ciencia”), era en la teoría de Schrettinger tan vaga que podria haber sido
sustituida por Kunde (“conocimiento”) o Lebre (“instrucción”). Las actividades
bibliotecarias no tienen más fundamento unitario, según él, que la utilización
de las colecciones para diversos objetivos culturales, y en consecuencia la
biblioteconomía es la doctrina de la valoración y del uso de la literatura conser-
vada en biblioteca. Las disciplinas bibliotecarias, así unificadas y cohesiona-
das, son: la historia de las bibliotecas, la doctrina de la gestión bibliotecaria y la
bibliografia. Predeek 2i, en la misma línea de preocupación por el status acadé-
mico de la biblioteconomía, reivindica el derecho de ésta a un nivel universita-
rio, en apoyo de lo cual la define ampliamente y la articula en un esquema cier-
tamente prolijo. He aquí la definición:

“La biblioteconomía indaga acerca de la constitución, el desarrollo, el


funcionamiento y la actividad de las bibliotecas como portadoras de
la tradición literaria, como instituciones científicas o populares
dispuestas para la finalidad de difundir la ciencia, la cultura y la ins-
trucción, como factores implicados en los acontecimientos sociales,
políticos y económicos, como objetos administrativos, jurídicos y tec-
nológicos...
La biblioteconomía comprende tanto la parte teórica como la parte
práctica de la actividad bibliotecaria; en el tratamiento de una y de
otra no existe una diferencia de principio sino sólo de objeto de estu-
dio” 29
El esquema, titulado Systematik der Bibliothekswissenschaft. se desarrolla en
seis secciones (divididas en subsecciones y especificaciones): 1. Concepto y
tareas; II. Disciplinas auxiliares; III. Instituciones y funcionamiento de las

26 LEIPPRAND, Ernst: Fragen der Ausbildung ftir den wissenschaftlichen Bibliotheks-

dienst”, Zentralbíanfiar Biblioíhekswessen, 53. 1936. pp. 490-502.


27 VoRsnus, Jons: “Bibliothek, Bibliothekar, Bibliothekswissenschaft”. Zentralbían fiar

Riblio¡hekswessen, 63, 1949, PP. 172-185.


28 PREDEEK, Albert: Die Biblioíhekswissenschafi ah Disziplin und Universitdís-Lehrfach, en
Aus der Welt des Buches. Fesigabe zum 70. Geburstag von Geo~x Leyh, Leipzig, 1950 (Beihafl zum
‘Zentralbíatí fiar Biblioíhekswessen ‘, 75), pp. 169-184.
29 Ibid. Citado por SFnAí, In difesa..., p. 37.
194 Enrique Molina Campos

bibliotecas; IV. Funciones de las bibliotecas; V Personal bibliotecario; VI. His-


toria de las bibliotecas.
Todavía a comienzos de la década de los sesenta, la vieja polémica de los
bibliotecarios y profesores alemanes da, en la pluma de Leyh, una nota nega-
tíva respecto a los títulos científicos y académicos de la biblioteconomía ~<,
cuando ya éstos habían sido acreditados por los autores angloamericanos.
Leyh hace una reseña de las opiniones de sus compatriotas en tomo a tres afir-
maciones que suponen la negación, para la biblioteconomía, de toda cientifici-
dad:
“1. El conocimiento bibliotecario no constituye materia que pueda ser
aprendida rápidamente con ayuda de la memoria; antes bien, debe ser
adquirida en una larga experiencia práctica, esto es, en un continuo
trato con los libros; el conocimiento bibliotecario no es una cíencta
teórica como lo es la matemática. 2. La biblioteconomía es un conglo-
merado de disciplinas que en su conjunto carecen de un núcleo
específico y de una cohesión interna. 3. El conocimiento bibliotecario
adquiere valor sólo en la instrucción práctica, pero no es objeto de
investigación científica; sus temas son demasiado simples”

He ahí, pues, la biblioteconomía reducida a ejercicio artesanal. El concepto


definitorio no aparece, o se trasluce en su propio negativo.
Entretanto, la Escuela de Chicago profundiza y ensancha una positiva cien-
cia bibliotecaria. El más brillante de sus autores, Jesse H. Shera, crea la episte-
mología social, disciplina cuya profundización no es aquí pertinente, y que en
esencia consiste en una teoría de la comunicación social. Tras señalar la afini-
dad entre ella y la biblioteconomía, Shera caracteriza esta última con las obser-
“¿aciones siguientes:

“El objetivo de la biblioteconomia, cualquiera que sea el nivel intelec-


tual a que opere, es hacer que la actividad social de los registros escri-
tos sea la máxima. La biblioteconomía es la gestión del conocimiento
(...) Es la más interdisciplinar de todas las disciplinas, porque consiste

en la ordenación, correlación y estructuración de los conocimientos y


de los conceptos. (...) Biblioteconomía y semántica general deben ser
aliados naturales, estrechamente correlativos y convergentes en
muchos puntos. Ambas (...) están profundamente conglobadas en el
lenguaje, en el simbolismo, en la abstracción, en la conceptualización
y en la evaluación” 32~

30 Lrn, Georg: Der biblioíhekar und sein Beruf, en Handbuch der Biblioxhekswissenschafl.
2, Wiesbaden, 1961 2, Kap., pp. 1-112.
31 Loa cit, p. 75. Citado por SERRAí, In dijésa.., p. 44.
32 SHERA, Jesse H.: “Social epistemology, general semantics, and librarianship”, Wilson
librar>’ bulletin, 35. 1961, pp. 767-770.
Análisis del concepto de Biblioteconomía 195

En otro texto “, Shera hace hincapié en la relación entre biblioteconomía y


comunicación social de los conocimientos, y concluye en la constatación de
que ‘en realidad, el verdadero núcleo de la biblioteconomía está constituido
por la relación entre los conocimientos registrados, de una parte, y el usuario
que los emplea, de la otra”. Para que los conocimientos registrados sean activos
y operantes, la biblioteconomía debe contar con una doble estructura teórica
(referida al proceso de comunicación y a las configuraciones del pensamiento
humano) y con una superestructura técnica; sólo así podrá crear mecanismos
eficaces para establecer una conexión bibliográfica entre el usuario y el depósi-
to de conocimientos registrados.
Tate, en un articulo sin demasiado relieve 3t dice que la biblioteconomía
(librarianshi~) es la organización, la sistematización y el uso efectivo de los
conocimientos documentados. Nitecki aborda la cuestión de la naturaleza y los
límites de la ciencia bibliotecaria (library science) ~. Empieza por aclarar que el
concepto de ciencia se define “respecto al método usado para formular las rela-
ciones entre los diversos aspectos del conocimiento, o bien en los términos del
tipo de relaciones consideradas (es decir, el sector de conocimiento estudia-
do)”, para afirmar, después, que la biblioteconomía puede ser considerada dis-
ciplina científica, tanto por los métodos que emplea como por su objeto de
estudio. Nitecki propone un modelo de teoría para una ciencia bibliotecaria
basado en la relación triádica entre el libro (L), el usuario (U) y el específico
sector de estudio (D). El contenido de la ciencia bibliotecaria se limita a las
características que son compartidas por L, D y U, en cuanto que se hallan en el
ámbito de un sector del conocimiento. Todo lo que se estudia en bibliotecono-
mía depende del previo saber que de L, U y D poseen las demás disciplinas, y
en consecuencia las disciplinas auxiliares de la biblioteconomía son aquellas
que tratan, empírica o teóricamente, de los diversos aspectos de L, D y U. Por
otra parte, la biblioteconomía debe ser responsable de toda la relación triádica,
sin privilegiar a ninguno de los tres elementos de la misma. Fairthorne ~ se
opone a las tesis de Nitecki afirmando que es el “Discurso”, y no el “Conoci-
miento”, el objeto de estudio de la biblioteconomía, de modo que ésta queda
sin uno de los fundamentos de su legitimidad como teoría; a lo cual Nitecki
replica ~ diciendo que su perspectiva es biblioteconómica mientras que la de
Fairthorne es documentalista o de teoria de la información. Para Serrai 3í, la

“ SHFRA, Jesse H.: Putíing knowledge to work, en Libra ries and the organization of knowled-
ge. London, 1965, pp. 51-62.
~ TATE, Vemon P.: “The philosophy of librarianship”,Accade,nie e biblioteche diralia, 24,
1956, pp. 97-108.
“ NíTECKi, Joseph Z.: ‘Reflection on the nature and limits of library science”, Thejour-
nal of libray history, 3, 1968 Pp. 103-119.
36 EAíRTHORNE, R. A: “The limits of information retrieval”, Thejournal of librar>’ history,
3, 1968, PP. 363-369.
‘~ NíTECKJ, Joseph 7.: “Reply of Mr. Niteeki to Mr. Fairthorne”, ibid., pp. 369-374.
SERRAt In d¿fesa..., p. 50.
196 Enrique Molina Campos

actitud de Nitecki es de tipo metafórico-filosófico, y la de Fairthorne de tipo


morfológico-técnico.
En el área anglosajona, y en las dos últimas décadas, se ha alzado una ten-
dencia fuertemente crítica respecto a las garantías teóricas de una disciplina
que precisamente allí mismo, parecía muy firme en los planos científico y aca-
démico. Una colección de trabajos titulada, global y significativamente, Toward
a theory of librariansh~p. ~ iniciaba este cuestionamiento; la contribución de
Foskett señala “la ausencia de una aproximación filosófica a las materias pro-
fesionales y la fácil pero necia aquiescencia a reducir la biblioteconomía a
tecnología” ~. En otro contexto, Line ~ reclama una desmistificación de la
biblioteconomía y de la cienciade la información; entre opiniones corrosivas y
condenatorias afirma: “La biblioteconomía es esencialmente una actividad
práctica”. Kesting 42 denuncia la crisis de la biblioteconomía, que, según él, es
la crisis de la civilización contemporánea, y asigna a la disciplina, como resul-
tado de un cotejo entre las bibliotecas de la Antiguedad y las de nuestro tiempo,
los siguientes temas de competencia: funciones de conservación, promoción
del uso, institución de nuevas bibliotecas y mejora de los servicios, investiga-
ción y formación científica y profesional, tipología de las bibliotecas y repre-
sentatividad cultural.
Comoquiera que en los autores anglosajones hemos visto empleados los
términos lihrar.ianship y library science con significados que en la traducción
(biblioteconomía, por lo general, para ambos términos; ciencia de la biblioteca o
ciencia bibliotecaria, algunas veces, para el segundo) no quedan suficientemente
deslindados, es oportuno traer aquí las definiciones que de cada uno de aqué-
líos ofrecen dos fuentes lexicológicas especializadas, norteamericana una, bri-
tánica la otra. La ubicación de esas fuentes es de sumo interés, porque, como se
verá, no sólo se da preferencia a uno u otro término en los Estados Unidos o en
Gran Bretaña (lo que no pasaria de ser anecdótico), sino que tal preferencia
responde a una distinta concepción de la disciplina. La norteamericana A. L.
A. define así ambos termínos:

“Librarianship. La profesión que se ocupa de la aplicación del conoci-


mtento de los medios y de aquellos principios, teorias, técnicas y
tecnologías que contribuyen al establecimiento, preservación, organi-
zación y utilización de las colecciones de materiales de bibliotecas y la

~ RxwsKi, C. H.: Toward a íheory of Iibrarianship. Papers in honor of Jesse .Wank Shera.
Edited ¿‘y.. Metuchen, The Scarecrow Press, 1973.
~ FosKrn, D. 1: Ibid., p. 169.
~ LINE, Maurice E.: Demysfificaiion in librarianship and inforinauion seience, en Essays on
mnformation and libraries. Edited ¿‘y K. Barr and M Line. Festschrififor Donald Urquart. London.
Aslib, 1975, pp. 105-116.
42 KESTING, 1 G.: Qumram and the quesí of modero librarianship. University ofCapetown.
Inaugural lecture, l7th. May 1978.
Análisis del concepto de Biblioteconomia 197

diseminación de información a través de medios de comunicación” ~


“Library science. Conocimiento y habilidad para seleccionar, adquirir,
organizar y utilizar la información impresa a fin de satisfacer las
demandas y necesidades de un grupo de usuarios” ~
El británico Leonard M. Harrod, por su parte, los define así:
“Librarianship. La profesión del bibliotecario. Y también Ciencia de la
biblioteca (library science)” ~
“Library science. Término genérico para el estudio de las bibliotecas y
unidades de información, el papel que desempeñan en la sociedad,
sus diversos componentes, rutinas y procesos, y su historia y futuro
desarrollo. Usado en los EE.UU. de América con preferencia al térmi-
no británico librarianship” 46,

Quedan claras, pues, las diferencias entre uno y otro término, y las razones
de las preferencias: para los norteamericanos, existe una ciencia de la bibliote-
ca (library science) que es conocimiento/estudio (acerca de cuya cientificidad no
se pronuncia, por cierto, ninguno de los dos glosarios) y que abarca el conjunto
formado por la biblioteca y su funcionamiento; para los británicos hay sobre
todo una ciencia aplicada, o mejor, una aplicación profesional de un conoci-
miento/técnica. Aquí, al comentar las definiciones nacidas en el área anglosa-
jona, he puesto entre paréntesis el término inglés del original cuando me ha
parecido necesario hacer notar el significado preciso que tenía en el texto cita-
do la traducción biblioteconomia.
En los países del bloque socialista europeo la reflexión biblioteconómica
aparece poblada de connotaciones sociopolíticas. Así, el checoslovaco Drti-
na ~ tras poner entre las condiciones de la especialización científica de la
biblioteconomía la necesidad de que ésta determine, sobre el modelo de la cla-
sificación bibliotecaria soviética, su posición en el sistema general de las cien-
cias, declara que “el principio fundamental de la biblioteconomia no puede ser
otro que la investigación de la función social —esto es, del movimiento social—
del libro ~ bis apoyándose en abundantes citas de Marx. En otro texto 48, Drti-

~“ The ALA. glossary of library oná infonnation sc/ence. Chicago, ALA., 1983, p. 130.
“ Ibid., p. 132.
~ Harrods librarian s glossary oftenns ¡¿sed in librarianship, documenration and ihe book
crajis and reference book. .Srh ed. rey. and updated ¿‘y R. Prytherch. Aldershot, Gower, 1984.
p. 444.

~‘ DRtiNA. Jaroslav: “Zar Klassification der Bibliothekswissenschaft”, Zentralblatt fiar


Bibliothekwessen, 75, 1961, Pp. 193-207. Vid LENíN und das Bibliothekwessen, Leipzig, VEB,
1972.
47 bis Citado por SERRAr, In difesa p. 45.
48 DRTiNA, Jaroslav: Die Bibliorhekswissenschaft als Hochschuldisziplin, en Gegestand und
Meihoden der Bibliothekswissenschaft unter besonderer Beriacksichtigung der Bibliothekswissens-
chaft als Hochschuldisziplin, Leipzig, 1963, Pp. 113-130.
198 Enrique Molina Campos

na propone que la disciplina, para salvarse del bloqueo organizativo y técnico,


se inserte en el cuadro de las ciencias sociales y en particular de la ciencia peda-
gógica, pues, como materia autónoma de enseñanza universitaria y como cam-
pode investigación científica, no ha obtenido justificación y fundamento sino
en la sociedad socialista, aplicándose a educar y formar a la juventud y a las
masas trabajadoras. La subdivisión de la biblioteconomía en disciplinas
biblioteconómicas responde, según Drtina, a los tres elementos que definen y
condicionan la totalidad de la materia: el libro, la biblioteca y el lector Koblitz,
más preocupado por los aspectos académicos, estudia la relación entre biblio-
teconomía y documentación y la posición de ambas en la ciencia de la infor-
mación ~ temas de los que ya se había ocupado Kunze ~ “maestro de la
biblioteconornía en el área socialista” según Carrión Gútiez ~‘.
Los logros teóricos, marcadamente afirmativos respecto a la cientificidad
de la disciplina y a su status académico, de los biblioteconomistas norteameri-
canos, por una parte, y de los socialistas, ~OT otra, reavivan en Alemania Occi-
dental la polémica que en el área germana se venía arrastrando desde Schret-
tinger La Convención de Colonia de 1969 se propone definir el concepto de
biblioteconomía y discutir si, tras él, subsiste una disciplina verdaderamente
científica. La aportación más interesante es la de Sauppe 52, quien, después de
una serie de consideraciones sobre el concepto de ciencia, asume la definición
dada por Kant (toda doctrina cuando llega a ser un sistema, vale decir, es un
conjunto de conocimientos ordenado según principios) y, sobre esa base, las
ideas dcl Círculo de Viena y la sistematización formulada por Popper La parte
histórica e histórico-cultural de la biblioteconomía no resiste a criterios tan
limitativos, pero la parte organizativa y gestionatia admitiria, al respecto, pare-
ceres opuestos, habida cuenta de, como todas las ciencias del comportamiento
y de la sociedad, excluye regularidades permanentes; los enunciados bibliote-
conómicos tienen su mayor debilidad, sin embargo, en la actitud meramente
profesional y practicista dc los bibliotecarios. Lo importante para Sauppe es
que la biblioteconomía, tan pronto como toma en cuenta al usuano y sus nece-
sidades, rebasa, en cuanto teoria de la organización y de la gestión, sus propias
fronteras y se instala en los terrenos de la comunicación, mezclándose con
varias disciplinas y técnicas de investigación; la biblioteca es uno más entre los
casos en que pueden presentarse los sistemas de información. Sauppe termina

~ KonLn-z. Josel: “Dic Stellung der Bibliothekswissenschaft und der Inl’ormations-und


Dokumentationswíssenschaft”. Zentralblatt fiar Bihliothekswessen, 83. 1969. PP. 689-720.
~ Kut¿zr. Horst: Bcrnerkun gen zum thema “Wissenschafihiche ¡¿od Dokurnentation, en
J3iblio¡hek, Bibliotbekar Bibliothekswissenschafl. Festschr¡ft Johs Fornías, Leipzig. Harrassowitz.
1954. PP. 203-213.
“ CARRiÓN GUTIEZ, Manuel: Manual de bibliotecas. Madrid. Ediciones Pirámide, 1987, p.
57.
52 SAUPPF, Fberhard: Informe en la Convención de Colonia del 27-29 de octubre de
1969. Bibliothekswissenschaft. Versuch einerBegnffsbesrirninung in Referaten und Diskussioncn bei
dem Kolner Kolloquiurn. Herausgegeben von Werner Krieg, Kóln. 1970. pp. 72-104.
Análisis del concepto de Biblioteconomia 199

afirmando que los estudios biblioteconómicos abarcan, bajo el aspecto formai,


todos aquellos temas que requieren una búsqueda específicamente biblioteca-
ria, y bajo el aspecto material, todo lo que también es provechoso para la for-
mación profesional del bibliotecario (derecho, actividad editorial, técnicas de
reproducción y encuadernación, etc.). Por su parte, Kluth, en su informe “, se
propone definir la biblioteconomía en los términos de la ciencia de la comuni-
cación, y declara resueltamente que el específico y claro ámbito científico de la
disciplina es el de la ciencia de las comunicaciones, dado que cualesquiera
otros factores o medios que considere o emplee no confieren ni restan especifi-
cidad científica en cuanto tales. Posición enteramente opuesta a la tendencia
positiva de la Convención de Colonia, y también a la legitimación científica de
la disciplina en el seno de una teoría social del uso, es la de Pflug, quien niega
absolutamente a la biblioteconomía el status de ciencia ~ bis Y de nuevo Saup-
pe, en un texto enjundioso y penetrante ~ donde pervive el espíritu de la Con-
vención dc Colonia, insiste en la consideración de la biblioteconomía como
ciencia, interesándose sobre todo por la investigación bibliotecaria, sin la cual
no es posible aquella consideración. A dicha investigación concurren, además
de la exigencia de dar un contenido científico a la disciplina (lo que, según
Sauppe, es una preocupación estéril y frívola en sí misma), algunas circunstan-
cias y condiciones objetivas: a) creciente significado de las bibliotecas para la
sociedad, b) modificada relación de la biblioteca con sus usuarios, c) creciente
complejidad de las estructuras bibliotecarias, cl) progresiva teenificación de las
bibliotecas, e) aumento dc los balances bibliotecarios. El desarrollo correcto de
una práctica eficiente exige una teoría cuya investigación debe progresar en
unas condiciones particulares y en unas direcciones bien definidas. Sauppe
establece unas y otras ~, centrando la investigación en el concepto de informa-
ción, entendido éste en el sentido semántico y pragmático de la comunicación
social. Tal investigación incluye los temas tradicionales de la historia de las
bibliotecas (que a su vez incluye la historia de la práctica bibliotecaria y la his-
toria de la profesión bibliotecaria), la paleografía y la bibliologia (en todos sus
aspectos).
Veamos ahora cómo es definida la biblioteconomía en el área latino-sud-
europea y latinoamericana. La definición de Buonocore nos ha servido de pun-
to de partida y ha sido comentada aquí largamente, por lo que no volveremos
sobre ella. También han sido reseñadas aquí, para cotejo con fuentes no espe-
‘~ Kwrii. Rolí: Inlorme en la Convención de Colonia. Ibid, pp. 109-130.
~ ~“ PFLUG. Gímnther: Bibliothekswissenschafig en Riblioíheksarbeft heute. Beitráge zur
Theoríe und Praxis. Fesíschrzftfilr Werner Krieg zum 651 Geburststag. Frankfurt, Vittorio Kloster-
mann, 1973, pp. 74-80.
‘~ Sáuppr, tberhard: Biblioúzekswissenschafl undBiblio¡hek
4/orsc/zung. en Zur Titear/e ¿md
Ptaxis des rnodernen Bibl/orhekswissenschaft. Herausgegeben von W Kehr, K. W Neubauer. J
Síoltzenburg, Múnchen, Saur, 1976, 1, pp. 9-87.
~ Un buen esquema de los temas para una ciencia de las bibliotecas según las concep-
clones de Sauppe, en CARRIÓN Gtrrírz, Manual, pp. 45-47.
200 Enrique Molina Campos

cializadas, sendas definiciones aportadas por dos diccionarios, uno enciclopé-


dico y otro de uso del español. Vayamos a las fuentes especializadas, es decir,
las del ámbito disciplinar. Para Emili Eroles 56, biblioteconomia es “el arte de
conservar, ordenar y administrar una biblioteca”. Contrasta este concepto,
caracterizado por un elemento tan impreciso —y desde luego tan acientífico—
como “arte”, que implicaría el de “destreza” o el de “oficio”, con el que el mis-
mo Eroles tiene de la bibliotecología: “Ciencia de la biblioteca: tratado sobre la
formación, la ordenación y la administración de la biblioteca Después
~

trataremos de la blibiotecología y de su relación con la biblioteconomía; ahora


debermos preguntarnos: ¿cómo, con la sola variante de la “formación” por la
“conservación”, y sin especificación alguna, la biblioteconomía es “arte” y la
bibliotecología es “ciencia”? ¿Y qué significado epistemológico tiene el término
“tratado” aplicado a esta última? Por lo demás, y con la variante señalada, la
definición de Eroles repite en lo esencial el esquema conceptual de la de
Buonocore. Emilia Currás, en cambio, elude ese esquema, que es el habitual, y
da. de la biblioteconomía, una definición indirecta, secundaria y no muy estricta:

“La bibliografla constituyó durante mucho tiempo una ciencia por si mis-
ma, hasta quefueron aumentando el número de bibliotecas. Bibliotecas que
se convenían en complejas instituciones independientes en su administra-
ción y función y que dieron lugar a que se hubiere de utilizar el término
biblioteconomla” 58

Atando cabos, de esta idea se deduce que la biblioteconomía es la ciencia de


la administración y función de la bibliotecas, pero habría que precisar el signi-
ficado, ahí, del término “función”. Más riguroso y rico es el tratamiento que da
al concepto y sus relaciones Carrión Gútiez. En el “Glosario” de su Manual
aparece esta definición:

“Biblioteconomía: Estudio de las técnicas necesrias para la organiza-


ción y funcionamiento de una biblioteca” ~.

El termino “estudio” parece implicar una cientificidad generadora —y con-


figuradora— de las técnicas. Pero es el propio Carrión, en la misma obra, quien
disipa las dudas. Tras señalar la evolución de la biblioteca y de su cometido
social, se refiere a la evolución de la biblioteconomía:

56 ERoLEs, Emili: Diccionario histórico del ¡ibm, Barcelona, Millá, 1981, p. St.
“ Ibid.
~ CURRAS, Emilia: Las ciencias de la documentación. Bíbliotecologla. archivologia. docu-
mentac/ón e información. Barcelona, Mitre, 1982, p. 19.
~ CARRIÓN GÚrirz, ManuaL p. 708.
Análisis del concepto de Biblioteconomia 201

“La vieja biblioteconomía se ha transformado porque a la biblioteca


actual se le pide que trascienda sus propios fines tradicionales. La
complejidad creciente de la biblioteca y de la estructura bibliotecaria,
exigen una serie de conocimientos a cuyo conjunto podemos seguir
llamando, si queremos, biblioteconomía” ~.

Explica seguidamente la extensión de estos conocimientos y la necesidad


de sus contactos interdisciplinares con diversas ciencias y con disciplinas téc-
nicas, para acabar abordando la cuestión de su cientificidad. Existen criterios
generales para determinar si dichos conocimientos son científcios o no.

“Pero el carácter científico de los conocimientos suele manifestarse


por dos formas de reconocimiento: en primer lugar, un reconocimiento
epistemológico, que tiene lugar cuando, por encima de la mera transmi-
sión de datos históricos, de experiencias y de prácticas, hay una inves-
tigación sobre el mundo de las bibliotecas realizada con métodos
científicos, cuyos resultados pueden reunirse en un conjunto de ideas
conexas y permiten desarrollar una terminología propia. No basta,
pues, un mero conjunto de disciplinas unidas por algo externo a las
mismas como pueden ser unos profesionales (los bibliotecarios) que
las conocen o unas instituciones que aplican algunos de sus resulta-
dos. Tampoco basta la simple aplicación de resultados sin cl conoci-
miento de los porqués.
La otra forma de reconocimiento científico es la social y nace del
hecho de que existan unos investigadores identificables por su espe-
cialidad como distintos de otros, que se unen en asociaciones especia-
les, que exponen los resultados de sus estudios en reuniones y publica-
ciones especializadas y que pueden recibir una especie de consagra-
ción canónica con la aceptación de sus estudios como disciplina uni-
versitaria” 6i

El corolario de este luminoso planteamiento es, considerada la diversifica-


ción de la biblioteca por imperativos históricos, el siguiente:

“La realidad, sobre todo la histórica y social, con su complejidad ha


hecho así díversificarse el conocimiento bibliotecario, pero, al mismo
tiempo, han hecho nacer una nueva rama del árbol de la ciencia: la
ciencia de lo que tienen en común todas las bibliotecas. No hay incon-
veniente alguno en que, conservando un viejo y prestigioso nombre, la
llamemos biblioteconomía” 62

ibid., p. 42.
65 Ibid., p. 44.
202 Enrique Molina Campos

De Francia nos llegan dos definiciones de la disciplina, ambas en textos


que se autotitulan como destinados a un primer nivel de enseñanza. La A.B,F.,
en un ‘cours élémentaire’ define la biblioteconomía como “estudio de las técni-
cas utilizadas en las bibliotecas” 63 Sophie Danis, en un “petit dictionnaire de
l’apprenti-bibliothécaire’ hace otro tanto, así:

“Ciencia, técnicas y actividades relativas a la organización, la gestión,


la legislación y la reglamentación de bibliotecas (NF z 40-100). El
triángulo bibliotecario está formado por las colecciones, los usuarios y
la biblioteca en cuanto servicio organizado” M•

La primera de estas definiciones parece algo imprecisa (“estudio”) y restric-


tiva (“las técnicas”). La segunda, tomada de la normativa, es completa y porme-
norizada: a la cientificidad une los aspectos técnicos y prácticos: y añade una
descripción orgánica que ya hemos visto en Drtina y, con alguna variante, en
Nítecki; su esquema coincide con el de la definición dada por Buonocore.

Dc los biblioteconomistas italianos recojo aquí, igualmente, dos definicio-


nes. La de Guerriera Guerrieri dice:

“La biblioteconomía es el conjunto de las normas que regulan la vida


de la biblioteca y es parte de la bibliotecología, la cual comprende la
historia de las bibliotecas, su descripción y estadística, y la bibliotegra-
fía, esto es, la codificación y la historia de la biblioteconomía” 65

Dejemos para después el concepto y la división de la bibliotecología. La


definición de la biblioteconomía que da Guerrierí es, a mi juicio, vaga e inexac-
ta por demás: reduce la disciplina a una pura normativa, y de otra parte, literal-
mente, podría ser la definición de un reglamento de régimen interno de una
biblioteca determinada, porque ¿qué es “la vida de la biblioteca”? Supongo que
con esa expresión se quiere decir actividades, administración, gestión, etc. Pero
no se dice.

Alfredo Serrai no ha dado, de la biblioteconomía, lo que se entiende estric-


tamente por “definición”. Pero sus aportaciones al esclarecimiento y delimita-

63 AB.F.: Le ,nétier de b/bliothécaire: cotas élémentaire deformation pro,fessionnelle, 7~ éd.


Paris, Prornodis, 1983, p. 3]].
~ DAws, Sophie: Periz dictionnaire de l’apprení/-bliblio¡héca/re ou les documenís en taus ses
étaís. Villeurbanne, E.N.S.B., 1984, p. 20.
65 GUERRíERí, Guerriera: Nuove linee de biblioteconomia e bibliografia. Edizione riveduta,
agg/ornata ed ampliata. A cura de Giuseppe de Nino. Napoli, Guida Fditori, 1982, p. 9.
Análisis del concepto de Biblioteconomia 203

ción del concepto son tantas y tan consistentes que, juntas, conforman una
definición sumamente precisa. Su preocupación capital es:

“...explorar la posibilidad de que para la biblioteconomía se halle, o


sea construible, un andamiaje científico tal que sostenga, de la biblio-
teconomía, una convincente fisonomía profesional y correspondiente-
mente legitime o rechace las prácticas bibliotecarias subordinadas” 66~

En un libro que él titula significativamente La biblioteconomía como ciencia,


establece lo que puede ser tomado como definición teleológica de la disciplina:

“La biblioteconomía tiene por objeto de estudio la estructura y el fun-


cionamiento del sistema que tiene confiado el recoger y poner en rela-
ción unos productos intelectuales y de información de unos hombres,
con la necesidad intelectual y de información de otros que por lo gene-
ral quedan lejos en el tiempo y en el espacio” 67~

Dos ideas nuevas y fecundas aparecen ahí: la de sistema y la de información,


que sitúan la biblioteconomía en un inhabitual contexto epistemológico y dis-
ciplinar En el libro al que pertenece la cita penúltima —de título igualmente
significativo: En defensa de la biblioteconomía—, las definiciones no formales,
laterales, abundan. Elijo algunas de ellas:

“En el término biblioteconomia resultan así etimológicamente inclui-


das las dos ideas que presiden las dos direcciones fundamentales de la
disciplina bibliotecaria: la primera relativa a la determinación de las
leyes de funcionamiento, para después derivar de éstas los procedi-
mientos más eficientes; la segunda referida a la individuación, y por
tanto a la repetición, de las prácticas bibliotecarias, de lo que en la
biblioteca se ha hecho siempre, se ha dc hacer y se deberá seguir
haciendo” 68
“El empleo del término ‘biblioteconomía’ presupone que exista y fun-
cione una estructura bibliotecaria, en cuanto tal estructura es una
organización de documentos. Una organización es tal, sólo si está
regida por principios, por leyes y por reglas; una biblioteca es una ins-
titución organizada, únicamente si está construida sobre las prescrip-
ciones de una biblioteconomía” 69

~ SERRAI, In difesa..., p.
67 SERRAI, Alfredo: Biblioteconomia come scienza Introduzione ai problemi e alía metodolo-
gía. Firenze, Leo 5. Olschki, 1973, p. 2.
~ SERRAí, In difesa.... p. 2.
69 Ibid., p. 7.
204 Enrique Molina Campos

“La biblioteconomía es esencialmente una ciencia del orden, de un


conjunto de órdenes aplicados a documentos y a noticias” ~
“La biblioteconomía, en cuanto doctrina de la organización de docu-
mentos rastreables y encontrables por aquello que contienen —y por
tanto doctrina de las condiciones de organización de las memorias
documentarías, de su utilización y de su acceso—, y por tanto, aún
más generalmente, como doctrina de la consulta y de la transmisión
de las informaciones, abarca la documentación y el information retrie-
val; los cuales de ese modo forman parte de la biblioteconomia, e
incluso se identifican con ella en sus miembros más vitales y en sus
funciones más difíciles” 71
“el deterioro de la biblioteca no quiere decir también decadencia de
la biblioteconomía; ésta, como doctrina del trato de consulta con las
colecciones de documentos, no ha seguido la suerte de la biblioteca,
sino que se ha ensanchado hasta comprender en sus competencias el
proceso global de la comunicación que tiene lugar por mediación de
memorias escritas” 72~
“La biblioteconomía es, en primer lugar, (...) propiamente la doctrina
relativa a (la) actividad (de mediación entre los libros y los lecto-
res)” ~.

Consideremos, finalmente, el término hibliotecologia y su significado.


Buonocore fue eí primero que lo utilizó en nuestra lengua, advirtiendo que lo
tomaba en HG. Gietz y definiéndolo así:

“Es el conjunto sistemático de conocimientos relativos al libro y a la


biblioteca. Por tanto, la bibliotecología comprende dos grupos de dis-
ciplinas: las que se refieren al libro en sí mismo, individualmente con-
siderado como entidad autónoma, y las relativas a la biblioteca, esto
es, al libro como elemento integrante de una sene, cenjunto o univer-
salidad de hecho. Las materias relativas al libro son: la bibliología, la
biblioteenia y la bibliografia. La ciencia de las bibliotecas se divide a
su vez en dos ramas perfectamente distintas: la biblioteconomía y la
bibliotecografia. Como disciplinas auxiliares: la paleografía, la diplo-
mática, la filología y la metodología histórica” ~.

~ Ibid.
72 ¡bid, p. 19.
“ Ibid., p. 21.
‘~ BuoNocoRE, Domingo: Elementos de bibí/otecologla. 3.~ cd. reformada. Santa Fe, Cas-
telíví, 1952, pp. 3-4.
Análisis del concepto de Biblioteconoinia 205

Es un concepto que nos interesa precisamente aquí por varios motivos: 1.0,
porque comprende el de biblioteconomía, junto con los de otras disciplinas
fronterizas con ésta; 2.0, porque establece, de ese conjunto, un sistema plausi-
blemente organizado; 3», porque ha sido adoptado por la generalidad de los
autores latinoamericanos, identificándolo frecuentemente con el de biblioteco-
nomía. Es materia de otro estudio la consideración de las disciplinas fronteri-
zas y de sus respectivas áreas particulares (las disciplinas auxiliares que cita
Huonocore no son todas y corresponden a una visión casi arcaica de la biblio-
teca en sí y de sus trabajos). Y paso a examinar los otros dos motivos de interés,
no sin antes detenerme en la definición misma. Comparada con la que, del tér-
mino en cuestión, da el propio Buonocore en su Diccionario ~ ambas vienen a
ser casi idénticas, pero esta última aparece enriquecida por algunos juicios
reseñables. He escrito “casi idénticas” porque en sustancia y en muchas de sus
expresiones son idénticas; su única diferencia importante es que la definición
aquí transcrita utiliza la sorprendente y no justificada expresión “ciencia de las
bibliotecas” para designar lo que en el Diccionario es calificado simplemente
como “dos materias” (a saber: la bibliotecografia y la biblioteconomía); de otra
parte, la biblioteconomía es definida en este artículo (Bibliotecologia) de distin-
to modo que en el suyo propio del mismo Diccionario (es decir, de como figura
en el comienzo de este trabajo):

“(la biblioteconomia)... estudia la organización técnica y la política


administrativa más convenientes para que las bibliotecas cumplan
eficientemente sus fines”.

En el Diccionario, después de definir la bibliotecología y señalar y caracteri-


zar sus partes, Buonocore advierte de su disconformidad con Fumagalli y con
Berta Becerra respecto al contenido y la distribución de este “conjunto sistemá-
tico de conocimientos”. Fumagalli 76 había registrado la palabra bibliotecolo-
gia como sinónimo de biblioteconomía, a lo cual Buonocore, con muy buen
sentido, se opone diciendo que “existe entre ambas una relación de género a
especie: la primera es el todo, la segunda simplemente una parte o rama”. Sin
embargo —lo comentaremos enseguida— los autores latinoamencanos y algu-
no que otro español han adoptado el primero de los dos términos en una acep-
ción al menos muy próxima a la que le da Fumagalli. Berta Becerra ~ divide la
enciclopedia del libro en dos ramas: bibliología (tratado del libro) y biblioteco-
logia (tratado de la biblioteca, o sea, de la selección de libros), y subdivide esta
última en ocho secciones: biblioteconomía, clasificación dc las bibliotecas,

“ BIJONOCORE, Diccionario, pp. 89-90.


‘~ FUMAGALLí, Giuseppe: Vocabolario bibliográfico. Firenze, Leo 5. Olschki, 1940.
“ BECERRA, Berta: “Nuestra ciencia”, Boletín de la Asociación Cubana de Bibliotecarios, y.
1, nY 1. marzo, 1949, Pp. 9-10.
206 Enrique Molina Campos

bibliotecografia, bibliogeografía, historia, extensión bibliotecaria, acción


bibliotecaria y varia. Buonocore funda su crítica en su propio concepto y parti-
ción de la bibliotecología, y en efecto, un examen de los contenidos de la biblio-
logia y de las ocho “secciones” del conjunto bibliotecológico lleva a reagrupar-
los confonne al sistema de Buonocore, mucho más riguroso; y de otra parte, la
bibliogeografía, ideada por Berta Becerra como disciplina de la distribución
del libro entre las bibliotecas del mundo para localizar los ejemplares existen-
tes y ponerlos a disposición del estudioso, es una sola cosa con el préstamo
internacional mediante catálogos colectivos, tarea propia de la biblio-
teconomía.
El resto del artículo de Buonocore que estoy comentando sc refiere a los ele-
mentos etimológicos del término. A este respecto es mucho más rico y lúcido el
análisis de Serrai Para el autor italiano, la palabra griega nomos, que entra
~

en la composición de biblioteconomía, significa “usanza, práctica habitual” y


“ley”, en la suposición de que “o bien las usanzas representen regularidades, y
por tanto deriven de las leyes, o bien las normas no sean más que codificacio-
nes de fenómenos regulares” La comparación de nomos con logos, que para
~.

Buonocore tiene un sentido jerárquico-cuantitativo en favor del segundo, es


vista así por Serrai:

“Los términos compuestos con nomía indican en su mayoría aquellas


disciplinas que identifican y estudian las leyes, o las regularidades, de
los fenómenos dinámicos y de los procesos que se desarrollan en el
interior de un sistema natural o aplicativo (...) Por el contrario, los tér-
minos compuestos con logia indican en general el estudio de entidades
o de eventos o de fenómenos particulares...” 80

Ya me he referido a la definición de bibliotecologia que da Emili Eroles,


cotejándola con la de biblioteconomía del mismo autor Ese cotejo permite
deducir que Eroles es de los que consideran ambos términos como sinónimos,
lo mismo que casi todos los autores latinoamericanos (J. E. Sabor, Cagnoli,
Revello, Penna, Garza, Aguayo...), tanto en sus textos propios como en sus tra-
ducciones del inglés. De Emilia Currás ya conocemos una definición de la
biblioteconomia que arranca, en progresión vaga y extensiva, de la bibliogra-
fía; mas véase cómo, con el mismo punto de arranque y prosiguiendo en la
extensión, se llega a la bibliotecología:

“Dentro de la bibliotecononiía quedó la bibliografía como un auxiliar,


como una parte dentro de todas las funciones que se realizan en una
78 SERRAt In ¿¡«esa..., pp. 1-3.
J4J texto al que hace referencia la nota 68.
80 SERRAt In difesa..., p. 2.
“ Vid, textos a los que hacen referencia las notas 56 y 57.
Análisis del concepto de Biblioteconomía 207

biblioteca junto con la clasificación, la catalogación, etc. El término


biblioteconomía sigue persistiendo y sigue utilizándose. Pero, he aquí
que el concepto estático de biblioteca, como lugar donde se conservan
y guardan los libros, se ha visto convulsionado. Actualmente se acude
a ellas para buscar información. Además, las nuevas técnicas infor-
máticas, de micrografía, de videoacústica, se utilizan frecuentemente
para el trabajo bibliográfico y documentario de los libros. El término
biblioteconomía se ha quedado pequeño y se ha empezado a utilizar
el de ‘bibliotecología’.
Se ha dicho que la biblioteconomia presupone una postura estáti-
ca, mientras que la bibliotecología implica un movimiento dinámico.
Es un término de uso muy reciente sobre todo en España, en donde
aún no es aceptado por la mayoría de los bibliotecarios.
Según los razonamientos aquí expuestos la bibliotecología, como
tratado de las bibliotecas y englobando en éstas todos los procesos que
en ellas tienen lugar, desde que llega el libro hasta que sale la informa-
ción hacia el lector, comprende la bibliologia, la bibliografía y la
biblioteconomía. Aunque todas ellas sean parte del mismo rango y se
consideren a un mismo nivel científico y metodológico” 82

Los aspectos susceptibles de critica parecen numerosos y pueden resumirse


como sigue. 1. Prescindiendo de que la “información”, en sentido amplio, siem-
pre ha sido al menos uno de los fines de la biblioteca, ya Taylor ~ en 1967.
habían estudiado y pormenorizado los contactos entre la ciencia de la informa-
ción y la biblioteconomía (librarianship), sin derivarse de ello la obligación ni la
conveniencia de que esta última cambiase su nombre por otro al que le había
sido dado un significado propio y preciso. De otra parte, la conclusión de Saup-
pe 84, tras constatar que tomando en consideración al usuario y sus necesidades
se rompen los límites de la biblioteconomía como teoría de la actividad organi-
zativa y gestionana, es, siguiendo a los autores norteamericanos, que la biblio-
teca constituye uno de los casos en que se pueden presentar los sistemas de
información, lo cual implica que la biblioteconomía es una parte, la más anti-
gua y más elaborada, de la ciencia de la información; pero no hay transforma-
ción ni cambio de denominación. II. La informática, la micrografía, la videoa-
cústica han sido integradas en la biblioteconomía por autores recientes, de
todas las áreas y “escuelas”, sin que tal aumento de materias haya determinado
un nuevo nombre de la disciplina global. III. Hablando de autores recientes, no
lo son Fumagalli ni Buonocore, que pusieron en circulación —con distinto sig-

82 CuRRAs, Emilia: Lis ciencias de la documentación..., p. 19.


‘~ TXYLOR, Roben 5.: “The interfaces between librarianship and information science
and engineering”, Spec/ai librar/es’, 58, 1967, pp. 45-48.
~ Sxuppr, Eberhard: Bibl/othekswissenschafi und Bubl/otheksforschung en Zur Theorie
¿md Praxis..., ed. cit., Pp. 9-87.
203 Enrique Molina Campos

nificado, como sabemos— el término bibliozecologla en 194<) y 1952 respectiva-


mente, es decir, cuatro y tres décadas antes de la publicación del libro de Emilia
Currás que aquí se cita. IV. En el gráfico con que dicha autora representa y
explica su concepto de la bibliotecología, este término aparece unido al de
biblioteconomía por un trazo a cuya derecha dice: “Difunde información”, con
lo cual se da a entender que es el suplemento de difusión de la información lo
que caracteriza a la bibliotecologia respecto a la biblioteconomía; la objeción a
tal aserto viene dada aquí en el punto 1 de mi critica.
Finalmente, otro concepto que importa reseñar y analizar es el de hiblioteco-
logia internacional o bibliotecologia comparada. Carrión Gútiez (en cuyo Manual,
por cierto, no aparece ni una sola vez el término bibliotecologia) habla de
“biblioteconomía internacional” asociándola, en el mismo epígrafe y en el tex-
to subsiguiente, a la “cooperación internacional” ~, o más bien, subordinándo-
la a esta última, pues viene a definirla como apoyo doctrinal de base para la
cooperación internacional. Y sin más examen teórico pasa a describir “algunas
realidades” de la cooperación bibliotecaria internacional: las asociaciones pro-
fesionales internacionales y sus programas, las publicaciones y reuniones espe-
cializadas, las realizaciones bibliotecarias concretas y las normas técnicas.
Parece evidente que Carrión Gútiez da preferencia a los aspectos prácticos de
la cooperación, por más que aluda a un cierto fundamento teórico; y ni siquiera
menciona la bibliotecología (o biblioteconomía) comparada. ‘flmpoco
Buonocore registra este último término cuando en su Diccionario dedica un
artículo a la bibliotecología internacional, de la cual dice que:

“Podriamos definirla como aquella cuyo contenido y principios deri-.


van, en el plano supranacional, de la actividad realizada por institu-
ciones gubernamentales y no gubernamentales con el propósito de
mejorar y racionalizar los servicios de información científica” 86

Seguidamente se refiere al desarrollo de esta disciplina en las últimas déca-


das, a las causas materiales y finales de tal desarrollo, a la contribución de
diversos organismos y a los resultados de dicha contribución, en un sentido
semejante al de las ‘realidades” que enumera Carrión Gútiez, pero sin entrar,
como éste hace, en detalles. Y termina diciendo:

“Bajo este aspecto y con las necesarias salvedades, pensamos que la


bibliotecología ha seguido un ritmo paralelo y similar al desarrollo del
derecho que, de carácter local en sus origenes, fue ampliando progresi-
vamente su esfera haciéndose, en etapas sucesivas, nacional, regional
e internacional” ~
~‘ CÁ.níÓN GúnEz, Manual, pp. 617-629.
~ BUONOCORE., Diccionario. p. 90
$‘ Ibid., p. 91.
Análisis del concepto de Biblioteconomía 209

Más interés doctrinal tienen las aportaciones al esclarecimiento del concep-


to reunidas y sistematizadas por Naimuddin Qureshi ~s, y entre las cuales
destacan la de Chase Dane y la de Richard Krzys. Dane, el primero en utilizar
el término bibliotecología comparada, lo define así:

“Un estudio de la bibliotecología en numerosos países, con objeto de


determinar los factores que son comunes a dichos países y los que sólo
se encuentran en uno de ellos. Se trata de una evaluación de las con-
cepciones y de las políticas en materia de bibliotecología a escala
internacional, a fin de conocer las grandes tendencias, valorar las defi-
cíenctas y descubrir las contradicciones y discrepancias entre teoria y
práctica.”

Krzys presenta una nueva denominación: estudio internacionaly comparado


de la hibliotecología, acerca de cuyo contenido dice:

“El estudio internacional y comparado de la bibliotecología se define


aquí como una expresión genérica que abarca las investigaciones rela-
tivas a fenómenos bibliotecológicos en sus aspectos intranacionales,
internacionales e interculturales, con el objetivo inmediato de profun-
dizar en la bibliotecología por medio de la explicación, la predicción y
el control de dichos fenómenos, y con el objetivo último de mejorar la
bibliotecologia mediante la comparación entre las diversas formas
que asume la práctica de la bibliotecología en el mundo.”

Qureshi divide los estudios de este tipo en tres categorías: a) estudios por
zonas, como base para la descripción y el análisis del desarrollo bibliotecario
en un país o una región, considerando las circunstancias operantes; b) estu-
dios internacionales o interculturales sobre una determinada especie de biblio-
tecas en distintos países, o sobre el modo de abordar un problema técnico en
vanos países, o en diferentes circunstancias en un mismo país; c) estudios de
casos, análisis de una determinada especie de bibliotecas o de un elemento
esencial del desarrollo bibliotecario de un país.
Subraya Qureshi el provecho que a los bibliotecarios reportan estos estu-
dios, por la información que les proporcionan acerca de la teoria y la práctica
bibliotecológicas en otro médio, y consiguientemente por la posibilidad que tal
información les brinda de aplicar a su propio medio las soluciones que ya han
sido dadas a problemas semejantes. Ahora bien, el comparatismo de Dane y
Krzys, pese a la mediata finalidad utilitaria que se asigna, corresponde a un

gg QURESHI, Naimuddin: “La bibliotecologia comparada e internacional: estudio analí-

tico”, RUCIBA. vol. II, n.’ 1. febrero-marzo 1980, p¡,. 23 Ss.


210 Enrique Molina Campos

planteamiento disciplinar mucho más especulativo-doctrinal que el de las con-


cepciones de Huonocore y Carrión Gútiez, quienes, eludiendo, incluso en la
denominación, toda cualificación comparatista, ponen el énfasis en los resulta-
dos y en la existencia de organismos de alcance internacional que faciliten esos
resultados, de índole eminentemente práctica, a escala planetaria ~.

~ Vid. también, sobre bibliotecologia internacional en sentido comparatisis. HARvEY,


John F., Comparative and international library science, Metuchen, N. 1., The Scarecrow Press.
t977; y en sentido cooperacionista, HAwARD-WiI.LIAMs, P., “La cooperación internacional
entre bibliotecas”, Boletín de la UNESCO para las bibliotecas marzo-abril 1972. pp. 64-69, y
CHANDLER. George, International and national library and information serí’ices: a rcview ofsorne
recenis developrnents: 1970-1980, Oxford (etc.), Pergamon Press, 1981.

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